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ABONAMIENTO Y RESIEMBRA DE PASTOS Y FORRAJES Leo

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ABONAMIENTO Y RESIEMBRA DE PASTOS Y FORRAJES

El abonamiento es una de las mejores herramientas para incrementar la oferta forrajera por unidad de
superficie y tiempo, y consecuentemente la producción animal. Es necesario además de aumentar la
producción de forraje, utilizarlo eficientemente reduciendo de esta forma los costos fijos por
kilogramo de materia seca. El adecuado suministro de nutrientes, especialmente de fósforo, asegura
la persistencia de las pasturas además las 24 reservas de nutrientes en el suelo dependen del balance
entre la extracción y la reposición (Tisdale y Nelson 1991).

El fósforo desempeña un papel importante en la planta necesario para la fotosíntesis, las


transferencias de energía dentro de la planta, y la síntesis y descomposición de los hidratos de
carbono. Constituye una parte importante del núcleo de las células vegetales y se encuentra también
en el citoplasma. Es el elemento clave para el crecimiento y división de las células, y tiende a
concentrarse en los tejidos jóvenes en crecimiento activo. Como estos tejidos suelen ser los más
apetecibles y nutritivos, rara vez se puede producir un forraje de alta calidad sin una aportación
adecuada de fósforo. Es uno de los elementos deficitarios con mayor frecuencia en los suelos andinos,
y probablemente, el que se aplica de un modo más universal a las cosechas forrajeras (Paredes 1987).
Sólo una pequeña cantidad del fósforo del suelo (que proviene de degradación de minerales) es
posible disponerlo para las plantas, por lo que hay que mejorarlas con fertilización. El fósforo
aportado, en un 100 % asimilable por las plantas, del que un porcentaje muy elevado (más del 95 %)
es soluble en agua y pasa directamente a la solución de suelo, garantiza un excelente resultado
agronómico.

Los fosfatos amónicos tienen una reacción residual ácida, aunque inicialmente tienen una
reacción alcalina, por lo que son muy adecuados para suelos neutros o básicos. La resiembra oh
fertilización con fósforo es clave, no sólo para restituir los niveles de nutriente en el suelo, sino
también para obtener plantas más vigorosas y promover la rápida formación y crecimiento de las
raíces, haciéndolas más resistentes a la falta de agua. El Fósforo también mejora la calidad de frutas
y granos, siendo vital para la formación de las semillas. La deficiencia de fósforo retarda la madurez
del cultivo (Quintero 1997). Los fosfatos de amonio poseen excelentes propiedades físicas, resultando
actualmente los fertilizantes fosfatados más populares. Entre otras ventajas son los fertilizantes más
concentrados del mercado, entre 62 y 64% de nutrientes. El fósforo de los fosfatos de amonio es
totalmente soluble en agua. Aquí detallamos en el cuadro 4 la composición del Fosfato Diamónico
(Quintero 1997).
La aplicación en condiciones normales sólo del 20 al 30 % del fósforo aplicado al suelo como
fertilizante es absorbido por la planta durante un ciclo de crecimiento. Se obtiene mayor eficiencia
aplicando en forma conjunta P y N que por fuentes distintas, debido que al absorber las plantas el
nitrógeno en forma de amonio se acidifica en el entorno radicular, facilitando de esta manera la
disolución y liberación del fosfato del fertilizante.

El Fosfato Diamónico (DAP) es arrancador en los cultivos extensivos, debido a su mayor


contenido de nitrógeno, es bueno para los cultivos que requieren dicho nutriente en su etapa inicial.
Es un producto con alta solubilidad en agua, lo que asegura una rápida respuesta a la fertilización. El
Nitrógeno incluido permite cubrir parte de las necesidades del cultivo durante el primer período de
crecimiento de la planta. Las dosificaciones por lo general se utilizan en pastizales de 100 a 300 kg/ha,
previo un análisis de suelo para realizar una dosificación correcta (Perdomo et al. 2001)

La adición de fósforo en las pasturas de leguminosas ha mostrado un incremento en la


producción de forraje hasta de 8000 kg/ha/año. La eficiencia del resultado en una utilización de
fósforo disminuye con el incremento de la dosis y el aumento de la disponibilidad de fósforo en el
suelo. También es inferior en dosis divididas respecto a una aplicación única a la siembra. La
respuesta de la leguminosa a la acción del fósforo es de mayor magnitud a la observada en otra familia
botánicas debido posiblemente al efecto que tiene el agregado de este nutriente sobre la nodulación y
fijación de nitrógeno, lo que repercute en una mayor calidad del forraje producido. Además, se puede
destacar el efecto del fósforo sobre el crecimiento de distribución de las raíces, en suelos deficientes
cerca del 80% de la masa radicular que se encuentra en los primeros 20 cm de suelo, mientras que en
suelos fertilizados, esa proporción de raíces alcanza los 50 cm de profundidad, y esto le confiere
mayor resistencia a la sequía junto con un mayor volumen de suelo explorado (Picone et al. 2002).

Las leguminosas requieren elevadas cantidades de fósforo para su óptimo desarrollo. A su


vez, este elemento tiene una influencia sobre la fijación simbiótica del nitrógeno, ya que al estimular
el crecimiento radicular de las plantas favorece la nodulación e incrementa el número y el peso de los
nódulos. Si bien la penetración de Rhizobium es posible a bajos niveles de fósforo, las infecciones
posteriores no se realizan en estas condiciones (Escobedo 1993).

Las plantas que sufren deficiencias de fósforo reducen la expansión foliar, determinando una
menor superficie foliar y un menor número de hoja, juntamente con un amarillamiento y senescencia
prematura de las hojas maduras. En contraste el contenido de proteína y de clorofila por unidad de
área foliar no es muy afectado, frecuentemente el contenido de clorofila es mayor en plantas
deficientes, lo que les da a las hojas un color verde oscuro, sin embargo, la eficiencia fotosintética
por unidad de clorofila es mucho menor. El crecimiento aéreo se deprime más que el radicular
destinando las plantas una proporción mayor de carbohidratos hacia las raíces (Picone et al. 2002)

Las leguminosas presentan en general, una mayor demanda de fósforo y respuesta a la


fertilización fosforada que las gramíneas; la producción y calidad de las pasturas está fuertemente
asociada a la presencia de leguminosas (Horber 1984). La fijación depende de las características del
suelo, siendo los principales factores condicionantes el pH, arcillas presentes y materia orgánica. El
porcentaje de fósforo fijado es menor al aumentar la cantidad de fosfato aplicado al suelo, pero el
poder de retención o capacidad de fijación es una característica de tipo de suelo. La absorción del
fósforo por las raíces está condicionada por su capacidad de exploración del suelo, contenido de
fósforos en este, tipo de planta y factores físicos como humedad y temperatura (Muslera y Ratera
1991). Así el fósforo en el suelo en sus formas complejas (fosfatos cálcicos - arcillosos) no es
aprovechable en igual forma por toda las especies forrajeras, las leguminosas y las crucíferas en
particular asimilan mucho más que las gramíneas (Paredes 1987).

Las plantas absorben fósforo en estado soluble, pero cuando se introduce fósforo al suelo,
más del 90% de él pasa rápidamente a formas solubles, no disponibles. Así gran parte de los
fertilizantes fosforados que se aplican no son utilizados por las plantas, sino que se almacenan en el
suelo. Por ejemplo, algunos suelos volcánicos del sur de Chile con gran capacidad de inmovilizar
fósforo, han acumulado más de 2 tn/ha de fósforo total, pero los niveles de fósforo soluble pueden
continuar cercanos a los 15 ppm. La situación anterior se agrava cuando el uso agrícola disminuye
los niveles de materia orgánica del suelo o induce cambios hacia los extremos de la escala de pH; la
ineficiencia de uso aumenta y se hace necesario elevar aún más las dosis de fertilización, esto ha
llevado a que la fertilización óptima sea inalcanzable para un número creciente de agricultores
(Silveira 1992).

El fósforo una vez absorbido, es muy móvil en la planta se incorpora rápidamente al


metabolismo. En primer lugar, se producen azucares y alcoholes fosforilados como productos
intermedios, así como los fosfolipidos que son componentes básicos de las membranas celulares. El
compuesto más importante en el que interviene el fósforo por su papel en el almacenamiento y
transporte de la energía es el trifosfato de adenosin (ATP) que se forma en la reacción de fosforilación.
Por ser el fósforo componente de ácidos nucleicos participa en el proceso de la reproducción y la
constitución genética de la planta. Mediante la fitina, se constituye una reserva de fósforo en la semilla
que es movilizada durante la germinación y transformada en formas necesarias para la planta joven.
La nutrición adecuada de fósforo tiene entre otros, los siguientes efectos favorables: acelera la
madurez, mejora la calidad de forrajes y aumenta la resistencia a enfermedades (Delpino et al. 2002).

Las plantas absorben fósforo en forma de H2PO4, ion que queda disponible al solubilizarse
o romperse cualquiera de los compuestos fosfatados. Los equilibrios de reacción llevan a que la mayor
parte del fósforo del suelo se encuentre en formas de baja o muy baja disponibilidad. Solo un
porcentaje muy bajo (0.1 ppm y 0.3 ppm) se encuentran realmente en solución, plenamente
disponibles para las plantas y microorganismos. Los equilibrios de reacción entre las distintas formas
de fósforo dependerán de los coloides y minerales presentes en el suelo, el pH. La actividad
microbiología, la presencia de enzimas y ácidos orgánicos y la intensidad de demanda de nutrientes:
mientras la composición y pH del suelo son características inalterables o muy difíciles de alterar. Los
agentes de origen biológico son posibles de manejar, y prácticamente todos ellos tienden a mantener
el fósforo en sus estados de mayor disponibilidad (Silveira 1992).

En los suelos ricos en materia orgánica de las regiones de clima húmedo, la acumulación de
ésta es consecuencia de limitaciones de tipo climático, químico o biológico que reducen la
mineralización y, por tanto la fuente de suministro de fósforo es baja. A mayores niveles de fósforo
en el suelo habrá mayor difusión del fósforo y mejor alimentación de la planta. Si todo el perfil está
bien provisto de fósforo se asegura el suministro adecuado para la planta, pero en el caso de suelos
pobres en fósforo, la aplicación de abono localizado mejora la utilización al haber una mejor fijación.
La absorción del fósforo por las raíces está condicionada por su capacidad de exploración del suelo,
contenido de fósforo, tipo de planta y factores físicos como humedad y temperatura (Muslera y Ratera
1991).

El fósforo en el suelo se presenta casi exclusivamente como orto fosfatos derivados del ácido
fosfórico, H3PO4, Ca y Al. Los compuestos formados pueden encontrarse en forma de sales de
solución, sales cristalinas o sales absorbidas por los coloides del suelo. El ion fosfato puede además,
ser directamente absorbido por los coloides del suelo y puede formar enlaces de gran estabilidad con
los hidróxidos de Fe, Al o Mn que forman parte de los coloides del suelo; estos últimos constituyen
el fósforo fijado (Silviera 1992).

En un estudio realizado en Puno, comparando dos niveles de abonamiento fosforado (20 y


40 kg de fósforo por hectárea los resultados mostraron un incremento de 14 a 23 % más de
rendimiento en materia seca por hectárea en comparación con el testigo y sin diferencia significativa
entre tratamientos (Paredes 1987).

Se evaluaron cuatro niveles de abonamiento con superfosfato (200, 400, 600 y 800 kg de
superfosfato por hectárea), en rendimiento de tres tipos de pasturas: Trébol solo, trébol más la
gramínea Browntop (Agrostis tenuis) y Browntop solo. Los resultados mostraron una diferencia
significativa en la asociación trébol más gramínea obteniéndose de 350, 450, 700, y 850 kg de materia
seca por corte respectivamente, una diferencia no significativa entre tratamientos en gramíneas sola
con un rendimiento promedio de 200 Kg. de materia seca por corte, y se llega a la conclusión que los
tréboles responden con mayor eficiencia que las gramíneas siendo estas una competidora fuerte por
fósforo (Hutchinson 1995).

La producción de forraje (kg MS/ha) alcanza incrementos de 5% a 122% por efecto de la


fertilización fosforada (Hyland et al. 2005). En Cajamarca se ha observado un incremento en la
producción de forraje en 14.3 % en respuesta a la fertilización fosforada (Sánchez citado por Vigo
1973). La tasa de crecimiento también se ve estimulada por el efecto de fósforo, es así que Rivera
(2004), fertilizando praderas ryegras - trébol en Pasco, con 80 kg P/ha hallaron una tasa de
crecimiento del 13% Moreno (2001) en Junín con 80 kg P /ha 16% de incremento en comparación
con el tratamiento sin P, y Pahuara (2004) en Junín observo incremento de 38.4 y 22.5% para la
asociación de leguminosa y gramínea.

En el manejo de pasturas para la producción lechera, la decisión que toman los granjeros
sobre qué y cuánto fertilizante aplicar tiene un efecto profundo sobre la cantidad y costo del alimento
que pueden producir. La política de la fertilización es por tanto, una parte crítica del manejo con
praderas cultivadas (Corbel 1999). La evaluación económica por lo expuesto anteriormente implica
un minucioso análisis de la producción, los gastos e ingresos que ésta genera, y evaluar si es rentable
o no, y en nuestro caso específico debemos analizar si el desembolso por el fertilizante superfosfato
triple, tiene una justificación económica, cuanto más nos genera de rentabilidad dicho manejo en la
pradera. La idea generalizada de que el ganado bajo pastoreo, reduce las necesidades de aplicación
de fertilizantes, se debe a que un porcentaje considerable de nitrógeno, fósforo y potasio consumidos
por los animales es restituido al suelo. Sin embargo, son algo contradictorios al respecto. Así
investigaciones, encontraron que el efecto de las deyecciones fue un factor principal en el rendimiento
y composición botánica de una pastura de ryegrass perenne (Lolium perenne) y trébol blanco
(Trifolium repens) en una localidad, pero en otro clima y suelo diferente el rendimiento total fue
afectado. En 1956 Peterson demostró que el ganado vacuno era muy poco eficaz como distribuidor
de los elementos fertilizantes en sus deyecciones, concluyendo que el pastoreo de una pastura con
ganado vacuno no reduce en grado importante la necesidad de aplicar fertilizantes (Flores et al. 1989).

BIBLIOGRAFIA

http://repositorio.lamolina.edu.pe/bitstream/handle/UNALM/2738/F01-L55-
T.pdf?sequence=1&isAllowed=y

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