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Olga Casteres O.
Las Palmas de Gran Canaria, marzo 2020
I: Angustia y Ego
Todos hemos sufrido en la infancia. Unos más que otros, pero nadie
puede eludir el verdadero propósito que hemos venido a realizar en este
plano de conciencia. Aquel dolor emocional que vivimos de niñas y que
reaparece insistentemente en nuestras vidas es en realidad la puerta de
entrada hacia una mayor comprensión sobre por qué la mayoría de las
veces acabamos haciendo justo lo contrario de lo que nos habíamos
propuesto hacer o posponiendo lo que sabemos que nos hará bien,
generando en nuestras vidas frustración, ansiedad, conflictos y todo tipo de
situaciones que no deseamos.
La respuesta es que esas emociones que tanto nos esforzamos en no
sentir son el único camino de vuelta a nuestra esencia, a lo que quedó
oculto bajo aquellas heridas. Así, huyendo del dolor generamos más dolor,
repitiendo conductas tóxicas y autodestructivas que nos mantienen
“distraídas” con nuestros problemas y lamentaciones, sin darnos cuenta de
que se trata de un mecanismo inconsciente del que necesitamos liberarnos
si de verdad queremos construir la vida de paz, amor y plenitud que tanto
anhelamos. Encuentro fundamental hablarte del origen de la angustia
existencial que todos llevamos guardada en nuestro inconsciente, así como
de las estrategias que nuestra mente encontró para huir de ella, pues esto te
va a ayudar a comprender muchas cosas de ti misma que hasta ahora
desconocías.
Constantemente escuchamos y hacemos uso de la palabra “ego” en
cualquier tipo de conversación coloquial, refiriéndonos a ella cuando
queremos indicar que alguien es prepotente o soberbio. “Tiene un ego
enorme”, hemos oído en multitud de ocasiones cuando hablábamos de
personas con alguno de estos rasgos. Así, la definición que encontramos en
el diccionario es “valoración excesiva de uno mismo”. En las líneas que
siguen voy a ceñirme al significado extraído del libro “Un Curso de
Milagros” (a partir de ahora UCDM), lectura y trabajo personal que te
recomiendo encarecidamente si sientes de verdad el deseo de experimentar
un despertar maravilloso en tu vida. En el capítulo 10 me adentraré más
profundamente en sus aportaciones con respecto al concepto del Ego y a su
funcionamiento a través de los mecanismos de la proyección y la culpa, y
también incluiré sus enseñanzas en otros capítulos a través de algunas de
sus lecciones de trabajo. De momento, a modo de presentación, te voy a dar
tan sólo unas pinceladas:
Desde la perspectiva de UCDM nos encontramos con una definición
que incluye el aspecto espiritual de nuestra existencia, y que nos dice que el
ego es la ilusión de la separación, el símbolo de un “yo” que cree estar
separado de la Fuente, y al que esta creencia le hace vivir en la culpa y el
miedo. Es el intento de hacer real una identidad que está separada de Dios,
la parte de nuestra mente con la que nos hemos identificado, pero que
realmente no es lo que somos. Así, UCDM define a nuestro camino de
despertar como “un viaje del miedo al amor”. Siguiendo este hilo, me
vienen a la mente las mismas preguntas que me hice cuando leí sobre esto
por primera vez: ¿Cómo ocurre? ¿Cómo se produce esta idea de estar
separadas de la Fuente, de la Unidad? y ¿para qué necesitamos vivir esta
experiencia de separación si no es real?
Antes de adentrarnos en el tema y para que tengas alguna referencia
sobre UCDM, reseñar que fue dictado por una “voz” a Helen
Schucman, una mujer atea y catedrática de psicología médica en la
Facultad de Medicina de Nueva York en la década de los sesenta. Tras
siete años de transcripción con la colaboración de William Thetford,
un compañero de profesión, fue publicado de forma anónima hasta
que tras el fallecimiento de Helen se desveló su origen. Esta voz se
presentó a sí misma como Jesús de Nazaret y el libro fue un súper
ventas desde la primera edición.
Personalmente hace muchos años que renegué de la doctrina cristiana,
pero esto no me impidió mantener en mi interior un vínculo especial
con la figura de Jesús. A pesar de los mensajes de miedo y de culpa
que recibí de la iglesia al ser una pecadora por el mero hecho de haber
nacido, una voz me decía que nada de aquello encajaba con lo que él
promulgaba. Así que en cuanto dos buenas amigas con las que llevaba
años compartiendo mi trabajo espiritual me contaron cómo había sido
escrito y que su mensaje principal era “éste es el verdadero evangelio
que quise enseñarte”, no lo dudé ni un segundo y empecé a estudiar
sus enseñanzas, que debo decirlo, han cambiado mi vida por
completo.
Quiero prevenirte que al igual que muchos de los que vivimos este
desencanto con la imagen del Dios católico, al principio tuve muchas
resistencias para aceptar la terminología del libro, que es idéntica a la que
había escuchado y leído en la iglesia. Con el tiempo pude ir cambiando las
sensaciones de rechazo que mi mente asociaba con palabras como “Dios”,
“Espíritu Santo”, “Expiación”, “Salvación”, y muchas más, y comprendí
que lo verdaderamente importante era el nuevo significado que UCDM les
brindaba, y no los nombres en sí. Tras el primer año estudiando y
trabajando en él, pude empezar a pronunciar de nuevo la palabra “Dios” en
voz alta sintiendo regocijo y paz, en lugar de aquel rechazo atávico. (No es
que esto tenga mucha importancia, pero he querido compartirlo para que
sepas con lo que te vas a encontrar si algún día decides sumergirte en su
trabajo).
Ahora sí, vamos a responder las preguntas que he planteado más
arriba, apoyándome en una información valiosísima que Paloma
Crisóstomo, terapeuta y facilitadora en Constelaciones Familiares, ha
dejado en multitud de conferencias que podrás encontrar en Youtube. Desde
hace mucho tiempo tengo el hábito de pasar como mínimo una hora al día
buscando y escuchando a terapeutas o coaches que realmente me inspiren,
que me aporten algo nuevo a través de sus conocimientos o sus propias
experiencias de vida. Paloma es, junto con Enric Corberá, Marta Salvat,
Jorge Pellicer, Joe Dispenza, Suzanne Powell y algunos más, de esas
personas que consiguen que su mensaje llegue directamente a mi alma
porque puedo sentir que no sólo me está hablando de una teoría interesante
y reveladora, sino que también ha integrado toda esa sabiduría en su vida.
Así como con Enric y Joe siento que mi mente recibe toda su
información desde la parte más racional, (añadiendo las risas que me echo
con Enric, que es un verdadero maestro a la hora de transmitir sabiduría a
través del humor), con Paloma me ocurre algo muy diferente: su voz
pausada y amorosa, su manera de hablar de su propia historia personal, tan
desgarradora e inspiradora a la vez, automáticamente hacen que se abra mi
mundo emocional, esa parte de mí donde habita la niña que fui. Así,
después de años buscando respuestas a estas preguntas, la explicación de
esta mujer fue la primera con la que por fin dije: “Eureka, ahora sí que lo
entiendo”. Y supuso un antes y un después en mi camino de crecimiento
espiritual.
De niñas no terminamos de sentirnos queridas del todo, porque
nuestros padres sí que nos querían, pero era un amor limitado y con
exigencias, pues tenemos que asumir que realmente en este plano de
conciencia nadie sabe amar de verdad. Ni ellos se querían completamente a
sí mismos, ni pudieron darnos un amor puro e incondicional. Y esto dio
lugar a lo que viene a continuación.
Entre los dos y medio y tres años, empezamos a vivir una desconexión
con nosotras mismas, con la esencia de amor que somos. Esto ocurrió
porque a esa edad las neuronas ya están capacitadas para procesar y aceptar
los mensajes y las normas que vienen de fuera, y empezamos a darnos
cuenta de que el exterior nos valoraba por cómo actuábamos y no por lo
que éramos. Así, llegamos a creer que nuestra manera de hacer las cosas y
de comportarnos era más importante que ser nosotras mismas, lo que nos
llevó a hacer esta desconexión de nuestro centro. Desde ese momento nos
volcamos por completo en el exterior, buscando en él ese apoyo interno de
amor, seguridad y valoración que habíamos perdido. Es lo que en muchas
religiones se ha llamado metafóricamente “la expulsión del paraíso”.
Pero llegó un momento en el que ese exterior también nos faltó, bien
porque a veces no pudimos ser atendidas, o porque nos regañaron, o no nos
comprendieron. No fuimos amadas como necesitábamos y entonces, al
sentir que nos fallaba el único sustento que nos quedaba, experimentamos
por primera vez la angustia, un vacío aterrador provocado por los
pensamientos que aparecieron en nuestra mente: “No me hacen caso porque
soy mala” “algo falla en mí”. “no sé hacer las cosas bien”, “soy débil”, “no
soy importante”, etcétera, pues aún no teníamos capacidad para razonar y
entender que nuestros padres o no tenían tiempo, o tenían sus propios
problemas sin resolver. En realidad sólo sentimos una emoción (tristeza por
el abandono, soledad, miedo…), pero nuestra mente añadió todo lo demás,
dando lugar al inicio de la formación del sistema de creencias y de la
programación mental inconscientes que condicionarían nuestra vida futura.
En ese punto sentimos que no teníamos apoyo interno ni externo y
vivimos un vacío desgarrador, un gran dolor afectivo y una angustia de
miedo y soledad insoportables que sepultamos en nuestro inconsciente para
no volver a sentirlos. Nuestra mente empezó a construir los programas, las
máscaras, las creencias, las corazas, en definitiva, los personajes que se
transformarían después en nuestro ego, y que nos servirían para escapar de
ese terror a toda costa. Así, fuimos adoptando diferentes maneras de
responder a nuestro entorno, buscando siempre sentirnos queridas, vistas,
valoradas y reconocidas. “Si soy buena no me abandonarán”, “si soy fuerte,
me valorarán”. “si estudio mucho, me considerarán”, etcétera.
Hasta aquí te he explicado cómo se produce esta idea ilusoria de que
estamos separados de nuestra Fuente, del Todo del que venimos y del que
seguimos formando parte, lo creamos o no. Ahora paso a detallarte cómo a
partir de ese momento en el que creímos ser un ente separado, nuestra
mente empezó a construir los mecanismos que forjarían nuestra falsa
identidad, nuestro ego, con el único objetivo de impedir que volviéramos a
sentir aquella angustia.
Venimos a este plano de conciencia a experimentar la realidad divina
que somos, y esta realidad nos viene dada en potencial, para que lo
desarrollemos. Somos Plenitud, y su semilla se manifiesta en el plano
físico a través de tres centros de energía fundamentales. Cada cual, en la
medida en que su alma así lo haya elegido, tendrá que trabajar más unos
centros u otros. Estos tres potenciales son el Amor, la Sabiduría y la
Fuerza. A lo largo de la infancia, pasando por la adolescencia y hasta llegar
a la vida adulta, todos hemos experimentado tres tipos principales de
angustia, que se asocian con tres heridas fundamentales que a su vez están
relacionados con estos tres centros energéticos. Dependiendo de la
intensidad y de la repetición de los hechos que nos dolieron, y de otros
factores como la personalidad de los padres o el contexto en el que
ocurrieron, a unos nos afectará más una herida que otra, pero todos hemos
vivido las tres. Todas ellas empezaron a tener lugar a partir de los tres años,
y continuaron manifestándose a lo largo de los años.
La huida de la angustia:
A medida que vamos creciendo nos identificamos cada vez más con
nuestra mente, con esa identidad que hemos construido a base de
moldearnos para que el exterior nos quiera y no vuelva a
abandonarnos. Así, tal como aprendimos de niñas, perpetuamos el
patrón de vivir hacia afuera, alejándonos cada vez más de nosotras
mismas. Sin darnos cuenta, hemos adquirido el hábito de seguir
tapando aquel vacío inicial y buscamos fuera cómo llenarlo, sin
comprender que nadie puede hacerlo salvo nosotras mismas.
Preferimos que otros lo hagan, y lo buscamos a través de las
relaciones, sustancias, experiencias intensas, sexo, trabajo, y de esta
manera al menos conseguimos que la angustia desaparezca
puntualmente, queriendo creer que esos momentos de “bienestar” son
la felicidad que tanto anhelamos. Pero no. La felicidad es algo muy
diferente. Al hacer esto, la emoción principal que solemos tapar es el
miedo, que es la base de todas las demás: miedo de sentirme pequeña,
de sentirme triste, de sentirme rechazada, incomprendida, sola,
etcétera. Cuando nos negamos a sentirlo, inevitablemente va a
emerger en nosotras otro estado mental que nos desagradará aún más,
pero al que ya nos hemos acostumbrado.
Te explico cómo es esto: te ocurre, como a todos, que en algún
momento vienen a tu vida situaciones o personas que te asusta
afrontar. Al negarte a sentir de verdad la emoción del miedo (porque
realmente no has aprendido cómo gestionarlo), aparece la ansiedad,
que no es más que la manifestación física, visible, de la angustia que
estás ocultando. Por esto es por lo que en ocasiones vivimos crisis de
ansiedad sin una causa aparente, porque ya tenemos el patrón
inconsciente de negar nuestras heridas cuando aparecen y dejarlas sin
ser escuchadas y sin sanar.
Siempre que sientes miedo, se ha activado en ti alguna de las tres
heridas fundamentales: tienes miedo de no ser querida, de sentirte
vulnerable, o un miedo de identidad, de no saber quién eres. Cada vez
que emerge la sensación y buscas en el exterior una salida (tu novio te
deja y sales por las noches para conocer a otra persona enseguida y así
no sentir tu soledad), te sentirás cada vez más ansiosa y no sabrás por
qué. El motivo es que al negar la emoción, automáticamente se dispara
en tu mente toda esa programación inconsciente: cada vez que surge
una emoción en ti, la mente la cataloga rápidamente y echa mano del
programa correspondiente a la herida en cuestión.
Por ejemplo, si sientes miedo porque te has quedado sin trabajo, se
trata de una herida que tiene que ver con la inseguridad, y tienes una
oportunidad para trabajar con el potencial de tu fuerza, de tu energía
creadora. Pero como aún vives atrapada en tu mente y no sabes hacerlo,
aparecerán los mismos pensamientos que te dijiste de niña cada vez que te
sentiste insegura, y será algo totalmente inconsciente: “soy una inútil”,
“soy una fracasada”, “no sé hacer nada bien…”. ¿Vas pillando cómo
funciona? Tú no te darás cuenta, pero serán estos pensamientos y
principalmente el hecho de que te has identificado con ellos, lo que te hará
sentir ansiedad. Mientras sigas sin hacer consciente este proceso, te
resultará imposible salir del circuito interminable y desarrollar tus
potenciales. Y ahora tengo buenas noticias para ti: ¡tú no eres tu mente ni
tus pensamientos! Pero esto lo desarrollaremos algunos capítulos más
adelante. De momento, sigo explicándote:
Resumiendo lo anterior, todas nosotras hemos vivido de niñas
situaciones concretas con unas emociones determinadas, y desde ese
momento empezamos a construir nuestro sistema de creencias y nuestra
programación mental, en definitiva, el ego. Y éste, a través de sus juegos
mentales, siempre buscará que no volvamos a sentir esas emociones, pues
está convencido de que detrás de ellas está aquella angustia que sintió al
verse sin ningún tipo de sustento.
Lo que hacemos después de negar la emoción y generar la ansiedad es
enfadarnos o sentirnos culpables. La energía del enfado nos da una ilusión
de fortaleza, que aunque no es real, sí nos ayuda a escapar
momentáneamente del vacío que subyace en todo lo que nos está pasando,
al impedirnos mirar a nuestra herida. A través de este enfado proyectamos
fuera nuestro malestar, echamos la culpa a los demás y les juzgamos,
echando por tierra la oportunidad de sanación que la situación, con el
miedo, traía consigo (“mira lo que me ha dicho”, “debería haberme
acompañado, es una egoísta”…). Nos cerramos, levantamos corazas y
creamos más soledad y tristeza, sin ver que ahora nos toca a nosotras
aprender a darnos lo que no pudieron darnos en su día. Con la culpa ocurre
algo parecido, pero en vez de proyectar el malestar en el exterior lo
hacemos en nosotras mismas: “siempre estoy igual”, “no tengo remedio”,
“a ver si aprendo de una vez, parezco tonta”…y el resultado es el mismo:
no es más que una escapatoria para evitar sentir la tristeza, la soledad, la
vulnerabilidad, o el miedo.
¿Y qué ocurre cada vez que caemos en esta trampa? Nos paralizamos y
nos bloqueamos, generando más ansiedad. Como te he dicho, esa emoción
que ha quedado sin ser escuchada hace que emerjan en tu mente las
creencias y los programas inconscientes asociados a la herida que la
situación haya activado en ti, y estos programas, al final, te llevan siempre
a enfadarte con los demás o a culpabilizarte. La herida que viviste de niña
cobra vida en el presente pidiéndote a gritos que la escuches, y todo este
batiburrillo de pensamientos se dispara dentro de tu cabeza sin que
probablemente te des cuenta, ya que aún no tienes el hábito de observar a tu
mente. Pero el hecho de que sea un acto inconsciente no significa que no te
afecte. Te afecta, y mucho. Mucho más de lo que piensas. Estos
pensamientos están generando emociones que vibran en consonancia, y
estas emociones son precisamente las que provocan más ansiedad y
bloqueo a la hora de buscar la acción más saludable y satisfactoria para ti.
Como ya sabrás, un pensamiento que te dice “Soy tonta, no puedo”, no va a
provocar en ti una emoción de alegría y de seguridad, ¿a que no? Y así,
vives atrapada en una espiral repetitiva que se podría plasmar de la
siguiente manera:
-Resiliencia
-Independencia
-Inteligencia
-Empatía
-Sensibilidad
-Un fuerte sentido del Yo
-Espíritu crítico
-Fuerza
-Valentía
-Liderazgo
¡¡¡ESTÁN EN TI, TE LO PROMETO!!!
Homenaje a mi hermano
Hasta ahora te he hablado de la figura de la oveja negra desde nuestra
perspectiva, la del niño o la niña que fue abusada. Pero, ¿qué ocurre con el
abusador? ¿No es en ocasiones también un paria, un excluido, alguien del
que es mejor no hablar? ¿No ha traído también consigo una carga enorme
del clan para que pueda ser expresada y reparada? En el caso de mi familia
te aseguro que así fue, y es por esto por lo que ahora quiero hablarte, con
muchísimo respeto, cariño y gratitud, de mi hermano Valentín:
Fue el mayor de cinco chicos y tres chicas, un hijo muy deseado y
querido por mis padres, pues habían pasado por un aborto natural antes de
que él naciera. Al contemplar las fotos de mi madre jugando con él cuando
era pequeño, veo en su carita a un niño siempre sonriente y me puedo
imaginar que realmente tuvo un comienzo feliz en la vida. Al año nació mi
hermana, y dos años después otra niña, mi segunda hermana mayor.
Valentín ya no aparece tan sonriente en las fotos de esta época, y es fácil
suponer que había empezado a acusar el desplazamiento que
inevitablemente le había tocado vivir. A lo largo de los once años
siguientes vio cómo íbamos llegando el resto de hermanos, en intervalos de
uno o dos años.
La dinámica de mis padres con respecto a la crianza era como
correspondía a su época, a la antigua usanza: mi madre se ocupaba del
cuidado de la casa y de los hijos y mi padre salía a trabajar y después iba al
bar a tomar algo y jugar al mus con los amigos. Cuando estaba en casa
podía prestar una atención puntual a alguno de los hijos, pero por lo general
era un padre afectiva y emocionalmente ausente. Su principal interacción
con nosotros consistía en reñirnos cuando correspondía, y una sola mirada
o palabra suya era suficiente para que se restableciera el orden. Como
habían hecho con él, nos educó a través de un autoritarismo insano en el
que no había lugar para la réplica o para una palabra de defensa, y en el que
cuando se enfadaba, todos sentíamos auténtico miedo.
El papel de mi madre también fue el que correspondía a la época y a la
educación que había recibido: sumisión ciega a su marido, callando y
bajando la mirada cuando él gritaba o daba un golpe en la mesa. No es que
esto ocurriera a diario, también había -especialmente a la hora de comer,
cuando nos sentábamos todos juntos a la mesa- momentos de risas, juegos
y canciones en los que mi padre participaba, pero sí flotaba en el aire la
presencia de una amenaza invisible, de algo poderoso y temible que podía
estallar en cualquier momento.
Valentín empezó a mostrar signos de su enfado con la vida y con su
realidad desde pequeño, y aunque yo aún no había nacido, sabiendo cómo
funcionaba la dinámica familiar sé que no fue debidamente comprendido y
recogido en su soledad y su dolor. Llegó a la adolescencia convirtiéndose
en un chico muy inseguro que llegó a sufrir acoso en el colegio, y empezó a
descargar su frustración y su enfado en casa: pegaba a mis hermanas
mayores, escondía la comida que le gustaba en su armario para no tener que
compartirla, mentía y acusaba a los demás…y finalmente, cuando llegó el
momento de su despertar sexual, para el que no había recibido ningún tipo
de orientación, acabó desahogándolo en mí.
Hace muchos años ya que comprendí que él no fue consciente del daño
que me hizo, ni de las nefastas consecuencias que aquello trajo a mi vida.
Era un adolescente perdido con un sentido del yo muy frágil, que tampoco
había encontrado en la familia el apoyo que tanto necesitó. A los dieciocho
años empezó a consumir hachís y marihuana, para ir adentrándose poco a
poco en drogas mayores, acabando siendo uno de los miles de yonkis que
azotaron nuestro país en los años ochenta.
Pasó así los siguientes quince años de su vida, alternando periodos de
robos, cárcel y desapariciones y reapariciones en las que su aspecto
famélico y tétrico recordaba a un cadáver andante, hasta que le dimos el
ultimátum de acudir al Proyecto Hombre. Fue así como consiguió dejar
aquel mundo atrás y vivir una vida digna. Conoció a una chica de la que se
enamoró, se casó con ella y mantuvo esa estabilidad durante diez años,
hasta que finalmente los excesos de su juventud acabaron pasándole
factura. Su hígado enfermó y en nueve meses acabó muriendo. Tenía
cuarenta y tres años.
En vida nunca pude tener con él una relación cercana y de verdadera
amistad. Durante aquellos años “limpios” intenté en varias ocasiones
hablar con él sobre el tema de los abusos buscando quedarnos en paz los
dos, pero él no estaba preparado para asumirlo. Nunca llegó a estarlo. Fue
unos años después de su muerte cuando gracias a las Constelaciones
Familiares y a la epigenética transgeneracional, pude empezar a
comprender y a tener una visión superior de lo que había significado su
vida en nuestra familia: no sólo había asumido el rol del “malo” pegando y
abusando de sus hermanos pequeños, sino que además nos protegió al resto
del mundo de las drogas, haciendo que todos le cogiéramos mucho miedo y
respeto tras ver en él sus devastadoras consecuencias.
Igual que hay que ser muy fuerte para asumir el rol de oveja negra por
haber sido abusada, también hay que serlo para elegir el rol del hermano
cabrón. El papel del “malo” trae información de ancestros que fueron
excluidos del clan por haber hecho algo inaceptable, y el descendiente
recrea situaciones similares buscando una oportunidad de reparación que va
a servir para sanar a todo el clan. En nuestro caso, todos acabamos
aceptándole y ayudándole a dejar las drogas, y durante aquellos diez años
en los que se mantuvo limpio, muchos de mis hermanos sí lograron
establecer una relación de armonía y amistad con él. Se había logrado la
inclusión, la sanación.
Con respecto a los abusos, pude constatar en varias constelaciones que
también habían ocurrido en la familia de mi madre y en generaciones atrás.
Al ver esto empecé a atar cabos y caí en la cuenta de que Valentín y el
hermano de mi madre, mi tío Agustín, habían tenido vidas muy similares:
Agustín había sido también el primogénito problemático, había fallecido
joven a causa de sus abusos con el alcohol, y también abusó de algunas de
sus hermanas. La situación se ocultó, ni siquiera se habló, no fue resuelta y
pasó a la siguiente generación, recayendo en mí (esto lo veremos en
profundidad en el capítulo del inconsciente familiar).
Sin ninguna duda, ahora sé en lo más profundo de mi ser que mi
hermano y yo pactamos como almas recrear lo que se había quedado
silenciado, tapado y sin sanar en la familia de mi madre, para a través del
perdón y el amor, traer luz a nuestro clan. Así que no puedo más que darte
las gracias Valentín, y deseo con todo mi corazón que estés donde estés,
hayas logrado alcanzar la paz que tanto te costó lograr mientras estuviste
con nosotros.
Para concluir con el tema de la oveja negra, quiero transcribir este
texto de Bert Hellinger, el creador de la terapia de las Constelaciones
Familiares, que lo explica de una manera clara y hermosa:
“Tenerife
1977
Michael Jackson
“Tenerife
1978
“Tenerife
1978
Tenerife
Mayo 1978 - Diario
“Hola: Cuando sea mayor tendré una casa muy bonita, con jardín y
muchos animales. Me encantan los animales, todos menos las arañas.
Mis hijos serán muy felices y yo jugaré y hablaré mucho con ellos.
Les diré cuánto les quiero y nunca dejaré que se sientan abandonados
por mí. Qué ganas tengo de ser mayor y de que vengan ya…siento que
he venido a la Tierra sólo para eso…
Mi marido será un hombre guapo y nos querremos mucho. No me
hablará como papá a veces habla a mamá, no se enfadará conmigo, ni
con nuestros hijos. Cuando papá grita siento mucho miedo, no me
gusta que se enfade. Nunca viene a hablar ni a jugar conmigo, ahora sé
que no me quiere, ni mamá tampoco.
Ya no les necesito, yo sola saldré adelante. Algún día podré irme
de esta casa para no volver nunca.
Mi Amiga del Cielo me sigue hablando a veces y me dice que
confíe, que todo va a ir bien y que este dolor algún día tendrá un
sentido. Yo todavía no puedo verlo…”
¡NO
MEREZCO
SER
QUERIDA!
Créeme, si pudieras contar las millones de veces que te has repetido
estas cuatro palabras a lo largo de tu vida sin darte cuenta de que lo hacías,
ahora mismo te echarías a llorar.
Como ya te he contado, todos los días, nada más levantarme, voy al
baño y lo primero que hago es mirarme al espejo. Me centro en mis ojos y
busco a mi niña de tres años, para ver si está bien o si hay algo que la esté
perturbando. Al principio me costaba acordarme de hacerlo, pero a base de
insistir al final conseguí que si algún día se me olvidaba, en el trayecto a la
cocina para prepararme el desayuno una vocecita interior me decía: “Eh,
que no me has preguntado cómo estoy”. Entonces me paraba en seco,
sonreía, y volvía al baño. No es algo sólo importante. Es sagrado. Ahora sé
que yo soy lo más valioso que tengo y que según lo que haga conmigo, así
serán los frutos en mi vida.
En la actualidad, por lo general a mi niña le basta con ese primer
saludo matinal para empezar el día contenta. La miro a los ojos y enseguida
sé cómo se siente. Si todo está bien, que ahora es prácticamente cada día,
me sonríe y abre y cierra los ojos rápidamente, como jugando conmigo. Si
está inquieta por algo, también lo siento enseguida. Noto alguna tensión en
mi cuerpo o en mi cara, y entonces me quedo de pie, mirándola a los ojos,
respirando despacio y profundamente hasta que la emoción aparece.
Cuando me doy cuenta de qué es lo que estoy sintiendo, empiezo a hablarle,
como te he contado más arriba: “no estás sola, veo y comprendo tu miedo.
Eres la persona más importante de mi vida. Te quiero y te acepto
completamente, con el miedo que estás sintiendo ahora. La verdad es que
esta situación es un poco confusa y tienes motivos para sentirte así. Te
acepto y te abrazo con tu miedo, quédate tranquila que yo ahora estoy
contigo y nada malo puede pasarte. Yo me hago cargo de la situación, tú
sólo descansa en mí”.
Y le sigo hablando de esta manera, hasta que siento que de verdad se
ha tranquilizado y puede sonreírme y hacer eso tan gracioso que hace con
sus ojitos. Muchas veces aparece la niña de entre los siete y trece años, y
otras la adolescente, según la herida que se haya abierto en mí, y con todas
ellas aplico el mismo ejercicio. Hay una diferencia abismal entre vivir las
situaciones “problema” de esta manera tan consciente y amorosa, y vivirlas
como solía hacerlo antaño, enfadándome ante cualquier cosa que no se
ajustara a mis deseos.
Después, a lo largo del día, prácticamente cada vez que voy al baño
vuelvo a mirarlas para saludarlas y recordarles cuánto las quiero. O si por
ejemplo estoy en el salón escribiendo, o en la calle haciendo cualquier cosa
y de pronto siento algún tipo de malestar, sé que hay algo que tengo que
revisar. Antes me levantaba para ir al espejo o esperaba hasta llegar a casa,
pero con los meses de práctica ahora me basta con tomar un par de
respiraciones profundas, visualizar a mis niñas hasta que la emoción se
hace clara, y entonces la reparo. La acepto, la vivo, la contemplo como una
oportunidad para seguir sanando. Ya no me quejo, eso quedó atrás. Te repito
que vas a experimentar verdaderos milagros en tu vida si adquieres la
costumbre de practicar este ejercicio tan sencillo, pues como dijo el gran
Milton Erickson: “Nunca es tarde para tener una infancia feliz”.
Reflexiones
Nos han educado para saludar y dar los buenos días a todos los que se
cruzan con nosotros por la mañana, ya sea a nuestros seres queridos en
casa, después en el trabajo, o a los vecinos del barrio en la calle. Y hacemos
lo mismo a cualquier hora del día cada vez que vemos a alguien a quien
apreciamos, e incluso con los simples conocidos. Después de un tiempo
haciendo este ejercicio, un día me planteé qué diferente habría sido mi vida
y la de la mayoría de nosotras si nos hubieran enseñado también lo
imprescindible y prioritaria que es esta atención amorosa hacia nosotras
mismas.
¿Cómo crees que una madre va atender mejor a sus hijos desde el
comienzo del día? ¿Teniendo encerradas en su inconsciente las heridas de
su niña interior, o habiéndola escuchado y tranquilizado antes de darles el
beso de buenos días y prepararles el desayuno? ¿Cómo crees que esta mujer
afrontará de una manera más tranquila y confiada los desafíos que se
encuentre en el trabajo o en sus relaciones personales? Sí, ya sé que no has
tardado en responder. También sé cuál ha sido tu respuesta.
A estas alturas ya sabes que tus heridas se van repetir en tu vida una y
otra vez hasta que las sanes, y que sólo podrás cambiar esto trabajando y
desarrollando el amor hacia ti misma. Cuando comprendas que esto es así y
des los pasos necesarios, tú misma harás que el malestar que antes
generabas desaparezca, pues al haber atravesado y trascendido el dolor, ya
no necesitarás seguir reviviéndolo. Es así de simple. Seguirás avanzando y
creciendo en tu vida, pero ya no tendrá que ser a través del sufrimiento y la
frustración, pues habrás accedido a un nivel superior de conciencia.
Las nuevas emociones que vas a ir generando en ti a partir de ahora
(paz, gratitud, alegría, amor, plenitud…), irán desmontando
progresivamente la programación mental que iba asociada a tu anterior
forma de sentir, y se forjarán nuevas creencias en ti, acordes a estas
emociones que sí puedes sentir ahora. Por ejemplo: antes juzgabas y te
enfadabas cuando alguien te hablaba mal, y así no te permitías entrar en la
tristeza que ese gesto activaba en ti. Como no sabías mirarte con amor, era
muy fácil que te doliera prácticamente cualquier cosa que te ocurriera o te
hicieran, pues sin tú saberlo, eras como una herida abierta andante. En esa
situación, una creencia inconsciente asociada a la tristeza que mantenías
oculta podría ser: “no merezco que me quieran”. ¿Recuerdas cómo
funciona? Después, como no querías sentir el dolor que esa creencia,
aunque era inconsciente, te producía, huías de él enfadándote y juzgando a
los demás, o sintiéndote culpable. Primero saltaba el automático de las
creencias inconscientes que el ego fue construyendo con cada herida, y
luego negabas la emoción auténtica. Y así, sin darte cuenta, generabas una
ansiedad y una frustración constantes en tu vida.
Tras haber realizado el trabajo interior y haberte permitido sentir esa
tristeza dándote mucho amor y comprensión, habrás trascendido las viejas
creencias y ahora podrás vivir con otras muy diferentes: “soy digna de ser
querida”, “soy capaz de afrontar esta situación”, “soy una persona muy
fuerte y valiente, con todo lo que he superado”, “el mundo es un lugar
seguro”, “me permito sentirme vulnerable, no hay nada de malo en ello”.
De esta manera, irás dándote cuenta de que las palabras, actitudes o
situaciones externas que antes te dolían habrán dejado de afectarte, pues ya
no habrá herida en ti. Sólo habrá amor, y al amor no se le puede hacer daño.
Como dijo el escritor francés Marcel Proust: “Aunque nada cambie, si yo
cambio, todo cambia”.
Con el tiempo, dejarás de atraer a tu vida aquellas situaciones en las
que sentías las viejas emociones, pues ya no habrá nada que trabajar con
respecto a ellas. Al ver a las mismas personas que antes “te hacían daño”
actuando bajo sus patrones automáticos, serás capaz de mirarles sin
juzgarles, pues ese amor y esa comprensión que te has dado a ti misma,
automáticamente se proyectarán en el exterior. Como bien sabes, lo que es
dentro es fuera, todo lo que ves en el exterior es un reflejo de lo que hay en
tu mente, así que si de verdad has dejado de juzgarte y de hacerte daño a ti
misma, es imposible que lo hagas hacia fuera. Como nos dice UCDM, lo
que percibimos es simplemente del reflejo de cómo nos vemos a nosotros
mismos, es decir, cómo percibimos a los otros nos muestra cómo nos
estamos viendo a nosotros mismos. Y como ya te he dicho, ésta es
tu única función en el mundo, tu propósito divino: verte a ti misma y a los
demás a través de tu propia inocencia, sabiendo que somos todos Uno y que
ellos son tan inocentes y dignos de amor como tú.
A continuación transcribo un párrafo de UCDM que en este punto nos
viene como anillo al dedo:
“A medida que compartas conmigo mi renuencia a aceptar error alguno
en ti o en los demás, te unirás a la gran cruzada para corregirlos. Escucha
Mi voz, aprende a deshacerlos y haz todo lo posible para corregirlos.
Tienes el poder de obrar milagros. De este modo, tú y el mundo sois
bendecidos juntos. Nadie pierde, a nadie se le despoja de nada, todo el
mundo se beneficia a través de tu santa visión”.
Abordar este tema es fundamental para que te resulte más fácil entender
de dónde viene esta tendencia al mutismo y a la negación cuando ha
ocurrido el abuso sexual en la familia. Como te conté en el capítulo 3, a mí
me alivió y me liberó muchísimo saber que existe este inconsciente en
todos los sistemas familiares, pues así pude comprender que mis hermanos,
al no aceptar los abusos como algo que pertenecía a todo el clan y al no
asumir que todos mis conflictos eran fruto de aquella experiencia vivida en
mi infancia, simplemente obedecían a un programa ancestral que estaba
muy por encima de su voluntad individual.
Así como todos convivimos con nuestro ego, esa parte inconsciente de
nuestra mente de la que ya te he hablado, coexistimos también entre una
miríada de energías invisibles que forman parte de nosotros y de nuestra
vida, nos guste o no, y seamos conscientes de ello o no. Como ya he
explicado en capítulos anteriores, mientras sigamos atrapados en el
automatismo de nuestra mente inconsciente, ésta seguirá dominando el
95% de nuestros pensamientos, emociones y decisiones diarias,
llevándonos a preguntarnos muchas veces por qué siempre repetimos las
mismas situaciones o atraemos al mismo tipo de personas y circunstancias.
Bien, esto ya está comprendido y asimilado, y ya cuentas con el ejercicio
del espejo para empezar a hacer cambios reales en tu vida desde este
mismo momento. ¿O tal vez hayas empezado ya? (guiño con sonrisa y
mucho cariño).
Pero, ¿qué pasa con el inconsciente familiar? ¿Qué es exactamente? Y
la pregunta más importante: ¿Puede influir en tu vida de la misma manera
que tu propio inconsciente individual? Veámoslo:
Partiendo de los trabajos y postulados establecidos en su día por Freud
y Jung, numerosas investigaciones han desarrollado posteriormente teorías
acerca de un tercer nivel inconsciente, que sería un escalón intermedio
entre el inconsciente individual y el colectivo, llamado inconsciente
familiar o inconsciente del clan. A ello han contribuido las propuestas de
diferentes autores entre los que destaca especialmente Alejandro
Jodorowsky, quien ha impulsado la aceptación del término de una manera
más precisa, así como el hecho de que a partir de los años setenta comenzó
a aumentar el interés por el árbol genealógico en Occidente, desde que se
abordó por primera vez la cuestión de la herencia transgeneracional.
. De la misma manera que el inconsciente personal se compone
fundamentalmente de todo aquello que hemos reprimido, olvidado o
bloqueado de lo que nos ha ocurrido a lo largo de nuestra vida y el
inconsciente colectivo está integrado por valores y arquetipos comunes a
un grupo, a una cultura o a un colectivo social, el inconsciente familiar es
una especie de inconsciente colectivo a pequeña escala en el que se guardan
los programas y patrones familiares. Todo clan familiar cuenta con su
propia historia y sus creencias, y éstas acaban convirtiéndose en una
programación inconsciente, formando un conjunto de memorias, sistemas
de pensamiento y actitudes que comparten las generaciones del pasado, del
presente y del futuro. De esta manera, el inconsciente familiar consolida el
sentido de pertenencia al grupo y la identidad de sus miembros sobre la
base de la historia común de la que forman parte. Dicho de otro modo,
varias generaciones de un mismo clan se relacionan y se desarrollan
siguiendo los dictados de este inconsciente familiar y de sus creencias, que
provienen de las memorias reprimidas de los sucesos traumáticos que
vivieron las generaciones anteriores. Todo lo que le sucede a un miembro
del clan repercute, a través del inconsciente familiar, en los otros
miembros, muertos, vivos, o aún por nacer (esto lo desarrollaré en el
capítulo de la epigenética transgeneracional).
Como miembros del clan, desde que somos concebidos recibimos
inconscientemente las memorias de todas las vicisitudes familiares, las
enfermedades, las tragedias y los traumas ocurridos con el propósito de que
puedan ser reparados, pero ocurre que en el inconsciente familiar existe
también una fuerza que es conservadora y paralizante. Su propósito es
mantener la estabilidad para garantizar la continuidad del clan, por lo que
todo debe supeditarse a unos patrones repetitivos que instintivamente se
vuelcan en el pasado, hacia lo conocido, buscando siempre la conservación.
Así, el clan rechaza la rebeldía, el ansia de libertad o el desarrollo de la
conciencia de cualquiera de sus miembros, porque esas iniciativas
provocarían situaciones desconocidas que pueden ocasionar inestabilidad y
poner en riesgo su supervivencia.
Aquí es donde entramos en juego las ovejas negras. Es como si hubiera
dos fuerzas luchando entre sí: una, la del miedo, la que proviene del grupo
familiar y que quiere que todo permanezca igual, y la segunda, la que
proviene de la Consciencia, que es siempre creadora y que desea la
evolución a través de la sanación. Esta trae consigo todas las posibilidades
de transformación que buscan el desarrollo de la conciencia del clan, y al
contrario que la anterior, no se alimenta del pasado sino de las
posibilidades futuras. Resumiendo, podríamos decir que el árbol
genealógico es un organismo que por imitación y buscando sobrevivir,
intenta imponer a los descendientes sus modelos aprendidos y limitantes a
la hora de pensar y actuar ante determinadas situaciones. Y al mismo
tiempo influye sobre él la fuerza creadora y amorosa de la Consciencia, que
lo empuja desde ese pasado de sufrimiento e inconsciencia hacia un futuro
en el que todos sus miembros hayan podido realizar el desarrollo de su
verdadera esencia. Es por esto que heredamos aquellas situaciones que
fueron vividas con dolor y en silencio, porque traemos con nosotras la
capacidad de vivirlas de una manera diferente y sanadora, para aportar una
nueva información al clan.
Al mismo tiempo, tanto nosotras como nuestro árbol hemos recibido las
influencias de la cultura y la sociedad en la que hayamos crecido, que nos
han moldeado conforme a este patrón de imitación y repetición. Nuestro
trabajo como conciencia individual radica en liberarnos de esos límites,
aportar una información nueva a nuestro árbol y llevarlo hacia su
realización espiritual. En palabras de Jodorowsky: “El pasado quiere dar
sentido al futuro, pero en realidad es el futuro el que da un sentido al
pasado, otorgándole un significado nuevo”. Continuemos:
Si un miembro del clan adopta conductas que chocan con las que son
aceptadas por el grupo, los demás generalmente las considerarán una
traición y condenarán su actitud amparándose en las costumbres, creencias
y prejuicios inherentes al inconsciente familiar. Ante esta amenaza, el
rebelde deberá elegir entre la identidad, la protección, la seguridad y el
sentido de pertenencia que le aporta el clan, o su deseo de libertad y de
crecimiento al margen del grupo. Nuestra memoria instintiva nos hace
creer que fuera del clan somos frágiles y estamos en peligro, por lo que esta
decisión no es fácil, pero son precisamente estas iniciativas desafiantes las
que enriquecen y hacen progresar a un clan familiar, ya que muy
probablemente fomentarán la emulación entre otros miembros, así como la
liberación de las siguientes generaciones. Y el clan que no tiene la suerte de
que emerja en él la figura de esta disidente valiente, aparentemente se
mantiene unido, pero de una manera rígida e inerte, encaminándose sin
darse cuenta hacia su desaparición.
Ante esa supuesta amenaza que he mencionado, la oveja negra siempre
tendrá dos posibilidades a la hora de actuar: seguir imitando los patrones
pasados y aprendidos del clan (miedo, enfado, lucha, sumisión, juicios,
quejas, culpas, victimismo, negación, etcétera), o aportar una salida nueva
al árbol permitiendo la liberación y el desarrollo hacia la Consciencia
(perdón, comprensión, expresión, amor…).
En definitiva, al hablar del inconsciente familiar nos estamos
refiriendo a un nivel de nuestra mente que está situado en un plano más
profundo aún que el propio inconsciente personal, y que contiene
“memorias” de experiencias ancestrales de nuestros antepasados que se
reflejan en nuestra vida a través de patrones de conducta, bloqueos
emocionales, e incluso a una predisposición a vivir determinadas
experiencias. Gracias a la epigenética transgeneracional, hoy sabemos que
nuestro inconsciente conserva las memorias de nuestros ancestros hasta la
cuarta generación, y que no sólo heredamos las características de nuestros
rasgos físicos, sino también los traumas, tendencias psicológicas y
conductuales, conflictos emocionales y todo aquello que se quedó sin
resolver en nuestro sistema familiar.
Como ya hemos visto, todo lo que fue callado, oculto y guardado
en secreto, pasa a las siguientes generaciones en forma de experiencias
generalmente dolorosas y traumáticas, no como una forma de condena ante
la que no podemos hacer nada, sino al contrario, como una oportunidad
sagrada que viene con una fuerza arrolladora para que ahora sí, pueda
manifestarse y sanarse aquello que fue sepultado bajo el dolor, la soledad y
la incomprensión.
El inconsciente familiar es como una entidad que lo sabe todo y
que por amor, siempre buscará la manera de sacar a la luz lo que fue oculto
en el árbol genealógico, pero tendrá que lidiar con esas otras fuerzas que
por inercia y por miedo, prefieren que todo siga igual. Lo cierto es que
ninguna información se puede perder, no existe un secreto familiar que
pueda callar lo que de una forma u otra se tiene que manifestar, y lo hará a
través de síntomas, comportamientos, e incluso de enfermedades en los
casos en los que no se logra la liberación y la sanación a través de la
comprensión y el perdón.
De esta manera, casi todas las experiencias que vivimos tienen
relación con estas memorias familiares, y tenemos ahora en nuestras manos
la posibilidad de hacer lo que nuestros antepasados no fueron capaces o no
supieron hacer, y liberar así a las generaciones futuras del clan para que
puedan seguir evolucionando hacia la paz y el amor que realmente somos y
que todos estamos anhelando volver a experimentar. O por el contrario,
repetiremos las mismas acciones y decisiones que tomaron nuestras
abuelas y bisabuelas, y seguiremos perpetuando el dolor y los conflictos,
hasta que llegue al sistema familiar un alma lo suficientemente fuerte y
despierta para romper el ciclo definitivamente.
Es como si el inconsciente de un antepasado te susurrara al oído:
“Yo no pude hacer más y esto ha quedado pendiente; sácalo a la luz, libera
al árbol de esta limitación, perdona y trasciende este condicionamiento”.
Así, el clan se va enriqueciendo y liberando con las nuevas aportaciones de
los miembros que pueden comprender este sentido sagrado y que aceptan
su desafío con amor, en lugar de vivirlo como si fueran unas víctimas
impotentes atrapadas en un destino indeseable.
Cuando comprendes que tu experiencia no acaba en ti, sino que
continuará a través de tus hijas, nietos, sobrinas y bisnietos, te adueñas de
una visión superior y eres capaz de salir del pensamiento limitante y dual
del yo/tú, para empezar a verte a ti y a tu vida como una parte importante
de la Totalidad: esa Inteligencia Superior en la que todo está conectado,
funcionando en una continua y mágica interacción.
Antes de ver cómo la ciencia nos explica los mecanismos por los que
heredamos esta información ancestral, con los datos que vas a leer en este
capítulo quiero aportarte una mayor claridad sobre lo que subyace tras el
acto del abuso en sí, es decir, las causas históricas de esta hegemonía de la
energía masculina sobre la femenina que llevamos siglos viviendo como
especie.
Como ya has podido ver, en este libro no vas a encontrar un solo juicio
ni ataque hacia la figura masculina ni hacia ningún episodio de la
Humanidad, pues mi intención es darte las herramientas para que
comprendas que por muy dura que haya sido tu experiencia de abusos, tú
misma elegiste vivirla con un propósito Superior. Y como ya te he
explicado, este propósito es que a través del desarrollo del amor que eres,
puedas aportar tu contribución en el camino de despertar espiritual que
todos, tanto abusadores como abusados, compartimos. Dicho esto,
empecemos:
Esa mentalidad predominante en el inconsciente colectivo masculino
que durante tanto tiempo ha llevado a muchos hombres a ver a las niñas y a
las mujeres como un objeto sexual al que pueden poseer, dominar y utilizar
a su antojo, tiene sus orígenes en los albores del patriarcado. En la
prehistoria y en los inicios de los tiempos históricos, hubo en distintos
lugares del planeta sociedades matriarcales donde lo femenino era lo que
primaba en prácticamente todos los aspectos de la vida. Eran sociedades
pacíficas que se organizaban en familias autosuficientes, y la mujer, aparte
de tener el poder político, religioso y económico, aportaba los alimentos
vegetales, mientras que los hijos se ocupaban de la caza y la pesca.
También se asociaban con otras tribus y formaban confederaciones
democráticas para resolver cuestiones públicas, religiosas y de la política.
Todo esto comenzó a cambiar cuando el hombre descubrió que él era
una pieza clave en la reproducción y dejó de ver a la mujer como un ser
sagrado por traer vida al mundo. A partir de aquel momento el hombre
empezó a relegarla a un puesto de mero receptáculo que tenía que estar a su
disposición, y para asegurar la reproducción, las alejaron de la educación y
del poder. Este deterioro de lo femenino se acentuó cuando el hombre se
dio cuenta de que los hijos podían ser sus propios descendientes y no los de
otro, y empezó a hacerse cargo del sustento y la protección de la familia,
hasta que con el tiempo instauraron el matrimonio, relegando a la mujer
definitivamente a la procreación. Todo ello rompió también el vínculo que
las mujeres habían tenido antaño entre sí, con todas las ventajas que les
daba estar unidas para dar estabilidad a la tribu, mientras los hombres sólo
eran residentes temporales.
Los hijos pasaron a ser una herramienta para trabajar la tierra y
conseguir excedentes de alimentos, y así podían comerciar con otros
estados, lo que hizo que la familia se convirtiera en una unidad económica.
Con esto vino el enriquecimiento y con él, la propiedad privada, y esto
supuso una mayor decadencia, pues se perjudicó más a la mujer con la
nueva idea de transmitir la propiedad a los hijos, hecho que reforzó el papel
masculino.
Con el paso de los años la mujer vio restringidas las profesiones que
había ejercido antes, fue perdiendo paulatinamente su influencia, su poder
político, religioso y su status. El hombre se convirtió en la figura principal
de la sociedad y se crearon otras formas de sometimiento aparte de la
coacción y la fuerza bruta, hasta eliminar por completo los esquemas
femeninos anteriores. Se empezaron a usar medios más sutiles de
adoctrinamiento como la literatura, los mitos y el arte, que influyeron en el
inconsciente colectivo de la mujer y fueron cambiando sus actitudes,
imponiéndole fidelidad y sumisión, hasta que después de varios siglos de
patriarcado este sometimiento terminó siendo lo natural.
Así surgió también la religión del estado patriarcal: destronaron a la
Diosa y atribuyeron sus funciones a divinidades masculinas, haciendo que
desapareciera el culto a lo femenino. Los nuevos soberanos buscaron el
apoyo de los sacerdotes y poetas para que diesen una base religiosa a su
ideología política, creando mitos para propagar la ideología patriarcal.
Impusieron una situación de superioridad masculina, modelando conductas
propias de cada sexo para someter a las mujeres y justificar así el orden
impuesto con una base moral. Para fortalecer las ideas que querían
imponer, crearon modelos centrados en la violencia, la jerarquía y el
dominio. A partir de entonces la religión se volvió intolerante, y a medida
que las civilizaciones patriarcales fueron cogiendo más poder, extendieron
sus creencias, sus mitos, sus sistemas religiosos y filosóficos sobre otros
pueblos a la fuerza, erradicando las libertades individuales y fomentando la
esclavitud y las guerras.
A los nuevos dioses masculinos se les adjudicaron las antiguas
funciones naturales de la Diosa madre, como Dionisios, Baco, Apolo, e
incluso el mismo Zeus, o simplemente se le cambió el género a la Diosa y
sus sustitutos conservaron a veces incluso el mismo nombre, como Mitra o
Sin, que antes de ser masculinos eran Diosas.
Se rebajó a la gran Diosa madre a Diosa secundaria, y las figuras
femeninas sufrieron cambios de poder en las narraciones. Algunas fueron
convertidas en hijas, esposas, amantes, o hermanas de las deidades
masculinas. En aquellos tiempos, los mismos griegos adoraban aún sobre
todo a la Gran Madre, la madre tierra, a la que llamaban Gea, pero Homero
en el siglo VIII antes de Cristo, convirtió a Zeus en el padre supremo de la
familia olímpica, que se regía por los cánones de la aristocracia patriarcal.
Otra manera de subyugar a la mujer fue demonizar a las divinidades de
la cultura anterior. Por ejemplo en las funciones legislativas, la Diosa que
daba normas y castigaba a los infractores fue convertida en una Diosa
vengativa que personificaba todo lo malo, como los vicios, la guerra, la
peste, el fraude o la miseria, y se acabó degradando su imagen por
completo. La desacreditaron y la convirtieron en Diosa infernal y maléfica,
incluso se la culpó de ser la causante del mal en el mundo, haciendo que la
morada de la gran Diosa Tierra acabara representándose en todos los
panteones como el mundo subterráneo, el mundo de la muerte, el abismo.
Y dada la correlación entre los mitos y la realidad económica y social,
al perder importancia el principio femenino anularon también su
intervención en la vida económica, dando lugar a un cambio radical en toda
la estructura social. El famoso mito de Hércules tuvo muchísima influencia
en la época: en él se cuenta que robó, asesinó y devastó las regiones donde
aún gobernaban mujeres y como recompensa a sus “buenas acciones”, en la
otra vida fue perdonado por Hera y se casó con su hija, la Diosa Hebe. Ese
era el mensaje que se enviaba: los hombres que se comportasen según los
intereses patriarcales serían recompensados al morir y esto influyó
muchísimo en la sociedad durante miles de años, e hizo mover a los
aventureros a ir a otras regiones a colonizarlas.
Cuando el patriarcado y el machismo llevaban ya más de tres mil años
imperando, las ideas de Aristóteles en lo concerniente a la mujer no
ayudaron mucho. Fue un gran biólogo y observador de la naturaleza, pero
en lo referente a la mujer no fue un hombre muy despierto, no como
Sócrates y Platón. Aristóteles fue alumno de Platón y aunque coincidían en
algunas cosas, prácticamente diferían en casi todo. Platón decía que cuando
el alma viene a un cuerpo humano se olvida de las Ideas Perfectas, o sea, de
Dios y que a través de sus experiencias en el mundo físico puede tener
vagos recuerdos y éstos le despiertan el anhelo de regresar a su esencia, a
su alma. En su teoría añadió que cuando el hombre se ve imbuido en el
mundo físico, llega a creer que eso es lo único real, lo plasmó muy bien con
su idea de la caverna y las sombras, y al igual que Sócrates, postuló que la
mujer tenía las mismas facultades que el hombre, en todos los aspectos.
Aristóteles rechazó su teoría teológica, aunque hubo algunos momentos de
su vida en los que sí admitió que tiene que haber un Dios que ha creado la
Naturaleza. En lo que no coincidió nunca fue en su visión de la mujer, a la
que él veía como “un hombre incompleto”, y fue esta idea la que llegó a
dominar en la Edad Media en lugar de las de Sócrates o Platón.
Como he dicho al comienzo, no tiene sentido juzgar ni enfadarnos por
lo que ha sido. Lo cierto es que gracias a ello estamos hoy aquí y podemos
seguir evolucionando. Seguimos:
Mucho más tarde, en el año 313, Constantino aceptó el cristianismo con
el famoso edicto de Milán, y en el 380 fue proclamada como la religión del
estado romano, hecho decisivo para que la mujer siguiera siendo denostada
en los años venideros. San Agustín, uno de los “padres” de la iglesia, llegó
a afirmar que toda la Humanidad entró en perdición después del pecado
original y que Dios dejará que sólo unos cuantos se salven. Dijo también
que es natural que la mujer esté sometida al hombre, porque la razón más
débil se tiene que someter a la más fuerte. Con su teología rechazó a
Sócrates, que decía que todos tenemos las mismas posibilidades porque
todos, hombres y mujeres, tenemos la misma capacidad de razonar. En
definitiva, repudió el Humanismo de Atenas, haciendo que por todas partes
se pregonara que no había salvación fuera de la iglesia.
También fue muy influyente San Jerónimo, otro de los padres de la
iglesia y traductor de la biblia al latín, que entre otras cosas dijo que la
mujer es la puerta del diablo, el camino de la maldad, el aguijón del
escorpión y “cosa” de mucho peligro. Con esto, te puedes hacer una idea de
cómo tradujo los textos bíblicos. Sólo dos siglos más tarde, ya en el VI, la
iglesia cerró la escuela de Platón en Atenas y fundó la orden de los
Benedictinos, la primera gran orden religiosa. Así fue cómo empezó a
borrar los vestigios de la filosofía que habían sobrevivido hasta entonces y
empezó a hacerse con el control de la contemplación y la enseñanza. Desde
este momento empezó la lucha de poder entre el estado y la iglesia, que
duró hasta que llegaron el Renacimiento y la Reforma en los siglos XV y
XVI, cuando se empezaron a escuchar las primeras voces que se atrevieron
a decir que la iglesia no era imprescindible para conocer a Dios.
Volviendo a lo decisiva que fue la proclamación del cristianismo como
iglesia del estado romano para que siguiera denostándose a la mujer, con
los dos ejemplos anteriores ya te puedes imaginar que los cristianos no
ampliaron la visión de sus antecesores en lo que respecta a la imagen de
inferioridad que se tenía de ella, y durante más de mil años esta idea se
perpetuó con sus escritos y enseñanzas.
La iglesia tuvo una oportunidad de cambiar algo al respecto en el siglo
XIII con la influencia tan importante que tuvo Tomás de Aquino, pero éste
cogió lo que le interesó de toda la ideología de Aristóteles, que había
llegado a Europa en aquella época gracias a la influencia árabe y se quedó
también con la visión que él había tenido de la mujer, aquella idea de que
era un hombre imperfecto y que los hijos sólo heredaban cualidades del
padre, pues la mujer es pasiva y receptiva. Según Aquino esto coincidía con
la Biblia, en la que puede leerse que la mujer fue creada de la costilla del
hombre. Habló del uso de “las cosas” imprescindibles, como la mujer,
aduciendo que era necesaria para la conservación de la especie y que fue
creada para ayudar al hombre, pero sólo en la procreación, pues “para
cualquier otra cosa el hombre tendría en otro hombre mejor ayuda que en la
mujer”.
Históricamente la mujer ha sido especialmente despreciada por los
monjes y los teólogos a excepción de los Cátaros, que fueron los únicos en
toda la Edad Media que sí lucharon por que ésta pudiera emanciparse, pero
la iglesia se encargó de hacerlos desaparecer. Surgieron en el siglo XIII, y
pedían no sólo la libertad de la mujer, sino también que la iglesia volviera a
la esencia de los primeros cristianos, a una vida de fe, de sencillez, de
humildad, y protestaron en contra de lo que se había convertido su credo,
en una religión prepotente e intransigente, donde los fieles vivían con
miedo al castigo divino. No sólo fueron perseguidos y asesinados por los
cruzados, sino que la mayor parte de sus escritos fueron quemados por
considerarse herejías. Aun así sobrevivieron algunos libros suyos, y gracias
a ellos se ha podido saber que realmente existieron. El más relevante se
titula “El libro de los dos principios”.
Por supuesto que hubo muchas mujeres sabias, mujeres científicas,
botánicas y pensadoras que se dejaron oír a lo largo de la Edad Media a
pesar de la iglesia, pero inevitablemente y al igual que el Catarismo,
cayeron en el olvido o fueron condenadas por herejes.
Volviendo a Aquino y Aristóteles, hay que reseñar que aunque la
importancia política de Roma desapareció a finales del siglo IV, el obispo
fue nombrado cabeza de toda la iglesia católica romana, es decir, el papa, y
poco a poco se le empezó a considerar como el representante de Dios en la
Tierra. Así fue como Roma funcionó como capital cristiana durante casi
toda la Edad Media, consiguiendo que muy pocos se atrevieran a hablar en
contra de su doctrina. En el siglo VII, cuando murió Mahoma, el Islam
conquistó el norte de África y Oriente Medio y poco más tarde, España.
También se había quedado con Alejandría, que había sido una ciudad
helénica y así habían aprendido gran parte de la ciencia griega y también de
la filosofía de Aristóteles. Por eso fueron los más avanzados con diferencia
en ciencias, matemáticas, química, astronomía y medicina durante la Edad
Media. Resumiendo todo esto, se puede decir que en el siglo XIII la
influencia árabe llegó a Italia través de España, y así fue cómo Tomás de
Aquino y la iglesia perpetuaron aquella visión de la mujer como un ser
inferior al hombre, apoyándose en las ideas originales de Aristóteles.
En este punto cabe preguntarse cómo es que hasta el siglo XIX no
empezaron a surgir movimientos feministas, cuando la iglesia ya había
empezado a perder parte de su hegemonía moral y de pensamiento en el
siglo XV con el Renacimiento. La respuesta está en que después surgió la
Reforma de Lutero, que buscaba volver al cristianismo original ante la
corrupción y la degradación moral de Roma, y acabó produciendo un
importante cisma en la iglesia, dando lugar a numerosas organizaciones
que se agruparon bajo el nombre de Protestantismo y también a numerosas
guerras entre católicos y protestantes, que terminaron con la Paz de
Westfalia.
Pero en sus quejas y planteamientos no había nada referente a la injusta
situación de la mujer en la sociedad. Para que te hagas una idea, Lutero
llegó a decir que Dios había creado a Adán, que era dueño y señor de todas
las criaturas vivientes, pero que Eva lo había estropeado todo. Y también
Erasmo de Rotérdam, que aunque no participó en la Reforma sí fue el
inspirador de Lutero por sus ideas críticas contra la iglesia y su represión
sobre la libertad individual, afirmó que la mujer era un animal inepto y
estúpido, aunque agradable y gracioso.
Un apunte curioso, que yo desconocía hasta hace bien poco, es que
también en las culturas budistas se fomentó el machismo. En el antiguo
texto sagrado “Les vies chinoises du Buddha”, en relación a una mujer que
después de morir renace como hombre, se puede leer lo siguiente: “El
cambio de sexo es un paso hacia delante, hacia la liberación. Ninguna
mujer estará salvada siendo mujer. La última etapa es siempre masculina”.
Según Buda, las mujeres no se pueden iluminar, y para lograrlo, tienen que
morir y reencarnar como hombre. Ni qué decir de la religión musulmana,
en la que no pueden enseñar los brazos y las piernas porque el hombre “no
se puede controlar”.
Ni siquiera más tarde, con la Edad de la Razón en el siglo XVII y la
Ilustración en el XVIII hubo cambios en ese terreno. Sus pensadores
defendían que la razón humana podía combatir la ignorancia, la
superstición y la tiranía para construir un mundo mejor, pero aún no
estaban lo suficientemente despiertos como para ni siquiera plantearse la
liberación de la mujer, y mucho menos en España, donde la influencia de la
iglesia aún era muy fuerte y el desarrollo de la Ilustración se vio bastante
condicionado.
En el siglo XVIII se empezaron a escuchar las primeras voces de
protesta por parte de las mujeres y fue muy influyente el libro “La
reivindicación de los derechos de la mujer”, de la escritora inglesa Mary
Wollstonecraft, que esgrimía que las mujeres no son inferiores por
naturaleza, sino que es la falta de medios y la imposibilidad de acceder a
una educación apropiada lo que genera esa diferencia. Fue la primera en
decir abiertamente que hombres y mujeres deben ser tratados como seres
racionales e iguales. Coetánea a ella fue Olympe de Gouges, una activista
francesa que escribió entre otras muchas obras, “La Declaración de
Derechos de la Mujer y la Ciudadana”, en respuesta a “La Declaración de
Derechos del Hombre y el Ciudadano” en la que se había excluido a las
mujeres. A lo largo de toda su vida protestó enérgicamente contra la
traición de la Revolución Francesa, que aun basándose en los principios de
la Ilustración, que defendían que todos los seres humanos nacen libres,
iguales y con los mismos derechos, -la famosa consigna de “libertad,
igualdad y fraternidad”-, se habían olvidado por completo de las mujeres.
Olympe se negó a llevar el apellido de su marido y fue pionera en todos
los aspectos del feminismo, no sólo en la defensa del papel político y
educativo de la mujer, sino también al creer en el amor libre y proponer
nuevos derechos para las mujeres dentro de la vida personal o familiar,
como la eliminación del matrimonio, la defensa de una ley del divorcio u
obligar a los padres a hacerse cargo de los niños y niñas nacidos fuera del
matrimonio. Lo cierto es que fue una mujer muy adelantada a su época.
Después de dedicarse durante toda su vida a defender la educación
femenina, la participación política y el voto de la mujer, la igualdad plena
dentro de la familia y en la iglesia, tuvo que soportar todo tipo de ataques
misóginos y finalmente murió en la guillotina en 1793 condenada por el ala
radical de los revolucionarios, que habían llegado al poder ese mismo año.
Hubo otras, también en el siglo XVIII. Jane Austen, desde el anonimato
eso sí, escribió varias novelas en las que se notaba la influencia de Mary
Wollstonecraft. Sus libros abrieron el camino a escritoras que fueron
surgiendo después, y en el siglo XIX comenzaron a oírse sus voces con más
contundencia. ¡Cuánto tenemos que agradecerles tanto las mujeres como
los hombres, a todas aquellas valientes!
No deja de llamar la atención que en aquellos siglos de supuesto
esplendor de la razón, los “grandes pensadores” siguieran ciegos en
relación a la opresión que aún sufría la mujer, y la explicación está en que
los filósofos de los siglos XIX y XX sólo escribían para cierto grupo social
masculino. También hubo algunos más despiertos, curiosamente, los que
menos relevancia tuvieron. Un claro ejemplo fue Hippel, que fue alcalde de
una ciudad de Prusia oriental y también amigo de Kant. Escribió que el
talento de la mujer era igual al del hombre y que no era simplemente
descuidado, sino deliberadamente reprimido para fomentar su abulia, y que
se las educaba para ser ignorantes.
A continuación te muestro diversas ideas y citas de varios de estos
filósofos, para que puedas comprender cómo no hace tanto tiempo, aún se
nos miraba como a seres muy inferiores a los hombres:
Kant en el XVIII, a pesar de su lucidez en los razonamientos sobre el
criticismo e idealismo trascendental, su investigación sobre la estructura
misma de la razón y su trabajo sobre el empirismo y el racionalismo, habló
de la superioridad natural de las facultades del hombre sobre las de la
mujer.
Rousseau, también en el XVIII, que tanto defendió que el hombre nace
libre pero que en todos lados está encadenado, dijo que la educación de las
mujeres deberá estar siempre en función de la de los hombres.
Literalmente, afirmó: ”Agradarnos, sernos útiles, hacer que las amemos y
las estimemos, educarnos cuando somos pequeños y cuidarnos cuando
crecemos, éstas han sido siempre las tareas de la mujer y eso es lo que se
les debe enseñar en su infancia”. También dijo que a las niñas no les gusta
aprender a leer y escribir, y sin embargo, siempre están dispuestas para
aprender a coser.
Schopenhauer, del XIX, cuya filosofía se concebía esencialmente como
un “pensar hasta el final” y que fue tan influyente en los pensadores de los
siglos XIX y XX, dijo que sólo el aspecto de la mujer revela que no está
destinada ni a los grandes trabajos de la inteligencia ni a los materiales.
También llegó a decir que las mujeres son de cabellos largos e ideas cortas.
“Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste
vive, pero si éste muere, queda libre de la ley del marido”. Romanos, 7:2.
“Pero quiero que sepáis que Cristo es cabeza de todo varón, y el varón
es cabeza de la mujer…porque él es imagen y gloria de Dios, pero la mujer
es gloria del varón. Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer
del varón, y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la
mujer por causa del varón”. Corintios, 11:3, 7, 8 y 9. (Nuevo
Testamento).
“Vuestras mujeres callen en las congregaciones, porque no les es
permitido hablar, sino que estén sujetas, como la ley también lo dice. Y si
quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos, porque es
indecoroso que una mujer hable en una congregación”. Corintios 14:34 y
35.
“¿Y no sabes tú que eres una Eva? La sentencia de Dios sobre este sexo
tuyo vive en esta era: La CULPA, debe necesariamente vivir también. Tú
eres la puerta del demonio; eres la que quebró el sello de aquel árbol
prohibido; eres la primera desertora de la ley divina; eres la que convenció
a aquél a quien el diablo no fue suficientemente valiente para atacar. Así de
fácil destruiste la imagen de Dios, el hombre. A causa de tu deserción,
incluso el Hijo de Dios tuvo que morir”. Tertuliano, padre de la iglesia, De
Culta Feminarum, 1.1.
“1979 - 1982
Lanzarote
“Hay otra manera de ver el mundo”
Un Curso de Milagros
“Tres años más tarde, en los que las persistentes incursiones de Agustín
ya no dolían tanto como el silencio sepulcral en el que definitivamente se
habían instalado sus padres, el odio que había empezado a gestarse en su
lejana habitación tinerfeña se había convertido en un asco y un desprecio
que se le hacían prácticamente insoportables. Odiaba a su hermano y a sus
padres y se odiaba a sí misma también, y paulatinamente se había ido
convirtiendo en una adolescente díscola, agria y descarada que empezó a
darse cuenta de que no encajaba en su familia.
Solía volar a un mundo secreto de fantasías, que le permitían
sobrellevar su cruda y resignada realidad, y allí soñaba con que era
adoptada y sus verdaderos padres vendrían algún día a rescatarla.
Imaginaba también futuros muy bonitos y diferentes, en los que llegaba el
momento de ir a la universidad, o de casarse y tener a sus hijos por fin en
sus brazos, o cualquier escenario en el que de una forma u otra pudiera
verse marchándose de aquella casa para no volver jamás.
Agustín seguía tocándola con frecuencia y la relación con sus padres se
había convertido en un desolado desierto plagado de ira y de ahogados
reproches que la consumían por dentro. Su odio y su rabia habían ido
creciendo exponencialmente con los años, al ver a su madre quedarse
callada y obedeciendo sumisa cada vez que su padre le mandaba callar con
un grito, o le pedía que le trajera las zapatillas, o simplemente que le
planchara un pañuelo.
Él, que seguía siendo un hombre distante y autoritario, era para Sara un
déspota que sólo venía a casa para dar órdenes y echarse la siesta después
de comer. No recordaba haber tenido con él una sola conversación, no ya
preguntándole cómo iba su vida o interesándose por ella, sino de ninguna
otra cuestión. Su tono solía ser alto y enérgico y cuando se sentaban a
comer y a cenar, lo habitual era que todos callaran y asintieran mientras él
hablaba.
También había momentos de cantos, juegos y risas, y pronto se dio
cuenta de que todo aquello jamás podría compensarla y hacerle reír como
veía hacerlo a sus hermanos. Entre los soliloquios y sermones de su padre,
se esfumaba en secreto a su mente y soñaba con el maravilloso día en que
por fin no tendría que volver a verle ni escucharle.
Odiaba aún más su madre, que le parecía una tonta ridícula y sumisa
que no se hacía respetar por su hombre. Hacerle barrer y recoger a diario la
habitación de sus hermanos por el hecho de ser mujer agudizó aún más su
desprecio hacia ella. Pero por encima de todo, la odiaba por no haberla
protegido como una madre debería proteger a su hija indefensa.
Cuando con catorce años por fin se sintió fuerte para enfrentarse a
Agustín, ya se había convertido en un esperpento malhumorado y rabioso,
un despojo humano roto y malherido que fue levantando entre ella y su
familia unos muros cada vez más altos e infranqueables. Los años de
juegos y risas con sus hermanos fueron dando paso a una distancia que sin
darse cuenta ella misma provocó, sintiéndose cada vez más interesada en el
nuevo y emocionante horizonte que se abría ante sus ojos: le gustaban los
chicos y pronto descubrió que ella les gustaba a ellos aún más. Encontró
una nueva fuente de placer al sentirse admirada y buscada, en la que su
autoestima resquebrajada podía remendarse con excitantes promesas de
romances aún prohibidos.
El pecado, el castigo divino, el infierno y el temido juicio final,
grabados a fuego en su piel con la huella indeleble de las manos de
Agustín, fueron adquiriendo mayor tamaño a medida que su cuerpo le pedía
explorar aquel nuevo mundo que le auguraba unas sensaciones
maravillosas, convirtiéndose en sus nuevos frentes a lidiar.
La iglesia de San Ginés, en Arrecife, no era muy distinta a la de
Tenerife, y cuando a los catorce años su primer novio quiso besarla, no
podía apartar de su mente la imagen de aquel enorme cuadro lúgubre y
siniestro que tenía que ver cada domingo, y que tanto pavor le causaba.
_No puedo hacerlo, Antonio_, le decía aplacando su ansia y su deseo
incipientes.
_Pero si no es nada malo Sara, sólo un beso…
Ella callaba cabizbaja sumida en su tormento, a la vez que escuchaba en
su mente el chillido ensordecedor de una nueva voz clamando libertad. En
cada ocasión, ésta acababa siendo brutalmente aplastada por la culpa
implacable, que aún gobernaba sin piedad su existencia entera.
_Ya te he dicho que no…”
“1986
Lanzarote
Un Curso de Milagros
Epigenética
El término, que significa “por encima de la genética, más allá de ella”,
fue acuñado por primera vez en 1942 por Conrad Hal Waddington, para
referirse al estudio de las interacciones que se producen entre los genes y
su ambiente en todos los organismos. La epigenética se define literalmente
como “el estudio de los mecanismos que regulan la expresión de los genes
sin una modificación en la secuencia del ADN. Los factores
genéticos que son determinados por el ambiente celular -en lugar de por la
herencia-, intervienen en la determinación del desarrollo de un organismo,
así que se puede decir que la epigenética es el conjunto de reacciones
químicas y demás procesos que modifican .la actividad del ADN pero sin
alterar su secuencia”.
Resumiendo y pasándolo a un lenguaje profano para que lo puedas
entender mejor, nos viene a decir que NO estamos condicionados por
nuestra herencia genética como se pensaba hasta hace bien poco, sino que
muy al contrario, nuestras propias experiencias de vida (entre las que
adquieren una importancia fundamental nuestros hábitos, pensamientos,
creencias y emociones), pueden influir en la actividad de nuestros genes de
una forma hasta ahora desconocida, y que además, estas “huellas” pueden
ser transmitidas a generaciones futuras (ese ya es el campo del
transgeneracional que veremos más adelante). Esto que acabas de leer te
puede parecer de entrada contradictorio con lo que llevo tiempo diciéndote
sobre la herencia que recibimos de nuestros ancestros, pero continúa
leyendo, y llegando al final de este capítulo le encontrarás el sentido.
Este nuevo enfoque de la biología lleva décadas acercando entre
sí a las dos corrientes opuestas que hasta entonces trataban de explicar si
los seres humanos “somos” o “nos hacemos”, es decir, si venimos
predeterminados por los genes que nos hayan tocado en suerte, o si nos
construimos a nosotros mismos a través de lo que aprendemos en la crianza
y en nuestro desarrollo.
En el año 2004, los investigadores Michael Meaney y Moshe Szyf
descubrieron que algunos genes de los ratones a los que sus madres no
habían cuidado satisfactoriamente, inhibían su actividad disminuyendo su
respuesta ante el estrés. Es decir, que los cachorros que recibieron menos
atención y cuidados, fueron más propensos a producir hormonas de estrés
en su vida adulta. Más adelante en el 2011, Szyf estudió a diferentes grupos
de niños, unos criados en orfanatos y otros por sus padres biológicos. Sus
conclusiones al observar la actividad génica de estos niños fueron iguales
que con los ratones: cuanto menos cuidados reciben los niños, más
inhibición se produce en la actividad de los genes del hipocampo, la zona
del cerebro que se encarga de la regulación de la respuesta al estrés. Lo que
nos está diciendo todo esto es que la calidad de la atención y los cuidados
que recibamos durante los meses de gestación y en nuestra crianza, hará
que aumente la actividad en algunos genes y que se desactive en otros. La
buena noticia es que estos cambios pueden seguir produciéndose a lo largo
de toda nuestra vida, lo que significa que no estamos condenados ni
predeterminados, pues transformando nuestra manera de pensar y de sentir
frente lo que nos ocurrió en el pasado, por muy desagradable que fuera,
podemos activar los genes que más nos beneficien y desactivar los que no
deseemos. Ahora puede aún que te estés preguntando: “¿Qué tiene que ver
todo esto con la herencia transgeneracional? Lo entenderás pronto…
En este punto tengo que presentarte a Bruce Lipton, biólogo celular y
autor del best-seller “La biología de la creencia”, en el que nos explica y
demuestra de una forma sencilla y magistral cómo nuestras creencias,
pensamientos, sentimientos y emociones afectan a nuestra actividad génica,
haciendo que unos genes se activen y otros permanezcan “dormidos”.
Como te imaginarás, esto nos coloca en un lugar totalmente nuevo ante la
vida, pues hemos pasado de ser las víctimas de nuestros genes que
postulaba el anterior modelo científico, a convertirnos en los creadores de
nuestra realidad.
Continuando con Lipton y sus investigaciones, la epigenética estudia
los mecanismos mediante los que se puede observar que es la membrana de
la célula y su relación con el entorno lo que controla la actividad genética.
Partiendo de esta observación, dedujo que la premisa científica que afirma
que los genes controlan la vida parte de un error fundamental, que es la
idea de que estos se pueden activar o desactivar por su libre albedrío. Sus
investigaciones demuestran que lo que desencadena su actividad depende
de la percepción del entorno de la célula. Siendo esto así, cómo una célula
perciba -interprete- su entorno y cómo responda a él, determinará qué
genes se activarán y cuáles no.
Ese entorno, es decir, la información que recibe del exterior a través de
su membrana, entre otras cosas está fundamentalmente conformado por
nuestros pensamientos y emociones, es decir, por las señales químico-
eléctricas que le llegan a través de éstos. Y puesto que las células tienen
dos mecanismos de supervivencia, el de crecimiento y protección, se sabe
por ejemplo que la química que provocan emociones como la alegría y el
amor, desencadenan procesos de crecimiento y expansión, mientras que el
estrés y la ira aceleran los de protección, que hacen que se suprima por
completo la actuación del sistema inmunológico.
Aplicando el antropomorfismo al estudiar a las células, o sea,
observándolas como si fueran personas en miniatura, Lipton dedujo que
nuestra existencia como seres humanos, lejos de estar determinada por los
“antojos” de nuestros genes, depende básicamente de nuestra manera de
percibir nuestro entorno y de la respuesta que demos al mismo, lo que a su
vez provocará que se activen en nuestro cuerpo unos genes u otros, ya que
todas las células de nuestro cuerpo están influenciadas por nuestros
pensamientos y emociones.
El resumen de todo esto viene a ser que nuestra actividad génica
está determinada por nuestra manera de interpretar el exterior, o lo que es
lo mismo, por cómo vivimos las situaciones de cada día y nuestra vida en
general. A su vez, nuestra percepción o interpretación viene dada por
nuestros sistemas de creencias, que nos han sido dados por lo que hemos
aprendido en la sociedad, en la familia, la herencia transgeneracional,
etcétera. Por pura lógica, dependiendo de cuáles sean las creencias -
inconscientes o conscientes- con las que vivimos, interpretaremos el
mundo y nuestras vidas de una manera u otra, y así, nos sentiremos de una
manera u otra, y responderemos a la situación de una manera u otra.
La conclusión de Lipton es que podemos hacer una transformación
radical en nuestras vidas, además de en nuestro cuerpo y en nuestra salud,
con el simple hecho de cambiar nuestras creencias y en consecuencia, la
manera de percibir nuestra realidad. En definitiva, su mensaje es que la
ciencia está empezando a vislumbrar un camino que deja atrás la antigua
imagen darwiniana del ser humano como una víctima controlada por sus
genes, para colocarle en la posición de ser el co-creador de su propia vida y
de su destino. Como poco, es esperanzador, ¿no te parece?
De esta manera, cuanta más paz y bienestar seamos capaces de crear
con nuestra nueva percepción y pensamientos, más nos acercaremos a
nuestro verdadero estado de ser, a lo que conocemos como Yo Superior,
Consciencia, o como quieras llamarlo. Está demostrado que cuanto más
tiempo permanecen el cuerpo y la mente en un estado de crecimiento y
expansión, nos volvemos más capaces e inteligentes, más intuitivas y
despiertas, incluso aunque aún no hayamos tomado consciencia de que en
todo momento somos nosotras quienes estamos creando nuestra realidad.
En esos casos, la persona en cuestión estará creando una vida de bienestar y
felicidad sin saber que es ella misma quien lo está haciendo posible.
Igual que las células activan genes de salud o enfermedad dependiendo
de qué estímulos perciban, nosotros potenciamos o bloqueamos nuestra
capacidad de conectar con nuestra realidad espiritual, con nuestro Yo
Superior, en función de cuán atrapados estemos aún en nuestros sistemas de
creencias, juicios, asuntos pendientes de sanar, etcétera. Resumiendo, y
citando al doctor Lipton: “Al cambiar nuestras creencias y pensamientos,
transformamos nuestra vida entera”.
Y en este punto tengo que volver a insistir: la única manera posible para
cambiar nuestras creencias y pensamientos, es sanando las emociones de
nuestra niña interior. Ya sabemos que nuestra mente genera siempre
pensamientos acordes a las emociones que estemos habituados a sentir, y
así, si por ejemplo aún vivo con culpa, tendré pensamientos del tipo: “otra
vez he fallado”, “me merezco lo que me ha pasado”, “no hago nada bien”.
Es por esto que las afirmaciones positivas no funcionan, pues tu
inconsciente jamás aceptará como cierto un pensamiento como “me quiero
y me merezco lo mejor”, mientras siga sin sanar en ti la emoción de la
soledad o el abandono. Los pensamientos concordantes en ese caso
serán más bien del tipo: “no merezco que me quieran”, “nunca seré feliz”,
etcétera. Sanando las emociones, gradualmente irán desapareciendo de tu
mente los viejos pensamientos junto con las creencias que los sustentaban,
e irán emergiendo nuevas formas de percibirte y de pensar acerca de ti
misma. Te aseguro que es así de mágico.
Volviendo a Lipton, él va más allá aún y afirma que observando
el simple funcionamiento de las células podemos deducir la existencia de la
Fuente de todo, o sea, de Dios, así como que seguimos existiendo después
de la muerte física. (Esto realmente no tiene relación con el tema que nos
ocupa, pero me parece tan interesante, que no quiero dejar de compartirlo).
Explica que cada una de las proteínas de nuestro cuerpo es un complemento
físico o electromagnético de todo lo que existe en nuestro entorno, y puesto
que somos básicamente máquinas compuestas de proteínas, somos
literalmente un reflejo de ese entorno, del campo cuántico, que algunos
llaman Universo, y otros muchos Dios.
Con respecto a la vida después de la muerte, argumenta que cada uno de
nosotros posee una única identidad biológica gracias a unos receptores de
identidad llamados autoceptores, que se encuentran en la superficie de
nuestras células. Estos autoceptores son el canal a través del cual nuestro
Yo verdadero se “descarga” desde el entorno, desde la Consciencia, es
decir, emite información en forma de vibración, de ondas, que sólo pueden
encajar con la identidad única a la que pertenecen. Estudiando casos de
pacientes que habían recibido trasplantes de órganos y que experimentaron
cambios psicológicos y conductuales, como por ejemplo el gusto repentino
por una comida concreta, llegó a la conclusión de que las células de los
órganos trasplantados aún conservan los receptores de identidad del
donante, y continúan recibiendo la misma “emisión”.
Así, concluyó que nuestra identidad verdadera, nuestro “Yo”, sigue
existiendo en el entorno aunque nuestro cuerpo físico ya no esté vivo, pues
se ha demostrado que cuando el cuerpo muere, la emisión continúa. Y
puesto que el entorno representa todo lo que existe y nuestros autoceptores
no son más que antenas que se sintonizan con una pequeña parte entre todo
el espectro posible, podemos deducir que todos nosotros representamos una
pequeña parte del Todo, una pequeña parte de Dios.
Volviendo al tema que nos ocupa y resumiendo todo lo anterior, la
epigenética, rompe con los cánones científicos que han postulado durante
más de un siglo que estábamos predestinados por la genética, y demuestra
con datos biológicos que son nuestras creencias las que seleccionan qué
genes se van a activar y cuáles no, y así concluye que somos los creadores
de nuestro destino en todo momento, pues nuestros genes dependen de
forma directa de nuestros actos, pensamientos y emociones, así como del
entorno medioambiental. Sabiendo todo esto, en vez de vernos como
víctimas de nuestros genes como hasta ahora, podemos asumir la
responsabilidad de que nuestra percepción, es decir, la manera en que nos
vemos a nosotras mismas y a los demás, moldea nuestra biología y nuestra
vida entera.
Este proceso de activación o desactivación de los genes está
relacionado con el núcleo y la membrana de la célula, y ocurre de la
siguiente manera: hasta hace unos años se pensaba que el cerebro de la
célula estaba en el núcleo porque es el que contiene el ADN, y ahora resulta
que no, que el verdadero cerebro es la membrana, a la que nadie le había
prestado atención, porque hasta la aparición del microscopio electrónico ni
se sabía que existía. En sus experimentos vio que si le quitas el núcleo a la
célula, ésta sigue viva durante varios meses, algo que sería imposible sin
cerebro. Y sin embargo, cuando le quitas la membrana, muere al instante.
Los estímulos ambientales que entran en contacto con ella son percibidos
por unas proteínas receptoras que ponen en marcha una reacción en cadena
de proteínas que pasan mensajes a otras proteínas, para desencadenar una
determinada acción en la célula. Estas señales abren la capa que protege al
ADN y seleccionan qué genes se activarán para responder al estímulo
ambiental. Así que el ADN no es el que desencadena esta reacción, sino la
percepción que tiene la membrana celular. Si no hay percepción, el ADN
está inactivo. Lo que nos lleva a lo dicho anteriormente, que los genes no
pueden activarse o desactivarse por sí solos como se pensaba, sino que la
vida sucede según cómo la célula responde a su medio ambiente.
Y aquí vuelvo a la importancia fundamental de nuestros pensamientos y
emociones, que son unas de las principales señales que va a recibir la
célula, a través de su vibración energética. En la misma línea, en su libro
“La revolución epigenética” Nessa Carey, una bióloga británica que trabaja
en el campo de la biología molecular, define la epigenética como “el
conjunto de modificaciones de nuestro material genético que cambia la
manera en que nuestros genes se encienden y se apagan, sin alterar a los
genes en sí mismos”. Es decir, la epigenética ocurre cuando un cambio en
el ambiente tiene consecuencias biológicas que duran más que la situación
que provocó este cambio.
A Lipton le maravilló también descubrir que frente a dos señales
contradictorias, la célula prioriza las órdenes del cerebro. Explica esto
mediante el experimento en el que introdujo histamina y adrenalina al
mismo tiempo en las células, y vio que las moléculas de adrenalina
anularon a las de histamina. ¿Y qué relación tiene esto con lo que estamos
diciendo de que la célula obedece al cerebro? Pues que la adrenalina se
produce en el sistema nervioso central, o sea, el cerebro, y la histamina se
produce a nivel local. Así que de esta manera tan simple pudo constatar que
definitivamente es la mente la que rige el cuerpo, y esto nos interesa
verdaderamente en nuestro propósito de crear una vida plena y feliz, pues
ya no tenemos ninguna duda de que transformando nuestros pensamientos,
que como ya hemos visto lo haremos sanando previamente nuestras
emociones, nuestra vida cambiará como por arte de magia.
A continuación transcribo un texto suyo que me parece
sumamente interesante e inspirador:
“Nos han hecho creer que el cuerpo es una máquina controlada por
genes sobre los que no podemos ejercer ninguna autoridad. Esto implica
que somos víctimas de esa situación, `pues no los elegimos, los recibimos
al nacer y ellos programan lo que sucederá.
Cogí tres grupos de células, las puse en tres placas de Petri y cambié
las condiciones, cambié el medio de crecimiento y los componentes del
medio ambiente en cada una de las tres placas. Luego verifiqué que en una
de las placas se formó hueso, en otra músculo y en otra, células liposas.
¿Qué fue lo que controló el destino de cada una de ellas si eran
genéticamente idénticas? Esto demuestra que los genes no lo controlan
todo, sino que es el ambiente, el ser humano el que controla, dependiendo
de cómo lee su entorno, de cómo su mente lo percibe.
Estamos en un punto de la historia en el que hemos de elegir ser
soberanos o
permanecer dependientes. No estamos limitados por nuestros genes
sino por nuestra
percepción y nuestras creencias”
Y ahora sí, habiéndote dado esta base, podemos pasar al terreno del
transgeneracional y al final veremos cómo es posible la transmisión.
Enfoque transgeneracional:
Repasando lo que vimos en el capítulo 6, el concepto
“transgeneracional” hace referencia a la información que se traspasa de
generación en generación y que abarca valores, modelos y patrones de
pensamiento y comportamiento que tienen que ver tanto con lo que fue
dicho como con lo que quedó tapado o callado.
Esta transmisión no ocurre solamente entre una madre o un padre y su
hijo, lo que sería una herencia intergeneracional, sino que también hay
influencias de generaciones anteriores en cada nuevo miembro del clan,
con el objetivo de que un conflicto silenciado o no reparado en la familia
pueda ser sanado a través de estos descendientes.
En consecuencia, el enfoque transgeneracional tiene muy en cuenta
nuestra historia genealógica para que podamos asumir el rol que nos
corresponde en nuestro árbol y resolvamos tanto las situaciones excluidas
de la conciencia familiar como las creencias que las sostienen.
Habitualmente, estas transmisiones afectan hasta tres o cuatro
generaciones, en las que los descendientes acabamos expresando de forma
inconsciente la información que hemos recibido en forma de enfermedad,
trauma, conflictos repetitivos, etcétera.
Así, el transgeneracional nos lleva a contemplar el inconsciente no sólo
en el ámbito individual, sino a darle una concepción más amplia que abarca
también los patrones familiares, históricos y culturales. Tal como apunta
Anne Schützenberger en su libro “¡Ay, Mis abuelos!” y como vimos
también en el capítulo 6, la transmisión transgeneracional tiende un puente
entre el inconsciente individual y el inconsciente colectivo.
En la misma línea, en “Tótem y tabú” Freud se pregunta acerca de la
necesaria continuidad de la vida psíquica en las sucesivas generaciones,
pues de lo contrario, nos veríamos obligados a comenzar desde un principio
el aprendizaje de la vida, lo cual excluiría toda posibilidad de progreso en
este terreno.
Esta perspectiva nos obliga inevitablemente a reflexionar sobre
nuestros ancestros, el lugar que ocupan en nuestras vidas, las
identificaciones que establecemos con ellos, y especialmente el legado que
nos han dejado, pues sin saberlo todos tenemos vínculos con nuestro
sistema familiar que nos mantienen ligados a nuestros antepasados y a sus
traumas, mediante una identificación inconsciente.
De ahí que entre nosotros y nuestros ancestros se establezca una lealtad
invisible mediante la cual cargamos con experiencias traumáticas que no
son nuestras, que fueron silenciadas y que no se elaboraron en su momento.
Esta información familiar se transmite en bruto sin haber sido reparada y
podemos afirmar que a partir de esta lealtad, todos recibimos una historia
singular que no es propia, pero que se incorpora en nuestro psiquismo y
determina nuestra experiencia vital.
Vamos a ver ahora el concepto de los traumas, que es lo que hemos
vivido nosotras con nuestra experiencia del abuso sexual, así como la
explicación de que el único propósito que hay en ella es su sanación, con la
consiguiente evolución hacia el despertar, tanto el nuestro como el de
nuestro árbol.
Trauma
Como hemos visto, desde el punto de vista transgeneracional el trauma
se entiende como un vestigio de un hecho doloroso o vergonzoso del
pasado que se desliza por todo el árbol genealógico para que el miembro de
la familia sobre el cual recae, pueda elaborarlo. Cuando en una familia se
producen acontecimientos traumáticos importantes, éstos se mantienen
vivos de manera inconsciente y se transmiten a la descendencia si los que
sobreviven no hablan de ello. Las cargas ancestrales son el residuo de este
suceso traumático silenciado, que se va transformando y afecta de manera
diferente a las posteriores generaciones:
En la primera generación ocurre un hecho que no se puede expresar por
vergüenza, horror, represión, etcétera, y al no poder hablar de ello, la
experiencia no se repara y se mantiene presente en la persona que la ha
vivido. Esta información queda atrapada en el inconsciente y se convierte
en un secreto, en algo que nunca debe ser revelado y del que no se puede
hablar debido al dolor, la vergüenza o la culpa que generaría. Pero el
impulso de la Vida, a través del amor, buscará la manera de que ese secreto
pueda manifestarse para que el clan pueda liberarse del peso que conlleva.
De esta experiencia traumática que heredamos lo importante
realmente no son los detalles de lo que sucedió y a los que difícilmente
tenemos acceso (en las Constelaciones Familiares sí podemos indagar en lo
que ocurrió si es necesario, esto lo veremos en el capítulo 15), sino cómo
nos afecta en nuestra vida y su forma de manifestarse, que suele ser en
forma de repetición, a través del fenómeno llamado “identificación
alienante”. Se le llama así porque la persona que repite la experiencia no
sabe que está manifestando un trauma inconsciente no elaborado, y
dependiendo de cómo lo viva, o bien le impedirá acceder a su identidad y a
su propio desarrollo, o le servirá como trampolín hacia el despertar.
Así, las palabras que fueron silenciadas, las escenas que no pudieron
ser rememoradas, las lágrimas ahogadas, se ocultan con el secreto aunque
quedan “grabadas”. Como ya vimos en el capítulo 6, el síntoma intentará
revelar esta información a la vez que la parte inmovilista del inconsciente
familiar buscará mantenerlo en silencio debido al miedo de hacer algo
diferente, así como a una lealtad inconsciente hacia el ancestro en cuestión.
Con todo esto, tal vez ya hayas llegado a la conclusión de que está en tus
manos, como portadora del trauma en tu familia, sacarlo a la luz y
repararlo a través del amor y el perdón.
Como ya te he dicho, nuestro inconsciente familiar alberga todos los
traumas y heridas no sanados de nuestros ancestros, que son los que nos
llevan a vivir las experiencias necesarias bien en nuestra infancia o bien
más tarde, para que se exprese en nosotros el recuerdo de ese dolor.
Después, como ya te he explicado también, nuestro inconsciente individual
-el ego- buscará escapar de esa herida, llevándonos siempre a evitar
situaciones que intuye serán dolorosas. Esto es lo que UCDM llama “vivir
en el sueño”, cuando aún no somos conscientes de para qué creamos las
experiencias que vivimos, y las seguimos repitiendo cayendo una y otra vez
en los viejos patrones del victimismo y las quejas, los juicios, las
proyecciones, la culpa, el miedo, etcétera.
Si de verdad queremos vivir despiertas y trascender nuestras heridas,
necesitamos adquirir el hábito de observar no sólo nuestras emociones y
cómo éstas se manifiestan en nuestro cuerpo a través de sensaciones o
síntomas, sino también todo lo que está sucediendo en nuestra vida,
especialmente en las relaciones interpersonales, pues ahí es donde más
información relevante vamos a encontrar: en los espejos que la vida pone
en nuestro camino, muchas veces en forma de cuñada insoportable, de
compañero de trabajo intragable, o de hijo toca-pelotas.
Volviendo al tema, si hubo una mujer en el árbol que vivió en la
opulencia a costa de soportar maltratos de un marido, o reproches de otros
familiares y fue expulsada de su propio clan, muy probablemente alguna
mujer de una generación futura elegirá inconscientemente evitar la
abundancia, y mientras no sane la herida oculta, no comprenderá por qué no
logra la holgura económica que sí desea conscientemente. Siguiendo el hilo
conductor de la emoción que despierta en ella la falta de abundancia, esta
mujer podrá llegar a sanar la herida original y cambiará su relación con el
dinero, sin necesidad de saber nada de aquella abuela, bisabuela o
tatarabuela.
Puede ocurrir también que repitamos literalmente la situación
traumática: vivimos la misma experiencia que un ancestro como esa
oportunidad de gestionarlo de una manera diferente y así reparar la herida:
si una mujer vivió abusos en el seno de su familia y no pudo contarlo
porque las condiciones sociales y culturales se lo impidieron (éste fue el
caso de mi familia), la nieta o bisnieta lo vivirá y sentirá un fuerte impulso
de contarlo las veces necesarias hasta ver que la experiencia ha logrado su
objetivo: no sólo reparar el dolor de aquella bisabuela, sino también sanar
el patrón del inconsciente familiar de seguir callando y haciendo como si el
hecho no tuviera importancia.
Cuando eres capaz de Ver más allá de la experiencia, dejas de vivir
como una víctima indefensa y sientes que un nuevo Poder se abre paso
dentro de ti. Esto sólo puede ocurrir a través del verdadero perdón, esa
visión de la que ya te he hablado que nos permite comprender que en
realidad no hay nada que perdonar, pues cada cual estaba haciendo la parte
que le correspondía en la trama. Cuando lo puedes vivir así, empiezas a
experimentar en tu vida los cambios que tanto habías buscado. Esto no
significa que se hará realidad todo lo que tu mente desea, pues
probablemente aún estés proyectando mucho desde el ego, pero sí vas a
empezar a sentir emociones como paz o gratitud ante las mismas
situaciones que antes te producían enfado o algún tipo de malestar. Y este
cambio es el que te llevará al siguiente nivel: te convertirás en la Creadora
consciente de tu vida.
Hilando con lo que comentaba del sentido transgeneracional del trauma,
no es casual que después de llevar toda la vida sintiéndome sola,
incomprendida y excluida frente a mi madre y mis hermanos en lo
referente a la experiencia del incesto en nuestra familia, éste sea el segundo
libro que mi alma me empuja a escribir sobre el tema. Gracias a las
Constelaciones Familiares tuve la oportunidad de ver cómo varias mujeres
de mi árbol vivieron el incesto en silencio, con la vergüenza y la culpa que
siempre lo acompañan, y el día que comprendí que tengo dentro de mí la
capacidad no sólo de sanar todo aquel dolor, sino también de proteger a las
futuras generaciones de mi clan, me resulta muy difícil encontrar las
palabras para transmitirte el enorme regocijo que sentí.
Por otro lado, la sanación no sólo tiene que ver con nosotras o con
nuestro clan, pues también implica a la gran familia que somos como
Humanidad. En mi caso, sé que este libro podrá ayudar a muchísimas
mujeres que hayan vivido o estén viviendo experiencias similares. Y es así
como todo lo que hemos vivido, por muy doloroso que haya sido, cobra un
sentido mágico y espiritual que nos recuerda y nos confirma una vez más
que somos Uno, y que en el fondo de nuestro Ser, desde la esencia que
verdaderamente somos, hay una fuerza y una voz que nos empuja a
colaborar unos con otros, a ayudarnos, a compartir, y a experimentar la
plenitud que sentimos cuando lo que hacemos cobra un sentido superior
sólo por el hecho de saber que le va a servir a otro ser humano.
Porque recuerda: no existe tú y los otros, sólo existe el nosotros, como
Uno. Y que ese Uno, nuestra Realidad Esencial, es siempre Amor, Paz,
Comprensión, Alegría, Plenitud y Compasión.
El Puente Mágico
Recapitulando todo lo anterior diremos que en cualquier sistema
familiar, todo lo que ha quedado sin decir, los secretos, las culpas, los
miedos y traumas, se heredan hasta que algún miembro del clan pueda
repararlos. Hemos visto también que esta herencia no se trata de un castigo
ni de una condena insalvable, sino que es una oportunidad maravillosa de
sanar esta información que se transmite generación tras generación, dando
a las almas de los descendientes una ocasión única para reinterpretar lo que
sus ancestros habían entendido mal.
Te he explicado que esa información se transmite a través de
alteraciones que se producen en el ADN, y que éstas tienen lugar debido a
los grupos metilo, pero ¿qué es lo que hace realmente que se activen unos
genes y otros no? ¿Qué hace que un grupo metilo se adhiera a un gen y no a
otro?
Como ya vimos cuando te hablé de las conclusiones de Lipton, los
genes son activados o desactivados en función de las señales externas que
reciben del entorno, y como ya sabemos, esas señales vienen dadas en
última instancia por nuestra percepción. Esta a su vez se forma a través de
nuestras creencias, que a su vez dan lugar a nuestros pensamientos y
sentimientos. Pero el origen verdadero de todo esto, el crisol en el que se
cuece cada uno de estos ingredientes, es nuestra frecuencia vibracional. Y
ésta la conforman esas emociones limitantes que tanto nuestros ancestros
como nosotras nos habituamos a recrear una y otra vez para no volver a
sentir aquella primera angustia de separación que vivimos en la infancia.
Así que de nuevo, volvemos al lugar donde se encuentran todas las
respuestas que necesitamos, tanto para comprender la transmisión
transgeneracional (hemos heredado ciertas tendencias psicológicas y
conductuales en función de cómo nuestros ancestros vivieron sus
emociones), como para empezar a hacer cambios reales en nuestra vida
aquí y ahora, entrando en nuestras emociones genuinas y atendiendo a
nuestra niña interior, tal como te expliqué en el capítulo 5. Sólo de esta
manera podremos dejar de recrear aquellas emociones paralizantes y
dañinas con las que aquella abuela o bisabuela manejó la situación y
habremos dado un sentido al dolor, tanto al suyo como al nuestro, liberando
al clan de la necesidad de seguir perpetuando la experiencia.
Nuestras emociones. Siempre nuestras emociones, serán ese puente
mágico que nos llevará de la oscuridad a la luz, el vehículo conductor que
nos une a nuestros ancestros y a toda la información inconsciente que
llevamos en nosotras. Fíjate si es importante que nos tomemos el tiempo
para reconocerlas, aceptarlas, entrar en ellas, y darles el amor y la
comprensión que nuestra niña nos está pidiendo a gritos a través de ellas.
Hasta aquí hemos llegado a comprender cómo recibimos esta
transmisión, y también podemos utilizar esta información para darnos
cuenta de que observando las emociones predominantes en nuestra vida
podemos adivinar qué hemos heredado no sólo del clan, sino también del
gran inconsciente colectivo, pues nuestro inconsciente alberga muchísima
información: la que hemos vivido nosotras, la que han vivido nuestros
padres, la de nuestros ancestros, y también las que hemos acumulado en
nuestro inconsciente como Unidad. Y toda esa información es la que nos
hace ver las cosas de una forma determinada, es la que conforma los pilares
de nuestra programación mental, y la que hará que nuestros grupos metilo
activen unos genes u otros.
Además de la actuación de los grupos metilo que acabamos de ver, para
entender en profundidad cómo se transmite la información a través de
nuestras emociones contamos también con las maravillosas aportaciones
que la física cuántica nos está brindando al respecto. El resumen podría ser
que estas emociones de nuestros ancestros llegan a nosotras a través de
nuestra constante interacción con el campo cuántico, y más adelante, en el
capítulo 14, te explicaré con detalle de qué te estoy hablando.
Quiero volver a insistir en esto: desde los primeros capítulos del libro
ya sabes que puedes transformar las emociones de culpa, miedo o ira con
las que habitualmente te has manejado en tu vida, aceptando y abrazando
las emociones auténticas de abandono, tristeza, soledad e inseguridad que
éstas esconden. Sabes también que sólo así podrás atravesar la angustia de
la mano de tu niña interior, y que ésta te llevará directamente al amor y a la
ternura, a la plenitud del verdadero Ser que eres, que te ha estado
esperando desde siempre. De esta forma harás que los grupos metilo
inhiban el estrés, el malestar, la ansiedad, etcétera, y este cambio producirá
a su vez nuevos programas, creencias y patrones mentales en ti, pues como
te he dicho, todo lo que ocurre en tu mente y en tu vida va en función de tu
mundo emocional.
En este punto podrías preguntarme: entonces, si traigo esa información
para luego tener que liberarme de ella, ¿no es contradictorio? Y la
respuesta es que no lo es, pues como hemos visto en varias ocasiones a lo
largo del libro, si la información del clan desapareciese naceríamos vacíos,
sin aprendizajes previos. No evolucionaríamos, tendríamos que empezar de
cero una y otra vez, y como ya sabes, el clan, a pesar de presentar sus
resistencias, es empujado siempre por la Consciencia, que le conduce hacia
la evolución, hacia el despertar espiritual de cada uno de sus miembros.
Como te he dicho en repetidas ocasiones, heredamos la información de
las heridas del clan para sanarlas. No vivimos la experiencia para sufrir,
sino para darle otra visión, ahora sin sentir culpa y sin culpar, sino
perdonando. En realidad es una bendición, no una putada como piensa la
mayoría y como hemos pensado nosotras ante la experiencia de abusos que
vivimos. Si heredamos una información con una carga muy potente, como
en nuestro caso un trauma, es porque tenemos la capacidad de perdonar lo
que nuestros ancestros no supieron comprender o integrar.
De todo el clan, en este momento exacto somos el alma idónea para
perdonar a todos. Nos podemos convertir en la persona que limpia todas las
historias pendientes del pasado, la que puede vivir la misma experiencia de
algún ancestro sin cometer su mismo error. Como ya vimos en el capítulo
del chivo expiatorio, suele ocurrir que el hijo o la hija más problemática,
que es la que carga con el trauma familiar, es la que puede liberar a todos
los demás.
Ya te he explicado que hay una razón superior para que esto sea así, y
reincido en ello porque es vital que lo entiendas y lo integres para que
desde este mismo instante, puedas dejar de verte como una víctima
indefensa, enfadada, y sedienta de justicia. A través de todo aquello que
nuestros ancestros no entendieron o no vivieron desde el amor y la
aceptación, nosotras tenemos en nuestras manos la oportunidad sagrada de
liberar al clan mediante la comprensión y el perdón, no hay más.
Como ya te he dicho varias veces, no se trata del perdón cristiano en el
que tú me has hecho daño o te has equivocado y yo te perdono porque soy
muy buena, colocándome de esta manera por encima de ti. El perdón
verdadero, tal como nos muestra una y otra vez UCDM y que también te he
mencionado, es comprender que en realidad no hay nada que perdonar, pues
todos vivimos atrapados en los programas inconscientes que hemos
heredado. Me viene a la mente un relato que leí hace tiempo que refleja
esto a la perfección: un hombre va en el autobús y de repente alguien le da
un fuerte empujón por detrás, tan fuerte que casi se cae al suelo. Su primera
reacción es darse la vuelta muy enfadado y de manera airada gritarle a
quien le ha empujado. En cuanto se gira, ve a una mujer ciega, y toda su ira
desaparece en cuestión de un segundo.
De igual manera podemos aplicar esta nueva mirada hacia todos
aquellos que pensamos que nos han decepcionado o hecho daño: por un
lado ellos no sabían lo que hacían, pues estaban “ciegos”, condicionados
por sus programas inconscientes y por su propio dolor, y por otro lado,
tarde o temprano tendremos que aceptar que nadie, ni ningún
acontecimiento externo a nosotras, puede realmente hacernos daño. Una
vez más te repito que todo lo que sientes sólo puede venir de tu percepción,
de la forma en que interpretas y vives las situaciones. Nadie te ha hecho
daño, nunca.
Si tú, como niña abusada que fuiste, eres capaz de integrar esta visión
en toda tu situación de vida y “perdonar” tanto a tu abusador como al resto
de la familia por no haberte comprendido y apoyado en los años
posteriores, y lo más importante, perdonarte a ti misma por el daño que
también te has hecho tratándote como te has tratado, estarás trascendiendo
esa herida que viene del clan.
Otras mujeres de tu árbol se quedaron atrapadas en el odio, la ira, una
baja autoestima o el miedo, y dejaron esa herida sin sanar. Tú eres ahora el
“soldado en primera línea”, y en tus manos está en este mismo momento
que a tus hijas, nietas y bisnietas llegue una información nueva y fresca que
les permita vivir experiencias y relaciones más plenas, más cercanas al
amor y a un nivel más elevado de consciencia. A estas alturas ya sabes que
en realidad tu alma aceptó vivir el trauma, independientemente de que tu
ego aún lo siga viendo como una cruz.
En el siguiente capítulo vamos a profundizar en los mecanismos del
ego, la culpa y las proyecciones. Encuentro imprescindible darte esta
información para que veas con más claridad cómo has afrontado hasta
ahora tu experiencia de abusos, atrapada en la percepción limitada de tu
ego y en la repetición de los patrones tóxicos de tu clan.
Como te dije en las primeras líneas de este capítulo, la mayor ilusión y
mi objetivo principal al escribir este libro es que a partir de esta toma de
conciencia puedas despertar en ti el deseo de empezar a verlo todo de una
manera completamente diferente, y que este cambio empiece por cómo te
ves a ti misma.
X: Ego, Culpa y Proyección
Como ya hemos visto en capítulos anteriores, el ego es la ilusión de la
separación, el miedo que surgió en todos nosotros en cuanto nos sentimos
culpables porque pensamos que fuimos separados de la Fuente por haber
hecho algo mal. ¿Recuerdas la explicación del primer capítulo sobre cómo
a los tres años perdimos nuestra conexión interior para amoldarnos al
entorno? Después este entorno nos falló y surgieron en nosotras por
primera vez la angustia y la culpa, que fueron las emociones que
impulsaron a nuestra mente a construir un “yo” separado y diferente de lo
que éramos en nuestra autenticidad.
Encuentro fundamental dedicar un capítulo al ego y a su
funcionamiento, pues nosotras, que hemos sido profundamente heridas,
tuvimos que hacer un doble esfuerzo a la hora de levantar una coraza entre
nuestro corazón y el mundo. En el capítulo 1 vimos también los
mecanismos con los que construimos el ego y cómo éste se las arregla
desde entonces para que sigamos atrapadas en los viejos patrones de
pensamientos y conductas, por mucho que éstas no nos permitan vivir la
vida que realmente deseamos. Ahora nos vamos a centrar en las dinámicas
principales que el ego utiliza para perpetuar nuestro aprisionamiento, que
como ya sabes, es su manera de evitar que volvamos a sentir aquella
angustia original.
Empezaré diciéndote que la buena noticia es que esta separación es tan
sólo una ilusión, pues no estamos más separados de Dios y de Su creación
que lo que una gota de mar puede estar separada del mismo mar. Vivimos
en Dios, nos movemos en Dios, y tenemos nuestro ser en Dios. A
continuación transcribo un fragmento de la lección 45 de UCDM (“Dios es
la mente con la que pienso”), que nos aporta mucha luz con respecto a
nuestra realidad esencial:
“Los pensamientos que piensas con la mente de Dios no abandonan tu
mente, porque los pensamientos no abandonan su fuente. Por consiguiente,
tus pensamientos están en la mente de Dios, al igual que tú. Están en tu
mente también, donde Él está. Tal como tú eres parte de Su Mente, así
también tus pensamientos son parte de Su Mente.
¿Dónde están pues, tus pensamientos reales?....”
“…Debajo de todos los pensamientos insensatos e ideas descabelladas
con las que has abarrotado tu mente, se encuentran los pensamientos que
pensaste con Dios en el principio. Están ahí en tu mente, ahora mismo,
completamente inalterados. Siempre están en tu mente, tal como siempre lo
han estado. Todo lo que has pensado desde entonces cambiará, pero los
cimientos sobre los que eso descansa son absolutamente inmutables.
Ahí es donde tu mente está unida a la Mente de Dios, ahí es donde tus
pensamientos son uno con los Suyos”.
“…Trata de recordar cuán importante es para ti comprender la
santidad de la mente que piensa con Dios. Deja a un lado, aunque sea
brevemente, todos los pensamientos que son indignos de Aquel de Quien
eres anfitrión. Y dale gracias por los pensamientos que Él está pensando
contigo”.
Esta lección nos dice que nuestros pensamientos reales, es decir, los
que pensamos con Dios, no tienen nada que ver con los pensamientos
habituales de nuestra mente, y que nada de lo que creemos que vemos
guarda relación alguna con la verdadera visión, con la Realidad. Esto en un
principio nos podría generar desasosiego e incluso terror, pues podemos
sentir que no tenemos nada a lo que aferrarnos, pero lo cierto es que cuando
comprendemos de verdad lo que nos está diciendo, nos damos cuenta de
que se trata de deshacer la locura en la que hemos vivido hasta ahora para
llevarnos a la cordura, a nuestra verdadera esencia. Debajo de esa coraza
protectora que construyó nuestro ego, hay una mente sana que piensa
pensamientos completamente cuerdos y que únicamente ve la Verdad, y
esos son los pensamientos que tenemos cuando regresamos por fin a la
Fuente, a aquella Unidad de la que creímos habernos separado. Estos
nuevos pensamientos se traducirán en las palabras sagradas que saldrán de
tu boca cada vez que te pongas delante del espejo y mirando a tu niña
interior a los ojos, sientas en lo más profundo de tu corazón que ya no
puedes seguir haciéndole daño.
Recapitulando, el ego es la parte de nuestra mente con la que nos hemos
identificado, es decir, el yo que creemos ser, que no es más que una
estructura defensiva que creamos para sobrevivir al dolor y el desamparo
que sentimos al creernos separados de la Unidad. No somos esa identidad
que creemos ser, y al mismo tiempo ella encierra dentro de sí todo el
potencial que nos puede llevar a nuestra Verdad. ¿Recuerdas cómo? Sí, a
través de nuestras emociones, has acertado. Sigamos.
La conciencia, el ser que eres en esencia, es como una antena que puede
captar mensajes o bien de la Fuente, o bien del ego, pues ambos están en tu
mente. Cuando escuchas a la Fuente sientes paz, plenitud, amor y gratitud,
y cuando escuchas al ego, sientes dolor, ira, miedo y ansiedad. Sabiendo
esto, a partir de ahora puedes prestar atención e intentar darte cuenta de que
en cualquier situación en la que no te sientas completamente en paz, ten por
seguro que es porque has decidido reaccionar sin amor ante ella, es decir, la
estás viviendo desde el ego.
Y ahora me podrías hacer la siguiente pregunta. ¿Por qué hacemos caso
al ego una y otra vez, si nos produce tanto malestar? La respuesta es
simple: por la falsa sensación de poder que nos da el hábito inconsciente de
juzgar, que es lo que hacemos por inercia cada vez que sentimos alguna de
esas emociones desagradables (a no ser que estemos trabajando en nosotras
mismas con un compromiso verdadero). A través de los juicios que
proyectamos en los demás, así es como el ego nos hace creer que tenemos
el control de nuestra vida.
En tu yo egoico, tú tienes una serie de ideas, prejuicios, opiniones y
etiquetas con las que te defines a ti misma y a tu vida, y las decisiones que
tomas se basan en esa jerarquía de valores y creencias, que en realidad sólo
buscan que te sientas aceptada y querida. Pero al mismo tiempo, los demás
también han construido su propia identidad con otros valores e ideas
distintas, y de ahí surgen las comparaciones, los ataques y los juicios, que
vienen de ese estado mental en el que ya no te sientes una con los demás y
con todo lo que te rodea, y que busca siempre, siempre, siempre, recuperar
aquella sensación perdida de saberte amada y segura en todo momento.
El ego no sabe vivir sin verse como una víctima, igual que no sabe
asumir la responsabilidad de lo que ocurre en su vida y de lo que siente con
ello, y lo más importante: siempre busca tener razón, porque si no, cree que
se perdería a sí mismo. Cuando desde el ego crees que tienes que
solucionar los “problemas” que la vida te presenta, te colocas en un estado
mental de ansiedad e incertidumbre en el que sólo esperas que los
resultados se manifiesten en el exterior de la forma en que tú deseas.
Actuando de esta manera, no te das cuenta de que desde ese lugar de tu
mente no puedes escuchar la voz de tu Ser, pues las respuestas que
necesitas sólo pueden llegar a ti cuando te sientes tranquila y confiada.
A medida que vayas trabajando con tu niña interior y tus emociones,
llegará un día en el que ante las mismas situaciones que antes te generaban
miedo, enfado o ansiedad, te sentirás segura y capaz de afrontarlas, aunque
en ese momento aún no sepas cómo lo harás. Dejarás de vivir la situación
como un problema y sabrás que se resolverá por sí misma, ya no esperarás
un resultado concreto y confiarás en que recibirás la guía y las señales que
necesitas. Todo esto ocurrirá porque habrás dejado de preocuparte, y te
estarás ocupando de lo único verdaderamente importante: escuchar y
atender a tu niña y a sus emociones, aquí y ahora.
Al vivir en la Verdad sabrás que lo que necesitas llegará a ti, ya no te
preocuparás de cómo o cuándo ocurrirá, que eran las ocupaciones
preferidas de tu ego, y sabrás que no hay nada externo a ti, que todo ya está
en tu interior. Tu mente estará tranquila porque el miedo habrá
desaparecido y podrás escuchar a tu voz interior, que te inspirará para saber
qué necesitas hacer, que al final, siempre es perdonar. Perdonarte a ti
misma y a los demás, que en realidad son la misma cosa.
La lección 48 de UCDM, “No hay nada que temer”, nos dice que “la
conciencia de que no hay nada que temer indica que en algún lugar de tu
mente, aunque no necesariamente en un lugar que puedes reconocer, has
recordado a Dios y has dejado que Su fortaleza ocupe el lugar de tu
debilidad. En el instante en que estés dispuesta a hacer eso, ciertamente no
habrá nada que temer”. Nos está diciendo que hay una parte de nuestra
mente -la única que es real-, en la que aún recordamos nuestra conexión
con la Fuente, con Dios, y que es esa parte de nuestra mente la que nos está
guiando hacia el despertar. De esta manera, cada vez que seamos capaces de
vivir una situación “conflicto” sin dejarnos abrumar por el miedo,
significará que hemos logrado reconectar con esa parte de nosotros que
nunca olvidó la Verdad y que está en constante comunicación con Dios,
tanto si somos conscientes de ello como si no. En cada momento somos
libres para elegir a cuál de las dos partes vamos a escuchar, a la voz de las
preocupaciones y las quejas, o a la que nos habla de paz y plenitud.
Comprendo que te pueda resultar muy difícil creer que realmente esta voz
está en tu interior, y yo puedo asegurarte que si de verdad la buscas, la
encontrarás.
Volviendo al ego y a sus mecanismos, además de llevar consigo los
arquetipos, los recuerdos ancestrales y los deseos que ha ido reprimiendo
en el camino, siempre está repitiendo los únicos patrones que conoce y que
te muestro a continuación. Puedes aprovechar para observarte mientras los
lees e intentar darte cuenta de cuántos de ellos resuenan contigo:
El ego…
Juzga, condena y excluye
Señala los fallos, los propios o los de los demás, cuando desde el Ser, ni
siquiera los vemos
Reprime emociones para no sentir culpa
Proyecta fuera sin ver que todo viene de él, que todo es su reflejo.
Proyecta para excluir y así perpetúa la idea de estar separado, generando
miedo y dolor una y otra vez, olvidándose de que el Ser proyecta
únicamente para extenderse desde el amor.
Tiene miedo
Necesita controlar preguntando “cómo”, “cuándo”, “por qué”…
Cree que tiene que hacer algo para demostrar su valía y recibir
reconocimiento
No quiere que las cosas cambien
Cree que si da, pierde. Cuando da, es para obtener algo
Cree que debe valerse por sí mismo para solucionarlo todo, ha olvidado
que el Todo se ocupa en todo momento de cada una de nosotras
Cree en la carencia, que está desposeído, y que tiene que hacer algo
para agradar a Dios
Es egoísta, manipulador y exigente
Busca problemas
Se mete en las vidas ajenas para aconsejar o juzgar
Sufre depresión o ansiedad cuando no consigue lo que quiere
Cuando “perdona”, lo hace para sentir que es bueno. No sabe que el
perdón verdadero es ver que él mismo se ha hecho daño y que el otro sólo
está ahí para reflejárselo
Haciendo un repaso de lo que hemos visto hasta ahora en el capítulo,
podemos decir que la mente es una y que tiene el poder de crear tanto lo
falso como lo verdadero (lo que hemos llamado “partes” de nuestra mente).
La “parte” real, tu verdadero Ser, te enseña a percibir más allá de tus
creencias y de tu ego, porque la Verdad está por encima de ellos. En
definitiva, el sentido de la existencia es experimentarnos en el sueño para
recordar y descubrir quiénes somos, jugando a lo que no somos. Cuando
comprendemos esto, la vida se convierte en una aventura mágica y
maravillosa en la que la alegría, el juego, el disfrute, la empatía, la paz, el
amor y la gratitud son sus principales ingredientes. Para llegar a ello, es
imprescindible que lo deseemos de verdad y que estemos dispuestas a hacer
nuestra parte: observar nuestros pensamientos y emociones y entrar en ellas
atendiendo a nuestra niña. El resto, simplemente sucederá. Te lo prometo.
Ahora voy a hablarte de la culpa, que es la base sobre la que se sustenta
la estructura del ego, y después pasaremos a los mecanismos que éste
utiliza intentar alejarte del dolor.
Culpa
En el primer capítulo ya vimos cómo ésta nos atrapa cada vez que
vivimos una situación conflictiva desde el ego en lugar de afrontarla desde
el amor y la comprensión.
La culpa es un arquetipo, un constructo universal que tiene un
dinamismo propio y que se activa de forma inconsciente, dependiendo de
cada sociedad y de cada época histórica. Es una de las grandes
programaciones que sufrimos los seres humanos y surge del error de dividir
las cosas en buenas o malas, cuyo ejemplo y legado más vívido en nuestra
cultura occidental podemos encontrar en la historia bíblica de Caín y Abel.
Ahora te voy a explicar cómo apareció en nuestra mente el primer
pensamiento de que Dios está enfadado con nosotras y que tenemos que
hacer sacrificios y sufrir para demostrarle que somos buenas y que
merecemos el cielo, o sea, su perdón. También vamos a ver cómo surgió en
nosotras la idea loca de tenerle miedo, y digo “loca” porque realmente lo
es. Tal como nos recuerda UCDM en la lección 46: “Dios no nos perdona
porque nunca nos ha condenado, y primero tiene que haber condenación
para que el perdón sea necesario”.
En ocasiones recuerdo con mucho amor y ternura lo culpable que me
sentí de niña desde el día que creí que Dios estaba muy enfadado conmigo
y que me había condenado al infierno porque mis genitales ya habían
perdido su “pureza”. Aquella niña que fui ya sabe desde hace muchos años
que ninguno de aquellos pensamientos que fabriqué en mi mente fue real,
pero eso no quita que el sistema automático de la culpa asome
ocasionalmente en mí ante otras situaciones que no tienen nada que ver con
mi sexualidad, por ejemplo en mi papel de madre (*)
Cada vez que me pasa, lo vivo como una oportunidad más para seguir
sanando a mi niña, y con el tiempo he conseguido que ocurra en ocasiones
muy contadas y cada vez con menor intensidad. Te cuento esto porque
todos aprendimos desde pequeños a sentirnos culpables, a todos se nos
exigió que fuéramos diferentes a como éramos, y nos convencimos de que
había algo erróneo en nosotros. Sin importar de qué manera venga
disfrazada la culpa ahora en nuestra vida, siempre tendrá relación con aquel
desamparo y el terror que sentimos al vernos sin un apoyo interno ni
externo, que nos llevó a sentir la angustia original. Así aparecieron los
primeros pensamientos culpabilizantes que nos decían “he hecho algo mal
y por eso sufro. Me merezco lo que me pasa. Soy mala”. Todo se originó
con aquellas ideas de habernos separado de nuestra Fuente y que
merecíamos sufrir por haberla traicionado, y de esta manera aprendimos a
temerla.
Es por esto que si no le tuviéramos miedo a Dios (algo que nos ocurre de
manera totalmente inconsciente), no podríamos sentirnos culpables, y
como ya te he dicho en varias ocasiones, éste es el propósito último de
nuestra existencia: volver a Casa, comprendiendo que nunca existió un sólo
motivo por el que tuviéramos que sentirnos indignas, malas o merecedoras
de castigo, y que jamás se produjo esa separación.
Veo importante señalar que este sentimiento de culpabilidad no afecta
únicamente a las personas religiosas, como muchos piensan. Las personas
ateas también la sienten, ya que es una información inconsciente que
funciona por sí sola en todos nosotros, y los ateos, lo sepan o no, han
recibido también esa herencia ancestral del inconsciente colectivo del que
todos somos parte. El mecanismo se originó como te he explicado unas
líneas más arriba: nos desconectamos de nuestro interior al buscar el apoyo
en el entorno exterior, y cuando este exterior nos falló sentimos la angustia,
que nos llevó a la culpa porque pensamos que habíamos hecho algo mal.
Finalmente, el miedo a volver a vivirla hizo que nuestra mente construyera
el ego, que intenta siempre quitarse esa culpa de encima, a través de
diferentes mecanismos. Entre ellos están los sacrificios, que después se
convierten en resentimientos (después de todo lo que he hecho por él, mira
cómo me lo paga…), que siempre van acompañados de la manipulación, a
través del victimismo y buscando dar pena. Además de estos, los
mecanismos preferidos del ego son la proyección y los juicios, que
veremos enseguida.
En un último apunte con respecto a la culpa antes de entrar en las
dinámicas del ego, quiero recordarte que siempre, en cada momento y
situación, lo tenemos todo potencialmente a nuestro alrededor, y que sólo
está esperando a que vayamos a por ello. El caso es que mientras no
saquemos a la luz esas creencias inconscientes que nos hacen sentir
culpables y no merecedores de todas las cosas buenas que deseamos para
nuestras vidas, no podremos acceder a ellas. Fíjate si es fundamental
observar tus pensamientos y emociones y hablarle a tu niña interior, no me
cansaré de repetirte que ahí encontrarás el tesoro que andas buscando, lo
único que realmente has deseado siempre: sentir y saber que eres Una con
la paz y el amor de Dios, y poder recordar y aceptar por fin que es cierto lo
que nos dicen las lecciones 49 y 50 de UCDM: “La voz de Dios me habla
durante todo el día” y “El Amor de Dios es mi sustento”.
“Si quieres crear cambio, tienes que hacerlo desde un nivel de energía
que sea más grande que la culpa, más grande que el dolor, más grande que
el miedo, más grande que el rencor, más grande que la vergüenza y más
grande que la falta de merecimiento”
Joe Dispenza
Proyección
Ves tu vida y todo lo que te rodea desde uno de estos dos lugares: de la
proyección, que viene del miedo y la culpa, frutos de haberte creído que
estás separada de Dios, o desde la extensión de ti misma, que ocurre cuando
te sientes unida a todo y sabes no sólo que tu esencia es el amor, sino que
también eres amada por la Fuente. Esta percepción verdadera se
produce cuando sabes que todo lo que ves fuera viene de tu interior, y ya no
necesitas buscar culpables ni culparte a ti misma. Eres capaz de ver el error
de tu mente, de mirarte con comprensión y compasión, y de ver la
inocencia tanto en ti como en los demás. Comprendes que no hay nada que
perdonar, pues ahora sabes que tanto ellos como tú estabais –o estáis-
dormidos.
Como nos enseña UCDM:
“Soy responsable de lo que veo. Elijo los sentimientos que experimento
y decido el objetivo que quiero alcanzar. Y todo lo que parece sucederme,
yo misma lo he pedido, y se me concede tal como lo pedí”
Cada pensamiento de tu mente está creando tu realidad todo el tiempo,
contribuyendo a la verdad o a la ilusión, al amor o al miedo, a la felicidad o
al dolor. Insisto de nuevo en que si estás decidida de verdad a coger las
riendas de tu vida, necesitas observar tus pensamientos y las consecuencias
que éstos traen siempre consigo, pues como bien sabes, si escuchas y sigues
a la voz en tu mente que justifica tu enfado, tus juicios o la culpa, te
mantendrás atrapada en una espiral repetitiva que no te permitirá liberarte
del hábito insano de vivir a través de esas emociones destructivas.
¿Recuerdas que ya vimos que cada emoción que sentimos lleva inherente
su propio patrón de pensamientos porque el ego no es nada original?
Tendemos a pensar que los sucesos externos son los que hacen que
pensemos de determinada manera, y no nos damos cuenta de que es justo al
revés: el pensamiento siempre ocurre primero, no hay nada fuera de nuestra
mente que pueda causar que pensemos y nos sintamos de una manera o de
otra. Lo que interpretamos, sentimos y pensamos, es lo que ha creado el
mundo que vemos.
Siendo esto así -y lo es-, cuando somos capaces de cambiar la
información de nuestra mente, es decir, nuestra manera de percibirnos a
nosotras mismas, cambiamos también lo que proyectamos fuera, pues no
podemos ver en el exterior algo diferente a lo que vemos dentro. UCDM
nos resume esta idea con una rotundidad cristalina:
“Es imposible no creer lo que veo y también es imposible ver lo que no
creo”.
Existen múltiples caminos que pueden ayudarnos a transformar esta
percepción, desde el mindfulness, la meditación, la psicoterapia y un
larguísimo etcétera, y en mi experiencia personal, después de años
trabajando en mí misma probando muchas de estas vías, la única manera en
que yo pude hacer de verdad este cambio en mí fue cuando mi niña interior
empezó a sonreírme a través del espejo.
Desde ese día cada vez se me fue haciendo más fácil ver oportunidades
para seguir sanándome donde antes veía sólo problemas que “me
enfadaban”, ignorancia o desconocimiento en los demás cuando antes veía
intención de herirme, o ver también a posibles amigas en mujeres que antes
habría percibido como rivales. Al ir sanando mis heridas dejé de
proyectarlas fuera, y todo a mi alrededor comenzó a cambiar de una forma
maravillosa. Debo decir que ahora, mirándolo con retrospectiva, sé que el
trabajo que llevaba tiempo realizando con UCDM supuso un catalizador
extraordinario que aceleró este proceso hacia la paz y la libertad emocional
en las que ahora vivo.
En definitiva y resumiendo lo anterior, lo que te estoy diciendo todo el
tiempo es que no podemos cambiar el exterior, pues eso no es más que un
deseo ilusorio del ego. Lo único que sí podemos transformar es nuestra
mente, nuestra manera de ver. Entonces proyectamos otro mundo, y todo
cambia.
“Lanzarote
1992
Los encantos y los músculos de Javi, una especie de Tarzán con un sex-
appeal salvaje y arrollador que no pasó desapercibido para su Diosa desde
que le vio entrar en su pequeño apartamento, fueron los culpables. Con
melena azabache que caía sobre sus hombros bronceados y fornidos, unos
ojos de color café que hacían que se estremeciera cada vez que los clavaba
en ella, y una presencia cautivadora y arrebatadoramente sensual, Sara se
sumergió sin poder evitarlo en una estrepitosa vorágine de emociones y
voces explosivas, en las que por un lado el ávido deseo carnal que había
resucitado desde sus entrañas, y por otro una culpa despiadada y atroz,
luchaban encarnizadamente en su interior, cada cual ansiando lograr su
propia victoria.
¿Pero cómo puedo sentir esto, si estoy enamorada de Jose? ¡Ay, justo
un mes antes de irnos! ¡Joder!
Durante los siete días en los que aquel Dios desparramaba sin pudor su
poderío y en los que las miradas, las sonrisas y los fugaces contactos de
pieles húmedas y saladas la iban extasiando cada vez más, los pequeños
resquicios de cordura que habían quedado indemnes en ella la salvaron de
saltar al pozo profundo y oscuro que la llamaba sin piedad con sus cantos
de sirena.
¡Dios, qué tortura!, se decía cada noche antes de quedarse dormida.
Esto va a ser algo pasajero Sara, en cuanto te vayas a Londres te olvidarás
de él, se repetía, intentando convencerse de que “su rareza” no había vuelto,
pues ya se había curado de aquello y lo que le ocurría era sólo una broma
pesada del destino.
La noche antes de que Felipe y sus amigos regresaran a Las Palmas, su
Diosa y su cuerpo entero seguían estremeciéndose y reverberando en
secreto cada vez que su mirada se cruzaba con la de Javi. Sabía que él
sufría también su propio infierno abrasador y que de manera tácita y por
respeto a Jose, ambos habían decidido no dar rienda suelta a la locura que
les había poseído.
Un roce. Sólo un roce suyo. No necesitó más.
Él deslizó suave, despacio, deliberada y furtivamente un dedo sobre su
hombro desnudo. Y en aquel momento, en el que cada poro de su piel se
estremeció y su sexo dejó escapar un grito mudo ahogando el placer
arrollador que la embargó…lo supo.
Ay Javi…algún día…”
“Gran Canaria
1992
_¡Mi hija amancebada!_, gritó encolerizado_. ¡Mi hija viviendo en
concubinato! ¿Cómo puedes hacernos esto?
Sus padres estaban sentados en la cama de su habitación y Sara
permanecía de pie frente a ellos, dispuesta a escuchar lo que quisieran
decirle para después argumentar su firme decisión de irse a vivir con su
novio sin haberse casado previamente.
_¡Qué decepción!_, seguía gritando su padre con lágrimas en los ojos_.
¡Qué decepción más grande, Sara!
¡Están locos! ¡Estos dos están como unas putas cabras, joder!, pensaba
mientras presenciaba la escena, que le pareció lo más kafkiano que había
visto en su vida.
Pues si supieran lo de Javi…ya me echarían directamente al fuego
eterno...ironizó su payasa interior.
Iba a comenzar a hablar para explicarles que ella no creía en un Dios
que la estuviera mirando desde el cielo midiendo lo bueno o lo malo de su
conducta en función de cómo viviera sus relaciones afectivas y sexuales, y
que al Dios en el que ella quería creer no le importaba que estuviera casada
o no, cuando de pronto su madre intervino.
_¡Si lo sé te aborto!
¿Q…? ¿¿¿Qué???
_¡Si lo sé te aborto!_, repitió, apuñalándola en lo más profundo de su
alma con el frío de una mirada acusadora y glacial.
Sara enmudeció. Sus padres también. Un silencio ensordecedor les
sacudió de golpe, al tiempo que un calor insoportable se quedó incrustado
en su nuca.
No se esperaba aquello. De pronto se hundió en una oscuridad
insondable en la que su mente, incapaz de procesar lo que acababa de
escuchar, la dejó paralizada durante unos segundos que le parecieron
eternos. Aquello dolió. Muchísimo. Sencillamente, no estaba preparada
para algo así.
¡Si lo sé te aborto! Las palabras y su gélida mirada se sucedieron una y
otra vez a cámara lenta en su cabeza, intentando cerciorarse de que no
había sido un mal sueño y que su madre realmente había sido capaz de
soltarle aquella salvajada.
Notó cómo las lágrimas comenzaban a asomar en sus ojos temblorosos
y antes de romper a llorar delante de ellos, pudo reaccionar girándose con
un gesto brusco para marcharse de la habitación, con todo su ser agitado
por la vieja rabia y el profundo asco que desde hacía años no había vuelto a
sentir con aquella intensidad.
_Bueno hija…no he querido decir...
_¡¡¡Estáis locos!!!_, la interrumpió girándose de nuevo, ahora con la
mirada cargada de odio.
¡¡¡Esto es lo que vuestra Santa Puta Iglesia y vuestro Dios han hecho de
vosotros!!! ¡¡¡Me dais pena!!!_, les gritó antes de salir de la habitación
dando un portazo, reprimiendo el impulso de reprocharles que no les había
importado tanto su vida sexual cuando su hermano abusaba de ella siendo
una niña.
¡Se lo tenía que haber dicho, joder! ¡A ver qué habrían respondido a
eso estos dos puritanos de mierda! ¡Bah, que les den por culo de una vez y
para siempre!
Aunque los juiciosos mensajes eclesiásticos que tan fuertemente le
habían inoculado desde pequeña seguían aún incrustados en su psique,
llevaba años escuchando una lejana voz en su interior que le decía que
aquellos mandatos divinos no eran ciertos. Que si realmente existía un
Dios, no podía ser tan justiciero y cabrón.
Su espíritu inquieto y rebelde había ido cogiendo con los años cada vez
más fuerza en su interior frente a aquel Dios que escudriñaba sus pecados y
la condenaba implacablemente a los infiernos. Y en aquel momento,
aquella voz rugió con más fuerza aún dentro de ella.
¡Si existe un Dios, no puede estar tan aburrido como para que su
máxima preocupación sea estar mirando lo que hago con mi coño, joder!
_¡Felipe, esta noche salgo contigo! ¿A qué hora habéis quedado?_, le
preguntó tras darse una ducha y relajarse un poco”.
“Gran Canaria
1992
El bullicioso ambiente nocturno de la capital de la isla le encantó. Las
calles y los edificios eran mucho más bonitos y modernos que los de
Arrecife y aunque ya había estado allí en varias ocasiones, aquella noche
todo parecía estar impregnado de una belleza y una magia que durante unas
horas le hicieron olvidarse del fatal desencuentro con sus padres y de todas
sus cavilaciones posteriores.
Había acordado pasar la noche en casa de una amiga y al día siguiente
coger directamente el vuelo de regreso a Lanzarote, para no tener que
volver a verles. Javi caminaba a su lado, transportándola de nuevo a ese
mundo suyo de Diosa y de poder, en el que acariciarle, besarle y perderse
por completo en el infinito placer que intuía junto a él, eran las únicas
imágenes que su mente torturada podía proyectar. El rojo crepúsculo, con
sus tímidos rayos de sol asomando en el horizonte de la playa de Las
Alcaravaneras, se veía mucho más hermoso entre sus brazos, firmes y
musculosos.
Habían pasado la noche bailando, bebiendo, charlando y riendo…
aproximándose tímida y lentamente con cada roce y con cada mirada a
aquel momento en el que por fin Sara sucumbió a su batalla interna y le
permitió besarla.
No quiso ir más lejos. No quiso lanzarse al pozo oscuro. No quiso irse
con él a casa de su amiga, Jose no se merecía aquello. Sólo necesitaba
comprender qué era aquella atracción arrolladora que se había
desencadenado en ella hacia aquel amasijo de músculos risueño y
encantador, y lo que descubrió al caer rendida entre sus brazos la
descorazonó aún más.
Ay Javi, quiero más… ahora sé que me gusta todo de ti...
Dos semanas después, miraba nostálgica desde la ventanilla del avión
cómo el majestuoso risco de Famara se iba haciendo cada vez más
pequeño, evocando unos deliciosos recuerdos que le hablaban de anhelos y
deseos prohibidos.
Allí fue donde me rozó el hombro, ay…
La niebla y el frío londinense les esperaban y aunque intentó mantener
viva la ilusión que durante tantos meses había forjado junto a Jose, una
parte de ella sabía que ya nada sería igual.
Con el tiempo pasaré página y todo volverá a ser como antes, se mintió,
mientras agonizaba al ver cómo Lanzarote desaparecía en el horizonte azul,
sintiendo que allí se quedaba también la magia que le había unido a aquel
Dios al que difícilmente podría olvidar”.
“Londres
1993
_¿Volverás conmigo algún día?_, le preguntó con los ojos temblorosos.
_No lo sé...tengo que vivir esto...no sé lo que va a pasar…te quiero,
pero para saber si quiero seguir contigo tengo que quitarme estas dudas de
encima...
Jose regresó a Lanzarote y ella se sintió libre por fin para volver a los
brazos de Javi y comprender qué era aquello tan imperioso que la atraía
hacia él.
Tal como había intuido durante los largos meses londinenses, aquel
Dios de pelo azabache y músculos arrebatadores la elevó a un universo de
placer y sensaciones infinitas, en las que por fin pudo despertar a su Diosa.
Volvió a sentirse exultante y plenamente colmada, penetrando sin pudor en
aquella profunda caverna de deleites inconmensurables, a los que se
entregaba cada noche con sus alas desplegadas.
En aquel paraíso plagado de besos y caricias interminables, los
remordimientos solían colarse repentinamente, cuando menos los esperaba.
A medida que iba acostumbrándose a sus labios y a su piel, enamorándose
cada vez más de aquel torrente de sensualidad salvaje, Jose la seguía
llamando desde Lanzarote para contarle que apenas podía comer, que la
echaba de menos y que ya había encontrado un trabajo, animándola a
volver con él. Cada vez que hablaban se le partía el corazón, y llorando
desconsolada intentaba convencerse de que su verdadero amor estaba en
Lanzarote y que Javi era tan sólo un capricho pasajero.
Quería a Jose y quería también a Javi. No podía comprender qué era lo
que le ocurría y las miradas y comentarios reprobatorios de algunos de sus
hermanos se abigarraban sobre los suyos propios, haciendo que su ya
debilitada autoestima se resquebrajara bajo los afilados puñales que se le
clavaban en el alma.
_Le he dicho a Javi que no le conviene estar contigo…que tú haces
daño_, le reprochó Felipe una noche al regresar juntos a casa.
Yo no busco hacer daño…yo sólo quiero amar y ser amada...se dijo al
escuchar sus palabras, sintiendo el agudo dolor de saberse incomprendida
por su hermano. Debido a su corta diferencia de edad, habían sido amigos y
confidentes durante su infancia y adolescencia, pero con los años y sin ella
comprender bien por qué, un muro se había ido levantando entre ellos dos.
_Tú haces daño, Sara. A ningún amigo mío le animaría a salir
contigo_, reiteró.
La opinión de Felipe sobre cualquier asunto siempre tenía mucho peso
en la familia, y también en ella. Respetado por todos debido a su carácter
recio y seguro de sí mismo, sentía ante él -al igual que ante casi todos sus
hermanos- un secreto complejo de inferioridad y vergüenza que la
transportaba con frecuencia a un lugar frío y sombrío en su interior en el
que siempre volvía a sentirse como la niña pequeña, invisible e indefensa
que un día había sido. El tono de Felipe fue firme y severo mientras
conducía impasible, y Sara no pudo más que buscar a sus eternas
confidentes allá en el cielo y desahogar en ellas sus lágrimas mudas, a las
que por más que lo intentó, no fue capaz de frenar.
Yo no soy mala. Os voy a demostrar a ti y a toda la familia que no soy
mala Felipe, siguió animándose en silencio, mirando a las estrellas desde la
ventanilla del coche con los ojos aún llorosos.
Yo sólo quiero ser normal, como todos vosotros…a mí tampoco me
gusta cómo soy… pero no puedo evitarlo…se decía, mientras a su mente
venían unos irrefrenables pensamientos de arrasar la nevera en cuanto
llegaran a casa.
Fueron pasando los meses y de nuevo había irrumpido en ella aquella
desaforada necesidad de comer para acallar las tormentosas voces que la
asediaban sin clemencia. Llenaba así el insoportable vacío interior
en el que realmente vivía, y también liberando a su Diosa cada noche en los
expertos brazos de Javi. Sus padres se habían mudado al País Vasco unos
meses atrás y lo agradeció infinitamente, pues de otra manera habría tenido
que buscarse otra estancia, incapaz como era de volver a vivir bajo su
mismo techo.
Al menos la convivencia con mis hermanos sí es llevadera, solía
decirse, sobre todo por el apoyo incondicional de Álvaro…qué haría sin
él…
_Ahora sí que la he cagado bien. Sí que estoy jodida Álvaro, queriendo
a dos hombres a la vez y sin poder aclararme…estoy más loca de lo que
pensaba..._, le dijo una noche, acordándose con nostalgia de su última
conversación con Jose pocos días atrás.
_Tú no estás loca Sarita, esto le puede pasar a cualquiera, ya verás
cómo algún día lo verás todo más claro_, intentaba consolarla.
_¿Y lo de no poder dejar de comer? ¿y lo de tener problemas con casi
todos los hermanos?”
“Gran Canaria
1994
Vivió por fin unos meses de tranquilidad, hasta que inevitablemente y
una vez más, se cansó de Javi en cuanto vio que él se había enamorado de
ella. Había comenzado a recordar de nuevo a Jose con nostalgia y de pronto
dejaron de bastarle aquel sexo maravilloso y su cuerpo perfectamente
musculado, ante el que ahora sólo sentía el insoportable sopor que le
producía ver a un chico prendado de ella y entregado a sus pies.
Entró de lleno en una nueva fase de atracones incontrolables ante la
mirada hastiada de sus hermanos, que al igual que ella misma, no podían
entender qué era lo que le ocurría.
¿Por qué no puedo ser como el resto de mis amigas o mis hermanas?
solía decirse sintiendo un profundo desprecio hacia sí misma. Muchas de
ellas llevan ya años con sus parejas y no conozco a nadie que le pase lo
mismo que a mí… y tampoco conozco a nadie que suba veinte kilos en dos
meses y los vuelva a bajar en pocas semanas… ¿qué me pasa, joder?
Dejó a Javi y en secreto siguió acordándose de Jose y del amor que
había perdido con él, aceptando con un dolor desgarrador que cualquier
posibilidad de un nuevo acercamiento era ya completamente imposible.
_Todos sabíamos que nos traerías problemas al venirte a vivir aquí_,
volvió a apuñalarla Felipe una noche que salieron a tomarse unas
cervezas_. No es fácil convivir contigo Sara, sólo vas a lo tuyo.
Para mí tampoco es fácil vivir conmigo, Felipe…se dijo ocultando con
sus largos rizos las lágrimas que comenzaron a correr por sus mejillas.
_¡Aquí eres una intrusa! Estás rompiendo la armonía con la que
vivíamos_, le dijo una tarde Marian, que había vuelto de Lanzarote unos
meses antes que ella.
_¡Pues tendrás que aceptar mi presencia, porque tengo tanto derecho
como tú a vivir en esta casa!_, le devolvió, amparándose en la recurrente
fachada altiva con la que se había acostumbrado a ocultar el insoportable
dolor que realmente bullía por sus venas.
Cuánto daría por ser tan querida y valorada como tú, se dijo mientras
se alejaba de ella dando grandes zancadas entre ininteligibles
imprecaciones. Me gustaría tanto saber qué se siente al ser vista como la
buena de la familia…yo también soy buena…en realidad no me conocéis...
Su carácter arisco, temperamental y confrontador había provocado en
los meses que llevaba conviviendo con sus hermanos enfrentamientos con
todos ellos excepto con Álvaro, al que le seguía uniendo un vínculo
irreductible.
Harta de sí misma y de la inestabilidad que gobernaba su día a día,
decidió parar en seco y cambiar su vida radicalmente. Se propuso no volver
a estar en pareja hasta asegurarse de que no volvería a ocurrirle lo de
siempre y comenzó a leer con avidez libros de autoayuda y a asistir a
charlas sobre crecimiento personal y espiritualidad, buscando
comprenderse a sí misma y reconstruir una vida estable y serena, como la
que durante un tiempo había podido acariciar junto a Jose.
Ya no voy a buscar más mi felicidad fuera de mí, se decía a diario. Está
claro que ahí sólo encuentro confusión y dolor…para mí y para los
demás”.
“Gran Canaria
1997
_De acuerdo David, quiero creerte. Iremos a terapia_, le dijo al aterrizar
en el aeropuerto de Gando, escasas semanas después de aquella
conversación con su amiga.
_En mis primeras citas con una mujer, siempre busco su punto débil
para poder atraparla por ahí.
Sara no daba crédito a lo que estaba oyendo. ¿Quién era aquel
desconocido que estaba sentado frente a ella?
_¿Y cuál...cuál era mi punto débil?_, se atrevió a preguntarle en un
hilillo de voz casi inaudible, temblorosa y asustada, intuyendo su respuesta.
Se encontraban en la consulta de un prestigioso psicólogo de la ciudad,
en un colosal esfuerzo por reparar el desencanto y la amarga decepción que
en cuestión de horas, habían dinamitado sin piedad la plenitud en la que
había vivido durante los dos últimos años.
_Mamá Sara. Ese era tu punto débil_, confesó cabizbajo, metiendo la
cabeza entre las piernas y ocultándola con sus brazos.
_¿Qu...? ¿Qué? ¿Qué estás diciendo? ¿Me estás diciendo que durante
todo este tiempo has usado mi deseo de ser madre para enamorarme? ¿Me
estás diciendo que estás tan enfermo, David?_. Sara no podía frenar el
torrente de lágrimas que corrían ya desaforadas por sus mejillas, mientras
sentía cómo su alma, una vez más, se resquebrajaba en mil pedazos.
_Lo siento...siento haberte hecho esto..., sólo espero que lo podamos
arreglar y que entiendas...
_¿Y a ella..., a ella también le decías lo mismo?_ Sus ojos temblorosos
seguían desbordados, mientras con las manos trataba de sujetar con fuerza
sus rodillas, que no dejaban de chocar entre sí.
_No_, se limitó a responder, aún cubriéndose el rostro con sus brazos.
_¿Y qué coño le decías a ella?_, gritó finalmente, tratando
infructuosamente de mantener la calma_. ¡Y ten la decencia de mirarme a
la cara!
_Viajes. A ella le gusta viajar_, admitió por fin, atravesándola con
aquellos ojos a los que tanto había amado y que ahora sentía fríos como
puñales.
_¿Qué? ¿Viajes? ¿Y no vas a ser capaz ni de pronunciar su nombre?
¡Quiero oírte decir su nombre, David!_, volvió a gritarle.
_Emi. Su nombre es Emi_, obedeció, agachando de nuevo la cabeza.
Comenzaron a bullir en su mente numerosos recuerdos de los distintos
viajes de trabajo que él había realizado, todas las mentiras que habían
salido a la luz en aquella interminable noche en Madrid...y abatida y
volviendo a atar cabos, se echó las manos a la cabeza sin poder creer lo que
estaba ocurriendo.
¡Mira que me lo advirtieron, joder!, rumiaba para sí, incapaz aún de
digerir todo lo que acababa de oír. Esto tiene que ser un castigo por lo que
les hice a Javi y a Jose…
De pronto, tras uno o dos eternos minutos de silencio en los que la
tensión y el asco se habían clavado en cada poro de su piel como dardos
envenenados, se levantó resoplando y con paso firme, se dirigió hacia la
puerta.
_Adiós, doctor Pacheco_, pudo bufar finalmente tras frenar en seco con
la manilla en la mano_. Gracias por sus esfuerzos, pero aquí ya no hay nada
que arreglar. Ya le pagará él la sesión_, rugió, dando un sonoro portazo.
Poseída por la rabia y sin haber dado aún ningún paso, se giró para abrir la
puerta de nuevo y gritarle: “¡Eres una mierda envuelta en papel de regalo,
David! ¡Eso es lo que eres...un mierda de tío y un desgraciado! ¡No vuelvas
a llamarme ni a buscarme en tu puta vida! ¡Cabrón!
Ya en la calle, deambuló sin rumbo durante horas, intentando aplacar el
torrente de emociones que la embargaban. No le importó que la gente
notara que lloraba y tampoco que en más de una ocasión se la quedaran
mirando cuando gruñía en voz alta un “¡Qué hijo de la gran puta!”. “Es que
no me lo puedo creer”. “¡Mamá Sara!”
Los recuerdos de los últimos días, devastadores como el mayor de los
tornados, se agolpaban implacables en su cabeza en un infructuoso intento
de comprender cómo las cosas habían podido llegar hasta aquel fatídico
final.
Exhausta y destrozada, decidió sentarse en alguna terraza y descargar
toda la rabia en su pequeño diario, que siempre llevaba encima. Como
había hecho desde niña cada vez que algo la perturbaba, necesitaba
imperiosamente vomitar con su puño y letra todo lo que estaba sintiendo.
“Gran Canaria
1998
Tú también me gustas cada vez más, Jonattan. Eres tú, lo que llevo años
esperando..., se repetía mientras le admiraba sumida en un hechizo
irremediable.
_Cariño, te dije que no te emocionaras con él_. La voz de su amiga
Alejandra retumbó en ella sacándola de golpe de su ensimismamiento.
_No, tranquila...es muy simpático, pero nada más_, mintió, intentando
ocultar el embrujo en el que ya nadaba a ciegas.
_Sara, en serio. Es un mujeriego. No es como David, éste al menos no
es un cabrón, pero no es lo que tú quieres.
_No me nombres más a David, por favor. Me lo estoy pasando muy bien
esta noche y no quiero ni acordarme de él. Además, en un mes me iré a
Guatemala, así que no hay ningún problema.
Era la primera vez en un año que había logrado pasar más de dos horas
sin acordarse de su ex, y Alejandra la estaba revolviendo sin darse cuenta.
_Perdona, cariño. Pero por favor, ten mucho cuidado, ¿vale? Me han
hablado de él...
_Uau, te ha dedicado una canción tía, qué fuerte ¿no?_, les interrumpió
Anabel, una amiga de María que las acompañaba esa noche.
_Y cómo te mira, guapa. Ya me gustaría a mí que me hubiera hecho la
mitad de caso desde que le conozco del que te ha hecho a ti sólo en una
noche.
_¿Le conoces desde hace mucho?_, quiso saber.
_Sí, hace un par de años ya, cuando vino de Menorca. Tuvimos una
historia, pero él enseguida se cansó y me dejó por otra.
_¿Lo ves?_, terció Alejandra con vehemencia, visiblemente molesta por
el interés que su amiga empezaba a mostrar ya sin disimulo.
Estuvo tentada de preguntarle a Anabel si era cierto aquello de que era
tan bueno en la cama, pero reprimió su impulso para evitar que Alejandra
siguiera disuadiéndola de caer en sus redes. Tratando de justificar a
Jonattan, pensó que no era de extrañar que hubiera pasado de Anabel. Ella
era unos diez años mayor y aunque sí era una mujer atractiva, no encajaba
con él. No tenía ese algo “especial”, esa profundidad en el alma que ella sí
emanaba y que él había sabido percibir, porque también la tenía.
_Cariño, te conozco bien_, insistió su amiga_. Sé que ahora mismo
estás pensando que por fin le has encontrado, que Jonattan es lo que
siempre has deseado y que vais a vivir una historia de amor maravillosa,
pero...
_¡Para!_, la frenó en seco poniendo su mano frente a ella.
_Si me voy a equivocar, es sólo asunto mío, déjalo ya, coño.
_Pues perdona que te diga que no es sólo asunto tuyo_, le espetó con
tono cáustico_, ¡porque llevo un año entero viéndote llorar por las paredes
y sin hablar de otra cosa que no sea David y del daño que te ha hecho, y no
me apetece nada volver a pasarme otro año viéndote igual por otro hombre!
¡Porque te veo muy capaz de no irte a Guatemala si te enamoras de él!
_¡Pues yo pensaba que las amigas estábamos para ayudarnos en
momentos así, Alejandra!_, le respondió también enfadada ante las miradas
de sorpresa de todas las que estaban sentadas a la mesa, eludiendo el
comentario sobre Guatemala.
_¡Claro que estoy para ayudarte, pero ya me estoy cansando de verte
caer en barrena, Sara!_, hablaba con un tono cada vez más elevado_. Llevas
un año fuera de ti, acostándote con todo bicho viviente esperando encontrar
el amor que perdiste con lo de David, y así no te puede ir bien, ¿no lo
entiendes?
_¿Y qué problema tienes con que me líe con quien quiera? ¿Me vas a
venir ahora con el rollo ese de que una mujer tiene que hacerse respetar y
bla bla bla? ¡No me jodas! ¡Tengo treinta años, y puedo hacer con mi vida
y con mi sexualidad lo que me dé la gana!
Se conocían hacía varios años y tenían confianza para hablarse de esa
manera, aunque era la primera vez que Sara se enfadaba tanto con ella.
Alejandra era dieciocho años mayor, y después de haberse divorciado de
Alex tras un largo matrimonio, llevaba un par de años disfrutando de su
soltería, sin mostrar ningún interés por volver a tener una relación con un
hombre, ni siquiera para algún fugaz encuentro carnal.
_¡Que tú hayas clausurado tu vida amorosa y que estés tan feliz así, no
quiere decir que las demás tengamos que hacer lo mismo!_, volvió a
gritarle.
_No se trata de eso Sara, es que parece que no puedes vivir sin un
hombre al lado y estás dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de no estar
sola_, le respondió con contundencia_. Con David te pasó lo mismo...todos
te advertimos, pero tú decidiste meterte de cabeza y mira lo que te pasó...
_¿Me estás diciendo que yo tuve la culpa de aquello? ¡Esto es lo que me
faltaba por oír, joder!_, se enfureció aún más_. ¿Es que se te ha olvidado
todo lo que ocurrió? ¡El enfermo era él, Alejandra, no yo! ¡No te
confundas! ¡Pero tranquila, que ya no vas a tener que soportar más mis
problemas!_, vociferó mientras cogía el bolso y su Tropical y se dirigía con
pasos agigantados hacia la barra.
Ya me tiene harta joder, siempre con sus soliloquios llenos de consejos.
¡A la mierda!
Apuró en un sorbo lo poco que le quedaba de su cerveza y le pidió otra
al camarero mientras se acomodaba en un taburete, colocándolo en
dirección al escenario.
La mirada de Jonattan, que seguía actuando sobre el tablado, se quedó
clavada en la suya transportándola de nuevo a aquella espiral de ensueños
donde ella era la princesa elegida y sus anhelos más profundos se
convertían en viejas promesas cumplidas.
Ahora cantaba “Whatever you want”, de Status Quo, y le respondió
exhibiendo su sonrisa y su mirada más seductoras.
Tú eres lo que quiero, Jonattan. Y esta noche vas a ser mío, se dijo
mientras se humedecía los labios pasando la lengua muy lentamente sobre
ellos”.
“Gran Canaria
1998
“San Sebastián
2000
“San Sebastián
2004
“San Sebastián
2004
Anne era una preciosa bebé que se lo puso muy fácil desde el principio.
Generalmente dormía ya toda la noche seguida, y las horas que pasaba
despierta era todo alegría y caritas sonrientes.
Tal como había vaticinado Josean, fue enamorándose de ella poco a
poco, hasta que una tarde, justo al cumplir su quinto mes, de repente pudo
sentirlo. Su pequeña estaba tumbada estirando los bracitos y riendo a
carcajada limpia, intentando atrapar las burbujas de jabón que ella lanzaba
al aire. Habían jugado a esto muchísimas veces y no fue hasta ese momento
cuando pudo por fin contemplar la belleza angelical que impregnaba a su
hijita, igual que había podido verla en Andoni desde el mismo día en que
nació.
Rompió a llorar emocionada, la cogió en sus brazos y besándola sin
parar sólo pudo decirle: “¡Gracias hija, gracias!”
“San Sebastián
Diario - Abril 2005
Hoy estoy súper contenta. He conocido a una madre con dos hijos de la
misma edad que Andoni y Anne y me ha parecido muy simpática. Nos
hemos contado muchas cosas de nuestras vidas y hemos conectado
enseguida. Echaba en falta una amiga así, con la que coincida en otras
cosas y no sólo con la maternidad. A ella también le gusta leer, es inquieta
y curiosa como yo y además muy positiva y divertida. Con el grupo de las
madres del cole no suelen surgir otras conversaciones aparte de los pañales
o de los problemas con sus maridos y no termino de encajar del todo,
muchas veces me aburro. Hemos quedado en que se pasará una mañana de
éstas por la librería para charlar y tomarnos un café. Poco a poco empiezan
a mejorar las cosas, hoy me siento muy bien.
El otro día le llamé a Jonattan, a ver si viene pronto a ver a Andoni. Me
dijo que en cuanto tenga un par de días libres, vendrá. No me importa
pagarle yo todo, me duele mucho ver a Andoni creciendo sin su padre y
quiero que al menos tenga algunos recuerdos bonitos de él. La librería aún
no me da suficiente como para poder ser
autónoma del todo y sigo necesitando la ayuda de Maite, espero poder
conseguirlo pronto, me sentiré mucho mejor. Ella es un ángel y me ayuda
con todo su amor y se lo voy a agradecer siempre, pero yo necesito sentir
que puedo hacerlo por mí misma. Ya te contaré qué tal.
Con papá sigo más o menos bien, nos contamos todo y confío en él,
aunque a veces se le escapa algún grito de los de antaño y se me revuelven
las tripas. Mamá sigue con su actitud de siempre, metiendo la cabeza
debajo del suelo como una avestruz. No creo que con ella haya nada más
que hacer. Voy al pueblo a comer con ellos todos los sábados y solemos
pasar un rato agradable con los niños, al menos Andoni tiene un referente
masculino con la presencia de papá...
Qué bonito sería que apareciera un hombre en mi vida y le diera todo lo
bueno que Fran sí le está dando a Anne…a veces me siento muy sola y la
situación se me hace demasiado dura en este sentido.
Llevo dos días a dieta, creo que ahora sí me veo por fin con fuerza de
voluntad para bajar los kilos que he subido estos meses. Desde la llegada de
Anne he estado más ansiosa y no he podido controlarme, pero ahora ya me
siento más fuerte. Hace meses dejé la terapia, me ayudó mucho en su día
para comprender lo que me pasaba con Anne, pero ya me veo bien para
seguir avanzando sola.”
“San Sebastián
2007
“San Sebastián
2007
_Llevo dos días con una dieta nueva, y me siento genial. Este verano sí
que voy a poder ir a la playa a gusto por fin. ¡Empieza la operación bikini!
_¿Ah, sí? ¿Cuál es?
_Una de unos batidos, los sustituyes por algunas comidas y te
garantizan que bajas dos kilos semanales, o más. ¡Estoy súper contenta!
Se enfrascaban en una de sus entretenidas conversaciones mientras los
niños correteaban felices por el parque. Ya era finales de abril y la
temperatura comenzaba a suavizar en San Sebastián, y como cada año, Sara
entraba de lleno en su enfermiza obsesión por adelgazar ante la
amenazadora y terrorífica realidad que los abrigos y las bufandas habían
camuflado durante el invierno.
_Este año lo tengo que conseguir, Nuria. Lo paso fatal yendo a la playa
con estos jamones_, bramó señalando a sus muslos.
_Pues yo no te veo tan mal…sí te sobran algunos kilitos, pero tienes tu
cinturita estrecha y tus curvas…si te lo tomaras con calma yo creo que irías
bajando casi sin darte cuenta_, intentó disuadirla de continuar con su eterna
contumacia de caer en estrictas e inútiles dietas milagro.
_Ya me he gastado doscientos euros en todo el pack de batidos, así que
la tengo que hacer, sí o sí. Cuando esté en mi peso ya haré lo que dices,
comer de todo un poco para mantenerme_, respondió tajante, como cada
vez que se proponía firmemente empezar una nueva dieta_. Dos meses…a
unos dos kilos por semana…_, calculaba ahora en voz alta_, ¡antes de junio
ya estaré despampanante!
_¿Qué tal con Joseba el viernes?_, Nuria prefirió dejar el tema.
_Muy bien. Me llevó a un restaurante precioso en lo viejo y luego
vinimos a mi casa.
_¿Se quedó a dormir?
_Sí, esta vez sí_, sonrió triunfal_. Le dije que me sentaba muy mal que
se fuera siempre después de hacer el amor y conseguí que se quedara. Se
fue nada más despertarse temprano, pero algo es algo…vamos
avanzando…
_¿Avanzando? ¿En serio crees que suplicar a un hombre que se quede
contigo después de hacer el amor es avanzar?_, le espetó estupefacta”.
“San Sebastián
2008
“San Sebastián
2009
“San Sebastián
2009
_¿No crees que de alguna manera les has hecho responsables de lo que
te pasó?_, se lanzó Nuria de nuevo, ahora que parecía que estaba más
receptiva a escuchar.
_Buf, no sé chicos, de verdad que ahora no puedo pensar con claridad.
Sólo siento el dolor, eso es lo único que sé.
_Ya, pero…
_No, no les he hecho responsables…_, le interrumpió_. De no haber
querido mirar de frente a lo que me pasó y de juzgarme injustamente…de
eso sí les hago responsables_, sentenció con firmeza.
_Bueno, ya lo irás saneando con el tiempo…pero creo que esto de no
cogerles el teléfono, no va a ser nada constructivo_, insistió él_. ¿No os
enseñan en la formación Gestalt a hablar abiertamente de los sentimientos?
_¡Sí, claro! Como el año pasado, cuando mi padre les llevó mi carta...ya
ves para lo que sirvió…_, le espetó ahora con acritud.
_Así que todo esto viene por lo que pasó con la carta…te has quedado
dolida_, señaló Nuria.
_Pues ahora que lo he dicho en voz alta, creo que sí…no puedo
comprender ni perdonar su actitud, la verdad. Intenté aceptarlo y dejarlo
estar, pero no puedo…no me lo puedo quitar de encima...
_¿Para qué les hiciste llegar aquella carta? ¿Qué esperabas de ellos?_,
le preguntó Mikel.
_Pues…_, se tomó unos segundos antes de responder_, creo…creo que
necesitaba y sigo necesitando…que me vean…_, se emocionó, hablando
ahora con la voz entrecortada y con lágrimas en los ojos_. Necesito que me
comprendan y que reconozcan también mi dolor, no sólo los errores que he
cometido…eso es lo que necesito…_, siguió desahogándose, sin poder
frenar el torrente de lágrimas que rodaban ya por sus mejillas.
_Y no lo recibiste, ¿no?_, siguió preguntándole, mirándola con ternura.
_Toma, cielo_, Nuria le acercó un pañuelo.
_No…no recibí eso. Bueno…de Manuel sí...y Felipe también me
respondió…a su manera…pero al menos sí sentí que me tuvo en cuenta_,
seguía llorando, mientras trastabillaba al hablar. Álvaro también me
llamó…pero no me sentí comprendida…hace tiempo que las cosas
tampoco son lo que eran con él…_, continuó desahogándose.
_Entonces, cariño…_, continuó Mikel_, ¿no crees que no te queda más
remedio que aceptar que por el motivo que sea no te pueden dar ese
reconocimiento...y empezar a buscarlo en otro sitio?
_¿Y dónde? ¿Dónde lo busco? ¿Quién me lo va a dar?_, inquirió al
tiempo que se sonaba con el pañuelo.
_¿Te das cuenta de que hablas como una víctima, Sara?
_¡Es que soy una víctima, Mikel!_, le espetó de nuevo, poniéndose a la
defensiva.
_No, Sara. Lo que yo veo es que fuiste una víctima cuando eras una
niña...y ahora te comportas como si aún lo fueras…pero no es cierto, es un
autoengaño. ¿No lo ves, cielo?
_Sara, muchas veces me has hablado también de todas las cosas
positivas que hubo en tu familia_, terció Nuria con mucha ternura_. Las
canciones de tu padre y su voz celestial que os emocionaba a todos, sus
anécdotas tan bonitas de cuando se enamoró de tu madre siendo sólo un
adolescente, cómo fue a la Basílica del Pilar a hacerle la promesa de que
iría allí con ella si algún día conseguía su amor y cómo años después
cumplió su promesa, los amigos que venían a vuestra casa, las bromas y los
chistes de tus hermanos, todas las veces que te han ayudado...
_¿Y qué puedo hacer? De verdad que no sé qué más puedo hacer…_,
clamó de pronto, sintiéndose verdaderamente impotente y derrotada, casi
sin escuchar lo que acababa de decir.
_¿Qué tal si empiezas tú a darte a ti misma ese reconocimiento y esa
comprensión que tanto necesitas?
_¿Y cómo? ¿Cómo puedo hacer eso?_, imploró, rompiendo a llorar de
nuevo_. ¿Crees que no lo intento? ¿Crees que no me encantaría poder
hacerlo? ¿Creéis que no me encantaría quererme a mí misma y vivir en
paz? No sé cómo hacerlo, joder…de verdad que hasta que ellos no me lo
den, siento que yo jamás podré sentir que me lo merezco de verdad…
_Entiendo.
_¿Sabéis cuántas veces he soñado con ser una más entre ellos, con dejar
de sentirme la rara, la especial? A veces fantaseo que me toca la loto y me
imagino haciendo realidad todos sus sueños…haciéndoles felices…_,
continuó abriéndose_. A Felipe le compraría un barco. Su ilusión es dar la
vuelta al mundo navegando, ¿sabéis? A Manuel, el coche que lleva años
deseando comprarse. A Álvaro, le montaría un club de fútbol para que
pudiera vivir haciendo lo que más le gusta. Y a los demás, les pagaría sus
hipotecas para que vivieran más tranquilos…lo he pensado muchas veces...
_¿Y qué crees que conseguirías con eso? ¿Qué ves en tu fantasía?_,
quiso saber Mikel.
_Me…me querrían..._, les miró fijamente a los ojos_. Dejaría de ser por
fin un problema para ellos, tendría mi sitio en la familia, el sitio que de
verdad me corresponde…_, susurró en un hilillo de voz.
_¿Y cuál es ese sitio, Sara?
_Pues…donde ellos vean todo lo que soy realmente…que soy…que
también soy buena...y que les necesito y les quiero mucho…”
“San Sebastián
2010
Si no lo veo, no lo creo
Si no has presenciado nunca una Constelación y no sabes
absolutamente nada sobre cómo funcionan, con las explicaciones que
te voy a dar a continuación enseguida vas a comprender su
mecanismo.
La persona que va a constelar algún conflicto de su vida, le cuenta
a la terapeuta la situación y lo que siente que necesita desbloquear
(por ejemplo, siempre se enamora de hombres casados y repite una y
otra vez este ciclo de sufrimiento y frustración sin saber por qué, o
siempre tiene problemas económicos, o está atrapada en una relación
de dependencia con sus padres y se siente incapaz de hacer algún
cambio, etcétera).
Los demás participantes están sentados en círculo y no saben nada
de lo que esta persona va a trabajar. La terapeuta entonces le pide que
escoja del grupo un “representante” de algún miembro de su familia:
puede ser su madre, su padre, un hijo, etcétera (esto dependerá de lo
que se está trabajando, aunque lógicamente, los padres tendrán que
aparecer siempre), así como otras personas que estén implicadas en la
situación (jefes, compañeros de trabajo, amistades…). Estos
representantes, sepan o no a quién corresponde el papel que están
desempeñando, se ponen de pie dentro del círculo y empiezan a sentir
“cosas”. Hay terapeutas que siguiendo la línea de los orígenes de las
Constelaciones, les dicen a quién van a representar, y se les da la
consigna de esta manera: “tú eres mi madre”, “tú eres mi hija”,
etcétera. Yo particularmente prefiero la nueva “versión”, en la que los
representantes no saben absolutamente nada sobre su papel en la
constelación. De esta manera no hay posibilidad de que su mente
consciente intervenga con posibles ideas o prejuicios sobre lo que
“debería” sentir.
Una vez dentro del círculo, empieza a verse cómo estos
representantes cambian sus posturas corporales, se alejan de unos y se
acercan a otros, sienten una emoción muy fuerte de ira, tristeza,
miedo, soledad o de alegría y amor según el caso, y la terapeuta
comienza a trabajar con ellos. Preguntándoles cómo se sienten unos
con otros les hará repetir unas frases “clarificadoras” hasta dar con la
raíz del conflicto, y después pasará a las frases “sanadoras”, con las
que ese sistema familiar recuperará su orden y su equilibrio a través
de la comprensión, el perdón y el amor. Mientras esto ocurre, la
persona que se está constelando lo observa todo sentada y en silencio,
maravillada y preguntándose en su interior cómo es posible que esas
personas a las que acaba de conocer puedan sentir y expresar
exactamente lo mismo que tanto ella como los miembros de su familia
experimentan en esa situación real de su vida.
Es en este punto donde entra en juego el principio del
entrelazamiento cuántico que vimos en el capítulo anterior y que nos
demuestra que todos estamos conectados con todos y que la
información, que es energía, se manifiesta a través de nuestra
conciencia. Nada más entrar en el círculo, “despierta” en el
representante esa información concreta de la persona a las que está
representando y sorprendentemente, esas emociones que emergen en
él o ella durante la constelación y que aparentemente pertenecen a
alguien ajeno, también tiene que ver con ella y con algún conflicto que
tiene pendiente de resolver en su vida. De esta manera, una
Constelación Familiar tiene una doble vía de sanación: se libera la
persona que se está constelando, y se liberan también los que hacen de
representantes.
Después de haber hecho una constelación, con el tiempo (esto
dependerá de cada caso y de si realmente la consultante se atreve a
abrir su corazón y a conectar con la emoción reprimida), empezará a
experimentar cambios en sus relaciones interpersonales y verá que se
ha roto el viejo patrón de atraer sólo hombres casados, o de tener
problemas económicos. He visto constelaciones en las que la persona
no estaba preparada para esta apertura y ha necesitado trabajarlo
varias veces hasta lograr romper a llorar y descargar de verdad toda
aquella tristeza o soledad reprimidas, que es la catarsis imprescindible
para que se produzca la verdadera sanación, tanto en ella como en su
sistema familiar.
Cuando llegamos a este punto, nos atrevemos a entrar en ese
campo emocional que estaba enquistado y a repararlo a través de la
expresión auténtica de la emoción, pues éste es un trabajo
exclusivamente emocional. Y es a través de la descarga de esas
emociones bloqueadas y de su reparación a través del amor, como se
recoloca lo que estaba desequilibrado en el sistema. Es como una flor
que se abre, una alianza con la Vida que ahora se vuelve a nuestro
favor, así como con todos los miembros del sistema. Nos
liberamos de aquella carga y la Vida se vuelve mucho más fácil, pero
en este punto veo muy importante recordarte que esta sanación sólo
ocurrirá siempre que estemos comprometidas con nuestro propio
trabajo personal y no vayamos a una constelación esperando que el
conflicto se solucione por sí solo. Una implicación honesta y
verdadera en nuestra liberación nos llevará a tomar consciencia de
cuál era nuestro lugar en aquella situación, cuál era nuestro
aprendizaje, nuestra misión, y nos permitirá quedarnos en paz con ello
y poder agradecer de corazón que las cosas ocurrieran como
ocurrieron, por muy dolorosa que haya sido la experiencia.
Como ya hemos visto, todo lo que aparece en una constelación
tiene que ver con el ADN emocional que hemos heredado, y en la
mayoría de ellas sale el tema de los excluidos, pues casi todas las
familias tienen muchos, por diferentes circunstancias. En realidad se
trata de una especie de cirugía en la que abrimos la herida para buscar
dónde está el dolor, y así poder sanarlo y liberamos de una carga que
tiene que ver con nuestro sistema familiar y que llevábamos por
fidelidad al clan. Es lo que Bert Hellinger llamaba “Amor ciego al
sistema”, y debido a este amor, muchos niños al nacer buscan un
“agujero” de exclusión para ocupar ese lugar y tener la oportunidad de
sanarlo.
Como te expliqué en el capítulo de la formación del ego, nos da
mucho miedo llegar a esa catarsis liberadora, pero si estamos
verdaderamente comprometidas y decididas a hacer cambios reales en
nuestra vida y a vivir el despertar espiritual que hemos venido a hacer,
te aseguro que algún día serás capaz de atravesar ese dolor y conocerás
una nueva dimensión del Ser pleno, amoroso y feliz que eres
realmente. Te ocurrirán cosas como recibir de pronto una
llamada de algún familiar con el que hacía años que no te hablabas, o
de tu madre, con la que la relación era sumamente tensa porque
inconscientemente arrastraba su culpa y tú se la recordabas sin ella ser
consciente. Cuando los nudos se liberan, de repente la otra persona
puede mirarte con otros ojos, con una mirada limpia y amorosa, sin el
peso de la culpa, la ira o la emoción que fuera que había arrastrado
durante años.
Si el conflicto es transgeneracional, es decir, si viene de más atrás,
es importante recalcar que no es necesario conocer previamente los
detalles de lo que ocurrió en las generaciones anteriores, pues si de
verdad es relevante, toda esa información va a aparecer en la
constelación. Está deseando salir para ser sanada, y tan sólo necesita
que nos atrevamos a entrar en la emoción y dejar que ésta nos lleve
hacia su liberación. Tampoco es necesario que los demás
miembros de la familia estén presentes en la constelación, ni siquiera
que sepan nada del trabajo que hemos hecho, pues su inconsciente
individual y el inconsciente familiar, que forman parte de su psique
profunda y de su campo energético, recibirán esta nueva información y
sentirán una especie de alivio y paz que no sabrán de dónde viene.
Como ya sabes, a través del principio del entrelazamiento cuántico
se ha logrado comprender este fenómeno que hasta hace bien poco nos
parecía algo totalmente inexplicable. También la teoría de los campos
morfogenéticos que vimos en el capítulo de la epigenética supone una
importante aportación a la hora de entenderlo, y la verdad es que para
mí, a pesar de contar con estas explicaciones científicas, no deja de
sorprenderme y de maravillarme. Lo cierto es que somos pura magia
en acción, y nadie nos lo había dicho hasta ahora.
En mi caso, y en relación a las dificultades que he atravesado para
ser autosuficiente económicamente, mi abuelo paterno fue un
empresario adinerado y sus hermanos le dieron la espalda de por vida
por discrepancias en temas relacionados con una herencia. Según me
contó mi padre, fueron injustos con él pues le reclamaron algo que a él
no le correspondía darles, y en su funeral, mi padre presenció cómo
todos ellos le pidieron disculpas entre sollozos. Cuando ocurre una
exclusión por motivos de herencias o alguna situación relacionada con
el dinero, algún descendiente tendrá problemas de liquidez. La historia
se repitió con mi padre, que también fue el excluido de su familia,
pues tanto su madre como sus hermanos le hicieron responsable de
haber llevado a la ruina la empresa de mi abuelo. Y adivina quién en
mi familia asumió también ese papel. A veces pienso, bromeando
conmigo misma, que en esta vida me he pasado de la raya escogiendo
temas para trabajar, pero enseguida me acuerdo de que tengo en mis
manos el poder de reparar lo que quedó pendiente atrás para abrir los
caminos a los que vendrán, y eso me llena de fuerza y de ilusión.
Mis hermanos no me han echado ni apartado de la familia de una
forma explícita como hicieron con mi abuelo sus hermanos, pero
muchos de ellos sí han cerrado su corazón a los conflictos de “Olga la
problemática”, y sé que está en mis manos reparar esta situación a
través del amor. Después de llevar tres años viviendo en Las Palmas,
sé que la mayoría de ellos habría preferido que me hubiera quedado en
el País Vasco y así no tener que vivir “mis” problemas tan de cerca.
Conocer y comprender este mundo de energías invisibles e
inconscientes que subyace bajo las conductas y las palabras hirientes,
me ha ayudado muchísimo a no seguir atrapada en los viejos patrones
de resentimiento y de perpetuación del dolor, y a medida que he ido
avanzando en mi disposición para contemplarlo todo desde esta
perspectiva, poco a poco he podido cambiar mis sentimientos hacia
ellos y hacia la situación. Mirar a alguien que aún no ha sido capaz de
salir de sus patrones automáticos de juicios y proyecciones y pensar
para tus adentros: “Eres inocente igual que yo, y comprendo que no
sabes hacerlo de otra manera. Te quiero y te doy las gracias por
ayudarme a ver mis heridas”, te da una libertad y una paz enormes.
Para finalizar con este tema, te animo a que te hagas esta pregunta:
¿Cuál es tu problema de vida ahora mismo? Todas tenemos alguno,
pues la Vida siempre nos trae oportunidades para seguir avanzando.
Mira con qué ley tiene que ver: ¿con la exclusión? ¿Con el orden?
Ambas tienen muchísima relación con nuestras heridas afectivas.
Y lo más importante. ¿Cómo está la relación con tus padres?
¿Realmente les puedes agradecer y sentir amor hacia ellos? En el
capítulo 17 nos adentraremos en este tema y verás lo vital que es lo
que te he dicho en líneas anteriores: necesitamos restablecer la paz en
la relación con nuestros padres si de verdad queremos hacer cambios
en nuestra vida. Déjame recordarte que este cambio, tal como nos
señala UCDM en su lección 308, sólo puede ocurrir aquí y ahora:
“San Sebastián
2010
“San Sebastián
2010
_Qué suerte hemos tenido de coger plazas por fin..._, dijo Carla muy
animada.
_Sí, al final lo hemos conseguido_, comentó ella acercándose su coca-
cola light a los labios.
Llevaban tiempo esperando para poder acceder al primer nivel del curso
de Bioenergética que la prestigiosa terapeuta Valeria Messi impartía cada
año en la ciudad, y tras adelantar puestos en la larga lista de espera, por fin
lo habían logrado.
Trabajar el carácter y las emociones a través de los bloqueos
corporales, eso va a ser lo que me va a curar de una vez por todas, pensó
mientras sus amigas seguían hablando entusiasmadas ante el inminente
comienzo del curso.
_¿Y cómo te estás sintiendo, Sarita? ¿Sigues firme con tu celibato? Sé
que es algo muy importante para ti..._, quiso saber Carla, siempre directa y
al grano, un rasgo de su carácter que le recordaba a sí misma, y que le
encantaba.
_Pues ya llevo más de un año_, presumió orgullosa_. A veces me cuesta
mucho, sobre todo cuando me da un ataque de soledad por las noches…mis
tendencias automáticas aún me tientan con pensamientos de sexo y amores
fáciles, pero tengo muy claro que ya no quiero más de aquello. Después del
año y medio que pasé tan perdida desde lo de Joseba, estoy decidida de
verdad a aprender a llenar por mí misma mis vacíos. Y cada vez me voy
sintiendo mejor, la verdad.
_¿Todavía te acuerdas de él?
_Sí…a veces sí…_, bajó la mirada.
_Ppuess yo tte ffelissito. Ssé qque estto ess mmuy diffíssil ppara tti_, la
animó Noreen con una enorme sonrisa en su rostro.
_¿Te acuerdas de cómo estabas cuando empezamos la Gestalt? Menudo
cambio has dado en estos años, guapa_, recordó ahora Carla apretando
cariñosamente su mano.
_Sí, sí que noto muchos avances_, le respondió, convencida de que por
fin había encontrado el camino que la sacaría de la frustración constante en
la que se había acostumbrado a vivir durante los últimos años.
_Ess marravillossso lo qque esttáss hassiendo, Sara. Tu consscienssia
cadda vezz mayor asserca dde ttus limmittassioness y cappassidaddess, tu
emppeño en curartte y el connvenssimientto dde qque algún ddía poddráss
vivir ppor finn en pass, yo nuncca ha vissto antess a naddie tann ¿cómo sse
disse? ¿pressevarrantte?
_Perseverante_, le corrigió Carla entre sus risas y las de Sara_. Es
cierto_, continuó_, hace cuatro años eras un volcán andante, echabas
chispas llenas de furia cada vez que algo no te salía como tú querías o
alguien no encajaba en tus expectativas, y ahora se te nota que has
aprendido a pararte, a respirar, a mirarte y también a mirar al otro…la
verdad es que es una gozada ver tus avances. El sólo hecho de que hayas
decidido no seguir viviendo tu sexualidad de aquella manera compulsiva y
dañina dice mucho de los progresos que estás haciendo.
Escuchando a sus amigas, de pronto recordó con tristeza aquella lejana
conversación con Joseba en la que sin darse cuenta él se había delatado y le
había mostrado cómo la veía realmente.
Qué cabrón, se dijo. Mujeres para pasar el rato…se fustigó evocando
las fatídicas palabras.
_Bueno…aún me falta controlar esa furia con los niños…_, les
respondió volviendo al momento presente_. Todavía a veces les grito sin
poder evitarlo..._, confesó en voz baja y mirando de nuevo al suelo,
sintiendo cómo la culpa la atenazaba
dejando a un lado la nefasta imagen de Joseba y recordando que a pesar
de sus muchos progresos, aún tenía muchos aspectos por resolver en su
vida.
_Sarita, no puedes quitarte de encima en unos pocos años lo que desde
niña mamaste en tu familia con un padre tan autoritario y explosivo_,
intentó animarla Carla mirándola con ternura_. Y con todo lo demás..._,
añadió, rotunda_. Date tiempo, cariño.
_Ssí, es ssierto Sara, datte tiemppo, tus hijos ssabránn valorar ttodo lo
ddemáss qque tú less dass…tuss risass, los cuenntoss qque les esscribbess,
lo payassa qque eress cuanddo estáss dde buenn humor, tu comprenssiónn,
tuss abbrazoss y bessoss, lo dialogalissadora qque eress annte loss
connflictoss… ¿sse disse assí?
Sus risas hicieron que Noreen se percatara al momento de que acababa
de cometer otra de sus divertidas pifias y se sumó a ellas sin dudarlo, con
aquel desparpajo y espontaneidad tan propios de ella.
_Pero yo pensé que al arreglar las cosas con mi padre estaría más
tranquila con los niños, que dejaría de hacer lo mismo que hacía él y que yo
tanto odiaba..._, continuó desahogándose, sintiéndose completamente
segura y a salvo hablando con sus amigas de aquel tema tan delicado,
sabiendo que sólo recibiría amor y comprensión.
_No tiene nada que ver, Sarita. Has arreglado muchas cosas con él, sí,
pero aún no has llegado a establecer un vínculo firme y estable con tu niña
interior…claramente aún se ven en ti los introyectos de ese juez interno
que te sigue torturando...y mientras no consigas perdonar, comprender y
amar de verdad a tu niña, esa ira seguirá explotando cada vez que ella se
sienta amenazada, rechazada, no vista, juzgada, etcétera, etcétera.
_A veces sí he sentido ese acercamiento hacia ella. Con las regresiones
por ejemplo, entonces sí que lo pude sentir…pero después no continué
trabajando en ello…di por hecho que ya lo había conseguido por fin y
después, todo lo que había avanzado se me escurrió de las manos con lo de
Joseba…
_Nadda ess en vanno, ya veráss cómmo siguess avanssanddo commo lo
estáss hassiendo ahora...y toddo lo qque hass vividdo, los logrosss y los
fraccassoss, tte iránn llevanddo a donnde estáss destinadda a ir…toddo al
finnal tienne un sentiddo sagraddo y maravillossso...
Al escuchar a Noreen, recordó con nostalgia aquella voz que desde que
era una niña había sentido tantas veces en su interior y de la que hacía
mucho tiempo no sabía nada.
_Pero sigo sin entender por qué hago con mis hijos exactamente lo
mismo que hacía mi padre con nosotros, si a mí me hizo tanto daño
aquello...
_No haces exactamente lo mismo Sara, date cuenta. Tú tienes un mayor
nivel de consciencia de ti que el que él tenía de sí mismo. Tú ahora te das
cuenta cuando caes en tu reacción automática y pones los medios para
ayudar a tus hijos a canalizar lo que sienten. Te sientas a hablar con ellos, te
disculpas, les explicas lo que te ocurre, les intentas compensar con otras
muchas cosas, te acercas a ellos…y tu padre no hizo nada de eso. No haces
exactamente lo mismo que hizo él.
_Tienes razón, es verdad_, susurró”.
“Cádiz
2011
“San Sebastián
2011
“San Sebastián
2012
_¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Es que no me lo merezco yo también?
_, se desahogaba sollozando completamente rota sobre el hombro de
Nuria_. Es que…es que de verdad siento que ya no puedo más..._, seguía
llorando, aferrándose fuertemente a ella_. No me quedan más fuerzas
Nuria, con esto no puedo...
_Claro que te mereces el amor cielo, ya verás que con el tiempo
volverás a estar bien. El problema lo tiene él, no tú..._, le repetía
acariciándole el pelo, sin saber qué más podría hacer o decir para sacar a su
amiga de aquel estado tan lamentable.
Al igual que años atrás, Joseba le había enviado un mensaje la noche
anterior diciéndole que necesitaba poner distancia durante un tiempo para
aclarase.
Ante la impotencia de Nuria, Sara no podía hablar de otra cosa que no
fuera lo destrozada que se sentía.
_Me siento morir, Nuria…ya nada tiene sentido…, sólo mis hijos…si
no fuera por ellos me daría todo igual..._, repetía entre gemidos con la voz
entrecortada, mientras una espesa amargura atravesaba su garganta_. ¿Por
qué quiso entrar otra vez en mi vida? ¿Por qué insistió en irnos de viaje?
¿Por qué hizo que Andoni también se encariñara con él?_, repetía,
retorciéndose entre los incontrolables espasmos que la angustia provocaba
sin cesar a lo largo de todo su cuerpo”.
Constelaciones Cuánticas
Recapitulando lo esencial de los capítulos anteriores, sabemos que
a un nivel cuántico, es decir, subatómico, formamos parte de un
campo energético en el que todo está entrelazado y que somos un
canal perfecto para traer a nuestra conciencia la información que
necesitamos en cada momento.
La física cuántica nos ha revelado que somos pura energía al
observar que los átomos, que son de lo que está compuesto nuestro
cuerpo, no tienen en realidad estructura física, sino que son más bien
una especie de espiral energética en continuo movimiento. El
entrelazamiento cuántico, que te recuerdo es el fenómeno por el que
hemos podido observar que en realidad nada está separado de nada y
que todo forma parte de un campo en el que todo interactúa con todo,
nos permite acceder a cualquier información a través de nuestra
realidad cuántica, es decir, a través de nosotras mismas en nuestro
nivel subatómico. La información está ahí disponible para nosotras, y
tan sólo necesitamos un medio para acceder a ella.
Y ese medio es algo tan simple como nuestro propio cuerpo, pues
en él es donde se manifiestan nuestras emociones, que como también
sabes ya, son la vía por la que fluye esta información. En el capítulo
15 vimos que estas emociones enquistadas en nosotras y en nuestro
sistema familiar se manifiestan en las Constelaciones Familiares de
una manera clara e indiscutible, y cómo a través del perdón y el amor
logramos transmutarlas trayendo al clan y a nuestra vida el equilibrio
que habíamos perdido y que tanto necesitamos para liberar los
potenciales que hemos venido a desarrollar.
En este capítulo vamos a seguir profundizando en este mundo tan
fascinante a través de las Constelaciones Cuánticas, y éstas nos darán
pie para mostrarte una nueva manera de constelar que yo misma he
ideado aunando los principios de éstas con los de las Constelaciones
Familiares. A este método le he llamado “Constelación Milagro”, pues
es tan fácil y sencillo, que parece un milagro que en tan sólo unos
veinte o treinta minutos podamos desentrañar esa información oculta
que está bloqueando nuestros avances en cualquier área de nuestra
vida.
No puedo dejar de resaltar que sin un trabajo serio y
comprometido con tus emociones y con tu niña interior, utilizar esta
técnica podría reducirse a un juego estéril e infantil del que no podrás
sacar provecho. Sería algo así como tener un Maserati y conducirlo en
carreteras secundarias, sin explotar todo su potencial.
La diferencia entre una Constelación Familiar y una Cuántica es
que en la segunda, el terapeuta prácticamente no interviene
preguntando a los representantes cómo se sienten ni indicándoles qué
hacer o qué decir, sino que les deja que vayan conectando con sus
emociones y que hagan los movimientos y expresiones que sientan que
necesitan hacer. Así, en cuestión de minutos, va emergiendo la
información necesaria y ellos mismos finalmente llegan a la sanación
de la situación. Es algo alucinante de verdad, pues la constelación va
prácticamente sola.
El escenario es el mismo que en las Constelaciones Familiares: la
consultante quiere desbloquear una situación concreta de su vida y un
grupo de personas se presta para hacer de representantes. A partir de
aquí ya aparecen las diferencias, y una de ellas es que en la
Constelación Cuántica, cuando el terapeuta o la consultante ya han
elegido a los representantes, el resto de las personas que se han
quedado sentadas se dejan llevar por sus sensaciones y pueden salir al
círculo si tienen el impulso de hacerlo, sin necesidad de que la persona
que se constela les elija. Una vez en el círculo, van a interactuar y a
expresar lo que sienten, a veces en silencio y otras hablando, según las
situaciones y todos ellos, por sí mismos y únicamente atendiendo a sus
emociones, llegarán a la solución (reparación) de la situación en
cuestión.
En este punto quiero compartir que tras muchos años estudiando y
participando en sesiones de Constelaciones Familiares con su método
original y acostumbrada ya a asumir esa magia como algo normal e
inherente a nosotros, la primera vez que vi una Constelación Cuántica
me quedé con la boca abierta. Alucinada podría ser la palabra perfecta
para describir cómo me sentí.
Una vez más pensé aquel “si no lo veo, no lo creo” que había
sentido en mis primeras constelaciones años atrás, y lo que presencié
me llevó a reflexionar profundamente sobre nuestra autonomía y
capacidad reales para resolver todos nuestros “problemas”. Estas
reflexiones finalmente me condujeron a desarrollar este método que te
he mencionado antes y que enseguida paso a mostrarte. Pero antes
quiero compartir mi experiencia personal en una Constelación
Cuántica, la primera que hice como consultante, en la que vas a poder
observar la belleza, la sencillez y la magia cooperando juntas entre sí:
Aún preocupada por la incertidumbre en mi situación económica,
decidí probar este método que me había sorprendido de aquella
manera. El terapeuta sólo necesitó saber qué aspecto de mi vida quería
consultar, nada más. “Mi relación con la abundancia”, le dije. Escogió
a dos mujeres del grupo, y ellas se colocaron de pie una frente a la
otra, mirándose en silencio. Permanecieron así aproximadamente un
minuto, hasta que de pronto la más joven, una chica de veintipocos
que al principio tenía una expresión seria, rompió a llorar. La más
mayor permaneció sin moverse de pie frente a ella, mirándola con
mucha ternura. La joven continuó llorando cada vez con más
intensidad, apretando ahora sus brazos contra su vientre.
Al cabo de un minuto o dos su llanto se calmó y de pronto dio dos
pasos al frente para acercarse a la otra mujer. Le acarició la mejilla
con una tímida sonrisa y acabó arrodillándose ante ella, abrazándose
con fuerza a sus piernas sin dejar de sonreír. Sus lágrimas brotaron de
nuevo, pero ahora eran lágrimas de pura felicidad y entrega. En ese
momento la más mayor la cogió de las manos con una delicadeza y un
amor que casi se podían ver en el aire, se sentó en una silla y la puso
sobre su regazo mientras abrazándola y sonriéndole, la colmaba de
besos y caricias. La joven la miraba embelesada y la acariciaba
también, y permanecieron así otros dos o tres minutos más, hasta que
el terapeuta dio la Constelación por terminada.
Debo confesar que mientras lo presenciaba, sentí una pequeña
decepción. Yo ya sabía que nuestra relación con el dinero está
estrechamente vinculada a cómo han sido las cosas con nuestra madre,
pero en aquel momento aún no estaba preparada para aceptar que si
quería vivir con una tranquilidad económica, tendría que abrir mi
corazón y entrar en mi herida de abandono.
Aquella constelación me mostró el proceso por el que tendría que
pasar para llegar a la sanación de mi conflicto emocional con ella, y
fue justo un año después, como verás en el último capítulo, cuando
finalmente pude lograrlo y comenzar a experimentar unos cambios
asombrosos en mi vida.
Constelación Milagro
A la mayoría de la gente le ocurre que cuando quieren hacer algún
cambio en sus vidas, lo intentan durante un tiempo y al final
acaban autosaboteándose sin saber que lo hacen debido a sus
creencias inconscientes. Después de comprender la dinámica
de las Constelaciones Cuánticas, llegué a la conclusión de que
ya que toda la información está en nosotras, debemos de tener
también la capacidad, no sólo de traerla a la conciencia
poniendo la intención para hacerlo, sino también de sanarla,
como siempre, a través del perdón y el amor.
Vi también que en prácticamente todas las Constelaciones Cuánticas
la información se desvelaba a través del mismo patrón: el
origen de la situación, las creencias limitantes inconscientes
que la sustentaban, sus consecuencias (de qué manera había
afectado a la vida de la consultante), y finalmente la solución,
la sanación desde el amor. Y fue así cómo un día de pronto
sentí un “Eureka” que me llevó a idear esta manera tan sencilla
con la que cualquier persona puede consultar la situación que
desee en su propia casa, tan sólo con la ayuda de unos
papelitos.
Con este método rápido y sencillo vas a poder traer a la conciencia y
desbloquear las creencias limitantes y las emociones
reprimidas que están impidiéndote avanzar en alguna de las
áreas de tu vida, y antes de mostrártelo quiero una vez más
insistir en que para que esto sea realmente efectivo y no se
quede en una mera exploración que te deje “flipada”, o en algo
para contar a tus amigas, es fundamental que vaya
acompañado de una observación diaria de tu mente y de tus
emociones, así como de un compromiso contigo misma de
hacerte cargo de todo lo que sientes.
Hemos visto a lo largo de los capítulos que durante mucho tiempo
has vivido atrapada en el automatismo de tu programación mental y de
tus creencias limitantes, repitiendo una y otra vez patrones y
situaciones que te gustaría poder cambiar, y aunque muy
probablemente hayas oído hablar de múltiples técnicas y terapias que
te pueden ayudar a hacerte consciente de ellas y transformarlas, ahora
vas a aprender a hacerlo tú sola, pues ya estás en disposición de saber
que en realidad todas las respuestas que necesitas están, y siempre han
estado, dentro de ti.
Al realizar este ejercicio muy probablemente te ocurra como a mí,
especialmente al principio, que al colocarte sobre el papel de “Origen”
emerjan emociones relacionadas con tu experiencia de abusos. No es
de extrañar que nos ocurra esto, ya que la gran mayoría de nuestras
creencias limitantes, inseguridades y demás conflictos emocionales
provienen de ahí, así que te animo mucho a que sigas explorando y
avanzando, tanto con tu niña interior como con estos ejercicios, pues
verás cómo paso a paso irás quitando las capas de la cebolla y algún
día, cuando menos te lo esperes, sentirás el enorme regocijo y
satisfacción de haber llegado al mismo centro de tu Ser.
Y ahora te muestro cómo funciona:
La primera vez que utilicé este sistema fue para intentar dilucidar
una situación ante la que llevaba meses paralizada: había una tubería
rota en el patio interior de mi piso que me acarreaba serios problemas
de humedad, mal olor y mosquitos que entraban en la cocina. En fin,
un verdadero asco. Tras haber pedido en varias ocasiones al casero que
la arreglara, siempre me respondía que no encontraba una empresa que
hiciera esa obra, lo que evidentemente sonaba como lo que era: una
simple excusa.
El caso es que después de un año aguantando aquella situación ya
estaba harta, y llevaba bastante tiempo planteándome pedirle que me
descontara cien euros mensuales con carácter retroactivo por los doce
meses transcurridos, y también seguir descontando esos cien euros
mientras el problema persistiera. Sabía que esto era algo razonable,
pero no me atrevía a dar el paso. Normalmente no me suelo
amedrentar a la hora de pedir lo que considero que es justo, pero mis
dudas venían por mis perritos. Tengo dos preciosos Shih Tzu a los que
mis hijos y yo adoramos, y me había costado muchísimo encontrar un
piso en el que estuviera permitido tener animales. Durante los meses
en los que estuve buscando, en prácticamente todos los anuncios ponía
en mayúsculas: “Prohibido mascotas”, así que me daba miedo apretar
las tuercas a mi casero y provocar que no me renovara el contrato.
Así fueron pasando los meses, debatiéndome entre las dos voces en
mi cabeza y enfadándome cada vez más con la situación y con mi
impotencia, hasta que un día se me ocurrió mirarlo con los papelitos.
Puse en un papel “pedirle el descuento” y en otro “seguir como estoy”.
Los tapé, los puse en el círculo, me coloqué sobre ellos, primero uno y
luego el otro, y lo que sentí fue algo realmente alucinante. En cuanto
me puse sobre el primer papel mi cuerpo entero se vigorizó, sentí
cómo me estiraba y empecé a extender los brazos abriéndolos y
trayéndolos hacia mí, como queriendo coger algo que estaba ahí
delante, y no podía dejar de decir en voz muy alta: “¡Es mío! ¡Es de
justicia que lo recupere, joder! ¡Es lo justo!”. Supe al instante que esa
era la respuesta que necesitaba, pero me coloqué también en el
segundo papel, sólo para cerciorarme. Y vaya que si lo hice: mi cuerpo
enseguida perdió fuerza, me sentí abatida y derrotada, y lo vi todo más
claro aun. Al abrir los papeles, en el primero ponía “pedirle el
descuento”.
¡No esperé ni un segundo! Lo sentí tan claro, estaba tan llena de
fuerza y de convencimiento, que cogí el teléfono directamente y le
expuse el tema al casero, sin titubear. Y cuál fue mi sorpresa, que su
reacción fue completamente comprensiva y receptiva, y no tuve que
extenderme ni repetírselo ni una vez más. Con aquella simple llamada
que no duró más de un minuto, me ahorré en total mil doscientos
euros. Y para más inri, conseguí también que finalmente arreglara la
tubería.
UCDM nos repite una y otra vez que el perdón es lo mismo que el
deshacimiento del ego, y que esto implica erradicar de nuestra mente
toda ilusión de pecado, culpa, miedo, castigo y sacrificio, todos ellos
fruto de nuestra creencia de estar separados de Dios. Podríamos
asemejar la práctica del perdón como un jabón potentísimo que
usamos para limpiar nuestra casa y darnos cuenta de que así como la
suciedad no nos deja ver el brillo de los muebles, nuestras creencias
inconscientes y emociones sin sanar ocultan el amor y la alegría que
brotarían en nosotras de forma natural, y nos hacen vernos a nosotras
mismas y a los demás como pecadores impuros y merecedores de
castigo.
Ya hemos visto que el perdón de UCDM no es aquel perdón
cristiano que nos enseñaron de pequeñas, en el que dábamos
credibilidad a los pecados de los otros y les perdonábamos o los
pasábamos por alto porque así éramos “buenas” a través de nuestra
generosidad, nuestra falsa bondad y nuestra disposición al sacrificio,
perpetuando de esta manera la culpa tanto fuera como dentro de
nosotras -que en realidad son la misma cosa-, al dar por válido el error.
Cuando practicamos el perdón del que nos habla UCDM,
renunciamos a la idea de que el pecado es algo real y dejamos de
atacar y de sentirnos atacadas. Con este acto no se libera la persona a
la que perdonamos sino nosotras mismas, pues en realidad estamos
perdonando nuestra culpa inconsciente, que antes, cuando vivíamos en
la ilusión, proyectábamos en los demás. Al ser capaces de ver nuestra
inocencia, ya no podremos ver más culpa fuera de nosotras, pues
habremos dejado de proyectarla.
Viviendo el perdón de esta manera le quitamos el poder a las
ilusiones del ego (nuestros sistemas de creencias, pensamientos,
juicios, etcétera), y podemos ver que éstas no eran reales. Como ya
vimos en el capítulo 3, la Vida nos pone delante situaciones que nos
muestran las ilusiones que nuestro ego ha fabricado para que ahora
podamos darles un propósito divino, y así, cada situación que en
apariencia supone un problema para el ego, en realidad es una
bendición, un regalo que nos trae la oportunidad de seguir ejercitando
nuestra capacidad de perdonar y perdonarnos.
No se trata de prestar atención únicamente a esas personas o
relaciones de nuestra vida que nos causan un malestar importante, sino
a cualquier cosa que perturbe mínimamente nuestra quietud interior,
que es nuestro estado natural de ser. Puede ocurrir a través del
personaje de una película, un político o un acontecimiento deportivo,
una noticia que escuchamos en el telediario…todas ellas pueden,
cuando menos lo esperamos, abrir alguna de nuestras heridas con toda
su carga de pensamientos y emociones correspondientes.
Lo cierto es que el verdadero perdón no juzga ni condena, ni ve
ninguna razón por la que haya algo que perdonar. Con esta nueva
comprensión, reconocemos fácilmente que no hay necesidad de
perdonar lo que era una simple ilusión, y en ese reconocimiento todo
queda perdonado al instante. El verdadero perdón le devuelve a la
mente su inocencia, al percibir la inocencia en todas partes.
Como vengo repitiéndote a lo largo del libro, para ejercitarte en
este trabajo contigo misma es imprescindible que hayas llegado a ese
punto de hartazgo tal en tu vida, que estés motivada de verdad y con
una honestidad total para soltar los viejos parámetros de tu mente
automática y empezar a ser tú quien la dirige a ella. Recuerda que no
se trata de fuerza de voluntad, ni de sacrificio ni de exigencia, sino del
deseo profundo de salir de las zonas de confort de tu ego y querer
explorar otras partes de tu Ser que ahora intuyes que están ahí, aunque
aún no sepas cómo son ni hacia dónde te llevarán.
Este deseo te da la fuerza para adquirir un compromiso contigo
misma y con tu niña interior y eliges estar atenta a todo lo que ocurre
en tu mente y en tu mundo emocional, pues ahora sabes que en este
viaje que has decidido emprender todo tiene importancia, ya que no
hay dificultades más grandes o más pequeñas, todas ellas perturban tu
paz mental por igual. Estás dispuesta a traspasar los límites de esa
personalidad que creías ser, y poco a poco te vas sintiendo cada vez
más contenta, más realizada y feliz, pues por fin, al atreverte a
adentrarte en la incertidumbre de lo desconocido, le estás dando a tu
alma el escenario que necesitaba para desarrollar sus potenciales.
Con la práctica irás viendo que el desapego te resultará cada vez
más fácil: serás capaz de dejar ir las causas del conflicto, dejarás de
proyectarlas fuera de ti y confiarás cada vez más en esa fuerza
amorosa que te sustenta siempre, que vive y te habla en tu mente, y a
la que podrás acudir siempre que lo necesites. Esta confianza te
permitirá vivir en la certeza de que todo lo que ocurre es justo lo que
necesitas en cada momento, y que encaja perfectamente con el Plan
que Dios tiene para ti, que es que regreses a Casa…a su Amor.
Es tu ego el que al sentirse separado y vivir desde la comparación,
necesita ver el error fuera porque para él, ver la inocencia en los que le
juzgan o no le comprenden supondría tener que aceptar que estaba
equivocado. El ego no puede asumir que la inocencia está tanto en ti
como en los demás y que en una situación de discrepancia todos
tenemos nuestra razón, pues desde la idea de separación en la que está
atrapado, alguien siempre tiene que perder, tiene que haber lucha,
conflicto, y un culpable.
Con su mecanismo automático de la proyección, no te das cuenta
de que lo que te impide verte como un ser inocente (libre de pecado y
de culpa), es tu incapacidad de ver a los demás de esa manera,
precisamente porque lo que proyectas en ellos es tu propia culpa. Lo
cierto es que es tan simple como esto: tal como ves al mundo, así te
ves a ti misma, y tal como te ves a ti misma, así ves al mundo.
“Mi hermano impecable es mi guía a la paz. Mi hermano pecador
es mi guía al dolor.
Y el que elija ver será el que contemplaré”
(UCDM - Lección 351)
Así que puedo afirmar sin miedo a equivocarme, que cada vez que
te veas atacando o juzgando a otro en realidad te estás atacando a ti
misma, pues la guerra contra otro siempre es contigo. Cuando puedas
bendecir y perdonar a todo aquel que te ponga en una situación de
malestar o dolor, cambiará tu forma de vivirlo todo: ya no habrá culpa,
ni miedo, ni juicios, y verás a los demás como maestros que la vida te
trae para ayudarte a ver algo que está en ti, o que es el reflejo de una
situación o persona que aún no has perdonado.
De manera que en esas situaciones, lo mejor que puedes hacer tal
como nos recuerda constantemente Enric Corberá, es repetirte
mentalmente las siguientes palabras, siempre mágicas y sagradas:
Bendigo la situación…
Pido inspiración…
A medida que vayas avanzando con los ejercicios con tu niña interior,
una nueva percepción en ti, el latido de tu verdadero Ser, te irá
guiando hacia la Visión real, la que te permitirá sentir que dentro y
fuera son lo mismo, y que sólo existe la Unidad. Así que no importa
cómo decidas volcarte en este trabajo interior, los resultados
finalmente serán igual de beneficiosos y sanadores para ti. El
acercamiento hacia tu niña te irá aportando cada vez más claridad y
libertad interior, y en cada situación “conflicto” que la vida te ponga
delante, podrás percibir enseguida qué necesitas perdonar, tanto en el
exterior como en ti misma.
Llegados a este punto, muchos nos hemos hecho alguna vez la
siguiente pregunta: ¿hay que perdonar primero fuera para poder
perdonarme a mí misma, o es al revés? Es decir, si quiero ser capaz de
mirarme siempre con amor y comprensión, ¿primero tengo que
hacerlo con los demás, o debo empezar conmigo misma? Habrás
escuchado diferentes opiniones al respecto, yo misma durante muchos
años pensé que la respuesta acertada era la segunda, y un tiempo
después la primera me pareció tener más sentido. Fue el
trabajo con UCDM lo que finalmente me dio la comprensión
definitiva y de la que llevo tiempo hablándote: ¡No existe la
separación entre el mundo que veo y yo! Así que no hay un primero y
un segundo, no hay un orden “adecuado”. Cuando experimentas la
bendición de poder perdonar, los demás son esos actores que la vida
coloca en tu escenario para que a través de ellos, puedas ver por fin tu
inocencia. Que la puedas percibir primero en ti y después en ellos o
viceversa, no es algo que realmente importe pues ocurrirá al unísono:
si de verdad tienes la Gracia de ver la inocencia, la verás en todas
partes.
A colación con esto último, leí hace tiempo una frase sobre el
perdón que me pareció muy reveladora:
“Sentir rencor hacia alguien es como tomar veneno
y pensar que será él o ella quien sufra las consecuencias”.
Una vez más, UCDM nos muestra a Dios como esa Conciencia
amorosa que no está enfadada con nosotras ni es vengativa, y que ni
siquiera sabe nada de castigos. Muy al contrario, su corazón
permanece abierto para nosotras eternamente, esperando con una
paciencia infinita a que regresemos a Ella. Y lo haremos cuando
podamos liberar a los demás y a nosotras mismas de esa culpa que
hemos aceptado como real y que prácticamente todo el tiempo
estamos proyectando fuera a través de nuestros juicios. Si repites
varias veces las frases “Dios está en mí y es el Amor en el que me
perdono”, “Dios está en mí y es el Amor en el que perdono a X
persona”, y consigues sentir de verdad el poder que lleva cada una de
esas palabras, al menos por un instante serás capaz de sumergirte en la
paz y la quietud que realmente te pertenecen, y te darás cuenta de lo
ciega que has estado durante toda tu vida al no ver tanto en ti como en
los demás el Ser inocente y amoroso que se ocultaba tras los miedos
de tu ego.
Sé que en nuestra experiencia de haber vivido abusos sexuales
cuando aún éramos pequeñas, muchas podríais responderme que el
dolor que vivimos sí que fue real, así como el acto del abuso en sí. Y
por supuesto que sentimos en su día el dolor, tanto físico como
emocional, pero el verdadero daño nos lo hicimos nosotras mismas
después, con los pensamientos y juicios de infravaloración y de
suciedad, el odio, la culpa y el rencor que añadimos a la experiencia.
Aquí y ahora, tenemos la libertad de elegir cómo queremos ver a
aquella persona que abusó de nosotras: como un cabrón egoísta al que
no le importaba el daño que nos estaba haciendo y que merece nuestra
condena de por vida, o como un ser que estaba tan solo y tan perdido
en su propio sufrimiento, que se convirtió en alguien incapaz de ver el
dolor de los demás, incluso el de una niña. También
podríamos verlo como ese descendiente que ha venido a repetir una
experiencia de incesto en el clan con el único propósito de sanar y
liberar, o como un alma amiga con la que pactamos vivir esta
experiencia concreta porque sabíamos que era lo que necesitábamos
para evolucionar.
Ya mencioné esto al principio del capítulo: nuestro camino es
especialmente arduo porque nos hemos aferrado al rencor para no
asumir la responsabilidad que verdaderamente nos corresponde a la
hora de reparar nuestra verdadera herida, que no es la de haber vivido
los abusos, sino como te he dicho, todo lo que nuestro ego añadió a
posteriori. Este mecanismo de defensa nos sirvió durante un tiempo
para tapar el dolor y sentir que éramos fuertes, pero sabes bien que
llegó un momento de tu vida en el que sin saber cómo, te habías
convertido en tu peor enemiga.
“Los que no han sanado no pueden perdonar, pues son los testigos
de que el perdón es injusto. Prefieren conservar las consecuencias de
la culpabilidad que no reconocen. Los enfermos siguen siendo
acusadores, no pueden perdonar a sus hermanos, ni perdonarse a sí
mismos.
Nadie sobre quien el verdadero perdón descanse puede sufrir, pues
ya no exhibe la prueba del pecado ante los ojos de su hermano. Por lo
tanto, debe haberlo pasado por alto y haberlo eliminado de su propia
vista.
El perdón no puede ser para uno y no para el otro. El que perdona
se cura. Y en su curación radica la prueba de que ha perdonado
verdaderamente y de que no guarda traza alguna de condenación que
todavía pudiese utilizar contra sí mismo o contra cualquier cosa
viviente”
(UCDM: “El temor a sanar”. Pág.639)
7.- Pregunta a tus guías si has terminado. Si te dicen que no, repite
al día siguiente, y así hasta que consigas quedarte en paz.
Nos vamos acercando al final, y con él, por fin al comienzo del
despertar. Nada podría hacerme más feliz que este proceso que yo necesité
transitar y que estoy compartiendo contigo, te sirva para que el tuyo se
haga más llevadero y puedas al menos empezar a vislumbrar la esperanza
de que el cambio es posible para ti también.
Como te dije en los primeros capítulos, a lo largo de mi vida no he
conocido a muchas personas que sintieran por sí mismas el odio y el
desprecio tan profundos que yo llegué a sentir hacia mí, y si yo he logrado
encontrar al fin esta paz y este amor con los que ahora vivo, una vez más
me atrevo a prometerte que tú también podrás conseguirlo. Aunque
en este momento te cueste creerlo, sólo necesitas tomar la decisión de
hacerlo.
“San Sebastián
2012
“San Sebastián
2012
“San Sebastián
2013
_¿Qué me dirías si te dijera que aquí y ahora, en este mismo instante,
puedes perdonar a Joseba?
_Buuuf, eso sí que no, Vera. ¡Me falta muuucho para llegar a ese
punto!_, le espetó, aún incapaz de abrir su corazón hacia el perdón_.
Cuando he dicho lo de los viejos patrones me refería a mi aislamiento, a
que he caído otra vez de lleno en el “no necesito a nadie” y a otras
conductas destructivas porque estoy rabiosa y resentida en general con la
vida, pero perdonar a Joseba…¡eso sí que no!
_¿Y cómo te sientes con esto?
_Pues…cada vez que me acuerdo de él me cabreo, claro.
_Entiendo. ¿Y con qué parte de ti estás enfadada también?
_¿Qué?_, preguntó confundida.
_Sara, siempre que nos cuesta perdonar a alguien, hay algo que no nos
hemos perdonado a nosotros mismos…
_Pues no sé, la verdad. No sé qué es lo que no me he perdonado…
suponiendo que eso sea así…
_Cuando podemos mirarnos a nosotros mismos con amor, respeto y
comprensión, nos resulta mucho más fácil aceptar cualquier cosa que
estemos sintiendo_, continuó Vera_. Sin juzgarnos, sin reprocharnos nada,
imaginando que
somos una niña que no ha aprendido a hacer y sentir las cosas de otra
manera y que podemos comenzar a aprender a partir de ahora, empezando
por tratarnos a nosotras mismas de esta nueva forma, totalmente diferente a
la única que conocíamos…¿ves por dónde voy?
_Creo…creo que sí…_, empezó a emocionarse.
_Sólo cuando puedas mirar a lo que te pasó con este hombre sin
juzgarte a ti misma, podrás ver lo enfadada que has estado realmente
contigo y todo lo que te has castigado por lo que ocurrió…y entonces,
también podrás comprenderle y perdonarle
a él. Recuerda que todo lo que te ocurre lo has creado tú, y mientras
sigas poniendo en él esa responsabilidad, no podrás liberarte y coger tu
poder…
Sus palabras fluían como suaves cánticos por los que Sara, poco a poco,
comenzaba a dejarse llevar. El sólo hecho de imaginar poder hablarse y
tratarse a sí misma con aquel amor y comprensión, le hacía estremecerse.
Se dio cuenta de que aún vivían en su mente muchísimos introyectos que
gobernaban su vida y comenzó a sentir una ligera esperanza de que algún
día realmente todo aquello podría cambiar.
_Vera, llevo mucho tiempo probando diferentes tipos de terapias_, dijo
con tono reflexivo_. Es cierto que a lo largo de los años he conseguido
mejorar muchos aspectos de mi carácter, e incluso he vivido épocas de
auténtica felicidad y consciencia, pero hay algo en mí que no termina de
desbloquearse...tarde o temprano siempre acabo repitiendo el mismo
patrón, y la verdad es que ya estoy cansada, me siento muy impotente...y
creo que lo que me pasa está muy relacionado con que no puedo mirarme a
mí misma con esa comprensión de la que hablas...
_¿A qué te refieres? ¿Dónde ves ese bloqueo?
_Pues claramente, en mi relación con mi cuerpo y con los hombres_, su
mirada se apagó.
_¿Qué crees que te pasa con tu cuerpo?
_No aprendí a quererlo…a respetarlo…_, respondió cabizbaja_. Me
obsesioné con mi atractivo físico convencida de que no había nada más que
valiera la pena en mí y llevo muchos años atrapada en la locura de las
dietas estrictas y los atracones, subiendo y bajando kilos como un yo-yo...
_¿Y cómo te hace sentir esto? ¿Cómo es vivir atrapada de esa manera?
_¡Es una mierda!_, exclamó, alzando la mirada.
_Define mierda.
_Mierda es que mi primer pensamiento cada mañana nada más
despertarme sea: “Hoy, dieta estricta todo el día”, pasarme cada hora del
maldito día pensando en toda
la comida prohibida y deliciosa que me gustaría meterme en la boca y
llegar a la noche con tal grado de ansiedad que no hay nada ni nadie que
pueda frenar mi impulso de comer todo lo que se me antoje en el momento,
que siempre son cosas que engordan, claro.
_¿Y qué pasa cuando...?
_¡Mierda es quedarme tirada en la cama con el estómago lleno y con la
culpa y la frustración carcomiéndome por dentro_, continuó, ahora con los
ojos temblorosos_,
ver cómo voy subiendo kilos sin poder evitarlo y como colofón,
descargar mi ira y mi frustración sobre mis hijos, añadiendo más culpa a la
tremenda mierda en la que llevo viviendo desde hace tanto tiempo!
_Entiendo_, se limitó a asentir, comprendiendo que necesitaba
desahogar aún mucho más.
_¡Mierda es estar dos años sin acostarme con un hombre, sentir que por
fin he aprendido a cuidarme y a respetarme y que aparezca un enfermo
como Joseba para destrozarme la vida! ¡Por segunda vez!_, gritó, ahora sin
poder parar el llanto_. ¡Y llevo un año entero aislándome y perdiéndome
muchas cosas buenas que sé que la vida podría ofrecerme, pero es que ya
no sé qué otra cosa puedo hacer, Vera! Y conocer a
Robert ahora… siento una esperanza…parece que todo esto puede
empezar a cambiar por fin...
_¿Cómo es tu relación con Dios, Sara?_, le interrumpió.
_¿Dios? ¿Y qué tiene que ver Dios con todo esto?_, se extrañó ante la
inesperada pregunta.
_Pues…más de lo que piensas, querida...veo que no has estado atenta a
todo lo que hemos comentado antes…
Debió ser cuando hablaba con Nuria de lo de Robert…
Confundida y vulnerable como estaba, decidió seguir confiando en que
aquella mujer angelical sabía lo que hacía, y tras meditarlo unos segundos,
respondió.
_Mi relación con la Divinidad ha sufrido muchos altibajos a lo largo de
los años. Desde niña creí que había algo superior a nosotros y solía mirar al
cielo y hablaba con las estrellas..._, hizo una pausa para sonarse la nariz y
descargar de nuevo su llanto, emocionándose al recordar a la niña mágica e
inocente que había sido en un tiempo muy lejano_. Pero todo eso
cambió..._, dijo en un ronco susurro, con la voz cargada de pena_. La
iglesia…la educación de mis padres…el sexo…el pecado…todo se fue
convirtiendo poco a poco en una gran mierda enorme..._, tomó el aire que
empezaba a faltarle con un par de respiraciones profundas, y prosiguió_.
Desde la adolescencia algo dentro de mí me decía que aquello no tenía
sentido, que si Dios realmente era amor no podía pasarse la vida buscando
mis pecados para castigarme en un juicio final…así que más adelante
comencé a buscar otras respuestas.
_Ya_, Vera asentía, manteniendo una mano apoyada sobre su muslo.
_Me alivió mucho la idea de la reencarnación, y más aún la de que Dios
vive en nosotros, que no está en el cielo escudriñando todo lo que
hacemos...y tuve épocas en las que sí pude sentirme liberada de aquella
culpa y de las cargas que arrastré desde
niña, pero de un forma u otra, al final acababan desvaneciéndose para
volver a lo de siempre, a la mierda de siempre...y ya no sé qué más puedo
hacer para salir de ahí...
_¿Cómo era aquel otro Dios, el que conociste en la iglesia y en casa?
Toma, mejor si lo escribes..._, le tendió un folio en blanco y un bolígrafo_.
Tómate tu tiempo Sara, no hay prisa. Escribe todas y cada una de las
características de aquel Dios que se quedó impregnado en ti.
Buf, resumiendo podría decir que aquel Dios era un cabrón, joder. Un
cabrón y un sádico”.
“San Sebastián
2013
“San Sebastián
2013
“San Sebastián
2013
Ahora puedo ver a Joseba como el “maestro cum laude” que la Vida
puso en mi camino para forzarme a entrar de lleno en mi angustia del
abandono, en ese punto de muerte en el que literalmente, sentía que todo
había acabado.
Ya me había traído a muchos maestros antes de conocerle a él, pero yo
no había podido aprovechar aquellas oportunidades para entrar de verdad
en mí, y terminaba cada historia con el hombre de turno siempre igual:
“Otro cabrón que sólo me quería para el sexo”, “este viernes tengo otra cita
a ciegas, a ver si esta vez hay suerte”, “lo que tengo que hacer es adelgazar
de una vez, así sí encontraré a un hombre que se quede prendado de mí”.
Con Joseba sí se pudo abrir por fin mi herida, pues esa vez había sido
diferente. No pude entender por qué la Vida me hacía repetir la misma
experiencia tras haber pasado los dos años anteriores en celibato y
cuidando -o así lo creía yo-, a mi mundo interior. Lo que no sabía entonces
es que no bastaba con dejar de buscar el amor a través del sexo, pues sin
darme cuenta seguía tapando mis vacíos y mi herida de soledad ya no sólo
con la comida, sino también con las copas de cava que había empezado a
tomar por las noches antes de que él reapareciera en mi vida.
Pasé todo el año siguiente sumida en una rabia ciega, aún atrapada en
los mecanismos automáticos de mi ego, hasta que poco a poco pude ir
comprendiendo. El enfado y mis proyecciones sobre él, que le culpaban de
todo mi dolor, fueron dando paso a una capacidad real para verme y asumir
mi parte de responsabilidad en la experiencia.
Dejé de tomarme aquellas copas de cava y tomé la firme decisión, esta
vez sí, de entrar en mí. Un año después, dos buenas amigas (Noreen y Carla
en la novela), me propusieron empezar a trabajar juntas “Un Curso de
Milagros”, sin yo sospechar que aquel sería el catalizador definitivo que
me llevaría por fin a encontrar la paz que con tanto ahínco había buscado.
También veo ahora a mis padres y a mis hermanos como los grandes
maestros de mi vida, pues sin su desamparo y su incomprensión hacia mi
historia no podría haber atravesado y sanado las heridas que ya traía
conmigo, ni servir como puente reparador entre mis ancestros y mis futuras
generaciones. ¡Qué bendición poder sentirlo así!
Las partes de mi novela en las que se plasma el desarrollo de mi herida
hasta comenzar el proceso de sanación terminan en diciembre del 2013, así
que no puedo seguir compartiendo más capítulos sobre ese tema.
Tal vez algún día los continúe, todo dependerá de esa Voz que me habla
en mi mente, que es la que me guía y me dicta lo que Ella quiere que
escriba.
Haz la prueba, pon tus dos manos sobre tu corazón y di en voz alta “me
gusto, me acepto, me quiero y me respeto”. ¿Qué ocurre? Date cuenta de
qué se mueve en ti, qué pensamientos y emociones surgen. Si no has
percibido ninguna resistencia en tu cuerpo y puedes afirmar que sientes
todo eso por ti misma, hazte la siguiente pregunta: ¿Me gusto, me acepto,
me quiero y me respeto sólo cuando me salen las cosas bien, cuando
consigo mis objetivos, o también cuando fallo, cuando me equivoco,
cuando me siento insegura, cuando me deja una pareja, cuando no llego a
fin de mes, cuando no encuentro trabajo, o cuando discuto con mi familia?
¿Ves la diferencia? ¿Qué sensaciones surgen en ti en esas situaciones?
Es ahí donde tenemos que prestar atención, pues éstas son las
situaciones y emociones que activan nuestras heridas. Nos enfadamos sin
darnos cuenta de que vivimos en una insatisfacción permanente con
nosotras mismas, con una autoexigencia que no nos permite liberarnos, y
recuerda esto: donde hay exigencia, no puede haber amor. Queremos llegar
a ser perfectas, que nos salgan las cosas bien, dar la talla, cumplir las
expectativas, pues es lo que nos marcaron desde el exterior cuando éramos
pequeñas. Aprendimos que sólo en la perfección podríamos ser aceptadas y
queridas, y eso es lo que nos estamos haciendo a nosotras mismas ahora.
Mientras esté la herida sin atender en nosotras, no sabremos amarnos ni
amar a los otros de verdad y viviremos ese amor condicionado de “Te
quiero para que me quieras, para que me des lo que necesito”. Así funciona
la mayoría de la gente en sus relaciones interpersonales sin ni siquiera
darse cuenta, lo que me trae la siguiente frase a la mente:
“Gran Canaria
2019
FIN
Bibliografía
- “Un Curso de Milagros” - Foundation for Inner Peace