Mark Twain - Cartas de Amor
Mark Twain - Cartas de Amor
Mark Twain - Cartas de Amor
Cartas de amor
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Titivillus 16.07.2017
Título original: The Love Letters of Mark Twain
Mark Twain, 1949
Traducción: Alma Fernández Simón
Con cariño
SAM
EVERETT HOUSE, NUEVA YORK,
2 DE DICIEMBRE [DE I 868] POR LA MAÑANA
SAM’L L. CLEMENS
Por favor, no deje que la Señorita L. vea la primera parte de esta carta;
no le gustaría que…
NORWICH, N. Y., 12 DE DICIEMBRE [DE 1868]
Siempre tuyo
MARK
Suyo sinceramente
SAML. L. CLEMENS
CLEVELAND, AÑO NUEVO [DE 1869]
Siempre tuyo
MARK
ROCKFORD [ILL.], 12 DE LA NOCHE, 6 DE ENERO/1869
SAML. L. C.
Sinceramente,
SAML. L. CLEMENS
SAML. L. C.
[CHICAGO] DOMINGO 16 DE ENERO DE 1869
Siempre tuyo,
MARK
CLEVELAND, 24 DE ENERO [DE 1869]
Afectuosamente
SAM
Querida Sra. Langdon: No me resulta del todo fácil escribirle con valor,
en vista de que estoy a punto de causarle la tristeza de arrebatarle a su hija,
el más cercano y más querido de todos los dioses de su hogar.
Probablemente se pregunte: «¿Quién es usted para atreverse a hacer eso?».
Y sería una pregunta difícil de responder. Le podría pedir que acudiera a
cincuenta amigos míos, pero sólo le podrían decir (y muy vagamente,
demasiado) lo que he sido; sólo como un guardabosques podría hablar
sabiamente de un arbusto al que una vez conoció bien, sin saber que, desde
que no lo ha visto, ha extendido sus ramas hacia arriba y se ha convertido
en un árbol. Es una osada metáfora, pero no es del todo inadecuada. Pues
esos amigos míos, que con certeza sabían muy poco de mí durante esos
años pasados, no saben nada de mí ahora. Por poner un ejemplo, me
conocían como un blasfemador profano; como un hombre con una forma de
ser alegre y poco reacio al consumo social de alcohol; resumiendo, como un
joven «salvaje»; aunque nunca como un joven deshonroso, en la acepción
común de la palabra. Pero ahora nunca blasfemo; nunca bebo vino o licores,
en ninguna ocasión; soy organizado y mi comportamiento es irreprochable
en un sentido mundano; y, para terminar, hoy en día afirmo que soy
cristiano. Lo afirmo, y sólo queda ver si mi comportamiento demuestra que
merezco llamarme así.
Con justicia le imploro que, a la hora de considerar mi carácter, tenga en
cuenta que en cierto modo soy un hombre público. Usted sabe que los
hombres públicos son reputados por todos los pecados que cometen y por
otro gran número de pecados de los que nunca fueron culpables. Un
particular se libra del escrutinio público, y mucho mejor así; pero mi
personaje privado está a caballo, [calcinado] dividido, mezclado con mi
personaje público, y en consecuencia los dos sufren más. Cualquier hombre
de California podría decirle algo de mí, pero no más de cinco de toda la
comunidad tendrían realmente derecho a hablar con autoridad de mi
personaje privado, pues posiblemente no tenga un número mayor de amigos
cercanos. Puedo declarar como una verdad absoluta que hay una sola
persona en el mundo entero que me conoce: la Srta. Langdon. Debo
referirle a ella. Ni mi propia madre, ni mi propia hermana me conocen la
mitad de bien de lo que ella me conoce. No he congeniado nunca tan
perfectamente con nadie como con ella (excepto con un hermano que
murió); a lo largo de estos últimos años, nunca he confiado tanto en nadie
como en ella, siempre ha habido una cámara secreta o algo así en mi ser en
la que ningún amigo había entrado hasta ahora. Pero para ella no tengo
secretos, ningún armario cerrado con llave, ningún lugar escondido,
ninguna rasgo de mi carácter o actitud disfrazados. Ella es la única que me
conoce realmente.
No deseo casarme con la Srta. Langdon por su dinero, y ella lo sabe
muy bien. En lo que a mí respecta, el Sr. Langdon podría desheredarla si
quisiera. Como vulgarmente se dice, me he buscado la vida desde que tenía
trece años, sin que nadie me animase lo más mínimo ni me ayudase, y estoy
plenamente capacitado para seguir remando el resto del viaje y llevar junto
a mí a un pasajero. Mientras tenga salud y fuerza, y esa fuerte esperanza y
confianza que Dios me dio al nacer, me encargaré de que siempre tengamos
una vida confortable, y eso es lo único (de naturaleza meramente terrenal)
que nos importará. Me parece que ninguno de los dos padecemos la
adicción al dinero. Ella piensa que podríamos subsistir con dos mil al año (y
ya sabe que es un ama de casa capacitada y experimentada y que tiene un
juicio sensato en estos temas), pero si pensara no poder ganar más que eso,
no hubiera sido tan depravado como para pedirle que se casara conmigo
todavía. No, seguiremos adelante sin preocuparnos lo más mínimo de lo que
piense el mundo, si es que piensa de modo diferente. Allá nosotros… somos
lo bastante orgullosos y lo bastante independientes como para pensar que
podemos hacernos cargo de todo debidamente. Si nos buscamos problemas,
venderemos nuestras labores de punto de aguja y comeremos lo que se
pueda en tierra extranjera, y lucharemos, pero no regresaremos para
alojarnos en el viejo hogar, para que Charley nos cobre alojamiento al estilo
europeo, como siempre dice que hará conmigo cuando me demoro aquí
unos días. ¡Le está bien empleado a Charley! Me propongo ganar el dinero
suficiente, de una forma u otra, para comprar una participación rentable en
un periódico de gran reputación, y luego instruiré, elevaré y culturizaré a
los lectores a través de sus columnas; y mi mujer (la que será mi mujer)
supervisará la economía doméstica, aportará ideas y sentido común,
corregirá el manuscrito y lo revisará. Eso es todo lo que tendrá que hacer.
Un mero pasatiempo para una persona de su categoría.
Así pues, si alguien tiene preguntas, puede mostrarle parte o la totalidad
de lo que acabo de escribirle y decir con total seguridad, que es la verdad.
No sé si es lo que usted quería o no, pero pensé que, al fin y al cabo, la
mejor manera de escribirle la carta era hacerlo como cuando quiero escribir
un artículo de periódico; es decir, sentarme y dejar que se escriba sob. Esta
carta se ha escrito sola, y éste es el resultado. No hay ninguna limitación en
ella, ni conveniencia, ni política, ni diplomacia. Quiere decir simplemente
lo que dice, ni más ni menos.
Reciban mis mayores respetos, usted y el Sr. Langdon y les deseo, muy
cordialmente, mucha felicidad y el mayor contento posible; así como la
alegría y la tranquilidad de espíritu que tenían antes de que su orgulloso y
feliz futuro yerno viniera a interrumpirlo.
Sinceramente
SAML. L. CLEMENS
LOCKPORT, 27 DE FEBRERO [DE 1869]
Hasta la muerte,
SAM
9 DE LA TARDE
HARTFORD, 6 DE MARZO [DE I 869]
Afectuosamente
SAM
ELMIRA, ALGÚN DÍA DE ABRIL DE 1869
Afectuosamente
SAM
¿Alguna vez ha habido alguien tan encantador como Livy? Sé que no.
Ella cumple mi ideal de lo que debería ser una mujer para hacerse querer.
Así que, ¿qué misterio tiene que la ame tanto? ¿Y qué misterio tiene que me
sienta profundamente agradecido por la oportunidad que se me ha dado para
amarla? Livy, eres una pequeña y exquisita concentración de belleza. No te
digo estas cosas porque me encuentre triste en un lugar lejano, cariño, no…
Sencillamente son las cosas que están siempre presentes en mi mente, lo
que pasa es que piden ser expresadas más imperiosamente que de
costumbre, quizás, porque (9h 30 de la tarde) acabo de regresar de uno de
esos prodigiosos paseos que me gustan tanto en estas silenciosas y solemnes
calles por la noche, y estos peregrinajes son perfectos para pensar en ti, mi
delicada y pequeña diosa.
¿Cómo podría andar por estas avenidas sombrías por la noche sin pensar
en ti? Pues todo en ellas te invoca… Cada losa, durante un buen número de
millas, está densamente cubierta por un invisible tejido de pensamientos
tuyos… Deseos, anhelos e inútiles caricias para ti en el aire vacío mientras
tú duermes plácidamente y sueñas con otras cosas ajenas a mí, mi amor. Por
lo tanto, ahora y siempre en el futuro, cuando pise estas piedras, esos tristes
fantasmas de un tiempo que ya se fue (¡gracias a Dios!) emergerán de mí
para acercarse a estos nuevos y vivos pensamientos, completamente
radiantes de esperanza, de amor correspondido y de felicidad. ¡Que Dios te
bendiga y te guarde siempre, mi Livy!
Estoy en la misma casa (pero no en la misma habitación… ¡menos
mal!) donde pasé tres semanas horribles el otoño pasado, adorándote y
escribiéndote cartas; algunas las envié a la papelera y otras nunca pasaron
de mi mente al papel. Pero no me gusta pensar en esos días, ni hablar de
ellos.
Ahora que ya estoy bien de nuevo, no me importa decirte que he estado
enfermo un par de días. No fue nada grave (trabajé casi todo el tiempo) y
me pareció inútil inquietarte. Esta mañana estaba casi seguro de que iba a
tener una fuerte recaída, pero ahora todo ha pasado, estoy bien, alegre,
estoy disfrutando de esta cálida noche, escribiéndote en pijama para estar
más cómodo… y fumando. El buen Dios que está ahí arriba sobre todos
nosotros es clemente conmigo… de Él provino tu preciado amor, de Él
provienen todas las cosas buenas, y estoy agradecido.
(Tengo mucha suerte de poder escribirte con dos retratos tuyos delante
de mí; y uno de la buena de Hat(tie)). Bésame, por favor.
Supongo que recibiré una carta cada día, querida. Excepto, por
supuesto, cuando ello suponga demasiado trabajo. Hoy no he tenido
noticias tuyas [y te confieso] y te aseguro que quería tenerlas. De todas
formas, esto es puro egoísmo y yo no tengo la culpa de ello. Escríbeme
cada dos días… es más que suficiente para un adorable cuerpecito como el
tuyo.
Creo que voy a garabatearte muy pocas cartas, porque tengo que
confesarte que te utilizo como un premio por buen comportamiento…
Es decir, cuando llevo a cabo todas mis obligaciones, mi espléndida y
gran recompensa es el lujo de escribirte, y cuando no cumplo con mis
obligaciones, el niño se va a la cama sin cenar, o lo que es lo mismo, me
pierdo el lujo de escribirte. Pero la otra noche trabajé mucho, forzándome a
hacer mi trabajo, animándome pensando que podría hablar con Livy cuando
estuviera terminado… Al final lo conseguí, pero por desgracia apenas tuve
tiempo de sentarme así que me fui a dormir y me perdí la recompensa para
la que había trabajado tan duramente. Hoy he cumplido mi objetivo, pues
he terminado mi trabajo antes de la cena.
(El retrato en el que sales con Hattie me parece un poco mejor ahora,
aunque me sigas pareciendo algo delgada, y me ronda el miedo de que no
estés tan bien como siempre. ¿Estoy en lo cierto? Perdona esta
preocupación, pero es que eres muy querida para mí, Livy; te quiero más
que a todas las demás cosas de la tierra juntas).
Esta noche, mientras caminaba, oí las voces de diez millones de ranas
croando su melancólico canto fúnebre en el aire tranquilo. Ojalá la
Sra. Langdon hubiera estado allí para disfrutar del lastimero concierto.
Quiero atrapar dos o tres centenares de ellas y llevarlas a casa, a El mira.
Podemos guardar algunas en la jaula con el ruiseñor y llevar las demás al
invernadero. Esta noche han hecho buena música, sobre todo cuando todo
estaba tranquilo y solitario y un prolongado aullido de perro se alzó a lo
lejos mezclándose con ella. Entonces las sombras parecían volverse más
oscuras, la quietud más solemne, el susurrante follaje más espiritual y el
misterioso murmullo del viento de la noche más cargado de los gemidos de
las almas errantes cubiertas con túnicas que salían de [las fosas] las tumbas.
Las «voces de la noche» siempre son elocuentes.
Supongo que allí está haciendo tiempo de verano ahora. Aquí sí, y es
una verdadera maravilla. Adoro el caluroso clima veraniego. Si tuviera aquí
a mi amada, a Jim y nuestro «cochecito», habríamos dado un magnífico
paseo. Ahora la ciudad está germinando; por lo menos eso hacen la hierba y
las hojas; y de nuevo Hartford se está convirtiendo en la ciudad más
agradable para la vista que América pueda mostrar. El parque y el pequeño
río están muy bonitos… Y ayer, me alegré la vista cuando se puso el sol al
ver cómo arrojaba largos rayos de luz dorada contra las laderas cubiertas de
hierba, entre los arbustos, los majestuosos olmos y los puentes, y cómo
daba brillo a los gráciles capiteles de la iglesia a lo lejos. Pero al fin y al
cabo, sólo fue media fiesta sin Livy… se puede decir que fue un banquete
de un solo cubierto.
¡Oh, mi querida experta en ortografía! Esta vez has escrito «terrible»
bien. Y esto no me gusta… es anti-Livy. La próxima vez escríbelo mal,
pues me gusta todo lo que viene de Livy. Quizás esté haciendo mal en
premiar la mala ortografía, pero no puedo evitarlo si lo siento así. En cierta
forma, me gusta que la tengas… me he acostumbrado a ello, a esperármelo,
y sinceramente, creo que si de repente empezaras a escribir todas las
palabras correctamente, me disgustaría, como si algo muy querido para mí
hubiera desaparecido misteriosamente, como si lo hubiera perdido. No me
estoy burlando de ti, mi vida.
Livy, no debes dejar que el Sr. Beecher te gane más de un juego de
cinco… Debes hacer honor a tu maestro. Le has despedazado en el primer
juego, eso sí que es hacer honor a tu profesor. Esto recuerda a la forma en
que yo te ganaba, mi amor.
Por la quietud que reina en la casa, creo que debo ser la única persona
en pie, aunque sé que no es tarde. Sin embargo, la chica más querida del
mundo entero me ha ordenado estrictamente que me acueste pronto y que
me cuide, y voy a obedecer esas órdenes, aunque preferiría escribirle a irme
a la cama… Pues cuando le escribo, es como si le hablara, y hablar con ella
así es como sostener su pequeña mano, mirarle a los ojos amados, escuchar
su voz que para mí es tan suave como la respuesta a una oración, sujetar su
pie minúsculo, estrechar su delicada figura entre mis brazos, besar sus
labios, sus mejillas, su cabello y sus ojos con amor, y su sagrada frente con
honor, con respeto reverente, con gratitud y bendiciéndola. De las
profundidades de mi alegre corazón brota una gran corriente de amor y de
oraciones dirigidas a ese valioso tesoro que me ha sido confiado para
cuidarlo durante toda mi vida. No puedes ver sus olas intangibles correr
hacia ti, mi amor, pero en estas líneas oirás, por así decirlo, el lejano sonido
del oleaje.
Te dejo con los espíritus ministradores que siempre están contigo.
Buenas noches, con un beso y una bendición, Livy, mi amor.
SAM
HARTFORD, SÁBADO POR LA NOCHE
[15 DE MAYO DE 1869]
Querida Livy, tan sólo déjame darte las buenas noches, nada más. Tal y
como esperaba y tal y como le dije a tu madre en la carta, el Sr. Bliss olvidó
enviar esa carta para ti; me di cuenta de ello una hora después de cenar y
me fui corriendo a la oficina de correos; llovía a cántaros. Cogí un viejo y
feo paraguas del recibidor y salí corriendo. Pero ese paraguas se abrió
demasiado y se dio la vuelta (por el lado equivocado)… Parecía un
embudo… Y Livy, te lo creas o no, no había recorrido ni tres manzanas y
ese paraguas ya había hecho caer en mi nuca más de dieciocho toneladas de
agua de lluvia. Estaba totalmente empapado. Llevaba puestos mis zapatos
ligeros, y empecé a absorber, ya sabes… Absorbí barriles y barriles… y me
fui llenando de agua, más y más, hasta que empezó a brotarme por la boca y
después por la nariz, y luego empecé a llorar, en parte por pena y en parte
por desbordamiento… Porque sabes, pensaba que me iba a ahogar… Y
pensé que había sido tonto por salir sin un chaleco salvavidas, cosa que
Livy siempre me dice que no haga, y ahora, ¿qué va a ser de ella?
En fin, sabes que vivo a medio camino entre la casa de los Hooker y la
oficina de correos, son seis millas exactas, llegué allí en el momento
oportuno para enviar mi carta tres horas y media antes de que cerrara la
oficina de correos y te aseguro que me alegré y me sentí inteligente.
Después compré cuatro nuevos números del Appleton’s Journal, subí a la
ciudad e hice una visita de un minuto a Billy Gross, luego me fui de allí
olvidándome los Appleton, bajé al fotógrafo y le pedí muchas copias del
negativo de la porcelana que te di y cuando me fui olvidé mi paraguas,
luego regresé corriendo a casa de Gross para recuperar mis Appleton, y
crucé al otro lado, emprendí el camino de regreso y cuando ya había
recorrido unas tres millas y media me acordé de mi paraguas, y pensé:
«Está bien, nunca me ha ocurrido nada negativo que luego no haya
resultado ser una bendición disfrazada», así que di media vuelta y volví
sobre mis pasos, mojado pero alegre… El doble de tres millas y media son
unas nueve millas… Recuperé mi paraguas y me puse en marcha cuando un
tipo dijo: «Oh, qué bien, ¿es usted?… tiene mi paraguas… qué extraño
encontrarle aquí». Y la verdad es que era extraño. Inconscientemente nos
habíamos cambiado los paraguas en la oficina de correos por confusión, o
en alguna otra parte, y aquí, tanto tiempo después y tan lejos de allí, me lo
encuentro sin buscarlo, yo con su propio paraguas, a él mirando esas
fotografías con mi viejo embudo en la mano. Pero en cuanto recogí su
pertenencia la reconoció… un espléndido paraguas, con su mágica funda,
su cronómetro marino, lo compró por mil dólares en París… Y lo que él
tenía era incuestionablemente mi paraguas, porque lo que quedaba de su
cuello de papel estaba empapado hasta el final de su espalda y estuvo a
punto de ahogarse antes de percatarse de la pequeña particularidad de mi
pertenencia… Pasó por esta tienda de daguerrotipos y entró en ella justo a
tiempo para salvar su vida. Y él sí que estaba mojado, Livy, créeme. Se
alegró mucho al verme. Y yo me fui feliz, pensando: «Nunca me ha
ocurrido nada negativo que luego no haya resultado ser una bendición
disfrazada… y en este caso se ha cumplido, ha sido una bendición… para
ese otro tipo». Después me fui a casa. Y desde entonces he escrito una
pequeña y bonita historia acerca de un príncipe negro que fue sacado de
África… lo vendieron como esclavo en América, y el público americano lo
descubrió 30 años después y se lo compró a su dueño para enviarlo de
nuevo a casa, a Tombuctú… Es una historia real, el Reverendo Trumbull
me lo ha contado… Su padre ha visto a este pobre diablo con sus propios
ojos y T. me ha enseñado su majestuoso retrato (original) pintado por
Inman[8]. Si estuvieras aquí podrías leer esta conmovedora historia, cariño,
podrías apreciar toda la poesía marginal, tachar todas las bromas que no
entiendas, y todas las… Bueno, cualquier cosa… Lo podrías tachar todo si
quisieras; porque si a Livy no le gusta, nadie más debería tener la
oportunidad de que le guste. Y ahora ya son las doce de la noche… y ¡todo
está bien!
Miles de bendiciones sobre tu honorable frente y de besos sobre tus
preciosos labios, mi amor.
Buenas noches.
SAM
HARTFORD, LUNES POR LA NOCHE [17 DE MAYO DE 1869]
SAML
¡Te quiero, Livy! Tengo un horrible catarro. Hoy me fui a la cama con
pura desesperación. Temí quedarme ahí, pero, sin embargo… tuve que
levantarme y atender mis asuntos como fuera. No me voy a cuidar este
catarro ni lo más mínimo hasta que tu garganta esté bien. ¡Para que veas!
Esta noche me quitaré la ropa interior y mañana no llevaré calcetines. No
me pondré bien hasta que tú lo hagas. Y ahora ¿qué?… Te quiero, Livy.
MIÉRCOLES POR LA TARDE [19 DE MAYO DE 1869]
Querida Livy, creo que es miércoles, y aun así tengo la sensación de que
fuera jueves… Aunque permanecer en la cama estos dos últimos días es
algo a lo que no puedo acostumbrarme; y además solo, y la lluvia no ha
cesado sus monótonos cantos fúnebres, ni de día ni de noche… El tiempo
avanza tan tan tan lentamente, que cuando el rezagado sol se pone al fin, es
como si no pudiera recordar cuándo salió, es como si hubiera pasado un
siglo. Así que intento pensar que sólo es miércoles, aunque probablemente
haya transcurrido un mes en estas largas y aburridas horas. Estoy cansado
de agobiarme y de agobiar. Mañana dejaré esta cama, ya sea enfermo o
recuperado. No estoy lo suficientemente enfermo como para considerarlo
imprudente, de lo contrario no lo tendría tan claro.
Si estoy escribiendo una carta absurda y deprimente, recuerda que es
sólo para ti y no me delates… No reveles su contenido. De lo contrario, me
negaré a mí mismo el consuelo de escribir mientras esté tan decaído.
Esperaba estar en Elmira hoy (¿o era mañana?) pero lo primero que dijiste
acerca de mi intención de regresar fue un poco desalentador, así que no
supe qué decir y no dije nada, como puede verse por los acontecimientos
subsiguientes. En fin, en cierto modo no puedo aclarar mis pensamientos…
estoy confuso y torpe… sólo sé que en tu última carta hay un indicio de que
no te veré antes de irme a California; y yo no contaba para nada con eso. Y
es que no puedo irme sin verte, Livy. Sólo soy de carne y hueso, no puedo
hacer cosas imposibles. Mi querida Livy, no seas convencional conmigo; yo
no lo soy contigo. Eres cautelosa. No lo seas. Dime todo lo que esté en tu
mente, con libertad, y ten por seguro, por encima de todas las cosas, que
tengo que verte antes de irme. Livy, no estoy curioseando en tus secretos…
Sé que no me acusarías de ello… Pero pareció poco usual en ti darme a
entender que vaya a verte sin haberme dicho ni una sola vez «¡Ven!». Así
que yo… He pensado en ello, me he puesto en tu lugar y me he preguntado
si usaría un lenguaje más directo… ¡Claro que lo haría! Por eso estoy casi
seguro de que Livy me está escondiendo algo; y eso está muy mal, mi
querida Livy, muy mal. La primera vez que me fui, pensé que las mismas
razones que eran justas y apropiadas para que me fuera seguirían siendo
válidas durante una ausencia de dos semanas; pero aun así, con mi egoísta
indiferencia hacia la conveniencia y mis ganas de verte, habría regresado al
cabo de las dos semanas, ¡pero es que había una [reserva] ausencia tan
abrumadora de cordialidad en tus posteriores referencias a ello! Livy,
perdóname si te he hecho daño… Tú me has hecho un daño horrible. Y
tenemos que dar y recibir, mi amor. Sólo quiero que lo principal sea recibir.
Pero, que Dios te bendiga, mi amor, sabía que tenías motivos, y acepté mi
destino con bastante buen humor por la plena confianza y fe que tengo y
que siempre tendré en ti. Pero pensé: «Podría decírmelo… porque estoy
convencido de que soportaría bien las decisiones de Livy si tan sólo
confiara en mí». Pero no me sobrepongo de esto último tan fácilmente. Esto
de que me vaya a California sin verte va mucho más allá de mis
posibilidades. Las supera totalmente. He respetado tu otro deseo
implícito… y tampoco ha sido un sacrificio pequeño, pero esta vez, Livy…
¿qué debo hacer? Estaba seguro de que me recompensarías por mi fortaleza,
y sé que lo merezco; pero en vez de recompensarme, ¡prácticamente me
amenazas con un mayor castigo! «Sé buena, mi niña»; elimina este
[negativo] problema; dime que podré verte, y dime cuándo, porque si veo
California antes de verte a ti, no sería antes de mil años. Y ahora, ¿qué?
Mi querida Livy, no me regañes. Soy débil, salvaje y tonto, por turnos, y
me exaspero como un prisionero; al fin es de noche, y aquí está el eterno
miserere de la lluvia. Mañana seguramente me levantaré y bajaré a la
ciudad, porque tengo que hablar con alguien; estoy lleno de conversaciones;
nunca he querido oír hablar a Bliss hasta hoy, porque cuando empieza es
peor que un molino de palabras. Pero hace un rato me trajo el té (té: ese
brebaje de cuchara para niños), y pensé que podría estar escuchándole
siempre. Y ahora que se ha ido, la pena le ha atrapado y sólo me ha dejado
la melancólica música de la lluvia. Te vas a reír de mí, Livy, pero no estoy
acostumbrado a estar encerrado y esto hace que me sienta como un bebé. Si
la memoria no me falla, he estado postrado en cama sólo [una] dos veces
antes en 23 años: cólera en St. Louis hace 16 años, y 20 horas en Damasco
hace dos años. Pero mañana saldré de ésta; estoy casi seguro… estoy
seguro. Si fuera por mí no estaría aquí ahora, pero cada vez que me he
arriesgado a salir he empeorado mi catarro terriblemente. En fin… Nunca
he tenido un catarro como éste antes, y en confianza, entre tú y yo, no
quiero volver a tener ninguno así. No he hecho nada para remediarlo,
porque Bliss no vale nada como enfermero y su mujer está fuera, de visita.
Cuando regrese a casa, dentro de un par de días, yo… ya estaré bien.
Livy, en uno de los primeros estallidos de mi mal humor he ultrajado a
la Sra. Corey en una carta que te mandé, y ahora te pido perdón por ello… y
lo pido muy en serio. Debería haber sido más prudente con tus sentimientos
antes de decirte cosas tan duras acerca de tus amigos, pues es un hermoso
rasgo de tu personalidad el que les quieras tanto y que les defiendas con
tanta lealtad; y me parece extraño, estando tan orgulloso de eso, que sea
capaz de herirte precisamente por ese rasgo. Soy un bruto. Livy, siento
mucho mucho, haberte mostrado esta falta de respeto y de deferencia.
Desde entonces ha estado muy presente en mi mente. Es una lástima que no
pueda pensar cosas duras de la gente sin decírtelas, ofendiendo un corazón
que más bien debería llenar con felicidad. Livy, mi amor, perdóname.
Como ves, no estoy intentando contestar a tus cartas (las tres de ayer y
la de hoy, te lo agradezco con todo mi corazón, Livy); no tengo la capacidad
de escribir. Sé que serás paciente hasta que ya no sea necesaria esta
exasperación de intentar garabatear sobre un libro en la cama… Sé que lo
harás.
Pero entonces… todo está mal. Y desde este preciso instante no volveré
a irritarme, ni una sola vez. Aceptaré la situación, y siguiendo el sermón
que me enviaste, diré: «Sea hecha la voluntad de Dios». Es fácil decirlo
acerca de algo tan insignificante, pero ¿podría decir lo mismo acerca de
cosas de la vida real? Eso espero. No lo sé. No se puede opinar antes de
intentarlo.
Buenas noches, Livy. Me alegra haberte pedido que guardes este
absurdo y largo escrito para ti, mi amor. Escribirlo ha sido para mí mejor
que la medicina; y la razón por la que no rompo la carta es que creo que nos
conocemos lo suficiente como para no malinterpretarnos, y nos queremos lo
suficiente como para soportar la debilidad y la insensatez, e incluso la
maldad (por mi parte). (No podría referirme a ti con estos rudos términos,
pues no me parecería natural; y entonces mi frase no tendría sentido). (Pero
te quiero lo suficiente como para soportar esas cosas en ti, si las viera).
Y envío esta carta, que rompería si fuera para cualquier otra persona, sin
dudarlo ni un segundo. No te vas a burlar ni te vas a enfadar por ninguna de
las cosas que mi desordenada cabeza ha formulado en sus medio
coherencias. Gracias por el libro, por el sermón y por los apuntes de la
Biblia.
Buenas noches. Dios y sus ángeles buenos cuidan de ti, mi amor.
SAM
POR LA MAÑANA
SAM
HARTFORD, 21 DE JUNIO [DE 1869]
Según el calendario, mi amor, hoy es el día más largo del año; y como te
has ido de mi lado, sabría que es el día más largo sin tener que mirar el
calendario. Porque te echo mucho de menos. El «viejo» Bliss dice que eres
la muchacha más hermosa que ha visto en los últimos dos años (cree que
podría arriesgarse a decir más tiempo, pero no puede recordar más allá de
ese lapso). El joven Bliss dice que siempre le pasa lo mismo, cuando
encuentra una chica que le gusta, ya la ha conseguido otro. Él cree que no
puede haber otra como tú; y yo lo sé. Eres la Novena Estatua, el Jim del
Océano[9], eres la muchacha más hermosa y más adorable del mundo
entero.
Creo que no conseguiré nada quedándome aquí, así que estaré en Nueva
York mañana por la noche. Warner dice que le gustaría asociarse conmigo,
pero duda que sea posible; me escribirá si consigue algo. Bromley, del Post,
dice que los cinco propietarios del periódico están tan satisfechos con los
progresos que está haciendo, que serían reacios a vender. Quiere volver a
hablar conmigo mañana por la mañana. Sin embargo, no estoy nervioso,
porque el Post no es una propiedad tan apetecible a mis ojos como a los
suyos.
SAM
Para Olivia Langdon
Cariño, ahora son las nueve y eres consciente de que esta noche no hay
besos para nosotros. Siento mucho no haber ido a verte, pero es que no he
conseguido hacer todo el trabajo que dejé pendiente, porque acostarme tan
tarde ayer me ha dejado todo el día atontado. Es la última vez que me
acuesto más tarde de las doce. Y esta noche pienso recuperar el sueño. Esta
noche estaré en la cama, gatita, antes de que tu pequeña y delicada figura
esté envuelta entre tus sábanas. Bendito sea tu amado corazón, ojalá pudiera
verte. Mucho me temo que ésta va a ser una semana muy larga, sin un
atisbo de mi amada. Pero después (si Dios quiere) el viernes que viene te
abrazaré y me quedaré contigo hasta el lunes por la mañana. Tendría que
estar en mi puesto todos los días a las ocho de la mañana, y fresco… así que
tendría que regresar el sábado por la noche; y ésa es en parte la razón por la
cual aplacé mi visita esta semana. Pero Larned[10] me ha dicho que no me
preocupara, que siempre que quiera ir a Elmira, él hará el trabajo por los
dos desde las tres de la tarde del viernes hasta el mediodía del lunes; lo que
equivale a sacar dos ediciones del periódico él solo. No es mal tipo.
McWilliams y yo bajamos al lago después de cenar y remamos un poco.
Necesitaba hacer ejercicio.
Su esposa separó mi ropa sucia, hizo una lista, la entregó a la lavandera
en mi ausencia, me la trajo de vuelta y pagó la cuenta… Y Mac me ha dicho
que ella me remendaría encantada cualquier cosa que necesite. Es una joven
magnífica y la aprecio mucho. Sin embargo, gracias a los atareados dedos
de mi amada, no necesito remendar nada ahora mismo.
Entre los libros que nos enviaron para reseñar había uno llamado
Wedlock[11]; lo cogí y lo leí, con la intención de anotarlo para dártelo, pero
no era más que un montón de viejos y raídos tópicos y de consejos
sensibleros mezclados sin ton ni son, así que me deshice de él y le dije a
Larned que plasmara esta opinión en su reseña (él estaba haciendo la crítica
literaria).
Hoy he escrito a Redpath pidiéndole que me dispense por completo de
dar conferencias en Nueva Inglaterra esta temporada, porque preferiría
garabatear una líneas, ahora que siento un auténtico interés por ello; estoy
cansado de ir de acá para allá y quiero quedarme quieto y descansar.
Ese ladrón que escribió acerca del soplón muerto y que me envió esa
música tan detestable me ha descubierto, y está publicando extravagantes
elogios sobre mí y me está enviando los periódicos, sólo marcados, como
de costumbre. Debería ofrecer una recompensa por su cabellera. Es una de
las personas más pesadas y exasperantes que jamás haya tenido que
aguantar.
Larned y yo nos sentamos cada uno a un lado de la mesa y es
extremadamente práctico, porque, no sé si recordarás, a veces escribes hasta
alcanzar el centro de un tema y luego te quedas totalmente bloqueado; sabes
lo que quieres decir pero por más que lo intentas no eres capaz de hacerlo;
tus ideas y tus palabras se vuelven espesas y lentas y te rindes. Así que a
veces, después de mordernos las uñas y de mesarnos los cabellos un rato,
alargamos la mano y nos intercambiamos los manuscritos; entonces
escribimos todo lo que se nos ocurre sin problema, él termina mi artículo y
yo el suyo. Algunos de nuestros artículos «por piezas» de este tipo han
quedado mucho mejor gracias al nuevo aire que adquieren gracias al
mestizaje.
Querida mía, cariño, dentro de unos minutos, después de una lectura del
Testamento y de haber rezado por los dos, como siempre, estaré en la cama.
Y soñaré, antes y después de acostarme, con la pequeña flor que ha brotado
en el desierto junto al que me encuentro y que ha desprendido su fragancia
sobre mi vida, haciendo sus caminos atractivos con su belleza y
convirtiendo su desaliento en satisfacción con su dulce espíritu. Y te
bendeciré, mi amor, con toda la plenitud de un corazón que conoce tu valor
más que nadie, incluso más que los que siempre han estado contigo; y desde
las profundidades de una gratitud que te debe que haya luz donde antes
había oscuridad, que haya paz donde antes reinaba la turbulencia, y que esté
la belleza y la majestuosidad del amor donde antes un alma sin amor se
sentaba sobre sus despojos y alargaba su ignorada mano pidiendo caridad.
Te comprendo y te aprecio más que ninguna otra persona, porque ésta es la
prerrogativa para alcanzar el amor, y por lo tanto te puedo amar, te amo y te
amaré siempre mejor que ninguna otra persona, mi Livy.
Buenas noches, mi amor; que un sueño tranquilo te refresque y que los
ángeles guardianes cuiden de ti.
SAM
BUFFALO, VIERNES POR LA TARDE
[3 DE SEPTIEMBRE] DE 1869
SAM
BUFFALO, 8 DE SEPTIEMBRE DE 1869
Livy, mi vida, estoy tan feliz como un rey, ahora que todo está decidido
y que puedo contar exactamente cuántos días faltan para casarnos. Estoy
lleno de gratitud, y el mundo por venir parece brillante y feliz. El 4 de
febrero, un año después de nuestro compromiso, saldremos juntos al amplio
mundo para caminar por sus tortuosos senderos hasta que el viaje de la vida
se acabe y la grandiosa paz de la eternidad caiga sobre nosotros como una
bendición. Livy, nunca nos separaremos en la Tierra; recemos por que
tampoco lo hagamos en el Cielo. Este 4 de febrero va a ser el día más
importante de nuestras vidas, el más sagrado y el más generoso para
nosotros dos, pues convertirá dos vidas fraccionadas en un todo; dará a dos
vidas sin objetivos una tarea, y doblará la fuerza de cada una de ellas [para]
de forma que la cumplan; dará a dos naturalezas interrogantes una razón
para vivir, y algo por lo que vivir; aportará una nueva alegría a la luz del
sol, un nuevo aroma a las flores, una nueva belleza a la tierra, un nuevo
misterio a la vida; y Livy, aportará una nueva revelación al amor, una nueva
profundidad al sufrimiento, un nuevo impulso a la adoración. Ese día,
perderemos de vista nuestras escalas y nos asomaremos a un mundo nuevo.
¡Que llegue ya!
He escrito a Redpath diciéndole que mi gira de conferencias debe llegar
a su final definitivo una semana o diez días antes de finales de enero, y
cuando reciba noticias suyas, si no ha contraído ningún compromiso
después del 15 de enero, no le dejaré que lo haga. Si pudiera conseguirlo,
debería tener el mes entero. El 29 de diciembre tengo un compromiso en
Newark, Nueva Jersey.
Mi amor, el tiempo va a pasar terriblemente lento de aquí al 4 de
febrero, pero me alegro de que hayamos elegido ese día, porque siempre
será agradable celebrar nuestros aniversarios de compromiso y de boda al
mismo tiempo. Prefiero tener ese día que ningún otro de los 365 del año,
pues será doblemente feliz para mí y siempre lo esperaré como un día
sagrado y particularmente bendito: el día en el que se concentran los
recuerdos más preciados de mi vida. Siempre podremos prepararnos para él
durante semanas y mantenerlo vivo.
Querida Livy, quizás no tendría que haberte contado lo del viaje de
Charlie, y sin embargo por otro lado sí que debía hacerlo, pues debemos
empezar a hacer algo por ese chico. Ya va siendo hora para él de dejar de ir
de flor en flor (aunque no dejará de revolotear todavía durante seis u ocho
años, a menos que se case antes). Si se va a casar dentro de un año, no hace
falta preocuparse, pero hacen falta otras cosas. Sólo hay una característica
molesta en él, y es su predisposición a desobedecer los deseos de su padre
aprovechando su ausencia. La mayoría de los chicos hace eso, por lo tanto
no es peor que los de su clase; pero la mayoría de los chicos no debería
hacerlo, pues es una mala base sobre la que construir. Creo que lo mejor
será decirle a Ida que lo reforme. A juzgar por mi experiencia, energética y
persistente supervisora mía, si [algo] alguien puede cambiar su
comportamiento, es la persona querida que ha anidado en su corazón. Hace
dos meses le di a Charlie un bochornoso sermón acerca de este defecto
suyo, y me prometió en serio que cambiaría… Pero necesita [un sermón] un
recordatorio cada día, de lo contrario seguro que volverá a caminar sin
rumbo. Siento haber entristecido a mi amada con esto. No estés triste,
cariño mío, al final Charlie saldrá bien parado. Si Charlie fuera mejor chico
de lo que es, sería un prodigio anormal. No esperemos cosas extravagantes
del muchacho. Es un tipo mejor y más valiente que el noventa y nueve por
ciento de los muchachos en su misma situación. Si conocieras a los jóvenes
tanto como yo, mi amor, lo sabrías tan bien como yo. Seamos unos jueces
traviesos, Livy. Supongo que yo era mejor chico a su edad, pero entonces
yo… en fin, yo era una excepción, ya sabes; no se ven hombres como yo
todos los días.
Somos muy poco comunes. Somos una especie de planta centenaria
humana, y no crecemos en el jardín delantero de todo el mundo.
***
SAM
En fin, querida Livy, temí que ese diablillo estuviera en la cena… A las
madres que educan a esos prodigios siempre les gusta exhibirlos, así que
primero tuve intención de preguntar, y luego, al darme cuenta de que eso
no sería del todo educado, rechacé la invitación y regresé al hotel.
Uno de los corresponsales que estuvieron aquí hoy era el Sr. Bennett del
Commercial, un buen tipo, modesto y agradable. Quiere hacer una sinopsis
de mi conferencia mañana por la noche, o dar a conocer su totalidad. Yo le
dije que una sinopsis de una conferencia cómica le quita la gracia a las
bromas, haciendo que la gente las recuerde mal, y al recordarlas así,
odiarlas si oyen al conferenciante repetirlas en una solemne y
atormentadora sucesión, una tras otra.
Y le dije que poner de relieve los puntos cómicos de una conferencia era
como sacar las pasas de una torta de frutas; la convierte en la simulación de
algo que no era, para los que llegan después.
Es más, el encanto de un comentario gracioso, o incluso de una sucesión
de comentarios graciosos no puede ponerse por escrito… Quienquiera que
transcriba una conferencia cómica palabra por palabra, necesariamente se
deja fuera el alma de ésta, y esa conferencia ya no ofrece al lector más de lo
que ofrece una persona cuando ya es un cadáver.
Dije que las sinopsis hieren… hacen daño porque viajan más rápido que
el conferenciante y le dan al público una opinión despreciable tanto de él
como de su obra.
Le dije que mi conferencia era propiedad mía y que ningún hombre
tenía derecho a quitármela ni a imprimirla, así como tampoco tendría
derecho a quitarme cualquier otra propiedad. Le dije: «Hace un rato le
mostré la hora en mi reloj, y en ningún momento se me ocurrió que podría
arrancármelo de manera que sólo quedara un absurdo vacío para el próximo
hombre que me pidiese la hora… Pero ahora le veo meditando sobre si
arrancarme la conferencia con su sinopsis y convertirla en un vacío para el
público futuro. Me ve aquí sentado tan tranquilo, aun sabiendo que podría
irse de pronto con mi maleta mientras hablo con estos señores… Pero no va
a robar mi maleta, porque es propiedad… propiedad mía. Ahora coja la
maleta y deje en paz la conferencia. Yo soy el dueño de estas dos cosas;
sólo yo. Coja la maleta, sólo vale cien dólares… la conferencia vale diez
mil».
Por supuesto, todo esto fue muy amistoso y bienintencionado. Intentaba
hacerle comprender lo equivocado que estaba; no quise ofenderle, y no lo
hice.
Pero Livy, si su jefe le ordena hacer una reseña de la conferencia, no
puede hacer nada para evitarlo… porque aunque la ley proteja estrictamente
lo que un zapatero crea con sus manos, no protegerá lo que yo he creado
con mi mente.
Fui a la iglesia y a lo lejos oí a un hombre predicando un sermón sin
apuntes, cosa que estaba bien, pero de una forma gélida, monótona, precisa
y sin entonación, que demostraba que su discurso era el resultado de una
cuidadosa memorización. Había algo extremadamente gracioso en aquella
insulsa simulación de estar dando un discurso improvisado; y algo
extremadamente gracioso, también, en ver a un hombre hecho y derecho
«recitando una obra» como lo haría un pequeño colegial. Sus gestos eran
tímidos; nunca podía terminar ninguno… siempre se asustaba y lo dejaba a
medias. Estaba claro que tenía señalado cuándo hacerlos, y sabía cómo
quería hacerlos, pero no se atrevía.
¡Oh, la música era increíble! ¡Era soberbia! ¡Era el éxtasis de la
armonía! Con la primera gran explosión de ricos sonidos, empecé a soñar y
pensé: ¡el Cielo! ¡Vaya coro! Y miré hacia arriba, y ¡sólo había cuatro
cantantes! Pero de qué forma se compenetraban y se mezclaban sus voces, y
de qué forma ascendían por momentos, para luego ir debilitándose y
finalmente apagarse… ¡Y después hincharse hacia arriba de nuevo, y
extenderse por toda la atmósfera hechizada en un ebrio éxtasis de melodía!
¡Madre mía! ¡Menuda soprano! Pensé que se me iban a erizar todos los
cabellos de placer, y de nuevo miré y me pregunté si ese gran torrente de
suave voz realmente salía de un cuerpo tan pequeño… y cómo podía brotar
con esa absoluta ausencia de esfuerzo.
Y cuando cantaron «O’er The Dark Waves Of Galilee» me sentí como si
no pudiera permanecer sentado. ¡Qué veneración había en la música!
¡Cómo predicaba, cómo imploraba! ¡Y qué mundana y meramente humana
parecía la pobre e insulsa declamación del clérigo! Él no podía hacernos
llegar la desolación y el abandono de Cristo, ¡pero la música sí!
¡Oh, Hattie Lewis no habría cabido en sí de dicha si hubiera estado
aquí! Livy, ¡no he oído nada parecido en toda mi vida!
Ya sabes que la autosatisfacción de algunas personas no puede
doblegarse de ningún modo. En medio de esa hermosa música una vieja
delgaducha que estaba a mi lado afinó su gaita y empezó a aullar. Estuve a
punto de golpearla con un banco en la cabeza. Nunca vi mayor descaro que
el de esa mujer.
La segunda canción era demasiado complicada para ella y me dio un
descanso. Durante la tercera, aguanté la primera estrofa como si de una
tortura se tratara, y me sentí muy feliz, satisfecho y a salvo… Pero en la
segunda estrofa, la venerable lechuza volvió a la carga y rechinó con su
sierra a lo largo de todo el cántico.
El joven que me acompañaba se cansó del sermón pronto. Obviamente
no estaba acostumbrado a ir a la iglesia, aunque hablara como si lo
estuviera. Hacia el final se fue encogiendo hasta quedar descansado sobre el
final de su columna; luego apoyó sus dos rodillas bien altas contra el banco
que tenía enfrente; se frotó los muslos pensativamente con las manos;
bostezó; intentó estirarse dos veces, pero le interrumpieron y pareció
abatido y apesadumbrado; miró su reloj tres veces; y al final eructó.
Después me deshice de él. (1 de la madrugada. Buenas noches y que Dios te
bendiga y te proteja, mi amor).
SAM
Querido mío, lamento que hoy no haya habido carta para ti; ha sido un
día muy atareado y no he podido encontrar tiempo para escribirte, y ahora
sólo puedo enviarte unas pocas líneas, porque es bastante tarde…
DOMINGO POR LA MAÑANA
SAML
PAWTUCKET, RHODE ISLAND, 14 [DE DICIEMBRE DE 1869]
SAM
BOSTON, 21 DE DICIEMBRE DE 1869
Mi amorcito, al final te cogí ventaja. Una y otra vez tus cartas se han ido
acumulando en algún punto alejado de mí, mientras yo he estado
inquietándome sin ellas. Pero ahora, llevo un par de días reenviando mis
elucubraciones a Elmira mientras mi amor sigue vegetando en Nueva York.
Y esta carta también va a Elmira. Pero le he enviado un telegrama a tu
padre hace un rato para que te diga que Joe Goodman y el Sr. Seeley están
en Nueva York, de camino a Elmira. Seeley está confortablemente alojado
en la casa del Juez de Distrito de los Estados Unidos para Nevada, un viejo
amigo.
Espero que Joe no se emborrache mientras esté en Estados Unidos,
aunque no me sorprendería que lo hiciera. Pero de todas formas es un buen
tipo.
Le he escrito a mi hermana, por lo que es casi seguro que vendrá a
nuestra boda. He prometido mandarle 500$ a mi madre (dentro de poco) y
también pagaré los gastos de mi hermana.
Anoche di una charla en Canton, y el Sr. Ames (hijo de Oakes Ames, el
magnate de la compañía ferroviaria de Pensilvania) me ofreció su
hospitalidad… y ésta es la última vez que me quedo en una casa privada de
Nueva Inglaterra. Su idea de la hospitalidad es ponerse cómodos ellos
primero, y dejar que el invitado se las arregle si puede. No está permitido
fumar en el local. La próxima persona de Nueva Inglaterra que me reciba
en su casa deberá aceptarme tal y como soy, y no como debería ser.
Reprimir las libertades de un invitado y pedirle que satisfaga el peculiar y
santurrón concepto de la virtud es sencillamente lamentable y despreciable.
Odio al Sr. Ames con toda mi alma. Anoche no dormí nada y tengo que
conseguir descansar, mi amorcito. Que Dios te bendiga, cariño mío, a quien
quiero más y más y cada día con más amor.
SAM
BOSTON, 25 DE DICIEMBRE DE 1869
¡Feliz Navidad, mi amor, para ti y para todos tus seres queridos! Ahora
estás en casa, Livy, y todos tus deberes y tus preocupaciones han terminado
por un tiempo. Pobre niña, temo que estés agotada. Pero debes estar en
calma unos días para recuperar tus fuerzas, y así te encontraré recuperada y
sana cuando te vea dentro de una semana.
Ayer no te escribí, mi amor, y supongo que tú tampoco a mí, porque no
creo que hayas tenido oportunidad para ello. Visité a Redpath hace un rato
cuando llegué a la ciudad, pensando que así podría tener noticias tuyas,
pero no fue así. Sin embargo espero recibir una carta pasado mañana del
querido y familiar cartero de New Haven. Dentro de un mes, cerraremos
nuestra correspondencia, y nos diremos el uno al otro todo lo que se nos
pase por la mente de viva voz. ¡Que llegue ya ese día!
Hoy hace justo un año que dejé de beber todo tipo de bebida prohibida,
y lo único que constato es que estoy mucho mejor que antes… y desde
luego ya no cargo mi alma con el pecado de llevar a los demás por mal
camino. Pero todo esto es mérito tuyo, no mío. Yo no estoy al origen de la
idea.
Anoche disfruté mucho con la conferencia (en Slatersville; el lugar ha
cambiado), y me hospedó de verdad muy acogedoramente una familia
particular; algo raro en Nueva Inglaterra. La noche anterior, el abusón de la
casa donde me quedé se aprovechó de su hospitalidad (me estaba
desvistiendo y no podía irme) y me pidió que rebajara el precio de la
conferencia diez dólares… lo pidió como una donación para su sociedad.
Le dije que no lo haría; que odiaba el mal uso que se suele hacer de la
palabra «caridad». Me dijo que les había gustado la conferencia y que
querían mantener la sociedad para poder oírme el próximo invierno. Le
contesté que si después de que llenara la sala de público tenían la
desfachatez de pedirme que rebajara el precio es que no tenían dinero
suficiente para volver a contratarme como conferenciante en este lugar. Por
la mañana me llamó para desayunar pero le dije que como sólo eran las
siete, me las apañaría sin desayuno hasta que pudiera conseguirlo en otra
ciudad. Y cuando bajé las escaleras, le dije: «Doctor Sanborn, aquí tiene
diez dólares por mi noche de alojamiento». Me dijo que estaba muy
agradecido y que se lo daría al comité. Le contesté que no debía hacer nada
de eso; no rebajaría ni un centavo mi precio, debía aceptar los diez dólares
por su hospitalidad de Nueva Inglaterra o no cogerlos. Los cogió y me dio
las gracias servilmente. (Era el médico en jefe de Rockport y un eminente
ciudadano).
Cariño, he recibido la carta de Jamaica Plains y me hizo tanto bien
como si hubiese sido una carta nueva. Era tuya, mi amor, y eso siempre
hace que una carta sea fresca y muy interesante.
La Sra. Barstow ha estado intentando conseguir un empleo de oficinista
a su esposo en la Secretaría de Hacienda de Washington, para que pueda
mantenerlos, a ella y a los niños, y así permitirle el descanso y el ocio que
su delicada salud requiere; pero no lo ha conseguido. Me dijo que no quería
molestarme, pero para mí no era ninguna molestia… Escribí al Senador
Stewart y me contestó que de inmediato colocaría a Barstow en un puesto
de oficinista. Esto es fantástico. Probablemente vuelva a escribirte hoy, mi
amor, pero ahora voy a dejarlo y a bajar corriendo a desayunar. Que la paz
de Dios sea contigo, mi querida mujercita.
SAM
NEW HAVEN, 27 DE DICIEMBRE [DE 1869]
SAM
TROY, SÁBADO 8 DE ENERO [DE 1870]
SAM
CAMBRIDGE, [NUEVA YORK], 13 DE ENERO DE 1870
SAM
TROY, 14 DE ENERO [DE 1870]
Querida Livy, he estado muy preocupado por la carta que te escribí ayer
acerca del tabaco, y me he estado preguntando qué te escribí en ella; pues,
como de costumbre, nada de lo que dije se ha quedado en mi memoria. Sólo
recuerdo que tenía en mente una imagen de ti regresando de la iglesia, triste
e infeliz, y la seguridad de que habías sido tratada injustamente siendo
inocente, y que no deberías haber pagado el pecado de otro. Y tengo una
áspera e irritante sensación de…
Bueno, bueno, bueno; dejemos de preocuparnos por este odioso tema.
Estoy convencido de que nos ha causado a los dos más sufrimiento del que
habría acumulado fumando un millón de cigarros.
Y éste es un mal momento para mí para escribir acerca de asuntos que
me alteran, porque mis nervios, y la totalidad de mi economía física, están
agotados por el desgaste que suponen los viajes, las conferencias, diez mil
contrariedades e irritaciones insignificantes y una inusual pérdida de sueño.
Cuando las cosas empiezan a salir mal, siguen así. Ayer por la tarde llegué a
Cambridge y fui hasta el hotel bajo una torrencial tormenta de aguanieve;
estaba gris y hacía frío. Mi ánimo empezó a decaer. Entonces el Comité
(con su habitual brillantez de opinión) me informó de que el Troy Times
había publicado toda mi conferencia, elogiándola muchísimo y utilizando
innumerables comas y puntos para imitar mi manera de hablar arrastrando
las palabras; y después me informaron de que el Times tenía una gran tirada
en Cambridge. Mi ánimo cayó en picado todavía más; mi enfado empezó a
crecer. Insulté a mi informador con un lenguaje directo por no tener nada
mejor que hacer que decirme que iba a hablar a un público para el que mi
discurso no iba a ser ninguna novedad. Luego se fue (para volver después
de la cena) y me quedé solo con mi rabia. Abrí tu carta y ¡vaya!, ni siquiera
el amor de mi vida podía estar a salvo. Recibiste otro golpe de ese viejo,
viejo tema cuya simple mención por parte de cualquiera que no seas tú es
suficiente para hacer que se me erice el cabello. Porque soy un hombre
hecho y derecho, con canas en la cabeza y tengo todo el odio que un
hombre puede tener a ser [per…]
Ya estoy otra vez. Bueno, tenía muy poco tiempo libre, así que tenía que
escribir lo que sentía; tenía que reflejar mi estado. Y no era un estado
alegre. A su debido tiempo, el presidente regresó, y a las siete sonó la
campana de incendios, se levantó de un salto y exclamó: «¡Dios mío, la sala
de conferencias está en llamas!».
Mentalmente pronuncié una acción de gracias tan ferviente que si
alguna de mis oraciones ha llegado a atravesar la bóveda del Cielo, fue ésa.
No me moví de mi silla, por lo que mi descontrolado y excitado presidente
detuvo su loca huida hacia la puerta. Yo le dije: «Puede ver por el cegador
resplandor de las ventanas que nada puede salvar su sala… ¿Por qué se
precipita para nada?».
Se calmó un poco y se sentó; y mientras el fuego resplandecía por esas
altas ventanas, mi ánimo se elevaba hasta sentir que lo único que necesitaba
para ser completamente feliz era que los editores del Troy Times y ese
presidente se quedaran encerrados en ese edificio en llamas.
Pero mi elevado estado de ánimo se golpeó contra la tierra, y la
exasperación volvió. La sala estaba a salvo. Estaba un poco quemada e
inundada de agua. Pero en una hora habían fregado los suelos, evacuado el
humo y calentado el lugar de nuevo… y di la conferencia.
Por supuesto, después de la conferencia muchos miembros del Comité
se autoinvitaron a mi habitación, a pesar de que sabían que tenía que
levantarme a las siete de la mañana; y al final me animé y les dejé quedarse
hasta las doce.
Esta mañana el portero se ha olvidado de llamarme. Me desperté,
sorprendido al ver tanta luz, miré mi reloj… las 8 menos 14 minutos… el
tren sale a las 8.05… la estación está a cuatro o cinco manzanas… ningún
vehículo a la vista. En cuatro minutos no sólo estuve totalmente vestido,
sino que ya había bajado las escaleras haciendo ruido. El dueño se volvió
completamente loco en cinco segundos… revoloteó en todas direcciones…
pidió a gritos un carruaje… se tiró de los pelos… insultó al portero y se
desesperó… dijo que se acabó la fiesta, que lo mejor que podía hacer era
coger una calesa y conducirme a Troy (30 millas); con el termómetro bajo
cero y bajando cada vez más.
Le dije: «Recobre el sentido y no pierda el control; todavía tenemos seis
minutos, condúzcame a la estación… ¡corra!». Y corrió… corrió a un ritmo
razonablemente bueno pero le gané por la mano al llegar a las cocheras y
salté al tren; llegó un segundo después con mi equipaje de mano, y ¡ya
estaba a salvo con rumbo a Utica! ¡Hurra!
No te pongas triste por nada de lo que dije de fumar, mi pobre niña;
recuerda que sea cual sea mi estado de ánimo te quiero y te honro. No hay
tormenta capaz de [irritar] mover las profundidades de este mar; y recuerda
también, que cuando sea, influenciado únicamente por tu tranquilo, justo y
benévolo juicio, o por tu querido e irresistible deseo, me comprometo a
dejar el tabaco o cualquier otro hábito. Estoy preparado para hacerlo; y no
con desgana ni de mala manera, sino alegremente y con una amorosa
sinceridad y devoción hacia tu felicidad, mi Livy.
Que la paz sea contigo, mi preciosa mujer.
SAM
SAM
[Carta dirigida a los Langdon]
SAML. L. CLEMENS
He regresado de mi expedición de compras y ahora el Sr. Clemens ha
bajado a la ciudad… He comprado una barra para colgar la ropa, una
panera, una plancha de metal, un secador etc., etc.
El Sr. C. quiere que se envíen las cartas a los nombres adjuntos… Annie
sabrá seguramente si él ha duplicado alguna… Me haría ilusión que Sue
pudiera encontrar las direcciones de Zippie, Hattie Marsh Tylers y les
enviara las cartas así como a Lucy Gage Cursons.
Somos tan felices como pueden serlo dos mortales…
Con cariño,
LIVY
Planchas de hierro
2 DE MARZO DE 1870
Padre, sus dos cartas han llegado esta mañana, y su envío ayer por la
tarde. (Nota: Ellen está en el establo y el caballo está en el ático observando
la escena).
Creemos que no vale la pena entrar en explicaciones de cifras del
Express, porque el Sr. Slee ha debido de llegar a Elmira después de haber
escrito la carta y él se las explicará de manera mucho más clara y
comprensible de lo que yo lo haría.
Le agradezco mucho la oferta que me ha hecho de aceptar mi dinero y
pagarme intereses hasta que decidamos si añadirlo a la compra de Kennett o
no. Iba a aprovecharlo de inmediato, pero esperé a ver si el Sr. Slee y Mac
Williams podían hacer que las cifras de Selkirk fueran un poco más
favorables. Ha resultado como yo esperaba. Y ahora, con la sólida
convicción de que el Express no es una estafa, pagaré un poco más de la
deuda de Kennett.
Me alegro mucho de vislumbrar mi camino en este negocio, porque las
cifras me confunden y me desquician un poco. No tengo los nervios
templados que tiene Livy en presencia de un problema financiero… cuando
su cuenta de caja no cuadra (cosa que no sucede más que una vez [Livy:
«mentira»] al día) simplemente aumenta el producto «Mantequilla 78
centavos» a «Mantequilla 97 centavos»… o reduce el producto «Gas 6,
45$» a «Gas 2, 35$» y hace que esa cuenta cuadre. Lleva la contabilidad
con la más inexorable precisión que ningún mortal haya podido contemplar
jamás.
[Livy: Padre, eso no es verdad… Samuel me está desprestigiando…]
Anoche escribí Planchas de hierro al principio de esta carta para que
recordásemos, Livy o yo, escribir acerca de ellas; no porque se tratase de un
texto para una conferencia.
La noticia de que Livy y yo hemos llegado a una conclusión acerca de
mi intención de dejar Buffalo proviene de Hartford, porque realmente
surgió en el periódico muy poco tiempo después de mi visita y de su última
carta a Hartford, y ha estado flotando en el ambiente desde entonces.
Su hijo
SAMUEL
EN CASA, DOMINGO POR LA TARDE, 26 [DE MARZO DE 1870]
Su hijo
SAML
Querida Madre: La prima Anna, el Sr. Clemens y yo estamos sentados a
la mesa de la biblioteca; hemos tenido una agradable visita. Ahora Samuel
está hablando de Olive Logan.
Nuestra casa sigue tan hermosa y tan agradable como siempre, incluso a
lo mejor un poco más; queremos veros a ti y a padre aquí en ella. Estoy
convencida de que os parecerá un lugar apacible.
La semana pasada salí a hacer dos visitas. Yo he recibido unas setenta.
La semana pasada hice una visita muy agradable a la Sra. Wadsworth;
pensé que había estado allí dos semanas antes, pero me di cuenta de que me
había equivocado de casa y de que me dejé la tarjeta. La Sra. George
Wadsworth también nos ha visitado; es muy simpática. El Sr. y la Sra. Cray
(él es el editor del Courier) también son unas personas muy simpáticas,
creo que podemos llegar a ser amigos.
Buenas noches
Con amor,
LIVY
EN CASA, 22 DE MAYO [DE 1870]
Querido Padre: Durante varios días hemos recibido noticias suyas cada
vez mejores, hasta que al final ya no nos parece que usted esté inválido.
Somos las dos personas más agradecidas del mundo. Su caso parecía muy
inquietante cuando nos marchamos, y no nos habría sorprendido ser
llamados de vuelta en un día o dos. Ahora esperamos verle en plena forma
aquí con Madre en cuanto puedan venir. Aquí todo es hermoso, nuestro
hogar es tan tranquilo y tan apacible como un monasterio y al mismo
tiempo tan brillante y tan alegre como el sol puede hacerlo por dentro y por
fuera. Nos sentimos casi sobrecargados y agobiados por tanta felicidad, y
necesitamos compartirla con alguien y así liberarnos del excedente. Vengan
y participen libremente.
No creo que podamos ir a casa cuando Anna Dickinson les visite; la
verdad es que hasta ahora no nos lo hemos planteado seriamente. Tenemos
previsto pasar un mes entero en los Adirondacks (agosto o septiembre), y
tendré que hacer todo el trabajo para el Galaxy y el Express por adelantado
para estar seguro de tener tiempo. Así que ahora voy a estar muy ocupado
durante un tiempo; escribiré fielmente todos los días.
Quiero que Theodore le envíe 150$ a Charley de mi parte y nunca me
acuerdo [de ocuparme] de ello cuando bajo a la ciudad. ¿Podría Theodore
mandar el dinero y cargármelo con intereses hasta que vuelva a Elmira? Le
he pedido a Charley que buscara un buen microscopio para mí, y creo que
le vendría bien que le diera el dinero pronto.
Nos ofrecen 15 000$ en efectivo por las tierras de Tennessee. Orion está
a favor de aceptarlo siempre y cuando podamos quedarnos 800 acres que,
según él, contienen una mina de hierro y 200 acres de carbón bituminoso.
Pero si consideramos que se van a construir vías férreas en esa parcela, los
compradores (son hombres de Chicago) preferirán probablemente ser
propietarios del hierro y del carbón. Así que le aconsejé a Orion que les
ofreciera los 30 000 o 40 000 acres del terreno completo por 30 000$ sin
guardar nada; o todo excepto esos 1000 acres de hierro y carbón por 15
000$. Nuestros agentes llevan dos o tres años intentando vender todo el
terreno por 60 000$ y se han negado rotundamente a aceptar cualquier
precio inferior.
Mi hermana me ha comunicado que las plantas aún no han llegado de
Elmira.
También me dijo que ella y Margaret han terminado de hacer y de
colocar la mayoría de las alfombras, aunque la del salón todavía no ha
transpirado. (Transpirado no es la palabra apropiada… quiere decir que la
alfombra del salón todavía no ha llegado). Y me ha dicho que el Gatito
durmió durante todo el trayecto desde Buffalo hasta Dunkirk, que luego se
estiró y bostezó, exhalando un aliento con olor a pescado, y me dijo que el
camino de Erie era infernal. (Lo gracioso es que el Gatito no fue por el Erie,
sino por el Lake-Shore).
Creo que Livy está dormida, porque se fue a nuestra habitación hace
una hora y desde entonces no sé nada de ella.
Ma irá a Fredonia mañana para asesorar acerca de las tierras de
Tennessee, pero regresará, ya que la casa de mi hermana debe de estar muy
revuelta.
El Sr. y la Sra. Slee están bien. Los vimos el viernes por la noche.
Ayer cenamos y pasamos una agradable velada con los Gray (editor del
Courier); van a venir a Addirawndix con nosotros.
Tengo que escribir a los Twichell.
Con muchísimo cariño para todos vosotros, incluyendo a Madre, Sue,
Theodore y la abuelita; y con mucha prisa,
Su hijo SAML
WASH, 8 DE JULIO [DE 1870]
Mi querida Livy, naturalmente no he tenido otra cosa que hacer más que
esperar, ya que anoche se entregó el proyecto de ley al Senado y todavía no
ha sido impreso; y hoy el Parlamento ha propuesto adoptarla en su forma
original y someterla a una rápida decisión en el Senado.
Le he pedido prestados 100$ a Bennett[14] (ya que he venido con unos
50$ más o menos, y esta mañana he encargado un traje completo para mi
amigo Riley) y he pasado medio día en la House Gallery (después de
concederle una hora a Brady para que hiciera mi retrato).
Esta noche he cenado con el ex Vicepresidente Hamlin, con el Senador
Pomeroy, con el Sr. Gardiner G. Hubbard y con el Sr. Richard B. Irwin, y he
pasado un rato muy agradable. Hubbard le manda recuerdos a Padre; Irwin
comentó con mucha aprecio cómo le había contestado Charley desde Japón
para agradecerle las molestias que se había tomado para que él y el Profesor
se sintieran cómodos en el barco; una cortesía que, según Irwin, la mayoría
de la gente olvida tras disfrutar de sus hospitalarios servicios y alcanzar
tierra firme donde ya no necesitan sus atenciones. Me alegró oírle elogiar a
Charley de esa forma.
Llegué en coche al Senado, me he quedado allí hasta ahora (las diez y
media de la noche) y regreso al hotel. ¡Oh! ¡He reunido material suficiente
para un libro entero! Esto es una verdadera mina de oro.
Esta mañana he visitado al Presidente con tranquilidad. Pensé que lo
normal sería sentirme algo avergonzado al presentarme, pero ocurrió algo
que cambió mi comportamiento; me sentí tranquilo y sereno. Se trataba de
esto: Era el propio General quien estaba terriblemente avergonzado.
Le he prometido al General Dent ir a verle y pasar con él un día entero
de «juerga».
Lamenté enterarme de que padre estaba más débil, pero me alegró
mucho saber que no era nada serio.
Mi niña preciosa, voy a dejarlo ya, escribiré una nota a Twichell dando
cuenta de nuestro viaje y luego me iré a la cama. Que Dios te bendiga, mi
amor, y que los ángeles te guarden.
SAM
Tu afectuoso nietecito
LANGDON CLEMENS
[HARTFORD, HACIA EL 9 DE AGOSTO DE 1871]
SAML
S. L. CLEMENS
ALLENTOWN, MARTES POR LA TARDE [17 DE OCTUBRE DE 1871]
Con amor
SAML
Con amor
SAML
SAML
HARTFORD, 2 DE DICIEMBRE DE 1871
Con amor
LIVY
Mi querido, querido amor: Ayer me fui a la cama muy pasadas las doce,
me levanté a las cuatro y bajé (sin desayunar) a la estación, y descubrí con
una inenarrable alegría que allí había un vagón dormitorio en el que podría
haber pasado toda la noche, pero como de costumbre nadie del hotel o del
comité de conferencias sabía nada seguro de ningún tren. Cogí una litera; el
tren salió en seguida y por supuesto no pude dormir. Debíamos llegar en
dos horas, fuimos muy despacio y tardamos once; llegamos a las tres de la
tarde. No pude conseguir nada para comer en todo ese tiempo. Ningún
medio de transporte en la estación, ningún hombre, ningún mozo. Tuve que
acarrear mis dos maletines media milla, hasta la casa del Sr. Robert Law, y
antes de conseguir llegar me pareció que pesaban un par de toneladas cada
uno. Una vez allí, tomé una copiosa cena (pavo asado y ocho galones de té
oolong, a decir verdad era no se qué «long»[18], el té más largo que jamás ha
bajado por mi garganta; tardó horas en pasar por un punto determinado).
Luego el Sr. Law y yo nos montamos inmediatamente en su calesa y
durante dos horas enteras anduvimos alegremente dando tumbos entre las
solemnes ruinas, a ambas orillas del río; un día frío y glacial, pero todos los
días son iguales gracias a mi abrigo de piel de foca. Sólo puedo decir que
hace frío por el aspecto de mi nariz y por la actitud de la gente. No hay
literalmente nada en Chicago que no haya visto antes.
Nos sentamos a charlar hasta las diez, y luego todos se fueron a dormir.
Yo estuve trabajando hasta después de las doce corrigiendo y modificando
mi conferencia, y luego me acosté y dormí como un lirón. Y no me refiero a
un lirón enérgico, joven y verde, sino a un lirón agotado, apagado y
podrido, que nunca se revuelve o grita. Toda la noche de un tirón. Me he
despertado hace veinte minutos; ahora son las once de la mañana, y hay un
hombre de pie allí a lo lejos, en la estación, con un carruaje listo para
recibirme en cuanto salga del tren de Kalamazoo. Le mandé un telegrama
diciéndole que esta mañana estaría puntualmente a las once en Chicago, y
he cumplido mi palabra, aquí estoy. Pero puedo explicarle fácilmente que la
razón por la que no me ha encontrado es que me refería a las once en punto
de una forma general, y no en particular, y que no le culpo a él… en
particular.
Ahora debería levantarme, ir a casa del Dr. Jackson y ser su invitado
durante dos días. Me encuentro estupendamente. Una noche de descanso
siempre me renueva, me restaura, repone por completo mi vida y mi
energía. Ojalá pudiera ver a mi amor esta mañana, y posar su cabeza sobre
mi pecho, y hacer que me olvide de este deprimente negocio de las
conferencias y las largas separaciones que acarrea. ¡Pero el tiempo avanza,
mi vida! ¡Ya no quedan tantos días!
SAML
WOOSTER, [Ohio], 7 DE ENERO [DE 1872]
SAML
STEUBENVILLE, [OHIO], 9 DE ENERO [DE 1872]
SAML
KITTANNING [PENSILVANIA], 12 [DE ENERO DE 1872]
SAML
[Carta de Twain a su vecino Charles Dudley Warner]
Hemos leído dos trabajos antiguos en voz alta desde que hemos llegado
aquí, y un público totalmente agradecido me ha pedido con insistencia las
dos veces que escriba al autor para darle las gracias cordialmente; algo que
me alegró mucho hacer. La Sra. C. me lo recordó una vez más antes de irme
a la cama; de ahí que no me haya olvidado esta vez.
Livy también quería que escribiera a la Sra. Warner de su parte, ya que
ella todavía no «se ha dedicado a sus tareas». No tengo noticias más que de
la familia. El recién nacido está creciendo sano y se está haciendo fuerte y
guapo muy deprisa. Tiene una vaca «que lo lleva a lomos» para
suministrarle el alimento de la vida; y Livy se libra de esa obligación. [Livy
es poco eficiente en algunos asuntos]. Langdon no tiene apetito, pero es
enérgico y fuerte. Sus dientes no despuntan, ni tampoco su lenguaje.
Livy sale un poco en coche, cose un poco, anda un poco… Lo está
haciendo muy bien.
¡Que la paz sea contigo!
Escribo esta nota con la única condición de que no te veas en la
obligación de contestar. Imagino que tienes demasiado que escribir, Warner,
como para preocuparte de las cartas.
Sinceramente tuyo
S. L. CLEMENS
FAIR BANKS, 9 DE MAYO [DE 1872]
Tu padre
SAML L. CLEMENS
EN LA LEJANÍA DE QUEENSTOWN, IRLANDA, 29 DE AGOSTO/72
Querida Livy: No tengo nada, o muy poco, que escribirte, aparte de que
te quiero y pienso en ti noche y día, y me pregunto dónde estarás, qué
andarás haciendo, cómo va Muggins[21], si habla de mí y si Madre está
alegre y feliz. Espero y confío y rezo por que estéis todos bien y
disfrutando; aunque yo no puedo decir lo mismo, perdido en un enorme
barco cuyos 40 o 50 pasajeros vagan errabundos por las grandes y oscuras
distancias, como espíritus. Sin embargo, más tarde, nuestra pequeña
pandilla se lo ha pasado un poco mejor, aunque si falta uno no puede haber
partida de whist.
Le he dado al sobrecargo un telegrama de tres palabras que cuesta diez
dólares para que te lo envíe desde Queenstown, y también mi diario, en dos
sobres; y ahora voy a darme prisa y entregarle esto; ten en cuenta, mi amor,
que estoy en lo alto de la popa del barco, mirando hacia el Oeste, con las
manos en la boca, a modo de trompeta, gritando en medio del continuo
vaivén de las olas: ««¡¡¡TE QUIERO, MI AMADA LIVY!!!».
SAML
BROADWAY, LUDGATE, LONDRES, E. C.
11 DE SEPTIEMBRE DE 1872
SAML
LONDRES, 22 DE SEPTIEMBRE [DE 1872]
SAML
LONDRES, SÁBADO POR LA NOCHE,
28 DE SEPTIEMBRE [DE 1872]
SAML
LONDRES, 3 DE OCTUBRE [DE 1872]
Querida Livy: Me complace mucho saber que Orion es feliz y que está
progresando. Ahora bien, si pudiera mantener el puesto y seguir dando
satisfacción, mucho mejor. Para un hombre no hay obstáculo alguno en
conseguir el empleo que quiere, trabajando primero por nada, y por
supuesto, manteniéndolo con firmeza ante el resto de los aspirantes, una vez
que empieza a cobrar; éste es el truco.
Alguien me ha enviado unos periódicos de Filadelfia por los cuales me
he enterado de que el pobre y fiel compañero Riley ha muerto. Es para mí
muy triste.
El solemne retiro de la Sra. Hooker de la vida pública es una noticia tan
de agradecer como cómica; pero el asombroso motivo de su retiro (porque
«su labor ha terminado» y su gran objetivo se ha cumplido) supera al humor
meramente humano, es más propio del impresionante humor de los dioses.
Durante todos estos largos meses, esta agradable mujer que fingía promover
una importante y buena causa, ha estado derribando sin que nadie se
enterara el templo de la Emancipación de la Mujer y saboteándoles los
ladrillos a los albañiles; durante todos estos largos meses ha llevado de
forma sublime a las convenciones y a congresos feministas un Espíritu de
Calamidad; y cualquier principio que pronunciaba en su oratoria, perecía;
cualquier converso al que llevaba de la mano volvía de nuevo a sus
pecados; cualquier asunto político al que dedicaba su atención se tornaba
enfermizo, sufría y rápidamente moría; tras todos estos largos meses, en los
que no ha cesado ni un momento de crear enemigos contra su causa,
excepto cuando dormía, se retira serenamente de su altar de sacrificios, y en
realidad dice: «¡Que las naciones canten hosanna, que los planetas
aplaudan; mi labor ha terminado!».
Es una buena mujer; es una buena mujer; pero es tan propio de ella
hacer las cosas que hace… Obtiene tanta satisfacción de todo lo que su
retorcida mente imagina y de todo lo que su implacable mano destruye…
En fin, de todas formas, me alegro de que esté fuera de la «vida pública»; y
no me cabe la menor duda de que sus mejores amigos también se alegran.
Querida Livy, he ido de compras y te he comprado una capa, y si no la
pierdo, te la llevaré a casa. Probablemente no compre ningún otro regalo
mientras esté aquí, me resultan demasiado problemáticos, pero tras buscar
un regalo para ti por todo Londres encontré esto y me gustó.
He estado en Oxford un día y medio; si tan sólo pudieras ver este
paisaje (entre Londres y Oxford), con su galanura veraniega, te verías
obligada a admitir que no hay nada, ni siquiera en Nueva Inglaterra, que
iguale la pureza de su hermosura, y que no hay nada, salvo en Nueva
Inglaterra, que se le parezca, ni remotamente. Y si pudieras ver el césped en
los patios de algunas universidades y la parra virgen que derrama su
catarata verde, dorada y carmesí, dejándola caer por la pintoresca y vieja
torre gótica del Magdalen College… desde lo más alto de su cúspide cae
desbordándose, por encima de unas ventanas apuntadas, unas estatuas en
ruinas y unos grotescos rostros de piedra que prorrumpen de la pared; es un
generoso, elegante y precioso Niágara; y cualquiera que se quede mirándolo
perderá seguramente su tren. Ésta ha sido la imagen más encantadora y
preciosa que he visto jamás.
Adiós, mis amores, adiós. Adiós, mi amor, adiós. Te quiero.
SAML
Querida Livy, esta noche, en la cena del Alcalde, ha sido un honor tener
al laureado favorito de la nación, el Presidente de la Cámara de los Lores,
con su abundante peluca y su toga, y un espléndido lacayo portaespadas que
le sigue y sujeta la cola del traje, llevándome del brazo a través del grupo de
personalidades, dándome la bienvenida con todo el entusiasmo propio de
una joven y contándome que cuando los asuntos de estado le agobian y no
puede dormir, siempre tiene mis libros a mano para olvidar sus
preocupaciones, ¡y los lee! Y otros dos importantes jueces estatales de
Inglaterra con sus pelucas y sus togas me dijeron exactamente lo mismo.
Ha sido muy grato, en una reunión tan importante, oír a la gente
hablando de mí a cada paso, y siempre con elogios; y también hallarme ante
todas esas personalidades que se levantan, se presentan y luego piden
disculpas por el ademán. Disfrutarás sinceramente de la bienvenida inglesa
cuando vengas aquí. Con un mundo de amor,
SAML
26 DE ABRIL, 10H 30 DE LA NOCHE [1873]
SAML
HABITACIÓN 113, HOTEL LANGHAM, LONDRES,
19 DE NOVIEMBRE [DE 1873]
SAML
SÁBADO 23 [DE NOVIEMBRE DE 1873]
Mi vida, hoy hace un día bastante bueno para Londres: muy soleado,
luminoso y alegre, y deseo con todas mis fuerzas que estuvieras aquí para
disfrutarlo. Stoddard y yo hemos paseado por Regent’s Park, subido a
Primrose Hill, y hemos regresado.
Stoddard ha pasado unos días en Oxford con los alumnos, que juraron
que si iba y daba una conferencia, me agasajarían como a un duque y
llenarían la sala más grande de la ciudad para mí. Me gustaría; una
conferencia a la que irían vestidos de etiqueta y en la que se comportarían
con el mayor decoro, con ese esmerado y total decoro que los hijos de los
nobles saben tan bien encarnar cuando quieren; pero ¡menuda pandilla son
en un teatro de barrio!… ¡Y de qué manera se comportan esos vástagos de
la sangre aristócrata más azul de Gran Bretaña! Stoddard asistió allí al
teatro; una compañía de cómicos ambulantes. La sala estaba llena; ambos
sexos; y todos los estudiantes estaban allí (o por lo menos varias centenas
de ellos). No se quitaron el sombrero en toda la función y todos fumaron
pipas y puritos. Cada uno de aquellos diablillos llevaba puesto un gabán
tipo irlandés como el mío, que llega hasta los talones; y cada uno de
aquellos granujas había llevado un cachorro de bulldog o de terrier bajo el
brazo, y habrían subido a esas criaturas al amplio balaustre y les habrían
dejado ladrar a todos en coro y a todos cuantos quisieran. Unos tales
Hermanos Davenport se ataron con cuerdas y el público fue invitado a subir
al escenario para examinar el truco; tras lo cual varios estudiantes, con sus
largos abrigos, sus sombreros, sus cachorros bajo el brazo y sus pipas en la
boca, saltaron por encima de las barandillas de los palcos privados y
rodearon con un semblante de seriedad al hombre atado en el escenario,
inspeccionando los nudos y haciendo comentarios. Y el público en ningún
momento sonrió ni dijo una sola palabra, sino que se tomó el asunto como
algo normal.
(Tengo que salir, mi vida).
SAML
[LONDRES] 11 DE DICIEMBRE [DE 1873]
SAML
[LONDRES] 22 DE DICIEMBRE [DE 1873]
Mi querida Livy, es lunes. Ayer dije que hacía más de una semana que
no sabía nada de ti; Stoddard apuntó que no, que sólo una semana; pero las
cartas llegarán hoy. Cuando me desperté esta mañana, iba a darme la vuelta
y a seguir durmiendo, pero recordé que sin duda habría cartas. Así que me
levanté de inmediato y me vestí. Había dos, mi niña; una acerca de
«Margaret», del Dr. Brown[24], y otra acerca de la Sra. Cowan y las
representaciones privadas en el club de mujeres y todo ese asunto; que es
exactamente lo que me gusta. Siempre he dicho que Ma es la mejor
escritora de cartas del mundo porque pone en ellas una atmósfera tal de su
localidad y de su entorno que el lector se ve transportado hasta el lugar, y,
gracias a la magia de su pluma, siente la emoción de estar entre criaturas
vivas, de carne y hueso; habla con ellas, tiene esperanzas, y teme y sufre
con ellas.
Buscaré el Thackeray y el Dickens. Y como Finlay se va a Belfast
mañana, se llevará el pedido del dragón, luego lo recuperaré cuando dé una
conferencia allí.
Tengo siete navajas de afeitar, todas en la misma caja y con los días de
la semana escritos en ellas. Es para darle a cada navaja una semana de
descanso, que es la segunda mejor cosa para tenerlas afiladas. Esta noche
Stoddard, Finlay y yo vamos a cenar con Dolby en el Club Westminster, y
creo que nos lo vamos a pasar muy bien (por aquí anda ese demonio de las
marionetas tocando el tambor cerca de las verjas de la iglesia; pero es un
día gris y lluvioso, no tendrá suerte).
Otro caso Tichborne[25], no; me refiero a un caso de identificación
errónea. Ayer por la tarde Finlay y yo salimos a dar un paseo, me encontré a
alguien muy joven y muy elegante a cinco pasos de la puerta, que me estaba
mirando como si me conociera; le miré, sin pensar que le conocía, pero
enseguida me di cuenta de que ya había visto ese rostro antes en alguna
parte.
Sigamos. Le dije a Finlay que conocía esa cara, y más tarde, cuando
estábamos en la parte alta de Portland Place, dije: «¡Ya lo tengo! Es el joven
Lord MacDuff, que anoche presidía el banquete de Morayshire en la calle
Regent».
Prosigamos. Media hora después, en Regent’s Park, nos encontramos
con una mujer a quien Finlay conocía, que estaba paseando a tres o cuatro
de sus hijos. Caminamos con ella durante una hora, luego fuimos a su casa
en la calle Harley (la «larga y desgarbada calle» Tennyson in memoriam) a
tomar una copa de vino. Llevaríamos allí sentados media hora cuando entró
ese mismo hombre que nos habíamos encontrado delante del hotel (Finlay
me hizo señas con la cabeza como diciéndome: «ahí está otra vez»), y
entonces, ¡fíjate!, se nos presentó como «Lord Arthur Hill» (y susurró:
«heredero del Marqués de Downshire»). Repasé a ese tipo de los pies a la
cabeza durante más de media hora y no había ninguna diferencia entre
aquellos dos hombres excepto el pelo: el uno lo tenía ondulado y el otro, no.
MacDuff es escocés, pero este hombre es irlandés, nacido cerca de Belfast,
y ha heredado una de las mayores propiedades del lugar, con 40 millas de
terreno y 60 000 habitantes. Era un caso extraño, se mirara por donde se
mirara, teniendo en cuenta la extraordinaria escasez de nobles.
Te quiero, mi niña
SAML
[LONDRES] 29 DE DICIEMBRE [DE 1873]
SAML
[LONDRES] 1 DE ENERO, MEDIANOCHE [DE 1874]
SAML
LONDRES, 3 DE ENERO, 2 DE LA MAÑANA
SAML
LONDRES, 2 DE ENERO [DE 1874]
SAML
Querida Livy, aquí hace un frío intenso. Esta mañana nos levantamos a
las cinco y media, desayunamos y salimos justo cuando amanecía. Ha sido
una magnífica mañana; el bosque estaba blanco por la escarcha, y no
conseguíamos calentarnos las manos…, de hecho, ni las propias. Pensaba
que todo el camino hasta Boston estaría adoquinado, pero descubrí que no
había sino carreteras de tierra.
Cogeremos el tren y estaremos en Boston esta tarde a las siete. Ojalá
hubiéramos aceptado la invitación de Howells.
Adiós, mi amor
SAML
SÁBADO
Querida Livy, anoche nos lo pasamos realmente bien hasta las doce en
casa de Howells. Esta noche él cena con nosotros, y el lunes nosotros
comemos con él. Este pañuelo es para la Modoc, con todo mi amor. Lo
compré por diez centavos en Newton, a once millas de Hartford. Hay una
frase en tu carta que ni todas las culturas, ni todos los genios, ni toda la
experiencia del mundo podrían mejorar. Es digna de elogio. Con todo mi
corazón,
Tuyo,
SAML
ST. JAMES [NUEVA YORK], ANTES DE LA HORA DE DORMIR
[ALREDEDOR DEL 23 DE ABRIL DE 1877]
SAML
[NUEVA YORK] JUEVES [17 DE MAYO DE 1877]
SAM
[ELMIRA] [PROBABLEMENTE EL DOMINGO I 5 DE JULIO DE 1877]
Querida Susie: Tú, Rosa y Bay debéis permanecer muy atentas a los
polluelos del estanque y ver cómo empiezan a vivir. Ahora están listos para
volar. No dejéis de darle nueces a la ardilla, si se acerca. Si veis una bonita
puesta de sol, cubridla con una manta y guardadla hasta que yo llegue. La
tía Sue os dará una. Ayer vi una preciosa puesta de sol reflejada en el
pantano de Nueva Jersey. Fue hermosa, aun de noche; no se percibía ningún
sonido excepto el de una vaca cantando y algunas ranas… (frosches[27]).
Se oyen algunas campanas cerca de aquí, y a un hombre que hace sonar
unas campanillas. Ese hombre se morirá algún día, y entonces deseará
haberse comportado bien. Ayer vi un gato, con cuatro patas… pero tan sólo
era un gato amarillo, más bien pequeño. No todas eran patas delanteras…
varias de ellas eran patas traseras. De hecho, casi la mayoría eran traseras.
Escríbeme.
PAPÁ
HARTFORD, JUEVES [17 DE JULIO DE 1877]
SAML
JUEVES POR LA TARDE
SAML.
NUEVA YORK, 19 DE JULIO [DE 1877]
PAPÁ
NUEVA YORK, 19 DE JULIO [DE 1877]
PAPÁ
ELMIRA, 29 DE JULIO DE 1877
Cariño mío: Hoy han llegado dos cartas tuyas, y te aseguro que ha sido
una absoluta delicia recibirlas. Estoy muy contenta de que los arreglos de la
obra te agraden; me encantaría poder estar contigo la noche del estreno,
quiero escuchar tu discurso y quiero estar contigo. Te quiero. Ayer hizo una
noche preciosa, con hermosos efectos de nubes al atardecer, y después un
bonito cielo, con la luna y las nubes, ojalá hubieras estado aquí…
Youth, quiero advertirte de algo, no digas cosas malas del Sr. Harte, no
hables mal del Sr. Harte a la gente, es mucho mejor que seas reservado en lo
que a él se refiere, no dejes que nadie te pille hablando a la ligera de él.
Somos tan desesperadamente felices, vamos por tan buen camino, y él es
tan desgraciado, que no ha de costarnos ser magnánimos con él; pero
mucho me temo que mi deseo de tenerte callado no es por generosidad
hacia él, sino por egoísmo hacia ti. No quiero que te encuentres en la
situación de haber hablado mal de él; sé prudente, mi amor.
Voy a adjuntarte una carta de nuestro policía; odio hacerlo por miedo a
preocuparte, pero creo que hago bien, en caso de que quieras hacer algo al
respecto antes de dejar Nueva York. Puede que tu visita a casa haya
arreglado las cosas, de forma que esta carta pierda su importancia. Eso
espero, así no estarás preocupado por lo que en ella se dice, a mí me ha
preocupado un poco; hoy he recibido una agradable carta de George. No
puedo entender que haya dejado la casa sola tanto tiempo, aunque si ha
dejado a Augustus allí sé que todo habrá ido bien.
Hoy, cuando le quité a la pequeñina toda la ropa excepto la camiseta
interior, dijo: «¡Oh! Si Susie me ve, dirá que soy todo piernas».
Esta pasada noche le estaba leyendo ese cuento siempre interesante en
Rollo: «Pequeña, pequeña, te has dejado la puerta abierta», etc., y cuando
llegué a la parte del gallo, le pregunté si le gustaría dormir subida a una
veleta y me contestó: «No, por nada del mundo». Durante nuestra
conversación, volvió a usar esa expresión «por nada del mundo» una vez
más. Le hablé de cabalgar por las nubes tan bonitas, que estábamos
sentadas observando; me contestó con una voz realmente preocupada: «No
hay sillas allí en las nubes». Hoy Susie ha estado trabajando un buen rato
escribiendo las cartas para mandártelas; al principio parecía creer que
escribiría toda la carta en unos minutos; pero después de darse cuenta de lo
difícil que era, se lo ha tomado con mucha dedicación.
Hoy Sue y yo hemos recibido una carta de Clara, está mejorando
lentamente pero a paso firme y va a venir a casa esta semana. Si regresas el
miércoles, ésta es la última carta que te enviaré. ¡Cuánto me alegraré de
verte, cariño! Buenas noches, tuya
Te quiero un poquito,
LIVY
BOSTON, JUEVES POR LA MAÑANA [25 DE AGOSTO] DE 1881
Te quiero, cariño
SLC
MONTREAL, 29 DE NOVIEMBRE/81
Pues bien, cariño, esta mañana he caminado unas millas con el mismo
caballero que me llevó a la cima de la montaña (el Sr. Iles), y he visitado
muchas iglesias católicas, mercados franceses, escaparates, etc. Pero, a
pesar de la vergüenza que me da y de la deshonra que supondría para mi
orgullo, quisiera ser el siervo de un sumo sacerdote, entrar deslizándome
con mi pesada carga, y agachar de inmediato la cabeza, y arrodillarme ante
una imagen pintada, y volver a salir, escabulléndome, con mi parte inmortal
fresca y reforzada para afrontar mis tareas del día. Pero… no soy el siervo
de un sumo sacerdote, y por lo tanto me duele, me duele mucho darme
cuenta, a través de estas demostraciones, de cuán pobres criaturas somos,
unos niños, engañados y embaucados, por baratos y triviales artificios, por
frágiles e insignificantes mentiras. Lo cual me recuerda que debes leer
acerca de los primeros misioneros jesuitas en el Canadá. ¡Eso sí que es
abnegación, heroísmo y fidelidad a una causa! Es sublime, genial. El hecho
de que aquellos hombres sufrieran, intentando rescatar a los ofensivos y
atroces salvajes de ser condenados a las llamas del infierno, hace que uno
adore y glorifique la naturaleza humana mostrada por los sumos
sacerdotes… Sí, y que al mismo tiempo la desprecie. En cuanto a paciencia
y realización se refiere, eran unos dioses; en cuanto a credulidad y
obediencia hacia sus superiores eclesiásticos, unos canallas.
Esas magníficas obras, sufrimientos y sacrificios estimulan tanto el
entusiasmo de nuestras mentes que por un momento somos engañosamente
llevados a imaginar que tan sólo la religión es capaz de empujar a los
hombres a hacer cosas de este tipo (y ese púlpito que dura toda la vida y esa
enseñanza a base de folletos acompañan a esa desilusión). Pero no… El
amor por el dinero, el odio hacia un enemigo, el afecto hacia un niño, una
esposa, un prometido, pueden hacer que un hombre haga y sufra todo lo que
aquellos hombres hicieron y sufrieron; sí, el enamoramiento de una
impúdica prostituta puede lograr que un hombre rivalice con los misioneros
jesuitas en grandeza y escrúpulo.
Un amigo me espera para almorzar; de manera que aquí finaliza mi
sermón. Pero os mando un beso a ti, a Susie, a Bay… e incluso a Jean[29].
Con amor
SAML
COLES LANDING, MENARD, ILLINOIS, 21 [DE ABRIL DE 1882]
Querida Livy, estoy solo en la timonera del buque Gold Dust, con su
timón, que me resulta tan familiar, su brújula, sus nudos marineros, a mi
alrededor. Estamos repostando carbón. Me he despertado aquí a las ocho
menos cuarto (hace media hora), cuando todavía duraba la guardia de
cuartillo y antes de que empezara la guardia normal; por lo que he
coincidido brevemente con los dos pilotos. Ahora estoy solo (el piloto que
está de guardia ahora me ha dicho que me sienta como en casa, ¡y eso estoy
haciendo!).
Hasta ahora, nuestros nombres ficticios han sido una protección
suficiente, pero hemos tenido que salir corriendo de St. Louis porque
empecé a encontrarme con demasiadas personas que me conocían. Les
hicimos jurar que guardarían el secreto y nos largamos en el primer buque.
Hoy hace un día maravilloso, y las colinas y los llanos están recubiertos
por un gran manto de verde reluciente, con algún árbol de flores blancas
salpicado aquí y allá.
Te quiero, mi vida.
SAML
SÁBADO POR LA TARDE, A MEDIO CAMINO DE MEMPHIS
[22 DE ABRIL DE 1882]
SAML.
Hoy mamá ha ido a ver a la Sra. Warner, por lo que esperamos ver a
Daisy pronto. Ahora estamos aprendiendo a jugar al Eucher[31] y nos gusta
mucho; hoy hemos jugado con mamá, Rosa, Katie, Clara y Jaurge. El
viernes pasado fuimos al musical y nos divertimos mucho. Conseguí tocar
todas mis piezas sin cometer ni un solo error. Querido papá, no hace falta
que contestes a mi carta porque sé que no tienes casi tiempo.
SAML.
NUEVA ORLEANS, SÁBADO, 10 DE LA NOCHE
[29 DE ABRIL DE 1882]
SAML.
A BORDO DEL BATON ROUGE, 8 DE MAYO [DE 1882]
SAML.
[CERCA DE ST. PAUL, MINNESOTA]
VÍSPERA DEL SÁBADO [20 DE MAYO DE 1882]
SAML.
Tu LIVY
NUEVA YORK, NOVIEMBRE’84
SÁBADO, PASADA LA MEDIANOCHE [ES DECIR, DOMINGO 23]
Querida Livy, sólo unas líneas para decirte que hoy a las diez hemos
terminado la octava función de esta semana en la Brooklyn Academy of
Music, luego nos hemos acercado al Bridge, y a casa. Muerto de cansancio
y hambriento. He dado buena cuenta de dos chuletones, tres huevos, patatas
fritas y una botella de cerveza. Tomo un desayuno completo cada mañana y
una cena abundante cada noche, y estoy engordando. Nos levantamos a las
seis de la mañana, y hoy hemos dado un discurso ante dos nutridas
audiencias en Brooklyn. El Sr. Beecher y los Sabios se hallaban ahí
presentes esta noche, y Dean ha estado detrás del escenario.
Dales las gracias a esas dulces niñas, de mi parte, por sus cartas que son
tan bienvenidas. Las quiero, a ellas y a su madre.
SAML.
NUEVA YORK, 23 DE NOVIEMBRE DE 1884
Hemos cenado y hemos estado toda la noche con Tom Nast y su familia,
y me lo he pasado estupendamente. He dormido en la habitación de su hija
mayor, la Srta. Julia Nast, de 20 años… la habitación más admirable en la
que nunca he estado; un curioso e inmenso museo. No se podía ver ni una
pulgada de ninguna de las cuatro paredes; todas cubiertas por cuadros,
fotografías, grabados, más fotografías, postales de Navidad, abanicos,
estatuillas, cachivaches y baratijas de todo tipo de metales: pequeñas baldas
por todas partes, con todas las bonitas y delicadas cosas imaginables,
apiñadas sobre ellas y colgando de ellas; la más increíble variedad de
bagatelas baratas e interesantes que jamás ha sido amontonada entre cuatro
paredes en este mundo. Tardé una hora en desvestirme, y otra hora en
vestirme, porque mis ojos estaban demasiado ocupados y las nuevas
sorpresas eran constantes y muy atractivas. Esta mañana me pidió que le
pusiera un nombre a su habitación, le dije que la llamara «La Desesperación
de Cesnola»[35]. Me gustaría ver la habitación de Susie decorada de esta
forma. Es fácil, y lleva años: cada vez que consigas una nueva baratija,
ponía en la pared con una chincheta. A ojo diría que hay 3000 hermosos
detalles en la habitación de Julia Nast. Puede que no costaran más de 3000
monedas de diez centavos, pero vale veinte veces más la pena mirarlas a
ellas que al dinero.
Te quiero, cariño. Espero que hayas pasado un buen cumpleaños…
Ahora debo despedirme, porque el tren ha reanudado la marcha.
SAML.
EN EL TREN, 3 DE DICIEMBRE DE 1884
SAML.
ROCHESTER, DOMINGO 7 DE DICIEMBRE DE 1884
Querida Livy, he recibido tu carta con las cuatro de Jean… ¡Qué niña
más admirable, más cultivada y cómo progresa! Hoy hace un día sombrío,
gris y ventoso, con algunas neviscas; pero me he quedado en la cama todo
el día, leyendo y fumando, y descansando, pasando un rato agradable pero
también con añoranza. Te echo de menos, echo de menos a las niñas y no
puedo expresar lo mucho que me gustaría estar con vosotras. Una lluvia
torrencial ha jugado al Smash con nosotros. Deberíamos haber tenido un
público excepcional aquí, de no haber sido por el tiempo. Pero te quiero, mi
vida, eso es lo que sé.
SAML.
ROCHESTER, DOMINGO POR LA TARDE
SAML.
GRAND RAPIDS, MICHIGAN, 13 DE DICIEMBRE DE 1884
Sólo unas palabras, cariño, para decirte que hemos pasado todo el día en
el tren y que llevo una hora en la cama para estar descansado antes de
subirme al estrado. Tú y las niñas habéis estado en mi mente todo el día, os
he echado mucho de menos y todavía ahora os añoro. Me he comido un
montón de castañas que he encontrado en los bolsillos de mi abrigo, y esto
me ha acercado mucho a las niñas, pues las tres han contribuido a esta
reserva de existencias. Te quiero, mi amor, y el tiempo que media entre
nosotros y nuestro encuentro parece tan largo…
SAML.
PITTSBURGH, 29 DE DICIEMBRE [DE 1884]
SAML.
PARÍS, KENTUCKY, AÑO NUEVO DE 1885
Querida Livy, hemos pasado una velada muy agradable aquí, en una
región que era familiar a Ma cuando niña, hace setenta u ochenta años.
Siempre que nos toca un público del Sur, se ríen a carcajadas. Pillan las
bromas antes de que puedas terminar de contarlas; y entonces, a menos que
seas un idiota, no acabas de contarlas; te callas. Es un auténtico placer dar
un discurso para gente así.
Antes de la lectura, en el hotel, un hombre corpulento se me presentó
como «el gran hombre de Kentucky al que usted ha elogiado en Un
vagabundo en el extranjero, en los capítulos acerca de los estudiantes de
Heidelberg»; y me enseñó una enorme cicatriz que se extendía desde el
puente de su nariz por toda la cara; un recordatorio permanente de sus
impresionantes aventuras en Heidelberg. Me dijo que mi relato era correcto.
Lo conseguí del Cónsul Smith, ¿recuerdas? Le pedí que subiera a la
habitación y pasé una media hora muy amena con él.
Un fragmento de conversación escuchado hoy en el vagón de
fumadores:
«Bueno… Fui conserje de escuela durante seis o siete años, por lo que
pensé en dejarlo un tiempo y trabajar. Así que me hice granjero dos o tres
años, sin demasiado esfuerzo y puse en pie uno de los más prometedores
cultivos de tabaco del condado. Pero ahora de nuevo estoy en la escuela;
parecía que eso era para lo que yo había nacido, así que regresé a ello de
una forma natural. Tengo una gran escuela; 45 alumnos; y la mayoría
vienen todos los días. No hay día en que no vengan 30 o 35 de ellos. ¿Cuál
es tu problema?
»Bueno, me molesta un poco un diente cariado que tengo… a veces el
dolor es muy agudo.
»Deberías sacártelo. Yo tuve una caries, hace unos tres años: yo sí que
hice novillos, y dije que sólo había una forma de hacer lo que iba a hacer, y
con eso me monté de un brinco en mi caballo y me esforcé por llegar al
médico; me encontré con él por el camino antes de haber recorrido una
milla o milla y media, y le dije: “Bájese ahora mismo de su caballo y
arránqueme este diente”. Y lo hizo… ahí mismo, en la carretera. Y desde
entonces no he vuelto a tener problemas, ni con ése ni con ningún otro
diente».
Te quiero, cariño mío, y os envío amor de Año Nuevo a ti, a Madre y a
todas las niñas.
SAML.
EN EL TREN, 8 DE ENERO DE 1885
Esta mañana nos hemos levantado a las siete, con un viaje de nueve
horas por delante, y sin vagón de primera clase. Pero seguimos la ruta sin
problemas. El tren se para cada media milla. Ahora es la una de la tarde, y
este vagón se ha llenado y vaciado de granjeros unas 300 veces. No dejan
de atraer mi atención: sus ropas, conductas, actitudes, semblantes,
expresiones… cuando las tienen. Hace un rato, un pequeño provinciano
intercambiaba opiniones con su hermana de 17 años acerca de una mujer
negra, de forma que ésta lo podía oír. «Buena ropa para una negra, ¿verdá?
Nunca antes ho visto a una negra tan bien vestía». La verdad es que estaba
muy bien vestida, con buen gusto, y tenía más cerebro y educación de lo
que podrían haber mostrado siete generaciones de la familia de ese chico.
Hace poco he estado una hora reescribiendo algo de Un vagabundo en el
extranjero: charlas entre un par de balseros fanfarrones y chillones. Lo he
convertido en conversaciones de una sola frase; ese tipo de frases que
decimos alternativamente (un vivo fuego a discreción de alarde y
fanfarronería) Cable y yo, para divertir a Pond por las noches en nuestra
habitación. Cuando hube terminado ese atisbo de dramatización, les pasé el
manuscrito a Cable y a Pond por encima del hombro, y mientras Cable lo
leía para sí, un tonto de mediana edad, de aspecto bondadoso, afable y con
aire de profesor, sentado en el asiento de atrás, estiró su largo cuello y
empezó a leer por encima del hombro de Cable con el más inofensivo
entusiasmo que jamás hayas podido ver. Tuve que decirle dos veces: «Es
privado, señor» para que lo entendiera, de lo absorto que estaba. Entonces
se recostó en su asiento, con la tímida confusión de un niño.
3 DE LA TARDE, DECATUR, ILLINOIS
SAML.
ST. LOUIS, 10 (¿?) DE ENERO DE 1885
Sinceramente suyo
S. L. CLEMENS
KEOKUK, 14 DE ENERO DE 1885
SAML.
Te quiero, cariño.
SAML.
SLC
Piensa en la suerte que tienes; ¡estás con las niñas!
(¡Pobre Jean y… pobre reloj estrepitoso de Clara!).
ST. PAUL, 23 DE ENERO DE 1885
No, querida Livy, no creo que Pond se haya olvidado de enviar mis
cartas; ha ocurrido lo mismo que cuando te escribí desde Keokuk o desde
Chicago; entre St. Louis y Keokuk estaba demasiado agobiado, por lo que
no te escribí durante dos días; pero eso es todo: dos días; muchos otros días
te escribí dos veces.
Escribí una carta en Keokuk, y Orion la cogió e insistió en llevarla al
buzón que estaba a un par de manzanas. Dos horas más tarde, resultó que
tenía la carta en el bolsillo; recordaba haber ido hasta el buzón y haber
regresado preguntándose en vano cuál era su cometido allí. Entonces quise
coger la carta, pero me suplicó que le dejara intentarlo de nuevo; así que le
dejé. Pero lo más seguro es que fracasara una vez más.
Caminamos nueve manzanas a través de una fuerte tormenta de nieve
para ver al «fantasma»… una cosa misteriosa en el cristal de la ventana de
un colegio que, desde la calle, parecía una bonita niña dibujada a lápiz, con
lazos y otros adornos en el pelo y en torno a su rostro. Pero lo único que
pude ver fue una marcada [mancha] salpicadura púrpura sobre el cristal, del
tamaño de una cabeza, y que a lo único a lo que se parecía era a una vieja
esponja con dos o tres de sus habituales agujeros redondos. Con un gran
esfuerzo podía imaginar que se parecía un poco a esos anticuados demonios
desfigurados y con cuernos de los libros ilustrados, con la boca abierta llena
de colmillos; pero no podía dar más de sí mi imaginación como para ver
nada parecido a un rostro humano en aquella cosa. ¡Señor! ¡Qué asunto más
curioso es la imaginación! Sabes, aquí hay gente que ve en ese manchón
púrpura sin forma el vivo retrato de Martha Washington; otros ven el retrato
de algún hombre distinguido o algo por el estilo; Orion y otros ven todos
los elementos que forman la cabeza y el rostro de una hermosa joven; y hay
un montón de idiotas espiritualistas que ven un designio de Dios, el rostro
de un espíritu enviado por él para confundir a los ateos en su doctrina. Si
todos los tontos de este mundo se murieran, ¡Dios mío!, qué solo me
quedaría…
En Quincy vi… Bueno, primero fue un hombre mayor con unos peludos
y grises bigotes hasta el pecho y con ropa de granjero. La última vez que le
vi, hace 35 años, era un dandi con un sombrero de copa inclinado hacia
adelante y recostado casi sobre su nariz; pelo graso, rojo oscuro, largo, y
con bucles por detrás del cuello; perilla roja; unos andares muy refinados y
vanidosos… la forma de andar más asombrosa que he visto nunca… unos
andares imposibles en cualquier lugar de la tierra que no sea nuestro Sur y
en tiempos pasados; y cuando se quitaba el sombrero, aparecía un rizo de
pelo rojo, un bucle recostado (entre dos rayas exactas) que se extendía
desde su frente hacia atrás, sobre la curva de su cráneo, y podías mirar a
través de él como lo harías en un túnel. Pero ahora… En fin, puedes leer La
última hoja, de O. W. Holmes, para hacerte una idea de lo que aquel
hombre es ahora.
Y también vi allí a Wales McCormick, el gigantesco editor novato de
hace 35 años… Ambos éramos aprendices, y nuestro superior, Pet
McMurray, era el oficial.
Te quiero, mi vida.
SAML
CHICAGO, 2 DE FEBRERO DE 1885
Hoy es un gran día, mi amor; el día que te trajo a mí hace quince años.
Entonces eras muy preciada para mí, ahora eres todavía más valiosa para
mí. Teniéndonos el uno al otro, entonces, éramos ricos; aunque éramos
pobres en comparación con lo ricos que somos ahora con las niñas.
Te mando un beso, mi amada mujer… y a esas queridas pillinas,
también.
SAML.
9 DE FEBRERO DE 1885
SAML.
COLUMBUS, 10 DE FEBRERO DE 1885
SAML
DETROIT, 13 DE FEBRERO [DE 1885]
Te quiero, mi amor.
SAML
¡Ay, mi amor, si tan sólo pudieras estar hoy conmigo! ¡Nunca, nunca,
nunca había visto un día de invierno más maravilloso! Hemos estado
bordeando el Lago Champlain durante una o dos horas, y el paisaje es tan
divinamente hermoso que resulta imposible describirlo con palabras. Se ven
millas y millas más allá de la helada superficie de nieve blanca del lago,
cubierto por el deslumbrante sol y por unas enormes sombras que se
deslizan sobre él, y aquí y allá una mota negra sobre la lejana llanura (un
trineo), y allá, en la más lejana orilla, se yergue gradualmente una oscura y
contemplativa cordillera de montañas, que desaparece en medio de una
irregular y plomiza cortina de nubes bajas.
Ahora hemos dejado atrás el lago y estamos entre granjas de relieve
ondulado, con los vallados cubiertos hasta arriba por un manto de nieve del
más cegador blanco, y por todas partes a lo lejos se elevan unas escarpadas
montañas moteadas por las oscuras manchas de los bosques y los
espumosos campos de nieve, todo ello difuminado y enriquecido por una
niebla púrpura…, y allí surgen ¡las cumbres de la montaña! Aparecen tan
borrosas y espectrales, allí arriba en el cielo, que es como si las vieras a
través de un velo de lluvia de verano.
He enviado un trineo para las niñas. Más vale que no intenten usarlo
hasta que yo llegue.
Esta noche voy a mandar una caja de cartón que debe permanecer
cerrada hasta que yo llegue. Es para las niñas. Llevaré algo para ti yo
mismo en mano… Aunque puede que lo envíe por tren.
Te quiero, mi vida.
SAML
WASHINGTON, 2 DE MARZO [DE 1885][37]
Te quiero.
SAML
NUEVA YORK, 8 DE ABRIL DE 1885
Querida Livy, éste es un viaje sin gracia, pues esperaba con todas mis
fuerzas que vinieras conmigo, y no parece que me resigne a hacer este viaje
solo. Estoy decepcionado; y sin embargo sabía que no sería bueno para ti
viajar con ese resfriado y esa jaqueca, por lo que estaba seguro de que no
debías venir. Ésta es una habitación agradable (181) y bien iluminada; y si
estuvieras aquí, con una baraja de cartas me daría por satisfecho y no me
aburriría. Si te encontraras bien, desearía que estuvieras aquí; pero como no
lo estás, no formulo el deseo… estás mejor allí, con las mejores niñas del
mundo.
El libro del General Grant no está terminado. La verdad es que el
trabajo no ha hecho más que empezar, y no se ha hecho ni un poquito de
publicidad; y sin embargo ya se han vendido 20 000 colecciones… Las han
encargado dos apoderados generales solventes; 20 000 colecciones son
40 000 libros, pues es una obra de 2 volúmenes. Esto nos proporciona un
beneficio neto de 13 000$; y de unos 26 000$ a la Sra. Grant. Estabas un
poco asustada de que me aventurara con el libro, corriendo tantos riesgos,
para una participación de sólo el 30 por ciento en los beneficios. No pensé
que hubiera ningún riesgo. El pedido de estos 40 000 libros sólo
corresponde a dos Estados: Michigan e Iowa… ¡Espera a tener noticia de
los otros 37!
Esta noche he estado en casa del General Grant. El Coronel Fred me
dijo que el General estaba tranquilo y muy feliz, extremadamente
agradecido por las muestras de simpatía de los soldados rebeldes, de todos
los rangos, del Sur. Sus últimas horas están entre las más felices de su vida.
Te mando un beso, mi amor, y otro a todas las niñitas.
SAML
MT. MCGREGOR, 30 DE JUNIO
SAML
MT. MCGREGOR, 1 DE JULIO DE 1885
SAML
NUEVA YORK, 4 DE AGOSTO DE 1885
SAML
[NUEVA YORK] MIÉRCOLES-JUEVES, MEDIANOCHE,
5-6 DE AGOSTO [DE 1885]
SAML
NUEVA YORK, 18 DE NOVIEMBRE DE 1885
Querida Livy, creo que tendré que partir hacia Washington a las ocho de
la mañana, y que llegaré a Ebbit House hacia las dos menos cuarto de la
tarde.
Anoche cené con Laffan en la sala privada de un restaurante,
acompañado de Osgood y de dos jóvenes Harper. Bueno, la cena de Laffan
consistió sólo en tres platos, pero te aseguro que fue una maravilla. A los
pies de cada hombre había un cuarto de galón de champán en una cubitera
de plata… y una más en el aparador; no había otra clase de bebida
alcohólica.
1er plato: unas ostras crudas, muy pequeñas, recién abiertas, flotando en
su propia agua salada. Delicioso.
2º plato: estofado de tortuga de río, servido en delicadas y pequeñas
ollas cubiertas, con curiosas cucharas de tortuga doradas y plateadas, de
Tiffany. Sublime. Nunca antes había probado una tortuga así. Fue
inenarrable.
3er plato: A cada uno de nosotros le fue servido un pato entero, recién
sacado del horno, y en cada plato había un cuchillo de trinchar y un tenedor.
Cada uno debía trincharse su propia carne. Esos patos fueron sencillamente
divinos.
Así terminó la cena. Sin café, sin postre, sin queso… nada. No dejamos
ni una miga de los tres platos. Cinco esqueletos representaban a los patos,
seis botellas vacías, al champán. Una cena memorable.
Luego los jóvenes Harper obligaron a Laffan a echar a cara o cruz
medios dólares con ellos, y en quince minutos ellos no tenían ni un centavo
y Laffan había ganado lo bastante para pagar la cena.
Después nos fuimos a una sala privada comunicada con un salón de
billar y bebieron champán (yo ni lo probé) y jugamos al billar; y a la una y
media de la madrugada (la factura de la sala de billar era de 7$), cuando
íbamos a despedirnos y Laffan estaba a punto de pagar, dije: «No sé nada de
echar a cara o cruz medios dólares, pero echaré a cara o cruz esta factura».
Descubrimos las monedas y miramos… resultado: pagué los siete dólares y
me fui a casa a dormir.
Te quiero, mi amor.
SAML
HARTFORD, 27 DE NOVIEMBRE DE 1885
Ya hemos dado un paso más, mi amor, uno muy muy alejado del lugar
en el que empezamos; pero echamos la mirada atrás hacia un agradable
paisaje: valles que siguen verdecidos, llanuras que siguen cubiertas de
flores, colinas que siguen descansando bajo la suave luz de aquella lejana
mañana de este bendito recuerdo. Y ahora tenemos compañía en el viaje…
¡Ah, una compañía tan apreciada, tan motivadora, tan adorable y agradable!
¡Y de qué forma iluminan la marcha! Ahora nuestros rostros se dirigen
hacia el ocaso, pero ellas están con nosotros para cogernos de la mano y
permanecer a nuestro lado, y mientras lo soporten, y nuestro viejo amor
siga creciendo y nunca disminuya, nuestra marcha seguirá a través de las
flores, los campos verdes y la luz de la tarde, de forma tan agradable como
resplandece aquella vieja y suave mañana allá a lo lejos.
TU MARIDO
EN EL TREN, 5 DE MAYO [DE 1886] 4H 30 DE LA TARDE
Querida Livy, te he enviado buenas noticias. Pensé que eso haría que
aceptases la idea de tu caro sofá. Ahora puedes encargar 1000 sofás como
ése si quieres…, nuestra futura cuenta del banco pagará la factura y nunca
fallará. El libro del Papa es nuestro, y venderemos rápidamente un montón
de ejemplares.
Te quiero, mi vida, profundamente, cariñosamente, y siempre.
SAML
No puedo escribir nada más hasta mañana, en West Point, hacia donde
nos dirigimos ahora.
NUEVA YORK, 30 DE JULIO DE 1886
Te quiero, mi vida.
SAML
HOTEL ST. JAMES [NUEVA YORK], 26 DE JULIO DE 1887
SAML
HOTEL MURRAY HILL, NUEVA YORK,
16 DE MARZO DE 1888.
MEDIODÍA
SAML
[43º cumpleaños de Livy]
S. L. C.
EN CASA, 12 DE JULIO DE 1889
SAML
WASHINGTON, 14 DE JUNIO DE 1890
SAML
EN CASA, DOMINGO, NO SÉ QUÉ DÍA DE JULIO DE 1890
[20 DE JULIO]
TU PAPÁ
POSADA SUMMIT GROVE, BRYN MAWR, 24 DE OCTUBRE
[DE 1890]
Querida Livy, son las once menos veinte, he estado bailando con las
chicas de la universidad hasta hace un minuto…, las muchachas acaban de
coger el ómnibus para la universidad.
Nos marchamos de Hartford a las 12h 25; llegamos a New Haven y
esperamos diez minutos, luego cogimos billetes de primera clase en un
barco costero y no desembarcamos hasta que se detuvo en la estación de
Broad Street, Filadelfia. Un viaje absolutamente encantador. Salón comedor
en el barco, bordeando Nueva York, una hora y diez minutos para comer
una (escasa) cena. Ben se comió dos panecillos con mantequilla en New
Haven y apenas un dedal de patatas al horno en el barco.
Llegamos a la estación de Broad Street 15 minutos tarde, y el tren de las
siete y cuarto con destino a Bryn Mawr estaba a punto de salir; pero nuestro
conductor mandó corriendo a su guardafrenos y a un mozo de estación con
nuestro equipaje sin pasar por los controles de Filadelfia, y cuando nos
vieron llegar retuvieron el tren, subimos a bordo con nuestro equipaje, y
pagamos el billete ya en el tren. Un instante después ya estábamos de nuevo
zarpando.
Llegamos a B. M. a las ocho y cuarto; fuimos andando hasta la
Universidad; Susy no estaba allí; unas chicas nos dijeron que se había ido a
un baile. Pero al momento entró Susy precipitadamente (se había enterado
de nuestra llegada). Estaba dispuesta a abandonar el baile y dirigirse a su
cuarto para recibirnos, pero yo no podía permitirlo. Clara no parecía
cansada, yo tampoco lo estaba, no había tenido reuma en todo el día y me
sentía ligero como un pájaro, así que me uní a la multitud.
Para mi contento, resultó que el baile tenía lugar allí, justo en casa.
Bailé dos reels[41] de Virginia y una danza más, y me quedé mirando y
charlando el resto del tiempo. Fue muy alegre y agradable, y todo el mundo
preguntaba por ti y se decepcionaba cuando yo contestaba que no habías
venido.
Tengo que escribir a Brusnahan ahora. Buenas noches, mi vida, todos os
queremos a ti y a Jean.
SAML
EN CASA,
DOMINGO 19 DE ABRIL DE 1891
Adieu, mignonnes[42].
PAPÁ
HOTEL BERTRAND, LA VOULT,
SÁBADO POR LA NOCHE
[26 DE SEPTIEMBRE DE 1891]
SAML
MIÉRCOLES [16 DE NOVIEMBRE DE 1892]
Queridísima Ben: ¡Vaya susto nos has dado esta mañana!… ¿Cómo va
la grippe? Me alegro de que hayas dicho que estás a punto de dejar de
guardar cama y de que puedas volver a tu vida normal… Supongo que
mamá habría querido dejar de guardar cama ella también y volar hasta
Berlín. En fin, estamos muy contentos y agradecidos de que estés
recuperándote. Cuídate; Las recaídas de grippe son malas…, y es fácil
recaer. La abuela sigue sola y enferma, y me parte el corazón verla así.
Tiene paciencia y no se queja, como siempre, pero está muy débil y
consumida. Está en el mejor sitio en el que podría estar… éste es el único
consuelo que nos queda.
Los Willard han sido muy amables contigo, y les estamos enormemente
agradecidos por ello. Y también ha sido amable la Srta. Phelps,
acordándose de ti. Es una chica encantadora y pienso mucho en ella.
Transmítele mi cariño, y a su padre también, cuando los veas.
De nuevo estoy trabajando con los gemelos[43]. Ya he escrito el
equivalente a la mitad de El Príncipe y el Mendigo, y sigo avanzando.
Te mandamos todos nosotros montones de amor, querida Ben.
PAPÁ
SAML.
Querido Youth: He recibido tus cartas esta mañana y me han vuelto loca
de alegría. Parece increíble que realmente vayamos a tener de nuevo dinero
para gastar.
Esta mañana he recibido el cheque extra de 900 dólares de parte del
Sr. Hall. No he necesitado utilizar el último cheque de 100 × 500 dólares
[sic] que me mandó. Por supuesto, venía a tu nombre, de manera que si
hubiera querido usarlo no hubiese podido, pero no lo he necesitado. Nos
quedan aproximadamente 1500 dólares a Charley y a mí. Te diré que creo
que voy a ponerme a dar saltos por todos lados y a gastar dinero sólo por
diversión, y a regalar un poco, si de verdad ganamos algo.
Eres muy bueno por escribirme tan a menudo y te estoy más agradecida
de lo que puedo expresar. Supongo que, dado que escribiste tu última carta
desde Albany e ibas hacia el Oeste, dentro de poco, es decir en unos días,
recibiré otra.
¡Te quiero tanto, mi amor! ¿Qué haríamos y cómo nos sentiríamos si no
tuviéramos unas brillantes perspectivas ante nosotros? ¿Cuánta gente se
encontrará todavía en esa situación? ¿No te alegras de que no cediéramos
ninguna regalía? Siempre he querido que los conservásemos. Supongo que
ahora le devolverás a Sue los suyos.
El tiempo aquí está muy agradable. Pero los granjeros necesitan la
lluvia como el pan que comen, y dicen que si no llueve pronto los cultivos
se echarán a perder. El viernes, el Profesor Fiske dijo que el asunto
empezaba a ponerse feo.
La gente del pueblo lo llama el clima de la Reina, y están impacientes
por que ella se marche de Florencia, pues piensan que mientras ella siga
aquí, seguirá haciendo bueno.
Me resulta asombroso pensar que quizás no tengamos que hacer ya por
mucho tiempo estos ahorros. Ya no me parece tan importante si las facturas
de la casa son de 350 o de 375 francos por semana.
Adiós, mi amor. Te quiero con todo mi corazón
Siempre tuya
LIVY
SAML.
SLC
NUEVA YORK, 13 DE SEPTIEMBRE DE 1893
SAML
DOMINGO, 7 DE LA MAÑANA,
EN LA CAMA, EN LA GRANJA DEL GOBERNADOR FULLER
EN LAS AFUERAS DE NUEVA JERSEY, 17 DE SEPTIEMBRE DE 1893
Las olas del infierno han estado rodando en torno a mí. Nunca he vivido
unos días como éstos (desde primeras horas del lunes pasado hasta el
viernes a las cuatro de la tarde). Nuestros asuntos se hallan en buena
situación… según dicen todos los banqueros y otras personas que entienden
de finanzas; y sin embargo, durante varios días seguidos parecía que íbamos
a quebrar, a falta de 8000$ para pagar facturas cuyo plazo vence mañana,
lunes. He ido corriendo a Hartford y he regresado de nuevo; no he podido
conseguir el dinero. En Hartford escribí a Sue diciéndole que no me daba
ninguna vergüenza pedirle que me mandara 5000$, si podía, pues el barco
se estaba hundiendo… El jueves, el Sr. Halsey, el Sr. Hall y yo anduvimos
como locos por Wall Street, asaltando a banqueros y agentes de bolsa… no
conseguimos nada. Cuando esta noche caí redondo en la cama a las ocho, la
ruina parecía inevitable, pero físicamente estaba tan agotado que el
sufrimiento mental no tuvo ninguna fuerza y me dormí al momento.
A la mañana siguiente me levanté a las siete (como de costumbre
durante toda esta espantosa semana), y más de lo mismo… Al mediodía,
todos los planes de Hall y Halsey (que hicieron todo lo posible por
ayudarnos) habían fracasado, todo dependía de lo que ocurriera ese día.
Llegó la carta de Sue, en la que me decía que no tenía ni dinero, ni bonos,
ni ningún otro valor de venta fácil en Nueva York, pero que había canjeado
unos valores con Ida y que enviaría bonos negociables por valor de 5000$ si
se lo confirmaba por telegrama. El Sr. Hall dijo que eso no nos salvaría,
pues necesitábamos 8000$, y no 5000$. Entonces llegó un mensajero de
parte del Dr. Rice para pedirme que volviese, y éste me dijo que se había
aventurado a hablarle de nuestras dificultades a un amigo suyo rico que era
admirador mío. Me alegré mucho. Ayer a las cuatro de la tarde el Sr. Hall
tenía que estar en la oficina de este caballero, pasado Broadway, con sus
informes; y en seis minutos obtuvimos el cheque y nuestros problemas han
quedado resueltos hasta el 28. Mandé un telegrama a Sue dándole las
gracias a ella y a Ida, y diciéndoles que ya se había arreglado todo. El Sr.
Hall me pidió que le escribiera a Charley que probablemente podríamos
aguantar hasta pasado el 28 sin problemas, y que le liberaríamos de
endosarnos esos 15 000$… y eso fue lo que hice.
Ayer salí al mediodía, pero seguía tan cansado que me acosté a las tres y
descansé hasta las seis y media; volví a la cama a las nueve. Por fin esta
mañana he vencido al cansancio y me siento fresco y activo.
Cuando haga las maletas para dejar Nueva York (¡pueden pasar semanas
y pueden pasar meses, mi amor…!) mi participación en Webster and Co.
pertenecerá a otra persona. Voy a dejarlo. Tengo intención de quedarme en
Nueva York hasta que esto quede resuelto. Si no hubiera venido, el negocio
se habría hundido… No quiero volver a ser tan necesario en ningún
negocio.
Los Fuller están como siempre, exceptuando el hecho de que él ha
dejado de llevar gafas después de 30 años. Siguen tan cordiales y
simpáticos como siempre, y no peinan canas. El lugar donde viven es
encantador, con densas arboledas y anchas explanadas de césped; y la casa
es grande, amueblada de manera bastante costosa y con muy buen gusto.
En la mesa, a la hora de la cena, había rosbif, sopa de patatas, maíz
tierno, rodajas de tomate, succotash[46], frijoles blancos, pepinos, patatas
cocidas en su piel, rábanos, tarta de manzana, bizcocho, helado, queso
casero, leche, cerveza, sidra, y océanos de rica y espesa nata, con uvas,
melocotones, manzanas, peras, etcétera. Y creo que no había nada en esa
mesa, excepto el azúcar o la sal, que no procediese de la granja.
Regreso a casa del Dr. Rice por la mañana. Están terminando de
desayunar abajo; tengo que darme prisa. Os quiero mucho a todas, de
verdad.
SAML
[THE PLAYERS, NUEVA YORK]
JUEVES, 21 DE SEPTIEMBRE DE 1893
SAML
[NUEVA YORK] 21 DE SEPTIEMBRE DE 1893
SAML
NUEVA YORK, 28 DE SEPTIEMBRE DE 1893
SAML
30 DE SEPTIEMBRE
Olvidé enviar mis cartas de ayer y anteayer. Según Jackson, estos días
me olvido de casi todo, excepto de mi visión del asilo para pobres. Pero
hago lo que puedo, mi amor… y tú eres mi apoyo y mi ánimo. Sin ti, no
sería nada.
THE PLAYERS, 6 DE NOVIEMBRE DE 1893
SAML
HOTEL PLAZA, NUEVA YORK, 17 DE NOVIEMBRE DE 1893
SAML
NUEVA YORK, 28 DE NOVIEMBRE [DE 1893]
SAML
[NUEVA YORK] 4 DE DICIEMBRE DE 1893
111
111
44
44
No lo conseguí.
Adiós, mi vida. Me llama el Sr. Webster.
PAPÁ
NUEVA YORK, 9 DE DICIEMBRE DE 1893, 1 DE LA TARDE
Pues bien, querida Livy, esto es mejor que un circo. Pero resulta
terriblemente agotador. Después de una sesión de dos horas la otra noche,
modificando el contrato, nos reunimos al día siguiente (ayer) a las cuatro de
la tarde. (El Sr. Rogers y yo mantuvimos un encuentro previo y en privado a
las cuatro menos cuarto, para ponernos de acuerdo sobre un par de detalles
relativos a esta fase de la campaña). Fue muy bonito ver al Sr. Rogers
aplicar su sonda, su sacacorchos, y liberar implacablemente el aire y el agua
de los denominados «activos» de esas compañías. Y lo hizo con mucha
suavidad y cortesía…, pero sacó toda la basura y puso al descubierto el
hecho de que todas sus llamativas propiedades consisten sólo en 276 000$,
¡nada más! Entonces dijo: «Ahora sabemos dónde estamos, caballeros.
Estoy dispuesto a escuchar sus proposiciones para facilitarnos capital». Se
hizo un profundo y largo silencio. Luego, su portavoz propuso como punto
de partida 50 centavos por dólar. El Sr. Rogers dijo: «Esta noche todos
reflexionaremos, y nos reuniremos por la mañana… temprano. ¿Digamos a
las nueve?». Quedamos en eso, y nosotros dos salimos. Andando por la
calle, me dijo: «Piden 50, y se alegrarían si consiguieran 12. Pero no nos
aprovecharemos de sus necesidades. Sé exactamente lo que vale, al centavo.
Les ofreceré eso por la mañana; lo aceptarán e intentarán que no se note su
alegría. Cuando este asunto esté resuelto, irá inmediatamente a ver al
Presidente de la Connetticut Co. y reclamará el paquete de acciones que,
conspirando contra mí, exigió hace dos meses, y que habría adquirido en
caso de que hubiese logrado engañarme con ese fraude; y quiere aumentar
el precio por las molestias que se ha tomado en ello, y lo duro que ha tenido
que trabajar para evitar que yo les sacara menos de 12 centavos. Y otra
cosa. Déjeles que tengan opciones sobre las regalías de North y de
Farnham, pero no les dé ninguna opción sobre los suyos. Cuando hayan
asegurado esas opciones y usted conozca los términos, entonces podrá decir
que está dispuesto a escuchar una propuesta, pero que tiene que ser a un
porcentaje considerablemente más alto que el que consiguieron los otros, y
que, en principio, tiene intención de dejar las regalías de su esposa sin
tocar». (Tengo el 95 por ciento de éstos a tu nombre, y también están sanos
y salvos… no pueden embargarlos por ninguna de mis deudas. Ya te diré
cómo lo he conseguido).
De manera que esta mañana nos reunimos a las nueve, y todo salió
como dijo el Sr. Rogers. Pagó 20, cuando ellos sólo esperaban un 12 o un
15 como mucho; por lo tanto, ahora su bando se regocija. Luego nos
separamos, tras quedar en volver a reunirnos cuatro horas más tarde, y bajé
con él en el elevador porque quería charlar y reírse. Me dijo: «Una vez que
usted estuvo fuera de la sala, les dije: “Por favor, dense prisa, caballeros:
comprendan que no estoy metiéndome en esto por ninguna razón lógica,
sino porque es el único medio que veo para deshacerme de Clemens. Estoy
convencido de que no debería pagar 20, pero cuando alguien está tan
alterado como yo, pierde gran parte de su buen juicio”».
Le vi bajar hacia Rector Street, y entonces me dijo que yo haría mejor
en regresar, alcanzar a Ward y asegurarme de que escribiera lo necesario
para darme el paquete de acciones que iba a conseguir en caso de que
embaucara y metiese al Sr. Rogers en el plan.
No está aquí, y no tendré que esperar más, porque el Sr. Rogers y yo
tenemos una reunión privada a las tres menos cuarto; la reunión general es a
las tres. ¡Te quiero!
SLC
15 DE DICIEMBRE POR LA NOCHE [DE 1893]
Mi amor, me han dicho que hay otro periódico que divulga la noticia de
que estoy enfermo. Es mentira. No hagas caso de estas cosas. Me exasperan
más de lo que puedo expresar. El otro día prometí hablar ante una Sociedad
de Trabajadores, una charla que estaba prevista para anoche. Pero en su
momento le dije a Clarence Buel que tenía un catarro, y que no daría la
charla a menos que se me pasara a tiempo. Pues bien, anoche podría haber
ido, si hubiese habido unas condiciones meteorológicas razonables, pero no
fue así: hacía un tiempo horrible, nevaba, el viento soplaba, y hacía un frío
glacial. Así que comuniqué que posponía el evento hasta que mejorara el
tiempo.
Lo hice por ti. De ser por mí, habría ido. Si hubieras estado aquí, me
habrías hecho ir; pero teniendo en cuenta las circunstancias, no quise correr
ningún riesgo, ni el más mínimo.
Todo el mundo andaba acatarrado, hasta que caí yo. Fui el último. El
Estado entero está ahora servido. Mi catarro no me molesta, no interfiere
con mi apetito voraz, ni con el billar. Visto que el tiempo sigue siendo
espantoso, me he quedado en casa jugando todo el día.
Después de esto, no hablaré con nadie ni para nadie. Uno mismo se
tiende la trampa intentando ser complaciente con los periódicos. Estoy muy
enfadado…, pero, a pesar de todo, te quiero, mi querido amor.
SAML
17 DE DICIEMBRE DE 1893
Siempre tuya
LIVY L. C.
[THE PLAYERS, NUEVA YORK] 29 DE DICIEMBRE DE 1893
Mi querido amor, espero que me dejen solo quince minutos para así
poder escribirte unas palabras. ¡Madre mía, qué días más ajetreados! He
recibido dos visitas de negocios mientras me ponía la camisa… y he tenido
que atenderlas antes de seguir vistiéndome. Luego, cuando he bajado a
tomar un café, George Warner estaba ahí, esperándome para hablarme del
Dr. Whipple, terapeuta mental, y llevarme a verle. Fuimos a Madison
Avenue 328. No me pudo referir ningún terapeuta mental en Europa; dijo
que serían rápidamente encarcelados si intentaran practicar en Francia.
Lo siento mucho… no puedes imaginar cuánto; porque George dice que
la curación de la Sra. Edward Perkins y de su hijo (enfermedad cardíaca,
contra la que los médicos no podían hacer nada) por el Dr. Whipple tiene
toda la pinta de ser milagrosa.
Pues bien, tengo un proyecto (Unberufen!), te lo revelaré dentro de unos
días.
Después fui a la oficina de la Connecticut. Co. para leer una carta que
contenía los últimos acontecimientos de Chicago y para avisarles de que no
insinuaran en ninguna carta ni en ningún telegrama que el Sr. Rogers y yo
íbamos a retroceder ni media pulgada en ninguno de nuestras condiciones.
Eso puso a prueba sus nervios y su resistencia, pero tuvieron que
aguantarse.
He de regresar dentro de media hora para atender una desagradable
entrevista de negocios con un titular de regalías…; insistí en acudir yo en
persona, sin ninguna otra persona presente… y se han avenido enseguida a
ello. He visto al Sr. Potter en el tranvía tirado por caballos. Sigue tan
majestuoso, apuesto y juvenil como siempre… aunque me ha dicho que
había llevado a su nieto a la ópera la otra noche. Me preguntó por ti y por
las niñas con mucho interés.
Anoche una refinada e inteligente joven de la alta sociedad, al verme
pedir mi abrigo y echármelo sobre los hombros, junto a la mesa, me dijo
que había seguido un cursillo de terapia mental y que había sacado algo
provechoso de ello: a saber, que ya no le importaban las corrientes de aire,
mientras que antes les tenía pánico. Ahora se sienta en ellas cuando está
acalorada en el salón de baile, y no le pasa nada. En fin, tengo que irme. Te
quiero, mi amor, todo el tiempo.
SAML
[NUEVA YORK] 4 DE ENERO DE 1894
SAML
20 EAST 23 STREET, NUEVA YORK, 12 DE ENERO DE 1894
SAML
Querida Livy, cuando llegué hace una hora y encontré esta carta, no me
conmovió ni se me encendió la sangre, porque llevaba muchos días
preparándome para estas noticias y estaba lógicamente seguro de que iban a
llegar. Te he escrito en seguida un telegrama que te he mandado por
mensajero, de forma que lo recibieras en cuanto te despiertes por la
mañana: «Espérate a recibir buenas noticias». Jugué al billar hasta la 1 h
15… En realidad ahora son las dos de la madrugada, aunque arriba haya
puesto «medianoche»… es que quería mantener la fecha, el 15 de enero,
fecha para la que, diez días antes, había previsto «buenas noticias».
Subí a mi habitación y comencé a desvestirme, cuando de repente, y sin
previo aviso, la certitud se abalanzó sobre mí y me sorprendió: ¡yo y los
míos éramos pobres hace una hora, y ahora somos ricos y nuestros
problemas han desaparecido!
Anduve arriba y abajo durante media hora en un torbellino de
excitación. Una o dos veces quise sentarme y gritar. El intenso esfuerzo de
tres meses y medio de trabajo, día y noche, de pensamientos, de esperanza,
de temores, ha desaparecido, y no sabía cómo expresar la sensación de
liberación, de alivio y de alegría.
En fin, no voy a escribir más esta noche. Besadme, todos mis amores, y
me iré a dormir.
THE PLAYERS[9], DE FEBRERO DE 1894
SAML
NUEVA YORK, 2 DE MARZO [DE 1894] 3H 40 DE LA TARDE
SAML
SAML
(NUEVA YORK] 20 DE ABRIL DE 1894
Te quiero, cariño.
SAML
NUEVA YORK, VIERNES 4 DE MAYO DE 1894
Amor mío, resulta que he estado en Elmira y he hecho una rápida visita
a algunas personas, incluidos los Stanchfield[55]. Sue me había recordado lo
del encaje, y se lo envié en cuanto hube regresado. Me dieron ganas de
acercarme corriendo a Hartford durante una hora, pero no tuve oportunidad.
Ayer por la tarde tuvimos una reunión con el banco Mt. Morris, pero sin
resultados. El presidente Paine estuvo agradable y cortés, y ambos nos
llevamos bien: él, intentando persuadirme, y yo, contestando que estaba
dispuesto a hacer cualquier cosa que mi asesor jurídico me aconsejara.
Whitford empezó a fanfarronear y a amenazar, pero yo le sonreí y depuso
su actitud. Parece evidente que el negocio puede pagar sus deudas si sigue
adelante; así que todos los acreedores, excepto el banco, están deseando
atrapar esta oportunidad, eximirme y librarme de todas esas obligaciones
legales para compensar el posible déficit…, y por supuesto ni les pido ni
quiero que me liberen de mi obligación moral de pagar.
Por lo visto debemos 29 500$ al banco…, pero tengo la fundada
sospecha de que una buena mitad de esa cantidad proviene de una
documentación fraudulenta y que en realidad no debemos más de 15 000$.
Los contables están trabajando duro; si consiguen encontrar una prueba de
que parte de nuestra deuda se desprende de una documentación fraudulenta,
entonces seré muy sincero con Whitford y con el banco. Su turno de
arrogancia habrá terminado. Tengo la ligera impresión de que el Presidente
Paine no sabe nada de esta documentación fraudulenta. Si supiera algo,
seguramente no estaría tan intratable como está.
Recibí instrucciones de mantenerme sereno y tranquilo durante la
reunión; cortés y educado; de evitar ponerme nervioso o enojarme; de no
admitir nada; de no responder a ningún argumento; y de dejar que Paine y
Whitford se marcharan al final con las manos vacías. Difíciles requisitos…,
pero los abogados dijeron que los había cumplido al pie de la letra. Sólo
hubo un intento de intimidarme y enojarme… por parte de Whitford…, y
tuvo tan poco efecto y cayó de tal forma en saco roto que él mismo se
avergonzó del intento.
No sé cuál será el resultado…, quiero decir que no sé qué decisión se va
a tomar… pero me es indiferente. Lo mejor para todos nosotros sería que la
compañía continuase bajo administración fiduciaria…, de manera que nadie
queda seriamente perjudicado excepto el banco. Si el banco obliga a
subastar los bienes, el resultado será un poco de dinero para cada uno de los
acreedores, y tú y yo podríamos pagar el resto con el tiempo…, salvo lo del
banco. Seré muy viejo para cuando le haya pagado al banco el último
centavo de la mitad de lo que reclama, a menos que se demuestre
claramente que debo más.
Todo el mundo comprende que te haya cedido todas mis propiedades.
No hay nada oscuro ni incorrecto en ello. No ocultamos nada. El banco
quería enviarte un telegrama pidiéndote permiso para adueñarse de las
regalías de mi libro durante un tiempo, pero mi abogado dijo:
«¿Qué? ¿Sin ninguna concesión a cambio? No lo permitiremos, de
ningún modo. Ella no es parte en estos asuntos. Sus bienes, que sólo a ella
pertenecen, han sido [legítimamente] legal y moralmente adquiridos, y
aunque tenga derecho a devaluarlos si así lo decide, no esperen ustedes que
le aconsejemos que lo haga. Eximir a su marido (que no posee nada en el
mundo) de sus obligaciones, a cambio del uso temporal de algunos de sus
derechos de autor…, esta propuesta sí que se podría considerar; pero
regalar los haberes a cambio de nada, ni pensar».
Al principio me resultó condenadamente difícil referirme siempre a «los
libros de la Sra. Clemens», «los derechos de autor de la Sra. Clemens», «las
acciones de la Sra. Clemens en la máquina compositora», etcétera; pero era
necesario hacerlo, y al rato le cogí el truco. Incluso era capaz de decir con
seriedad: «Mi mujer tiene dos libros sin acabar, pero no puedo decirles
cuándo va a terminarlos, ni dónde los publicará cuando lo haga».
En una de éstas, el Sr. Paine me dijo:
«Sr. Clemens, si accediera usted a que nos quedáramos con Pudd’nhead
Wilson…».
«Que yo sepa, mi señora todavía no tiene nada planeado en cuanto a ese
libro, Sr. Plaine»…; comprendió la indirecta y rectificó su fraseología.
Te quiero, mi vida, y supongo que pronto te veré. Supongo que ésta es
mi última carta.
SAML
A BORDO DEL S. S. PARIS, EN EL MAR, 13 DE JULIO DE 1894
SAML
THE PLAYERS, NUEVA YORK 17 DE JULIO DE 1894
SAML
THE ORIENTAL, MANHATTAN BEACH, 22 DE JULIO DE 1894
SAML
26 BROADWAY, 26 DE JULIO DE 1894
¡Buenos días, mi amor, deseo que estés bien! Yo estoy muy contento, no
puedo evitarlo; y espero que tú y las demás también estéis muy contentas, y
no podáis evitarlo.
Me encantan mis abogados. El Sr. Stern dice que no llevará nuestro caso
como llevaría el de un arruinado corriente, sino que tendrá en todo
momento en cuenta mi fama mundial, y no hará ningún movimiento que
pueda ser criticado e interpretado como un quiebro al más alto patrón del
honor; que tendrá en cuenta la fama que heredarían mis hijas, nietos y
tataranietos, y que la considerará como el más importante de los intereses
en juego; que pagaremos el cien por cien, pero que conseguirá la manera
mejor y la más inteligente de efectuar el pago.
De todas formas, ésta no es la razón por la que esté tan
extravagantemente alegre; es otra cosa… una oferta de Harpers, por Juana,
muy satisfactoria. Me lo pensaré, y puede que termine por aceptarla. Creo
que el Century daría más.
Ahora mismo salimos hacia Fairhaven.
LIVY L. CL
SAML
EN CASA, HARTFORD, 20 DE MARZO DE 1895
Iba a cenar aquí a las 6h 30; y eso he hecho. Era su primer día, y su
primer almuerzo. Yo llegué a la casa primero, y les recibí. Luego John trajo
las rosas y tu tarjeta, lo que emocionó muchísimo a la Sra. Alice. Adiós, mi
vida, adiós.
SAML
SAML
SAML
P. P. D. Ha venido Chatto.
P. D. Hoy envío esto con el New York y mañana mandaré unas líneas
más con el barco de vapor del miércoles.
19 DE AGOSTO; 6 DE LA TARDE
SAMUEL
P. D. 19 de agosto
SAML
GUILDFORD, VIERNES 21 DE AGOSTO [DE 1896]
SAML
SAML
DESPUÉS DE LA CENA: 8H 45.
Todavía tengo tiempo de añadir unas líneas antes de enviar esta carta al
barco de vapor de mañana.
Ayer no recibí ninguna carta de Hartford, ¡ni de ningún conocido o
amigo! No sé cómo describir mi decepción. Sue, Jean y Lilly Warner
pensaban, todas ellas, hasta el mediodía del sábado 15, que te ibas a quedar
aquí. ¿Pensaban que te contentarías con una carta por semana? Estoy
sorprendido. Cartas escritas alguno de esos [seis] 7 días… ¡esos terribles
días!… desde la última carta de Sue (el 11) hasta la tarde del 18… ¡ese
funesto día, ese día que jamás podremos olvidar!… estarían ahora en mis
manos. Pero no hay ni una sola línea. Puesto que ya has embarcado,
¿pensarían esos amigos que no quedaría nadie interesado en conocer los
patéticos detalles de los últimos días? Recibí un telegrama para el que no
estaba preparado en absoluto…, un mensaje cortante como una espada:
«Susy no aguantó la congestión cerebral y la meningitis y hoy ha hallado la
liberación, con sosiego»… Me he sentado y he intentado pensar cómo
puede existir algún ser humano, amigo o enemigo, civilizado o salvaje, que
selle sus labios, y me deje días y días sufriendo y esperando noticias que
nunca llegan.
Sólo un individuo en toda América me ha enviado una línea, ya sea con
noticias o condolencias. Son palabras de pésame de parte de… Harper &
Brothers. Llegó esta mañana, cuando estaba esperando al cartero. Les di las
gracias…, y lo hice de corazón.
No culpo a tía Sue… su corazón y sus manos han cumplido. No puedo
sentir más que gratitud hacia ella. Pero creo que Jean podría haberse
acordado de mí. O Katy, o Twichell, o alguien.
Te quiero con todo mi corazón, cariño.
SAML
GUILDFORD, 29 DE AGOSTO DE 1896
Sigo sin recibir ni una sola línea. Me parece que ya no lo aguanto más.
Hoy hace un día desapacible, frío y silencioso… con aire de domingo y
muy triste. Estoy solo porque el largo paseo ha cansado a Smythe, y
después de comer se ha ido a su habitación.
Pobre Susy; ya hace once días. «Tras la fiebre convulsa de la vida,
duerme con placidez»[60]. Y no volverá a despertar para mí.
Vaya un año de desgracias que hemos tenido. Hace muy poco teníamos
tres hijas, ahora hemos perdido a dos de ellas. Susy ha salido de nuestra
vida para irse a un lugar mejor; Clara ha salido de nuestras vidas para
acometer un cambio incierto… Algo que yo hubiera impedido si hubiese
podido.
Anteayer fuimos al Castillo; y me pareció que era un pariente mío, pues
yo también soy una ruina. Pero allí hubo consuelo para mí, y sanación:
porque todos los que bailaban y eran felices en aquellas salas que una vez,
hace mil años, fueron majestuosas, y danzaban y eran pura vida, han
seguido el camino de ese baile y son felices, y cuando llegue mi momento,
yo también seré liberado.
And the name of this Isle is the Long Ago,
And we bury our treasures there;
There are brows of beauty and bosoms of snow—
They are heaps of dust, but we loved them so!
There are trinkets and tresses of hair.
There are fragments of song that nobody sings,
And a part of an infant’s prayer;
There are broken vows and pieces of rings,
Theres a lute unswept & a harp without strings,
And the garments that she used to wear[62].
SAML
(CERCA DE BAR HARBOR) BASS BAY,
14 DE AGOSTO DE 1901,
10 DE LA NOCHE: ANCLADO[63]
Querida Livy, estoy contigo en espíritu cada hora que pasa, y sé cómo
debes de estar sintiéndote conforme estos tristes aniversarios emergen,
avanzan lentamente y decaen. Hoy es uno de ellos… y lo recuerdo. Tu
instinto maternal te avisó de que había un peligro y empezaste a temer la
tragedia; pero yo no sospechaba nada, y el atroz telegrama me pilló
desprevenido y me golpeó con una fuerza brutal. Ojalá pudiera estar
contigo estos días; sé lo que estás sufriendo, y aunque no pueda hacer nada
para aliviar tu dolor con palabras, la cercanía y el sufrir juntos nos
ayudarían mucho a los dos.
Incluso el hecho de que te esté escribiendo estas cosas puede que
acreciente tu sufrimiento, así que me voy a contener y no voy a decir nada
más acerca del tema sagrado… Me limitaré a pensar y a meditar, enviándote
mis pensamientos a través del aire y recibiendo los tuyos a cambio; como
estoy haciendo ahora.
Buenas noches, cariño, con amor y besos.
SAML
NEW HAVEN, 22 DE OCTUBRE DE 1901
Querida Livy, anoche no te escribí, porque eran las once cuando me fui
a la cama, y estaba en parte cansado y en parte perezoso. El desayuno iba a
servirse a las 8h 45, y pensé que tendría mucho tiempo para escribirte
después, pero me quedé dormido hasta las nueve… entonces bajé corriendo
y sin afeitar, y llegué justo a tiempo. La razón por la que no me afeité era
que no llevaba ninguna navaja en mi equipaje. Inmediatamente después del
desayuno le pedí prestada su navaja al otro invitado, el Profesor Walton,
que está aquí para representar a la Universidad de Edimburgo.
Los Stokes son encantadores[64]. Son tres hijas solteras muy altas; y el
Stokes de Ilsenberg, el hijo mayor, estará aquí mañana por la mañana.
La ceremonia de las tres de la tarde de ayer fue la primera que exigía
toga y birrete, y ha sido descrita como un espléndido despliegue de brillante
colorido.
La segunda ha tenido lugar esta mañana a las 10; estaban previstos
muchos discursos tremendos, y no he ido. Walton, su mujer, las muchachas
Stokes y yo hemos dado una vuelta por los edificios de la Universidad
durante dos horas muy agradables. En el campus, una multitud de
estudiantes coreó a voz en pecho el grito de Yale, terminándolo con un
«¡M-a-r-k T-w-a-i-n… Mark Twain!».
Cuando regresamos a la casa (12h 05) había llegado Choate; fuimos a
ver al Presidente Hadley, y dejamos nuestras tarjetas… ya que no había
nadie en su casa. Ya está hecho, y me alegro, porque, por descontado, me
salté su fiesta de recepción de ayer, y tengo intención de irme antes de su
fiesta de despedida de mañana, aunque es posible que no pueda hacerlo. La
recepción para el Presidente de los Estados Unidos es mañana por la noche,
de nueve a diez. La cortesía requeriría que me quedara; en cuyo caso no
llegaré a Riverdale hasta pasado mañana (miércoles) por la tarde.
El Sr. Stokes y William E. Dodge son primos.
La ciudad luce muy alegre con los adornos. El desfile de anoche fue
prodigiosamente largo, y resultó pintoresco e interesante; pero, por
supuesto, no se podía comparar en absoluto con la celebración del milenio
de la Universidad de Heidelberg… que no vi por pereza.
Te quiero mucho, mi vida, y te echo de menos, y a las niñas y a
Blennerhasset[65].
SAML
Tuya
MADRE
[Carta de Livy sin fecha]
SAML.
SAML
HANNIBAL, VIERNES, DESPUÉS DE LA MEDIANOCHE
[SÁBADO 31 DE MAYO DE 1902]
Mi vida, fue una hermosa boda, hermosa; y [fui prudente] estuve atento
y pendiente de mi conducta y mis modales, fui el primero en abrazar a la
recién casada, y me sentí satisfecho de mí mismo hasta que llegó Ida
pidiéndome una oportunidad. Después de la cena me quedé detrás de los
novios y recibí el alud de enhorabuenas que caía sobre ellos y se cruzaba en
mi camino, tal y como hubiera hecho una autorizada y acreditada dama de
honor… Y todo eso fue un trabajo voluntario por mi parte, nadie me lo
pidió. Creo que había alrededor de [mil] 500 personas… no, más de 500…
no había visto a ninguna de ellas en la ciudad en todos esos años.
(Volviendo a la boda):
Cuando vi a la novia andando del brazo de su padre entre un mar
dividido de rostros… caminando con la misma marcha nupcial y entre los
mismos rostros… (algo descoloridos y arrugados)… 33 años de mi vida se
esfumaron, y era realmente nuestra boda de nuevo.
Y durante toda la velada estuvo presente la misma alegría, el mismo
entusiasmo e hilaridad de hace 33 años, revividos sin ningún cambio bajo el
mismo techo… ¡Dios mío, qué triste es una boda!
***
Y.
Rice ha sido encantador, y (como dijo Henry Robinson acerca de
Charley Clark) «divertido como una rana».
25 DE ENERO
Y.
Cariño, voy a descansá como tú me dihiste que hiciera, y no me
levantaré po la mañana hasta que me zienta en plena forma. Te quiero
musho, cariño, viejo-joven amor de mi juventú y de mi vejez, y te doy un
bezo de buenas noches.
Y.
27 DE FEBRERO; POR LA TARDE
Y.
Buenos días, mi vida, gracias por tu entrañable saludo. Pienso en ti todo
el tiempo, y ha sido por ti por quien he permanecido despierto hasta pasada
la medianoche, preparando esta tormenta de nieve y procurando tenerla lista
en el momento oportuno… cosa que no he podido hacer; pero si cogieras un
puñado de nieve y la examinaras, te darías cuenta de que jamás habrás visto
ninguna que pueda compararse a ésta en cuanto a su excelente calidad y a la
peculiar delicadeza de su fabricación, su acabado y su absoluta blancura,
excepto en el jardín trasero del Emperador, en Viena.
Te quiero mucho, continua y constantemente, mi querida
Livy.
Y.
No puedo encontrar lo del Padre Gerard[70]. Seguiré buscando más
tarde.
No estoy despierto todavía, querida Livy; odio despertarme, porque
dormir es muy reconfortante y apacible; de modo que no me despertaré
hasta que finalice un sueño que estoy soñando, en el que salen unas
personas ahogándose, y quiero verlo… Así pues, buenos días mi amor, te
iré a ver cuando me despierte.
Y.
QUARRY FARM, ELMIRA, 17 DE JULIO DE 1903
PADRE
[NOTA DE LIVY, DE 5 DE AGOSTO DE 1903]
LIVY
GROSVENOR HOTEL, NUEVA YORK,
20 DE SEPTIEMBRE DE 1903, POR LA NOCHE
Y.
Abrí el fajín de un periódico de Jean para ver qué era, pero lo he
reenviado.
QUARRY FARM, 23 DE SEPTIEMBRE DE 1903
Querido Youth: Me alegró mucho recibir tus cartas ayer por la mañana.
Me siento verdaderamente agradecida por que «creas más en la
inmortalidad del alma de lo que no crees en ella». ¿Por qué te «enfada»
eso? Pensaba que estarías más contento, ahora que crees o que has dejado
de no creer, y que hay muchas más cosas interesantes por las que trabajar.
Una inmortalidad incipiente parece que hace que valga más la pena
ejercitarse. Sin embargo, no hace falta que «te preocupes por ello», se
«encargará de sí misma».
¡Cómo me conmovió tu lectura el domingo por la noche! ¡Qué dulce y
qué delicado eres! ¡Cuánta inmortalidad atesoras en tu querido y sagrado
ser!
Mi amor, ¿pedirás a los del hotel que encarguen una caja de agua de
Buffalo Lythia para mí, si no la tienen? También me gustaría que les
preguntaras por la leche, si está certificada, etc. Si no te lo aseguran, será
mejor que le digamos a Briarcliff que nos dé un cuarto por día. ¿Llevarán
(los del hotel) pan integral a nuestra Granja Ecológica o tendremos que
pedir que lo envíen? Cariño, con todo mi corazón…, te quiero. Espero que
ayer fuese un día de provecho y que ese asunto esté haciendo camino en tu
cabeza. Me alegro de que el Sr. Fairchild haya podido decir algo bueno de
la máquina. Con el más profundo amor,
LIVY
[NUEVA YORK, 24 DE SEPTIEMBRE DE 1903][73]
Y.
[Carta de Clemens a su gran amigo Joe Twichell]
Querido Joe: Durante todos estos tristes meses nos hemos desvivido por
Livy. No había plan que pudiese idear, por muy sorprendente que fuera, que
no aprobáramos y por el que no hiciésemos todo lo posible para que se
cumpliera. Cada día, durante semanas y semanas, salimos armados con el
papel adjunto, en busca de una casa de campo… para alquilarla durante un
año, pero siempre con una opción de compra por alguna cantidad concreta
en el plazo de ese año: y aun así, en lo más profundo de nuestros corazones,
sabíamos que nunca más volvería a levantarse de la cama.
Incluso el domingo pasado por la tarde, con la muerte que la aguardaba
una hora y cuarto más tarde, rondando en torno a ella, se interesó mucho
por el asunto, y me preguntó si me había enterado de alguna casa en venta.
Y muchas veces, a lo largo de estos meses, me dijo que quería una casa…
una casa propia; que estaba agotada y quería descansar, y que no podía
descansar ni estar cómoda ni en paz mientras no tuviese un hogar. Y ahora
descansa, ¡pobre corazón desgastado!, Joe, era tan adorable, tan paciente…
No se quejó ni una sola vez de su duro destino; pero… no puedo escribir
acerca de su sufrimiento; pensar en ello le rompería el corazón a cualquiera.
Estuvo en cama durante seis meses, noche y día, sufriendo físicamente,
durmiendo apenas, y cuando lo conseguía era sólo apoyando su frente
contra un barrote… Piensa en todas esas noches solitarias, a la penumbra de
una vela, con Katy durmiendo y sin ninguna otra compañía más que sus
terribles pensamientos y sus tristes añoranzas; pensar en la inútil maldad de
todo ello hace que mi corazón sangre y me lleva a blasfemar.
¡Qué dulce estaba en la muerte! ¡Qué joven y qué hermosa! Igual a sí
misma treinta años atrás. Sin una sola cana. Se pudo apreciar ese
rejuvenecimiento dos horas después de su muerte (que acaeció a las 11h
30); cuando hube regresado (a las 2h 30), el rejuvenecimiento se había
completado; lo mismo a las 4, 5, 7, 8… y así durante todo el día, hasta que
llegaron los embalsamadores a las 5; después no la volví a ver. Durante toda
esa noche y todo ese día, en ningún momento notó mi mano
acariciándola… me resultó extraño.
Temía tanto a la muerte, pobre tímida y pequeña prisionera; pues
prometía ser por asfixia. Experimentó ese horror cinco veces en cuatro
meses, durante una hora larga, y emergió de él blanca, demacrada, exhausta
y temblando de miedo. En aquellos momentos mis maldiciones eran
inútiles; no había lenguaje lo suficientemente violento con el que maldecir
la cobarde invención de esas torturas injustificables. Pero cuando la muerte
llegó, ella no lo supo. Y nosotros tampoco. Había estado hablando
alegremente tan sólo un instante antes. Todos estábamos allí, yo inclinado a
su lado; no vimos ningún cambio… ¡Y ya se había ido de nuestro lado!
¿Por qué debo permanecer aquí más tiempo?
SLC
[NOTA DE TWAIN A HOWELLS, DE 12 DE JUNIO]
Sinceramente agradecido,
S. L. CLEMENS
SAMUEL CANTA A LIVY
(postfacio de Rubén Pujante Corbalán)
POR EL CAMINO DE TWAIN
La historia de amor de Samuel L. Clemens[76] y Olivia «Livy» Langdon
comienza como un relato in medias res, es decir, sin los antecedentes de la
narración. La primera carta, con fecha del 7 de septiembre de 1868,
presenta a un Mark Twain de treinta y tres años que ya ha comenzado el
acercamiento a su enamorada Livy, sin que el lector pueda conocer el
origen de esta comunicación. Aunque la propia correspondencia suministra
a lo largo de las sucesivas páginas los rastros de información necesarios
para su reconstrucción básica, el fragmentarismo epistolar y las omisiones y
sobreentendidos dificultan la comprensión de un contexto que no por estos
aspectos pierde interés para el lector.
Para conocer el punto de partida de la relación entre Samuel y Livy hay
que retroceder varios meses en la biografía del escritor, hasta el verano de
1867. En junio de ese año, Mark Twain se embarcó en el navío Quaker City
para viajar por todo el Mediterráneo durante cinco meses[77]. En ese periplo
trabó amistad con Charles Langdon, el hermano de Olivia. Cuando la
travesía finalizó en noviembre, Samuel siguió en contacto con Charles,
quien le presentó oficialmente a su familia un mes más tarde en un marco
memorable: una lectura pública del escritor Charles Dickens, que en esa
época se encontraba de gira por América. Twain relata la anécdota en el
capítulo XXV de su Autobiografía[78]; «ese día entré en el St. Nicholas Hotel
para verme con mi compañero de excursión a bordo del Quaker City,
Charles Langdon, y fui presentado a una tímida y encantadora joven, su
hermana. La familia se iba a la lectura de Dickens y yo les acompañé. Esto
ocurrió hace cuarenta años; desde aquel día hasta hoy, la hermana nunca ha
salido de mi cabeza ni de mi corazón».
Twain quedó cautivado por la joven Livy, de veintidós años, y dedicó
todos sus esfuerzos durante los meses siguientes a materializar sus
esperanzas. En su correspondencia llegó a reconocer a su familia que nada
en los catorce meses posteriores había tenido más prioridad en su vida que
cortejar a Olivia Langdon. Ese camino fue sinuoso y en su recorrido fue
rechazado en varias ocasiones —puede apreciarse en el tono de las cartas y
en sus propias palabras—, sin que por ello cejara un momento en su
empeño. Así lo admite el propio Twain: «Hubo un montón de tiempo de
conquista y de noviazgo. Hubo tres o cuatro propuestas de matrimonio y un
número igual de rechazos. Yo me encontraba en plena faena de
conferenciante por todo el país, pero me las arreglaba para volver a Elmira
de cuando en cuando y renovar mi asedio»[79]. El cambio de dirección, el
que supuso el principio de una nueva manera de contemplar a Samuel
Clemens por parte de Olivia, fue la consecuencia de un suceso que no se
relata en las cartas. Twain lo cuenta en su Autobiografía.
En uno de sus asedios de conquista, Twain pasó unos días en casa de los
Langdon, escudándose siempre en su amistad con Charley, el hermano de
Olivia. Al cabo de una semana, Twain debía ya finalizar su estancia. Se iba
apesadumbrado por separarse de su amada y caviloso ante la perspectiva de
otro asalto. Entonces, al montar en el carro que le esperaba para partir,
Twain se colocó en un sitio sin respaldo y un movimiento brusco de
arranque del caballo hizo que cayera hacia atrás. Su cabeza fue a parar al
suelo, con la fortuna de que un montoncito de arena había amortiguado la
caída contra los adoquines y con la suerte para él de que nadie se había
dado cuenta de ese detalle. Twain quedó inconsciente unos instantes y todos
se aprestaron a auxiliarle pensando que se había descalabrado. Aprovechó
esta circunstancia e interpretó muy bien un papel para el que no había
ensayado. La familia Langdon llamó a un médico y éste no encontró heridas
ni contusiones en su reconocimiento, lo que no impidió a Twain quejarse,
dolerse y requerir reposo. Consiguió quedarse en casa de los Langdon tres
días más, con Olivia a su cuidado. Más que un golpe de suerte, el escritor
veía en la anécdota la mano misma de la Providencia. Fue en todo caso
determinante para avanzar en las aspiraciones sobre la joven Livy.
El resto de la historia es cosa sabida. Samuel y Olivia anunciaron su
compromiso oficial el 4 de febrero de 1869 y celebraron su boda un año
después, el 2 de febrero de 1870, para júbilo del escritor que encontraba en
su esposa el apoyo moral necesario en su equilibrio personal, como repite
insistentemente en las cartas.
SAMUEL CANTA A LIVY
Hay un antes y un después manifiesto en el Samuel Clemens que conoce a
Olivia Langdon. En las cartas existe un ansia perpetua de
perfeccionamiento, un anhelo constante de Samuel por hacerse merecedor
del amor que siente por Livy. Su expresión afectiva está próxima a la
estética romántica, pero coincidiría más con la caracterización de las
poéticas neoplatónicas, en un primer momento, y con las reglas del amor
cortés en el continuo proceso de conquista. De hecho, el Samuel Clemens
de las primeras cartas hace frente al rechazo inicial de Livy idealizando el
objeto amado, estableciendo una distancia que implica su postración como
indigno pretendiente, de una parte, y el ensalzamiento y alabanza de su
amor, de otra. Van así apareciendo una serie de tópicos entre los que
sobresale la veneración y adoración por la amada, patente en la concreción
léxica que se hace de Livy, retratada como hermosa, pura, honesta,
perfecta, hasta su progresiva divinización en una «adorada diosa» que se
repite con frecuencia. Esta veneración y sublimación caracterizan a Livy
como una donna angelicata; y podría decirse que la concepción amorosa
cobra aquí una estructura de sentido similar a la tópica petrarquista. Hasta el
nombre atraería para el lector hispánico algunas concomitancias con la Lisi
de los sonetos de amor de Quevedo. De otro lado, la instrucción bíblica de
Livy, que reza por Samuel y escribe versos de las Sagradas Escrituras o del
Libro de Sermones en sus cartas, no hace sino reforzar esta idea de
sacralización que el escritor acabaría asimilando paulatinamente, como se
observa por ejemplo en la fórmula eucarística de la mayoría de sus
despedidas.
No hay más que acudir al propio texto para reconocer todas estas
resonancias. En una de las primeras cartas, fechada en la ciudad de
Rockford —curiosamente la Epifanía de 1869—, Samuel escribe a Livy:
«El primer día que te vi en St. Nicholas, tuve que hacer un increíble
esfuerzo para abstenerme de quererte con todo mi corazón. Pero para mi
desconcertada mente, fuiste como una aparición bajada del cielo, como algo
que adorar, reverentemente y en la lejanía; no como una criatura humana
que pudiera ser profanada por el amor de una persona como yo». El
paralelismo podría incluso hacerse extensible por su calado —como mero
juego retórico— a la primera vez que Francesco Petrarca vio a Laura en la
iglesia de Sta. Clara, en Aviñón, el 6 de abril de 1327.
Afortunadamente para Clemens, el anuncio del compromiso no se hizo
esperar demasiado; y la frustración, el pesimismo, la desesperación y la
agonía no llegarían a tener cabida en la felicidad del escritor, que al fin fue
aceptado por su amada; es más, la correspondencia sentimental de Livy
proyecta en él un estado de clarividencia y lucidez que desplaza cualquier
perturbación producida por el prolongado rechazo. Para el lector es grato
comprobar la progresiva consolidación de los sentimientos de la pareja y
cómo la idealización es modulada poco a poco por la familiaridad del
matrimonio, por apelaciones mucho más cercanas («mujercita», «cariño»,
«amorcito») e íntimas («pillina», «diablilla», «gatita») que con el tiempo se
convierten en absolutamente recíprocas. Olivia «Livy» Langdon pasa a ser
en el sustento cotidiano del escritor, su compañera fiel, su confidente más
afín, hasta la lectora primera y correctora de los relatos y novelas.
Pero la modificación de los ejes semánticos diseminados en la
correspondencia no alteraría en esencia la consideración amorosa sobre
Livy. Hay una evidente humanización del objeto amado, contemplado como
real, que no se vería afectado en sus atribuciones, sino matizado y ampliado
por la nueva naturaleza que adquiere su estatuto amoroso a través de la
superposición de planos discursivos. En síntesis, la devoción permanece
intacta, sumándose a ella el trato familiar del matrimonio. Con
independencia del léxico y las imágenes utilizadas, Samuel escribe, ensalza,
adora y canta a Livy en cada una de sus cartas, hasta la última de ellas.
POST SCRIPTUM
Tras la muerte de Olivia el 5 de junio de 1904, en Villa di Quarto,
Florencia, Mark Twain comenzó la última etapa de su vida bajo el peso
acentuado de la amargura y el pesimismo. Había conocido el éxito y la fama
con las grandes obras por las que sería recordado, pero también había
sufrido durante años las consecuencias de una tragedia familiar. Antes que a
Livy, había perdido a su hija Susy en agosto de 1896, cuando el escritor se
encontraba en Inglaterra. Twain acababa de concluir una gira anual como
conferenciante por todo el mundo y permanecía en Guildford para pasar una
temporada de reposo con su esposa y su hija Clara, quienes le habían
acompañado en el viaje. Susy, que debía unirse a la familia poco después,
cayó repentinamente enferma de meningitis y, a consecuencia de la intensa
fiebre celebral, murió el 18 de agosto entre delirios y alucinaciones, según
se relata con desesperación en las cartas y en la Autobiografía[80].
La pérdida de su hija fue otro duro golpe, como el que había vivido con
la muerte de su primer hijo, Langdon, en 1872, siendo el pequeño todavía
un bebé[81]. El fallecimiento de su esposa no hizo sino despertar el
pensamiento más desilusionado de Twain, el que arrastraba latente y el que
gobernaría el resto de su vida; la ausencia de Olivia acrecentaba el
abandono existencia) del escritor y añadía a la figura de Livy una nueva
significación, similar a la angelical Laura de Petrarca o la salvadora Beatriz
de Dante.
El pesimismo tuvo un correlato inevitable en su obra. Aunque Mark
Twain continuó escribiendo artículos y relatos, se trató en su mayoría de
tentativas frustradas que, en el caso de las novelas, no llegaron siquiera a
ser acabadas o se publicaron póstumamente. Dedicó asimismo gran parte de
su atención a dictar su autobiografía a partir de 1906. Entre los pocos
hechos que comportaron una alegría renovada en el temperamento de
Twain, puede citarse su nombramiento como Doctor honoris causa por la
Universidad de Oxford en 1907: fue aplaudido como merecedor del más
alto reconocimiento por los académicos y la opinión pública.
Todavía antes de su fallecimiento, Twain vivió una nueva desgracia
personal: su hija menor, Jean, murió como consecuencia de un ataque
epiléptico la víspera de Navidad de 1909, pocos meses antes de la muerte
del propio Twain. «Posiblemente ya sepa ahora lo que siente el soldado
cuando una bala le atraviesa el corazón», escribió en el último capítulo de la
Autobiografía; y recordando a sus seres queridos y lamentándose de su
suerte, señaló con resignación: «Con su pérdida me quedo casi en
bancarrota y mi vida es una amargura». Tan sólo su hija Clara le sobrevivió.
Mark Twain murió el 21 de abril de 1910; había nacido el 30 de noviembre
de 1835 en Missouri, en un momento en que el cometa Halley pasaba cerca
de la esfera terrestre; y setenta y cinco años después, al morir, el mismo
cometa repetía su ciclo pasando de nuevo por la Tierra —se podría decir—
para despedirse.
ANECDOTARIO
De las más de doscientas cartas que componen esta correspondencia, 163
están dirigidas a Livy, receptora omnipresente de las palabras de Twain; el
resto se reparten entre varios destinatarios muy cercanos al entorno del
escritor: en un primer momento, el Sr. y la Sra. Langdon, ante quienes
Twain debe rendir respeto y cortesía y explicar sus intenciones como
pretendiente; la propia familia de Twain es destinataria de alguna misiva
ocasional; y, sucesivamente, sus hijas Susy, Clara y Jean se convierten en
destinatarias alternativas. Hay que tener en cuenta, además, que la misma
Livy escribe a Twain doce cartas del total. Esta variabilidad de receptores y
de emisores —también se incluyen algunas cartas escritas por las hijas—
otorga a la correspondencia un perspectivismo y una pluralidad de ángulos
que enriquecen su significado y comprensión.
Múltiple en un sentido superlativo es el marco geográfico de las cartas,
casi incuantificable, al menos por parte de Twain. Es la prueba de los
innumerables viajes que realizaba el escritor y de las largas temporadas que
debía pasar lejos de su esposa. Twain fue corresponsal de prensa y
conferenciante infatigable durante gran parte de su vida a lo largo y ancho
de los Estados Unidos, así como en el extranjero, aunque llegó a sentir un
profundo hastío y falta de interés por esta labor, como él mismo reconoce
en las cartas y en la Autobiografía. De otro lado, el dinamismo profesional
de Twain contrasta con el inmovilismo de Olivia, que excepcionalmente
abandona las residencias familiares —las ciudades de Elmira y Hartford,
sobre todo— para acompañar a su marido en sus viajes. Una de esas
excepciones fue la gira mundial que durante todo un año, entre 1895 y
1896, el escritor se vio obligado a emprender para resolver las
consecuencias de la quiebra de su editorial, la Webster and Company.
La economía y la preocupación por lo dinerario constituyen justamente
una de las alusiones recurrentes de la correspondencia, al igual que su
continua imbricación con el mundo editorial. Como hombre de negocios,
Twain no gozó, pese a sus esfuerzos, de la misma fortuna que su celebridad
artística. Su ingenuidad como hombre de letras casi siempre le pasó factura
en sus proyectos empresariales, en especial a la hora de delegar ciertas
responsabilidades[82]. La mayoría de las referencias editoriales están
relacionadas con esta inquietud más que con las obras y publicaciones de
Twain que se mencionan, tales como The Innocents Abroad, Tom Sawyer,
Huckleberry Finn o El Príncipe y el Mendigo, por citar las más
representativas.
Junto al aspecto profesional —y la parcela íntima de los sentimientos—,
existe también en las cartas una enorme cantidad de apuntes anecdóticos,
una miscelánea de asuntos de lo más diverso, como es evidente: opiniones
sobre las amistades, descripciones de las ciudades visitadas, esbozos sobre
la política, las autoridades y la sociedad de su tiempo. En muchos de esos
casos aparece el espíritu filantrópico del novelista, su sentido de la
solidaridad y su hondo desasosiego por el ser humano. Una de sus
preocupaciones fundamentales se centra de hecho en la salud de Olivia, que
a los dieciséis años tuvo un accidente que le había dejado graves secuelas y
limitaciones de movilidad. De ahí las continuas apelaciones que hace Twain
al descanso, comodidad y bienestar de su esposa.
Pero el matiz que sin duda preside cada uno de los puntos anteriores y
que fluctúa en la correspondencia como testimonio de un estilo personal es
la utilización maestra del humor. Son las anotaciones humorísticas, los
pequeños comentarios jocosos, los chistes y anécdotas graciosas los que
amenizan la lectura de las cartas y despiertan la sonrisa y la carcajada
complaciente del lector. Al igual que en sus obras y artículos, el humor que
Twain plasma en sus cartas es un reflejo inconfundible de su originalidad
como autor.
LA CARTA DE AMOR Y EL RELATO
AUTOBIOGRÁFICO
En el breve y rotundo prefacio que Mark Twain escribió para su
Autobiografía, aparece un pensamiento cuyas implicaciones genéricas dan
el pie para cerrar este postfacio: «El producto más franco, más libre y más
privado de la mente y del corazón humano es una carta de amor». Twain
establece así una analogía entre la escritura de la carta de amor y la
escritura autobiográfica basándose en una semejanza intelectual: la
honestidad y la franqueza que caracterizan a ambas modalidades
discursivas. Impulsado por el deseo de escribir sus memorias con la misma
libertad y honradez que definen a la carta amorosa, Twain plantea su
prefacio autobiográfico «desde la tumba», como si ya hubiera muerto,
desnudando su alma libremente, sin censura alguna. De ahí que Twain
cierre el prefacio recogiendo todos los elementos que aspira a mantener en
su perspectiva autobiográfica: «Me ha parecido que podía ser tan franco,
libre y desinhibido como una carta de amor si supiera que lo que estaba
escribiendo no iba a ser expuesto a ojo humano alguno hasta que yo
estuviera muerto, ignorante de todo e indiferente».
La comparación entre la carta de amor y los apuntes autobiográficos no
puede ser menos fortuita y más oportuna porque, en sentido recíproco, la
carta de amor es en este caso, al no operar ninguna ficcionalización, un
auténtico relato personal «real». Siguiendo con la analogía, Twain afirma
que «el escritor consigue su libertad de expresión sin límites en cuanto se da
cuenta de que ningún extraño va a ver lo que está escribiendo». Pedro
Salinas, en su clásica «Defensa de la carta misiva y de la correspondencia
epistolar», subraya precisamente que «ese designio, esa voluntad de pudor,
que son sustancia misma de la carta pura, está expresada materialmente en
las precauciones que se toman para que nadie, sino el deseado, pueda
leerla». Incluso en los casos en los que esa promesa o pacto tácito se rompe,
«el hecho de que alguien publique unas cartas particulares —advierte
Salinas— no las hace cartas públicas, no cambia su naturaleza, ya que la
base distintiva, la intención del autor, no queda afectada en lo más mínimo
por la publicación».
En efecto, la carta privada hecha pública, aquella que por su interés ha
sido entregada a la imprenta —la «carta traicionada», la llama Salinas—, no
se ve modificada en su confianza y honestidad primigenias, no cambia en
absoluto la sinceridad de sus palabras. Como asegura el mismo Twain en su
prefacio, el lector «no puede encontrar nada en la carta que no fuera real,
honrado y digno de respeto». Así ocurre con sus cartas de amor y su carga
autobiográfica «real» de sentimientos y hechos, auténticas parcelas
biográficas de intimidad sustraída ante las que no cabe sino expresar el más
profundo agradecimiento, admiración y respeto.