Comunicar en La Sociedad Red Teorías, Modelos y Pr... - (PG 55 - 86)

© Editorial UOC Capítulo II. Fundamentación de la teoría de la...
Capítulo II
Fundamentación de la teoría de la
comunicación
1. Claves
1) Las principales perspectivas para el análisis de la comunica-
ción como disciplina científica.
2) El contexto en que se desarrolla la comunicación y los ele-
mentos que intervienen en los distintos niveles.
3) El concepto de comunicación y sus implicaciones.
4) Las acciones que se llevan a cabo en los procesos de comuni-
cación pública.
2. Investigar la comunicación
En este capítulo nos adentramos por los caminos de la inves-
Copyright © 2015. Editorial UOC. All rights reserved.
tigación en teoría de la comunicación, una ciencia que aún se está

consolidando. La investigación y la ciencia han de estar en con-
tacto permanente con la realidad social en la que se insertan. Por
un lado, toda investigación debe describir su objeto de estudio del
modo más riguroso posible. Por otro, la propia realidad, sometida
a cambios de todo tipo, también determina a su vez los derroteros
por los que avanza la investigación y plantea nuevos retos.
Cuando hablamos de la ciencia del derecho, nos remontamos a
más de 2.000 años de historia, desde el primitivo derecho romano
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García, A. J. A. (2015). Comunicar en la sociedad red: teorías, modelos y prácticas. Retrieved from http://ebookcentral.proquest.com
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© Editorial UOC Comunicar en la Sociedad Red
hasta la legislación actual sobre piratería en internet. Los estudios

de medicina superan los 500 años. Los de comunicación, en cam-
bio, comienzan a principios del siglo xx con la publicística en Ale-
mania, y cuando surgen las primeras Escuelas de Periodismo en
Estados Unidos. En España, los estudios de comunicación se ini-
ciaron en los años ochenta, cuando Miquel de Moragas publicó
Teorías de la comunicación y Ángel de Benito Concepto, método, fuentes y
programa de la Teoría General de la Información. Nos encontramos, por
tanto, ante un campo de estudio joven, que aún no ha alcanzado
la madurez de otras ciencias. Es más, algunos aún dudan de que
la comunicación reúna los requisitos para ser una ciencia.
La teoría de la comunicación constituye el fundamento cientí-
fico de los estudios sobre comunicación. Es una materia que pre-
senta la investigación y los avances en el terreno de la comunica-
ción, tanto en lo que se refiere a los postulados y a los conceptos,
como a los métodos utilizados para obtener los análisis y resulta-
dos. En los textos básicos de las investigaciones sobre comunica-
ción, constatamos que el conjunto de conocimientos generados
conforma cierta amalgama de escuelas teóricas, modelos y enfo-
ques desde las perspectivas más variadas, que a menudo no dia-
logan entre sí. Algunos autores, como Mauro Wolf (1987: 59), la-
mentan esta situación:
La larga tradición de análisis (sintéticamente indicada con el término

Communication Research) ha seguido los distintos problemas surgidos a lo
largo del tiempo atravesando perspectivas y disciplinas, multiplicando
hipótesis y enfoques. De ello ha resultado un conjunto de conocimien-
tos, métodos y puntos de vista tan heterogéneo y disforme, que hace
no solo difícil sino tal vez insensato cualquier intento de ofrecer una
síntesis satisfactoria y exhaustiva.
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Por ello, cabe plantearse: ¿qué constituye el cuerpo teórico de la

comunicación? Parece obvio que necesitamos conocer cuáles son
las grandes perspectivas desde las que se ha afrontado el estudio
de la comunicación, pues sin duda todas ellas arrojan luz sobre el
objeto de estudio. Sin embargo, reducir la teoría de la comunica-
ción a una mera recopilación de conceptos, a un catálogo de ideas,
equivale a una erudición inútil. Es más, hablamos de estudiar las
«teorías de la comunicación», en plural, porque se trata de postu-
lados complementarios entre sí, que intentan explicar una misma
realidad desde diversos puntos de vista (Rodrigo, 2001: 11). A ello
nos ayudan los modelos que teorizan sobre cómo funcionan los
procesos comunicativos, según veremos en el capítulo IV.
Hay profesionales que desprecian, porque lo consideran inú-
til, cualquier intento de fundamentar teóricamente la actividad co-
municativa. No es infrecuente que algunos periodistas menospre-
cien esta materia como «un conjunto de teorías obsoletas» o in-
cluso como «teorías sin ninguna utilidad real». Conviene, por tan-
to, plantearse la utilidad de la teoría de la comunicación de cara
al ejercicio profesional. Como apunta Martín Algarra (2003), «¿es
posible llegar a hacer bien algo si no se sabe exactamente lo que
es? Sinceramente lo dudo; creo que la vida misma da muestra de
ello».
Por ello, dedicar un tiempo a pensar sobre la comunicación
resulta necesario para quienes nos dedicamos a ella como activi-

dad profesional y como campo de estudio. Precisamente porque
el periodista es un comunicador y antes que nada, persona. Co-
nocer la naturaleza de la comunicación supondrá la posibilidad
de participar más plenamente en ella —en la comunicación bási-
camente se participa— y de ejercer la actividad profesional con
resultados óptimos. Pensar la comunicación, reflexionar con «al-
tura universitaria», va más allá del mero ejercicio académico. No
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se reduce a un cometido exclusivo para las «ratas de biblioteca»

ni para los amantes de las teorías retorcidas, ni tampoco supone
una pérdida de tiempo. Se trata de un trabajo necesario para ser
un buen profesional.
Una idea generalmente aceptada subraya la enorme riqueza del
término «comunicación», con el que se expresan realidades muy
diversas. Puesto que se trata de un fenómeno presente en infini-
tud de acciones humanas, cualquier persona se considera capaz de
hablar sobre la comunicación, al menos de forma indirecta. Hay
quien afirma que «Risto Mejide te atrapa», «Ana Pastor comunica
muy bien», o que le gusta determinado programa de radio o que
tal periodista escribe mal. En palabras de Aubrey Fisher (1978):
Todos estamos demasiado familiarizados con la comunicación, de ma-

nera que cualquier persona se considera a sí misma algo así como un
experto en comunicación, en sus problemas y soluciones.
Cuando alguien se interesa por el proceso comunicativo, su cu-

riosidad no suele orientarse al concepto de la comunicación ni a
sus implicaciones profesionales o éticas. Aborda el fenómeno con
un sentido práctico; su interés se centra en saber qué ha de hacer
para «comunicar mejor». Esto sucede porque, sin tener concien-
cia de ello, aprendemos a comunicar de forma innata, mediante
las propias experiencias, los éxitos y fracasos. Con la comunica-

ción siempre se consigue algo, desde los asuntos más importan-
tes y trascendentes hasta los más nimios. Por tanto, la comunica-
ción nos interesa a todos porque es un instrumento que usamos
de continuo, del que nos valemos para alcanzar nuestros objeti-
vos. Ahora bien, el hecho de que se utilice como un instrumen-
to no significa que la comunicación deba considerarse un mero
utensilio. Es también experiencia, aprendizaje, evolución biológi-
ca, desarrollo histórico y hasta conciencia.
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Además de estudiar la comunicación con sentido común, ne-

cesitamos hacerlo con la lógica y la metodología que exige el sa-
ber científico. Precisamente una de las causas de la supuesta debi-
lidad de la ciencia de la comunicación reside en la ligereza con que
se ha denominado «ciencia» a los estudios sobre los fenómenos
más diversos, porque un saber acerca de toda la realidad es lo más
parecido a un saber sobre nada (Piñuel y Lozano, 2006). Querer
abarcarlo todo conduce a la superficialidad y a la pobreza intelec-
tual. Esta también es la causa de la valoración negativa que a ve-
ces escuchamos del trabajo de los periodistas y comunicadores,
cuando se dice que «eso podría haberlo hecho cualquiera». Que-
de claro que el periodista debe ser un experto en comunicar, en
elaborar contenidos, aunque no siempre sea experto en la materia
sobre la que trata.
3. Concepto y elementos de la comunicación

Una primera aproximación para entender el concepto de co-
municación la ofrece su etimología. Comunicar procede del voca-
blo latino communicare, que significa «compartir algo, hacerlo co-
mún», y por «común» entendemos la comunidad; o sea, comuni-
car alude a «algo» que afecta al conocimiento sobre los demás. Su

etimología implica que la comunicación se compone de acciones
que vertebran las relaciones sociales. Ahora bien, ¿qué es ese «al-
go» al que aludimos? Tanto las personas como los animales es-
tamos constantemente recopilando datos sobre nuestro entorno,
los procesamos y compartimos con nuestros semejantes, esperan-
do que nos permitan satisfacer alguna necesidad. La comunica-
ción no es algo exclusivo del ser humano, ya que todos los seres
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vivos tenemos la capacidad de comunicarnos y de compartir in-

formación sobre nuestro entorno, lo cual nos ayuda a sobrevivir.
Los animales se comunican para encontrar comida, escapar de sus
depredadores y establecer relaciones jerárquicas que les posibili-
tan un orden dentro de su comunidad.
La comunicación se caracteriza por ser ubicua; se encuentra en
todas partes, ya que en cierto sentido todo ser vivo o inanimado
comunica algo o es capaz de hacerlo. El proceso comunicativo
se desarrolla a través de la emisión de señales que pueden ser so-
nidos, gestos, olores, etc., con la intención de dar a conocer un
mensaje, para que, a consecuencia de este, se produzca una acción
o reacción en quienes lo reciben. En el caso de los humanos, las
señales son más complejas que en los animales, debido a nuestra
capacidad intelectual; por ejemplo, mediante el lenguaje escrito o
sonoro.
El primer intento registrado por entender el proceso comu-
nicativo se remonta a la antigüedad clásica. Aristóteles (384-322
a.C.) fue uno de los primeros que diferenció la comunicación co-
mo una relación que implica tres elementos básicos:
Emisor: el sujeto que inicia el intercambio, transmite el men-
saje, dice o hace algo con un significado.
Mensaje: la información o contenido que se transmite.
Receptor: quien recibe el mensaje.
Aristóteles planteó este esquema pensando en la comunicación

entre humanos, en la que el emisor no ha de mantener necesaria-
mente un contacto directo con el receptor; ambos pueden hallar-
se en diferentes lugares y tiempos. Esto también implica que el
mensaje puede perdurar más allá de la existencia del emisor, de
modo que alcance lugares donde nunca se sospechó que llegaría.
El mensaje puede adoptar múltiples formas: oral, escrito, me-
diante sonidos, imágenes, señales, olores, etc.; lo esencial no resi-
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de en su forma, sino en que contenga información que pueda ser

entendida por el receptor (Piñuel y Lozano, 2006). Otro elemen-
to importante —que complementa a los enunciados por Aristó-
teles— es el código, que se refiere a un sistema de significados
compartidos tanto por el emisor como por el receptor, que les
permite entender el mensaje. Si uno de los actores no comparte el
mismo código, el proceso comunicativo fracasa porque la infor-
mación no llegará a ser comprendida.
En el proceso comunicativo, el emisor pretende que su men-
saje cause un efecto en el receptor, una reacción o respuesta, de-
nominada retroalimentación o feedback. El emisor dice algo y el
receptor reacciona ante eso, asumiendo en ese momento el papel
de emisor, y enviando otro mensaje como respuesta al emisor ori-
ginal, que entonces adopta la función de receptor. El efecto del
mensaje no siempre es el deseado por el emisor; lo que este quiere
lograr a veces no se alcanza con la retroalimentación; sin embargo,
el hecho de que esta se produzca indica que el acto comunicativo
se llevó a cabo.
Tanto los sonidos articulados como su expresión gráfica se
consideran signos que construyen una representación de las ideas
que se pretenden comunicar; para ello se requiere usar un código,
que debe ser compartido por la audiencia. Dicho de otra forma,
el código es el conjunto de instrucciones que permite llevar a ca-
bo la codificación y descodificación de la información, de modo

que esta pueda ser intercambiada de forma comprensible entre el
emisor y el receptor.
La comunicación escrita es la representación gráfica de un sis-
tema de signos con los que interpretamos el mundo. Los signos
suelen agruparse formando sistemas que, al ser conocidos por los
integrantes de una comunidad, facilitan la elaboración de mensa-
jes y posibilitan la comunicación mediante ciertos códigos. Los
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códigos permiten construir el lenguaje informático, las abreviatu-

ras de Twitter, el Braille, las partituras musicales o el código Mor-
se. Existen formas de lenguaje con diversa complejidad, desde los
ideogramas chinos y los jeroglíficos egipcios hasta el alfabeto con-
temporáneo y las siglas; igualmente, podemos considerar el graffiti
y los logos publicitarios. Un caso particular es el lenguaje de se-
ñales estructurado y complejo que usan los sordomudos.
4. Comunicación verbal y no verbal

La comunicación verbal es aquella en la que interviene el len-
guaje. Por lenguaje se entiende primeramente un sistema de có-
digos con el que se designan los objetos del mundo exterior, sus
acciones, cualidades y relaciones. Los lingüistas prefieren usar el
concepto de «signo» en lugar de «código»; ambos conceptos se
analizarán más adelante, pero ahora debemos considerar que el ser
humano ha establecido ciertos sistemas lingüísticos que otorgan
sentido al mundo que le rodea y que le permiten comunicarse. La
comunicación verbal va más allá de las acciones audibles (llanto,
risa, gritos, gemidos, etc.) y se basa en la palabra. Se estructura
mediante sonidos articulados que adquieren un significado, cuya
combinación puede expresar ideas más complejas. Este hecho se

conoce comúnmente como el acto del habla.
Una parte de la comunicación no verbal surge de forma inna-
ta y otra se aprende por la imitación de códigos socialmente es-
tablecidos. En una conversación, solo una parte reducida de la
información que damos o recibimos proviene de las palabras. Se
calcula que en torno al 90 % de la información que intercambia-
mos proviene del lenguaje no verbal. Según un estudio realizado
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por Albert Mehrabian, en el impacto de un mensaje las palabras

representan el 7 %, el tono de voz el 38 % y el 55 % restante
corresponde al lenguaje corporal. Es decir, la comunicación no
verbal puede representar hasta un 93 % de la interpersonal.
Flora Davis (2004) afirma que cualquier gesto corporal puede
convertirse en un símbolo universal. Davis fue una de las prime-
ras comunicólogas que señaló que los impulsos inconscientes eli-
minados del lenguaje verbal a menudo pueden detectarse en los
movimientos, posiciones y tensiones de las manos y del rostro. «Si
bien una persona puede dejar de hablar no puede dejar de comu-
nicar mediante el lenguaje corporal», asegura Davis (2004). Nues-
tros gestos, posturas, expresiones, miradas e incluso los accesorios
que usamos al vestir, proporcionan información a quienes nos ro-
dean. La mayoría de las veces, dicha información es una forma de
refuerzo o complemento de los mensajes que formulamos con la
palabra; en otras, estos pueden verse distorsionados. Este fenó-
meno se debe a que buena parte de la información que transmiti-
mos de modo no verbal está relacionada con nuestras emociones,
más que con el intelecto.
Las relaciones comunicativas dependen de tres factores esen-
ciales: las palabras, el tono de voz y el lenguaje corporal. General-
mente, el componente verbal se utiliza para transmitir informa-
ción y el no verbal para comunicar estados de ánimo y actitudes
personales. Por ejemplo, si al afirmar algo decimos que sí pero

negamos con la cabeza, tiene más peso el gesto realizado con la
cabeza que las propias palabras. El tono de voz también resul-
ta fundamental. Una misma frase entonada de maneras distintas
puede entenderse como una súplica, una exigencia, un interro-
gante... Comunicamos a través de nuestra voz. Por ejemplo, cuan-
do mandamos un correo electrónico o un wasap, a menudo no
mostramos claramente nuestros sentimientos. En cambio, cuan-
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do hablamos por teléfono usamos las palabras y la voz, por lo que

sí damos vía libre a nuestras emociones, que son detectadas por
nuestros interlocutores. Sin embargo, cuando hablamos por telé-
fono se pierde parte importante de la información, pues nuestro
lenguaje corporal puede estar emitiendo otro mensaje completa-
mente diferente.
Por ello, la comunicación más directa y transparente es aquella
que se realiza cara a cara, porque nos permite apreciar con detalle
el lenguaje corporal de los demás. Cuando alguien miente, evita
mirar directamente a su interlocutor; en cambio, si contamos al-
go que nos agrada, sonreímos y hablamos más rápido de lo nor-
mal. Por lo general, quienes dominan la comunicación no verbal
son hábiles socialmente, ya que refuerzan sus mensajes orales con
otros corporales. Esta habilidad llevada al extremo se da en los
actores, quienes pueden «meterse en la piel» de su personaje y re-
presentar emociones a través de su cuerpo.
La ropa también posee su propio lenguaje. Vestimos de modo
distinto según las circunstancias: cuando uno acude a una entre-
vista de trabajo, una fiesta, un funeral o una excursión. En cierto
sentido, todos llevamos uniformes: de trabajo, deportivo, infor-
mal... La ropa se ha convertido en un código que las marcas se
encargan de explotar: un tipo de calzado, prendas que exhiben el
ombligo o el pelo rapado al cero. Todo ello dice mucho de una
persona.
Igualmente, existe un lenguaje del color. Los cálidos estimulan
la afectividad y provocan que las personas actúen de forma más
alegre o apasionada. Los objetos de color rojo, naranja o amarillo
destacan sobre el fondo y suscitan vigor, dinamismo y pasión. En
cambio, los colores fríos evocan calma, tranquilidad o amargura.
Azules, morados o grises se confunden con el entorno y sugieren
serenidad y quietud. Por ejemplo, las empresas eligen sus logos en
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función de la evocación cromática, potenciando los colores que

mejor representan a su marca.
5. Signos y señales
El signo lingüístico proviene de la combinación de significante
y significado, de modo que constituyen las dos caras de la moneda.
Según el lingüista Ferdinand de Saussure, el significante se refiere
a la estructura de sonidos o de imágenes con que representamos
las cosas, mientras que la idea o concepto constituye el significado.
El significante alude a la representación gráfica, oral o mediante
señales del objeto real; el significado alude al concepto o imagen
mental que el receptor recrea del objeto. También existe un tercer
elemento que forma parte de todo signo: el referente, es decir, el
objeto real al que el signo hace alusión.
Cualquier signo puede representarse de tres formas básicas:
mediante iconos, índices o símbolos. Los iconos son representa-
ciones gráficas que guardan gran parecido con el objeto referido;
la imagen o representación sustituye al objeto mediante su signi-
ficado. De este modo, el icono es capaz de representar «algo» a
través de alguna semejanza con cualquier aspecto de ese «algo».
Los iconos son representaciones «universales» ya que, como sur-

gen a partir de las semejanzas con el objeto, puede entenderlos
cualquier individuo con un mínimo conocimiento de la cultura en
que se hayan creado.
Un signo se considera índice cuando la relación con los objetos
que representa es de continuidad con la realidad; por ejemplo, la
imagen de una nube con un rayo es índice de la tormenta, un par
de huellas de pisadas puede ser índice de que el camino va por ese
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lugar, etc. Los símbolos son aquellos signos en los que la relación
con el objeto es convencional; es decir, en su creación se establece
el significado que tendrán o lo que representarán, y este es enten-
dido por la mayoría. En este caso, el parecido entre significante
y significado es menos importante que la decisión arbitraria de
lo que representará; por ejemplo, el logotipo de una empresa, las
señales de tránsito o los escudos heráldicos.
Las señales informan sobre lo que sucede a nuestro alrededor,
de modo que sustituyen a la palabra escrita por una imagen o una
combinación sintética de ambas, como sucede con las señales de
circulación. Su significado deriva de convenciones sociales, por lo
que su interpretación puede variar de una cultura a otra. Las se-
ñales ofrecen una información concreta; pueden presentarse por
estímulos visuales, olfativos, táctiles o de cualquier otra forma. El
humo es señal de que algo se está quemando y una nube de polvo
en un camino indica que alguien se está desplazando. Algunos au-
tores diferencian el signo de la señal; argumentan que las señales
son naturales y se entienden de forma casi instintiva, mientras que
el signo es una creación cultural y requiere mayor conocimiento
para ser interpretado adecuadamente.
6. Comunicación relacional y simbólica

Existe una enorme variedad de definiciones del fenómeno de
la comunicación. Ya en 1976, dos investigadores norteamericanos,
Dance y Larson, recopilaron 126 definiciones distintas, publica-
das en obras académicas. Cada una de ellas la aborda de manera
diferente. Charles Osgood, en 1957, sostuvo que «existe comuni-
cación dondequiera que un sistema influya sobre otro —el desti-
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natario— mediante la manipulación de símbolos alternativos que

pueden ser transmitidos a través de un canal que los conecta».
George Gerbner, en 1967, afirmó que la comunicación puede en-
tenderse como «la interacción social por medio de mensajes». Por
su parte, en 1969, Theodorson definió la comunicación como «la
transmisión de información, ideas, actitudes o emociones de una
persona o un grupo a otro primariamente a través de símbolos».
En los últimos años se ha llegado a decir que «todo es comuni-
cación», con el grave riesgo de caer en la tentación de suponer que,
en realidad, nada es comunicación. Se puede argumentar que todo
lo que observamos, lo que nos sucede, nos comunica algo, aunque
no podemos concluir que «todo sea comunicación», puesto que
hemos de acotar nuestro objeto de estudio del modo más concre-
to posible. Resulta necesario, por tanto, alcanzar cierto consenso
acerca del concepto de comunicación y sus implicaciones, ya que
se trata de un término marcadamente polisémico, es decir, con
una pluralidad de significados. A este respecto, con el propósito
de desbrozar la complejidad conceptual, Manuel Martín Algarra
(2003) introduce una distinción importante. Según este autor, ca-
be distinguir dos amplias perspectivas que permiten entender la
comunicación:
• Perspectiva implícita relacional: en un sentido amplio, se

trata de toda relación o contacto que se pueda establecer en-

tre dos seres, o entre un ser y otro elemento. El fin de esta co-
municación no es necesariamente comunicar, pero se produce
porque uno de los dos elementos interpreta un signo, un gesto,
algo distintivo. El lenguaje no verbal pertenece al tipo de co-
municación relacional. Por ejemplo, la madre llega a conocer
tan bien a su hijo, que solo con verle la cara, cuando entra en
casa, le dice: «pareces alicaído, ¿no tendrás fiebre?...». La cara
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del hijo no pretende comunicar y, sin embargo, lo hace. O el

caso de un gato que, al ver acercarse a su dueño, se mueve exci-
tado y agita la cola alegremente. La comunicación implícita de-
pende de la existencia de algo común entre los elementos, que
le permite a uno interpretar al otro porque la relación siempre
está presente. La comunicación implícita afecta a todas las co-
sas y seres, aunque no suponga un intercambio de significado
concreto, articulado con un sentido unívoco. En el caso de los
animales, funciona de forma instintiva.
• Perspectiva explícita simbólica: se trata de una acción cuya
finalidad es significar algo, es decir, compartir un contenido
que puede ser comprenderse de modo racional. Se denomina
simbólica porque la información se transmite a través de una
representación. Afecta al ámbito humano y se comparten co-
nocimientos, ideas, datos, informaciones dotadas de significa-
do. Solo desde esta perspectiva podemos hablar de la teoría de
la comunicación, ya que la comunicación relacional es dema-
siado amplia.
Ambas nociones no resultan excluyentes. Es decir, la comu-

nicación simbólica puede contener elementos de la comunica-
ción relacional. Por ejemplo, cuando alguien imparte una confe-
rencia (comunicación simbólica) su lenguaje corporal y su vesti-
do también transmiten ciertas impresiones (comunicación rela-

cional). Sin embargo, existen diferencias claras entre ambos tipos
de comunicación. El sentido de comunicación relacional puede
aplicarse a los seres humanos, artefactos o animales. Siempre que
exista cualquier relación, surge este tipo de comunicación. La co-
municación simbólica, en cambio, expresa un enunciado con fina-
lidad significativa y solo puede darse entre los humanos. En nues-
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tro ámbito de estudio, nos interesa de forma especial la comuni-

cación simbólica.
7. Rasgos de la comunicación simbólica

La comunicación entre humanos posee unas características
esenciales. Son características no solo de la comunicación en abs-
tracto, sino de cualquier situación de comunicación que se produ-
ce en la vida cotidiana. Siguiendo a Martín Algarra (2003), pode-
mos mencionar al menos cinco rasgos distintivos:
• La comunicación humana consiste en compartir contenidos

dotados de significado para el otro. Excluimos la comunicación
animal porque los animales carecen de inteligencia y de liber-
tad, funcionan por sus instintos. Los animales se comunican
entre sí, pero no tienen capacidad de abstraer, de racionalizar
los mensajes. La comunicación humana posee un componen-
te animal, porque las personas somos animales, pero esencial-
mente racionales, lo que nos permite usar la inteligencia y ela-
borar mensajes. Tampoco nos interesa la comunicación entre
máquinas, el lenguaje informático ni las leyes de la robótica,
sino el proceso mediante el cual los mensajes son compartidos

por dos o más personas. La comunicación humana se vincula
con otras capacidades, como la percepción, la memoria, la re-
flexión, el lenguaje, el pensamiento, etc. El hombre puede co-
municarse gracias a su racionalidad, mientras que los animales
son incapaces de razonar, ya que carecen de inteligencia y vo-
luntad. Es decir, la capacidad de comunicar de modo simbólico
se da primordialmente en los seres humanos. A pesar de esto,
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los biólogos sostienen que los animales poseen «niveles de in-

teligencia» o «de conciencia». Según algunos estudios, hasta el
ser vivo más diminuto necesita captar las formas de energía que
le llegan de su entorno para poder adaptarse a él, lo que se tra-
duce en un procesamiento de información, una forma básica
de comunicación. Investigaciones acerca del comportamiento
animal han confirmado que existe una lenguaje entre los del-
fines o las ballenas, así como la existencia de manifestaciones
«inteligentes» en algunos animales, tales como la danza de las
abejas, el «lenguaje» del loro, el comportamiento de los perros
y las acciones de focas, monos o cualquier animal adiestrado.
• Posee una profunda dimensión social. La comunicación está
siempre orientada al otro, a alguien distinto del yo. Para que
se lleve a cabo en la práctica, la comunicación necesita de una
dualidad; para compartir es necesario entrar en contacto con
los demás, implica la participación del «otro». Ha de existir un
acto recíproco de expresión e interpretación entre al menos
dos sujetos. Alguien entra en una relación comunicativa porque
desea relacionarse con quienes le rodean En palabras de Wil-
bur Schramm, «la sociedad es una red de relaciones mantenida
básicamente mediante la comunicación». Así, la comunicación
hace posible la sociedad y distingue la humana de otras socie-
dades; se configura como una suma de relaciones en donde se
comparte todo tipo de información.

• Es referencial: se basa en un peculiar modo de compartir. La
peculiaridad consiste en que se trata de compartir sin pérdida;
es decir, lo que se comparte en la comunicación se sigue po-
seyendo, no se pierde. Esto no ocurre cuando se comparten
bienes materiales, que más bien se reparten. Lo que denomi-
namos «comunicar» no divide ni empobrece, sino que multi-
plica y acumula. Quien recibe, gana conocimiento, y quien da,
70
gana orgullo moral. Lo que se comparte son conocimientos,

sentimientos, contenidos con significado... que hacen referen-
cia a una realidad, presente o ausente en el momento del acto
comunicativo.
• Es compleja: se trata de un proceso complejo porque se crean
mensajes y se manejan contenidos simbólicos. Se producen di-
versas acciones comunicativas: expresar, elaborar mensajes, in-
terpretarlos... con una intencionalidad concreta, que puede ser
informar, entretener o persuadir. El proceso exige usar con efi-
cacia numerosos elementos para lograr el resultado deseado:
transmitir conocimientos, disfrutar de un buen rato o incitar a
realizar una acción concreta. Cuando la relación comunicativa
funciona de modo óptimo, se produce una especie de sintonía.
Por ejemplo, los enamorados se dicen mucho con una simple
mirada. O una madre percibe cómo se encuentra su hija nada
más verla.
• Por último, la comunicación se da en presente vivido. Los
actos comunicativos se producen en unas coordenadas espa-
cio-temporales específicas, en un tiempo estándar, propio de
cada zona horaria, y en un tiempo interior, en el intelecto de
cada persona. La acción de expresar algo se lleva a cabo en
presente y la de interpretarlo, también. Pero ambas acciones
no tienen por qué ser simultáneas, es decir, coincidir al mismo
tiempo. Uno puede emitir un mensaje en una red social, que es

leído por otra persona horas o días después.
71
8. Niveles de la comunicación
El ser humano vive en un océano de comunicación, del mismo
modo que en un océano de aire. No se siente aplastado por el
peso del océano en sí, porque se adapta a él: va tomando lo que
necesita de lo que le ofrecen quienes llaman su atención, usa ese
flujo del modo más conveniente y contribuye al océano cuando
lo considera necesario. Así como uno se siente incómodo cuando
el aire sopla con fuerza en una tormenta, también uno puede pa-
sarlo mal cuando sufre un exceso de comunicación: demasiadas
llamadas o wasaps por el móvil, adicción a una red social, excesivo
tiempo frente al televisor... Y lo mismo sucede al revés. La escasez
de comunicación puede aislarnos socialmente.
¿Qué factores determinan qué sendas serán muy transitadas y
cuáles estarán casi vacías en el mapa de la comunicación? ¿Por qué
en ese mapa las autopistas de la comunicación aparecen marcadas
con líneas gruesas y las carreteras secundarias apenas se distin-
guen? El canal de comunicación, ¿se elige basándose en el medio
o en el mensaje? Cabe pensar que el usuario elige de acuerdo con
ambos: optará por el medio que más rápido y mejor le proporcio-
ne aquellos contenidos que le interesan.
Esto nos lleva a considerar la comunicación de acuerdo con
los actores que participan en el proceso. Si tenemos en cuenta
el número de personas que integran un proceso comunicativo,

debemos distinguir al menos cuatro niveles de comunicación: in-
terpersonal, grupal, organizacional y pública. Hay quienes hablan
de un quinto nivel, la comunicación intrapersonal, integrada por
los pensamientos que bullen en nuestro interior. Sin embargo, es-
te tipo de comunicación no debe considerarse como tal, ya que
los pensamientos no salen al exterior —permanecen en uno mis-
mo— ni se interactúa con los demás.
72
Cada uno de estos niveles requiere una serie de estrategias par-

ticipativas, en función de las personas a las que se dirige nuestra
comunicación.
• Comunicación interpersonal: se produce entre dos indivi-

duos y puede considerarse el modelo de comunicación más
rico y complejo. Se establece una relación en apariencia muy
sencilla, pero cargada de matices, entre dos personas que inter-
actúan e intercambian todo tipo de impresiones, datos, senti-
mientos o ideas. Este nivel de comunicación resulta clave, por
ejemplo, cuando se intentan solucionar los problemas de pare-
ja o en una relación de amistad.
• Comunicación grupal: se establece en un grupo de personas
no muy numeroso, con diverso grado de interacción entre ellas.
Según las características del grupo, puede darse mayor o me-
nor cohesión y complicidad en la comunicación. También cabe
señalar la figura de quien ejerce cierto liderazgo en el seno del
grupo. Por ejemplo, un entrenador con su equipo de fútbol o
un cirujano con sus profesionales en el quirófano establecen
protocolos para comunicarse en el trabajo, pero también lo ha-
cen mediante miradas, gestos, palabras, acciones...
• Comunicación organizacional: se da en un conjunto de gru-
pos que funcionan como organizaciones, que integran a un am-
plio número de individuos con una estructura fija. La comuni-

cación, con ciertos protocolos, resulta necesaria para que fun-
cione toda organización con una estructura y jerarquía. Se trata
de un tipo de comunicación formal, pautada y más o menos re-
glamentada. Por ejemplo, el caso de una empresa como Antena
3, que aglutina a centenares de trabajadores y dispone de nu-
merosos departamentos, recursos humanos, objetivos, estrate-
gias, comunicación interna y externa, su propia intranet, etc.
73
• Comunicación pública: la «comunicación pública» es aquella

que se lleva a cabo a través de los medios de comunicación.
Alude a un fenómeno que se produce en el ámbito público,
entre sujetos que se comunican abiertamente y donde existe la
posibilidad de reciprocidad. Además, se contrapone al término
«privada», es decir, la que se da en el ámbito particular o íntimo,
sin la intención de ser divulgada a terceros.
9. Autonomía de la ciencia de la
comunicación
Una teoría consiste en la explicación de un fenómeno determi-
nado. Ninguna teoría agota la realidad. De acuerdo con Stephen
Littlejohn (2002), «toda teoría es parcial» ya que ninguna teoría
por sí sola revelará nunca la verdad sobre una realidad cualquiera
de modo exhaustivo. Littlejohn (2002) también afirma que todas
las teorías deben considerarse construcciones, ya que «una teoría
es un modo de mirar los hechos, de organizarlos y representar-
los». La necesidad de explicar un fenómeno no es algo que pro-
venga del fenómeno en sí mismo sino que se trata de una facultad
intelectual del ser humano. La realidad es una y única, y se nos
presenta como tal. No obstante, el carácter limitado de nuestra

inteligencia nos obliga a parcelar esa realidad de distintos modos,
con diversos criterios para ser capaces de comprenderla.
La ciencia de la comunicación necesita liberarse de dos lastres
que dificultan su desarrollo: por una parte, el lastre de la indefi-
nición de su objeto («todo es comunicación»), y por otra, el de
su identificación con la comunicación pública, por muy relevan-
te que esta sea. Otro problema es la consideración científica que
74
merecen las ciencias sociales, y entre ellas, la comunicación. Estas

ciencias tienen por objeto de estudio lo humano, y por la propia
naturaleza de su objeto, resulta imposible utilizar el método de las
ciencias experimentales, porque donde interviene la libertad del
hombre, difícilmente pueden aplicarse las leyes de la naturaleza
(Littlejohn, 2002). Por ello, la materia propia de las ciencias socia-
les no se reduce exclusivamente a los objetos físicos mensurables:
se estudian ideas e interpretaciones sobre la vida y la realidad. En
suma, no resulta posible racionalizar el comportamiento humano
a partir de leyes universales.
Al llevar a cabo una investigación científica es necesario esta-
blecer el objeto de estudio, acotarlo y plantear los principales as-
pectos que se analizarán (Piñuel y Lozano, 2006). Se precisa, por
tanto, definir el «objeto material», lo que estudia cada disciplina, y
el «objeto formal», el punto de vista desde el que se aborda dicho
objeto material. Como se ha comentado, el objeto de estudio de
la teoría de la comunicación es heterogéneo y difícil de abarcar,
por lo que sus elementos a menudo se han abordado desde otras
disciplinas. Casi todos los ámbitos académicos llevan implícita su
propia teoría de la comunicación. Por tanto, el objeto de la comu-
nicación se convierte en algo universal, que integra casi todas las
ciencias, por lo que su estudio tiende a dispersarse. En nuestro
caso, el objeto material de la teoría de la comunicación es todo
acto comunicativo, y desde el punto de vista del objeto formal, el

intercambio de información a través de los medios y tecnologías,
así como su impacto social.
La teoría de la comunicación comparte aspectos de su objeto
de estudio con otras ciencias (Martínez Nicolás, 2008: 35-37). Con
la física, que estudia la transmisión de las señales, desde el punto
de vista de los soportes comunicativos. Con la biología, que ana-
liza los órganos biológicos de los seres vivos que permiten trans-
75
mitir mensajes. Con la lingüística, que aborda elementos del len-

guaje, tales como los significantes y los códigos. Con la psicología
social, que estudia los procesos mentales utilizados para interpre-
tar los mensajes y las técnicas de persuasión. Con la sociología,
que versa sobre las pautas que rigen los sistemas humanos, con
referencia a las que influyen en las interacciones comunicativas.
Con el estudio de temas propios del derecho de la información.
Con la política, que trata de las estrategias de comunicación de
los partidos y organizaciones, los procesos electorales y su reper-
cusión en la opinión pública. Con los estudios de economía que
analizan la empresa informativa y la gestión empresarial. Y con
la informática, que profundiza en la comunicación entre los siste-
mas operativos y la optimización de la transmisión de señales.
Estas disciplinas ofrecen diferentes enfoques sobre aspectos
relevantes de la comunicación. Pero no estudian la comunicación
en sí misma considerada, como principal objeto de análisis cientí-
fico. Se puede argumentar que existe un ámbito científico propio
y autónomo de la teoría de la comunicación, que se refiere a la
actividad de los medios de comunicación y su repercusión social,
sus causas, efectos y relaciones.
¿Puede la comunicación convertirse en una ciencia autónoma,
sacudiéndose el vasallaje de disciplinas tan dispares como la bio-
logía o la lingüística? Numerosos autores (Rodrigo Alsina, 2001;
Piñuel y Lozano, 2006) han defendido la autonomía de esta cien-

cia, ya que se concretó su objeto de estudio y se desarrollaron
metodologías para investigarlo. Por tanto, según estos expertos, la
teoría de la comunicación ha superado las aportaciones de otras
disciplinas y se emancipa como una ciencia autónoma. En cam-
bio, ciencias como la sociología o la antropología comparten con
la comunicación aspectos del mismo objeto de estudio. Por eso,
en ese sentido, la comunicación sigue recibiendo aportaciones de
76
otras ciencias y sus métodos también provienen de diversos cam-

pos. Saperas (1998) considera que el objeto de estudio de la teoría
de la comunicación es un fenómeno tan complejo que no puede
ocuparse de él una sola ciencia, sino que debe ser compartido.
Por su parte, Ángel Benito y Miquel de Moragas plantearon
aproximaciones distintas. Benito (1982: 122) afirma que el fenó-
meno de «los medios masivos de información y de comunicación
y su repercusión social» propició la aparición del campo de estu-
dio de la teoría general de la información. Por su parte, Moragas
(1981), más cercano a la tradición de la Mass Communication Re-
search, sostiene que la teoría de la comunicación se define como
una ciencia específica, aunque las investigaciones en este campo
sean el resultado de aproximaciones a un objeto que comparten
diversas ciencias sociales. Sin embargo, la teoría de la comunica-
ción no es una disciplina sociológica, sino que constituye un cam-
po de estudio autónomo porque cuenta con su propio objeto de
estudio. La sociología trata la comunicación de forma tangencial,
cuando analiza al hombre en la sociedad, pero su objeto específi-
co no es la comunicación en sí misma.
La comunicación pública es el principal objeto de estudio de la
teoría de la comunicación, aunque no sea el único. Los fenómenos
comunicativos de carácter público pueden encontrar una adecua-
da expresión en niveles más básicos de comunicación: el diálogo
y la comunicación interpersonal por canales privados, tales como

el teléfono o el correo electrónico. El estudio de los fenómenos
de comunicación pública —la televisión— o privada —la telefo-
nía móvil— exige el estudio de la comunicación en su esencia,
mediante un conocimiento profundo. Pero, al mismo tiempo, no
parece plausible elaborar una teoría de la comunicación sin pres-
tar atención a la actividad de los medios de comunicación y su re-
percusión social. Según este planteamiento, la teoría de la comu-
77
nicación se centra en el estudio de la naturaleza, características y

funciones de la comunicación personal y pública (en los medios
de comunicación), sin descuidar otros aspectos de la actividad co-
municativa.
10. Diferencias entre comunicación e

información
Dejando por ahora de lado otros conceptos, vamos a centrar-
nos en la diferencia entre comunicación e información. De modo
habitual, la información se obtiene a través de un acto de comu-
nicación, pero no todo acto de comunicación transmite informa-
ción. Por ejemplo, una persona puede contemplar un óleo titulado
Paisaje de Marte al atardecer y sentir un placer y una emoción estética
intensa, aunque no haya entendido nada de lo que ese cuadro sig-
nifica ni tampoco lo que pretendió decir su autor. Un joven puede
percibir que su amigo está nervioso por su forma de mirar o de
mover las manos, sin saber los motivos de su inquietud. O uno
puede recibir un correo electrónico falso, que diga que ha estalla-
do una bomba nuclear en Japón. En ese caso se ha comunicado
una mentira, pero no se ha informado de nada. La desinforma-
ción consiste justamente en una «ausencia de información» por-

que ocupa su lugar algo con la apariencia de información, pero sin
serlo. Una información falsa puede considerarse un contrasentido
porque informar mal equivale a no informar o a desinformar. No
caben términos medios.
De acuerdo con Luka Brajnovic (1979), podemos distinguir
dos diferencias básicas entre comunicación e información: a) la
información debe ser inteligible y comprensible para el receptor;
78
y b) la información debe ser por fuerza verdadera. En pocas pa-

labras, las principales características de la información son la ver-
dad, la comunicabilidad (claridad del lenguaje empleado) y la com-
prensión por parte del destinatario. En el caso de la comunica-
ción, estos elementos pueden no darse. Una mentira o una ficción
pueden ser perfectamente comunicadas. También un lenguaje in-
comprensible para el destinatario puede comunicarse en la medi-
da en que aquel lo percibe mediante sus sentidos y suscita una
reacción o emoción. Por ejemplo, aunque no entienda la letra de
una canción en suajili, puede gustarme su ritmo, su cadencia so-
nora, la musicalidad... El lenguaje y los símbolos que empleamos
para transmitir la información deben ser comprensibles. Si no lo
son, si se prestan a la ambigüedad o al desconcierto, entonces no
se completa el proceso. En términos generales, toda información
necesita ser comunicada mientras que la comunicación no siem-
pre es informativa.
En el caso de una obra de arte abstracto, su colorido y su forma
nos pueden atraer, repeler o dejarnos indiferentes, según el gusto
y sensibilidad de cada persona. No se trata de una comunicación
informativa esencialmente, aunque sí pueda incluir elementos in-
formativos, tales como el nombre de su autor o el modelo en el
que se inspira. Dejando a un lado la comunicación técnica, física o
psíquica (la telepatía, una carretera, el contagio de un virus o una
emoción) y la información científica (mediante fórmulas, datos o

cálculos matemáticos), la información puede ocupar parte del es-
pacio que a su vez ocupa la comunicación.
Las relaciones entre comunicación e información pueden re-
presentarse mediante un sencillo gráfico que consta de dos círcu-
los. Cada uno de ellos abarca su propio ámbito, aunque ambos
se superponen entre sí: cuando los contenidos que se comunican
son informativos. Allí donde se superponen se encuentra la co-
79
municación pública, a través de los medios de comunicación. En

este sentido, el círculo de la comunicación es mayor que el de la
información, pero esto no quiere decir que el primero absorba
al segundo ni que sean una misma cosa allí donde coinciden. En
la zona concéntrica, intervienen ambas realidades pero no son la
misma cosa: por ejemplo, realidades como el mar y la vida marina,
o la atmósfera y las plantas, se hallan en el mismo ámbito, pero no
son la misma cosa. Además, siempre existe una parte de la infor-
mación que se encuentra fuera del círculo de la comunicación. Por
ejemplo, la información personal: si uno presencia un accidente
de tráfico, pero no se lo dice a nadie, no comunica esa informa-
ción. La comunicación y la información son esferas distintas que
pueden ocupar un espacio común, como sucede en el caso de la
información periodística difundida a través de los medios de co-
municación.
El verbo «informar» procede del vocablo latino informare que
significa «dar noticia de» y «dar forma a». La información implica
una práctica, lo que plantea el papel de los medios como informa-
dores de la realidad. El trabajo de los periodistas consisten en «dar
forma» a los acontecimientos, según unos criterios periodísticos
establecidos. Informar equivale, por tanto, a construir un mensaje
mediante una cadena narrativa de significados, lo que implica un
proceso de producción de sentido sobre la realidad.
Según Brajnovic (1979), la finalidad de la información es «la

relación interpersonal entre el informador y el informado para el
mejoramiento cultural y del entorno del hombre». Dar a conocer
algo que el otro no sabe. Y añade:
La información es el conjunto de las formas, condiciones y actualiza-

ciones para notificar o hacer saber —individual o públicamente— los
elementos de conocimientos, de hechos, de sucesos, de actividades y
proyectos, de datos históricos o previsibles, todo ello mediante un len-
80
guaje adecuado y comunicable, utilizando palabras o signos, señales y

símbolos, expresados directamente o a través de los sistemas aptos para
este fin, como los medios de comunicación.
El núcleo de la definición se encuentra en la idea de que la in-

formación «notifica, hace saber hechos, datos, conocimientos...».
Es decir, la información resulta inseparable de su verdad, de la
autenticidad de aquello que se transmite. Si el mensaje es falso no
es información, sino que se trata de una mentira, una desinforma-
ción o una invención. Por eso, como veremos en el capítulo VII,
la desinformación se suele confundir con la información, porque
emplea formas y procedimientos informativos, pero en sí misma
no informa. Cuando la información es inexacta o equívoca por
causas involuntarias, no a propósito, también se convierte en des-
información o engaño.
10.1. Informar no es comunicar
En su ensayo Informar no es comunicar (2010), el comunicólogo
francés Dominique Wolton critica el estereotipo de que la infor-
mación se considere algo «serio» mientras que la comunicación se
tienda a ver como algo «distendido» o «banal». Wolton argumenta
que la comunicación suele ser un proceso más complicado que la

información porque conlleva una relación con los demás y, por
tanto, está sujeta a la incertidumbre. De ahí que él mismo concluya
que la verdadera revolución del siglo xxi no será la de la informa-
ción, sino la de la comunicación y la relación entre las personas.
El comunicólogo aboga por la necesidad de pensar la comu-
nicación y la información de manera conjunta, pues desvalorizar
la comunicación, que cada uno busca en su vida privada y profe-
sional, equivale a «desvalorizarse a uno mismo». En este binomio
81
indisoluble, la información se centra sobre todo en el mensaje,

mientras que la comunicación alude a la relación entre las perso-
nas, mucho más imprevisible y difícil. Si bien los humanos nos
comunicamos por innumerables razones, Wolton (2010) destaca
tres:
• Para compartir: las personas desean poner en común sus co-

nocimientos.
• Por seducción: inherente a todas las relaciones humanas y so-
ciales.
• Por convicción: para justificar las creencias y responder a las
objeciones.
Comunicar también consiste en influir, complacer e incluso

manipular. Las técnicas para transmitir los mensajes resultan rela-
tivamente simples, en contra de lo que se suele pensar, mientras
que las relaciones entre las personas y las sociedades constituyen
precisamente la parte más complicada. Podemos afirmar que en
nuestra sociedad abundan la información y la incomunicación,
mientras que la verdadera comunicación escasea. Por eso Wolton
(2010) apostilla: «si cada vez se da más incomunicación, se debe
a que cada vez hay más información». Y alude a cuatro grandes
tipos de información:
• La información-noticia, vinculada a los medios de comunica-

ción.
• La información-servicio, que trata de solucionar alguna nece-
sidad.
• La información-conocimiento, basada en el auge de las bases
de datos.
82
• La información-relacional, que remite a la habilidad para rela-

cionarse.
Para Wolton (2010), la comunicación actual afronta numerosos

retos ante la coexistencia de puntos de vista distintos y a menudo
enfrentados. Los receptores, destinatarios de la información, son
personas muy diferentes entre sí y «complican» la comunicación,
ya que se resisten a aceptar las informaciones que les estorban
«y quieren dar sus versiones respectivas del mundo». El principal
problema reside en las condiciones que deben darse para que mi-
llones de individuos se comuniquen y lleguen a convivir en un
mundo en el que parece que «todos saben de todo», donde innu-
merables diferencias lingüísticas, políticas, culturales y religiosas
dificultan aún más la comunicación y la tolerancia.
Los receptores cada vez son más numerosos y heterogéneos
debido al plurilingüismo y a las diferentes visiones del mundo, que
generan rechazo o malentendidos. La audiencia, en su papel cada
vez más activo, negocia, filtra, jerarquiza, rechaza o acepta el men-
saje, resistiéndose al torrente informativo imperante. Wolton sos-
tiene que el público, en vez de limitarse a ser mero receptor, está
abierto al intercambio y a la negociación. El receptor resulta clave
para el flujo continuo de información y comunicación, con objeto
de evitar la incomunicación entre los individuos, para que cristali-
ce la convivencia. Por eso, Wolton (2010) habla del «receptor-ac-

tor» y del «usuario», subrayando su dinamismo e interactividad.
Según el profesor francés, la solución radica en «des-tecnificar»
la comunicación, y repensarla sobre bases de cooperación y con-
vivencia, en vez de centrarse en el instrumentalismo tecnológico.
Para Wolton (2010), la «ideología técnica» sería la responsable de
una creciente subordinación de la comunicación a la tecnología.
En este sentido, argumenta que «el símbolo de todo esto es la
83
Blackberry, posiblemente en mayor medida que el ordenador. Te-

ner el mundo en la punta de los dedos, poder hacer todo, recibir
todo, enviarlo todo, crea un sentimiento de omnipotencia y de se-
guridad» (2010: 39). Wolton critica nuestra dependencia de la tec-
nología, que paradójicamente provoca que la comprensión mutua
sea ahora más difícil que hace apenas unas décadas.
Wolton analiza las tensiones entre información y comunica-
ción, que se han ido agudizando como consecuencia del paso de
una sociedad jerarquizada, donde la comunicación era vertical e
inmóvil, a la Sociedad Red, donde la comunicación simboliza la
necesidad de conocer el mundo, la libertad y la igualdad. A estas
características se une la posibilidad de hablar de cualquier asun-
to, de «presuponer que todo es discutible», como apunta Wolton
(2010: 14):
El siglo xix fue el de la revolución de la información, con la conquista

de las libertades. El xx, el de la victoria de la información y de las téc-
nicas, con la emergencia de la comunicación, abierta a todos. El siglo
xxi es el de la convivencia, con una coexistencia posible entre puntos
de vista distintos, en un mundo muy pequeño en el que los individuos
lo saben todo y del que es imposible escapar.
De acuerdo con Wolton (2010: 16), el desafío consiste en:

Perpetuar, en un mundo saturado de información, de comunicación y

de técnica, el valor de emancipación que estas tuvieron desde el siglo
xvi. Impedir que la información y la comunicación, que ayer eran fac-
tores de acercamiento, se conviertan en aceleradores de incomprensión
y de odio. Precisamente porque todas las diferencias y alteridades son
visibles.
Se da la paradoja de que abunda la información mientras que la

comunicación escasea, porque los mensajes son innumerables, las
84
técnicas se vuelven casi perfectas y los receptores, cada vez más

numerosos. El vértigo en la transmisión de un enorme volumen
de informaciones ya no genera más ni mejor comunicación; en
cambio, se amplifican los conflictos y los malentendidos. Veloci-
dad y volumen no son sinónimos de calidad ni de pluralismo, co-
mo apostilla Wolton (2010: 76): «la velocidad es probablemente
la mayor trampa de la victoria de la información. ¿Por qué ir tan
deprisa? ¿Quién puede absorber eso?».
En la sociedad actual aumenta la incomunicación, lo que obli-
ga a negociar constantemente para que la convivencia sea posible.
¿Cómo podemos convivir cuando «no nos entendemos» y se in-
crementan las diferencias? Wolton (2010) es tajante: o se consigue
organizar la convivencia sobre distintos puntos de vista, respetan-
do la diversidad y un marco común de comunicación, o las comu-
nidades se encerrarán en guetos beligerantes, enfrentados entre sí.
En Salvemos la comunicación (2006), Dominique Wolton argu-
menta que la comunicación se está vaciando de contenido por-
que es víctima de la manipulación, al servicio del reduccionismo
tecnológico y económico que impide una reflexión sosegada. La
comunicación no se nutre solo de los mensajes que circulan rápi-
damente gracias a la tecnología globalizada; sirve para enriquecer
la vida democrática y fomenta la libertad y el progreso. Wolton
no se contenta con observar desde la lejanía del intelectual los fe-
nómenos que potencian la incomunicación, sino que asume una

posición crítica frente a las ideologías que favorecen la incomuni-
cación y la utilizan con desvergüenza.
En el capítulo dedicado a la comunicación y sus enemigos,
Wolton arremete contra la «telebasura» y los reality shows, que re-
presentan el triunfo de la televisión convertida en simulacro de
la comunicación. Dedica su crítica más feroz a quienes controlan
los medios de comunicación: periodistas, políticos, publicistas y
85
famosos, que monopolizan un sistema endogámico con un estilo

que todo lo simplifica, para captar mayor audiencia. Wolton (2006:
51) critica el «muro mediático» construido con palabras fugaces,
análisis instantáneos y trivialidades, que expresan lo que la gente
desea oír.
Cada uno busca la relación y la comprensión individual, en pa-
reja, en la familia, con amigos... Y a menudo tropieza con la inco-
municación: el «otro» no responde, no escucha, se ausenta o se
opone. De este modo, la incomunicación se convierte en el hori-
zonte de la comunicación (Wolton, 2006: 64):
Comunicar significa reconocer la necesidad del otro y aceptar el ries-

go del fracaso. Por eso los gatos, los perros y los ordenadores tienen
tanto éxito en nuestras sociedades de libertad y soledad. Con ellos, al
menos, uno nunca se decepciona. Obedecen, no se rebelan, están ahí
cuando uno los desea, y nos devuelven una imagen halagadora de no-
sotros mismos. No se corren muchos riesgos. Con los seres humanos,
todo es más complicado y arriesgado. No están cuando los esperamos,
se resisten, a menudo nos devuelven un aspecto desagradable de noso-
tros mismos, disponen de autonomía y nos obligan a la modestia.
Para evitar el fracaso, hay que comprender la incomunicación

y construir la convivencia, respetando la igualdad de quienes par-
ticipan en la comunicación.
11. Comunicación de masas y comunicación

pública
A mediados del siglo xvi, en la ciudad alemana de Maguncia,

un artesano llamado Johannes Gutenberg logró publicar numero-
sas copias de documentos religiosos mediante una imprenta. Pa-
86

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© Editorial UOC Capítulo II. Fundamentación de la teoría de la...

tigación en teoría de la comunicación, una ciencia que aún se está

hasta la legislación actual sobre piratería en internet. Los estudios

La larga tradición de análisis (sintéticamente indicada con el término

Por ello, cabe plantearse: ¿qué constituye el cuerpo teórico de la

resulta necesario para quienes nos dedicamos a ella como activi-

se reduce a un cometido exclusivo para las «ratas de biblioteca»

Todos estamos demasiado familiarizados con la comunicación, de ma-

Cuando alguien se interesa por el proceso comunicativo, su cu-

las propias experiencias, los éxitos y fracasos. Con la comunica-

Además de estudiar la comunicación con sentido común, ne-

3. Concepto y elementos de la comunicación

car alude a «algo» que afecta al conocimiento sobre los demás. Su

vivos tenemos la capacidad de comunicarnos y de compartir in-

Aristóteles planteó este esquema pensando en la comunicación

de en su forma, sino en que contenga información que pueda ser

bo la codificación y descodificación de la información, de modo

códigos permiten construir el lenguaje informático, las abreviatu-

4. Comunicación verbal y no verbal

combinación puede expresar ideas más complejas. Este hecho se

por Albert Mehrabian, en el impacto de un mensaje las palabras

personales. Por ejemplo, si al afirmar algo decimos que sí pero

do hablamos por teléfono usamos las palabras y la voz, por lo que

función de la evocación cromática, potenciando los colores que

Los iconos son representaciones «universales» ya que, como sur-

6. Comunicación relacional y simbólica

natario— mediante la manipulación de símbolos alternativos que

• Perspectiva implícita relacional: en un sentido amplio, se

trata de toda relación o contacto que se pueda establecer en-

del hijo no pretende comunicar y, sin embargo, lo hace. O el

Ambas nociones no resultan excluyentes. Es decir, la comu-

do también transmiten ciertas impresiones (comunicación rela-

tro ámbito de estudio, nos interesa de forma especial la comuni-

7. Rasgos de la comunicación simbólica

• La comunicación humana consiste en compartir contenidos

sino el proceso mediante el cual los mensajes son compartidos

los biólogos sostienen que los animales poseen «niveles de in-

comparte todo tipo de información.

gana orgullo moral. Lo que se comparte son conocimientos,

tiempo. Uno puede emitir un mensaje en una red social, que es

el número de personas que integran un proceso comunicativo,

Cada uno de estos niveles requiere una serie de estrategias par-

• Comunicación interpersonal: se produce entre dos indivi-

plio número de individuos con una estructura fija. La comuni-

• Comunicación pública: la «comunicación pública» es aquella

presenta como tal. No obstante, el carácter limitado de nuestra

merecen las ciencias sociales, y entre ellas, la comunicación. Estas

acto comunicativo, y desde el punto de vista del objeto formal, el

mitir mensajes. Con la lingüística, que aborda elementos del len-

Piñuel y Lozano, 2006) han defendido la autonomía de esta cien-

otras ciencias y sus métodos también provienen de diversos cam-

y la comunicación interpersonal por canales privados, tales como

nicación se centra en el estudio de la naturaleza, características y

10. Diferencias entre comunicación e

ción consiste justamente en una «ausencia de información» por-

y b) la información debe ser por fuerza verdadera. En pocas pa-

emoción) y la información científica (mediante fórmulas, datos o

municación pública, a través de los medios de comunicación. En

Según Brajnovic (1979), la finalidad de la información es «la