TGD Mono
TGD Mono
TGD Mono
Los Trastornos Generalizados del Desarrollo (TGD) incluyen un grupo de trastornos que afectan
el crecimiento de los niños durante los primeros años de vida. Se trata de un conjunto de
alteraciones caracterizadas por retrasos en diferentes áreas del desarrollo, como las
habilidades para la comunicación y la interacción social que inciden a su vez en las actividades,
intereses y comportamientos de los niños. Sin embargo, aunque estos trastornos comienzan
en la infancia, sus alteraciones se suelen mantener hasta la edad adulta.
El autismo es el TGD más conocido pero no es el único. Dentro de los TGD también se
encuentra el Síndrome de Rett, el Síndrome de Asperger, el Trastorno Desintegrativo Infantil
y el Trastorno Generalizado del Desarrollo no especificado. Todas estas alteraciones del
desarrollo comparten causas, signos y manifestaciones. De hecho, en muchos casos es difícil
distinguir entre una alteración y otra, razón por lo cual el nuevo Manual Diagnóstico de los
Trastornos Mentales, ahora hace referencia a trastornos del espectro autista.
Las causas del TGD son variadas, la mayoría de los especialistas consideran que se trata de
trastornos multicausales. No obstante, hasta el momento uno de los factores más estudiados
ha sido la genética, y se ha descubierto que existen grandes probabilidades de desarrollar un
TGD si los niños tienen una herencia autosómica recesiva o una herencia unida al cromosoma
X frágil.
Asimismo, se conoce que las infecciones víricas como la rubeola, la sífilis, la toxoplasmosis y la
varicela durante el primer trimestre del embarazo también pueden afectar al feto durante su
desarrollo. De igual manera, las complicaciones durante el parto como la isquemia, la hipoxia o
una hemorragia intracraneal pueden provocar un TGD.
Otros estudios han sugerido que el manejo y/o la exposición a productos químicos por parte
de los padres pueden aumentar también el riesgo de padecer TGD en sus hijos. Este trastorno
también se ha relacionado con el hipotiroidismo en los padres y la infertilidad o los abortos en
las madres. No obstante, no se puede hacer referencia a un único factor, sino más bien a una
concatenación de estos.
Esta es una de las áreas más afectadas en los niños con un TGD ya que son incapaces de
desarrollar una comunicación e interacción social adecuadas. Esto se debe a que tienen
afectaciones en la capacidad para comprender a las personas, así como para expresar y
reconocer las emociones y los sentimientos, tanto los propios como los ajenos. Por eso, es
usual que no miren a los ojos, que tengan problemas para crear nuevos vínculos afectivos y
que les resulte difícil mantener una simple conversación, sobre todo cuando no versa sobre un
tema que les interese.
Capacidad intelectual
La mayoría de los niños que tienen un TGD ligero presentan un coeficiente intelectual
normal o superior a la media. Sin embargo, cuando se trata de un TGD profundo, es usual que
aparezcan problemas en esta esfera. De hecho, se conoce que alrededor del 30% de los niños
con TGD tienen un retraso intelectual ligero y cerca del 40% un retraso de moderado a
profundo.
Atención y memoria
Los niños con TGD se caracterizan por tener una memoria muy selectiva; es decir, pueden
recordar una gran cantidad de detalles relacionados con temas que les resulten interesantes
pero no le prestan atención a otros asuntos. Por ejemplo, estos niños pueden memorizar
cientos de números de teléfonos pero no recuerdan un simple recado.
Lenguaje y pensamiento
Las alteraciones en el lenguaje es uno de los signos más significativos del TGD, estos niños
suelen tener dificultades para mantener un ritmo, tono, volumen y una entonación
adecuados a lo largo de una conversación. Además, suelen presentar un vocabulario bastante
reducido y estereotipado, por lo que la ecolalias es frecuente. Asimismo, es usual que tengan
problemas para seguir instrucciones simples, ya que tienen dificultades para comprender el
lenguaje.
Psicomotricidad y sensopercepción
Los problemas en el desarrollo de la psicomotricidad son frecuentes en los niños con TGD. De
hecho, la mayoría tiene dificultades para desarrollar la motricidad fina y la coordinación
motora, a la vez que presentan anomalías posturales y una conducta estereotipada. Además,
les resulta difícil manejar la información sensorial proveniente del entorno, por lo que es usual
que den respuestas inadecuadas a los estímulos sensoriales.
Trastorno Autista: Es el trastorno más conocido. Se caracteriza por una deficiente interacción
y comunicación social, alteraciones en el lenguaje y una marcada restricción de actividades e
intereses. Los intereses suelen ser repetitivos y estereotipados.
La detección de los trastornos infantiles es mucho más compleja que en otras edades. Esta
dificultad radica en la necesidad de utilizar información proveniente de la familia que cuidan al
niño/a. Las familias son los observadores privilegiados de los diversos problemas que pueden
presentar los niños y niñas. Por lo tanto, conocer los principales síntomas de los posibles
trastornos es un punto clave a la hora de la detección precoz.
En este artículo vamos a analizar los tipos de trastornos de conducta en la adolescencia más
frecuentes estudiando sus características y cómo pueden manifestarse en tu hijo.
Técnicamente lo que nos dicen los manuales para el diagnóstico (DSM-IV-TR) es que el
adolescente manifiesta este tipo de conductas:
Comportamiento agresivo que causa daño físico o amenaza a otras personas o
animales.
Conducta no agresiva que causa pérdidas o daños a la propiedad.
Fraudes o robos.
Violaciones graves de las normas.
Los adolescentes y niños con Trastorno negativista desafiante muestran de manera reiterada
un comportamiento negativista, hostil y desobediente.
Para empezar a preocuparse se considera que esta conducta tiene que ser estable en el
tiempo, por lo menos durante seis meses.
Para el diagnóstico se valora la frecuencia de aparición de los siguientes comportamientos:
Accesos de cólera.
Discusiones con adultos.
Desafío activo o negativa a cumplir las demandas o normas de los
adultos.
Realizar voluntariamente actos que molestarán a otras personas.
Acusar a otros de los propios errores o problemas de comportamiento.
Ser quisquilloso o sentirse fácilmente molestado por otros.
Mostrarse iracundo y resentido.
Ser rencoroso o vengativo.
Factores cognitivos y de personalidad: muchos de los niños con este tipo de trastornos
además presentan déficits en habilidades de resolución de conflictos, menor empatía y
mayor egocentrismo.
Factores económicos: las diferentes investigaciones sobre el tema han encontrado que tras las
crisis económicas se agravan estos problemas en muchas familias, incrementándose el
número de consultas por este tipo de trastornos. Y lo curioso es que lo que realmente
aumenta los problemas es el hecho de que las crisis económicas hacen que los padres pasen
menos tiempo con sus hijos.
Factores sociales: que hayan existido de abusos o negligencias por parte de los padres, sobre
todo en los primeros años de vida. Paralelamente también se ha señalado el relacionarse con
amigos e iguales que también sufren este tipo de comportamientos.
Como ves, entre los factores causantes de los trastornos de comportamiento adolescentes hay
una gran parte que son de origen social y familiar.
Te proponemos una serie de consejos para que utilices tu capacidad de influencia como padre.
De esta forma ayudarás a prevenir la aparición de este tipo de trastornos en tu hijo.
Pasa más tiempo con tu hijo: una de las conclusiones más firmes de los trabajos es que el
tiempo que pasas con tu hijo es un factor determinante para su educación. Imagínate que
existiera una ley matemática que establece que «el tiempo de calidad que pasas con tu hijo es
inversamente proporcional a los trastornos de conducta que desarrolla».
Formación de los educadores: otra conclusión clara de estas investigaciones es que hay una
falta de formación de los educadores. Nadie nace sabiendo educar, por lo tanto la diferencia
está en la formación que se adquiere y las habilidades que se desarrollan para serlo. No dudes
en preguntar a la gente que te podemos ayudar en esta faceta. Y mejor aún, plantea formación
específica en el colegio de tu hijo, en tu ayuntamiento o centro cívico.
Coordinación con otros educadores: este punto recoge no sólo el hecho de que te sientas
respaldado por otros a la hora de educar, sino la importancia de que tu hijo se identifique
como integrante de un sistema social. Es fundamental que se sienta parte de un esquema con
normas y condiciones comunes. Se ha encontrado que los trastornos de conducta de un niño
disminuyen cuando los padres, profesores, cuidadores, monitores o como quieras llamar a
cualquier educador de un niño están de acuerdo y emplean criterios comunes en su educación.
Mejoras sociales: como hemos visto antes el tiempo que pasas con tu hijo es clave. Si los niños
de nuestra sociedad están desatendidos es lógico que el sistema social asuma métodos para
lograr liberar a los padres de las cargas laborales. Al final es una cuestión de prioridades para el
gasto público. Deberíamos reflexionar que lo único imprescindible en una sociedad para que
exista son las personas que la forman. Si no se invierte en las personas no tendremos sociedad.
Entonces, ¿por qué lo primero que se reduce siempre durante las vacas flacas es el gasto
social? Piensa en la responsabilidad y poder que tienes como ciudadano y votante. Puedes
hacer mucho para cambiar esto.