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Derrida Las Antinomias de La Disciplina Filosofica

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Las antinomias de la disciplina filosófica

J. Derrida
Carta enviada a los participantes del Colloque  Rencontres Ècole et Philosophie, realizado en la
Universidad de París X (Nanterre, 20 y 21 de octubre de 1984). Texto publicado en  De droit à la
 philosophie (1990)

¿Cómo definir los polos de esta contradicción sin dialéctica? ¿Cuáles serían las dos demandas
esenciales pero contradictorias a laslas cuales no querríamos
querríamos renunciar? Si la doble ley de una
antinomia reproduce, directamente o no, todos los tipos de argumentos, acusatorios y
defensivos, ¿cuál es su axiomática?
Esta carta ya es demasiado larga, me contentaré con el esquema más pobre. Y distinguiré, para
facilitar la exposición, siete exigencias contradictorias.

Primera exigencia
Por un lado, es necesario protestar frente al sometimiento de lo filosófico (en sus cuestiones,
 programas, disciplina, etc.) a toda finalidad exterior: lo útil, lo rentable, lo productivo, lo eficaz,
lo performático, pero también lo que, en general, establece lo técnico-científico, lo técnico-
económico, la finalización de la investigación e, incluso, la educación ética, cívica o política.
Pero, por otro lado, no debemos a ningún costo renunciar a la misión crítica, por lo tanto
evaluadora y jerárquizante de la filosofía; a la filosofía como instancia final del juicio,
constitución o intuición del sentido final, razón última, pensamiento de los fines últimos. Es
siempre en nombre de un “ principio de d e finalidad”, como diría Kant, que entendemos salvar la
filosofía y su disciplina de toda finalización técnico-económica o socio-política. Esta antinomia
es bien filosófica en todo sentido, porque la “finalización”  llama siempre a una filosofía, al
menos implícita. Una vez más: no hay jamás “ barbarie no filosófica”. ¿Cómo conciliar estos dos
regímenes de finalidad?

Segunda exigencia
Por un lado, es necesario protestar contra la clausura de la filosofía. Legítimamente rechazamos
el asignarle una residencia, la circunscripción que confinaría la filosofía en una clase
c lase o un curso,
un tipo de objeto o de lógica, un contenido o una forma fijas. Nos levantamos contra lo que
 prohibiría a la filosofía  –  frecuente
 frecuente fuera del aula, en otras disciplinas y en otros departamentos-
abrirse a nuevos objetos sin ningún límite por principio, recordar que ella ya estaba presente allí
donde no queríamos saberlo, etc.
Pero, por otro lado, de un modo igualmente legítimo, deberíamos reivindicar la unidad propia y
específica de la disciplina. Deberíamos ser muy vigilantes sobre este tema, denunciar, como el
Greph1  no ha dejado de hacerlo, todo lo que vendría a amenazar esta integridad, destruir,
fragmentar o dispersar la identidad localizable con esta ubicuidad desbordante.

Tercera exigencia
Por una parte nos sentimos con derecho de exigir que la investigación o el cuestionamiento
filosófico no estén jamás disociados de su enseñanza. ¿No es éste el tema de nuestro coloquio,
ante el retorno de la misma amenaza?
Pero, por otra, nos sentimos también autorizados a recordar que, tal vez en lo esencial, algo de
la filosofía no se limita, no está siempre limitada a actos de enseñanza, a acontecimientos
escolares, a sus estructuras institucionales, aun a la propia disciplina filosófica. Ésta puede ser
siempre desbordada, a veces provocada por lo inenseñable. Tal vez ella deba plegarse a enseñar
lo inenseñable, a producirse renunciando a sí misma, excediendo su propia identidad.
¿Cómo, en el mismo ahora de la disciplina, mantener el límite y su exceso? ¿Qué debe ella
misma enseñar? ¿Qué ella no enseña?

1
Grupo de Investigación
Investigación sobre la enseñanza
enseñanza de la filosofía
filosofía
Cuarta exigencia
Por una parte, juzgamos normal exigir instituciones a la medida de esta disciplina imposible y
necesaria, inútil e indispensable. Juzgamos normal exigir nuevas instituciones. A nuestros ojos
es esencial.
Con todo, por otra parte postulamos que la norma filosófica no se reduce a sus apariencias
institucionales. La filosofía excede sus instituciones, ella debe incluso analizar la historia y los
efectos de sus propias instituciones. Finalmente, ella debe permanecer libre en todo momento,
sólo obedecer a la verdad, a la fuerza de la pregunta o del pensamiento. A ella le es lícito
quebrar todo compromiso institucional. Lo extra-institucional debe tener sus instituciones sin
 pertenecer a ellas.
¿Cómo conciliar el respeto y la transgresión del límite institucional?

Quinta exigencia
Por un lado, requerimos, en nombre de la filosofía, la presencia de un maestro. Es necesario un
maestro para esta disciplina de lo indisciplinable, para esta enseñanza de lo inenseñable, para
este saber que es también no-saber y más que saber, para esta institución de lo anti-institucional.
Los conceptos de esta maestría o esta magistralidad pueden variar. Sus figuras pueden ser
también diversas como las de lo Muy Alto o el Otro Total inaccesible, de Sócrates, del
Preceptor, del Profesor funcionario, Profesor de la Universidad o de Enseñanza media (el
 primero y último de todos), de todo esto y un poco más a la vez en todo caso es necesario un
maestro y la alteridad magistral. Consecuencia: es necesario formar en ella, se necesitan
estudiantes, puestos, jamás tendremos suficientes y esto se regula desde el exterior de la
comunidad filosófica.
Pero, por otro lado, si el maestro debe ser otro, formado, y después pago por otros, esta
asimetría no debe perjudicar la autonomía necesaria, inclusive la estructura esencialmente
democrática de la comunidad filosófica.
¿Cómo ella puede admitir en sí misma esta heterogeneidad y esta autonomía?

Sexta exigencia
Por una parte, la disciplina filosófica, la transmisión del saber, la extrema riqueza de los
contenidos requieren normalmente de tiempo, de una cierta duración rítmica, incluso el mayor
tiempo posible, más que un relámpago, un mes, un año, más que el tiempo de un aula, siempre
más tiempo. Nada puede justificar ese extraordinario artificio que consistiría en fijar a nueve
meses una tal duración (re-envío para esta a todos los análisis del Greph).
Pero, por otra parte, la unidad e incluso la arquitectura de la disciplina requieren una cierta
reunión organizada de esta duración. Es necesario evitar la presentación desordenada, la
disolución y dar lugar a la experiencia “de golpe”, “repentina” (re-envío a lo que fue dicho más
arriba y también a los análisis del Greph).
¿Cómo conciliar esta duración y esta contracción casi instantánea, esta ilimitación y este límite?

Séptima exigencia
De una parte, los alumnos, los estudiantes, como los enseñantes, deben ponerse de acuerdo en
ver esa posibilidad, en oras palabras, las condiciones de la filosofía. Como en cualquier otra
disciplina, y esto puede ir de las condiciones llamadas, rápidamente externas (el tiempo, los
lugares, los puestos, etc.) como a la condición “interna” y esencial, el acceso a lo filosófico en
cuanto tal. Un maestro, que habrá debido ser antes él mismo formado, introducido, permanece
otro para el discípulo. Guardián, garante, intercesor, predecesor, mayor, debe representar la
 palabra, el pensamiento o el saber del otro: heterodidáctica.
Pero, por otra parte, a ningún precio queremos reducir a la tradición autonomista y autodidacta
de la filosofía. El maestro sólo es un mediador que debe borrarse. El intercesor debe
neutralizarse ante la libertad del filosofar. Este se forma a sí mismo, si reconoce su relación con
la necesidad del maestro, la necesidad por el acto magisterial de tener lugar .
¿Cómo conciliar el tener lugar y el no lugar del maestro? ¿Qué topología exigimos para
conciliar la hetero-didáctica y la auto-didáctica?

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