Bartra - Los Otros PDF
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Bartra - Los Otros PDF
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Libráry ofCongress, Pr¡nK & Photogr¿phs Div sion, LC U5Z62 ro9908.
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LOS OTROS I Armando Bartra
Pulgarcito Nací en Brirlgepan, Conne.licut, el n Ile enero de újz- He viajado cincuento mil milLas
h¿ estada junto a más lestas Loranadas que .ualquier otro yanqut vivtenle [..) y he bcatlo a cerca d.e dos
millones de damos, ínclluyendo a las reínas de IngJatü'ra, Francía, Bélgica I Espalla 1...1 Adoro a mí Crea
Cor [...) Et me dia ú erpo pequeño, pero crto que no achicó ml corazón, ni mi cerebro, ni mi almtT
(Charles S. Stratton, conocido como General Tom Thumb).
con la pcnetración de otras culturast 1os rabes por el sur, por el norte 1os normandos ,v
por e1 oriente los magiares; lo que hace del Occidente medieval un c¡isol de culturas
Amalgama quc se expresa en e1 imaginario colectivo y crist¡liza en narr;rliv¡s escrjlas
donde se mezclan mitos y iladiciones orales variopintas. Las sagas del rey Artuto cor-
responden a1 ciclo bretón, donde la influencia celta es fuede a través del mago Merlír.t,
de trasfondo druida.
Y precisamente Merlín es el responsable de la pequeñez del Tom Thumb original.
Dice la leyenda que en uno de sus habituales viajes, disfrazado de merrdigo, cl mago
füe acogido por una mujer c¡re sc quejaba de no tener ni un hiio: "Aurrque fucra tan pe-
queño como e1 pulgar de mi esposo". Así, Pulgarcito nació de la gratitud de Merlín; para
después ser vestido y bautizado por la reina de las hadas, robado por un paiar o, con rr-
do por un pez, y por esa vía llegado a la corte del rey Arturo, quien 1o adopta, lo monta
en un ratón y lo nombra cal¡alle¡o. En el trasf'ondo de la historia se pueden ¡ast¡ea¡ las
leyendas célticas llenas de elfos y hadas. Pero también está el frecuente reclutamiento
de enanos como bufones de la corte: seres contrahechos clue a través de la parodia insu-
flan un vivificante aliento humorístico al enrarecido mundo de la nobleza. Y es que los
Caballe¡os de la Mesa Redonda -que se tasaieaban por quítame ahí esas pajas- podían
aceptar sin ofensa el ¡emedo burlesco, siempre y cuando no proviniera de un real hom-
bre sino de un "simple enano".
Como muchas ot¡as, la historia artu-
riana de Pulgarcito hace relerencia a1
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de Buckingham. Y ahí, con su característica voz tipluda, Tom entona su himno de ba-
taila: "Yankee Doodle", ante el azoro de su promotor y el pasmo de la reina Victoria, ia
duquesa de I(ent, el príncipe Alberto y otros pálidos fantasmas de sangre azul. A1 pe-
queño Charles no le faltan tablas, pero aunque se presente como de rj años en ¡ealidad
sólo tiene seis, y ¡ro sabe que apenas sesenta años antes la canción había sido gdto de
guerra de la revolución americana contra la corona inglesa... ahí presente. "iQue le cor-
ten la cabeza!", hubiese dicho la Reina de Corazones de Lewis Carroll, pero en 1844
Victoria apenas tiene 25 años, y no es la ogresa intransigente de las caricaturas. De mo,
do clue los aristócratas íen de buena gana y el peclueño comediante se anima a contar
un chiste que considera adecuado a las circunstancias: "¿A que no saben por qué el sol
nunca se pone en los dominios de 1a ¡eina Victoria¡". "Díganos", pidió la duquesa de
I(ent. "Pues, porque ni el mismo cielo 1e tiene confianza a un inglés en 1o oscurito"
(Curtis, p. 87). Y se volvieron a reír.
Tom se presenta también ante el rey Luis Felipe y la reina Amelia, de Francia, y a
solicitrd de la pareja real hace su exitosa parodia de... Napoleón. En Españ¿ actúa para
la reina Isabel, el príncipe Leopoldo y la reina madre, Cdstina, quienes 1o invitan a una
corrida de toros. También hace su número ante la ¡eina Adelaida, de Bélgica; ante Ni
colás, zar de todas las Rusias; ante el virrey de Egipto, entre otros. Así, un enano de
e1
Connecticut, promovido por un moderno shottm¿in estadounidense, reproduce en las
cortes europeas de1 xtx las actitudes transgresoras de los bufones medievales, valiéndo-
se de 1o grotesco para ser con impunidad i¡¡everente.
Sintomático del uso iconoclasta de 1o grotesco es el ejército de enanos de circo c1ue,
a1 igual clue el General Tom Thumb, ostentaban títu1o y uniforme militar, y cuya proli-
E 6enem Tom Thumb con su esposa, Lavlnia Wareh, c¿. r855r86t Libráry of cóngress, Pri¡is & Photographs
Divlsion, LC.8H82r jt5 A.
tiempo de la comida enanos gibosos, cont¡ahechos y otros así". Y no sólo en el palacio,
también en las plazas públicas: 'A veces andaban sob¡esalientes algunos tmhanes, imi-
tando y haciendo de borracho, de loco o de üeja". Mucho más tarde, iunto al memorable
Rica¡do Bell, príncipe de los payasos porfiristas, estaba el inefable píTimplín, encarnado
por el pequeño Florenüno Cawalal; como junto a Germán Valdés, Tin Tan, estuvo con fre-
cuencia René Ruiz. Tirn lln.
Sin embargo hay noticia de enanos mexicanos en exhibición mercenaria, cuando
menos desde r8ro: "María Rosa, india doncella de 20 años, clue sorprenderá a quien ob-
serye criatura tan bizarra: tiene una vara de cuerpo, una cuarta escasa de brazos y
duplicadas co1'unturas en las manos [...] En su imperfección asombra que sepa coser
1...]
Baila y se va civilizando con toda la propiedad. Con permiso de la autoridad se expone
a1público por un real en la calle de La Cerbatana, accesoda B, número z" (Díario tle Mé-
rito, citado por Gloria Fuentes, Cil.a Círcus,p.29). Este era un rústicot¿ak show aIa
mexicana; pero de enanos en circos formales de por acá hay constancia a1 menos des,
de 1857, cuando ia compañía que se presentaba en el Teatro del Relox anunciaba así a
su estrella:
Vicente Tores hará/ muchas jocosas poshrras/ y a risa provocará/ pues las ejecutará/ con
ridículas figuras./ Con 1as picmas de una tetcia/ y el cueryo cerca de vam,/ en mil posturas
comercia/ y en el caballo se tercia/ ya de pulmón ya de cara.// (de María y Campos, p. 47)
Más tarde, en r87o, 1a Compañía de Ambrosio Constanzo presenta en e1 Gran Circo Na-
cional a Enrique Valencia "Pigmeo", anunciado como "El hombre más chico del
mundo", pues mide 8o cm. In r9o4 el Gran Cilco Metlopolitano presume sus'Acró,
batas liiiputienses". Y en el terreno de la na¡rativa, una versión de la leyenda de Tom
Thumb es publicada en r89o por el editor Vanegas Arroyo, con el título EL níño iJe un
jeme y portada de losé Guadalupe Posada que muestra a pulgarcito montando un ratón.
Un siglo después, la pequeñez humana como espectáculo se ha trasladado a la televi
sión, con comediantes como Margarito o María Elena Saldaña, la Güereja, y fugaces
cantantes infantiles como Jaime Huitrón, el Jimmy.
Pero no sólo los enanos despiertan la curiosidad, son seductoles los extraños de
todas clases. El propio López Gómara transmite la noticia de que en las plazas públicas
aztecas ocufrían festivos espectáculos freak, quizá a la usanza de los ca¡navales euro-
peos del medievo: "Hay hombres, mujeres y niños, blancos de nacimiento por todo su
cuerpo y pelo, que los tienen por milagro 1...] También enanos, corcovados, contrahe,
chos y monstruos en gran cantidad [...] clue los tenían por pasatiempo,,.
Láñi¡a rúnero r de l¿ Calería de N4¿rav Ias de p.T Bar¡um en t¿ que aparece¡ et Cerera Tom Thumb y atg!nas de
¡6
BArtrl-M s .^r i !'1Y Ür w¡NrDtrs
''tatúos' a\istían siempre a las fimciones del ceremoníal serio, parodiando lor a¿tos
[...] l¡¿Jos erios nros
y tsptctriculos organiztrdos a la manera cómica [...) ofecían una ristón d¿l mundo 1...] totalmente dife-
ftnft, deliberadamente no ojci.al1...), u segu da munda I w1a segú11d.¡1rida 1...) Paralelamente a las
nitas s¿¡ios. mitos cómi.cos e injuriosos; paralelomenle a los héro¿s sus sasias poródicas 1...) Mijail Bajtin.
La ctltura popular en la Údad Mdia I en el Renacimienta. El contexta de Fran¡ois Rabelais.
Tá¡leta de v sit¿ autogr¿fiad¿ del CeneralTom Ihumb, ca. r86l L b¡¿ry ofCoñgress Pr ¡is & Phoiographs Div sion LC-
U5Zó2 o48l5l.
DSiFCHA: E Como¿oro Nutt la señorta Lavina Wairen, El Cig¿nte y e Cenera Tom Thumb, ca. r865 Library of
Corgrers Pr.ts & Photog¡aphs D vis on LC D C,cwpbh-o2972.
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dicas y "maravillas de la India". G¡acias a esta prodigiosa cazuela de legados nos acos
tumb¡amos a la existencia de "cuetpos híbridos, extravagancias anatómlcas
extrao¡dinarias, una libre presentación de los mieml¡¡os y órganos internos...',, y en ge-
neral a La violación de "todas 1as fionteras entre el cuerpo y el mundo,, (Bajtin, p.
lr2).
Así, el país de los Pigmeos, de cuya existencia Mandavila se dice testigo: .,una tie,
¡¡a donde los hombres son Íluy pequeños y pelean las grullas con ellos,, (de Mandavila,
p. 186), viene en realidad de ta llíada, donde Homero en la Rapsodia Tercera nos cuen-
ta que "las grullas [...] vuelan sobre la corriente dc1 océano y llevan la ruina y la muerte
a 1os Pigmeos" (Homero, p. 67). El "hombre salvaje", leyenda que se ¡emonta al homi-
ne agreste de la antigua Roma,
reaparecee¡ la Edad Media como "ho-
mo selvaticus" y en el 1lbro de
V"ndar'l¿ re-nite ¿ ¿s m.rtariltas nn-
dúes: "e¡ dicha h¡dia hay unos
hombres clue son tan vellosos que parc-
cen unos osos, y 1o más de1 tiempo
viven dentro del agua, y allí es su habi
tacióÍr" (de Mandavila, p. rl2). Pero en
general se trata de mezclas monstruo-
sas y seductoras como la Quimera, la
Corgona, las sirenas, los centauros, los
sátiros.
Estos seres habitantes de ámbitos
ignotos como el mar, la foresta o el de-
sierto- ptovienen de muralias afuc¡a,
del más allá, del inframundo. El hr¡m-
b¡e medieval los ubicaba por lo general
cn el bosque: espacio mítico poblado de
presencias paganas. Pero si la foresta
lmaginaria ..ra lugar de magia, el bos-
clue real era territorio socialmente des,
gobernado donde cazadores, leñado¡es,
bandidos, ¡ebeldes, cismáticos, lepro-
sos, locos y prófugos de toda 1aya, dicta-
ban su ley. Entonces los "otros" tienen una doble realidad: monst¡uos y maravillas
legendarios, al tiempo clue amenazas y seducciones de carne y hueso. En Él Salvaje en
el espejo y El Salvaje onificíal, Roger Bartla califica de otredad inmanente al salvajismo
latente que como amenaza o tentación se agazapa en el seno del mundo civilizado.
Pero 1rl cierto es que este "otro" interior tiene su corelato en los "otros" vedficables: ,,in-
civilizados", "rústicos", "naturales", "salvajes", "bárbaros" (designación onomatopéyica
que, como "Berebere", remite a pueblos que presuntamente balbucean en vez de ha-
blar). Tras e1 binomio civilización-salvajismo está la tensión hombre-bestia, cultura,na-
turaleza, ciudad-campo; y más al fondo la dualidad masculino-femenino, día-noche,
vigilia sueño, vida-muerte.
Entonces, el cuerpo grotesco drumatiza un desgaraamiento constihrtivo. Al evidenciar
el desequilibrio, la üsformidad, la asimet¡ía, la hibridez, remite a la ineütable conupción
de toda legaliüd, a la hansgresión como condición de posibilidad de la nonna; y en ulüma
instancia remite a la muerle como celeb¡ación de la vida. Por eso 1o propio de las grutas y
catacumbas -lo grotesco por antonomasia- es la calavera. A la que sigue la representación
de la muerle como esqueleto animado: evidencia danzante de la interioridad de 1o perece-
dero. Y la calavera animada es la otra vida, la üda de la muerte, la paradoja de paradojas.
Pero si la muerte es Ia otredad sustan-
tiva representación el
y la calaca su
cuerpo grotesco es la alteridad Gno-
ménica; la experiencia del 'bt¡o" radi-
cal bajo la forma de un "otro"
vertiginoso pero domesticado.
Erperiencia celebratoria de la
muerte que da vida, el camaval me"
dieval era ocasión de excesos y trans-
gresiones legitimadas por la chunga.
Y el cent¡o de Ia fiesta popular en la
plaza pública eran los enanos y los
gigantes, los gordos y los flacos, los
tontos y los feos, los forzudos y los
dislocados; todos actores de paro-
dias sangrientas que hacían burla
de jerarquías y normas, imperantes
el resto de1 año.
Pero el fuero iconoclasta de lo
grotesco viene de más atrás. En Ia
llíada se dice que Tercites "sabía
muchas palabras groseras para dis-
putar temerariamente con los re-
\\'irl, l'.'1. ljxnjrrür's'lrt|!(.lu¡( \1,,r1,i\ l.uir'. yes", era "insolente" y "dando
estddentes voces, insultaba al divi-
.rj),v I I¡,tL I)()7'.
no Agamenón". Y esto podía ocullir
si¡r.rll ),i¡r'',,1(l | 'l¡r'rt\-llr, i¡),.h'^ l,i(ll.
\r' i-l'. ,'lr \ir¡, t,, r, 1.,',l|,i.. gracias a que Tersites era un feak:
"bizco, cojo de un pie; sus hombros
cotcovados se contraían sobre el pecho, y tenía la cabeza puntiaguda y cubiefta pot ra-
la cabellera" (Homero, p. 46). Siglos más tarde el enano Bertholdo se presenta en la cor-
te de los Lombardos, y cuando Alfoin se ríe de su fealdad, ¡evira: "Yo suponía que un
rey no ridiculizaría a un deforme, pero veo que eres tan estupido como los demás". Y
Bertholdo no termina en la horca sino como primer ministro. Ya hemos dicho que Tom
Thumb hacía chistes de ingleses con 1a reina Victoda y parodias de Napoleón con el rey
chárles Eisenmann. Retraios de Leopold (ahn, ca. r87r y de la prircesa Lucy Fisher, "Litle Lady" (derecha).
Kahr, iambién coñoci¿o como e Almirarte Doi, caniábá, baiab¿ ytocaba diveGos instrumentos. The Colleciion ofWork,
Special Co lectio¡s Research Cenier, Syracuse Unive6iiy L bnry.
de Francia, hay que agregar que de regreso a Estados Unidos se representó como Tom
Tit en una versión chusca de La cabaña del tío Totn de Harrief Beecher Stowe. esto e¡
plena guerra de secesión.
Un equivalente mexicano de los socar¡ones impunes por grotescos es el Negdto
Poeta (Ver Rubén M. Campos, pp. 85-ro4), Iegendario versificador de la estirpe del es-
pañol Gedeón y el francés Calino, pícaros a quienes por bobos e ingenuos les era
perdonado clue fueran viperinos. De la asociación ent¡e el presunto estigma de ser ne_
gro en tierra de blancos y la condición de epigrafista satírico, da cuenta este pie:
Y cluién sino un pobre negro pudo blasfemar respecto de la Virgen María y vivir para
contarlo:
A ésta lo clue más le abona/ es el haber concebido/ sin saberlo su marido/ y por tercera
pefsona.
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propicia la üvencia festiva de la ohedad, de lo demoníaco y de 1a muerte viviente. Expe-
riencia manejable pues adopta 1a forma de espectáculo, de ritual codificado. y el carnaval
medieval, como representación veftiginosa pero acotada en el espacio y el tiempo, se pro-
longa en 1as ferias callejeras, en la exhibición festiva de atrocidades, en e1 circo.
Editorializado por el bollyhoo, circunscrito por los límites del escenado y ia duración de 1a
función, el sid¿ slrow -que generalmente es unfieaÉ slora es versión moderna y merce
naia de esta compulsión fundacional. Como lo son las monstr-uosidades de jaula, de
vitrina, de frasco de forraol;las nrezas disecadas;1os cadáveres plastiflcados; 1os grabados
de prodigios; las fotografías der/ieaLs; el cine sr.u1f, los sitios web de atrocidades; la psyclro,
nef; y también los innumerables ogros, hadas, gnomos y dragones que pueblan la nueva,
participativa y abierta narrativa plebeya que son los juegos de rol. Además de que, desde
los años setentas del siglo xx, en los mass medía se geslan estir?es de monstruos inéditos
como los serfeaks de la videopornografía: cuer?os nahlrales o inter,,enidos capaces de la
másbizarra ars amafona de la que es emblema Linda Lovelace. Metáfora de carne la l1amó
Naief Yehya (PomograJio.. Sexo mediatizado y pónico moral, p. r43), y no es pala menos,
pues en la legendaria Deep Thrc&t (Gerard Damiano, r9Z2) la pomodiva interpreta a una
insondable felatriz clue tiene el clítods en las amígdalas.
En el tercer milenio las presencias grotescas teaparecen con fuerza, no tanto por los
,ñzats "naturales", como por la extendida compulsión de intervenir el propio cuerpo, clue
suple 1a imposibilidad de intenenir con provecho la sociedad, la economía o 1a histo¡ia:
dermografia diversa, perforaciones, engastes, incrustaciones, implantes, mutilaciones,
pigmentaciones, depigmentaciones, cirugía plástica, liposucción, injefios, prótesis...
Y el seductol o punitivo vértigo lrente al extraño sigue ahí: en los carnavales con-
temporáneos, que devinieron fiestas de los gays -rtaaÉs por excelencia de la
modernidad , de la misma manera que las marchas del orgullo homosexual se torna-
ron catnavales; en la simbiosis grotesca si las hay de carne retorcida y carrocetía
lacerada, en novelas como Crash {J. G. Ballard), que prolongan el voyerismo de acciden-
tes automovilísticos; en las desorbitadas pantomimas de 1os luchadores; en ]a
persistente fascinación por la nota roja y 1as fotografías de Jo insólito; en la satanización
inquisitorial de 1os modernos aquelarres de darketos y punks; en la lectura policíaca de
los graffitti como presuntos mensajes encdptados y cabalísticos. La Edad Media está
aquí, en la curiosidad de los marchantes por el hidrocéfalo del mercado chiapaneco de
San C¡istóbal, Chiapas, clue su madre exhibe en un ca¡rito a cambio de limosnas; en la
turbia fascinación televisiva por el fimmy.
Originalmente, "grotesco" se ¡efería a otnamentos que combinan motivos de los
tres reinos, después designó la unión de 10 excluyente, la paradoja, Ia subversión de 1o
convencional. Lo grotesco "permite mirar con nuevos ojos el universo, comprender has-
ta qué punto lo existente es relativo, y, en consecuencia, petmite comprender la
posibilidad de un orden distinto", concluye Bajtin, proponiendo una suerte de vía.;treak
al otromrr¡dismo
Freaks La experiencio, inaccesíhle que la humanidad ha expresad.o si,mbólícame te durante milenios
a ¡avés de mitos, fóbulas, riLos, éxtasis, sigue siendo uno d.e los centros escondidos de nuestra cuhura, de
nuestra núdo de estar en el mundo. También el intento de conocer el pasado es un viaje al mundo de los
difuntos. ...En una sociedad de vivos...lc¡s muetlas sola,mente pueden ser personijcados por aqueLlos que
.stán imperfectamente í cluidos e el cuerpo social... Carracas, marcas de color,jirones amtióticos, díen-
tes demós denunciaban a |eprosos, judíos, benandanlt, táltas y demás seres, como situados, según los
casos, en las co .rt .es entre la convivencía social y la reclusión, entre la verdadera fe I el descreimíento,
entre el mundo de los vivos y eI de los mueftos. Carlo Ginzburg, Historía Loctúnw.
En r5r9 eI Santa María de la Concepción zarpa rumbo a España con los "teso¡os" de1
Nuevo Mundo enviados por Cortés, entre ellos tres hombres y dos mujeres totonacas.
El 3 de marzo dei año siguiente son exhibidos los objetos, junto con los cinco indios,
montados en mulas y vestidos a la usanza española, quienes impresionan sobte todo
por sus grandes engastes labiales. Al enviado de1 Papa, arzobispo Cosenza, no le agra-
dan las indias, que encuentra chaparras y feas, pero el rey Carlos V da instrucciones de
"tratar muy bien (a los totonacas) para que estén muy contentos" (citado en Thomas,
p.39o). Aun así, camino a Sevilla, muere el que habían rebautizado como Systán. Los
otros cuatro son regresados a Cuba, donde se 1es pierde la pista.
Si Cortés disfraza de europeos a "sus" indios, gracias a los sastres fuan de Alcalá y
Martín Iruse, dieciséis años antes Colón había exhibido "a ráiz" y por vez primera, ame-
dcanos en Europa. El 4 de marzo de 1493 tres o cuatro engentados caribes
desembarcan en Portugal donde se presentan en la corte de Juan II, pero el apoteósico
recorrido a través de España empieza el 16, en Palos, y culmina semanas después en
Barcelona, donde el Almirante y los suyos son recibidos por el re¡ Debido a una mor-
tandad, clue quizá prefigura la catástrofe epidemiológica que se avecina en e1 "Nuevo
Mundo", de 1os 14 indios embarcados, sólo seis llegan a Ciudad Condal; pero arcos, fle-
chas, tocados de plumas, brazaletes, pectotales y vistosas pinturas corporales, los hacen
estrellas del espectáculo; sin que desmerezcan las guacamayas multicolores y una enor-
me iguana; animal que según Badolomé de las Casas impresiona mucho por tener "un
cer¡o desde 1as nadces hasta 10 último de la cola de espinas grandes, clue la hace muy
hor¡ible". Presentados por Colón como candorosos y mansos, aunque bárbaros e igno-
rantes, 1os caribes fueron sometamente cristianizados antes de visitar la catedral, donde
según consta en el Católogo o memoría dels concellers d.e Barcelo¿a-, "fueron bautizados
seis indios traídos de las Indias, siendo padrinos el rey y el príncipe don luan'. A uno
se le puso don Fernando, en memoria del de Aragón, y al otro don fuan, en honor del
de Castilla. El príncipe se cluedó con el más avispado para su servicio, pero se le mu-
rió. Los otros cinco fueron reembarcados meses después por el Almirante, regresando
al Cadbe para contarlo. Lástima que de sus impresiones no se conserve memoiia.
Los primeros americanos sometidos a la curiosidad pública en eI entoso lreak parade
del genovés, fueron admirados por muchedumbres campesinas que se desplazaban cien-
tos de kilómeüos pam alcanzat la caravana; todos con la esperanza de ver y quizá palpar
a los indios, pero también a los loros y la iguana. Aunque sin duda algunos esperaban co,
Tarreta posta dePlpyFip. as Ceme ¿s ¿e Yucatán, ca. r915. Esta p¿reja formaba parrede as atracc ones ¿et wor d
C rc!s de Co¡ey lslánd. Library ofCongress, Pr nrs & Photographs Division, LC USZ62 r08474
ó..r
sas aún más espectaculares, como hombres ¡abudos, pues t¿les rumoles corrían: "Dice
también fColónl que estuvieron cerca de la proüncia donde nacen los hombres con co1a"
iHanibal fannarius, en carta fechada en Barcelona, el 9 de marzo de 1493).
Pero no sólo el Almirante cree ver seres prodigiosos como los que puebian el libro
de Marco Polo clue lo inspiró; en verdad el "Nuevo Mundo" se 1es presenta a los
europeos como una galería de atrocidades: Américo Vespucio menciota gigantes, sin
habe¡ cmzado el Atlántico. Pedro Márlir describe las seductotas sirenas del ma¡ de
Panamá, Sebastián Gaboto habla de hombres con patas de avestruz, en 1o que hoy es
Venezuela, Ambroso Alfinger descubre Amazonas y Nicolás Fredermann encuentra
pigmeos, mientras que Ulrich Schmidl va tras el Rey Blanco en el Plata, y algo más al
sur, en la Patagonia, Francis Fletcher vislumbra colosos. Pero nada iglala a los
ewaipanoma, clue Walter Raleigh describe como hombres sin cabeza, con 1os ojos en los
hombros, la boca en mitad del pecho y la cabellera en la espalda. Morfología tan sin des-
perdicio que Shakespeare la retoma en un pasaie de Otclo. Italeigh no consigue un
ewaipanoma para llevárselo a la reina Isabel y regresa a Londtes con muest¡as de min-
erales, plumas, papas y un exotismo menor: e1 hijo de un cacique de la Guayana.
Tiescientos cincuenta años más tarde, otto viajero, éste español y de profesión co-
merciante, encuentra y recluta cerca de San Salvado¡ a Máximo y Batola Espina, dos
he¡manos microcéfalos cuyo perfil se asemeja al que los antiguos mayas lograban me-
diante defo¡maciones craneanas. Tiempo después, su descubridor los traspasa, y en
r85o son mostrados en Boston como aztecas de1 Antiguo México provenientes de la
mítica Iximaya. La pareja es reclutada por Barnum, quien los exhibe primero en su Mu-
seo y luego en ei circo. Durante 1867, en una gira pot Inglaterra, el empresario decide
"casarlos" y en adelante se presentan como matrimonio. A principios de1 siglo xx, Má-
ximo y Badola aún andaban en el rol.
Aunque del todo diversos, los cadbes, los totonacas, el caciclue de la Guayana y los
salvadoreños se convierten en¡fraaks de exhibición. Máximo y Bartola eran, además, mi-
crocéfalos y pequeños, peculiaridades que refuerzan su condición exótica como
"eslabones perdidos" y "últimos herederos del Imperio azteca". Pero unos y otros en-
ca¡nan la edrañeza asociada al origen étnico, que es una de las vertientes más
socor¡idas de las "curiosidades vivientes". Ya a fines de los años treintas del siglo xlx,
Barnum exhibía a unos originarios de Iowa en calidad de Indios Bravos en sus Salvaies
Danzas Guerreras, después seguirán los Salvajes de Borneo, los Aborígenes Australia-
nos, los Guerreros Afganos, la Banda de los Nubios, los Niños perdidos de Israel, los
Indios Todos, los Auténticos Zulúes, los Genuinos Bailarines de Indostán... Y como en
e1 caso de Barrola y Máximo, es frecuente y sintomático que la microcefalia, por 1o ge-
neral asociada al¡et¡aso mental, se identifique con el origen étnico exótico. Así Barnum
presentaba como proveniente de Gambi.a al pinheadZip, "EI Eslabón Perdido", quien en
¡ealidad había nacido en Brooldin.
"El shoclc de 1o extranjero fue transformado en la categoría cultural que identifica a
los aborígenes con freaks", escribe Michael Mitchell. Y la asociación cobra un carácter
nítidamente colonialista con los "salvajes" zulúes que Barnum y otros exhiben cuando
aún eran muy recientes las gueras de este pueblo sudafricano con los boers, primero,
y con los ingleses, después. Aunque, en el caso de Barnum,lo que interesa de los refle-
jos colonialistas populares es la posibilidad de aprovecharlos para hacer negocio. Así en
IE79, cuando los ingleses derrotan a los zulúes y captutan al rey Catewayo, el empresa-
do ofrece roo mil dóiares para que se 10 presten para exhibirlo, sóio clue el gobierno
rehúsa y Barnum tiene que conforrnarse con mostrar zulúes del común.
Perc eTfeak es eI "otro", sea o no o,tlanjero, y una veta de larga duración en el es-
pectáculo de las "curiosidades üvientes" es la exhibición de personas con hiperldcosis,
seres cubiefcos de pelo que se asocian con la ancestral mitología de los homo agreste y
hotno selvaticus. La enfe¡medad es hereditaria, y una de las primeras familias que se ga-
nó la vida mostrándola fue¡on los González, de las Islas Canarias. Uno de los "niños
diabólicos", Pedro González, fue enviado a Enriclue II de Francia, quien 1o adoptó en la
corte. Años más tarde, en 1884, el ruso Fedor Jeftichew llegó a Lond¡es con ei empre
sario circense Charles Reynolds, quien io exhibía como Jo-Jo, el niño cara de perro. A
principios del siglo xx otro ruso, Stephen Bilgraski, se presentaba en el circo de Bar-
num & Bailey como Lionel, el niño cara de León. "La Mujer Gorila, el ser más horrible
de todos los tiempos" era la mexicana Julia Past¡ana, nacida en 1832 y mostrada en Es-
tados Unidos y en Europa por Theodore Lente. El empresario y la.lieak se casaron, y al
mo¡ir ella su marido la embalsamó para seguirla exhibiendo. Acto chocante de habe¡
sido lampiña, pero que se justifica por tratarse de alguien clue había hecho del ve1lo su
profesión: si pintores, esculto¡es y escritores heredan sus obras a la posteridad ¡qué le
impedía a |ulia legarnos su cuerpo peludol
"iPor qué no te rasuns¡ Te vefías como cualquier mujer", le decían con frecuencia
a Percilla Bejano, The Monkey Woman. "Porque entonces, en vez de estar en el escena-
¡io, acabaría ahí abajo con el resto de ustedes...", contestaba. De esto nos informa
Daniel P. Manix, faquir, tragasables, comefuego y freak él mrsmo, aunque reconoce
que no "del tipo espectacular", sostiene que el circo y la farándula son lugares donde los
fenómenos pueden ser felices-: 'A Cara de Cerdo el carnaval le parecía el paraíso. Por
primera vez en su vida ser extraño era un capitall' (Manü, p. z4). Además, dice, en el
espectáculo encuent¡an más fácilmente e1 amor y constituyen parejas memorables, co-
mo la formada por Percila, ia mujer mono, y Emmett, el hombre con piel de cocodrilo.
Manú está lejos de afirmar clue un mundo donde los.Eeaks afoftunados terminan en el
circo, es un buen mundo. lo clue sostiene es que en el mundo que tenemos el circo no
es ma1 lugar para un fenómeno. Considerando las opciones, posiblemente tiene razón.
Si por exlruvagante la sociedad no te permite ejercer tu vocación en igualdad de condi
, ione', no h¿) de orra: ejerce ru extravagan,.i¿ coto vocacjon.
Pero lo cierto es clue el de los "fenómenos" no es un mundo ausente de discrimi
nación: las parelas fteaks son de monas con cocod¡ilos y de gigantes con enanas, pero
dificilmente interraciales; a los negros con manchas de depigmentación, o Niños Leo-
pardo, se les llama también "Negros volviéndose blancos"; el desprecio de los enanos
proporcionados, o míd,gets, por los desproporcionados, o dwarf, sólo comenzó a remitir
en Estados Unidos cuando, en 1957, se formó la asociación Pequeña Gente de Améri
ca, que ag¡upa a unos y otros.
En la segunda mitad del siglo xrx, 1a profunda y ancestral fascinacióny'eak se vin-
cula también al inte¡és académico, en libros como Anomalies and Curiosítíes of Medicine,
de Gould and Pyles, y sobre todo en EI orígen delas especi¿s, de Charles Darwin, cuya po-
pularización restituye "científicamente" a nuest¡o origen en el mundo salvaje el véñigo
por el monstruo medio animal-medio humano. En la tesitura evolucionista, el cuerpo
grotesco es un llamado de la selva y del pasado, de modo que los.rfreaLs aparecen como
ancestros vivientes, como fósiles animados.
Pero la normalización del "otro", a través de la explicación científica, es recu¡so añe_
jo. En Líbelus de mirabílísbus Na.ture Arcakuq texto atribuido a Alberto Magno
(Lauingen, Suavia, rrgz), obispo, filósofo, maestro de Santo Tomás de Aquino y santo
é1 mismo, se 1ee que e1 nacimiento de "monstruos de la natunleza,, débese
al exceso o
defecto de materia en la gestación. y a mediados del siglo XVI el médico cirujano Am_
broise Paré trata de explicar de modo semejante las causas de que nazcan seres
ertraños. "Los monstruos -dice son cosas que aparecen fuera del curso de la natu¡a_
leza [...] [mientras que los prodigios] [...] acontecen totalmente contra la naturaleza,,. y
da tazones no tanto metafisicas como natufales: ,,Las causas de los monst¡uos son va_
rias. La primera es 1a gloria de Dios. La segunda, su cólera. Tercera,la cantidad excesiva
de semen. Cua¡ta, su cantidad insuficiente. euinta, la imaginación. Serta, ia estrechez
o reducido tamaño de la matdz. Séptima, el modo inadecuado de sentarse de la mad¡e...
y decimotercera, por los demonios o diablos,, (paré, pp. zt-zz). La preocupación de 1os
acercamientos contemporáneos ala tmagen
fteak por hacer constar la explicación mé_
dica de sus particularidades, es idéntica a la de Alberto Magno y paré: clasificar y reducir
a causas científicas 1o que en el fondo es una experiencia metafisica.
Seductora u ominosa, la experiencia de la otredad es transhistórica pero diversa y
cambiante en sus modalidades. Así la añeja identificación grecolatina del ..bá¡baro,,con
eI freak, se prolonga en 1a exhibición de etnias ,.coioniales', como rarezas. y
todavía en
r93r en pleno siglo de ia descolonización , The Ringling Show presentaba a un grupo
de cluince ubangis, del que formaba pade ,,la mujer con los labios más alargados del
mundo". Pero en la pasada centuia otra clase de efraños comenzó a inquietamos, de
modo que, poniéndose al día, el promotor foseph Hitton presenta a los ,,niños cabeza de
borrego", Eko e Iko, como "embajadores de Mar1e,, encontrados junto a su nave en el de,
sierto del Molave. Porque a mediados del siglo:c< los otros ya no vienen del bosque, del
desierto, del mar, de la lndia o del .,nuevo continente,,, vienen dei.,espacio erlerior,,.
Más verciginosos <1ue los monstruos que acechan desde afuera son los que habitan
dentro de nosotros y que a veces nos poseen. y es que 1a locura es la forma más ate¡-
radora del "otro" pues nos enfrenta a nuestra radical reserya de inhumanidad. La locura
en sus formas últimas, es "el homb¡e en relación inmediata con su propia animalidad,
sin otra refurencia y sin ningún recurso,,, escribe Michel Foucarl,l (Historia de la locura
en la época clósico, p. 8t). Por eso, desde la Edad Media, los insensatos eran exhibidos
con el ¡esto de los monstruos, práctica que se prolongó hasta bien entrado el
siglo rtx.
Mirabeau nos informa que en el siglo XVIII, a lo largo del paseo a Bicétre, se mostraba
a los desquiciados como si füeran animales curiosos (citado por Foucault, íbíd, p.7l y
a principios del xlx, en el manicomio de Charenton, los internos rep¡esentaban espec_
táculos grotescos para el público, mientras que todavía en r8r4, los alienados
del hospital
de Bethlehem en Londres, podían verse los domingos por el módico precio de un penny.
En el orden lógico, alte¡idad es desdoblamiento, pues e1 ,,no yo,, sólo deviene ,,otro
yo" cuando nos teconocemos en é1; entonces el ,,otro,, es siempre posibilidad
de ser 1o
68
que no somos, poique ya 10 somos en el modo del "poder se/'; en esta tesitura el otro
es espejo. Pero en el orden histórico el "otro" es encuentro: la experiencia de la diferen-
cia como alteridad en el seno del propio género; entonces el "otro" histórico es el "mons-
truo" o el "bárbaro", es decir, el congéne¡e peryerso porque se aparta de la norma fisica,
social o espidtrial: gigantes, enanos,
mic¡océfalos o hipertricosos; salva-
jes, naturales o exüanjeros; posei
dos, locos o excéntricos. Entonces,la
vivencia concreta de la otredad adop-
ta la forma, tanto del carnaval como
del exorcismo, y es a la vez encuen'
tro y desdoblamiento: una expeden-
cia liberadora que nos ¡econcilia con
la otredad subyacente pero reprimi-
da, o una experiencia represiva que
castiga en el poseído, raro o extrava-
gante, la insoportable conciencia de
la propia deformidad.
Unos nacieron con cuatro pier-
nas o aprendieron a tragar fuego;
otros apenas hacemos bizcos o mo-
vemos las orejas ¿Pero quién no se
ha topado alguna vez con un Íeak
en el espejo del lavabo? Grotescos de
cuerpo o de espíritu, monstr-uos du-
ros o rarezas light, públicos o de clo-
set, todos somos alguna clase de
fenómeno.
Y si la ot¡edad es encuentro pero también espejo, su representación es siemple ver-
tiginoso autorretrato. Por eso la demonología y la icono$afia de monstruos y prodigios
paganos son tan abundantes en la cultura occidental: del ¿i¡rro d,e la.s malqvillat de Irlar'
de Mandaviia {1356), circularon primero copias manuscritas y más tarde impresas, y D¿
rnoftstruos y prod,igi.os, de Ambroise Paré Q5751, fue uno de los primeros libros publica-
dos, 1o que hace de los catálogos de curiosidades b¿s, s¿ll¿r's fundadores.
En México, las noticias ilustradas de monsiruos llegaron con los españoles. Un im-
preso de mediados del siglo XVIII presenta la imagen de un cíc1ope y un breve texto:
"Retrato verdadero de una criatura que nació en rz de ma¡zo del año corriente en la Ha-
cienda de mayotazgo de Ciénega de Mata [...] Fueron sus padres Fernando Regalado,
herero de la hacienda, y Teresa Cedeño, mulata blanca, y murió habiendo recibido las
-'_¿eúoodahdUndeMoodElnóschicayelñósgrard¿,r9j3"Ecapit¿ñW€rherRiiier,de2rañoserae.tonceselhombremás
:::reñodel mu¡do con lna estatu¡a de 46 centimeros y 9 kllos ¿e pesó EL capitán Gi be.t Re che.t, de r9 años, medía más de
r: ¡etros y pesaba ¡ro kllos Ena fotog¡ala fue toma¿a eñ a ¿estiería ñás pequeña del ñundó en lá erposicó¡ E/i€lo d¿i
: .:asa tea zada en Ch cago Co.tesia Photo Arch ves, Sán Fmñcisco. ñáge. y pie ióñádós ¿el ibro Bo¿r¿5, Hunbugs and
..r¿.1¿r de Márk S oan
aguas del bautismo". Por lo visto al de Aguascalientes le fue mel.or que
a1 nacido
doslienlos años despues en \ovalato. del que inlorma una hoja rolante rmpreca en pa_
pel de China; y es que al sinaloense el cura no lo quiso bautizar por estar
excomulgados
sus progenitores: "Padres, madres, jóvenes y
tovencitas;/ entérense de lo que en estos
días ha pasado/ Un suceso que a todos/ nos causa un espantoso miedo// De
unos amo-
res ilícitos/ que nacieron entre hermanos/ nace una criatura con las manos
en los pies/
los pies en las manos y un ojo en la frente// Ve como el poder Diüno castiga/
a sabios
y tontos empedernidos en el pecado/ clue no creen en el inmenso
poder/ del Amo y Se_
ño¡ del universo [...]". El moralizador panfleto denuncia en el texto su modernidad:
"Esta noticia nos dieron periódicos y radios,,, pero tiene el tono
de los que a fines del si
glo XIX publicaba Vanegas Arroyo, acompañados con grotescas ilustraciones
de fosé
Guadalupe Posada most¡ando hombres con pies en vez de manos o ninos
con una ca,
ra en la nalga, y que los redactores condimentaban con textos dei más puro estilo
ballihoo: "Suceso nunca visto: ¡¡Una mujer que se diüde en dos mitades, convirtiéndo_
se en serpiente y en esferall". Ancestral recuento de rarezas que no disminuye
con la
posmodernidad ni con la urbanización salvaje. porque en parres todavía hay
brujas. Un
testimonio recogido en el sur de la ciudad de México, en el arranque del tercer
milenio,
nos hace saber que el principal interés de las brujas de por ahí es chuparle
la sangre a
los bebés y que cuando... l.uelan... dejan sus piemas en sus casas y solamente
salen del
t¡onco pa¡a arriba, y al e¡<tende¡ sus brazos, de sus sobacos, sale una luz que
indican
donde están lMemoría viva de ocho pueblos de Tlalpan, p.
4r).
La iconografía grotesca sobrevive al cambio de soporte: en los primeros
daguerro_
tipos y ambrotipos del XIX hay retratos de ..fenómenos,,, y en el ,,siglo de la imagen,,
son
legión loslfreaks fotografiados, filmados, üdeograbados, digitalizaáos... Aun hoy,
cuan_
do la obsesión por lo "políticamente co¡recto" nos lleva a hablar de .,compañeros
y com-
pañetas con capacidades diferentes',, las hipnóticas imágenes del ..otro,,siguen
seduciéndonos.
desarrolla la impresión en papel, de modo que en 1os sesentas y setentas ya se vendían cer-
ca de medio millón de copias fotográficas al año. Y la cif¡a crece conforme la técnica
perrnite imágenes aún más llamativas e impresiones más baratas, así a fines de los sesen-
tas el forlmato certe can'tbra a cabinet, que es mayor: 3.7 x 5.5 pulgadas el recuadro impreso.
Pero la transición es también estética, pues el nuevo formato facilita el retoque,
permite más elaboración de los fondos y favorece la teat¡alidad de 1as poses. Frente al
clasicismo estático y sobrio de las fotos carte,la poética de las cabinet es recatgada y ro-
mántica. Así se fotografian por 1o general 1os y'aaks de fines del siglo xtx, pero sigue
siendo cierto c1ue, salvo excep-
ción, éstos no son mostrados con
más dramatismo que los "nor-
males". Mitchell destaca, tam-
bién, lo que llama una "dualidad
cultural" propia de un industria-
lismo decimonónico, que al
tiempo que exaltaba un pasado
más "nehrrel" rrsal¡a intensiva-
mente la máquina. "La alta tec-
nología encapsula 1o primitivo.
Al mismo tiempo 10 e*raordi-
nario es reducido a lo ordina-
rio", señala el fotógrafo.
Sin embargo, algunas foto-
gra{ias de .;freoÉs tomadas por
Charles Eisenmann o por C. D.
Fredricks son hipnóticas; espejos
vertiginosos por los que como
Alicia- podemos zambullimos
en mundos zurdos, daltónicos,
disléricos; mundos bizarros don-
de los enanos son generales, los
grgantes débiles, ágiles los gordos
y bellos los contrahechos; mun- SOUVENIR DE F¡RNAND ATIAS
dos al revés donde los negros se r€ GÉANT DEs cÉANts
[¡vergu¡e:?ñ $ poils:220 tjtogr.
lr-relven blancos, los hombres
usan brasier y las mujeres se ra-
suran; mundos paradójicos donde dos son uno, uno es dos, y ambos son el mismo.
Cuidado, desprevenido lector, algrmas fotos.l&eak pueden ser la llave perdida de tu doset.
. Si en la segunda mitad del siglo xtx 1a fotografia leatral, freaks incluidos, t¡ansita del
puritanismo victodano a una sociedad más liberal, 1o que la lleva del sob¡io clasicismo
a1 barroquismo dramático, Mitchell sugiere que con el cambio al siglo xx ingresamos
en otra mode¡nidad donde elfeak simplemente se documenta: "pasa de un icono a un
hecho". Y es que gracias a las máquinas instantáneas, 1a facilidad tecnológica de la fo-
tografia "simplifica" la labor del ejecutante, que en muchos casos sustituye, por el
simple registro, el pictorialismo y la morosa teatralización de 1as fotos de estudio.
Recuerdo de "Elgigante ¿e ggantes Feriand At as, Parls ca r95o Colecc ón Alfonso Mora es
De la misma manera que las imágenes, en el siglo pasado los ingenuos y mágicos
síde shows de circo van dejando su lugar a un acercamiento a lo extraordinario más po-
sitivista y menos romántico. Una exhibición de "cosas nras", donde el acento transita
de ia excentricidad del asunto a la credibilidad del nuevo btrllyhoo ylrtual; del exotismo
del fenómeno a la presunta con€abilidad de su certificación. El cartón "Believe It or
Notl", que el periodista Robert LeRoy Ripley empieza a publicar en The Gbbe en t9r9 y des-
pués pasa al N¿u, York Evenixg Post, es paradigma de esta aproximación desacralizadora.
La creación de Ripley tiene un éxito pasmoso y pata los años veintes e1 autot ya
¡ecibía más de 35oo cartas diarias proponiéndole material para su cadón. En 1929 se
publica la primera compilación de su trabajo en forma de libro y en rgll se inaugura
en Chicago el pdmer Odditorium, o salón de ¡arezas, que en los treintas se replica en
Cleveland, Dallas, San Diego, San Francisco y Nueva York. Congruente con la estrate-
gia de cerco mediático, habitual en el siglo pasado, en r93o Ripley incursiona en la
radio, en 1os dos años siguientes hace películas con Warner Brothers-Vitaphon y en
arranque de los cuarentas su programa aparece en las primeras emisiones televisivas
desde Nueva York.
En 1a modemidad globalizada ya no basta ser el más grande del pueblo o el gigan-
te de la comarca, hay que ser el más alto de1 mundo. Pero esto no es constatable por la
gente del común. Aparece entonces el réco¡d certificado por alguien, como pilón de la
curiosidad: John Hanson Craig era "El hombre más gordo del mundo"; Luisa Zárate,
mexicana nacida en 1864, "La mujer más pequeña que jamás vivió"; el gigante Al To-
maini y su esposa leanie, la media muje¡ formaban "La pareja de casados más extraña
del mundo". Barnum entendió esto muy pronto, y cuando Tom Thumb, "El homb¡e
más pequeño del mundo", viajó a Europa, no 10 hizo en un buclue cualquiera sino en el
Yorkshire: "El mejor barco del mundo", remachando el concepto "el más... del mundo",
como fundamento del marketing. Esta es la línea que explota Ripley, y sobre todo la de
The Guinness Book of World Record.
Guinness y Ripley prolongan el añejo cuito a las rarezas y, aunque no es su vehícu-
1o principal, ambos se apoyan en la fotografia. Pero sus tomas no son iconos sino de
simples testimonios; constataciones que certifican la realidad del lenómeno y abonan la
credibilidad de la instinrción. En el archivo de Ripley hay millones de cartas y fotografias,
recibidas a lo largo de más de medio siglo, clue forman una fila de casi cien metros, pe-
ro la selección publi cada en Deat Mr. Rípley. A Compend,ium of Cuioddítíes Íom the Belíeve
It or Not! Atchfues por Sloan, Manley y Van Parys sugiere que pocas tienen otro interés
que no sea mosüar una galería de personas ávidas de ser admitidas como "oddities" por
Believe lt o Nat!
Y no es poca cosa. El democrático catálogo de aspirantes dramatiza nada menos que
la t¡ansición de 1a otredad poética a la rareza prosaica. Si promotores como Barnum y
fotógrafos como Eisenmann se empeñaron en crear con sus espectáculos y sus imáge-
nes una suerte de aristocracia de los rlieaLs, que se codeaba con la nobieza y se retrata-
ba con libros o abanicos de nácar en las manos, Ripley le abre paso a losy'eats plebeyos:
pobres diablos cuya única posibilidad de salir del anonimato es descubir algo digno de
Belíeve it or Not/ en sus vidas chatas y ordinarias. Saul Brown, de Chicago, que hacía
burbujas de saliva con humo adentro; la señora Smith, de Dallas, quien se tejió un som-
brero con sus propios cabellos, recolectados du¡ante ocho años; Bill Wausman, de De,
troit, que podía sostener un lápiz en la oreja, pero debajo; y los hermanos Eunice y lohn
Cox, de Florida, quienes se habían llevado bien por zz años seguidos; prueban sobrada-
mente que, si nos esmetamos, todos podemos ser ra¡ezas. y los clue ni sicluiera son ca-
paces de guardar z5 monedas de z5 centavos en una oreja, como Max Calvin, de
Brooklyr, pueden recurrir a la nume¡o1ogía, como e1 afortunado que se descubrió on-
ceavo hijo de un onceavo hijo nacido el rr de noviembre de r9rr...
Y para los desahuciados, 1os perdedores contumaces, Ripley creó una categoría fian-
camente genial: "los nunca-nunca". Así, O. H. L. Bell, de Chillicotl.re, Téxas, consiguió salir
en el libro de Sloan, Manley y Van Parys, porque fue a pescar durante seis años y nunca-
nunca logró atrapat un pez; Ben Seiff, peluquero de Venice, California, se dio a conocer
porque tuvo dolor de cabeza durante z6 años completos, pero nunca-nunca faltó al traba
jo; Simon P. Crowe, de Brunswick, Maryland, consiguió que se publicara su foto porque
en sus 75 años no hizo nunca-nunca muchas cosas, ent¡e ellas: disparar un arma, leer una
novela, fuma¡ tomar lico¡ casarse, tener novia , cr,zar .Jn rio, salir de1 pueblo donde na-
ció. También usó el mismo iápiz por 15 años... Ellápiz había costado ro centavos.
Con sus millones de cartas y fotografías que documentan vidas desoladas, el archi-
vo de Belíeve It or Nat! es testimonio y catálogo de los nuevos y'eaks. porque los
monstruos de un mundo que rinde culto a 10 er1raordinario son los o¡dinarios de so"
lemnidad; los millones y millones de almas perdidas que se consumen por sus cinco
minutos de fama.
Lo que va de Prometeo a H. H. Cetiy 1...1 que caiga sobre mí la llama abrasadora; [...l que rujat
los truenos habítantes de las enfraíias de la tierra; que todo se conmuew) y se confúúda tado, que narJie
me doblegará [...] 1 Esquilo, Promettu encadenado.
El fuego es ateradora fue¡za natural clue cae del cielo o brota de la tier¡a, y su doma
deviene magna hazaña civilizatoria. Las llamas mansas protegen del frío, ahuyentan
bestias, endu¡an lanzas y petmiten comer caliente. pe¡o también su¡ten alimentos es-
pirituales: ei alucinante aqueiarre de sombras en las paredes de la caverna fue precu¡sot
de todas las linternas mágicas y sospecho que 1os primeros pintores mpesttes buscaban
atrapar las imágenes efime¡as proyectadas por la hoguera, prefigurando 1a transición de
la camera obscur& ala fotografia. De modo que los hacedores del fuego devinieron hom-
bres excepcionales, oficiantes de un ¡ito estrictamente sob¡enatural.
Con el Prometeo d.e Hesíodo, clue recicla antiguas tradiciones orales de los campe-
sinos beocios, 1a ancestral experiencia flamígera cobra forma literaria. pero es con
Esquilo que ia saga moralizante donde los dioses castigan al infractor con los males del
cof¡e de Pandora. se convierte en mito trágico. Ahí, apropiarse del fuego es hazaña y
condena; transgresión fundacional por la que pasamos de la naturaleza a la histo¡ia.
Y si losrfrea[s son híbridas quimeras, e] semidiós prometeo
-entenado de mortal y
divinidad- es elr&ea& por excelencia, como lo fue su sosias nazareno muerto en la cruz.
Así, desde la mitología griega hasta la cúpu1a del Hospicio Cabañas, los homb¡es en lla,
mas d¡amatizan la condición ertrao¡dinaria de nuestra naturaleza: seres ígneos que al
consumirnos nos realizamos, rfrea/<s fl ameantes.
Los hombres de fuego no aparecen sólo en literatura y pintura, están también en
las ve¡siones plebeyas del mito y e1 dto que son las exhibiciones grotescas. En el libro
Historias prodígiosas, Boaistuau transmite una experiencia de Hierosme Cardán, médi
co, físico y matemático nacido en Pavia en r5or: "Cuando yo esc¡ibía... mi libro D¿
Subtilitate, yi a un individuo en Milán clue se lavaba las manos con plomo derreüdo". Y
otro médico, Amb¡oise Paré, comunica una erperiencia semejante en Monstruos y prc-
dígios. Más tarde, en r8o3, apa¡ece en el Joumal cle debóts un testimonio del docto¡
Burard, de la Escuela de medicina de París, donde testifica clue un joven toledano se la-
va 1a cala con aceite hiFr'iendo; hace buches con ácidos: muriático, nítrico y sulfúrico;
pasa pies y manos sol¡re hierros al rojo que también se pone sobre la lengua; y asegu-
ra que "había sido metido, en Toledo, en un horno cerrado y calentado hasta 7o grados;
ly clue] permaneció en él diez minutos, encontrándose bien y no queriendo salir". Me-
dio siglo después, en 186r, en ia Plaza de1 Paseo Nuevo, de 1a ciudad de México, una
muler repetía la experiencia del toledano: "La señorita Elisa se presentará llevando con-
sigo un cuarto de carnero, y se introducirá en el horno que esta¡á colocado en el centro
de la plaza, ardiendo a satisfacción del público, y se mantendrá en él hasta clue la carne
quede perfectamente asada". Esto ocur¡ió en la calzada San Rafael, a unos 8oo metros
de donde, no tantos años antes, el Santo Oficio asaba en el fuego purificador a pecado-
res sin duda menos resistentes. Poco antes de que Elisa se horneara, en 1857, Soledad
Aycardo presentaba en el Teatro del Relox: "Suertes de fuego por el hombre incombus-
tible... lque] comenzará a introducirse en la boca una parte de lumbre, arrojando por la
misma gran porción de fuego... Tomará un tizón lyl lo morderá.... Sacará del fuego una
barra lde hierro] hecha ascua, ia cual doblará con las manos y la enderezará con los pies
desnudos... Sacará del fuego una porción de plomo derretido y... lo beberá... Tomará un
activo ácido... Este acto terminará comiéndose el hombre incombustible, algunas bra-
sas de fuego."
En el siglo pasado, y aun en éste, los dragones mendicantes, que ejercen en las es-
quinas de la ciudad de México, mantienen en alto la épica del fuego prometeico. Y e1
ígneo espectáculo deviene prosaico en la democrática galería de Ripley, donde figuran:
Lorna Young, quien recibía la llama de un soplete de acetileno en la cara, y Theodore
Kaufman, que lamía cautines. Pero el auténtico Prometeo ¡eÍiersoniano es H. H. Getty,
el "hombre de la piel de asbesto" de Edmonton, Alberta, quien era capaz de sostener
"un cerillo encendido cerca de su piel en diversas parles del cuerpo".
Secuestrar el fuego de los dioses, sob¡eponerse a los ardores del plomo deretido o
resistir la flama de un cerillo, clue más da, para ser freakbasta un espíritu intrépido.
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ManLei Monles de o.a. Ex.utstón ¿e El Univesaj alrepozteco. fepozr án, Móretos c¿. r9l8
Pac NAs 78 79: Autor no iden fic¿do Teriño¡io de recupera. ó¡ ¿e Leopo ¿o cánares
r9o4 corecc¡ó. oscar EstGda de
¿ Rosa. Códesía ¿e la Fototec¿ ¿e Centro de as Artes de Nuevó Leóh
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. \RLES EISENMANN Y LOS MONSTRUOS \,'ICTORIANOS
Lorena Gómez Mostaio
i :.rente de Brooklyn ya estaba terminado. La gente iba y venía por esa inmensa estruc-
.::3 colgante de acero y piedra que fosé Matí describió con furor a sus lectores del
-:íódico La América en 1883. E1 peaje costaba un centavo, 10 suficiente para clue inmi
:::ntes y nativos se lundieran en un tránsito frenético que convertía al puente de cinco
::s en un mapa de países sin territorio. Por el piso de madera desfilaban "hebreos de
-.rfi1 agudo y ojos ávidos, irlandeses joviales, alemanes carnosos y recios, escoceses
:r¡rrosados y fornidos, húngaros be11os, negros lujosos, rusos de ojos que queman,
::oruegos de pelo rojo, japoneses elegantes, enjutos e indife¡entes chinos". Estos hom-
-:es dejaron atrás lierra y familia con 1a cerleza de que encontrarían El Dorado, sólo
:enían que navegar hasta Nueva York.
Charles Eisemann (después le agregaría una n por razones fono-comerciaies) fue
,rno de los tantos aventureros alemanes que llegaron a la isla en 1868. A los dieciocho
:ños firmó la carta de naturalización que le permitió consegut un empleo rápida-
ilente. Después de trabajar como impresor en 1a calle Mott -donde aprendió ei oficio
de fotógrafo y grabador-, eligió establecerse al igual que la mayoría de sus compatrio-
:as en una calle bastante peculiar; algunos viajeros de describieron como uÍr
1a época 1a
reino aparle, como un territorio que nada tenía en común con la ciudad que 10 había
delineado, y mucho menos con el país al que pertenecía.
The Bowery Street. Die Bowery Stra8e. La calle Bowery Desde el siglo XVttt una de las
atlacciones para los alcoholizados parroquianos de las tabernas y también para la
gente de los pequeños pueblos y ciudades- consistió en admi¡ar a seres deformes, sal-
lajes y prodiglos de la naturaleza, que, por unos cuantos pesos, un ambulante
presentaba er'r una pequeña tienda atrás de1 local o en la plaza principal. Estos espec-
táculos semiclandestinos dejaron de serlo con ia aparición de empresarios como P.T
Barnum, quien los llevó del anonimato a la sofislicada Bowery Street y después a 1a ilu'
minada pista de circo.
Los dueños o "agentes artísticos" de los rfreaLs eligieron esta calle para formar la
e¡lravagante legión de),os d.ime museumsl (aLr:ededor de r88o), trasuntos en menor escala
del American Museum de Barnum. Era común <1ue afuera delos dime museums hubiera
un "profesor" (o merolico en 1a versión nacional) clue explicaba el origen de un pedazo
de mandíbula del espeluznante hombre-rata, guardado en un frasco lleno de formol
@ickletl punks). La arqueología teratológica, que durante un tiempo tuvo un lugar impor-
tante e1r los museos, fue un elemento indispensable en los espectáculos callejeros. Ias
litografías de enfermedades de todo tipo también causaban furor Un reporte de 1a época
señalaba que de más de cien atncciones ofiecidas en esa calle, sólo I4 eran respetables.'
Ro.tso ¡r u¡¡ i¿rleta ¡e ! s tr er !!e ¡p3re.-" . I ib.nia dc iól¡!,rió Cir.rr.! E !.|m¿n- 8l¿ lónra¿o ¡. b .
irl.rste^ Huúai Fr.nkt ¡1A .ti.\ald.dAg¿ th¿ Phót.gtoprs.fChat !&¡n.r. [ompr¡.ó¡le¡.ór.]ertr.ha.
N¡ t.hc tClV PRE!5 T.ro¡1o )o!2
Conforme la gente pasaba más tiempo en la calle Bowery sus pupilas eran
dilatadas por una bandada de fenómenos humanos, pseudocientíficos y mujeres volup-
hrosas. Era una calle para los olos; el negocio consistía en convencer a los escépticos y
maravillar a los ingenuos con pruebas vivientes, visibles, palpables. Cada cosa anuncia-
da tenía su inmediata constatación, previo pago de cinco centavos: ¡Vea a la atrevida
encantadora de serpientes! ¡Sus ojos no lo creerán, pase a deleitarse con los prestidigi-
tadores japoneses! ¡Conozca a Tomasso, la pelota humana, cuyas habilidades sólo
pueden ser comparadas a las de los faquires de oriente! ¡Pasel ¡Pase espectador y vea
cómo Tomasso se atraviesa el brazo desnudo con una aguja! ¡Admire a los siameses chi-
nos, Chang y Eng y a sus zz hijosl ¡¡Maravíllese con ei homb¡e mastodonte, el hombre
más grande de todos los tiempos! ¡¡¡Compárelo con el hombre esqueleto, el ser más del-
gado del mundo que a primera vista parece una placa de rayos X!!! ¡Sorpréndase con la
mujer más gorda, con los hermanos aztecas, con el albino, con el hombre perro, con los
enanos, hermafroditas y mujeres barbudas!!! ¡Converse con el hombre-busto! ¡Siéntase
atraído por la mujer magnética, la hermosa señorita Zolino! ¡¡¡Admírela caminar sobre
clavos tan afilados como navajasl!! ilObserve al fenomenal Charles Tripp, el hombre sin
brazos!! ¡¡Conozca al "fenómeno africano" que puede tragar cualquier objeto!!
Nuevos Narcisos Un poco después de que ei siglo xtx llegara a la mitad, los parisi-
nos corían de un estudio fotográfico a otro, con sus mejores vestidos, para conseguir
ei ret¡ato inolvidable, la pose elegante, la perfecta simulación. La euforia apenas comen-
zaba. En 1855 Disdédr patentó una fórmula que consistía en pega¡ sobre un cartón, un
positivo en papel, resultado de un negativo de vid¡io. Así nacló1a carte-de-vísíte. Los cos-
tos se redujeron y cualquier persona, por unos cuantos centavos, podía tener su propio
retrato. Charles Baudelaire, en la crítica al Sa1ón de 1859, se refirió a estos obsesos de
la imagen propia, como los nuevos Narcisos. No dudó en decir c¡ue con ia fotografía, "el
amor por lo obsceno, como el ego, crecía vigorosameüte en el corazón del hombre".a
La carte-de-visíteslogró nivelar rápidamente los valores de la sociedad haciendo que un
sector se pareciera a otuo (siempre de abajo hacia ariba). Los estudios fotográficos lle-
garon en el momento justo pa¡a rehatat el deseo de uniformidad de la sociedad
industrial.6 Ei supuesto poder democratizador de la fotograffa sin¡ió también para
entrona¡ a indiüduos, a personalidades de la farándu1a y la políüca. A t¡avés del ret¡ato de
estudio, la publicidad encontraría el mejor camino para fabricar iconos a nivel masivo.T
Debido a la disminución de popularidad de Ia carte-d.e-vísíte (aproximadamente
después de 186r), los fotógrafos de estudio idearon un nuevo fotmato: la cqbínet card,
que era una versión más alargada de la ca.t'te ftancesa. La incipiente industria fotográfi"
ca se benefició con este cambio, pues los fabricantes tuvieton que constmir y vender
lentes y cámaras más grandes. En el momento en clue Eisenmann abrió su estudio en
el número zz9 de la calle Bowery,la car-te-d.e-visítele había cedido casi todo el te¡reno a
Ia cabinet co,rd.. Esta última obligaba a los fotógrafos a mostrar más escenografia, lo que
redundó en elaborados sels que hacían eco de la preferencia de la época por el refi-
namiento oriental -las columnas griegas cedieron su lugar- y la elegancia de los
nuevos intedores burgueses. Había también cierta nostalgia por el campo, aparecieron
así pequeñas fantasías escenográficas sobre parajes silvestres, caminos de dócil hierba
flores exóticas pero jamás carnívoras. Los estudios fotográficos de 1a calle Bowery
,v
emparentados con el teatro (no sólo comparlían la calle sino también los mismos tru-
cos y principios), se volvieron el lugar donde artistas de medio pelo y¡Éeaks podían jugar
con su identidad, disfrazarse y pretender, mediante ciertas convenciones, formar pafce
de un grupo más privilegiado.
Pierre Bourdieu, el sociólogo fiancés, escribió que había "pocas actividades tan
estereoüpadas y menos abandonadas a ia anarquía de las intenciones individuales como
refeía a la práctica social del retrato fotográfico en la mitad del siglo )c{,
la fotografia".8 Se
pero esta noción puede ertenderse hacia el pasado, hasta mediados del siglo XlX.
Precisamente en ese siglo, los estudios fire¡on conocidos como el nuevo "templo
de la fotografia". La idea de templo sugiere un rih.ral, una ceremonia y por lo tanto cier-
tos este¡eotipos. La posibilidad de transformarse en miembros de una capa social más
alta y de representafse al gusto de 1os otros era tan atractiva para ia gente que los fotó-
grafos se multiplicaron a 1o largo del siglo a una velocidad inc¡eíble. Bourdieu, en el
mismo ensayo, señaló una idea -pot cieúo, nxuy frqnceso- que se ha retomado con fre-
cuencia: todas esas condiciones y estereotipos en e1 retrato no hacen más que apuntar
que la repfesentación de la sociedad no es otra cosa más clue la representación de la
sociedad en representación.e El ¡et¡ato, al despojarlo del tácito acuerdo de veracidad (o
de ilusión) que se establece entre fotógrafo, fotografiado y espectador, se convierte en la
prueba de lo falso, del simulac¡o. Lo que se ve es en realidad el registro de la puesta en
escena.
Teatro fotográfico Cuando Charles Eisenmann, "el fotógrafo popular", abrió ias puer-
tas de su locai en 1879, todo el agitado mundo de ia calle Bowery entró a empujones.
Este tropel, desapegado de las buenas costumbres burguesas y expulsado de1 reino de
la normalidad fisica y social, estaba confo¡mado por freoks, pululantes y bulliciosos
adistas de circo y teato, adistas callejeros, inmignntes, cantantes, vendedores, actores,
empresarios -casi todos los que estuvieron bajo el dominio de P.T Barnum, induido
é1, pasaron por e1 estudio.
Los fenómenos, co11 sus trajes de domingo, se instalaban en el s¿i como si fueran
importantes personajes de La sociedad burguesa. Monstruo y fotógrafo, después de ela-
borar un pequeño guión, repartían tareas. El fotógrafo fungía como el director y el.fealc,
como protagonista. La obra a representar tenía que seguir ciertas reglas de la respetabi
iidad victoriana y estereotipos que otros fotógrafos, como Napoleón Sarony, |.M. Mora
y William Kut1z (este ultimo es el autor del llamado efecto Rembrandt;, se habían encar-
gado de poner de moda. Ei tipo de iluminación, así como los objetos que se usaban en
las escenograffas tenían un significado que las personas de la época reconocían clara-
mente. El objetivo era decir mucho sobre el personaje con sólo unos cuantos elementos
del amueblado. En el caso de las señoritas hubo dos objetos importantes: el abanico y
los libros de mo¡al. Toda mujer de sociedad solía aparecer con un abanico: hasta Sophia
Schultz (véase 1a portada de esta revista) lo usó. Los libros clue 1eían las mujeres eran
edificantes o de versos ligeros. En cambio, para los caballeros, era imprescindible uno
de los símbolos de la cultura occidental: el reloj. En algunas ocasiones llevaban en las
manos algún libro religioso o una escopeta.
3l
En las escenografías de Eisenmann se percibe una tensión entle el mundo civi-
lizado y el mundo salvaje; entre el mundo burgués y la ensoñación y opulencia
odentales; entre los negros y los blancos. La gente de color aparecía casi siempre en
erteriores, semidesnudos, retratados como salvajes. En cambio algunos soluajes (como
fo fo o Waino & Plutano) tenían una fotografia en versión civilizada lo |o, cuya histo-
ria fabricada contaba clue había sido capturado en estado salvaie, se hizo fotografiar con
un traje de domingo y una escopeta en la mano, como buen burgués. En uno de los
fetratos que Eisenmann 1es tomó, Máximo y Bartola aparecen con un traje supuesta-
mente azteca, y en otr-a fotografía, los dos están vestidos con elegantes atuendos. Había
que ser un salvaje, pero civilizado.
última mirada Los freaks de Eisenmann no só1o se mostraron como victodanos dis-
tinguidos sino que también hicieron de esa representación una suerte de inventado (a
veces podría parecer una parodia involuntaria) de las convenciones de la época. Aunque
se intente creer que esos retratos coftesponden a personas de la alta sociedad, hay algo
clue impide sostener la ilusión (algo que está Presente en la foto): la deformidad. Esos
alristas vivían desplazados, marginados, a causa de sus malformaciones (con excep-
ciones claro está, no hay clue olvidar a Tom Thumb), dificilmente se trataba de gente
adinerada o con a1gún abolengo, y menos si trabajaban en el circo, por lo clue resulta
más fácil da¡se cuenta del engaño, de los trucos. Las fotografias de Eisenmann, vistas
con nuestros ojos, revelan con una fuerza inusual el último momento en que Los.lfreaks
fueron buscados por la mirada de la sociedad de una manera distinta a la actual; se
trataba de una mi¡ada clue no los repudiaba, ni los acechaba sóio con curiosidad mor-
bosa. Se sabe clue muchas de las fotografías se imprimieron como Postales que a1gún
interesado compraba para después enüarla a algún padente al otro lado del mundo. La
mujer barbuda en bicicleta llegó, con la a¡rrda de algunos ümbres postales, a varios
lugares de1 planeta.
En estos días mi¡ar a un hombre-perro está muy cerca del amarillismo, por eso
resultan extrañas estas fotograffas en las que esa intención de escandalizar está ausente;
la situación se enrarece todavía más cuando se ve a un hombre-perro vestido de bur-
gués cazador Para la gente de la época, que compartía esos estereotipos, la ilusión sí se
completaba. Los;rreatrcs pasaban la prueba de la respetabilidad, y una vez que los códigos
embonaban entre los dos bandos, la gente miraba lo clue hacía del;reotrr un producto del
espectáculo circense (y finalmente de 1o clue vivían): su anormalidad.
Del sigto xix y un tlamo del xx resulta sorprendente esa relación con lo grotesco,
con lo anormal. Si bien se puede hablar de mo¡bo, es poco probable clue éste fuera el
motor para que iugares como la calle Bowery existieran. Había algo más. Los especta-
dores decimonónicos, testigos de la revolución industrial y del crecimiento urbano, se
divertían con uno de los rLltimos vestigios de una época mucho más lejana que la Edad
Media: el monstruo. Éste, como lo seña1ó Foucault, combina 1o imposible y io pro-
hibido, 1o humano y lo animal. Es una mezcla de vida y muerte.lo El monstruo es una
alteración, una anomalía.
La anomalía era traducida en maravilla, en algo exótico. La gente de 1a ciudad
asistía a estos espectácu1os clue mezclaban ciencia y gusto popular porque sentían que
3,1
de alguna manera se instruían. Este gusto por los ftcats combinó elementos de las cien-
cias naturales, tocó importantes puntos raciales y volvió el mundo más cercano a los
ojos de la gente, pues otra vertiente era 1a importación de tribus iejanrsimas para
exhibi¡las como rarezas.
Nuest¡a relación con ei monstmo ha cambiado. La máquina ganó terreno y ahora
nuestras visiones apocalípticas tienen clue ver más con robots y computadoras que colr
animales gigantes fuera de control y hombres salvajes con cuerpos grotescos.
Con el tiempo, 1os retratos de fteaks dejaron de tener tantos elementos para sólo
concentrarse en la deformidad. Terminó así una manera de mirar, y por lo tanto una
forma de espectáculo. En las fotografías de Eisenmann quedó retratada la melancolía
del xlx por el mundo natural, salvaje y también una fo¡ma de comprender el cuerpo y
1o anormal radicalmente opuesta a la nuestra.
Charles Eisenmann cerró su estudio en 1893. Frank Wendt, su a¡rdante, se hizo
cargo del negocio. Del alemán se sabe que por unos años tuvo una tienda de a¡tículos
fbtográficos y después desapareció.
Notas
r En Estados unidos se llana dime a la noneda de diez certavos.
2 M anste\. Hu man Freaks in America's Cilded Age. The Photogra phs ol Chas Eisenmann. Comp)lación y
edic ór de N,4ichael Mitchell, ECW Press, foronto, 2oo2.
3 E estud o de Disdériesiaba en el número 8 del Bou evard des ialiens, en el mlsmo edificio de teatro
Roberi Houdin, del que N,4é iés era director. También ahí se presentaror las pr meras películas del
autat ¿e Viale a la Luna.
4 Charles Baudelaire, "The N,4odern Public and Phoiography" e. Class¡c Essays on Photagraphy. E¿. de
Alan Trachtenberg. New Haven, Leete's lsland Books, r980, p.87.
5 según N4iichell, el historiador Helmut Cersheim estimó qLre a año se vendfan cuatrocienios mi lo-
6 Jean Sagne, "All kinds of portraits" en A New H¡stary af Photography. Ed. de N,4iche Frizot. N4ilán,
l(ónenran, r998.
I Monstets. Human Freaks ¡n Americo's Cilded Age. The Photographs ofChas. Eis.nmann.
8 e estudio que realizó para Kodak Pathé junto con estud antes de la Sorbora, y
Se refere a esto en
que se plrbl có bajo el título ¿e Un arte media. Ensayo sobre las usos sociales de la fotogafa. Barcelona,
Custavo Cili,2oo3.
g lbid., pá9. i47.
ro Michel Foucault, Los anormales. N4éxico, FCE, 2oor.
La maravilla sin brazos
Charles Ttipp podía hacer todo con los pies, excepto ponerse
el abrigo. crabador inüsual ccbinetmakery caligrafo con
el dedo gordo izquierdo sostenía la pluma fuente, Tripp
nació en Woodstock, Ontado, en julio de 1855. A los diecisicre
años viajó con sus padres hasta Nueya York para entrevis-
tarse con el rey del espectácuio, P T. Barnum, )¡ nostrarle
sus fantásdcas habilidades. Cuentan que inmediatamente lo
contrató para que fuera la atracción principal del circo de la
calle 42.
Tripp, también totógrafo (en esta faceüi conocido como
The Armless Photographer E1 fotógrafo sin brazos ), traba-
jó durante varios años en el Bamum & Bailey y en otros
circos como el Ringling Brothers. Llevaba una r,ida muy agi-
tadar viajes constantes, presentaciones en ferias de pueblos
pequeños y ciudades europeas; pcro entonces conoció e1
fecha de la fotografia.
Hombre alegre, tuvo jut]to con Eli Bowen, el Acróbata
sin piernas (The Legless Acrobat), un acto de bicicleta para
dos. Charles ltipp pedaleaba y Bowen se encargaba de diri-
gir el manubrio.
Fl 2o de encro de IqSq murió de neumonu.
La inform¿crón sobre esiós personajes fue tomada del llbto Monstea. Hunoh Frcaks in Aneri¿a.\ cild¿d ACe
fhe Photaq.dphs afchas E¡\ennann, ECW Prcss, canadá,2oo2.
PAclNAs 87_rol: charles E¡senmanr. The Colleciio¡ ofWo'k, Special co lectlo¡s Research cenre( syrácuse UniveBity Library
86
lF-:'"
El niño ruso
ca. 1884
96
/? {1 ,{i,n-1"-".,
Myrtle Corbin
ca. 1884
9E
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El niño pinto
ca. 1885
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