En - Defensa 4.1
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de http://www.proceso.com.mx/170895/en-defensa-de-la-imperfeccion
Fecha de consulta: 31 de agosto de 2016
En defensa de la imperfección
Pablo Latapí
Somos ida y regreso entre anhelo y desilusión, mezcla de mal y bien, ensayo
reiterado; nuestro hacer queda inconcluso y es precario por definición. Vivimos unos
cuantos instantes espléndidos para regresar a la comprobación permanente de que el
Bien absoluto nos queda grande. Por esto es buena la historia y son buenos los
clásicos: nos acercan a la maravilla de nuestra imperfección consustancial. Las cosas
realmente importantes en la vida —me decía hace poco Julio Scherer meditando
sobre las paradojas de la computación— son sólo dos o tres; y yo pensaba que aun
sobre ellas tenemos demasiadas incertidumbres.
A los 85 años Jorge Luis Borges escribió: “Si pudiera vivir nuevamente mi vida;/ en la
próxima trataría de cometer más errores;/ no intentaría ser tan perfecto;/ me relajaría
más, sería más tonto de lo que he sido;/ de hecho tomaría muy pocas cosas con
seriedad/ Correría más riesgos, haría más viajes,/ contemplaría más atardeceres,
subiría más montañas, nadaría más ríos/ Si pudiera volver a vivir viajaría más liviano/
Si pudiera volver a vivir/ comenzaría a andar descalzo a principios de la primavera/ y
seguiría así hasta concluir el otoño”.
No es éste, quizás, un ideal educativo para todos, pero es una concepción de la vida;
una sabiduría amasada con años y dolores, en que conviene meditar. Los educadores
transmitimos lo que somos, lo que hemos vivido; comprensión de la condición
humana, un poco de solidaridad y compasión; respeto, veracidad, sensibilidad a lo
bello, lealtad a la justicia, capacidad de indignación y a veces de perdón; a esto se
suman algunas enseñanzas para pensar con independencia y algunas reflexiones que
ayuden a descubrir la libertad posible. Es poco pero si los jóvenes recogen estas
enseñanzas, y si además se reconocen vulnerables y lo hacen con sentido del humor,
podrán cumplir decorosamente con el cometido azaroso de ser hombres, lejos de las
frivolidades de la excelencia.