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Tengo Los Pies en La Cabeza de Bericha L PDF

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Primera versión recibida: marzo 15 de 2007

Versión final aceptada: abril 15 de 2007

Luis Fernando Restrepo, Universidad de Arkansas*

Tengo los pies en la cabeza,


de Berichá, los u´wa y los retos
de la cultura del reconocimiento

Resumen
Se examinan tres aspectos de la obra Tengo los pies en la cabeza, de Berichá: primero,
se analiza su hibridación genérica entre biografía, memoria, autoetnografía y testimonio,
cuyos quiebres discursivos evidencian la contradictoria interpelación de los intelectuales
indígenas a la cultura letrada; segundo, se la estudia como una parte de los procesos
interculturales que caracterizan los nuevos movimientos indígenas latinoamericanos,
que entablan coaliciones nacionales e internacionales; tercero, se miden las distancias
entre este texto nativo y otros que apelan al discurso de los derechos humanos.
Palabras clave: U´wa, tunebo, testimonio, subalternidad, derechos humanos,
intelectuales nativos, movimientos indígenas.

* Profesor titular de Estudios Latinoamericanos y director del programa de Literatura Comparada y


Estudios Culturales en la Universidad de Arkansas. Ha publicado Antología crítica de Juan de Caste-
llanos (2004) y Un nuevo reino imaginado: las elegías de varones ilustres de Indias (1999) además de
artículos en Cuadernos de Literatura; Estudios de Literatura Colombiana; Revista Iberoamericana, y
Thesaurus. Becario Fulbright; profesor visitante en la Pontificia Universidad Javeriana y la Universidad
de Antioquia. Actualmente está terminando un libro sobre la memoria muisca y el Estado nacional.
Correo electrónico: lrestr@uark.edu

Cuadernos de Literatura, Bogotá (Colombia), 11 (22): enero - junio de 2007 (153-167) 153
Luis Fernando Restrepo

Abstract
Tengo los pies en la cabeza by Berichá, the u´wa and the challenges of the culture
of the recognition

Three aspects related to this text are examined. First, its formal hybridity makes a
text that cannot be classified under biography, memoir, autoetnography or testimonio.
Its discursive fissures represent the contradictory efforts by native intellectuals to in-
terpelate the hegemonic culture. Second, this text is viewed in the context of the new
indigenous movements in Latin America, with are establish national and international
alliances. Third, the article examines the difference between this text and other native
texts that appeal to the Human Rights discourse.
Key words: U´wa, Tunebo, testimonio, subalternity, Human Rights, Native Inte-
llectuals, indigenous movements.

Este trabajo examina un texto que ha sido considerado como una autoetnografía
o testimonio de una mujer indígena u´wa o tunebo, llamada Esperanza Aguablanca,
o Berichá, en su lengua. Tengo los pies en la cabeza fue publicado en 1992 en el
contexto de transformaciones significativas en las culturas políticas nacionales e
internacionales respecto de las culturas indígenas1. Por ejemplo, mediante una nueva
Constitución (1991), traducida a siete idiomas indígenas, Colombia reconoció ser un
país multilingüe y pluricultural (i.e. artículos 7 y 10 del Preámbulo), y en el ámbito
internacional, el reconocimiento internacional de los derechos colectivos de los
pueblos indígenas, sancionado por el Convenio 109 de la Organización Internacio-
nal del Trabajo en 1989, además de otros reconocimientos de gran valor simbólico,
como el otorgamiento del premio Nobel de la Paz a Rigoberta Menchú, en 1992, y
la posterior declaración de la Década de los Pueblos Indígenas, de Naciones Unidas
(1994-2004). Es precisamente en esta nueva coyuntura histórica que cobra renovado
interés la literatura testimonial indígena y la llamada etnoliteratura. Pero, ¿cuál es el
lugar del testimonio y la etnoliteratura en este nuevo contexto? ¿Es esta producción
cultural un fenómeno aparte de la ciudad letrada? ¿En qué medida el testimonio y
la etnoliteratura contribuyen a la consolidación de alianzas políticas y relaciones de
solidaridad en el ámbito nacional e internacional?
Tengo los pies en la cabeza es un texto que permite examinar la contradictoria
relación de intelectuales indígenas con la cultura letrada hegemónica. La interpelación

1
Este proceso está también relacionado con el reconocimiento de las diferentes minorías y la diversidad
étnica de los Estados nacionales. Véase Gutmann (1994), en particular el ensayo de Charles Taylor
sobre la política del reconocimiento y la respuesta a Taylor de Jürgen Habermas. El caso de los u´was
y los límites del multiculturalismo es examinado con gran rigor por Ángela Uribe Botero (2005).

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tengo los pies en la cabeza, de berichá, los u’wa y los retos de la cultura del reconocimiento

de los intelectuales indígenas a la cultura letrada es un proceso bastante contradictorio


en el que se busca la validación de la cultura oral y las formas de saber nativas a través
de la cultura que los ha negado, la cultura letrada. Asimismo, los textos indígenas
entran en el mercado editorial en condiciones no menos contradictorias. En el caso de
Tengo los pies en la cabeza, su publicación fue auspiciada por la Asociación Cravo
Norte, que estaba financiada por Ecopetrol y la Occidental de Colombia (Oxy), contra
quienes se enfocaría la lucha u´wa por la defensa de su territorio. Las contradicciones
de esa inserción en los circuitos de la cultura letrada quedan plasmadas formalmente
en el texto mismo. El resultado es un texto híbrido y fragmentado. Primero examina-
remos las fisuras que presenta el texto mismo, dividido en tres secciones que parecen
moverse en tres registros diferentes. Estas fisuras son bastante ilustrativas del espacio
contradictorio que tratan de negociar los intelectuales nativos y de los tipos de saberes
que se entrecruzan y confrontan allí mismo, además de los diferentes lugares que el
saber ocupa en la sociedad hegemónica y en las sociedades tradicionales. Quizás
por esto, Tengo los pies en la cabeza es un texto que no se deja ubicar fácilmente en
ningún género y que, ambiguamente, parece ser testimonio, autoetnografía, biografía
y memoria2.
El segundo aspecto que trataré es la manera como la obra Tengo los pies constituye
una memoria del surgimiento del movimiento indígena u´wa, que precede en más
de una década a la nueva Constitución de 1991, un hecho que es importante tener
en cuenta para reconocer la agencia histórica de los pueblos indígenas, los cuales no
han estado pasivos esperando que se les otorguen derechos. Se trata de movimientos
sociales que abarcan una amplia red social que no puede desconocerse, pero en la
cual los académicos, especialmente los literatos, son una minoría que brilla por su
ausencia (nuestra ausencia). Los nuevos colaboradores serán antropólogos, asesores
jurídicos, defensores de derechos humanos, ambientalistas y feministas, etc.
La ausencia de los estudios literarios en este cambiante escenario es el tercer pun-
to que trataremos en este ensayo. Es diciente que Tengo los pies en la cabeza haya
quedado prácticamente en el olvido mientras que en la última década los u´wa han

2
Históricamente, el testimonio registra la voz de sujetos al margen de la cultura letrada. El texto es
generalmente editado y escrito por un mediador letrado, escritor, periodista o antropólogo. La au-
toetnografía, en contraste, es el texto escrito por un escritor nativo que se representa a sí mismo y
a su cultura en sus propios términos y a veces apropiándose de los paradigmas y las herramientas
conceptuales hegemónicos para la representación del Otro. Nueva corónica de Guamán Poma ha sido
considerado como un ejemplo de la autoetnografía. En cuanto a la autobiografía y la memoria, la pri-
mera está asociada generalmente con la historia individual (burguesa) y la segunda, la memoria, con
un recuento de la vivencias individuales en un marco social e institucional más amplio. Por ejemplo,
en La nieta de los mayas, Rigoberta Menchú narra la historia de su participación en organizaciones
como Naciones Unidas y pone énfasis a su trayectoria en la vida pública como activista. Por lo tanto,
es más una memoria que una autoetnografía o testimonio.

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Luis Fernando Restrepo

logrado llevar sus reclamos al ámbito nacional e internacional por caminos diferentes
al de la cultura editorial, por la vía jurídica, mediante marchas políticas, comunicados
internacionales o incluso la amenaza pública del suicidio colectivo3. Se trata de ver
entonces cómo este texto revive los debates sobre el lugar del saber académico en los
proyectos de justicia social y sobre nuestra relación con el sufrimiento de los demás.
En particular, nos interesa considerar la mediación literaria o textual del dolor. El
hecho es que el texto de Berichá, aunque sí tiene algunas descripciones y reclamos
por abusos generales y por la violencia de la colonización, no apela a la cultura de los
derechos humanos con detalladas historias de torturas y sufrimiento, como lo hacen
otros testimonios con su retórica de la urgencia. ¿Cómo leerlo entonces?

El Pharmakon americano: escritura y memoria


u´wa en Tengo los pies en la cabeza
La escritura es ambiguamente un remedio y un veneno que permite la recolección
del pasado, pero conlleva el olvido o una preocupante sustitución de la memoria viva.
Esta reflexión sobre los efectos de la escritura se encuentra en la historia occidental
desde el Fedro de Platón (Derridá)4. Desde este punto de vista, puede decirse que
el texto de Berichá sólo nos ofrece las trazas sin vida de los cantos de los Uejená y
Mansená (los chamanes), en los cuales el vuelo de las simutas (tijeretas) recrea el
territorio ancestral u´wa y ruira (el petróleo) es la sangre sagrada de la tierra que
sostiene el equilibrio del mundo5. Por lo anterior, Tengo los pies en la cabeza es un
texto que pone en un mismo libro las distancias abismales entre el mundo de los
cantos y el mundo occidental.
En general, el texto trata sobre la vida de Berichá, comenta los efectos del capi-
talismo y la sociedad occidental en los u´wa, recuenta la organización política de las
comunidades y hace una descripción etnográfica de la cosmovisión y la vida social de

3
Desde que el gobierno colombiano concedió licencia de exploración y explotación petrolera en territorio
sagrado de los u’was, en 1992, estos han hecho múltiples esfuerzos por bloquearla, incluso recurrieron
a la amenaza de un suicido colectivo, en 1995. La batalla legal de los u’was es bastante complicada
y ha generado una amplia bibliografía. Lo lento y complejo del proceso jurídico tiene como efecto
desarticular o desacelerar la solidaridad de la comunidad nacional e internacional, fenómeno que se
comentará más adelante en este ensayo. Véase Garavito y Arenas (2005, 241-266).
4
En Dissemination, Derridá señala que más que una postura antisofista, lo que le preocupa a Platón es
que la escritura introduce la ambigua presencia y ausencia de la memoria (y, por lo tanto, del saber),
creando la imposibilidad de separar entre la verdad y su simulacro (109). Si la memoria como tal
es constituida por lo ausente, es en últimas un sustituto o suplemento de lo ausente. La escritura de
la memoria sería entonces un sustituto de un sustituto en la cual la verdad queda fundada sobre una
doble y problemática condición suplementaria. Esta reflexión sobre la verdad en Occidente es preciso
replantearla en relación con el choque epistemológico de la colonización y de la apropiación de los
saberes nativos.
5
Véase Ann Osborn (1985, 1995).

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tengo los pies en la cabeza, de berichá, los u’wa y los retos de la cultura del reconocimiento

este pueblo indígena. Se trata de un texto bastante híbrido, formal y temáticamente,


cuya textura discursiva merece mayor atención crítica de la que se le ha prestado.
Más que un ejercicio retórico, se trata de ver cómo en el texto mismo, en sus quiebres
discursivos, están patentes las tensiones del nuevo escenario político en el cual vienen
surgiendo numerosos movimientos indígenas a lo largo y ancho de las Américas, en
un proceso donde se agotan los mapas, las narrativas y las categorías que den cabal
cuenta de la irrupción de los nuevos actores sociales. Es un texto que suscita también
una reflexión sobre la recepción académica de textos indígenas como este.
Uno de los pocos artículos críticos sobre el texto que hemos podido encontrar
es el trabajo de Marcela Velazco Jaramillo, quien denomina el texto como “auto-
biografía” o “testimonio”, sin cuestionar estas etiquetas ni su bagaje histórico. Sin
embargo, Velazco Jaramillo señala agudamente el proceso de toma de conciencia de
Berichá, quien pasa de ser la “Esperancita” que usan los misioneros a ser Berichá,
la activista (113). Por esto, Velazco Jaramillo concluye que “al principio este relato
surge de un proyecto individual para recuperar su identidad y conocer a su gente,
y luego pasa a ser más colectivo” (122). Se trata, por lo tanto, de un proyecto que
trasciende el marco individual de la autobiografía. Ni en la presentación del libro
ni en su carátula aparece esa terminología. Los presentadores Miguel Vázquez y
Clara Mariana Riascos incluyen un fragmento del propio texto de Berichá, el cual
citan como “Diario personal de Berichá”. En su texto, la propia Berichá describe
su trabajo como un libro (7), “mi libro”, “mi historia” (31, 44) o como cuaderno o
papeles. Según Berichá, el proyecto de escribir un libro surge de un encuentro con
un par de colaboradoras, las enfermeras Josefina Perdomo y Clara Cecilia Vázquez,
quienes jugaron un papel importante en la elaboración de los reclamos territoriales y
la distancia del modelo tutelar de los misioneros6. Berichá comienza su trabajo con
una etnografía en reversa: “[Las enfermeras] vinieron a trabajar con u´wa en saludo
y fueron bien recibidas por las autoridades tradicionales, pero su presencia no fue
del agrado de los misioneros. Para desahogar mis sentimientos y los problemas que
tenía, me dediqué a escribir sobre el trabajo de ellas; y aprovechando esta ocasión,
me propuse también escribir mi historia” (31).
El proyecto individual se convierte luego en un proyecto colectivo, apoyada por
Clara Mariana Riascos: “Este estímulo me sirvió para reanudar mi trabajo de escribir
no solamente la historia de mi vida sino la historia u´wa” (44). Berichá expresa que
“escribir toda la historia u´wa representaba un trabajo muy extenso” y que “no sabía
como comenzar”, por lo cual opta por contar su historia, pero luego termina también
incorporando no solamente su historia “sino la historia de un grupo que estaba a

6
Las enfermeras llegaron a donde los u’wa a implementar un programa de salud del departamento de
Boyacá. Según Berichá, los líderes y Uejená lo aceptaron con recelo “con la condición de que se les
ayudara para lograr la recuperación de las tierras ancestrales u’wa” (37). De esta iniciativa surgieron
los cabildos u’was, la recuperación de tierras y la unificación del resguardo u´wa.

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punto de ver extinguida su cultura tradicional” (44). En esta doble labor, la historia
individual y la colectiva no están escindidas completamente, aunque sí hay un quie-
bre discursivo palpable en las tres secciones que comprende el libro: “Así fue como
empecé a vivir”, “Lo que he oído de mi mamá y los viejos” y “Algunas costumbres
actuales de mi pueblo”.
La primera parte, “Así fue como empecé a vivir”, es más una memoria de su vida
que una autobiografía, pues es contada primordialmente a partir de su relación con el
pueblo u´wa y con misioneros, antropólogos, lingüistas, activistas, etc. La segunda
parte, “Lo que he oído de mi mamá y los viejos”, es una serie de relatos “míticos”
sobre la creación u´wa, un tipo de resumen o sustituto del saber de los Uejená,
ofrecido para el recuerdo de sus cantos. Pero clasificar a estos relatos como míticos
tiene como consecuencia sacarlos de la historia y también negarles su validez como
saber orgánico. Por ejemplo, se incluye un relato sobre Sisama, un tipo de demonio
u´wa, que en cierto momento aparece “en forma de hombre blanco uniformado y
armado” (101). En esta frase tenemos un personaje mítico que irrumpe en el tiempo
histórico, condensando la historia de la colonización española y la de las arremetidas
del Ejército colombiano contra los u´wa. Estos relatos de la segunda parte también
podrían ser clasificados como etnoliteratura, una etiqueta que sirve en cuanto llama
la atención hacia los elementos narrativos y performativos de los relatos/textos, pero
que es insuficiente porque no da cabida a la compleja forma de organización y circu-
lación de los saberes nativos. En lo que parecen ser cuentos de seres fantasmagóricos,
encontramos condensado el saber nativo. Un ejemplo es la historia de Konara, una
niña cuya aparición es temida por los u´wa. Berichá cuenta que Konara degolló a un
niño que jugaba con una calabaza con otros niños y, sin que ellos se dieran cuenta,
les cambió la calabaza por la cabeza del niño (101-106). Sin duda se trata de un re-
lato complejo que para entender hay que entrar en el universo simbólico u´wa y sus
tradiciones narrativas.
La tercera parte del texto, “Algunas costumbres actuales de mi pueblo”, es más
una etnografía, escrita en tercera persona, sobre diversos aspectos de la vida u´wa,
tales como el trabajo, la cacería y varios rituales y celebraciones. Si la primera parte
está marcada por el “ahora” de lucha colectiva u´wa, la segunda y tercera partes están
concebidas a partir de un pasado perdido o en proceso de desaparición: “antiguamente”,
“en la actualidad han desaparecido”, “todavía se encuentra”, etc. En la tercera parte
hay un quiebre temporal significativo. Se pasa de un presente cargado de vitalidad
a un presente marcado por el desequilibrio. Las primeras páginas recuentan en el
presente los rituales del nacimiento, la iniciación de los niños a la caza y el ritual de
la kókora que marca la pubertad de las jóvenes (109-124). Esta vitalidad del presente
podemos verla en el áta, el ritual de la purificación de los alimentos: “En este rito
le dan al niño una especie de seguro de vida cuando le colocan al cuello un caracol
(a las niñas) o un diente de animal de cuatro patas (a los niños), les untan agua en el
pecho y en la espalda al tiempo que dicen el nombre del niño” (111).

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tengo los pies en la cabeza, de berichá, los u’wa y los retos de la cultura del reconocimiento

Ciertamente, se trata de un presente ritual que se recrea continuamente y mantiene


la continuidad en el cambio. Sigue una sección que comienza con el título “Salud y
enfermedad”, seguida de un recuento de las formas del trabajo, la pesca, la cacería y el
derecho a la tierra. Toda esta sección está narrada en pasado, en pretérito imperfecto,
en un “antiguamente” que marca una ruptura irreparable. Por ejemplo, “antiguamente
la gente se enfermaba poco” (125) y “antiguamente, en el territorio u´wa la tierra era
de todos” (129). Berichá nota que la enfermedad para los u´wa es un estado de des-
equilibrio de las fuerzas de la naturaleza que tiene que ser restituido mediante el canto
de los Eujená (125). Por consiguiente, queda implícito en el texto que el presente es
un tiempo desequilibrado.
Esta es una ruptura temporal significativa que no es igual a la melancolía de la
sociedad capitalista burguesa por un mundo perdido que nos describe Roger Bartra,
en cuanto es un texto que se produce para una lucha por contrarrestar la arremetida
colonizadora. El dolor por la pérdida configura un nuevo sujeto que se afirma a partir
de un proceso de recolección de la memoria, proyectada hacia el futuro: “Aún que-
dan gran cantidad de tierras por recuperar [...] Los indígenas u´wa se mantendrán en
pie hasta lograr la recuperación total de sus tierras ancestrales como una necesidad
primordial para la supervivencia de la generación presente y futura” (43). Pero en el
texto subyace una experiencia del tiempo radicalmente diferente. La afirmación de la
memoria u´wa es dislocada de la linealidad del tiempo occidental e insertada en un
tiempo cósmico cíclico de destrucción y regeneración: “Cuando acabe este mundo,
Sira hará otro mundo igual que el de ahora donde los u´wa podrán dialogar nuevamente
con los dioses” (57).
El libro está claramente concebido dentro de un proceso de negociación cultural
ante la cultura occidental, donde se entablan ciertos límites culturales, un antes y un
ahora y unos espacios internos y externos, que dotan de sentido a las demandas po-
líticas de autonomía indígena. Estos espacios son precisamente los que trata Joanne
Rappaport en Intercultural Utopias: Public Intellectuals, Cultural Experimentation,
and Ethnic Pluralism in Colombia (2005)7. Rappaport describe cómo el territorio de
Tierradentro es un espacio ambiguo. Si bien para los intelectuales nasas Tierradentro
es un tipo de reserva cultural que otorga legitimidad a quienes viven allá, la realidad es
que se trata de un espacio atravesado por el conflicto armado nacional y del capitalismo
global que trae el narcotráfico (33).
Berichá resalta la importancia de vivir en el territorio u´wa, pero también se trata
de un espacio que no está por fuera de los conflictos nacionales. El texto relata su
diálogo con misioneros y misioneras, intelectuales y representantes del gobierno,
pero también revela que es un intercambio que se da bajo condiciones de violencia:

7
El ensayo de Joanne Rappaport en este número de Cuadernos de Literatura (123) es el epílogo de
este libro.

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en un momento dado, Berichá tiene que quemar sus papeles por las amenazas y las
requisas que hace el Ejército (44).
Se trata, pues, de una intelectual orgánica situada en un espacio intersticial, un
espacio que no es nada natural ni fijo, sino que ha sido históricamente labrado. Eso
es precisamente lo que logra narrar el texto, una historia de choques y diálogos inter-
culturales que comienza a los siete años cuando es llevada a vivir con las misioneras
teresianas. Con una educación primaria, participa en la construcción de misiones y
se convierte en maestra de la escuela de Cobaría. En 1964, aprende el dialecto u´wa
de aquella región, participa en la elaboración de una gramática u´wa y colabora en la
traducción de la Biblia a este idioma para el Instituto Lingüístico de Verano8. En los
años 1968-1970, se convierte en la informante para la misionera María Elena Márquez,
quien la lleva a Medellín. Allí les enseña u´wa a las religiosas. En 1973, trabaja con el
padre Astete en la elaboración del Evangelio según San Marcos, publicación de la que
Berichá nunca vio el resultado, según ella resalta. En 1974, es llevada a Bogotá para
servir de informante de varios antropólogos (25). En su registro se palpan los límites
que constituían aquella intervención, marcada por una doble negación: “Nuevamente
nos llevaron a Bogotá, a un curso de Antropología, no para que yo recibiera clases,
sino para que sirviera de informante. Solamente me permitieron como asistente puesto
que no tenía sino estudios de primaria” (25; énfasis agregados). Primero, se niega la
posibilidad de un diálogo que beneficiara a ella o a los u´wa; segundo, se la descalifica
como una interlocutora válida, por carecer educación formal.
En cierta forma, el texto de Berichá es una autoetnografía, aunque ella misma toma
distancia del saber profesionalizado:

Este trabajo es fruto de experiencias personales, charlas, conversaciones y viven-


cias; no digo que investigaciones sino consultas a inquietudes que me surgieron.
A cualquier hora del día o de la noche podía preguntar a mi mamá las dudas que
tenía. En ocasiones nos entreteníamos contando historias hasta la medianoche,
esto lo hice sin tener todavía un cuaderno. Luego, tomaba apuntes, anotaba, y
si algo se me olvidaba, volvía a preguntar para aclarar todo (46).

Claramente, aquí hay una forma de saber no sistemático ni completamente instru-


mentalizado, sino que surge de formas de vivir, y no por inquietud de un etnógrafo,
sino por inquietudes propias y de la comunidad. El proyecto de libro tiene como
fin el reconocimiento de la validez del saber u´wa, pero en esta cita se sugiere que
la escritura no sustituye los cantos de los ancianos ni las historias de su madre y de la
comunidad. Berichá dice que tras escribir sobre algún tema volvía a sus parientes a

8
El Instituto Lingüístico de Verano llegó a Colombia en 1962, en un convenio que lo convertía en asesor
de la División de Asuntos Indígenas del Ministerio de Gobierno para realizar un trabajo científico,
que no incluía ni la evangelización ni la traducción del evangelio (Friedemann 26).

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tengo los pies en la cabeza, de berichá, los u’wa y los retos de la cultura del reconocimiento

preguntar para aclararlo todo (46). En este sentido, es significativo que no haya dentro
del libro ninguna validación del conocimiento académico sobre los u´wa, sino que se
resalta la comunidad como el principal depositario del saber tradicional, de la memoria
viva, pese a que la escritura parece servir de remedio para el olvido de los cantos de
los Uejená. Berichá percibe una ruptura entre el saber tradicional u´wa y la memoria
actual. Del primero no quedan sino sus trazas: “Pero la entrada de la colonización a
nuestras tierras ya estaba pronosticada por los antiguos Uejená más sabios antes de
que murieran. Ellos anunciaron que la verdadera cultura se iba a acabar mezclándose
con una nueva ciencia inventada por nuevos Uejená. Esta nueva ciencia sería menos
fuerte, con menos capacidad para solucionar los problemas que surgieran” (33).

Diálogos interculturales y nuevos actores sociales


Tengo los pies en la cabeza es un texto que surge de inquietudes de la propia
Berichá, pero también como parte de un proceso de organización de las comunidades
indígenas. Este punto es importante en el debate del multiculturalismo, pues la cuestión
no se reduce a un proceso unidireccional donde el Estado reconoce y otorga derechos
a sus minorías étnicas. Tal perspectiva invisibiliza la tortuosa y larga historia de recla-
mos de justicia de los pueblos indígenas y también tiende a desconocer la participación
de sectores de sociedad civil a través de instituciones bastante heterogéneas (ONG,
ambientalistas, organizaciones de defensa de los derechos humanos, etc.)9.
Berichá afirma que su tío, un Uejená, le había pedido que escribiese la historia de
los u´wa, que les explicara a los Rioa (blancos) quiénes eran ellos. Así lo expresa: “Me
pareció que el conocimiento de la historia era una necesidad: Las mismas comunidades
lo estaban solicitando” (45). En efecto, el texto evidencia el surgimiento y la formula-
ción de un movimiento indígena que data más de una década antes de la Constitución
Política de 1991, cuya dinámica no se limita al ámbito del Estado nacional.
En su estudio sobre los movimientos indígenas que han surgido en las últimas
décadas en Latinoamérica, Jean Jackson y Kay Warren resaltan la aparición de una
conciencia intercultural bastante dinámica que se mueve en diversos niveles: loca-
les, nacionales, regionales, globales (564). Se trata de movimientos transnacionales

9
En este aspecto es clave el debate sobre qué significa participación en las democracias pluricultura-
les. En el caso de los u’wa, el Estado colombiano limita considerablemente lo que se entiende por la
participación que ellos tienen en la asignación de licencias de explotación. Los u’wa rechazan que
verdaderamente se les haya tenido en cuenta en la “consulta previa” que dicta la Ley 99 de 1993: “Se
quiere mostrar que el solo hecho de participar en reuniones por parte de las comunidades indígenas
con el gobierno y Ecopetrol es el cumplimiento con la Consulta Previa. Aún cuando las comunidades
han expresado su desacuerdo con el proyecto de exploración petrolera, con el procedimiento mismo
de la consulta y se niegan a participar de la misma, el Consejo de Estado considera que la sola parti-
cipación en reuniones es la consulta” (Comunicado u’wa, 31 de diciembre, 2006).

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Luis Fernando Restrepo

con colaboración de grupos de derechos humanos, feministas, protectores del medio


ambiente, laborales, etc. En gran medida se trata de movimientos que nacieron como
fenómenos transnacionales (551). El hecho es que estos movimientos no pueden
concebirse como el resultado de las acciones colectivas de sujetos fijos, sino de una
profunda transformación, muy creativa y dinámica, de los pueblos indígenas para
formular demandas políticas y culturales que van más allá de la soberanía del Estado
nacional y los derechos establecidos por las democracias liberales.
El texto de Berichá ejemplifica en parte ese proceso de emergencia de los movi-
mientos indígenas y su radical transformación. En 1983, en un estratégico qui pro
quo, las comunidades u´wa accedieron a la implementación de un plan de salud estatal
a cambio de ayuda en la gestión de la recuperación de tierras. Para esta iniciativa
los u´wa se benefician de la labor que venían adelantando las otras organizaciones
indígenas del país, como el Concejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), fundado
en 1971, o la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC), fundada en
1982. Estos grupos venían organizándose legalmente en una institución colonial, los
cabildos indígenas. Los u´wa nunca fueron organizados en cabildos, pero Berichá
cuenta que de esa forma lograron el reconocimiento legal del gobierno: “A través
de los cabildos era posible lograr relaciones con otras organizaciones populares e
indígenas del país en el nivel local, regional, nacional e internacional; ello significaba
unirse en una sola lucha con los demás indígenas” (41). Sin embargo, Berichá señala,
pronto se dieron cuenta de que las comunidades no tenían experiencia en el sistema
de cabildos y sus funciones. Berichá participó directamente en ese proceso al ser
asignada a enseñarles a firmar a las autoridades de los recién configurados cabildos y
también sirvió de asesora a los caciques de Tegría, Bócota y Rotarbaría: “Mi trabajo
con estas comunidades fue de asesoramiento y colaboración; los acompañé en todos
los primeros pasos de su organización, y aparte de su firma les ayudaba a pensar y
hablar; les hacía las cartas, los memoriales, les colaboraba en la organización de los
programas con la gente del Instituto Colombiano para la Reforma Agraria (Incora) y
de Asuntos indígenas” (38-39).
Este proceso colectivo no queda escindido de la historia personal de Berichá;
más bien parece ser la historia colectiva la que le da sentido a su historia individual.
Y aunque Marcela Velazco Jaramillo resalta que la historia de Berichá es la de la
liberación de una mujer indígena –como se señaló arriba, de cómo “Esperancita”,
la indígena bajo la tutela de las religiosas se convierte en Berichá–, en el texto vemos
narrada esta ruptura primeramente desde un “nosotros” (113). Tras asistir a un curso de
liderazgo y organización comunitaria, Berichá se preguntaba: “¿Por qué las monjitas
no nos enseñaban esas cosas? Comencé a echar cabeza y se me vino a la mente que
las hermanas no querían que nosotros u´wa, aprendiéramos esas cosas pues no les
convenía que u´wa tuviera alitas para volar” (26).
Si bien la expresión “tener alas para volar” es común en castellano, la metáfora de
volar como una toma de conciencia y de independencia cobra nuevo sentido, si se la

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tengo los pies en la cabeza, de berichá, los u’wa y los retos de la cultura del reconocimiento

piensa desde el universo simbólico u´wa: el vuelo de las Simutas, las águilas tijeretas,
representa a Mansená o mujer madre. En su canto sagrado hace un recuento de “todas
las comunidades puestas bajo su cuidado, enumera los árboles que simbolizan los
ancianos, es decir, hace un recuento de todo Uejená de las comunidades u´wa” (29).
Esta conexión entre los cantos de los Uejená y Mansená y la propia toma de conciencia
está implícita en el texto mismo. La sección que narra cómo deja de ser “Esperancita,
la sumisa” y toma alas propias está seguida, tras tres asteriscos (***), del episodio
en el que narra que la docencia la lleva a vivir con la comunidad u´wa de Tauretes:
“Me gustaba oír cantar a Uejená y hablar sobre nuestras costumbres; en especial me
llamaba la atención oírlos hablar acerca de nuestra propia religión, y además escu-
chaba frecuentemente a mi mamá que contaba las historias de los antepasados” (31).
Por consiguiente, si sabemos por la propia Berichá que su madre era una Mansená y
mucho de lo que ella recuenta proviene de lo relatado por su tío y otros Uejená, ¿no
puede decirse acaso que Tengo los pies en la cabeza es en cierto modo un texto que
traduce el canto de los Uejená y las Mansená?
El último aspecto abordado en este ensayo tiene que ver con el modo de leer este
texto. Más que una respuesta o un programa de lectura, lo que se quiere resaltar son
los retos que plantea leer un texto de estos desde la academia.

Historias tristes, cultura política y academia


Como se mencionó al principio de este ensayo, la licencia que el gobierno colom-
biano otorgó en 1992 a la Occidental de Colombia para la exploración y extracción del
petróleo en el llamado bloque Samoré generó una serie de respuestas en los ámbitos
nacional e internacional de las comunidades u´wa. La nueva Constitución colombiana,
con sus promesas de construir una democracia pluricultural, ha resultado ineficaz para
mediar en este conflicto, y tras una larga y tortuosa lucha política y jurídica, el gobierno
autorizó a Ecopetrol para reanudar actividades el año 2006, y a principios de 2007 los
buldózeres comenzaron una nueva arremetida en el territorio ancestral u´wa.
Largo y complicado, el proceso político y jurídico que han seguido los u´wa lo
resumimos brevemente aquí. En 1995, ganaron una demanda para detener la explota-
ción petrolera10. En menos de un mes el fallo fue revertido por la Corte Suprema (19
de octubre, 1995). En el 3 de febrero de 1997 la Corte Constitucional revierte el fallo
de la Corte Suprema basándose en la autonomía dada a los pueblos indígenas en la
nueva Constitución y en el Artículo 169 de la OIT. Un mes después (4 de marzo), el
Consejo de Estado se pronunció diciendo que el Estado no estaba legalmente obligado
a consultar y llegar a un acuerdo con las comunidades indígenas para conceder licen-

10
Fallo de la Corte Superior de Bogotá, 14 de octubre, 1995.

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cia de explotación del subsuelo11. Tras esto, los u´wa empezaron una fuerte campaña
en Europa, Estados Unidos y Latinoamérica. En 1997, una comisión de la OEA y
el Instituto de Resolución no Violenta de Conflictos, de la Universidad de Harvard,
recomendó al gobierno colombiano la suspensión de la exploración y explotación del
bloque Samoré y un mayor reconocimiento de las autoridades u´wa. En 1998 los u´wa
ganaron el premio Goldman al medio ambiente por la cuantía del cien mil dólares y
en el año 2001 sus campañas en el exterior con Amazon Watch, Rain Forest Action
Network, Amazon Alliance y otras organizaciones lograron que Fidelity Investments,
una de las principales accionistas de la Oxy, presionaran a la petrolera para que se
retirara de la zona u´wa12.
En todo este complejo debate nacional e internacional, el texto de Berichá ha
estado notablemente ausente. En parte, esto puede explicarse porque el texto sólo
tuvo una edición limitada, aunque en algún momento la Biblioteca Luis Ángel Aran-
go puso una versión en línea en su biblioteca virtual. Parte tiene que ver con lo que
Óscar Rodríguez Garavito y Luis Carlos Arenas denominan la “judicialización” del
caso u´wa, que tiende a disgregar el apoyo de la comunidad nacional e internacional
(251). También esto evidencia que hay una disyuntiva entre las temporalidades de las
luchas locales y las de la comunidad internacional. Para los u´wa hay una lucha que
se remonta a la colonización, mientras que para la comunidad internacional pareciera
ser más un conflicto de más reciente data (260).
El olvido de un texto como el de Berichá también tiene que ver con el rol cada vez
más marginal de los estudios literarios, de una academia que no encuadra bien en las
nuevas culturas políticas nacionales e internacionales, ni logra ser una voz efectiva
en esa compleja red de nuevas coaliciones que acompañan los movimientos sociales
emergentes. Los estudios de la subalternidad han tratado de cerrar esa brecha, con pocos
resultados definitivos. Pero sí han logrado mostrar lo problemático de la representa-
ción académica del sujeto subalterno13. En parte, el reto de los estudios subalternos
es poder entablar una solidaridad que vaya más allá del paternalismo humanista y la
compasión cristiana, que tanto han marcado la cultura del libro14.

11
Ángela Uribe Botero señala que la racionalidad legal occidental no logra reconocer la concepción
mítica del mundo. Las políticas multiculturales no logran dirimir el conflicto de dos formas antagó-
nicas de ver el mundo: “¿Cómo se decide sobre la verdad de la importancia económica de Gibraltar
[pozo petrolero] contra la verdad del relato mítico? ¿Con qué criterio neutral se trazan los límites que
separan un lugar sagrado de una fuente de riqueza y crecimiento económico?” (196), y concluye que
mientras que la Corte no entienda verdaderamente el mundo u’wa, “poco o nada es lo que hay que
hablar” (94).
12
Véase Project Underground (1999) y Álvarez (1996).
13
Véanse los capítulos “Writing in Reverse: Subalternity and the Limits of Academic Knowledge” de
Beverley (1999) y “Fantasies of Cultural Exchange …” de Williams (225-253).
14
Doris Sommer (1999) resalta los silencios que marca Rigoberta en su testimonio y también cómo los
informantes nativos no dejan de tener recelo ante las preguntas del intelectual letrado: “No me chingue
más” es lo que contesta Jesusa Palancares a Elena Poniatowska al final de Hasta no verte Jesús mío.

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En este aspecto de la solidaridad es significativa la respuesta que da Ángela Uribe


Botero al problema del límite de las propuestas multiculturalistas para resolver el
conflicto u´wa. Al resaltar que la visión de los cantos de los Uejená es incompatible
con la racionalidad jurídica occidental, la única salida que ve al conflicto es la de la
solidaridad. Siguiendo a Richard Rorty, para Uribe Botero las historias tristes pue-
den servir como mediadoras15. El ejemplo que ofrece es Tengo los pies en la cabeza
de Berichá. Uribe Botero cita el memorial de agravios que presentó Berichá ante el
gobernador Napoleón Peralta:

Denunciaba todas las actuaciones cometidas contra los indígenas por los colo-
nizadores y los misioneros; hacía un recuento histórico de cómo nuestra cultura
u´wa había sido atropellada, que los caciques habían sido amarrados, colgados
de los pies en los árboles, torturados, les habían prohibido hablar la lengua,
comer alimentos [....] y sus objetos sagrados que usan para sus rezos y cantos y
celebraciones religiosas habían sido quemados o arrebatados (39).

El efecto de este discurso fue precisamente el rechazo de aquellos que hasta la


fecha habían apoyado a Berichá: “Después de este discurso vinieron las consecuen-
cias; me eché de enemigos a los misioneros, a los colonos, a algunas autoridades y a
la mayor parte del pueblo” (41). Pero este rechazo es entendible, pues Berichá estaba
rompiendo con el statu quo, lo que llevó a ella y a los u´wa a buscar solidaridad en
otras partes, en las organizaciones indígenas nacionales y las ONG internacionales.
Lo que queremos resaltar es que la pista no es leer el texto como una historia triste a
lo “Rorty”, como propone Uribe Botero, ya que en el fragmento citado de Tengo los
pies en la cabeza no tenemos una apelación directa al lector, sino que está narrada a
un tercero (el gobernador). Esta distancia se mantiene en todo el texto y en esa medida
el texto no logra “mover” al lector como lo harían los textos de derechos humanos
con sus gráficas historias de tortura y desmembramiento (que sí encontramos en Me
llamo Rigoberta Menchú 1985). Y la cuestión es darnos cuenta de que los discursos
de derechos humanos tienen su propia retórica, un pathos muy propio, y toda una
cultura política, que también pueden ser una trampa en la interpelación por la solida-
ridad16. La victimización es una de las trampas que crea dicha retórica. La otra es que

La solidaridad no logra borrar la brecha que crean los privilegios que separan al lector metropolitano
o letrado de su informante.
15
Uribe Botero discute el texto de Berichá en la sección, “El lugar de las historias tristes en el debate
sobre los derechos de grupo” (119-122).
16
En el apéndice a su libro sobre las masacres del régimen argentino, Mark Osiel señala que hay toda
una retórica en los textos de derechos humanos, marcada por una presentación esquemática de las
víctimas y los victimarios, cuya única complejidad se da en la detallada descripción de las torturas y
las masacres. Véase “Human Rights Reporting as a Literary Genre”, en Osiel (165-168).

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la puesta en escena del dolor es bastante ambigua y alimenta de cierta manera una
mirada pornográfica hacia el sufrimiento de los demás. El consumo de la violencia,
uno de los signos de nuestra era, sin duda merece mayor atención crítica.
En este aspecto, la voz narradora de Tengo los pies en la cabeza no se presenta ni
a sí misma ni a su pueblo en la condición de víctimas. Hay mención de tortura, expro-
piaciones, colonización, pero no es algo que marque o estructure significativamente
el texto. Su estructura es otra, como lo señalamos, en un texto que abarca una serie
de relatos tradicionales u´wa que no están desvinculados de la violencia actual, que
también hace un recuento de la organización y la lucha colectiva del pueblo u´wa, la
cual sirve a la narradora, Berichá, para contar su vida. Entonces, lo que parecen ser
fisuras en el texto para nosotros quizás no lo son, si consideramos que el saber u´wa
puede ser orgánicamente todo eso, y por esto ni testimonio, ni mito, ni etnoliteratura,
autobiografía o autoetnografía logren ser rótulos que nos permitan dar cabal cuenta
de lo que comprende este texto y del saber ancestral del cual solo logra ser una pálida
traza. El texto es, entonces, el reto a un diálogo que empieza con percatarnos de que
estamos no ante una víctima, sino ante una interlocutora que nos mira de frente. En
este sentido, el título del texto es significativamente una afirmación en la cual Berichá
se presenta simbólicamente de pie y nos interpela directamente “Y hoy, aunque me
falten los pies no me falta la cabeza” (145).

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