Martínez Millán, J. - Historiografía Sobre La España de Los Austria PDF
Martínez Millán, J. - Historiografía Sobre La España de Los Austria PDF
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es, nº 7, año 5
Otoño-invierno, 2013. ISSN 1989-6425
ABSTRACT
Carlos V y sobre todo a Felipe II, pero no dudaba de que el declive había venido por
el mal gobierno de Felipe III (y sucesores), quien había sido un rey tan religioso, que
le había llevado a desatender las cuestiones económicas denunciadas
reiteradamente por los arbitristas.
MILLÁN y Carlos REYERO (Coords.), El Siglo de Carlos V y Felipe II. La construcción de los mitos
en el siglo XIX. Madrid 2000, II, p. 107.
17
Juan PRO RUIZ, “La imagen histórica de la España imperial como instrumento político del
nacionalismo conservador”, en: José MARTÍNEZ MILLÁN y Carlos REYERO (Coords.), El Siglo de
Carlos V y Felipe II. La construcción de los mitos en el siglo XIX. Madrid 2001, II, 220.
18
Francisco MARTINEZ DE LA ROSA, Obras. Madrid 1962, “Bosquejo histórico de la política de
España desde los tiempos de los Reyes Católicos hasta nuestros días” (Biblioteca Autores
Españoles, vol. 155), 180.
19
Ángel FERRER DEL RÍO, Decadencia de España. Primera Parte. Historia del Levantamiento de
las Comunidades de Castilla (1520-1521). Madrid. Establecimiento tipográfico de Mellado 1850,
“introducción”. Manuel MORENO ALONSO., “Del mito al logos en la historiografía liberal. La
monarquía hispana en la historia política del siglo XIX”, en: José MARTÍNEZ MILLÁN y Carlos
REYERO (Coords.), El Siglo de Carlos V y Felipe II. La construcción de los mitos en el siglo XIX.
Madrid 2000, II, 107. Manuel MORENO ALONSO, La Generación española de 1808. Madrid. Alianza
Editorial 1989, 64-65. Benois PELLISTRANDI, Un discours national? La Real Academia de la
Historia entre science et politique (1847-1897). Madrid. Casa de Velázquez 2004, cap. 1º.
20
Marcelino MENÉNDEZ PELAYO, Ensayos de Crítica Filosófica. Contestación al discurso de
entrada de don Eduardo Hinojosa en la Real Academia de la Historia. Madrid 1918, p. 230.
21
“Desde el día en que los liberales del siglo XIX reconocieron como precedente suyo el movimiento
de las Comunidades, casi todos los libros que se ocupan de la decadencia española señalan como el
período de máxima prosperidad y grandeza el reinado de los Reyes Católicos” (Pedro SÁINZ
RODRÍGUEZ, Evolución de las ideas sobre la decadencia española. Madrid 1962, p. 83).
22
Francisco MARTÍNEZ MARINA, Discurso sobre el origen de la Monarquía y sobre la naturaleza del
gobierno español. Madrid 1988, p. 29 (Introducción de José A. Maravall).
23
Ensayo histórico crítico, Obras escogidas de don Francisco Martínez Marina. Madrid 1966
(Biblioteca Autores Españoles) I, pp. 28-29. Manuel MORENO ALONSO, Historiografía Romántica
Española. Sevilla 1979, pp. 491-495.
Con todo, los historiadores más influyentes de este período fueron, sin duda
ninguna, Modesto Lafuente y Antonio Cánovas de Castillo. Ambos estuvieron
adscritos a la Unión Liberal de O’Donnell, partido que fue la base del Liberal-
Conservador (o simplemente, Conservador) en el período de la Restauración (1875-
1898). Ambos compartían la valoración negativa de la dinastía Austria, al igual que
otros historiadores de la más diversa ideología: progresistas como Antonio Patxot25;
moderados como Antonio Alcalá Galiano26 y Antonio Gil de Zárate, cuya visión de la
historia de España y su valoración de la casa de Austria tienen relevancia especial
porque fue el inspirador del plan de “Instrucción Pública” que promulgó el ministro
Pidal en 184527.
Pero sin duda ninguna, la visión más negativa del período “Habsburgo” se
encuentra en la obra de Cánovas del Castillo, Historia de la decadencia de España,
publicada en el mismo año de la revolución de 1854, en la que Cánovas participó
como miembro del partido Unión Liberal y redactó el llamado Manifiesto de
Manzanares30. Cánovas achacaba a los monarcas Austria los mismos defectos que
todos los historiadores liberales: fanatismo religioso, desprecio por el trabajo
productivo, obsesión por la hidalguía, supresión de libertades, etc. Al mismo tiempo
acusaba a los monarcas Habsburgo de no haber atajado un problema que también
comenzaba a surgir en su tiempo: el “provincialismo” que los reyes Habsburgo no
habían sido capaces de contrarrestar de manera eficaz.
b) Reacción católica.
28
Modesto LAFUENTE, Historia General de España. Barcelona. Montaner y Simón 1930, IX, p. 58 (1ª
edición 1850-1859).
29
Ibid, I, pp. LXXI-LXXII.
30
Antonio CÁNOVAS DEL CASTILLO, Historia de la decadencia de España, desde el advenimiento
de Felipe III al trono hasta la muerte de Carlos II (Primera edición 1854). Madrid 1910.
31
José ÁLVAREZ JUNCO, Mater Dolorosa. La idea de España en el siglo XIX(Madrid 2002) 405.
32
Jaime BALMES, “El protestantismo comparado con el catolicismo”, en: Obras Completas.
Madrid1949, IV, p. 9.
Las ideas de Balmes dieron sus frutos en el período siguiente, cuando, una
vez arraigado el Estado liberal durante la segunda mitad del reinado de Isabel II
(1843-1868), las preocupaciones políticas de los gobiernos se centraron en poner
freno a los impulsos revolucionarios que se manifestaron en 1854 y 1868. El temor a
tales movimientos y la voluntad decidida de dominarlos llevó a muchos liberales a
reforzar el poder ejecutivo y favorecer los mecanismos de centralización del Estado.
Empeñados en esta tarea miraron a los miembros de la casa de Austria con otros
ojos. El absolutismo que trajeron sus primeros monarcas ya no resultaba tan odioso,
siempre que hubiera sido eficaz; pero en cambio criticaron a los reyes Habsburgo
que hicieron dejación del poder en manos de los validos o perdieron parte de su
prestigio en los campos de batalla (Austrias menores).
33
Ibid, 398.
34
Jaime BALMES, “Equivocaciones que sobre la situación de España padecen nacionales y
extranjeros”. El Pensamiento de la Nación, 7 de febrero 1844, Obras Completas. Madrid 1944, VI, pp.
383-391. Para el pensamiento de Balmes sobre la revolución, José M. FRADERA, Jaume Balmes.
Els fonaments racionals d’una política católica. Vic 1996, pp. 211-240.
35
Pedro C. GONZÁLEZ CUEVAS, Acción española. Teología política y nacionalismo autoritario en
España (1913-1936), p. 22. Carlos DARDÉ, “Cánovas y el nacionalismo liberal español”, en: G.
CORTÁZAR (editor), Nación y Estado en la España liberal. Madrid 1994, pp. 213-216.
36
Antonio CÁNOVAS DEL CASTILLO, Discurso sobre la nación. Ateneo de Madrid, 6 de noviembre
1882.
37
Ernest RENAN, ¿Qué es una nación? 1882, edición de Andrés de Blas. Madrid. Alianza 1987.
38
Carlos DARDÉ, “Cánovas y el nacionalismo liberal español”, en: G. CORTÁZAR (editor), Nación y
Estado en la España liberal. Madrid 1994, pp. 213-216.
39
Pedro C. GONZÁLEZ CUEVAS, Historia de las derechas españolas. De la Ilustración a nuestros
días. Madrid 2000, p. 155.
40
Antonio CÁNOVAS DEL CASTILLO, Bosquejo histórico de la Casa de Austria en España, pp. 2-3.
A ello, ayudó, sin duda, la labor paralela realizada por los sectores
neocatólicos, encabezados por don Marcelino Menéndez Pelayo, después que
divulgase en la “Ciencia Española” una polémica con figuras krausistas y positivistas,
en donde el Renacimiento, la insistencia en el catolicismo y el rechazo del influjo del
Santo Oficio en la cultura aportaron las bases interpretativas para una
nacionalización de la historia intelectual de los siglos XVI y XVII.
44
Dionisio ALDAMA y Manuel GARCÍA GONZÁLEZ, Historia General de España desde los tiempos
primitivos hasta fines del año 1860, incluso la gloriosa guerra de África. Madrid 1863-1868, 7 vols.
45
Antonio CÁNOVAS DEL CASTILLO, Discurso sobre la nación. Ateneo de Madrid, 6 de noviembre
1882. Introducción de Andrés de Blas. Madrid 1997, p. 136.
46
Juan PRO RUIZ, “La imagen histórica de la España imperial como instrumento político del
nacionalismo conservador”, pp. 230-231.
Fue sobre todo en las décadas bisagra del cambio del siglo XIX al XX,
cuando, al socaire del “Regeneracionismo” se establecieron las estructuras que iban
a caracterizar la historiografía española posterior49. En primer lugar, la derrota e
independencia de las colonias, acaecida en 1898, llevó a plantearse el tema de la
decadencia de España y buscar su causa en la historia, que todos situaron sin
dudar en los monarcas Habsburgo del siglo XVII, cuya política de defensa del
catolicismo llevó a la ruina económica y militar de la Monarquía50. Por otra parte, en
47
Ignacio PEIRÓ MARTÍN, “La fortuna del Emperador: la imagen de Carlos V entre los españoles del
siglo XIX”, en: José MARTÍNEZ MILLÁN y Carlos REYERO (Cords.), El Siglo de Carlos V y Felipe II.
La construcción de los mitos en el siglo XIX (Madrid 2000) II, 172-173.
48
Alfonso ORTÍ, “Estudio introductorio” a Joaquín COSTA, Oligarquía y Caciquismo. Madrid 1975, I.
49
Pedro SÁINZ RODRÍGUEZ, La evolución de las ideas sobre la decadencia española (Madrid 1925)
82-83. Gonzalo PASAMAR ALZURÍA, “La configuración de la imagen de la decadencia española en
los siglos XIX y XX”. Manuscrits 11 (1993) 183-214.
50
Ricardo MACÍAS PICAVEA, El problema nacional: hechos, causas y remedios (Madrid 1899) 124,
afirmaba que “la gobernación del país por una férrea dinastía extranjera que puso siempre sus
intereses de familia por encima de la nación y de los suyos”. El tema de la “decadencia” de España
volvió a cobrar actualidad, tras los escritos de finales del siglo XIX: Joaquín SÁNCHEZ TOCA, “Cómo
vino la decadencia de España”. Revista Contemporánea 15 (1878) 304-344 y 435-463; 16 (1878) 22-
47, 145-172; 358-369 y 395-431. Manuel PEDREGAL Y CAÑEDO, Estudios sobre el
engrandecimiento y la decadencia de España. Madrid 1878. Pompeyo GENER, Herejías. Estudios
de crítica inductiva sobre asuntos españoles (1888), etc.
Más que con los temas intelectuales y políticos del siglo XIX español, los
regeneracionistas se enfrentaron con los problemas internos de la España real, el
problema social, la economía, la agricultura, la educación, etc. Los intelectuales de
las generaciones de 1898 y 1914 trataron de afianzar España como nación de
“realidad histórica” incuestionable, capaz del consenso nacionalista de opiniones
políticas encontradas y de integrar a las masas populares en una misma conciencia
nacional sin acudir a la religión para explicarlo. Lo que distingue a los escritores del
98 de sus predecesores no es su preocupación (el “problema de España”), sino su
respuesta. En torno al casticismo y el Idearium español son buena prueba de ello53.
Los autores se mostraron interesados en establecer un “núcleo castizo” de la
tradición nacional. De esta manera, lo español, definido por cuestiones culturales y
51
Juan S. PÉREZ GARZÓN, “Castilla heroica, Castilla culpable: cuestiones del nacionalismo
español”, en: Pedro CARASA (Ed.), La memoria histórica de Castilla y León. Historiografía castellana
en los siglos XIX y XX. Salamanca. Junta de castilla y León 2003, p. 331.
52
No todo fue unanimidad en el Centro de Estudios Históricos. Convivieron la perspectiva castellano
céntrica de Menéndez Pidal con la pluralista de Bosch Gimpera, heredera del federalismo
democrático de Pi y Margall. Ramón MENÉNDEZ PIDAL, Los españoles en la historia (Madrid 1991)
(introducción de Diego Catalán). Pedro BOSCH GIMPERA, El problema de las Españas. Málaga
1996.
53
H. RAMSDEN, “The Spanish generation 98. II.- A reinterpretation”. Bulletin of John Rylands
University Library (1975), pp. 181-189. Traducido en: Francisco RICO (dir.), Historia y crítica de la
literatura española. Vol. VI: José C. MAINER, (Coord.), Modernismo y 98. Barcelona. Crítica 1980, p.
20.
54
Paul AUBERT, “Intelectuales y cambio político”, en: José L. GARCÍA DELGADO (Ed.), Los
orígenes culturales de la II República(Madrid 1986) 27-29. Juan MARICHAL, El intelectual y la
política en España, 1898-1936. Madrid 1990, pp. 23-43.
55
Diego NÚÑEZ RUIZ, La mentalidad positivista en España: desarrollo y crisis. Madrid 1975. José M.
VAZQUEZ ROMERO. Tradicionales y Moderados ante la difusión de la filosofía krausista en España.
Madrid 1998, pp. 348-352.
56
Justo FORMENTÍN y María J. VILLEGAS, “Altamira y la Junta para la Ampliación de Estudios e
Investigaciones Históricas”, en: Armando ALBEROLA (ed.), Estudios sobre Rafael Altamira(Alicante
1988) 175-209.
57
Vicente CACHO VIU, La Institución Libre de Enseñanza. Madrid 1962. José L. ABELLÁN, Historia
crítica del pensamiento español(Madrid 1989) V, 146-175. El enfrentamiento entre Sanz del Río y los
protesta ante las consecuencias de los decretos del ministro Orovio, en enero de
1907, se fundaba la Junta de Ampliación de Estudios, al mismo tiempo que se
preveía la creación de la Residencia de Estudiantes, y, en 1910, el Centro de
Estudios Históricos, dirigido por Ramón Menéndez Pidal58.
neos es descrito con gran precisión, entre otros, por Antonio JIMÉNEZ LANDI, La Institución Libre de
Enseñanza y su ambiente(Madrid 1973) vol. 1º.
58
Un resumen de la situación, M. TUÑÓN DE LARA, “Grandes corrientes culturales”, en: José L.
GARCÍA DELGADO (ed.), Los orígenes culturales de la II República. Madrid 1993, pp. 1-25. Ignacio
PEIRÓ MARTÍN, La enseñanza de la Historia en la Restauración (1874-1900). Zaragoza 1992.
Gonzalo PASAMAR ALZURIA, “La historiografía profesional española en la primera mitad del siglo
actual: una tradición liberal truncada”. Studium. Geografía, Historia, Arte y Filosofía (Teruel) 2 (1990),
pp. 137-139.
59
Gonzalo PASAMAR e Ignacio PERIRÓ, “Los inicios de la profesionalización historiográfica en
España (regeneracionismo y positivismo)”, en: Historiografía y práctica social en España. Zaragoza
1987, pp. 5-40 (prólogo de J. J. Carreras).
60
Ramón MÉNENDEZ PIDAL, Los españoles en su historia. Madrid 1982, p. 243.
61
Karl BRANDI, Carlos V. Vida y fortuna de personalidad y de un imperio mundial. México 1990 (1ª
edición en alemán 1937), pp. 12, 100 y 182. La misma opinión mostró pocos años después,
Federico CHABOD, Carlos V y su Imperio. México 1992, p. 115.
Para solucionar este magno problema, en 1937, Menéndez Pidal terminó por
madurar un denso trabajo en el que demostraba –frente a la teoría de Brandi- la
inspiración hispana de la “idea imperial” que gestó Carlos V. En efecto, el gran sabio
español veía la formación de dicha idea en cinco momentos clave de la vida del
Emperador: el primero de ellos se dio en las Cortes de 1520, cuyo discurso
preliminar no lo hizo Gattinara, sino el obispo Mota, quien defendió que Carlos no
pretendía la corona imperial para ganar reinos, sino para “acometer la empresa
contra los infieles de nuestra santa fe católica”, lo que estaba en conexión con los
ideales de Castilla, reino que se constituía en el fundamento de toda su herencia. El
segundo momento fue la declaración que realizó Carlos en la Dieta de Worms
(1521) frente a Lutero, en la que se comprometió a defender la religión católica
durante toda su vida. Un tercer vestigio lo encontró en la justificación que Alfonso de
Valdés hizo del saco de Roma (1527). Un cuarto elemento lo vio en el discurso que
dio el propio Carlos a los miembros de su Consejo expresándoles las razones por
las que viajaba a Italia para ser coronado Emperador por el papa; además de
señalar que dejaba en “estos reinos” a su mujer e hijos, les advertía que iba a Italia
“no por quererme coronar”, sino “es para trabajar con el papa que celebre un
concilio en Italia o en Alemania para desarraigar las herejías y reformar la Iglesia”.
Finalmente, un quinto momento de esta idea imperial con sabor hispano, lo ponía en
el imperio americano, cuya expansión y conquista se realizó durante el reinado de
Carlos V62.
Ahora bien, entre las distintas ideologías que surgieron incitadas por la difícil
situación político-social española, durante primeras décadas del siglo XX, cuajó un
proyecto político fraguado en torno a las páginas de la revista Acción Española, que
de manera sintética puede ser calificado como ‘teología política’. Dicha corriente,
que tendría un protagonismo indiscutido sobre todo durante las dos primeras
décadas de la dictadura de Franco (1939-1975), se caracterizó por mezclar la
teología en la política, de modo que adquirió un claro sesgo tradicionalista, cuyas
raíces ideológicas se pueden seguir con claridad en los escritos de Jaime Balmes
(1810-1848) y después de Marcelino Menéndez Pelayo (1852-1913)67. Para Acción
Española, desde su perspectiva teológico-política, era evidente que España era
inexplicable sin el componente católico y que su supervivencia nacional estaba
condicionada a la continuidad del espíritu católico en el seno de la sociedad
española, coincidiendo con las ideas de Menéndez Pelayo, quien afirmaba que “la
Reforma en España es sólo un episodio curioso y de no grande trascendencia [...]
Desengañémonos: nada más impopular en España que la herejía y de todas las
herejías, el protestantismo […] El genio español es eminentemente católico; la
heterodoxia es entre nosotros accidente y ráfaga pasajera”68. De esta manera, la
historia de España, como señalaba José María Pemán (otro miembro del grupo),
sintetizando el pensamiento dominante en la revista, reflejaba “la continuidad de lo
eterno a través de lo mudable, con absorción de todo lo aprovechable de los errores
y males providenciales de la época”69. La historia de España comprendería así,
momentos verdaderos y falsos, heroicos y pusilánimes, que han engendrado un
proceso cíclico de decadencia y ascenso, que siempre han coincidido con el apogeo
del catolicismo como religión del Estado y de la Monarquía, como forma de gobierno,
pero con clara preponderancia del factor religioso sobre el monárquico.Estos
planteamientos los fundamentaban en la historia de España, para lo que no
dudaban en interpretarla y adaptarla a los objetivos políticos del grupo:“Si España
como nación apareció el año 586 con la conversión de Recaredo al catolicismo, el
12 de octubre de 1492 nacía, con el descubrimiento de América, la Hispanidad,
como premio providencia por su lucha en defensa de la religión católica, mientras
67
Pedro C. GONZÁLEZ CUEVAS, Acción Española. Teología política y nacionalismo autoritario en
España (1913-1936). Madrid 1998, p. 339. ID., Maeztu. Biografía de un nacionalista español. Madrid
2003, pp. 274-276. Raúl MORODO, Orígenes ideológicos del franquismo. Acción Española. Madrid
1985, pp. 34-56.
68
Begoña URIGÜEN, Orígenes y evolución de la derecha española: el neo-catolicismo. Madrid 1986,
pp. 189-200. Marcelino MENÉNDEZ PELAYO, Historia de los Heterodoxos españoles. La primera
edición de la obra, en tres volúmenes, fue publicada en Madrid por la Librería Católica San José
entre 1880-1882. La edición que he utilizado es la publicada en Madrid. BAC 1978, 2 vols. Las citas
en Marcelino MENÉNDEZ PELAYO, I, 48. Antonio SANTOVEÑA SETIÉN, Menéndez Pelayo y las
Derechas en España, p. 37.
69
“Nuestra Reforma y nuestro Renacimiento”. Acción Española, número 50, 1 de abril 1934, p. 119.
75
Santos JULIÁ, Historia de las dos Españas, p. 293.
76
Juan BENEYTO, España y el problema de Europa. Contribución a la historia de la idea de Imperio.
Madrid 1942. Estos párrafos desaparecieron en la edición de 1950, incluso el subtítulo de la obra,
que pasó a ser: Historia política exterior. Citado por Santos JULIÁ, Historia de las dos Españas, p.
328.
77
Santos JULIÁ, Historia de las dos Españas, pp. 293-294.
78
Rafael CALVO SERER, “Del 98 a nuestro tiempo. Valor de contraste de una generación”. Arbor 37
(enero 1949), pp. 1-34, recogido después en: España sin problema. Madrid 1949.
siglo XVII) y la actitud de los Habsburgo presentándolos con una conducta ejemplar
al asumir la derrota por defender la religión. En enero de 1948, aparecía en la
citada revista un artículo de Vicente Palacio Atard, que llegaría a ser considerado
como el programa doctrinal de la nueva generación de intelectuales españoles79. En
dicho trabajo, Palacio afirmaba que desde Westfalia había comenzado la
decadencia de España y había sido cerrada con la Guerra Civil (1936), donde
comenzaba un nuevo renacer80. Como desarrollo de este artículo, al año siguiente
(1949) Palacio Atard publicaba un libro, Derrota, agotamiento, decadencia en la
España del siglo XVII, en el que (en una breve introducción) planteaba con toda
claridad el enfoque (y la justificación) que se le debía dar a la historia de España:
“España luchó por algo, y esa lucha nos condujo a la derrota y al agotamiento,
y, con la ruina de nuestro poder político y de nuestra economía, vino la
catástrofe moral.
España luchó por algo. ¿Valía la pena pelear y morir por ese ideal que llevó a
España al combate? […] Alguien ha dicho que estudiamos la Historia para
intervenir en su marcha. En los días azarosos que viven Europa y la cultura
europea, este imperativo se hace más apremiante. Nos hallamos, además,
ante un centenario significativo: 1648, los tratados de Westfalia, la
consumación de la derrota española, el adiós a las ilusiones de una Europa
entendida como hogar de la Cristiandad”81.
señalar que, de alguna manera, por su mano entró la historiografía del exilio y con
ella corrientes y lecturas que habían tenido escaso eco en nuestra historiografía.
Aunque podría detenerme en los hispanistas franceses como Pierre Vilar, Henry
Lapeyre, Bartolomé Bennassar, todos grandes maestros, considero que la
historiografía británica es hoy, sin lugar a dudas, la más visible e influyente en el
ámbito académico español. La idea de que la Monarquía española era una
Conmonwealth o confederación de estados, así como la contraposición entre
autoritarismo castellano y confederalismo aragonés, eran ya elementos destacados
por la historiografía nacionalista catalana, concretamente en las ideas (más que en
la obra, que es escasa) de Batista i Roca que impartía clases de Historia de España
en la Universidad de Cambridge. Aunque se suele utilizar a Vicens Vives como
referente, quizá por aspectos biográficos que hacen de Batista i Roca un personaje
controvertido, es la visión de este último -sorprendentemente- la que tuvo un
poderoso ascendiente en la obra de Helmut Koenigsberger y John H. Elliott. Así
pues, puede señalarse que el logro del “Círculo de Cambridge” fue situar en el
centro del debate una idea de España cuyas raíces estaban en el fuerismo, el
manantial del que bebía el nacionalismo (y que explica el valor que se da ahora a
1714 en detrimento de 1640). Esta visión quedó articulada y dispuesta en un manual
de gran impacto escrito por el joven profesor John Elliott, Imperial Spain, que en
1965 se tradujo al castellano. La España Imperial, que fue un soplo de aire fresco
para la investigación histórica española, fue continuada posteriormente, por la
realización de una excelente tesis doctoral sobre La revuelta de los catalanes de
1640 y, a partir de entonces, toda su vida la dedicó a estudiar la España de los
Austria.
Recibido:01/10/2013
Aprobado:11/10/2013