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1 Actos Linguisticos Basicos

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Actos lingüísticos básicos

El lenguaje. El habla. La escucha

Lenguaje y acción

Peticiones y ofertas

La escucha: la matriz básica

Referencias
LECCIÓN 1 de 5

El lenguaje. El habla. La escucha

Actos lingüísticos

¿Recuerdas que en el Módulo I habíamos mencionado que consideramos al habla como acción?

Siempre es la persona quien establece un vínculo entre la palabra, por un lado, y el mundo, por el otro. Entonces, cabe preguntarse lo siguiente cuando hablamos:

 ¿Qué tiene primacía: el mundo exterior o la palabra que mencionamos?

Si lo decimos de otro modo:

 ¿Cuál de los dos —la palabra o el mundo— es el elemento que conduce a la acción? ¿Cuál, podríamos decir, es el que «manda»?

Estas preguntas nos llevan a realizar una importante distinción: a veces al hablar, la palabra debe adecuarse al mundo, mientras que otras veces el mundo se
adecúa a la palabra.

Las afirmaciones y declaraciones

Cuando se trata de qué palabra se debe adecuar al mundo y qué dice esa palabra, cuando el mundo es el que conduce a la palabra, hablaremos de afirmaciones.
Cuando, por el contrario, la palabra modifica al mundo, y podemos decir que el mundo requiere adecuarse a lo dicho, hablaremos de declaraciones.

Lo realmente significativo de esto es que nos permite separar dos tipos de acciones diferentes que tienen lugar al hablar: dos actos lingüísticos distintos.

Efectuada la distinción, examinemos a continuación cada uno de sus términos por separado.

Afirmaciones: primer acto lingüístico


 Si la palabra es la que se adecua al mundo, hablaremos de afirmaciones.

Las afirmaciones son el acto lingüístico que pertenece a las descripciones.

Pero ¡recordemos que no sabemos cómo las cosas son, sino cómo las observamos! Con esta aclaración, resaltamos que con las afirmaciones no decimos cómo
las cosas son, solo cómo vemos a las cosas. Y dado que los seres humanos comparten, por un lado, una estructura biológica común y, por el otro, la tradición de
distinciones de su comunidad, les es posible compartir lo que observan a partir de las descripciones, y lograr ciertos acuerdos sobre lo que ven en común.

En este sentido, Echeverría nos brinda una explicación:

Cuando nuestra estructura biológica es diferente, como sucede por ejemplo con los daltónicos, no podemos hacer las mismas observaciones. Lo
que es rojo para uno puede ser verde para otro. ¿Quién tiene la razón? ¿Quién está equivocado? ¿Quién está más cerca de la realidad? Estas
preguntas no tienen respuesta. Sólo podemos decir que estos individuos tienen estructuras biológicas diferentes. El rojo y el verde sólo tienen
sentido desde el punto de vista de nuestra capacidad sensorial como especie para distinguir colores. Las distinciones entre el rojo y el verde sólo
nos hablan de nuestra capacidad de reacción ante el medio externo; no nos hablan de la realidad externa misma.

Los seres humanos observamos según las distinciones que poseamos. Sin la distinción mesa no puedo observar una mesa. Puedo ver
diferencias en color, forma, textura, etcétera, pero no una mesa. Los esquimales pueden observar más distinciones de blanco que nosotros. La
diferencia que tenemos con ellos no es biológica. (Echeverría, 2008, p.43).

Al mismo tiempo y teniendo en cuenta que poseemos una capacidad común de observación, los seres humanos podemos distinguir entre afirmaciones falsas y
verdaderas. (Echeverría, 2006, p.43)

Es importante destacar que las afirmaciones verdaderas, no hacen alusión a la VERDAD, en cuanto a definir cómo las cosas son.

Afirmaciones verdaderas serían por ejemplo: Córdoba es una provincia de Argentina; el 25 de diciembre en Argentina festejamos navidad; Juan es doctor puesto
que recibió su título en octubre pasado.

Al mismo tiempo, hay afirmaciones falsas, puesto que están a la espera de una confirmación, pero que cualquier testigo que hubiera presenciado tal o cual
situación, estaría en posición de refutar.

Por lo expuesto, “cuando afirmamos algo, nos comprometemos con la veracidad de nuestras afirmaciones ante la comunidad que nos escucha” (Echeverría, 2008,
p. 44).

 “Las afirmaciones hacen referencia al mundo de los hechos” (Echeverría, 2006).

Las declaraciones: según acto lingüístico

Diferente de las afirmaciones son las llamadas declaraciones.


 Las afirmaciones son el acto lingüístico que pertenece a las descripciones.

Cuando hablamos de declaraciones no hablamos acerca del mundo, generamos uno nuevo. La declaración nos lleva a crear algo nuevo que, previo a esa palabra,
no se nos hacía presente.

La palabra con su poder transforma al mundo. Así, cuando un juez en lo civil dice “los declaro marido y mujer”, está transformado dos estados civiles, desde lo
meramente formal, y conformando en una determinada comunidad esa institución que se llama Familia.

“Generamos un mundo diferente a través de nuestras declaraciones si tenemos la capacidad de hacerlas cumplir” (Echeverría, 2008, p. 45).

Las declaraciones no son verdaderas o falsas como en el caso de las afirmaciones.

Las declaraciones son válidas o inválidas según el poder de las personas que las hacen.

Siguiendo el ejemplo anterior, es posible que si no es el juez el que dice “los declaro marido y mujer” sino un amigo muy cercano de la pareja, dicha declaración no
transforme necesariamente “ese” mundo.

Las declaraciones guardan estrecha relación con la autoridad de quien las declara.

Veamos algunas declaraciones que pertenecen al ámbito de la autoridad personal.

La declaración del no

El decir no, es una declaración de las más importantes que una persona puede hacer.

El decir no, guarda un lazo directo con nuestra dignidad como personas; puesto que el precio de decir que no es alto, depende de nosotros
“pagarlo” o no.

La declaración del no, puede adquirir diferentes formas. No siempre se manifiesta diciendo no, a veces aparece como un “basta”, o “no es
aceptable para mí”. Es una forma de resolver, de poner término a algo, fijándole un límite al otro con respecto a lo que estamos dispuestos a
permitirle.

La declaración del sí

La declaración del sí pareciera no ser tan poderosa como la del no, puesto que si no decimos que no, de alguna manera estamos aceptando.
Cuando declaramos un sí o un acepto, ponemos en juego el poder de nuestra palabra dado que un sí constituye una promesa, un compromiso
asumido. Este tema lo veremos con mayor despliegue más adelante.

La declaración de ignorancia

Decir no sé, parece no tener tanta fuerza; sin embargo, ¿cuántas veces presumimos saber de algo, cuando somos realmente ignorantes de
ello?

Uno de los problemas cruciales del aprendizaje, y muy frecuente de hecho, es que no reconocemos que no sabemos que no sabemos. De esta
manera cerramos las puertas a la posibilidad de aprender algo nuevo. Aceptar y reconocer el no saber brinda la posibilidad, como declaración,
de crear un nuevo mundo para uno mismo, dándose la posibilidad de aprender cosas nuevas.

La declaración del no sé es el primer eslabón en la cadena del aprendizaje, es esa apertura. A través de la declaración del no sé, damos paso a
las fuerzas motrices, componentes imprescindibles en los procesos de transformación personal y de crearnos a nosotros mismos.

La declaración de gratitud

De niño la aprendemos, sin embargo, la empleamos sin mayor trascendencia puesto que la declaramos sin otorgarle el sentido profundo que la
palabra lleva.

El agradecimiento nos permite hacernos cargo del otro, otorgarle reconocimiento y evitar el resentimiento. Nos acerca, de alguna manera, a las
inquietudes del otro.

No sólo las personas, sino la vida misma es motivo de celebración y gratitud. El agradecimiento nos permite asignarle un sentido, es
reconciliarnos con nuestro pasado, presente y futuro y construir relaciones genuinas y poderosas.

La declaración del perdón

El perdón puede declararse en dos actos, el primer acto: te pido perdón, es distinto del segundo acto te perdono, sin embargo, ¡ambos actos
son extremadamente maravillosos!

El perdón del otro no nos exime de responsabilidades, como resultado de nuestras propias acciones.

El segundo acto, es necesariamente el salva vidas que nos rescatará del espacio de resentimiento, tema que abordáramos anteriormente.

Pero hay un tercer acto declarativo, que no tiene que ver con pedir perdón o perdonar, sino que guarda una relación más íntima aún, y se trata
del permitirse el perdón de uno mismo; el perdonarse.

El perdón a si mismo tiene el mismo espacio liberador y de expansión que tiene perdonar; es un Acto de Amor, para con nosotros mismos y
para con la vida.

La declaración del amor

Sin entrar en detalles de qué es el amor, el acto declarativo del decir Te Amo o Te quiero es participar en la construcción de la relación con el
otro, y forma parte de la construcción de un mundo compartido.

“Los seres humanos, en un sentido estricto surgimos del amor (…) dependemos del amor y nos enfermamos cuando éste nos es negado en
cualquier momento de la vida” (Maturana, 2007, p. 215).

 ¿Podemos considerar la obra el beso y la acción de besar misma como una metáfora de la declaración o la afirmación del amor?

Los juicios

“El lenguaje no es inocente” (Echeverría, 2008, p. 27)


Para Rafael Echeverría,

El supuesto de que el lenguaje describe la realidad nos hace comúnmente considerar la aseveración «IBM es una compañía de computación»
como del mismo tipo que «IBM es la compañía de mayor prestigio en la industria de la computación» En efecto, se ven muy parecidas. Desde el
punto de vista de su estructura formal ambas atribuyen propiedades a IBM; ambas parecen estar describiendo a IBM. La única diferencia parece
ser una de contenido: las propiedades de las que hablan son diferentes. En un caso, hablamos acerca de la propiedad de ser «una compañía de
computación» y en la otra, de ser «la más prestigiosa compañía en la industria de la computación».

Lo mismo sucede cuando hablamos de las personas. Frecuentemente tratamos las aseveraciones «Isabel es una ciudadana venezolana» e
«Isabel es una ejecutiva muy eficiente» como equivalentes. Seguimos suponiendo que ambas proposiciones hablan de las propiedades o
cualidades de Isabel y que, por lo tanto, la describen. (Echeverría, 2008, p. 61).

Aquí claramente aparecen distinciones a tener en cuenta. Por un lado, estamos haciendo una descripción de algo que vemos ahí afuera, hablamos de ese mundo
al referirnos a la nacionalidad de tal o cual persona. Sin embargo, por momentos también pareciera que estamos hablando de algo que está ahí afuera, cuando
mencionamos una cualidad que vemos en esta persona como la “eficiencia”. Sin embargo, ambas son muy diferentes y las connotaciones que de ambas se
derivan, también. Reconocemos así, que la segunda representa una opinión y que, en materia de opiniones, a diferencia de lo que sucede con los hechos, no cabe
esperar el mismo grado de concordancia.

¿Por qué decimos que son acciones diferentes?

Porque la persona que habla y manifiesta aseveraciones que hablan de la nacionalidad o eficiencia de alguien se está comprometiendo, en cada caso, a algo muy
diferente, cuando pronuncia una o la otra.

Hemos dicho desde el inicio de este tema, que el hablar no es inocente, que cada vez que hablamos nos comprometemos de una forma u otra en la comunidad en
la cual hablamos dado que, según decíamos, cuando hablamos estamos hablando de cada uno de nosotros, y que todo hablar tiene eficacia práctica en la medida
que modifica el mundo y lo posible.

Los juicios son como veredictos, con ellos creamos realidades.

Los juicios no apuntan a describir cualidades o atributos de un sujeto u objeto. La realidad que generan es totalmente una interpretación, son enteramente
lingüísticos. Los juicios son declaraciones, pero no todas las declaraciones son juicios necesariamente.

Como sucede con las declaraciones, su eficacia reside en la autoridad que tengamos para hacerlos. Sin embargo, la gente emite juicios aun sin que se les haya
otorgado autoridad.

Alguien podría decirme en la calle que soy un tonto por A o B, pero ese alguien para mí no es importante, con lo cual lo que diga me tiene sin cuidado. Pero si me lo
dice mi padre, madre o jefe, la emoción que va a acompañar dicho juicio, va a ser totalmente diferente. La autoridad que le conferimos a esa persona también se la
conferimos a su palabra.

Otro ejemplo: si vamos por la calle y alguien nos grita: “qué feo que viste usted”, tal vez nos interese, pero es probable que no le prestemos atención o no le
otorguemos la autoridad necesaria y terminemos contestando: “¿por qué no se mira usted mismo?” O “¡no mire si no le gusta!” Todas estas son respuestas que
denotan que no le otorgamos autoridad a lo que nos dicen.

 Los juicios pueden ser válidos o inválidos, fundados o infundados.


Serán válidos cuando guarden estrecha relación con la autoridad formal de quien los declare. Al mismo tiempo serán fundados cuando estén basados en
observaciones concretas de acciones ejecutadas en el pasado que dan cuenta del juicio que hemos declarado.

Pero es pertinente remarcar que los juicios también hablan del futuro, permitiéndonos anticipar lo que puede suceder más adelante. Los juicios operan como una
brújula dándonos el sentido de dirección que nos cabe esperar en el futuro, permitiéndonos anticipar las acciones de otras personas o de nosotros mismos.

 Respecto de los juicios, como ocurre con los estados de ánimo, los tenemos y nos tienen.

Es muy valioso comprender cómo los juicios nos conectan con nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro, lo que se llama la estructura de temporalidad de
los juicios.

Las afirmaciones, por ejemplo, no suelen llevarnos al pasado, a pesar de que pueden parecer más fuertes.

Los juicios representan el núcleo de identidad de las personas. (Los juicios) se fundan sobre acciones en el pasado, en tanto que en la medida que modifiquemos
nuestras acciones, modificamos nuestra identidad: transformamos nuestro ser.

Cómo se fundan los juicios

Se llama fundamento a la forma en que el pasado puede utilizarse para formular juicios que apoyen para tratar el futuro. De este modo, los juicios relacionan o
conectan tres instancias: pasado, presente y futuro, siendo el futuro la clave de los juicios.

Podemos destacar cinco condiciones básicas que intervienen en el proceso de fundar juicios:

1 Siempre que emitimos un juicio es por algo o para algo.  Este juicio nos abrirá o cerrará oportunidades. 

Están basadas en acciones que le otorgan sentido a nuestro juicio (Por ejemplo: Carla es simpática o eficiente). 

Nos valemos de acciones ejecutadas en el pasado para de alguna manera, anticipar el futuro.

2 Guardan estrecha relación con estándares.

Por ello un observador podrá decir, por ejemplo, que Raúl es un buen orador mientras otro, puede opinar diferente; esto da cuenta de que los
estándares que tenemos para emitir juicios difieren entre observadores.

Pero no sólo juzgamos las acciones sino también las apariencias, las cosas en general. Estos juicios provienen de tradiciones particulares,
expectativas sociales. Los juicios son históricos, puesto que los utilizamos para hacerlos cambiar con el tiempo. 

Emitimos un juicio y a menudo lo consideramos como verdad.

3 Cuando emitimos un juicio, lo hacemos generalmente dentro de un dominio en particular de observación.


Así, cuando emitimos un juicio de conducta, lo hacemos en relación a acciones, pero también podemos emitir juicios, acerca de autos, pintura,
etcétera., haciendo referencia a un dominio de observación particular.

Emitir un juicio, de alguna manera, es como dictar un veredicto acerca de algo o alguien. Y, por lo general, solemos extender el juicio más allá
del dominio propio de la observación, llevando o extendiendo este juicio a suponer que afecta no sólo el dominio observado sino también otros.

Por ejemplo, al decir que alguien no es confiable, dado que le habíamos prestado un dinero que nunca fue devuelto, solemos también pensar
que posiblemente no sea confiable en su ámbito laboral, familiar, etcétera.

4 Las afirmaciones juegan un papel importante en la fundación de los juicios.

Si no podemos proveer afirmaciones no podremos fundarlos. Pensemos pues cuando nos preguntan acerca de si una persona es eficiente,
confiable, etcétera., nos remitiremos a acciones en el pasado que den cuenta de ello sea cual fuere -positiva o negativa- nuestra respuesta.
Dependiendo del juicio que formulemos necesitaremos más o menos afirmaciones.

Les propongo un ejercicio: elije una persona cercana a ustedes, emite un juicio positivo y uno negativo.

Piensa en sus fundamentos; ¿Cuál de los dos te tomó más esfuerzo? ¿En cuál tuviste que afirmar en mayor medida y en cuál en menor
medida?

5 Frecuentemente consideramos fundado un juicio a partir de observaciones efectuadas en un número de instancias dadas, sólo para darnos
cuenta de que hacia adelante había muchas más acciones que eran opuestas al juicio emitido.

En resumen
Para fundar un juicio se precisa de:

1 La acción que proyectamos hacia el futuro.

2 Los estándares que tenemos en relación a la acción.

3 El dominio de observación en el que emitimos el juicio.

4 Las afirmaciones que brindemos respecto de los estándares.

5 El hecho de que no encontramos fundamento suficiente para sostener el juicio contrario.

Pero vale decir también que los juicios tienen una doble cara, pues toda acción, como dijimos, todo lenguaje revela el tipo de ser que la ejecuta, nos dice algo
acerca de cómo es quien dijo tal o cual cosa.

Recordemos, este es el segundo principio ontológico: actuamos de acuerdo a cómo somos.

En este video vamos a poder entender qué son los actos lingüísticos, y cómo son incorporados en nuestra vida cotidiana.

Video 1: Actos lingüísticos
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LECCIÓN 2 de 5

Lenguaje y acción

Actos lingüísticos

La capacidad del lenguaje da cuenta o revela el ser que habla.

Los juicios tienen una doble cara, una que mira al mundo y otra que mira al ser que somos.

 “Los juicios siempre hablan de quien los emite” (Echeverría, 2008, p. 73).

Observemos dos pinturas, dos “tiempos” que podemos considerar como juicios de los autores y que, de alguna manera, representan lo que los autores son o
piensan, eran o pensaban.

 Reflexiona: ¿El pintor habrá pensado que la modelo era una “diosa”? Hoy ¿consideramos que esta modelo es bella?

Figura 1: Fernando Bottero (1932) dibujante, pintor escultor Colombiano.

Fuente: Art finding, 2015, http://goo.gl/mA5Sxy

Figura 2
Fuente: De Orbe, 2009, http://goo.gl/gk7X4R

Fernando Bottero pinta retratos de personas actuales; a veces representa con estas formas personas retratadas a lo largo de la historia.

 ¿Estos “modelos” son hoy el ideal de belleza para nosotros? ¿Y para Bottero?

Figura 3: Diego Rivera. Mural en el Palacio Nacional (fragmento) 1942. Ciudad de México

Fuente: Lozzano, 2015, http://goo.gl/LKTWgT

La pintura representa la lucha que hubo luego de la conquista, entre españoles e indígenas. Pueden observarse en el sector izquierdo arriba el símbolo de la cruz,
que fue una de las causas del enfrentamiento religioso; por otra parte también se ve a los aborígenes realizando el duro trabajo al que fueron sometidos por los
españoles que se consideraban nuevos dueños de la tierra. La representación, revela la visión personal de Rivera sobre lo descripto en la historia.

 “Toda idea es siempre dicha por alguien que, al emitirla, revela quién es” (Echeverría, 2008, p. 73).
Los juicios, entonces, guardan estrecha relación con el ser. Estos tienen un impacto directo sobre la vida de las personas y sobre todo en la forma de ser de cada
uno/a.

Pero los juicios también tienen dimensiones particulares, veamos algunas:

Hay personas que viven de juicios ajenos, es lo que Rafael Echeverría llama “la condición de inautenticidad” (Echeverría, 2008, p. 74). Las personas que viven en
esta condición, han delegado toda autoridad en los demás, para emitir los juicios que les importan.

De este modo, se alegran enormemente al recibir juicios positivos y se deprimen profundamente al recibir juicios negativos.

Sus vidas pasan a estar controladas por fuerzas que ellos no controlan, son el resultado de una variedad de juicios que reciben.

Otra observación de los juicios se refiere a que hay personas que tratan a los juicios como afirmaciones sin hacer distinciones entre ambos. Es el caso de las
personas que, como consecuencia, operan desde la rigidez, la intolerancia y la no apertura al aprendizaje. Sólo los juicios emitidos por ellos son válidos y el emitido
por otros es totalmente falso.

Estas personas crean un espacio altamente intolerante y fundamentalista, cerrando el espacio para la transformación. Entonces encontramos que dicen: “Yo lo
conozco, siempre ha sido un inoperante”. Y si uno insiste, y pregunta los fundamentos, vuelven a decir: “¡pero si lo conozco de años! y siempre ha sido así”. Estas
verbalizaciones encierran un problema grave, y es la imposibilidad de reconocer que esos juicios que estamos haciendo no necesariamente son ciertos, o válidos,
y dependen en gran medida del observador, que es quien los emite.

Y por último, están las personas que no pueden distinguir entre juicios fundados e infundados y, como consecuencia, viven en espacios de decepción permanente
con respecto a sus expectativas, con gran dificultad para diseñar su futuro. No logran entender por qué las cosas no se les dan como ellos esperan. Viven de
interpretaciones mágicas y la vida por lo general les resulta un misterio; viven como injusticia sus propios fracasos.

Encontramos algunos que dicen: “¡Yo tengo siempre mala suerte! ¡Es que he roto muchos espejos en mi vida, por eso me pasa lo que me pasa! Nada me puede
salir bien”.

Concluyendo entonces con todo lo expuesto hasta aquí, hemos hablado de las declaraciones, espacio en el que nos comprometemos a hacer consistente nuestro
comportamiento posterior, como así también la validez de aquello que declaramos.

Hemos dicho también que al hacer o emitir un juicio además de lo anterior (compromiso y validez), nos comprometemos a fundarlo.

Ahora veamos qué relación guarda con las peticiones y las ofertas.
LECCIÓN 3 de 5

Peticiones y ofertas

Las promesas son actos lingüísticos diferentes de las afirmaciones o las declaraciones, aunque también funcionan dentro de los actos declarativos. Las
promesas se constituyen como el ingrediente, en tanto acto lingüístico, que permite coordinar acciones con otros, tema que veremos con detalle.

Cuando alguien nos hace o hacemos una promesa, significa que nos hemos comprometido a ejecutar una acción en el futuro: “La semana que viene te pago”, “Te
llamo pasado mañana para que arreglemos la salida”, “No voy a hacer eso nunca más”. Esto le permite al otro, o a nosotros mismos, hacer planes en relación a lo
declarado.

“Cuando alguien me promete que (…) va a ejecutar una determinada acción en el futuro, yo puedo tomar compromisos y ejecutar acciones que antes hubieran sido
imposibles” (Echeverría, 2008, p. 54).

Dice Rafael Echeverría:

“Las promesas implican un compromiso manifiesto mutuo. Si prometo algo a alguien, esa persona puede confiar en ello y esperar que cumpla
con las condiciones de satisfacción de mi promesa. Esto no es solamente un compromiso personal sino social”. (2008, p. 54).

Nuestras comunidades, como condición fundamental para la coexistencia social, se preocupan de asegurar que las personas cumplan sus
promesas y, por lo general, sancionan a quienes no lo hacen. Gran parte de nuestra vida social está basada en nuestra capacidad de hacer y
cumplir promesas. (Echeverría, 2008, p. 54).

Entonces, según Echeverría (2008) podemos distinguir que el acto de hacer promesas comprende cuatro elementos fundamentales:

1 Un orador.

2  Un oyente.

3 Una acción a llevarse a cabo.

4 Un factor de tiempo.

Muchas de las acciones que tomamos guardan vinculación con las promesas que otros nos hicieron, aunque todavía no se hayan cumplido.

Hemos dicho que las promesas son acciones lingüísticas que nos permiten coordinar acciones mutuamente; para que esto sea posible, necesitamos que las
partes comprometidas lleguen a un acuerdo. Si alguien nos dice:

“Mañana te pago”, pero yo respondo: “No, prefiero la semana que viene”, necesariamente tenemos que llegar a un acuerdo para que constituyamos un
compromiso, una promesa. Ambos debemos acordar que el pago, será la semana próxima o bien mañana.

Este acto lleva consigo una conversación, involucrando dos actos: por un lado, un ofrecimiento de la promesa, y por otro, el acto de aceptarla, o bien pedir una
promesa y aceptarla.
Ahora tomemos por parte lo hasta aquí dicho para entender mejor:

Al hacer una declaración o afirmación, suponemos que alguien nos escucha, incluso cuando sostenemos conversaciones privadas (aquellas en las que hablamos
con nosotros mismos). A diferencia de estos actos lingüísticos, en la promesa esperamos del otro algo más que sólo nos escuche, involucrando así las acciones
de ofertar una promesa (hacer una promesa), y que el otro la acepte o la desestime, generando en uno u otro sentido la aceptación de la promesa o el rechazo a la
misma.

Como nos dice Echeverría, utilizando una metáfora para representar la idea de la promesa: “es como una hebilla, necesita de dos lados para cerrarse” (2008, p. 56).

La petición y la oferta difieren en tanto se sitúan respectivamente en dos personas, con dos inquietudes diferentes.

Entonces, la promesa implica dos movimientos:

Figura 4 

Fuente: Elaboración propia.

Es importante destacar que la petición y la oferta son básicamente movimientos de apertura para obtener una promesa, y comprenden un orador, un oyente,
algunas condiciones de satisfacción y un factor de tiempo.

Hagamos hincapié en las ideas de satisfacción y tiempo.

Cuando nos encontramos frente al fenómeno de quien hizo una petición o una oferta, y esta fue aceptada, inmediatamente el orador entiende que prometió algo de
una manera diferente de lo que el oyente entendió; ambos, sin embargo, operan bajo el supuesto de que la promesa será cumplida, así orador y oyente se relajan en
el supuesto del cumplimiento, sólo para más tarde darse cuenta que lo que esperaban que sucediera, no ocurrió. ¿No te ha sucedido acaso?

Pero veamos lo contrario: se concreta la promesa y claramente la satisfacción se hace presente, pero no se definen tiempos. Quien espera el cumplimiento de la
promesa, no puede descansar en ella dado que desconoce cuándo sucederá; es más, no puede reclamar dado que tarde o temprano lo prometido se cumplirá. Una
promesa que no lleva consigo un vencimiento no obliga y, por lo tanto, no puede considerase una promesa.

Entonces completemos el esquema:

Figura 5
Fuente: Elaboración propia.

Destaquemos, además, que al hacer una promesa nos comprometemos en dos dominios: la sinceridad y las competencias.

La sinceridad hace referencia a los juicios que hacemos sobre las conversaciones y compromisos públicos, y al hecho de que estos guarden concordancia con los
juicios de conversaciones y compromisos privados, lo que uno/una persona dice y piensa, son coincidentes con lo que hace.

La competencia guarda relación con el juicio de que la persona que hizo la promesa tiene las condiciones para llevarla a cabo.

Es importante también destacar la diferencia entre pedido y deseo. Mientras el deseo expresa más una aspiración, el pedido expresará condiciones de
satisfacción observables. Veamos:

Deseo: “Te solicito mayor dedicación”.

Pedido: “Te pido que respetes los horarios acordados para las reuniones”.

Si no indico las condiciones de satisfacción observables con claridad, el oyente podrá tener una idea totalmente diferente a la mía respecto de lo que significa
mayor dedicación.

Es importante que el mensaje que contiene el pedido sea expresado de modo tal que el que nos escuche pueda hacerse cargo generando una respuesta.

Es importante destacar que, en la escucha, no solo es necesario comprender gramaticalmente lo que se dijo sino también comprender el trasfondo de intereses
que yacen por debajo del pedido.
LECCIÓN 4 de 5

La escucha: la matriz básica

Sabemos que la comunicación humana posee dos facetas: hablar y escuchar.

Bajo el supuesto popular, el hablar aparece como con mayor importancia que el escuchar. A la escucha se le atribuye una cualidad de pasividad, mientras que al
habla, la actividad. Suponemos, la mayoría de las veces, que si alguien habla lo suficientemente bien (fuerte y claro) será más escuchado que otros que no hagan
esto. Si tomamos esto como válido, entonces ¿depende de cómo uno hable que el otro escuche?

Sin embargo, podemos percibir que hay una nueva visión sobre este fenómeno, que implica la importancia del escuchar. Encontramos cada vez más, a personas
que comienzan a aceptar que no saben escuchar, o que escuchan mal. Reconocen dos cosas: que les es difícil escuchar a otros, y a su vez, que tienen dificultades
para hacerse escuchar en la forma que desearían. Este fenómeno ocurre en todos los dominios de nuestras vidas.

Echeverría (2008) sostiene al respecto que

El tema del escuchar se ha convertido en una inquietud importante en nuestras relaciones personales. Es frecuente escuchar la queja: «Mi pareja
no me escucha». Sin lugar a dudas, la comunicación inefectiva es una de las principales causas de divorcio. Cuando las personas hablan de
«incompatibilidad» con su pareja, es el escuchar, nuevamente, el que está en el centro de sus inquietudes. (Echeverría, 2008, p. 81).

 Ejercitemos la observación. En las pinturas que se presentan: ¿Quién habla? ¿Quiénes parecen escuchar efectivamente? ¿Quiénes parecen
estar fuera de la escucha? Aparte del grupo en primer plano, ¿observa otras personas que podrían estar hablando-escuchando?

En el campo de los negocios, el escuchar efectivo ha llegado a adquirir la máxima prioridad. Peter Drucker (1990), escribió: «demasiados (ejecutivos) piensan que
son maravillosos con las personas porque hablan bien. No se dan cuenta de que ser maravillosos con las personas significa 'escuchar' bien». (Echeverría, 2008,
p.81).

Hablamos para ser escuchados

Si decimos una cosa y escuchan otra, el habla no ha sido efectiva.

Aquellos que hablan en función de lo que sólo les interesa a ellos, difícilmente serán escuchados, dado que estarán hablando para sí mismos, y no para ser
escuchados. El otro, en esta dinámica, no tiene cabida.

Tom Peters enfatiza que una de las principales razones del bajo rendimiento del management norteamericano es el hecho de que el manager no
escucha a sus empleados, ni a sus clientes, ni lo que está sucediendo en el mercado. (Echeverría, 2008, p. 81).

 “Los juicios siempre hablan de quien los emite” (Rafael Echeverría, 2008, p. 73).
“El problema, por supuesto, radica en ¿cómo hacerlo?, ¿en qué consiste saber escuchar?” (Echeverría, 2008, p. 81).

Desde esta nueva percepción, la escucha es sin lugar a dudas la competencia fundamental y más importante de la comunicación humana.

Si deseo que el otro me escuche, será entonces mayor mi esfuerzo por demostrarle (al otro) que lo que digo guarda relación con su inquietud. Para que esto sea
posible, será necesario primero escuchar al otro, antes de decir lo que tengo que decir.

La escucha, en estos términos, se convierte en una precondición del habla. Comienza a perder la cualidad de pasiva, pasando a ser un elemento más activo, de
acción.

 Escuchar implica también la acción de interpretar.

El observador y la escucha efectiva

Es importante que hagamos distinciones sobre oír y escuchar. Los observamos como dos fenómenos distintos.

Veamos. Por un lado tenemos a quién cree que escuchó lo que alguien dijo, dado que confirma que oyó lo que el otro dijo. Esto es insuficiente dado que nada nos
dice de su escucha.

El reproducir textualmente lo que alguien dijo, no es suficiente para decir que ha escuchado, allí decimos que ha oído. ¿Acaso una grabadora no puede reproducir
una voz grabada? ¿Ello significa que escucha?

 “Las máquinas reproducen, no interpretan” (R. Echeverría, 2008, p. 167)

Es necesario interpretar, comprender, escuchar.

 La escucha es = oír + interpretar

Biológicamente el ser humano capta el sonido con el oído interno, dispuesto en la cóclea. Para aquellos no familiarizados con términos médicos, exactamente
detrás de las orejas, podemos palpar el hueso temporal; internamente se encuentra ubicado el órgano del oído interno, la cóclea, el caracol interno. Allí varios
conectores envían registros sonoros, ondas sonoras, al cerebro que finalmente interpreta lo que oímos. Comenzamos a percibir no sólo el sonido sino también
otros estímulos a través de otros sentidos, el olfato, el tacto, y se activa el maravilloso mundo de las interpretaciones donde se conjugan y danzan una serie de
acertijos que dan origen a la capacidad del lenguaje en sus múltiples expresiones y, a través de él, la diversidad de sistemas que dan cuenta de la comunicación
humana.

Entonces redefinamos la fórmula antes expuesta:

 Escuchar = percibir + interpretar

Conectar la escucha con la interpretación nos permite saltar a la comprensión del fenómeno de la escucha y relacionar esta acción extrayendo algunas
conclusiones como:

La escucha guarda un carácter activo.

Esto significa que si cada vez que escuchamos activamos el proceso de la interpretación, la escucha pierde su carácter pasivo por completo.

En el proceso interpretativo, se pone de manifiesto el carácter histórico del ser humano, de ello surgen varios elementos que juegan un papel importante, como los
supuestos y los prejuicios. La importancia de estos últimos radica en el aporte de la apertura al conocimiento; son variables que de alguna manera nos permiten
otorgarle un sentido a lo que escuchamos.

Los prejuicios nos tienen y los tenemos, así como a veces nos habilitan oportunidades, otras veces esas oportunidades nos son negadas por los prejuicios. De allí
la importancia de poder desprenderse de ellos, soltarlos y permitirnos entrar en el proceso de transformación y dar lugar a la escucha.

A partir de aquí podemos relacionar sus lazos con el tiempo. La escucha opera en el tiempo, en la medida que pasa el tiempo, nuestra capacidad de escucha
comienza a afinarse.

Pensemos en esos momentos en que alguien nos dijo algo, ofrecimos una interpretación, y pasado un tiempo, cuando regresamos y recordamos lo que oímos, le
otorgamos nuevas interpretaciones, generamos nuevos descubrimientos y nos decimos: “Ahora entiendo lo que me quiso decir”.

Pero así como recordamos lo oído en el pasado, escuchamos desde nuestras expectativas, acerca de lo que debe o podría pasar, dando lugar así al futuro. La
escucha no sólo incide abriendo espacios sino también cerrándolos.

Esta interpretación de la escucha se aleja del tradicional modelo que aprendimos en la época escolar (emisor-mensaje-receptor---canal/ruido) dado que este
modelo le asigna un rol pasivo al oyente, (modelo de la Ingeniería de las Comunicaciones). Este modelo nos llevó a desarrollar la creencia de que si aprendíamos a
hablar bien, si hablábamos de forma efectiva, seríamos escuchados. Sin embargo, esto distorsiona por completo el fenómeno de la escucha.

El escuchar nos remite a tres ámbitos diferentes: La acción, las inquietudes y el ámbito de lo posible (consecuencias de las acciones del hablar).

¿Cómo interpretamos entonces?

Uno dice lo que dice y el otro escucha lo que escucha.

Esto implica decir que la interpretación le pertenece al tipo de observador que somos, en el cual confluyen nuestro pasado, presente y expectativas. Uno cree decir
algo, y el otro cree escuchar otra cosa. Ahí radica la importancia de la comunicación desde la Ontología del Lenguaje y una mirada diferente.
“Toda escucha está condenada, en el mejor de los casos, a ser siempre una aproximación al otro”, nos dice Rafael Echeverría en su libro Escritos sobre aprendizaje
(Echeverría, 2009, p. 168). Esto implica reconocer que la escucha (y la interpretación) tienen un límite, dado que al escuchar interpreto desde mí mismo, y el otro, al
hablar, está interpretando desde él mismo.

Tenemos entonces tantas escuchas, como personas presentes.

Dado lo dicho hasta ahora, hacemos evidente que existe una brecha entre lo que orador dice y lo que el oyente escucha, podemos acortar más o menos esta
brecha, pero nunca será cero. Esto da cuenta de que la interpretación de un individuo, nunca será plena.

Dando cuenta de esto, entonces ¿cómo hacemos para achicar esa brecha y mejorar la escucha?

Primeramente, aprender que existe esta diferencia y debemos respetarla, y que está presente en toda relación. A partir de allí, generamos otra herramienta además
del reconocimiento de la brecha y su respeto; podemos a partir de allí, monitorearla, haciéndonos responsables de la escucha.

La escucha no es algo que podamos guiar; simplemente escuchamos de forma inconsciente, espontánea; sin embargo, a partir de lo aquí mencionado, perdemos
la inocencia, no podemos desconocer lo aquí dicho: existe una brecha y debemos hacernos cargo de ella.

Reconocer esta característica e implicancia de la escucha, nos hace necesariamente más responsables no sólo de lo que decimos si no de lo que creemos
escuchar del otro.

Veamos qué herramientas podemos aplicar para reducir la brecha.

En primer lugar, identificar algunas acciones que permiten detectar la brecha, reconocerla, para desde allí buscar su reducción.

En segundo lugar, y más importante que el primero, tratar de transformar al observador que se ha sido hasta ahora. Aquí se nos presenta el mayor desafío dado que
implica la posibilidad de reconocer que uno escucha como escucha, con determinados límites y obstáculos, y que quiere cambiar. Implica, entonces, un proceso
de transformación personal profundo.

Nombremos algunas acciones concretas que podemos llevar adelante para acortar la brecha de la escucha:

Verificar escucha.

Compartir inquietudes.

Indagar.

Verificar escucha

Dado lo que sabemos acerca de la escucha, lo mejor que podemos hacer es sospechar de nuestra escucha, tanto para asegurarnos de haber entendido, como para esforzarnos por
entender lo que aún no entendemos.
Puedo decirle al orador entonces: “A ver si te entiendo lo que quieres decirme”, y aquí es válido no repetir textualmente lo que oí, sino parafrasear y animarme a ver cuán cerca está
mi interpretación de lo dicho por el orador.
 
Compartir inquietudes

Hace referencia a hacernos cargo de lo que nos inquieta- el orador no siempre expresa textualmente desde donde nos dice lo que nos dice, sino que usa ejemplos y nos sugiere
ideas muy pocas veces expresa completamente sus inquietudes.

Indagar

Es sencillamente la herramienta más importante con la que contamos; preguntar para afinar, para completar, para corregir. El objetivo siempre está puesto en asegurar la
interpretación.
Si queremos evaluar nuestra capacidad de escucha, aceptemos nuestros límites y comprendamos la diferencia con el otro, desde el respeto legítimo, comprendiendo el sentido
del otro, sin descalificarlo. El respeto no es más que una aceptación del otro, legitimando la diferencia sin descalificación.

En síntesis, todo hablar revela el tipo de observador que soy. Recordemos el primer principio de la Ontología del Lenguaje:

 No sabemos cómo las cosas son. Sólo sabemos cómo las observamos o como las interpretamos. Vivimos en mundos interpretativos.

 Observemos la obra considerando la metáfora y la interpretación que podemos hacer y que nos posibilita preguntarnos: ¿Se está verificando
la escucha? “¡Oiga, me escucha!” ¿Produce inquietud lo que comunica la muchacha? ¿Está indagando dentro del oído?
LECCIÓN 5 de 5

Referencias

Art finding. (2015). Gallery- Bottero. Recuperado de http://www.artfinding.com/modules/lot/index.php?recherche=botero%2B.

De Orbe (2009). Las obras de Botero alcanzan records históricos en Christie’s. Recuperado de http://www.revistadearte.com/2009/11/23/las-obras-de-botero-
alcanzan-records-historicos-en-christie%C2%B4s/.

Echeverria, R. (2008). Ontología del lenguaje. Buenos Aires: editorial Granica (5ta edición).

Echeverria, R. (2009). Escritos sobre aprendizaje: recopilación, Editorial Granica.

Lozzano. (2015). Un artista tras la pista. Recuperado de http://unartistatraslapista.blogspot.com.ar/2009/05/diego-rivera.html.

Maturana H. (2007). La transformación de la convivencia. Santiago de Chile: Lom Ediciones SA.

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