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Lección No. 09
Lección No. 09
Lección No. 09
MISTERIOS DE LA PROVIDENCIA
Los caminos de Dios son incomprensibles para su criatura humana
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gavillas en el campo, y he aquí que mi gavilla se levantaba y se tenía derecha,
mientras que vuestras gavillas /e h:;cfan rueda y se inclinaban hªcía la mía.' Sus
hermanos le dijeron: '¿ Seíá que vas a reinar sobre nosotros o que vas a tenemos
domeñados?' Y acumularon todavía más odio contra él por causa de sus sueños y
de sus palabras. Volvió a tener otro sueño, y se lo contó a sus hermanos. Dijo/es:
'He aquí otro sueño. Resulta que el sol, la luna y once estrellas se inclinaban ante
mí. ' Se lo contó a su padre y a sus hermanos, y su padre le reprendió y le dijo:
'¿Qué sueño es ese que has tenido? ¿Es que yo, tu madre y tus hermanos vamos
a venir a inclinamos ante ti hasta el suelo?' Sus hermanos le tenían envidia, mien-
tras que su padre reflexionaba. (Gn 37,5-11 ).
Aparece aquí una aparente contradicción histórica, pues parece ser que esto lo
narraba José cuando Raquel, su madre, ya habla muerto, o acaso el relato es ante-
rior al nacimiento de Benjamín, pero entonces ¿por qué hace mención de once
hermanos? Pudo ser que el sueño significaba que aún su madre Raquel, ya muer-
ta, llegaria a sentir como fuera la misma admiración por él que sus parientes vivos.
En cierta ocasión Israel envió a José desde el valle de Hebrón, donde radica-
ban, hasta Siquem donde sus diez hermanos apacentaban los rebaños, con el fin
de saber cómo se encontraban, y después volver a su padre a darle noticias. Tras
indagar sobre su paradero se acercó a donde ellos se encontraban. "Ellos le vieron
desde lejos, y antes que se les acercara, conspiraron contra él para matarle. Y se
decían mutuamente: 'Por ahí viene el soñador. Ahora, pues, venid, matémosle y
echémosle en un pozo cualquiera, y diremos que algún animal feroz le devoró.
Veremos en qué paran sus sueños.' Rubén (ne: el mayor) /o oyó y le libró de sus
manos. Dijo: 'No atentemos contra su vida.' Rubén les dijo: 'No derramen sangre.
Echadle a ese pozo que hay en el páramo, pero no pongáis la mano sobe él.' Su
intención era de salvarle de sus hermanos para devolverle a su padre. Y 9currió
que cuando llegó José donde sus hermanos, éstos despojaron a José de su túnica
-aquella túnica de manga larga que llevaba puesta-, y echándole mano le arroja-
ron al pozo. Aquel pozo estaba vacío, sin agua. Luego se sentaron a comer. Y le-
vantando los ojos divisaron una caravana de ismaelítas que venían de Galaad, con
camellos cargados de almáciga, sandáraca y ládano, que iban bajando hacia Egip-
to." (Gn37,18-25).
Judá salvó la situación sugiriendo que en vez de mancharse de sangre de su
hermano, lo vendieran a los ismaelitas. Vendieron a José por veinte piezas de pla-
ta, tiñeron la túnica con sangre de un cabrito y la enviaron a su padre pidiéndole
que examinara la prenda para comprobar si la hallada por ellos era la túnica de
José, por si acaso le hubiera atacado un animal feroz dándole muerte. Jacob lo
creyó así, lloró amargamente por la pérdida de su hijo e hizo duelo durante mucho
tiempo por la muerte tan cruel que habría sufrido despedazado por una fiera'. "To-
dos sus hijos e hijas acudieron a consolarle, pero él rehusaba a consolarse y decía:
'Voy a bajar en duelo al seo/, lwac (ne: la morada de los muertos) donde mi
hijo.' Y su padre lloraba.'" (Gn 37,35).
"Por su parte, los madianitas, llegando a Egipto, le vendieron a Putifar, eunuco
de Faraón y capitán de los guardias. "(Gn 37,36).
«Faraón» hurpí, Faraoj, fue el título de los reyes de Egipto. Fijémonos cuán ad-
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mirables son los caminos de Dios al ver a José en el extremo de la humillación, de
hombre libre, admirado y preferido en su hogar, hasta verse convertido en esclavo
y aparentemente abandonado en tierra extrai'la.
De ahí le sacará Yahveh para llevarto hasta una altura insospechada.
Historia de Judá y Tamar
El capitulo 38 del Génesis relata la manera como Judá llegó a tener tres hijos
de la cananea Súa: Er el primero, Onán el segundo y Selá el menor.
Habiéndose casado Er con Tamar, pronto murió Er, y de acuerdo con la ley del
«levirato» (latín: «levir», cuñado), según la cual cuando un hombre muere sin dejar
descendencia, el mayor de los cuñados debe casarse con la viuda para que el
nombre y los bienes de la familia se mantengan, su hermano Onán hubo de casar-
se a su vez con Tamar; pero habiendo muerto a su vez Onán sin dejar descenden-
cia, y siendo muy joven aún Selá para poder casarse a su vez, Judá su padre optó
por dejar para más adelante la boda entre Selá y Tamar. Mientras transcurría el
tiempo, Tamar, disfrazándose y cubriéndose el rostro se ofreció a su suegro, del
que tuvo un par de mellizos: Peres y Zéraj (o Fares y Zara cf. Mt 1,3).
La importancia de este hecho es que la línea genealógica del Mesías habría de
descender de Jacob -o sea Israel- a Judá, y de éste a Peres (o Fares según Mt
1,3) hijo de Tamar. En consecuencia, son Súa la primera y Tamar la segunda muje-
res no descendientes de Téraj, padre de Abraham, que intervienen en el árbol ge-
nealógico del Mesías, de Nuestro Señor Jesucristo.
Al mismo tiempo consideraremos que Jesús el Señor no desciende exclusiva-
mente de hombres justos, sino que la santidad del Mesías se debe a la Persona
Divina que es él, independientemente de la perfección o imperfección de sus ante-
pasados. Jesucristo, el Santo, el Hijo de Dios, se dignó tomar la naturaleza humana
humillándose para ser en todo semejante a nosotros, excepto que en él no hubo
pecado. La divinidad preservó a la humanidad de toda desviación o desorden.
José en Egipto
En casa de Putifar Yahveh estuvo con él, y merced a esto todo lo que era en-
comendado a José por su dueño prosperaba, por lo que Putifar acabó por depositar
toda su confianza en José encomendándole la administración de todos sus bienes,
los cuales en manos de José se acrecentaron mucho, a grado tal que Putifar acabó
por desentenderse de sus asuntos para dedicarse a la vida cortesana cerca dal
Faraón. "Desde entonces Je encargó de toda su casa y de todo lo que tenía, y Yah-
veh bendijo la casa del egipcio en atención a José, extendiéndose fa bendición de
Yahveh a todo cuanto tenía en casa y en el campo. El mismo dejó todo lo suyo en
manos de José y, con él, ya no se ocupó personalmente de nada más que del pan
que comía. José era apuesto y de buena presencia.• (Gn 39,5-6).
José y la seductora
Todo marchaba bien para José, hasta que la mujer de Putifar se fijó en él y
trató de convencerle pe faltar con ella a la fidelidad de su amo. José se negó defini-
tivamente tomando en consideración que todo el patrimonio de Putifar le había sido
confiado, excepto su mujer, y así se lo hizo razonar. "Ella insistía en hablar a José
día tras día, pero él no accedió a acostarse y estar con ella.• (Gn 39,10).
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Aprovechando un día el encontrarse ella con José en ausencia de todos los
demás siervos de la casa, trató de obligarle a prevaricar con ella, y al negarse a
hacerlo él, le arrebató su ropa y después de llamar la atención de los demás sier-
vos para que le fueran testigos de un supuesto atentado en su contra, al llegar a
casa Putifar, con la ropa en la mano le convenció de la culpabilidad del esclavo
hebreo en quien el amo había depositado toda su confianza. ªAl oír su señor las
palabras que acababa de decirle su mejor: -'Esto ha hecho conmigo tu siervo'- se
encolerizó. Y el señor de José le prendió y le puso en la cárcel, en el sitio donde
estaban los detenidos del rey.• (Gn 39, 19-20). Allí se quedó en presidio.
José encarcelado
ªPero Yahveh asistió a José y le cubrió con su misericordia, haciendo que se
ganase el favor del alcalde. El alcalde confió a José todos los detenidos que había
en la cárcel; todo lo que se hacía allí, lo hacía él. El alcalde no controlaba absolu-
tamente nada de cuanto administraba José, ya que Yahveh le asistía y hacía pros-
perar todas sus empresas.• (Gn 39,21-23).
José interpreta los sueños de dos cortesanos
Estado así las cosas a favor de José, sucedió que cayeron presos el jefe de
escanciadores o servidores del vino y el jefe de panaderos del Faraón por causa
desconocida dísgusta[on al rey, al punto que él los remitió al alcaide de la prisión
para que los mantuviera presos en su propia casa, no en la cárcel, donde también
alojaba a José, y encargó a éste que les proporcionara sus servicios. Y esto es que
en una misma noche ambos, escanciador y panadero, tuvieron un sueño cada uno,
lo cual los tenía preocupados pues deseaban tener su interpretación personal.
Contaron a José sus sueños de esta manera: el jefe de escanciadores soñó
que tenía delante una cepa, que es la vid, con tres sarmientos o ramas; de cada
sarmiento brotaban yemas que en seguida florecían y maduraban los racimos de
uvas. El tenia en la mano la copa del Faraón y exprimía en ella las uvas poniendo
en seguida la copa en manos del rey. José interpretó el sueño en el sentido de que ·
los tres sarmientos significaban que en tres días sería llamado por el monarca nue-
vamente a su servicio y lo repondría en su puesto y en sus labores.
Por el contrario, el jefe de panaderos soñó que tenía sobre su cabeza tres ces-
tas de pan candeal, que en la cesta puesta arriba de las otras había toda clase de
pan que solía comer el Faraón; pero venían los pájaros y se comían todo el pan de
la cesta superior, de encima de su cabeza. La interpretación de José fue en el sen-
tido de que en tres días el rey levantaría su cabeza, lo colgarían de un madero, y
las aves se comerían las carnes que lo cubrían.
Efectivamente, a los tres días el Faraón dio un banquete e hizo traer a su pre-
sencia al jefe de escanciadores, lo repuso en su cargo para que él mismo le sirviera
su copa. En tanto, el jefe de panaderos fue colgado tal como lo había predicho José.
José había pedido al jefe de escanciadores que ya repuesto en su cargo se
acordara de intervenir ante el Faraón a favor de él para que fuera liberado de la
prisión; el hombre se lo prometió, "Pero el jefe de escanciadores no se acordó de
José, sino que le echó al olvido.• (Gn 40,23).
Pero las cosas no quedarían así. Después de dos años el Faraón también tuvo
sueños, y mandó traer a todos los magos y sabios de Egipto para su interpretación.
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"Al cabo de dos años, Faraón soñó que se encontraba parado a la vera del río.
De pronto suben del río siete vacas hermosas y lustrosas que se pusieron a pacer
en el carrízal. Pero he aquí que detrás de aquéllas subían del río otras siete vacas,
de mal aspecto y macilentas, las cuales se pararon cabe (ne: al lado de; junto a)
las otras vacas en la margen del río, y las vacas de mal aspecto y macilentas se
comieron a las siete vacas hermosas y lustrosas. Entonces Faraón despertó.· (Gn
41,1-4).
'Y vuelto a dormirse soñó otra vez que siete espigas crecían en una misma
caña, lozanas y buenas. Pero he aquí que otras siete espigas flacas y asolanadas
(ne; mustias, a medio marchitar debido al calor del sol) brotaron después de
aquéllas y las espigas flacas consumieron a las siete lozanas y llenas. Despertó el
Faraón y he aquí que era un sue~o. · (Gn 41,5-7).
Lo primero que hizo el rey al despertar fue convocar a todos los sabios y magos
de Egipto a fin de que le dieran una interpretación, pero cuando todos ellos se de-
clararon incapaces de hacerlo -hasta entonces- el jefe de escanciadores vino a
recordar que José, su magnífico intérprete, seguía preso: un muchacho hebreo,
siervo del jefe de los guardias de la prisión, y le contó toda la historia que ya sabe-
mos sobre los sueños de él y del jefe de panaderos, así como de su interpretación
y diverso desenlace de ambos soñadores.
El Faraón ordenó que de inmediato fuera traído a su presencia José, a quien
relató sus propios sueños, pidiéndole una interpretación. A lo que éste respondió al
rey demostrando su fe: "No hablemos de mí, que Dios responda en buena hora a
Faraón." (Gn 41, 16). '
Refirió entonces el monarca sus sueños a José con la abundancia de detalles
que ya sabemos, des,:JUés de lo cual él respondió con prontitud: "El sueño de Fa-
raón es uno solo: Dios' Anuncia a Faraón lo que va a hacer. Las siete vacas buenas·
son siete años de abundancia y las siete espigas buenas, siete años son: porque el
sueño es uno solo. Y las siete vacas macilentas y malas que subían después de
aquellas, son siete años; e igualmente las siete espigas flacas y asoleadas, es que
habrá siete años de hambre. Esto es lo que yo he dicho a Faraón. Lo que Dios va a
hacer lo ha mostrado a Faraón. He aquí que vienen siete años de gran hartura en
todo Egipto. Pero después sobrevendrán otros siete años de hambre y se olvidará
toda la hartura en Egipto, pues el hambre asolará al país, y no se conocerá hartura
en el país, de tanta hambre como habrá. Y el que se haya repetido el sueño de
Faraón dos veces, es porque la cosa es firme de parte de Dios, y Dios se apresura-
rá a realizarlas.• (Gn 41,25-32).
Toma entonces el rey una resolución de importancia vital para Egipto, la cual
resultará trascendente dentro de la Historia de la Salvación por la repercusión que
tendrá en el futuro: "Ahora, pues, fíjese Faraón en algún hombre inteligente y sabio,
y póngalo al frente de Egipto. Hágalo así Faraón: ponga encargados al frente del
país y exija el quinto (ne: la quinta parte) a Egipto durante los siete años de
abundancia. Ellos re.cogerán todo comestible de esos años buenos que vienen,
almacenarán el grano a disposición de Faraón en las ciudades y lo guardarán. De
esta forma quedarán registradas las reseNas de alimento del país para los siete años
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de hambre que habrá en Egipto, y así no perecerá el país de hambre.• (Gn 41,33-36).
José, primer ministro
Entonces el Faraón comprendió sabiamente que en todo Egipto no encontraría
hombre prudente capaz de llevar a cabo el plan expuesto por José como no fuera
él mismo, de modo que lo colocó por encima de todas las autoridades del país, en
reconocimiento de su capacidad para salvar la situación que se avecinaba: •y dijo
Faraón a José: 'Después de haberte dado a conocer Dios todo esto, no hay enten-
dido ni sabio como tú. Tú estarás al frente de mi casa, y de tu boca dependerá todo
mi pueblo. Tan sólo el trono dejaré por encima de ti.' Dijo Faraón a José: 'Mira: te
he puesto al frente de todo el país de Egipto.' Y Faraón se quitó el anillo de la mano
y lo puso en Ja mano de José, Je hizo vestir ropas de lino fino y le puso el collar de
oro al cuello.• (Gn 41 ,39-42).
Tenía José en aquel momento treinta años de edad. Muchos honores rodearon
a José. Desde transportarse en la carroza segunda del rey hasta verse casado con
Asnal, la hija del sacerdote de On, en Heliópolis. Recibió diversos títulos, tales co-
mo Safnat Panéaj, que significa Dios está vivo (Gn 41,44-45).
Vinieron, efectivamente, los siete años de superabundancia, y José cumplió
cabalmente su labor de acumulación y almacenaje de los alimentos sobrantes, en
cantidad tal que se llegó a perder la cuenta de lo almacenado.
Durante los años de bonanza y gran acopio, su mujer Asnal le dío dos hijos:
Manasés el primero, y Efraim, ambos nombres de origen egipcio.
"Concluyéronse los siete años de hartura que hubo en Egipto, y empezaron a
llegar los siete años de hambre como había predicho José. Hubo hambre en todas
las regiones; pero en todo Egipto había pan. Toda la tierra de Egipto sintió también
hambre, y el pueblo clamó a Faraón pidiendo pan. Y dijo Faraón a todo Egipto: 'Id a
José: haced lo que él os diga.,. (Gn 41 ,53-55).
Este es un pasaje de gran significación que revela cómo Dios en la realización
de sus planes salvificos se vale de las segundas causas para cumplir sus fines:
José es la salvación de Egipto, y lo va a ser aún de los pueblos circundantes, a
grado tal que, así como el rey dejó en sus manos el acopio de viveres durante siete
años, ahora lo convierte su distribuidor prudente y sabio, manteniendo en él la total
autoridad sobre todo el país.
Los estudiosos de las Sagradas Escrituras han visto en José una figura del
Salvador del mundo Nuestro Señor Jesucristo. Obedeciendo la voluntad del Padre,
se humilló hasta lo último; a él le encomendó el Padre la misión de nuestra salva-
ción y le dio todo poder sobre cielos y tierra. Por eso le exaltó sobre toda criatura y
lo glorificó para siempre, pues dice san Pablo: "Tened entre vosotros los mismos
sentimientos que Cristo; el cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente
el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando la condición de sier-
vo haciéndose semejante a Jos hombres, y apareciendo en su potte como hombre;
y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte, y muerte de cruz. Por Jo cual
Dios le exaltó y Je otorgó el Nombre que está sobre todo nombre. Para que al nom-
bre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda
lengua confiese que Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios Padre.· (Flp 2,5-11 ).
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