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Georges Bataille y Roger Caillois en El Colegio de Sociología
Georges Bataille y Roger Caillois en El Colegio de Sociología
Georges Bataille y Roger Caillois en El Colegio de Sociología
DE INVESTIGACIÓN
Resumen: ¿Qué nos dicen, hoy en día, los trabajos del laboratorio político conocido como
“Colegio de Sociología”? Examinando las influencias respectivas de dos de sus pensadores
claves, Roger Caillois y Georges Bataille, este artículo se propone mostrar que el diálogo
que los unió, y que acabaría separándolos, hunde sus raíces en los debates filosóficos
del siglo XIX. Considerando un horizonte teórico mayor a modo de trama de fondo del
Colegio de Sociología, este artículo pretende también ofrecer una lectura acerca de por
qué se cruzaron ahí intereses tan eclécticos. Este examen se realiza siguiendo la pregunta
que, a nuestro parecer, motivó el debate Caillois/Bataille: ¿Qué institución podía subvertir
el motor del devenir teleológico de la modernidad? En definitiva, a través del estudio
de los encuentros y desencuentros de dos de sus miembros, lo que quiere subrayar
este artículo son algunos límites que llevaron a la disolución del Colegio de Sociología.
Palabras claves: Georges Bataille, Roger Caillois, Colegio de Sociología, surrealismo,
historia de las ideas
* Este trabajo es el resultado de investigaciones llevadas a cabo en el marco del Grupo de Investigación de la Universidad
Complutense de Madrid Historia y ontología del presente (ref.: 941051). Aprovecho la ocasión para darles las gracias a sus
miembros por su trabajo y por el ambiente estimulante y propicio a la reflexión que ahí generan. Por último, no puedo sino
agradecer a quienes me acompañaron a lo largo de la larga cuarentena de la primavera de 2020 durante la que se elaboró
la primera versión de este trabajo.
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ARTÍCULOS
DE INVESTIGACIÓN
Absract: What do the works that were discussed during the sessions of the “College of
Sociology” tell us today? By examining the respective influences of Roger Caillois and
Georges Bataille, this article aims to show that the dialogue that brought them together,
and that would eventually separate them, is rooted in nineteenth-century philosophical
debates. Considering a broader theoretical horizon as a framework for the College of
Sociology, this article also aims to offer a reading of why such eclectic interests crossed
paths during its sessions. This analysis is carried out following the question that, in
our opinion, motivated the Caillois/Bataille debate: what institution could subvert the
principle of the teleological progress of modernity? In short, through the study of the
Caillois/Bataille discussions and disagreements, this article aims to underline some limits
that led to the dissolution of the College of Sociology.
Keywords: Georges Bataille, Roger Caillois, College of Sociology, surrealism, history of ideas
Nicolas Petel-Rochette
Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor Asociado
en el Departamento de Educación de la Universidad Antonio de Nebrija. Investigador
adscrito a la Universidad Complutense de Madrid, miembro del Grupo de Investigación
“Historia y Ontología del Presente: la Perspectiva Hispana” dirigido por el Catedrático
José Luis Villacañas Berlanga. Autor de una monografía de investigación filosófica sobre
el concepto de carisma, autor y coautor de capítulos de libros y de artículos de reflexión
y de investigación en los campos de la filosofía, de la educación y de la antropología.
ORCID: 0000-0003-4202-7327
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Georges Bataille y Roger Caillois en el Colegio de Sociología (1937-1939)...
Introducción
La redacción del siguiente trabajo fue motivada por la especial relevancia histórica y
filosófica que atribuimos a los acontecimientos, debates y relaciones que dieron lugar
a la creación del Colegio de Sociología en 1937. En efecto, tuvo lugar en un momento
particularmente significativo en el continuum histórico de los últimos cien años. Hace
un siglo, buena parte del mundo se despertaba del shock de la Primera Guerra mundial y
de la contención del brote de influenza conocido desde entonces como “gripe española”.
Como sabemos hoy, esta pandemia dejó millones de víctimas por todo el mundo (Martini
et al., 2019). Incluso sin los recientes acontecimientos, creemos que resulta importante,
cien años después, recordar los caminos que escogieron la comunidad científica, tanto
como los distintos diálogos que la ciencia mantuvo o interrumpió con la filosofía. Este
artículo se ubica en un umbral muy específico; ahí dónde una generación de pensadores
de “vanguardia” escuchó de manera novedosa las voces que les llegaba de distintos
horizontes para proponer una lectura propia de los desafíos de su época.
En nuestra opinión, esto fue ante todo el Colegio de Sociología: una escucha
particular, una manera de recibir y proponer, de recoger herencias y de subvertirlas,
propias a una red de conocidos, amigos, aliados y enemigos que trataba de estar a
la altura de una época particularmente convulsa. Variadas fueron las fuentes que
recogieron aquellas personas que escucharon la llamada de Georges Bataille allá
por 1937. En ruptura con buena parte de las vanguardias del momento, sobre todo
con los grupos del surrealismo parisino, los principales pensadores del Colegio de
Sociología ofrecen un interesante contrapunto al ambiente intelectual de una época que
solemos leer a través del filtro de la oposición geopolítica entre auge de los fascismos
y revoluciones comunistas. A nuestro parecer, el Colegio de Sociología cubre un lugar
algo borroso en este espectro metafórico. De algún modo, viene a ilustrar la falta de
precisión de aquel espectro político, o la trampa que entraña. Este artículo pretende
mostrar en qué el núcleo teórico duro del Colegio de Sociología, aunque le atravesase
sin duda una motivación política anclada en el presente, fue también una recuperación
del legado universalista del siglo anterior, tanto como, quizás, el primer “Bring the War
Home” del pensamiento occidental en plena nueva ola tardocolonial. En otras palabras,
su inclusión en aquel espectro ideológico es compleja, fruto de un proceso de reflexión
que aquí trataremos de reconstruir a través del examen del diálogo entre dos de sus
miembros fundadores: Georges Bataille y Roger Caillois. El Colegio de Sociología dialogó
tanto con teorías científicas del pasado, como de su presente y desarrolló algo como
una metodología propia de trabajo que, creían, era más adecuada a su presente. Para
entender al Colegio de Sociología, además de su contexto político, hace falta comprender
las profundas raíces filosóficas de los conceptos ahí manejados.
Dejando atrás los años de guerra y de enfermedad, los artistas e intelectuales
entorno al dadaísmo y al surrealismo se rebelaron contra los valores de las naciones
en guerra, encarnados en las trincheras y en la moral patriótica (Adamowicz, 2019). No
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solo se acababa un equilibrio de poder, sino que todo el edificio económico y social de
Europa se vio transformado a comienzos de los años 1920. Sin caer en paralelismos
azarosos, partimos del hecho de que buena parte de las cuestiones a las que los
pensadores reunidos entorno al Colegio de Sociología trataron de responder son,
hoy en día, todavía vigentes. Para entender mejor las propuestas e iniciativas de los
años del Colegio de Sociología y de Acéphale —la revista y grupo de experimentación
desarrollados más o menos en el mismo periodo—, haría falta recorrer el camino de la
compleja y gradual ruptura entre el grupo que se congregó entorno a Georges Bataille y el
surrealismo liderado por André Breton (Fourny, 1984; Beaujour, 1999; Heimonet, 2013).
De momento, tan solo apuntemos que ambos grupos tuvieron, digamos, inquietudes
similares a lo largo de los años 1920-1930, pero que bebieron de fuentes muy distintas.
Son conocidas y notorias las críticas de Bataille (1970b, p. 93-100) y Caillois (2008,
p. 222-224) hacia el surrealismo. Ambos lo consideraban una renovación tardía del
romanticismo alemán y del arte puro mallarmeano. Ya en 1937, Caillois escribió en
contra de lo que denunciaba como una falsa “alternativa”, propia al romanticismo, entre
mística y ciencia (Caillois, 1974, p. 29). Él prefirió creer que, sin método, nada puede
tener fuerza de verdad: “toda intuición a la que se llega por azar y no por método es
vana ya que el conocimiento de una verdad no es significativo si no se acompaña de su
integración a una sistematización anterior que la reclamaba, es decir si no tenemos una
manera de saber en qué y por qué es una verdad”1 (Caillois, 1974, p. 30). Realmente, lo
que Caillois rechazaba tajantemente en aquel momento era el uso de medios literarios
y artísticos para provocar cambios políticos y sociales. De ahí que tratara de volver a
combinar ciencia y mística, razón y poesía, en un mismo saber absoluto, con un éxito
sin duda relativo. Entre otras paradojas, se vio ante la “obligación” de usar la escritura
para superarla, para tratar de proporcionar a la palabra escrita un poder que fuera más
lejos que el de presentar y representar aquello que llamamos “realidad”.
Sin duda, no podemos sino asumir una cierta distancia frente a lo que estaba
en juego durante los años del Colegio de Sociología. Más que un impedimento, esta
distancia es, de algún modo, constitutiva del gesto de analizar. El presente artículo
tratará de facilitar futuros análisis mostrando dónde, a nuestro parecer, se inscribe
la propuesta de lo que llamamos un método original propio al Colegio de Sociología.
Muchas veces abordado desde una de sus numerosas facetas (a modo de ejemplo,
Cf. Pearce, 2003), creemos que este laboratorio político y filosófico se merece un
abordaje sintético que trate de situar sus ideas principales. Semejante perspectiva
nos permite seguir dialogando con los problemas que quienes transitaron por este
complejo espacio trataron de subrayar. Este es, en resumidas cuentas, el objetivo
principal de este artículo. A continuación, presentaremos algunas de las fuentes que, en
nuestra opinión, marcaron de forma decisiva los rumbos y las inquietudes del Colegio
1 Todas las citas sacadas de las ediciones originales francesas son traducciones originales del autor.
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Georges Bataille y Roger Caillois en el Colegio de Sociología (1937-1939)...
de Sociología. Más que un recorrido exhaustivo, lo que sigue pretende abrir de forma
crítica el estudio de lo que podríamos llamar la historia de las ideas de la “nebulosa
teórica” del Colegio de Sociología. Esta expresión tiene la ventaja de representar las
consideraciones de alcance cosmogónico que se barajaron en la trastienda de una
librería de la calle Gay-Lussac, en el centro de París, entre 1937 y 1939.
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las líneas de trabajo abiertas por Bataille y Caillois en el Colegio de Sociología. Una de
las acciones de la sociedad secreta Acéphale consistió en conmemorar, en la plaza de
la Concorde, el aniversario de la decapitación de Luis XVI (Surya, 2012, p. 290; Hollier,
1974). Según Bataille, la plaza de la Concorde era aquel lugar donde la muerte de
Dios debía anunciarse a gritos, precisamente porque el obelisco era la “más tranquila
negación” de toda trascendencia (Bataille, 1976, p. 373). Aparte, es notoria la influencia
que tuvo la figura del “segundo Saint-Just” —que Caillois recuerda todavía en Le fleuve
Alphée, escrito en 1978 (2008, p. 150)— sobre su interpretación de la dialéctica amo-
esclavo nietzscheana como un movimiento de ascetismo, de regreso hacia la naturaleza
(Keck, 2013; Petel-Rochette, 2019). En la sombra del Colegio de Sociología y de su
proyecto secreto Acéphale, pues, está la época del Terror de la Revolución; con aquella
“época sacrificial” (De Maistre, 2009), a modo de enigma, se quedan los pensadores
del Colegio, un momento histórico con cuyo protagonismo, creían, había conseguido
hacerse una sociedad secreta que hablaba en nombre de la voluntad general. No les
interesaba (todavía, en el caso de Caillois) todo el desarrollo del republicanismo y
del sistema parlamentario y jurídico. Les interesaba, de momento, todo lo contrario:
desbordar los marcos institucionales de la Tercera República francesa, volver a poner
en marcha algo como una voluntad de poder que pudiera contrarrestar el fascismo
alemán (Villacañas, 2019).
Aparte, Denis Hollier subraya la influencia del positivismo sobre Georges Bataille, al
menos en cuanto a su acercamiento “necesariamente epistemológico” a toda cuestión de
índole antropológica (¿qué es propio a una vida humana? ¿cómo podemos posicionarnos
para vivir una existencia digna y placentera?) (1974, p. 159). En efecto, desde el principio,
la suya fue una búsqueda ante todo epistemológica, en un sentido muy propio al Colegio
de Sociología. Ahí se intentó volver a dar vida a varias dimensiones de una Modernidad
naufragada y atrapada en el doble escollo del capitalismo, como nuevo sistema
de gobierno, y de las democracias liberales, como sistemas burgueses de creencia,
incapaces de entender políticamente su tiempo. En muchos aspectos, su análisis es
similar a críticas fascistas de la democracia. Sin embargo, desde su perspectiva, no era
nada claro que la crítica que impulsaran fuera protofascista. Desde la perspectiva de
otros, era, no obstante el caso. Eso creía Walter Benjamin, por ejemplo, que pasó por
el Colegio de Sociología y que entretuvo una relación de amistad con Bataille. En una
carta a Theodor W. Adorno, que, por su parte, no asistió a ninguna sesión, pero sí leyó
relatos y textos, Benjamin hablaba de Caillois diciendo: “nuestro hombre pertenece al
otro lado”. Esta carta fue escrita poco antes de que estallase la Segunda Guerra mundial
(Pic, 2013, p. 88). La lectura nietzcheana de Hegel que hacían los pensadores cercanos
al Colegio de Sociología, tanto como la deriva biologicista del Caillois de los años 1930,
les resulta categóricamente fascistizante, no sin razón. Sin embargo, debemos entender
que ellos veían en la democracia parlamentaria una entidad incapaz de enfrentarse
al fascismo. Por decirlo rápido, pues esta es una cuestión sobre la que podríamos
extendernos largamente, cosa que hemos hecho en otro trabajo (Petel-Rochette, 2019),
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Georges Bataille y Roger Caillois en el Colegio de Sociología (1937-1939)...
2. Cuestión de método
Antes de contestar a esta pregunta, tenemos que dar un paso más, centrándonos
de momento en el contexto de Acéphale y del Colegio de Sociología. Lo cierto es que
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Caillois y Bataille se reunieron en torno a una aversión común por el arte de su época.
Para ellos, no solo el arte no había sido capaz de cumplir con su misión y de ponerse
“al servicio de la revolución”, sino que era culpable de apatía y de complicidad con la
desidia general frente a la subida del fascismo en Alemania. Lo hemos dicho: el arte
“puro”, asociado al estetismo de André Breton, fue el enemigo del Colegio de Sociología
desde el primer momento. Aunque no tan directamente, también rechazarían en acto
la construcción de metodologías propias a las ciencias sociales que funcionasen poco
a poco siguiendo un modelo epistemológico postpositivista. Marcel Mauss vio con
sospecha ese rechazo de una generación, la de su alumno Roger Caillois, más interesada
en seguir la estela de Heidegger que en consolidar el campo de la investigación social
en París en la École Pratique des Hautes Études. De hecho, en junio de 1938, Mauss,
después de alabar su texto sobre la mantis, escribía a Caillois lo siguiente:
Mas lo que considero un descarrilamiento general, del cual es usted otra víctima,
es esta especie de irracionalismo absoluto con el que usted termina [su texto]
en nombre del laberinto de París, mito moderno. Pero creo que es el caso de
todos ustedes últimamente, probablemente por la influencia de Heidegger,
bergsoniano atrapado en el hitlerismo, legitimando el hitlerismo encaprichado
de irracionalismo (citado por Felgine, 2008, p. 45).
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que materialidad al fin y al cabo soberana frente a toda puesta en forma por parte del
conocimiento; triunfa la capacidad por comunicar con el mundo a pesar del sujeto,
porque es en esta escucha de la materia, en este vínculo con la ausencia de sí, que se
halla algo como una vida totalmente vivida.
Pero antes de la guerra, todo este aparato estaba aún por explorar y precisar. Los
años de relativa soledad por venir iban en cierto modo a ayudar, dando lugar al ya
mencionado Método de meditación, precedido de La experiencia interior (1943) y
de El culpable (1944). En el Colegio de Sociología, la reflexión colectiva acerca de la
naturaleza de lo sagrado daría lugar a varios desajustes y desencuentros en el plano
personal. En resumidas cuentas, sus tres impulsores principales (Bataille, Caillois,
Leiris) tenían en mente algo distinto. Aunque no estuvieran de acuerdo acerca de la
finalidad de su producción de algo así como una nueva base religiosa para la política
(Kunz Westerhoff, 2013), los pensadores del Colegio estaban de acuerdo en que hacer
algo era una necesidad. Ya no bastaban ni la crítica, ni la poesía; los discursos teóricos
y estéticos no podrían por sí solos contrarrestar los modos de hacer del nazismo, mucho
más virulentos, mucho más eficaces. Veían, como muchos otros (Carl Schmitt ya lo había
visto años atrás desde otra perspectiva), que detrás del sentimiento de sublimidad que
insuflaba la política fascista se escondía algo religioso. En vez de proponer una crítica
de este hecho, trataron de pensarlo desde la afinidad, algo así como una conjuración
para asumir este hecho como punto de partida. De ahí el apelativo “Colegio”, que remite
a los claustros monacales de las Órdenes religiosas que todos habían estudiado en
diversos grados (Hollier, 1995, p. 12; Hollier, 1982 para la edición castellana; Surya,
2012, p. 302-303).
Tanto Georges Bataille como Roger Caillois estuvieron interesados por las lógicas
internas de las órdenes medievales. Es preciso recordar que el primero, de hecho, realizó
una tesis de numismática titulada “El Orden de Caballería”, presentada en la famosa
École des Chartes en 1922, en la que trataba de los ritos de espaldarazo (Bataille,
1970a, p. 100). Ocupado por la cuestión de los ritos, heredero del enfoque mitográfico
de la escuela francesa desde sus primeros trabajos, Caillois escribiría mucho acerca de
lo que llamó “el espíritu de las sectas” (2008, p. 291). Quisieron intentar dar el paso,
identificado más arriba, entre sublimación y consumación; colmar la separación entre
mística y ciencia y producir sagrado. Este es el sentido de lo que llamaban “sociología
sagrada”. Pasaron de hacer sociología de lo sagrado a aquella ambigua propuesta. La
comprensión del objeto tenía como condición el hecho de formar parte del objeto en
cuanto tal. Abandonaron la separación epistemológica entre sujeto y objeto, tratando
de dejarse penetrar totalmente por un objeto activado por procedimientos retóricos.
Todo el campo lexical de la época testimonia de este salto voluntarista: Caillois habla
de contagio, de virulencia, de conjuración (2008, p. 248-249), Bataille tematizaba esta
actitud ante la ciencia como la de un “aprendiz de brujo” (Hollier, 1995, p. 302). Como
vemos, estamos a un paso a la vez cercano y muy lejano de la antropología. Alejado
sobre todo porque el Colegio de Sociología no tuvo en ningún momento reflexiones
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afectos iban a aludir para “crear comunidad”, y, sobre todo, para qué? Recordando que se
reclama ante todo de Nietzsche, Bataille escribe: “Busco tanto como cualquier otro una
dominación de lo que es monstruo, pero con la condición de que haya dominación ya no
de una realidad ajena, de lo que se reconoce exactamente como uno mismo y que se libera
en las fiestas” (Hollier, 1979, p. 834). Notemos que la gramática de esta frase en su francés
original es también extraña. Tratamos aquí de rendirla en lo que puede parecer una cierta
rigidez o imprecisión. En todo caso, ilustra bien que la distancia es insalvable. Bataille viene
a decir que no le interesa dominar a otros, sino más bien dominarse a sí mismo. Ahí donde
Caillois trataba de dominar mediante la fabricación discursiva de una catarsis colectiva
(siendo en este punto totalmente afín al fascismo), Bataille trataba más bien de impulsar
colectivamente las condiciones de un éxtasis individual.
Esto nos lleva a subrayar la influencia que tuvo la sociología alemana de la época sobre
los círculos de Bataille y Caillois (Bataille, 1988). La sociología de Max Weber fue introducida
en Francia en gran parte por Raymond Aron, con la publicación de La sociología alemana
contemporánea en 1935. Discutido directamente tanto por Caillois como por Bataille durante
y después de la Segunda Guerra mundial, durante los años que duró el Colegio de Sociología
les influyeron grandemente las ideas de Weber acerca de la ética de las sectas protestantes.
En filigrana de la discusión acerca de las sociedades secretas que acabamos de mencionar,
enriquecida de las aportaciones de la teoría social de Marcel Mauss y Georges Dumézil
(Hollier, 1979, pp. 230-236), está la idea introducida por Weber de que grupos sectarios
podían dirigir el destino de todo un sistema social. Esto cazaba muy bien con la idea de
la escuela francesa sociológica, heredada de Durkheim, según la cual en lo social rigen
sobre todo factores de determinación espiritual que superen las estructuras puramente
económicas. El “hecho social total” que Mauss vio en el potlatch (Mauss, 2012) proponía
de hecho la inclusión de la economía en instituciones de carácter totalitario, es decir, que
ponen en movimiento lo social en su conjunto. Durante años, Bataille y Aron asistieron
juntos a los seminarios de Alexandre Kojève sobre Hegel. Realmente, todos estos pensadores
entretenían relaciones de más o menos amistad, compartían ideas e interpretaciones acerca
de las dinámicas propias a la sociedad y las comunidades que la componen. A modo de
ejemplo, Kojève daría una conferencia en 1937 en el Colegio de Sociología, a la que asistió
Raymond Aron (Hollier, 1979, pp. 61-62). Caillois y Aron volverían a tener relación al acabar
la guerra, viéndose en Londres en 1945 (Felgine, 2008, p. 53). No olvidemos que todavía
tenemos pendiente de responder a la pregunta siguiente: ¿qué institución podía subvertir el
motor del devenir teleológico de la modernidad? Antes de hacerlo, nos queda por explorar
una última pendiente de las fuentes del Colegio de Sociología.
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Georges Bataille y Roger Caillois en el Colegio de Sociología (1937-1939)...
época. Como Roger Caillois, eran estudiantes en los seminarios de la École Pratique
des Hautes Études, donde daba clase Marcel Mauss. En sus prácticas cohabitaron la
creación artística con el estudio de documentos producidos en otras partes del mundo,
cuyo significado estaba siendo debatido por las ciencias sociales. Es en Documents que
encontramos los fundamentos estéticos del tipo de relación a la imagen del que partían
los pensadores del Colegio de Sociología (y, sobre todo, Bataille, director de Documents
durante los dos años ya mencionados). En Documents, desarrolla toda una reflexión
acerca de la cuestión del valor de las formas estéticas. No es anecdótico recordar que
la revista Documents fue financiada por Georges Wildenstein, rico coleccionista que
hizo fortuna vendiendo arte, y cuya dinastía sigue viviendo de este negocio hoy en
día. En Documents, Bataille experimentó en acto con las imágenes, cual sea que fuera
su soporte (texto, fotografía abstracta o figurativa, dibujo, artefactos, etc.). Todo es
tratado con la mirada del archivista que clasifica documentos y trabaja su significado
a partir de la forma, a partir de la imagen tal y como se da junto a otros documentos.
La idea de Bataille, ya en conflicto abierto con los surrealistas, consistía en dejar que la
imaginación se viera “desbordada” por la materia (Didi-Huberman, 1995, pp. 33-164). El
concepto central de la estética de Documents fue el de informidad: informe, dice Bataille,
“no es solamente un adjetivo que tiene tal sentido, sino un término que sirve para
desclasificar, que exige por lo general que cada cosa tenga su forma” (1970a, p. 217). En
resumidas cuentas, Bataille intentó realizar en Documents una reflexión “agresivamente
antiidealista” (Leiris, 1963, p. 690) acerca de los poderes de la estética. ¿Qué puede
y no puede una imagen? El enfoque materialista de Bataille abría de pronto toda una
perspectiva sobre la puesta en forma y la constitutiva informidad de la mirada atenta
a esta materialidad radical. De algún modo, Documents anticipó la relación acéfala a
un mundo despojado de formas a priori, despojado de orden teleológico y de moral;
de una materia desnudada por un ojo igualmente desnudo, penetrado violentamente
por la materia en su irreductible brutalidad. En cierto modo, el trabajo estético de esta
revista trataba de desarrollar una visión del arte contemporáneo que calificaremos
junto a Jarque Soriano de alternativa a la “historia oficial” (2018, p. 197).
Entre Documents y Acéphale se dibuja una parábola en la que el arte pasa de
ser parte de una crítica radical a ser “superado” por un racionalismo agresivo que
devuelve supuestamente las imágenes a la naturaleza y a una voluntad de poder pura.
Recordemos la crítica de Bataille al “icarismo” surrealista y a la inutilidad del arte, tanto
como el primer libro publicado del joven Caillois, titulado Juicio intelectual al arte.
Esta búsqueda paradójica de un arte eficaz es relatada muy bien por Heimonet, que la
resume como búsqueda de un “activismo literario” (2013, p. 40), de un activismo literario
que pudiera compensar el fracaso del arte en su afán demasiado limitado de superar
el realismo. La biógrafa de Roger Caillois, Odile Felgine subraya la importancia de otra
influente figura, presente en los márgenes del Colegio de Sociología: Jean Paulhan. Amigo
de Caillois durante toda su vida, Paulhan ya escuchaba las inquietudes de su amigo en los
años 1930. En una carta de Caillois a Paulhan citada muy oportunamente por Felgine
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Nicolas Petel-Rochette
(p. 160), el primero habla de su relación a la escritura en términos que aclaran bastante la
idea profundamente voluntarista y performativa que tenía del papel del discurso. Escribe:
Yo, que odio las frases, he tratado de hacer algunas, pensando que tal vez habría
gente que se dejaría ganar por la atmósfera y se sumaría, haciendo efectiva esta
atmósfera. Así es como la vana ira que trato de provocar puede volverse menos
vana, si suficiente gente se convierte (y no se necesita mucha al principio). Y
para convertir, hay que fingir una cierta superficie. Ya sabe usted, no soy escritor,
sólo estoy interesado en tener una acción (Caillois y Paulhan, 1991, pp. 58-60).
Quien sea que haya leído un poco la obra de Roger Caillois sabe que esta manera
de comprender la escritura cambiaría profundamente con el tiempo. Esta carta de
1937 tiene el mérito de presentar con una excepcional claridad los propósitos del joven
escritor. Se asigna a la escritura un propósito exploratorio “superracional”, guiado
solamente por la interpretación de Caillois de la voluntad de poder nietzscheana.
Como vemos, los pensadores del Colegio de Sociología, cada uno a su manera, estaban
dispuestos a “jugar con fuego”, a seguir muy lejos argumentos que los llevaría, al
fin y al cabo, a la ruptura tanto en el plano personal como en el plano teórico. Esta
peculiar unión entre ciencia y poesía, sin embargo, Caillois no la abandonó nunca,
tratando siempre de que la investigación poética fuera sistemática y ampliada a una
visión de conjunto que atravesase toda la “naturaleza”. Sintomáticamente, Caillois fue
profundamente influenciado por los trabajos del poeta Saint-John Perse y del químico
ruso Mendeléyev (Caillois, 2008, pp. 578-583), que veía como dos partes de una misma
mirada y forma de conocer. Para terminar, tan solo mencionemos que la reflexión
estética de los años 1930 siguió también a Georges Bataille, a pesar de que se hubiese
explicitado la ruptura y marcado el camino que sería el suyo en la postguerra. Siguió
rastreando una lengua poética que él asoció a un desbordamiento transgresivo de las
fronteras de la subjetividad (Cf. La literatura y el mal). A la vez, profundamente marcado
por los seminarios de Alexandre Koyré y por la vida y las teorías cosmológicas de
Giornado Bruno, seguiría desarrollando un modelo cosmogónico inspirado en el eterno
retorno nietzscheano, base de sus teorías de economía general y de sus estudios de la
noción de gasto (La noción de gasto y La parte maldita, publicados en una excelente
edición castellana traducida y anotada por Francisco Muñoz de Escalona: [Bataille,
1987)]. Imaginó un cosmos finito donde el gasto es irreductible e irrecuperable, una
circulación que parte de un derroche de sí como último principio de comprensión de
los límites de la propia individualidad. Esto recuerda a la circulación de monedas con
vida y nombre propio de las que habla Marcel Mauss, y de las que se inspiraría también
Pierre Klossowski (1994); algo así buscaba Bataille (no olvidemos que era ante todo un
gran conocedor de la numismática medieval): los astros del cielo azul, invisibles a la vez
que presentes en su informidad e infinitud. Ambas dimensiones de su obra, la literaria
y la económica, son herederas de la búsqueda de los años 1930, que culminaría en la
experiencia colectiva del Colegio de Sociología.
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Georges Bataille y Roger Caillois en el Colegio de Sociología (1937-1939)...
Conclusión
Quizás precisamente por su carácter experimental, el fracaso del Colegio de Sociología
nos resulta más interesante para el pensamiento actual que cualquier movimiento
gregario más “exitoso”, entre todas las corrientes intelectuales más o menos tornadas
hacia la figura emblemática de un autor faro que podamos encontrar en la historia del
arte y de las ideas. En efecto, el fracaso de una experiencia demuestra también ciertos
límites, siguiendo en esto los principios de falsabilidad que serían, tras Thomas Kuhn
y Karl Popper, la regla en la historia de la ciencia. Es decir que el Colegio de Sociología
siguió seriamente su propósito de recrear en nuestro mundo sin otro laboratorio que
nuestras propias vidas, el principio que querían combatir. Decía Marx en el Prólogo
del primer libro del Capital que en la sociedad “no podemos servirnos del microscopio
ni de reactivos químicos” (2003, p. 6). En cierto modo, el Colegio de Sociología sí
intentó usarlos, creyéndose el poder que tiene el mundo cuando habla a través de la
poesía y, al contrario, el poder de las palabras sobre el mundo. Sus “químicos” fueron
sin duda las emociones, unidas miméticamente al “microscopio” que les brindaban
los conceptos de las ciencias sociales de la época. En este punto, podemos esbozar
una respuesta a la pregunta transversal a este artículo: ¿qué institución podía
subvertir el motor del devenir teleológico de la modernidad? Creemos que trataron de
desempolvar algo como una experiencia diaria y autogestionada de la liturgia, que
hubiese quedado reprimida y olvidada, quizás, en algún momento del fin de la época
románica por el propio cristianismo. Trataron de volver a animar un estamento que
nuestras sociedades apenas pueden vislumbrar, imbuidas de doctrina social liberal e
ideología económica neoliberal: un espacio-tiempo colectivo de poder, donde se forjen
decisiones, pero que no sea institucional, ni contractual; algo como otra escritura que
dé constancia de nuestra pertenencia a nuestro mundo, sin tener que firmar ninguna
partida de nacimiento o contrato de propiedad; ¿acaso las reflexiones de Bataille sobre
la arquitectura y las de Caillois sobre la escritura de las piedras no son el reflejo de
un profundísimo diálogo que perduró mucho más allá de sus desencuentros, incluso
más allá de su muerte? La fabricación de una cronotopía litúrgica autónoma, capaz
de ofrecer alternativas materiales tangibles a la modernidad, es, quizás, aquello que
podamos rastrear en futuros estudios si queremos seguir escuchando lo que nos tiene
que decir el Colegio de Sociología.
Aparte, en este artículo, quisimos mostrar en qué la participación de Caillois y
Bataille en el Colegio de Sociología concentra de forma especialmente densa buena
parte del legado ilustrado del siglo anterior. Tomado como epicentro y laboratorio
del pensamiento moderno en acto, el Colegio de Sociología ofrece un corte preciso y
privilegiado desde el cual abrir nuevas perspectivas sobre la historia de las ideas del
siglo XX. En vez de centrarse en uno solo de los aspectos propios a la nebulosa del
Colegio de Sociología (la crítica al surrealismo, la parte experimental, la influencia de las
ciencias sociales, el papel la estética), este artículo trató de mostrar cómo se articulan
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las distintas influencias que tuvieron sus dos pensadores claves, tanto al respecto
de sus puntos de encuentro como en lo que atañe a sus diferencias. También mostró
cómo estas distintas partes tienen amplias ramificaciones que alcanzan ámbitos que
tienen en común el hecho de haberse visto sometidos al análisis atento e inquieto de
los pensadores del Colegio de Sociología.
En definitiva, y, por último, este artículo tenía la pretensión más general de aportar
una perspectiva sintética acerca de las numerosas y variadas fuentes de lo que hemos
llamado la “nebulosa” del Colegio de Sociología. En efecto, nos parece que su peculiar
amalgama teórica aportó una crítica en acto de la cosmogonía teológico-política que
heredamos de un momento específico de la historia del siglo XX. Como ya dijimos, más
que soluciones, nos mostraron límites. En esto, nos parece que realizaron un trabajo
crítico realmente valioso, que el pensamiento contemporáneo ganaría en conocer con
más profundidad. ¿Quién sabe si, pronto, no nos veremos en la obligación de interrogar
de nuevo el azul del cielo?
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