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Sola Scriptura

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La Reforma Protestante reafirmó la suficiencia de la Escritura en su

principio de sola scriptura (solo Escritura), enseñando que solo la


Biblia es necesaria para proporcionar las palabras divinas para
toda la vida humana.
En contraste con la autoridad del Papa y las muchas tradiciones de
la iglesia de ese tiempo que fueron elevadas al nivel de la Escritura
o incluso más importantes que la Escritura, sola scriptura recuperó
el concepto bíblico de darle a la Escritura la más alta prioridad en
asuntos de fe y vida .

El principio de Sola Escritura proclama que la Biblia es la


“autoridad final o la corte de última apelación en todo lo
que afirma (o implica)”.[1] Este fue un principio que los
reformadores levantaron junto con el principio de Sacra
Scriptura Sui Ipsius Interpres que significa: las Sagradas
Escrituras son su propio intérprete.[2] El Espíritu Santo que
inspiró la Palabra, ilumina la mente del creyente para
encontrar en la Palabra misma el significado de aquello que
Dios quiso comunicar.
El apóstol Pedro por dirección del Espíritu Santo nos enseñó
lo siguiente: “Pero ante todo sabed esto, que ninguna
profecía de la Escritura es asunto de interpretación
personal, pues ninguna profecía fue dada jamás por un
acto de voluntad humana, sino que hombres inspirados por
el Espíritu Santo hablaron de parte de Dios” (2 Ped. 1: 20-
21). Ese solo pasaje nos deja varias enseñanzas:

1) Las Escrituras no son asunto de interpretación


personal
 Ninguna persona debería decir: “Para mí esta porción de
las Escrituras significa esto”, y otra decir: “Bueno, para mí
significa esto otro”, completamente contradictorio, y
ambas pensar que las dos opiniones son correctas.

Porque no es un asunto de interpretación personal. Las


aplicaciones pueden variar, pero el texto debe significar lo
que significó para su audiencia original.

2) Las Escrituras provienen de una revelación divina

 Ninguna profecía o ninguna de las enseñanzas de la


Palabra llegaron a nosotros como consecuencia de una
intención, deseo o proyecto humano. El texto de Pedro dice
que: “… ninguna profecía fue dada jamás por un acto de
voluntad humana…”. El hombre no decidió tener una
revelación de Dios ni se la pidió a Dios o la descubrió en su
sabiduría. La revelación que tenemos hoy en la naturaleza
y en las Escrituras es fruto de la voluntad divina que tiene
la autoridad para demandar sometimiento. Por eso
hablamos de Sola Escritura.

3) Las Escrituras fueron inspiradas por el Espíritu


Santo

Cuando estos hombres hablaron, lo hicieron de parte de


Dios, inspirados por el Espíritu Santo. Es esa inspiración lo
que hace posible esta declaración del Salmo 119:160: “La
suma de tu palabra es verdad”. La suma de tu palabra; no
una parte; no una porción; no el Nuevo Testamento, sino
toda la Palabra… de tapa a tapa es verdad.

Dado ese entendimiento, el hombre no debería atreverse a


editar a Dios, ya sea quitando o agregando a Su Palabra. La
advertencia aparece en el último libro de la Biblia:

Yo testifico a todos los que oyen las palabras de la profecía


de este libro: Si alguno añade a ellas, Dios traerá sobre él
las plagas que están escritas en este libro; y si alguno quita
de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su
parte del árbol de la vida y de la ciudad santa descritos en
este libro (Apoc. 22:18-19).

Si le añades, enseñarás de parte


de Dios principios o mentiras que
Dios no ha revelado, y si le
eliminas verdades que Dios ha
querido dar al hombre, reduces Su
revelación. Cada escritura y cada
palabra ha sido inspirada por Dios.
Por eso no solo tenemos que
hablar de Sola Escritura, sino
también de Tota Escritura (esto es,
la totalidad de estas). Hay
corrientes religiosas que quieren
señalar que solo porciones de la
Palabra son infalibles, diciendo
que solo porciones de la Palabra fueron inspiradas, y si
caemos en esa trampa, entonces cada cual estará tomando
y dejando enseñanzas de la Palabra según sea conveniente
para cada quien. Esto ha provocado que en vez de predicar
todo el consejo de Dios, hoy se predique en muchos
púlpitos parte del consejo de Dios; aquello que les conviene
y que los oídos de una población que se dice cristiana
quieren oír, pero muchas veces son cristianos solamente de
nombre.

Hoy se predica mucho, pero escasea la Palabra de Dios,


como en los años de juventud del profeta Samuel (1 Sam.
3:1). Hoy proliferan los púlpitos, pero no la verdad en todos
los púlpitos. Tristemente hemos visto en los últimos años
una proliferación del error, de la mentira y del engaño.

Y esto se debe a una sola razón: ignorar el principio de Sola


Escritura. Lo que creemos, enseñamos y hacemos en la
iglesia cristiana depende de la autoridad que le
concedamos a la Palabra. Martyn Lloyd-Jones, uno de los
grandes hombres de la fe y uno de los grandes teólogos del
último siglo, dijo que: “sin lugar a dudas todos los
problemas de la iglesia hoy y todos los problemas del
mundo, se deben a una desviación de la autoridad de la
Palabra”.

Cuando la Palabra de Dios no es la única autoridad en


materia de fe y práctica, los creyentes terminan muchas
veces con un Cristo menos importante, como los testigos
de Jehová y los mormones que no creen en Cristo como
Dios; o terminan sumándole a Cristo otros intermediarios
como practica la iglesia católica.

En otros casos, la falta del principio de Sola Escritura ha


abierto las puertas a una cantidad considerable de
materiales de enseñanza que corresponden a doctrinas
extrabíblicas provenientes de supuestas revelaciones,
sueños y visiones. El principio de Sola Escritura protege la
verdad de Dios y la gloria de Dios.

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