1 5172706217272803761 PDF
1 5172706217272803761 PDF
1 5172706217272803761 PDF
“Hay todo tipo de ayuda para animarnos a ser mejores hombres; pero nada
es comparable con la sabiduría varonil extraída directamente de la
Palabra de Dios. Y eso es con lo que Patrick Morley nos bendice
abundantemente en Así prepara Dios a los hombres. Te recomiendo que lo
absorbas intensamente”.
—ROBERT LEWIS, fundador de Men’s Fraternity
“Dios toma varones fuertes, los derriba y los debilita. Ningún hombre
quiere experimentar eso, pero es el camino para ser usado por Dios. Pat
Morley lo ha experimentado y entiende el proceso. Así prepara Dios a los
hombres traerá esperanza, sanidad y claridad bíblica al individuo que está
quebrantado y confundido. Lo leí, lo subrayé e hice anotaciones. Esa es
para mí la prueba de fuego en un libro valioso”.
—STEVE FARRAR, autor de El hombre guía
“No importa cuánto sepas, o no, acerca de Dios, esta obra cautivadora te
ayudará a crecer a pasos agigantados en tu relación con Cristo. Usando las
historias personales de diez grandes personajes bíblicos para mostrarnos
cómo nosotros también podemos adoptar diez principios transformadores
de vida, que son la característica del hombre de Dios, Pat demuestra
claramente cómo Dios conforma a un hombre. ¡El conocimiento y la
pasión de Pat para ayudar a todo hombre a ser la persona que Dios tuvo en
mente, hacen de Así prepara Dios a los hombres una lectura obligatoria!”.
—KYLE VANN, consultor energético y director ejecutivo jubilado de
Entergy-Koch LP
CUBIERTA
PORTADA
ELOGIOS
DEDICATORIA
PRÓLOGO
1. ABRAHAM. El principio de creerle a Dios a pesar de todo
2. JOSÉ. El principio de un bien mayor
3. MOISÉS. El principio de la transformación personal
4. GEDEÓN. El principio del líder inesperado
5. DAVID. El principio de la corrección
6. SALOMÓN. El principio del éxito que importa
7. NEHEMÍAS. El principio de una vocación apasionante
8. JOB. El principio del sufrimiento sin motivo aparente
9. PEDRO. El principio de hacer discípulos
10. PABLO. El principio de una vida entregada
GUÍA DE DIÁLOGO PARA EL LÍDER
RECONOCIMIENTOS
ACERCA DEL AUTOR
CRÉDITOS
OTROS LIBROS
EDITORIAL PORTAVOZ
PRÓLOGO
¿Te está llamando Dios a confiar en Él para algo que te hace expresar:
“Señor, ¿estás bromeando? ¿De qué manera podría suceder esto?”?
Sea lo que sea, no estás solo. No existe un cristiano vivo que siempre
tenga fe y nunca dude. Huye de quien te diga lo contrario. Es normal tener
dudas. Pero al final de este capítulo verás cómo Dios desea convertirnos
en hombres que a pesar de todo podamos creer en Él, incluso cuando
estemos realmente arruinados. Aunque nuestras circunstancias parezcan
imposibles.
Así que, manos a la obra.
Si crees que Jaime estaba destrozado —si crees que tú estás destrozado
—, piensa en este hombre.
Esta fue la primera prueba que Dios le puso a Abraham: ¿Creerás la gran
promesa divina de un futuro invisible o te aferrarás al presente visible?
Sabemos lo que Abraham hizo. “Se fue Abram, como Jehová le dijo”
(v. 4). El libro de Hebreos lo resume así: “Por la fe Abraham, siendo
llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y
salió sin saber a dónde iba” (Hebreos 11:8).
Por fe.
Obedeció y salió.
Aunque no sabía a dónde iría.
Esta no es una idea alocada y antigua. Es parte de la vida cristiana
normal. Dios prueba en forma rutinaria nuestra fe como parte del proceso
por medio del cual prepara hombres. La pregunta que nos plantea esta
prueba es: ¿Creeremos la promesa divina o nos aferraremos a lo que
conocemos? ¿Dejaremos lo conocido, si eso es lo que Él nos pide hacer,
por la promesa de un futuro mejor?
Fe es dejar que la realidad de lo invisible gobierne sobre la irrealidad de
lo visible. Dejar el presente conocido por un futuro desconocido es una
prueba suprema de fe, pero es la clase de fe que Dios recompensa. Eso es
lo que Guillermo y Graciela hicieron cuando renunciaron a su comodidad
personal para adoptar un huérfano asiático. Es lo que Fernando hizo
cuando volvió a estudiar para aprender un nuevo oficio con el que
proveería para su familia, después que el trabajo en su fábrica terminara.
Eso es lo que Joaquín y su familia hicieron cuando dejaron su iglesia
conocida para iniciar una nueva iglesia. ¿Y tú? ¿Está Dios pidiéndote que
le confíes algo? ¿Creerás la gran promesa de Dios acerca de un futuro
invisible o te aferrarás al presente visible?
Abraham pasó su primera prueba, y espero que tú también pases la tuya
cuando te llegue el turno. Pero Dios estaba lejos de convertir a Abraham
en el hombre que quería que fuera. Una prueba incluso más grande estaba
a punto de venir. Y nuevamente, resulta ser una prueba que también se
aplica a nosotros.
EL ÚLTIMO SACRIFICIO
Abraham tenía ahora más de cien años de edad. (No hay fecha de
expiración para crecer en la fe). Vivía en Beerseba, una región en el
extremo norte del desierto de Neguev, donde sus rebaños podían andar
libremente. Una vez más llegó Dios y le habló. Esta vez la orden fue
impresionante: “Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a
tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que
yo te diré” (Génesis 22:2).
Puede que esto no le pareciera tan insensato a Abraham como nos parece
a nosotros, porque muchas religiones paganas de su época sacrificaban
niños. Pero aun así era algo terrible. Según Dios mismo clarificó, estaba
pidiéndole que sacrificara no solo a cualquier niño, sino a su propio hijo,
el que había esperado tener en sus brazos durante un cuarto de siglo. El
único que tendría con Sara. Aquel a quien amaba más que a su propia vida.
Abraham debió haber pensado: Dios, no entiendo. Te creí. Mi esposa
lloraba noche tras noche hasta dormirse porque no podíamos tener hijos.
Padecí ese dolor durante décadas. Confié en ti por lo que más quería, este
hijo, y porque me lo dieras de modo milagroso. ¿Estás pidiéndome ahora
que haga qué?
La tercera prueba que Dios le puso a Abraham podría expresarse de este
modo: ¿Estás dispuesto a entregarle a Dios lo que más deseas conservar?
Abraham obedeció al instante, sin importar lo que pasaba por su mente.
Sin demora “se levantó muy de mañana”, tomó a Isaac y a un par de
criados, y se dirigió al monte Moriah (v. 3). Al poco tiempo llegó a la
colina identificada por Dios para el sacrificio. Sus criados esperaron a la
distancia, fuera de la vista de tan extraña escena que iba a representarse en
la cumbre. Abraham ató con cuerdas a su hijo Isaac y lo colocó sobre un
montón de leña que había puesto sobre la gran piedra que también serviría
de altar.
Abraham tenía un cuchillo en la mano. Pudo haber dudado, pero no iba a
desobedecer. Sus pruebas a lo largo de los años habían edificado su
músculo de la fe hasta que era como el bíceps de un fisicoculturista.
Cuando levantó el cuchillo, y en el último instante posible, el ángel del
Señor le gritó desde el cielo: “Abraham, Abraham”. Entonces el ángel
continuó: “No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada;
porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo,
tu único” (vv. 11-12).
Nuevamente Hebreos resume la historia para nosotros:
CULTIVA EL MÚSCULO DE LA FE
Mi primer llamado fue como promotor de bienes raíces, y era algo que me
gustaba mucho. Me hacía sentir vivo. Pero sucedió que el mercado de
oficinas en Orlando quedó seriamente saturado. Las ofertas alcanzaron un
nivel histórico. Un arrendatario importante se mudó de nuestros edificios
de oficinas, y por mucho que nos esforzamos, simplemente no pudimos
reemplazarlo.
Uno de mis inversionistas tenía mucho de su dinero invertido en ese
trato, y se puso histérico. Comenzó a difundir rumores y amenazó con
demandar. Esto me afectó. En ese momento no tenía mucha fe en mí
mismo y apenas conocía a Dios. Humanamente hablando, la situación
parecía imposible. Pensé que ese inversionista iba a manchar mi nombre
en toda la ciudad, que mi reputación se arruinaría, y que sería el final de
mi carrera en bienes raíces. Al poco tiempo también empecé a cuestionar
mi fe en Dios.
Entonces un día leí:
L
a carrera profesional de Esteban ha tenido muchos altibajos. Después
de convertirse en el gerente de tienda más joven de la historia en una
cadena nacional, fue obligado a salir debido a una lucha interna de poder.
Eso fue hace una década. Desde entonces ha estado de trabajo en trabajo,
ninguno de los cuales se encuentra remotamente a la altura de su posición
de gerente de tienda.
Durante varios años Esteban puso cara de valiente y fingió estar bien.
Pensaba: Después de todo, soy cristiano y se supone que los cristianos
confían en Dios y perseveran. Pero al final, simplemente no pudo soportar
más la situación. Su confianza se derrumbó y se sintió fracasado. Le
confesó a su esposa: “Nunca me he sentido más lejos de Dios. Siento que
Él me abandonó”.
Todos podemos identificarnos con esto, ¿verdad? Sé que es así. Lo sentí
todos los días durante siete agotadores años en que luché por sobrevivir en
los negocios. Quizá tú te encuentras metido en un matrimonio difícil, o te
sientes atascado en un trabajo que no va a ninguna parte, o no has hablado
con tus familiares por tanto tiempo que te da vergüenza, o padeces una
discapacidad o enfermedad prolongada, o podrías estar hecho un lío
económicamente por tanto tiempo que has perdido la esperanza. Oras y
oras, pero nada cambia. En realidad, a menudo las cosas empeoran, no
mejoran. No puedes lograr que tu vida tenga sentido.
En momentos así, quién no ha pensado: ¿Qué pasa aquí? Pensamos: Si
Dios me ama, tiene una forma divertida de mostrarlo.
Nada es más doloroso que sentir que Dios te ha abandonado.
Déjame hacerte una pregunta. Por favor, sé tan honesto contigo mismo
como puedas en contestarla. ¿Crees de veras que Dios está hoy actuando
fielmente en tu vida, que está guiándote, formándote y rehaciéndote en un
hombre más completo para su gloria? En verdad, es difícil creerlo cuando
tus circunstancias parecen descontroladas.
Dios te tiene buenas noticias. Y es el segundo principio de Así prepara
Dios a los hombres:
Mas Jehová estaba con José, y fue varón próspero; y estaba en la casa
de su amo el egipcio. Y vio su amo que Jehová estaba con él, y que
todo lo que él hacía, Jehová lo hacía prosperar en su mano. Así halló
José gracia en sus ojos, y le servía; y él le hizo mayordomo de su casa
y entregó en su poder todo lo que tenía (Génesis 39:2-4).
¿Qué está pasando aquí? Si “Jehová estaba con José” y en “todo lo que
él hacía lo hacía prosperar”, ¿por qué había permitido Dios que los
hermanos le hicieran algo tan injusto a este joven? Pero las cosas rara vez
son lo que parecen ser, según descubriremos pronto.
Los problemas de José estaban lejos de terminar. La esposa de Potifar
era poderosa, rica y probablemente hermosa. Parece que a ella le gustaba
conseguir lo que deseaba… y lo que deseó a continuación fue al joven y
apuesto José. Así que se dispuso a seducirlo.
Cada vez que él entraba en la casa, ella estaba allí lista para acercarse y
proponerle una aventura. No es difícil imaginar bajo cuánta presión estaba
José. Aunque la esposa de Potifar no tenía nada que perder, José tenía todo
que perder: su integridad, su trabajo, tal vez su vida. Él era muy consciente
de que le debía lealtad al marido de esa mujer.
Pero las decisiones correctas no siempre terminan con resultados
felices. Cuando no pudo salirse con la suya, la esposa de Potifar hizo que
José pagara, acusándolo de tratar de violarla. Potifar se puso furioso y lo
encarceló.
Sin embargo, una vez más Dios tomó un mal y le dio vuelta. Génesis
39:20-21 nos dice: “Pero Jehová estaba con José y le extendió su
misericordia, y le dio gracia en los ojos del jefe de la cárcel”.
Al poco tiempo el carcelero puso a José a cargo de todo, tal como
Potifar había hecho. Por tanto, a pesar de que José estaba en la cárcel, Dios
lo cuidaba. Pero aun podríamos preguntar: Si el favor de Dios estaba con
José, ¿por qué en primer lugar fue vendido como esclavo, acusado
falsamente de violación y echado a la cárcel?
Nuevamente, las cosas rara vez son como parecen ser. Algo más grande,
algo con consecuencias eternas, estaba ocurriendo aquí.
Hasta ese mismo instante José no sabía que era parte del plan redentor
superior de Dios. Pero de pronto el Señor le abrió los ojos, y finalmente su
propósito se hizo visible. José vio el propósito mucho mayor en la tragedia
que Dios había permitido. ¡Tres veces lo repitió!
Dios le reveló a José que de manera soberana había estado permitiendo
para un bien superior todas las circunstancias de su vida que parecían al
azar. Y cuando eso sucedió tuvieron sentido y propósito todos esos años en
que sintió que Dios se encontraba demasiado lejos.
Y eso también tiene que ver con nosotros. Por eso esta historia está en la
Biblia. Dios quiere que sepamos que tiene el control. No hace cosas “al
azar”. No lo sorprenden nuestros sufrimientos. Sí, Dios permite cosas que
no entendemos. Pero las permite para un bien mayor que algún día, en su
gracia y bondad amorosa, nos permitirá entender, tal como hizo con José.
Eso es lo que me sucedió.
Abandoné la escuela secundaria a mediados de mi último año y me uní
al ejército. No veía la hora de marcharme. Mis hermanos y yo pelábamos
constantemente, y al ser yo el mayor siempre parecía que era yo quien
empezaba los problemas. Los aborrecía por eso.
Muchos angustiosos años más tarde, después de entregarme yo a Cristo,
pude llevar a mi hermano Robert al Señor antes de que muriera por una
sobredosis de heroína. También tuve el privilegio de hacerlo con mis
padres (o regresarlos a Cristo, no estoy seguro) antes que murieran. Y mi
hermano Pete se ha convertido en un cristiano dedicado. Dios me usó
como parte de su gran plan redentor a fin de injertar el evangelio en mi
línea familiar para las generaciones venideras.
Una gran parte de mi propósito se hizo visible. Dios me tenía en mente.
Pero más que eso, tenía a toda mi familia en mente.
A su debido tiempo, el propósito de Dios en tu vida también se hará
visible, si no se ha hecho visible ya.
LLUVIAS EN EL DESIERTO
He observado en mi propia vida que incluso durante mis largos y penosos
años, Dios siempre estuvo allí. Veo lo mismo en la historia de José. Y creo
que esto también será cierto para ti.
El Señor te alentará en mayor o menor medida: una palabra amable en el
trabajo que te levanta el ánimo, un tiempo especial en oración o lectura
bíblica, un amigo que te invita a almorzar sin propósito alguno, momentos
cálidos con tu familia. En esos instantes especiales sentirás la bondad del
Señor o recordarás que Él no se ha olvidado de ti. Estos tiempos pueden
parecer demasiado breves. Pero son reales, como una nube que se abre de
golpe en el desierto y hace que aparezcan flores en los lugares menos
probables.
Piénsalo de este modo: Cuando Dios te envía en una misión, también te
enviará su favor. Observa la fuerte relación entre el favor de Dios con José
y la misión rodeada de misterio a la que Dios lo envió:
• “Jehová estaba con José, y fue varón próspero” (Génesis 39:2).
• “Todo lo que él hacía, Jehová lo hacía prosperar” (39:3-4).
• “Jehová estaba con José y le extendió su misericordia, y le dio gracia”
(39:21).
• “No necesitaba atender el jefe de la cárcel cosa alguna de las que
estaban al cuidado de José, porque Jehová estaba con José, y lo que él
hacía, Jehová lo prosperaba” (39:23).
• “Para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros” (45:5).
• “Dios me envió delante de vosotros” (45:7).
• “No me enviasteis acá vosotros, sino Dios” (45:8).
La simple verdad es que podemos soportar casi cualquier cantidad de
dolor si creemos que este tiene un propósito.
Chuck Colson contó en Kingdoms in Conflict [Reinos en conflicto] una
historia sobre algunos prisioneros en un campo de concentración nazi.[1]
Todos los días los obligaban a llenar carretillas con arena y empujarlas de
un extremo del patio de la prisión al otro, y luego vaciarlas. Al día
siguiente ponían otra vez la arena en las carretillas, las llevaban de vuelta
a donde empezaron el día anterior, y volvían a vaciarlas. Esto continuaba
día tras día.
Los prisioneros comenzaron a enloquecer. Uno se desplomó y empezó a
sollozar incontrolablemente. Otro corrió hacia la cerca eléctrica y se
electrocutó. ¿Por qué? Porque no había propósito en su terrible
experiencia. Era una forma de tortura.
Podrías estar soportando algo ahora mismo que no tiene sentido para ti.
Lo sientes como una tortura. Pero Dios nos ha dado la historia de José para
mostrarnos que no trata con nosotros como hicieron esos guardias en el
campo de concentración. Dios siempre tiene un propósito superior, un bien
mayor para nuestras vidas. Y actúa en medio de las circunstancias más
difíciles, no solo en las circunstancias mismas sino en nosotros,
formándonos como sus hijos a fin de ser más utilizables y hermosos para
Él.
Matrimonio
Empezaremos con lo que creo que es el mayor problema que enfrentan los
hombres hoy día como grupo, más grande que todos los demás problemas
combinados. Su matrimonio no está funcionando como Dios lo diseñó.
¿Qué podemos aprender de José que Dios pueda usar para convertirnos en
el esposo que desea que seamos?
Para nuestros matrimonios, el mensaje es mantenernos firmes. Confía
en que Dios tiene un propósito y que siempre está actuando en tu vida y en
tu relación matrimonial.
Podrías tener un matrimonio que parezca un caso perdido. Digo
“parezca” porque ningún matrimonio está más allá de la esperanza de
restauración por parte del brazo fuerte de Dios. Nada que haya sucedido en
tu matrimonio le sorprende al Señor. Si aprendemos algo de José, es que
nada está fuera del divino poder redentor.
Piensa en Carlos, quien lo único que hacía era trabajar. El corazón de su
esposa se enfrió hacia él. Carlos contraatacaba planificando divorciarse y
pensando en lo feliz que podía ser con otras mujeres. Esto continuó
durante mucho tiempo. Sin embargo, él sabía que el divorcio no era el plan
de Dios para el matrimonio. Entonces un día, mientras conducía, el Señor
sobrenaturalmente le puso un amor profundo e incondicional por su
esposa. Cuando Carlos llegó a casa se quedó sentado en el auto durante un
buen rato, sollozando. Y la semana siguiente Dios también cambió el
corazón de la esposa.
Dios cambió en un bien mayor lo que parecían diferencias
irreconciliables, tanto para ellos como para otros. Ahora Carlos ayuda con
entusiasmo a otros hombres a salvar sus matrimonios contándoles la
historia de cómo el Señor intervino en su matrimonio.
Los hombres me preguntan en forma rutinaria cómo resolver tensiones
matrimoniales.
—¿Qué debo hacer? —preguntó un hombre cuyo matrimonio pendía de
un hilo.
—¿Qué quieres hacer? —pregunté.
—¡Quiero que funcione!
—¿Deseas ser absolutamente leal con Dios?
—Sí, más que cualquier cosa.
—No puedes —dije entonces como siempre digo—, pero Jesucristo en ti
sí puede hacerlo; por tanto, pon tu fe en Él, no en lo que ves, y espera unos
pocos años.
Esperar unos pocos años… es la escuela de José la que está hablando.
Una vez vi un informe de investigación que afirmaba que cinco años
después de haberse divorciado, la mayoría de personas desearía haberse
esforzado más para hacer funcionar sus matrimonios. Es más, un análisis
de la National Survey of Families and Households [Encuesta nacional de
familias y hogares] reveló que el 86 por ciento de las parejas casadas
infelices que aguantaron la situación difícil descubrieron que cinco años
después sus matrimonios eran más felices.[2]
Entonces, si lo que quieres es felicidad, aguanta y concédete algunos
años más. Ajusta tus expectativas. El experto en sistemas familiares
Edwin Friedman declaró: “En realidad, ningún matrimonio humano
obtiene una calificación superior a 70 por ciento”.[3] La felicidad de
resolver tus problemas superará con creces a la sombra de felicidad que el
divorcio podría traer. La mayoría de hombres divorciados que he conocido
han atestiguado que la influencia negativa del divorcio, en especial en los
hijos, parece durar eternamente. Además, no eres el único cuya felicidad
está en juego. Piensa en tiempo bíblico.
No obstante, si de todos modos tu esposa se va, y estás solo, puedes usar
ese tiempo para mantenerte firme y revelar el poder y la gloria de Dios.
Puedes seguir viviendo en lealtad absoluta a Jesucristo poniendo tu fe en
Él y conservándote moralmente puro hasta que vuelvas a casarte, o incluso
vuelvas a casarte con ella misma. Más de una docena de hombres en
nuestro estudio bíblico de los viernes por la mañana han hecho
precisamente eso. Debido a que se mantuvieron fieles, Dios los volvió a
unir con sus esposas divorciadas o separadas. Y fue provechoso que
tuvieran un pequeño grupo de hombres con quienes reunirse
semanalmente.
Por supuesto, nadie puede garantizar ningún resultado específico para tu
relación con tu esposa. No obstante, lo que aprendemos de José es que
puedes confiar en la Palabra de Dios de que nada te ha ocurrido por
decisión humana, tuya o de ella, aparte de lo que esté permitido por
voluntad divina. Y lo que Dios permite también lo usará para mostrar su
poder. Lo que Él desea de ti ahora es la absoluta lealtad que solo puede
venir de poner tu fe en Jesucristo. Permanece fiel y Dios usará tu
matrimonio al parecer muerto para revelar su gloria a través de un bien
mayor. Así que resiste.
Trabajo
Otro gran problema que puedes enfrentar hoy, si eres como muchos
hombres, es sentirte atrapado en un trabajo de mala categoría o sin futuro.
Tu trabajo no está en consonancia con lo que eres. Y encima de eso, no va
a ninguna parte. Eso duele.
Pero las verdades de la experiencia de José pueden cambiar el modo en
que respondes a esta situación. Dios puede ver a la vuelta de la esquina un
resultado (un trabajo diferente, por ejemplo) que tú no puedes ver. Y pase
lo que pase, Dios está listo a usar cada día de tu vida, incluso tu trabajo
poco atractivo de hoy, para su gloria. Mira cómo Dios usó el “trabajo” de
José en la cárcel para que diera honra y gloria.
Mi hermano conduce un autobús. El grado de paz de mi hermano
cambió de modo abrupto cuando finalmente comprendió la verdad de José
de que nada podía sucederle por decisión humana aparte de la voluntad de
Dios. Se dio cuenta de que Dios debe tener un propósito para él en
conducir un autobús, y cambió totalmente su perspectiva. Ahora busca
constantemente oportunidades de animar a sus pasajeros. No hay trabajos
insignificantes cuando se hacen para la gloria de Cristo. Toda vocación es
santa para el Señor.
Salud
Nada te hará sentir más abandonado por Dios que un problema persistente
de salud, sea que lo padezcas tú o un familiar. Es difícil tener gozo cuando
te sientes mal. Puede que sufras una discapacidad, que sobrelleves alguna
clase de enfermedad crónica, o que lidies con un problema de alcohol o
drogas. Podrías andar por ahí con una condición de salud que te hace sentir
sin esperanza, creyendo que por tal causa nada saldrá bien en tu vida.
Pero eso no es verdad. Dios usará tu problema de salud, por difícil que
sea, para un bien mayor.
Dinero
Un cuarto problema es el dinero. Puede que hayas estado hecho un lío
económicamente por tanto tiempo que has perdido la esperanza. A veces
sientes que estás en lo alto de la montaña, y otras veces sientes que la
montaña está encima de ti.
No renuncies. Cree el evangelio. Dios está orquestando soberanamente
tu vida. Nada hecho por decisión humana puede llevarse a cabo aparte de
la voluntad divina. Lo que otros han deseado para mal, Él lo usará para
bien.
Recuerda siempre esto: José llevó su sufrimiento durante más de dos
décadas hasta que Dios reveló la verdad liberadora de que nada puede
sucedernos por decisión humana aparte del conocimiento y la
preocupación paternal del Señor. Eso es lo que la Biblia asegura. Ni
siquiera un gorrión puede caer a tierra sin que sea la voluntad divina.
¿Qué carga has estado llevando y por cuánto tiempo? Sea lo que sea,
Dios quiere que sepas que está convirtiéndote en parte de su plan superior
para redimir este mundo y traer gloria a su nombre. Así es como eres.
Confía y espera en Él y a su debido tiempo:
• tu propósito se hará visible
• tu sufrimiento tendrá explicación
• tu paz se volverá posible
¿Por qué? Porque Dios nos prepara organizando incluso las
circunstancias más difíciles de nuestras vidas para un bien mayor.
H
ace veinticinco años Dios le dijo a Rick, uno de mis mejores amigos:
“Instruye a hombres jóvenes para que vayan e instruyan a otros”.
Hace diez años Dios guio a otro amigo, Dennis, a iniciar un comercio de
autos usados para promover principios cristianos en los negocios y ayudar
a financiar la obra del reino.
Así es Dios. Nos da vocaciones y misiones para lograr cosas
importantes. Pero a menudo esos llamados no resultan como creemos que
resultarán. Todo lo contrario. Dennis tuvo que cerrar su negocio durante la
gran recesión.
¿Quién entre nosotros no se ha sentido guiado por Dios a hacer algo que
creíamos que era importante pero que terminó en una situación
embarazosa?
Tal vez te sientas llamado a una carrera que requería preparación o
educación especial, pero después de muchos años todavía no ofrece
resultados.
Quizá siempre supiste que estabas destinado a iniciar un negocio por tu
cuenta. Te dedicaste a eso con gran ilusión; pero hoy es viernes y no tienes
ni idea de cómo vas a pagar la nómina.
O tal vez tuviste el sueño de acabar con una adicción, poniendo fin al
patrón de disfunción en tu historial familiar. Pensaste que te convertirías
en un buen esposo con un matrimonio de ensueño e hijos modelo. Pero el
asunto está resultando ser mucho más difícil de lo que pensabas.
Diste un gran salto de fe y aceptaste muchos riesgos para seguir y servir
a Dios. Pero basándote en cómo parecen estar resultando las cosas, te
preguntas: ¿Fue esto realmente de Dios, o un invento de mi imaginación?
Todavía amas a Dios, pero te sientes confundido y desanimado.
He aquí el problema. Dios tiene un plan, pero universalmente entramos
a la fe cristiana con nuestros propios planes. Y toma tiempo estar
encaminados en el mismo plan con el Señor.
¿Cómo entonces nos encarama Dios en su plan? Inscribiéndonos en la
Universidad del Carácter para abrirnos los ojos y cambiar la forma en que
vemos el mundo. He aquí una frase que capta el principio completo:
Ningún hombre ilustra este principio mejor que Moisés. En este capítulo
veremos el intento de Moisés de hacer algo grande para Dios, veremos
cómo fracasó, caminaremos con él a través de la prolongada experiencia
en el desierto que siguió después y luego descubriremos cómo Dios usó
todo eso para forjarlo en un hombre que marcó una diferencia
verdaderamente épica. El hombre que se distingue en la historia judía
como ningún otro.
En el proceso verás cómo Dios toma nuestros esfuerzos deficientes y
nuestras experiencias en el desierto, y amorosamente nos moldea en
hombres que podamos lograr ese noble sueño que Él tiene para todos y
cada uno de nosotros.
PANTANO DE MELAZA
Durante los doce primeros años de mi recorrido espiritual creía en
Jesucristo, pero prácticamente hacía mi voluntad. Al principio no sabía
que Jesús quería participar en todos los detalles de mi vida… error de
estudiante de primer año. Pero entonces, cuando finalmente comencé a
entender lo que Él había hecho, aún quise hacer mi voluntad… error de
estudiante de segundo año.
Al igual que Moisés, yo tenía la visión de ser un libertador. Me
imaginaba convirtiéndome en la primera persona en mi familia en obtener
título universitario. Me imaginaba convirtiéndome en empresario y
proveedor exitoso. Me veía como un rompedor de disfunciones que
liberaría en mi familia las equivocaciones reiteradas de mi fallida
juventud. Estaba seguro de que Dios me había “enviado” a hacer todas
estas cosas. Pero desde el punto de vista práctico, aunque mis intenciones
eran nobles, mi visión del mundo era realmente de ambición egoísta, no de
rendición humilde.
Un día me di cuenta de que algunos de los otros jóvenes cristianos a mi
alrededor obtenían resultados muy diferentes y envidiables de su fe. Así
que busqué tiempo y decidí estudiar la Biblia para ver si podía averiguar
qué estaba pasando. Pensé que después de un par de semanas yo aclararía
todo, haría los arreglos y luego iría realmente a hacer algo grandioso para
Dios.
Pero cuando Dios finalmente captó mi atención, fue como si me hubiera
topado con un pantano gigante de melaza refrigerada. No podía moverme.
Durante los siguientes dos años y medio hice todo lo posible por salir de
allí, pero estaba atascado. Sin embargo, algo más importante estaba
ocurriendo. Durante todo ese tiempo estuve leyendo la Palabra de Dios, y
Él me hablaba al corazón. Empezó a obrar en algunos aspectos de mi
carácter y también a eliminar algunas cosas de mi conducta. Había
comenzado una transformación.
En esa época me hallaba tan confiado y orgulloso que creía que una vez
que yo estuviera “arreglado”, la nueva versión revisada de mí podría hacer
que mi negocio creciera más y mejor que nunca. Pero como ya dije, Dios
está más interesado en conformar nuestro carácter que en mejorar nuestras
circunstancias. Y eso lleva tiempo.
También en esa época estaba teniendo debilitantes dolores de cabeza,
debido principalmente al estrés de tratar de hacer más de lo que debía
hacer. Un día leí 1 Pedro 4:1: “ya que Cristo sufrió en el cuerpo, asuman
también ustedes la misma actitud; porque el que ha sufrido en el cuerpo ha
roto con el pecado” (NVI). ¿Escuchaste eso? Cuando el cuerpo sufre, el
pecado pierde poder.
El texto continúa: “Para no vivir el tiempo que resta en la carne,
conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la
voluntad de Dios” (v. 2). Sí, la experiencia en el desierto es dolorosa, pero
Dios usa el dolor como un abrelatas para entrar a nuestros corazones y
abrirnos al poder transformador de su Espíritu.
Después de leer estos versículos abrí la primera página de la Biblia que
mi esposa y mis hijos me habían regalado, y escribí: “Quiero vivir el resto
de mi existencia terrenal para la voluntad de Dios. Primera de Pedro 4:1-
2”. En serio. ¡Y aún lo deseo!
Sin embargo, yo era un creyente inmaduro, al igual que Moisés. Al ser
un cristiano poco preparado y, por tanto, demasiado confiado, pensaba:
¡Vaya! Ahora que he rendido de veras mi vida a Dios, puedo imaginarme
cuánto puede Él hacer conmigo a su lado. ¡Qué gran trofeo soy! ¡Qué
afortunado eres Dios!
Me pregunto si es así como se sentía Moisés cuando salió
prematuramente a rescatar a su propio pueblo.
En mi ingenuidad pensé que mi rendición a la voluntad de Dios
significaba que había tocado fondo. Creí que ese día especial marcaría el
inicio de hacer algo grande para Dios. Y en cierta forma, lo hice. Pero,
Dios primero anunció: “Bueno, ahora que capté tu atención, tengo que
enseñarte algunas cosas importantes que no has estado dispuesto a
escuchar. Así que empecemos”. Al parecer, aún había mucho del viejo
hombre en mí.
Por eso, en lugar de sacarme del desierto, Dios me internó más. En los
meses siguientes mi negocio fue de mal en peor. El Señor me bajó al nivel
de los cimientos.
Pero gracias a Dios yo tenía el fundamento correcto. La Biblia dice que
nadie más que Dios puede poner un fundamento (véase 1 Corintios 3:11).
Por tanto, yo tenía el fundamento correcto, pero no había estado
edificando sobre él de la manera correcta. Había estado edificando con
madera, heno y hojarasca. Cuando escribí en mi Biblia esa declaración de
rendición, es como si Dios me hubiera dicho: “Realmente creo que hablas
en serio, Pat. El problema es que me has dado tan poco con qué trabajar
que voy a tener que empezar de nuevo contigo”.
Eso es porque, al igual que Moisés, yo había tomado las riendas en mis
manos. No esperé que el Señor me guiara. Al contrario, estaba edificando
un negocio y una vida basándome en mis mejores ideas y ambiciones. En
esencia, fui antes de ser enviado. Dios tuvo que humillarme porque yo no
fui lo suficientemente fuerte como para humillarme a mí mismo.
Amigo, si yo hubiera conseguido realmente lo que perseguía, estoy casi
seguro de que hoy estaría divorciado, separado de mis hijos, podrido en
dinero, consumido por el orgullo, peor que una víbora y amargado con el
mundo. Pero lo que en ese momento parecía como si Dios me
decepcionara, realmente era que estaba salvándome la vida. Sucede lo
mismo con todos nosotros. Es una perspectiva que aprendemos al
atravesar el proceso de humildad en el desierto del que hemos hablado en
este capítulo.
Mientras esto ocurría, yo podría afirmar lo que mis amigos pensaban:
Vaya, Pat debe haber enojado realmente a Dios.
Yo quería expresar: “No entienden. Esto no es una maldición. ¡Es una
bendición!”. Había llegado a un punto en que odiaba mi vida. En términos
de dinero, influencia y reputación tenía todo lo que siempre quise, pero me
sentía miserable. Sin embargo, cuando Dios empezó a eliminar las cosas
que yo había estado tan seguro de que me harían feliz, me sentí libre de las
cadenas de idolatría, materialismo y mundanalidad. No puedo dejar de
preguntarme si Moisés se sintió igual.
Mis amigos pensaron que yo estaba maldito porque veían mis
circunstancias. Dios estaba moliéndome, sí, pero también estaba
reconstruyendo mi carácter, transformándome más a la imagen de su Hijo
Jesús. Supongo que sabes de qué estoy hablando, porque la mayoría de
hombres que conozco que se han propuesto seguir a Dios han pasado por
esto.
¿Qué puedes hacer si ahora mismo estás en el desierto por haber ido
antes de ser enviado?
Una cosa que definitivamente no quieres hacer es tratar de acortar la
duración de tu experiencia en el desierto. Como dije, una de las principales
razones por las que en primer lugar Dios nos pone allí es incorporar y
sacar algunas cosas de nuestro carácter. Si no pasamos por esto, entonces
no aprenderemos todo lo que Él tiene para nosotros allí. Nunca creceremos
en la fe si seguimos faltando a la clase de “cómo crecer”.
Así que en lugar de orar porque Dios acorte la duración de tus tiempos
difíciles, ora porque aprendas todo lo que Dios tiene para ti durante tu
experiencia en el desierto, y así no tengas que volver a recorrer ese
camino.
¿Qué pistas encontramos en la vida de Moisés acerca de cómo Dios
cambia nuestro carácter? Profundicemos más en su historia.
DÍA DE GRADUACIÓN
¿Cómo respondió Moisés a la voz de Dios en la zarza ardiente?
Humildemente declaró: “Heme aquí” (Éxodo 3:4). No hubo arrebato de
ira, ni un aluvión de preguntas, ni un orgulloso “Esto es lo que haré por ti,
Señor”. Tampoco un “¿Por qué me haces esto?”.
Simplemente, “Heme aquí”.
Dios respondió: “Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el
Dios de Isaac, y el Dios de Jacob… Quita el calzado de tus pies, porque el
lugar en que estás es tierra santa” (Hechos 7:32-33). Como puedes
imaginar, Moisés se estremeció de miedo.
Entonces el Señor le hizo saber la visión general: “Ciertamente he visto
la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su gemido, y he
descendido para librarlos. Ahora, pues, ven, te enviaré a Egipto” (v. 34).
Pero eso le pareció demasiado a Moisés, quien se había vuelto una
silueta del hombre de cuarenta años que, con tanta confianza, mucho
tiempo antes había tomado en sus manos los asuntos de Dios. Había
desaparecido la seguridad en sí mismo. Reiteradamente Moisés trató de
explicarle a Dios por qué no estaba adecuado para el trabajo. “¿Quién soy
para hacer eso?”. “¿Quién debo decir que me envió?”. “¿Y si no me
creen?”. “Pero no tengo facilidad de palabra, y tartamudeo”. “Oh, Señor,
envía a alguien más, por favor”.
Qué interesante. Cuando Moisés se consideró adecuado para liberar a su
pueblo, Dios lo consideró inadecuado. Pero décadas después, y a un mundo
de distancia, cuando Moisés se consideró inadecuado, Dios lo consideró
precisamente adecuado para la misión. Moisés pasó su examen final. Se
graduó. Fue transformado en una clase diferente de individuo: un hombre
humilde listo para vivir en dependencia total del Señor.
Amigo, Dios hace su mejor trabajo cuando hacemos nuestro mejor
trabajo. Pero es igualmente cierto que, hasta que hayamos aprendido del
Director el principio que hemos estado explorando en este capítulo, no
podremos hacer nuestro mejor trabajo.
Una transformación tiene lugar cuando nos sentimos humildes en que no
podemos lograrlo de otra manera. Este es un principio importante en Así
prepara Dios a los hombres. Creo que la lección es clara. Dios puede usar
un hombre inadecuado una vez que este se da cuenta de que es inadecuado.
Después de eso viene la graduación.
E
n el año 2011, el equipo de liderazgo de Man in the Mirror —el
ministerio de discipulado de hombres que fundé— sintió que el Señor
nos guiaba a emprender un gran proyecto de contratar a tiempo completo
trescientos treinta directores regionales en comunidades locales para
ayudar a las iglesias a discipular más eficazmente a los hombres. Para
ponerlo en perspectiva, ¡tomamos la decisión cuando solo teníamos quince
empleados de tiempo completo!
Ahora estamos en medio de ese proyecto. Y como puedes imaginar, es
más difícil de lo que creíamos y está llevando más tiempo del esperado.
Francamente, sabemos que no hay manera de tener éxito a menos que
Dios lo produzca.
¿Te ha presentado Dios un llamado, una tarea o una misión tan
intimidante que suscita toda clase de dudas y temores? Tal vez escuchaste:
• “Vas a ser padre”. Y pensaste: No sé cómo hacerlo.
• “Quiero que te encargues de este proyecto”. Y pensaste: Pero nunca he
hecho algo así.
• “Realmente necesitamos que lideres un grupo pequeño”. Y pensaste:
Pero no sé cómo dirigir un grupo.
• “Te estamos promoviendo a jefe de planta”. Y pensaste: Pero nunca
antes he liderado personas.
Probablemente ya sepas esto, pero a Dios no parece importarle tener que
enseñar a sus discípulos a nadar, lanzándonos al agua en el lado más
profundo de la piscina. No le importa utilizarnos para realizar tareas que
están más allá de nuestras fuerzas. A veces nos prepara para la misión,
como hizo con José y Moisés. Pero hay otras veces en que sentimos que
estamos en problemas y Dios dice: “Te toca. Te escojo”.
De lo que quizás no te hayas dado cuenta antes es que estos tiempos de
angustia son una de las formas favoritas de Dios de moldearnos para Él en
los líderes inesperados que nunca pensamos que podríamos ser, y que tal
vez ni siquiera queríamos ser.
En este capítulo conocerás a un hombre así, un hombre que hasta donde
sabemos, nunca aspiró a nada. Es más, él trató de zafarse de servir a Dios,
pues solo para sustentarse día a día ya estaba teniendo suficientes
problemas. Sin duda nadie lo escogería como “héroe del año”. Pero Dios
vio algo en este hombre que él no vio en sí mismo.
Al leer la historia de este hombre te darás cuenta que lo que le ocurrió a
él también puede sucedernos a nosotros. Y verás cómo Dios puede usarte
mucho más allá de tus capacidades obvias y a pesar de tu temor. Verás
cómo Dios cambia en forma tan real y dramática nuestro miedo y
debilidad en fortaleza, que sería una locura que nos diéramos algún
mérito. El principio para este capítulo es:
EL LIBERTADOR RENUENTE
Era un tiempo duro y brutal. Israel había adorado otros dioses, por lo que
Dios había permitido que los madianitas les robaran las cosechas y
destruyeran los suministros de comida. Algunas personas incluso habían
huido de sus casas para ocultarse en cuevas. Madián asoló y empobreció la
tierra durante siete años hasta que los israelitas pidieron ayuda a Dios.
Y como Dios hace cuando las personas se vuelven a Él en oración
humilde, decidió enviarles un hombre. Pero no era el hombre que podrías
esperar. Dios no escogió un líder poderoso de la estructura política
existente, un individuo prestigioso de una de las primeras familias de la
ciudad, un ser reconocido, un guerrero del ejército, o una estrella creciente
en la comunidad comercial. Al contrario, eligió al hombre más inesperado
posible. Dios recurrió a un hombre llamado Gedeón.
La primera vez que supimos de Gedeón, vivía como refugiado en su
propia casa. En medio de su desesperación, había convertido un lagar en
un escondite donde podía preparar comida para su familia sin que el
enemigo se la confiscara. Y entonces sucedió. La Biblia declara:
Como verás pronto, Gedeón tal vez era el hombre más improbable en
toda la Biblia para ser un “varón esforzado” y dirigir un ejército. ¡Y
Gedeón habría estado de acuerdo con esa evaluación! Nunca ha habido un
líder más renuente, carente de confianza y lleno de miedo. Si a ti y a mí
nos pusieran a elegir un líder, un hombre como Gedeón ni siquiera se nos
pasaría por la mente.
¿En qué estaba pensando Dios? Él no vio el presente de Gedeón; vio su
futuro: el Gedeón que llegaría a ser el hombre que el Señor tenía en mente.
Y he aquí el secreto: Nosotros nos vemos como somos, pero Dios nos ve
como seremos.
Pero lo único que Gedeón podía ver era una lista insuperable de
problemas y obstáculos, los mismos que en primer lugar lo habían
obligado a esconderse. Las primeras palabras de la boca de Gedeón
registradas en la Biblia fueron una descarga de preguntas rodeadas de
dudas:
Ah, señor mío, si Jehová está con nosotros, ¿por qué nos ha
sobrevenido todo esto? ¿Y dónde están todas sus maravillas, que
nuestros padres nos han contado, diciendo: ¿No nos sacó Jehová de
Egipto? Y ahora Jehová nos ha desamparado, y nos ha entregado en
mano de los madianitas (v. 13).
Si has de salvar a Israel por mi mano, como has dicho, he aquí que yo
pondré un vellón de lana en la era; y si el rocío estuviere en el vellón
solamente, quedando seca toda la otra tierra, entonces entenderé que
salvarás a Israel por mi mano, como lo has dicho (vv. 36-37).
Dios usa lo débil de este mundo. Toma a un hombre que no tiene mucho
que ofrecer, sino la disposición de hacer lo que se requiera, y crea algo con
eso. Una vez oí decir a un predicador: “Dios obra por medio de los
presentes y dispuestos, no de los ausentes y capaces”.
Juntos, los pastores y líderes en Jackson, Tom y yo ayudamos a empezar
la Mission Mississippi, un ministerio de reconciliación racial. Pero al
igual que con Gedeón, los temerosos de la reconciliación racial se
retiraron hasta que quedamos con los trescientos de Gedeón. Pero Dios no
estaba limitado por nuestra debilidad. Al contrario, su poder brilló aún
más debido a nuestra debilidad. Estuve allí solo para el inicio, pero hoy
día la Mission Mississippi tiene ramas en otras veinte ciudades en todo el
estado y se ha convertido en un modelo para la nación. Esto nació de
debilidad como la de Gedeón.
¿Hay algo que Dios ha puesto en tu corazón que hagas? Puedes ser el
hombre más endeble del clan más débil, pero si estás dispuesto a ofrecerte,
Él te utilizará. Estará contigo, te dará la victoria, y probablemente lo hará
en una forma tan impresionante que te será imposible decir que lo hiciste
por ti mismo… como hizo conmigo. Esa es la primera lección de la vida
de Gedeón. Dios no está limitado por nuestra debilidad.
Es más, Dios convierte nuestra debilidad en fortaleza.
TU INVITACIÓN A CONVERTIRTE EN UN
LÍDER INESPERADO
Francamente, nadie me dijo que yo podía ser un líder. Eso no formaba
parte de las conversaciones en mi casa o en las escuelas mientras yo
crecía. Pero Dios tenía un plan diferente para mi vida. Un plan tipo
Gedeón. Un plan inesperado.
Después de convertirme a Cristo, Dios empezó a darme tareas de
liderazgo. Pero siempre me sentí incómodo de que me llamaran líder. Es
más, evadí todas esas referencias, aunque Dios estaba dándome más y más
responsabilidades de liderazgo como hombre, esposo, padre, formador de
discípulos, eclesiástico, dueño de negocio y ciudadano.
No fue sino hasta que tuve como cuarenta y cinco años que finalmente
me sentí cómodo con que me llamaran líder. Por eso si sientes que eres el
hombre más débil del clan, puedo identificarme contigo. Y si aún te
sientes así, puedo decirte que tu viaje está lejos de terminar.
Tu transformación probablemente no ocurrirá de la noche a la mañana.
Pero día tras día, año tras año, Dios planea convertir a cada uno de
nosotros en sus líderes inesperados, hombres que reclamarán alguna
pequeña parte de este mundo en forma tan sorprendente que solo Él reciba
la gloria.
Y he aquí algo que no querrás perderte. Aunque nunca te vuelvas fuerte,
Dios aún te usará, porque se complace en usar lo débil de este mundo. Eso
es lo que nos hace tan inesperados. ¿Te animas a venir conmigo? Si Dios
es por nosotros, ¿quién contra nosotros?
Para reflexión y diálogo
1. Si corresponde, ¿qué te ha llamado Dios a hacer que te has mostrado
renuente o te has sentido inadecuado para lograrlo, y por qué?
2. ¿Te ha dicho alguien alguna vez: “Eres un líder”? Describe el efecto
que escuchar o no esa declaración ha tenido en ti.
3. Concluimos este capítulo diciendo: “Dios planea convertir a cada uno
de nosotros en sus líderes inesperados, hombres que reclamarán alguna
pequeña parte de este mundo en forma tan sorprendente que solo Él
reciba la gloria”. ¿Pasó eso ya? Si no, ¿de qué manera la historia de
Gedeón te da esperanza de que Dios te usará?
S
upongamos que tu hijo sabe que no debería pegarle a su hermana,
pero de todos modos lo hace. Entonces, cuando lo confrontas por lo
que ha hecho, él expresa: “Lo siento”. Lo perdonarás, ¿verdad? Por
supuesto. Sin embargo, ¿termina allí todo? Desde luego que no.
Debido a que lo amas, también querrás instruirle para que no repita el
mal comportamiento. Dependiendo de lo que creas que tu hijo necesita, lo
corregirás y restaurarás con suficiente severidad para que no vuelva a
cometer la mala acción.
Como hombres, nuestros agravios son más complejos y los riesgos
mayores, pero el objetivo del Padre es el mismo. Tiene que ver con hacer
todo lo necesario para corregirnos y restaurarnos a una vida de obediencia
cuando nos descarriamos.
Lo que estamos a punto de ver es que la disciplina de Dios es buena,
aunque sea severa, porque así es como nos “obliga” a regresar a Él. Sí,
Dios realmente usa la corrección para obligarnos a volver a Él. El
principio para este capítulo es:
DE HÉROE A NULIDAD
La Biblia expone: “Aconteció al año siguiente, en el tiempo que salen los
reyes a la guerra, que David envió a Joab… pero David se quedó en
Jerusalén” (2 Samuel 11:1). He aquí un gran problema: Si estás donde no
deberías estar, serás tentado a hacer lo que no deberías hacer.
Una tarde David caminaba por la terraza de su palacio, un lugar en que
no debería haber estado, pues el rey debió estar dirigiendo su ejército en
batalla. En los tonos dorados del anochecer vio a una mujer hermosa
bañándose y, en lugar de mirar a otro lado, se quedó observándola.
¿Puede un hombre mirar a una mujer hermosa y no sentir lujuria? La
respuesta es sí… ¡pero no por mucho tiempo!
Por desgracia para David, tenía tiempo de sobra. Dominado por la
belleza de la mujer, hizo que se la llevaran, durmieron juntos y ella quedó
embarazada.
Betsabé era la esposa de Urías, uno de los hombres destacados de David
que había ido a la guerra con Joab. Hoy eso equivaldría a que un jefe
enviara a uno de sus empleados de confianza a un viaje de negocios para
luego seducir a la esposa en su ausencia y dejarla embarazada. Seguro, se
necesitan dos para cometer adulterio, pero ¿no se supone que los hombres
somos los líderes?
Para cubrir su maldad, David dispuso que Urías, el esposo de Betsabé,
resultara muerto durante una feroz batalla. Después que Betsabé completó
el período de luto por su esposo, David la tomó por esposa.
SE DESCUBRE LO ENCUBIERTO
Pero Dios no estaba contento con lo que había visto hacer a David. No hay
“pecados secretos”. Hebreos 4:13 advierte: “No hay cosa creada que no sea
manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y
abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta”. Proverbios
5:21 nos dice: “Los caminos del hombre están ante los ojos de Jehová”.
Justo cuando David creía que toda la situación se había calmado y que
se había salido con la suya, Dios envió al profeta Natán a confrontarlo.
Natán contó una parábola que hizo arder de ira a David contra un hombre
rico que le robó a un pobre. Aunque el próximo pasaje es largo, asegúrate
de leerlo detenidamente para comprender la gravedad de toda la situación.
¿Crees que Dios estaba enojado? Mira más de cerca lo que el Espíritu
Santo declaró por medio de Natán.
• “Todo lo que tienes (respeto, honor, poder, prosperidad) te lo di yo”.
• “Si hubieras querido más, te lo habría dado”.
• “¿Por qué despreciaste la palabra del Señor haciendo lo malo?”.
• “En consecuencia, ahora no se apartará jamás de tu casa la espada”.
• “Tus mujeres serán entregadas a otro hombre que las deshonrará y te
deshonrará”.
No hay manera de evitarlo: Dios estaba furioso.
Airadamente confrontado con su pecado, David se arrepintió:
David había hecho lo recto ante los ojos de Jehová, y de ninguna cosa
que le mandase se había apartado en todos los días de su vida, salvo
en lo tocante a Urías heteo (1 Reyes 15:5).
Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por
su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros (Isaías
53:6).
¿Sigues ahí? Si es así, puedes arrepentirte con las palabras que quieras.
Si estás buscando alguna guía, puedes usar la oración de arrepentimiento
que David ofreció en respuesta a Natán, que se encuentra en el Salmo 51.
He aquí algunos de los versículos clave:
[1]. http://www.seguidores.org/portal/seguidores/images/stories/docs/confesiones
/confesionWestminster.pdf, p. 18.
C
uando yo era un empresario joven, un día llegué a casa manejando un
auto de lujo recientemente adquirido para un hogar encantador y una
esposa hermosa. Si me hubieras visto ese día habrías pensado: A ese tipo
le sale todo como quiere.
Entré al garaje, bajé la puerta y comencé a dar patadas contra la pared.
La pateé hasta que no pude más. Me hallaba muy frustrado. ¿Cómo podía
tener todo lo que había querido y sentirme tan miserable?
Había estado muy seguro de que el dinero solucionaría mis problemas y
que el éxito me haría feliz. Estaba cumpliendo todos mis objetivos. (En
ese momento pensé que esto se debía a que yo era muy inteligente. En
retrospectiva, comprendo que se debió a una buena economía). Pero
mientras más lograba, más profundo me hundía en la desesperación. A
veces creo que los pobres tienen por lo menos una ventaja sobre los ricos:
¡aún pueden aferrarse a la ilusión de que el dinero les dará felicidad! Pero
yo había encontrado un tipo de éxito que en realidad no importaba. Un
éxito vacío.
Como alguien que su vocación es trabajar con hombres me sorprende
que pocos —cristianos o no— están auténticamente felices con lo que son
y lo que hacen. Tengo varias teorías, pero todas apuntan a la idea del
individuo que cree que puede tener lo mejor de ambos mundos: lo mejor
desde una perspectiva cristiana y lo mejor de lo que el mundo tiene para
ofrecer. Este error es mucho más frecuente de lo que podrías creer y, como
verás, no es nada nuevo.
¿Cómo lo ves tú? A pesar de todas tus bendiciones, ¿tienes la sensación
de que te falta algo? ¿Encuentras también esquivo el significado? Te tengo
buenas noticias. Las cosas están a punto de cambiar. Van a ser mucho
mejor. Eso es porque el plan de Dios es utilizar dicho sentimiento de
frustración como herramienta para cincelarte en el hombre que quiere que
seas. Estás a punto de aprender el principio de un éxito que realmente
importa:
Aunque Dios lo había bendecido con todo lo que alguien podría desear,
Salomón no era feliz. A pesar de todo ese dinero, todo ese poder y toda esa
sabiduría, él luchó durante décadas por encontrar una sensación de
significado y propósito. Siempre llevó consigo la sensación de que su vida
era inútil. Estaba lleno de angustia.
La mayoría de nosotros sabemos cómo se sentía Salomón, ¿no es así?
Aunque quizás no vivamos en una escala que corresponda remotamente a
la suya, pero espiritual y emocionalmente hablando, hemos estado donde
él estuvo. Entonces todos tenemos una deuda con Salomón, porque dedicó
su existencia a buscar respuesta a este problema de la aparente falta de
sentido de la vida. Él quería saber cómo un hombre podía tener todo lo que
deseaba y aún no ser feliz. Declaró: “Quería ver qué de bueno le encuentra
la gente a sus pocos años de vida en este mundo” (Eclesiastés 2:3, TLA).
¿Cuál fue su estrategia? Salomón decidió que exploraría todo posible
camino terrenal para encontrar significado separado de Dios, e informó:
“Me dediqué de lleno a explorar e investigar con sabiduría todo cuanto se
hace bajo el cielo” (Eclesiastés 1:13, NVI). Probó sabiduría, conocimiento,
artes, literatura, ciencia, comercio, horticultura, exploración, insensatez,
vino, riqueza, sexo, poder, prestigio, grandes proyectos, forjarse una
reputación y refugiarse en el trabajo. Pero nada de eso lo satisfizo.
He aquí algunas de las hazañas de Salomón en sus propias palabras:
RESULTADOS DE LA INVESTIGACIÓN
El libro de Eclesiastés se lee como un caso de estudio para una tesis
doctoral. Tiene todos los elementos: propósito del estudio, problema,
pregunta de investigación, hallazgos, conclusiones, resumen y
recomendaciones. Veamos uno de los principales hallazgos y conclusiones
de Salomón:
Sexo
Podrías estar pensando: Salomón fue este tipo rico que tuvo relaciones
sexuales con mil mujeres. ¿Qué tiene que ver eso conmigo?
En realidad, su historia es muy pertinente debido a lo que Jesús dijo
sobre el adulterio. ¿Recuerdas? Declaró que incluso si codicias a una
mujer, ya adulteraste con ella en tu corazón (véase Mateo 5:28). Sin
embargo, ¿cuántos de nosotros hemos mirado con lujuria a mil mujeres?
Hagamos la cuenta. ¿Has codiciado una vez al mes, a la semana, o al
día? ¿Qué tal dos veces al día? ¿O varias veces al día? Si codiciaste una
vez al día durante tres años, eso te dará más de mil mujeres… le ganarías a
Salomón.
Así que seamos realistas. No creas que no podría ocurrirte, porque te ha
ocurrido. Cuando se trata de inmoralidad sexual, a los ojos de Jesús no nos
diferenciamos de Salomón.
Una mañana en nuestro estudio bíblico decidí enseñar sobre 1 Corintios
6:18, que declara: “Huyan de la inmoralidad sexual” (NVI). Cuando salí de
mi garaje y empecé a conducir por mi vecindario para dictar el estudio, vi
a una mujer que paseaba a su perro. Ella llevaba pantalones cortos y
camiseta. Pensé que era muy hermosa, y admirar la belleza es algo
normal… pero no lo es si te lleva al deseo. Entonces pensé: Es bueno que
yo esté en el auto. ¡Puedo huir!
Afortunadamente, solo fue una tentación. Pero a eso me refiero: las
tentaciones son muy seductoras.
¿Por qué huir de la inmoralidad sexual? Todos los demás pecados están
fuera de nuestros cuerpos, pero el pecado sexual está contra nuestros
cuerpos. “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el
cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?
Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en
vuestro cuerpo” (vv. 19-20).
Pero Salomón no huyó.
Muy a menudo nosotros tampoco huimos.
La inmoralidad sexual —o cualquier otro de los muchos pecados en que
fácilmente podemos caer, como el orgullo, engañar en los impuestos, los
chisme o deseos de “ser alguien”— aleja de Dios nuestros afectos y los
pone en actividades egoístas y pecaminosas. Creemos que nos dirigimos
hacia la felicidad. En realidad, podríamos disfrutar temporalmente los
placeres… como Salomón hizo. Pero esto no durará. Siempre terminará en
nimiedad y frustración. Ese es el orden divino de las cosas.
Pero aquello solo es parte del problema.
C
uando yo era un joven con emociones fogosas y sin dirección no
tenía idea de qué se trataba la hombría. Entonces algunos hombres
me protegieron enseñándome y guiándome en lo que parece que debe ser
un hombre, esposo y padre rectos. Gracias a ellos, mi vida ha resultado
mucho mejor de lo que nunca me hubiera imaginado. Esas lecciones
iniciales me prepararon para los vericuetos que la vida traería a mi
camino.
Las lecciones en hombría cristiana que mi padre recibió fueron muy
diferentes. Ningún hombre estuvo a su lado cuando él era un joven esposo
y padre. Quedó a sus propias expensas para hacer lo mejor que podía. Sin
la guía de hombres cristianos maduros, mi padre estuvo mal preparado
para lo que se requería de él. Aunque era cristiano, experimentó un
resultado muy distinto de su vida del que yo he obtenido de la mía. Debido
a que él no logró en la vida lo que deseaba —y a que supe la razón— Dios
me ha dado un llamado apasionado para ayudar a los hombres a
convertirse en discípulos de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
El discipulado de hombres es la necesidad profundamente sentida que
realmente me conmueve, me conquista y me saca de la cama. Me
quebranta el corazón ver que algún hombre no tenga la oportunidad de
convertirse en el ser que Dios quiere que sea.
Sin embargo, la pasión de mi amigo Rod es por las personas sin hogar.
Cada viernes por la mañana antes de venir a nuestro estudio bíblico, él va
al McDonald’s junto a nuestra estación de autobuses y compra café para
los indigentes. Rod dice: “Cada semana es diferente. Nunca sé lo que va a
suceder. Pero cada vez que aparezco, también lo hace Dios”.
Y el llamado de Eric es el matrimonio. Hace varios años tuvo una
aventura que devastó su matrimonio y distanció a sus hijos. Eric y su
esposa, ambos cristianos, decidieron tratar con el sufrimiento, que siempre
fue doloroso. Pero Dios les permitió restaurar su matrimonio, y hoy día
son más fuertes que antes. A través de las lágrimas, Dios confirió tanto a
Eric como a su esposa una carga y un dolor profundo por otras parejas que
padecen problemas similares. Hoy día dictan clases matrimoniales en su
iglesia y aconsejan a parejas en dificultades.
¿Y qué en cuanto a ti? ¿Qué está quebrantando tu corazón?
Al igual que Rod, Eric y yo, siempre que sientas más personalmente el
dolor de la falta de la presencia y el poder de Dios es cuando
probablemente Él te dará una carga para hacer algo al respecto. Responder
a la carga que Dios pone en tu corazón es como si te metieras en lo más
profundo de lo que Él está haciendo en el mundo. Puedes influir
enormemente para Dios. En este capítulo aprenderás cómo el Señor provee
para hacer que eso suceda. El principio es:
Confieso los pecados de los hijos de Israel que hemos cometido contra
ti; sí, yo y la casa de mi padre hemos pecado. En extremo nos hemos
corrompido contra ti, y no hemos guardado los mandamientos,
estatutos y preceptos que diste a Moisés tu siervo (vv. 6-7).
Al principio lo único que Nehemías supo era que tenía una carga en el
corazón. Pero en lugar de actuar en su propia fortaleza o sabiduría, se
humilló, oró, buscó a Dios y se arrepintió de los malos caminos de su
pueblo, tal como dice que hagamos en 2 Crónicas 7:14.
El primer paso para resolver cualquier problema relacionado con el
pecado y la desobediencia es hacer una oración de humilde
arrepentimiento. El arrepentimiento sienta las bases para todo lo bueno
que sigue. El arrepentimiento necesariamente precede a la visión, a un
plan o una solución.
Después de la oración de Nehemías, el Señor le dio una visión para
resolver el problema de su nación. No sabemos si Nehemías recibió su
visión inmediatamente o si le llevó tiempo procesarla. Que sepamos, Dios
no tiene una fórmula para dar visiones a los hombres. Pero sí sabemos que
cuatro meses después el rey notó que Nehemías estaba triste, lo cual le dio
la apertura que el copero necesitaba.
Me dijo el rey: ¿Qué cosa pides? Entonces oré al Dios de los cielos, y
dije al rey: Si le place al rey, y tu siervo ha hallado gracia delante de
ti, envíame a Judá, a la ciudad de los sepulcros de mis padres, y la
reedificaré (Nehemías 2:4-5).
TÚ ERES EL PLAN
Nehemías sintió que Dios tenía un llamado para él e hizo algo al respecto.
Pidió permiso para ausentarse del trabajo a fin de poder ir a Jerusalén y
supervisar la reconstrucción del muro derribado. También pidió al rey los
documentos que necesitaría para garantizar un viaje seguro y los
materiales que utilizaría una vez que llegara. Así informó: “Y me lo
concedió el rey, según la benéfica mano de mi Dios sobre mí” (Nehemías
2:8).
Pero una vez que Nehemías regresó a Jerusalén, la misión no fue fácil.
Reconstruyó el muro porque Dios estaba con él; pero también experimentó
una cruel oposición. Esa es una parte exclusiva de cómo Dios nos prepara.
Él te dará un llamado apasionante con el fin de hacer algo para su gloria,
pero a menudo quienes se le oponen no facilitarán las cosas. Hemos visto
eso en cada capítulo. La larga espera de Abraham. El duro trato a José. El
rechazo que Moisés recibió de su propio pueblo. El favor de Dios a
menudo va acompañado de pruebas.
Aquí está entonces el patrón que aprendemos de Nehemías. Cuando
viene el arrepentimiento, Dios enviará un hombre. Dios siempre está en
busca de un hombre que verá, realmente, alguna parte arruinada de su
creación, sentirá la punzada, llevará la carga, liderará en arrepentimiento y
humildemente se sentirá obligado a actuar como agente divino para
redimir lo que se ha destruido o perdido. Dios prepara a este hombre para
la tarea y proporciona todo lo necesario para llevarla a cabo… pero casi
nunca sin oposición.
Así es como Dios redime la cultura. Así es como rescata a los pobres.
Así es como vence el racismo. Así es como contrarresta la violencia hacia
los no nacidos. Así es como restaura matrimonios. Así es como Dios salva
a los perdidos. Así es como transforma a los hombres que no conocen su
identidad. Él hace todas estas cosas, y más, seleccionando hombres
específicos (y por supuesto, también mujeres) y les da una carga que
finalmente los hace actuar.
Así es como Dios obra. Él tiene un plan. Eres tú. Tú eres el plan. Eres el
plan de Dios para redimir y cambiar el mundo.
¿No es cierto que esa idea despierta algo profundo dentro de nosotros
como hombres? Eso se debe a que la necesidad de influir es una parte muy
arraigada de nuestra naturaleza.
Por tanto, déjame decirte cómo puedes aplicar la historia de Nehemías a
tu propia situación. La pregunta que debes hacerte es: ¿Qué me hace llorar,
sufrir, ayunar, orar, arrepentirme, tener una visión y querer actuar? Si te
abres ante Dios con esta pregunta, te dará una carga apasionante para
redimir alguna parte destrozada de su mundo, un problema que solo puede
resolverse si liberas el poder de Dios y su evangelio.
Para Nehemías fue el muro destruido de su patria. ¿Qué es para ti? Ahí
es donde Dios quiere usarte. O si todavía no conoces tu carga, ¿cómo
puedes identificarla? Podrías encontrar sorprendente la respuesta.
IDENTIFICA TU CARGA
Si quieres participar en redimir lo que se ha perdido, entonces identifica
un lugar en que la creación no esté funcionando como Dios quiso. Debe ser
un lugar en que la necesidad particular toque todo tu ser: intelecto,
voluntad y emociones.
Dondequiera que la batalla ruja por ti es donde Dios te dará esa carga.
Puedes sentirla, como lo hizo Nehemías, en un área en que tienes evidente
oportunidad y destreza. Pero no debería sorprenderte, como aprendimos de
Gedeón, si sientes tu carga en un ámbito de debilidad. Donde sea que te
lleve la carga que Dios te da es donde eres necesario. Ahí es donde Él
quiere usarte para ser determinante.
Por ejemplo, si luchas con la pornografía, Dios te dará una carga por
otros hombres con esa misma lucha. Si has sobrevivido a una severa crisis
matrimonial, Dios puede darte una carga por otros hombres cuyos
matrimonios están atribulados. Tal vez tu carga es por familias, familias
destrozadas, o tu propia familia. Tal vez sea por los perdidos. Tal vez tu
carga sea por los pobres. Tal vez por los no nacidos. Tal vez pasaste
décadas atascado en un trabajo que odiabas, y tu carga sea ayudar a
hombres a encontrar un trabajo que les guste.
Quizás deseas que tu iglesia prepare hombres; quieres usar algunas de
las mismas habilidades que funcionan para ti en los negocios para guiar
hombres a ser más semejantes a Cristo Jesús. Tal vez tu carga sea por
jóvenes que están luchando con su identidad y andan sin rumbo por el
mundo sofocados bajo el peso de lo que no conocen porque no han
recibido guía. Quizás la ruptura en la sociedad y la plaza pública pesa
demasiado en tu mente. O tal vez sientes el peligro de la decadencia
espiritual en nuestra sociedad.
La foto de trasfondo en la pantalla de mi computadora es una imagen de
la Tierra tomada desde un satélite. Me recuerda la perspectiva eterna de un
cristiano. Veo un pequeño globo donde Dios está haciendo cosas mucho
más grandes de las que puedo imaginar.
Donde sea que te encuentres en el proceso de averiguar y cumplir tu
llamado, Dios te dará lo que necesites para que, junto con Nehemías,
puedas decir: “La benéfica mano de mi Dios [está] sobre mí”.
Entonces, seas un cristiano relativamente nuevo o que hayas caminado
con Cristo durante décadas, pídele a Dios ayuda para ver lo que Él ve, a fin
de que puedas hacer lo que Él quiere que hagas.
U
n día, cuando uno de mis mejores amigos de la universidad estaba en
la escuela secundaria, tomó demasiado rápido una curva por un
camino de tierra. El auto coleó, se descontroló y chocó contra un árbol. Mi
amigo ha pasado el resto de su vida en una silla de ruedas.
Un hombre muy endeudado que conozco se enteró de que su destructivo
derroche de dinero estaba vinculado a un desorden maníaco depresivo con
el que ahora debe aprender a lidiar.
Un vecino de mediana edad murió repentinamente de un ataque
cardíaco, dejando solos en el mundo a una esposa y tres hijos en edad
escolar.
Un hombre jubilado perdió la mayor parte de sus ahorros en un
derrumbe del mercado de valores y tuvo que volver a trabajar.
Tú has pasado por esta clase de sufrimiento inexplicable, te encuentras
allí ahora, o algún día tu fe será probada al máximo. El sufrimiento
constituye una buena parte de nuestra vida.
Por supuesto, todos atesoramos momentos especiales como graduación,
matrimonio, nacimiento de un hijo y ascensos. Sin embargo, ¿qué se
supone que debemos hacer con nuestros sufrimientos?
Desde luego, a veces sufrimos por hacer lo malo. A todos nos pasa.
Cedemos a la tentación del mundo, de nuestra propia naturaleza
pecaminosa, o del diablo, y sufrimos, por tanto, por nuestros pecados. No
nos sorprende que Dios discipline a sus hijos como lo haría cualquier
padre amoroso.
También sufrimos por hacer lo correcto. Los cristianos son perseguidos
por su fe. Por ejemplo, un joven que conozco fue ridiculizado por empezar
un estudio bíblico en el trabajo. Otro por adoptar una posición cuando su
jefe estaba maldiciendo el cristianismo. Pero en casos como esos podemos
encontrar fortaleza en la Palabra de Dios porque sabemos que estamos
haciendo lo correcto.
• “Si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a
Dios por ello” (1 Pedro 4:16).
• “Los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas
al fiel Creador, y hagan el bien” (v. 19).
Hay una tercera clase de sufrimiento que es especialmente difícil de
enfrentar: Cuando sufrimos sin ningún motivo aparente, como algunos de
los hombres ya mencionados o debido a desastres naturales, muertes
accidentales, enfermedad, discapacidades y mucho más.
Parece haber en nuestro mundo deteriorado gran cantidad de mal y
sufrimiento sin sentido. Las tragedias parecen golpear al azar y sin
respetar cuánta fe tengas. Y estamos hablando de sufrimiento y tribulación
profundos, no de meros inconvenientes.
Estos problemas nos llevan a preguntarnos: ¿Conoce Dios lo que estoy
pasando? ¿Le importa? Si lo sabe y le importa, ¿por qué no hace algo al
respecto?
Si observamos de cerca, averiguamos que el sufrimiento es parte
importante de cómo Dios nos moldea en los hombres que desea que
seamos, lo cual nos lleva al principio en que se basa este capítulo:
BENDICIÓN EN EL SUFRIMIENTO
Job no sabía cómo iban a resultar sus dolorosas pruebas. En esas noches de
insomnio en que estaba atormentado por el terror, no supo qué dirección
tomaría su vida. Pero lo sabemos debido a que Dios preservó
compasivamente su historia para nosotros.
Después de treinta y siete capítulos de palabras imprudentes entre Job y
sus amigos, el Señor le habló a Job: “¿Quién se atreve a oscurecer mis
designios con palabras carentes de sentido?” (Job 38:2, RVC). Luego Dios
reprendió a Job con preguntas como “¿dónde estabas tú cuando yo fundaba
la tierra?”, “¿dónde está el lugar de las tinieblas?” (vv. 4, 19) y unas
sesenta preguntas más sin respuesta.
Job estaba completamente abrumado por la majestad de Dios. Lo único
que pudo hacer fue entonar humildemente esta oración. Considera hacerla
tu oración.
TU RESPUESTA
He aquí algunas respuestas y actitudes hacia el sufrimiento elogiadas por
las Escrituras:
• “Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos;
porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros”
(Mateo 5:12).
• “[Los apóstoles] salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber
sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre”
(Hechos 5:41).
• “Dios les ha dado a ustedes el privilegio… de sufrir por [Cristo]”
(Filipenses 1:29, TLA).
• Estamos invitados a “participar en sus sufrimientos” (Filipenses 3:10,
NVI).
• “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas
pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia”
(Santiago 1:2-3).
• “Oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso
de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así?” (Romanos
9:20).
• “Si neciamente has procurado enaltecerte, o si has pensado hacer mal,
pon el dedo sobre tu boca” (Proverbios 30:32).
• “Gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo”
(1 Pedro 4:13).
[1]. C. S. Lewis, The Problem of Pain (Nueva York: HarperOne, 2001), pp. 1-3.
[2]. Juliana de Norwich, Revelations of Divine Love, Motherhood of God, trad. y ed. Frances
Beer (Suffolk, Inglaterra: D. S. Brewer, 1999), pp. 29-30.
T
odos conocemos los problemas: divorcio, hijos sin padre, violencia en
el hogar, pornografía, detectores de metales en las escuelas, tiroteos,
corrupción en el mundo de la banca y la bolsa, racismo, pobreza, la
normalización del pecado en la televisión. Y por supuesto eso es solo una
pequeña muestra de la decadencia moral en nuestra cultura. Algunas de las
estadísticas son alarmantes:
• 48 por ciento de las mujeres prefieren la convivencia al matrimonio.
• 41 por ciento de los bebés nacen de madres solteras.
• 36 por ciento de hijos viven en hogares sin sus padres biológicos.
• 18 por ciento de los embarazos terminan en aborto.
• La asistencia a la iglesia ha caído a 17,7 por ciento en general y a 13,3
por ciento entre hombres.[1]
Varones: ¿duda alguien de que nuestra cultura es peor que la de hace
veinte años? El sentido común nos dice que la sociedad estadounidense
está desmoronándose a un ritmo alarmante.
Dios ve también estos problemas y tiene una solución. Hacer discípulos
es la manera diseñada por Dios de liberar el poder de su evangelio sobre
todo problema que enfrentamos. Pero debemos hacer nuestra parte. Las
Escrituras plantean que hacer discípulos es un asunto moral. Con eso
quiero decir que hacer discípulos es una elección entre bien y mal,
obediencia y desobediencia.
¿Te parece dura o arbitraria esta afirmación? Quédate conmigo. Creo
que verás que la forma en que enfrentemos la verdad acerca de hacer
discípulos determinará si nos convertimos en parte de la solución para
nuestro mundo o si seguimos siendo parte del problema.
Como cristianos, recibimos de las Escrituras nuestra autoridad moral,
así que refresquemos nuestra memoria con algunos de los textos más
conocidos.
• “Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu
Santo, y me seréis testigos” (Hechos 1:8).
• “Id, y haced discípulos” (Mateo 28:19).
• “Enseña estas verdades a otras personas dignas de confianza que estén
capacitadas para transmitirlas a otros” (2 Timoteo 2:2, NTV).
• “Como me envió el Padre, así también yo os envío [a hacer
discípulos]” (Juan 20:21).
No importa con cuánta violencia se ataque o con cuánta indiferencia se
deseche, la verdad de Dios simplemente no desaparecerá. El resultado es
indiscutible. El discipulado es un asunto moral. Es más, podríamos decir
esto: Cualquier cosa menos que un plan para discipular a toda persona
dispuesta es una falla moral catastrófica.
Para algunos de nosotros, hacer discípulos es nuestro ministerio. Pero
como puedes ver, esta es una misión y un deber de cada cristiano,
empezando en casa. No discipular en casa lleva al fracaso en todas partes.
¿Por qué discipular es tan importante? Los problemas se resuelven
cuando intentan solucionarlos las personas correctas: los discípulos. Por
tanto, si ayudamos a las personas a convertirse en lo que Dios intentó que
fueran, entonces serán libres para hacer aquello para lo que Dios las creó.
Se convertirán en siervos de Dios y agentes de cambio en nuestros
hogares, lugares de trabajo, iglesias y comunidades. Poblarán nuestros
gobiernos, nuestros sistemas escolares, nuestra atención médica y nuestras
empresas. Todo lo demás es maquillaje.
Hombres, nosotros podemos hacerlo. Podemos resolver nuestros
problemas haciendo discípulos. Dios te tiene un papel gratificante. Pero
antes de que puedas convertirte en formador de discípulos debes saber
cómo lograrlo. Jesús tiene un plan sorprendentemente sencillo para hacer
discípulos y luego enviarnos a discipular a otros. Esto nos lleva al noveno
principio de Así prepara Dios a los hombres:
DISCIPULADO DE HOMBRES
El discipulado de hombres es especialmente importante. El “problema de
los hombres” se ha vuelto una crisis prácticamente descontrolada. El daño
colateral en las familias es asombroso. Los hombres menores de cuarenta
años son especialmente sensibles a una visión extraña del mundo que está
destruyendo las instituciones del matrimonio y la familia. Nuestras
agencias gubernamentales, organizaciones del sector social y empresas
están sobrecargadas tratando de hacer frente al daño posterior de una
generación cada vez más huérfana, irascible y disfuncional.
Tiene que haber una manera mejor de funcionar.
Por supuesto, sigamos ayudando a madres solteras, a adolescentes
embarazadas y a niños huérfanos. Necesitamos ayudar más, no menos.
Pero nunca resolveremos estos problemas sintomáticos sin tratar la causa
subyacente: que los hombres no entienden la hombría bíblica.
Agradezco mucho que cuando mi esposa y yo visitamos por primera vez
nuestra iglesia, varios hombres cristianos maduros estuvieron atentos a
individuos más jóvenes como yo. Al saber lo que era necesario hacer, me
tomaron bajo sus alas y empezaron a enseñarme hombría bíblica y, desde
el principio, me dieron la visión de enseñar a otros.
Hugh Lake predicó el evangelio con sencillez. H. O. Giles y Bob
Helmling modelaron el evangelio hasta que lo asimilé. Dios usó a Dan
Stanley para darme convicción de pecado. Jim Gillean nos invitó a ser
parte de su grupo pequeño, donde mi esposa Patsy y yo recibimos
capacitación. Doy gloria a Dios por estos hombres. Y todo comenzó con
mi esposa que oraba.
Jim en particular vio algo en mí que yo mismo no veía. Lo que me
convenció realmente fue que él creyó en mí más de lo que yo mismo creía.
Pronunció palabras de aliento que yo nunca había oído antes. Eso
desencadenó algo dentro de mí. Me brindó la visión de convertirme en el
hombre que Dios dispuso que yo fuera. Eso liberó el poder de volverme
alguien que yo ni siquiera sabía que existiera. Me llevó a emprender el
camino para convertirme en quien yo deseaba ser: un hombre, esposo,
padre según Dios y formador de discípulos.
Dios nos ha dado una receta clara y simple para llevar a los hombres
hacia la madurez: los experimentados deben tomar bajo sus alas a los más
jóvenes y mostrarles cómo vivir la vida cristiana. Los hombres son el
método de Dios. Él los adiestra para alcanzar otros hombres, porque se
necesita que un hombre enseñe a otro cómo ser hombre.
He aquí la buena noticia. Si tenemos hombres como deben ser,
tendremos matrimonios como corresponde. Si tenemos matrimonios
correctos, tendremos familias correctas. Si tenemos familias correctas,
tendremos la iglesia correcta. Y si tenemos la iglesia correcta, Dios
cambará el mundo.
En un sentido muy real, la cura para todo empieza con el discipulado de
hombres. Así es como lo vio Jesús.
En este capítulo veremos cómo funciona el proceso de formar
discípulos. Más que de cualquier otro hombre en la Biblia, de Pedro
sabemos cómo se convirtió en discípulo y formador de discípulos, así que
averigüemos cómo ocurrió esto.
Si declaro, con la voz más alta y la exposición más clara, cada porción
de la verdad de Dios excepto precisamente ese pequeño punto que el
mundo y el diablo están atacando en este momento, no estoy
confesando a Cristo, por más audazmente que pueda estar profesando
el cristianismo. La lealtad del soldado se demuestra donde se libra la
batalla; mantenerse firme aparte del campo de batalla es simple huida
y desgracia para él si se acobarda en este punto.[3]
Así que piensa en discipular algunos jóvenes. Esa es una esfera donde
eres necesario.
Desde luego, puedes hacer discípulos donde sea y cuando sea. En el
transcurso de una semana normal, cada uno de nosotros entra en contacto
personal con muchas personas que están perdidas. Un hombre tan inseguro
de sí mismo que evita el contacto visual, un vendedor enojado, un
mendigo parado al lado de una rampa de salida de una autopista, un
individuo que ha cometido adulterio, alguien en tu iglesia adicto a [ponle
nombre], un expendedor de boletos en el cine que no sonríe, un vecino que
descuida a sus hijos, un jefe ofensivo.
Mi amigo Jim y yo habíamos estado yendo a un restaurante favorito casi
un año. Durante ese tiempo habíamos estado cultivando la relación con un
mesero y acercándolo al Señor. Se llamaba Sean, habíamos averiguado
bastante de él. Cuando Sean estaba en la escuela secundaria, su padre tuvo
una aventura amorosa y se divorció de su madre. Ahora tenía veintiséis
años, una hija de cuatro años y se había divorciado porque su esposa lo
había engañado. En otras palabras, él había sufrido dos traiciones terribles.
Un viernes, Jim reservó una mesa en ese restaurante y pidió que Sean
fuera nuestro mesero.
—Mira, sabes que he estado casado por cuarenta años con mi esposa, y
hoy la amo más que el día que nos casamos —le dije a Sean.
Yo no planeé decirlo, pero simplemente salió.
—¿En serio? —preguntó.
—Sí —intervino Jim—. Así es. ¡Y yo siento lo mismo por mi esposa!
Eso dio un cambio radical a la conversación. De repente un año de
inversión en una relación auténtica abrió una puerta.
Sean se quedó reflexionando por un momento.
—¿Cómo encuentro una esposa así? —preguntó entonces.
—¿Quieres saberlo de veras? —inquirí.
—Sí —contestó.
—La manera de encontrar una esposa así es hallar una mujer que ama a
Dios —declaré.
El rostro se le inundó de comprensión, y comenzó a contarnos cómo se
había criado en la iglesia. Retenía un recuerdo fragante de las cosas
espirituales, pero se había alejado de este componente de su vida, y sabía
que necesitaba volver a este ambiente.
—Sin embargo —añadí—, hay un problema, porque si quieres casarte
con una mujer que ame a Dios, ¿qué crees que una joven que ame a Dios
está buscando?
Hice una pausa para causar efecto.
—Ella busca un joven que ama a Dios —concluí.
De nuevo el rostro se le iluminó. Una gran puerta se había abierto y el
Espíritu Santo entró. Sean dijo que deseaba obtener información, deseaba
leer libros sobre las cosas espirituales, deseaba renovar su relación con
Dios, y deseaba cambiar.
Lo llevé lo más lejos posible. Mi ministerio ese día fue darle un
empujón a Sean. Confío en que Dios lleve a su vida otros testigos y
formadores de discípulos. Este es un buen recordatorio: El hecho de que
no podamos hacer todo por alguien no es excusa para no hacer nada.
D
os hombres se encontraron en un estudio bíblico nocturno. Uno le
dijo al otro:
—Me parece que te conozco. ¿No nos hemos visto en mi edificio de
oficinas?
Con un alegre guiño en el ojo, el segundo hombre contestó:
—Sí, soy un discípulo de Jesús disfrazado de portero.
En tu ciudad hay muchos hombres gozosos como este que se dedican a
llevar una vida apasionada para la gloria de Jesucristo.
Están en todas partes: sirviendo mesas como meseros, arreglando
computadoras, poniendo clavos, recogiendo basura, vendiendo autos,
ejerciendo abogacía, entregando paquetes, administrando almacenes,
cortando césped y dirigiendo negocios pequeños. Están llenos de
propósito, significado, gozo y, sí, mucha oposición y luchas. Sin embargo,
estos hombres están absolutamente convencidos de que sus vidas van a
alguna parte y ejercen influencia. ¿Están vivos! No puedes dejar de verlos
con admiración, tal vez incluso con un toque de envidia.
Quizás tú seas uno de esos hombres. O tal vez solías ser uno, pero ahora
te has cansado y has perdido tu pasión. O tal vez has visto el gozo y la
pasión de varones entregados a Cristo y has pensado: ¡Eso es lo que
quiero! Pero falta algo y no estás seguro de qué es.
Trevor, un joven de menos de treinta años, me pidió que lo guiara. En
nuestra cuarta visita (tiempo suficiente para que yo evaluara si confiaba o
no en mí), se sentó y espetó: “Tengo un negocio mediocre, un matrimonio
mediocre y una relación mediocre con Dios”. Esteban ya era cristiano…
ese no era el problema. Pero simplemente no podía ver cómo podía
convertirse alguna vez en un hombre gozoso que viviera apasionadamente
para Cristo. Estaba equivocado.
En este último capítulo quiero mostrarte el sorprendente proceso por el
cual Dios está ayudando a Trevor a ser el discípulo de Jesucristo alegre y
dedicado que todos queremos ser, como el portero que mencioné al
principio. Aprenderás (o se te recordará) cómo puedes ir a donde Jesús
iría, cuando Él quiere que vayas, para hacer lo que sea que Él haría. Es
más, el credo de un siervo es: “Donde sea, cuando sea, como sea”. Sin
reservas. Sin ocultar nada. Cada vez más entregado al Señor.
El último principio del que deseamos aferrarnos es este:
LA GRAN RENDICIÓN
Adrian Rogers, un reconocido pastor bautista del siglo XX, realizó una vez
un viaje misionero a Rumania. En el transcurso de dos semanas se
encariñó con su intérprete, pero no había aprendido mucho de lo que este
pensaba. Así que para el final del viaje le preguntó: “Dime, ¿qué piensas
de los cristianos estadounidenses?”.
“No deseo hablar de eso”, fue la extraña respuesta. Desde luego, esto
solo puso más curioso el pastor Rogers, por lo que comenzó a presionarlo
para obtener una respuesta.
Por último, el intérprete capituló. “Bueno, está bien entonces, pero no te
va a gustar mi respuesta. No creo que ustedes los estadounidenses
entiendan de qué se trata el cristianismo. En la década de los sesenta
comenzaron a usar la palabra ‘compromiso’ para describir su relación con
Cristo. No obstante, cada vez que una palabra entra en uso, otra queda en
desuso”.
El intérprete continuó: “Hasta la década de los sesenta ustedes los
estadounidenses hablaban de ‘rendirse’ a Cristo. Rendirse significa
renunciar al control, entregarlo todo al Maestro Jesús. Al cambiarse a la
palabra ‘compromiso’ su relación con Cristo se ha vuelto algo que ustedes
hacen; por tanto, mantienen el control. Rendirse significa renunciar a
todos los derechos sobre uno mismo. A ustedes los estadounidenses no les
gusta hacer eso, por eso en cambio hacen un compromiso”.[1]
Existen dos maneras de proceder. La primera es atascarte insistiendo en
que sabes qué es lo mejor, intentando controlar la situación, ejercitar tu
voluntad, tratar de salirte con la tuya y llegar a la cima. Lleno de
ambiciones insignificantes, resentimientos mezquinos y sentimientos
fáciles de herir, este es el camino del hombre comprometido.
La otra manera es negarte a ti mismo, llegar humildemente a los pies de
la cruz, entregar a Cristo Jesús tu vida cotidiana, considerar plenamente la
gravedad de tus tiempos y calzar en la perspectiva más grande de lo que
Dios está haciendo en el mundo. Lleno de gratitud humilde, este es el
camino del hombre rendido.
A estas alturas podrías estar preguntándote: ¿Cómo en la práctica se ve
la rendición? Considera la historia de Daniel, el amigo que mencioné en el
capítulo anterior.
Daniel era uno de esos jóvenes que debieron imaginar lo que es normal,
especialmente en cómo relacionarse con las mujeres. Pilló a su cuarta
novia en el acto con otro hombre. La echó a la fuerza de su apartamento.
Por desgracia, también la pateó, lo cual le rompió el bazo. Y así, a los
treinta años de edad, Daniel fue encarcelado durante un año.
—Daniel, ¿sabes quién es Jesucristo? —preguntó el capellán a los pocos
meses de la sentencia.
—¡Por supuesto! —exclamó él.
—¿Crees en Él? —volvió a preguntar el capellán.
—Sí —respondió Daniel.
—¿Has entregado tu vida a Jesucristo? —inquirió el capellán.
—No —contestó—, nunca he hecho eso.
El capellán le sugirió a Daniel que reflexionara si estaba listo para
entregar la vida al Señor Jesús. Una semana más tarde, desesperado por
tener a Dios, Daniel se arrepintió, puso su fe en Jesús y rindió su vida a
Cristo. Es así como el Señor redime tan horrible situación. Hoy día Daniel
está felizmente casado con una esposa cristiana fuerte y rendida a Cristo.
¿Has rendido realmente, no solo comprometido, tu vida a Jesucristo? Tal
vez has hecho una oración del pecador; tal vez no. Quizás te rendiste en el
pasado, pero has vuelto a tomar el control de tu vida. En cualquier caso,
asegúrate de resolver este asunto antes de dejar este libro.
La gran ironía de la rendición es que no lleva a la derrota sino a la
victoria.
Puedes rendir, o volver a rendir, tu vida diciéndole humildemente a Dios
en tus propias palabras que deseas cederle el control de tu vida en
arrepentimiento y fe. O, si deseas, puedes hacer esta oración:
Señor Jesús, ahora más que nunca te necesito. Tengo muy poca
alegría, paz y pasión. Confieso que he estado tratando de tener lo
mejor de ambos mundos, que he sido de doble ánimo y que he estado
buscando al Dios que he querido y no al Dios que es. Lo siento mucho,
y me arrepiento. Perdóname, por favor. Gracias por amarme tanto
para haber muerto por todos mis pecados a fin de que yo pueda tener
vida eterna. Por fe recibo (o renuevo) mi salvación y me rindo a ti.
Toma el control de mi vida. Hazme la clase de hombre sobre el que he
estado leyendo en este libro. Oro en tu nombre, Jesús, y para tu
gloria. Amén.
CONVERTIRNOS EN SIERVOS
Pablo es sin duda el principal experto del mundo en una vida dedicada.
¿Cuál fue su respuesta a Jesucristo? Convertirse en un siervo fiel,
manifestando: “Fui hecho ministro por el don de la gracia de Dios que me
ha sido dado según la operación de su poder” (Efesios 3:7). Además,
escribió: “Se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado
fiel” (1 Corintios 4:2). Al final de su testimonio ante el rey Agripa, Pablo
declaró: “No fui rebelde a la visión celestial, sino que anuncié.… que se
arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de
arrepentimiento” (Hechos 26:19-20).
Rendir plenamente nuestras vidas a Jesús es convertirnos en siervos. Sí,
somos hijos de Dios, pero también sus siervos. A un siervo ya no le
preocupa la pregunta: “¿Qué quiero?”. En lugar de eso, pregunta: “¿Qué
necesita el Señor?”. La diferencia no es pequeña.
Un siervo no sirve a Dios para recibir una recompensa (aunque hay
muchas). Un siervo simplemente cumple con su deber. Jesús expresó:
“También vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado,
decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos”
(Lucas 17:10).
La prueba principal de si eres un siervo o no, es si estás dispuesto a ser
tratado como siervo. Si nunca hacemos un sacrificio por Jesús, entonces
¿cómo sabrá cualquiera de nosotros que lo amamos de veras?
Entonces, cualquier cosa que se te pida (sea tiempo, dinero, una tarea de
baja categoría, o algo que sea inconveniente o que esté por “debajo” de ti),
las preguntas que debes hacer son: ¿Qué necesita el Maestro? ¿Qué haría
un siervo?
A efectos prácticos, ¿cómo sería vivir de esta manera? ¿Es seguir y
servir a Jesús donde sea, cuando sea y como sea?
E
s fácil empezar un grupo para dialogar sobre cómo Dios prepara
hombres y dirigir un diálogo animado siguiendo estas pautas:
1. Planifica una reunión para diez semanas: una semana por cada
capítulo del libro. Tu grupo puede ser de estudio bíblico, de
compañerismo, de oración o una clase de educación de adultos que ya
exista (pueden incluirse mujeres). O tal vez quieras iniciar un nuevo
grupo.
2. Cómo empezar un nuevo grupo. Fotocopia el índice de contenido y las
preguntas al final de un par de capítulos, y da copias a los hombres con
quienes deseas reunirte. Pregúntales si les gustaría estar en un grupo de
estudio que leería el libro y contestaría las preguntas de análisis al
final de cada capítulo. Este puede ser un grupo en el trabajo, la iglesia,
tu barrio, o una combinación. El tamaño óptimo de un grupo es entre
ocho y doce hombres (suponiendo que algunos pierdan una semana de
vez en cuando). Si el grupo se consolida, tal vez desees sugerir que
sigan reuniéndose después de terminar de estudiar Así prepara Dios a
los hombres.
3. Distribuye un ejemplar del libro a cada miembro. Identifica el primer
capítulo como la asignación de lectura para la primera reunión, y pide
a los miembros del grupo que se preparen para contestar las preguntas
al final del capítulo. Termina con una oración. Termina siempre a
tiempo.
4. En tu primera reunión estimula firmemente a los hombres a leer los
capítulos con anticipación contándoles esta historia: El líder de un
pequeño grupo de hombres dijo una vez: “Los hombres que leen el
capítulo del libro que estudiamos antes de venir a nuestro grupo
pequeño están creciendo, y aquellos que no lo leen se encuentran
estancados. Los estancados simplemente no pueden entender por qué
sus vidas no cambian”.
5. Sugerencia de formato para la reunión. Empieza con una pregunta que
ayude a romper el hielo, como “¿Tuvo alguien una semana
particularmente buena o difícil?”. Para una reunión de una hora, esta
sería una buena programación a seguir:
Dialogar sobre la pregunta rompehielos
(cinco minutos).
Analizar las preguntas al final del capítulo
(cuarenta y cinco minutos).
Orar como grupo (diez minutos).
6. Tener café y refrescos disponibles. Si se reúnen a la hora de desayunar
o almorzar, permitan veinte minutos extra para comer, si es posible.
7. Liderar el diálogo. La clave para un diálogo exitoso en grupo es tu
habilidad para asegurar que cada miembro participe. Tu papel es
animar a cada hombre a expresar sus pensamientos e ideas sobre el
capítulo semanal. Si un miembro del grupo hace una pregunta fuera del
tema, simplemente sugiere que analizarán ese tema en un tiempo
separado. Si alguien divaga demasiado, pídele en privado que te ayude
a hacer hablar a los miembros más tímidos del grupo. Trata cada
pregunta en orden, y asegúrate de que todos tengan la oportunidad de
comentar. Si tienes en el grupo a un miembro tímido, toma la iniciativa
y dirígete a él por nombre; por ejemplo, “Juan, ¿cómo responderías a la
pregunta número tres?”.
8. No tienes que ser un maestro bíblico experimentado para dirigir un
estudio sobre Así prepara Dios a los hombres. Si alguien te hace una
pregunta que sobrepasa tu conocimiento, simplemente dilo y sigue
adelante. Tu papel es facilitar un diálogo, no enseñar al grupo.
RECONOCIMIENTOS
E
scribir y publicar un libro es una labor de amor y de muchos detalles.
Me gustaría agradecer a mi equipo.
En primer lugar, agradezco a mi bella esposa Patsy, quien actuó como
mi comunicadora social, ofreciéndome tanto ánimo como sabiduría.
Mi único agente literario en toda mi carrera ha sido Robert Wolgemuth
y su agencia, Wolgemuth & Associates, Inc. Gracias Robert, Erik y
Andrew Wolgemuth, Austin Wilson y Susan Kreider, por conocer siempre
el próximo paso correcto.
Tengo una deuda profunda con todo el equipo de WaterBrook
Multnomah. Mi agradecimiento especial a Ken Petersen y David Kopp por
aceptarme como escritor para hombres y captar la visión de este libro en
ayudar a varones a descubrir o redescubrir cómo prepara Dios a los
hombres. También quiero agradecer a Carie Freimuth y Lori Addicott, y a
los equipos estelares que supervisan, por aportar tanta energía y
creatividad a este proyecto. Me cuesta creer cómo invierten en sus autores.
Gracias a Dios por ustedes. Esteban Reed, ¡gracias por tu amistad y
asociación con los libros de El hombre frente al espejo! del ministerio Box
para iglesias. Allison O’Hara, has sido mi campeona desde el primer día.
Eres una triunfadora. Gracias Ashley Boyer por tu diligencia a mi favor en
difundir el mensaje. Kris Orr, diste en el clavo desde el principio con el
diseño de la cubierta. ¡Impresionante! Chris Sigfrids, estoy muy
agradecido por tu ayuda en integrar los medios de comunicación y la
tecnología en este proyecto. Te agradezco, Laura Wright, por administrar
todos los detalles de producción y por hacer que un proceso tan confuso
parezca un juego de niños. Eric Stanford, hiciste un gran trabajo en
preparar el manuscrito. Kevin McMillan, me encanta lo que has hecho en
PatrickMorley.com. Gracias a ti sé que todo líder, pastor y hombre que
necesite conocer este libro lo hará. Gracias. Los amo a todos.
Gracias a mis colegas en Hombre frente al espejo por hacer posible para
mí continuar con mi amor por escribir: Al Lenio, Bill Chapman, Brett
Clemmer, Brian Russell, Carol Hetrick, Christina Angelakos, Aime
Cochran, Corrie Cochran, Dave Hamilton, David Delk, Jeff Kisiah, Jamie
Turco, Kimberly Massari, Laraine Irvin, Lucy Blair, Roddey Roberts, Ruth
Cameron, Scott Russell, Sharon Carey, Tom Hingle, Tracie Searles, Jim
Seibert y todos nuestros directores de zona.
Y también a nuestra junta de directores: Doctor Pete Alwinson, Bill
Helms, Sidney Hinton, Fred Mateer, Larry Mattingly, Jimmy Pendley y
Todd Woodard padre, muchas gracias por hacer posible que yo escriba.
D
urante décadas se ha considerado a Patrick Morley como una de las
autoridades más respetadas en Estados Unidos sobre los retos y las
oportunidades que enfrentan los hombres. A través de sus palabras y
escritos se muestra como un incansable defensor de varones, animándolos
e inspirándolos a cambiar sus vidas en Cristo.
En 1973, Patrick fundó Morley Properties, que durante varios años fue
una de las cien compañías privadas más grandes de Florida. Durante ese
tiempo fue presidente o socio director de cincuenta y nueve compañías o
asociaciones.
En 1989 escribió la versión original en inglés de El hombre frente al
espejo, un libro excelente basado en su propia búsqueda de propósito y de
una relación más profunda con Dios. Con más de tres millones de
ejemplares impresos, El hombre frente al espejo captó la imaginación de
los hombres en todo el mundo y fue seleccionado como uno de los cien
libros cristianos más influyentes del siglo XX. En total, Patrick ha escrito
veinte libros y más de setecientos cincuenta artículos. Ha aparecido en
varios centenares de programas de radio y televisión.
En 1991, Patrick fundó Man in the Mirror, un ministerio que ha ayudado
a treinta y cinco mil iglesias a mejorar las vidas de doce millones de
hombres en todo el mundo. Su visión es “que toda iglesia instruya a todo
hombre” a través de directores locales de zona que ayuden a las iglesias a
discipular más eficazmente a los hombres. Él habla diariamente a varones
a través del programa radial The Man in the Mirror Radio Minute, que se
transmite por setecientas estaciones de radio en todos los Estados Unidos.
Además, Patrick dicta un estudio bíblico cada viernes por la mañana a
aproximadamente diez mil hombres, de los cuales ciento cincuenta viven
en Orlando, Florida y los demás son alcanzados a través de una
transmisión por la Internet a los cincuenta estados de Estados Unidos y
alrededor del mundo.
Patrick Morley afirma: “El ministerio de Man in the Mirror existe en
respuesta a las oraciones de todas esas esposas, madres y abuelas que
durante décadas han estado orando por los hombres en sus vidas”.
Patrick Morley se graduó con honores en la universidad de Central
Florida. Obtuvo un doctorado en administración, completó estudios de
postgrado en Harvard Business School y Oxford University, y se graduó en
el Reformed Theological Seminary. Vive en Winter Park, Florida, con su
esposa Patsy. Tienen dos hijos casados y cuatro nietos.
Su video semanal de estudio bíblico, sus artículos, sus devocionales
diarios, su programa radial, sus libros y sus libros electrónicos pueden
encontrarse en PatrickMorley.com (disponible solo en inglés). Puedes
seguirlo en Facebook en facebook.com/PatrickMorleyAuthor y en Twitter
@patrickmorley. Los sitios web de su ministerio son ManInTheMirror.org
y AreaDirectors.org.