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Foucault - Neoliberalismo en El Nacimiento de La Biopolítica

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Discurso y gubernamentalidad neoliberal en
El nacimiento de la biopolítica
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Marcos Ravaschino
Universidad Nacional de San Martín
Filosofía política
Año 2018
Docentes: Daniel Malcolm, Mercedes Ruvituso, Constanza Serratore
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Índice

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1. Introducción 3
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2. Posiciones metodológicas 4
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3. El arte liberal de gobernar 7
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4. Neoliberalismo 10
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5. Conclusiones 14
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Bibliografía 15
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1. Introducción

La palabra neoliberalismo prima hoy en los discursos sobre nuestras sociedades. Ya


sea en la academia o en el léxico político cotidiano, es presentado constantemente como una
forma de capitalismo hegemónico. A primera vista puede parecer que la ebullición del uso del
término es coextensiva a un concepto unívoco de neoliberalismo, término que referiría a una
doctrina económica imperante, pero que es debatido también por las ciencias sociales debido
a sus consecuencias sociológicas, antropológicas, educativas, políticas, etc.
Sin embargo, hilando un poco más fino, no es difícil suponer que no se habla de lo
mismo cuando se discute el neoliberalismo en sociología o en microeconomía, o en algún
otro campo discursivo. Habría que poner en discusión los diferentes planteos sobre el
neoliberalismo para ver hasta qué punto discurren sobre el mismo fenómeno, y en qué
medida son análisis aplicables de forma discernible o combinada para comprender realidades
sociales actuales.
Michel Foucault hizo grandes aportes a estas discusiones, abriendo líneas originales y
planteando el problema del neoliberalismo en el marco de un enfoque propio sobre lo social y
lo político, que sirvió de cimiento conceptual para estudios hasta el día de hoy.
Trataremos entonces de presentar qué es lo que se entiende por neoliberalismo en el
marco teórico de Foucault. Para esto usaremos las siguientes preguntas como guía: ¿Qué
perspectivas epistemológicas y metodológicas guían a Foucault en el estudio de los discursos
liberales y neoliberales? ¿Cuáles son las notas características del arte liberal de gobernar?
¿Qué caracteriza al neoliberalismo, en contraste y superposición con el liberalismo clásico?
La aclaración de estas preguntas y la comprensión del planteo foucaultiano abren
ricas vetas que permiten insertarnos en la realidad social ensayando explicaciones de
fenómenos tanto macro como mircopolíticos.
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2. Posiciones metodológicas

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2.1 Contexto de obra
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El nacimiento de la biopolítica es un curso que impartió Michel Foucault en el
Collège de France en el período 1978-1979. Es directa y explícitamente la continuación de
Seguridad, territorio, población, dictado el año anterior, en el que estudia la proliferación de
los dispositivos de seguridad, la razón de Estado y, cosa que nos interesa particularmente, lo
que él llama la gubernamentalidad, es decir, la racionalidad de las prácticas de gobierno. Más
adelante retomaremos y profundizaremos estas categorías. Lo que importa acá es que El
nacimiento de la biopolítica se inscribe en un proyecto de investigación sobre las artes de
gobierno, y utilizando el bagage teórico desarrollado en los años anteriores en textos como
Vigilar y castigar o La voluntad de saber y sus análisis de diferentes dispositivos y
tecnologías de poder.
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2.2 Discurso como objeto de estudio
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Es absolutamente necesario, antes que nada, comprender el objeto de estudio de
Foucault, su punto de partida epistemológico: los discursos. De lo contrario no es posible en
absoluto entender realmente ni los planteos, ni la riqueza y originalidad que entrañan.
En 1970 inaugura con un bello discurso -publicado luego bajo el título de El orden del
discurso- sus lecciones en el Collège de France, y, junto con ellas, una línea metodológica y
epistemológica que guiaría las investigaciones de los sucesivos cursos. La hipótesis central de
esta ponencia es que todas las sociedades establecen diversos mecanismos de selección,
distribución y control de la producción de discursos. La tarea principal que se propone es por
tanto devolver al discurso una materialidad que le ha sido negada en la historia de la filosofía
Occidental, desde el momento de la expulsión de los sofistas de toda discusión válida. Ya sea
en un idealismo o en un empirismo, el lenguaje queda reducido a mero significante, e incluso
en la dialéctica hegeliana, al identificarlo con lo real mismo, el discurso pierde toda realidad
propia y autónoma, su carácter de acontecimiento.

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Aclaradas la tarea y la hipótesis principales, Foucault establece ciertas aclaraciones
metodológicas, estableciendo cuatro principios fundamentales. Para tratar a los discursos en
su materialidad, es necesario, simultáneamente, reconocer los mecanismos de corte y
enrarecimiento (principio de trastocamiento), tratarlos como prácticas discontinuas que
pueden cruzarse, ignorarse o excluirse (principio de discontinuidad), entender que sus
regularidades se fundan en su carácter de prácticas impuestas por nosotros a las cosas
(principio de especificidad), e ir del discurso mismo hacia sus condiciones de posibilidad
(principio de exterioridad).
Los objetos de estudio de los análisis foucaultianos que continúan la línea inaugurada
en esa presentación de 1970 son los discursos en su materialidad.
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2.3 Algunas aclaraciones metodológicas
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En segundo lugar cabe también decir algunas palabras respecto al uso de conceptos, y
el de algunos particularmente centrales. En la clase del 10 de enero de 1979 expresa su
intención de comenzar por las prácticas concretas y pasar los universas por la grilla de esas
prácticas. Apenas más tarde añade:
No interrogar a los universales utilizando la historia como método crítico, sino partir
de la decisión de la inexistencia de los universales para preguntar qué historia puede
hacerse.1
 

Es decir, el punto de partida de los análisis no son universales, como Estado, poder, gobierno,
etc., sino prácticas discursivas concretas, históricas, lo cual lo llevará a armar sus propias
redes conceptuales, siempre matizadas, de inteligibilidad de los diferentes fenómenos que
estudia. Veamos a modo de ejemplo, pero también como piezas teóricas fundamentales, los
conceptos de dispositivo, poder y saber.

1Foucault, M., El nacimiento de la biopolítica, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica,


2007, pp. 18-19

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Un dispositivo entraña “estrategias de relaciones de fuerzas soportando unos tipos de
saber, y soportadas por ellos”2, es una red de elementos heterogéneos que en su imbricación,
 

superposición, amplificación u obstaculización recíproca generan efectos específicos.


Además, los elementos y las relaciones entre ellos están en constante variación, por el que el
dispositivo, en tanto red de relaciones, no tiene el carácter de universal ahistórico, sino que
sirve como categoría de inteligibilidad de fenómenos históricos de composición compleja,
variada y cambiante. Por su parte, las categorías de poder y saber tienen también un valor
estrictamente metodológico: “Saber, poder, no son más que una rejilla de análisis”3. En el
 

estudio de las condiciones de aceptabilidad de sistemas de pensamiento, el saber refiere a los


procedimientos y efectos de conocimiento aceptables en un momento y ámbito definidos, y el
poder a los mecanismos definibles y definidos de inducción de comportamientos o discursos.
Vemos entonces un uso no reificante de conceptos: las nociones de dispositivo, saber
y poder son estrictamente dependientes de los elementos y las relaciones de elementos,
definibles, que las fundan en cada caso, cada momento histórico, cada ámbito, y en su
movimiento continuo.
En la misma línea, al comienzo de Seguridad, territorio, población, aclara que no es
de ninguna manera su intención hacer una teoría general del poder, ni admitir que es una
sustancia, sino un conjunto de procedimientos cuya función es asegurar justamente el poder
mismo. Estos procedimientos no tienen una existencia independiente, absoluta, sino que son
inmanentes a todas las relaciones, de las cuales son tanto efecto como causa4.
 

A continuación profundizaremos, teniendo en cuenta este marco teórico, en un


concepto fundamental que atañe a la forma de pensar el liberalismo, neoliberalismo y el
gobierno en general: la gubernamentalidad.
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2Foucault, M. “El juego de Michel Foucault”, en Foucault, M., Saber y verdad,, Madrid,
Ediciones La Piqueta, 1991, p. 130!

3 Foucault, M., ¿Qué es la crítica?, Asimov, nr11, 1995, p. 14


4Foucault, M., Seguridad, territorio, población, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica,
2006, p. 16

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3. El arte liberal de gobernar

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3.1 Biopolítica y gubernamentalidad
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El último capítulo de La voluntad de saber está dedicado a un tipo particular de
ejercicio de poder que se desarrolla a partir de los siglos XVII y XVIII: el biopoder. Lo
característico del biopoder es que tiene como función “invadir la vida enteramente”5, y está
 

organizado en dos polos que no se excluyen pero tienen cada uno su especificidad: una
anatomopolítica del cuerpo humano (aumento de capacidades, fuerzas y utilidad de los
cuerpos individuales) y una biopolítica de la población. Es esta que una política se hace cargo
de la vida de la humanidad como especie, y tiene como objeto del ejercicio de poder a la
población. Se trata de hacer vivir, de mejorar los niveles de natalidad, salud, riqueza,
bienestar de la población.
Ahora bien, en los cursos de 1978 y 1979, Foucault busca estudiar formas de gobierno
de conductas. Muestra que, históricamente, la introducción de la población como campo de
saber y objeto de intervención establece una ruptura con las conceptualizaciones previas
sobre la soberanía, pensada en términos de conducción de habitantes en un territorio bajo el
modelo familiar. La población no es reductible a la familia, y esto introduce una nueva
racionalidad y nuevos instrumentos de poder. El conjunto de elementos que permiten ejercer
poder sobre la población es lo que Foucault llama gubernamentalidad. No vamos a
profundizar demasiado, pero bástenos decir que la forma mayor de saber de este tipo de
poder es la economía política, que intenta racionalizar los fenómenos poblacionales para
sugerir formas de intervención en el agregado, y tiene por instrumento técnico propio los
dispositivos de seguridad. Tomando a la población en su “naturalidad”, es decir como
fenómeno empírico con sus propias distribuciones diferenciales internas, los dispositivos de
seguridad ya no establecen una norma previa a la cual los cuerpos individuales deben
hilvanarse, homogeneizándose (normación, propia de los dispositivos disciplinarios), sino
que parten del estudio diferentes normalidades para “procurar que las más desfavorables se

5Foucault, M., Historia de la sexualidad. La voluntad de saber, Buenos Aires, Siglo


Veintiuno Editores, 2008, p. 132

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asimilen a las más favorables”6. A la inversa que en los dispositivos disciplinarios, la norma
 

se deduce de lo normal, se trata de una normalización.


En la gubernamentalidad de lo que se trata, entonces, ya no es de conducir la relación
entre el soberano y el territorio, sino la vida de la población, la población misma. Es un
gobierno, no del territorio, sino de las cosas: el objetivo consiste en series de finalidades
específicas, finalidades de las cosas mismas que son objeto de gobierno y que, a su vez, pasan
a ser también los instrumentos de su ejercicio.
Respecto al fenómeno histórico de gubernamentalización, Foucault muestra que entre
los siglos XV y XVI se da una apertura de las artes de gobernar. El gobierno pastoral de la
conducta -de origen oriental, hebreo y luego cristiano, que toma por modelo la conducción a
la vez colectiva e individualizada de conducta que ejerce el pastor sobre el rebaño y cada una
de las ovejas- sufre en éste período un desplazamiento con respecto a su foco religioso y
proliferan los discursos sobre cómo gobernar una gran variedad de dominios (gobierno de
diferentes grupos, del Estado, de las ciudades, etc.).
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3.2 La razón de Estado
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En el seno de este florecimiento de las artes de gobierno sedimenta una racionalidad
gubernamental que Foucault pasa a llamar “razón de Estado”. Tres formas de gobierno son
las que señala como su soporte principal: el mercantilismo, la policía y un aparato
diplomático militar permanente. El primero no es tomado como mera doctrina económica,
sino como forma de gobierno que organiza la producción y la circulación en vistas de
enriquecer el Estado aumentando la población y la masa monetaria. El Estado de policía
concierne a la organización interna del país, y se refiere a que el volumen y la profundidad de
reglamentación del funcionamiento interno no tiene límites a priori. En tercer lugar, el
establecimiento de aparatos diplomático militares permanentes garantizan un equilibrio entre
Estados que renuncian a pretensiones imperiales medievales, la “balanza europea”. Como se
puede ver, estas formas de gobierno tienen como principio y ámbito de aplicación el Estado,

6Foucault, M., Seguridad, territorio, población, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica,
2006, p. 83

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y es en ese sentido que se puede hablar de una razón de Estado sin suponer a éste como algo
dado que moldea las formas de racionalidad. Es a la inversa: el Estado no es más que el
correlato de una manera determinada de gobernar, y, así, se recorta, en el sXVI, como una
realidad autónoma y específica.
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3.3 Liberalismo clásico: crítica y límite a la razón de Estado

Tenemos entonces el desarrollo de una racionalidad de gobierno que busca intervenir


en la población para desarrollar las fuerzas del Estado. No se desenvuelve, sin embargo, sin
críticas. Antes del sXVIII, la principal oposición a la razón de Estado como única
racionalidad de gobierno se hacía en nombre del derecho: la intervención del Estado debe
respetar y estar limitada por los derechos humanos, que lo trascienden. El derecho funciona
como principio externo de limitación de la acción de gobierno en nombre del Estado.
Pero ese siglo es escenario de un clivaje en la crítica a esta racionalidad. La economía
política pone en primer plano los procesos propios, internos, de las poblaciones, al margen de
las acciones de gobierno. El mercado aparece como realidad independiente y subyacente a las
estructuras estatales, como objeto inteligible y, por lo tanto, como espacio de veridicción. Se
plantea entonces un problema fundamental: una acción gubernamental efectiva no puede
hacerse desconociendo la realidad propia y autónoma del mercado. Tenemos así que, a la
razón de Estado, se oponen límites de hecho, ya no sólo de derecho. La fisiocracia -
naturalismo económico- da cuenta de naturalezas propias de la población, el objeto mismo de
las prácticas de gobierno. Nociones como mercado o precio natural son principios internos de
limitación a la razón de Estado, el cual no debe ahogar los procesos económicos que se
desenvuelven y equilibran naturalmente. En otras palabras, debe respetar la libertad de
mercado. El liberalismo clásico se conforma entonces como racionalidad gubernamental
crítica a la razón de Estado, estableciendo claros límites internos a la acción de gobierno.
Al mismo tiempo, señala Foucault, a diferencia de la competencia en términos de
acumulación monetaria, en el marco de un juego de suma cero mercantilista, la competencia
libre implica, tanto para los fisiócratas como para Adam Smith, un beneficio mutuo para
comprador y vendedor. En ese sentido, la relación comercial entre Estados europeos puede

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llevar a un enriquecimiento regional y colectivo, a la vez que la mundialización de las
relaciones de comercio ayuda fuertemente a sortear los efectos conflictivos de un mercado
europeo finito. Europa se constituye como sujeto económico que, en su relación con el resto
del mundo, goza de crecimiento ilimitado.
El liberalismo del sXVIII se destaca, por lo tanto, por tres rasgos fundamentales:
veridicción del mercado, limitación del gobierno y desarrollo ilimitado de Europa con
respecto a un mercado mundial.
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4. Neoliberalismo

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4.1 Definición del campo de adversidad
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El discurso neoliberal, como toda racionalidad o sistema de pensamiento, tiene sus
condiciones históricas de emergencia y desarrollo. En El nacimiento de la biopolítica
Foucault se propone dar cuenta de estas condiciones. Los primeros neoliberales formaron su
pensamiento económico político en función de un problema histórico fundamental de la
Alemania de posguerra. Luego del nazismo, el Estado alemán quedó desintegrado y
deslegitimado. La tarea que se propusieron entonces varios economistas, aglutinados en torno
a la revista Ordo, fue dar existencia y legitimidad a un Estado que estuviera, a la vez,
claramente limitado por el mercado, de forma de no caer nuevamente en totalitarismos. La
aceptabilidad de la propuesta teórica fue buscada en el hecho de que el Estado se fundara en
el mismo principio que habría de limitarlo. Esto es una diferencia fundamental con el
liberalismo del sXVIII, el cual incorporaba a un Estado ya legitimado el laissez-faire como
herramienta de gobierno, por más que implicara, en los hechos, un hacer menos, o un dejar
hacer. En términos de Foucault, “hacia más Estado a través de menos gobierno”7.
 

Los desarrollos de esta escuela (ordoliberales, Escuela de Friburgo) manejan un


concepto fundamental: la variante antiliberal. Esto es: el protecctionismo, el
intervencionismo de tipo keynesiano, el socialismo de Estado y la planificación económica

7Foucault, M., El nacimiento de la biopolítica, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica,


2007, p.124

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centralizada están todos económicamente ligados entre sí. No es posible escapar a los otros
tres si se aplica uno. Los ordoliberales encontraron en el nazismo el paradigma de la mutua
implicancia de estos factores y de sus consecuencias sociopolíticas: el Estado totalitario. El
régimen nazi, pero también el soviético y en general todo intervencionismo económico,
quedó así constituido como campo de adversidad en función del cual se desarrolló la teoría
económica y política neoliberal. Su pugna teórica es contra toda forma de acción
gubernamental que, bajo su concepción, redunda en un crecimiento indefinido del poder
estatal y en una consecuente destrucción del tejido de la comunidad social.
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4.2 Estado y mercado
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Si bien liberalismo y neoliberalismo coinciden en la centralidad del mercado como
elemento organizador de la sociedad, difieren en un punto central: la relación entre éste y el
Estado. Mientras que el problema del liberalismo del sXVIII es el de los límites que es
necesario imponer al Estado para que se garantice la libertad del mercado, en del sXX pasa,
más bien, por la posibilidad de fundar el Estado mismo en el libremercado, y que el segundo
garantice el correcto funcionamiento del primero.
En el marco de esta inversión, el neoliberalismo hace una serie de desplazamientos
importantes. Mientras que le liberalismo clásico conceptualiza el mercado a partir del
intercambio, para el neoliberalismo la clave está en la competencia. Esta diferencia no es para
nada menor. Para los liberales del sXVIII, el Estado debía simplemente garantizar la
posibilidad del intercambio mercantil, protegiendo la propiedad privada, pero dejando sin
intervenir el espacio mismo del intercambio. Los del sXIX cambiaron el planteo e
identificaron a la competencia libre como la garantía del correcto funcionamiento del
mercado. De todas formas, aquí la acción gubernamental no cambia, se debe abstener de
modificar la situación de competencia pura, y, en última instancia, intervenir para contrapesar
fenómenos de alteración de la competencia pura que podrían degenerar, por ejemplo, en
monopolios. Sigue rigiendo la política del laissez-faire.
El neoliberalismo hace en ese punto una crítica importante: pensar el intercambio o la
competencia pura como datos naturales es ingenuo. La competencia no es una consecuencia

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de afecciones o relaciones humanas naturales, sino que tiene una estructura formal propia. Es
un principio de formalización, y tiene efectos sólo si se respeta su estructura lógica interna.
Esto significa que las condiciones de posibilidad de la competencia pura, y sus virtudes, no
están dadas; hay que generarlas, y esto no puede hacerse sino mediante una
gubernamentalidad activa. Estado y mercado ya no son espacios excluyentes, sino que se
fundan el uno en el otro.
El problema radica ahora en llevar a cabo una política activa, pero sin caer en el
dirigismo del cual el discurso neoliberal se quiere diferenciar. Uno de los principales
obstáculos para la libre competencia es, por ejemplo, la emergencia de monopolios. Pero,
según los análisis neoliberales, la competencia pura es estable, por lo cual todo fenómeno
monopólico sólo puede ser consecuencia de una intervención que altera los mecanismos
formales de competencia. Es menester, por lo tanto, garantizar -y es este uno de los
principales objetivos de la acción gubernamental neoliberal- un marco institucional que
impida a los actores intervenir para crear monopolios. Debe haber entonces una legislación
fuertemente antimonopólica.
En términos generales, el ámbito de intervención del Estado debe ser, no el mercado
mismo, sino sus condiciones. Foucault toma aquí de Walter Eucken la distinción entre
acciones reguladoras, ejercidas sobre las condiciones económicas de la economía de
mercado, principalmente la estabilidad de los precios, y acciones ordenadoras, las cuales
intervienen sobre las condiciones más estructurales, asegurando el “marco”. Los
ordoliberales entendieron por marco el conjunto de condiciones no directamente económicas
pero que condicionan indirectamente la estructura económica: la población, las técnicas de
producción (y por lo tanto la educación), el régimen jurídico, la distribución y naturaleza de
los suelos y, por último, el clima.
A diferencia del laissez-faire del liberalismo, el neoliberalismo propone una “política
de la sociedad” (Gesselschaftspolitik): intervenir profundamente para generar una sociedad
de la competencia. Esto es, una sociedad de empresas. Ahora bien, la proliferación de las
empresas como actores sociales centrales que entran en competencia constante entre sí exige
a su vez una multiplicación de los mecanismos jurídicos de solución de litigios. Se necesita,
por tanto, una estructura legal fuerte, de aplicación general, para no favorecer a ningún actor.
Cobra importancia entonces la noción de Estado de derecho.

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4.3 Campo y objetos de estudio del neoliberalismo norteamericano
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La idea aquí es, más que nada, mostrar elementos de la caracterización foucaultiana
del neoliberalismo, particularmente en contrapunto con el liberalismo. No profundizaremos
entonces en las diferencias que expone entre el ordoliberalismo alemán y los neoliberalismos
francés y norteamericano. Esto no quiere decir, sin embargo, que no haya nada que decir
sobre los desarrollos del que se dan durante el siglo XX en suelo estadounidense.
Foucault muestra un cambio estructural de enfoque por parte de los teóricos
estadounidenses respecto a la economía política clásica. Mientras que, para la segunda, el
foco eran las relaciones de producción, los primeros buscaron estudiar el modo de asignación
de recursos escasos a fines excluyentes entre sí. El dominio, el campo de referencia de los
análisis económicos, sufre un viraje agudo. El objeto de estudio es ya no es la lógica histórica
de procesos, sino el comportamiento de los individuos, la racionalidad interna en su
actividad. ¿Cómo utiliza el trabajador los recursos de los cuáles dispone? Éste es, para la
escuda neoliberal estadounidense, el problema fundamental de la economía.
Se abren nuevas líneas de exploración y complejización. Una de las más importantes
es la teoría del capital humano. Criticando a los clásicos su reducción del capital a un factor
meramente temporal, esta teoría lo define en función de elementos físicos y psicológicos que
otorgan a los trabajadores la capacidad de percibir un salario determinado. El trabajador
termina siendo pensado en los mismos términos que una empresa: actuando sobre estos
factores, es capaz de generar su propio capital; es el generador de su propia fuente de
ingresos. Esto conlleva dos importantes consecuencias. Por un lado, la descomposición
analítica del capital humano lleva estos análisis al estudio de variables (como la educación, el
ambiente o las capacidades cognitivas) que no entraban en el horizonte de economía clásica.
Por otro, pensar a todos los actores con el modelo de la empresa introduce una nueva manera
de conceptualizar el conjunto de la sociedad. La generalización de la forma empresarial tiene
como función hacer del modelo económico un modelo de las relaciones sociales en general,
“de la existencia misma”8. Esto es posible al proponer como objeto propio del análisis
 

económico toda conducta estratégica en vistas a un fin, es decir, toda conducta racional.

Ídem, p. 278

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Prolifera el modelo del homo oeconomicus: un actor que se comporta de forma
sistemática, no aleatoria (y por tanto inteligible) con respecto a la pluralidad de estímulos
recibidos del ambiente. Tomando a Becker, Foucault resalta la concepción de la economía
definida “como la ciencia de la sistematicidad de las respuestas a las variables del medio.”9  

La importancia de esto radica en que se abre una nueva forma de gobernar a los actores:
actuando sobre su medio. De esta forma se refuerza la posibilidad de acción gubernamental,
pero esta debe tener en cuenta la racionalidad de los gobernados.
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4.4 Caracterización general del neoliberalismo
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El neoliberalismo aparece, en síntesis, como una reformulación de la crítica liberal a
la razón de Estado, pero con unos desplazamientos que le son propios. Ya tenga por objetivo
la dirección de las acciones gubernamentales en vistas de garantizar las condiciones
socioeconómicas de posibilidad de desenvolvimiento de la competencia pura, o la extensión
de la racionalidad del mercado al análisis de la generalidad de los comportamientos humanos,
lo propio del neoliberalismo es la propuesta de fundamentar un orden gubernamental en
principios que, a la vez, lo limiten y regulen, de forma tal de evitar que se gobierne
demasiado. En ese sentido es una inversión del laissez-faire del liberalismo clásico: mercado
y Estado no deben articularse en su exclusión, sino, por el contrario, en una continuidad en la
que las acciones de gobierno apuntan a fundar un mercado, que a su vez vigila las acciones
de gobierno.
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5. Conclusiones
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Volvamos entonces a las tres preguntas presentadas en la introducción, que intentaron
guiar el desarrollo, para intentar responderlas sintéticamente y extraer alguna conclusión.
En primer lugar, el uso no reificante ni universalizante de los conceptos le permite
analizar los discursos de los liberales y los neoliberales sin obviar o presuponer una noción de
Estado determinada, noción que está en el centro de estas disputas discursivas. Pensando al

9 Ídem, p.308

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Estado como el correlato de la aglutinación, coordinación, yuxtaposición de diferentes
dispositivos y estrategias de poder, Foucault puede complejizar una historia de la
gubernamentalidad en donde se entrecruzan diferentes discursos sobre las acciones de
gobierno que conforman y las que deberían conformar eso llamado Estado.
Luego, frente al profundo desarrollo de la gubernamentalización y la razón de Estado,
el arte liberal de gobierno se presenta como un espacio de crítica del gobierno excesivo,
presentando al mercado como espacio de veridicción y elemento de limitación de la acción
gubernamental.
En esto se solapan el liberalismo del siglo XVIII y el del XX, pero, por último, el
neoliberalismo se diferencia al hacer del mercado y la competencia, no un dato natural, sino
una forma de racionalidad del ser y del deber ser de acciones gubernamentales y conductas
humanas. Las acciones de gobierno no se limitan a no intervenir en el mercado, sino que éste
es el fundamento de ellas. No es ya un dejar hacer al mercado, sino un hacerlo hacer.
En esta línea, los planteos de Foucault dan un enfoque diferente al de ciertas lecturas
que, presuponiendo un concepto fijo de Estado, miden al neoliberalismo simplemente con
una vara de más o menos acción estatal, sin preguntarse qué tipo de racionalidad guía la
estrategia general de acciones de gobierno. Esto cobra mayor importancia al tener en cuenta
que una racionalidad gubernamental no es una forma de organización social. Es una
racionalidad determinada en las formas de conducir las conductas. Los discursos y prácticas
que responden a la racionalidad empresarial tienen efectos concretos y profundos en la
formación, no sólo de las disposiciones sociales e institucionales, sino también de las
subjetividades mismas.
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Bibliografía
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Castro, E., Razón de estado, liberalismo, biopolítica: Dos “nuevos” cursos de Foucault, V
Jornadas de Investigación en Filosofía, La Plata, 2004
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Foucault, M., Historia de la sexualidad. La voluntad de saber, Buenos Aires, Siglo Veintiuno
Editores, 2008
!

!15
Foucault, M., El nacimiento de la biopolítica, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica,
2007
!
Foucault, M., El orden del discurso, Buenos Aires, Tusquets, 2005
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Foucault, M., ¿Qué es la crítica?, Asimov, nr11, 1995
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Foucault, M., “El juego de Michel Foucault”, en Foucault, M. Saber y verdad, Madrid,
Ediciones La Piqueta, 1991

Foucault, M., Seguridad, territorio, población, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica,
2006
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López Álvarez, P., “Biopolítica, liberalismo y neoliberalismo: acción política y gestión de la
vida en el último Foucault”, en Arribas, S., Cano, G., Ugarte, J. (coords.), Hacer vivir, dejar
morir. Biopolítica y capitalismo, Madrid, CSIC/La Catarata, 2010
!
Vega, G., El concepto de dispositivo en M. Foucault. Su relación con la “microfísica” y el
tratamiento de la multiplicidad, Nuevo Itinerario, 2007

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