ARREPENTIMIENTO
ARREPENTIMIENTO
ARREPENTIMIENTO
I. ¿Qué es arrepentimiento?
Sin embargo, para que éste sea completo, debe haber un cambio o reforma de
vida. El joven pudo haberse quedado sentado en la pocilga por el resto de su vida,
con su resolución y nunca arrepentirse verdaderamente. Su arrepentimiento
estaba incompleto hasta que se levantó y fue a su padre (v. 20).
Las Escrituras enseñan que hay ciertos motivos (fuerzas activadoras) que mueven
a la persona al arrepentimiento. El primer y, a la vez, el más importante es:
Pablo nos recuerda con estas palabras que hay dos clases de arrepentimiento:
uno piadoso y otro mundano; uno trae salvación y el otro trae muerte.
Pedro y Judas ilustran estas dos clases de dolor. Ambos pecaron contra el
Maestro. Cuando Pedro comprendió su pecado, al ver al Maestro y oír el canto del
gallo, la Biblia dice que salió y “lloró amargamente” (Mateo 26:75). Sin embargo, el
día de la resurrección fue el primero en entrar en la tumba vacía, y por el resto de
sus días siguió los pasos del Maestro. Su cambio de actitud fue genuino porque lo
guió a un cambio de vida; regresó humildemente al Maestro, quien lo perdonó y lo
envió a predicar.
C. Temor al juicio. Cuando Pablo habló a los filósofos del Areópago, en Atenas,
les recordó que antes que viniera Cristo, Dios había pasado por alto su ignorancia;
pero ahora que Cristo había venido y la salvación estaba disponible para todos los
hombres, dijo que Dios “manda a todos los hombres en todo lugar, que se
arrepientan” (Hechos 17:30). El motivo que hace que se arrepientan es la
perspectiva del juicio de Dios. Pablo les sigue diciendo: “Por cuanto ha establecido
un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó,
dando fe a todos con haberle levantado de los muertos” (Hechos 17:31). El miedo
al juicio no es realmente el motivo más grande para lograr el arrepentimiento, pero
algunas veces es muy efectivo. A menudo el corazón se torna muy duro a causa
del pecado, que atrae sobre sí la amenaza del juicio de Dios, a fin de destruir la
barrera, para que el amor de Dios pueda alcanzar el corazón. Es muy probable
que en muchos casos Dios haga uso de los tres medios para atraer al hombre al
arrepentimiento.
Juan dijo a los fariseos que fueron a oírle predicar: “Haced, pues, frutos dignos de
arrepentimiento” (Mateo 3:8). Pablo insistía en que debía haber alguna evidencia o
fruto que indicara un cambio de pensamiento y de acción (ver Hechos 26:20).
Cuando Jesús dio la gran comisión dijo que el arrepentimiento y la remisión de los
pecados debían ser predicados en su nombre a todas las naciones, comenzando
por Jerusalén (Lucas 24:47). Jesús dijo también a los judíos: “Antes si no os
arrepentís, todos pereceréis igualmente” (Lucas 13:3). Pablo informó a los
filósofos de Atenas que Dios una vez pasó por alto su ignorancia e idolatría; pero,
“ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hechos
17:30). El arrepentimiento es tan importante, que es una de las primeras cosas
que median entre el hombre y la destrucción. Una de las razones para la
benignidad y paciencia de Dios hacia el hombre es que él no quiere que nadie
perezca sino que todos procedan al arrepentimiento (2 Pedro 3:9).