El Nuevo Humanismo Militar - Noam Chomsky PDF
El Nuevo Humanismo Militar - Noam Chomsky PDF
El Nuevo Humanismo Militar - Noam Chomsky PDF
ePub r1.0
Titivillus 16.05.18
Título original: The new military humanism: lessons from Kosovo
Noam Chomsky, 1999
Traducción: Bertha Ruiz de la Concha
Bajo el gobierno del mariscal Tito, los kosovares tuvieron bastante libertad de
autogobierno, especialmente a partir del decenio de 1960 y hasta la constitución
de 1974, la cual dio a Kosovo un estatus ambiguo, «entre provincia autónoma y
estado miembro de una federación», comentó una académica disidente serbia[44].
La distinción es importante ya que los estados miembro de la federación tenían
al menos el derecho técnico de secesión.
Después de una larga etapa de viajes e investigación, en 1981, un profesor
albanés de la Universidad de Pristina llegó a la conclusión de que «ninguna
minoría nacional en el mundo ha logrado los derechos de que disfruta la
nacionalidad albanesa en la Yugoslavia socialista[45]». No obstante, la situación
se había comenzado a deteriorar después de la muerte de Tito, ocurrida un año
antes, en mayo de 1980. En 1989, la autonomía de Kosovo fue rescindida tras
una serie de revisiones constitucionales y decisiones administrativas del
gobierno serbio dirigido por Slobodan Milosevic. Con ello se reinstituían los
términos básicos de la constitución federal de 1963, devolviendo a Serbia el
control directo; estas medidas también afectaron a Vojvodina, hogar de la
minoría húngara.
Los albaneses de Kosovo se opusieron rotundamente a que se revirtieran los
acuerdos logrados al fin de la segunda guerra mundial y, al parecer, contaban con
un apoyo bastante fuerte de los serbios. El disidente yugoslavo más notorio,
Milovan Djilas, justamente admirado en Occidente por su valor al enfrentarse a
la dictadura de Tito, expresó su acuerdo con la «política de recomposición de
relaciones entre Serbia y sus provincias» impuesta por Milosevic y de conceder a
la «nación más grande» de Yugoslavia (los serbios) «el estatus del que disfrutan
todas las minorías nacionales». «Eliminar Kosovo de la mente y el alma serbias
significa dejar de ser», afirmó. Entre tanto, la agencia oficial de la prensa
albanesa declaró: «No hay Albania sin Kosovo y viceversa», por lo que debemos
«demoler la frontera que divide a los albaneses de los albaneses», un sentimiento
compartido por los albaneses de Kosovo. «La meta política» de la restauración
posterior a 1989, comenta Vickers, «era impedir la secesión de Kosovo y
propiciar el retorno de serbios a la provincia», muchos de los cuales habían
salido durante la época que describen como «las tácticas genocidas de los
separatistas albaneses». Tanto albaneses como serbios utilizaban la palabra
«Kosovo» como metáfora del «sufrimiento y las injusticias infligidas a sus
naciones en el transcurso de su turbulenta historia», durante la cual uno u otro
bando ha tenido el látigo[46].
Se ha descrito el resultado de los programas serbios como «apartheid
kosovar» (Vickers), «una versión serbia del Apartheid» en Kosovo (James
Hooper)[47]. Mas los albaneses de Kosovo «confundieron a la comunidad
internacional», continúa Hooper, «al evitar una guerra de liberación nacional,
optar por un enfoque no violento promovido por el importante intelectual
kosovar Ibrahim Rugova y construir una sociedad civil paralela». «Su
recompensa por este logro fueron audiencias corteses y el aliento retórico de los
gobiernos de Occidente», pero nada más. En una ocasión, en una importante
conferencia sobre la crisis de los Balcanes auspiciada por el gobierno británico y
las Naciones Unidas que se llevó a cabo en Londres, «se presentó el pleno de la
nueva elite política kosovar, la cual fue relegada a un salón adjunto donde debió
conformarse con observar las sesiones en un monitor de televisión», una
«humillación enorme[48]».
La estrategia no violenta «perdió su credibilidad» tras los acuerdos de
Dayton sobre Bosnia en noviembre de 1995, escribe Hooper, manifestando la
conclusión habitual de los especialistas. En Dayton, Estados Unidos
efectivamente dividió Bosnia-Herzegovina entre Croacia y Serbia, después de
haber equilibrado burdamente el terror proporcionando armas y entrenamiento a
las fuerzas de Franjo Tudjman, el homólogo croata de Milosevic, y haber
apoyado la expulsión violenta de Krajina, de cientos de miles de serbios que
aquél hizo —hecho reconocido como el caso más extremo de limpieza étnica en
las horrendas guerras de secesión en Yugoslavia, y para el cual aún no se realiza
un juicio[49]; en caso de que alguna vez se haga, seguramente no recibirá mayor
atención, dado el apoyo que propició esta política. Miles de serbios expulsados
fueron enviados a Kosovo.
Ya con las partes más o menos equilibradas y exhaustas, Estados Unidos
irrumpió, desplazando a los europeos a quienes había asignado el trabajo sucio
—para su gran enojo—. «Por respeto a Milosevic», narra Hooper, Estados
Unidos «excluyó a los delegados albaneses de Kosovo» de las negociaciones de
Dayton y «evitó discutir el problema de Kosovo». «La recompensa por la no
violencia fue el olvido internacional»; sobre todo, el olvido de Estados Unidos.
El resultado, concluye Hooper, fue «el levantamiento del grupo guerrillero
Ejército de Liberación de Kosovo (ELK/UCK) y el mayor apoyo popular a una
lucha de independencia armada». En mayo de 1999, cuando el Cse había
convertido virtualmente en las fuerzas de tierra de las operaciones militares de la
OTAN, se designó como comandante militar a Agim Ceku, arquitecto de la
operación de limpieza étnica de Krajina. El corresponsal británico Robert Fisk le
preguntó al portavoz oficial de la OTAN, su compatriota Jamie Shea, cuál había
sido la reacción de la OTAN. «El señor Shea dijo no tener comentarios», informó
Fisk, «debido a que ‘la OTAN no tiene contacto directo con el ELK’»[50].
Con o sin contacto directo, la OTAN apoyaba abiertamente los ataques
transfronterizos del ELK, utilizando grupos guerrilleros para atraer a las fuerzas
serbias a los espacios abiertos donde eran aniquiladas por los bombarderos
estadounidenses. En un caso que provocó bastante satisfacción, se informó que
entre cuatro y cinco mil soldados yugoslavos —o incluso más— habían muerto
«por un bombardero estadounidense B-52 que los atrapó formados en un
campo» para repeler un ataque transfronterizo. «Se le ordenó al B-52 dejar caer
un gran número de bombas en racimo», armas supuestamente prohibidas por las
convenciones internacionales que Estados Unidos se ha negado a firmar y que
año tras año continúan cobrando un gran número de muertes de civiles[51].
En septiembre de 1990, una sesión parlamentaria ilegal declaró a Kosovo un
estado independiente, adoptando la Constitución Kacanik que, en ese entonces,
aún «buscaba la solución al estatus de Kosovo dentro del marco de Yugoslavia»
(Vickers). Un año más tarde, la situación había cambiado con la secesión de
Eslovenia y Croacia y su inmediato reconocimiento en Occidente —en ese
último caso, sin el menor interés por los derechos de la minoría serbia, receta
segura para el desastre, como lo observaron numerosas fuentes—. Al inicio de
estos acontecimientos, en septiembre de 1991, el parlamento kosovar aprobó una
«resolución para la independencia y soberanía de Kosovo». Unos días después,
la decisión fue aprobada por casi 100% del 87% de vOTANtes autorizados que
participaron en el referéndum clandestino —ilegal, de acuerdo con las
autoridades serbias, aunque no interrumpido. El 19 de octubre, el parlamento
declaró la independencia de Kosovo. Una semana antes, los partidos políticos de
los albaneses de Kosovo habían firmado una declaración llamando a la
«unificación de todos los albaneses». Albania respondió con el reconocimiento
oficial de la «República de Kosovo» como estado soberano e independiente a
finales de octubre. En una elección presidencial y parlamentaria de mayo de
1992, Rugova, el único candidato, fue electo presidente con 99.5% de los votos,
y su Liga Democrática de Kosovo (LDK) ganó 75% de los escaños en el
parlamento[52].
El historiador y periodista Tim Judah describe la LDK de Rugova como «una
curiosa imagen refleja del pss (Partido Socialista Serbio) de Milosevic, durante
largo tiempo el poder dominante en la política serbia». La LDK «tolera poca
disidencia y quienes la confrontan son acremente criticados en sus publicaciones
e incluso pueden ser víctimas de ostracismo entre la cerrada comunidad
albanesa»; y «pobre de cualquier familia albanesa, o negocio o empresario que
no pague su deuda con los recaudadores de impuestos de Kosova[53]». Entre
tanto, para los «albaneses en Kosovo… el gobierno serbio es una ocupación».
Un gran número de albaneses y serbios habían abandonado la región debido a la
represión y las dificultades económicas[54]. Según el corresponsal del New York
Times, Chris Hedges, quien recorrió la región, «entre 1966 y 1989,
aproximadamente 130 mil serbios abandonaron la provincia debido al continuo
acoso y discriminación de la mayoría albano-kosovar[55]».
«Los serbios afirman que Kosovo está sujeta a un régimen tan rígido porque
la LDK es un partido separatista», informó Judah, un hecho que la propia LDK
«proclama… a voz en cuello», al declarar la «independencia nacional» con el
apoyo de la gran mayoría de albaneses. La política de Rugova fue «esperar hasta
que no quedaran más serbios en Kosovo o su número fuera tan insignificante que
de alguna manera la provincia cayera en manos de sus verdaderos pobladores
como una fruta madura». El problema no es «tan sólo una cuestión de derechos
humanos», como consideran «muchos occidentales que buscan simplificar las
cosas en el problema de Kosovo». Al favorecer la victoria serbia en el conflicto,
los líderes albano-kosovares «de ninguna manera apoyaron a los croatas y los
musulmanes bosnios», a pesar de que «en el fondo, querrían ver a los serbios
derrotados y humillados». La razón, argumenta Judah, es que «no querían que la
comunidad internacional enarbolara el principio de que las fronteras de la
antigua república de Yugoslavia se convirtieran en nuevas e inviolables fronteras
internacionales», dejando a Kosovo como una provincia «atrapada dentro de
Serbia», más que como una república, en teoría con el derecho de secesión
conforme al marco establecido por Tito. En las elecciones yugoslavas de 1992,
los albano-kosovares se abstuvieron; la LDK calificó a los participantes de
«traidores». Vickers llega a la conclusión de que
Nos guste o no, estamos en guerra con el pueblo serbio (al menos eso
piensan los serbios), y las posturas deben ser sumamente claras: cada
semana que ustedes ataquen Kosovo es otra década que les haremos
retroceder al pulverizarlos. ¿Quieren regresar a 1950? Pues los regresamos
a 1950. ¿O prefieren 1389? Porque también podemos hacerlo[193].
El juicio de Milosevic y sus socios, a cargo del Tribunal Penal Internacional para
la antigua Yugoslavia, fue considerado un revés «devastador» para el proceso
diplomático que seguían las «capitales occidentales», si bien los informes son
bastante contradictorios. El 27 de mayo, cuando se anunció la decisión de iniciar
el juicio, un juez de la Corte afirmó: «en efecto, esta decisión le ha quitado el
tapete al proceso de negociación». Desde Belgrado, Steven Erlanger informó que
las noticias del juicio «dejaron pasmados a los serbios […], y asestaron un golpe
a las esperanzas de poner fin a la guerra», particularmente debido al momento: la
decisión fue anunciada por un juzgado (independiente) el día en que el enviado
especial de Rusia, Chernomyrdin, «debía llegar para negociar un acuerdo de
paz». El juicio «complicará en gran manera» los esfuerzos de Chernomyrdin,
observó Erlanger. Otra complicación adicional fue la decisión de la OTAN de
elegir el día del juicio y la llegada programada de Chernomyrdin a Belgrado para
llevar a cabo «el más terrible de los bombardeos que se ha visto en
Yugoslavia[208]».
En realidad, no hubo sorpresas. Es común, y comprensible, que quienes
monopolizan el poder y los medios de violencia utilicen sus armas con mayor
intensidad cuando entran en el campo diplomático, por decisión propia o por
otras circunstancias; las negociaciones para poner fin a la guerra de Indochina y
las guerras en Centroamérica de los años ochenta ilustran este punto, al que
volveré después.
Chernomyrdin reaccionó al bombardeo con una afirmación inusualmente
severa[209]. Rechazó con gran vehemencia las afirmaciones de Clinton de que
«Rusia nos está ayudando a encontrar una manera para que Belgrado cumpla con
las condiciones [de la OTAN]» y que la estrategia de la OTAN fortalecía las
relaciones de Estados Unidos con Rusia, afirmando que, por el contrario, «la
nueva estrategia de la OTAN, la primera instancia práctica que presenciamos en
Yugoslavia, provoca un serio deterioro en los contactos entre Rusia y Estados
Unidos», los cuales han tenido un retroceso «de varias décadas». El intenso
bombardeo, dirigido específicamente a la sociedad civil, también modifica
radicalmente el juicio de Rusia, reduciendo la opinión en favor de Estados
Unidos de 57 a 14%. Los rusos han dejado de ver a Estados Unidos como un
modelo «digno de emularse» porque «ha perdido el derecho moral de ser
considerado un líder del mundo democrático libre». Chernomyrdin previo
consecuencias sombrías si los acontecimientos continuaban por los mismos
derroteros y expresó —al parecer con bastante razón— su confianza en que
China e India apoyarían la postura de Rusia. Por lo que se ha filtrado en los
medios y otros comentarios, parece que Rusia no está sola y que la comunidad
internacional se muestra preocupada —o incluso alarmada— por los actos de los
estados ilustrados; otra muestra de la gran división que separa al «Nuevo Mundo
idealista» y a sus socios ocasionales de los «elementos discordantes».
Analicemos los antecedentes diplomáticos para entender cómo
Chernomyrdin y Clinton llegaron al punto de describir los acontecimientos de
manera tan diferente.
Al parecer, el bombardeo se realizó por iniciativa de Estados Unidos y Gran
Bretaña después de que la delegación de la RFY se negó a aceptar el acuerdo
interino de Rambouillet, aun cuando había desacuerdos dentro de la OTAN —los
que captó un titular del New York Times: «Diferencias engañosas de las Grandes
Potencias en las pláticas de Kosovo»—. Uno de los problemas era el despliegue
de observadores de la OSCE. Las potencias europeas querían solicitarle al
Consejo de Seguridad que autorizara dicho envío, de acuerdo con las
obligaciones del tratado y de conformidad con la legislación internacional, pero
Washington se negó a aceptar la «palabra neurálgica ‘autorizar’», informó el
New York Times, si bien finalmente permitió la palabra «endosar». Clinton
«insistía en su postura de que la OTAN debería tener la capacidad para actuar
independientemente de la ONU». Uno de los principales expertos en estrategia
explica que «solicitar la bendición del Consejo de Seguridad esencialmente le
permitiría vetar nuestra política», tal como se menciona en la Carta de la
ONU[210].
El desacuerdo dentro de la OTAN continuó. Aparte de Gran Bretaña —para
entonces, un actor tan independiente como lo fue Ucrania en los años previos a
Gorbachov—, los países miembros de la OTAN se mostraban escépticos respecto
de la preferencia estadounidense por recurrir a la fuerza, y enojados con el
«alardeo de poder militar» de la secretaria de Estado Albright, el cual
consideraban «poco útil en un momento en que las negociaciones se encontraban
en una etapa tan delicada», aunque los «funcionarios estadounidenses se
mostraron inflexibles con respecto a la línea dura[211]».
Poco conocemos sobre los pormenores de la interacción diplomática[212]. Ni
siquiera los aspectos medulares de los documentos —que están disponibles—
salieron a la luz pública, tales como las cláusulas del Acuerdo de Rambouillet,
que finalmente se presentaron a Serbia y la RFY con el ultimátum de «acéptenlas
o los bombardeamos» y, por consiguiente, sin validez conforme a la legislación
internacional —el tan desacreditado estilo de antaño del cual ahora por fin
podremos liberarnos para hacer lo que «consideramos justo». En tanto los
términos del acuerdo no se hicieron del conocimiento público, es importante
indagar cuáles fueron para comprender lo que sucedió.
Conforme al Acuerdo de Rambouillet, la OTAN —quien consideraba a
Kosovo como provincia de la RFY— debía ocupar militarmente y tener el control
político de Kosovo, además de ocupar con su ejército el resto de la RFY, a
discreción[213]. El organismo debía «constituir y dirigir una fuerza militar» (kfor)
que «la OTAN establecerá y desplegará» en Kosovo y sus alrededores, «operando
bajo la autoridad y sujeta a la dirección y el control político del Consejo del
Atlántico Norte (can) a través de la cadena de mando de la OTAN»; «el
comandante de la KFOR será la autoridad final con respecto a la interpretación
de este capítulo [instrumentación del acuerdo militar] y sus decisiones con
respecto a todas las partes y personas serán inapelables[214]». La OSCE —
dominada por la OTAN— se encargará de monitorear y supervisar los asuntos
civiles, conjuntamente con el encargado de implementar la misión, en
coordinación con la kfor, la fuerza de ocupación de la OTAN en Kosovo; la
coordinación con el ejército de ocupación es una manera discreta de decir
subordinación. Dentro de un calendario específico y breve, todas las fuerzas
armadas yugoslavas y la policía del Ministerio del Interior deberían reubicarse
en «sitios de acuartelamiento aprobados», para luego retirarse a Serbia, además
de en pequeñas unidades a las que se les asignarían tareas de protección
fronteriza con armas limitadas (todas especificadas en detalle). Dichas unidades
se limitarían a defender las fronteras de ataques y a «controlar el cruce ilegal de
las mismas», y por ningún motivo podrían desplazarse en Kosovo, salvo en
cumplimiento de estas funciones.
«Tres años después que el acuerdo haya entrado en vigor, se convocará a una
reunión internacional para determinar el mecanismo de un acuerdo final con
relación a Kosovo». El párrafo se interpretó como un llamado a un referéndum
sobre la independencia, si bien no se menciona específicamente.
Con relación al resto de Yugoslavia, los términos de la ocupación se
presentan en el apéndice B: Estatus de la Fuerza Multinacional de
Implementación Militar, cuyo párrafo principal considera lo siguiente:
Desde el primer día, quedó perfectamente claro que teníamos que ganar esta
batalla debido a lo que significaba para Estados Unidos, para la OTAN, para
sus responsabilidades como comandante enjefe… teníamos que ganar.
Una vez pasada la confusión, debería ser posible hacer una revisión y un análisis
desapasionados de la guerra de la OTAN en Kosovo. Yo esperaba que esta guerra
fuera un tema dominante de fin de milenio, considerando la euforia que provocó
en los círculos intelectuales de Occidente y la ola de autoadulación de voces
respetadas, que encomiaban la primera guerra en la historia declarada «en
nombre de los principios y valores»; el primer paso hacia una «nueva era» en la
que los «estados ilustrados» protegerán los derechos humanos de todos bajo la
amable guía del «Nuevo Mundo idealista, empeñado en terminar con la
inhumanidad», ya liberado de los grilletes de conceptos arcaicos del orden
mundial. Mas, para mi sorpresa, apenas si se mencionó.
Una rara excepción fue el Wall Street Journal, que dedicó su artículo
principal del 31 de diciembre a un análisis profundo de lo sucedido[313]. El titular
afirmaba que «La guerra en Kosovo fue cruel, amarga, salvaje, mas no
genocida», y tal conclusión contrasta drásticamente con la propaganda en el
momento de la guerra. Al registrar diversas bases de datos para referencias a
«genocidio» en Kosovo durante la primera semana del bombardeo, la búsqueda
se interrumpió cuando llegó a su límite de mil documentos[314].
Cuando las fuerzas de la OTAN entraron en Kosovo, se realizaron enormes
esfuerzos para descubrir la evidencia de crímenes de guerra, un «modelo de
celeridad y eficiencia» para asegurarse de que no se perdiera ni pasara por alto
ninguna evidencia. Los esfuerzos «se basan en lecciones aprendidas de errores
pasados» y reflejan «un enfoque internacional cada vez más orientado a
responsabilizar a los criminales de sus actos». Aún más, agregan los expertos,
«comprobar la escala de los crímenes también es de suma importancia política
para la OTAN, para demostrar por qué se necesitaron 78 días de ataques aéreos en
contra de las fuerzas e infraestructura serbias[315]».
La lógica ampliamente aceptada resulta intrigante. Sin discusión, los
enormes crímenes ocurrieron después que se inició el bombardeo; no fueron una
causa, sino una consecuencia. Se necesita una buena dosis de audacia para
intentar que los crímenes proporcionen una justificación retrospectiva para los
actos que contribuyeron a incitarlos.
Una «lección aprendida» que se aplicó de inmediato fue la necesidad de
evitar una indagación seria de los crímenes en Timor oriental, en cuyo caso no
había «modelo de celeridad y eficiencia», y pocos expertos forenses fueron
enviados al lugar, pese a las súplicas de la misión de paz de la ONU —los pocos
que enviaron llegaron cuatro meses después, cuando la temporada de lluvias ya
había eliminado la evidencia esencial—. La misión fue retrasada aun cuando el
país había sido virtualmente destruido y la población expulsada. La diferencia no
es difícil de comprender. En Timor oriental, los crímenes fueron directamente
atribuibles a terroristas de estado apoyados por la derecha occidental hasta los
últimos días de las atrocidades. Por consiguiente, difícilmente se habrían
incluido en la agenda problemas de disuasión y responsabilidad. En Kosovo, por
el contrario, puede aducirse que la evidencia de horrendos crímenes proporciona
una justificación retrospectiva para la OTAN por el interesante principio que
estableció el sistema doctrinal.
Pese a los incansables esfuerzos, los resultados de la «obsesión de las tumbas
masivas», como llamaran los especialistas del Wall Street Journal a la búsqueda,
fueron decepcionantes. En vez de «los enormes campos sembrados de cadáveres,
que esperaban algunos investigadores… el patrón es de muertos ocasionales»
una forma light de limpieza étnica. «En su mayoría, los muertos e incendios se
encontraron en zonas donde el separatista Ejército de Liberación de Kosovo
(ELK) había estado activo» o se podía infiltrar —informaron algunos
investigadores de derechos humanos—, un intento «de limpiar zonas de apoyo al
ELK mediante el terror selectivo, robos y matanzas esporádicas». Estas
conclusiones tienen cierto apoyo a la minuciosa revisión publicada por la OSCE
en diciembre, la cual «sugiere un tipo de razonamiento militar para las
expulsiones, que se concentraron en zonas controladas por los insurgentes y a lo
largo de posibles rutas de invasión[316]».
El análisis del Wall Street Journal llega a la conclusión de que «la OTAN
exageró sus afirmaciones sobre los campos sembrados de muertos» de Serbia,
cuando «observó a un fatigado grupo de periodistas que se inclinaba por la
historia contraria: civiles muertos por bombas de la OTAN». El portavoz de la
OTAN, Jamie Shea, presentó «información» que puede rastrearse hasta fuentes del
ELK. Varios de los informes más sórdidos y difundidos sobre las atrocidades que
se atribuían a refugiados y otras fuentes no eran ciertos, concluye el diario. Entre
tanto, la OTAN buscaba negar sus propias atrocidades, por ejemplo, distribuyendo
un video falsificado «grabado a tres veces su velocidad real» para que pareciera
que «la muerte de al menos 14 civiles que iban a bordo de un tren en un puente
de Serbia el pasado abril» era inevitable debido a que «el tren viajaba demasiado
aprisa para cambiar a tiempo la trayectoria de los misiles[317]».
No obstante, los expertos del Wall Street Journal estuvieron de acuerdo en
que los «horrendos» crímenes, incluida la enorme campaña de expulsión,
«bastarían para justificar» la campaña de la OTAN sobre el principio de
justificación retrospectiva.
El estudio de la OSCE es la tercera fuente importante de crímenes serbios. La
primera es la acusación del Departamento de Estado en contra de Milosevic y
sus socios en mayo; la segunda, su juicio formal poco después, a cargo del
Tribunal Internacional de Crímenes de Guerra. Ambos documentos son muy
similares, supuestamente porque el «juicio extremadamente rápido» del Tribunal
se basaba en «inteligencia y otra información que durante largo tiempo habían
negado [al tribunal] algunos gobiernos occidentales». Pocos esperarían que esta
información se liberara ante un tribunal de crímenes de guerra en Timor oriental
—en el improbable caso de que lo hubiera—. El Departamento de Estado
actualizó el caso en diciembre de 1999, con lo que esperaba que fuera la
justificación definitiva del bombardeo, agregando cualquier información que
pudiera obtenerse de los refugiados e investigaciones después de la guerra[318].
En los dos informes del Departamento de Estado y el juicio del Tribunal, la
cronología detallada se restringe prácticamente al periodo que siguió a la
campaña de bombardeo iniciada el 24 de marzo. Por ende, el informe final del
Departamento de Estado de diciembre de 1999 hace una vaga referencia a
«finales de marzo» o «después de marzo», salvo una sola referencia a la
información que proporcionaron algunos refugiados sobre una ejecución el 23 de
marzo, el día en que la OTAN declaró oficialmente que las operaciones aéreas
anunciadas el 22 de marzo iniciarían de inmediato[319].
La única excepción importante es la masacre de 45 personas en Racak, el 15
de enero, aunque eso no habría sido motivo para el bombardeo por dos muy
buenas razones: primero, los supervisores de la OSCE y otros observadores
internacionales —incluyendo la OTAN— informaron que era un incidente aislado,
y nada similar ocurrió en los meses siguientes anteriores al bombardeo
(volveremos a ese incidente más adelante). Y, segundo, este tipo de atrocidades
preocupan poco a Estados Unidos y sus aliados, como lo demuestran las
abrumadoras evidencias, confirmadas una vez más poco después de la masacre
de Racak, cuando las fuerzas indonesias y sus subordinados paramilitares
asesinaron brutalmente a unas 50 personas que se habían refugiado del terror
indonesio en una iglesia en el remoto pueblo de Liquica. A diferencia de Racak,
ésta fue sólo una de las muchas masacres que ocurrieron en Timor oriental en esa
época, y el saldo de muertes fue mucho mayor que el de cualquier masacre
atribuida a Milosevic en Kosovo —entre tres y cinco mil personas asesinadas
desde enero de 1999, según informaron fuentes fidedignas de la Iglesia el 6 de
agosto—; esto es —de acuerdo con la OTAN— aproximadamente el doble de
personas muertas en Kosovo en el año anterior al bombardeo, tomando en cuenta
a todas las partes involucradas. El historiador John Taylor estima que el número
de muertos fue de entre cinco y seis mil desde enero hasta el referéndum del 30
de agosto[320].
Estados Unidos y sus aliados reaccionaron a las masacres de Timor oriental
de la manera habitual: continuaron proporcionando ayuda militar y de otra
índole a los asesinos y mantuvieron los acuerdos militares, incluido el
entrenamiento conjunto de tropas hasta agosto, mientras insistían en que la
seguridad en Timor oriental era «responsabilidad del gobierno de Indonesia, y de
ninguna manera querríamos relevarlos de esta responsabilidad[321]».
En síntesis, el Departamento de Estado y el Tribunal no intentan justificar
con seriedad la campaña de bombardeos ni la retirada de los observadores de la
OSCE el 20 de marzo, en preparación de los acontecimientos.
La investigación de la OSCE se apega claramente a las acusaciones del
Departamento de Estado y el Tribunal. Menciona «el patrón de expulsiones y el
alarmante aumento de saqueos, asesinatos, violaciones, secuestros y pillaje en
cuanto se inició la guerra aérea de la OTAN, el 24 de marzo[322]». «El cambio de
acontecimientos más visible sucedió después que la OTAN lanzó sus primeros
ataques aéreos» el 24 de marzo, informa la OSCE. «Por un lado, la situación
parecía haber escapado al control de las autoridades ya que aumentaba la
anarquía imperante en la forma de asesinatos y saqueo de casas. Por el otro, la
expulsión masiva de miles de residentes de la ciudad —principalmente durante
la última semana de marzo y la primera de abril— se apegaban a un patrón tan
bien organizado que se supondría planeado con antelación[323]».
«Supondría» es un decir. Aun sin evidencia documental, apenas cabría dudar
de que Serbia tuviera planes de contingencia para expulsar a la población, los
cuales probablemente implementaría ante un bombardeo de la OTAN y la
perspectiva de una invasión directa. Con frecuencia se esgrime que el
bombardeo se justifica por los planes de contingencia que se pusieron en marcha
como respuesta al bombardeo —de nuevo, una lógica asaz interesante pues,
conforme al mismo principio, los ataques terroristas a objetivos estadounidenses
se justificarían si incitaran a un ataque nuclear, de acuerdo con los planes de
contingencia para un primer ataque, incluso un ataque preventivo, en contra de
estados no nucleares que han firmado el tratado de no proliferación—. Así, un
ataque iraní de misiles a Israel, con una amenaza de invasión creíble, se
justificaría si Israel respondiera implementando sus cuidadosos planes de
contingencia —que supuestamente tiene— para expulsar a la población
palestina.
La investigación de la OSCE informa además que, «una vez que los
observadores de la Misión de Verificación de Kosovo se marcharon el 20 de
marzo de 1999 y, sobre todo, después que la OTAN inició los bombardeos sobre la
RFY el 24 de marzo, la policía serbia y/o el ejército, a menudo acompañados por
paramilitares, se lanzaron de pueblo en pueblo y, en las ciudades, de barrio en
barrio, amenazando y expulsando a la población albano-kosovar[324]». La salida
de los observadores también aumentó las emboscadas de policías serbios a cargo
del ELK-UCK, «provocando una fuerte reacción» por parte de la policía, una
escalada de «la atmósfera previa a la guerra, cuando las fuerzas serbias se
enfrentaban a los rebeldes que raptaban civiles serbios y emboscaban a policías y
soldados[325]».
Para comprender que la OTAN recurriera a la guerra, el periodo más
importante es el que abarca los meses que precedieron a la decisión. Y, desde
luego, lo que la OTAN sabía sobre ese periodo es de importancia crítica para
cualquier intento serio de evaluar la decisión de bombardear Yugoslavia sin
autorización del Consejo de Seguridad. Afortunadamente, ése es justamente el
periodo sobre el cual tenemos la evidencia directa más detallada:
particularmente, de los informes de los observadores de la Misión de
Verificación de Kosovo y otros observadores internacionales.
Desafortunadamente, la investigación de la OSCE hace una revisión bastante
rápida de estos meses, presentando poca evidencia y concentrándose más bien en
el periodo posterior a la partida de los observadores. No obstante, está disponible
una selección de informes de la MVK, al igual que otros documentos de la OTAN y
de observadores independientes[326], y valdría la pena analizarlos detenidamente.
El periodo pertinente empieza en diciembre, con la violación del alto al
fuego que había permitido el regreso de gran parte de la población desplazada
por la lucha[327]. Durante estos meses, los observadores informaron que «en
general, los organismos humanitarios tienen libre acceso a todas las zonas de
Kosovo», si bien eran hostigados ocasionalmente por las fuerzas de seguridad
serbias y los paramilitares del ELK, de manera que cabría suponer que la
información es bastante completa.
Los «incidentes más serios» de los que informó el Comité Internacional de la
Cruz Roja (CICR) en diciembre fueron enfrentamientos a lo largo de la frontera
entre la RFY y Albania, y «lo que parecen ser los primeros ataques deliberados a
sitios públicos en áreas urbanas». Un informe actualizado de las Naciones
Unidas —del 24 de diciembre— los consideró un intento de albaneses armados
de entrar en Kosovo desde Albania, lo que dejó un saldo de al menos 56
hombres armados muertos, así como seis adolescentes serbios asesinados cuando
unos enmascarados dispararon a un café en la ciudad de Pee, con población
mayoritariamente serbia. El siguiente incidente fue el secuestro y asesinato del
alcalde de Kosovo Polie, atribuido por la OTAN al ELK-UCK. Posteriormente se
informó de una serie de «secuestros atribuidos al ELK». El informe del secretario
general de la ONU —24 de diciembre— manifiesta la misma evidencia, citando
una cifra de 282 civiles y policías secuestrados por el ELK desde el 7 de
diciembre —datos proporcionados por la RFY. El panorama general es que
después del alto al fuego de octubre, «las unidades paramilitares albano-
kosovares aprovecharon el periodo de calma para restablecer su control en
muchas poblaciones de Kosovo, así como en algunas zonas cercanas a centros
urbanos y autopistas, afirmando —según las autoridades serbias— que si la MVK
no controlaba estos enclaves, el gobierno lo haría».
El informe de actualización de la ONU del 11 de enero es muy similar, e
incluye combates entre las fuerzas de seguridad serbias y el ELK. Además, en «el
incidente más serio desde la declaración del alto el fuego en octubre de 1998,
durante el periodo revisado se observó un incremento en el número de asesinatos
—supuestamente perpetrados por el ELK—, los cuales provocaron duras
represalias de las fuerzas de seguridad gubernamentales». Veintiún personas
habían muerto a causa de la «violencia fortuita» durante los once días anteriores,
aunque sólo se cita un ejemplo: una bomba frente a «un café en Pristina, que
hirió a tres jóvenes serbios y fue el detonante de represalias de los civiles serbios
contra los albaneses», el primer incidente de este tipo en la capital. Los demás
incidentes citados fueron la captura de ocho soldados por el ELK, el asesinato de
un civil serbio, y el supuesto asesinato de tres policías serbios. El análisis de la
OTAN durante este periodo es muy parecido, con detalles adicionales: bombardeo
del ejército serbio a civiles e instalaciones del UCK con un saldo de «al menos 15
albano-kosovares» asesinados, así como jueces, policías y civiles serbios
muertos a manos del UCK.
Tras la masacre de Racak del 15 de enero, los informes vuelven a ser muy
similares a los anteriores. El informe mensual de la OSCE del 20 de febrero
describe una situación «volátil». El «choque militar directo [entre serbios y el
ELK] disminuyó considerablemente», pero los ataques del ELK a la policía y los
«tiroteos esporádicos» continuaron, «a veces con armas pesadas del ejército
serbio». La «principal característica de la última parte del periodo analizado fue
el alarmante aumento del terrorismo urbano, con una serie de bombardeos
indiscriminados o tiroteos sobre la población civil en lugares públicos de
poblaciones de Kosovo», que «no podían atribuirse» a nadie y cuya «motivación
era fundamentalmente criminal o política». Posteriormente sigue un análisis de
las confrontaciones entre la policía y el ELK, el secuestro de «cinco ancianos
serbios» y la negativa del ELK y del ejército serbio de cumplir con las
resoluciones del Consejo de Seguridad. Cinco civiles más murieron al «aumentar
notoriamente la violencia urbana», incluyendo tres muertos por una bomba
afuera de una tienda de abarrotes. «Se recibieron otros informes de que el ELK
‘patrullaba’ la comunidad albanesa, castigando a quienes acusaban de colaborar
con los serbios», además de la muerte y el secuestro de supuestos colaboradores
albaneses y policías serbios. El «ciclo de confrontación» podría describirse como
ataques del ELK a la policía serbia y la población civil, «una desproporcionada
respuesta de las autoridades de la RFY», y «actividad renovada del ELK en todas
partes».
En su informe mensual del 17 de marzo, el secretario general de la ONU
informó que las confrontaciones entre las fuerzas de seguridad serbias y el ELK
«continuaron con menor intensidad», aunque los civiles «son cada vez más el
blanco de actos violentos», incluyendo asesinatos, ejecuciones, malos tratos y
secuestros. Del 20 de enero al 17 de marzo, el Alto Comisionado de las Naciones
Unidas para los Refugiados «registró más de 65 muertes violentas» de civiles
albaneses y serbios, así como de varios gitanos. Se registraron como asesinatos
aislados de francotiradores y ataques con granadas a cafés y tiendas. Las
víctimas incluían a supuestos colaboradores albaneses y «civiles conocidos
como liberales, y flexibles en sus relaciones con la comunidad». Los secuestros
continuaron y, por lo general, las víctimas eran serbias y casi siempre civiles. El
20 de marzo, la OSCE informaba un panorama bastante similar de «ataques no
provocados del ELK contra la policía» y más víctimas entre las fuerzas de
seguridad serbias, junto con «operaciones militares que afectaban a la población
civil», «ataques terroristas indiscriminados contra civiles en la ciudad»,
«muertes no atribuibles a nadie», sobre todo de albaneses, y secuestro de civiles
albaneses, atribuidos a una «fuerza de seguridad controlada y centralizada» por
el ELK. Posteriormente se detallan los incidentes específicos.
El último informe de la OTAN —16 de enero al 22 de marzo— cita varias
decenas de incidentes, la mitad iniciados por el ELK-UCK y el resto por fuerzas de
seguridad serbias, además de unos seis incidentes por parte de las fuerzas de
seguridad serbias y enfrentamientos con el ELK, incluyendo «agresivos ataques
serbios sobre pueblos sospechosos de proteger fuerzas o comandancias del UCK».
Las víctimas fueron en su mayoría militares, en número similar al de meses
anteriores.
Como comparación, podríamos pensar en las operaciones militares regulares
de Israel —asesinas y destructivas—, apoyadas por Estados Unidos, cuando las
fuerzas israelíes ocuparon el sur del Líbano violando las órdenes del Consejo de
Seguridad, o las de sus mercenarios locales, atacados por la resistencia libanesa.
Durante el decenio de 1990, al igual que anteriormente, estas operaciones han
excedido por mucho cualquier acción atribuida a las fuerzas de seguridad de la
RFY dentro del territorio que la OTAN insiste en considerar propio.
En Kosovo no se mencionaron cambios importantes desde la violación del
cese al fuego en diciembre hasta el 22 de marzo, fecha en que se decidió
bombardear. De hecho, al margen de la masacre de Racak —acontecimiento
aparentemente aislado—, no hay duda de que las autoridades y fuerzas de
seguridad yugoslavas eran las responsables de graves crímenes. No obstante, los
antecedentes tampoco sustentan la afirmación de que éstas fueron las razones
para el bombardeo. En casos de atrocidades comparables o mucho peores
durante el mismo periodo, Estados Unidos y sus aliados tampoco reaccionaron
—mejor dicho, mantuvieron e incluso incrementaron su apoyo a las atrocidades.
Los ejemplos abundan, aunque mencionaremos sólo uno durante los mismos
meses: Timor oriental.
Las expulsiones en masa de Kosovo comenzaron inmediatamente después de
la campaña de bombardeos iniciada el 24 de marzo. El 27 de marzo, el ACNUR
informó que cuatro mil personas habían huido de Kosovo, y el 1 de abril el flujo
era tan grande que el ACNUR comenzó a proporcionar cifras diarias. El Programa
Humanitario de Evacuación comenzó el 5 de abril y, desde la última semana de
marzo hasta el final de la guerra, en junio, «las fuerzas de la RFY y serbias
expulsaron a más de 863 mil albano-kosovares de Kosovo», informó la OSCE,
además de otros cientos de miles que fueron desplazados internamente, y un
número desconocido de serbios, gitanos y otros que huyeron[328].
Estados Unidos y Gran Bretaña habían planeado la campaña de bombardeos
desde meses atrás, y difícilmente habrían dejado de anticipar sus consecuencias.
A principios de marzo, el primer ministro italiano Massimo D’Alema le anunció
a Clinton que, a causa del bombardeo, habría un enorme flujo de refugiados. La
respuesta del asesor de Seguridad Nacional de Clinton, Sandy Berger, fue que,
en ese caso, «la OTAN seguiría bombardeando», con resultados aún más
horrendos. La inteligencia estadounidense también advirtió que habría «una
explosión de refugiados» y una campaña de limpieza étnica, reiterando las
anteriores predicciones de los observadores europeos.
Al inicio de la campaña de bombardeos, el comandante en jefe de las tropas
estadounidenses y de la OTAN, Wesley Clark, informó a la prensa que era
«totalmente previsible» que el terror serbio se intensificara como respuesta. Poco
después, Clark reiteró que «las autoridades militares anticiparon plenamente la
cruel estrategia que adoptaría Milosevic, al igual que la terrible eficiencia con la
que la llevaría a cabo». Unas semanas más tarde comentó que la operación de la
OTAN planeada por «los dirigentes políticos… no se había pensado como una
forma de detener la limpieza étnica serbia sino como una manera de librar una
guerra en contra de los serbios y las fuerzas de la mup (policía interna) en
Kosovo». «Nunca fue la idea», manifestó Clark, además de que «nunca
compartieron conmigo» los planes para la Operación Herradura —en referencia
al supuesto plan serbio de expulsar a la población que fue difundido por la OTAN
una vez que la pavorosa reacción serbia al bombardeo se había hecho
patente[329].
El organismo que tiene a su cargo la responsabilidad de ver por los
refugiados es el ACNUR. «Al final de la guerra, el primer ministro británico Tony
Blair reprendió en privado al organismo por lo que consideró un desempeño
problemático[330]». Evidentemente, el ACNUR habría funcionado con menos
problemas si las grandes potencias no le hubieran retirado los fondos, lo que
provocó que tuviera que recortar a más de 15% de su personal en 1998. En
octubre, mientras se formulaban los planes del bombardeo, el ACNUR anunciaba
que tendría que reducir otro 20% de su personal en enero de 1999, debido a la
crisis presupuestaria creada por los «estados ilustrados[331]».
Como consecuencia, los observadores del MVK debieron retirarse y se inició
una campaña de bombardeos con la expectativa —que se cumplió rápidamente
— de que el resultado sería una fuerte escalada de la limpieza étnica y otras
atrocidades, una vez que la organización responsable del cuidado de los
refugiados se hubiese quedado sin recursos. Conforme a la doctrina de la
justificación retrospectiva, los horrendos crímenes que ocurrieron se presentan
ahora como «suficientes para justificar» la campaña de bombardeos de la OTAN.
La persona que comete un crimen tiene la responsabilidad principal; quienes
lo incitan, anticipando las consecuencias, tienen una responsabilidad secundaria,
la cual se agrava si sus actos aumentan el sufrimiento de las víctimas. El único
argumento posible para la acción que incitó los crímenes es que éstos habrían
sido aún más severos si no hubieran actuado. Esta afirmación, una de las más
notables en la historia del apoyo a la violencia del estado, exige una evidencia
sustancial. Mas, en este caso, en vano buscaríamos evidencias, ya que ni siquiera
encontraríamos el reconocimiento de que éstas se requieren.
Supongamos, no obstante, que tomamos en serio el argumento, pero pierde
fuerza al grado que los crímenes subsiguientes son enormes. Si ningún albanés
de Kosovo hubiera sufrido como resultado de la campaña de bombardeos de la
OTAN, tal vez la decisión de bombardear podría justificarse con el argumento de
que se habría impedido que se cometieran crímenes en su contra. Pero la fuerza
del argumento disminuye conforme aumenta la escala de crímenes; por
consiguiente, resulta interesante que los apólogos del bombardeo intenten dar el
matiz más siniestro a los crímenes por los que comparten responsabilidad,
cuando debería ser lo contrario. Tan extraña postura posiblemente refleja el éxito
en inculcar la doctrina de que los crímenes provocados por el bombardeo de la
OTAN proporcionan una justificación retrospectiva.
Sin duda no es éste el único gran logro del manejo doctrinal. Otro es el
debate sobre la supuesta «doble moral» de la OTAN, que se refleja en su «desviar
la mirada» de otras crisis humanitarias, o en «hacer bastante poco» por
impedirlas. Los participantes en el debate posiblemente concuerdan en que las
acciones de la OTAN en Kosovo se apegaron a principios humanitarios —
precisamente el asunto en discusión. Al margen de ello, el gobierno de Clinton
no «desvió la mirada» ni «hizo demasiado poco» frente a las atrocidades en
Timor oriental, Colombia, o muchos otros lugares. Más bien, junto con sus
aliados, prefirió incrementar las atrocidades con gran vigor y decisión. Quizá el
caso de Turquía —miembro de la OTAN y dentro de la jurisdicción europea— es
el más relevante como comparación. Sus operaciones de limpieza étnica y otros
crímenes enormes contaron con el apoyo militar irrestricto del gobierno de
Clinton, el cual aumentó en la medida en que aumentaban las atrocidades. Esto
también ha desaparecido virtualmente de la historia, pues ni siquiera se
mencionó durante la reunión del quincuagésimo aniversario de la OTAN en abril
de 1999, celebrada bajo la sombra de la limpieza étnica, un crimen que no puede
tolerarse —declararon participantes y comentaristas— cerca de las fronteras de
la OTAN; sólo dentro de ellas, donde los crímenes deben acelerarse. Salvo raras
excepciones, la actitud de la prensa ha sido de disculpa, aunque la participación
de las fuerzas turcas en la campaña de Kosovo fue francamente aclamada. Las
discusiones recientes sobre los problemas de «intervención humanitaria» eluden
el papel medular de Estados Unidos en las atrocidades de los turcos, o bien
ignoran el tema.
Es un logro único que un sistema de propaganda haya conseguido que se
adoptaran sus doctrinas como los mismos presupuestos del debate. Sin duda,
éstas son algunas de las «lecciones aprendidas» que podrán aplicarse en
ejercicios futuros disfrazados de intención humanitaria.
Seguramente, en algún nivel se reconoce el absurdo del principio de la
justificación retrospectiva. Por ello, muchos intentos de justificar el bombardeo
de la OTAN siguen una línea diferente. Una versión típica es que «Serbia invadió
Kosovo para aplastar un movimiento separatista albanés pero mató a 10 mil
civiles y expulsó a 700 mil personas que buscaron refugio en Macedonia y
Albania. La OTAN atacó a Serbia desde el aire para proteger a los albaneses de
una limpieza étnica [aunque] mató a cientos de civiles serbios y provocó el
éxodo de decenas de miles de las ciudades al campo[332]». Con base en este
orden de los acontecimientos, podría estructurarse una justificación para el
bombardeo, aunque, sin duda alguna, el orden real es exactamente el opuesto.
Este recurso es muy frecuente en los medios, y varios académicos suelen
adoptar una postura similar. El historiador David Fromkin afirma en su
reconocido libro sobre la guerra —sin argumentos— que Estados Unidos y sus
aliados actuaron únicamente por «altruismo» y «fervor moral», forjando «un
enfoque novedoso sobre el uso de la fuerza en política internacional» al
«reaccionar a la deportación de más de un millón de kosovares de su patria» con
el bombardeo, con el fin de salvarlos de «horribles sufrimientos o de la muerte».
Se refiere a aquellos expulsados como consecuencia anticipada de la campaña de
bombardeos. Al iniciar su defensa legal de la guerra, la profesora en derecho,
Ruth Wedgwood da por un hecho, sin argumentos, que el objetivo del
bombardeo de la OTAN fue «acabar de raíz con la expulsión de los albaneses de
Kosovo que estaba llevando a cabo Belgrado»; esto es, la expulsión precipitada
por el bombardeo, un objetivo desconocido para el comandante en jefe de la
operación, quien lo negó enérgicamente. A su vez, Alan Kuperman, especialista
en asuntos exteriores y de seguridad escribe que en Timor oriental y Kosovo «la
amenaza de sanciones económicas o de bombardeo provocó una trágica reacción
violenta» y que «la intervención occidental llegó demasiado tarde para prevenir
atrocidades masivas». En Kosovo el bombardeo no llegó «demasiado tarde para
prevenir atrocidades masivas» sino las antecedió y, tal como se esperaba, las
incitó. En Timor oriental, ninguna acción occidental «provocó una reacción
violenta»; no se propuso el uso de la fuerza e incluso se retrasó la amenaza de
sanciones hasta después que se consumaron las atrocidades. La «intervención»
estuvo a cargo de una fuerza de la ONU para mantener la paz, que llegó al
territorio administrado por Portugal —bajo jurisdicción de la ONU, en principio
— después que las potencias occidentales finalmente retiraran su apoyo directo a
la invasión indonesia y a sus enormes atrocidades, causando la rápida retirada de
su ejército[333].
Revisar los antecedentes reales ha sido un procedimiento habitual. En una
versión anterior, el especialista en política exterior del New York Times, Thomas
Friedman, escribió al final de la guerra que «al comenzar la expulsión de los
refugiados, ignorar a Kosovo hubiera sido un error…» por lo tanto, lanzar una
«enorme ofensiva aérea» en contra de un objetivo limitado era la única opción
lógica[334]. El desahucio de los refugiados al que se refiere fue el resultado de la
«enorme ofensiva aérea», tal como se anticipó; una vez más, la tan conocida
versión, que es comprensible ya que sin ella defender la violencia de estado se
vuelve verdaderamente difícil.
Una justificación retrospectiva usualmente empleada es que el uso de la
fuerza hizo posible el retorno de los albano-kosovares a su hogar; un logro
mayúsculo si ignoramos el hecho de que casi todos fueron expulsados como
reacción a los bombardeos. Según este razonamiento, una alternativa preferible
—grotesca, aunque sin duda menos que la política que se siguió— habría sido
esperar a que los serbios consumaran la supuesta amenaza y, en caso de que lo
hicieran, bombardear la RFY para asegurar el retorno de los kosovares, los cuales
hubieran sufrido mucho menos daños que al huir bajo los bombardeos de la
OTAN.
Una variante interesante aparece en la introducción al libro con documentos
sobre Kosovo compilado por el profesor en derecho Marc Weller, de la
Universidad de Cambridge[335]. Reconoce que el bombardeo de la OTAN —al que
apoyó decididamente— es una clara violación del derecho internacional y podría
justificarse solamente sobre la base de un supuesto «derecho de intervención
humanitaria». Esta justificación, a su vez, se basa en el supuesto de que la RFY se
negara a «aceptar un detallado acuerdo sobre el tema de Kosovo [el ultimátum
de Rambouillet], lo cual constituiría una circunstancia que desencadenaría una
descomunal emergencia humanitaria». Pero los acontecimientos en el lugar de
los hechos, escribe, «le evitaron a la OTAN tener que contestar este punto», a
saber, «el inicio de una campaña de deportación masiva previamente planificada
de lo que en algún momento pareció ser la población entera de la etnia albanesa
de Kosovo, justo antes de que se iniciaran los bombardeos».
Este planteamiento presenta dos problemas. Primero, el registro documental,
incluyendo el libro que él compiló, no proporciona ninguna evidencia que apoye
este crucial argumento, y de hecho lo niega —dada la falta de evidencia a pesar
de los importantes esfuerzos por sacarla a luz—. Segundo, aun en el caso de que
después se descubriera que la expulsión comenzó antes que los bombardeos,
difícilmente podría justificarse el empleo de la fuerza, por simple lógica.
Además, como ya comentamos, aun si el inicio de la expulsión se hubiera
conocido antes del bombardeo —aunque misteriosamente esto falta en la
evidencia documental— hubiera sido preferible permitir que la expulsión se
llevara a cabo y entonces iniciar el bombardeo que ayudaría al retorno de los
deportados: grotesco, pero mucho menos que lo que finalmente sucedió. Mas a
la luz de la evidencia disponible, todo esto es una discusión académica que
simplemente muestra los desesperados esfuerzos para justificar la guerra.
¿Es que existían opciones menos grotescas en marzo de 1999? El peso de la
prueba está obviamente del lado de aquellos que optaron por la violencia de
estado, un gran peso al que nadie ha intentado hacerle frente. Pero dejemos esto
de lado y analicemos el abanico de opciones.
Eric Rouleau hizo una pregunta importante: ¿Acaso «las atrocidades serbias
habían llegado a proporciones tales que obligaban a romper el proceso
diplomático con el fin de salvar a los kosovares de un genocidio»? Menciona
que «la continua negativa de la OSCE de difundir el informe [sobre las
observaciones de los integrantes de la Misión de Verificación de Kosovo desde
noviembre hasta su retirada] solamente refuerza las dudas sobre la veracidad de
tal afirmación[336]». Como se dijo antes, las acusaciones del Departamento de
Estado y el Tribunal no brindan ningún apoyo significativo a tales afirmaciones
—lo cual no es un hecho insignificante pues ambos buscaron los elementos más
contundentes—. ¿Qué sucedió con el informe de la OSCE, que se publicó después
del artículo de Rouleau? Como reitero, el informe no hace ningún esfuerzo serio
para apoyar tal argumento, e incluso brinda poca información acerca del periodo
crucial. Sus referencias confirman el testimonio de Jacques Prod’homme,
integrante francés de la MVK a quien Rouleau cita: «en el mes previo a la guerra,
durante el cual transitó libremente en la región de Pec, ni él ni sus colegas vieron
nada que pudieran describir como persecución sistemática, crímenes colectivos o
individuales, incendio de casas o deportaciones». Los detallados informes de la
MVK y otros observadores omitidos en la revisión de la OSCE socavan aún más el
argumento, como ya hemos dicho.
El argumento central —elemento clave de las razones de la OTAN, tal como
reconocen aún sus más fervientes defensores, Weller, por ejemplo— sigue sin
soporte. Una vez más debe subrayarse que el mayor peso de la prueba está del
lado de aquellos que la emplearon para justificar la violencia. La discrepancia
entre lo que se requiere y la evidencia presentada es «impresionante», si bien
sería más adecuado utilizar el término «contradicción», en particular cuando se
consideran otras evidencias pertinentes como el testimonio directo del
comandante en jefe, el general Clark.
Kosovo había sido un lugar extremadamente desagradable durante el año
previo. Cerca de dos mil personas murieron asesinadas según la OTAN, la
mayoría albaneses, en una lucha encarnizada que comenzó en febrero con
acciones del ELK que Estados Unidos calificó de «terrorismo», y una brutal
respuesta Serbia. En el verano el ELK controlaba cerca de 40% de la provincia, lo
que desencadenó una violenta reacción de las fuerzas de seguridad serbias y de
paramilitares dirigida a la población civil. De acuerdo con el consejero legal de
los albano-kosovares Marc Weller, «en pocos días [después de la retirada de los
observadores el 20 de marzo], el número de desplazados se incrementó a 200
mil», número bastante similar al que informó la inteligencia estadounidense[337].
Supongamos que los observadores hubieran permanecido y que se hubieran
proseguido los esfuerzos diplomáticos. ¿Habrían sido opciones factibles?
¿Habrían conducido a un peor desenlace, o quizá a uno mejor? No lo sabemos,
ya que la OTAN se negó a explorar esa posibilidad, pero al menos podemos
analizar los hechos conocidos y preguntarnos qué sugieren.
¿Habría sido posible que los observadores de la MVK permanecieran, o
incluso que se aumentara su presencia? Parece razonable, particularmente a la
luz de la condena inmediata que suscitó la retirada en la Asamblea Nacional
Serbia. No se ha argumentado que las atrocidades hubieran aumentado incluso si
se hubieran quedado, y mucho menos que la escalada masiva fuera la
consecuencia prevista del bombardeo señalado por su salida. La OTAN hizo pocos
esfuerzos por utilizar otros medios pacíficos; incluso un embargo petrolero —la
base de cualquier sistema de sanciones serio— no se consideró hasta después del
bombardeo.
Empero, la duda más importante es la de las opciones diplomáticas. En la
víspera del bombardeo había dos propuestas sobre la mesa: el Acuerdo de
Rambouillet, presentado a Serbia como un ultimátum, y la posición serbia,
formulada en la «versión revisada del Acuerdo» del 15 de marzo, así como la
resolución de la Asamblea Nacional Serbia del 23 de marzo[338]. Una verdadera
preocupación por proteger a los kosovares habría considerado otras opciones,
quizás algo similar a la propuesta que presentó el presidente serbio de
Yugoslavia, Dobrica Cosic, en 1992-1993, que proponía la partición de Kosovo
y su separación de Serbia, con la excepción de «diversos enclaves serbios[339]».
En ese momento, la propuesta fue rechazada por la República de Kosovo de
Ibrahim Rugova, quien declaró la independencia y formó un gobierno paralelo,
aunque habría servido como base de una negociación en las circunstancias de
principios de 1999 —bastante diferentes—. Apeguémonos, pues, a las dos
posiciones oficiales vigentes a finales de marzo: el ultimátum de Rambouillet y
la resolución serbia.
Es importante y a la vez revelador que, salvo excepciones marginales, los
contenidos esenciales de ambas posiciones se mantuvieron fuera del alcance de
la opinión pública —con la excepción de los medios disidentes, que tienen poca
cobertura.
Aun cuando los servicios cablegráficos transmitieron de inmediato la
Resolución de la Asamblea Nacional Serbia, ésta permaneció prácticamente
como un secreto. Poco se conoce su existencia y, menos aún, su contenido. La
Resolución condena el redro de los observadores de la oscE y hace un llamado a
la ONU y a la OSCE para propiciar un acuerdo diplomático que permita negociar
«un acuerdo político basado en una amplia autonomía para [Kosovo],
asegurando la completa igualdad de todos los ciudadanos y comunidades étnicas
y el respeto a la soberanía e integridad territorial de la República de Serbia y la
República Federal de Yugoslavia». Abría la posibilidad de que una «presencia
internacional», cuyo «tamaño y características» se determinarían posteriormente,
implementara el «acuerdo político sobre el autogobierno acordado y aceptado
por los representantes de todas las comunidades nacionales que viven en
[Kosovo]». La conformidad de la RFY para «discutir el alcance y el carácter de la
presencia internacional en [Kosovo] para instrumentar el acuerdo aceptado en
Rambouillet» se había transmitido formalmente a los negociadores el 23 de
febrero, y anunciado por la RFY en conferencia de prensa el mismo día[340].
Nunca sabremos si estas propuestas tenían alguna sustancia, ya que nunca se
consideraron y son totalmente desconocidas.
Lo más notorio tal vez es que el ultimátum de Rambouillet, descrito
universalmente como la propuesta de paz, nunca salió a la luz pública, en
particular las cláusulas que aparentemente se introdujeron en el último momento
de las conversaciones de París en marzo, después que Serbia manifestara su
acuerdo con las principales propuestas políticas, lo que virtualmente garantizaba
su rechazo. De singular importancia son los términos de los apéndices sobre
implementación, que le otorgaban a la OTAN el derecho de «paso libre e
irrestricto, y acceso autorizado a todo el territorio de la RFY, incluyendo el
espacio aéreo y las aguas territoriales», sin límites, obligaciones ni sujeción a las
leyes del país o la jurisdicción de sus autoridades, quienes, no obstante, deberán
seguir las órdenes de la OTAN «de manera prioritaria y por todos los medios
apropiados» (apéndice B).
Nunca se presentó el anexo a los periodistas que cubrían las pláticas de
Rambouillet y París, informa Robert Fisk. «Los serbios afirman que lo
denunciaron en su última conferencia de prensa en París, una reunión en la
embajada yugoslava el 18 de marzo, a las 11 de la noche, con muy poca
asistencia». Los disidentes serbios que participaron en las negociaciones
sostienen que recibieron estas condiciones el último día de las pláticas de París,
y los rusos no tenían noticia de su existencia. La Cámara de los Comunes no
tuvo este documento hasta el 1 de abril, el primer día de receso parlamentario,
una semana después del inicio del bombardeo[341].
En las negociaciones posteriores al bombardeo, la OTAN abandonó
completamente estas demandas junto con otras a las cuales Serbia se había
opuesto, y no se mencionan en el acuerdo final de paz. Fisk pregunta, con razón,
cuál era el propósito de esta exigencia de última hora de la OTAN. ¿Era un caballo
de Troya? ¿Pretendía salvaguardar la paz o más bien sabotearla? En cualquier
caso, si a los negociadores de la OTAN les hubiera preocupado el destino de los
albano-kosovares, habrían intentado sortear las dificultades por medios
diplomáticos, siempre y cuando, claro está, la OTAN retirara sus más provocativas
e irrelevantes demandas, aumentara la vigilancia en vez de retirarla, y recurriera
a la amenaza de sanciones significativas.
Ante estas preguntas, los líderes de los equipos negociadores de Estados
Unidos y Gran Bretaña siempre afirman que estaban dispuestos a retirar las
exageradas demandas que posteriormente hicieron de lado, pero que los serbios
se negaron —una afirmación difícilmente creíble—. Habrían tenido toda la
razón del mundo para dar a conocer esos hechos de inmediato, y es interesante
que nunca se les hayan pedido explicaciones de su asombroso desempeño.
Destacados partidarios del bombardeo han hecho afirmaciones similares. Un
importante ejemplo es el comentario de Marc Weller sobre Rambouillet[342],
quien ridiculiza las «extravagantes pretensiones» sobre los apéndices de
instrumentación, que él afirma «fueron publicados junto con el acuerdo» —esto
es, la primera versión del acuerdo, el día 23 de marzo—. No dice dónde se
publicaron, ni explica por qué los desconocían los reporteros que cubrían las
pláticas de Rambouillet y París y, al parecer, el parlamento británico. El «famoso
apéndice B», establecía «los términos habituales de un acuerdo de fuerzas para
la KFOR —las fuerzas de ocupación de la OTAN»—. Tampoco explica por qué se
retiró la exigencia después del bombardeo y por qué evidentemente no la
necesitaron las fuerzas que entraron en Kosovo al mando de la OTAN en junio,
que eran mucho más grandes de lo que se había considerado en Rambouillet y,
por consiguiente, deberían haberse apegado aún más al acuerdo de fuerzas.
También queda sin explicar la respuesta de la RFY del 15 de marzo al acuerdo
revisado del 23 de febrero. La respuesta de la RFY analiza el documento con gran
detalle, sección por sección, proponiendo extensos cambios y supresiones, pero
sin hacer referencia a los apéndices —los acuerdos de instrumentación que,
como señala Weller, eran sin duda la parte más importante y el tema de las
negociaciones que se estaban llevando a cabo en ese momento en París. Sólo
cabe considerar su descripción con cierto escepticismo, al margen de su actitud
descuidada hacia los hechos cruciales, ya mencionada, y su claro compromiso.
Por lo pronto, estos asuntos, de la mayor relevancia, permanecen enterrados en
la oscuridad.
A pesar de los esfuerzos oficiales por impedir que el público se enterara de lo
que ocurría, los documentos estaban a la disposición de cualquier medio
noticioso que quisiera profundizar en el asunto. En Estados Unidos, la exigencia
extrema —y claramente irrelevante— de una ocupación virtual de la RFY fue
mencionada por primera vez en una conferencia de prensa de la OTAN el 26 de
abril, cuando se hizo un pregunta al respecto, la cual prácticamente se pasó por
alto. Sólo se informó de los hechos después que las demandas habían sido
formalmente retiradas y ya eran irrelevantes para una opción democrática.
Inmediatamente después de anunciar los acuerdos de paz el 3 de junio, la prensa
citó los pasajes medulares del ultimátum «tómenlo o déjenlo» de Rambouillet,
subrayando que «una fuerza única de la OTAN tendría plena autorización de
moverse en Yugoslavia, inmune a cualquier proceso legal», y que «fuerzas
dirigidas por la OTAN habrían tenido acceso prácticamente libre por toda
Yugoslavia, no sólo en Kosovo[343]».
Las negociaciones continuaron durante los 78 días de bombardeo, y cada
parte hacía concesiones —que en Estados Unidos se interpretaron como un
fraude de los serbios, o una capitulación por las bombas—. El acuerdo de paz del
3 de junio fue una concertación entre las dos posiciones que se encontraban
sobre la mesa a finales de marzo. La OTAN abandonó sus exigencias más
extremas, incluyendo aquellas que aparentemente afectaron las negociaciones en
el último minuto y el texto que se interpretó como un llamado al referéndum
sobre la independencia. Serbia aceptó la «presencia de una fuerza de seguridad
internacional con participación mayoritaria de la OTAN», la única mención a la
OTAN en el acuerdo de paz o en la Resolución 1244 del Consejo de Seguridad
que lo confirma. Lejos de respetar los acuerdos que acababa de firmar, la OTAN
procedió de inmediato a violarlos, organizando una ocupación militar de Kosovo
bajo su mando. Cuando Serbia y Rusia insistieron en que se cumplieran los
acuerdos formales, se les castigó por su fraude con renovados bombardeos en
tanto no aceptaran entrar en el redil. El 7 de junio, los aviones de la OTAN
bombardearon de nuevo las refinerías de Novi Sad y Pancevo, centros de
oposición a Milosevic. La foto de la gran nube de gases tóxicos que liberó el
incendio de Pancevo ilustra un artículo del ATT del 14 de julio que analizaba sus
severos efectos sobre la economía y la salud. No se informó del bombardeo
aunque fue cubierto por los servicios cablegrafíeos[344].
Se ha argumentado que Milosevic habría intentado eludir los términos de un
acuerdo —si se hubiera concertado alguno en marzo—. Ciertamente los
antecedentes apoyan esta conclusión, tal como apoyan la misma conclusión
acerca de la OTAN —no sólo en este caso, incidentalmente; la desarticulación por
la fuerza de los acuerdos firmados es la norma entre las grandes potencias[345]—.
Muy tarde se reconoce que los antecedentes también sugieren que «tal vez habría
sido posible [en marzo] iniciar una genuina ronda de negociaciones —en vez de
seguir las ominosas instrucciones estadounidenses que se le presentaron a
Milosevic en la conferencia de Rambouillet— y desplegar un gran contingente
de observadores externos capaces de proteger a civiles albaneses y serbios por
igual[346]».
Al menos esto parece claro. La OTAN prefirió rechazar las opciones
diplomáticas que estaban lejos de agotarse y lanzar una campaña militar con
consecuencias terribles para los albano-kosovares, tal como se esperaba. Otras
consecuencias preocupan poco a Occidente, incluyendo la destrucción de la
economía civil serbia con operaciones militares que violaron flagrantemente las
leyes de la guerra. Aun cuando el problema se presentó al Tribunal de Crímenes
de Guerra tiempo atrás, es difícil imaginar que se le haya prestado atención. Por
razones similares, es poco probable que el Tribunal preste atención a las 150
páginas de la «Acusación Operación Tormenta: un caso prima facie», que revisa
los crímenes de guerra cometidos por las fuerzas croatas que expulsaron a 200
mil serbios de Krajina en agosto de 1995 —con participación decisiva de
Estados Unidos— y cuya respuesta ha sido «una casi total falta de interés de la
prensa y el congreso estadounidenses», comenta David Binder, corresponsal del
NYT en los Balcanes[347].
El sufrimiento de los kosovares no concluyó con la llegada de la fuerza de
ocupación de la OTAN (kfor) y la misión de la ONU. Si bien los miles de millones
de dólares para el bombardeo estuvieron disponibles de inmediato, hasta octubre
Estados Unidos «aún no ha pagado uno solo de los 37.9 millones de dólares
estimados para cubrir los gastos de implementar la operación civil de la ONU en
Kosovo» —tal como sucedió en Timor oriental, donde Clinton solicitó que se
redujera la pequeña fuerza de paz—. En noviembre, «la Oficina para la
Asistencia a Desastres en el Exterior aún no había distribuido ningún equipo de
trabajo pesado sino únicamente madera» para el programa de protección contra
el invierno en Kosovo; el ACNUR y la agencia humanitaria de la ue, echo, «han
sido duramente criticados por la demora y la falta de previsión». El déficit actual
de la misión de la ONU es «el costo de medio día de bombardeos», comentó un
amargado funcionario de la ONU y, sin esa ayuda, «este lugar fracasará», para
júbilo de Milosevic. Una conferencia de donantes organizada por los gobiernos
occidentales en noviembre prometió sólo 88 millones de dólares para cubrir el
presupuesto de la misión de la ONU en Kosovo y ofreció mil millones de dólares
para la reconstrucción, para el próximo año —fondos públicos que irán a parar a
los bolsillos de contratistas privados, si se resuelven las controversias dentro de
la OTAN respecto a cómo se asignarán los contratos—. A mediados de diciembre,
la misión de la ONU solicitó nuevamente —con poco éxito— fondos para
maestros, policías, funcionarios y otros empleados públicos[348].
A pesar de la limitada ayuda, la notoriedad de un desastre que puede
atribuirse al enemigo oficial y explotarse —curiosamente— «para demostrar por
qué fueron necesarios 78 días de ataques aéreos contra las fuerzas y la
infraestructura serbias» han bastado para recortar drásticamente la ayuda a otros
lugares. El senado de Estados Unidos tiene planeado recortar decenas de
millones de dólares de los programas relacionados con África. Dinamarca ha
recortado la ayuda fuera de Kosovo 26%; el cuerpo médico internacional ha
suspendido su programa en Angola, ya que mientras recaudaron cinco millones
de dólares para Kosovo, no han podido obtener 1.5 millones de dólares para
Angola, donde 1.6 millones de desplazados se enfrentan a la muerte por
inanición. El Programa Mundial de Alimentos anunció que deberá recortar sus
programas, que atienden a dos millones de refugiados en Sierra Leona, Liberia y
Guinea, ya que obtuvieron menos de 20% de los fondos solicitados. La misma
suerte le espera a cuatro millones de personas que sufren hambruna en la región
africana de los Grandes Lagos —cuyas circunstancias han estado vinculadas,
desde hace años, con las acciones de las potencias occidentales y con su negativa
de actuar en momentos críticos. El ACNUR gasta once veces más por refugiado en
Kosovo que en África. «Los centenares de millones de dólares gastados en los
refugiados de Kosovo y la aglomeración de organismos deseosos de gastarlos
fue casi una obscenidad», afirmó Randolph Kent, quien dejó los programas de la
ONU en los Balcanes para irse a trabajar en África oriental. El presidente Clinton
se reunió con los principales organismos de apoyo «para manifestar su
entusiasmo en apoyar a Kosovo[349]».
Lo anterior ocurre en un momento de recortes drásticos en ayuda en Estados
Unidos —ahora en «la cima de su gloria» (Fromkin)—, cuyos complacidos
dirigentes se solazan en su «altruismo» sin precedentes, al tiempo que
prácticamente desaparecen de la lista de donantes para los pobres y miserables.
El informe de la OSCE proporciona información detallada de los crímenes
cometidos bajo la ocupación militar de la OTAN, y si bien no se comparan con los
que cometió Serbia durante el bombardeo de la OTAN, tampoco son
insignificantes. La «ausencia de ley reina [en esta provincia ocupada], cuyo
resultado es una violencia rampante, atribuida sobre todo al ELK-UCK», informa la
OSCE, mientras prevalece la «impunidad» sobre la justicia. Los albaneses
opositores al «nuevo orden» bajo el dominio del UCK —incluidos los dirigentes
del «principal rival político de este grupo rebelde»— han sido secuestrados,
asesinados, atacados con granadas, atosigados y obligados a abandonar la
política. La única selección del informe de la OSCE que apareció en el NYT se
refiere a la ciudad de Prizren, cerca de la frontera albanesa, que fue atacada por
los serbios el 28 de marzo, aunque «el resultado general es que se ha provocado
mucho más daño… después de la guerra que durante ella». La policía militar
británica informa de la participación de la mafia albanesa en ataques con
granadas y otros actos criminales como el asesinato de ancianas por «sedicientes
representantes del ELK[350]».
La minoría serbia ha sido expulsada casi en su totalidad. Robert Fisk informa
que «el número de serbios asesinados durante los cinco meses posteriores a la
guerra es similar al de albaneses asesinados por serbios en los cinco meses
previos al bombardeo de la OTAN en marzo» —según la evidencia disponible—.
Cabe recordar que la ONU informó de «65 muertes violentas» de civiles —
principalmente albaneses y serbios— en los dos meses previos a la retirada de
los observadores y el bombardeo. Nadie investiga los crímenes, ni siquiera el
asesinato de un empleado serbio del Tribunal Internacional. La comunidad
croata «huyó en masa» en octubre; en noviembre, «el presidente de la pequeña
comunidad judía en Pristina, Cedra Prlincevic, huyó a Belgrado después de
denunciar un pogromo contra la población no albanesa». Al final del año,
Amnistía Internacional informó que la «violencia contra serbios, gitanos, eslavos
musulmanes y albaneses moderados en Kosovo ha crecido drásticamente durante
el mes pasado», incluyendo «asesinatos, secuestros, ataques violentos,
intimidación e incendio de casas a diario», al igual que la tortura y las
violaciones, y los ataques a los medios y organizaciones políticas independientes
en lo que parece ser «una campaña orquestada para silenciar las voces
moderadas en la sociedad de etnia albanesa», todo esto ante los ojos de las
fuerzas de la OTAN[351].
A su vez, los oficiales de la kfor informan que tienen instrucciones de ignorar
los crímenes: «Por supuesto que es una locura», dijo un comandante francés,
«pero ésas son las órdenes superiores, de la OTAN». Las fuerzas de la OTAN
también «parecen completamente indiferentes» a los ataques de «bandas
armadas de etnia albanesa» que cruzan la frontera entre Serbia y Kosovo «para
aterrorizar aldeas fronterizas, robar madera o ganado y, en algunos casos,
asesinar», provocando el abandono de estos pueblos[352].
Todo parece indicar que Kosovo bajo la ocupación de la OTAN se ha
transformado en lo que fire a principios de 1980, después de la muerte de Tito,
cuando las fuerzas nacionalistas se movilizaron para crear «una república
albanesa étnicamente pura», ocupando tierras de los serbios, atacando iglesias y
participando en «actos premeditados de violencia» para lograr el objetivo de una
región albanesa «étnicamente pura», con «incidentes semanales de violación,
incendio, robo y sabotaje industrial aparentemente pensados para expulsar de la
provincia a los pocos eslavos nativos que aún permanecían en Kosovo». Este
problema «en apariencia irresoluble», una fase más de una terrible historia de
violencia intercomunitaria, desembocó en una respuesta particularmente brutal
de Milosevic, quien despojó a Kosovo de su autonomía y de los importantes
subsidios federales de los que dependía, imponiendo un régimen de «apartheid»
(Vickers)[353]. Posiblemente Kosovo llegue a parecerse a Bosnia, «una cueva de
ladrones y evasores de impuestos» que carece de una economía operativa,
dominada por «una acaudalada clase criminal que ejerce una enorme influencia
política y que cada año desvía cientos de millones de dólares de impuestos en su
favor[354]». Y los sombríos presagios son que la situación posiblemente empeore
cuando la independencia de Kosovo se embrolle con las presiones por una «gran
Albania».
Los países pobres de la región han sufrido enormes pérdidas por el bloqueo
del Danubio causado por el bombardeo de Novi Sad, otro centro de oposición a
Milosevic, cuyos habitantes ya sufrían por las barreras proteccionistas que
«impedían que los barcos llevaran sus productos a la Unión Europea», así como
por «un cúmulo de aranceles occidentales a sus exportaciones». Empero, el
«bloqueo del [Danubio] es realmente una bendición para Europa occidental,
especialmente para Alemania, que se beneficia con el aumento de actividad en el
Rhin y en los puertos del Atlántico[355]».
Hay también otros ganadores. Al final de la guerra, la prensa empresarial
declaró que «los verdaderos ganadores» eran la industria militar occidental,
refiriéndose principalmente a la industria de tecnología de punta. Moscú está
esperando «un gran año para las exportaciones de armas rusas», ya que «el
mundo se está rearmando gracias, sobre todo, a la aventura balcánica de la
OTAN», en busca de un disuasivo, tal como se previó claramente durante la
guerra[356]. Aún más importante, Estados Unidos logró imponer su dominio
sobre la región estratégica de los Balcanes, desplazando, al menos
temporalmente, las iniciativas de la UE, una razón fundamental de su insistencia
en que la operación quedara a cargo de la OTAN, una subsidiaria de Estados
Unidos. Una Serbia empobrecida se mantiene como el último bastión de
resistencia, aunque posiblemente no por mucho tiempo.
Otra consecuencia es un golpe más a los frágiles principios del orden
mundial. La acción de la OTAN representa una amenaza para «el centro del
sistema de seguridad internacional» fundamentado en la Carta de las Naciones
Unidas, observa el secretario general Kofi Annan en su informe anual a la ONU
en septiembre[357]. Poco importa esto a los ricos y poderosos, que hacen lo que
les place, rechazando decisiones de la Corte Internacional de Justicia y vetando
resoluciones del Consejo de Seguridad cuando lo consideran necesario; es útil
recordar que, contrariamente a lo que suele creerse, Estados Unidos ha sido el
país que más resoluciones del Consejo de Seguridad ha vetado en una gran gama
de temas, incluyendo terrorismo y agresión, desde que perdió el control de la
ONU en el curso de la descolonización. Gran Bretaña ocupa el segundo lugar, y
Francia un distante tercero. Pero las víctimas tradicionales se toman estos
asuntos con mayor seriedad, como demuestra la reacción global a la guerra en
Kosovo.
El punto esencial —bastante claro— es que el mundo enfrenta dos opciones
con relación al empleo de la fuerza: 1] algo parecido a un orden mundial, ya sea
la Carta o incluso algo mejor si logra cierto grado de legitimidad; o 2] los
estados poderosos siguen actuando a voluntad, guiados por intereses de poder y
lucro, como en el pasado —a menos que tengan restricciones internas. Sin duda
tiene sentido luchar por un mundo mejor, pero sin caer en la reivindicación y la
ilusión del mundo en que vivimos.
Los archivos y otras fuentes de información proporcionarán mucha más
información sobre la última guerra en los Balcanes, y las conclusiones a las que
lleguemos hoy serán, a lo sumo, tentativas y parciales. Por lo pronto, las
«lecciones aprendidas» no parecen ser particularmente halagüeñas.
NOAM CHOMSKY (Filadelfia, 1928), lingüista, filósofo, activista, autor y
analista político estadounidense. Estudió en la Universidad de Pensilvania,
donde se doctoró en 1955 con una tesis sobre el análisis transformacional,
elaborada a partir de las teorías de Z. Harris, de quien fue discípulo. Entró
entonces a formar parte como docente del Massachusetts Institute of Technology,
del que es profesor desde 1961.
Es autor de una aportación fundamental a la lingüística moderna, con la
formulación teórica y el desarrollo del concepto de gramática transformacional,
o generativa, cuya principal novedad radica en la distinción de dos niveles
diferentes en el análisis de las oraciones: por un lado, la «estructura profunda»,
conjunto de reglas de gran generalidad a partir de las cuales se «genera»,
mediante una serie de reglas de transformación, la «estructura superficial» de la
frase. Este método permite dar razón de la identidad estructural profunda entre
oraciones superficialmente distintas, como sucede entre el modo activo y el
pasivo de una oración. En el nivel profundo, la persona posee un conocimiento
tácito de las estructuras fundamentales de la gramática, que Chomsky consideró
en gran medida innato; basándose en la dificultad de explicar la competencia
adquirida por los hablantes nativos de una lengua a partir de la experiencia
deficitaria recibida de sus padres, consideró que la única forma de entender el
aprendizaje de una lengua era postular una serie de estructuras gramaticales
innatas las cuales serían comunes, por tanto, a toda la humanidad.
Aparte de su actividad en el terreno lingüístico, ha intervenido a menudo en el
político, provocando frecuentes polémicas con sus denuncias del imperialismo
estadounidense desde el comienzo de la guerra de Vietnam y sus reiteradas
críticas al sistema político y económico de Estados Unidos.
Notas
[1] Parte del material publicado en este libro apareció en diversos artículos en
que se han publicado: Laura Reed y Carl Kaysen, comps., Emerging Norms of
Justified Intervention, American Academy of Arts and Sciences, 1993. <<
[20] Un comentario muy común es que el veto soviético obstaculizó los empeños
de 1997. Alto funcionario del gobierno citado por Thomas Friedman, NYT, 12 de
enero de 1992. <<
[24] Glennon, «New Interventionism»; comentario de prensa al que volveremos
1999. <<
[32] En su discurso de la victoria, Clinton informa que se destruyeron 500
poblados en Kosovo, NYT, 11 de junio de 1999. Levi, «Kosovo: It is Here»,
Ha’aretz, 4 de abril; Sharon y otros funcionarios israelíes, Samdar Peri, Yediot
Ahronot, 9 de abril; Judy Dempsey, Financial Times, 12 de abril. Levi y Sharon
citados por Amnon Kapeliouk, Le Monde Diplomatique, mayo de 1999.
Williams, Middle East International, 23 de abril de 1999. Véase también Peretz
Kidron, «Israel: from Kosovo to ‘national unity’». MEI, 9 de abril; editorial,
«Kosovo-1948 revisited», en el mismo número; The Economist, 10 de abril de
1999. Howe, en un reportaje de 1982 sobre su impactante descubrimiento de que
la ocupación de los territorios había tenido un «efecto de endurecimiento» en la
sociedad israelí, aunque no un «efecto de corrupción», como se documenta en un
libro que él reseña NYT Book Review, 16 de mayo de 1982. <<
[33]
Véase mi libro World Orders Old and New, Columbia, 1994; edición
ampliada y actualizada sobre la interacción de Estados Unidos, Israel y
Palestina, 1996. <<
[34]
Sobre esta reconstrucción de la historia actual, véase mi libro Fateful
Triangle, South End, 1983, edición ampliada 1999; Pirates and Emperors,
Claremont, 1986, Amana 1988, Black Rose 1988; World Orders. Norman
Finkelstein, Image and Reality in the Israel-Palestine Conflict, Verso, 1995.
Véase el epílogo de 1996 a World Orders para otras fuentes recientes. <<
[35] Para comentarios más amplios, véase Chomsky y Edward S. Herman,
Political Economy of Human Rights, South End, 1979, dos volúmenes; Herman
y Chomsky, Manufacturing Consent, Pantheon, 1988; Herman, The Real Terror
Network, South End, 1982; Alexander George, comp., Western State Terrorism,
Polity, 1991; William Blum, Killing Hope, Common Courage, 1995; y varias
otras fuentes. Sobre el esfuerzo ocasional por responder, véase Necessary
Illusions y Edward Herman, «The Propaganda Model Revisited», Monthly
Review, julio-agosto de 1998. <<
[36]
Sobre la vacilante política con relación a Iraq conforme al cambio de
necesidades políticas y otros casos similares, véase Deterring Democracy,
«Afterword», 1992; World Orders; Powers and Prospects, South End, 1996.
Sobre cómo Saddam fue «apapachado y agasajado» por Washington y Londres
hasta que cometió el pecado de la desobediencia, véase Miron Rezun, Saddam
Hussein’s Gulf Wars, Praeger, 1992, particularmente la adulación de una
delegación de prominentes senadores al Carnicero de Bagdad, cuando le llevaron
saludos de George Bush unos meses antes de la invasión de Kuwait. También
Mark Phythian, Arming Iraq: How the U.S. and Britain Secretly Built Saddam’s
War Machine, Northeastern University, 1997; United States Export Policy
Toward Iraq Prior to Iraq’s Invasion of Kuwait, Hearing Before the Comittee on
Banking, Housing and Urban Affairs, Senado de Estados Unidos, 102 Congreso,
27 de octubre de 1992, particularmente Gary Milhollin, «Licensing Mass
Destruction», pp. 102-120. <<
[37] Hayden, entrevista con Doug Henwood, wbai, 15 de abril de 1999. Versión
25 de marzo de 1999, del jueves: Segunda parte, Europa central, los Balcanes;
República Federal de Yugoslavia; Serbia; EE/D3492/A, citando a la agencia de
noticias Tanjug (del gobierno yugoslavo). <<
[43] Para una reseña reciente sobre el Medio Oriente, véanse mis libros World
véase más adelante, see. 3.2, para ejemplos en los años noventa. <<
[52] Vickers, Teodosijevic, op. cit. <<
[53]
Judah, The Serbs: History, Myth & the Destruction of Yugoslavia, Yale,
1997. <<
[54] «Tantos serbios» como albaneses, escribe, lo cual parece dudoso dada la
marzo de 1999; Ray Bonner, «nato Is Wary of Proposals To Help Arm Kosovo
Rebels», NYT, 4 de abril de 1999. <<
[58] Para la opinión actual de Judah, véase «Inside the kla», New York Review, 10
<<
[68] El anterior editor del Boston Globe, Randolph Ryan, quien trabajó en
Yugoslavia para diversas agencias noticiosas internacionales, y la académica
disidente serbia Jasmina Teodosijevic. <<
[69] Justin Brown, «nato hits Serbia’s northern province hard», csm, 22 de abril;
Carlotta Gall, «No Water, Power, Phone: A Serbian City’s Trials», NYT, 4 de
mayo de 1999. <<
[70]
Véase el libro del historiador canadiense Floyd Rudmin, Bordering on
Aggression: Evidence of U.S. Military Preparations Against Canada, Voyageur,
1993. <<
[71] BBC, 19 de abril; véase el cap. 1, nota 31. <<
[72] Frances Williams, equipo internacional, FT, 1 de octubre de 1998. Sobre la
ausencia de autoridad, véase Weller, op. cit., quien afirma que de cualquier
manera el bombardeo se justificó como una «intervención humanitaria», aunque
sin argumentos. <<
[73] Para ejemplos en años recientes, véase mi libro Culture of Terrorism, South
End, 1988, caps. 5 y 6; Year 501, South End, 1993, cap. 7; Rethinking Camelot,
South End, 1993, cap. 1; únicamente una pequeña muestra. <<
[74] Ver Deterring Democracy, Year 501, World Orders, y otras fuentes citadas.
Paramilitary Partnership and the United States, Nueva York, 1996; War without
Quarter, octubre de 1998. Sobre los antecedentes, véanse World Orders y otras
fuentes citadas; Javier Giraldo, S.J., Colombia: The Genocidal Democracy,
Common Courage, 1996. Para información más reciente, véase NACLA Report
on the Americas, marzo/abril de 1998, así como las publicaciones regulares de la
Red de Apoyo para Colombia y otros grupos de solidaridad y derechos humanos.
<<
[91] Yo fui uno de los miembros de la delegación de Amnistía Internacional. <<
[92]
Colombia’s Killer Networks, citando el excelente estudio de Michael
McClintock’s denominado Instruments of Statecraft, Pantheon, 1992. <<
[93] Véanse World Orders y otras fuentes citadas, particularmente AI, HRW y la
junio de 1999. Los «dilemas» tienen que ver en parte con el «paralelismo» entre
Kosovo y el «problema kurdo» en Turquía, «tan leal como siempre a la OTAN»
cuando bombardeó Serbia. <<
[98] Véase Jonathan Randal, Afler Such Knowledge, What Forgiveness: My
Encounters with Kurdistan, Westview 1999; John Tirman, Spoils of War: The
Human Cost of America’s Arms Trade, Free Press, 1997. Sobre antecedentes,
véase David McDowall, Λ Modern History of the Kurds, I.B. Tauris-St. Martin’s,
1997; Michael Gunter, The Kurds and the Future of Turkey, St. Martin’s, 1997;
Robert Olson, comp., The Kurdish National Movement in the 1990s, Kentucky,
1996. Sobre las atrocidades cometidas en los años noventa, véase sobre todo
Human Rights Watch, Forced Displacement of Ethnic Kurds from Southeastern
Turkey, octubre de 1994, y Weapons Transfers and Violations of the Laws of War
in Turkey, noviembre de 1995; David McDowall, The Destruction of Villages in
South-East Turkey, Medico International y khrp, junio de 1996; Tirman, Spoils
of War sobre el «genocidio blanco en Turquía», y el papel decisivo de Estados
Unidos en instrumentarlo. Para una reseña actual, véase Kevin McKiernan,
«Turkey s War on the Kurds», Bulletin of the Atomic Scientists, marzo/abril de
1999; Tamar Gabelnick, directora en funciones del Proyecto de Monitoreo para
la Venta de Armas, de la Federación de Científicos Americanos, «Turkey: Arms
and Human Rights», Foreign Policy In Focus núm. 4, p. 16, mayo de 1999,
Interhemispheric Resource Center. También Nicole Pope, «Turkey’s Missed
Chance», NYT, editorial de opinion del 17 de abril de 1999, una saludable ruptura
del patrón normal. <<
[99] Véase Ismail Besikci, Selected Writings: Kurdistan and Turkish Colonialism,
Inglaterra y Gales, Policing Human Rights Abuses in Turkey, mayo de 1999. <<
[103] Ibid. El ministro fue depuesto. <<
[104] Randal, Human Rights Watch, Tirman, McKierman, op. cit. <<
[105] En vista de que estos métodos de terror al por mayor son prerrogativa de los
más poderosos, se les considera menos atroces o insignificantes, incluso tal vez
meritorios. Por ello My Lai se consideró una atrocidad horrenda, pero no las
matanzas planeadas de civiles ni las enormes operaciones de limpieza étnica con
bombardeos continuos sobre zonas densamente pobladas. Para una comparación
entre la masacre de My Lai y la operación militar que se mencionó en una nota
al pie, véase la investigación detallada del jefe de edición para Saigón de
Newsweek, Kevin Buckley y sus asociados, en Political Economy of Human
Rights, vol. 1. <<
[106] Policing Human Rights Abuses. <<
[107] Gabelnick, op. cit. <<
[108] Leyla Boulton, FT, 8 de abril de 1999. Reuters, «Turkish F-16s said to carry
out bomb raids», BG, 18 de mayo, donde se informa de ataques «cada vez más
intensos» de las bases turcas y de la apología a sus «esfuerzos humanitarios»
porque Turquía admitió a miles de refugiados albaneses. <<
[109] Gabelnick, op. cit. Sobre las vicisitudes de los kurdos y su calificación de
reciente más sorprendente. Véase Year 501, cap. 4, para una reseña; véase el cap.
6 de este libro. <<
[117] Christopher de Bellaigne, NYT, 24 de junio de 1999, en una reseña del libro
enero de 1997. Padraic Convery, «Living a footstep away from death», Guardian
Weekly, 4 de octubre de 1998. Marcus Warren, «America’s undeclared war still
killing children», Sunday Telegraph, 20 de abril de 1997. Ronald Podlaski, Veng
Saysana y James Forsyth, Accidental Massacre: American Air-Dropped
Bomblets Have Continued to Maim and Slaughter Thousands of Innocent
Victims, Mostly Children, for the Last 23 Years in Indochina, Humanitarian
Liaison Services, Warren Vermont, 1997; Podlaski estuvo en la guerra de
Vietnam en operaciones fronterizas secretas y se mudó a Camboya, donde
estableció en 1991 un centro de prótesis; Forsyth es un empresario inglés y ex
reportero que ha trabajado en Asia y Estados Unidos. Ambos han trabajado en
Laos y consideran que las cifras oficiales de 20 mil víctimas anuales de las
bombas —más de la mitad mueren— son demasiado bajas, Wain, op. cit.
Proyecto para la remoción de bombitas del Comité Central Menonita, A Deadly
Harvest, s/f, Fred Branfman, «Something Missing: A Visit to the Plain of Jars»,
Indochina Newsletter, Cambridge, Massachusetts, núm. 4, 1995. Branfman,
voluntario del ivs que habla lao, hizo más que nadie para exponer los crímenes
en el Plain of Jars de los años sesenta; véase su libro Voices from the Plain of
Jars, Harper Sc Row, 1972, así como mis libros At War with Asia, Pantheon,
1970, y For Reasons of State, Pantheon, 1973. También Political Economy of
Human Rights, vol II, y fuentes citadas; para una cobertura amplia,
Manufacturing Consent. <<
[122] mag, véase la nota anterior. Keith Graves, «US secrecy puts bomb disposal
<<
[127] Kevin Cullen y Anne Kornblut, B G, 4 de abril; discurso de Clinton del 1 de
1999. Lynch informa que Clinton se rehusó a dar «menos de 100 mil dólares»
para la operación en el Congo. <<
[129] Paul Starr, «The Choice in Kosovo», American Prospect, julio-agosto de
medidas para aumentar el castigo una vez que el fin de la guerra fría amplió las
oportunidades, véase mi libro Profit Over People, Seven Stories, 1998, cap. 3.
<<
[134] David Phillips, profesor de diplomacia preventiva de Columbia University,
citado por Ethan Bronner, «The Scholars: Historians Note Flaws in President’s
Speech», NYT, 26 de marzo de 1999. <<
[135] Véase Stephen Shalom, «Gravy Train: Feeding the Pentagon by Feeding
1995. Maynes, FP, primavera de 1995. Steven Lee Myers, «A Marine General
Who Studies Cultures as Well as Bomb Targets in the Gulf», NYT, 27 de
diciembre de 1998. <<
[138] De Waal, op, cit. <<
[139] Karl Vick, «Somalia Stares Starvation in the Face Again», WP Weekly, 4 de
enero de 1999. Un fragmento del libro de Mark Bowden, Black Hawk Down, fue
presentado como un editorial de una página en el Boston Globe (31 de mayo de
1999), con relación al sufrimiento de las tropas estadounidenses. No hubo
explicación, aunque supuestamente era una advertencia del envío de tropas a los
Balcanes. <<
[140] Sobre los antecedentes, véanse Year 501 y otras fuentes citadas. Para una
reseña y fuentes más recientes, véase Profit Over People, cap. 4. <<
[141] Lisa McGowan, Democracy Undermined, Economic Justice Denied:
Structural Adjustment and the aid Juggernaut in Haiti, Washington:
Development Gap,junio de 1997. Jennifer Bauduy, «us Chickens Steal Jobs
From-Haiti?», csm, 15 de septiembre de 1998. <<
[142] Testimonio de Talbott ante el comité del Senado sobre el retiro inminente a
Tony Evans, comp., Human Rights Fifty Years On: A Reappraisal, Manchester
University Press/St. Martin’s Press, 1998; Dedev Vagts, «Taking Treaties Less
Seriously», «Editorial Comments», AJII 92, p. 458, 1998. <<
[144] William Glaberson, NYT, 27 de marzo. <<
[145] Véase Amnistía Internacional, The United States of America: Rights for All,
1998. <<
[146] Murphy, Humanitarian Intervention: The United Nations in an Evolving
World Order, Pennsylvania, 1996. Las citas están tomadas de la tesis doctoral,
del mismo título, presentada en 1994. Para una reseña, véase American Journal
of International Law, vol. 92, 1998, p. 583f. Sobre las acciones de Japón y la
retórica en Manchuria, en comparación con la de Estados Unidos en Vietnam,
véase «Revolutionary Pacifism of A.J. Muste», reimpreso en American Power
and the New Mandarins. <<
[147] Para un análisis serio enfocado en la conducta y posterior autojustificación
1999. <<
[149] Sobre los acontecimientos y la interpretación que Roosevelt les dio, véase
cit. <<
[154] Clive Ponting, Churchill, Sinclair-Stevenson, 1994, p. 132. <<
[155] Glennon, «The New Interventionism». <<
[156] Ibid. <<
[157] Sobre el interesante concepto de «antiamericanismo», un concepto cuya
Londres, Nueva York, 1981; Leila Tarazi Fawaz, Occasion for War, University
of California, 1994. Quiero manifestar mi agradecimiento a Irene Gendzier y
Elaine Hagopian por la información y las fuentes. <<
[159] Gellman, op. cit. <<
[160] John Broder, mt, 3 de junio de 1999, con relación al mensaje de Clinton
Bacon, Bob Hohler, BG, 3 de abril; Jane Perlez, NYT, 28 de marzo de 1999, y
muchos otros. <<
[163] Glennon, Smith y Drozdiak, op. cit.; editorial, WSJ, 16 de abril de 1999. <<
[164] NYT, 18 de abril de 1999. al, United States of America, op. cit. Human Rights
Watch, Shielded from Justice, junio de 1998. Con respecto a Estados Unidos y la
ud, véanse mi artículo «United States and the ‘Challenge of Relativity’» y otras
fuentes citadas. Sobre la violación de derechos humanos en otros países, hay
literatura abundante, y ya se han citado algunos ejemplos. Un dato relevante,
difícil de ignorar si se analiza racionalmente —aunque fácilmente descartado
sobre bases doctrinarias— es la correlación entre ayuda externa y tortura en
América Latina, incluyendo la ayuda militar y todos los años de Carter, lo cual
revela el eminente académico en el tema, Lars Schoultz: Comparative Politics,
enero de 1981. Sobre los años de Reagan, la correlación era demasiado obvia
para merecer estudio, y tan sólo Colombia ilustra su persistencia hasta el
presente. Otro estudio más amplio del economista Edward Herman se extiende
más allá del hemisferio occidental e incluye factores que explican
razonablemente la correlación como un efecto secundario de la correlación
esperada de la ayuda exterior, al mejorar el clima para la inversión; Real Terror
Network, también reseñado en Political Economy of Human Rights, vol. 1. <<
[165] U.S. Department of State, «Erasing History: Ethnie Cleansing in Kosovo»,
Perlez. Dos planas enteras se dedicaron al resumen de las «secciones clave». <<
[169] Philip Shenon, NYT, 2V de mayo de 1999. <<
[170]
Podría argumentarse que el esfuerzo por impedir estos acontecimientos
motivó el ataque previo, aunque un análisis de los casos elimina claramente este
postulado. <<
[171] Paul Wilson, al presentar el discurso de Havel ante el parlamento
canadiense: «Kosovo and The End of the Nation-State», New York Review, 10 de
junio de 1999. <<
[172] Fragmentos, NYT, 22 de febrero; WP Weekly, 5 de marzo de 1990, WP, ver cap.
Ver Turning the Tide para más comentarios, y Fateful Tringle para ejemplos
adicionales sobre el principio al que se apega Wiesel de guardar silencio ante las
atrocidades. El colega receptor del Premio Nobel fue el biólogo del MIT
Salvador Luria, quien me pidió recabar documentación de la prensa hebrea para
enviársela a Wiesel, junto con su sugerencia —aún no respondida. <<
[177] Bauer, Israel Amrani, Ha’aretz, 20 de abril de 1990. El contexto del artículo
At War with Asia. Sobre la masacre, Year 501 y otras fuentes citadas. <<
[198] Weeks, op. cit.; véase la introducción de Rethinking Camelot, para más
Making of Modern Liberalism, «Liberalism and Kosovo. The Good Fight», New
Republic, 10 de mayo de 1999. <<
[202]
Kissinger, «Commentary», BG, 1 de marzo de 1999. American Foreign
Policy, Norton, 1969. <<
[203] TonyJudt, «Tyrannized by Weaklings», editorial de opinión, NYT, 5 de abril;
Serge Schmemann, «A New Collision of East and West», NYT, 4 de abril de 1999.
Ash, op. cit. <<
[204] Michael Wines, NYT, 13 de junio de 1999. <<
[205] Sobre las matanzas de Kishinev y Sabra/Shatila (comparación que apareció
de 1999. <<
[212] Véase Weller, op. cit, un análisis detallado de un profundo conocedor que
la autoridad final» con respecto a las funciones de supervisión del retiro de las
fuerzas bélicas y la policía yugoslavas. <<
[215]
Steven Erlanger, NYT, 5 de junio, citando el texto del artículo; Blaine
Harden, NYT, mismo día, referencia indirecta. Dinmore, «Belgrade may still
secure better deal», FT, 6 de junio de 1999. <<
[216] Editorial, eg, 18 de junio de 1999. Inicialmente, los editores se sumaron en
conocía los datos, reitera en su artículo que «incluso antes del bombardeo, la
legislatura serbia aprobó la idea de una presencia de las Naciones Unidas en
Kosovo». Véase la nota 217. <<
[223] Entrevista, NYT, 1 de mayo; Jane Perlez, NYT, mismo día. <<
[224] «Group of Eight’s Kosovo Statement», NYT, 7 de mayo de 1999. <<
[225] Yemma, BG, 7 de mayo de 1999. <<
[226] Jane Perlez, NYT, 8 de mayo de 1999. <<
[227] Steven Erlanger, NYT, 29 de mayo; Anne Kornblut, BC, 30, 31 de mayo de
1999. <<
[228] Charles Madigan, Chicago Tribune, 2 de junio de 1999. <<
[229] Texto del acuerdo de paz de Kosovo, Departamento de Estado, NYT, 4 de
junio de 1999. Para el texto aprobado por el parlamento serbio, véase ap, 3 de
junio de 1999 (traducido por ap). Los textos difieren levemente. La versión
aprobada por Serbia se refiere al señalamiento pero no el retiro de las minas.
También tiene más detalles que la versión del Departamento de Estado sobre un
«calendario rápido y preciso para el retiro». La primera versión de la resolución,
«un Resolution on Kosovo: Establishing the Principles of a Political Solution»,
ap, NYT, 9 de junio de 1999. <<
[230] Artículo principal, FT, y Guy Dinmore, FT, 4 de junio de 1999. <<
[231] «A Missing Footnote: ‘nato at the Core’», NYT, 9 de junio de 1999. El resto
Estado Albright; Stephen Lee Myers con Craig Whitney, NYT, 4 de junio, equipo
de redacción, WSJ, 4 de junio. Kevin Cullen, ne, 6 de junio; Michael Gordon, NYT,
11 de junio de 1999. Un esfuerzo por demostrar que la concertación fue un «peor
acuerdo» es que la presencia internacional de seguridad será mucho más grande
que la fuerza de ocupación de la OTAN prevista en el Acuerdo de Rambouillet, lo
cual es cierto, aunque, cabría suponer, de poca importancia para Serbia, ya que
una ocupación es una ocupación. Esta fuerza más numerosa, que tendrá mayores
costos para la OTAN, es uno de los «costos mONUmentales» del bombardeo y de la
violencia serbia que le siguió. <<
[234] Para más información sobre estos temas, véanse Towards a New Cold War,
de 1999. <<
[236] Editoriales, nty, 4 y 8 de junio; Blaine Harden, «Surprising Lesson:
bombing Can Work», NTY, 5 de junio; Elizabeth Becker y David Rohde, Harden
nty, 6 de junio de 1999. <<
[237] nty, 11 de junio de 1999. <<
[238] Editorial, «Summing up Kosovo», BG, 8 de junio; David Nyhan, «nato wins
the war», BG, 8 de junio; Fred Kaplan, BG, 6 de junio de 1999. <<
[239] Lewis, «When Praise is Due», NYT 12 de junio de 1999; NYT, 21 y 24 de abril
1999. <<
[246] Human Rights Watch, Palestinian Self-Rule Areas: Human Rights Under
Escalation in Vietnam, Fawcett World Library, 1966; Scott, The War Conspiracy.
Bobbs-Merrill, 1972. <<
[250] Véase el artículo que escribí en 1973, reimpreso en Towards a New Cold
nato Will Step Up Bombing», NYT, 7 de junio de 1999; también Craig Whitney,
NYT, mismo día. Kevin Cullen, «Serbs seen pressing for role by un», 8 de junio
de 1999. <<
[254] Becker, NYT, 8 de junio de 1999. <<
[255] Jane Perlez, «Russians Balking as Gains are Made on Kosovo Talks», NYT, 8
convierte de preferencia en hecho en otro artículo por Jane Perlez. Véase el cap.
3, nota 153. <<
[258] Anne Kornblut y David Filipov, Filipov, BG, 12 de junio. John Kifner y
Steven Lee Meyers, Steven Erlanger, Michael Gordon, NYT, 12 de junio de 1999.
<<
[259] Blaine Harden, NYT, 8 de junio; Kevin Cullen, 11 de junio de 1999. <<
[260] Kevin Cullen, «Democracy activism: a war casualty», BG, 26 de mayo,
de marzo; Matic, editorial de opinión, NYT, 3 de abril; Ryan, «nato bombs raze
dreams of democracy», BG, 4 de abril de 1999. Sobre Vojvodina, cap. 2, notas 25,
26 y texto. Premio a Matic, Media Focus; véase el cap. 5, nota 53. <<
[267] Véase Gleijeses, op. cit., para un ejemplo relevante, basado en un análisis
informes. <<
[269] Harden, «The Long Struggle That Led the Serbian Leader to Back Down»,
junio; Peter Thai Larsen, «Kosovo conflict highlights real winners in wars», FT,
1 de junio de 1999. <<
[276] Citado por Frank Kofsky, Harry Truman and the War Scare of 1948, St.
Martin’s Press, 1993. Para más información sobre este tema, véase World Orders
y otras fuentes citadas, sólo una fracción de la historia íntegra,
fundamentalmente desperdigada en monografías técnicas. Para una reseña lúcida
sobre la socialización del riesgo y otras características principales de la
economía internacional, véase Robin Hahnel, Panic Rules!, South End, 1999.
Sobre los antecedentes generales, véase Richard DuBoff, Accumulation and
Power, M.E. Sharpe, 1989. <<
[277] Daniel Pearl, WSJ, 4 de junio; Charles Pretzlick, FT, 6 de junio de 1999. <<
[278] Craig Whitney, «European Union Vows to Become Military Power», NYT, 4
de 1999. <<
[280] Lloyd, FT, 19-20 de enero de 1991. Para una opinion mundial después de la
guerra del Golfo, véase mi artículo en Collateral Damage, op. cit. <<
[281] Karim El-Gawhary, «nato’s bill of rights», Al-Ahram Weekly, 27 de mayo de
1999. <<
[282] Gilboa, véase el cap. 1, nota 15. <<
[283] Schiff, Ha’aretz, 11 de junio de 1999. <<
[284] The Hindu, 12 de mayo de 1999. <<
[285] Editoriales, Times of India, 8 de mayo; Hindu, 9 de abril, 22 de abril de
1999. <<
[286] Editorial, Hindu, 7 de junio de 1999. <<
[287] Lead story, FT, y Guy Dinmore, FT, 4 de junio de 1999. <<
[288] RebecaJohnson, «Troubled Treaties: Is the npt tottering»?; Michael Crepon,
«ctbt [Comprehensive Test Ban Treaty] deadline nears», mismo título; Bulletin
of the Atomic Scientists, marzo/abril de 1999. <<
[289] Apéndice 2 de Nuclear Futures: Proliferation of Weapons of Mass
Destruction and US Nuclear Strategy, por Hans Kristensen, British American
Security Information Council (basic), informe de investigación básica 98, p. 2,
marzo de 1998. Para algunos fragmentos, véase ap, «Irrationality suggested to
intimidate US enemies», BG, 2 de marzo de 1998; así como mi artículo «Rogue
States», Z, abril de 1998. <<
[290] Informe de investigación de basic, apéndice 1. <<
[291] Gilboa, op. Cit. Sobre la teoría israelí, véase Fateful Triangle, pp. 464 y ss.
<<
[292] National Security Strategy of the United States, the White House, marzo de
1993, p. 201. Sobre el funcionamiento del sistema, véase Hahnel, op. cit. <<
[299] Michelle Faul, ap, 10 de febrero. Reportaje de Dina Ezzat desde Jamaica,
citado por Louis Henkin, How Nations Behave, Consejo para las Relaciones
Internacionales, Columbia University, 1979, pp. 333-334; Trachtenberg, op. cit,
citando el informe de Acheson de 1961, Biblioteca Kennedy. <<
[303] Weller, op. cit. <<
[304] asil Newsletter, marzo-abril de 1999. Vagts, op. cit. <<
[305] Ian Bickerton, FT, 3 de junio; Marlise Simons, NYT, 3 de junio de 1999. El
fundamento legal para hacer los cambios era absurdo, al igual que el marco
temporal estipulado, ambos diseñados para evitar reconvenciones en contra de
Yugoslavia. <<
[306] Crook, asesor legal para asuntos de las Naciones Unidas, Departamento de
diciembre de 1993. Para una reseña, «The U.S. and the ‘Challenge of
Relativity’», véase el cap. 3, nota 143. <<
[308] Shultz, «Moral Principles and Strategic Interests,» Departamento de Estado,
política núm. 820, discurso del 14 de abril de 1986, programado para que
coincidiera con el bombardeo terrorista de Libia que llevó a cabo Washington.
Véase Necessary Elusions, apéndice. V.2. Sofaer, «The United States and the
World Court,» Departamento de Estado de los Estados Unidos, Oficina de
Asuntos Públicos, política núm. 769, diciembre de 1985. Para citas más amplias,
véase mi artículo «Consent without Consent’: Reflections on the Theory and
Practice of Democracy,» Cleveland State Law Review 44, p. 4, 1996. <<
[309] 1949, Caso del Canal de Corfú. Epígrafe a Haas, op. cit. <<
[310] Kevin Done, FT, 27/28 de marzo de 1999. <<
[311] Blair, «A New Generation», véase la p. 3. <<
[312] Bull, «Justice in international relations», 1983 Hagey Lectures, Universidad
de Waterloo, Waterloo, Ont., 1983, pp. 1-35. Henkin, op. cit, pp. 144-145;
también citado por Murphy, op. cit., por considerarlo de particular importancia.
<<
[313] Daniel Pearl y Rofert Block, WSJ, 31 de diciembre de 1999. <<
[314] David Peterson, comunicación personal; búsqueda en bases de datos nexis,
1999. <<
[322] Erlanger, op. cit. <<
[323] Ibid, de OSCE, Kosovo/Kosova As Seen, As Told, parte V: The municipalities,
distinguirse del comentario, que con frecuencia es una defensa disfrazada hecha
por el editor, apólogo del bombardeo y «asesor legal del gobierno de Kosovo»,
quien desempeñó esa función también en las negociaciones de Rambouillet. A
continuación aparecen algunos ejemplos. <<
[327] Ibid., pp. 313-346. <<
[328] Kosovo/Kosova. Carlotta Gall, NYT, 5 de abril de 1999. <<
[329]
Ibid, citando a Clark, «Overview», NYT, 27 de marzo y Sunday Times
(Londres), 28 de marzo; Newsweek, 12 de abril; BBC, «Panorama: War Room»,
19 de abril de 1999. <<
[330] Elizabeth Becker, NYT, 15 de octubre de 1999. <<
[331] Frances Williams et al., Financial Times, 7 de octubre de 1998. <<
[332] Daniel Williams, International Herald Tribune, Washington PostSer vice,
<<
[346] Editorial, BG, 9 de diciembre de 1999. <<
[347] Binder, «The Role of the United States in the Krajina Issue», Mediterranean
Quarterly, 1997. Sobre el defectuoso y olvidado juicio, véase Ray Bonner, NYT,
21 de marzo de 1999. Sobre el Tribunal, véase Christopher Black y Edward
Herman, Z, febrero de 2000. <<
[348] Μτ, 6 de octubre; Joe Lauria, BG, 8 de octubre; Carlotta Gall, IHT-NYT, 3 de
Para un intento de evaluar los costos regionales y otros, véase Ted Galen
Carpenter, comp., nato Empty Victory, Washington, cato Institute, 2000. <<
[356] Moscow Times, 9 de julio de 1999. <<
[357] Michael Littlejohns, FT, 9 de septiembre de 1999. <<