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Las Cabras Testarudas

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LAS CABRAS TESTARUDAS

Había una vez un muchacho que trabajaba como pastor en Puerto Rico. Todos los días

llevaba sus cabras a pastar en libertad a la montaña. Al atardecer, el muchacho llamaba

a sus cabras con un potente silbido, y estas obedecían y llegaban hasta él. Era la hora de

regresar a la granja, y todas volvían en orden sin separarse de él.

Pero un día ocurrió lo siguiente: el pastorcillo silbó como de costumbre, pero las cabras

no regresaban. Él les gritó y seguían sin hacer caso. Y desesperado, después de gritar y

gritar y ver que seguían sin obedecer, se sentó en una piedra a llorar.

Entonces llegó un conejo. Se quedó mirándolo y preguntó:

- ¿Por qué lloras, muchacho?

Y él contestó:

- Mis cabras no me hacen caso. Y si no consigo que regresen a la granja, mi padre se va

a enfadar mucho y me castigará.

El conejo, pensativo, contestó:

- No te preocupes, yo te ayudaré. Yo las haré regresar.

Y el conejo se acercó a las cabras y comenzó a gruñir para que andaran, pero las cabras

seguían pastando sin inmutarse. El conejito, frustrado, se sentó junto al pastor en la

piedra y también comenzó a llorar. 

Y en esto que pasó por allí una zorra y preguntó:

- ¿Pero por qué lloras, conejito?

- Ay, zorrita, lloro porque el pastorcillo está llorando porque si no consigue que sus

cabras le hagan caso y lo sigan hasta la granja, su padre lo castigará. 

- Oh, no te preocupes. Seguro que yo lo consigo. Voy a intentarlo.


La zorra llegó hasta las cabras y comenzó a aullar con todas sus fuerzas. La verdad es

que daba bastante miedo, sin embargo, las cabras seguían pastando tranquilas.

Desesperada, se sentó junto al conejo y al pastor, y empezó a llorar.

Y entonces apareció un lobo, con cara de ser bastante feroz, y preguntó:

- Pero zorrita, ¿por qué lloras?

- Ay, lobo, es que el conejo llora porque el pastor se puso a llorar porque las cabras no

le hacen caso y si no consigue que lo sigan, su padre lo castigará.

- Uy, déjame eso a mí, zorrita. Yo conseguiré que las cabras se muevan. 

Y el lobo, con su presencia feroz, se acercó hasta las cabras y aulló con todas sus

fuerzas, enseñando bien los colmillos afilados. Pero las cabras parecían no ver nada. Ahí

seguían en el campo pastando tranquilas. El lobo, sorprendido, se fue con el resto de

animales y el pastor y comenzó a llorar.

En esto que se acercó volando una pequeña abeja y al ver aquello, preguntó...

- Pero lobo, ¿por qué lloras?

- Ay, abeja, es que la zorrita llora porque el conejo llora porque el pastor estaba llorando

porque sus cabras no le hacen caso y si no consigue que regresen a la granja, su padre lo

castigará. 

- ¿Es eso? Pues no te preocupes, que yo sé cómo hacerlas volver. 

- ¿Con lo pequeña que eres? - contestó el lobo- ¡No te harán caso!

La pequeña abeja, aunque dolida por esas palabras, decidió intentarlo. Así que se fue

hacia el rebaño de cabras y empezó a zumbar cerca de ellas con todas sus fuerzas. La

verdad es que era un zumbido muy molesto, así que las cabras dejaron de comer para

intentar taparse los oídos. Sin embargo, no se movían de su sitio.

La abejita no se dio por vencida y decidió probar algo diferente... Fue entonces cuando

la abeja enseñó su aguijón y se lo clavó a una de las cabras, la más anciana, y que
además era la lideresa del rebaño. La cabra, al sentir el picotazo, salió corriendo hacia la

granja despavorida. Y las demás cabras, al ver que su lideresa regresaba a la granja, la

siguieron. 

El pastor, el conejo, la zorra y el lobo miraron asombrados la escena. Después miraron a

la pequeña abeja, muertos de la vergüenza por no haber creído en ella. El pastor le pidió

perdón:

– No sabes cómo lo sentimos, abeja. Nos reíamos de ti y nos has dado a todos una gran

lección. Muchas gracias por ayudarme.

- No hay de qué, pastorcillo - Y sonriendo, se alejó por donde había venido.

El pastorcillo agradeció a todos su ayuda y regresó a su casa pensando en la gran

lección que acababa de aprender ese día: Lo importante no es ser más fuerte ni más

grande. No es ser más agresivo. Lo importante es confiar en uno mismo y perseverar

hasta el final.

ACTIVIDADES DE APRENDIZAJE

1. RESPONDE LAS SIGUIENTES PREGUNTAS:

- ¿Por qué lloraba el pastor?

- ¿Qué animales le intentaron ayudar? ¿Cuál de ellos lo consiguió?

- ¿Por qué el animal más pequeño logró que las cabras se movieran?

2. DIBUJA LA ESCENA QUE MÁS TE GUSTÓ.

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