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Apuntes - Finanzas en Las Misiones

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Finanzas en la Misiones

La estrategia de Jesús
¿Qué es una estrategia? El diccionario la define como el plan cuidadoso, o más específicamente, como el
arte de elaborar planes para alcanzar una meta.
La guerra se hace con una buena estrategia. Proverbios 20:18 / “Los pensamientos con el consejo se
ordenan; Y con dirección sabia se hace la guerra”.

¿Quién es suficiente para completar una tarea tan grande y gigantesca? Y la respuesta bíblica es siempre la
misma: ¡sólo Dios es suficiente! En primer lugar, Dios descendió a la tierra en la persona de su Hijo, le
proporcionó un cuerpo, y a través de su vida, de su muerte en la cruz y de su gloriosa resurrección, hizo
posible la redención. En segundo lugar, habiendo resucitado Jesús, y ascendido al cielo, Dios envió, tal
como lo había prometido, el Espíritu Santo, y por medio de su presencia y acción se formó otro cuerpo, en
este caso un cuerpo místico, que es la iglesia, de la cual todos los redimidos somos parte. Y como bien
sabemos, un cuerpo sirve como instrumento para ejecutar las obras que le indica “su mente y cabeza”. En
tercer lugar, cuando Jesús cumplía su ministerio terrenal, iba trazando un camino y diseñando algunos
pasos sencillos que formaban un plan o estrategia general. Estos pasos, por cuanto fluían de quien es la
sabiduría divina, encarnada, nos señalan un derrotero que está al alcance de todos y por supuesto, por
tener a Dios como su origen, no puede fallar.
Mateo 9:35-10:8 / Jesús está frente a una multitud de seres humanos necesitados (v.36). Sin equivocarnos
podríamos decir que aquella multitud era una muestra, un símbolo y una representación de las numerosas
multitudes que componen la población actual del mundo. Para decirlo en términos de nuestro tema, Jesús
estaba frente al desafío de la obra misionera mundial. ¿Cómo se comportó Él ante esa situación?

El plan de acción de Jesús


La compasión brotó de su corazón, y por consiguiente, el deseo de ayudar (compasión: sentimiento de
tristeza al ver el padecer de otro); pero notamos que no estaba perplejo, confundido, desalentado, ni
ignoraba lo que había que hacer. En el relato de la multiplicación de los panes Juan 6:5 / “Cuando alzó
Jesús los ojos, y vio que había venido a él gran multitud, dijo a Felipe: ¿De dónde compraremos pan para
que coman éstos?”
¿Por qué hizo Jesús esta pregunta? ¿Acaso ignoraba Jesús lo que había que hacer para satisfacer el
hambre de los miles que estaban a su alrededor? El evangelio de Juan es el único que al relatar este
milagro añade una aclaración clave: “Pero esto decía para probarle; porque él sabía lo que había de hacer”
(v. 6). Jesús sabía lo que había que hacer para alimentar la multitud hambrienta de aquel día, y también
Él sabe lo que se debe hacer para evangelizar el mundo hoy, llevando a cada individuo el Pan de la
salvación. Y no sólo lo sabe: lo más notable e inspirador es que Él encarnó y practicó los principios que
luego enseñó y recomendó a sus seguidores. Por lo tanto, no puede haber camino más seguro para llegar a
la meta. No puede haber ninguna guía mejor que seguir su ejemplo e instrucciones.
Por ejemplo, Él no tenía: Tratados, volantes o folletos para distribuir. Imprentas para imprimir afiches y
anunciar su visita. Ni hablar de porciones bíblicas, Nuevos Testamentos o Biblias. Diarios o periódicos para
hacer propaganda. Equipos de altoparlantes, ni micrófonos para hablar a un auditorio numeroso.
Teléfonos, para poder anunciar su llegada a un pueblo o ciudad. Radio o televisión para proclamar su
mensaje. Automóviles, ómnibus, trenes o aviones para trasladarse rápidamente de un punto a otro.
Máquinas de escribir, grabadoras, películas, computadoras, videos, correo electrónico, páginas en la web,
internet, etc.
Sin embargo, aunque Jesús no tenía a su disposición ninguno de estos medios modernos que hoy utilizamos
y disfrutamos (y creemos que hacemos bien). A pesar de que no contaba con ninguno de estos adelantos,
Él conocía un plan sencillo pero fundamental por medio del cual el mundo podía ser evangelizado en
cada tiempo con los medios que pudieran estar a su alcance. Ese plan o estrategia está entrelazado y
sugerido en Mateo 9 y 10.

Primer paso: orar


Mateo 9:38 “Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies”

1
Rogad: exhortación que indica la urgencia del caso. La fuerza de la urgencia es tanto mayor, cuando es
omnisciente quien la manifiesta. Delante de su vista se extiende la mies, tan vasta como el mundo; pocos
son los obreros y se pierde la cosecha por falta de segadores. Cuando otras tareas amenazaron con
usurpar su tiempo, los apóstoles rehusaron verse embrollados con las mismas / Hechos 6:4 “Y nosotros
persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra”. Ellos pusieron la oración antes que la
predicación.
Cara a cara con las apremiantes necesidades de una multitud, y sintiendo compasión por ella, pues veía las
almas “porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor”, es decir, a punto de
ser devoradas por las fieras ¿qué fue lo primero que Jesús ordenó hacer? Orar, o mejor dicho, rogar.
Mateo 9:37-38 / Observamos cuatro cosas importantes: Quién dice estas palabras: Jesús, el Jefe supremo
y la Sabiduría encarnada; el único que no se puede equivocar. A quiénes lo dice: a sus discípulos, quienes
estaban en un proceso de formación que culminaría con la aceptación voluntaria de las normas del
discipulado enunciadas en Lucas 9:23 (negarse a sí mismo, tomar la cruz cada día, y seguirlo). Qué les
manda hacer: rogar, lo cual es más intensivo que pedir u orar. Es pedir con insistencia y perseverancia
hasta lograr lo que se reclama. Para qué: para que Dios envíe más obreros a recoger la cosecha.
En el párrafo final del evangelio de Mateo, que forma parte de la Gran Comisión, Él estableció que parte del
ministerio de hacer discípulos sería enseñándoles “que guarden todas las cosas que os he mandado”
(Mateo 28:20). Entre esa numerosa lista de mandatos del Nuevo Testamento, debemos enseñar y guardar
está este mandato: “Rogad que envíe obreros a su mies”.
El enemigo apuntará a impedir la oración Este primer paso es fundamental porque la oración es uno de
los elementos más potentes con los cuales Dios ha dotado a su iglesia y al creyente individual para
realizar la tarea. Cuando el creyente permite que Cristo sea desplazado de su lugar central, rápidamente
los objetivos que están unidos al Señor: la oración, la salvación de las almas, el testimonio, la evangelización
del mundo, etc., también se debilitan. Entonces la oración, en vez de ser usada para conquistar, avanzar,
extender el Reino, se torna egocéntrica, y muy pronto las peticiones que hacemos se refieren sólo a
nuestras propias necesidades.
Las oraciones por la extensión del Reino, por el envío de obreros, es decir, por los intereses del Señor, si
se producen, ocupan el último lugar.
Jesús es nuestro ejemplo / Nunca pidió a sus seguidores que hicieran lo que Él mismo no practicaba / “En
aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios. Y cuando era de día, llamó a sus
discípulos, y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles” (Lucas 6:12-13). Jesús oró y
pidió por obreros. Cuando los discípulos se levantaban por la mañana, y Jesús no estaba con ellos, sabían
dónde encontrarlo: “en un lugar desierto, y allí oraba” (Marcos 1:35).

Segundo paso: ir
Donde hay compasión, seguida por oración, seguramente se generará alguna acción.
“Habiendo reunido a sus doce discípulos, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para sanar
enfermedades. Y los envió a predicar el reino de Dios, y a sanar a los enfermos… Y saliendo, pasaban por
todas las aldeas, anunciando el evangelio y sanando por todas partes”. (Lucas 9:1-2, 6). Jesús fue enviado
por el Padre desde el cielo a la tierra, y siempre tuvo conciencia de esta importante relación refiriéndose
continuamente a ella. En el evangelio de Juan por lo menos cuarenta veces se pueden encontrar
expresiones tales como “el que me envió”, “la voluntad del que me envió”, “el Padre que me envió”, etc.
Esta expresión era la credencial que Él continuamente exhibía: la justificación y el respaldo de todo lo
que hacía. Y en el aposento alto, en su magnífica oración sacerdotal expresó: “Como tú me enviaste al
mundo, así yo los he enviado al mundo” (Juan 17:18). Y después de la resurrección, en su primera aparición
a sus discípulos les dice directamente: “Como me envió el Padre, así también yo os envío” (Juan 20:21). La
conclusión inevitable es que todo discípulo es potencialmente un enviado, por lo tanto si somos sus
discípulos, nosotros también somos enviados. Si podemos decir que somos salvos por la fe en Cristo, y
hemos llegado a ser hijos de Dios, es seguro que Él nos ha enviado, pues tiene una misión para cada uno
de nosotros. Jesús nos manda ir.

• Todo el evangelio no será llevado a todo el mundo, si no lo hace toda la iglesia usando todas las
instituciones y todos los medios. (Lausana II, Manila)

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• A menos que toda la iglesia sea movilizada, no es probable que la totalidad del mundo sea
alcanzado. (John Stott)

Tercer paso: dar


• El dinero es el cuello de botella de la evangelización del mundo […] Si tuviéramos dinero podríamos
completar la tarea en nuestra generación. (Pablo B. Smith)
• Se ha dicho que hay tres clases de dadores: el pedernal, la esponja y el panal de miel. Para
conseguir algo del pedernal hay que darle duro con el martillo, y sólo se obtienen chispas y polvo.
Para obtener agua de una esponja, sólo hay que exprimirla. Mas el panal de miel se desborda con
su propia dulzura. Muchos dadores son como el granito, duros; no dan nada si pueden evitarlo.
Otros, como la esponja tienen buena disposición, ceden a la presión, y dan en la medida que se les
aprieta. Unos pocos son como el panal de miel; sienten placer en dar sin que nadie les pida. (La
Estrella de la Mañana)
Dios tuvo un solo Hijo y lo dio. Jesucristo tuvo una sola vida y la dio. Dios tiene ahora un pueblo escogido,
un cuerpo que es la iglesia.
¿Se dará la iglesia en entrega total a Dios para permitirle alcanzar al mundo? (Juan 3:16; 10:11; Efesios
5:1-2).

Pablo quiso provocar el amor de los Corintios para que participaran de una ofrenda abundante, elogiando a
los cristianos de las iglesias de Macedonia con estas palabras: “A sí mismos se dieron primeramente al
Señor, y luego a nosotros, por la voluntad de Dios” (2° Corintios 8:5). Él entendía que ese era el secreto de
las generosas ofrendas que aquellos hermanos habían dado con gozo aun viviendo en medio de
circunstancias adversas y difíciles. Algunos se asombran porque las Escrituras nos dicen que los primeros
cristianos daban sus bienes, sus posesiones y sus heredades. Pero ¿no debería ser ese el proceder
normal? El hijo de un Dios dador, ¿no debería ser semejante a su Padre?
Hagamos la siguiente consideración: ¿Nos asombramos porque un pájaro vuela? No. ¿Nos asombramos
porque un pez nada debajo del agua? Por supuesto que no. ¿Nos asombramos porque la luz alumbra, el
agua apaga la sed o el pan nos quita el hambre? De ninguna manera. Tales acciones no nos sorprenden.
¿Por qué no? Porque está dentro de la naturaleza de cada uno de estos elementos hacer lo que hacen. Dios
los creó para funcionar de esa manera y no de forma contraria, pues el pájaro no puede nadar bajo el agua
y el pez no puede volar. De manera bastante similar, cuando Dios nos estimula a dar, lo hace para que
desarrollemos una potencialidad que por su gracia nos ha conferido. La Palabra de Dios nos enseña que
en virtud de nuestra unión con Cristo hemos llegado a ser “participantes de la naturaleza divina” ( 2° Pedro
1:4), y ¿cuál es una de sus características principales? Es una naturaleza dadora: continuamente se expresa
dando. “Nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos” (1° Timoteo 6:17). Ejercitemos
esta capacidad e imitemos a nuestro Padre. Todo lo que tenemos, lo hemos recibido, y en gran parte lo
hemos recibido para darlo, para compartirlo con otros (1° Corintios 4:7).
¿Cómo y cuánto dar? Eso no será ningún problema para los que tienen al Cristo viviente morando en sus
corazones. Él vivió dándose a sí mismo y en el famoso Sermón del Monte expresó con singular claridad y
precisión la fórmula por excelencia sobre la gracia de dar. Dijo: “Den a otros, y Dios les dará a ustedes. Les
dará en su bolsa una medida buena, sacudida y repleta. Dios los medirá a ustedes con la misma medida con
que ustedes midan a otros” (Lucas 6:38, VP). Tal vez estas palabras de Cristo inspiraron el conocido eslogan
que dice: “Ofrende usted según sus entradas, no vaya a ser que Dios le dé entradas de acuerdo con sus
ofrendas”. (¡Qué problemas se presentarían si Dios obrara así!)
Hagamos memoria de todo lo que Dios nos ha dado: ¿De quién hemos recibido la vida? ¡De Dios!
Entonces, la mejor y más sabia manera de invertirla es dedicándosela a Él. ¿De quién recibimos las fuerzas
físicas (especialmente los jóvenes)? Pues, de Dios. Si esto es así, concedámosle a nuestro Hacedor la
oportunidad de usar ese extraordinario potencial.
¿De quién hemos recibido las capacidades, los talentos, los dones que poseemos? Dios es el dador de
todos estos maravillosos regalos. ¿Y para quién sino para Él deberían ser utilizados? ¿De quién hemos
recibido la salud, el dinero, el tiempo que disponemos? Si todo lo que tenemos —directa o
indirectamente— lo hemos recibido de Dios, ¿para quién debería ser usado prioritariamente sino para
Él? Fuera de toda duda, el hecho de que Dios nos haya creado a su imagen y semejanza, y que por su gracia
nos haya unido con su Hijo Jesucristo, genera en cada ser redimido un sentimiento de gratitud junto con

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una capacidad y potencialidad para dar, apuntando al ideal supremo señalado por Jesús en Mateo 5:48 que
nos manda: “Sed, pues, vosotros perfectos [maduros], como vuestro Padre que está en los cielos es
perfecto”.
¿Qué vamos a hacer con nuestra mayordomía? Se puede decir que la Biblia es un manual sobre el
importante tema de dar. En términos generales, se ha dicho con razón que en el Antiguo Testamento el
énfasis mayor estaba basado en el diezmo y formaba parte de la Ley que fue dada originalmente al pueblo
de Israel. En el Nuevo Testamento se realza con más fuerza el concepto de la mayordomía. (Aunque la
verdad de la mayordomía también figura en el Antiguo Testamento y el diezmo no está excluido de la
enseñanza de la mayordomía del Nuevo Testamento.)
La Biblia enseña desde las primeras páginas hasta la última que somos mayordomos de Dios; por lo
tanto, no somos dueños absolutos de nada de lo que tenemos, sino sólo administradores. “Dura es esta
palabra” , dijeron una vez los discípulos (Juan 6:60) refiriéndose a otro tema, pero tal vez esto es lo que
sentimos muchas veces cuando se nos muestran las responsabilidades que implican esta capacidad que
Dios nos ha dado.
Pero no hay más que leer la parábola, generalmente llamada de “los talentos” en Mateo 25:14-30, o la
denominada de “las diez minas” en Lucas 19:11-27, para entender que el “hombre noble” que se fue a un
país lejano para recibir un reino y volver (Lucas 19:12) no puede ser otro que nuestro Señor, y que Él ha
repartido sus bienes (capital) entre sus siervos (que somos nosotros sus hijos) en distintas proporciones.
Una versión moderna dice que a uno le dio cinco mil monedas, a otro dos mil y a un tercero, mil. ¿Para qué
les distribuyó sus posesiones, que sin duda simbolizan los dones, las capacidades y el dinero y las
posesiones que nos ha otorgado a cada uno? ¡Para negociar en su ausencia y promover los intereses de
nuestro Señor! Y ¿cuál es el interés principal de nuestro Señor? ¿No es acaso la rápida evangelización del
mundo?
Este pasaje enseña que tanto los recursos humanos (creyentes redimidos) como el dinero (recursos
materiales) que se necesitan para terminar la gigantesca tarea de evangelizar el mundo están en las
manos de usted y de su iglesia. Y la pregunta clave es esta: ¿en qué vamos a invertir la vida y los múltiples
recursos económicos que Dios nos ha repartido como a sus mayordomos para completar la tarea? ¿Los
usaremos exclusivamente para nuestros intereses personales? ¡Dios no permita que hagamos tal
malversación de fondos! ¡Seamos sabios y fieles y utilicémoslos prioritariamente para extender su Reino
y terminar la evangelización del mundo!
Las parábolas finalizan con una referencia clara al regreso del Señor y a una inevitable rendición de cuentas
de lo que hemos hecho con los recursos que nos fueron confiados. Que esta verdad nos mueva a hacer una
sincera revisión de nuestras “inversiones” para asegurarnos que estamos procediendo en armonía con
nuestra función de mayordomos en quienes el Señor ha confiado.

El misionero Wedge Alman, en la conclusión de un emocionante mensaje en la clausura de un congreso


misionero, dijo estas significativas palabras: Sin compromiso, misiones es solamente una teoría […] Sin
compromiso, la Gran Comisión es sólo una emoción que dura seis meses […] Sin compromiso es cuestión de
ir […] y después regresar a mamá, a casa, al trabajo…

Así como Jesús se comprometió, cuando vino al mundo y murió para salvarnos, la extensión del Reino y
los beneficios de su salvación jamás se lograrán a menos que los cristianos se conviertan en Discípulos,
con mayúscula. Es decir, no de nombre, sino aceptando y viviendo lo que significa ser un seguidor de
Jesús. Lo cual, indudablemente, implica un compromiso serio.

Como este taller está enfocado en las finanzas de las misiones, vamos a enfocarnos en el tercer paso: dar.

Modelos bíblicos de financiamiento de las Misiones


En la Biblia encontramos tres modelos diferentes de financiación del ministerio de plantar iglesias de
Pablo:

1) El modelo tradicional / De acuerdo a la enseñanza del Antiguo Testamento, Pablo recibió dinero
ofrendado por varias iglesias. La iglesia de Filipos, por ejemplo, dio una cantidad considerable para
financiar su estancia en Corinto: Filipenses 4:10, 15-19 / “En gran manera me gocé en el Señor de que ya al
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fin habéis revivido vuestro cuidado de mí; de lo cual también estabais solícitos, pero os faltaba la
oportunidad… Y sabéis también vosotros, oh filipenses, que al principio de la predicación del evangelio,
cuando partí de Macedonia, ninguna iglesia participó conmigo en razón de dar y recibir, sino vosotros solos;
pues aun a Tesalónica me enviasteis una y otra vez para mis necesidades. No es que busque dádivas, sino
que busco fruto que abunde en vuestra cuenta. Pero todo lo he recibido, y tengo abundancia; estoy lleno,
habiendo recibido de Epafrodito lo que enviasteis; olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios. Mi
Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” . Enseñó a los
corintios, con el Antiguo Testamento, que “Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio,
que vivan del evangelio” / 1° Corintios 9.14. También enfatiza su libertad individual para renunciar a este
derecho legítimo para poder servir a los corintios sin ser una carga / 2° Corintios 11:8 “He despojado a
otras iglesias, recibiendo salario para serviros a vosotros”
La IEP tiene una caja en la que ingresan el 10% de las ofrendas de alfolí de todas las iglesias. Esta caja se
llama “Caja Misionera” y tiene la finalidad de sostener el trabajo misionero de la IEP, conforme al modelo
bíblico.

2) El modelo de ofrendas / Pablo esperaba que las iglesias de Macedonia y Acaya participaran en las
ofrendas “para los pobres que hay entre los santos que están en Jerusalén” (Romanos 15:26). Pablo
administró una Ofrenda recogida de sus iglesias esparcidas dentro de cientos de miles de kilómetros
cuadrados, y durante un buen período de tiempo.
I) La Ofrenda para los pobres de Jerusalén / Durante su tercer viaje misionero, el apóstol hizo planes para,
finalmente, visitar Jerusalén, antes de ir a Roma y a España. Allí entregaría un gran donativo a los líderes de
la iglesia, con el fin de aliviar el sufrimiento y las necesidades de los cristianos pobres. Ellos padecían
económicamente, debido a una escasez severa en los años 47-49 d. C., agravada por la alienación de otros
judíos que provocó diferentes ramificaciones, como la pérdida de empleo, entre otros desfavorables
sucesos (ver 1° Tesalonicenses 2:14). El impulso para esta beneficencia se encuentra en: Gálatas 2:9-10 “Al
reconocer la gracia que se me había dado, Jacobo (Santiago), Pedro (Cefas) y Juan, que eran considerados
como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra de compañerismo, para que nosotros fuéramos a los
Gentiles y ellos a los de la circuncisión. Sólo nos pidieron que nos acordáramos de los pobres, lo mismo que
yo estaba también deseoso de hacer”.
La Colecta para los Pobres de Jerusalén era fruto de esta petición. Se menciona en 1° y 2° de Corintios, en
Romanos y en los Hechos, y es el tema principal del famoso pasaje sobre la mayordomía en 2° Corintios 8-
9. Llegó a involucrar, no solamente a las iglesias, sino a una docena de varones quienes sirvieron como
administradores o guardianes de los fondos; además de la inversión del tiempo de Tito y de otros
compañeros de Pablo para administrar el proyecto por adelantado. Eventualmente, Pablo entregó la
Ofrenda a Jerusalén en la primavera (probablemente) del 58 d. C.
1° Corintios 16:1-2 “Ahora bien, en cuanto a la ofrenda para los santos, hagan ustedes también como
instruí a las iglesias de Galacia. Que el primer día de la semana, cada uno de ustedes aparte y guarde según
haya prosperado, para que cuando yo vaya no se recojan entonces ofrendas”.
1° Corintios 16:3 “Cuando yo llegue, enviaré con cartas a quienes ustedes hayan designado (aprobado),
para que lleven su contribución a Jerusalén”.
Es probable que los detalles de todos las estrategias financieras se expresaban de manera personal y no por
escrito, por lo que podemos deducir y explicarnos su omisión en las epístolas existentes. Además, Hechos
no contiene muchos datos sobre la Ofrenda, con la excepción donde Pablo se defendió ante el
gobernador Félix:
Hechos 24:17 “Después de varios años, he venido para traer limosnas a mi nación y a presentar ofrendas”.
Hechos 20:4 “Lo acompañaban Sópater de Berea, hijo de Pirro; Aristarco y Segundo de los Tesalonicenses;
Gayo de Derbe, y Timoteo; Tíquico y Trófimo de Asia (provincia occidental de Asia Menor)”.
Estos siete varones, entre otros compañeros, cruzaron caminando por Macedonia y por barco a Troas, y
también a Judea. No obstante, Hechos no menciona quiénes son estas personas, ni el motivo del viaje al
este. Sin embargo, como ya hemos visto, Pablo quiso que cada iglesia enviara un representante o emisario,
para garantizar la seguridad del dinero y también la ética de su administración. Así, resulta plausible, y
podemos deducir que los varones de Hechos 20:4 eran esos Administradores.
No es nuestra intención explorar todos los detalles acerca de la Ofrenda, sino sólo aquellos que tienen que
ver con esta administración. Proponemos que Pablo utilizó una comisión de Administradores o

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guardianes para asegurar los principios tanto celestiales como terrenales; que funcionó para glorificar a
Dios y para guardar la reputación del evangelio; que su práctica reveló la manera en que un líder
apostólico debe conducirse: con humildad, con sabiduría y con una idea estratégica de cómo aplicar el
evangelio a lo cotidiano.
II) Problemas logísticos para transportar y entregar la Ofrenda / Las circunstancias de la Colecta son claras
respecto a la necesidad de un plan o un sistema para manejarla con eficiencia: a) La distribución
involucraba distancias largas, y semanas o meses de viaje. La iglesia que estaba en el punto más lejano era
a Filipos, la distancia a Jerusalén era de 1.500 kilómetros lineales; y el viaje nunca fue en línea recta.
Sabemos por Hechos 20, que Pablo viajó a Jerusalén entre la Pascua y el Pentecostés, es decir, en Abril o
Mayo. Conveniente para la expedición, puesto que el invierno (diciembre a marzo) del hemisferio del norte
del mediterráneo ofrece tormentas, a veces, fatales. Entre Corinto y Filipos era un viaje de semanas,
contando con buenas condiciones meteorológicas y navegando con viento en popa. Y de Filipos a
Jerusalén, eran cinco semanas. Además, los textos dicen que Pablo pasó bastante tiempo en diferentes
puertos. Estamos hablando, de un recorrido de meses, una vez iniciado el viaje, yendo y viniendo en barco.
b) Existió el peligro de robo o pérdida. En el primer siglo, no existían cheques de viajero, transferencia
electrónica o tarjetas de crédito. Cuando hablaban de una Colecta cristiana, se referían a monedas,
literalmente, de plata y de oro, que alguien tenía que transportar en bolsas repletas de metal pesado . No
se sabe de cuánto dinero estamos hablando pero, hay ciertas pistas que sugieren que era una suma
importante: 2° Corintios 8:20 “Teniendo cuidado de que nadie nos desacredite en esta generosa ofrenda
administrada por nosotros”. 2° Corintios 9:1-3 “Porque en cuanto a este servicio a los santos, es por demás
que yo les escriba. Pues conozco su buena disposición, de la cual me alegro por ustedes ante los
Macedonios, es decir, que Acaya ha estado preparada desde el año pasado. El celo de ustedes ha
estimulado a la mayoría de ellos. Pero he enviado a los hermanos para que nuestra jactancia acerca de
ustedes no sea hecha vana en este caso, a fin de que, como decía, estén preparados”. 1° Corintios 16
menciona que se trataba de una colecta semanal para más de un año. Hechos 24:26 “Por otra parte, Félix
esperaba que Pablo le diera dinero [soborno]; por eso lo llamaba muchas veces para hablar con él”. Más
allá del problema de un posible asalto, existía la posibilidad de un enredo con el gobierno imperial. Es
decir, un grupo de hombres, viajando con sacos de oro y plata atraía la atención oficial. Y si Pablo declaraba
que lo que transportaba, era plata para los cristianos pobres de la provincia de Judea, hubiera tenido otro
problema, el cristianismo era una religión ilegal, y ese suceso era sumamente significativo. Una religión
oficialmente reconocida por el imperio (por ejemplo, el judaísmo) tenía el derecho de recaudar fondos
para su templo y para sus propios necesitados. Por otro lado, recaudar fondos para los miembros de una
religión no reconocida o prohibida era por lo menos cuestionable. También, existía la cuestión acerca de la
seguridad interna. Es decir, cómo garantizar que nadie del equipo se “sirviera” de la bolsa como hizo
Judas Iscariote o Ananías y Safira. c) El sistema que Pablo diseñó para entregar la Ofrenda de
Jerusalén / Bien, ¿qué hizo el apóstol? Convocó una comisión de personas, representativas de todas sus
iglesias, para servir como Administradores con el fin de garantizar y entregar, personalmente, la Ofrenda
a la iglesia de Jerusalén. Por supuesto, una razón práctica era tener a un grupo de varones fuertes que
cuidaran las bolsas con todo el dinero. Otra razón, que no se va a analizar, ahora, era que llegaran a
Jerusalén, un grupo de creyentes, en su mayoría gentiles, el cual pudiera impresionar a la iglesia del efecto
del evangelio en el mundo romano. Vamos a enfocarnos, sin embargo, en el aspecto importante de rendir
cuentas a los donantes y proveer transparencia frente a cualquier oponente.

1. Razones para emplear un sistema de Administradores.


Muchos cristianos hoy en día tienen la impresión de que es “el mundo” el que necesita vigilancia, porque
son los inconversos quienes tienen la propensión de robar, estafar, mentir, defraudar y racionalizar los
pecados, sean grandes o pequeños. Dentro de la comunidad de los santos, se piensa, “nos conocemos unos
a los otros”. Y no nos imaginamos a un hermano cometiendo un crimen, dentro o fuera de la iglesia.
Según esta filosofía, el concepto de “vigilancia” es casi de mal gusto, pues es tratar a compañeros en el
cuerpo como si fueran posibles criminales en potencia sin evidencia. Parece más “espiritual” y de buen
gusto sellar un compromiso, sencillamente, de palabra o con un buen apretón de manos.
Pablo no defendió esta filosofía, sino que apoyó la idea de rendir cuentas formales, aun entre cristianos. En
este caso, había varios grupos que merecían información exacta sobre la Ofrenda: los ofrendantes; los
receptores; pero más allá, Pablo y sus compañeros; los Administradores mismos; y quizás, hasta los
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enemigos de Pablo en Jerusalén, como prueba de que él no era un estafador. El lenguaje que Pablo usa en
Romanos 15:28 aparentemente, se apropió en el mundo de los negocios:

Romanos 15:28 “Así que cuando haya cumplido esto y les haya entregado esta ofrenda [a los de Jerusalén],
iré a España llegando de paso a verlos”.

Técnicamente, el verbo “entregar” significa “sellar o transferir propiedad de una persona a otra”. O sea, es
totalmente factible que Pablo solicitaba un recibo una vez que contaban el total de la Ofrenda.

2. Los Administradores eran de todas de las iglesias paulinas.


La lista de Administradores de Hechos 20:4 menciona a siete personas:
• Sópater hijo de Pirro, de Berea
• Aristarco, de Tesalónica
• Segundo, de Tesalónica
• Gayo, de Derbe
• Timoteo (de Listra)
• Tíquico, de Asia
• Trófimo, de Asia (Éfeso)
• Es posible que Tito representara a alguna iglesia
• Es posible que Lucas, narrador de Hechos, sirviera como el representante de la iglesia de Filipos, pues
aparece que él se unió con el grupo a partir de esa ciudad. [2]
• No hay referencia a ningún emisario de Acaya; posiblemente, nunca participaron; o que Tito o uno de
los dos hermanos no nombrados en 2° Corintios 8:18-19; 22, sirviera como su representante.

Aquí el mapa nos ayuda a entender hasta qué punto se extendió este plan. Vimos que hay representantes
de todos, o de casi todos, los lugares dónde Pablo había fundado iglesias: Galacia, Asia, Macedonia por lo
menos; Acaya con Corinto quizás es la excepción.
Notamos, que aunque unos Administradores eran colaboradores de Pablo, no estamos tratando con un
círculo cerrado de amigos íntimos o compadrazgo, ni personas de una ciudad o de una congregación
específica. Es decir, un cristiano gálata tenía la seguridad de que alguien local viajaba con el comité, no solo
para vigilar el proyecto, sino también, positivamente, para ser su representante en Jerusalén.

3. Los Administradores eran personas nombradas y reconocidas por las varias iglesias.
Pablo les recordaba a los corintios que la selección de Administrador(es) recae en los corintios mismos:
“enviaré a quienes vosotros hayáis designado” (1° Corintios 16:3). Es responsabilidad de la iglesia,
entonces, tanto escoger a su enviado – mejor enviados, pues el griego es plural – como recaudar los
fondos. Además, nos parece que este es el principio general, porque es lo que los gálatas hacían:

1° Corintios 16:1 “Ahora bien, en cuanto a la ofrenda para los santos, hagan ustedes también como instruí
a las iglesias de Galacia”.

Es decir, que los enviados se nombraban “de abajo” (la gente), no “desde arriba” (el líder Pablo). Así, nadie
podía quejarse por no haber tenido la oportunidad de participar en la administración, por medio de su
representante.

4. Los Administradores eran personas a quienes Pablo también conocían bien.


De lo que sabemos sobre algunos de estos individuos, es que Pablo debía estar muy contento con el grupo,
dado que muchos eran hombres a quienes él también conocía desde hace mucho tiempo. Vemos a tales
personas como Timoteo, Tito, Tíquico y Aristarco, compañeros en la obra del Señor por muchos años . Uno
podría decir que este comité representaba lo mejor que el mundo cristiano de esta región podía ofrecer –
era “la crema y la nata” cristiana del 58 d. C.

5. Los Administradores seguían un plan determinado de largo plazo.

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Hemos señalado que Pablo, había estado pensando en la Ofrenda por años antes de llevarla a cabo. La
cumbre de Gálatas 2:9-10, cuando “nos pidieron que nos acordáramos de los pobres” ya había sucedido en
los años 40. Él pasó por Galacia en su tercer viaje e hizo planes para su participación en la Ofrenda, c. 53 d.
C. Es decir, se habla de un período de más de una década para el anhelo y de cuatro o cinco años para la
concepción detallada y la ejecución del plan. Pablo tenía planes de pasar el último invierno del tercer viaje
en Corinto (1° Corintios 16:5-7). Parece que había anunciado que el rendez-vous para los delegados
igualmente sucedería en Corinto, y que iban a salir en barco desde allí para Siria en la primavera. En
cambio, debido al complot de ciertos judíos contra Pablo, todos ellos anduvieron hacia Filipos en el norte
(Hechos 20:3), y salieron en barco desde allá. Irónicamente, los delegados macedonios ya habían ido a
Corinto con Pablo como la primera etapa del viaje, y luego tuvieron que continuar. Por fin, la delegación
llegó a Jerusalén cerca de Pentecostés. En total, con el viaje desde su hogar a Corinto, de Corinto a
Macedonia, a Troas, y a Jerusalén, los Administradores habían estado en todo el recorrido por, un mínimo
de, seis meses, sin considerar el tiempo del regreso.
La inversión de recursos humanos es impresionante, cuando uno reconoce que Pablo dedicó a algunos de
sus ayudantes más hábiles a la obra. Nadie menos que Tito se ofreció, con la aprobación de Pablo, para
procurar arrancar el proyecto en Corinto (2° Corintios 8:16-17). Algunos eruditos creen que Tito servía
como el director general de la Ofrenda, aunque es más probable que el hermano no nombrado en ese
mismo pasaje sea el gerente:

2° Corintios 8:18-19 “Junto con él hemos enviado al hermano cuya fama en las cosas del evangelio se ha
divulgado por todas las iglesias. Y no sólo esto, sino que también ha sido designado por las iglesias como
nuestro compañero de viaje en esta obra de gracia, la cual es administrada por nosotros para la gloria del
Señor mismo, y para manifestar nuestra buena voluntad”.

6. El sistema de Pablo aseguraba que cada Administrador y todos los interesados sabían de la cantidad de
dinero que cada iglesia enviaba.
Esto lo podemos deducir de los datos del NT, que a la cumbre en Corinto, sería posible calcular el dinero
que se había acumulado, y de que iglesia. ¿Quién iba a quedarse en la luna con ese arreglo? Y, después de
todo, cada iglesia supo la cantidad de dinero que Jerusalén recibió al fin.

7. Los Administradores tenían la posibilidad de viajar con cartas.


Pablo menciona dos opciones en 1° Corintios 16:3, que nos interesan por un par de razones:

1° Corintios 16:3 “Cuando yo llegue, enviaré con cartas a quienes ustedes hayan designado (aprobado),
para que lleven su contribución a Jerusalén”.
“Y cuando haya llegado, enviaré a quienes vosotros hayáis designado por carta para que lleven vuestro
donativo a Jerusalén”.

Primero, habla de mandar a los delegados con cartas de presentación. Desdichadamente, el griego no es
muy claro – puede significar que la iglesia corinta elaboraba las cartas, o que Pablo las escribía. Las
versiones tienden a apoyar lo primero. Sea lo que sea, Pablo o la iglesia podían escribir con el fin de que
Jerusalén conociera a los Administradores, un método muy común en ese siglo (vea la presentación de
Demetrio en 3 Juan). Además, podían poner por escrito los detalles de todo lo que hacían y hasta cuánto
dinero llevaban. Es decir, no existía la incertidumbre de algunas personas llegando con quien sabe cuánto
dinero para un propósito indefinido.

8. Existía una cierta distancia entre Pablo y la Ofrenda.


Se deduce de 1° Corintios 16:3-4 otra observación llamativa, que un año antes, Pablo no estaba seguro de
que iba a ir al este con los delegados:

1° Corintios 16:3-4 “Cuando yo llegue [a Corinto, eventualmente para el invierno de 57-58 d. C.], enviaré
con cartas a quienes ustedes hayan designado (aprobado), para que lleven su contribución a Jerusalén. Y si
es conveniente que yo también vaya, ellos irán conmigo”.

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De hecho, Pablo confirmó al llegar a Corinto que iba a ir con el equipo a Jerusalén (vea Romanos 15:25-26,
escrito a Roma a punto de su salida). Sin embargo, Pablo se esforzó por separarse de la Ofrenda, no de la
visión de apoyar a los santos, sino del efectivo. Pablo dejó abierta la posibilidad de que los Administradores
llegarán a Corinto con las bolsas llenas de monedas; que salieron con cartas de presentación; y anunciando
que los Administradores iban en barco al este, mientras Pablo iba en barco al oeste. El apóstol nos deja con
la impresión de que él afirmaba, “No tengo por qué tocar y no tengo ganas de tocar la ofrenda; permanece
en las manos de personas confiables, ahí está a salvo”.
Esta actitud demuestra su respeto y cuidado por la Ofrenda junto con su indiferencia a la existencia del
efectivo, tal y como Pablo les dijo a los ancianos de Éfeso en camino a Jerusalén y frente del comité de los
Administradores:

Hechos 20:33 “Ni la plata, ni el oro, ni la ropa de nadie he codiciado”.

3) El tercer modelo es el del “fabricante de tiendas” o “empresario” / (Hechos 18:3 “y como era del
mismo oficio, se quedó con ellos, y trabajaban juntos, pues el oficio de ellos era hacer tiendas”). Pablo
trabajó como maestro pero también tuvo su profesión “secular”. Su trabajo manual no le garantizaba
suficientes ingresos para asegurarle independencia financiera o para construir una base de apoyo para el
equipo plantador de iglesias. Sin embargo, Pablo dio un ejemplo impactante de la enseñanza de Jesús que
“más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:35). Hasta donde sabemos, Pablo practicó este
modelo solamente en Corinto, Éfeso y Tesalónica. En Corinto y Éfeso lo hizo a causa del contexto cultural.
En ese entonces, los servidores de los templos paganos eran bien pagados por su ministerio. De esta forma,
los pobres estaban en desventaja para cumplir con sus obligaciones religiosas. Pablo quería arreglar este
desequilibrio y dar así preferencia a los espiritual y materialmente pobres. Fue muy flexible en el uso de
estos tres modelos o en la combinación de diferentes fuentes de apoyo. Esta misma flexibilidad se refleja
en sus métodos de evangelización, donde lo encontramos tratando de hacerse judío a los judíos, griego a
los griegos, romano a los romanos para así ganarlos para Cristo (1° Corintios 9:20-22).
Dios no usó el comercio y los negocios para extender el Evangelio sólo en Europa. Existen pruebas
históricas que el Evangelio llegó a Arabia y a la India de la misma forma. Mucho antes del final del siglo III,
el cristianismo había ganado adeptos en Arabia, incluyendo áreas en la frontera oriental del imperio,
presumiblemente el fruto de contactos culturales y comerciales.
Este mismo modelo se repite en la India. Aún antes del tiempo de Cristo, el comercio se llevaba a cabo
entre la India y el mundo helénico. Alejandro invadió el noroeste de la India y los comerciantes griegos
conocían las rutas hacia aquellas tierras. Puede muy bien haber sido a través de algunos de ellos que el
cristianismo fue llevado a la India antes del fin del siglo III.
La Biblia contiene varios ejemplos excelentes de cómo hombres de negocios usaron sus riquezas para
alcanzar metas espirituales. Esto puede verse en la perspectiva integral de algunos individuos que no
consideraban las riquezas como algo simplemente suyo, sino como un medio para ayudar a los pobres y
apoyar los principios de Dios. Job es un buen ejemplo. Él era el hombre más rico en toda la región. Su
enorme empresa abarcaba negocios de transporte, así como agricultura y ganadería. Era el hombre con
más empleados de su país. Su nombre era sinónimo de éxito y grandes riquezas, pero ésta no es toda la
historia. Este dueño de un poderoso negocio familiar era un hombre íntegro. Creía firmemente en Dios, y
su fe influenciaba su actitud hacia su negocio así como su familia. Era bien conocido como un hombre
justo y santo. Vivió en un país del Cercano Oriente llamado Uz. Era dueño de siete mil ovejas, tres mil
camellos, quinientas yuntas de bueyes y quinientos burros, más un gran número de sirvientes. Era el
presidente y director de un enorme negocio familiar y se le menciona como “el varón más grande de todos
los orientales” (Job 1:3). Sin embargo, aparte de ser uno de los hombres más ricos y poderosos de su
tiempo, también era de los más justos e intachables. Se llamó a sí mismo un padre para los pobres ( Job
29:16). Ayudó a los pobres y oprimidos y defendió la causa de los desamparados. Bendijo a los sufrientes
y provocó gozo en el corazón de las viudas. Fue “ojo para los ciegos” y “pies para los pobres” (Job 31).
Quitó la opresión de los débiles juzgando a sus opresores. Lloró por los que estaban en dolor, se lamentó
con los pobres y cubrió a los desnudos. Para los cristianos, la vida de Job es un modelo de una persona
piadosa que voluntariamente compartió sus riquezas y supo que era un mandato de Dios amar a su
prójimo. Nunca puso sus esperanzas en el oro y no se regocijaba por sus riquezas. Fue un modelo genuino
de mayordomo de todo lo que Dios le confió.

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El enfoque misionológico de Pablo no se limitaba sólo a enseñanzas del Antiguo Testamento, aunque fue la
metodología que usó con mayor frecuencia para alcanzar a los no alcanzados con el Evangelio. También
había comprendido, de la enseñanza de Jesús, que tenía todo el derecho de recibir ofrendas de los que le
escuchaban. Bonk menciona que: “Algunos de los seguidores de Jesús eran ricos. Los magos estuvieron
entre los primeros que reconocieron y adoraron a Jesús como el Mesías (Mateo 2:1-12). Nicodemo era
miembro del acaudalado consejo gobernante de los judíos (Juan 3:1)”. Como era costumbre de los
líderes religiosos, Jesucristo aceptó el apoyo de diferentes personas, hasta incluso de algunas mujeres
(Lucas 8:3), que en ese tiempo era poco común. Jesús vivió de ofrendas de sus seguidores y estableció un
patrón neotestamentario para todos sus discípulos. No existen indicios que Jesús solicitara ayuda de
extranjeros durante su ministerio, sólo de los judíos. Podemos, pues, concluir que Pablo tuvo en Jesús un
ejemplo para recibir ofrendas de los creyentes y no de los inconversos. Cuando Pablo se convirtió en
misionero a los gentiles, prefirió entonces participar en tareas manuales que depender de los donativos de
sus oyentes. Pablo trabajó en el oficio que había aprendido en su tierra natal.
El sublime plan de Dios para rescatar al mundo perdido incluye la cooperación de gran número de gente
comprometida que, motivada a usar las oportunidades disponibles, ayudarán a completar la tarea de
predicar el Evangelio “no donde Cristo ya hubiese sido nombrado” (Romanos 15:20). Evidentemente, para
terminar esta tarea se requieren misioneros “tradicionales”, que se dediquen exclusivamente a la
predicación de la Palabra. Sin embargo, en nuestra época actual la imagen del misionero está cambiando
drásticamente. Muchos países, donde el testimonio cristiano es restringido, están cerrados al trabajo del
misionero tradicional. Por lo tanto, tiene que encontrar otro medio de acceso a ellos. Esta es la clase de
obrero que ingresa al campo de labor con el nombre de “hacedor de tiendas”. Tal concepto se ha
prestado para el uso de diversas expresiones: hacedor o fabricante de tiendas; misionero bivocacional,
biocupacional, o integral. Nosotros, pues, hemos optado en este libro por el uso de la primera expresión.
Pero el mundo también necesita de empresarios cristianos que estén dispuestos a involucrarse con Dios y
su amor por los no alcanzados, especialmente en los países de acceso restringido. Estos hombres de
negocio pueden ser de gran ayuda para el avance del reino de Dios, haciendo uso de sus redes de
contactos, experiencia, influencia, y sus recursos logísticos, humanos y financieros para ayudar a plantar
iglesias donde Cristo aún no es conocido, “y para que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia”
(Romanos 15:9).
La participación activa de la comunidad empresarial en las misiones no es algo nuevo. En estas páginas se
describen algunos ejemplos impresionantes que demuestran que ¡puede ser hecho! Lo que se necesita
para completar la tarea de la evangelización mundial son hombres de negocios íntegros y con excelencia,
que estén preparados para servir al cuerpo de Cristo con sus talentos especiales, siendo uno de ellos la
posibilidad de alcanzar países de otra manera cerrados al Evangelio.

¿Cómo era el mundo de los negocios del primer siglo?


Más que en ninguna otra época de la historia, el comercio y los negocios dependían de los viajes . La
gente de Asia Menor poseía una capacidad extraordinaria para los negocios y se preocupaban por su
espiritualidad. Pruebas bíblicas de ello pueden encontrarse en Hechos 16:14, donde se menciona a “Lidia,
una vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira”. Esta ciudad también ha sido conocida históricamente
como un centro de comercio. Pertenece a Asia Menor y se comunica con rutas comerciales importantes. Es
una de las siete ciudades mencionadas en Apocalipsis 1:11. Lidia una de las primeras convertidas de Pablo
en Europa. Vivía en Filipos y vendía prendas de púrpura por las cuales su ciudad natal de Tiatira era famosa.
Aparentemente era una persona de dinero ya que era dueña de una casa y tenía sirvientes . Ella era
temerosa de Dios (había recibido suficiente influencia de la religión judía como para que se pudiera decir de
ella que "adoraba a Dios", un término técnico para los conversos al judaísmo que todavía no habían llegado
a ser prosélitos plenos (Hechos 16:14)), y cuando Pablo y su compañía vinieron al río donde ella y su familia
se unían para la adoración tuvo la oportunidad de escuchar el evangelio. Ella se hizo creyente y, después
de haber sido bautizada con su familia, invitó a los miembros del grupo a que se quedaran en su casa.
Ellos aceptaron la invitación (Hechos 16:14-15). De esa manera, su hogar fue la primera iglesia en Filipos.
Es muy interesante ver las características comerciales de algunas ciudades, como Éfeso, un gran centro de
exportación al final de la ruta asiática de las caravanas; o Esmirna, el puerto natural de la antigua ruta
comercial, o Tiatira misma, un importante centro de manufactura, tintes, sastres, cerámica y latonería. El
comercio principal de Sardis era la fabricación y teñido de prendas de lana. Filadelfia se situaba junto a una

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expansión de tierra muy fértil, de la que derivaba gran parte de su prosperidad comercial. Laodicea era un
centro comercial extremadamente próspero; entre sus productos peculiares se encontraban prendas de
lana negra brillante y tabletas o polvos medicinales.
Pablo ya conocía las características especiales de las ciudades comerciales al establecer iglesias en ellas .
Estos lugares eran centros del comercio mundial y pioneros de una civilización que se extendería a los
países bárbaros circundantes. Vivían una vida de mucho más influencia que su propio entorno. Como tales,
fueron centros de unidad, conscientes de que tenían cierta responsabilidad por el mundo que les rodeaba.
De forma muy natural, estos centros de actividad intelectual y comercial se convirtieron también en
centros de actividad cristiana. Es muy interesante notar que durante los primeros siglos el cristianismo
fue predominantemente un movimiento urbano que avanzó a lo largo de las rutas comerciales de ciudad
en ciudad.
Parece que se puede reconocer un patrón definido que Dios usó el comercio y los negocios como medios
para las misiones. Hechos 18:1-3 nos muestra que Él usó gente de negocios normal, como Priscila y Aquila,
quienes tenían el mismo oficio que Pablo, cuando se encontraron en Corinto: “pues el oficio de ellos era
hacer tiendas”. Se llevaron bien porque Aquila era un experto mercader. Su especialidad era el cuero,
hacía sillas de montar, cinturones y tiendas de campaña, y como los romanos eran tan militares y
siempre enamorados de sus caballos, nunca le faltó trabajo. Sus posibles lugares de residencia se
limitaban a sitios donde podría encontrar algo de la cultura romana, así como caballeros y soldados
romanos que le proveyeran un modo de ganarse la vida. Priscila y Aquila fueron usados por Dios para
albergar una iglesia en su casa (Romanos 16:3-5; 1° Corintios 16:19). También ellos viajaban con
frecuencia. Primero, se sabe que estaban en Roma (Hechos 18:2). Conocieron a Pablo en Corinto (Hechos
18:2). Después le acompañaron a Éfeso, donde discipularon a Apolos (Hechos 18:18-28).
Finalmente, como ya se mencionó, está el ejemplo del apóstol Pablo mismo en Hechos 18:1-3, donde
aparece la primera referencia a la habilidad de Pablo como fabricante de tiendas. Esta era una práctica que
concordaba perfectamente con las costumbres rabínicas de aquellos días. Un rabino debía enseñar “por
amor al arte”, por lo tanto, aparte de estudiar las Escrituras y enseñar, debería aprender un oficio y
trabajar para sostenerse. Dado que Tarso, ciudad natal de Pablo (Hechos 9:11, 30) era un conocido centro
de hacedores de tiendas, parecería lo más natural que él aprendiera este oficio.
Así encontramos a Pablo trabajando en su oficio por tres años en Éfeso (Hechos 20:31-35) y en Tesalónica
(1° Tesalonicenses 2:9; 2° Tesalonicenses 3:8), aun animando a otros a hacer lo mismo. Sin embargo, el
ejemplo de Pablo no debe tomarse para negar el hecho que, en ocasiones, también recibía ofrendas como
ayuda a su ministerio (2° Corintios 11:8-9; Filipenses 4:10-19), para que pudiera trabajar “a tiempo
completo”. De los muchos primeros cristianos esparcidos por todo el imperio debido a las persecuciones
(Hechos 8:1-4; 11:19-24), sólo el cielo nos mostrará cuántos de ellos trabajaron como mercaderes,
comerciantes y hombres de negocios.

Misioneros nestorianos / El cristianismo nestoriano, en particular, emprendió una considerable actividad


misionera en Asia Central (siglos V al IX). Los nestorianos constituyeron la iglesia más misionera que el
mundo jamás haya visto. Se sostuvieron a sí mismos con la labor de sus manos o trabajando como
secretarios, médicos o mayordomos en las casas de los nobles y príncipes de las tierras por donde viajaban.
Muchos de ellos también fueron empleados por los árabes y se les concedió puestos de alto rango dentro
de sus cortes. Los nestorianos proveyeron contables para los gobiernos, y médicos, astrólogos y filósofos
para los reinos. También fueron prominentes banqueros y mercaderes.
La Ruta de la seda / Existen evidencias de mucho peso que apoyan el hecho que los cristianos que llegaron
a China lo hicieron gracias a las conexiones comerciales del cristianismo persa. Durante los siglos VI y VII,
monjes budistas y mercaderes cristianos fueron los que llegaron a China a través de la Ruta de la seda.
Fueron los misioneros de las iglesias orientales quienes trajeron el comercio de la seda a Occidente y, junto
con los judíos, los cristianos dominaron el comercio.
Los moravos / Uno de los movimientos misioneros quizás más impresionantes que jamás hayan existido
comenzó el 21 de agosto de 1732, cuando Leonhard Dober y David Nitschmann salieron de la hacienda del
conde Zinzerdof en Herrnhut, como los primeros misioneros moravos pioneros a la Isla de Santo Tomás en
las Antillas (Indias Occidentales). Albert Helman escribe que entre los numerosos grupos y comunidades
protestantes de tierras germanas, uno de los menos notables era una pequeña comunidad evangélica a la
que llamaban con todo tipo de nombres: Los Hermanos Bohemios, Los Hermanos Unidos, La Iglesia

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Morava, La Iglesia Renovada de los Hermanos, Los herrnhuter. Esta variedad de nombres apunta hacia una
historia larga y variada, que precedió a Lutero y Calvino por casi un siglo. Todo empezó con Juan Hus, un
monje que vivió en Bohemia alrededor del 1400. Muy influenciado por los escritos del reformador inglés,
John Wycliff, Hus atacaba particularmente los abusos y desórdenes de la iglesia oficial. Después de una vida
de servicio, finalmente fue condenado como hereje y quemado en la hoguera, pero antes de su muerte
estableció la Iglesia de la Hermandad. Sus seguidores se sentían muy cercanos a los valdenses, con los que,
en 1467, establecieron los Hermanos Unidos. Estos Hermanos Bohemios se habían extendido a Moravia,
haciendo menos énfasis “en las doctrinas teóricas del Evangelio”, y cada vez más en la práctica del
cristianismo, ejemplificada en las vidas de Pablo, Agustín, Francisco, Wycliff y Hus (con referencia al modelo
paulino de autosostenerse). En ese tiempo, los Hermanos bohemio-moravos ya se autosostenían. Sólo un
pequeño remanente de ellos sobrevivieron a las muchas guerras religiosas europeas de los siglos XVI y XVII,
hasta que los Hermanos que quedaron, ya establecidos en Sajonia, obtuvieron finalmente en 1722 permiso
del piadoso Conde de Zinzendorf para establecerse en Herrnhut, en una de sus haciendas. Ludwing von
Zinzendorf (1700-1760) fue influenciado por la vida y enseñanzas del gran pietista luterano August
Hermann Francke. Por medio de él, el joven Conde Ludwing aprendió que las misiones y los negocios
podían operar hombro a hombro, ya que él experimentó de primera mano cómo “este hombre de negocios
cristiano (Francke) podía sostener su comunidad de instituciones no sólo a través de una amplia red de
ofrendas, sino también por medio de empresas comerciales”. Los moravos, consideraron a las misiones su
principal prioridad y vivir una vida de sacrificio para el Salvador era el llamado más noble. Como Pablo, a
quien consideraron un mercader cristiano itinerante que trabajaba para sostenerse mientras también
aconsejaba y predicaba, se esperaba que cada miembro de la comunidad estuviera listo para un ministerio
similar. Todos ellos eran laicos, capacitados no como teólogos sino como evangelistas. Como laicos que se
autosostenían, se esperaba que trabajaran al lado de sus posibles convertidos, testificando de su fe a través
de la palabra y el ejemplo de su vida. En la primera lista de habitantes de Herrnhut, se mencionan más de
una docena de profesiones y oficios, incluyendo tejedores de lino, carpinteros, albañiles, zapateros,
herreros, alfareros, panaderos, sastres y curtidores. Ser hacedores de tiendas no era una opción para los
moravos. Era su estrategia fundamental: un compromiso a hacer discípulos y a llevar un estilo de vida en el
que su ética de trabajo destacaba.
Misión de Basilea / Lo que hoy se ha convertido en una de las más grandes empresas internacionales de
comercio en Suiza, conocida como la Basler Handels-Gesellschaft AG (sociedad comercial de
responsabilidad limitada, en Basilea) tiene sus raíces espirituales y económicas en los siglos XVI y XVII.
Primero, debemos mantener en mente que en la víspera de la Reforma, en los inicios del siglo XVI, la única
universidad de Suiza estaba en Basilea. Durante ese tiempo, famosos humanistas, como Erasmo de
Rotterdam (1469-1536), eran profesores en la Universidad de Basilea y atraían a muchos librepensadores,
intelectuales, artistas, y buscadores de la verdad y la libertad, no sólo de Suiza, sino también de países
circunvecinos. En su búsqueda de la verdad y de renovación de la iglesia establecida, los humanistas de
Basilea investigaron en la Biblia y en las obras de los padres de la iglesia. Como antecedente, se reconoce
que el humanismo ayudó a allanar el camino para la Reforma. No es de sorprender entonces que tan
pronto como Martín Lutero (1483-1546) clavó sus famosas noventa y cinco tesis en Wittenberg en 1517,
éstas fueran acogidas con tanto entusiasmo en Basilea (en aquel entonces centro europeo de los
impresores). Ellos se pusieron a trabajar en forma inmediata, ayudando así a distribuir “la literatura
beligerante y edificante de Lutero”, no sólo en Suiza, sino en el sur de Alemania, Francia y hasta España e
Inglaterra. Es importante notar que en 1529 Basilea llegó a ser la tercera ciudad suiza en convertirse al
protestantismo, después de Zurich en 1523 (bajo el reformador Ulrico Zwinglio, 1483-1531) y Berna en
1528. Cerca de un siglo después, durante la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), muchos hugonotes
protestantes llegaron como refugiados de la vecina Francia, para establecerse en la amigable ciudad de
Basilea. Los hugonotes que llegaron a Basilea como refugiados, tu vieron una marcada influencia. Dado que
eran los dueños de las compañías comerciales más grandes del suroeste, sureste y noroeste de Francia, se
cree que ejercieron una fuerte influencia en Basilea en cuestiones de fe, comercio e industria. Los libros de
historia suizos indican que Suiza se estaba convirtiendo en el país más industrializado de Europa. Durante el
siglo XVII, la fuerza principal detrás de este desarrollo provenía de los “refugiados por la fe”. Los hugonotes
trajeron consigo nuevas técnicas en el comercio y la industria (como el tejido). Para 1783 siguiendo con la
tradición de la ciudad, alrededor de trescientos moravos y ciento cincuenta pietistas se establecieron en
Basilea. Bajo la influencia del Dr. Johann August Urlsperger (1728-1806), pastor de Augsburgo, Alemania, se

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formó una asociación voluntaria en 1780, llamada inicialmente Deutsche Christentumsgesellschaft
(Sociedad Cristiana Alemana). Su objetivo era «misión por todo el mundo», para alcanzar a los millones que
nunca han escuchado el Evangelio. Esta asociación se extendió rápidamente entre los cristianos evangélicos
de Suiza y Alemania. . En 1799 el movimiento tenía un total de más de treinta lugares de reunión, habiendo
llegado incluso tan lejos como Holanda y Dinamarca. Esta asociación empezó a forjar vínculos entre
cristianos de todos los estratos sociales, tal como lo cuenta Wilhelm Schlatter: “Aristócratas, ministros,
generales, diputados, profesores, doctores, mercaderes, comerciantes, granjeros y pastores protestantes
por igual”.

Una vez más, la historia nos da evidencias que los negocios, el comercio y el profesionalismo cristiano
han sido usados por Dios para comunicar el mensaje del Evangelio a través de las regiones conectadas
por la Ruta de la seda; muy probablemente, comenzando desde el día de Pentecostés con los “partos,
medos, elamitas” presentes en Jerusalén (Hechos 2:9), y continuando así hasta el siglo XV.
De hecho, hasta nuestros días, hombres y mujeres temerosos de Dios en el comercio y los negocios han
desempeñado, como Pablo el apóstol y hacedor de tiendas, un papel muy importante en el avance del
reino de Dios.
Primero que nada, estas personas tuvieron una comprensión espiritual de su trabajo. Fueron trabajadores
diligentes y disciplinados. La honestidad era su marca distintiva, precios fijos y justos fueron su carta de
presentación. Otra característica era la buena calidad de su trabajo y sus productos: se trataba de
profesionales altamente calificados. También se caracterizaron por la solidaridad social y un ferviente celo
evangelístico. De esta manera, su impacto en la comunidad era algo natural y su influencia política un
añadido. Por el lado negativo, surgen temas como el de la motivación, el peligro de desviarse del objetivo
principal, los riesgos inherentes y la susceptibilidad a la corrupción, tópicos que son abordados y discutidos.

La iglesia no está destinada a fracasar en esta empresa. Cristo dijo: “Me seréis testigos [...] hasta lo
último de la tierra” (Hechos 1:8).

Juan declaró que el trabajo misionero sería acabado. Él describió la visión que tuvo del cielo y de los
redimidos: “Cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos;
porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y
nación” (Apocalipsis 5:9).

Las iglesias locales son la clave para las misiones mundiales. Y por eso, deben ser reavivadas. Dicho
avivamiento deberá restaurar no sólo el primer amor, sino también el primer propósito: ¡que apresuremos
la finalización de la tarea que Dios nos ha encomendado! Las iglesias locales tienen los hombres y el dinero
necesarios para evangelizar el mundo.

El plan «Venga y daremos»


La iglesia que procede según este plan, simplemente espera la visita de un misionero y durante la misma
hace una apelación: «Demos una buena ofrenda para este querido misionero». Tal procedimiento puede
llegar a incomodar un tanto al predicador visitante y hacer que también cada vez que los miembros de la
iglesia vean acercarse un misionero piensen: «Ahora nos van a pedir otra vez dinero para la obra
misionera». Los resultados de este plan no son muy alentadores.

El plan «Por porcentaje»


En este plan toda entrada de fondos se divide según una manera preestablecida. La obra misionera recibe
un porcentaje fijo dentro del presupuesto total de la iglesia. Todo se hace sobre una base matemática. El
plan implica una reglamentación y los porcentajes no inspiran a nadie. Este procedimiento limita las
bendiciones que ofrecen otros métodos de sostenimiento misionero. Oswald Smith dijo: «La obra
misionera es demasiado grande como para que esté metida dentro del presupuesto normal de la iglesia».

El plan «Un día al mes»

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Se designa un domingo al mes como «domingo misionero» y en él se da énfasis a la tarea misionera,
recibiéndose las ofrendas destinadas a la misma, que pueden incluir tanto las del culto como las de la
escuela dominical. Sin embargo, el mal tiempo puede malograr fácilmente este plan. Si hubiera una pobre
asistencia durante varios domingos misioneros, las entradas para ese fin podrían verse seriamente
afectadas. Este método no produce los resultados que se logran ofrendando sistemáticamente, ya sea en
forma semanal o mensual.

El plan «Personal»
En algunas iglesias, misiones al extranjero es mera- mente un título que figura en los sobres destinados a
las ofrendas generales. Cada dador puede designar, si lo desea, lo que dará para las misiones. El asunto se
deja libra- do por completo a la decisión del individuo. Este método es débil en su motivación y no produce
inspiración para una ofrenda misionera abundante; tampoco unifica las fuerzas para un esfuerzo conjunto
de toda la iglesia.

El mejor camino
Hay un plan que reúne los mejores elementos de los sistemas mencionados anteriormente. No se trata de
una teoría; los resultados han sido sólidamente comprobados.
Dios ha establecido que la evangelización del mundo sea el verdadero móvil y razón de ser de la iglesia
local. No es posible tener una verdadera comprensión del mensaje del Nuevo Testamento si no se reconoce
la prioridad de las misiones. Dios nos ha mandado predicar el evangelio a toda criatura. La atención de la
iglesia debe concentrarse sobre esta responsabilidad. Cada congregación debe esforzarse tras ese objetivo.
Se debe poner todo empeño en el cumplimiento de esta tarea, y llegar así a los pueblos no alcanzados.
«David, habiendo servido a su propia generación según la voluntad de Dios» (Hechos 13.36). La suya, fue la
única generación a la cual David pudo servir, e igual cosa ocurre con nosotros. Debemos evangelizar a
nuestra generación. Si no lo hacemos, defraudaremos a los hombres y a Dios. La iglesia está en el mundo
para hacer este trabajo para el Señor. Que sea la pasión de cada cristiano: ¡ter- minar la tarea que Él nos ha
encomendado!

El plan resumido contiene tres elementos básicos: la Conferencia Misionera Anual, la meta de la ofrenda
misionera y la Promesa de Fe.
1) La Conferencia Misionera Anual / Cada una de estas iglesias realiza una Conferencia Misionera Anual, la
cual se constituye en el evento sobresaliente de su calendario; ningún otro acontecimiento alcanza la
misma preeminencia. Es sorprendente e inspirador ver cuánto se logra con la práctica de este programa
anual de promoción misionera.
Nuestras iglesias suelen tener frecuentemente a lo largo del año actividades con énfasis diversos:
campañas de evangelización, retiros juveniles, congresos femeniles, series sobre mayordomía cristiana,
etcétera, y todas con provechosos resultados. ¿Por qué no fomentar, entonces, la causa de las misiones
mundiales a través de una conferencia anual dedicada exclusivamente a tal fin?
(a) Fijar la meta / Un objetivo básico de la conferencia es fijar una meta para las ofrendas misioneras del
año entrante. Esta responsabilidad es al mismo tiempo emocionante y solemne.
¡Mucho depende de esta decisión! Determinar esta meta demanda el ejercicio de una fe verdadera. Es
necesario orar. Algunos bancos de arena sólo pueden ser cruzados cuando la marea está alta. La
conferencia misionera eleva a la congregación espiritualmente, produciendo en ella el deseo de dar. El plan
de la Promesa de Fe ayuda en este punto y contribuye a que las personas decidan ofrendar mes tras mes
para la obra misionera durante un año.
(b) Acercar a los misioneros / La conferencia pone en contacto personal a los misioneros con la iglesia local.
Los obreros sostenidos por la iglesia dejan de ser meramente nombres para convertirse en personas reales
de carne y hueso que llegan a ser conocidos por la congregación. Cuando regresen a los campos
misioneros, las oraciones en su favor continuarán, porque la gente habrá llegado a conocerlos y quererlos.
Esta es la forma de proceder de las iglesias del Nuevo Testamento (ver Hechos 13). Los misioneros que
están de regreso en su período de licencia, asisten a la conferencia de la iglesia que los sostiene. Esta es una
gran oportunidad para cultivar el compañerismo personal. Otros misioneros que no son sostenidos por ella
también son invitados a la conferencia. La congregación llega así a conocer a los hombres y mujeres que
están librando la batalla por las almas en las regiones lejanas, y a relacionarse con ellos. La visión misionera

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continuamente se ensancha y esto es bueno y conveniente. Los miembros de la iglesia amplían así sus
horizontes y adquieren un enfoque global verdadero.
(c) Reclutar vidas / Se necesita lo mejor de la juventud cristiana para realizar esta tarea. Miles de vidas son
requeridas para servir en el extranjero. «¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?» (Isaías 6.8). Alcanzar
al mundo para Cristo es el blanco más noble de la vida. La juventud puede ser enrolada en esta causa, pues
los jóvenes saben responder a los desafíos que se les presentan. Pero la evangelización del mundo es más
que un reto, ¡es un mandato de Cristo! ¿Lo obedeceremos nosotros? Dejemos que el clarín que convoca a
la batalla suene estridente a través de cada Conferencia Misionera Anual. Este es un medio que Dios ha
usado poderosamente para lograr que vidas preciosas se entreguen a Él para su servicio. Los adultos
también deben rendirse a Cristo para cumplir con esta misión. La evangelización del mundo no es una tarea
que se le ha encomendado sólo a la juventud. Todos los creyentes deben presentar sus vidas a Dios
(Romanos 12.1-2). Algunas reuniones deberían apuntar especialmente a este propósito, pidiendo al pueblo
de Dios que sus miembros rindan públicamente sus vidas a Cristo, que manifiesten su deseo de ser
sacrificios vivos para que Él los use en este mundo dondequiera sea su voluntad. Esta es una noble
apelación. Los que planean la conferencia deberían siempre ser cuidadosos de que se cumpla este objetivo.
(d) ¿Cuándo debe hacerse? / ¿Cuándo debería celebrarse la Conferencia Misionera Anual? Recuerde: este
debe ser el acontecimiento más destacado del calendario de la iglesia. Es esencial, entonces, contar con el
máximo de asistencia. Por lo tanto, tendrá que realizarse en una estación del año en que el clima sea
favorable. Deberán ser tenidas en cuenta las situaciones locales que tengan que ver con el trabajo o los
empleos y que afecten la disponibilidad de los miembros de la iglesia. Cuando la experiencia haya
demostrado cuál es la fecha más conveniente, ésta debería ser mantenida año tras año.
(e) ¿Cuánto debe durar? / ¿Cuál es la duración de la conferencia misionera? No se puede dar una respuesta
absoluta que se adapte a todos los casos. Cuanto más días se extienda una conferencia bien planeada, más
se enfatizará la obra misionera. Es recomendable que las iglesias pequeñas extiendan la conferencia de un
jueves a un domingo. Incluso pueden empezar con el domingo anterior, aumentando de esta manera
seguramente la asistencia. Una conferencia bien iniciada significa tener la mitad de la batalla ganada.
Muchas iglesias celebran conferencias misioneras de ocho días. Otras consideran sabiamente la posibilidad
de que abarque quince días e incluya tres domingos. El esfuerzo, por supuesto, es más grande, pero el
impacto que produce también lo es. Tengamos presente que esta es la tarea principal para la cual Dios dejó
a su iglesia en el mundo. En el día del juicio ninguna iglesia será acusada por haber dado un énfasis
exagerado a la obra misionera.
(f) Los preparativos / Haga los preparativos con suficiente anticipación. Los predicadores idóneos deben ser
comprometidos con la antelación debida. De no ser así, probablemente no estarán disponibles. Es bueno
comenzar a hacer los planes un año antes de la conferencia. Tenga presente que, probable- mente, no sea
muy fácil conseguir buenos predicadores que dispongan de un gran corazón misionero y experiencia en el
campo de labor extranjero. Pero no se desanime. Ore buscando la guía de Dios al hacer las invitaciones. Es
bueno tener un encargado de misiones o secretario que ayude en estos preparativos. Se debe incluir en el
pro- grama la participación de candidatos a la obra misionera y misioneros que están de licencia. La
proyección de diapositivas, películas y videos, así como la exhibición de curiosidades de países lejanos, y el
ofrecimiento de literatura son elementos atractivos y de gran significado. Está sobreentendido que los
temas a tratar durante la Conferencia Misionera Anual habrán de girar forzosa- mente alrededor de las
bases bíblicas de las misiones, el estado de los perdidos, el desafío de los campos vírgenes, el llamado de
Dios, la responsabilidad de la iglesia, etcétera, de manera que toda la congregación sea estimulada y
robustecida para el cumplimiento de la Gran Comisión.
(g) La tarea del pastor / Una sola persona debe dirigir las reuniones de la conferencia, puesto que ello
ayuda mucho a unificar y con- centrar el programa. Esto es privilegio y deber del pastor. La iglesia debe
notar que él está involucrado totalmente en la realización de la misma. Otro líder puede dirigir muy bien la
conferencia, pero si la iglesia llegara a tener alguna duda en cuanto al apoyo que su pastor le esté brin-
dando al esfuerzo, es probable que no se comprometa plenamente. A mi juicio, nada mejor que el mismo
siervo de Dios esté al frente, lógicamente secundado por sus líderes, evidenciando de esta manera que no
es una ocurrencia suya. Por otra parte, tampoco es aconsejable que algún foráneo dirija la conferencia
porque daría la impresión de ser un programa extraño.
(h) La publicidad / Anuncie la fecha de la conferencia con suficiente anticipación. Consiga fotografías,
noticias y artículos de los predicadores invitados y publíquelos en los diarios loca- les y en el boletín de la

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iglesia. Utilice anuncios radiales, y si es posible, reserve un espacio de tiempo diario en la radio local, para
los predicadores, durante el tiempo de la conferencia. Asegure la colocación de un cartel grande y atractivo
en el frente del templo anunciando esta actividad. Utilice el boletín regular de la iglesia o una edición
especial para promocionarla. El uso de carteles informativos y lemas inspiradores colocados sobre las
paredes del templo es muy recomendable. Deben ser de tamaño suficientemente grande como para ser
leídos de lejos con facilidad. Lleve el pensamiento de la gente a la evangelización del mundo desde el
mismo momento en que entran al templo. Exhiba también planisferios, mapas, planos, un globo terráqueo,
etcétera.
(i) La intercesión / En el programa de cada culto deberán incluirse algunos momentos especiales para orar
por otras naciones y pueblos no alcanzados. Para tal fin, es conveniente recabar informaciones de cartas,
revistas, tarjetas de oración, libros, noticias recientes de la radio o de la televisión, etcétera, y mencionarlas
públicamente guiando luego a la congregación a la intercesión ante el trono de Dios. El clamor ferviente al
Señor es seguramente el arma más eficaz que disponemos para penetrar con la luz del evangelio en las
regiones donde el poder de las tinieblas cubre aún a los pueblos paganos.
(j) La música / Deben entonarse canciones e himnos misioneros durante toda la conferencia. Los cánticos
conmueven los corazones y pueden tener una tremenda influencia en la toma de decisiones espirituales.
Este aspecto es frecuente- mente descuidado en estos programas. Muchas veces he quedado desilusionado
por la pobre selección de canciones que se han preparado. Si el himnario de su iglesia no tiene una buena
cantidad de himnos de carácter misione- ro, consígalos de otros himnarios, o consultando en libre- rías
evangélicas. Las letras de los himnos pueden ser impresas en hojas sueltas para el uso de la congregación.
Introduzca himnos y coros misioneros varias semanas antes de la conferencia anual. El coro de la iglesia
debería ensayar números especiales con temas misioneros, e igualmente si lo hay, el de niños. Podrían
prepararse solos y conjuntos con canciones adecuadas para tal oportunidad, hasta pueden conseguirse
cantatas misioneras. La música cumple un papel vital en la conferencia misionera.
(j) Aclare todo lo relacionado con el dinero / Los arreglos financieros con los predicadores tendrían que ser
bien definidos. Corresponde que estos asuntos se traten con claridad. Debe hacerse un presupuesto claro y
exacto de los gastos de la conferencia. La falta de cuidado en este punto puede causar malentendidos. Las
agencias misioneras que se mantienen por fe, generalmente requieren que sus misioneros consigan su pro-
pio sustento. Si estos misioneros son invitados a una conferencia, apreciarán saber de antemano si la iglesia
está considerando la posibilidad de cooperar con su sostenimiento. En caso de que esto no llegara a ocurrir,
se sentirán igualmente contentos de colaborar en la conferencia, pero conviene aclarar este punto.
Igualmente, es aconsejable indicar al misionero visitante si la ofrenda que se le entrega es para su uso
personal o para su organización, viáticos, etcétera. Hacer conocer los arreglos financieros antes de la
conferencia forma parte de la cortesía. Conviene ser específico y escribir con claridad. La claridad no impide
la cortesía ni la generosidad.

2) Una meta para la ofrenda misionera / Cada año se establece una nueva meta para la ofrenda misionera
mensual y ésta, normalmente, supera a la de los años anteriores. Esto se convierte en una atrevida
aventura, pero es bueno recordar que si nada se arriesga, nada se gana. La evangelización del mundo
implica al mismo tiempo riesgo y sacrificio. Fijar un monto de ofrenda misionera proporciona grandes
ventajas y es una parte esencial en el programa misionero que triunfa.
ATRÉVASE A fijar una meta para la ofrenda misionera. Hacerlo requiere fe y coraje. Cuanto más claro es el
objetivo, más seguridad hay de alcanzarlo. Ofrendar con seriedad para la evangelización del mundo es algo
que no puede hacerse sin sacrificio. Piense por un momento en la responsabilidad total. La evangelización
del mundo demanda enormes desembolsos de dinero. No es por casualidad que haya decenas de versículos
sobre las ofrendas en el Nuevo Testamento. Defina la meta de la ofrenda misionera y resuélvase a
alcanzarla. Se justifica que fijemos metas para comprar un lavarropas, una casa, un vehículo, un televisor,
etcétera, y acaso, ¿no haremos lo mismo para cumplir con nuestra misión más importante?
(a) Fijando la meta / El pastor es el principal responsable de fijar la meta para la ofrenda misionera. Las
congregaciones dependen en buena medida de la visión que él tenga. Bienaventurado el siervo de Dios que
constantemente logra elevar a su iglesia a nuevas alturas de consagración práctica. Antes de la Conferencia
Misionera Anual, el pastor y la comisión directiva de la iglesia analizarán los compromisos misioneros que
tienen. Deben considerar cuáles son los proyectos que continuarán y cómo se fomentarán nuevos avances.

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Se debe pensar en la posibilidad de sostener a otros misioneros o abrir nuevos campos. La fe es ejercitada.
La pregunta a contestar es: ¿cuánto más puede hacer nuestra iglesia en este próximo año a la luz del
mandato de Cristo y frente a la profunda necesidad del mundo? La nueva meta mensual para la ofrenda
misionera surgirá de la consagración y fe del pastor así como de la comisión directiva de la iglesia. Esta
meta debe ser presentada a la iglesia poco antes de la conferencia o en alguna de las primeras reuniones
de la misma. Es bueno mostrar en un cartel grande la cifra mensual del año anterior y la nueva que se ha
propuesto.
(b) El termómetro / No conozco una mejor manera de visualizar la nueva meta para la ofrenda misionera,
que presentar un gran termómetro dibujado sobre un cartel en la pared. En el centro del termómetro se
coloca una columna movible hecha con una cinta roja ancha. El nuevo desafío se presenta en el extremo
superior con números grandes. La cifra coloca- da en el tope es un constante reto durante toda la
conferencia. La columna mercurial comienza en cero. En el último día, a medida que se entregan las
Promesas de Fe, se van anunciando las cifras parciales y la columna roja se eleva según las cantidades
acumuladas. El termómetro es el centro de atención a lo largo de todo el día. La meta es «romperlo», lo
cual constituye toda una experiencia emocionante que ninguno puede apreciar en plenitud hasta que no la
ha vivido personalmente.
(c) No es una ofrenda de dinero en efectivo / El plan de la Promesa de Fe no está basado sobre una ofrenda
en efectivo que la persona da durante la conferencia. Por supuesto, durante los cultos se pueden recibir las
ofrendas, como se hace generalmente, para usarlas en los gastos de la misma conferencia, y está bien que
se haga así. Pero el plan de la Promesa de Fe no comienza dando una ofrenda en efectivo. Su propósito es
otro y mucho más elevado. ¿Cuál? Que cada persona determine la cantidad de dinero que, confiando en la
provisión de Dios, ofrendará mes tras mes para las misiones. Las tarjetas con las Promesas de Fe son
recibidas por el tesorero; se suman las cantidades, y el resultado constituye el gran total que la iglesia se
compromete a dar mensualmente durante un año para la obra misionera.
(d) Alcanzando la meta / Pero, ¿podrá alcanzarse la meta? La membresía de la iglesia, ¿ofrendará
mensualmente lo que ha prometido? Esta es una pregunta que hacen frecuentemente los que no están
familiarizados con el plan de la Promesa de Fe. La experiencia nos permite dar una respuesta categórica.
Por un lado, es verdad que algunas promesas no son totalmente cumplidas, pero por otro lado, otros
dadores darán más de lo que habían prometido, y de esta manera el total de la suma de las promesas
generalmente es concretado efectivamente. «Somos embajadores en nombre de Cristo» (2 Corintios 5.20).
La evangelización del mundo es el negocio de Dios y es para su gloria. Mantengaámosnos orando a través
del año pidiendo el cumplimiento de la Promesa de Fe. La predicación sobre la obra misionera es de suma
importancia. Vibrantes sermones misioneros deberían predicarse con más frecuencia. Los creyentes tienen
que ser convencidos, por medio de la Palabra de Dios, de que la evangelización del mundo entero es la
empresa más importante que hay sobre la tierra. ¡Que cada cristiano sea enseñado sobre este punto, no
importa cual sea su trabajo u ocupación! Es necesario que entienda que la obra misionera es su verdadera
vocación.
(e) Mantenga siempre presente a la obra misionera / La publicidad es una ayuda para alcanzar la meta.
Mantenga a las misiones vívidamente presentes en la mente de la membresía. Puede utilizarse un cartel de
gran tamaño para registrar el progreso que se logra semana tras semana en la recaudación de las Promesas
de Fe. El mismo puede mostrar la parte del total mensual que se ha recibido hasta cierta fecha y la cantidad
que todavía resta para completar la cifra prometida. El pastor puede concluir con unas palabras finales que
exhorten a la oración (si la meta mensual aún no ha sido alcanzada), o a la alabanza (si ya ha sido lograda).
Tal cartel debería revelar de un solo vistazo cómo la iglesia está progresando en su es- fuerzo de lograr el
monto mensual. El boletín de la iglesia es también un aliado muy útil en este asunto. El total requerido y la
cantidad ya recibida pueden ser publicados frecuentemente. Estas cifras le muestran a cada lector qué
proporción del total ya ha sido ofrendado y cuánto falta para completar la meta. Haga valer sus cultos de
oración. Permita que algún miembro lea párrafos de las cartas recibidas de los misioneros. Utilice un
planisferio y relacione las cartas que se van leyendo con los países que figuran en el mapa. Sea preciso,
haga que se ore por los misioneros con nombre y apellido, y puntualice sus necesidades si éstas son
conocidas. Es bueno mostrar una fotografía de tamaño grande de cada misionero, o del misionero y su
familia que son sostenidos por la iglesia. Bien vale la pena contar con un plan para obtener y conservar
tales fotografías. Algunas iglesias acostumbran enviar casetes y videos a los misioneros. Las cintas grabadas
son devueltas a la iglesia con un mensaje acerca de las actividades del misionero, describiendo sus

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problemas y sus triunfos. Todo medio legítimo debe ser usado a fin de que la evangelización mundial sea
más real y personal para cada miembro de la congregación. Mantenga la atención concentrada en las
actividades misioneras. No permita que la obra en los lugares distantes permanezca vaga y ambigua. Lo que
se está haciendo en los campos misioneros lejanos debe ser traído cerca por medio de la información. El
dinero para las misiones es fundamental; por lo tanto, la iglesia debe tener como una alta prioridad
recaudar mensualmente lo que ha prometido para las misiones. Confiando en Dios debemos esforzarnos
fervientemente hacia la meta.

3) El plan de la Promesa de Fe / Todas las iglesias a las cuales hacemos referencia en este libro, usan sin
excepción el plan de la Promesa de Fe, lo cual es un hecho muy significativo. Dudo que existan iglesias que,
sin utilizar este método, aporten hombres y recursos económicos para la empresa misionera en cantidades
similares a las que sí lo utilizan. El plan de la Promesa de Fe tiene un sentido específico que vale la pena
considerar. El mismo invita al ejercicio de una fe bíblica y verdadera. Involucra una promesa a Dios basada
en sus promesas, lo cual es completamente diferente a hacerlo a una iglesia. El plan de la Promesa de Fe
implica una relación vertical entre el hombre y Dios, mientras que una promesa a la iglesia denota más bien
una relación horizontal entre una persona y una organización. Esta distinción debería ser explicada
cuidadosamente cuando se consideran los méritos de este plan.
Este plan no es nuevo; ha sido usado por la Alianza Cristiana y Misionera durante muchos años en las
conferencias anuales celebradas en sus iglesias. Tal vez, el plan se remonta en el siglo pasado hasta el
doctor A. B. Simpson, fundador de esa institución. Una vez le pregunté al doctor A. W. Tozer, pastor y
reconocido varón de Dios de la Alianza Cristiana y Misionera, qué podía decirme acerca del origen del plan
de la Promesa de Fe. Él me escribió expresando: «Hasta donde yo sepa, la idea tuvo su origen en el doctor
Simpson. Pero por supuesto, él mismo pensaba que se había originado en la mente del propio apóstol
Pablo». El doctor Oswald J. Smith, de la Iglesia del Pueblo, en Toronto, Canadá, ha usado este plan con muy
buenos resultados y lo ha promovido ampliamente. Otros hombres de Dios han hecho lo mismo. Este es
probablemente el mejor método para el sostenimiento de la obra misionera y ha producido resultados
sorprendentes. Por favor, lea este capítulo cuidadosamente. Asegúrese que ha entendido exactamente qué
queremos decir con el plan de la Promesa de Fe. No confunda la Promesa de Fe con una promesa hecha a
una organización. Este plan no implica ninguna solicitud individual de donaciones. Tampoco debiera
entremezclarse con otros planes de Promesa de Fe que a veces suelen utilizarse para conseguir fondos para
la edificación del templo, la compra de un instrumento musical, etcétera. Para no debilitar su efecto, es
aconsejable emplearlo únicamente para apoyar a las misiones. El plan de la Promesa de Fe se explica al
público durante la conferencia. No se pide a la gente que dé una ofrenda en efectivo; se la exhorta a
confiar en Dios haciendo un desafío a la fe individual. Este es el secreto de la efectividad del plan: cada uno
le pide al Señor que les muestre la cantidad de dinero que, confiando en su provisión, le dará
mensualmente para las misiones durante el próximo período anual. La base de la Promesa de Fe ¡es la
relación entre el individuo y su Dios!
Se distribuyen tarjetas para ser completadas con la Promesa de Fe de cada uno, incluyendo nombre y
domicilio. La participación es totalmente voluntaria. El plan es discreto y espiritual. “Cada uno dé como
propuso en su corazón” (2° Corintios 9:7). Nadie se sentirá avergonzado o presionado por este proceder.
Las personas son notificadas que si por algún motivo no pueden cumplimentar su Promesa de Fe, la razón
deberá ser explicada a Dios. La iglesia no le enviará ninguna carta recordatoria ni se efectuará reclamo
personal alguno, ya que el trato queda establecido únicamente entre el individuo y su Señor.
(a) Cómo funciona el plan / El plan de la Promesa de Fe es parte de la Conferencia Misionera Anual. Se
imprime una abundante cantidad de tarjetas, que son preferibles a los sobres que comúnmente se usan
para los diezmos, dado que una persona que recibe un sobre es posible que dé sólo una ofrenda en
efectivo y luego se olvide del tema. Esto no es lo que se desea. La tarjeta, por el contrario, ayuda a la gente
a comprender que una Promesa de Fe es algo enteramente diferente y que esta distinción es importante.
Las tarjetas se distribuyen en una de las primeras reuniones de la conferencia. Esto se hace en forma ágil e
in- dicando brevemente su uso. La explicación se repite varias veces durante el transcurso de la conferencia
y cada vez se hace con mayor rapidez. El plan se presenta con entusiasmo y cuando se hace así, no es
ofensivo para nadie. Las tarjetas también pueden ser colocadas sobre los bancos y mesas de venta de
literatura. ¿Por qué tal publicidad? Es para alentar a las personas desde el mismo comienzo de la

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conferencia, a considerar en fe la cantidad de dinero que confían que Dios les proveerá mensualmente para
la evangelización del mundo durante el próximo año.

Testimonio de cómo aprendió a ofrendar para las misiones del Dr. Oswald J. Smith, de la Iglesia de los
Pueblos, Toronto, Canadá / Comencé a orar: —Señor, yo no puedo dar nada. Tú sabes que no tengo nada.
No tengo ni un peso en el banco, ni un centavo en mi bolsillo. La iglesia me paga sólo veinticinco dólares
por semana, tengo que mantener a mi esposa y a mi hijo. Estamos tratando de comprar una casa. El precio
de todo está por las nubes. Al terminar la semana me quedo sin nada… Todo esto era verdad […].
Estábamos viviendo en el tiempo de la Primera Guerra Mundial. —Yo lo sé — el Señor parecía decirme— sé
que sólo ganas veinticinco dólares por semana, que no tienes nada en el banco, que tienes una familia que
mantener, que no te sobra un peso al fin de semana. —Bueno —pensé un poco aliviado— esto da por
terminado el asunto. No tengo nada. Por lo tanto, no puedo dar nada. Pero fue en ese momento que el
Señor habló a mi corazón: —Yo no te estoy pidiendo lo que tienes ahora —me dijo. —¿No me estás
pidiendo lo que tengo ahora? Entonces, ¿qué es lo que me estás pidiendo? —repliqué. —Yo te estoy
pidiendo una promesa de fe. En otras palabras: [p 147] ¿hasta qué cantidad puedes confiar en mí para que
yo te dé para ofrendar para la obra misionera? —Oh, Señor —exclamé— ¡esto es diferente! ¿Hasta cuántos
dólares puedo confiar en ti, que tú me darás si yo prometo ofrendarlo? Por supuesto, yo no sabía nada
sobre lo que significaba una promesa de fe, pero sabía que el Señor me estaba hablando. Pensaba que
podría prometer dar cinco dólares por año, o tal vez diez. Una vez en una iglesia había dado cinco, otra vez
había dado tres, en otra dos. Nunca había dado más que cinco. Temblaba mientras oraba y esperaba la
respuesta. —Señor, ¿cuánto puedo dar? De repente vino la respuesta. No les voy a pedir que crean que
Dios me hablo en una voz audible, pero bien podría haberlo hecho porque la sensación que recibí fue tan
fuerte como si Él me hubiera hablado a viva voz cuando con los ojos cerrados, casi sin darme cuenta que
estaba delante de la congregación, escuchaba la voz de Dios. —¿Cuánto debo dar? —preguntaba. —
¡Cincuenta dólares! —escuché. —¿Cincuenta dólares? —exclamé—. ¿Por qué Señor? ¡No puede ser! ¡Esta
suma equivale a dos semanas de sueldo! ¿Cómo podré yo jamás conseguir cincuenta dólares?
Pero una y otra vez el Señor seguía insistiendo con la misma cantidad. Y como ya dije, esto para mí era tan
claro como si me lo hubiera dicho al oído. Mi mano temblaba cuando firmaba la tarjeta, escribía mi nombre
y dirección y la cantidad: ¡cincuenta dólares! Cómo hice para ofrendar esa cantidad, [p 148] hasta el día de
hoy no lo sé. Lo que sí sé es que cada mes oraba por aquellos cuatro dólares y monedas, y cada mes de una
u otra forma el Señor me los envió, y que al fin del año había dado los cincuenta dólares prometidos. Cómo
desearía poder transmitirles el gozo que sentí mes tras mes al orar por la cantidad prometida. ¡Recibí la
bendición más grande de mi vida! Yo había confiado en Dios por cierta cantidad, y Él me la había suplido.
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Tan grande fue la bendición que al año siguiente en la Conferencia Misionera dupliqué la cantidad y
prometí dar cien dólares. Al otro año la dupliqué otra vez y di doscientos. Al año siguiente otra vez prometí
el doble: cuatrocientos. Al otro año ochocientos, y así por más de treinta años he enviado miles de dólares
al banco del cielo. Si yo hubiera esperado hasta haber tenido dinero nunca habría dado porque nunca lo
habría recibido. Pero prometí dar cuando no tenía. Hice una promesa de fe. Creí que Dios quería que diera
cincuenta dólares a través de un año, y prometí darlos. Dios honró la promesa y me dio lo necesario para
cumplirla.
Poner en la ofrenda lo que usted tiene no requiere ninguna fe. Si tiene diez dólares en el bolsillo, todo lo
que tiene que hacer es ordenarle a la mano que vaya al bolsillo, que tome los diez dólares y los ponga en la
ofrenda. Para hacer eso no necesita orar, ni necesita pedirle nada a Dios. No tiene que confiar en Él por
ninguna suma. Solamente tiene que tomar esa cantidad y darla. «Pero con una Promesa de Fe el proceder
es diferente. Es necesario pedirle a Dios que nos muestre lo que quisiera que demos, y luego prometer esa
suma por fe, y confiar en Él para que la provea. No hay aventura más emocionante ni [p 149] maravillosa
que esta. ¡Hágalo usted y lo comprobará! ¡Hágalo hoy mismo!».
(b) El día de la Promesa de Fe / El último día de la conferencia tiene su clímax cuando se recogen las
tarjetas con las Promesas de Fe. Esto se hace después de escuchar el sermón. Rápidamente se reparten las
tarjetas a toda la congregación. Se da una palabra final de explicación y apelación, y se pide en oración la
bendición de Dios sobre las decisiones que se estarán tomando. Entonces, se invita a las personas a llenar
sus tarjetas y entregarlas a los ujieres quienes están distribuidos estratégicamente en los pasillos y han sido
instruidos para llevarlas rápidamente al púlpito tan pronto como las reciban. Los ujieres entregan las
tarjetas al tesorero, que está ubicado detrás de una mesa cercana al púlpito, y procede de inmediato a leer
públicamente las cifras que cada persona ha decidido ofrendar, sin mencionar sus nombres.
Simultáneamente, se van sumando las cifras prometidas y cada tanto se anuncian los resultados parciales,
que hacen que la columna roja del termómetro vaya subiendo. La tarea de sumar las tarjetas se va
intercalando con el canto de alguna estrofa de un himno apropiado y así se continúa hasta que la última
Promesa de Fe ha sido presentada. El culto final de la conferencia misionera siempre es el clímax, el
momento tan ansiado y esperado. El interés del auditorio llega a ser muy intenso. ¡Es el punto culminante
de la conferencia! Generalmente, se logra una reunión muy emocionante. Sucede con frecuencia que
algunas personas que ya han entregado una tarjeta, deciden aumentar la cifra prometida y completan una
segunda tarjeta para incrementar el monto de la primera. El que preside puede alentar a esta práctica. El
pastor anuncia el monto total de las promesas obtenidas y cuando el termómetro ha sido «roto», la
congregación se pone de pie y es guiada en un canto de gratitud al Señor.
(c) Las organizaciones de la iglesia / En lo posible, se debe hacer uso de cada organización de la iglesia local
para alentar a sus miembros a hacer la Promesa de Fe. Esto incluye las clases de la escuela dominical, la
sociedad de jóvenes, de damas, el coro, etcétera. Cada grupo es animado por su líder a formular una Pro-
mesa de Fe. Esto puede ser hecho en el día final de la conferencia o preparado en una reunión anterior a
esa fecha. Es bueno recordar cuál es el propósito de la Promesa de Fe. No se trata de glorificar a individuos
ni organizaciones. La única finalidad que ella tiene es sostener en forma adecuada el programa de la
evangelización del mundo.
(d) ¿Y con la inflación? / Suele suceder que en diversos países existe una continuada inflación, y por lo
tanto, los valores prometidos durante la conferencia, al cabo de pocos meses, quedan totalmente
desactualizados. ¿Qué hacer para que el importe de las Promesas de Fe sea mantenido a valor constante?
Recordemos que los misioneros que estarán siendo apoyados deberán de todas maneras recibir su
sustento con regularidad y a valores constantes. Algunas posibles vías de solución son las siguientes:
• Actualizar «a ojo» la cifra inicial prometida en forma periódica (trimestral, semestral, etcétera).
• Estimar un porcentaje del sueldo.
• Fijar el monto inicial de la promesa tomando como punto de comparación el precio de algún producto o
mercadería fácil de cotizar regularmente (el litro de gasolina o aceite, el kilogramo de azúcar, harina,
etcétera).
• Hacer la promesa de fe en base de un porcentaje adicional a los diezmos.
(e) ¿Por qué tiene tanto éxito? / El plan de la Promesa de Fe ha producido resultados casi increíbles en
muchas iglesias que lo han utilizado. ¿Por qué ha ocurrido esto? Se pueden dar varias razones. La fe es
puesta en acción. Dios se deleita cuando se confía en Él. El plan desafía a cada cristiano a entrar con una
participación sistemática y creciente en la evangelización del mundo. Todos los que lo desean pueden

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tomar parte en el plan: un joven o un anciano, hombres o mujeres, hasta los niños pequeños pueden
participar. La primera Promesa de Fe que hace una persona, por lo general, es por una suma reducida. Pero
cuando observa los buenos resultados del plan en su iglesia y las bendiciones que Dios derrama sobre su
propia vida, es casi seguro que al año siguiente aumentará la cantidad. El plan trata a la ofrenda como una
cuestión básicamente espiritual. Cada persona es alentada a buscar la voluntad de Dios en lo que atañe a su
Promesa de Fe. Ningún individuo es abordado personalmente. A nadie se le pregunta cuánto dará. No se
hace público el nombre de los dadores; a nadie se le reclama ni se le echa en cara si no ha podido cumplir
con su promesa. Es un compromiso netamente espiritual. Los demás métodos, de una u otra manera,
tienen sus límites; este, sin embargo, depende de dos cosas que son ilimitadas: la fe del creyente y la
provisión de Dios.
(f) Es un plan con base bíblica / Este programa está de acuerdo con el espíritu del Nuevo Testamento.
Ofrendar es un ejercicio espiritual. La única base sólida de este tipo de ofrendas es la consagración, y como
lo expresa 2 Corintios 9.7 (Versión Popular): «Cada uno debe dar según lo que haya decidido en su
corazón». La manera de ofrendar de los macedonios es digna de imitar. Pablo nos recuerda que ellos: «Se
dieron primeramente al Señor, y luego a nosotros por la voluntad de Dios» (2 Corintios 8.5). La norma del
Nuevo Testamento es que los cristianos deberían dar regularmente cada domingo al Señor. «Cada primer
día de la semana cada uno de vosotros ponga algo aparte, según haya prosperado» (1 Corintios 16.2). La
gran tarea que Dios nos ha dejado para realizar en el mundo tendría que ser sostenida, no de vez en
cuando, sino sistemáticamente; es decir, ofrendando semanal, quincenal o mensualmente. Nuestro Señor
habló clara y frecuentemente acerca de la mayordomía. A menos que hagamos ofrendas con sacrificio, el
mundo nunca será completamente evangeliza- do. Cada cristiano debe enfrentar esta realidad. El plan
inspira a ofrendar de una manera sistemática y progresiva, de acuerdo con las enseñanzas del Nuevo
Testamento, para lograr la evangelización del mundo.
(g) Un buen plan / Este programa es bueno para la iglesia, pues reemplaza al sistema un tanto ofensivo de
pedir ofrendas, alienta al esfuerzo unido, proporciona una base para planificar los compromisos misioneros
con un año de anticipación, y ayuda a las agencias misioneras a coordinar sus trabajos futuros. También es
bueno para el creyente, como individuo, porque no depende meramente del dinero que dispone, pues este
proceder no implicaría ningún desafío para la fe. Pero este plan mueve a cada uno a confiar en Dios para
que le conceda hacer algo más que lo habitual para la evangelización del mundo. Aunque hasta un niño
puede participar en este plan, por otro lado, los cristianos maduros pueden probar su fe. Esto ayuda a
pensar con claridad y fomenta una sólida mayordomía. Al finalizar el período anual, cada persona sabe
exactamente cuánto ha ofrenda- do para la obra misionera. Además, es bueno para el misionero. Le
permite saber que una iglesia se ha comprometido a ayudarle en forma definida. Sabe que muchas
personas estarán pensando y orando por él, mes tras mes, a medida que confían en Dios para cubrir su
sostenimiento. Reconocer tal compromiso es de gran aliento para cualquier misionero.

Administración misionera
LA FORMA de administración podrá variar según la congregación, pero en la práctica deberá siempre
coincidir con el principio de que la tarea principal de la iglesia es la evangelización del mundo. Por lo tanto,
serán los líderes principales quienes tendrán que administrar los asuntos relacionados con la obra
misionera. Esta responsabilidad pertenece, ineludiblemente, a ellos.
Tener una organización misionera especial en la iglesia puede fomentar la idea de que las misiones son
simple- mente una actividad más. Esto ha ocurrido a menudo en las iglesias que tienen, por ejemplo, una
sociedad misionera femenil. La intención es buena, pero ¿qué ocurre con frecuencia? Los demás miembros,
inconscientemente, llegan a creer que la obra misionera es sólo para mujeres. Y esto es un grave error, ¡las
misiones son la tarea de toda la iglesia! Esta es su gran empresa. La comisión directiva debe hacerse
responsable por el programa misionero. La obra misionera tiene que ocupar el primer lugar. Podrá
objetarse que algunos miembros de la comisión directiva no están debidamente interesados en la tarea
misionera. En tal caso, deben ser reemplazados por otros.
¿Cómo puede ser alguien un verdadero líder si no está totalmente comprometido con el propósito principal
por el cual la iglesia existe?

Un tesorero de misiones

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La iglesia que tiene un buen programa misionero necesitará contar con un tesorero exclusivo para
misiones. Esa persona deberá ser miembro de la comisión directiva de la iglesia. Hay abundante trabajo
para hacer llevando de manera apropiada el registro de las ofrendas y la distribución de los fondos para las
misiones. Antes de la celebración de la Conferencia Misionera Anual, generalmente el pastor y la comisión
directiva de- terminan, en forma aproximada, cómo y dónde serán usa- dos los fondos misioneros. Las
ofrendas recibidas por las Promesas de Fe son posteriormente canalizadas a los misioneros o a proyectos
misioneros aprobados por la iglesia. Pueden ser destinadas, como se expresó, a misioneros de la propia
congregación, o de otras iglesias hermanas. También pueden entregarse a una agencia misionera
denominacional o interdenominacional para que las hagan llegar a quienes la iglesia determine. Podría
anunciarse públicamente que cualquier dador tiene completa libertad para designar el destino que desea
que le den a su ofrenda misionera. Él debe tener la seguridad de que sus deseos serán respetados. Si algún
motivo especial impide concretar este deseo, el donante deberá ser consultado o informado de la
situación. Es importante mantenerse fiel en este aspecto.

Los informes sobre el fondo misionero


Un método simple y práctico contribuye a la entrega de lo prometido. Después de la conferencia, y luego
de haber anotado el tesorero en un libro (o planilla) las especificaciones de cada Promesa de Fe, se le envía
una carta a cada ofrendante devolviéndole la tarjeta y adjuntándole una nota de agradecimiento para que
la tenga como recuerdo en su Biblia y lo estimule a orar por su cumplimiento. En la mencionada carta se
pueden consignar resoluciones que la iglesia ha tomado en cuanto al destino de las ofrendas. Es importante
también adjuntarle tres o cuatro sobres numerados donde podrá efectivizar su contribución mensual.
Efectivamente, es una muy buena costumbre que tienen numerosas congregaciones, y que ayuda a la
disciplina y el buen control, que a cada ofrendante se le asigne un número que solamente él, su pastor y el
tesorero de la iglesia conozcan. En una planilla que se exhibe en el avisador del templo, el tesorero va
anotando mensualmente al lado de cada número los importes recibidos. Esto facilita al ofrendante verificar
sus aportes. Además, cada tres o cuatro meses es conveniente enviar un informe en el que consten las
sumas recaudadas mensualmente, la cantidad recibida del ofrendante a quien se le envía dicho informe, los
aportes que están siendo remitidos a los misioneros, etcétera. Estos datos mantienen bien enterada a la
persona acerca del destino que se da mensualmente a las ofrendas misioneras, y también le anuncian
cuánto se recaudó en total y cuánto ha aportado cada uno en particular.
En ese mismo informe se pueden reproducir cartas, no- tas y testimonios de los misioneros, sus familias,
campos de trabajo, pedidos de oración y cualquier otro dato que se relacione con la finalidad del fondo.

El período anual de la iglesia


Es aconsejable que se haga terminar el período anual de la iglesia un poco antes de la conferencia. ¿Por
qué? Porque ayuda a mantener registros adecuados. La misión de la iglesia son las misiones. Debería
entonces, destinar- se más dinero para la evangelización mundial, que lo que se destina para los gastos de
la iglesia local. La lógica de- manda que esto sea así. Si el período anual de la iglesia termina antes de la
conferencia, el total ofrendado para las misiones estará a la vista y tal información será muy valiosa para
hacer los planes para el nuevo período. Aún cuando hablamos de una Conferencia Misionera Anual, todos
los meses se debería celebrar un culto de énfasis netamente misionero. Puede ser conveniente que se haga
los segundos domingos del mes, ya que esto posibilita a todos los que han cobrado sus sueldos hacer
efectivas sus contribuciones. De esta forma se le da continuidad y regularidad al tema de misiones en la
programación de la vida de la iglesia.

Las visitas de misioneros


La iglesia seguramente recibirá visitas de misioneros que hablarán a la congregación en otras fechas
distintas de la conferencia misionera. Esto es bueno porque tales visitas centralizan la atención en el
objetivo principal de la iglesia. Pero, si en tales ocasiones se solicita una ofrenda especial para el misionero
que está en ese momento, es posible que no se pueda después cumplir plenamente con lo prometido en la
Promesa de Fe. Por esto, las iglesias que hacen mayores aportes para la obra misionera siguen la norma de
no solicitar ofrendas especiales cada vez que los visita un misionero. Se enseña claramente que la Pro-
mesa de Fe es el canal natural para las ofrendas misioneras. Conviene, entonces, no agregar otras ofrendas
con igual propósito. La membresía sabrá apreciar esta consideración. Las ofrendas para los misioneros que

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visitan ocasionalmente la iglesia pueden estar incluidas en el presupuesto misionero y ser adecuadamente
suplidas por el mismo fondo. Se debe considerar esta necesidad cuando se determina con anticipación
cómo habrán de ser utiliza- dos los fondos para misiones. Sin embargo, si la congregación desea dar una
ofrenda a cada misionero que visita la iglesia, ¡enhorabuena!, está muy bien que lo haga. En tal caso,
aliente a la congregación a dar dichas ofrendas a través de la iglesia, especificando «para el misionero tal»,
y de esta manera esa donación quedará registrada como parte del total de la ofrenda misionera.

Abundantes bendiciones
Nada trae más éxito que el éxito mismo. Los métodos presentados en este libro han sido aplicados con
resulta- dos sorprendentes, y usados durante muchos años por las iglesias que más han dado para las
misiones. La Conferencia Misionera Anual, la meta para la ofrenda y la Pro- mesa de Fe, forman un trío
maravilloso. Donde estas prácticas fueron introducidas con fe y celo la ofrenda misionera ha crecido más y
más, sobrepasando incluso la totalidad de los niveles anteriores. Y esto no es todo: ¡muchas vidas se han
consagrado al Señor para la obra misionera! En la mayoría de los casos, el programa total de la iglesia ha
sido literal y gloriosa- mente transformado. Tan deslumbrante e inesperado ha sido el impacto y el
crecimiento del programa misionero que la gente ha llegado a hablar de él como de un verdadero
«milagro».

En igualdad de condiciones, el uso de estos métodos, en dependencia de Dios, producirá iguales resultados
en cualquier iglesia. ¿No es acaso esta la hora de «arriesgarnos» por amor a Dios? Pongamos a prueba
nuestra fe. Sólo si se producen avivamientos en las iglesias a través del mundo, podremos capacitarnos
para terminar la tarea que Dios nos ha confiado. La iglesia tiene los hombres y el dinero suficientes para
evangelizar al mundo. El avivamiento puede ponerlos en evidencia y permitir que sean liberalmente
usados.
Dios conceda que el presente libro haga su parte en producir estos resultados. ¡Oh, que se produzca un
pode- roso movimiento de Dios sobre nosotros! ¡Pidamos que las iglesias sean reavivadas por decenas y
centenas, y podamos apresurar así, la terminación de la tarea que nuestro Señor nos encomendó! «Y me
seréis testigos... hasta lo último de la tierra» (Hechos 1.8). «Y será predicado este evangelio del reino en
todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin» (Mateo 24.14).

Bibliografía
• Conciencia Misionera I – Andrés Robert / Editorial Clie
• Poder Empresarial en Misión Integral - Heinz Su ter, Marco Gmür / Unilit (1° Edición), PM Internacional
• Finanzas para las Misiones Mundiales - Norman R. Lewis / Misiones Mundiales
• Dinero Misionero: cómo funciona todo - Tom y Beth Carlton / Ethnos 360

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