Paso - Linda 67 PDF
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Linda67
Historia de un crimen
LETRAS MEXICANAS
LETRAS MEXICANAS
Linda 67
FERNANDO DEL PASO
Linda 67
HISTORIA DE UN CRIMEN
Prólogo
MARTÍN SOLARES
Epílogo
ROBERTO CORIA
Primera edición, 2017
Distribución mundial
ISBN 978-607-16-4891-4
Impreso en México • Printed in Mexico
Para mi hermana Irene
y mi cuñado José Joaquín, de Costa Rica
ÍNDICE
LINDA 67
Historia de un crimen
Primera parte
Segunda parte
10 Epílogo
P RÓLOG O
L ind a 6 7 ,
la f o rm a d e u n a n o v e l a
MARTÍN SOLARES
•
Como Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Jorge Luis Borges o Umberto Eco,
Fernando del Paso aceptó el reto que constituye escribir una impecable tra-
ma criminal luego de una carrera dedicada a escribir libros reconocidos por
sus virtudes literarias. Fiel a su pasión por las más ambiciosas formas narra-
tivas, el autor de Noticias del Imperio, Palinuro de México y José Trigo eligió una
de las variantes más oscuras de la novela policiaca para llevarla a un rumbo
desconocido. Luego de desarrollar con recursos joycianos el español que se
habla en México, de contar rabelesianamente la vida de un joven que muere
en una represión de estudiantes, y el delirio trágico y surrealista que consti-
tuyó el imperio mexicano de los Habsburgo, don Fernando no podría elegir
el consabido esquema en que un detective hiperracional, de supuesta gran
capacidad analítica, afronta un crimen y lo resuelve a pesar del laberinto de
pistas falsas dispuestas por los delincuentes —aunque Linda 67 tiene algunas
pinceladas que vienen de esta tradición, cada vez que el narrador opta por
seguir al inspector Gálvez en sus elucubraciones—. No adoptó tampoco la
relación de una lucha entre dos grupos de criminales, al estilo de Cosecha
roja, aunque desde el principio su novela plantea una enorme tensión entre
Dave Sorensen y su suegro —un hombre que mató por pasión y un hombre
que desea matar por venganza—. Del Paso optó por una vía más estrecha y
exigente, que surgió a finales de los años treinta y acaso es una de las que
han dado mayores logros literarios: la confesión del hombre que comete un
crimen por pasión y lucha por escapar a la justicia, como se ve en El cartero
siempre llama dos veces, de James McCain, y más tarde, en las gloriosas no-
velas de Patricia Highsmith, por mencionar sólo dos de los casos más con-
tundentes.
Para la mayoría de los escritores policiacos convencionales, escribir una
novela negra equivale a preparar una hamburguesa en la que siempre deben
aparecer los mismos ingredientes: un detective sarcástico pero infalible, capaz
de hacer justicia aun en las circunstancias más adversas; una mujer fatal, que
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traiciona todo menos su belleza; una ciudad que aloja alegremente la corrup-
ción más reprobable, y un enemigo poderoso, que establece un duelo a muer-
te con el protagonista. Pero Linda 67 poco tiene que ver con esta receta. Lejos
de la comida rápida por definición, Fernando del Paso prefirió ofrecernos una
exquisita langosta Thermidor construida con material siniestro, pero contada
con recursos que provienen de sus novelas anteriores.
Con Linda 67 Del Paso hizo evidente su capacidad para provocar explo-
siones de poesía dentro de una trama vertiginosa y demostró a la vez que un
narrador puede adaptar los rasgos de su estilo a un género conocido por sus
restricciones. Una de las peculiaridades más famosas de la prosa de José Trigo,
de las aventuras de Palinuro y los monólogos de Carlota es la enumeración de
elementos que comparten una intensa naturaleza poética. En Linda 67 no des-
aparece este recurso, sino que responde a las necesidades de la historia, a ve-
ces incluso de modo microscópico. Mientras el asesino planea la trampa mor-
tal que tenderá a su mujer, también enumera las tiernas fotografías que le
tomó a su amante, Olivia, a medida que ambos paseaban por San Francisco.
Y cuando el crimen ocurre y llegan los remordimientos, una serie de imáge-
nes poéticas, que condensan los temores de este personaje, pasan frente a
nuestros ojos a medida que el mundo acosa sin tregua al culpable. Sumergido
en las consecuencias pesadillescas de sus actos brutales, ¿qué mejor lugar que
el acuario de San Francisco para que Dave dé rienda suelta a su angustia e
imagine la cabeza de Linda Lagrange flotando en las profundidades? La famo-
sa erudición de Del Paso, presente en todo el libro, también ayuda a construir
y desarrollar la acción y los momentos placenteros, en ocasiones teñidos de
un tono tétrico: cuando el flamante asesino camina por las calles de la ciudad
y no encuentra sosiego en los lugares públicos de San Francisco.
A su vez, algunos hechos provenientes de la historia reciente pavimentan
la carretera por la cual se desliza este veloz relato de ficción. La realidad pe-
riodística es uno de ellos. Dos hechos reales fueron mencionados en este li-
bro: el polémico caso del deportista estadunidense O. J. Simpson, acusado y
luego exonerado de asesinar a su esposa y a un amigo de ésta, y el misterioso
atentado que destruyó un edificio federal en Oklahoma —mismo que no fue
resuelto hasta 1996, cuando fue detenido Ted Kaczynski, el terrorista conoci-
do como Unabomber—. Pero ninguna de estas dos menciones es empleada
aquí para sazonar a la novela de realidad y volverla contemporánea: la perse-
cución de O. J. Simpson coincide con el momento en que Dave comprende
que pronto el perseguido será él, mientras que la noticia de la caída del edifi-
cio ocurre cuando la confianza del asesino en sí mismo se resquebraja y va a
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derrumbarse también. Así, toda la personalidad de Dave Sorensen queda defi-
nida por dos palabras: persecución y caída.
Uno de los mayores logros de este relato es la construcción de los perso-
najes. En el caso de Dave Sorensen, un ser “con el cuerpo limpio y la concien-
cia sucia”, como diría Palinuro, Del Paso consiguió un asesino tan humano
que no parece advertir la gravedad de sus actos hasta que “la bruma que había
ofuscado no su pensamiento, sino su conciencia durante toda la noche y par-
te del día anterior, comenzaba a desaparecer. Vio entonces, comprendió con
una claridad alucinante, el horror de lo que había hecho y el horror de todo
lo que aún tenía que hacer”. Pero si en la primera parte de esta novela el autor
despierta nuestro aprecio hacia el culpable con un vertiginoso flashback hacia
su pasado, la segunda mitad de la novela es una carrera a muerte hacia el fu-
turo. Primero presenciamos los pasos que le permiten a Sorensen matar a su
esposa y encubrir su culpa; después, cómo las fuerzas del destino se encargan
de atacar su cuidadosa urdimbre. Una de las grandes sorpresas novelescas de
esta historia ocurre cuando Sorensen recibe un anónimo y debe leerlo a hur-
tadillas durante la junta a la que fue convocado en la agencia publicitaria. En
ese capítulo es francamente envidiable la manera como Del Paso interrumpe
la lectura del anónimo cada vez que está a punto de revelarnos la información.
Todas las voces son verosímiles en esta novela, pero la breve aparición del
chantajista es flamígera. Del Paso hace gala de un humor y un suspenso infa-
libles a medida que emerge, en medio de la junta entre publicistas, la voz de
este último, una especie de taimado Big Lebowski, sin duda la voz más diver-
tida de la novela, la cual le infunde a Linda 67 una dosis extra de vitalidad.
En cambio, al construir a sus personajes femeninos, Del Paso invoca una
de las tradiciones más eficaces de la narrativa criminal, que consiste en crear
al mismo tiempo el desierto y el oasis, como sucede en El cartero siempre lla-
ma dos veces y en Mar de fondo: a la bellísima y poderosa esposa del protago-
nista, que a lo largo del tiempo se vuelve tan frígida como caprichosa, y enga-
ña al marido con uno de sus conocidos, el autor contrapone a la amante
comprensiva y enamorada, dispuesta a todo por su nueva pareja, incluso a la
complicidad.
En Linda 67 la descripción de la belleza de las mujeres siempre es espec-
tacular, en el mejor sentido de la palabra. Pero esta novela cuenta también
con un personaje invisible que aparece página a página y controla el fino
mecanismo de la trama: la cruel maquinaria del destino, que lo mismo pare-
ce reír a carcajadas al empujar la historia en una dirección sorpresiva que
ocultarse cuando el protagonista más necesita su ayuda. A veces las nubes
16 Prólogo
los que incluso el más procaz de los personajes se permite un poco de veloz y
prosaica poesía. Asimismo, la costumbre del asesino de dialogar mentalmen-
te con un interlocutor imaginario a quien le cuenta todos sus planes consti-
tuye un detalle exquisito. Y en lugar de presentarnos una fría recapitulación,
como es habitual, el capítulo final cuenta, desde la oscura imaginación del
asesino, una escena que corona el rompecabezas de la trama con macabra
elegancia.
En cuanto a la estructura se refiere, don Fernando
se propuso explorar nuevas vías y recursos, como hizo en
cada uno de sus libros anteriores. Quien intente dibu-
jar cada una de sus novelas advertirá su extrema origi-
nalidad. La forma de Palinuro de México recuerda a la de
una extraña flor vertical, nutrida con la fuerza de la poe-
sía: una flor con un lado masculino (dedicado a narrar
las aventuras de Palinuro, Molkas, Fabrizio y los tíos) y
uno femenino (consagrado a contar los andares de Este-
fanía y las tías). El resultado es una estructura de geo-
metría singular que sorprende al lector con la inclusión
de la obra de teatro “Palinuro en la escalera” en el pe-
núltimo capítulo (encerrado en un círculo en el dibujo
de al lado), y porque luego de morir a manos de agen-
tes del gobierno el protagonista no fallece de modo de-
finitivo, sino que renace en el desenlace de la historia.
Por su parte, Noticias del Imperio alterna los deli-
rantes monólogos de Carlota con series de tres capí-
tulos que abrevan a fondo en la historia de la guerra
franco-mexicana y narran diversos episodios de la
misma, contados con extrema concisión y creando en
cada uno de ellos a un narrador de rasgos únicos, ca-
paz de dotar a su relato de un sentido eminentemen-
te literario.
Exceptuando los recursos técnicos que provienen de estas dos narraciones
y reaparecen discretamente en Linda 67, poco parece tener en común la nove-
la policial de don Fernando con semejantes logros narrativos. En cambio, Lin-
da 67 guarda cierta similitud estructural con José Trigo, al grado de que po-
dríamos aventurar que la estructura de la primera novela de don Fernando
predice hasta cierto punto la forma de la más reciente. La lectura de José Trigo,
como Del Paso lo ha dicho en algunas entrevistas, equivale a subir y bajar por
18 Prólogo
narración que no se olvida nunca, acaso porque todo está meticulosamente
planeado, desde esa primera frase que constituye el título del libro a las últi-
mas, brillantes líneas del remate, donde el héroe imagina las placas que tenía
un automóvil y que quedaron grabadas en su piel. Podríamos concluir que el
final es tan preciso como el de El halcón maltés y tan delirante como el de
Death on Arrival. Podríamos decir que es una novela sobre el momento en que
el amor y la muerte se toman de la mano para jugar a las vencidas, pero eso
requeriría otro dibujo.
ISBN 978-607-16-0000-0