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DUBY, G. Los-jovenes-en-la-sociedad-aristocratica-de-la-Francia-del-noroeste-en-el-siglo-XII-Georges-Duby PDF

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LOS «JOVENES» EN LA SOCIEDAD ARISTOCRATICA DE LA FRANCIA

DEL NOROESTE EN EL SIGLO XII *


Georges Duby1

En los escritos narrativos compuestos en el siglo XII en el noroeste del reino


de Francia2 se observa que a ciertos hombres de origen noble se los designa
como «jóvenes», ya individualmente por el adjetivo juvenis, ya colectivamente
por el sustantivo juventus. Sin lugar a dudas, estos términos son calificativos
precisos, utilizados para indicar la pertenencia a un grupo social particular. A
veces, fueron empleados para designar a hombres de la Iglesia y en
particular para distinguir una cierta fracción de la comunidad monástica3. Sin
embargo, lo más corriente fue que se aplicaran a los guerreros y sirvieran
para situarlos en una etapa bien determinada de su existencia. De esta etapa
lo que importa en primer lugar es reconocer los límites. Se observa con
claridad que aquel al que se denomina «joven» no es ya un niño, es alguien
que ha dejado atrás la época de la educación y de los ejercicios preparatorios
de la actividad militar. Para calificar a los hijos de la nobleza que aprenden
aún los usos y las técnicas propias de su estado, los autores de estos relatos
emplean, en efecto, con exclusividad otras palabras: puer, adulescentulus,
adolescens imberbis. Estos vocablos son empleados a propósito de los
jóvenes que han abandonado lo que denominamos la infancia y que,
habiendo pasado los quince, los diecisiete y aun los diecinueve años, no han
finalizado su aprendizaje. El «joven» en conse cuencia es un hombre hecho,
un adulto. Ha sido introducido en el grupo de los guerreros; ha recibido las
armas; ha sido armado. Es un caballero4. Se debe señalar por otro lado que
normalmente se designaba como «jóvenes» a los caballeros hasta el
momento de su casamiento y aun después de él: en la Hlistoire ecclésiastique
de Orderico Vital, los caballeros casados que no han tenido aún hijos son
presentados como «jóvenes», mientras que a otro, de menos edad pero ya
padre, no se le llama juvenis sino vir5. En el mundo caballeresco el guerrero
deja de ser considerado «joven» cuando se establece, se arraiga, cuando se
transforma en jefe de una casa y en tronco de un linaje. En consecuencia, la

* Texto publicado en Annales: Economies, Sociétés, Civilisations, 19 (5), septiembre-octubre de 1964, pp.
835-846.
Artículo aparecido en la obra Hombres y estructuras de la Edad Media. Madrid: Siglo XXI Editores, 1989;
1

pp. 132-147
Los utilizo en una investigación general sobre la familia aristocrática en los tiempos feudales, algunos
2

de cuyos puntos de vista preliminares se exponen en este artículo.


Así, por Oderic Vital, Historia ecc/esiastica (H. E.), ed. Leprévost y Delisle, S. H. F. 3, t. II, pp. 47, 94.
3

Para la explotación de los libros III-VII de la H. E., mis observaciones se apoyan en el estudio inédito de
J. Paul, «La famille et les problèmes familiaux en Normandie au XIͤͤͤ siècle d’après l'Historia
ecclesiastica d'Orderic Vital", D. E. S., Aix, 1960.
H. E., 8: Roberto de Rhuoddan, designado como puer hasta que llegó a ser miles. D'Arbois de
4

Jubainville, Histoire des comtes de Champagne, VII, 1, 70: Balduino VI, hijo del conde de Hainaut, «juvenis
etiam miles».
H. E., 4 (II, p. 219): Ricardo, hijo de Hugo de Chester, «juvenil adhuc liberisque carens»; H. E., 3 (II, p.
5

25): Emaldo de Montreui1, quien al morir deja un hijo, es llamado vir.


2

«juventud» puede ser definida como la parte

de la existencia comprendida entre el momento de ser armado caballero y la


paternidad6.

Nuestras fuentes muestran también que este período de la vida puede ser
muy largo. En verdad, su duración es difícil de precisar para la mayor parte
de los individuos, pues estos textos son demasiado pobres en datos
biográficos factibles de ser fechados con exactitud. Citaré, sin embargo, dos
ejemplos. Guillermo el Mariscal, de once o doce años de edad, abandonó
hacia 1155 la casa paterna para ser puer al lado de su tío Guillermo de
Tancarville. Fue armado caballero en 1164, frecuentó los torneos en 1166-
1167, y luego llevó una vida de «aventuras» y de «proezas»7. Tomó mujer en
1189, cuando tenía cerca de cuarenta y cinco años; su «juventud» había
durado un cuarto de siglo. Se trata sin duda de un caso excepcional. Pero
Arnoldo de Ardres, hijo del conde Balduino de Guines, armado caballero en
1181 y casado en 1194, permaneció «joven» durante trece años. Lo que se
entendía entonces por «juventud», es decir, la pertenencia a la vez a una
clase de edad y a una cierta situación en la sociedad militar y en las
estructuras familiares, podía abarcar una amplia porción de la existencia
caballeresca. La «juventud» incluía, pues, a un número considerable de
individuos y por esta razón constituyó en aquella época en el seno de la
aristocracia de aquellas regiones un cuerpo de peso considerable.

Por otra parte, su importancia no residió solamente en su número sino en el


comportamiento particular de los hombres que la componían. La «juventud»
aparece en estos relatos como el tiempo de la impaciencia, de la turbulencia
y de la inestabilidad. En el período anterior y en el posterior de su vida el
individuo está radicado, ya sea en la casa de su padre o en la del señor que
lo educa, mientras es «niño», ya sea en su propia casa cuando él mismo es
marido y padre. Entre estas dos épocas el caballero deambula. Este rechazo
de la permanencia, este errar, se revelan como un dato fundamental en el
centro de todas las descripciones que se conservan de la existencia del
«joven». Este parte, se pone en marcha; recorre provincias y países; «vaga
por todas las tierras»8. Para él, la «bella vida» consiste en «moverse por

Para expresar esta noción, «bachiller» en romance parece ser el equivalente exacto de juvenis.
6

L'Histoire de Guillaume le Márechal: (G. M.), ed. P. Meyer, S. H. F., V. 1477; Charroi de Nîmes, V. 23-25;
Chanson de Roland, v. 3018-1020.
7
G. M., v. 1895; 1901.
«Errer>, G. M., v. 2399, 2444. G. M., v. 1890.
8

Que nus qui velt en pris monter


N'amera ja trop long sejor ...
... Ains s'esmovit en mainte terre
Por pris e aventure quere
Mais souvent s'en revenait riche ...

(El que quiera estima alcanzar / no amará demasiado una prolongada estadía / Rápido se puso en
movimiento / para buscar premios y aventuras / en distintas tierras / Se hacía rico a menudo.) Lambert
D'Ardres, Historia comitum Ghisnensium (H. Gh.), 91: «torniamenta frequetendo, multas provincias et multas
3

muchas tierras para obtener premios y aventuras», «para conquistar premios


y honores»9. Es, pues, la búsqueda de la gloria y el «premio» a través de la
guerra y en especial del torneo»10. .

Este vagabundeo es, desde sus inicios, considerado como un complemento


necesario de su formación, un «estudio», studia militae, aquel que siguió por
ejemplo «en las guerras imperiales y reales» el joven Arnoldo de Pamele,
quien " bruscamente entró en un monasterio en el curso de sus andanzas,
murió santo y obispo de Soissons11. El viaje de juventud no es por lo general
solitario. El joven, al menos en los primeros tiempos de su vagabundeo, va
acompañado por un mentor que ha elegido su padre, un caballero, un
«joven» también pero de mayor experiencia, encargado de aconsejarle, de
contenerle, de finalizar su educación y de conducir asimismo su itinerario
hacia los torneos más beneficiosos. Es éste el papel que desempeña en la
Chanson d'Asprernont Ogier con respecto a Rolando, y en la realidad,
Guillermo el Mariscal con respecto al «joven» Enrique, hijo de Enrique II de
Inglaterra. Cuando Arnoldo de Ardres fue armado caballero, su padre y el
conde de Flandes, señor de aquél, le otorgaron como consejero «in
torniamentis et in rebus suis disponandis» a un hombre de edad, quien no pu-
diendo desplazarse sin cesar, ubicó a su lado, como preceptor de armas, a
uno de sus sobrinos, hasta entonces compañero de Enrique el «joven» de
Inglaterra12. Pero por lo general el «joven» está incorporado a un grupo de
«amigos» que se «aman como hermanos»13 . A menudo esta compagnie,
esta maisnie -estos son los términos propios de los textos en lengua vulgar-,
se constituye al día siguiente de la ceremonia caballeresca con jóvenes
guerreros que han recibido juntos el mismo día el «sacramento de
caballería» y que permanecen unidos14. Lo habitual es que la «compañía»
se consolide alrededor de un jefe, quien «mantiene» a los jóvenes, es decir,
les distribuye armas y dinero y los guía hacia la aventura y el premio15. A
veces ocurre que este conductor es un hombre ya establecido; pero casi

regiones ... circuivit ».

Puis mena si très belle vie


9

Que plosors en orent CI1vie


En torneiemenz a a en guerres
E erra par totes les terres.
(Pues Ilevó tan bella vida / que muchos le tenían envidia / en torneos y en guerras / y erró por todas
las tierras.) (G. M., v 754; 2997-2998.)
Notemos que los jóvenes de buena familia, que no habían sido armados caballeros, sino consagrados
10

al estudio de las letras, se veían arrastrados a un vagabundeo parecido, en el cual la disputa escolástica,
ocasión de hazañas y de premios, desempeñaba el rol del torneo. El comportamiento del joven Abelardo,
el mismo vocabulario que emplea en las primeras páginas de la Histoire de ses malheurs, son sobre este
aspecto muy expresivos.
Acta sanctorum, 15 de agosto, III, p. 232 A
11

Aspremont, v. 7515-7516. G. M., v. 2427-2432, Enrique II confía su hijo a Guillermo el Mariscal,


12

quien lo educa y lo conduce a los lugares donde se celebraban torneos; G. M., 1959-1967; H. Gh., 92.
A propósito del hijo de Guillermo el Mariscal y del conde de Salisbury, G. M. 15884.
13
14
H. Gh., 91.
El joven Enrique de Inglaterra supo «mantener» a los jóvenes; siguiendo su ejemplo, los grandes
15

señores distribuyeron a los jóvenes armas y dinero, G. M. 2673-2675, 2679-2685.


4

siempre es un «joven». Con frecuencia, en este caso, el grupo reúne,


alrededor del hijo, recientemente armado, del señor de su padre, a los
«jóvenes» de las familias vasallas. Orderico Vital muestra así a Roberto
Courte-Heuse arrastrando detrás de él a los hijos de los vasallos de su
padre, de su misma edad, «criados» y «armados» por él16. Un enjambre de
«niños» llegados a la edad adulta parte de esta manera de la gran casa
señorial, conducido por el heredero que acaba de acceder a la condición
caballeresca y que se escapa hacia el vagabundeo de la «juventud». La
cohesión vasallática que unía a los padres se reconstituye entonces entre
los «jóvenes»; en el seno del grupo se prolonga por una nueva generación.
Sin embargo, de ordinario, la compañía tiene una estructura un poco más
compleja. En la familia que mantiene Hugo de Chester, los pueri en período
de aprendizaje, los clérigos y los cortesanos se mezclan con los caballeros,
todos juvenes 17 . ¿Quiénes eran los «jóvenes» que Arnoldo de Ardres
conducía a la aventura? Dos amigos del alma, sus compañeros
inseparables, caballeros también pero que no procedían de la casa de su
padre sino que venían de lejos, como Enrique de Champaña, y además
todos los que participaban de los torneos del principado paterno18

La alegría reina en estos grupos. El jefe gasta sin límites, ama el lujo, el
juego, los mimos, los caballos, los perros 19 . Las costumbres son muy
libres20. Sin embargo, el gran acontecimiento es el combate «en torneos y
en guerras». Un grupo de caballeros de Francia se desvía un día de su
camino para visitar Clairvaux. Estaban a tres días de Cuaresma y San
Bernardo los exhortó a abstenerse de las armas. Pero «como eran jóvenes y
fuertes caballeros se negaron» y partieron nuevamente, después de beber,
hacia los juegos militares 21 . Las compañías de jóvenes constituyen en
consecuencia la punta de lanza de la agresividad feudal. Prontos para toda
aventura donde se pueda sacar «honor» y «premio» y, si es posible, «volver
rico»22; siempre en movimiento y listos para partir, mantienen la agitación
guerrera. Estas bandas atizan los focos de turbulencia en las zonas
inestables y proveen de los mejores contingentes a todas las expediciones
lejanas23. Es un joven quien dirige la acción militar del clan de los Erlembaud
durante las sublevaciones de Flandes; son jóvenes, «pobres bachilleres»,
aquellos a los que Guillermo de Orange arenga cuando, para «revestir su
mesnada», organiza la expedición contra Nimes. ¿Cuántos jóvenes había

16
H. E., 5 (II, p. 381), 7 (III, p. 190).
17
H. E., 6 (III, p. 4).
18
H. Gh., 92.
Cf. la familia de Hugo de Chester, H. E. 6 (III, p. 4), cuyo jefe, in militia promptus, in dando prodigus,
19

mantenía a juglares y prostitutas.


Cuando Rogelio y sus compañeros abandonan la mesnada de Hugo de Chester para convertirse,
20

Orderico Vital los muestra volviendo quasi de flammis Sodomiae. H. E., 6 (III, p. 16). Sobre la
depravación de los juvenes véase, entre otros, Guibert de Nogent, De vita sua (ed. Bourgin), 1, 15, p. 57;
III, 19, p. 220.
Fragmenta Gaufredi, Analecta Bollandiana, t. L (1932), p. 110.
21
22
G. M., v. 1897.
H. E., 3 (II, p. 54): el duque de Salerno recibe en refuerzo de electis juvenibus Normanniae aliquos.
23
5

entre los peregrinos armados, entre los cruzados? 24 Consagrada a la


violencia, la «juventud» constituye, en la sociedad caballeresca, el órgano de
agresión y de tumulto. Pero está permanentemente expuesta al peligro.
Agresiva y brutal, la juventud es, por su situación, un cuerpo diezmado.
Sobre este aspecto, las informaciones abundan. En los textos que utilizo, las
alusiones más numerosas a los jóvenes se refieren precisamente a su
muerte violenta. Esta sobreviene por accidente, en la caza o en los ejercicios
de armas, pero más corrientemente en los enfrentamientos militares25. Abate
en ocasiones a grupos enteros de vástagos de un linaje; produce en ellos
grandes vacíos. Dos de los hijos del castellano Enrique de Bourbourg
mueren en su «juventud», mientras que un tercero vuelve ciego de un
torneo26. Cuando Lamberto, autor de los Annales Cameracenses, realiza, en
un curioso pasaje de su relato, una descripción de su parentela, evoca la
memoria de los diez hermanos de su abuelo Raúl, muertos el mismo día en
un combate cuyo recuerdo en el tiempo ha sido prolongado por las
«cantilenas de los juglares»; de los quince hombres de su sangre que
nombra en otra parte, tres murieron en combate y un cuarto por haberse
caído de un caballo27.

La vocación militar de la aristocracia, los estímulos de origen biológico y lo


propio de la edad pueden explicar el comportamiento de estos hombres.
Pero para captar mejor los resortes profundos, pienso que es necesario
considerar los marcos familiares en los que se inserta el grupo de los
«jóvenes», pues su estructura contribuyó en gran medida a excitar su avidez
y a lanzarlos a la aventura y a la turbulencia. Los sondeos estadísticos
realizados en un número importante de genealogías nos hacen pensar que,
en la sociedad aristocrática de esta región y de esta época, el intervalo
medio de las generaciones era de unos treinta años. Ahora bien, hacia fines
del siglo XII, el primogénito llegaba normalmente a la edad adulta y recibía
las armas entre los dieciséis y los veintidós años, es decir, en el momento en
que su padre, a los cincuenta años, tenía aún fuertemente en sus manos el
patrimonio y se sentía capaz de administrarlo solo. Parece que las
conveniencias incitaban a los padres más ricos y más preocupados por la
gloria de su casa a proveer a sus primogénitos de todo lo necesario para
conducir un grupo de «jóvenes» errando uno o dos años después de la
ceremonia caballeresca 28 . Al término de este deambular, el «joven», de
nuevo en la casa paterna, se aburre y se asfixia. Ha conocido durante su

Charroi de Nîmes, v. 641-646


24

Ricardo, hijo de Guillermo el Conquistador, murió cazando, H.E., 5 (II, 391); Hugo, hijo de Giroie,
25

juventute florens, murió en un ejercicio, herido por una jabalina, H.E., 3 (II, 29); Ernaldo de Montreuil,
que no era un joven, murió luchando contra un juvenis, H. E.,3 (II, p. 25); GuilIermo de Cuines,
strenuissimum quidam militem, sed in flore juventutis apud Colvinam mortuum, H. Gh., 72; Simón de
Ardres, jam adultum et juvenem mortuum, H. Gh., 134; de los quince hombres que constituían el grupo
conducido por Guillermo Giroie en Pouille, solamente dos retornaron a su lugar natal.
26
H. Gh., 122
27
M. G. H. S. S. XVI, pp. 511-512.
Enrique el Joven «erró por año y medio», G. M. 2444; H. Gh., 91/ Arnaldo Guines multas regiones
28

fere per biennium non omnino sine patri auxilio et patrocinio circuivit .
6

viaje la independencia económica, gastando libremente. Le resulta difícil a


partir de entonces verse privado de ella; codicia las riquezas que deben ser
suyas. Si su madre ha muerto, malos consejeros lo incitan a demandar lo
que ella le ha dejado en herencia: esto hace por ejemplo Arnoldo de
Ardres 29 . Largas discusiones, primer enfrentamiento con el padre, que a
veces debe ceder. Pero aun así, la estadía sigue pesándole. Las tensiones
se exacerban en contra del poder paterno. La historia de los grandes linajes
está plagada de estas discordias; a menudo provocan una nueva y agresiva
partida del hijo: el «joven» primogénito, rodeado de sus jóvenes compañeros,
entra en lucha abierta contra el viejo señor30. De todas maneras, «una larga
permanencia deshonra a un hombre joven». Por ello, aunque no se turbara
tan violentamente la paz familiar, el joven heredero, incapaz de contentarse,
con la sola actividad doméstica, se pone de nuevo en camino31 . Su padre le
otorga con alivio el permiso 32 . No lo llama hasta que se siente
completamente impotente33 A todos les parece normal que el hijo soltero, sin
residencia, emprenda un nuevo viaje y se vaya lejos.

Las reglas de gestión del patrimonio aristocrático incitaban, pues, a los


primogénitos a la búsqueda de aventuras. Pero había a menudo numerosos
hermanos. La lectura de Orderico Vital nos hace pensar que en las casas
nobiliarias, cinco, seis, siete varones llegaban normalmente a la edad adulta.
Estos estaban igualmente estimulados para la partida y aun mucho más que
el primogénito. Desde comienzos del siglo XI, el privilegio que tenía el
primogénito de recibir en sucesión los poderes señoriales de su padre y de
su casa estaban firmemente establecidos en las descendencias de los más
altos señores, reyes, condes y castellanos. Las prerrogativas de la
primogenitura fueron sin duda admitidas con n1ás lentitud en las familias de
rango menor. A fines del siglo XII se impusieron a toda la sociedad caba-
lleresca, en aquellas regiones donde los alodios eran cada vez más escasos
y donde el derecho feudal se transformaba en un obstáculo para el

29
H. Gh., 92.
Roberto Courte-Heuse, H. E., 5 (II, p. 381); el primogénito de Guillermo el Mariscal, acompañado de
30

otro joven, defiende el partido del rey de Francia que combatía contra su padre, G. M, 15884. En el
siglo XI, el hijo de Roberto el Piadoso, con una tropa de socii de su edad, arrasó las tierras paternas,
Raoul Glaber, Historiarum libri quinque, III, 9.
H. Gh., 93. Arnoldo de Ardres prefiere irse a otras regiones propter torniamentorum studium et gloriam,
31

antes que permanecer en la región donde no hay guerras; G. M., 2391 (Enrique el Joven):
En Angleterre sejornèrent
Près d'un an qu'ils ne s'atornèrent
A nule riens fors a pleidier
Ou a bois ou a tornoier
Mais al giemble rei pas ne ploust
Tel sejor, anceis li desplout.
(En Inglaterra se establecieron / casi por un año no se movieron / tal vez solamente para llorar / o
para beber o combatir / Pero al llegar el rey dejaron de llorar / antes de que tal estadía le disgustara.)
32
G. M., 2404: Enrique II da licencia a su hijo para partir; Guillermo el Mariscal, joven, demanda licencia
a su padre, G. M., 1391-1394.
H. E., 5 (II, p. 457), Ansoldo de Maule, primogénito, es llamado de la cruzada por su anciano padre;
33

regresa, se casa y le sucede. Los otros hijos están lejos de la casa. V. también H. E., 5, II, p. 463.
7

fraccionamiento de los feudos. Testimonio de esto es la preocupación de los


escritores por designar, en las enumeraciones genealógicas, la primogeni-
tura de los hijos y también de las hijas34. ¿Cuál era entonces la suerte de los
segundones? Dos o tres de ellos podían aspirar a establecerse
fructuosamente en la Iglesia. A los otros les correspondía a veces una
pequeña parte de la herencia, constituida por lo general por ciertas
adquisiciones recientes o por los bienes de la rama materna35. Pero en estos
casos se trataba de una posesión precaria. Estas migajas eran objeto de
discordias entre los hermanos, alimentaban avideces, agudizaban las
tentaciones de apropiarse por la fuerza de la parte de los otros hermanos o
de los sobrinos36. Privados de la esperanza de una herencia verdadera, los
segundones no tenían más que una salida: la aventura.

Es necesario, pues, situar el origen de las pulsiones que lanzaban a los


jóvenes del siglo XII, después de ser armados caballeros, a la vida errante,
en el nivel de las costumbres que regían la transmisión de las herencias y la
distribución de los recursos familiares.

A ses compaignons ensement


Ennuia molt très durement
Car esrer plus lor pleüst
Qu'a sejornez, s'estre pleüst
Quer bien saciez, ce est la somme
Que lonc sejor honist giemble homme *.

Para aclarar mejor la situación de la «juventud» es necesario examinar de


cerca el juego de las prácticas matrimoniales y sus incidencias, pues se ha
visto cómo la juventud se mantiene hasta el matrimonio y termina
prácticamente con él. No hay ninguna necesidad de insistir sobre el hecho de
que todo matrimonio era una cuestión decidida, conducida y concluida por el
padre y los ancianos del linaje 37 . En primer lugar, éstos se ocupaban
naturalmente del casamiento del primogénito. Pero como esta unión ponía
en juego el porvenir de la casa lo hacían con mucha prudencia; esperaban
una ocasión realmente buena y esto prolongaba más la «juventud». En lo
que respecta a los otros hijos, su actitud era aún mucho más circunspecta,
por otras razones. En efecto, se trataba de impedir el casamiento de
demasiados segundones por temor a que se multiplicasen en exceso las
ramas laterales del linaje y que llegaran a sofocar al tronco principal.

H. Gh., 63; Annales Cameracenses, M. Gh., S. S. XVI, pp. 511-512.


34

En la región del sudoeste, el anciano señor procedía en vida a la dispositio de su sucesión.


35

Véase Historia pontificum et comitum Engolismensium, 26, 31, 36.


.Historia pontificum et comitum Engolismensium, 30.
36

* A sus compañeros igualmente / mucho fastidió muy duramente / pues vagar más les gustaba/
que estarse quietos / Llora el corazón que se ha marchado / Esta es la más lamentable deshonra/
que una larga permanecida trae a un hombre.
H. Gh., 149. El matrimonio de Arnoldo de Ardres fue decidido por el padre del marido y por los tíos de
37

la esposa.
8

Además, y sobre todo, casar a un hijo era amputar el patrimonio, pues se


debía establecer al nuevo esposo y garantizar la «dote», es decir, la
viudedad de su mujer38. Esto se aceptaba para el primogénito, pero había
más reticencias para favorecer de nuevo a otro hijo. Los segundones
estaban condenados a una «juventud» más larga. Otro obstáculo: en el
círculo de la familia, las jóvenes en condiciones de ser desposadas eran
escasas. En efecto, debido a antiguas alianzas la caballería de una región
estaba reunida en una misma parentela. La noción que aquella época tenía
del incesto y las prohibiciones de consanguinidad controladas por la Iglesia
constituían un impedimento formal. Este se veía reforzado por el juego de
los esponsales: los cuadros genealógicos muestran que el jefe de la casa
por lo general enviudaba varias veces, pues para que su matrimonio fuera
beneficioso se le había dado por esposa a una viuda de mayor edad que él
o bien la descendiente enferma de un linaje en estado de decrepitud
biológica; también intervenían ciertamente los accidentes del parto. Al
quedar viudo, estando ya establecido y asentado, buscaba una nueva
esposa en el vecindario. Su posición, su prestigio, su experiencia le
favorecía en el proceso de una nueva alianza. Se adjudicaba el mejor
partido, privando así de toda posibilidad a los «bachilleres» sin mujer. Todo
se conjugaba para prolongar la «juventud» y para lanzar a los «jóvenes»
hacia lejanas aventuras.

En realidad, la aventura era también, y tal vez sobre todo, una búsqueda de
esposa. Durante todo su vagabundeo, el grupo de jóvenes se veía animado
por la esperanza del matrimonio. Sabían que su jefe, en el momento en que
se estableciera, tendría por primer deber casar a sus compañeros39. Todos
los juvenes aspiraban a una rica heredera. Si encontraban una se
esforzaban por reservársela apenas estuviera en edad de casarse. A veces
la llevaban consigo, sin perjuicio de devolverla a su padre si encontraban
algo mejor en el camino o si algún otro joven la reclamaba con demasiada
insistencia. Daré otro ejemplo sacado de la Histoire des comtes de Guines:
cierto aventurero había conducido a Inglaterra a la hija del castellano de
Bourbourg que le había sido prometida; Balduino de Ardres, habiendo ga-
nado la amistad del padre por sus empresas guerreras, consiguió que se
hiciera volver a la heredera a quien terminó por desposar40. La meta del
matrimonio parecía dirigir todo el comportamiento del joven: el brillo en el
combate, la exhibición en las reuniones deportivas. Así, por sus proezas,
Arnoldo de Guines intentó primero seducir a la condesa de Boulogne;
después se prometió a la hija del conde de Saint-Pol; luego, rompiendo toda

La dote (H. G., 149); Manassé, tercer hijo del conde Balduino de Guines (el segundo murió in
38

juventute) se estableció, al casarse, en un señorío constituido por su padre y formado por bienes
recientemente adquiridos.

39
Aspremont, 5572-5573: el jefe de guerra otorga mujeres a los guerreros en recompensa. H. Gh.,
64; cuando Arnoldo de Gante se establece en el condado de Guines, llama a todos sus
compañeros, «manteniendo» a algunos con él, illos in terra maritabat.
40
H. Gh., 39/60.
9

atadura, se lanzó sobre la heredera de los castellanos de Bourbourg desde


que supo que era un buen partido41 .

La casa de una rica heredera bien establecida no era siempre


decepcionante. Pero sus azares y sus beneficios no se explican más que
por la relativa abundancia de buenas oportunidades: el debilitamiento
frecuente de los linajes nobles hacia recaer la herencia entera en manos de
una heredera. Este fenómeno en sí mismo se encuentra estrechamente
ligado a la existencia de los grupos de «jóvenes», a su situación particular, a
la vida aventurera de la «juventud» masculina, a los peligros que corría y
que la diezmaban. Este camino nos conduce a consideraciones sobre la
demografía de estas familias. El examen de las genealogías señoriales es
en este caso muy instructivo y convincente. Veamos dos ejemplos que no
son en absoluto excepcionales. En primer lugar, el de la descendencia del
señor normando Hugo de Grentemesnil. Tuvo diez hijos que llegaron a la
edad adulta, de los cuales cinco eran varones. Dos murieron «jóvenes» en
el preciso sentido del término; otros dos se alejaron siguiendo la vida
aventurera: uno se instaló en Pouille, el otro más cerca, en Inglaterra, donde
tuvo dos hijos que murieron en viaje de «juventud» en el naufragio del
Blanche Nef. Un solo hijo quedó en el patrimonio, Roberto, el primogénito,
probablemente porque le casaron rápidamente, sustrayéndole antes a los
peligros de la «juventud». Pero éste no tuvo más que una hija y a través de
ella la fortuna familiar pasó a otro linaje42. Ahora consideremos el caso del
castellano Enrique de Bourbourg. Se sabe que en veinticuatro años su
mujer le dio doce hijos que vivieron hasta su madurez (tales datos inducen a
no exagerar demasiado, en este medio social, los efectos de la mortalidad
infantil). Siete de ellos obtuvieron prebendas eclesiásticas; el primogénito
recibió el castillo a la muerte de su padre, se casó dos veces pero no tuvo
ningún hijo; otros tres -ya lo he dicho- murieron o enfermaron mientras eran
jóvenes; el menor fue castellano después de su hermano, se casó, pero su
hijo murió antes de abandonar la infancia. La herencia entera recayó sobre
su hija, aquella que fue atrapada por Arnoldo de Ardres43 .

La «juventud», este grupo de turbulencia prolongada, excluido por tantas


condiciones sociales del cuerpo de los hombres establecidos, de los padres
de familia, de los jefes de casas, este margen inestable que suscitó y
sostuvo a la vez las empresas de las cruzadas, la pasión por los torneos, la
propensión al lujo y al concubinato, ejerció una influencia decisiva sobre la
demografía de la nobleza de esta región y sobre la evolución de sus
patrimonios. El mantenimiento de la mayor parte de los jóvenes en
situación de peligro y de celibato redujo notablemente los riegos de
desmembramiento de las herencias. Pero redujo asimismo las posibilidades
de supervivencia de los linajes, aceleró la extinción de muchas familias y
41
H. Gh., 93, 149.
42
H. E., 11 (IV, p. 167, nota 2).
43
H. Gh., 122.
10

favoreció los cambios de la alta aristocracia producidos gracias a los éxitos


matrimoniales fortuitos de aventureros de extracción social inferior. Quien
se interrogue acerca del comportamiento y los destinos de la caballería
debe, pues, examinar de muy cerca a este grupo social.

Desearía indicar aún que la presencia de los jóvenes en el corazón de la


sociedad aristocrática mantuvo ciertas actitudes mentales, ciertas
representaciones de la psicología colectiva, ciertos mitos, cuyos reflejos y
modelos se encuentran en las obras literarias escritas en el siglo XII para la
aristocracia y en las figuras ejemplares que propusieron. Dichas obras
mantuvieron, prolongaron y estilizaron las reacciones afectivas e
intelectuales espontáneas. Conviene señalar ante todo que la «juventud»
constituía el público por excelencia de toda la literatura que se llama
caballeresca y que fue compuesta sin duda para su consumo. He hecho
referencia a los mimos que mantenía en su mesnada Hugo de Chester, a
las cantilenas que traían a la memoria del autor de los Annales de Cambrai el
recuerdo de sus diez tíos abuelos muertos en combate. Cuando los malos
tiempos retenían al «joven» Arnoldo de Ardres en el aburrimiento
doméstico, se hacía contar historias. Su pariente, Gualterio de la Ecluse,
contaba, para distraer al grupo, la leyenda de Gormont e Isembart, de
Tristán e 1seo, pero también la gesta de los antiguos señores del castillo44.
Que nadie se asombre si la situación típica de la «juventud», la búsqueda
aventurera, la proeza de armas, constituyeron el marco y la energía de los
relatos épicos, de las novelas y, añadiría, de los sermones compuestos
para las mesnadas, ya que Gerardo de Avranches, sacerdote de la familia
de Hugo de Chester, elegía como tema de predicación, eficaz por otra
parte, de emendatio vitae, la vida de los santos militares, Demetrio y Jorge,
Mauricio y los mártires de la legión tebana, Eustaquio y Sebastián45. Sería
interesante reconsiderar la temática de la literatura caballeresca en función
de los gustos, de los prejuicios, de las frustraciones, del comportamiento
cotidiano de los «jóvenes». Me limitaré aquí a dos aspectos precisos.

En primer lugar, la transferencia, en la literatura genealógica escrita en el


siglo XII en el noroeste de Francia, del principal modelo propuesto a los
sueños y esperanzas de los juvenes, el del joven aventurero que conquista por
sus proezas el amor de una rica heredera, consigue así establecerse lejos de
los suyos en una fortaleza señorial y se transforma en el tronco de un linaje
poderoso. K. F. Werner ha demostrado que, en el círculo de los grandes
señores de esta región, la memoria colectiva conservaba esquemas
genealógicos que tropezaban con un obstáculo cuando llegaban a los siglos
IX-X: más atrás carecían de antepasados conocidos. Por lo tanto, los
inventaron. Los escritores especializados imaginaron como primer antecesor
de las grandes familias principescas a un extranjero, joven y bravo, miles
peregrinus, caracterizado por sus cualidades guerreras, que conquistaba a

44
H. Gh., 96.
45
H. E., 3, 3-18.
11

veces un señorío gracias a un matrimonio 46 . El caso es conocido en las


familias de Anjou, de Blois, de Bêlleme. Pero Lamberto de Ardres, sacerdote
al servicio del «joven» Arnoldo, impregnado de toda la literatura que gustaba
a la «juventud», al remontar el linaje de los condes de Guines y llegar al
primer cuarto del siglo X, ubicó allí la figura de Sigfrido el Danés. Este
antepasado es un «joven» lanzado a la aventura. Su búsqueda lo condujo
hasta la mesnada del conde de Flandes. Allí cortejó a la hermana del conde;
no la pudo desposar pero le hizo un hijo bastardo. Este llegó a ser el tronco
de los condes de Guines47.

Mi segunda indicación acerca de las transposiciones literarias de las actitudes


mentales propias de la juventud se refiere a la formación del erotismo cortés.
Este me lleva a dejar el noroeste del reino de Francia, a desviarme
sensiblemente hacia el sur hasta llegar a los trovadores de la generación de
1150. Cercamon, Marcabru, Allegret, exaltaron la nación de Jovens. Por este
término designaban menos una virtud abstracta que el ideal que animaba al
grupo de «jóvenes». La «juventud», de la cual los trovadores mismos son los
portavoces, aparece en las canciones vencida por la estructura social: los
jóvenes no encuentran mujer que los reciba; están todas casadas. Y cuando
ellas se entregan al juego adúltero del amor, su compañero no es un joven
sino un hombre casado. Las canciones de amor de la segunda mitad del siglo
XII proponen entonces un nuevo tipo de relaciones amorosas, mejor
adaptado a la situación de los juvenes: los maridos no cortejan a las damas y
no les impiden a sus mujeres recibir a los jóvenes y aceptar su servicio de
amor. Los poetas de la «juventud» proponen sustituir el trío «marido, esposa,
amante casado» por el trío «marido, dama, joven servidor cortés». Quisieron
romper para su propio beneficio el círculo de las relaciones eróticas 48. Se
conoce el éxito de este tema ideal. De hecho, el juego era real pero en la
realidad cambiaba algo de aspecto. Para concluir, apelaré una vez más a
Lamberto de Ardres y a su señor y héroe, Arnoldo el «joven». Su búsqueda
de proezas llama la atención de la condesa Ida de Boulogne quien, siendo
señora de un señorío, le pareció a Arnoldo una magnífica oportunidad y la
promesa de un admirable establecimiento. Intercambian secretos mensajes
de amor; él la ama -o más bien lo aparenta. En efecto, «ad terram tamen et
Boloniensis comitatus dignitatem, veri vel simulati amoris ob jectu, recuperata ejuscdem
comitisse gratia, aspirabit»49.

Esta es la juventud aristocrática en la Francia del siglo XII: una jauría que las
casas señoriales dejan en libertad para aliviar el exceso de poder expansivo,
a la conquista de la gloria, de la riqueza y de las presas femeninas.

«Untersuchungen zu Frühzeit der französischen fürstentums», en Die Welt als Geschichte, 1960, pp. 116-
46

118.
47
H. Gh., 9-11.
R. Nelli, L'érotique des troubadours, Toulouse, 1963, p. 108 ss.
48
49
H. Gh., 93.

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