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Guía de Lectura: La Fundación, de Antonio Buero Vallejo
Guía de Lectura: La Fundación, de Antonio Buero Vallejo
Guía de Lectura: La Fundación, de Antonio Buero Vallejo
1. Introducción
2. Argumento y temas fundamentales
2.1. El argumento
2.2. Los temas fundamentales
2.2.1) En relación con la política y el pensamiento liberal
a) La lucha por la libertad.
b) La crítica frente a la violencia.
c) La crítica frente a la pena de muerte.
2.2.2) Temas de interés ético, relacionados con el sentido de la existencia humana
a) Contraste entre locura y cordura.
b) Contraste entre la ficción y la realidad.
c) Contraste entre mentira y verdad.
3. Técnicas y recursos dramáticos
3.1. Las acotaciones.
El espacio.
La música.
La pintura.
La luz.
La descripción de los personajes y su vestimenta.
Los Movimientos, gestos y tono de voz.
3.2. El efecto de inmersión
3.4. Elementos simbólicos
La fundación.
El ventanal y el paisaje.
El retrete descubierto.
Los hologramas.
4. Lugar, tiempo y acción
4.1. Lugar.
4.2. El tiempo.
4.3. La acción.
5. Análisis de los personajes
5.1. Personajes contemplativos.
5.2. Personajes activos
a) Activos con principios éticos
b) Activos sin escrúpulos
5.3) Otros personajes
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1. Introducción
Antonio Buero Vallejo nació en Guadalajara (1916). Inicialmente se interesó por el
dibujo, e ingresó en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, alternando las clases
con su asistencia al teatro y la lectura. No militó en ningún partido, pero se sentía afín al
marxismo. En la Guerra Civil fue llamado a filas en 1937. En Benicasim conoció a
Miguel Hernández. Fue detenido en 1939 y condenado a muerte. Tras ocho meses, se le
conmutó la pena por otra de treinta años. Pasó por diversas cárceles: en la de Conde de
Toreno permaneció año y medio. Allí dibujó un muy conocido retrato de Miguel
Hernández. Ayudó en un intento de fuga, que probablemente le inspirara más tarde
ciertos aspectos de La Fundación. Pasó por diversas cárceles, y finalmente salió del
penal de Ocaña en libertad condicional, aunque desterrado de Madrid, a principios de
marzo de 1946; recibió el indulto en 1947.
Su primer drama lo escribió sobre la ceguera, En la ardiente oscuridad (1946).
Entre 1947 y 1948 escribió Historia de una escalera, que ganaría el premio Lope de
Vega, estrenada en octubre de 1949.
En los 50 estrenó La tejedora de sueños, Irene, o el tesoro, Hoy es fiesta, diversas
otras obras, así como su primer drama histórico, Un soñador para un pueblo. Entre
1954 y 1960 sufrió prohibiciones de estreno de sus obras por parte de la censura; en la
década de los 60 consiguió el estreno de algunas obras: El concierto de San Ovidio, El
tragaluz y sus versiones de Hamlet, príncipe de Dinamarca, de Shakespeare; y Madre
Coraje y sus hijos, de Bertolt Brecht. Estrenó Las Meninas, que fue su mayor éxito
desde Historia de una escalera. Tuvo lugar entonces la polémica entre el teatro del
posibilismo y el del imposibilismo, que mantuvo con Alfonso Sastre en las páginas de
Primer Acto.
En 1964 la censura prohibió La doble historia del doctor Valmy, un alegato contra la
tortura, que permaneció sin representarse en España hasta 1976, pasada la dictadura. No
volvió a estrenar hasta 1967, con El tragaluz, la primera obra de teatro bajo el
franquismo en la que se hacía una referencia directa a la Guerra Civil, y que obtuvo un
enorme éxito.
Fue nombrado miembro de número de la RAE en 1971; galardonado con el Premio
Cervantes (1986) y el Premio Nacional de las Letras Españolas (1996). Falleció el 29 de
abril de 2000, a los 83 años de edad.
En cuanto a La Fundación, se estrenó por primera vez en 1974, convirtiéndose en
una de las más admiradas y valoradas tanto por la crítica como por el público. En esta
obra realiza una reflexión crítica sobre el hombre contemporáneo y la sociedad en la
que le ha tocado vivir. Buero critica un mundo y una sociedad que anulan la
personalidad individual del hombre y producen alienación. Aunque el propio Buero
estuvo en la cárcel como preso político tras la Guerra Civil, como se ha indicado, e
incluso fue miembro del Partido Comunista durante algún tiempo, su intención es
superar el ámbito de lo particular para reflexionar sobre lo universal: su denuncia no se
limita a la situación concreta tratada en la obra, sino que pretende cuestionar aspectos
esenciales de la condición y la vida humana.
La obra se presenta como una fábula en dos partes, cada una dividida a su vez en
dos cuadros, y, como si de una fábula se tratara, presenta al espectador el eterno
problema de la realidad y la ficción, ficción producida por el rechazo del mundo, en este
caso a través del trastorno mental. El enfrentamiento entre realidad y ficción y la
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compañeros de la muerte del hombre por haberse negado a alimentarle, dice que le ha
oído hablar, y afirma no comprender nada de lo que está sucediendo.
En la segunda parte, se desvela paulatinamente el misterio. Los seis hombres son
presos políticos condenados a muerte por un régimen totalitario, en un país que no se
concreta. No tienen las profesiones anteriores. Tomás, que en un instante de flaqueza
delató a sus compañeros y estuvo a punto de suicidarse, se ha refugiado en sus
ensoñaciones, huyendo de una realidad que es incapaz de asumir: transformó la celda de
una prisión en un lujoso albergue (el que nosotros hemos visto en escena), incluso se
imaginó furtivos encuentros con su novia, Berta, que se encuentra fuera de la cárcel.
Progresivamente, a medida que Tomás regresa a la realidad, el escenario se va
convirtiendo ante nuestros ojos en lo que verdaderamente es: una celda. Desaparecen las
estanterías con libros, el teléfono, el frigorífico, el ventanal al campo y, finalmente,
Tomás descubre que el retrete está en el mismo espacio, en una esquina de la
habitación, sin ninguna separación. Se comprenden ahora todos los recelos y las medias
palabras de sus compañeros, que desconfiaban de él y no querían revelarle su locura
bruscamente para evitar una impresión demasiado fuerte.
Una vez desvelado el misterio, no acaban de confiar en Tomás, máxime cuando el
descubrimiento del compañero muerto por los funcionarios debía haber ocasionado el
traslado de todos a celdas de castigo y esto no sucede. La falta de reacción ante el
suceso les hace temer represalias mayores. De hecho, ese episodio formaba parte de un
minucioso plan de fuga, que sólo podía realizarse si eran trasladados a dichas celdas de
castigo, desde donde conseguirían huir a través de un túnel. Las sospechas de que hay
un delator entre ellos se acrecientan cuando se llevan a Tulio para ejecutarlo. Esas
sospechas recaen principalmente en Tomás que, todavía, se debate en los últimos
arrebatos de su enajenación.
Cuando la locura por fin desaparece, varios indicios reunidos por Asel, Lino y
Tomás, en ausencia de Max –que ha sido llamado (supuestamente) al locutorio-, les
llevan a sospechar que este último es el delator, hipótesis que acaban confirmando a su
vuelta. La traición de Max (por conseguir unas miserables mejoras en el trato
carcelario) no puede equipararse a la de Tomás (que flaqueó durante la tortura): Asel
confiesa que ante la tortura es imposible resistir, y que en el pasado hizo lo mismo que
Tomás. Cuando el encargado viene en busca de Asel para un interrogatorio (Max ha
desvelado la existencia de un plan de fuga, pero no sus detalles, pues los ignora), él, que
se sabe débil, elige el suicidio antes que volver a delatar. Lino aprovecha el momento de
confusión causado por Asel para matar a Max. Finalmente, Tomás, recuperado
totalmente, finge nuevamente la locura para salvar su vida y la de Lino, y poder llevar
adelante el plan de huida de Asel. El drama finaliza cuando sacan a los dos prisioneros
de su celda hacia un destino ignorado (que podría ser la ejecución o las celdas de
castigo). La última escena de la obra nos muestra a nuevas personas, que se acercan a
la misma celda, convertida de nuevo en una lujosa habitación.
2.2. Los temas fundamentales
2.2.1) En relación con la política y el pensamiento liberal
a) La lucha por la libertad. Al final de la obra se llega a la conclusión de que el
ser humano es un prisionero (como el ratón de Berta, llamado Tomás, igual que el
protagonista), encerrado en una sociedad engañosa, con apariencia de mundo feliz
(igual que la fundación imaginada por Tomás).
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Partiendo de esta premisa, Tomás (ya cuerdo) y Asel debaten si merece la pena
luchar por la libertad, arriesgarse a intentar la fuga, siguiendo un plan laborioso y con
pocas posibilidades de éxito, diseñado por Asel, que consiste en excavar un túnel
desde las celdas de castigo.
Tomás, al principio, huye de la lucha. Primero porque se engañaba a sí
mismo al negarse a admitir que vivía en una cárcel. Ahora, ya consciente de la
realidad, sigue mostrándose reacio al plan de Asel, porque considera que ese túnel “no
es libertad, sino el infierno” (p.150). Pero, finalmente, los argumentos, y sobre todo, la
muerte de Asel lo obligan a actuar, a “excavar el túnel espantoso hacia la
libertad”(p.171).
Asel, en cambio, es partidario de luchar siempre. Convence a Tomás
diciéndole: “No dejes de actuar. No podemos despreciar las pequeñas
libertades engañosas que anhelamos aunque nos conduzcan a otra prisión”(p.155).
Merece la pena el sacrificio para “deambular sin trabas, beberme el sol, leer,
disfrutar, engendrar un hijo” (p.155).
b) La crítica frente a la violencia se condensa en la intervención de Asel en la
2ª parte, cuadro 1:
“Vivimos en un mundo civilizado al que le sigue pareciendo el más embriagador
deporte la viejísima práctica de las matanzas. Te degüellan por combatir la injusticia
establecida, por pertenecer a una raza detestada; acaban contigo por hambre si eres
prisionero de guerra, o te fusilan por supuestos intentos de sublevación, te condenan
tribunales secretos por el delito de resistir en tu propia nación invadida... Te ahorcan
porque no sonríes a quien ordena sonrisas, o porque tu Dios no es el suyo, o porque tu
ateísmo no es el suyo... A lo largo del tiempo, ríos de sangre. Millones de hombres y
mujeres (...) Y niños... Los niños también pagan. Los hemos quemado ahogando sus
lágrimas, sus horrorizadas llamadas a sus madres durante cuarenta siglos. Ayer los
devoraba el dios Moloch en el brasero de su vientre; hoy los corroe el napalm. Y los
supervivientes tampoco pueden felicitarse: niños cojos, mancos, ciegos... A eso les
hemos destinado sus padres. Porque todos somos sus padres... (Corto silencio). (P.
133).
Tomás y sus compañeros son víctimas de la violencia en sus distintas
manifestaciones: la tortura, el hambre y las matanzas.
La tortura resulta insufrible para cualquiera. Para escaparse de ella sólo
existen dos vías: delatar a los compañeros, como hizo Tomás, o suicidarse (la opción
de Asel). Todos los presos saben lo irresistible que resulta el dolor. Por eso perdonan al
traidor, e incluso lo ayudan a recuperarse de su demencia, producto del trauma causado
por sus remordimientos. Por otra parte, el suicidio de Asel no se considera un acto
de cobardía, sino un sacrificio altruista.
El hambre no sólo ha causado la muerte por inanición de uno de los presos,
sino que ha dado lugar a situaciones indignas por parte de sus hambrientos
compañeros: no dan parte de la muerte para apropiarse durante unos días, del rancho
del cadáver.
Los crímenes. Prueba de que la violencia sólo engendra violencia la tenemos
en el asesinato de Max a manos de su compañero Lino. Los propios presos, víctimas
de la violencia, se convierten así en verdugos. A pesar de los atenuantes (Max es el
culpable de la muerte de Asel, pues había pasado información a los guardias),
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Tomás condena el crimen de Lino: “ha sido una atrocidad inútil” (p.170). “Si no
acertamos a separar la violencia de la crueldad seremos aplastados”(p.171).
c) La crítica frente a la pena de muerte. Las situaciones planteadas en La
Fundación (la angustia de la espera, los planes de fuga, los conflictos entre
compañeros, ocultar la muerte de uno para apropiarse de su comida…) fueron
vividas por Buero Vallejo en primera persona, ya que estuvo condenado a muerte
al terminar la Guerra Civil.
2.2.2) Temas de interés ético, relacionados con el sentido de la existencia
humana. Los motivos que articulan la obra son el contraste entre:
Locura /cordura
Ficción / realidad
Mentira / verdad
(1ª parte / 2ª parte)
a) Contraste entre locura y cordura. La locura de Tomás es muy parecida a la
de Don Quijote. Consiste en transformar la realidad que no le gusta para crear un
mundo idílico. Así pues:
La cárcel se convierte en una fundación dedicada a la investigación.
La celda inmunda, dotada únicamente de un retrete, se transforma en una
confortable habitación, con vistas al campo, electrodomésticos (nevera, televisión,
teléfono), muebles de maderas nobles (estanterías, cinco sillones…) y delicado
menaje.
A sus compañeros, los presos políticos, les cambia la profesión para
adaptarlos a su papel de investigadores de la Fundación: el ingeniero Asel pasa a ser
médico, el tornero Lino a ingeniero, el contable Max a matemático. Únicamente el
protagonista y Tulio conservan sus verdaderas profesiones: escritor y fotógrafo,
respectivamente.
Los carceleros burlones actúan y visten, en la mente de Tomás, como
complacientes camareros.
Llega, incluso, a crear a una novia ideal. La Berta de Tomás es, como la
Dulcinea de D. Quijote, un producto de la imaginación del protagonista (por eso les
corresponde a ambos el mismo número de identificación: el 72).
b) Contraste entre la ficción y la realidad. El simbolismo, tanto de los
hologramas, como de la Fundación o los ratones, sugiere que la diferencia entre la
realidad y ficción es más leve de lo que parece a simple vista.
El simbolismo, tanto de los hologramas, como de la Fundación o los ratones,
sugiere que la diferencia entre realidad y ficción es más leve de lo que parece a simple
vista.
Los hologramas son imágenes proyectadas en el aire. Tulio, el escéptico del
grupo y experto en hologramas, reconoce que los hologramas se confunden fácilmente
con la realidad (él mismo llegó a perseguir un holograma pensando que era su novia).
La Fundación representa a la sociedad actual, donde el ser humano vive tan
engañado como Tomás en su Fundación. Vivimos en un mundo engañoso que pretende
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En general la acción no incluye muchas peripecias, al menos hasta el final, ya que
se trata principalmente de un drama de situación.
Durante toda la primera parte y casi todo el primer cuadro de la segunda, la
acción se centra en el progresivo desmoronamiento del mundo inventado por Tomás
y su sustitución por el real. Los únicos instantes de tensión son el descubrimiento del
cadáver por los carceleros y la salida de Tulio para su ejecución.
Hay otro nudo de acción al que apenas se alude en toda la primera parte, y que
toma fuerza en la segunda: el proyecto de evasión a través de un túnel. Así, en la
segunda parte el centro de atención se desdobla y la tensión dramática se concentra en el
último cuadro.
Estos dos ejes de acción se entrecruzan y se yuxtaponen. Tienen un aspecto en
común (algo oculto, un autoengaño que va aflorando en la mente de Tomás, y un
propósito, que se ha de mantener secreto: la fuga), y es Asel el catalizador de estas dos
acciones. Así, por ejemplo, la ocultación de la muerte del hombre es planeada por Asel
con una doble intención: por una parte, se puede aumentar la dieta de Tomás, lo que
influye mucho en su recuperación; y, por otra, se espera que como consecuencia de este
hecho sean llevados a las celdas de castigo, desde donde podrían intentar la huida.
La locura de Tomás aparece al final fugazmente, pero ahora como instrumento para
encubrir la muerte de Max.
5. Análisis de los personajes
Una constante en el teatro de Buero es el enfrentamiento entre personajes activos
y contemplativos. Los primeros se caracterizan por su materialismo y su falta de
escrúpulos para alcanzar una meta que puede ser el ascenso social o simplemente la
supervivencia. Los contemplativos, por el contrario, se definen por el idealismo y la
defensa de los principios éticos, pero carecen de voluntad para imponerlos. Permanecen
pasivos, aislados de la realidad. Los personajes de La Fundación no encajan
completamente en estos dos prototipos porque van evolucionando (especialmente el
protagonista). Aun así, haciendo muchas matizaciones podemos clasificarlos así:
5.1. Personajes contemplativos:
Tomás es quien soporta todo el peso de la obra y gracias a él los lectores o los
espectadores conocen el significado pleno del drama. Tomás nunca abandona la escena.
El Tomás de la 1ª parte es un personaje contemplativo. Representa al intelectual no
comprometido, ajeno al mundo que lo rodea. Abrumado por la realidad, se ha
creado un mundo fantástico del que ha desaparecido el hambre, el sufrimiento y la
condena a muerte. Cree residir en una moderna fundación, becado junto a sus
compañeros para desarrollar investigaciones o, en su caso, escribir una novela. Se
muestra amable con sus compañeros y agradecido con esa sociedad que les permite
desarrollar la ciencia o disfrutar del arte, la música y la literatura, sin ninguna otra
preocupación.
Poco a poco, y nosotros con él, irá percibiendo la dolorosa realidad. Recupera el
juicio por completo, hasta convertirse en un personaje activo al final de la obra. El
factor clave para la curación de Tomás es el mismo que había provocado su locura: el
dolor. Si el sufrimiento causado por la tortura lo había conducido a la delación de sus
compañeros, los remordimientos y la locura; ahora el trauma causado por las sucesivas
muertes de sus compañeros hará que recobre la lucidez. Los cuatro acontecimientos
clave en este proceso evolutivo serán:
1. Descubrir que el hombre que él creía enfermo era, en realidad, un cadáver
(final de la 1ª parte). Es el primer indicio de que no vive en un mundo feliz, sino que
existen el hambre y las mentiras.
2. Descubrir que a Tulio se lo llevan para ejecutarlo (inicio de la 2ª). Es el
momento decisivo para la curación de Tomás: por primera vez admite que vive en una
cárcel y que él como todos sus compañeros están condenados a muerte. Va recordando,
con ayuda de Asel, las causas de su encarcelamiento y su locura.
3. El suicidio de Asel (final de la 2ª parte). Es el momento clave para la evolución
del protagonista: el Tomás contemplativo deja paso a un Tomás activo, dispuesto a
luchar y a ejecutar los proyectos de fuga diseñados por su amigo.
4. El asesinato del traidor Max a manos de su propio compañero Lino (casi al
final de la obra). A pesar de haberse convertido en un personaje activo (realista,
dispuesto a actuar para conseguir una meta: la fuga), Tomás sigue defendiendo los
principios éticos característicos de los contemplativos: rechaza la violencia. Condena el
crimen de Lino.
5.2. Personajes activos
a) Activos con principios éticos
Asel es uno de los personajes más complejos del teatro de Buero. Al igual que
Tulio, ha superado, como hombre de acción, los límites entre los “activos” y los
“contemplativos”.Comparte características de ambos grupos de personajes. Coincide
con “los activos” en:
Su realismo. En lugar de evadirse de las realidades desagradables (como Tomás)
él las analiza para buscar soluciones. Por ejemplo, estudia la estructura de la cárcel para
localizar el lugar propicio para excavar un túnel.
Sus dotes de persuasión y manipulación, que lo han convertido en el líder del
grupo. Asel es quien impulsa la acción dramática: es él el que ha ideado la terapia para
que Tomás vuelva a la realidad, y es él quien ha preparado el proyecto de fuga.
La lucha por alcanzar la meta: la libertad. No sólo ha diseñado el plan de fuga y
conseguido colaboradores, sino que, en el momento de la máxima tensión dramática,
Asel decide suicidarse para no hablar ante la tortura, y hacer posible aún la fuga de sus
compañeros Tomás y Lino.
Asel defiende el recurso a la mentira en dos circunstancias. Primero, para no
causar más sufrimiento al protagonista, actúa y hace actuar a sus compañeros
conforme a las fantasías de Tomás. En segundo lugar, miente a los guardianes para
sobrevivir y sacar adelante su plan: quiere que los trasladen a las celdas de castigo para
intentar la fuga.
Al igual que los “contemplativos”:
Se rige por unos principios éticos basados en la comprensión, la
generosidad y el rechazo de la violencia. Vemos cómo los pone en práctica con el
“traidor” Tomás. Aunque este sea el culpable de que estén todos en la cárcel, no sólo
no toma represalias contra él, sino que lo ayuda a recuperarse. Si bien Asel confiesa en
la segunda parte que él no es un héroe, ya que también ha delatado a sus compañeros en
el pasado y eso costó, al menos, una vida.
Sueña con un mundo mejor. La actitud final de Asel, al igual que la de Tulio,
parecen contagiadas por la fantasía de Tomás, como si de un proceso de “quijotización”
se tratase. Asel afirma dos veces que el paisaje que veía Tomás es verdadero. El
propósito de esto es sugerirnos que debemos soñar por ese mundo idílico, que debemos
luchar por esa aspiración a algo absoluto e imposible, tal como han hecho siempre los
“contemplativos” en las obras de Buero.
Tulio es, en un principio, colérico, caracterizado por su hosquedad e intransigencia.
Pero todo queda compensado por su personalidad soñadora. Tulio se nos presenta con
una primera impresión engañosa, ya que al principio se muestra reacio a seguirle la
corriente a Tomás, pero acaba siendo el que en mayor grado se identifica con él al final
de la historia, por lo que, dada su humanidad, su ejecución resulta más dolorosa.
b) Activos sin escrúpulos
Max está caracterizado por su bajeza moral, ya que se entrega a fáciles
compensaciones a cambio de una traición.
Lino, apático en un principio, hombre de acción más tarde, impetuoso, es el que
mata a Max, en un acto de violencia gratuita censurado por el protagonista. Al obrar así
se equipara a los carceleros. Su acción, por otro lado, podría haber echado a perder la
posibilidad de escapar; Lino lo reconoce, y señala que “tengo que aprender a pensar
[...] para entender qué es todo esto” (p. 171).
5.3. Otros personajes
Berta es un personaje atípico, fruto de la imaginación de Tomás. El verdadero
sentido de los diálogos de Tomás y Berta no puede ser entendido por el público hasta el
final de la obra. Al principio corresponde a los deseos de Tomás, que cree en su ficción
enteramente, y para ello necesita la presencia de su novia; por otro lado, Berta
introduce el ratón, que al recibir el mismo nombre que el protagonista viene a sugerir
una equivalencia entre el propio Tomás. En este sentido, es un desdoblamiento de
Tomás, la voz de la conciencia y de su subconsciente, que le intenta hacer recordar
dónde está. Berta aborrece la fundación. Todo lo que expresa es lo que Tomás empieza
a intuir o a temer. Es un refugio para él, pero a través de ella se van filtrando fragmentos
de la realidad que él conoce pero preferiría ignorar.
En la segunda parte, en el primer cuadro, encontramos dos apariciones, una hacia la
mitad (que muestra tanto el deseo sexual, frustrado de Tomás, como sus avances hacia
la realidad), y otra al final, simboliza tanto la pena de la verdadera Berta como el dolor
que sufre Tomás por sí mismo.
Además de los personajes centrales del drama y de Berta, hay otros que, solamente
aludidos, abren la cerrada perspectiva de la celda a un horizonte más amplio de
solidaridad humana. Son los “compañeros a toda prueba”, que se arriesgarán para que
desde el sótano puedan cavar el túnel hacia la libertad; o los “barrenderos de la
galería”, que diseminarán la tierra, “porque son compañeros”; o el “cojo que está en
una de las celdas de ahí enfrente”, que descubre a un egoísta; o cualquiera de los miles
de ojos que miran y ayudan. Esa colectividad que está en el fondo se hará presente en
escena cuando un “coro de voces”, según dice la acotación, grite al unísono “asesinos”,
como última despedida a Asel, a la vez que revela de qué modo la situación que afecta a
los cinco protagonistas trasciende sus casos personales y se convierte en testimonio de
una represión generalizada.