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Módulo de Estudio
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ÉTICA PROFESIONAL
Docente: Vicerrectorado de Formación
52 Año11 2 SemestreIP.1999
UCASAL 42 Año l 12 SemestreIP. 2015
UNIVERSIDAD CATÓLICA DE SALT Módulo Único
2
ÍNDICE
ÉTICA APLICADA..................................................................................................................................67
EJE PROBLEMATIZADOR V: ÉTICA PROFESIONAL..........................................................................67
5.1.- El origen de los deberes y derechos ...............................................................................................67
REFERENCIAS
Actividad no obligatoria.
Actividad obligatoria.
Atención.
Audio.
Bibliografía.
Video.
4
PRÓLOGO
Estimado alumno, queremos, desde la Universidad Católica de Salta -Ucasal- y de modo específico desde
el Vicerrectorado de Formación en su Escuela de Formación Fundamental en la Identidad
Institucional, darte la bienvenida a éste camino que, desde ahora, realizaremos juntos. Así lo expre-
samos y representamos en el logo (ver en la tapa del MÓDULO) de nuestra página web:
www.qvadis.com.ar, la que te invitamos a visitar.
Acompañados por nuestros Profesores de las Asignaturas de Formación, años tras años ahondaremos
juntos el misterio de la vida humana, de la dignidad del hombre, de la complejidad de la sociedad, de la
riqueza de la cultura; también, el misterio de una vida útil, verdadera y realmente comprometida.
Aprovechando a pleno las posibilidades que se presentarán de aquí en adelante; en primer lugar, el
hermoso tiempo de estudiantes, de la vida en la Comunidad Universitaria, del aprender a ser y vivir para
los demás y con los demás. Luego, de las oportunidades que se abrirán habiendo realizado una forma-
ción profesional seria, adquiriendo ciencia y conciencia; no sólo para ser exitosos profesionalmente, sino
para ser protagonistas de una historia humana donde se verifique la superación de la desigualda- des, la
victoria sobre las frustraciones de la sociedad en general y sobretodo donde podamos colaborar para el
pleno desarrollo humano de todas las personas.
Las Materias de Formación, como la que presentamos hoy a la cual denominamos: ÉTICA PROFESIO-
NAL, serán un espacio de encuentro, de aprendizaje, de expresión, de reflexión, de participación, de
proposición de ideas, proyectos y de acción auténticamente universitarias; que partiendo del ámbito de
estudio y de profesión elegido, ayudados por las herramientas que nos acerque la Ética podamos cre- cer,
madurar y ejercer un pensamiento vivo, crítico, dinámico, creativo e innovador y audaz.
La Vida universitaria se nutre de espíritus inquietos, de hombres y mujeres sensibles, de personas so-
cialmente abiertas, de humanidad grande que superan cada día la estrechez mental, la cerrazón del
corazón, todo tipo de prejuicio y de barreras, que se van liberando poco a poco de todo aquello que es-
tanca, que achica la mente y el corazón. Esto es lo que representa el logo del ICARO de Matisse (ver en
la tapa del MÓDULO de Filosofía) que hemos asumido como identificación de las energías humanas que
brotan del corazón y que conviven cada día en esta casa de estudios.1
Nuestra Vida universitaria se nutre, también, del aporte de la larga experiencia de las Universidades
Católicas en general y en particular de nuestros 50 años como Institución Católica de Educación Supe-
rior en Salta.
La participación en la Vida universitaria tiene un comienzo, pero no termina nunca, pues a cada paso que
el profesional graduado en nuestra Institución da le acompaña la maduración en el misterio de la Vida
Humana que ha realizado desde el comienzo, es decir de la Sabiduría que lo constituye en lo pro- fundo
y que sustenta la Ciencia y la Profesión que con excelencia desarrolla.
Les reiteramos, sean Bienvenidos, esta es su casa, estos son sus espacios, y juntos los compartiremos
para siempre y por un mundo verdaderamente nuevo y auténticamente humano, como Dios lo pensó y
creó y por el cual envió a su Hijo Jesucristo, derramando el Espíritu Santo para una humanidad nueva.
1
Así se llama también el Salón ofrecido a los estudiantes al lado de la Confitería en el Campus de la Universidad en Casta-
ñares, Salta.
5
INTRODUCCIÓN
Para el desarrollo de la materia Ética Profesional se prevé el tratamiento de los contenidos en dos par-
tes: en la primera parte consideraremos los conceptos fundamentales de la Ética General. En tanto que
en la segunda parte, nos concentraremos en la Ética Aplicada.
Iniciaremos la materia, con el planteo antropológico, pues para abordar los principios éticos que son
requeridos para que la persona obre correctamente, se necesita previamente tener en cuenta qué es el
ser humano, en qué consiste la realidad que llamamos “persona”; lo cual es el problema filosófico trata-
do por una disciplina: la Antropología Filosófica.
Continuaremos con los conceptos básicos de la Ética que permiten orientar el comportamiento humano
en el proceso de toma de decisiones, ya que los valores asumidos inciden en forma directa en el ejerci-
cio del rol.
En un segundo momento, trataremos las cuestiones referidas a la Ética Aplicada, donde desarrollare- mos
primeramente la Ética Profesional, en la medida en que las reflexiones y análisis realizados deben ser
una guía para la futura práctica profesional; para luego tratar cuestiones referidas a la Responsabili- dad
Social y a la Ética Empresarial, considerando el rol que caben a las instituciones dentro del orden social,
las repercusiones que sus prácticas tienen en el contexto y la necesidad de elaborar programas que
beneficien a la sociedad.
Además, dado que lo ético atraviesa toda práctica institucional, se tratarán temas vinculados a la impor-
tancia de la elaboración de un proyecto ético institucional, con algunas pautas para su construcción, que
posibilite obtener calidad humana en las relaciones hacia el interior y el exterior de la institución de que
formen parte los futuros profesionales
El ser humano siempre se preguntó sobre sí mismo y deseó saber quién es, cuál es
su naturaleza y su destino. Cuando fue capaz de distanciarse de las cosas que lo
rodeaban, la propia capacidad racional lo llevó a buscar respuestas acerca del
mundo, de sí mismo, de su realidad.
Es por esto que encontramos que ya en los mitos arcaicos, el ser humano trataba de
responder a esos interrogantes y conforme progresaba en el ejercicio de sus
capacidades propias, sus respuestas iban adquiriendo una mayor relevancia con-
ceptual.
De este modo, en la Antigüedad, cuando el hombre llegó a elaborar un saber críti- co,
las reflexiones acerca del ser humano se hicieron presentes en diferentes pen-
sadores. Pero el uso del término “Antropología”, para hacer referencia a una disci-
plina que abordara el estudio del hombre, es mucho más reciente y data de fines del
siglo XVIII.
a.- La Antropología Física, que estudia el hombre en cuanto animal, sobre todo su
origen y evolución, Estudia la estructura, el crecimiento y la fisiología del cuer-
po humano; indaga sobre el qué y el cómo del proceso de la evolución, los gru-
pos raciales, etc... Para ello realiza un estudio comparativo de los restos fósiles
de animales y de seres humanos, utilizando también los conocimientos sobre la
genética humana. Se ubica entre las Ciencias Naturales.
b.- La Antropología Cultural, estudia los comportamientos humanos, “las normas de
conducta aprendidas, las ideas y los valores adquiridos por el hombre, como
miembro de un grupo social”. Esta Antropología apela a datos etnológicos y ar-
queológicos, estudiando la naturaleza, formas y condiciones de las culturas
humanas, teniendo en cuenta las costumbres, lenguajes, tradiciones, relacio- nes
familiares, etc. Pertenece, por lo tanto, a las Ciencias Humanas.
7
Al enfocar la totalidad del ser humano, la Antropología filosófica busca captar las
dimensiones que caracterizan al hombre como tal, que definen su auto- compren-
sión espiritual y que le confieren un sentido total a la existencia humana.
Por consiguiente, para saber qué es el hombre, no son suficientes las Antropologías
científico-positivas; sino que se requieren respuestas más profundas. Los conoci-
mientos que éstas aportan son muy valiosos; pero son conocimientos parciales y
limitados por el método y finalidades propios de las ciencias empíricas.
Por eso, Ítalo Gastaldi afirma, que el hombre que estudian las demás ciencias no es
el hombre vivido realmente por el hombre, sino el “hombre-objeto” de estudio, como
realidad física, vegetativa, psíquica o social. Mientras que la Filosofía estudia al
hombre como sujeto personal, se interesa por su ser y por su obrar específico, for-
mulando una pregunta que cuestiona la existencia del mismo que la formula.
NOCIÓN DE “PERSONA”
¿Qué entendemos por persona? Para ello haremos referencia primero al significado
del término y luego, al modo en que fue definida a lo largo de la historia.
Es probable que el origen del término latino “persona” provenga de la palabra grie-
ga ‘prósopos’ (máscara que cubre el rostro); se trata de la máscara que los actores
8
griegos (del siglo VI-VII-VIII a.C.) utilizaban en el teatro para representar diferentes
personajes.
tes; sino que se refiere a que las partes no están separadas o divididas y, por lo
tanto, conforman un todo unitario.
c.- racional: es decir, que es capaz de un conocimiento intelectual, con autocon-
ciencia, que tiene dominio de sus propios actos; diferenciándose así de las co-
sas, de las plantas y de los animales.
Santo Tomás define a la persona como “una realidad distinta y subsistente de natu-
raleza intelectual”.
Jacques Maritain, dice que “La persona es una substancia individual, completa, de
naturaleza intelectual y dueña de sus acciones, sui juris, autónoma”.
La persona humana está formada por dos elementos, uno material y otro espiritual,
por lo cual podemos decir que es un compuesto corpóreo-espiritual en unidad
esencial.
Dejando de lado tesis materialistas, las cuales consideran que el hombre es pura
materia, como lo es el animal irracional o los vegetales, las principales corrientes
modernas del pensamiento filosófico (no solamente las de orientación cristiana)
reconocen:
Este cuerpo, de que está dotado el ser humano, no es algo accidental en él; sino que
es un componente esencial. Si bien el espíritu es superior a la materia, sin ésta la
persona humana no es tal.
Un cadáver no es una persona humana, como tampoco el alma sola -como le asig-
nó el pensamiento platónico y, más tarde, todas las escuelas filosóficas basadas en
esta doctrina o sus derivaciones-.
tán regidos por las leyes que regulan los procesos físicos, químicos y biológicos.
Dicho componente pertenece también al mundo de los entes sensibles de la natura-
leza, donde actúan los estímulos, los excitantes, las corrientes nerviosas, las locali-
zaciones cerebrales, las imágenes, las percepciones y los recuerdos sensoriales. Es
decir, participa de la vida vegetativa que poseen los seres del mundo vegetal, como
de la vida sensitiva que es propia de los animales. También, por su materiali- dad se
encuentra limitado en el tiempo y en el espacio.
En razón del cuerpo, cada uno se encuentra en una cierta condición o situación; por
ejemplo, es varón o mujer, joven o viejo, fuerte o débil. En su cuerpo y por medio de
él, el ser humano permanece siempre manifiesto y revelado. Este componente le
permite tomar contacto con el mundo exterior y comunicarse con los demás.
Ítalo Gastaldi sintetiza los rasgos fundamentales del misterio del hombre, diciendo:
FACULTADES DE LA PERSONA
La persona se diferencia del animal por poseer ciertas facultades que le son pro- pias.
Pero, ¿qué es una facultad? Una facultad es una capacidad o potencia que permi-
te realizar ciertas operaciones. En el ser humano encontramos capacidades tales
como el entendimiento, la voluntad, los fenómenos afectivos (sentimientos, emocio-
nes y pasiones).
2
GASTALDI, Italo (1.990) “El Hombre. Un misterio.” Quito. (Ecuador.): Edit. Inst. Sup. Salesiano
pág. 169.
11
La voluntad goza de libre albedrío o libre arbitrio, que consiste en la capacidad que
tiene el ser humano para elegir entre diferentes alternativas; se trata de la posibili-
dad de decidir o de elegir, lo cual constituye la fase esencial del acto voluntario. El
acto libre no está predeterminado, porque está exento de una inclinación necesaria a
elegir o tomar una determinada decisión. Es decir, se trata de la capacidad de hacer o
no hacer, de obrar de una manera o de otra.
Los sentimientos son estados afectivos duraderos. Los extremos de los sentimien-
tos son lo agradable y lo desagradable. También encontramos variantes como el
amor, el odio, la depresión.
En tanto que las emociones son estados afectivos de mayor intensidad y menor
duración (angustia, miedo, alegría y tristeza). Siempre vienen acompañadas por
reacciones externas o internas (rubor, llanto, grito, risa, temblor, modificación del
ritmo cardíaco, etc.).
3
Reproducimos los conceptos que Ítalo Gastaldi expone en su obra “El hombre. Un misterio”, pags.
169-171, realizando las adaptaciones que consideramos necesarias.
12
La persona posee vida interior, a diferencia de los animales que sólo poseen exte-
rioridad.
Por la interioridad el hombre se percibe como un “yo”, como origen de sus activida-
des, como un ser capaz de pensar y obrar conscientemente y como responsable de
sus opciones libres. Es decir, se percibe como sujeto, centro consciente de atribu-
ción de todas las realidades que constituyen su ser. Por eso es capaz de una vida
biográfica, pues la persona puede entender y querer.
2.- UNICIDAD
La interioridad fundamenta la unicidad del hombre, el hecho de que cada uno tenga
una manera rigurosamente sin igual de ser persona.
a.- Los animales, “individuos” pertenecientes a una especie, se definen por las
características generales de la especie; basta predicarlas de cada uno. Es cier-
to, un perro no es el otro: se distinguen entre sí por la forma, el peso, el color,
etc., por los “caracteres individuantes”.
b.- También el hombre es un “individuo”, porque también él pertenece a una espe-
cie determinada, como individuo forma número con los demás y se distingue de
los demás por el peso, el color, la forma, etc.: por los “caracteres individuantes”.
Pero al añadir que el hombre es “persona”, afirmamos algo absolutamente di-
verso del individuo, irreductible a las cualidades abstractas que puedo atribuir-
le: afirmamos que cada uno, como sujeto, realiza la especie “hombre” de un
modo irrepetible e irremplazable. No parece existir “el hombre”, sino únicamen-
te “hombres”.
c.- La interioridad fundamenta la unicidad del hombre, pero también su libertad, el
poder ser dueño de la propia individualidad y de poder moldearla: esto es lo que
lo va configurando y diferenciándolo de los demás. Esto hace que aún en el caso
de los gemelos, cada uno reaccione diversamente ante los mismos es- tímulos y
se diferencie radicalmente del otro.
4
Para este tema, tomamos el cap. 3 de la obra de Ítalo Gastaldi, pags. 83 a 97, introduciendo las
adaptaciones y aclaraciones necesarias.
14
El surgir del sentido comunitario, el hecho del diálogo en todos los niveles y para las
empresas más diversas y el fenómeno de la socialización, han llevado a la conclu-
sión de que la dimensión social es esencial, constitutiva del hombre.
a.- La primera experiencia que nos sale al paso es que nos hallamos rodeados de
cosas que influyen sobre nosotros y con las que nos vinculan muchas relaciones.
Nuestra vida está orientada hacia el mundo infrahumano, ese mundo que es
nuestro espacio vital, donde hay seres que nos sirven de alimento, vestido y
habitación y de los cuales echamos mano para subsistir. Vivimos en un cons-
tante intercambio con el mundo que nos rodea, intercambio que nos enriquece
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Todo lo que precede nos está diciendo que nuestra dimensión social es una dimen-
sión original, que no puede ser reducida a ninguna otra, ni derivada de ninguna otra.
La persona nace de una llamada y se orienta hacia una respuesta. Podemos decir
que el “nosotros” es la matriz y el ámbito constitutivo de las personas: el yo es “yo”
en el nosotros, y el tú es “tú” en el nosotros. Sartre consideraba al otro como una
amenaza no, “el otro no es un límite sino un manantial del yo”.
d.- Amor
Afirma Ismael Quiles, que toda persona, todo espíritu tiene, como primera aspira- ción
de su esencia, el amor. Este es el aspecto de la vida que más puede realizar al ser
humano como persona.
La existencia del otro, su presencia soberana, es algo situado “más allá” de la vo-
luntad arbitraria del otro, es algo trascendente. En último análisis no depende de él
existir de ese modo.
Por eso podemos concluir que en la exigencia incondicional del prójimo está en cierta
forma presente el totalmente Otro, Dios, que protege la criatura humana, por- que fue
querida y hecha por El. Tomar en serio al otro, incondicionalmente; recono- cer -por
lo menos implícitamente- la realidad misteriosa que está detrás del hombre y lo
constituye precisamente en su singularidad inviolable.
Inmanente, porque lo obtenido como fruto del conocer, permanece en el ser que lo
produce, que es la persona misma;
La realización del acto humano es el obrar humano, que es, por lo tanto, un obrar
consciente, deliberado, libre, iluminado por el previo conocimiento; un obrar que será
bueno o malo, según que se ajuste a los principios básicos de la moralidad.
El hacer significa un actuar hacia el exterior del sujeto para crear cosas o modificar
las existentes; como tal pertenece al campo del arte o de la técnica; pero en cuanto
obrar humano entra de lleno en la ética.
Es importante tener presente que el conocer humano constituye una actividad ple-
namente intelectual, en tanto que el obrar humano es actividad plenamente volitiva.
La conciencia moral es mayor cuanto mayor y más claro es el conocimiento que
posee la persona. De allí que la ignorancia y el error dificultan muchas veces el pro-
ceder moral. Por eso, cuanto más conoce una persona, más claridad puede tener
respecto a la bondad o malicia de los actos; pero esto no asegura que sus eleccio-
nes sean correctas, pues se puede obrar mal a sabiendas. En este sentido, es que lo
más oculto en la persona humana son sus intenciones, ese ámbito interno donde se
producen las decisiones.
Por ello, un cerebro electrónico, un chip no tiene problemas éticos, como no los tiene
tampoco el animal irracional. Los seres en quienes funcionan procesos auto- máticos,
determinados e incluso instintivos, genéticamente determinados, no tienen problemas
éticos; los tendrán, sí técnicos o mecánicos (caso de las máquinas) o disfuncionales
(caso de los animales). El único ser que se angustia por el problema ético, porque le
acarrea permanentes luchas internas, es la persona, el ser humano.
ACTIVIDAD Nº 1
a.- DE AUTOEVALUACIÓN
b.- OBLIGATORIAS
1.2.- MORAL
Para tratar el tema de la Moral, partiremos de los conceptos que Adolfo Sánchez
Vázquez trabaja en su libro “Ética”, del cual hemos extraído el texto que sigue a
continuación.
ESENCIA DE LA MORAL
La definición sería:
LO NORMATIVO Y LO FÁCTICO
a.- lo normativo, constituido por las normas (o reglas de acción) imperativas que
enuncian algo que debe ser;
b.- lo fáctico (o plano de los hechos morales) constituido por ciertos actos huma- nos
que se dan efectivamente, es decir, que son, independientemente de como
estimamos que debieron ser.
Al plano normativo pertenecen las reglas que postulan determinado tipo de compor-
tamiento:”ama al prójimo como a ti mismo”, “respeta a tus padres”, “no seas cómpli-
ce de una injusticia”.
Al plano fáctico corresponden siempre acciones concretas: “el acto por el que X se
muestra solidario de Y”, el acto de respeto a los padres, etc. Todos estos actos se
ajustan a determinadas normas morales, y justamente porque pueden ser puestas en
una relación positiva con una norma, (en cuanto que se ajustan a ella o la ponen en
práctica) cobran un significado moral. Son actos morales positivos o moralmente
valiosos.
Consideremos otro tipo de actos: “el incumplimiento de una promesa dada, la falta de
solidaridad con un compañero”, no pueden ser consideradas moralmente positi- vas
en cuanto que implican la violación de normas morales o una forma de conduc- ta
indebida pero no por ello dejan de pertenecer a la esfera de lo moral.
Son actos moralmente negativos, pero justamente por su referencia a una norma
(porque implican una violación o un incumplimiento de ella) tienen un significado
moral. Así pues, su relación con lo normativo, determina la pertenencia de ciertos
hechos a la esfera de lo moral.
MORAL Y MORALIDAD
La “moral” designaría el conjunto de principios, normas, imperativos o ideas mora- les La moral se daría
de una época en una sociedad dada. La moralidad es el conjunto de relaciones “idealmente” y
efectivas o actos concretos que cobran un significado moral con respecto a la moral la moralidad
dada. La moral se daría “idealmente” y la moralidad “realmente”. “realmente”.
El carácter social de la moral entraña una peculiar relación entre el individuo y la El individuo sólo
comunidad, o entre lo individual y lo colectivo. En efecto, desde su infancia se en- puede actuar
cuentra sujeto a una influencia social que le llega por diversas conductas y a la que moralmente
no puede escapar: de los padres, del medio escolar, de los amigos, de las costum- en sociedad.
bres y tradiciones arraigadas, del ámbito profesional, de los medios masivos de
difusión (cine, tv, prensa, radio). Bajo esta variada influencia, se van formando sus
ideas morales y sus modelos de conducta moral.
La convicción íntima de lo que fue ayer, debe ser también hoy, y de la relación con-
suetudinaria o habitual de la conducta cobra significación moral.
22
Esta sujeción del individuo pone de manifiesto el carácter social de la relación entre
individuo y comunidad y de la conducta moral individual. El sujeto del comporta-
miento propiamente moral, es una persona singular. Cualquiera sean las causas que
rodeen la decisión y el acto correspondiente, ambos emanan de un individuo que libre
y conscientemente asume una responsabilidad personal.
En conclusión, la moral implica siempre una conciencia individual que hace suyas las Como no existe el
reglas de acción que se le presentan con carácter normativo, aunque se trate de individuo aislado,
reglas establecidas por la costumbre. Como no existe el individuo aislado, sino co- sino como ser
mo ser social, no existe una moral estrictamente personal. social, no existe
una moral
estrictamente
La moral implica, pues, una relación libre y consciente entre los individuos, o entre personal.
éstos y la comunidad. Pero esta relación se halla también socialmente condiciona-
da, justamente porque el individuo es un ser social o nudo de relaciones sociales. El
individuo se comporta moralmente en el marco de unas condiciones y relaciones
sociales dadas que él no ha escogido, y dentro también de un sistema de principios,
valores y normas morales que no ha inventado, sino que le es dado socialmente, y
conforme al cual regula sus relaciones con los demás, o con la comunidad entera.
La Moral Crítica, por el contrario, es aquella que no se conforma con decir qué se
debe hacer, sino que se plantea la pregunta del por qué, tratando de responderla;
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es decir, adopta una actitud reflexiva, buscando los fundamentos de las normas y
criticando aquellas que no aparecen suficientemente fundamentadas.
Lo moral como aptitud para Reconocimiento recípro- Éticas dialógicas: Apel, Haber-
la solución pacífica de los co, justicia, no-violencia mas, Rawls (todos del siglo XX)
conflictos
CARACTERÍSTICAS DE LA MORALIDAD
Tipo Fuente de las normas Caracteres de la Destinatarios de las Tribunal último ante
de normas obligación normas el que responde
Una vez desplegados los conceptos y argumentos pertinentes, se puede decir que la La Ética es
Ética, la Filosofía Moral, habrá conseguido dar razón del fenómeno moral, dar cuenta entendida como
racionalmente de la dimensión moral humana, de modo que habremos cre- cido en aquella parte de
saber acerca de nosotros mismos, y, por lo tanto, habremos alcanzado un mayor la Filosofía que
se dedica a la
grado de libertad. En definitiva, filosofamos para encontrar sentido a lo que somos y reflexión sobre
hacemos, y buscamos sentido para colmar nuestras ansias de libertad, dado que la la moral.
falta de sentido la experimentamos como cierto tipo de esclavitud.
Desde sus orígenes entre los filósofos de la antigua Grecia, la Ética es un tipo de saber
normativo, esto es un saber que pretende orientar las acciones de los seres humanos.
También la moral es un saber que ofrece orientaciones para la acción, pero mientras
esta última propone acciones concretas en casos concretos, la Ética
-como filosofía moral- se remonta a la reflexión sobre las distintas morales y sobre los
distintos modos de justificar racionalmente la vida moral, de modo que su manera de
orientar la acción es indirecta: a lo sumo puede señalar qué concepción moral es más
razonable para que, a partir de ella, podamos orientar nuestros comportamientos.
Por tanto, en principio, la Filosofía Moral o Ética, no tiene por qué tener una inci-
dencia inmediata en la vida cotidiana, dado que su objetivo último es el de esclare-
cer reflexivamente el campo de la moral. Pero semejante esclarecimiento sí puede
servir de modo indirecto como orientación moral para quienes pretenden obrar ra-
cionalmente en el conjunto de la vida entera.
(Por ejemplo: supongamos que alguien nos pide que elaboremos un “juicio ético”
sobre el problema de la desocupación, o sobre el aborto, o sobre cualquier otra
cuestión moral de las de las que están en discusión en nuestra sociedad; para em-
pezar tendríamos que aclarar que en realidad se nos está pidiendo un juicio moral,
es decir una opinión suficientemente mediata acerca de la bondad o malicia de las
intenciones, actos y consecuencias que están implicados en cada uno de esos pro-
blemas. A continuación, deberíamos aclarar que un juicio moral se hace siempre a
partir de alguna concepción moral determinada, y una vez que hayamos anunciado
cuál de ellas consideramos válida, podemos proceder a formular, desde ella, el jui-
cio moral que nos reclamaban. Para hacer un juicio moral correcto acerca de al- guno
de los asuntos morales cotidianos no es preciso ser experto en filosofía moral. Basta
con tener cierta habilidad de raciocinio, conocer los principios básicos de la
5
CORTINA, Adela (1.999) “Ética”. Editorial Akal.
25
doctrina moral que consideramos válida, podemos proceder a formular, desde ella, el
juicio moral que nos reclamaban.
A menudo se utiliza la palabra “Ética” como sinónimo de “moral”, es decir de un “Ética” procede
conjunto de principios, preceptos y valores que rigen la vida de los pueblos y de los del griego “ethos”.
individuos. La palabra “Ética” procede del griego “ethos”, que significaba original-
mente “morada”, “lugar donde vivimos”, pero posteriormente pasó a significar “el
carácter”, “el modo de ser” que una persona o grupo va adquiriendo a lo largo de su
vida. Por su parte, el término “moral” procede del latín “mos, moris”, que original-
mente significaba “costumbre” confluyen etimológicamente en un significado casi
idéntico: todo aquello que se refiere al modo de ser o carácter adquirido como resul-
tado de poner en práctica unas costumbres o hábitos considerados buenos.
Dadas esas coincidencias etimológicas, no es extraño que los términos “moral” y “éti-
ca” aparezcan como intercambiables en muchos contextos cotidianos: se habla, por ej,
de una “actitud ética” para referirse a una actitud “moralmente correcta” según
determinado código moral; o se dice de un comportamiento que “ha sido poco ético”,
para significar que no se ha ajustado a los patrones habituales de la moral vigente. Este
uso de los términos “ética” y “moral” como sinónimos está tan extendido en cas- tellano
que no vale la pena intentar impugnarlo. Pero conviene que seamos conscien- tes de
que tal uso denota, en la mayoría de los contextos lo que aquí venimos lla- mando “la
moral”, es decir, la referencia a algún código moral concreto.
3.- Aplicar a los distintos ámbitos de la vida social los resultados obtenidos en las dos
primeras funciones, de manera que se adopte en esos ámbitos sociales una
moral crítica (es decir, racionalmente fundada), en lugar de un código mo- ral
dogmáticamente impuesto o de la ausencia de referencias morales.
A lo largo de la historia de la Filosofía se han ofrecido distintos modelos éticos
que tratan de cumplir las tres funciones anteriores: son las teorías éticas. Son
constructos filosóficos que intentan dar cuenta del fenómeno de la moralidad en
general, y de la preferibilidad de ciertos códigos morales en la medida en que
éstos se ajustan a los principios de racionalidad que rigen en el modelo filosófi-
co de que se trate.
Desde sus orígenes entre los filósofos de la antigua Grecia, la Ética es un tipo de
saber que pretende orientar las acciones de los seres humanos. También la moral es
un saber que ofrece orientaciones para la acción, pero mientras esta última pro- pone
acciones concretas en casos concretos, la Ética se remonta a la reflexión so- bre las
distintas morales y sobre los distintos modos de justificar racionalmente la vida moral,
de modo que su manera de orientar la acción es indirecta.
Por tanto, en principio, la Ética no tiene por qué tener una incidencia inmediata en la
vida cotidiana, dado que su objetivo último es el de esclarecer reflexivamente el
campo de lo moral.
Siendo la Ética una disciplina filosófica que debe englobar toda la conducta humana
en sus diversos matices, abarca un campo inmenso.
das en el ejercicio de las diversas profesiones. Esto ha dado origen a una múltiple
especialización, que cada día cobra mayor importancia. Se le suele denominar
también “Deontología” (del griego “ciencia del deber”), neologismo inventado por
Bentham.
Por último, sus objetos son los mencionados precedentemente. El objeto de la Ética
es el acto humano realizado con el pleno concurso de las facultades espirituales
superiores: inteligencia y voluntad libre. El objeto de la deontología es el acto profe-
sional, aquel efectuado en un marco laboral determinado y que se rige por un de-
terminado código de ética profesional.
Como dijimos, la Ética estudia los actos humanos, que también denominamos actos
morales o acciones humanas.
ACCIÓN HUMANA
Aristóteles, en la Ética a Nicómaco, afirma que los animales no actúan, ya que sus
actividades tienen forzosamente éxito porque son instintivas o porque son conse-
cuencia de un aprendizaje, pero no porque hayan sido planeadas o sean creativas;
son siempre las mismas, es decir, son estáticas en cuanto a su resultado.
Es conveniente distinguir entre actos humanos y actos del hombre, ya que no todos
los actos realizados por el ser humano son actos libres. Para que un acto sea con-
siderado “humano”, se requiere que sea voluntario. En cambio, cuando una persona
realiza un acto sin la voluntad de realizarlo o en contra su voluntad, ese acto se
denomina acto del hombre. Éstos son actos amorales, o sea, no son ni buenos ni
malos.
Según Aristóteles, para que una acción sea objeto de elogio o de censura debe ser
voluntaria; en caso contrario sólo merecerá indulgencia o compasión. Aristóteles
entiende por acción voluntaria a aquella cuyo principio está en el agente, es decir, en
quien obra y, además, cuando el agente conoce las circunstancias en que se cumple
dicho acto. No son acciones voluntarias aquellas que se cumplen por fuerza
(compulsión, coacción) o por ignorancia (aunque en éste último caso no siempre nos
exime de responsabilidad moral).
Entonces, para que un acto sea considerado como humano (lo que denominamos
acción humana o acto moral) tiene que reunir ciertas condiciones:
- Que sea realizado con conciencia de lo que se está haciendo (conociendo las
circunstancias que rodean la acción y sus posibles consecuencias).
- Que exista libertad psicológica o libertad interior (que el sujeto no esté coacciona-
do), o sea que la causa de la acción esté en el sujeto mismo. Se trata por eso de
una acción voluntaria, que responde al propósito de realizar algo previamente de-
cidido por el sujeto.
- Que exista uso de razón, o sea capacidad para discernir, para analizar la situa- ción,
conociendo el fin que se persigue, los medios que pueden estar al alcance y su
correspondiente aplicación para la consecución del fin.
28
Si alguna de estas condiciones faltase, el acto realizado sería considerado como acto
del hombre y no como acto humano. Sólo cuando existen actos humanos, po- demos
hablar de responsabilidad moral.
En tanto que una persona que es obligada por otra a realizar un acto indebido, con-
trario a las normas o en consonancia con ellas, bajo una amenaza grave, como la
pérdida de la vida (coacción exterior), no realiza un acto humano sino del hombre,
porque no decidió, no pudo hacerlo. En el caso de una persona que sufre un tras-
torno psiquiátrico grave (coacción interior), tampoco tiene dominio ni control de sus
actos. No decide por sí misma y por lo tanto no realiza un acto humano sino del
hombre.
Los actos humanos o acciones humanas están condicionados por el medio natural, los
límites de la constitución biológica, los productos tecnológicos, las acciones de las
demás personas. Los modos de responder a esos condicionamientos varían de un
sujeto a otro, e incluso en el mismo sujeto en diferentes momentos o situaciones.
La acción voluntaria fue definida de un modo clásico como aquella que procede de
un principio intrínseco con conocimiento formal del fin.
La acción voluntaria tiene su origen en una facultad apetitiva del sujeto, la voluntad,
la cual actúa desde dentro de él (procede de un principio intrínseco.).
Por otra parte, la acción voluntaria implica el conocimiento del fin por parte del suje-
to; es decir, que antes de obrar, la persona conoce la meta que pretende alcanzar.
29
Ángel Rodríguez Luño, en su libro Ética General6, destaca las siguientes caracte-
rísticas de la intencionalidad de la voluntad:
es activa: la persona y el fin entran en relación por iniciativa del propio sujeto;
No son actos morales aquellos cuya realización no puede ser evitada o cuyas con-
secuencias no pueden ser previstas (son ejemplos: el respirar; o el acto de entregar
el dinero a un asaltante).
Para analizar un acto moral tenemos que tener en cuenta los elementos que inter-
vienen en su estructura. Esos elementos, que están articulados entre sí son los
siguientes:
a.- Motivo: es aquello que impulsa a actuar y mantiene la acción, lo que mueve al
sujeto a perseguir determinado fin. Un mismo acto puede realizarse por diferen-
tes motivos, y a su vez, el mismo motivo puede impulsar a realizar actos distin-
tos con diferentes fines.
6
RODRÍGUEZ LUÑO, Ángel. Ética General. EUNSA Pamplona, 1.991
30
b.- Fin de la acción: todo acto humano se realiza con un fin; el acto moral exige que
el sujeto tenga conciencia del fin que se persigue. En el acto moral no sólo se
anticipa idealmente como un fin un determinado resultado, sino que además hay
una decisión de alcanzar el resultado que dicho fin anticipa. La conciencia del fin
y la decisión de alcanzarlo dan el carácter de un acto voluntario y esta
voluntariedad en el acto moral se distingue de los actos fisiológicos, psíquicos,
automáticos (instintivos o habituales). Dichos actos no responden a un fin tra-
zado por la conciencia, son inconscientes e involuntarios y no son morales.
El acto moral implica la conciencia de un fin, así como la decisión de realizarlo;
pero esta decisión presupone en muchos casos una elección entre varios fines
posibles.
c.- Medios: al realizar la elección de los medios adecuados para alcanzar el fin
elegido, tiene que darse una adecuación moral y no sólo instrumental entre el fin
y los medios. No es lícito el empleo de cualquier medio aún supuesto que el fin
elegido sea correcto. Es por eso importante tener en cuenta que “el fin no justifica
los medios”.
d.- Consecuencias de la acción: se refiere a que en el acto moral, es necesario
tener en cuenta las consecuencias previsibles de la acción, ya que el sujeto no
puede desentenderse de las repercusiones que sus actos tienen en la convi-
vencia social cuya regulación también es un elemento moral.
El acto moral se presenta con un aspecto subjetivo (motivos, conciencia del fin,
conciencia de los medios y decisión personal), pero a la vez, muestra un lado obje-
tivo que trasciende a la conciencia (empleo de determinados medios, consecuen- cias
que se siguen a la acción). El acto moral no puede estar reducido a uno de sus
elementos, así por ejemplo los medios no pueden ser aislados de los fines, las con-
secuencias no se aíslan de la intención.
Para que el acto moral sea considerado bueno, se requiere que todos los elemen- tos
sean buenos. Si alguno de ellos fuera malo (por ejemplo, si el fin es bueno pero los
medios utilizados son malos) todo el acto es considerado malo.
FUENTES DE LA MORALIDAD
Estas son los accidentes del acto moral, por tanto la bondad emanante de ellas es
“accidental”. Lo que interesa es analizar su influencia en el grado de moralidad.
La cosa exterior, conocida por la inteligencia, puede ser querida por la voluntad y se
convierte en “objeto”. De este objeto procede la primera y esencial calificación mo-
ral del acto.
El fin es la llamada “intención” del sujeto que realiza la acción, es lo que el agente
quiere lograr por medio de la acción realizada. Un acto de determinada especie moral,
por ejemplo, la limosna, puede ordenarse a una finalidad preestablecida en la
intención del sujeto, por ejemplo, la propia gloria. En ese caso el objeto se subor- dina
a la intención.
El fin es el objeto inmediato que posee la voluntad, de allí que éste puede subordi-
nar a los demás actos y envilecer un objeto que en sí mismo es bueno (caso del
ejemplo citado).
Las circunstancias son aquellos detalles que rodean (circundan) un acto moral bueno
o malo, son como accidentes que modifican el objeto moral. Dichas circuns- tancias
(“quien”, “cómo”, “qué”, “cuándo”, “dónde”, “con qué medios”, etc.) sin ser el objeto
del acto, desempeñan un importante papel en la vida moral. Sucede en el orden moral
algo similar a lo acontecido en el físico. En el orden moral, la entidad del acto humano
no se restringe al objeto, sino que depende además de algunas circunstancias
sobreañadidas.
1.- quien obra: no tiene la misma moralidad el juicio falso de un notario, abogado o
juez que el de una persona privada.
2.- cualidad y cantidad del objeto producido: la cantidad de lo robado varía la mo-
ralidad del robo; igualmente, el hecho de que lo robado sea un bien público o
privado, etc.
3.- lugar de la acción: no se califica del mismo modo, por ejemplo, la acción come-
tida en un lugar público o en un lugar secreto.
4.- medios empleados: se distingue, por ejemplo, entre robo a mano armada y robo
sin violencia, etc.
5.- modo moral en que se realiza la acción. es distinta la moralidad de las acciones
según se comenten con deliberación plena o no, etc.
6.- cantidad y cualidad del tiempo: la bondad o malicia de una acción puede variar
por la duración de ésta, o por el momento concreto en que se comete (en gue-
rra o en paz, etc.)
7.- motivo por el que se realiza un acto: no hace relación al fin principal del agente,
sino a motivos secundarios o añadidos: así, una persona puede ayudar al pró-
jimo con el fin de vivir la caridad, pero añadiendo también un cierto deseo de que
se le agradezcan su servicio.
32
Moralidad de Decisión
Santo Tomás y otros filósofos daban suma importancia, como punto de partida de la
moral, al estudio del fin último. El motivo es que, siendo la moralidad un orden de la
actividad humana, sólo puede ser definida por el fin al cual se orienta. Un cambio en
este objetivo transformaría totalmente la trayectoria moral de dicha actividad. Es este
objeto el que define el modo de tender al fin, que es propio del hombre, el cual es
muy diferente al resto de los demás seres. Siendo el hombre libre, su liber- tad no
obstaculiza la tendencia hacia el fin ni la niega; por el contrario, con ella y por ella se
dirige con mayor facilidad a la consecución de su fin último.
Algunos autores modernos niegan el principio de finalidad del hombre, lo que origi-
na una concepción moral distinta; pero que no será conducente a una moral objeti-
va dada la ausencia de un fin hacia el cual tender.
obrar, pero aún no ha sido alcanzado, se le llama “fin en la intención”. Por eso, el
fin es lo primero que se intenta y lo último que se ejecuta.
Según Aristóteles, el bien es aquello que todos los seres apetecen o desean (es decir,
se desea o apetece un fin que es bueno). Por eso la noción de fin agrega algo a la
de bien. Tender a un fin u “obrar por un fin”, supone la presencia de un conocimiento
(si no se lo conoce no se lo desea).
Siendo la característica propia del hombre su racionalidad, ello implica que las accio-
nes humanas suponen la intervención de la razón; ella (la razón) es quien convierte al
hombre en dueño de sus actos, dado que la voluntad, motor de toda la actividad hu-
mana, es una “voluntad deliberada”, o sea, dependiente del conocimiento racional. Con
esto dicho se afirma la existencia del libre albedrío. En definitiva, toda acción humana
es una acción libre. Y al afirmar que el hombre “obra por un fin”, se hace referencia
exclusivamente a las acciones humanas. Por último, todas las acciones humanas
proceden de la voluntad deliberada o de la libertad. Entonces, siendo el fin el objeto
propio de la voluntad deliberada, todo acto emanado de ella lo hace de acuerdo al fin:
todos los actos específicamente humanos son realizados por un fin.
Además, se afirmó que todos los seres poseen una finalidad, pero no todos pueden
conocerla. La relación medios-fin no es conocida por el animal; éste actúa siempre
instintivamente o “por necesidad natural”, mecánicamente. Usa de los medios pero
sin saber que lo son. El hombre, por el contrario, posee el conocimiento de esa re-
lación, señal de ese conocimiento es la variedad de los recursos a los cuales alude
para lograr sus propósitos (no siempre usamos el mismo medio para lograr algo).
Este hecho es la manifestación más evidente de la presencia en él de una inteli-
gencia espiritual, capaz de abstracción y de concebir ideas.
Con la existencia de un fin último se hace posible la acción por las siguientes razo-
nes:
Debe tenerse en cuenta que todo lo expuesto está referido en un plano abstracto, sin
haber dicho aún, en concreto, ese fin último.
C.- Habiendo descartado todos y cada uno de los bienes creados como constituti- vos
de la felicidad o beatitud objetiva humana, pues son incapaces de concre- tar el
concepto de fin verdaderamente último por su naturaleza, queda por ver cómo
Dios constituye el fin último de la felicidad humana.
Existe un hecho innegable. Ninguno de los bienes creados ni todo su conjunto
pueden saciar el apetito de felicidad inherente a la aspiración natural del hom-
35
bre. Y el motivo estriba en que, dentro del conjunto de los seres y perfecciones
de la creación, el hombre es el mayor de todos y los supera a todos (se decía
arriba que los bienes dependen de él o están a él subordinados). Aún siendo
inmensamente rico y poseyendo la totalidad de los seres y perfecciones, el
hombre seguirá siendo insaciable justamente por poseer una capacidad de mi-
rar a lo infinito. Es por ello que no se sacia acabadamente con los distintos bie-
nes creados (ni poseyéndolos individualmente ni globalmente), por lo tanto, la
“universalidad del bien” podrá encontrarse en el Ser Divino y únicamente en Él;
por tanto sólo Él reviste las condiciones de objeto beatífico real y definitivo.
ACTIVIDAD Nº 2
a.- DE AUTOEVALUACIÓN
- Reflexione sobre la siguiente cuestión: ¿toda norma moral, por el hecho de ser
establecida por la sociedad, reporta un beneficio y lleva al perfecciona- miento
de la persona? Fundamente su respuesta.
B.- OBLIGATORIAS
2.1.- LIBERTAD
La libertad sicológica o libertad de elección o libre albedrío es “el poder que tiene el
hombre de obrar o no obrar, hacer esto o aquello, cuando ya se dan todas las con-
diciones requeridas para obrar”.
res en juego, sino que puede autodeterminarse por uno de ellos. En este dominio
sobre los actos consiste la libertad sicológica.
En cambio existen valores, los valores morales, que afectan a la persona en su to-
talidad, llevándola al desarrollo y realización plena de su ser propiamente humano.
LEY ETERNA
La noción de ley eterna puede manifestarse sea indirectamente, a través del orden
de la creación o de la naturaleza conocido por la razón con sus solas fuerzas, o de
una manera directa, a través de la revelación aceptada por la fe. En este segundo
caso se la llama “ley divina positiva”.
Cada uno tiende al fin último según el modo de su naturaleza propio. El modo pro-
pio de la naturaleza humana es el racional, de donde surge que la norma inmediata
del orden moral u orden de las acciones humanas es la misma razón del hombre.
La razón es el primer principio de todos los actos humanos. La razón recta es la que
pone orden en los actos humanos o en las cosas exteriores.
CONCIENCIA MORAL
Según el tipo de consentimiento con que el sujeto asiente al juicio de conciencia, ésta
puede ser:
a.- Cierta: es la que juzga con firmeza que un acto es bueno o malo sin temor a errar.
b.- Probable: no existe seguridad por parte del sujeto al emitir el juicio, por lo cual
sólo dictamina con probabilidad acerca de la moralidad del acto, inclinándose por
una de las alternativas posibles.
c.- Dudosa: en este caso se suspende el juicio por temor a equivocarse, ya que el
sujeto no puede tomar una decisión acerca de la bondad o maldad del acto.
Sin embargo, no se debe olvidar que cada persona es responsable de la decisión que
toma.
OBJECIÓN DE CONCIENCIA
Muchas veces las personas se ven obligadas a actuar en contra de lo que en con-
ciencia consideran bueno o justo. En ocasiones, los superiores por el cargo o poder
que detentan, exigen a sus subordinados que participen en acciones que son in-
compatibles con el respeto debido a un determinado valor moral percibido por la
conciencia. En estas circunstancias, la persona tiene el derecho a la objeción de
conciencia, es decir, a la resistencia a una orden superior que la conciencia opone
40
La objeción de conciencia no implica un desprecio del sujeto hacia la ley, sino una
coherente fidelidad a sus profundas convicciones, una muestra clara de su com-
promiso de buscar el bien.
RESPONSABILIDAD MORAL
En cuanto a la coacción, debe ser muy fuerte para condicionar realmente la acción,
de tal modo que quite al agente moral de toda posibilidad de actuar de otro modo.
Existe responsabilidad moral directa cuando nos encontramos ante el caso de que
existe pleno uso de razón, libertad y conciencia por parte del sujeto al realizar un acto.
El origen de un hábito está en un acto o en varios actos que se han realizado y que
dejan una especie de huella en el mecanismo mental o en el fisiológico, lo cual ge-
nera una tendencia a reproducir lo que se ha hecho una o varias veces, de tal modo
que va adquiriendo la disposición para reproducir otra vez el acto.
luntad ajena (por ejemplo, los hábitos que adquieren los niños pequeños, en los que
actúa la voluntad de los padres) o tan sólo por imitación no consciente.
1º.- La formación: que consiste en la repetición de varios actos de la misma espe- cie,
con la cual se producen una serie de transformaciones internas que hacen
posible la mayor soltura, rapidez y perfección de la conducta habitual.
2º.- La estabilización: los actos habituales, además de estas tres características,
adquieren una cuarta, que consiste en que estos actos se realizan subcons-
cientemente o con escaso margen de conciencia.
Sólo la persona humana, por estar dotada de libertad, puede aumentar a través de
los hábitos, el dominio que goza sobre sus actos. El hábito existe cuando se da una
inclinación permanente a obrar en un sentido y, por lo general, se manifiesta como
una línea de conducta que caracteriza a cada individuo. Además, los hábitos son
como una segunda naturaleza, ya que capacitan para un modo nuevo de obrar y dan
a las acciones libres una espontaneidad equiparable a la de otras operaciones
puramente naturales.
VIRTUDES Y VICIOS
Los hábitos que conciernen a la problemática ética son las virtudes y los vicios. És-
tos constituyen hábitos operativos, es decir, son cualidades estables de las poten-
cias (facultades) del hombre, que lo disponen e inclinan a obrar en un sentido. Son
prácticos, porque se refieren a la acción.
El término virtud proviene del vocablo latino virtus, que equivale al término vis, cuyo
sentido es fuerza. En una acepción más limitada significa un hábito adquirido que
perfecciona o refuerza alguna potencia activa.
La virtud es esencialmente personal e implica fuerza espiritual para vencer las difi-
cultades que se presentan en su ejercicio. Se adquiere con dificultad, porque re-
quiere esfuerzo y produce placer espiritual, pero generalmente no produce placer
material.
Las virtudes nacen de la actividad humana libre y dan una mayor firmeza, facilidad,
eficacia y satisfacción para obrar bien. Se las clasifica en virtudes intelectuales y
virtudes morales.
En tanto que las virtudes morales perfeccionan la voluntad y las tendencias sensi-
bles, ayudando a las personas a obrar rectamente respecto de la elección del bien.
Son las que inclinan al ser humano a practicar el bien propio de su naturaleza, o
43
sea, el bien moral. De esto se infiere que las virtudes morales no pueden usarse para
hacer el mal.
Entre todas las virtudes morales ocupan un sitial de preferencia las llamadas virtu-
des cardinales, del latín cardo, que significa quicio; por ser como los quicios sobre los
que gira toda la vida moral de la persona.
FORMAS DE LA JUSTICIA
Comunidad
La justicia general se refiere a la exigencia de justicia que cada uno tiene con los
demás, por ser personas y miembros de una comunidad. Se incluye aquí aquello que
es necesario para el bien común de la sociedad.. A veces se la denomina tam- bién
justicia legal, porque incluye las leyes que concretan lo que cada individuo de- be
equitativamente a la comunidad a la que pertenece. Sin embargo, la justicia ge- neral
o legal no se agota con las leyes, que siempre son contingentes y limitadas.
En la medida en que las leyes especifican deberes generales de justicia, hay obli-
gación moral de cumplirlas (leyes mercantiles, impuestos, por ejemplo); pero, las
leyes humanas dejan de obligar (por ser injustas) si son contrarias a algún derecho
fundamental de la persona. Si se da tal situación será necesario presentar objeción
de conciencia.
A veces, quien ejerce un cargo directivo debe aplicar sanciones ante indisciplinas o
faltas que vulneran el bien común de la organización. En ese sentido, castigar con
justicia implica penalizar algún delito de un modo proporcionado y siempre buscan-
do cumplir el bien superior de la justicia o con la sana intención de corregir al culpa-
ble, y no con afán de venganza o por odio.
La ética orienta la excelencia humana, y estas exigencias son mínimos que de nin-
gún modo agotan el deber de buscar siempre lo mejor, el valor más alto que posibi-
lite el perfeccionamiento humano.
En cuanto al vicio, éste constituye un hábito operativo malo. Se adquiere con facili-
dad, porque produce placer y se pierde con mucha dificultad.
Daniel Ruiz7 sostiene que, para que un hábito sea considerado como vicio, debe
reunir las siguientes características:
7
RUIZ, Daniel. (1.988) Ética y Deontología Docente. Bs. As.: Ediciones Braga. Pág. 101 y ss.
46
Los vicios principales, (que desde el punto de vista religioso han sido llamados los
siete pecados capitales) considerados los más importantes por lo grave que son y por
lo mucho que están difundidos en la humanidad de todos los tiempos son:
ACTIVIDAD Nº 3
a.- DE AUTOEVALUACIÓN
b.- OBLIGATORIAS:
- Elabore un ejemplo de una situación en que un acto realizado por una perso-
na conlleve responsabilidad moral y otro en que el acto no implique respon-
sabilidad moral. Fundamente.
- Proponga dos ejemplos de actos que implique responsabilidad moral directa,
uno por omisión y el otro por influencia en acciones ajenas.
- Reflexione acerca de las virtudes que debería tener en su profesión, y elabore
un listado de las mismas en orden de importancia, definiendo qué entiende por
cada una de ellas.
48
La Axiología o Teoría de los valores, es una rama de la Filosofía que tiene por
objeto la reflexión sobre la naturaleza y características de los valores y de los
juicios de valor.
A partir de esos tiempos, el término valor comenzó a ser utilizado en diferentes ámbitos
de la vida personal y social, y en algunas ciencias como la sociología y la psicología.
a.- Con el término valor, nos referimos a ciertas cualidades especiales, ya sea de
los objetos, de las personas, de sus actividades, realizaciones o aspiraciones.
b.- Estas cualidades sólo pueden ser descubiertas y puestas de relieve por la per-
sona.
Marín Ibáñez (1976) afirma que el valor es la perfección o dignidad que tiene lo real
o que debe tener y que reclama de nosotros el adecuado juicio y estimación.
Risieri Frondizi, filósofo argentino, propone definir al valor como una cualidad es-
tructural que surge de la reacción de un sujeto frente a propiedades que se hallan en
un objeto. Señala que la reacción del sujeto no se da en el vacío, sino en una situación
física y humana determinada.
- una cosa, ya sea algo real o ideal, que es lo que se considera valioso en forma
positiva o negativa;
49
- una cualidad, sea positiva o negativa, que es lo que hace que una cosa sea con-
siderada valiosa;
- una reacción por parte del sujeto, que es la valoración o juicio de valor que hace
resaltar una cualidad determinada del objeto.
Por medio de los juicios de valor el ser humano afirma lo que las cosas son para él; Juicio de valor:
a través de ellos expresa la resonancia que las cosas producen en sí mismo, es decir, expresión de
lo que las cosas valen para él. la resonancia
que las cosas
producen en
Es importante tener en cuenta que el valor de una cosa no puede disociarse de la el sujeto.
cosa misma, ni del sujeto que valora, ni del conocimiento de las cualidades, ya sean
positivas o negativas, de la cosa.
VALOR Y BIEN
Denominamos “bien” a los entes concretos capaces de realizar el valor. Las cosas
existen y tienen una esencia que puede ser captada a través de la inteligencia; pero
también ellas despiertan en los seres humanos sentimientos de adhesión o de re-
chazo.
Según Frondizzi, el bien es un objeto con el valor que se le incorpora. En una pala-
bra, los bienes son objetos que valen.
Scheler, por su parte, afirma que la presencia del valor confiere el carácter de “bien”
al objeto valioso.
Decimos entonces, que el bien es el sujeto del valor y, un mismo bien puede tener
valores diferentes. Por ejemplo, una joya puede tener el valor belleza y a la vez un
valor económico.
a.- Los valores se caracterizan por su dependencia de los entes; es decir, no exis-
ten por sí mismos, requieren siempre de un objeto al cual añadirse. Por eso
decimos que los valores son cualidades que, al estar en los objetos, tienen
existencia real.
Los valores no son cualidades empíricas de los objetos (como por ejemplo el
color, la forma).
Tampoco son objetos ideales; la diferencia la podemos realizar por vía de la
aprehensión: así los valores se captan por vía emocional, en tanto que los obje-
tos ideales son captados intelectualmente. Sin embargo, esto no quiere decir que
en la captación de los valores no intervenga la actividad intelectual. De es- te
modo, podemos afirmar que tanto el conocimiento intelectual como los sen-
timientos se hacen presentes en la captación de los valores.
b.- Los valores se presentan como polares: la polaridad de los valores es la pro- Los valores
piedad que poseen éstos, en virtud de la cual a todo valor corresponde un con- dependen de los
travalor o disvalor; es decir, a cada valor positivo, corresponde un valor negati- entes, son polares
vo, (así al valor belleza le corresponde el contravalor fealdad y al valor bueno, el y jerárquicos.
contravalor malo). Cabe destacar que todo valor negativo no es meramente la
ausencia del valor positivo, sino que también posee una realidad propia.
c.- Por otra parte, los valores son jerárquicos, lo que significa que existen valores
superiores y valores inferiores. Sin embargo, cuando se trata de establecer una
ordenación jerárquica de los mismos, no todas las personas coinciden ni son
capaces de descubrir en la realidad los mismos valores. Por eso se hace difícil
coincidir en los principios, criterios o procedimientos adecuados para establecer
50
Toda ordenación de valores posee un profundo sentido moral para la persona, pues
siempre que exista un conflicto entre valores, está obligada a elegir los valores su-
periores y a rechazar los inferiores, los de menor jerarquía. Así, por ejemplo, entre el
valor ínfimo del agrado producido por un alimento que daña su salud, la persona tiene
que elegir el valor más alto, en este caso la salud, y no ingerir ese alimento, por más
que le sea apetecible.
VALORES MORALES
Los valores morales sólo son propios de las personas y de sus actos. Todos los Los valores
demás son valores de cosas valiosas. morales son
propios de las
Los valores morales no tienen una especificidad propia, porque se dan en la reali- persona.
zación del valor que ha sido preferido por la persona como más elevado, siempre que
haya elegido correctamente. El acto será bueno cuando se escogió un valor positivo,
teniendo en cuenta la jerarquía de los valores; en caso contrario el acto será malo.
TEORÍAS AXIOLÓGICAS
Con respecto a la realidad del valor, existen dos posiciones axiológicas contra-
puestas:
En esta posición, encontramos dos concepciones distintas. Por un lado, para pen-
sadores como Max Scheler y N. Hartmann, los valores son entes ideales, que exis-
ten en sí y por sí, con una esencia propia, por lo que son independientes de los sujetos
y de las cosas en que se encuentran. Mientras que para la otra concepción, en las
que se encuentran filósofos como J. Maritain y J. Ortega y Gasset, los valo- res no
existirían en forma independiente de las cosas, sino en objetos reales e idea- les
(bienes), que poseen valor y se presentan como bienes a las personas.
Para los objetivistas, los valores son universales y absolutos, no relativos a las
cambiantes apreciaciones históricas.
Intentando superar las posiciones mencionadas, Risieri Frondizi, propone una con-
cepción del valor que considere su estructura y la situación en que se da.
Para él, los valores no son simples, sino que poseen un carácter relacional en la
medida en que necesitan de la presencia de un sujeto y un objeto; de este modo son
la síntesis de reacciones subjetivas frente a cualidades que se encuentran en el
objeto mismo.
Además, los valores adquieren su sentido en una situación concreta y en relación con
otros valores a los que está ligado. Esa situación a la que hace referencia es el
ambiente físico, cultural, social, las expectativas que se manifiestan en él, así como
el factor espacio-tiempo.
Según el autor no sólo las necesidades y aspiraciones modifican una situación y por
lo tanto la escala axiológica, sino también las posibilidades de satisfacerlas. Así, por
ejemplo, al realizar una evaluación moral una persona que se abstiene de realizar
actos riesgosos para salvar a un niño, tiene que contemplar las posibilidades míni-
mas que tenía de alcanzar el objetivo, es decir el poder realmente salvarlo.
Sostiene Frondizi que en la consideración del valor intervienen entonces tres elemen-
tos: el objeto, el sujeto y la situación. Pero el objetivismo sólo considera al objeto, y el
subjetivismo al sujeto; ambos no tienen en cuenta la situación que también es impor-
tante, ya que un cambio situacional puede provocar una alteración de los valores.
Los derechos
Nino afirma que “los llamados derechos humanos son aquellos derechos mora- humanos son
les de que gozan todas las personas morales, por el solo hecho de ser tales, es valores morales
decir todos los seres con capacidad potencial para tener conciencia de su identi- universales.
dad como un titular independiente de intereses y para ajustar su vida a sus pro-
pios juicios de valor”8
Este autor considera que los derechos humanos son derechos morales, debido a que
su objetividad no se funda en el reconocimiento efectivo por parte de individuos o
naciones, sino en su validez como principios de una moral crítica o ideal. Estos sirven
de parámetro para juzgar las leyes positivas o los preceptos de la moral con-
vencional.
Todo ser humano, por ser tal, tiene derechos frente al Estado, derechos que és-
te, o bien tiene el deber de respetar y garantizar o bien está llamado a organizar
su acción a fin de satisfacer su plena realización. Estos derechos, atributos de toda
persona e inherentes a su dignidad; que el Estado está en el deber de res- petar,
garantizar o satisfacer son los que se conocen como derechos humanos.”
“A partir de esta noción, se ponen de manifiesto dos notas; por un lado se habla de
derechos inherentes a la persona humana; por otro, son derechos que se afirman
frente al poder público.”
8
NINO, C. S. (1.984) Ética y Derechos Humanos. Bs. As.: Edit. Paidós.
9
BRUNET, Graciela. (1.996) Hablemos de Ética. Rosario: Edit. Homo Sapiens. Pág. 81.
10
INSTITUTO INTERAMERICANO DE DERECHOS HUMANOS. Estudios Básicos de Derechos
Humanos, Tomo I.
53
“El mundo contemporáneo reconoce, de que toda persona, por el hecho de serlo,
tiene derechos que la sociedad no puede dejarlos de lado. Son derechos universa-
les que tienen todas las personas, no dependen, en lo que hace a su reconocimien-
to, del Estado; ni de la nacionalidad ni de la cultura de la persona. Así la da a en-
tender el Articulo 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos: ‘Todos los
seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como es-
tán de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros’.”
Consecuencias de la inherencia11
11
INSTITUTO INTERAMERICANO DE DERECHOS HUMANOS. Estudios Básicos de Derechos Hu-
manos, Tomo I, págs.. 21 a 25.
54
Desde el siglo XVIII hasta principios del siglo XX, la filosofía del derecho sólo reco-
nocía los derechos civiles o individuales. Estos derechos -actualmente llamados
12
INSTITUTO INTERAMERICANO DE DERECHOS HUMANOS. Estudios Básicos de Derechos
Humanos, Tomo I, pág 27.
13
Texto tomado de PALACIOS, María Julia (comp) (1.999) “Defender los derechos humanos”. Univer-
sidad Nacional de Salta. (págs 30 a 32).
55
derechos humanos de primera generación- consideran a la persona como un indivi- Las tres
duo, dotado de libertad y autonomía. generaciones
de derechos
La palabra individuo tiene un significado particular dentro de la filosofía del derecho, humanos
ya que, en los enunciados de los derechos civiles, se indica que los titulares de los corresponden
a tres momentos
derechos son personas, los habitantes o los ciudadanos. En ningún caso se piensa históricos en
en un sujeto colectivo, tal como el pueblo o la clase obrera. el reconocimiento
de éstos.
Estos derechos son inmediatamente exigibles y el Estado tiene la obligación ante las
personas de abstenerse de ejecutar todo acto que pueda lesionar sus derechos y
asegurar su ejercicio cuando sean lesionados.
Desde fines del siglo XIX, y, en un segundo momento, a partir de mediados del si- glo
XX, se agregaron al concepto de derechos humanos un conjunto de derechos
económicos y sociales. Estos derechos ya no consideran exclusivamente la iniciati-
va individual, sino que sitúan al individuo en un determinado conjunto social, ya sea
por la actividad que desempeña (trabajador, empresario, sindicalista, científico, uni-
versitario) o porque requiere una protección especial (está desempleado, es menor,
es anciano, está enfermo, es pobre). A estos derechos se los denomina derechos
humanos de segunda generación. El sujeto de estos derechos ya no es sólo un
individuo, también puede serlo cualquier organización social. El Estado actúa como
promotor de estos derechos y debe procurar una distribución igualitaria de la liber-
tad y remover obstáculos que impidan el desarrollo integral de las personas sobre
todo de los grupos sociales. La vigencia de estos derechos se encuentra condicio-
nada a las posibilidades reales de cada país. Indudablemente la escasez de recur-
sos representa una gran limitación para el goce efectivo de estos derechos.
Comprenden:
Comprenden
- El derecho a la paz, que implica el derecho de todo hombre de luchar contra los
crímenes de guerra, los crímenes contra la humanidad, los atentados contra la paz;
incluye la posibilidad que tiene toda persona de negarse a cumplir órdenes que
violen leyes humanitarias, de recibir protección contra todo acto de violencia o
terrorismo y el derecho al desarme por medio de la prohibición de armas de des-
trucción masiva;
- El derecho al desarrollo, que comprende el derecho al progreso global tanto eco-
nómico como social, cultural, político y jurídico en provecho de todo hombre y de
todos los hombres tomados colectivamente; el derecho de todas las personas al
libre desarrollo de su personalidad y al derecho de toda colectividad al respeto de
su identidad cultural (protección de las minorías);
- El derecho a un medio ambiente sano y equilibrado, que comprende la obligación
de los Estados de adoptar todas las medidas necesarias para prevenir y reprimir los
actos qué atentan contra las condiciones naturales de vida;
- El derecho al respeto del patrimonio común de la humanidad, que comprende tan-
to el derecho de que ningún hombre pueda reivindicar un derecho exclusivo de
propiedad sobre los bienes que componen ese patrimonio común, como el de que
todos los hombres tengan, colectiva e individualmente, el derecho de valerse de
esos bienes.
ACTIVIDAD Nº 4
a.- DE AUTOEVALUACIÓN
b.- OBLIGATORIAS
“Todos los deseos y repulsiones están motivados por valores, pero éstos no
valen porque nos agraden o los deseemos, sino al revés, nos agradan y los
deseamos porque nos parece que valen. Por lo tanto, tienen los valores su
validez antes e independientemente de que funcionen como metas de nuestro
sentimiento. Muchos de ellos son reconocidos por nosotros sin que nos ocu- rra
desearlos o gozarlos.”
ESCUELAS ÉTICAS
A lo largo de la historia de la Filosofía, la cuestión del obrar humano, la pregunta so-
bre lo que es bueno para el hombre, ha recibido múltiples respuestas. De ese modo,
se han sucedido escuelas de pensamiento que han pretendido encontrar el funda-
mento a la moralidad de las acciones humanas. Pero, si bien las respuestas son di-
versas, es posible agrupar las escuelas éticas en tres categorías, de acuerdo al modo
como cada una concibe el soberano bien y, por lo tanto, la regla de moralidad.
Las teorías utilitarias se diferencian entre sí según la manera como estiman que hay
que seguir el placer.
a.- Hedonismo: esta posición enseña que hay que aprovechar el placer cada vez
que se nos presenta delante.
En el siglo IV Aristipo de Cirene, que funda la escuela Cirenaica después de la
muerte de Sócrates, sostiene la moral del placer. Según él, para el hombre no
existe más que un bien: la hedoné (el placer); por ello la suprema regla es el goce
inmediato. Un placer perdido no se vuelve a recobrar. El sumo bien de la vida es
el placer sensible y actual; como los placeres corporales son los más intensos,
son, por consiguiente los más deseables y deben ser preferidos a to- dos los
demás. La sabiduría y la virtud consisten en buscar los medios para ob- tener la
mayor cantidad posible de placer. Pero se debe obrar con prudencia,
acomodándose a las circunstancias y conservando siempre la libertad interior y
la tranquilidad; o sea, hay que dominar los placeres y no dejarse dominar por
ellos. La prudencia aconseja también ajustar la conducta a las leyes estableci-
das, sobre todo a las leyes penales.
b.- Epicureísmo: hacia fines del siglo III a. de C. aparece Epicuro, natural de Sa-
mos, maestro de “los filósofos del jardín” y fundador de la escuela que lleva su
nombre. Epicuro considera que el placer es el valor supremo, entendido como el
bien primitivo e innato, y constituye el principio y el fin de la vida feliz. Enton- ces,
coloca en el placer el fundamento del comportamiento humano, pero re- chaza
la regla del goce inmediato: hay que buscar los placeres que no van se- guidos
de ninguna pena, los que no nos privan de un placer mayor, los que no son
artificiales, los placeres tranquilos más bien que los placeres violentos. Los
placeres del alma (el gozo) son más elevados que los del cuerpo, que son car-
nales. Los placeres espirituales consisten en recordar, imaginar o proyectar ac-
59
a.- Ética del sentimiento: es sostenida por Francis Hutcheson (1.694-1.746). Para él,
el sentido moral es la fuente de nuestra conciencia moral y mediante él pue- den
percibirse las diferencias entre las acciones moralmente buenas y las accio- nes
moralmente malas. El sentido moral nos empuja a aprobar las primeras.
El objeto de nuestra aprobación es la benevolencia, que es una cualidad real en
las acciones que excita o suscita nuestra aprobación. Hutcheson identifica con
frecuencia la benevolencia con la virtud. La benevolencia es una especie de ins-
tinto existente en cada hombre que le impele a promover el bien de los demás y
es la fuente de nuestros juicios morales. En efecto, para este autor, únicamente el
sentimiento es capaz de hacernos conocer el deber, pues la vida moral está hecha
de matices que sólo el sentimiento puede captar. Éste está al principio de los juicios
que de continuo hacemos sobre las personas y las cosas, en virtud de una regla
de benevolencia, que es su ley esencial. La verdadera bondad resulta
necesariamente para nosotros de la obediencia a esta desinteresada inclinación
que se expresa en nosotros bajo la forma de sentidomoral.
b.- Ética de la simpatía: es la que sostiene Adam Smith (1.723-1.790), el cual pre-
fiere fundar la moral en la simpatía. Considera que el hombre necesita para ser
feliz de la admiración de los demás. Parte del principio de la simpatía que con-
siste en la constatación de que la persona es capaz, por naturaleza, de colo-
carse en el lugar de los demás, comprender sus motivaciones y evaluar la mo-
ralidad de sus acciones.
La simpatía es la tendencia natural e instintiva que inclina a entregarse a los
sentimientos de los demás. Surge como una necesidad primaria porque el
hombre es naturalmente sociable y las personas necesitan experimentar sim-
patía dándola y recibiéndola.
Para Smith la sola benevolencia no basta, sino que es necesario que ese sen-
timiento esté regido por alguna norma de justicia y de reciprocidad que proceda
de la razón y que haga de la simpatía natural un deber. Por eso, la regla moral
que rige el comportamiento sería: “Obra de manera tal que provoque la mayor
simpatía en el mayor número de personas” La simpatía pasa a ser la regla del
bien. La moral consistirá entonces en desarrollar en sí la simpatía desinteresa-
da que nos hace gozar de la felicidad de los demás, compartiéndola, y que nos
impulsa a obrar de manera tal que siempre merezcamos de parte de nuestros
semejantes la simpatía más pura y universal.
único camino que conduce a ella es la rectitud moral. Esa aspiración a ser feliz
es la coincidencia máxima y más universal entre los hombres.
El tipo de vida en que consiste la felicidad es la vida activa del ser dotado de
razón. Lo propio del ser humano es la actividad que realiza conforme a la razón
o por lo menos no desprovista de razón. La vida contemplativa o teorética, la vida
dedicada al conocimiento, es el grado culminante de la vida activa del hombre.
En esta actividad encuentra su perfección, su autorrealización y en es- to
consiste su felicidad.
Es decir, que para Aristóteles, la felicidad debe resultar para el hombre del pro-
greso y de la perfección de su naturaleza, del ejercicio de la inteligencia, en su
forma más elevada, la contemplación de la vedad y del objeto más inteligible,
que es Dios. Este es el bien más preciado y agradable, pero se requiere con-
quistarlo mediante la virtud; a la cual define como “un hábito, una cualidad que
depende de nuestra voluntad, consistiendo en este medio que hace relación a
nosotros y que está regulado por la razón en la forma en que lo regularía el
hombre verdaderamente sabio “. La virtud es un hábito adquirido mediante el
esfuerzo y la constancia. Se tienen ciertas disposiciones para la virtud, pero pa-
ra que se conviertan en hábitos es necesario ejercitarse. Es, además, un hábito
voluntario ya que no basta con conocer el bien para practicarlo ni el mal para
evitarlo, ya que se necesita querer. Por eso en la virtud intervienen la inteligen-
cia, que delibera, y la voluntad, que elige.
Como el hombre es, a la vez, racional e irracional, hay que distinguir dos clases
de virtudes: las intelectuales o dianoéticas, que operan sobre la razón, y prácti-
cas o éticas, que operan sobre lo que hay en él de irracional, es decir, sus pa-
siones y apetitos, encauzándolos racionalmente. La virtud es, por consiguiente,
un equilibrio entre dos extremos inestables e igualmente perjudiciales. La felici-
dad que se alcanza mediante la virtud, y que es el coronamiento de ella, re-
quiere necesariamente de algunas condiciones, tales como madurez, bienes
externos, libertad personal, salud, etc., aunque las mismas por sí solas no bas-
tan para lograr ser feliz.
Para Aristóteles, la recta razón o prudencia constituye la norma de moralidad que
señala la medida de las acciones y los medios más idóneos para obtener la
felicidad, entendida como vida virtuosa.
Sin embargo, la verdadera vida moral es propia sólo de una élite que puede
llevarla a cabo, o sea, consagrarse a buscar la felicidad en la contemplación, en
el marco de una sociedad basada en la esclavitud.
b.- Estoicismo: Zenón de Citio, fundador del estoicismo, resume su doctrina en esta
máxima fundamental: “Hay que seguir a la naturaleza”, es decir a la razón;
porque la razón es lo que distingue al hombre del animal. La razón nos muestra
que existe una sabiduría, que consiste en aceptar el orden universal, que no
depende de nosotros, y de renunciar a los deseos, que engendran la inquietud y
la discordia. Unicamente así podrá el hombre sustraerse a las pasiones, iden-
tificándose con la Razón universal (Dios o el destino).
Para el estoico el bien moral reside sólo en el juicio. No consiste en hacer tal o
cual cosa, sino en hacerla de acuerdo y en conformidad con el orden universal.
La vida virtuosa consiste en obrar racional y libremente, ajustando la propia
conducta al orden universal de toda la Naturaleza, regida por la Razón Univer-
sal, es decir, a la ley eterna, fija e inmutable. La perfección moral se alcanza en
la apatheia, que consiste en la ausencia de pasión: es el estado del que ha lle-
gado a dominar sus pasiones hasta el punto de no sufrir ya su imperio en modo
alguno. La apatía o la serenidad perfecta es, pues, el ideal del sabio y el nom-
bre mismo de la beatitud. A ese estado se llega practicando la ataraxia, que
consiste en no dejarse turbar por nada; para eso, basta con darse cuenta de que
lo que sucede fuera de la voluntad no depende del propio sujeto, que nada puede
contra ello y que es inútil alegrarse o afligirse.
62
do peculiar y propio, según su naturaleza y de acuerdo con las leyes que go-
biernan su acción. Justamente la ley eterna ordena los actos humanos al fin
debido. Las criaturas racionales la conocen con su inteligencia y se dirigen a ella
libremente. El efecto esencial de la ley moral consiste en la obligación; es decir,
en la necesidad moral que se impone al hombre de cumplir un acto o no hacerlo,
según que la ley lo mande o lo prohíba. Esta necesidad moral ata la voluntad sin
violentarla, puesto que nuestro fin está inscripto en nuestra propia naturaleza,
que hemos recibido de Dios. La obligación moral o deber tiene co- mo
fundamento próximo el orden esencial de las cosas, en virtud del cual exis- te
conexión necesaria entre tal o cual acto y el último fin; y como fundamento último
la ordenación de la Razón divina.
Prueba así, con estos argumentos, que la perfección y la felicidad deben ser
accesibles a todos los seres humanos (y no sólo a unos pocos privilegiados,
como sostenía Aristóteles) y requieren las sanciones de la vida futura. Sostiene
que la perfección humana consiste, mediante la práctica de las virtudes mora-
les, en acercarse a Dios, fin y bien objetivo del hombre.
Enseña también, que el bien moral es obligatorio, en cuanto que expresa un
orden de derecho, querido por Dios, creador y legislador de nuestra naturaleza.
d.- Ética kantiana: este sistema ético tiene por fundador al filósofo alemán Em-
manuel Kant (1.727-1.804). Kant distingue la materia de la forma en los actos
morales. La materia es el objeto del acto, el contenido, es decir, lo que se hace
o lo que se omite; en tanto que la forma es el aspecto bajo el cual aparece al
espíritu., es el por qué se hace, el por qué se omite.
Kant trata el problema ético en dos obras: la “Fundamentación de la metafísica de
las costumbres”, de 1.785 y la “Crítica de la razón práctica”, de 1.788. Sostie- ne
que puede haber muchas cosas que sean buenas (como el valor, la decisión, la
perseverancia, etc) pero ninguna de ellas puede ser llamada buena sin restric- ción,
porque cualquiera de esas cualidades puede llegar a ser extraordinaria- mente
malas y dañinas si la voluntad que ha de hacer uso de ellas no es buena. Lo valioso
es la buena voluntad misma, con independencia de que alcance o no algún fin
propuesto. La utilidad o la esterilidad no pueden añadir ni quitar nada a ese valor.
Lo que interesa es el querer o la intención, no como mero deseo, sino como el
acopio de todos los medios que están en nuestropoder.
Para este filósofo, si el fin último del hombre fuera el logro de la felicidad, la
naturaleza no habría dotado al hombre de razón, pues el instinto es mucho más
adecuado para el logro de ese propósito, por el contrario, la razón hace más bien
desgraciados a los hombres. Pero, como nos ha sido concedida la razón como
facultad práctica, es decir, como una facultad que debe tener influjo so- bre la
voluntad, su tarea es producir una voluntad que sea buena en sí misma con
independencia de lo que efectúe o realice. Pero, ¿cuándo, en qué circuns-
tancias una voluntad es buena en sí misma?. Para explicar esto introduce la
noción de deber. Kant afirma entonces, que el valor moral de un acto radica en
hacer el bien no por inclinación sino por deber. Entiende por inclinaciones el
conjunto de tendencias a las que nos impulsa nuestra sensibilidad (amor, odio,
orgullo, avaricia, etc) La voluntad es buena en sí misma cuando dejando de la-
do las inclinaciones actúa por deber.
Diferencia el obrar por deber y obrar conforme al deber. Así, la acción conforme
al deber es la que coincide con lo que el deber manda, pero que en realidad no
es realizada por deber, sino siguiendo alguna inclinación (ej. si una persona hace
beneficencia porque experimentan cierto regocijo al hacerlo, entonces obra
conforme al deber pero no por deber). En tanto que el obrar por deber, implica
hacer el bien no por inclinación sino por deber (por ej. si alguien que por sufrir un
dolor propio no siente ninguna conmiseración por los demás y dejando de lado
su insensibilidad, obra sin seguir una inclinación y sólo porque el deber manda y
ayuda a los demás, entonces ese acto es plenamente digno de esti-
64
mación moral, porque se hizo el bien por deber). De ahí que, para Kant, sólo el
acto realizado por deber y no el que se realiza conforme al deber ha de ser es-
timado como moralmente bueno.
Según este filósofo, la razón es capaz de conocer lo que todo hombre está
obligado a hacer. La razón práctica da a la voluntad una ley suprema capaz de
tornarla buena en sí misma. Esa ley moral universal se expresa del siguiente
modo: …yo no debo obrar nunca más que de modo que pueda querer que mi
máxima deba convertirse en ley universal. Es decir, al obrar debemos guiarnos
por máximas que puedan ser universalizables, no permitiéndonos a nosotros
mismos aquello que no le permitiríamos a los demás. La ley moral universal, que
es llamada por Kant imperativo categórico, nos dice que sólo obramos mo-
ralmente bien cuando podemos querer que el principio de nuestro querer se
convierta en ley válida para todos.
- En lo que respecta al hedonismo se puede decir que la regla del placer no tiene valor
moral. En efecto, el placer, inmediato o diferido, no puede presentarse como
obligatorio. El placer solicita las inclinaciones, pero no se impone a la razón como la
suprema ley de nuestra actividad. Por otra parte, los placeres, aún prudentemente
dosificados, no nos traen la felicidad sino por el contrario, son fuente de inquietudes
porque, al ser finitos en sí mismos y en su duración, dejan más bien una sensación
de vacío que un sentimiento de plenitud. Además, los placeres se transforman en sus
contrarios: el placer tiende a un estado de exasperación y se cambia en dolor. Si el
placer es la regla suprema, todos los crímenes se encuentran justificados por el hecho
de haber servido a procurar el placer a sus autores; y el sacrificio de su tranquilidad,
fortuna, salud y vida por el bien de los demás sería reprobado.
- El epicureísmo y el utilitarismo de Bentham no corrige a fondo el hedonismo, ya que
mantiene la soberanía del placer. El método que preconiza no tiene ninguna fuerza
obligatoria, y no son más que recetas para gozar mejor; no permitiendo condenar a
quien prefiera gozar inmediatamente de todos los placeres que pudiera tener a
mano. En cuanto al utilitarismo de Bentham, la aritmética del placer exigiría una
contabilidad complicada, de tal modo que la búsqueda del placer suprimiría el placer
y, por otro lado, no se puede apreciar en cifras lo que es propio de la cualidad.
Además, si bien es cierto que el interés y la búsqueda de la felicidad son móviles
fundamentales de la conducta humana, no deben ser entendidos en forma material
y biológica. La experiencia indica que, mechas veces, la moral y el deber obligan a
cada hombre al sacrificio de los intereses contingentes y materiales en nombre de
bienes intelectuales y espirituales más altos, que valen por sí, cuya posesión dan a
la persona su pleno valor. No es la eficacia y la utilidad de la acción lo que la hace
moralmente buena, sino que es la bondad moral la que obliga al hombre a una ac-
ción que sea instrumento de verdadero perfeccionamiento humano.
- La teoría del interés general de Stuart Milll, exige tener en cuenta la calidad de los
placeres. Además, no aparece claro porque afirma la primacía del interés general,
pues si el placer es la regla suprema, ¿por qué razón se debería sacrificar el pla-
cer propio por la sociedad?
cualquiera estarían sin más justificados. De no ser así, habría que distinguir un buen
y mal uso del sentimiento, lo que equivaldría a confesar que hay una regla superior
a los sentimientos. Estas observaciones se aplican especialmente a las éticas de la
benevolencia (Hutcheson) y de la simpatía (Adam Smith).
- Por otra parte, en relación a la simpatía, si bien ésta desempeña un gran papel en
la vida del hombre, también lo hacen otras tendencias fundamentales, y como to-
das están presentes en las acciones, se puede representar toda la vida como de-
pendiente esencialmente de alguna de ellas. No es posible tampoco reducir todas
las acciones a la simpatía que provocan, ni hacer depender de ella toda virtud y todo
vicio.
Es importante la consideración que hace de la persona; ésta no se encuentra sola,
depende de la sociedad a la que pertenece y por lo tanto, el ideal moral no puede
expresarse por una fórmula de aislamiento, sino contando con la colaboración de
otros.
ÉTICA APLICADA
El hombre, cada hombre es el único sujeto de la Ética, por ser el único ser vivo que
posee la capacidad de diferenciar el bien y el mal y de obrar según su libre elección.
El obrar ético se asienta en las virtudes y en los valores, que deben triunfar sobre los
vicios y los disvalores sociales, para transitar el camino de la realización humana.
- Los deberes: deber es todo aquello que está obligado a cumplir el hombre para dar
satisfacción a las demandas sociales que su vida de relación le impone.
El primero de sus deberes es subsistir, y luego, como un mandato natural de soli-
daridad, el permitir a sus semejantes realizarse como personas humanas.
- Los derechos: el derecho es la facultad de hacer o de exigir todo aquello que le está
permitido por las leyes naturales, por las positivas y por las normas de com-
portamiento social. En este campo encontramos el derecho a la vida, y a la liber-
tad y todos aquellos que no entren en colisión con los derechos de los demás.
Así el derecho de ser feliz y a realizarse como persona tiene su correlato con la
obligación que tiene la organización social de permitirlo.
El orden social
El orden moral
El hombre se realiza naturalmente hacia dos direcciones, por un lado como indivi-
duo y por el otro como ser social.
Como ser social permite que la humanidad como civilización se haga a lo largo de
toda la historia.
Por lo tanto, vivir demanda al hombre una tarea, que debe estar en el marco de los
valores para su plena realización. El orden moral está fundado en valores éticos.
En este marco, el orden moral es aquel al que el hombre está ligado por el mero
hecho de ser hombre, independientemente de toda legislación positiva. El orden
moral se refiere a todo lo que hace al libre obrar del hombre según su recta con-
ciencia, inspirada en valores rectores.
El bien común
El bien común, en cuanto a fin de la sociedad política, exige que concurran a su logro
todos los ciudadanos y las entidades intermedias. Su importancia se pone de
manifiesto no sólo porque constituye la razón de ser de la comunidad política, de los
poderes públicos, del derecho de darse un ordenamiento jurídico, sino porque
representa el elemento discriminador entre los ordenamientos absolutistas, totalita-
rios y democráticos. La realización de la igualdad en la participación del bien común
no se verifica si faltan las estructuras adecuadas.
LA PROFESIÓN
a.- Introducción histórica al concepto de profesión
Profesión es un término que proviene del latín “professio”, que nos indica la acción y
el efecto de profesar, de ejercer una cosa, empleo o facultad conforme una incli-
nación natural que se manifiesta en nosotros, o que por un motivo circunstancial
debemos ejercitar. También, el término profesión proviene del latín “profiter”: que
significa declaración pública.
69
Esto supuesto, el tercer paso en los momentos históricos viene dado por el uso social
del mismo, que ha enriquecido lo anterior explicitando y completando los con- tenidos
de la ocupación laboral.
Así, en las sociedades actuales, por profesión se entiende una actividad diferencia-
ble de otras, que ocupa a un grupo de personas de forma estable en la producción
de bienes o servicios necesarios o convenientes para la sociedad, para lo cual es-
tas personas manejan unos conocimientos y destrezas propios de esa profesión, que
requieren una formación específica y que han de utilizar con ética. Y una activi- dad
con cuyo desempeño obtienen esas personas su forma de vida.
Es práctica común en las sociedades modernas que los estados asuman una res-
ponsabilidad sobre las profesiones, que normalmente se concreta en la determina-
ción de la formación específica necesaria para ejercitarla, en la protección de los
derechos de los clientes o usuarios frente a abusos y faltas de ética de los profesio-
nales y también en la defensa de los derechos legítimos de estos últimos (por
ejemplo, frente al intrusismo en el ejercicio de una profesión por parte de personas
sin la preparación o titulación requeridas).
Defensas ambas (la de los profesionales y la de los clientes) que la sociedad realiza
por un doble camino de derecho público: el jurídico o legal, del que son responsa-
bles los organismo públicos, y el asociativo. Éste último, mediante la acción de los
colegios y asociaciones profesionales, los cuales han de velar tanto por los dere- chos
de los profesionales, como por los de los usuarios o clientes de los servicios de
aquéllos, que se garantizará si los profesionales actúan con competencia y ética.
70
Esta situación de desajustes laborales -que constituye una tendencia creciente y que
puede generalizarse a una mayoría de las personas- representa una realidad y un
problema que emplaza a los individuos y a las sociedades actuales a repensar y
plantear desde premisas nuevas el binomio educación-identidad profesional con el
apoyo desde entidades gubernamentales y no gubernamentales para el auspicio y
creación de nuevas plazas en el mercado laboral.
Un hecho que hace que en la formación ética de los profesionales revista especial
importancia hoy la adquisición personalizada de los principios básicos de la ética de
las profesiones, ya que estos principios, al fundamentar y vertebrar las éticas profe-
sionales concretas que los aplican a las distintas profesiones, son válidos para to-
das ellas, por lo que cada persona puede aplicarlos a las distintas situaciones labo-
rales en que puede encontrarse.
Unos principios comunes y fundamentales que se complementan entre sí, por lo que
cada uno de ellos enriquece la comprensión de los otros, además de reforzar la
motivación inicial para su cumplimiento.
Las profesiones son actividades humanas, que generan en quienes las ejercen
obligaciones y derechos especiales; por eso nació la Ética Profesional.
La Ética Profesional no es una ética aparte, sino es la misma Ética que desciende a
las actividades concretas de cada profesión, especificando las aplicaciones que
71
En tanto que el término Deontología (del participio griego deon = lo que conviene),
se refiere al conjunto de principios y reglas éticas que regulan y guían una actividad
profesional. Dichas normas determinan los deberes mínimamente exigibles a los
profesionales en el desempeño de su actividad y por lo general son establecidas por
el propio colectivo profesional, que los institucionaliza mediante los códigos
deontológicos. Éstos son documentos que rigen la actuación de los representantes
de una profesión con el fin de que a través del buen hacer se obtengan resultados
deseables.
Para ejercer la profesión es preciso una preparación de las aptitudes necesarias para
desempeñarla. No es mera instrucción profesional. “La instrucción se caracte- riza
por dirigirse a una parte especial del hombre y a un sector del mundo. La for- mación
tiene como fin la totalidad del hombre. Persona es aquella que sabe lo que pasa en
el mundo tomado como totalidad” (Pieper, Josef, 1971).
Todo trabajo honesto dignifica al hombre, además de facilitarle los medios honestos
para subsistir. El trabajo tiene un fin que es el desarrollo del mismo hombre, de sus
facultades espirituales y corporales.
A su vez, el trabajo cumple una función social. Sea remunerativo o sin cargo, volun-
tario o involuntario, sus frutos se extienden a la sociedad. Si el trabajo es honesto,
esos frutos son un bien para la sociedad.
Aunque una persona no necesite del trabajo para subsistir, tiene que trabajar para
darle algún sentido serio a su existencia. El hecho de que sea rica no la exime de esa
obligación, porque puede trabajar sin percibir paga, gratuitamente. Y de ese modo se
hace un bien a sí mismo y a los demás.
72
La persona que ejerce un oficio o una profesión realiza un acto humano en benefi-
cio de seres humanos. La connotación ética de los actos realizados por un profe-
sional está marcada por una relación binaria en la que intervienen el profesional y el
que solicita los servicios del profesional. Además lleva implícito un contrato, aunque
no esté de por medio ningún acto jurídico, ningún documento escrito. El que solicita
la atención de un profesional -con o sin honorarios- lo hace para que el profesional lo
ayude en la solución de un problema; si el profesional acepta -con o sin honora- rios-
queda establecido un contrato, como relación bilateral.
a.- Vocación: es una inclinación o disposición especial que, saliendo del interior de la
persona, la lleva a cumplir determinada actividad en su vida. Es la inclinación
natural a la realización personal, que impulsa a desarrollar una tarea determi-
nada en la sociedad.
Es el amor manifestado en el querer y en el hacer, respondiendo a los dictados
del corazón con la inteligencia y voluntad. Es realizar un compromiso con uno
mismo y con la sociedad durante toda la vida, conforme a los ideales abrazados.
Es el requisito más difícil de detectar objetivamente, porque es totalmente per-
sonal. “Vocación” significa “llamado” interno hacia un tipo determinado de acti-
vidad. Se trata de una inclinación del espíritu hacia una actividad que produce
en el sujeto satisfacción y gusto. La ciencia a veces origina la vocación; otras,
la vocación lleva a la adquisición de la ciencia, sin la cual el llamado nunca se
convertirá en realidad.
b.- Competencia: en el sentido de aptitud e idoneidad para conocer y resolver un
asunto. Nace de las incumbencias que nos atribuyen los estudios, del grado de
capacidad alcanzado en alguna actividad, pero, por sobre todo, de la voluntad
de hacer realidad determinado anhelo.
El progreso de las ciencias, las técnicas y las artes, tan rápido en estos tiem- pos,
requiere del hombre una constante actualización para contar con capaci- dad
necesaria de aprender y aprehender los nuevos saberes.
Supone, por lo tanto, la ciencia y la idoneidad.
Ciencia: porque toda profesión supone conocimientos específicos en quien la
ejerce. El título oficial es una garantía de la preparación científica o técnica del
sujeto que lo ha obtenido. Por razones de ética, el profesional debe acrecentar sus
conocimientos, debe actualizarse en los contenidos, métodos y procedimien- tos,
según la índole de la profesión. La Ética exige que el profesional no traspase los
límites de la especialidad a la que se dedica, salvo en casos de emergencia, y
advirtiendo al consultante que su especialidad no contempla el problema sobre el
que se lo consulta. Cuando no se trata de una emergencia, la actitud ética que
corresponde es aconsejar al cliente que acuda a un especialista en la materia.
Idoneidad: es la aptitud para ejercer la profesión (física y psicológica).
73
CARACTERÍSTICAS DE LA PROFESIÓN
EL PROFESIONAL
gitimados y que exceden a las normas comunes. Va contra la justicia distributiva si,
tratándose de cargos públicos, se realizan actos que favorecen los intereses
individuales, familiares o de grupos. Se lesiona la justicia social cuando se defrau-
da a la sociedad cobrando por trabajos no realizados, realizados a medias o de
forma deficiente”.(Letizia, 1.989)14
El ejercicio de toda profesión debe efectuarse buscando lo mejor para el profesio-
nal y para el destinatario del servicio).
- Deontología propia: cada una de las profesiones ejercidas por los hombres tiene
características propias, que hacen que deba regirse por normas éticas de compor-
tamiento, aplicadas a su caso particular.
Menéndez Reinaga nos dice que las faltas a la conciencia profesional obedecen al
aflojamiento de la conciencia moral, a la falsa doctrina acerca de los contratos, al
olvido del bien común, al desprestigio de las leyes, pero, en modo particular, a la
deshumanización de las relaciones humanas.
- La especialización
Hoy es imposible la práctica eficiente de una profesión sin un mínimo de especia-
lización; pero no debe perder la visión general de los problemas de su profesión.
La especialización posibilita el dominio en profundidad de un sector de la actividad
profesional y confiere al profesional una autoridad moral dentro de la profesión.
La vocación es la que indica los temas de preferencia dentro de la profesión para
elegir la especialidad.
El grado de avance encontrado en la especialización elegida, puede ser enrique-
cido con la propia investigación.
La profesión también implica deberes y si el profesional no puede cumplirlos, lo
correcto y honrado es abandonarla.
La Universidad brinda sólo un mínimo de base de lanzamiento hacia una vida de
estudio y de investigación profesional.
- Seriedad profesional
El profesional está obligado a brindar a sus clientes el máximo de seguridad pro-
fesional, sobre todo si de eso depende la vida, salud o los bienes del cliente.
Se debe atener a lo más seguro para el cliente, y si hay algún riesgo el profesional
debe dárselo a conocer al cliente, para que éste decida asesorado por el profesional.
La seriedad supone que el profesional se actualice, investigue. Supone también
adaptarse al tiempo histórico en que le toca vivir; requiere una gran capacidad de
trabajo y de adaptación para adquirir los nuevos conocimientos y nuevos enfoques
de los problemas profesionales.
- La defensa de los derechos de la persona humana:
La persona no puede nunca estar subordinada a algo inferior a ella.
Dentro de su jurisdicción (al menos moral) el profesional debe ser celoso custodio
de los derechos de la persona humana. Existen ejemplos negativos de profesiona-
les que, llevados por el afán de lucro, se aprovecharon de las necesidades de las
personas; así, por ejemplo ingenieros construyeron viviendas inseguras, o médi-
cos que dieron a pacientes tratamientos innecesarios.
- La defensa de la vigencia de un orden socialmente más justo:
La sociedad trae al individuo múltiples bienes; pero esto no es un privilegio para
unos pocos que dirigen la sociedad. Se debe buscar el bienestar de la sociedad
entera, sin exclusión de ningún sector.
El profesional tiene que ser un defensor de las normas éticas, porque la sociedad
se preserva en el orden y la justicia.
14
Citado por WIERNA, G.: LETIZIA, F. “El problema de la moral profesional”. Mendoza, 1989.
75
Ahora bien, se deben tener en cuenta que esta valoración y juicio pueden estar
condicionados por aspectos socioculturales de quienes emitan ese juicio o preten-
dan su imitación o de otros factores subjetivos, de forma que para personas de otra
cultura o con distinta formación o con otro perspectiva para actuar no sea ni ética ni
modélica.
77
Así, la ética vale tanto para calificar la conducta de una persona que se considera
adecuada y deseable en todos, como para designar la disciplina filosófica que se
ocupa del estudio y reflexión sobre cómo ha de ser la conducta de una persona para
ser la adecuada en un ser humano.
Es así que la ética no sólo es una disciplina que elucubra los principios morales, sino
también que debe procurar su seguimiento, imitación de los principios básicos,
universales y generales de la conducta humana. Es decir, procurar la motivación para
el seguimiento de esos comportamientos.
Este segundo aspecto puede hacerse razonando con ayuda del sentido común y de
la experiencia porqué se deben seguir esos comportamientos y conductas, o utili-
zando otros recursos que despierten la motivación, se trata de un ámbito práctico de
aplicación.
Este segundo aspecto motivador debe vertebrarse en todos los ámbitos de desarro-
llo de la existencia humana, incluido el trabajo, la profesión, pues la acción humana y
su correspondiente juicio no se acaban en el fuero interno de la persona, sino que la
trascienden iluminando todos sus ámbitos.
Es aquí cuando la ética abre su visión abarcando todo el espectro de las acciones
humanas, dando lugar a las éticas particulares o también a las éticas de las pro-
fesiones en el área de la actividad profesional.
Al ocuparse de un área de actividad humana específica puede suceder que esta área
de pie a proponer también algunos criterios o principios éticos propios o espe- cíficos
para la conducta humana adecuada en ella. Principios que, junto con los principios
éticos más universales, han de contribuir a que las personas puedan es- tructurar un
proceder ético habitual en el orden correspondiente de actividad.
Así, la ética de las profesiones no se limita a aplicar los principios de la ética básica
(respetar la dignidad de la persona y los derechos humanos, etc) sino que junto a
ellos, propone también otros principios propios específicos.
78
La ética de las profesiones es una ética particular y, por lo tanto, una disciplina filo-
sófica con una doble finalidad: por una parte, aplicar a la actividad profesional los
criterios y principios aportados por la ética universal, y, por otro lado, aportar crite-
rios o principios específicos puestos de manifiesto en el trasfondo y marco de las
profesiones.
Se crean entonces, las éticas aplicadas que reciben su nombre del sector en el cual
se aplican. Se habla entonces de la ética profesional de los psicólogos, de los edu-
cadores, de los ingenieros, etc.
Estas dos fuentes han de colaborar en la conformación de una ética profesional apli-
cada bien constituida, aportando cada una su saber y sin invadir los campos de la otra.
79
ACTIVIDAD Nº 5
a.- DE AUTOEVALUACIÓN
b.- OBLIGATORIAS
Así, con el término responsability, se señala aquello por lo cual uno se siente inter-
namente responsable, e involucra el juzgarse a sí mismo con relación a los propios
ideales y conciencia. Este tipo de responsabilidad generalmente se refiere a la vida
privada (ej.: me siento responsable por ayudar a un amigo en un momento difícil, sin
que él o nadie me lo exijan), correspondiendo a la dimensión interna, a la vida íntima
de cada persona.
Sin embargo, ambos términos pueden ser las dos caras de una misma moneda; pues,
debo rendir cuentas y puedo ser sancionado si no cumplo con una obligación. Se
trata entonces de una responsabilidad exigible (que es la manera de traducir
accountability).
15
Scharstein, Leonardo. La inteligencia social de las organizaciones. Edit. Paidós. Cap 2.
81
Ahora bien, las organizaciones que sólo cumplen con lo establecido, no poseen
virtudes especiales, ya que sólo se atienen a los requisitos morales mínimos (por ej.,
el cuidado de la seguridad e higiene de sus empleados).
Cabe aclarar que, por lo general, ninguna organización es sólo sujeto o sólo objeto,
ya que en la mayoría de los casos se da una alternancia entre ambos tipos. Es de-
cir, se puede ser de un tipo en determinadas cuestiones y de otro frente a otras.
Por supuesto que esto requiere de la voluntad política de parte del gobierno de la
organización.
Las empresas son actores sociales fundamentales de toda sociedad, están en per-
manente interacción con el ambiente externo. Existe una íntima interdependencia
entre ella y su ambiente. La supervivencia de una empresa depende, en gran medi-
da, de su capacidad de reacción, adaptación y respuesta a las exigencias y deman-
das en este ámbito.
Pocos aspectos de los negocios han despertado recientemente más interés que el
tema recién planteado de la responsabilidad empresarial. Sobre todo en Norteamé-
rica, Europa y Asia las responsabilidades de las empresas respecto de sus conciu-
dadanos han merecido especial atención. Esto refleja en parte la conciencia cre-
ciente del impacto de su actividad sobre el entorno y los desvalidos. En cualquier
caso, la discusión refleja el amplio reconocimiento del cambio de la relación entre las
empresas y la sociedad. Las nuevas tecnologías, el desarrollo de mercados y las
nuevas ideas permiten apreciar los factores influyentes en las acciones empre-
sariales y su impacto potencial en aspectos que se extienden más allá de la apro-
bación convencional de las firmas y sus dirigentes. El retroceso del Estado crea
nuevas oportunidades e impone nuevas responsabilidades a las empresas, y los
dirigentes de éstas buscan modos de expresar y definir su papel ante el cambio de
las circunstancias. Estas variaciones imponen gradualmente mayores responsabili-
dades a las firmas, empresarios y ejecutivos. La libertad para actuar no constituye
licencia para abusar. En los grandes hundimientos de la Bolsa se observa repeti-
damente el mal uso de las reglas del mercado de valores. En cambio, dirigentes de
empresa competentes reconocen el nexo entre derechos y obligaciones.
- producir con la máxima eficiencia posible bienes y servicios que satisfagan múlti-
ples necesidades;
- generar empleos, constituyendo de esta manera una de las principales fuentes de
rentas;
- invertir parte de sus excedentes, promoviendo el avance tecnológico y el creci-
miento de la productividad;
- y cumplir con las responsabilidades legales, en especial las de carácter fiscal.
las empresas cimentar un renovado lazo con la sociedad que vaya más allá de lo
puramente económico.
de acciones que pueden ir desde el respeto por las disposiciones legales hasta
comportamientos de tipo proactivo. Como mínimo, pues, consiste en la adhesión a
las leyes, regulaciones y prácticas de negocio aceptadas en el ámbito de operación
de la empresa, pero puede implicar también un comportamiento previsor y respon-
sable con respecto al medio ambiente y/o las comunidades afectadas por sus prác-
ticas operativas y comerciales.
Las empresas aprecian cada vez más los beneficios que pueden obtener del reco-
nocimiento de los valores en que basan sus operaciones. Los negocios regidos por
este tipo de valores parecen requerir menos supervisión interna, operan a más bajo
coste, pueden ser más flexibles e innovadores y ofrecen mayor satisfacción a los
empleados y mejores ganancias a los partícipes.
Desde nuestra perspectiva, que una empresa sea socialmente responsable supone
que sea ciudadana, pero que sea ciudadana de una manera especial, esto es, que
no se limite exclusivamente al respeto de las obligaciones jurídicas, sino que vaya un
paso más allá del cumplimiento legal, integrando voluntariamente en sus prácti- cas,
tanto operativas como comerciales, consideraciones de índole ética, social y
medioambiental.
Bajo esta óptica, una empresa socialmente responsable puede llegar a ser aquella:
Según la categorización realizada por Nino, para que una empresa pueda encajar
dentro de la categoría de socialmente responsable, su comportamiento debe ser
normativamente leal, esto es, debe tomar en cuenta, al observar una ley, los fines
normativos que determinan su interpretación y alcance de aplicación, hayan sido o
no explícitamente formulados en su prescripción original.
Desde la perspectiva de Putnam, uno de los precursores del término, tres elemen-
tos fundamentales definen y circunscriben al capital social. Estos elementos son: el
grado de confianza existente entre los actores sociales de una sociedad, las nor- mas
de comportamiento cívico practicadas en su seno y el nivel de asociatividad que la
caracteriza.
Acaso el único modo de enfrentarse con situaciones de difícil solución (por las in-
teracciones y consecuencias de sus decisiones) es desarrollar un sistema de valo-
res que reflejen la voluntad de asumir esta responsabilidad en lugar de traspasarla a
otros. Gran parte del pensamiento empresarial reconoce esta responsabilidad.
16
Dr. RODRIGUEZ DE RIVERA, José. “Ética y Empresa”. Parte 2. Universidad Católica de Salta.
88
1.- No es una ética de la convicción, sino una de la responsabilidad por las conse-
cuencias de las decisiones que se toman. Esto no significa optar por el pragma-
tismo, sino recordar que es preciso tener en cuenta las consecuencias de las
decisiones para aquella finalidad por la que la empresa existe y que consiste en
la satisfacción de necesidades humanas. La ética de la empresa es una ética de
la responsabilidad convencida.
2.- Puesto que la actividad empresarial tiene una finalidad, que le es legítima y de la
que cobra todo su sentido (servir a los consumidores que son los afectados a
cuyo servicio se encuentra la actividad de la empresa), queda deslegitimada la
que olvide esta finalidad. Los consumidores son interlocutores válidos y una ética
de la empresa exige tener en cuenta sus intereses a través de mecanis- mos de
participación efectiva.
3.- Los miembros de la empresa son también interlocutores válidos, cuyos dere- chos
tienen que ser respetados al nivel de una conciencia moral como la que
socialmente hemos alcanzado; de ahí que queden fuera de época las prácticas
humillantes y las deconsideraciones.
4.- Los miembros de la empresa también deben cumplir con sus obligaciones y
corresponsabilizarse por la marcha de la empresa a la que se pertenece; de ahí
que la cooperación haya de tomar el lugar del conflicto y la corresponsabilidad el
lugar de la apatía.
5.- Una empresa actual ha de atenerse a un marco postconvencional de justicia, no
sólo legal, sino ante todo moral.
6.- El cambio en la concepción de la empresa de un modelo taylorista a un modelo
postaylorista no es una simple moda, sino una auténtica exigencia de la con-
ciencia moral de los tiempos. Una conciencia que, como tal es irreversible.
Para responder a estos retos, es preciso diseñar un modelo de empresa capaz
de satisfacer estas exigencias.
CÓDIGOS DE ÉTICA
17
CORTINA, Adela (2.000) “Ética de la empresa”. Madrid: Ed.Trotta.
89
Roberto De Michele sostiene que “son sistemas de reglas establecidas con el pro-
pósito general de guiar el comportamiento de los integrantes de la organización y de
aquellos con los cuales ésta actúa habitualmente: clientes, proveedores y con-
tratistas”.19
Una cuestión importante que surge al respecto es que, para algunos, hablar de un
código de ética es un error, ya que la adopción de un principio ético tiene que ba-
sarse en razones y no en la posibilidad de un castigo, que nos remite más bien a un
sistema jurídico. Esta crítica es acertada; pero el origen de ese término “códigos
éticos” se basa en la tradición de las reglas fijadas para el ejercicio profesional.
Los códigos éticos, constituyen una forma de regulación de las relaciones internas
entre los miembros de una organización y de éstos con el entorno. Pretenden ser un
instrumento que facilite reconocer los problemas y conflictos que enfrentan las
empresas y resolverlos de acuerdo a objetivos buscados.
Según el Dr. José Rodríguez de Rivera, la práctica de los códigos éticos tiene sus
ventajas, en la medida en que facilitan la aplicación de reglas para la convivencia,
definiendo los ámbitos de decisión discrecional. Sin embargo, no ayudan para evitar
que el responsable de una decisión se enfrente a dilemas morales. Además, cuan-
do la reflexión ética sobre la moral se centra sólo en esos códigos, no se considera
todo el campo de problemas, de implicaciones y de relaciones con otros problemas,
dando lugar a comportamientos rutinarios, empobreciendo la vida moral del sujeto
decisor.
Los códigos éticos son un modo de testimoniar los principios y valores de los que
se halla imbuida la empresa y para institucionalizar los criterios éticos en las
decisiones y acciones cotidianas de la misma.
91
ACTIVIDAD Nº 6
a.- DE AUTOEVALUACIÓN
b.- OBLIGATORIAS
VOCABULARIO
- Atributo: propiedad necesaria de algo.
- Apetito: tendencia sensible o espiritual hacia algo.
- Autoconciencia: es el “darse cuenta de sí mismo”, es el acto de afirmación de sí
mismo frente a todo otro ser.
- Autodeterminación: es la capacidad que tiene la persona para asumir el control
de su propio ser.
- Conciencia: conocimiento reflejo del propio yo; también puede referirse a la ad-
vertencia de la bondad o malicia moral de un acto concreto.
- Deliberación: examen mental de las razones a favor o en contra de un acto hu-
mano susceptible de ser realizado u omitido.
- Ente: todo lo que es o puede ser. Aquello cuyo acto es ser.
- Existencia: hecho de estar un ente fuera de la nada o de sus causas.
- Experiencia: conocimiento adquirido por repetidas percepciones sensibles.
- Evidencia: manifestación patente del ser.
- Facultad: potencia o capacidad operativa de un ente viviente.
- Hábito: cualidad perfectiva de una esencia o potencia (capacidad), que la habilita
a realizar bien los actos respectivos.
- Individuo: lo indiviso en sí mismo y dividido respecto de todo lo demás.
- Inmanente: lo que queda dentro de algo; lo interior a nuestra conciencia.
- Intención:
1.- Acto de voluntad por el que se tiende a un fin.
2.- Acto de los sentidos y/o intelecto por el que se conoce algo.
3.- Concepto.
- Intuición: conocimiento directo y sin intermediarios de alguna cosa.
- Metafísica: es la disciplina filosófica que tiene por objeto el ente en cuanto ente y
se eleva hasta sus primeras causas y principios.
- Noético: es lo referido al conocimiento intelectual.
- Trascendente: lo que está “más allá” de algo: Dios como trascendente al mundo:
el ente real como trascendente a la subjetividad.
BIBLIOGRAFÍA
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nes Folio.
- CORTINA, Adela. (1999). Ética. Edit. Akal.
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Ecuador.
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Edit. Astrea.
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- DONCEL, J. F. (1.970). Antropología Filosófica. Bs. As. : Ediciones Carlos Lohlé.
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- MALEANDI, Ricardo. (1.991). Ética: conceptos y problemas. Bs. As.: Ed. Biblos.
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sidad Nacional de Salta.
- RODRIGUEZ LUÑO, Ángel. (1.991). Ética. Pamplona: Edic. Univ. de Navarra.
- RUIZ, Daniel. (1.988) Ética y Deontología de la Profesión Docente. Bs. As.: Edi-
ciones Braga.
93