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BASTIDE - 1949 - Introduccion A La Psiquiatria Social

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.

-
INTRODUCCION A LA PSIQUIATRIA
SOCIAL
CUADERNOS DE SOCTOLOGIA

Núméros Publicados.

Los PARTIDOS PoLÍTicos.-Por el Lic. Lucio Men·


dieta y Núñez.
LAs CLASEs SociALEs.-Por el Lic. Lucio Mendieta _
y Nú~ez.
VALOR SociÓLÓGICo DEL FOLKLORE.-Por el Lic. Lu-
cio Mendieta y Núñez.'
SoqoLOGÍA DE LA UNlVERSIDAD.-Por el Dr. Rober-
to Agtamonte.
EL MuNDO liiSTómco Y SociAL.-Por Juan Roura
Parella. ·
PROBLEMAS DE LA UNIVERSIDAD.-Por el Lic. Lucio
Mendieta y Núñez y el Dr. José Gómez Robleda •


Instituto de Investigaciones Sociales de
la Universidad Nacional de México.

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1
CUADERNOS DE SOCIOLOGIA

Introducción a la Psiquiatría
i Social
i
1
!
por
ROGER BASTIDE

Traducci6n de
EMILIO URANGA

BIBLIOTECA DE ENSAYOS SOCIOLOGICOS


INSTITUTO DE INVESTIGACIONES SOCIALES
UNIVERSIDAD NACIONAL
MEX:IC~, D. F:. .
Derechos reservados· conforme a la ley.

,:

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1

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b,lp:reso en l04 ~alle:res ele la Eonoaz.u. Snto, Dnrango 290, Mézico, .D. F.

!
1
'
INTRODUCCJON A LA PS!QU!ATRIA SOCIAL
.1
:::~~

La patología social ha nacido de una· analogía, cara


a la escuela organicista, entre la sociedad compuesta de
individuos, y el individuo,· ~o~puest9- de células vivas.
Así como hay para el 01·ganisr~u~ itidividual un estado
de salud y un estado de enfermedad, así también habrá
una salud social y enfermedades sociales.
Pero los vínculos entr~ }~.~patología médica, y má~
particularment;e, en relaCión a. nuestro asunto; entre. la
Psiquiatría y la Sociología r son a:lge'~más que vínculos

1 Las analogías entre enfermedades mentales y trastornos .


sociales han culminado en el concepto de Radhakamal McKer·
jee y de N. Nath Sen-Gupta, en "neurosis sociales", debidas a
una represión del inconsciente colectivo por la censura de los
grupos: de ahí una diiñgiTstia" social (en el bolchevismo), una
"indolencia''· social (parálisis social, apatía, anestesi!l social o
indiferencia a toda reforn~), ''!;ludas" ! "f~biw;" ~ciftle~~ (en
ROGER BASTIDE

de analogía. Los trastornos sociales y las enfermedades


mentales contraen relaciones más sutiles que la Sociolo-
gía desde su· nacimiento se ··ha preocupado por descu-
brir en su naturaiez~Ügusto Comte distinguía perío-
dos orgánicos y períodos de crisis, si la solidaridad
existe~te entr~ individuos era firme o se disolvía según
se revelara y se erigiera en sujeto de derecho. Ahora
bien, el crecimiento de la locura correspondía a los pe-
ríodos de crisis, marchaba al mismo paso que el ·des-
arroll~ del ind~vidualismó. Una concordancia, empero,
¡:'
no es una causalidad necesariamente y si podemos con- .:
sider¡¡r· la existencia de un enlace causal, ese enlace ·pue-
de ejercitarse en dos sentidos: o bien los trastornos
sociales son la causa de los trastornos mentales, o bien
acontece lo inve¡;so. De ahí dos hipótesis contradicto-
rias en ~~ origen de la Sociología.
La primera, que .va más limpiamente en el sentido
.. comtiano, es sostenida por Audiffrend- en Los Archivos 1
1

de Antropología Criminal. La locura es considerada co- '


~"
mo un aceeso de subjetivismo,· pues en efecto el loco
es aquel que no piensa como todo el mundo, que vive en
un mundo aparte, un mundo en que se encuentra solo
. .

el origen de· 11!5 dictaduras) . ·. • et¡;, ( Int.roduction to Social


Psycholo~ 1 Bqs~qn},
INTRODUCCION A LA PSIQUIATRIA SOCIAL 9 ..

con su delirio; y de una manera ·más general, puede


decirse qu.e en todas las enfermedades ~entales hay un!f:
J!.l&~.~-c!~Ja ..;tid.3 sQQ!ij~-cl~§ªP.!!rición J!rogresiva ~
todos los lazos mundanos, sociales, familiares. Esto no
e-;;~;-·idea ah~urd~y-co~~·-ver;~~~-~~;i;i pun:t; de par-
1. tida más tarde de la teoría de Charles Blondel, pero
el error de Audiffrend fué haber ligado este ··subjetivis-
mo al individualismo de Augusto Comte, y haber hecho
de él una exageración caricaturesca del individualismo,
caracteñstica de los períodos de crisis social. -..ELJm:..
1'
mento en la cantidad de..l<u:o.s..tiene--su...f.ueate...en.Ja,JJ~
1
_ílrng!lción de la solidaridad t~~2!.<!~a.,.
soci~~~~~5~~ .!~.,9.~~ ~.Y..~]Y~:r:. ~ )~_Jl_'!.lP!~~;.~furli!!PilL
· la comuni~a.«b._ edE~~~J~~-- yirtu~~s.. _de_ .V~IJ,!;l.!':~9!~, ..Y..J!..!l,,
"iltriíisrií~,: La confusión entre subjetivismo e individua-
···¡¡;~~i~ia toda la tesis de Audiffrend, porque el indi-
vidualismo, lejos de significar la ausencia de solidari-
dad, define, por el contrario, otro tipo de solidaridad,
cómo lo han mos~rado· muy bien 'Tonnies. y Durkheim.
Bajo su fqrma antigua no podemos ¡lceptar pues la teo-
ría que hace de las enfermedades de la sociedad la cau-
sa de las enfermedades del espíritu. Estamos obligadós,
para examinar su valor, a considerarla bajo otras mo·
dalidades.
La segunda hipótesis ha sido sostenida por Morel en
~- - - . . .-;~ ..~~
---
--

·~----- -~

lO ROCER BASTIDE

su Tratado sobre ·las Degeneraciones de· la Especie Hu- ·


. mana. Su punto de partida es el paralelismo constatado
entre el aumento de la criminalidad, fenómeno de pa·
tología 'soci~l, el a~mento de los trastornos mentales,
y
fenómeno de patología nerviosa. Morel no admite, sin
embargo, que todos los criminales sean degenerados, los
hechos prueban lo contrario, pero pi.ensa, a pesar de
todo, que es el curso de la enajenación, el que da cuen·
ta, en último análisis y con el vaivén de causalidades
recíprocas de la trayect~ria de la criminalidad. El hom·
bre, en efecto, tiene un sistema nervioso, que es la parte
máS delicada de .su organismo diferenciado qúe fá-cil-
mente puede ser intoxicado por el paludismo, por el
saturnismo, por los venenos y por el alcohol. Ahora
bien, cotno la sociedad se compone de hombres, si los
cerebros están intoxicados toda la sociedad sufrirá por
ello. De este modo las ·enfermedades de la sociedad se
· las ·reduce· a enfermedades del organismo. La pSiquia-
tría nos permite seguir el proceso que lleva de 1~ into-
xi.cación de los centros ne~;viosos a la locura~ al idiotis· ~~

mo, a la esterilidad y a la degeneración .de la raza.
Morel estudia este prOceso en las razas salvajes, dege-
neradas por consecuencia de la insa:lubridad del habitat, 1
y explica así por qué pueblos enteros no han progresa- '
do. y por consiguieute la-s diferencias ·de nivel de -las
i¡d
.\
JNTRODUCCION A LA PSIQUIATRIA SOCIAL

diversas civilizaciones, estudiando también en las aglo·


meraciones urbanas, sobre todo después de la utilización
de la hulla, la razón. de por qué son las ciudades los fo·
cos patógenos de nuestras civilizacione~ modernas.
Pero More}, que escribía antes de la aparición de la
obra de Darwin, daba por base de su sistema de la dege·
neración la doctrina de la fijeza de las especies. Existía
un tipo normal primitivo de hombre y este tipo podía ser
alcanzado por la enfermedad. La desintegración de la~
vías nerviosas .se convertían en la causa d.e la desinte·
gración de los vínculos sociales. Después del transfor·
mismo, la tesis podía ser sostenida, pero debería de re·
vestir naturalmente una nu.eva forma. El concepto de
degeneración debió ser reemplazado por el de regresión.
Tal fué, como es sabido, la obra de Ribot mostrando que
la· enfermedad atáca las funciones mentales en el orden
inverso de su aparición, haciendo desaparecer las tenden·
cias altruístas antes que las tendencias egoaltruístas y
éstas a su vez antes que las t.endencias egoístas o aní·
males. Las enfermedades de la sociedad se explican pues
por las enfermedades mentales, como lo hacía Morel,
pero en otra forma. Los trastornos sociales son la coilse·
cuencia de los trastornos de la voluntad y de la persona•
lidad, el aumento del número de "amorfos" e "inesta·
bles" es incompatible con la organización social, que
12 .
ROGER BASTIDE

supone un esfuerz~ ·de actividad voluntaria. La ley de


regresión no tiene sólo un valor psicológico, como fre-
cuentemente se cree, sino también un valor sociológico.
Obseni.emos ante todo que estas dos teorías antiguas
tienen un campo mucho más extenso que la moderna psi-
quiatría sociológica, porque hoy se tiene por costumbre
distinguir entre enfermedades de origen lesivo y otras
que no lo tienen, escapando las primeras por su oriun-
dez fisioiógica o anatómica a la ciencia social: Por ello
se ve que 1« distinción no tien.e un interés .capital para
nuestro problema de las repercusiones y por otro lado
nunéa se está seguro de que en un día se descubra 1ma
base física a las enfermedades llamadas constituciona-
les. ~e~ lo que fuere de este punto cuando el físico se
encuentra en presencia de dos hipótesis opuestas, para
deslindarlas echa mano de una experiencia. El sociólogo
no puede hacer esto, pero a menudo se pretende que la
estadística puede· reemplazar esta experimentación im-
posible para éÍ. Debemos pues, en un primer capítulo,
estudiar las estadísticas para ver si nos permiten verda-
deramente superar el dominio de las correlaciones y al-
canzar el de la causalidad. ·
·¡
CAPITULO 1

LOS METODOS DE LA PSIQUIATRIA SOCIAL.


11

li
La estadística parece ~ primera· vista ser el medio más
eficaz para saber si al lado de causas orgánicas que a
nadie se le ocurre naturalmente negar, desempeña la so-
ciedad un papel en el aumento por lo menos de las en-
fermedades mentales.
· La estadística nos enseña que las enfermedades men-
tales no están repartidas de una manera homogénea se-
gún los grupos sociales y en estos grupos según el status
del individuo. Encontramos ~sí II!~~. n~urosis y psiéosis .
~!ltr~l~.s~ spJ!~t~.~-~9..1,1~ _ept.r~ lQi:b.a~.d9.~. ~~ii~,li?.f~!B~"'
~~~~~}l~e -~~t~~)o~_"spl~~ºs~ ~ Estas son constataciones
que también hacía Durkheim al considerar la reparti-
ción de los suicidas según el estado civil, y podemos
I Karl Jaspers, Psychopathologie.
14 ROGER BASTIDE

concluir con él, aunque se trate de otro problema, que


ahí tenemos una prueba de la influencia de la sociedad:
parece que la condición del.matrimonio, al crear lazos
sociales estrechos y fundados sobre el sentimiento, es un
obstáculo a la proliferación .de trastornos intelectuales.
El aislamiento del soltero o del divorciado predispone
por el contrario a lC?s fenómenos patológicos, más aún
en el divorciado que en el soltero porque se ha agotado
por .el esfuerzo hecho anteriormente para impedir el fra·
caso de su ensayo de vida familiar.
Pero esta interpretación es una interpretación a pos-
teriori; supone que las estadísticas enseñan que el estado
social es una de las causas d.e la locura. 2 Ahora bien,
lo que creemos haber encontrado en los hechos no es al
fondo mas que .un simple postulado, que, más o menos
:¡ inconscientemente, hemos deslizado en nu.estra lectura
de las cifras. Las cifras indican una correlación, nada
más, y si podemos interpretarla en el sentido de una in·
fluencia del status doméstico, también podemos y con
'igual razón interpretarla en el sentido opuesto. Si hay
más enfermeda:des mentales entre los solteros que entre
los casados, ¿no es justamente porque el enfermo men-
2 La palabra locura está tomada aquí en el sentido vulgar del
término.
'· -- - ~ ~ . .
tal retrocede ante el matrimonio o no puede ~~8arse? Y
si el númeroJ~ Iodávía mayor cuando se pasa a los di-
vorciados, ¿no se deb.e justán:iente esto a que los enf-er-
mos que se li¡iijf¡fai$a,'do no han tenido éxito en la expe·
riencia de la constitución de una famiÍia normal~·
último análisis la.existencia de trastornos patológicos in·
dividuales actúa sobre la sociedad y desorganiza el sis-
tema doméstico y no al contrario.
Se ha obs.ervado también que las enfermedades menta;
les variaban según las confesiones religiosas, que au·
mentaban al pasar de los cristianos a los israelitas y de
éstos a las sectas no conformistas. 3 Sin embargo, la soli-
daridad, es tanto más grande cuanto más se pasa de la
iglesia cristiana, demasiado vasta para que ~~ vínculo
.qu.e une a los cristianos sea otra cosa que un víncu-
lo mental, a los judíos tan apretados entre sí. en las ba-
rreras del Ghetto o cuando se pasa a las pequeñas sec-
tas que con frecuencia se han presentado como tipos
ideales de comunidades fraternales. La Soci~logía no
puede explicar el fenómeno sino situando estas religio-
nes en el conjunto ~ásvasto de la sociedad: es el con.
flicto entre el grupo pequeño y el restante de la socie-
dad, es la execración con que la mayoría distingue a
",....,.., r:' lt:':.
..,_o~"":r'r:~ tol~~~~U-~'*
3 Romer, ci\adq., Pf¡l( Jª~lf;\9~~\tz't.···'-~
n~st\1:JIU ' ,, ·-

~ ....... .
'P.1(1')' /~ ~ ..... . -·········
~U\ .,:,,~!~
16 ROGER BASTIDE

los judíos o a los no conformistas y que los obliga a


vivir en un estado de inseguridad permanente, lo que ex·
a
plica la angustia sobre la que va florecer la ~nferme·
dad mental. Las estadísticas parecen mostrar mejor aquí
que en el caso precedente la acción creadora del medio
y sin embargo, la observación de Jaspers vale por lo
menos para las pequeñas sectas: hay•. dice el filósofo
alemán, medios in~electuales que predisponen a las en·
fermedades mentales, como las colonias vegetarianas, _las
sectas· teosóficas, el espiritismo. . . A menos que no sean
estos medios los que atraen a los enfermos mentales.
La observación es pertinente, y parece estar justificada
en el caso del espiritismo que recluta frecuentemente
sus adeptos entre enfermos _que no han encontrado cu·
ración por los médicos y que van a buscar al ~spiritis·
mo un alivio de sus males. De tal manera que aquí la
_correlación ·puede ejercerse en los dos sentidos.
Si se consulta ahora el porcentaje de ~nfermedades fl
mentales según las profesiones, veremos que es mínimo
en el caso de los agricultores para pasar al máximo en
. '[' ..
'
~~

1
las profesion.es liberales. 4 ¿El oficio tendrá pues una
influencia sobre la anormalidad?

4 L. Stern, Kulturkreis und Form der Geistigen Erkrankung,


Halle, 1913.

'
INTRODUCCION A LA PSIQUIATRIA SOCIAL 11

Hay que establecer primero una serie de distinciones.


Diferenciar ante todo el medio físico del medio social.
Es posible qu.e las condiciones de vida del trabajador
rural, siempre al aire libre, y que no necesita hacer
grandes esfuerzos mentales, favorezcan la salud del es-
píritu como la del cuerpo. Por. el contrario la sobrecar-
ga intelectual nec~saria para ser promovido en los exá-
menes puede ocasionar graves trasto:rnos, sobre todo
cuando este esfuerzo no está compensado por ejercicios
físicos y por una alimentación racional. Existen por 'otra
parte oficios que, técnicaruente, provocan trastornos
neuropáticos como todos aquellos que exigen la mani·
pulación de cuerpos cuyos efluvios envenenan el sistema
nervioso, pero en este caso no es el oficio el que actúa
socialment~, en su condición de status social, sino. la
técnica operatoria de ese oficio; se trata de una causa
de orden físico.
Hay todavía otro caso a eliminar, el de las llamadas
neurosis de accidentes. 5 La ley de 1880, en ·Alemania,
sobre los accidentes, llevó a muchos obreros a trastor·
nos psíquicos muy diversos; el deseo de una renta se
transforma en ellos, con el auxilio de mecanismos "his-

5 P. Horn, Uber nervilse Erkrankungen nach Eisenb!lh nun·


fallen, Bonn, 2a. ed. 1918.
¡¡
\, 18 ROGER BASTIDE

\\. téricos", en variadas turbaciones que expresan todas el


!1
deseo de una renta. Pero estos diversos mecanismos his-
¡: téricos se hubieran producido sin la ley, pues sólo le

1¡ proporciona a la enfermedad un punto de cristalización,.
li
'1¡
lo que significa una cosa completamente diferente.
Una vez· adelantadas estas observaciones, puede redu-
'[
~\ chse la diferencia ·que existe entre las profesiones a la
'1 oposición de los medios rural y urbano, en su calidad
1
1 de medios sociales, y a su influencia sobre las enferme-
1
dades mentales. En la ciudad no sólo hay una propor-
ción más elevada de neurópatas, y psicópatas, sino que
su nfunero aumenta también continuamente. La ciudad
actúa sobre el sistema nervioso por el ruido, el trabajo
mecanizado, la fatiga de las largas distancias a recorrer
para ir al trabajo, por el sueño menos reparador, etc.,
i; todas causas de agotamiento y depresión. 6 Pero lo que
nos iriteresa más es la influencia de la ciudad en tanto
·' que es mía sociedad, caracterizada por la heterogeneidad
¡¡
de los grupos, la estraficación social, la concurrencia
ll
L económica y la disminución del control comunitario.
1
Todo esto plantea al espíritu problemas que debe resol-
!: . ver solo, sin ayuda sentimental, problemas que exigen·
frecuentemente una respuesta urgente y que varían con·
6 Pacheco e Silva, Problemas de Higiene Mental, S. Paulo,
1936•

• 1
INTRODUCCION A LA PSIQUIATRIA SOC:qL 19.

tinuamente. Esto explicaría por .qué individuos de débil


tono psíquico, después de un período de lucha para
adaptarse, para ajustarse a esta sociedad móvil y diver·
sa, terminaría por abandonarse, por opacarse o refu-
giarse en las neurosis.
Esto explicaría, lo que hemos dicho. Porque toda esta ..
construcción reposa sohr.e la idea de que las estadísticas
düerenciales de la ciudad y del campo son correctas.
Ahora bien, Jaspers 7 después de haber· notado que el
número de internados'se había triplicado de 1850 a su
época, agrega: "de aquí no se sigue en modo alguno· que
el porcentaje de enfermedadés mentales haya en gene-
ral aumentado". Ello se puede deber al progreso de la
medicina que evidencia mejor los trastornos patológicos,
•, o a la dificultad de vivir en las grandes ciudades y en
V sus pequeños apartamentos, lo que obliga más f~,cil­
mente a la internación del enfermo que no puede ser
cuidado en su casa, o finalment.e porque' lo¡; asilos de
alienados ya no son hoy día sombrías prisiones, cáma-
ras de tortura, y el público tiene más confianza en la
medicina. Corno se ve son condiciones que se presentan
en la ciudad más frecuentemente que en el campo, en
donde los débiles mentales, los psicasténicos, Y. otros
T Op., cit.
20 ROCER BASTID~
,.'

enfermos permanecen siempre en el seno de sus fami·.


lías. La confianza que .podemos poner en las cifras ' i
relativas a internaciones en las zonas urbanas o rurales
es escasa para reclamar el derecho de construir sobre
ellas una interpretación sociológica sobre las causas de
la enfermedad.
Sin embargo, se tendrá una probabilidad en favor
de la tesis de las causas socia·les de las enfermedades
mentales en las ciudades, si pudieran citarse casos en
que .. desajustes sociales han traído consigo trastornos
mentales. Ahora bien, parece que tenemos esta prueba
en el caso de los-...li~m,l?reü!i~fg§~~es": ·tn -dualic:lad-de-
cultúrB:S'-que -se' ~nfrentan en el indivi<luo~"seua<TiíCe
·}>o;~- -desCioíií~mie_~i:~:-~e- ·l~ ·- persoñálidacT"~-­
·-aaqtiirír ~!orina· i>.~tol6gica. 8 El ·~~o ltitlos.'"'1 ~l:"~~-·~=...,=""'-;.:.1\tl
liemÓs·-~~-¡¡;i;ad~~-~1~C·";;~y¡;; desde el punto vista
de la influencia de la confesión religiosa podría tam·
b~é:n ser explicado como el caso precedente. El esclavo
negro de los Estados Unidos estaba menos sujeto a las
enfermedades mentales que el negro después de la abo·
1

Everett V. Stonequist, O homen marginal, trad. portuguesa,


8
1

S. Paulo, 1948; L. G. Brown, · lnmigration: Cultural Conflicts


and Adjustments, 1932, Cap. XII; Miller, The opression Psy·
chasis !lnd the Immigrant (Annals Amer. Acad. Polit. and Soc.
Sciences, XCIII, 1921), etc.
lNTRODUCCION A LA PSIQUIATRIA SOCIAL 21
lición del trabajo servil. Las dificultades de ajuste de
un individuo· de tal o cual cultura, o de tal o cual raza,
a otra cultura pueden traer consecuencias graves. De
la misma manera -lo que constituye una especie de
marginalidad temporal y ya no horizontal- cuando una
civilización cambia su cultura, como China que se oc-
cidentaliza, 9 o como ~as tribus indias en contacto con
los blancos 10 el número de enfermedades mentales au-
menta como consecuencia de la imposibilidad de los
individuos cuajados en hábitos tradicionales de adap-
tarse al medio que cambia. 11 Es claro que esto no des-
truye la importancia primordial del factor constitucio-
' , nal, sucumben a los tr.astornos quienes están dispuestos
a ellos hereditariamente, pero en un período orgánico,
como diría Comte hubieran podido, con una vida más
reducida escapar a la crisis, cosa que no pueden hacer
en situaciones sociales perturbadas. ·
Los estadísticos no sólo están interesados ~n descu-
brir las condiciones sociales más favorables al surgi-
miento de las enf~rmedades mentales; se interesan tam-

9 H. D. Lanson, Social Pathology in China, 1937, citado por


Otto Klineherg, Social Psychology, Nueva York, 1941.
10 M. Mead, The Changing Culture of án Indian Trihe, 1932.
11 Estudiado por Eliot y Angell (Amer. Jour. Psychiatry,
VIII, 1929 ).
22 ROGER BASTIDE

bién en la incidencia de estas mismas enfermedades 1,!1


mentales sobre los hechos sociales; en parP.cular han ,l[i\
estudiado los vínculos que se dan entre las enfermeda- '1\F

~ ~~mbr~:o~r::m:~:;~o~;~n~~:~;&;~!~::!e~}~=-o~:;;c~ j\;1;
/ ne,.;_..P.QJ'.J.9~~~~s ~~~r~- la -~ebil.id~d
mental y 1~ d,:~ ~ jt
Jfu~I?:~~- J~~-e~~~ ~or desgracia las cifras varíán tanto l
un investigailor a otro, de 0.3% (Healy y Bronner) 11
75% (Bridgman) que nos es n;¡uy difícil sacar con- ·! 1

usión alguna. 12 ·1 '


En resumen, las estadísticas tal y cual han sido em-
pleadas en las investigaciones · precedentes, establecen
correlaciones entre hechos sociales y hechos de patolo-
),

gía t;nental, p~~o salvo en un caso, estas correlaciones <ti
deben ser entendidas de manera diversa, en direcciones ~1·-~y
contrarias; y ~;tdemás los datos estadísticos pueden ser :
sometidos .a críticas pertinentes. De una manera general , 1 J
puede decirse que los datos son muy vagos, muy am- , 11\
u plios, valdría más sustituir estas estadísticas globales ' ·¡i
1'.1 por estadísticas más detalladas, distinguiendo diversos ti-
pos de el!Íermedades mentales. A esta repartición de
ló patológico ·habría que hacer corresponder una, repar-
. 12 Metos de Alencar y José Nava, Delincuencias de menores
1
en Rio de Janeiro, (Arqu. Ass. A. Menores, Rio, 1942)'. '1

1
INTRODUCCION A LA PSIQUIATRIA SOCIAL 23

tición del medio social. Entonces se podría llevar la


comparación. más lejos y lo que la encuesta perdiera
en extensión lo ganaría en precisión. Es justamente a
esta tarea que se consagra el método ecológico. Localiza
las diversas enfermedades mentales en áreas geográfi-
cas restringidas y estudia el tipo social dominante de
estas diversas áreas. ¿Qué resultados nos sugiere?
Desde hace mucho tiempo se ha observado que en las
grandes ciudades do~inaban, sobre todo, las psicosis
alcohólicas, las parálisis generales de origen sifilítico
y diversas psicopatías debidas a las dificultades de la
vida, mientras que en el campo eran preponderantes
las enfermedades constitucionales como la demencia
precoz y la locura maníaco·depresiva. Pero estas obser·
vaciones son todavía muy groseras para que nos ateñga-
mos. a ellas, pues para limitarme a un ejemplo recor·
daré que la demencia precoz se considera por .otra parte
como una enfermedad de intelectuales e inclusive de
profesores. Los estudios de Faris y Dunham, sobre
Chicago, metrópoli, y Providencia, poblado, van mu-
cho más lejos en la distribución ecológica y debemos
detenernos en ellas un poco más.
Hay que recordar la· conclusión de sus investigacio-
nes. Ante todo las enfermedades mentales irían -men·
guando del centro a la periferia de la ciudad como todos
24 ROGER BASTIDE

l~s otros fenómenos de patología social, el suicidio, la


criminalidad, la delincuencia juvenil, la de~ersión de
la familia, etc. Pero las diversas ·enfermedades no se
distribuyen exactamente de la misma manera: mientras
que las psicosis maníaco-depresivas se reparten al azar,
la esquizofrenia se concentra en zonas de desorganiza.
ción social (hobo, centro comercial, zonas de residen·
cias amuebladas) . Pero a su vez la esquizofrenia se
subdivige en tipos, paranóica, hebefrénica, catatónica,
simple o no clasificada, y hay que observar que los dos
primeros tipos se encuentran sobre todo en las partes de
1a ciudad en que la población es más móvil; la catato·
nia en los barrios o slums de extranjeros, las paranóicas
en los barrios de cuartos amueblados, y nu.evamente las
oatatonias en barrios de negros o de inmigrantes, pero
no son los negros los que en sus propios barrios repre-
sentan el porcentaje más elevado, sino los blancos que
se han refugiado allí. Las psicosis alcohólicas dominan
en la zona de transición entre el centro de negocios y
la zona residencial; la parálisis general J'!n las áreas del
¡ vicio, siempre en el centro de la ciudad, mientras que
:1 · la psicosis senil se encuentra por el contrario en los
¡,
1 bárrios de propietarios.
'''
' í
El método ecológico, distinguiendo las diversas en-
f~Tmedades7 tiene el mérito de destruir, o por lo menos
! -
- ., ..... 'r ••

INTRODUCCION A LA P~IQUIATRÍÁ 'SOCIAL~, - ~ ~·' · \ 25


r~AT[~~:1
de atenuar c~ertas correlaciones que estadísticas -muy..
vagas nos haEt!RiJfjsentir. Así por: ~j~mplo, Faris y
Dunham, observan qué··si"par~dos hotrihres son.los.sol...
teros quienes proporcionan el más alto porcentaje .de
esquizofrénicos, esto no vale para las mujeres, a quie-
nes el matrimonio no preserva, y en cuanto a la psico-
sis maníaco-depresiva es más frecuente entre personas
casadas que entre solteros. Pero si la ecología nos des-
prende de ciertos resultados ya encontrados, no alcanza,
sin embargo, a eliminar la tesis sociológica. Por el con-
trario: cada zona de una gran ciudad tiene su tipo de
población, su estructura social y económica, y si es una
zona de desorganización, su tipo particular de deterioro
social. El barrio de los negros no presenta los mismos
fenómenos de patología social que el barrio de los· pe-
queños departamentos amueblados. La distribución de
las enfermedades mentales corresponde, pue~, a la dis-
tribución de los fenómenos sociales.
¿Pero si el método es más preciso, las conclusiones
en favor de la importancia de las causas sociales son
más probatorias? E. W. Burgess, que ha escrito el pre-
facio al libro sobre Mental Disorders in Urban Areas
se pregunta si los esquizofrénicos se encuentran en las
zonas de desorganización debido a que la desorganiza·
ción social acarrea la desorganización mental, o pot
26 ROGER BASTIDE

el contrario que los enfermos que comienzan a sentirse


atacados por la enfermedad han elegido perderse en
barrios en que pasan más fácilmente desapercibidos,
puesto que están perdidos- en el mar de una población
eminentemente móvil. ¿El aislamiento acarrea la en-
fe~medad mental o la enfermedad mental busca el
aislamiento? Faris y Dunham se aplican a mostrar que
la causa es el medio: muchos de estos enfermos han
vivid.o siempre en el barrio, no son refugiados; pero
el argumento no parece convincente, porque la esqut·
zof~enia es una enfermedad· constitucional, el tempera·
mento esqui~ofrénico es hereditario; si la huída no es
obra de los hijos, por lo menos lo fué de los padres.
De este modo aunque hayamos perfeccionado el mé-
tod() estadítico por su regionalización, los hechos nos·
..presentan sólo correlaciones, sin indicarnos cómo leer-
las, ? en qué sentido se ejerce la causalidad. Entrevemos
en ciertos casos privilegiados que la probabilidad va en
el sentido de una causalidad sociológica, pero sin que
podamos rebasar la simple probabilidad y esto a con·
dición aún de que nuestras estadísticas sean perfecta-
mente exactas. En una palabra las cifras nos plantean
más bien probl~mas que ofrecernos solución.
Para saber si la sociedad desempeña un papel, y qué
papel exactamente en ·Ia etiología de las enfermedades
INTRODUCCION A LA PSIQUIATRIA SOCIAL 27

mentales, nos es forzoso abandonar provisionalmente la


Sociología p_ara volvernos hacia la Psiquiatría. Es me·
nester recurrir a los alienistas para que nos digan qué
concepción se forman de los trastornos del espíritu, pa· ·
ra ver si la sociedad puede influir sobre el surgimiento,··
decurso o aceleración de estos trastornos. Es lo que
ahora pasamos a estudiar.

·.
CAPITULO 11

PSIQUIATRIA Y SOCIOLOGlA

Los psiquiatras y los psicólogos que se han ocupado_


de las enfermedades mentales para diferenciar la con-
ciencia normal de la conciencia morbosa, han tenido que
hacer un lugar a los datos de la Sociología. Vamos a
verlo examinando, sucesivamente, las teorías de SigmÚ~d
Freud, de Pierre Janet y de Charles Blondel.
La teoría psicoanalista de las neurosis es muy cono-
cida para que resulte útil resumirla aquí. 1 Nos. conten-
taremos con señalar lo que concede a la Sociología en
la explicación de los trastornos neuropáticos. La neuro-
sis es una detención del desarrolio normal de la lihldo-
---~-----~----~---- --------- _ _ _ _ _ _ # _ _ < _ _ . - . ................. _ ---- ·- --~ • · - · - · " " ' - - -. . . . . _ _..._ _ •

1 Freud, Oeuvres complete~, en particular sus:· Studien über


Histerie, 1836- S. Ferenczi, Sex in Psycho-analysis, trad, Boston,
sin fecha.
30 ROGER BASTIDE
'l
en formas arcaicas de la libido infantil, y en particular,
es-dehid~.. ~.la imp~sibilidad 'qué sufre el étif~rm<i:ile
~·aesprenáerse déJ .·complejo de Edipo. No hay que olvi·
·-a~-;:_-q;]e.Freud h~ Üegad.o· a 'esta conclusión, no por una
doctrina a priori de la psicología, sino que, por el con·
trario, su psicología general se constituyó más tarde, y
poco a poco, a partir del análisis de la conducta o de
los sueños de sus clientes; la teoría de la neurosis ha
surgido del estudio de los enfermos, y Freud nos ha co·
municado su admiración cuando se percató de la im·
portancia de la sexualidad en los trastornos mentales,
conclusión que no esperaba. Pero lo que importa para 1
nuestro asunto es averiguar las causas de esta detención
de la libido en sus faces infantiles.
La primera de estas causas es la existencia de trauma 1
',1
en el niñ~. Estos traumas dependen de la situación fami·
'1
liar del niño y se refieren en consecuencia al medio 1

sociológico. Puede darse como ejemplo lá cohabitación


del niño con sus padres y el descubrimiento por él de
la vida sexual de su padre y d~ su madre, "la escena
primitiva" de Freud. Estas relaciones sexuales aparecen
como una especie de violación, de desencadenamiento
brutal, de sufr~iento infringido a la madre que con·
mueve la .imaginación del niño para siempre. Puede
también darse como ejemplo el traumatismo de la ~-
INrRODUCCION A LA PS.:IQUIAT-RIA -SOCIAL-, ~, ,. 31

tración que, !SiAHliHl~. no es nunca más que una castra-


ción imaginaria, una si:riiple ániénaza, pero ·que ·p11ede
dar nacimierU:tf.HWW: sentimiento- enf~Jl!izo de culpabili-
dad. A veces el nacimlento··ae·ün·b';~¡;;"itit>"'(f·de·umdrer-­
mana, que priva al primogénitó de una parte del afecto,
a que creía tener derecho, pueda crear un choque dolo-
roso, que suscitará más tarde, neurosis más o menos
graves, puesto que las agitaciones despertadas persisten
siempre en las profundidades del inconsciente y no han
podido ser superadas. Hay que leer las historias clínicas
de Freud para darse cuenta del extraño medio en que
han sido creados los enfermos, y que no podía menos
que ejercer una influencia deletérea en el espíritu, por
ejemplo la de aquel pequeño que su mamá llevaba siem·
pre al baño.
La segunda causa, esla represión social. El principio
del placer se topa siempre con el principio de la reali-
dad, y debemos entender siempre por realidad no sólo
la realidad físiéa sino también la realidad sociológica.
Cuando la représión es o muy fuerte o muy débil, el
desarrollo ~ormal de la libido se perturba, o, en el se·
gundo caso, se fija definitivamente sobre los p--adres, o, ..
en el primer caso, suscita un complejo de culpabilidad '
(sea exterior, la represión familiar, la del padre cruel
por ejemplo -sea interior-, v. g., la coacción sádica
32 ROGER BASTIDii;

·del padre interiorizada, que se ha convertido en el super


ego). Estas fijaciones patológicas o culpabilidades se
· inscribirán en los delirios de las neurosis obsesivas, po.r i
ejemplo. Sin duda que ifo hay una diferencia de natu· 1~
raleza entre la psicología del hombre normal y la del l' \'
enfermo, pero el hombre normal se libera, por la adap·
· tación simbólica del sueño nocturno, o por la idealiza·
ción artística, o por la sublim~ción religiosa, o por la
transferencia de la libido a objetos lícitos para la so·
ciedad, mientras que el neurótico no se encuentra en
condiciOñes d~~-;-éo~~d~r~ ~ la ~~éiedad ~milieri¡e.­
.-=r:a-~;~~~~~i¡. q~~ .de ~q~í .. -~~~~it~~:";~-~ r;;;~-~ente '
· el subjetivismo de que hablábamos en nuestra introduc·
ción. Toda la historia de la humanidad, que la historia ·
del niño resume, es la desexualización progresiva de la ¡
libido: "la religión y los sentimientos morales han l¡
1!1
sido adquiridos como premios de la victoria sobre el ¡
complejo de Edipo; los sentimientos sociales, de la nece·
sidad de superar los .restos de rivalidad que existían entre
los miembros de la joven generación". 2 Ahora bien,
la enfermedad, al estabilizar a la libido en formas ar·
----. caicas~ "impedi~~ · ~~t~~_al;e~t~ --~¡' -~~~;Úi~~ ele;a~~~'ar
-~]§~]~J~~:. ~<?~~iUdª~. y._ ~le.Jª·- ª~!<iahil~,I_~d,:__ o~s 1

.2 Freud, Le n:toi et le soi (Essais ·de Psychanalyse, tr. franc.


Paós, 1936).

i;,
INTRODUCCION A LA PSIQUIATRIA SOCIAL 33

exactamente, intentará pgx .sus.propias-fueuas..CI:ear,...para..


su uso, las insiliii";i~es socia!
--- ..-es,.. per.o _sie.mpre.=oons~--"
~~-.--"'-'·"".

'varán ~fi1 coio'áiCión "'sexual de sus traumatismos. ''Aban·


donado a sí mismo~ ef~~-~~ói:i~~ se -~e .obÍi~~d~ ;·;ustituir
con formaciones sintomáticas las grandes formaciones_
colectivas de que .está excluído. Se crea su _propio mun·
do ix:':~gi~~:i~, :su,_ ~.!<>Piª r(l)~gi§É:.. ~'u~:si'st~iJá ·9,~~~-r-~~i._j
y reproduce de este modo las instituciones de la huma-
nidad bajo un aspecto desfigurado". 8 De este modo el
subjetivismo existe, pero no nos hace salir completa-
mente de la Sociología puesto que los delirios son como
una caricatura de las diversas instituciones· sociales.
Todavía encontraremos a la Sociología en la terapia
psicoanalítica. Consiste en una reeducación social de la
libido no únic,amente en una catarsis. La prueba de
Pilo es que el primer momento de la cura es la t~~
ferencia de 1a libido de los paCiresal méaléO,~y-;; con·
,_..,... ~"--'...,..__;.:~_;, __.... _...,.,_~,.,..,'::.~....:O.~=-o~'""'"',_.,'#~_...:o<':Z"~...,..,.,.;:,r...:;w...,..a

secuencia un acrecentamiento ae las relaciones sociales,


en ese tránsitoTerélacloiies-doiñesHcasa· of:éos ti"pos.ín:·
··!ei-Die~t;¡~~- ~ ¡;¡ié.rafectivos: "ToarcnracioiCes\lñ-ieaj~~:-~'
te- d~y=~;~·;~ -Í~~. ~~~(~~- del,.ll1~~i<>, .~<l~i.~i ~;nl)~~ñii:... . ."
. y-esto es tan cierto qué el problema se plantea en los
1)
1 8 Freud, P§icología Colectiva y (Idem.)· Análisis del Yo.
34 ROGER BASTIDE

dos sentidos: ajuste del individuo a la sociedad primero,


pero también, puesto que las neurosis provienen de la ,
cohabitación y de la represioñ- ánormal, del aji.nité·-para:-
'Ieió~dé-ii ·t()~~did·;r htdividti'o,- para--hacer desaparecer
las causas sociales de las enfermedades mentales, por
una reforma de la educación familiar. -
~=¿Eñ~qü6iiied:icia i>od.emos 'acépt~~ -~sta teoría de las
neurosis? Sin ir tan lejos como Jung, y hacer de estos
traumas de la infancia imaginaciones del adulto, in-
clusive del médico, hemos d.e reconocer que muchas gen- ..
tes normales han sufrido los mismos traumas y las mis-
mas represiones, atenuadas o exageradas, sin caer por
ello en la locura. 'l es que el trauma solo no basta para
que la neu~osis se desarrolle, es necesario que haya
también cierto terreno de disposiciones hereditarias. 4
Las conclusiones del Dr. André Ombredane sobre los
trastornos del carácter en el niño nos parece que tienen
un alcance mucho más general y capaz de establecer
en su verdaaero punto el papel respectivo de los facto·
res constitucionales y de los factores sociales. "El pro·
hlema de la historia individual es inseparable del proble-
ma de la estructura... En función de su estructura
4 C. G. Jung; Versuch einer Darstellung der Psychoanalytis·
chen Theorie, 1913.
INTRODUCCION A LA PSiQUIATRIA SOCIAL 35

constitucional el niño reacciona al medio y, por lo me-


nos relativamente a los padres, determina la actitud
del medio. Es también en función de ·su estructura cons-
titucional que· prueba, valora o devalora un acontecí- .
miento y hace de él o no un factor de conflicto. Por otro
lado es innegable qu.e estos acontecimientos, cernidos
y valorizados por la estructura afectiva del individuo,
reactúan sobre ella, le proporcionan puntos de cristá-
lización, objetos, símbolos. En la relación del elemento
.estructural y del elemento histórico, se insinúa un coe-
ficiente de indeterminación cuya variación se extiende
desde los tipos más rígidos hasta los tipos más plásti-
cos. Los trastornos del carácter del niño deben ser es-
tudiados como fórmulas de equilibrio entre elementos
estructurales, elementos del medio, elementos históricos
(los traumas de Freud) cuya impoitancia J;espectiva
varía eminentemente de un caso a otro". 5
La teoría de Pierre J anet va a mostrarnos quizá de
mejor manera esta colaboración entre elementos indi-
viduales y elementos sociales. Hay dos tipos .. _, de conducta
... - ---~-----~- -~,_ ---~· '~ ~--.-~

social; las, dosJÍ(lll~R.SU. punto d~,p~tti!lª ~t~§H~UlR~ ·ºª


--éman~d~ ··d~ objetos sociales, es_ de.::ir_ <!~ Q!r~s in~ivi·
_ _ _ _ ....,...:...=o->--,._>..:-'-.=-o.-_._.,...,_.._'-.,_+ __ $-~"-x;.=s- .c.s:;,•.·.-··· •. _, __ ...__-...:.,.-- -<• • • -'•- - - - - · - --:.=:;~."!:;..~~

5 André Omhredane, Etudes de Psychologie · M~di~e, tomo


m, Río de Janeiro, 1944.
3() ROCER BASTID:¡;:

duos aislados o en grupo. Pero en el primer caso, "las


--~o~dücias._sóii' conductas éxternas, como ·las condu~::tas
en relación a una silla o a una acera. Son conductas de·
~Q!!i.~!l2as por objetos. E~ consecuenci;-muyj)ririiffivas
y come~íiCl!i~ _p~_r:·l~ii --prlméros-·añimales". -Estas-;-
düctas·s~n ll1uy- diferentes de las condúctas sociales que
interesan al sociólogo, porque son casi automátic~:~,s, no
están impregnadas de sentimiento;- la- enferiiÍ¡;J;~
bre todÓ en tn1storños'dé-i;~~;Üd~ct del mundo exterior,
disocia este primer tipo de conducta de las otras más
complicadas y afectivas. Janet cita el caso de una mujer
que ha perdido toda afección por su hijo y que repite
sin cesar: "Este niño no es mi niño, no me pertenece".
Sin embargo, continúa cuidándolo, alimentándolo, como
alguien que aunque dude del mundo exterior evita un
obstáculo en la· calle. Estas conductas primitivas sé han
complicado en seguida por la adición de sentimientos.
Para J anet los· sentimientos son reguladores de la acción
y como la vida social es difícil, es necesario supervisar
nuestras· conductas, adaptarlas a la situación, de ahí esas
regulaciones sentimentales, pero estas regulaciones ·ha·
cen entrar en juego fuerzas psíquicás, que son acciones
"costo~as". 6

6 Pierre Janet; L'Evolution psychologique de la Pe~onnalité,


París, 1929.
INTRODUCCION A LA PSIQUIATRIA SOCIAL 37

Ahora bien, los enfermos SOIJ: g~l!tes, !J.O Jl!"!IY fiCli~


~~~_~¿!!lgj<;AAt~nt~~-~P:?!:-.~1!. ~?-~~!ituqi~~ •. ~ ~i(,r,!i~;-:·-~~~-
..!!~?..!~-~o_, s11s __r,ecl:':t;sos ,_en _J!n esfu~~o :r_nuy. P,rQ.lRI!g~td_q_,
en la preparación por ejemplo, de un concurso __univer-
siúirio o- ~~- ;~~~~~e~ ~!1 ~onfl~cto -familiar difícil. La
sociedacr eiige- de no~otros actos, y estos actos ;;os hacen
gastar energía psíquica; muchas personas tienen nece-
sidad de tiempo en tiempo de un poco de soledad. para
economizar las fuerzas. Pero, los psicasténicos o los
neuróticos tienen necesidad casisi~mR~;;--·cfe-~1~-~;¡;;J~d,
1;~-;que carece~ a~·ioá~ ;~;~~~;; 'Ei ~~~~J:; é~-ci~¡;já;i~J~"
é~~plicado, y ·de~earíamos~q~~ los individuos que nos
rodean respondieran a nuestros deseos, tal y como en-
tendemos debían responder; pero todo hombre tiene su
personalidad, no reacciona a nuestros estímulos como lo
pensábamos, y ello requier_e cada vez una readaptación
costosa de nuestra conducta. Se ha dicho a veces que
una reunión mundana es un campo de batalla, que exige
};d'fpí~~aci~. I~ lu~ia:Z" ;~;¡ do~i'nTo <IeSf."'ES'~iii"p~n:
-sible éll't~nces-'éfue~las-dec;-pci;;~-;;los"d6hnes se tra-
duzcan por una huid~ hacia la locura. "Una loca no
tiene nada más que decir"; "He sentido desde muy tem-
prano que no estaba hecha para esta vida y que requería
de- otro mundo". El delirio imagin~rá justamente ese
otro mundo, una sociedad ilusoria que no exige ningún
38 . ROGER BASTIDE

esfuerzo, ningún gasto, sino que dará por el contrario


y fácilmente la impresión acogedora del éxito. Se ima·
ginará por ejemplo, un amante perfecto, o un dios siem·
pre bien dispuesto, y desde este punto de vista, muy
diferente en consecuencia de los seres reales, "que no
siempre están dispuestos y que padecen de humores
diferentes a los nuestros". 7
Es inútil continuar más adelante el análisis de la
obra ·ae Pierre Janet. Lo que hemos 'dicho basta para
hacemos comprender cómo la sociedad interviene en la
etiología de las enfermedades mentales y esclarecer las
c~rrelaciones de nuestro capítulo precedente dándoles
una orientación. Mientras la sociedad no plantea proble·
mas graves, mientras no exige acciones costosas, gentes
·• dispuestas a los trastornos mentales pueden inclusive
resistir: es el caso de comunidades relativamente ho·
mogéne.~ y tradicionales (zonas rurales), pero la ciudad
es un lugar de concurrencia, de luchas para el mante·
nimiento o mejoramiento d.el status social; los débiles
estarán obligados a gastar rápidamente sus últimos re·
cursos. De la misma manera cuando uria sociedad cámbia
debido a causas 'internas (industrialización de un pais
agrícola) o fOr consecuencia del contacto con una civi·
. ,.!~~~w1U!ú~~;tii-=:L9o10ilii"acióii~:Por ·eJelrij)Iof~JEi~~~
1 Pierre Janet, .De PAngoisse a l'Extase, tomo I, París, 1926.
\
INTRODUCCION A LA PSIQUIATRIA SOCIAL 39

!~s. que facilitan la acción no ..r~~e~ Y-ª---~~-. ~e!.YJ!?!~d'~.


gasto de energía aumenta y la acción es meno~, ~oº~'"'g~,_
"lo se hace C()Stoso: Los psicasténicos y los neuróticos
aumentarán pues. La so'ciedad.nó_ es la causa sili"o·i~.~n-'
~~ié)ri. . .
··-El Dr. Janet como Freud, siguiendo por lo demás la 1•
opinión corriente (el loco es aquel que no piensa como
todo el mundo), nos conduce al concepto de subjetivi-
dad. Pero quien más ha insistido en e5te concepto para
dar cuenta de las .enfermedades mentales, es sin duda,
el Dr. Charles Blondel.
Ello no tiene nada de notable si se piensa que a travé's
de su maestro, Levy-Bruhl, el Dr. Blondel s.e enlaza a
Augusto Comte. Ahora bien, ya hemos visto en nuestra
introducción el lugar del comtismo en la formación de
esta noción de subjetividad, como. definición ~el indi- ;
. vidoo}>átoTógico·. "Pero nay más. ~;yJ3~'iibrllal;t;·;:;;s:·
"ieiii"ilo"que eritre el primitivo y el civilizado se daba no ¿

una diferencia de grado sino de naturaleza. Piaget, moa.
traba igualmente que el tránsito de la infancia al estado
adulto se hacía por una serie de revoluciones y no por
un desarrollo continuo. De la misma manera Blondel
intentará probar que la diferencia de lo normal y de lo
patológico no es, como se creía desde Claude bemard
y Ribot, una diferencia de más o de menos, sino una
40 ROGER BASTIDE

diferencia de naturaleza. El postulado clásico d~ toda


-la psicología patológica -las leyes· de la. enfermedad
son las mismas que las ..leyes de la salud- será pues
rechazada.
Blondel parte de 1~ teoría fisiológit::l! ...~~ .l~~,,~JE..,C?~~
nes. La ·base de la con~ienéia.son los fenómenos de ce·
~~

nestesia. Pero el hombre no es sólo un cuerpo,· es un


miembro de la sociedad y la sociedad transforma la
cenestesia modelándola en el doble cuadro de los ges·
tQ.§_ aprendidos, da la niíniica conven~ional A~.J~~~
~io~~?f~ñ~ segundo lügiir denengua]e' q~e conceptua-
liza. nuestra sensibilidad. "Al establecer la nomenclatura
de los estados afectivos', el grupo se ve por ello llamado
a definirlos, a. circunscribir las circunstancias en que
se produce, las reacciones que. entraña, la intensidad y
la duración que les pertenece. Toda emoción y todo sen-
timiento, una vez rubricados y definidos, se truecan en
otros tantos tipos normales de estados afectivos y cons-
tituyen los patrones a los cuales referimos y con que
confrontamos las agitaciones de nu.estra conciencia o la
de nuestro vecino. Pero estos patrones son a la vez mo-
delos ••.. El grupo los juzga, los aprecia, y los ordena
entre sí moralmente, según estén .o no conformes -a 'las
nedesidades o a: las convenciones. sociales, a las modas
y .a las ~nveniencil!,:? :roun®p~s. De e~t~ guisa se esta-
~~~,,..,~-:"''T·~
u\!.;;.¡.'-- .
INTRODUCCION A LA PSIQUIATRIA .~OCIAI:; ·
. ··• . t-
~.
-"
':, 41

hlece entre los estados afectivos una escala de valores,


1
, una jerarq~~~élil.l y moraL Esta escala, esta jerarquía,
1 no son teóricas, tieneri aplicación práctica. La .. ooiec-
tividad sobrtmR!~~. y. ~xige -que las
·t~ng~mos en cuen-
ta. Nos las traduce en un conjunto de .mandamientos,
de imperativos, que regulan nuestra conducta afectiva". s
Pero si la cenestesia está turbada, entonces el indi·
viduo no consigue moldear esta agitación interior en los
cuadros sociales. Se. produce .una ruptura. entre el' yo
físico-psic 91ógico y~Y ·y:;'Sociál Las .erífei:medades. roen:
tiles pueden por ef
-en-de 'd.éúnir~é ~~m'o' descenso háci-; .-•
"'"fa~pur~ ~ubje'iiVidad. 'El enfermo, 'sin embargo, ha~~iJ~
-~e:lí'un- momento, mi~mbro de la sociedad, y se va a es·
forzar por conseguir un nüevo ajuste entre su cenestesia
y los cuadros sociales. Pero naturalmente este ajuste es·
tá subrayado como fracaso desde el punto de vista de
la sociedad: de ahí el delirio que no es otra cosa sino
un esfuerzo por modelar lo extra$.o en el molde de pa· -
labras y de conceptos de la tribu -el enfermo dirá que
tiene una pila eléctrica en el vientre que le envía sacu-
didas, o que es de vidrio, o de mantequ~lla, etc. De ahí
también esas paradojas lógicas que Blondel estudia lar-
gamente: estoy muerto. y estoy vivo, el mundo exterior
s Charles Blondel, Introduction a la Psychologie Collective,
París, 1928.
42· ROGER BASTIDE

no existe y a la vez existe, soy yo y otra persona. Como


'en el primitivo, el princjpio de identidad no regula el
pensami.ento morboso. El enfermo se da cuenta de ello,
vive esta dificultad de pensar socialmente su subjetivi·
dad, ·de ahí su estado permanente de angustia. 9 1¡

~
Se ha reprochado en ocasiones a las teorías de Janet
y de Blondel el ser muy unilaterales y aplicarse eminen· 1.
temente sólo a ciertos trastornos particulares, la teoría '
/ 1
de Janet a la psicastenia, la de Blondel a las I1eurosi'!_
-º estad~s. 4~_a11gustia. Poco importa para nuestro asun·
't~. La nece.sidad de recurrir a la Sociología en casos tan .
JI
diferentes es por el contrario un argumento más en favor
· de la importancia del factor social. Debemos señalar \,
también que el Dr. Janet y el Dr. Blondel se encuentran
entre los adversarios más resueltos del psicoanálisis.
A pesar de ello han tenido que recurrir al papel del
medio para comprender mejor la conciencia morbosa;
tenemos aquí, en esta convergencia un nuevo argumento
de peso en "favor de la Psiquiatría Social. Podemos pues
concluir con L. L. Bernard que "Todo comportamiento·
· morboso individual está ligado inextricable~~~te ~-a''la
~-"':··-:==~-..•_,•,.-••'"•"---'•--·· <","-•·e~T ,- ' • '• "">•<,;.,,,-:·-•-._..,.,.,_

situación social" .lo



~-~ ...:1~-~·.=..o...---..-_."r
·
9 Charles Blondel, La Conscience Morbide, París, 1914.
lO L. L. Bérnard, Psicología Social; trad. española, México,
1946.
CAPITULO III

VUELTA AL METODO: VERIFICACION


EXPERIMENTAL

Hemos partido de hechos, de correlaciones estadísti·


cas entre hechos patológicos y grupos sociales; .el exa-
men de algunas teorías psiquiátricas,, las más céleb:J,"es
entre ellas, nos ha permitido lanzar una hipótesis acerca
del sentido de estas variaciones; pero para estar seguros
nos. es menester v.erificar ahora la afirmació~ terminal
de nuestro último capítulo. El físico tiene la posibili-
dad de usar los métodos de laboratorio, de presencia, de
ausencia y de variación. Pero ya hemos dicho que este
recurso es imposible
, para el sociólogo. . ·
Se afirma sin embargo, algunas veces, que el método
comparativo constituye una especie de experimentación
indirecta. Si encontramos dos sociedades, una con fuerte
repr~ión
.---
y neurosis debida
----~----- --------
---~----~-------
a las frustraeion;~-del
---~-- ---- ________ .... ..,.-- ........nifi"Q,
------~· ·--.,-...--~"""""'~
44 ROGER BASTIDE
-------------------------------
y otra con _un mínimum de represión, y au~-~cl~ casi
~~mpíetl~~~~--e!!(~r.medades mentales, hemos. llevado-a-
~Una especie de experiencia de ausencia, y verifi-
cado el papel de la represión como factor de trastornos
neuropáticos.
Es esto lo que hace Margaret Mead, cuando compara
la suerte de la adolescente norteamericana con la de la
adolescente de Samoa. La diferenciación social no es
complicada, y la libertad sexual no está obstaculizada de
tal manera que pueda producir conflictos serios. El niño
se familiariza desde muy temprano con las cosas del sexo,
· del- nacimiento y de la muerte, lo que impide a la fan·
tasía infantil fabricar mitos y sufrir traumatismos. La
imagen de la madre amada o -del padre admirable no
desempeñan aquí el papel de fijador.es de la libido, ni
suscitan complejos de Edipo o de Electra, puesto que
no hay una afección especializada, y el padre se confun-
de con los jefes, los tíos, los hermanos, los sobrinos, en
tina misma imagen compuesta, lo mismo que la madre
con las nas, las hermanas, las mayores y las abuelas.
Por otro lado, Margiuet- Mead no ha encontrado neuro·
sis, ni estados de ansiedad debidos a un desajuste psí-
quico en Samo~. 1
- i Margaret M~ad, Age in Samoa (en: From the South Seas,
Nueva York, 193~).
INTRODUCCION A LA PSÍQUIATRIA ·SOCIAL 45

Pero si es verdad que el bello libro Age in Samoa pro-


voca la convicción del lector, hay que cpnfesar que desde
el punto de vista lógico· su argumentación no es proba-
toria. La distan~ia entre Améri_ca del Norte y Samoa es
muy grande para que la comparación sea eficaz. La au-
sencia d.e neurosis puede deberse a causas todavía des-
conocidas, como la extensión respectiva de las poblacio-
, nes, o a la diferencia antropológica entre ·el stock
anglosajón y el stock de Samo~. En lo posible las com-
paraciones deben hacerse entre poblaciones relativamente
vecinas, similares, a fin de poder evidenciar el factor
único que se presume es causa del fen6meno.
Por ello preferimos a esta comparación entre dos ti-
pos tan heterogéneos la que hace Malinowski entre los
Tobriandais y los indígenas de las islas Amphlett, h~bi­
_tadas por una misma raza, que tiene el mismo lenguaje
y las mismas costumbres. La diferencia reside en que
entre los Tobriandais, si existe algún complejo, se for-
ma tardíamente, es exterior a la intimidad del círculo
de familia, no provoca ningún traumatismo y la sexua-
lidad infantil es libre, mientras que entre los habitantes
de las islas Amphlett la moral sexual e~ más severa,
las relaciones pre-nupciales están reprobadas y la soli-
daridad afectiva de padres e hijos es más íntima. Ahora
bien, Malinowski no lia enpontrado en· las islas ·T~briand
46 ROGER BASTIDE

un solo sujeto, hombre o mujer histérico o neuras·


ténico' ni casos de, tic nervioso, de acciones impulsivas
o de ideas obsesivas. No hay más que cretinos o manía•
cos. Por el contrario, escribe Malinowski, "la impresión
que me Uevé después de algunos meses de estancia en
las islas Amphlett, ha sido la de una comunidad de ..~eu·.:..
rótico~', 2 tal es el número de acciones iiEPU~ o de
tics nerviosos o de conductas nerviosas encontrados. En
este caso ni el factor demográfico, ni el factor físico
pueden tener influencia, pues se trata de dos comuni·
dades igualmente pequeñas, de la misma raza y que no
difieren sino por su organización social.
La compara~ión de Malinowski nos aproxima más a
las condiciones _de una experimentación científica. El au·
tor la presenta por lo demás con mucha prudencia: no
es un psiqÜiatra, transmite solamenté sus Impresiones y
declara francamente que esta parte de su obra es la más
débil de todas. ¿P.ero si pudiera estar sólidamente esta·
blecida, y ser obra de un especialista, merecería ser te·
nida por un equivalente de experiencia de laboratorio?
Ya Stuart Mili hacía observar qu.e "para aplicar el
método de 1~ diferencias, nos es menester encontrar dos
2 B. Malinowski, La sexualité et sa réptession dans les socie·
.. tés primitives, trad. francesa, París, 1932. · · '
INTRODUCCION A LA PSIQUIATRIA SOCIAL 47

casos, que coincidan en todos los puntos, salvo. en uno


que es el objeto de la investigación" lo cual es imposi·
ble en Sociologí~. En el caso de los indígenas de las
islas Tobriand y Amphlett hay· diferencias religiosas y
diferencias sociales. A menos de hacer de la religión
una simple superestructura, un reflejo y un efecto de
la organizaci6n social, lo que no está demostrado, se
puede enlazar los fenómenos patológicos a· los tabús
místicos y a la angustia de lo sobrenatural, más bien
que a un exceso de control social. En cuanto a los mé-
todos de presencia o de variación Stuart Mili observa
que "cada uno de los caracteres del cuerpo social está
determinado por la influencia de una infinidad de cau-
sas ... ; en consecuencia ... las variacion.es del conjunto
no pueden ser una función proporcional de uno cual-
quiera de sus elementos componentes". 3
¿No se podría, sin embargo, modificar el método com·
parativo para aproximarlo más a la experimentación fí-
sica, haciéndolo recaer esta vez en un mismo grupo social,
y en dos momentos diferentes del tiempo? Simiand exi-
ge del sociólogo que permanezca en. la misma sociedad,
porque los factores mal conocidos o desconocidos, que
pueden diferenciar dos soci.edades geográficamente .dife-
·a S. Mili, Logique, Libro VI, (Logique des Sciences Morales)·,
cap. VII.
48 ROGER BASTIDE

rentes cuando se les co~para, y que pue~en desencaminar


al investigado, son sin embargo, constantes o varían muy
poco.en el mismo grupo··social cuando se les estudia en
períodos suficientem.ente aproximados. Si un fenómeno
varía muy fuertemente, en el mismo momento, ello
no se puede deber a estos elementos desconocidos. Es
·este el precepto de la identidad de base. Simiand da
un ejemplo significativo. Si se comparan los salarios
en. Inglaterra y en Francia podemos ser conducidos a
esta conclusión, que los salarios elevados están en fun·
ción de la riqueza del país, pero si se sigue la evolución
·del salario en el mismo grupo, se podrá encontrar, por
ejemplo, en Inglaterra, que los salarios han aumentado
en un momento en que la riqueza nacional encontrá·
base en disminución. La correlación no era pues justa.
El ejemplo está sacado de la sociologíá económica, úni·
. co dominio explorado por Simiand, pero creemos que
el ~recepto de la identidad de base puede y debe apli· 'i
carse a todos los capítulos de la Sociología. La compa· ~~
raciÓn en vez de hacerse de un p__~~a ot~ Itay que_ ,,
-~~~~eL~~!,l.,?~~a~,.~-I~!J?i~«!~Lt.i!lmP-º· En vez ''
de pasar de un caso de presencia a un caso de ausencia ·'
!_¡~y que.2!!ar__<!€LPJ1Jl~~~-~~i~..!,.}~~~ el
JP..!~!J?!!!g!~~-~i,endo est~ tránsito año por afio, _(fé
lNTRODUCCION A LA PSIQUIATRIA SOCIAL 49

una manera 'continua lo que constituye el segundo pre-


cepto, el de observar el fenómeno produciéndose. 4 .
Mas c.erca de esta regla nos encóntramos con otra
comparación de Margaret Mead, la comparación entre 1,
indígenas de Samoa que han permanecido en la comu-
nidad tradicional y la de aquellos educados en las mi-
siones religiosas, e11. _ql.!~-~e e~ige 1Lc9Iltinencia,, ..en_..!Jue
..rl,_c.o..ntr.oLeS,._pei~anente..y.. en qu~ la.. liber~ad .re}~fiV.i: ·
..~Lniño est~ E!hog_a~a. Lo_s_que salen de estas misio~es
:r·
son hipócritas, desconfiiid~s. preseñtáli..tiisto_iños en
er'monÍe~to de l~ pubertu~._5..Todavía .ést~m~s -~ás cer---
~a:s re-glas'srírté'll.demos al estudio de Williams
sobre Rusia. Afirma que las transformaciol1;~~-~.9.U.~~-i.:~
cas del país y el establecimiento de una nuey~§!.f!!C·
·ra loc11!-~.Y~-[~·
t'UrasoC1atirantraíoo··u-na~disn1iñlicfc5-;¡-J·e
· ~l!~:s!f;t~1:~~::s~~: ~~in:~=r~a::J):~aR~:~a ~;d~~:
ciertas formas de anormalidad son difícilmente eviden·
ciables. Si es posible que por un. lado las facilidades
concedidas durante un momento a los matrimonios ·y
a los divorcios hayan podido ~isminuir el número de
4 Fr. Simiand, Le Salaire, l'Evolution' Sociale et la Monnaie, ·
tomo 1, París, 1932.
5 M. Mead, op., cit.
6 F. E. William.s, Russia, Youth and the Present-Day, 1934.
so. ROGER BASTIDE

neurosis sexuales, sería notable por otro lado que el


proceso de trabajo en las fábrcias no haya desarrollado
neurastenias y neurosis por fatiga nerviosa o psíquica;
y que las denuncias a Ía
policía no hayan producido
estados de ansiedad. 7
Nuestra crítica metodológica ha sido severa. Hemos
mostrado que el método comparativo no puede alcanzar
el grado de certeza que la experimentación hecha por el
físico o el químico en su laboratorio. Debemos admitir,
sin · embargo, que si una crítica de los hechos citados
nos impide dar como probada definitivamente la efica·
cia causal de la sociedad, los ejemplos de Mead, Mali~·
nowski y Williams dan a nuestra hipótesis por ló menos
una gran probabilidad.
¿No se puede ir más lejos? El método comparativo
há sido utilizado como sustituto de la experimentación
tenida por posible en Sociología pues es verdad que es
imposible aplicarla a los grupos. Inclusive las revolu·
ciones, como la Re:volución Rusa utilizada por Williams
desde el punto de vista que nos ocupa en este pequeño
libro, no constituyen verdaderas experiencias, las remo·
ciones sociales suscitadas rebasan las intenciones racio·
nales de las políticas de planificación. Pero lo que es
7 O. Klineberg, op., cit.

\l
INTRODUCCION A LA PSIQUIATRIA SOCIAL 51

imposible en el dominio de la macrosociología, ¿no se·


rá posible en el dominio de la microsociología? ¿No
se puede aquí alterar . las relaciones interindividuales
para ver las repercusiones de estos cambios en las es·
tructuras de los átomos sociales? Es lo que piensa Mo·
reno y debemos preguntarnos, para terminar, si no·
encontraremos por fin en su obra una verdadera experi·
mentación capaz de verificar nuestra hipótesis directriz. 8
Ciertamente que el psicodrama y el sociodrama tieD,en
ante todo una finalidad terapéutica. Se trata de realizar
una catarsis del individuo neurótico o del grupo en con·
flicto, haciendo desempeñar al individuo o a los indi·
viduos del grupo sus propias situaciones morbosas. Pero
Moreno afirma que, desde el punto de vista teórico, es-
tos psico y sociodramas constituyen verdaderas experi~
mentaciones. Cada cultura, nos dice, está caracteri;z;_ada
por cierto número de papeles, impuestos con más o me-
nos· éxito a los miembos del grupo. Los miembros de la
cultura A, por ejemplo, tienen cierto co~cepto ·de los
papeles del padre, de la madre, del juez, del jefe, del
sacerdote, de Dios, y no tienen las mis~as imágenes (o .
tienen imágenes erróneas) de estos mismos papeles tal
8 J~ L. Moreno, ¿Who Shall Sutvive? Washington, i934; y
sobre todo: Psychodrama, tomo 1, Nueva. York,. 1946.
52 ROGER -BASTIDE

y como se desempeñan en la cultura B, y a la inversa.


Hállanse papeles que no existen sino en una sola cul·
tura, como el de gentleman en la civilización anglosa·
jona, y hay papeles que adquieren valor opuesto al pa·
sar de un país a otro. Por ejemplo la imagen del
capitalista cambia al pasar de los Estados Unidos a la
U. R. S. S. Se hará pues desempeñar a las gentes de A
los papeles de B y viceversa. He ahí lo que respecta al
sociodrama. El psicodrama coloca al enfermo en su casa,
en sus relaciones con los otros individ~os, pero sobre
i
la escena, lo que quita fuerza a las tensiones, en que la '1
:1
sociedad está reemplazada por el público y los padres
po.r el ego auxiliar que puede desempeñar otros papeles
también, inclusive encarnar las fantasías del espíritu al:
terado.
Hay aquí, creemos; una vía de gran fecundidad. La
sociometría de Mo!eno es todavía muy joven y sobre
-~~~,ieEJ~2i~?~ ~"!!~~t~a]ia~~í( J~.l~íl!i?'Y[t[é(].~r~ que··
insistamos más en ella. Pero si nos referimos a ob"i-~s~(le
este autor o a los trabajos de su escuela, se verá que
las primeras experimentaciones hechas verifican nues·
tra hipótesis, la de la importancia de la sociedad en la
génesis de ·la neurosis. La Psiquiatría Social no es pues
una faláa .ci~ncia, tiene un valor, y podemos intervenir
en su elaboración.
1 1

CAPITULO IV

EL DESCENSO A LOS INFIERNOS

¿La Psiquiatría Social tiene como tareá única investi-


- gar las condiciones sociales que favorecen, en general,
en sujetos predispuestos, el surgimiento 'de diversas en-
fermedades mentales, y puesto que estas enfermedades
son una huída hacia lo subjetivo,-~- 4«?~~?!:'2~!!1i~lltrl_
de los cuadros sociales g:ue forman la fábric_l,l de lª__p.e:r,,
~-=-.!er~éó~;;;~c~ando u~a crisis r!>tnPe las viejas -
fábricas, el individuo, no sa!>!~I1ll() ya ~ó~<!~_aR.QYJ~.t_~,
no encon-trando--ya:~~~~!~~- ~9J~d_o~. _P!l!_a ~~~~~r-~~P.Itl"~,.
sona"{i(J_¡td; ·se~- encuentra. en .un e$.t~ºo .· de ansiedad. que
f~;;~rá el terreno de sus ne11_rosis? . . . •.. - ' --"'-"' ... ' ,
··-····pensamos que la Psiquiatría Social tiene, al lado de
este problema, otros objc::tos posibles de estudio y en
particular que hay lugar para hacer, junto con. el psi.
54 ROGER BASTIDE

coanálisis de los delirios, un socioanális~§ de estos mis·


mos _ delirios..,oVamos pues ·a-(Ie5c~~d~r ah~~a hacia -¡~
· CÍrc~Ío.s· infernales de la locura para descubrir ahí el
. jueg'o de las representaciones colectivas. El mismo Dr.
B.l<mclel que es quien más ha_insi¡;tido en el subjetivismo
--del mundo imaginario)~ lm~ neuróti~o~,- d(;¿f;r;q~wer
· éD.í~;~-¿· i't~- :-~~~pt~· i~ ruptura t~tal -~ri:tieJ su yo indivi·
dual y su yo social, y que se esfuerza por modelar sus
trastornos cenestésicos en palabras, a fin de poder co·
municarlos a su mundo circundante, de poder justifi·
carse a los ojos del médico. Su delirio da testimonio de
un ,.-esfu~l;":I.!O
.r.o .. -.
d~ ajuste,
·.--·---
aunq'7Ie-
-.... ,
-s~a
--
--un aju¿te--, ...erróneo-o
. . -- ,~--~-..;~<;:.:.~

ill15ori_~c_<?~!!!me_~~o ambiente. Estamos pues justif1ca·


'Oo'S'poi los psiquiatras mismos en esta tentativa de d~s·
censo a los 'infiernos, haciéndonos guiar, como por un
moderno Virgilio, por los datos de la Sociología. .
--Pero antes de abordar esta tarea. queremos dedicar ,
unas p~labras a una tentativa análoga, que se distingue,
sin embargo, de la nuestra en el sentido de que no es
una tentativa explicativa de los .delirios, sino por el
contrario una tentativa metodológica, de psicólogos o
de sociólogos, para utilizar los delirios a 'fin de descu·
hrir, a través de ellos la génesis de las instituciones
sociales. Si. se acepta, en efecto, q~_, lasJ~~~-A.~J.!.~~
f~~~~c;!_~2~J~~~_i~D!~s._g~~--la~ _l_er.e~ d~ 1~-~-~tl<!d.? que

1'
1'
INTRODUCCION A LA PSJQUIATRIA SOCIAL 55

no hay. U!J.a diferencia de naturaleza entre el enfermo y


éi h~mhre norniS:l,- y si ~e acepta en segunao 1ú'gar·q~~
iá enfermed~d-sig~~ la ley de la regresión, atacando a la
personalidad 'en. ef
Órdén illverso de' su' formáci6~;·e~'
~(;li:tpre~sible de suyo que la neurosis constituye 'una
imagen agrandada de ciertos hechos sociales arcaicos y
que nos esclarece acerca del nacimiento de ciertas for-
maciones sociales. Pierre Janet por ejemplo, echa mano
de los complejos de inferioridad o de las megaloma-
nías para comprender la formación de los sentimientos
de valoración social y el nacimiento del jefe, o .también
utiliza la esquizofrenia para estudiar la individualiza-
ción y la desaparición de la adherencia del individtiO
. a la comunidad de la que primero no se distingue. 1
Pero son los psicoanalistas, ortodoxos o heréticos como
J ung, quienes hari llevado más adelante la utilizació'n
de la psiquiatría en la elucidación de los problemaS de
la sociología genética.
El desdoblamiento del padre en la manía de grandezá ·
nos da razón de la separación del genitor y del tío
materno en las sociedades avuloculares. 2 La historia .
1 Pierre Janet, L'Evolution psychologique de la personnalité,
op., cit.
2 Ernest Jones, Mother Right and the Sexual lgnorance .of
Savages (lnt. Jour. of Psycho-Analysis, 'VI, 1925),
56 ROGER BASTIDE

transmitida por Züllinger, del nmo que viendo fornicar


a un gallo con una gallina, corta la cabeza del animal,
le arranca las entrañas, quema las patas e invita en se-
guida. a sus hermanos a comulgar con él en la .carn€l.
del volátil, nos introduce · a la formación ·del totemis-
mo. 8 Lt>s ritos obsesivos de los enfermos nos hacen aiis·
tir a los comienzos del ritual, en unión con tabús o
prohibiciones neuróticas. 4 Muchos otros autores se han
servido de las neurosis para remontar en el pasado y.
analizar la rqentalidad primitiva o la sociedad arcaica,
.como Drúmmond o Storch. 5 Pero lo más interesante
es que los sociólogos, en particular Mauss, hayan dado
su adhesión a estos métodos. 6
En un libro reciente hemos sometido esta concepción
-
a u.q examen crítico, 7 y no volveremos aquí sobre ello.
Por -lo demás no nos interesa por el momento, pues
3 Züllinger, Repas totémique d'un enfant de cinq ans et demi
(!mago, xm, 1927).
4 G. Drummond, Le délire d'interpretación (Jour, de Psy·
chologie, 1911). Storch, Uber das archaische Denken in der Schi·
· zophrene (Zeitschrift fiir d.Neur. und Psych., 1922).
5 Journal de Psychologie, 1924.
6 Huhert. y Mauss, Mélanges d'Histoire des Religions, París,
19(Í9. -
1 Roger Bastide, Sociología e Psicanalise, S, Paulo, 1948.
INTRODUCCION A LA PSIQUIATRIA SOCIAL 57

~uestro proyecto es diferente, ·inclusive, es qUizas al


fondo un punto de vis~a inver~o. No queremos saber si
la Psiquiatría puede ser útil al sociólogo y aportarle
una contribución, sino por el contrario si la Sociología
puede ser útil a la Psiquiatría y ayudarla a compren-
der mejor los delirios.
Si se estudian los estados de ~fluencia o los delirios
de posesión, pronto se percibirá que los delirios cam-
bian de contenido según las épocas. Nuestro socioaná- 1

lisis difiere del psicoanálisis por esta peculiaridad jus·


tamente. El psicoanálisis busca las ideas latentes bajo
el contenido manifiesto, mientras que el primero no se
preocupa sino del contenido manifiesto. Ahora bien,
este contenido está dado, en los diversos medios, por las
representaciones colectivas dominantes. Como ya lo he- 1

mos dicho la ruptura del loco y de la sociedad no es '1

total. ·En la Edad Media · los delirios adquieren una


fuerte coloración religiosa, porque toda la civilización
está impregnada de cristianismo. En el día de hoy, por
el contrario, los delirios se han laicizado, adoptan un
lenguaje científico: se envía al enfermo sacudidas eléc-
tricas, ondas, y este cambio de lenguaje traduce un cam-
bio en la mentalidad de la colectividad ambiente. Hay
pues lugar, pensamos, de consagrar todo un capítulo
de la Psiquiatría Social al análisis .del contenido de los
58 ROGER BASTIDE

delirios, a lo que queda de social en la incoherencia ló·


gica del discurso- neurótico.
Para estudiar mejor ·este punto vamos a enderezar
nuestra atención, en primer lugar, a las llamadas socie·
dades primitivas. No por ello quebrantamos la regla que
nos hemos impuesto en un capítulo precedente, pues
aquí no se trata ya de servirnos del método compara·
·tivo para verificar una hipótesis, lo que nos ha pareCÍ·
do un poco peligroso, sino sólo de sacar ejemplos de
laS sociedades más diversas para describir y no para
explicar, un fenómeno. En las sociedades primitivas,
por lo menos en algunas de ellas la sociedad obliga al
hechicero, con frecuencia predispuesto constitucional·
mente~ por prácticas sociales como el ayuno, la inges·
tión de bebidas embriagantes, las torturas corporales,
a tener alucinaciones que le introducen en el mundo de
los espíritus. Pero este mundo de los espíritus es cono·
cido por toda la comunidad a través de mitos, es menes·
ter pues que haya una concordancia entre el relato -que
ulteriormente hará el hechicero en su viaje hacia lo
sobrenatural con las representaciones colectivas de sus
compañeros. De este modo la fuerza coactiva de la so·
ciedad actúa. inclusive sobre su delirio, provocado arti·
ficialmente, para moldearlo en formas preestablecidas,
para ajustarlo a modelos o patrones míticos tradiciona·
INTRODUCCION A LA PSIQUIATRIA SOCIAL 59

les. Es fácil darse cuenta de ello en el caso de los he-


chiceros australianos donde los espíritus devoran las
entrañas e introducen. en su Órganismo un pedazo de
cuarzo, signo del poderío mágico. Se objetará quizas
que estos delirios son provocados. Pero en la misma
sociedad un enfermo que padezca un trastorno de la
cenestesia, sentirá verdaderamente en su cuerpo el dolor
de un pedazo de cuarzo que un hechicero le ha metido
para matarlo más. seguramente. Los trastornos neur_óti-
cos adquieren pues la forma de creencias mágicas. En-
contramos fenómenos análogos entre los indios de Amé-
rica del Sur que caen en un estado mediúmnico tragando
húmo al grádo de enfermar, de vomitar, de perder la
conciencia, y en el curso de estas crisis van hacia el
cielo a luchar en contra de los dioses de la tempestad. 8
La fuerza de las representaciones colectivas es menos
coactiva en nuestras sociedades modernas a causa del ·
desarrollo del individualismo. Pero el individualismo
~~ opera en la neurosis y ahí tenemos una confirmación
de la distinción que establecíamos, en nuestra introduc• .
ción, entre el subjetivismo y el individualismo. Los
delirios presentan inclusive una forma estereotipada. _

8 Charles Wagley, Xamanismo Tapirl!pé (Boletim do Museu


Nacional,· Antropologia, Rio de Janeiro, 1943),
60
ROGER BASTJDE.

Encontramos muchos Jesucristos en los delirios religio·


sos y nuestros asilos están llenos, en Europa, de Napo·
leon.es u otros héroes consagrados por la Historia, Lejos
de que la locura es.té ligada -al individualismo es por el
contrario el subjetivismo quien abre en ella una gran
puerta al impacto de las representaciones colectivas.
Pero hay que observar también que las representacio· ,
nes colectivas están generalmente enlazadas unas con
otras formando verdaderos complejos y frecuentemente
se ·unen con ritos u otros hechos sociales. Si tomamos
..._por ejemplo, la creencia en los lobos (loups-garous)
·que ha dado en la Edad Media n~cimiento a una forma
muy común entonces de locura, la licantropía, veinos
que no indiferentemente alguien puede ser loup-garou.
Hay dos medios de llegar a serlo: o bien es en el inte•
rior de una familia, el séptimo niño varón, cuando np ·
nacen más que varones, y que esta cadena de naci-
mientos ma~u~ulinos no sea interrumpida por la apariciQT!
do una niña (es fatal que el séptimo niño sea un loup·
garou, a menos .de que sea bautizado poi su hermano
mayor) ; o bien se llega a ser loup-garou si ha sido mor·
dido por uno de ellos y la sangre ha corrido. De la
misnía manera cuando siete niñas nacen una detrás de
otra, la séptima se convierte en una "mula sin eabeza"
(mule-sans-tete), pero. también puede llegarse a ser eso

\j
INTRODUCCION A LA PSIQUIATRIA SOCIAL 61

por castigo o porque se ha quebrantado un tabú: en el


Brasil las comadres que han tenido relaciones sexuales
con sus compadres o las mujeres que han sido amantes
de los curas, sé convierten después de la muerte en '~mu­
las sin cabeza"' vagan en las noches. sombrías, en los
caminos o en los campos. Como se ve hay ahí todo
un conjunto d.e ideas que arranca de la cifra siete, de
su carácter fatídico, pero que distingue entre los sexos y
agrega a la idea primitiva nuevas nociones complemen·
- tarias, como Ja de contagio místico por la mordida del
loup-garou o la de castigo por la violación del tabú se-
xual en el caso d.e la "mula sin cabeza". No se hace uno
. 1 loup- garou sólo con quererlo, sino que es un hado en-
lazado a ciertas condiciones sociales muy determinadas,
y si no a ritos propiamente dichos, por lo menos al na-
cimiento sucesivo de siete niños del mismo sexo, o a
prohibiciones sexuales.
¿La licantropía de la Edad Media soporta este esque-
ma. o lo desagrega para desencadenarse en todo su extra-
ño furor? Parece que en un principio haya habido
·destrucción del complejo socio-mítico, pues los casos_
de licantropía han sido demasiado numerosos para poder
aceptar todas estas limitaciones, todas estas restriccio•
nes, que confinan el número de los loup-garou y que
62 ROGER DASTIDE

además lo circunscriben al sexo mascplino. Sólo se


acepta una idea, desprendida del conjunto, y es que cier·
tos individuos, pu_eden,· en ciertos días de plenilunio, o
el viernes, transformarse en bestias y entregarse enton·
ces a sus instintos 'animales de devoración y mutilación.
La locura elige. Pero es verosímil también suponer que
hay ahí un saber, razonamientos de justificación, pos·
teriores a la primera crisis, y como el número siete- no.
podía desempeñar este papel se echa mano de la justi•
-fic~tción de la mordida por un lobo. Basta que un perro
os haya mordido en una calle, o simplemente os haya
· ·ladrado o amenazado para que el proceso se desenca·
den_e. Es incluso posible que la mordida haya sido- sólo
soñada~ imaginada. En el primer caso .se constituirá
en punto de partida de una maduración inconsciente, en
el segundo un efecto del ajuste del enfermo a las creen·
cias de su niedio. Lo que nos permite hacer esta supo·
sición, es que la licantropía se presenta- en general bajo
.la forma de locuras contagiosas, de epidemias colecti·
vas, y la forma epidémica no es una simple imitación,
tenía necesidad, para estallar de la inoculación física, 1

de Ja sumisión por consecuencia a las reglas sociales, a


la estructura .del complejo mítico: era menester ser mor·
dido. Pudo haber a~ontecid<? que individuos predispueS·
, ....... -.··~~ .. ~~'!.:ES SOCU\tU
~~Sí1iUTe ~f ·· ~- .·. . ¡. , u \ ,

INTRODUCCION A LA PSIQUIATRI~ ~OC::IAL ·-. ""':" :·: /'~ 63


; ...
tos se las arreglaran para hacerse morder. Pero de _¡;:»P.l~ .....
quier manera el Mi\ub.f. ¡¿~ respetaba~ · · - · · ....
~e~os insistido en ~e caso porque ·fRJt~~~~~~~~ffi«:H•··•·~"'
te tlptco de la Jb~í1n.. que· ·las· representaciOnes co-
lectivas intervienen en los delirios. Otros casos como
el del Sabbath y el de las brujas de la Edad Media, 1'
nos mostrarí.an la formación social del contenido de
los delirios por una cooperación intermental entre indi-
viduos débiles de espíritu que arrastran consigo el fol-
klore popular y la sugestibilidad, e individuos eruditos,
miembros de la Inquisición, que traen consigo sus de-
monologías, y el prestigio social, que transforma. sus
cuestiones en sugestiones coactivas. Es sabido que las
brujas eran lo que a veces se llama histéricas; se les
reconocía por la existencia de puntos. indoloros en algu-
na parte del cuerpo, la parte justamente en que preten-
dían haber recibido el beso del diablo. Ahora bien, la
existencia de estas zonas insensibles es uno de los carac-
terei; o de los síntomas de la histeria. La lectura de los
procesos de brujas nos muestra cómo, sin dudar de ello,
los sacerdotes han sugestionado a estas desgraciadas mu-
jeres y han construído en complicidad con ellas el cere·
monial imaginario del Sabbath, utilizando fragmentos
de creencias populares y recuerdos de antiguas fies·
tas, de fiestas greco-romanas, a. semejanza· del diablo
64 ROGER BASTIDE

~n que se componen dogmas cristianos y la figura del


viejo dios de la vegetación, Pan. o
Se nos reprochará acaso haber sacado nuestros ejem·
plos del pasado. Pero los asilos de hoy o los gabinet~
de consultas psiquiátricas están saturados también de
hechos interesantes. Una de las cosas que más me
llaman la atención en un país de inmigración como
Brasil, es que el delirio de los extranjeros, inclusive emi·
grados hac.e mucho tiempo, no echa mano de las repre·
sentacionés colectivas del nuevo medio, sino que queda
fiel al país de origen. Desde este punto de vista el estu·
· dio de la hipocondría paranóica de un· poseso, hecho
por el doctor Ombredane en Río de Janeiro, en donde
la Macumba, y el espiritismo de Umbanda, y las supers-
ticiones lusas y africanas son numerosas, es significati·
vo. Este enfermo llegado al Brasil en 1939 sigue movién·
dose en el círculo del ocultismo alemán, y explica al In·
truso que hay en su cuerpo por creencias no brasileñas,
aunque su enfermedad se haya declarado en el Brasil, Y
ensaya sustituir al Intruso por una planta, por la luz
azul, por las corrientes alternas; visita mucho los centros
espiritistas locales, pero sin otro resultado que desen•
cadenar más.al Intruso. Todo acontece como si las rela·
c~ones de su enfermedad con el medio se atuvieran a
9 Gachon, Le Diable, París.
lNTRODUéCION A LA PSIQUIATRIA SOCIAL 65 1'
¡,'

las leyes del contacto cultural que comienza por el con·


flicto de dos civilizaciones en contacto. El único ele·
mento sincrético con 1a nuev~ cultura es. el uso de
una planta afro-brasilera la arruda, pero hay que hacer
nótar que esta planta, que según la~ creencias loeales
protege contra el "mal de ojo'\ no pertenece propiamen·
te hablando a su delirio, sino qu.e le está recomendada
por amigos y su uso ha sido consciente y voluntario. 10
1 Basta comparar los delirios religiosos estudiado~ por el
[. Dl'. Osorio Cesar ei:l el hospital de Juqueri de S. Pau·
lo, 11 de un italiano de nacimiento y otro portugués, y
compararlos con el caso del mulato brasileño Febronio
para ver toda la diferencia que existe entre el delirio
l'eligioso occidental de los dos primeros, análogos a los
que el Dr. Dumas ha estudiado en Francia, y las repre·
sentaciones colectivas de Febronio, tan típicamente se··
ñaladas por el mesianismo negro. 12 Ciertamente que
no pretendemos que entre los brasileños no se encontra·
rían· ·delirios religiosos análogos a los de nuestro ita·
liano o portugués, pero es que el Brasil está formado
de diversos estratos de población, y se trataría enton·
lO Ombredane, op., cit.
11 Osorio Cesar, Misticismo e Loucura, S. Paulo, 1936.
12 R. Bastide, lntroduction a l'étude de quelques complll]tes
afro-brásiliens (Bull. Bureau d'Ethnologi\} de Ha"iti, :1948).
66 ROGER BASTIDE

ces de brasileños blancos, de cultura occidental. Pero en


lós estratos de población mestizada, y de analfabetos,
las represe;Qtaciones coJ.ectivas son diferentes. De este
modo el Brasil nos muestra. a la vez la resistencia del
medio ideológico ·nativo y la diversidad de formas de
delirio según la pe:t:tenencia del individuo a tal o tal
cla~.
Otro punto que nos. parece muy importante es que
el papel que ju~gan las representaciones científicas en
las neurosis modernas es semejante al que antes opera·
han las antiguas represent~ciones colectivas, ha habido
un simple cambio de palabras, pero el delirio sigue sien:
do· el mismo. Los fenómenos eléctricos no se han hecho
científicos sino irrealizándose, convirtiéndose en un cuer·
·po de léyes matemáticas, pero hasta el fin del siglo
XVIII; la electricidad ha sido tenida por una cualidad
material, por un flúido que emanaba de los seres vi·.
vos (Mesmer)_, o de los seres inanimados (á~bar, áci·
do eléctrico, etc.). La electricidad era vida. 13 El enfer·
mo vuelve a estas antiguas conc.epciones, piensa de la
electricidad no como físic.o o algebrista, sino como
hombre del siglo XVIII: Nuestra sociología de los deli·
rios no va pues en contra de la tesis de la regresión
mental, de qu.e la locura hace volver al espíritu hacia
13 Gaston Bachelard, . Le Rationalisme appliqué, París, 1949.
INTRODUCCION A LA PSIQUIATRIA SOCIAL 67

concepciones primitivas. Pero en este caso podemos aho·


rrarnos, si así se quiere, esta última hipótesis, pues es
fácil percatarse de que la concepción racional de la elec-
tricidad no pertenece más que a una . aristocracia del
espíritu, el pueblo no busca en la ciencia sino la mila·
groso, lo extraño, lo cualitativo, y la electricidad inter·
vien.e en el delirio no como una regresión a un tipo
antiguo de mentalidad sino más bien como una repre·
sentación colectiva de estratos de población sin cultura.
Y es que el delirio es una corriente afectiv~ que arras·
tra en sus olas apasionadas los conceptos y sus enlaces.
Hay una perturbación sentimental e inclusive_ mística
(en el sentido de que Levy-Bruhl !!Sa este término, en sus
estudios sobre la mentalidad primitiva) hasta en estas
representaciones colectivas. Sucede lo mismo con la .
sociedad. La imagen de la sociedad ambiente no desapa·
rece en el neurótico, ni siquiera cuando deja de sentir
afecto por los miembros de su familia, ni siquiera cuan-
do se 'hace indiferente frente a los otros hombres, o
huye de la sociedad en la soledad de su delirio, pero· se
trata de una sociedad polarizada por el amor y por el
odio, una sociedad que conserva el calor, la voluptuo-
sidad o el horror de la afectividad morbosa. Lo que
desaparece es la concepción científica de la sociedad co·
mo conjunto de interrelaciones, de grupos jerarquizadas
68 ROGER BASTIDE

de· que somos un miembro. El enfermo es el centro_de


todo el complejo social, los otros individuos son aman'
tes, protectores poderosos, dioses encarnados para d~
fenderlos, pero para defenderlo en secreto, o son per·
segúidores, enemigos embozados, conjuradores a los que
hay que temer. Todos tienen una carga afectiva en rela·
cion con el yo turbado. La sociedad imaginaria no es
ya una simultaneidad de vinculaciones sino de presen·
cias cualitativas.
"" ...Si la sociedad persiste, la moralidad que está íntima·
mente ligada a la sociabilidad, debe persistir también.
Ahora bien, el Dr. Baruk ha constatado muy reciente•
mente primero, que muchas neurosis son debidas no al
conflicto entre mandamiento social y deseas reprimidos,
sino por el contrario, a un rechazo d.e la ·moralidad:
."La represión del juicio inoral puede determinar enfer·
medades muy graves. Provoca en efecto un dinamismo
sin propósito, con odios, regresiones agresivaS" y mani·
festaciones paranóicas" .. La conciencia moral, que el
Dr. Baruk califica con la palabra hebrea de tsédek no
es un simple freno, sino una fuerza que anima toda la
personalidád humana y que violada conduce ~·la neu·
rosis tanto como la sexualidad reprimida; segundo, en
consecuencia, ~n el fondo de los círculos infernales, aún
ahünbra una. luz: los dementes, que parecen indiferen·
INTRODUCCION A LA PSIQUIATRIA SOCIAL ()9

tes a todo, manifiestan a veces una vida moral intacta


con ocasión de una injusticia por ejemplo, o de una
falta de consideración que les hiere, o de una visita que
no les ha dado la impresión de un afecto acogedor. El
Dr. Baruk ha tenido que establecer el ~rden en un ~!-silo
en que los alienados estaban revueltos, por arbitrarie-
dades, chantajes y brutalidades, y en que los enfermeros -
trataban a los enfermos como a cosas y no como a per-
sonas, y los médicos como a sujetos de observación ·Y
no como a seres libres. Ha restablecido .el orden por el
respeto a las personas y por la restauración de la justi-
cia. 14 Las psicosis no son una prisión total, los delirios
dejan transparecer detrás de los grilletes infernales, el
mantenimiento nostálgico de la sociedad y de la mora-
lidad, bases de toda terapéutica. Quizás inclusive, la
demencia que destruye por entero la personalidad y no
deja subsistir más que ciertos gestos estereotipados o
ciertas palabras sin significación, alberga algo así _como
un reflejo vago de luz en el fondo de. sus tinieblas. 111

14 H. Baruk, Psychiatrie médicale, Physiologique et expéri-


mentale, París, 1938, y más recientemente, Psychiatre morale
expérimentale, individuelle et sociale, París.
15 Louisa Duss, Une nouvelle méthode de psychothér11-pie appli·
qué a la schizophrene, La réalisation symbolique de M. E.
Sechehaye. (Psyché, 1947). ·
C!\PITULO V

LAS SOCIEDADES DE LOS ENFERMOS


M.ENTALES

La novela de Edgard Allan Poe, "El Sistema de Gou-


dron y de Plume" nos da una idea de la desaparición de
toda: ·sociedad en el momento de la crisis. Cada uno
canta, grita, se sube a la mesa, da vueltas como un tróm·
po, sin reparar en Ío que hace su vecino. Y e~ ello u;
que en efecto llama la atención cuando se visita mi asi~
lo ·de alienados: ahí se ve. una yuxtaposición de delirios
sin cooperación ni vida comÓn. "El loco 1 dice Sighele,
muestra ese carácter específico de no asociarse, de no
a
entrar en comunidad-con los ~trost.. de no unirse los·
~s, vive pa!!~~· ·E!"
nomfire mismo de alienado lo revela bien, es extraño a
72 ROGER BASTIDE.

lo que di~en o hacen los otros, se mantiene distante Y


s~ar~do d~(~~!~~?~-=~;;:;t~ haber-visitado ~unasilo para
convencerse de la verdad de esta observación. Los po·
bres reclusos rara vez hablan entre sí, y cuando hablan,
es de cosas indiferentes no para cambiar un proyecto,
ni para meditar un complot".
Sin embargo, nuestro capítulo precedente nos ha mos· ·
trado que la sociedad sigue viviendo hasta en las ilusio·
nes del delirio. Tenemos pu.es que ver si el alienado
no crea sus formas propias de vida social, o si no se in·
serta, de cierta manera, en la sociedad normal.
Hace ya mucho tiempo que los psiquiatras han 'obser·
vado que los delirios sistematizados, como los de los
perseguidores-perseguidos, que los delirios sistemáticos
progresivos y crónicos de Magnan, y que finalmente,
los delirios de los degenerados, no impiden las relacio·
nes sociales, e inclusive las provocan. Hace también mu·
cho tiempo que los psiquiatras han destruído y clasifi·
cado las locuras colectivas. Entre el delirio individual
y la locura ,colectiva, hay un intermediario, frecuente·
~ente estudiado, la locura en pareja;- el delirio-pasa de
una persona a otra, sea del mismo sexo o sea del. dife·
ren.te. Pero siempre puede distinguirse un elementó ac·
tivo, inductor, y un elemento pasivo, que recibe. la locu·
ra· del QtrQ. Se tr~~a. de 1.1n fe.Qóm~no de sugestión mental.
J.NTRODUCCION A LA PSIQUIATRIA SOCIAL 73

Recordemos las leyes clásicas de Lasigue y de Fabret


sobre esta inducción patológica: 2 primero la presencia
de dos elementos, inductor y receptor, con posibilidad de
reacción a su vez del segundo sobr.e el primero, de don~
de surge una cooperación en la elaboración de lo mor·
boso; segundo, es necesaria una convivencia prolongada,
es menester que lós dos individuos hagan una vida co-
mún, en .el mismo medio, compartan el mismo modo
de existe·ncia, y que lleven en lo posible una vida a puer·
ta cerrada; tercero, es preciso que el delirio no sea total·
mente absurdo sino qu.e tenga cierto carácter de verosi-
militud. Este último punto está sujeto a críticas: "Las
locuras generales sori tanto más contagiosas cuanto más
impresionantes son, es decir, que por paradójico que
esto parezca, en cuanto más loco está el enfermo, más
fácilmente se transmitirá su locura". 3 A esta locura
inducida, o provocada, Regís ha añadido la locura si·
muitánea, en que dos individuos, y a veces más, que viven
juntos de una manera permanente, se inoculan sus deli-
rios, mientras que en el primer caso, la separación apor-
ta la curación de uno de los enfermos, aquí la separación

2 Lasigue y Fabret, De la folie a deux (Ann. Med. Pstch.,


1877).-
S Maranda de Montjel, Des conditions de la contagion mor·
bide, (Idem, 1894).
74 'ROGER BAS'l'IDE

.no tiene ningún resultado. Más tarde Ajuriaguerra y


Daumezon han agregado la locura yuxtapuesta, en que
cada enfermo presenta ·-trastornos particulares, pero
que biológicamente tienen su raíz en el mismo trauma
colectivo. 4 De este ·modo la locura puede crear asocia·
ciones. - ·
Pero en ciertos casos estas asociaciones desbordan a
la pareja y nos las habemos entonce~ cori epidemias de
locura. Són conocidos los célebres casos de las Ursuli~
n.\ls de Loudun, de los Convulsionarios de París, de las
sectas rusas. Los diarios nos transmiten de tiempo en
tiempo noticias sobre la existencia de nuevas epidemias
de este _género, pero que no duran tanto como las anti·
guas, puesto que no encuentran · como en otro tiempo
uri medio que las acoja. El elemento esencial de estas
epidemias es el contagio mental que puede ser tan fuerte
que en ocasiones se ha visto a padres exorcistas, llama·
dos para arrojar el demonio de una comunidad religiosa,
ser a su vez agarrados por la locura (como en el caso
de Loudun). Muchos psiquiatras han estudiado estas epi·
demias y han llegado a ciertas conclusiones que vamos ,
a resumir: en primer lugar estas epidemias son a la vez
4 Ajutiaguerra y Daumezon, Folies multiples (Areh, Intern.
de Neurol., 1937).
T.,, ...,..:,'""~~,.-,-~~· .

selectivas y agregativas; Álph~nd~cy, ~:'~tJdi~J} los


Convulsionarios d'Hifm"f.Etf las sectas rusas, dice que es-
tos movimi.entos agrupan, segtegáiidolos;. a· ·multitud·-d6•••nn
fieles. Habla a tftRfRecto de "loco¡;lliVPl paquetes" ·
por "contagio li:rñitiifo'H:-•El"t!6Hdtretor ~~~
torno a cierto número de individuos inducidos, separa
a la vez que Uama. Ahora bien, los llamados son aque-
llos que ya desde antes están dispuestos al llamado.
Los estudios de Laurette Bender y de Zuleika Yarell so-
bre los discípulos del Father Divine (Padre Divino) re-
velan que la mitad de los -sujetos examinados eran vícti-
mas de trastornos maníaco-depresivos. 6 No hay que
confundir la verdadera epidemia morbosa, como la de
los demonópatas de la Edad Media, con los grupos so-
ciales integrados en torno de una personalidad morbosa,
cc.>mo el caso de Canudos en el Brasil. 7 En ese último.
caso puede hablarse de una locura anormal, criminal,
patológica, tomando estos términos en su sentido trivial,
pero no puede hablarse de epidemia· de locura. Perso·
nas impulsivas, analfabetas, desájustadas, siguen a un
G Alphandery, citado por José Lucena, Una pequena epidemia
mental em Pemambouco (Neurobiología, 1940).
6 Lauretta Bender y Zuleika Yarell, Psychoses among followere
of Father Divine (Journ. of Nerv. and Mental Pis., 1936),
't Euolydes. da Cunha, Os Settóee.
ROCER -BASTIDE .

·conductor que s.e les aparece como un nuevo Mesías, uÍla


personalidad extraordinaria, porque este enfermo hace
muy bien su papel de Mesí_as, y el conductor puede arras-
trarlas a acciones locas sin que por ello el grupo se
componga d.e locos .. Lo más que se puede decir es que
la multitud vive en un estado de emotividad permanente ·
e inclusive cultivada, pero es tod!J. Finalmente, sobre
todo en este último caso, pero también en las verdade~as
epidémias,. la sociedad morbosa no está separada del
resto de la sociedad: el conductor sólo tiene éxito cuan-
do· las condiciones sociales son favorables, cuando la
situación histórica facilita .el contagio. Canudos no ha
sido posible sino porque el Brasil se encontraba en una
etapa crítica de su vida política, en el tránsito de la mo·
" narquía a la república, y sobre todo ha sido el símbolo
de la lucha entre dos medios sociales, la civilización del
sertáo y del litoral. De la misma manera las cruzadas
de niños que partieron en la Edad Media a la zaga. de
conductores neuróticos para iiberar el Santo Sepulcro,
son comprensibl~s sólo si se les pone en relación con la
fiesta, de los Santos Inocentes Y. de los Locos, y· con las
representaciones colectivas medievales de la omnipoten·
cia niagica de la pureza infantil. 8 ·
8 Alphandery, Les Croisades d'enfants (Rev. Hist. des Rellg.,
INTIWDtJCCION A LA PSJQUIATRIA SOCIAL 77

Se ve pues que la locura puede pasar de un enfermo


a un enfermo, de un enfermo a una persona sana, pero
que enferma por contagio, y finalmente de un enfermo
a todo un grupo .de personas sanas que siguen siendo
sanas. Sin embargo, en· estos tres casos nos encontramos
en presencia de una primera forma de sociedades crea·
das por el enfermo mental y que llamaremos, socieáa•
des patológicas.
El estudio de estas sociedades constituye un importante
capítulo de la Psiquiatría Social. Pero toda socieda~
de enfermos mentales no es por fuerza una sociedad en·
férma. Muchos neuróticos, en vez de aislarse o de v~vir
a puerta cerrada con otros enfermos, siguen mantenien·
do relaciones intermentales con gentes normales. · Hay
algunos inclusive, que tienen necesidad de una colecti·
vidad más o menos vasta en su torno. Sin duda hay un
misticismo religioso como el de Magdalena, estudiado
por Pierre Janet, que se contenta con soñar en la acción
en vez de vivirla, pero en muchos otros casos, el deli-
rante quiere comunicar sus creencias, busca un público
a ·quien persuadir, arrastrar o simplemente convertir. <

1916). Roehricht, Der Kinderkreuzzug in 1212 (Historische Zeit·


schrift, 1875). De Janssens, Etienne de Cloyes et les croisades
d'enfants au XIIIe siecle, París, 1890.
ROGER BASTIDE

-
No puede comprenderse la mitomanía sin un medio so·
cial en el seno del cual el enfermo pueda propagar sus
fabulaciones, un pueblo .por ejemplo, en que pueda pro•
pagar sus cartas anónimas. La fabulación en efecto, no
es forzosamente narcisista, puede ejércerse sobre extra·
ños, puede crear lo imaginario lo mismo sobre la propia
persona que sobre una persona ajena. Cierta preocupa·
ción ansiosa, planea, aun e~ el neurótico, sobre el valor
objetivo de sus mánías; sigue pensando como si no es·
tuviera. enfermo, que el criterio de la verdad es la con·
cordancia de su pensamiento con el pensamiento del
.otro; es menester pues convencer a los otros para justi·
ficarse ante sus propios ojos y ello explica justamente
por qué el delirio de los perseguidos-persiguidores ter·
mina tan fácilmente en una locura de pareja. Hay un
exhibicionismo de los neuróticos, una voluntad de apa·
recer interesante, de cautivar la imaginación del otro,
de convertirse en centro de interés ; ahora bien, quien
habla de exhibicionismo, habla forzosamente de un pÚ·
blico de mirones, de curiosos. Hablábamos al principio
de este capítulo de la impresión que se tiene cuando se
visita un asilo, de la soledad casi completa en que cada
uno se sumerge, pero el enfermo explicará esta soledad
por el hecho .de estar rodeado de locos, y no por odio a
toda socied~.d.. Y desde
. . ese p'!lnto de vista se podría ha·

1

lNTRODUCCION A LA PSIQUIATRIA SOCIAL 79

cer una observación que contradice ~ la primera im·


presión: todos los que han seguido cursos de psicología
patológica, saben que es m~y fácil para el profesor hacer
comparecer neuróticos a los anfiteatros de los cursos,
para que cuenten a los estudiantes lo que sienten o lo
que piensan; y saben también que los. enfermos exige~
i'l

l
entrevistas particulares con sus médicos, y los .importu· 1'
nan con sus frecuentes visitas. 11
Hay pues, al lado de la sociedad patológica, una so.· i 1

ciedad de · enfermos con gentes normales, que la Psi· 11


·quiatría Social debe .estudiar. Intentemos precisar algu-
nos de sus caracteres.
Freud ha mostrado que muchos tics, manías, actos
.obsesivos surgen de la voluntad del neurótico de actuar
sobre su ambiente. El enfermo se inventa sq enfermedad
para impedir que se produzcan ciertos hechos, por ejem·
plo,. una adolescente -se verá bruscamente atacada por
fobias para impedir que su padre vuelva a casarse; una
madre padecerá de pa'rálisis histéricas para ~pedir que
su hljo vaya a estudiar a Ja Universidad, pero estos
trastornos desaparecerán desde el .momento en que el
joven practique· un oficio que le permita ganarse su vi-
da; una esposa se verá como víctima de la languidez
con el fin de que su marido se quede a su_ l~do, para·
cuidarla, mimarla y que no le abandone por 1 tarde pa·
... L~(,
. oc.,o~ "V
CJ""" -.¡ 'L
~~~ o e
1 ~ MEXJCO :-
r "'1
.,...
>.
·º.~
o'·
I'NVESfrGACIONES
~IAL§I
80 ROGER BASTIDE

ra reunirse con sus amigos. En cuanto a los n:euróticos


cuando se dan cuenta de que algo va mal, de que no se
les .satisfacen sus deseos, provocan una nueva crisis para
que no se les. pueda reprochar nada. La locura dispensa
de toda responsabilidad y el loco lo sabe, y lo aprovecha
para entregarse a tina serie de acciones más o menos ilí-
citas, pero que favorecen sus intereses, porque sabe que
nada se podrá hacer en su contra: ¡Qué quereis, s~ dirá,
está loco! Las gentes de pueblo se dan muy bien cuenta
de ello, ·y dicen de estos enfermos que .están locos, pero
no tan locos como para perder el punto de vista de sus
intereses.
Se dirá que el demente juega con su demencia, que el
neurótico cultiva voluntariamente sus trastornos, que se
sirve de ellos a fin de ejercer una acción sobre el medio
social. Y este es el primer ca~ácter de este tipo de so·
ciedad: enfermos -gente sana-. Invenciblemente se
piensa en Knock que transformaba toda una ciudad pa·
ra colocarla bajo el signo de la medicina y someterla
a su voluntad demiúrgica, el loco es un moderno tauma·
turgo. Quiere transformar las relaciones sociales para
hacerlas gravitar en torno de su persona y por ello se
convierte muy fácilmente en un tirano para su familia .o
para sus prójimos. Los maneja, l!)s agita como a títeres
de que tien.e_ los hilos, y estos hilos son sus propios tras·

1
INTRODUCCION A LA PSIQUIATRIA SOCIAL 81

tornos que aumenta, disminuye, hace intervenir en el


momento querido, a fin de dirigir a su antojo la vida de
los_ otros. Se puede pues, hablar ae estos enfermos como
, creadores sociaies o por lo menos como transformadores
sociales. Reorganizan las relaciones- o los átomos so•
ciales según los deseos de su libido, según sus propios
intereses económicos, impiden que tales relaciones se·
xuales tengan lugar, y que tales amistades que se harían
fuera de ellos tomen libre curso. Reorganizan y recom· ·
ponen el tejido de las interrelaciones. Acabo de citar'
una obra de Ju les Romains, Knock, pero hay una no-
v.ela de este mismo escritor que puede servirnos de punto
de referencia para comprender la acción social de los
neuróticos, Les Copains (Los Compinches). De la mis·
ma manera que Los Compinches, por acciones adecua·
das, cambian todo un pueblo para inocular los senti-
mientos colectivos y darle "una vida unánime", de esta
misma manera el mitómano, por sus fabulaciones, puede
obrar sobre los espíritus, envenenarlos con sus sueños,
y agitar todo un medio, hasta entonces a salvo de remo-
·ciones más o menos violentas. El enfermo, es pues, un
círculo de extensión variable, que frecuentemente se re·
duce a la familia, pero que puede ser también más an-
cho, demiurgo de una sociedad artificialmente estructu·
rada y que gravita en torno suyo.
82: ROGER BASTIDE

Los psicólogos distinguen la persona del personaje,


aunque primitivamente el hombre haya sido un perso~
naje antes de ser una persona, que se haya priméro di·.
ferenciado del grupo por el papel que desempeñaba en
la colectividad, por el status social que ahí ocupaba. La
persona· es autónoma, y designa el conjunto de rasgos
psíquicos qtie me distinguen, mientras que el personaje
es mi lugar en una jerarquía de funciones. He sabido
que el término persona viene del latín personna, másca·
..ra qtie llevaban en los entierros los romanos. El perso·
naje es pues el hombre enmascarado. Lo que caracteriza
al hombre normal no es la ausencia de máscara sino el
. que puede. ponérsela y quitársela rápida y conveniente·
mente al pasar de un grupo a otro. Pero en una gran
medida, desempeñamos papeles impuestos por la so·
ciedad: papel de padre, relativamente a nuestros hijos,
papel de profesor, de juez, de sacerd.ote. Es inútil insis·
tir, y estas indicaciones bastan para mostrarlo, que por
su·s orígenes y por su· naturaleza el personaje tiene una
significación eminentemente sociológica.
Ahora bien, el enfermo juega también al person~.je.
Se pone una máscara, pero lo que lo distingue del horri·
bre normal :es que no se puede ya quitar esa máscara,
que se le pega, como la túnica de Neso a la carne de
Hércules, o como ~l personaje de Lorrenzaccio en 'la tra·
gedia de Musset. ~%?r~1i~ el··~~~~t:Blo ~~·~~~J~.gar
con su máscara y po~~ ese·· J~~go cierta' !~c¡oquetéi4,~
El Dr. Dumas ha insist~? muy f.r~cueritemeQte"en suSf J'a
oh~as en este el~me~to de éxJ?..~hicioriis~?· y de" J~~ue· ~~/!>.
tena", de locura afnmada y a··~ vez siinJ.!.lada, que{ el "q ·
enfermo no toma del todo en serio;·~ a cloQtinuación
a medida que el delirio se intensifica, ~omin~'·el .. per-
sonaje. Puede ser frustráneo, como muchds•.~apoleC1n~s
de asilo, pero puede ser acertado, como esos 'Mesías de•
largos cabellos y; larga harba, de ojos extasiado~:·~~..,.con
ademanes de profeta. De este modo el enfermo no sólo
quiere modelar a la sociedad sino que se modela a sí
mismo, y se recompone, y es ello lo que nos interesa
aquí, de acuerdo con una cierta imagen social. Desem·
peña un papel determinado por la colectividad, el del
héroe, el del jefe, el. del director religioso (en el caso
del delirio de grandeza) o el del pobre, idiota, o per-
seguido (en el caso de delirios de inferioridad). Ciertos
oligofrénicos llevan las cosas hasta desempeñar papeles
sociales de escaso interés; he conocido a uno que juga-
ba al papel de gendarme, y que se pasaba el tiempo le-
vantando actas a todas las personas que encontraba. De
este modo las relaciones enfermos-gente-sana adquieren
el aspecto de relaciones de un personaje estereotipado
con personas.
84. ROGER BASTIDE

Finalmente hay un tercer tipo de sociedad que la Psi·


quiatría Social debe estudiar: la que se constituye entre.
los enfermos y el médico. La relación entre el neurótico
y su médico es una reláCión intermental de gran im·
portancia terapéutica pues puede ser un factor de cura·
ción o de agravamiento. En el nuevo psicoanálisis esta
relación no es ya más una relación pasiva de interpre·
tación y de esclarecimiento para el enfermo de su~ sín·
tomas, de sus complejos; no es una. simple catarsis,
sino "una situación social dinámica". 0 ·El psicoanalista
no_puede obrar sobre el enfermo sino bajo la condición
de amarlo, de entrar én comunión con su vida interior
para revivida en toda su tragedia, y para participar
con él, por lo menos con las partes sanas de su concien·
cia, en la búsqueda de la verdad. De ahí la condenación
de los electrochoques o de las narcosis: amenazan des·
moronar la confianza del enfermo en su médico, impi·
den toda intercomunicación. El psicoanálisis no ve ya
en el delirante un organismo a cuidar, sino una concien·
cia a conmover. 10 Y ello es tan verdadero que Sech.ehaye
sólo pudo curar una demencia precoz en trance de des·

O Richara H. Williams, Nouvelles tendances de la Psychanalise


aux Estats Unis (Psyché, 1947) en particular el resumen de
las tesis de H .. S. Sullivan.
10 Pierre Salzy, L'Amitié -du Psychanalyste (Psyché, 1947).
INTRODUC~ION A LA PSIQUIATRIA SOCIAL 85

truir en sus fundamentos mismos todo el ·edificio de


una personalidad, por .ende, un estado de los más avari·
zados de desagregación mental; aceptando l!Igar, mimar,
infantilmente, puerilmente, lós síntomas propios o· sím·
bolos morbosos de la esquizofrenia. 11
Puede decirse que el psicodrama de Moreno de que an·
tes hemos habl!ldo consiste· en recolocar al enfermo en
la sociedad real, en el tejido de relaciones intermentales.
Mientras que la terapéutica psicoanalítica es un diálogo,
entre el confesor y su cliente, el psicodrama hace pa:t·
ticipar a todo un grupo, en el que intervienen el médicó,
las enfermeras, los asistentes, en- una representaci6n de
varios personajes, desempeñada en una escena que re·
presenta un medio social, una familia, un sitio público,
la calle en que juegan los niños, etc. Y como acabamo!l
de decirlo, el enfermo desempeña un personaje, el psico·
drama exigirá también que se desempeñen nuevos per·
son ajes, lo que podrá ·destruir las estereotipias con·
traídas. Hay que ligar toda esta terapéutica con. el test
dela espontaneidad de Moreno, porque en los dos casos
se trata de una sociedad in statu nascendi. Hay que hacer
correr nuevamente vida social dinámica en cristalización,
ep bloques coagulados, en "conservas" morbosas. 12
11 Louisa Duss, op., cit.
12 Moreno, op., cit.
86 ROGER BASTIDE

Hay que tener presente que en estos dos casos, el de la


amistad psicoanalítica y el del psicodrama, no .se trata
de enjuiciar el valor curativo de las técnicas empleadas.
El sociólogo se interesará sólo en describir la formación
de nuevas relaciones intermentales, la readaptación de
un individuo a un conjunto.
Sin duda que habría lugar para quien quisiera escri·
bir un tratado de Psiquiatría Social de ocuparse de una
Psiquiatría Social Diferencial. Las enfermedades men·
tales son muy diversas y las relaciones entre estos tipos
de enfermedad mental y la sociedad cambian en cad~
ocasión. Habría que precisarlos separando lo que acon·
tece en la demencia precoz y en la demencia senil, en
las psicosis .maníaco-depresivas y en la mito11_1anía, en la
paranoia y en la psicastenia, en la parálisis general y
en la epilepsia, etc. Pero en este librillo que no pretende
otra cosa sino ser una introducción 1:!- la Psiquiatría So·
cial podemos mantenernos en las generalidades y dar
sólo algunos ejemplos concretos para mostrar el interés
de este género de investigaciones, abandonando a los_ es.
pecialistas el cuidado de diferenciar estas generalidades
según el tipo de la enfermedad. .
CAPITULO VI

LOS DATOS DE LA ETNOGRAFIA Y


DE LA HISTORIA
i
1
Si al lado de factores orgánicos existen factores so-
ciales motivadores de enfermedades mentales, y como
toda sociedad es un conjunto de normas e impone obli-
gatoriamente ciertas conductas, habrán de darse necesa:
riamente formas de frustración, casos de desajuste, neu-
rosis. Pero como por otro lado cada cultura se distingue
de las otras por caracteres propios, por fuerza no serán
los mismos tipos de neurosis los que se encontrarán en
todas partes. Hay pues, una psiquiatría social compa-
rada, que se constituirá con ayuda de los datos de la
etnografía y de la .historia. Esta psi(¡uiatría comparada
formará el objeto de este ·capítulo.
Ante todo hay que destacar lo que distingue a este ca•
88 ROGER BASTIDE

pítulo de la comparación hecha e11 el capítulo III. Mar· .


garet Mead dice no haber encontrado neurosis el). Samoa, -
pero habla de neurosis de origen sexual. La no existen·
cia de ciertas especies de trastornos psíquicos no acarrea
por ello e ipso facto la no existencia de otros fact()res.
Malinowski lo ha mostrado muy bien: si los Tobrian·
dais no sufren de tics nerviosos, de obsesiones, conocen
eri cambio ]a manía furiosa. Y Kardiner a su vez nos ha
mostrado civilizaciones sin frustración sexual, pero que
padecen en su lugar frustraciones alimenticias que pue·
den provocar igualmente trastornos graves. Faris no ha
encontrado esquizofrenia ni psicosis maníaco-depresiva
entre los Bantous del Mrica del Sur, porque estos Ban·
tóus, hallándose en un estado comunitario, ignoran la
competencia aguda de nuestras sociedades occidentales;
pero ha encontrado, en cambio, formas histéricas este·
reotipadas entre las mujeres y algunas veces manías de
origen infeccioso. Ello es prueba de la variedad clínica
de las diversas razas o culturas. 1 Entre la antigua con•
cepción de la etnografía, de salvajes histéricos, suges·
tionables, neuróticos 2 y el cuadro idílico de los primi·
1 Citado por Gilberto Freyre, Sociología, Psicologia e Psiquia·
tria (Neurobiología, 1941).
2 Dr. M. Friedmann, Ober Wahnideen im Volkerleben, Wies· ·
/ haden, 1901.
. !:.~~~~·"
, e; 1 ~
INTRODUCCION A LA PSIQUIATRfA SQ.Cittr· 89
t~ij,S'!\pf.l,
.... .\;},.¡- t•f'l\lf
tivos que ignoran Jas crisis ~:1 ;~píTitu,. hay j~¡~·rfJ~J;o/11/¡¿f.
una de!!cripción //4áf~artición de las .~di_versas, enfer- -f
mc~oéla~:s menta1TJ a tenor ·de. )o;s ..~ip~s de sociedad;.
Empero, antes ~grdar el esttid10 ·~?.~ es menester
hacer una segunda obsétva.ci{ín. Y es que ll!rte,~studio
sociológico se distingue del ~~tii~. ~df distrib~C'loH·~~,,~
estadística de las enfermedades mentales si!~,la raza .
•••
Este último género de investigaciones es más hieñ:~~
lógico que sociológico, nos pone en presencia del factor
constitucional y nos muestra cómo es posible que ciertas
razas estén más inclinadas a la ciclotinia, otras a la mi-
tomanía, etc. No se tratará de ello en este capítulo que-
se ocupará sólo. de las interrelaciones entre la estructura
social y los trastornos patológicos mentales.
Seligman ha utilizado la distinción de Jung entre in·
dividuos introvertidos y extrovertidos para aplicarla a
la etnografía: hay civilizaciones introvertidas como la
de la India y civilizaciones extrovertidas como las de los
pueblos guerreros. Cada, uno de estos' dos tipos de es-
píritu ofrecen su patología, ·el introvertido la- angustia '
o la neurastenia, el extrovertido la manía y la histeria,
se ve por ello que hay una base para la clasificación
g~o-sociológica de las enfermedadas mentales. ~ Hocirt

8 Seligman, Anthropology and Psychology, R. A. 1., Liv, 13.


90 ROGER BASTIDE

nos da precisiones muy int~resantes sobre ciertas formas


de enfermedad peculiares de una cultura: "los Malayos
están sujetos a una afec::ción conocida bajo el. nombre
de latah, en el curso de la cual el enfermo no puede
resistir a ninguna sugestión de la palabra o del ejem·
plo: una mujer se desvestirá completamente, contra su
voluntad, si tal acci.ón es simulada en su presencia. La
misma enfermedad ha sido descrita entre los Koryak,
que son también mongoloides. Los Malayos pueden en
ciertos momentos "advenir al amok", es decir, enfurecel
y matar a cualquier persona que encuentren en su cami·
no. Los Rotumanos y los Cingaleses parecen sufrir de
estos mismos desórdenes, aunque en una forma menos
acentuada. . . Afecciones idénticas, pero más ricamente
desenvueltas, se manifiestan en todos los pueblos de la
zona ártica, en particular entre los Yakutas y los Sa·
moyedos. El conjunto de estas afecciones ha recibido el
nombre de histeria ártica; y parece que deben ser con·
tadas como efectos de una miseria que actúa sobre el
elemento !acial mongoloide". 4
4 A. M. Hocart, Les Progres de l'homme, traducción del fran·
· cés. París, 1935. '
O. Klineberg, .op., cit. Después de haber tomado los mismos
ejemplos que Hocart, agrega otros, como el windigo de los indios
Ojibway; el enfermo se ctee transformado en _un monstruo mÍ·
INTRODUCCION A LA PSIQUIATRIA SOCIAL . 91

Pero Hocart da preponderancia al elemento biológico


racial, lo que impide subrayar el papel de los factores
sociales . o culturales. Ahora bien, el hecho de que los
trastornos del mismo origen racial adquieren aquí la
forma de latah y ahí el de amok no pueden encontrarse
1 1 más que por un análisis previo de las representaciones
colectivas. Cardinel nos hace penetrar más profunda·
mente en nuestro asunto, porque instituye siempre una
comparación entre la neurosis y la situación social. "En
las islas Marquesas, escribe, no existen restricciones con
respecto de los aspectos sensuales, de la satisfacción .
sexual; pero se encuentran considerables dificultades en
materia de ternura femenina. Consecuencia de ello es
la no existencia de perturbaciones de la potencia· sexual
en ninguno de los sexos, pero se observa en los hombres
un vigoroso odio inconsciente contra la mujer y en las
mujeres un fuerte anhelo insatisfecho que se manifiesta
en la forma del embarazo fingido. Esta última es, se·
guramente, una manifestación neurótica". Otra manif~s·

tico caníbal que intenta devorar a seres vivos. Toma de Gordon


Brown el ejemplo de las neurosis muy peculiares de los Bantoos,
pueblo en que la palabra tiene una gran importancia social:'
"el trastorno mental que predomina en los jóvenes; es el miedo
de no llegar a ser un buen hablista". Esta ansiedad trae consigo
heurosis de la palabra.
92 ROGER BASTIDE

tación neurótica que Kardiner ha estudiado en los Ta·


nala, es el tromba. El cambio de régimen económico de
este pueblo ha determinado un .fuerte aum~nto de tras·
ternos mentales, bajo la forma original de posesión
por los espíritus de los ancestros. Pero no es sólo la
transformación económica la causa de esta extensión de
los fenómenos morbosos, no es más que un factor. El
otro factor es la existencia de la .organización patriar·
cal con la. fuerte disciplina que se ejerce sobre el indi·
viduo, y que le impone actitud sumisa y humilde; en
la medida en que esta sumisión es útil al individuo para
realizar la satisfacción de sus necesidades en la depen·
dencia, la neurosis es excepcional pero cuando las con•
dioiones cambian y la nueva situación obliga a una
mayor agresividad, entonces el número -de neurosis se
eleva. 5
Esta psiquiatría comparada es de las más interesantes
y sería conveniente que se prosiguiera por la coopera·
ción de psiquiatras y de antropólogos trabajando en
equipo. Pero hay que notar que supone cierto etnocen·
trismo. Postula que nuestra definición de .lo patológico
es válida en todos los casos, que se aplicará a las diver·

5 .:Ahram Kardiner, El Individuo y la Sociedad, traductión


española, México, 1945•..
1.;
1'

INTRODUCCION A LA PSIQUIATRIA SOCIAL 93

sas civilizaciones los cuadros de la psiquiatría occiden·


·tal. Se busca entre los no civilizados o en civilizaciones
muy diferentes de la nuestra, los trastornos ya conoci·
dos y clasificados de los enfermos de nuestros asilos
~uropeos o americanos. Ahora bien, antropólogos co·
mo Ruth Benedict y psicoanalistas contemporáneos como
Horney, 6 han mostrado la relativid~d de nuestros con·
ceptos de lo normal y de lo patológico. No es pues, me-
nester abordar el problema des-de otros sesgo.
Como su nombre lo indica, lo normal se define en
una 59ciedad por un conjunto de normas; lo normal es
lo que se debe hacer, lo que responde a la expectativa
común, y en consecuencia, lo que es general. Per.o toda
.,,
norma supone un fin, un ideal colectivo. Ahora bien,
la_ antropología nos enseña que cada civilización (cuando
no está formada por mestizaje de varias) tiene su paideu-
ma, su espíritu propio. A cada pau'euma corresponde
una determinada concepción de lo normal, y por contra·
golpe, de lo patológico. Lo que es neurosis para nosotros
puede eri otra cultura ser signo de potencia, .·y Seligman
ha hecho notar que los puestos más altos de las comu··

6 Karen Horney, The Neurotic Personality of Our Time, Nue·


va York, 1937.-El Nuevo Psicoanálisis, México, 1945, y El
Autoanálisis, Buenos Aires, 1947.
'
id
,,.,
94 ROGER BASTIDE

nidades primitivas están frecue~temente ocupados por


individuos que entre nosotros se encontrarían en el ma·
nicomio. Lo que en Occidente es, desajuste, en otras par-
tes aparece como integración.
Ruth Benedict dice que si tenemos a la ·megalomanía
por fenómeno. morboso, entre los Kwakiutl acontece lo
contrario: "Las actitudes paranoicas tan violentamente -
expresadas entre los Kwakiutl se les ~alifica de' malas
por la teoría psiquiátrica derivada de nuestra civiliza-
ción, estó es, se estima que conducen por varios caminos
al desmoronamiento de la personalidad. Pero los indi-
. ·viduos que entre los Kwakiutl pueden dar expresión más
libre a esas actitudes, son los jefes de la sociedad Kwa-
kiutl y hallan la mayor realización personal en su cul·
tura". De la misma manera: "Los pueblos primitivos
honraban en grado extremo el arrobamiento y la c~ta·
lepsia. Algunas de las tribus indígenas dé California
concedían prestigio principalmente a quienes pasaban
por. ciertas experiencias de arrobamiento". Y Ruth Be-
nedict concluye: "La esfera de la normalidad en cultu·
ras diferentes no es la misma que la nuestra. Algunas,
como la Zuñi yKwakiutl están tan alejadas entre sí que
sólo pueden superponerse ligeramente. Lo normal esta·
dísticamente determinado en la costa noroeste caería muy
allá de los límites extremos de la anormalidad entre los
,,~~~,r~

INTRODUCCION A LA PSIQUI~[~~ S~~IAL •. ,:¡,;,S ~~IJ!lff


--------------------~~~~~~~---------

Pueblo. La contie9fdl~Afivales, no~aÍ. e:~'{¿~, Kwa·


kiutl, la entenderían como Una locura .los Zuñi, y la tra·
dicional indifen!/~i al dominio y huiñíliaciOO..d,c¡:
los demás sólo sería la 'iíis~nsatez..¡:J~fJtJJ.L;jimplón para"'"""
un hombre de familia noble de la costa 11.tJroeaw., La
~'IJI!n
condUcta aberrante en cualquier cultura nunca podna laAEl
ser determinada ni siquiera en relación a un mínimo
denominador común de conducta .. Toda sociedad, de
acuerdo a sus preocupaciones mayores, puede aumentar
e intensificar hasta síntomas histéricos, epilépticos y pa·
ranoides, y al mismo tiempo otorgar socialmente con·
fianza en grado cada vez mayor a los individl1os que los .
despliegan". 7
Margaret Mead ha estudiado en Nueva Guinea tres
pueblos vecinos, pero separados por la organización· so·
cial y el ideal del' grupo, los Arapesh, los Mundugumor '
y los Tschambuli. La sociedad Arapesh está caracteri·
zada por la ausencia de conflictos entr~ las generaciones
o entre los sexos, es una sociedad de cooperación ; la
educación consiste en arrebatar al niño los instintos
de agresión, en enseñarle la sumisión y la' pasividad.
Aquí la neurosis sería la paranoia. Los Mundugumor

7 Ruth Benedict. El Hombre y la Cultura, trad. esp., Buenos


Aires, 1939.
96 ROCER BASTIDE

constituyen por lo contrario una sociedad agresiva, de


· competencia, violenta, de rivalidad entre los sexos, en·
tre los individuos, entre ·las edades. El paranoico que
entre ·los Arapesh se encontraba aislado, tendrá aquí por
el contrario todas las oportunidades, y el desadaptado
será aquel que carezca de ambición, el calmado que se
dejará dominar por· sus hermanos o que no tendrá ci·
tas violentas en el bosque con las mujeres. Finalmente,
entre los Tschambuli, el ideal femenino es diferente del
ideal masculino, mientras que en las dos sociedades pre·
cedlmtes será el mismo para los dos sexos, la coopera·
· ción, mientras que aquí es la agresión. Desde este punto
de vista los Tschambuli se aproximan a nuestras socie·.
dades que dan una educación diferente a los muchachos
y a las niñas. Sólo que la educación Tschambuli es
opuesta a la nuestra: A las niñas pertenece la inicia·
tiva, la conquista del alimento, mientras que los v~rones,
en la Casa de Hombres, se entregan a actividades reli·
giosas o artísticas. Los' desajustados en este caso serán
o. la niña demasiado introvertida o el muchacho dema·
siado violento, demasiado indisciplinado, y Margaret
Mead muestra en efecto que son estas niñas y estos .mu·
chachos los que entre los Tschambuli son víctimas de
la neurastenia, de la manía o de la histeria. Llegamos
pues a las mismas .conclusiones a que nos llevaban los
INTRODUCCION A LA P.SIQUIATRIA .SOCIAL 97

ejemplos de Ruth Benedict: lo patológico depende de


los patrones, de las representaciones colectivas, del pai-
deuma. Se intensifica por lo d~más cuando la estructura'
social presenta elementos contradictarios en relación con
el paideuma de la cultura. Si las neurosis por ejemplo,
son tan numerosas entre los Tschambuli, ello es debido
a que se dan casos de oposición entre la constitución
física y el standard de vida normal y normativo. Porque
entonces las neurosis deberían y;epartirse poco más o
menos de modo igual entre los dos sexos, ahora bien,
de hecho dominan entre los hombres. Es menester .pues
que otro factor haya interv.enido, y es el contraste entre
la familia ·de organización patrilíneal, que fomenta ac· ·
titudes de dominio, de acción, de esfuerzo personal, y
el paideuma social que confiere al hombre un papei
pasivo, contrariando las actitudes suscitadas en él por
el régimen familiar. 8
La historia confirmaría fácilmente los datos de la et··
nografía, pues .es un hecho que lo normal ~ia' con· .
forme cambian las épocas ~mBia-·oonf-orme·-·-·
Ciñrnian los lu~l de la Edad Media no era
el mismo que el de la sociedad capitalista contemporá··

8 Margaret Mead, Sex and Temperament in Three Primitiw


Societies (én: From the South Seas, OP_., tít.).
98 ROGER BASTIDE

nea; la psicastenia podía encontrar en la /vida de la


~rmita, escondida lejos del mundo en alguna gruta sal-
vaje, una valoración so~jal que hoy difícilmente com-
.pren<lemos, hoy en que lo que valora el grupo es el
éxito en la concurrencia. Y quizá sería menester, en
sociedades estratificadas, ver diferencias de ideal entre
las· clases, ep.tre el. noble, por ejemplo, y el plebeyo.
Otro ejemplo de las variaciones históricas de lo normal
y de lo patológico nos lo brindan los cambios de moda
que puede valorar en ciertas épocas perversiones sexua-
les como el homosexualismo (en el Renacimiento) e
inclusive trastornos netamente neuróticos (el enlace en-
tre el genio y la locura ha llevado en efecto al poeta
a buscar la locura, porque ~ colectividad consideraba
como normal para un escritor lo que reputaba por otro
...!:ado _c_o~~=~~?.~~[i~~ya;;~~-~~ni-~ñ-ae _!os mortales).
Creemos haber demostrado la relatividad de lo anor-
mal por los ejemplos aducidos. Debemos, sin embargo,
hacer una observación. No todo desajuste social es neu-
rótico, la neurosis es una consecuencia del desajuste,
pero esta consecuencia no se realiza forzosamente. No
p~de identfficarse anormalidad con enfermedad mental.
---=-
-1':;aenfermedad_ no es más que una de las formas que
toma la anormalidad. Hay pues que volver a nuestra crí-
tica del etnocentrismo. El cuadro- clínico de los alienis-
INTRODUCCION A LA PSIQUIATRIA SOCIAL 99

tas tiene un valor universal, y debemos distinguir por


un lado entre enfermedades mentales, y por otJ.:O entre
juicios que la colectividad pron.uncia sobre aquellos que
son alcanzados por una u otra enfermedad, o sobre
aquellos que tienen una constitución morbosa capaz de
servir de terreno a las neurosis.
Cuando decimos pues, que ló patológico es relativo a
una cultura ello quiere decir:
19) Que ciertas constituciones que se devaloran en
un lugar pueden ser valoradas en otro, de ahí resulta
que individuos que tienen esta constitución, en una so-
ciedad en que tal constitución está devalorada, se verán
obligados a luchar contra ella y este conflicto entre sus
disposiciones innatas y los patrones del grupo ocasio- ·
nará un desajuste y amenazará lanzarlo en .la demencia.
Por el contrario, ahí en donde ese tipo de constitución
esté. valorado el individuo estará integrado perfectamen-
te a la sociedad y su personalidad no presentará tras-
tornos· graves.
29) Ello q~iere decir también' que ciertas neuraste-
nias gozarán de un lugar muy señalado en la vida del
grupo, disfrutarán de cie:tto status social. Mientras que
eritre nosotros el enfermo ayudado por el médico se es·
fuerza por adaptarse a la sociedad, en otras culturas,
es la sociedad, por el contrario, 1~ que se ajustará al
lOO
ROGER BASTIDE

enfermo. Por ejemplo, __ personas ql!~_.l!g~?-~2_s~~~­


mos en los ásilos,
·------~--~ podrí~-~üj_~~i~n_,_
..__,__ . ____ ___,.... . ----
~:!l..P.l!élo~_no civi·
!izados, ser COI.J.sideradg!~c..omo~jtl{~ .o.....s.eJ;;~e11'!.g_~dos comg
~~:_:-~· J;i·;~iedades de chall1anes toda la edu·
cación consiste en desarrollar al ,máximum trastornos
neuróticos, signo de elección por los espíritus. Entre los
negros, en que se :valoran los fenómeno·s de posésión,
las ceremonias de. iniciación en las sectas místicas, tie-
nen por finalidad cristalizar lo morboso en personas
dispuestas, y en hacerlo nacer en los demás por medio
de torturas físicas~ de ayunos, de bebidas embriagantes,
..etc. Como se ve por estos ejemplos los juicios que los
·diversos grupos pronuncian sobre las neurosis. o psicosis
no son iguales en todas partes; ello no quiere decir na·
tu;almente que la neurosis no exista en tanto que va·
riedad morbosa, pero que-aquí se les juzga como hechos
patológicos, qu.e deben cuidarse en un asilo, mientras
~e allá se les juzga como hechos privilegiados signos
de familiaridad con fuerza sobrenatural.

11
El sociólogo no· debe desdeñar los datos de la histo·.
ria de la medicina. Gaston Richard ha mostrado ya la
f- :· ,, , V? sociALEs
importancia que ,2odría tener· pára' la .fundame~tación
de una sociologíFodlBa~ costumbrés y de la gertdis de
la moralidad. Pero dehenios.liinitarnos en este libro a
las diversas conlJ¡/&Rg; históricas cÍ~· Iás ·enferm~.~~des
mentales. ············· ....... TABLA ·· .. ·;···..
Entre los no civilizados, hay·que retener·dos.~qeas:
l.-No hay distinción entre enfermedades m~~-t~ies' "-
y otro tipo de enfermedades. El primitivo ignora la
·causalidad natural, y, en consecuencia, la enfermedad,
cualquiera que sea su forma, tanto pleuresía como neu·
rosis, tiene una causa mística, es considerada siempre sea
como un cástigo de los dioses. por la violación de u~
tabú, sea como una venganza de los espíritus de los
muertos, por una negligencia de los ritos funerarios, sea
_finalmente, como un encantamiento lanzado a distancia
por un hechicero. Es inútil insistir más sobre este punto
después de los estudios clásicos de Levy-Bruhl . sobre
la mentalidad primitiva. 9 La etnografía comparada, si11
embargo, nos ha enseñado que, los no civilizados, in-
troducen, poco a poco, una distinción entre estas dos
especies de enfermedades, las ~ tien!!!L!I!!!LQ{lJ:!§ª-.J1!'\•
tural .y las que tienen una causa sobrenatural, mágica
--= ..~-~....~~---~ .... ...-.:;;..........__...~

9 Levy-Bruhl, Les Fonctions Mentales dans les Sociétés In·


férieures, Plll'Ís, 1910.
102 ROCER BASTIDE

o mística. Ahora bien, lo que nos interesa subrayar es


que, las enfermedades mentales, pertenecen al segundo
grupo.
II.-La terapéutica se confunde con el ritual religio·
so. Si lañeurosis-es en --efeCfoer~rgru; ·a¡;-üiiii~iíicllrSioñ
Cietuerzas divinas en la naturaleza, hay que canalizar
estas fuerzas peligrosas para someterlas al control de
la sociedad y no hay otro método de control que los
ya empleados, por ejemplo, en la sacralización del rey
o en. la iniciación de los sacerdotes. "En Eddystone, la
consagración de un sacerdote y el tratamiento de una
enfermedad de languidez son casi idénticos. Entre los
Thonga, el tratamiento de la histeria consiste en consa·
grar al enfermo. Jurtod describe el tratamiento como
un bautismo que ayuda al enfermo:
"Al atravesar el 'mar para dcanzar la tierra más all~.
La tierra de los Malayos y de los poderes mágicos.
Al beber sangre se ha convertido en un ser superior.. •
El período de convalescencia con sus tabús ha sido la_
última prueba ... ; .
Ingresa definitivamente en la sociedad de los inicia·
dos ... "
En. Fidji. . . existe un· sistema de terapéutica llamado
wai, que quiere decir "agua". El nombre indica que
la absorción de un líquido se considera como la parte
INTRODUCCION A LA PSIQUIATRIA SOCIAL 103

más importante del tratamiento; ahora bien, lo mismo <'1


sucede cuando se trata de. la sacralización real. La es~ 1'
11

tructura de estos tratamientos es igual a la de otras cere- ·


monias rituales. lO
Desde el momento en que aparezca una diferenciación
entre enfermedades de origen sobrenatural. como las en·
fermedades mentales, la terapéutica.a su vez, y de modo
pareCido, se diferenciará. A las· primeras corresponderá
la farmacopea, el hervir yerbas; la terapéutica ritual se
mantendrá únicamente para las enfermedades mentales.
Como dice Hocart, en el tratamiento de las enferme•
dades físicas, las drogas adquieren cada vez más impor·
tancia, mientras que otros medios de curación retroce- ·
den, en las enferm~dades mentales, por el contrario,
los elementos que ejercen una influencia psicológica
desempeñan el papel principal, muy en particular la
música y la danza, así como extrañas fórmulas que i:Ql·
presionan tanto más cuanto son más misteriosas. 11
lO A. M. Hocart, Les Progres de .l'Homme, op., ~it. El texto
citado de J unod se ·encuentra en su libro The Life of á South
African Tribe, 2a. ed., Neuchatel, 1927. Hay que observar que
este ritual de sacralización está llevado aquí tan adelante .que el
enfermo es admitido en la sociedad' de lós hechiceros, ·que a su
vez se hace hechicero y cap~ de "CWAr a QP"QS enfermos,
11 Hocart, op., cit;
104 ROGER BASTIDE

No hay que identificar pueblos arcaicos y pueblos no


civilizados. Pero p'ara lo que aquí nos interesa, pode·
mos decir. que encontramos en la antigüedad poco máS
o meno~ las mismas concepciones que acabamos de ·re·
visar:
l.-Ante todo la ausencia de distinción entre enfer·
medades mentales y otras especies de enfermedades, ya
que se las considera a todas como castigos por los ' pe·
· cados cometidos, o como provocados por demonios ma·
los. En Egipto "las enfermedades estaban causadas por
la cólera de un dios o por la presencia en los miem·
· ·bros dolie.ttes de uno o más seres malos, genios, espec·
- tros, trasgos, vampiros, espíritus de los· muertos" (Mas·
-péro) • Los- asirios atribuí~n· las fiebres, las oftalmías
y las enfermedades cerebrales a los demonios del de-
sierto,, .qUe personificaban a los vientos ardientes. Los
arios primitivos asociaban las ideas de salud con las
de pureza ritual y con los dioses del orden, mientras que
las enfermedades estaban asociadas a las ideas de im·
pure.za y a la acción de espíritus del mal (posesión
por dioses vengativos y celosos) • 12
12 Gastón Richard, L'Evolution _des Moeurs, Paris, 1925. El
texto de Maspéro '1} li!~C\lenlt'~ ~n ·~g¡¡ C~U&eries d'Egipte, París,
1873, .

'
1

INTRODUCCION A LA PSIQUIATRIA SOCIAL 105

II.-La terapéutica adquirirá un sentido ritual. En


Egipto, "los remedios· reparan o atemperan los desórde·
nes exteriores de la posesión, pero el mal quedaría como
incurable mientras el maligno se conservara en el cuer·
po; los conjuros son lo único capaz de arrojarlo y el
práctico sería de poca utilidad relativamente a sus clien·
tes, si no es también experto en e~orcismo al igual que
en fórmulas de. farmacia" (Maspéro). Los celtas, a te·
nor del testimonio de César, identificaban la terapéutica
con el ceremonial del sacrificio. El dios que había to·
mado posesión de un ser humano no lo abandonaba sino
cambiándose a otra víctima animal o humana que le
era ofrecida por el ritual. Ideas semejantes se encontra:
rán en Asiria, en los textos cuneiformes, que nos hacen
conocer numerosas fórmulas de exorcismo. 18
A partir de aquí toda la historia de la medicina es
un lento retroceso de la identificación entre enferme·
dad· y posesión, por los golpes dados de modo progre•
sivo por el ·desarrollo de las ideas científicas. En el
tránsito progresivo de la causalidad mística a_ la can·
salidad natural. No seguiremos las etapas de esta libe-

18 G. Richard, op., cit. El texto de César se encuentra en De


Bello Gallico, VI, XVI. Se encuentran textos de exorcismo asirio
tlll Fossey, Magie Assyrienne, París, 1902.
. 106 ROGER BASTIDE

ración, pues nos alejaría mucho de nuestro asunto. Lo


que debemos subrayar es que dos tipos de enfermedades
resistirían por más tiempo este proceso· de laicización.
· Ante todo la lepra, y de ·modo general, las enfermeda·
des dt; la piel, consideradas como ·castigos a ·la violación
de tabúes. Es comprensible que la lepra, tan contagiosa y
que ataca a la carne de una manera tan horrible, se
haya mantenidl) a io largo de siglos como .una con·
secuencia del pecado. El Levítico la combate no por
un tratamiento, sino por la realización del sacrificio de
culpabilidad. 14 De la misma manera la lepra de Joh se
!'J:tribuye a 1~ acción del diablo, pero aquí el problema
· del origen .del mal físico está ya visto a la luz .de la
·religión espiritualista y no desde la simple magia. 15
En la Edad Media las epidemias eran atribuídas por
los predicadores cristianos al pecado de los hombres, y
todavía. encontramos hoy en el_ Brasil, entre los negros
de Bahía, la idea de que las enfermedades de la piel
son la consecuencia de una prohibición viotada.
La segunda excepción de este movimiento hacia la
medicina científica, es el de las enfermedades mentales.
"Mientras que los trastornos de las funciones de nutri· ·
14 Levítico1 cap. XIV.
111 Libro de Job, cap. lL
INTRODUCCION A LA PSIQUIATRIA,SOCIAL 107

cwn y ·de relación se han asimilado desde hace mucho


a los fenómenos naturales, la locura y enfermedades
análogas pasan por manifestación, sea de la presencia
. '1
de un agente sobrenatural, sea de su cólera, sea final-
1
mente de una relación criminal mantenida con un espÍ·
ritu maligno por el enfermo mismo o por uno de sus ·:¡':
enemigos. Los médicos de la época griega y romana, '¡

Hipócrates, Areteo, Coelius Aurelianus, y Galeno, se· :·¡¡


han formado sobre la locura nociones correctas, pero los 1
teólogos han hecho prevalecer otras ideas y hay que es- ,I/
perar el fin del. siglo XVIII para ver el tratamiento de '

los locos asimilado al de otros enfermos". 1 6 Y es que


¡¡'//
el cristianismo ha seguido en este caso, y mantenido la /•
concepción judáica de causas sobrenaturales de la locu- ¡.:
¡•,11
ra, popularizada en la masa por los Evangelios· y por
los relatos de iesús expulsando a los demonios o hacién- ~¡;
dolos pasar al cuerpo de los puercos. La historia de es- ;:¡
¡1
tas concepciones colectivas de la locura tiene pu~s un '1
1
:'1
gran interés, ·ya que nos muestra la resistencia de las 1:
representaciones colectivas frente a ideas científicas. · ¡1
· Pero hay otro interés todavía, pues ~tas representa-
ciones colectivas reobran sobre la enfermedad modifi-
.cando sus síntomas.. Encontramos aquí una idea con que
1-6 G. Rirlchard, op., cit.
108
ROGER BASTIDE

ya nos habíamos topado en nuestro capítulo sobre los


delirios la del valor creador de la sociedad. Como
dice muy bien Oesterreich; "la gran diferencia entre cri-
sis histéricas modernas y antiguos estados de posesión...
parece depender de la actitud que los enfermos toman
relativamente a sus crisis. Hoy en día las consideran
como fenómenos naturales ... En otro tiempo por el
contrario, la ide~ de posesión intervenía y ocasionaba
un desarroiJo automático de procesos de coacción hacia
personalidades secundarias. En los enfermos modernos
no aparece jamás la personalidad secundaria. La in-
fluencia de la concepción del mundo y de la vida sobre
~os procesos psíquicos es tal, que inclusive· las manifes-
taciones más graves de la histeria reciben fisonomías
mu-y diferentes. Sería muy interesante, si ello pudiera
ser hecho, analizar detalladamente en documentos de li-
teratura psiquiátrica, esta transformación de los ataques
histéricos bajo la influencia de !a interpretación. Sería
un capítulo de la historia, apenas abordado con serie-
dad, de la patología psíquica, en particular de la his-
toria de la histeria, porque la histeria tiene en verdad
una historia. Y si en verdad no· es la única que tiene
historia -pues la psicastenia tampoco carece de ei1a,
e igualmente las alucinaciones sistemáticas de la psico-
sis, sobre todo la par~~oia, pues llevan todas ciertamen-
INTRODUCCION A LA PSIQUIATRIA SOClAL 109

te un "aire de época"- su historia es consecuencia de


la elevada sugestibilidad que nos ofrece tal estado". U
Tenemos aquí una px-ueba deJ carácter causal de las re· 1 ¡.
presentaciones de la sociedad. · · 1

La sociedad di~tingue por otra parte, dos casos ~e eii·


fermedades mentales, las que son violentas, se -desenca·
denan críticamente, y que se 'atribuyen· a los demonios,
y las que son calmadas, tranquilas, beatas, y que no .
se las despoja de todo valor. En este dualismo queda.
algo de aquel fenómeno que hemos observado entre los
primitivos y que hemos llamado el ajuste de la sociedad
a la neurosis. La sociedad no se ·ajusta a las neurosis
violenta&; los paronoicos o los histéricos no están ~olo-.
cados en la cima de la jerarquía social, pero se adapta.
a otras formas. Se encuentra todavía en Europa, la
idea de que los débiles de espíritu son amados por los
dioses y que en sus ensoñaciones solitarias se ponen en
comunicación con lo divino · pudiendo revelar secret~s
que escapan a los espíritus normales.
Finalmente, la distinción establecida por los grupos
sociales entre enfermedades mentales y otras enferme•
dades, unas sobrenaturales, otras naturales, reobra sobre
la terapéutica. La curac~ón de las enfermedades menta·
17 T. K. Oesterreich, Les Possédés, tr~Jd.. francesa, París, 19.27.
110 ROGER BASTIDE

les seguirá. siendo ritual mientras que otras enfermeda·


des desde hace mucho tiempo habrán sido cuidadas ra·
cionalmente. Basta consultar los manuales de exorcismo,
en uso por lo menos teórico, para convencerse de cuán
cerca está ese ritual del ceremonial religioso ordinario:
. debe realizarse en un templo consagrado, está unido a
la béndición que no es más que su forma profiláctica,
y se acompaña de todos los gestos de la misa. 1 8 Nos
es pues posible concluir estableciendo una nueva corre·
lación entre sociología y psiquiatría: hay un enlace
estrecho entre las representaciones colectivas, las maní·
festaciones y las concepciones sobre trastornos del espí·
. ritu y finalmente en la elección de 'una terapéutica. Los
progresos de la psiquiatría están en conexión con el
retroceso progresivo de lo sagrado, del tabú, y del ma~á~

CONCLUSIONES

No sin razones hemos terminado nuestro estudio con


una descripción de las representacionés colectivas sobre
el origen y sobre la terapéutica de las enfermedades
mentales. Y es que la Psiquiatría Social no tiene sólo
un interés teórico .sino un valor práctico.
18 T. K. Oesterreich•. op., cit;
"~ ~
• :: •• · ••• ~ r" -."'''"'""'!:·~no
INTRODUCCION A LA PSIQUIATRIA SOCIAL-., ,.;,;,¡t,'l

~- . .· .. ..,. ' \

Para que qy. tratamiento racional de estas enferme-


dades hubienf 14fi;f.j>osible, ha sido menester romper
con cierta co~~y_ción · de la demencia que. la, .\lg~ao a
una impurez!UbN!R~-~--f?~esión df~pjaca. Pero.·¡;~~~~
que la terapéutica psiquiátiic¡fs~a v1if8ílde;~;~mente cien-
tífica hay todavía que vencer otros · obstácui~·~ ..ii;clü!'
sive hoy. Hay que superar la fisiología de los centros
nervio.sos y la psicología de las constituciones; hay que
vencer ese temor que tienen los psiquiatras a echar ma·
no de la Sociología. Es preciso que los médicos se den
cuenta de la importancia de los factores sociales en la
génesis y desarrollo de estas enferined~des.
Sólo cuando la Psiquiatría se haya dado cuenta de .
esta importancia la terapéutica será completa, d~jará
de ser una simple curación del cuerpo o del espíritu
para abarcar una reeducación social del paciente. Es
por este camino, como hemos señalado en páginas pre~
cedentes, que va cada vez más el psicoanálisis. Y sin ocu·
parnos propiamente de su valor terapéutico hemos di- .
cho también algo acerca de los métodos de Moreno
quien. coloca a los neuróticos en su situación social, en
o-posición a los métodos generalmente utilizados y que
consiste en un simple diálogo entre el médico y el en·
fermo, diálogo, de naturaleza más bien informativa qué
activa, y no curativa.
112 ~OCER BASTIDE

Muchos enfermos mentales, hemos dicho, se aislan


y llaman la atención cuando se vi!¡ita un. asilo, esta yux·
taposición de delirios individuales. Pero hay que pre·
guntarse en qué medida tal aislamiento, por lo demás
relativo, ha sido provocado por el enfermo, y en qué
. medida ,es cultivado por el médico; por la organización
misma de los asilos. De ahí esos intentos contemporá·
neos por descongestionar los asilos, por colocar a los
enfermos en pabellones en que se encuentren en una si·
tuación más próxima a la vida normal. De ahí también
la crítica a esos muros desnudos, uniformemente blan~­
cos, que refuerzan el sentimíento de aislamiento. La im·
portancia del medio social en la curación posible de
ciertos trastornos m.entales ha sido muy adecuadament~
subrayada en un caso citado por Gilberto Freyre. Este
investigador ha encontrado en el Sur del Brasil, en una
zona extrovertida, deportiva y activa, brasileños veni.·
dos del noreste, de una zona introvertida, burocrática,
de vida interior, que se habían encontrado como des·
adaptados ~n su antiguo medio y ahora se hallaban, por
el contrario, perfectamente integrados en su nuevo ha·
bitat; abora bien, por lo me~os uno de estos brasileños
era neurótico; y sus trastornos habían desaparecido al
cambiar de 1comunidad. 1 No pretendemos en modo al·
1 Gilherto Freyre, ~JI·• cit.

'l .
INTRODUCCION A LA PSIQUIA"I:RIA SOCIAL 113
'¡,

,,'
guno que se pueda siempre curar por medios tan sim-
ples, ello es evidente. Pero el ejemplo, es sin embargo,
significativo. Muchos psiquiatras han llegado a pregun·
tarse si a este trabajo de ajuste de los .enfermos a la
sociedad ambiente, no habría que agregar un ajuste de
la sociedad al individuo. Si hay tantos individuos anor·
males, ello es quizá debido a que. la soCiedad moderna
es, en parte, anormal y requiere urgentemente una re· - i !
forma. 2 N;."d~ muestra mejor que este último hecho
la necesidad- de una colaboración no sólo teórica· sino ·
práctiéa de sociólogos y psiquiatras.

,¡'

1,
2 Williams, op., cit.
1
!1 1

''
/

BIBLIOGRAFIA

Además de los libros citados en las notas y de los


capítulos sobre Psiquiatría Social que se encuentran en
general en todos los manuales norteamericanos sobre
"Psicología Social" se puede consultar, para prolongar
nuestra Introducción:

M. HERMAN AnLER, The · Relation Between Psychiatry


and Social Science (Am. Jour. of Psychiatry, VI,
1927).
L. G. BROWN, en L. L. BERNARD, The Fields and Methods"
of Sociology, New ·York, y en lmmigration, Cultural
Conflicts and Adjustements, 1932 (cap. XII).
G. L. DuPRAT, Les Causes Sociales de la Folie, París,
1900.
L. K. FRANCK, Cultural Coercion and Individual Distor-
tion (Psychiatry, 11, 1939).
A. S. GIBB, In Search Sanity, Ne'w York, 1942.
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ROGER BASTIDE

A. L. HALLOWELL, Culture and Mental Disorder (Journ,


of Ahn. and Soc. Psych., XXIX, 1934).
H. D. LASSWELL, Psychopathology and Politics, Chicago,
1930.

M. LECOMTE, Conflicts Sociaux et Psychoses, París, s. d.


J. S. PLANT. Sociological Factors Challengend in Prac-
tice of Psychiatry in a Metropolitan District (Am. Jo-
urn. of Psych., VIH).
E. A. STRECKER, Beyond Clinical Frontiers,,New York,
1940.

f!. S. SULT.IVAN, Socio-Psychiatric Research (Am. Journ.


of Psych., X, 1931.

-Sorne Conceptions of Modern Psychiatry, (Psychia-


. try, III, 19"40).

L. L. THURSTONE y T. G. THURSTONE, A Neurotic Inven-


tory (Journ. of Social Psych., I, 1930).
A. TORRES GROSSA, Folie
"qués, París, 1927.
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W. A. WHITE, Psychiatry. and the Social Science (Am.


Journ. Psych., VII, 1928).
l;1.
1

IN DICE
, Pág.
Introducción a la Psiquiatría Social. . . . 7
1

Capítulo l.-Los métodos de la Psiquiatría Social. 13


Capítulo H.-Psiquiatría y Sociología. . . . . 29.
Capítulo 111.-Vuelta al método: Verificación ex-
perimental. . . . .· . . . . . . 43
· Capítulo IV.-El descenso a los infiernos. . . 53
Capítulo V.-Las sociedades de los enfermos men-
tales. . . . . . . . . . . . . . . . Jl
Capítulo VI.-Los datos de etnografía y de la his-
toria. . . 87
Conclusiones. 110
Bibliografía. . . 115
El día 17 de noviembre de 1949 se,
terminó la impresión de INTRODUCCIÓN A
LA PsrQUI.lTBÍA. SocrAL en las prensas de
la EorTOBIAL STYLo, en las calles de Du•
rango 290, en la ciudad de México~

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