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Sobre Contratransferencia

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Sobre Contratransferencia. (Primera Parte). Por Annie Reich.

Cuando los pacientes no son objetos reales hacia quienes algo es transferido, sino sólo
instrumentos y medios de algunas necesidades del analista, como para aliviar ansiedad o
sentimientos de culpa que exigen ser gratificados, hemos usado el término contra-
transferencia. Sobre Contratransferencia.
(Primera Parte)

Annie Reich.

Traducción del inglés al español de Rosario Herrera Guido.

(Este artículo fue comentado por J. Lacan en el Seminario 1: Los escritos técnicos de
Freud, Paidós,Barcelona, 1981. p. 54. Publicado originalmente en The International
Journal of Psycho-Análysis, 32:25-31, 1951, y re-editado en Psychoanalytic
Contributioons, International Universities Press, N.Y., 1973.)

El acto de entender las producciones de los pacientes en análisis, y el ingenio de


responderles hábilmente, no está basado únicamente en conclusiones lógicas.
Frecuentemente el analista observa ese insight dentro del material que viene
repentinamente como de algún lugar de su propia mente.

De pronto, la confusión, las representaciones incomprensibles, logran sentido; de


repente los elementos desconectados llegan a ser una Gestalt. Igualmente de pronto, el
analista logra evidencia interior de qué interpretación debería ser y cómo debería ser
dada.

Esta forma de entender señales es como algo que es experimentado casi pasivamente:
“Sucede”. No es el resultado de un proceso activo de pensamiento como la solución de
un problema matemático. Parece obvio que este tipo de insight, dentro del problema del
paciente, es logrado por la vía del propio inconsciente del analista. Es como si una
parcial y breve identificación con el paciente hubiera tomado lugar.

La evidencia de qué es lo que sucede en el inconsciente del paciente, entonces, está


basada sobre la conciencia de qué es ahora lo que pasa en la propia mente del analista.
Pero esta identificación tiene que ser breve; el analista tendrá que regresar de su
posición extrema, a fin de ser capaz de una evaluación objetiva de lo que él ha sentido
desde su interior.

Como quiera, el instrumento para el entendimiento es el propio inconsciente del


analista. Cuando Freud advirtió que el analista debería escuchar con la libre atención
flotante, tenía esto exactamente en mente. El material debería ser absorbido por el
inconsciente del analista; ahí no debería dirigirse censura o eliminación consciente, a
través de los ensayos del analista hacia el pensamiento racional.

Este método de escucha garantizará la habilidad del analista para recordar, sin esfuerzo,
esas partes del material previo de los pacientes con el cual conecta o sirve para explicar
los nuevos elementos presentados.

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Es obvio que los azares pueden surgir. Si el analista tiene sus propias razones para estar
preocupado, por ser incapaz de asociar libremente, para retroceder ciertos tópicos, o si
es impotente para identificarse con el paciente, o si se identifica al tal grado que ya no
puede él mismo ponerse del otro lado del paciente de nuevo –para mencionar un poco
más las posibles dificultades-, será incapaz de escuchar sin esfuerzo, para recordar, para
entender, para responder correctamente.

Además, hay más tareas para el analista, tiene que ser objeto de la transferencia del
paciente, tiene que ser la pantalla sobre la cual el paciente puede proyectar sus objetos
infantiles, a quien puede reaccionar con sus emociones e impulsos infantiles, o con
defensas contra ellas. El analista tiene que permanecer neutral a fin de hacer posible esta
transferencia, no debe de responder a las emociones del paciente del mismo modo; debe
ser capaz de tolerar amor o y agresión, adulación, tentación, seducción, etc., sin ser
movido, sin parcialidad, prejuicio o disgusto.

No es, verdaderamente, una tarea fácil para ser muy armonizada a otra persona, como el
analista tiene que ser, a fin de entender y al mismo tiempo, para permanecer sin
involucrarse. Sin haber hecho frente a su propio inconsciente, sus propias maneras y
sentidos para resolver conflictos, esto es, sin ser analizado él mismo, no podría vivir
dentro de estos difíciles requerimientos.

Ser neutral en relación al paciente, permanecer en pantalla, no es por supuesto, denotar


que el analista no tiene relación cual ninguna con el paciente; esperamos que esté
interesado en el paciente, para tener un amistoso gusto por ayudarle. A él le puede
agradar o desagradar el paciente; tanto como estas actitudes son conscientes, no tienen
todavía nada que ver con la contra-transferencia.

Si estos sentimientos incrementan en intensidad, podemos estar bastante seguros de que


los sentimientos inconscientes del analista, sus propias transferencias hacia el paciente,
contra-transferencias, están confundidas. El desagrado intenso hacia el paciente es
frecuentemente una reacción a no entender al paciente; o puede estar fundada en la más
profunda “real contra-transferencia”.

Un gran, particularmente, sexualizado, interés en el paciente, puede más frecuentemente


ser entendido también como una contra-transferencia, volveremos a este punto. Una
situación en la cual el analista realmente se enamora del paciente es infrecuente; en
semejante situación el análisis se vuelve imposible, y el paciente debería ser derivado a
algún otro analista.

La contra-transferencia comprende, de este modo, los efectos de las necesidades


inconscientes del analista y los conflictos sobre su entendimiento o técnica. En
semejantes condiciones, el paciente representa para el analista un objeto del pasado, a
quien los deseos y sentimientos son proyectados, como en la situación de la
transferencia del paciente con el analista.

El factor excitante para tales reacciones puede ser algo de la personalidad o el material
del paciente, o algo en la situación analítica como tal. Esto es la contra-transferencia en
el más propio y limitado sentido.

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En una discusión anterior al grupo de estudio de Praga en 1938, entre el Dr. Otto
Fenichel y yo, en torno al tópico de la contra-transferencia, en la cual el Dr. Fenichel
sobre-utilizó como fundamento un documento intitulado “Las Implicaciones del
Análisis Didáctico”, el concepto de contra-transferencia fue entendido en un sentido
muy amplio.

Incluimos bajo este título todas las expresiones del uso del analista del análisis con fines
de acting out siempre que la actividad del analizando tiene un sentido inconsciente para
el analista. Entonces, su respuesta al paciente , frecuentemente, su total manejo de la
situación analítica, estará motivada por tendencias inconscientes ocultas.

Cuando los pacientes no son objetos reales hacia quienes algo es transferido, sino sólo
instrumentos y medios de algunas necesidades del analista, como para aliviar ansiedad o
sentimientos de culpa que exigen ser gratificados, hemos usado el término contra-
transferencia.

Esto nos parece conveniente, porque este tipo de conducta es frecuentemente


confundida y fundida con efectos propios de contra-transferencia, y se vuelve muy
esquemático mantener los dos grupos separados. Los más simples casos, en el propio
sentido del término contra-transferencia, son esos en los que ocurre repentinamente,
bajo circunstancias especificas y con determinados pacientes. Esos son, por decir así,
manifestaciones agudas de contra-transferencia. Les doy un ejemplo que me fue
relatado recientemente:

Un analista estaba enfermo, sufriendo dolor, pero era capaz de continuar el trabajo con
ayuda de grandes dosis de analgésico. Una de sus pacientes escogió este tiempo para
acusar al analista de descuidarla, de no darle suficiente tiempo, y cosas así. Las quejas
eran traídas con un persistente sermoneo de una individual demanda agresiva-oral.

El analista se volvió violentamente fastidiado con la paciente y tuvo gran dificultad para
coartar la expresión de su ira; lo que había estado pasando es bastante obvio: El analista
resintió en el acto que la paciente era capaz de hacer estas demandas agresivas por
atención, mientras el analista estaba en una situación que habría justificado demandas
similares, pero él tuvo que controlarse. Las demandas inexpresadas, por consiguiente, se
enlazaron al más profundo material, que es irrelevante en esta situación.

El analista está aquí en una situación especial en la cual su equilibrio mental está
debilitado por la enfermedad. En esta situación, el no puede tolerar al paciente que,
como un espejo, refleja sus propios impulsos reprimidos. La reacción de la contra-
transferencia está basada en una identificación con el paciente. Las identificaciones de
este tipo pertenecen a las formas más frecuentes de contra-transferencia.

Otro ejemplo: un joven analista, que todavía no terminaba su propio entrenamiento, se


siente aburrido por uno de sus pacientes y siente el deseo de librarse de él, ¿por qué?; el
paciente ha expresado tendencias homosexuales las cuales el analista no está inclinado a
hacer frente dentro de sí mismo; aquí, de nuevo, el paciente es el espejo que refleja algo
que es intolerable.

Los fenómenos de la contra-transferencia no son siempre insignificantes


manifestaciones de defensa contra el impulso, como en los ejemplos anteriores, pero

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pueden ser simples impulsos derivativos. Recuerdo el caso de un colega quien vino para
un segundo análisis porque tenía la tendencia a enamorarse de pacientes jóvenes y
atractivas.

El análisis reveló que él no estaba realmente interesado en estas mujeres sino en


identificarse con ellas. Él quería ser hecho el amor por un analista (sic) y en esta forma
gratificar la transferencia homosexual, fantasías que hubo recordado después de
analizado su primer análisis.

El interés sexual en el paciente que pudo ser denominado como la más simple y directa
manifestación de contra-transferencia, es aquí el resultado de una identificación con el
paciente. Esto es típico; la mayoría de las así llamadas “simples” manifestaciones de
este tipo son construidas respecto de ese modelo.

Los pacientes no son realmente los objetos de profundos impulsos, sino que reflejan los
impulsos del analista como si fueran colmados. Pero la identificación no es ciertamente
el único peligro posible; otras veces, por ejemplo, uno está enfrentado a reacciones de
contra-transferencia que son provocadas por el contenido especifico del material de los
pacientes.

Por ejemplo, cierto material de un paciente fue entendido por un analista como una
representación de la escena primaria. Siempre que el material era tocado por el paciente,
el analista reaccionó con la defensa que hubo desarrollado en la situación crítica en su
infancia: se volvió dormilón y tuvo dificultades para concentrarse y recordar.

Algunas veces los disturbios son de naturaleza más general, no dependientes de alguna
situación especial del analista o del material. Es la relación analítica como tal y algunos
aspectos especiales de las relación hacia los pacientes, lo que provoca al analista estar
perturbado por manifestaciones de contra-transferencia. Por ejemplo, una inclinación
para aceptar resistencias al pie de la letra, un sentimiento de incapacidad para atacarlas
o analizarlas, estaba basado en dos casos que yo pude observar en análisis, en una
identificación inconsciente con el paciente, sólo porque estaba en la posición de
paciente.

El analista expresó en esa identificación un pasivo deseo masoquista (en el primer caso,
un homosexual; en el segundo caso, una analista predominantemente masoquista), de
cambiar de lugar con el paciente y estar en la posición pasiva. Ambos estuvieron
tentados a conseguir ser acusados y maltratados por el paciente. En ambos casos, ser
paciente correspondía a una fantasía infantil.

Semejantes manifestaciones de contra-transferencia, desde luego, no representan


episodios aislados sino el reflejo permanente de las dificultades neuróticas del analista.
A veces, las dificultades de la contra-transferencia son sólo una expresión de un
problema general de carácter del analista; por ejemplo, la agresión inconsciente puede
motivar al analista a ser sobre-conciliativo, vacilante e incapaz para estar firme cuando
sea necesario.

Los sentimientos inconscientes de culpa pueden expresarse por sí mismos en el tedio o


la hiper-ansiedad terapéutica; estas actitudes representan naturalmente serios obstáculos
para el analista. Otro ejemplo de este tipo es una actitud paranoide que hace al analista

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ver la “paja” en el ojo ajeno a fin de no ver la “viga” en el propio.

Esto puede degenerar dentro de una proyección completa de sus propios contenidos o
puede permanecer dentro del estado de utilidad y capacitar al analista al desarrollar un
misterioso sentido del olfato, por así decir, para estos contenidos particulares. El no los
inventa en sus pacientes sino que es capaz de desenterrarlos, aún si existen en
cantidades nimias.

Obviamente, la situación analítica es un campo fértil para tal conducta; el mecanismo


también puede, originalmente, haber creado el interés en el análisis. Frecuentemente, sin
embargo, la situación analítica no es el único campo de batalla para estas fuerzas, las
cuales se extienden a otros aspectos de la vida; esta actitud no puede ser considerada
como un fenómeno puro de contra-transferencia en el propio sentido nunca más.
Pertenece más al grupo del “acting out”, que yo mencione al principio, y me gustaría
dar un solo ejemplo:

Un analista tuvo la necesidad de demostrar que no le tenía miedo al inconsciente, ni a


sus propios impulsos inconscientes, esto, dirigido a una compulsión de “entender” al
inconsciente intelectualmente, como para decir, “yo conozco y entiendo todo eso; no
tengo miedo”. Esto provocó una tendencia para mantener a salvo la distancia respecto
del inconsciente de sus pacientes, ayudando a mantener un aislamiento intelectual, e
induciendo al analista a mirar desde lo alto los mecanismos de defensa de los pacientes,
como el del aislamiento.

El propósito de este acting out era, por supuesto, para dominar la ansiedad del analista.
Tales mecanismos son de doble filo, trabajan sólo por cierto tiempo y tienden a irse
abajo cuando la intensidad de la ansiedad se torna muy grande. El analista, temeroso de
su fracaso, estaba amedrentado por alguna ruptura emocional o arranque de ansiedad en
su paciente, y evitó todo lo que podía ayudar al paciente a llegar a mayor profundidad
emocional.

Bajo semejantes condiciones se tornó importante no identificarse totalmente con el


paciente o, por lo menos, sólo con las resistencias, las que entonces no fueron
organizadas como tales, pero tomadas al pie de la letra; esto de nuevo, interfiriendo
seriamente en las labores del analista.

La mala relación del analista con su propio inconsciente, puede conducir a constante
duda acerca de la veracidad de las expresiones del inconsciente. Tal duda, es algunas
veces sobre-compensada por una tensión extraordinaria, empleada en algún pequeño
material inconsciente que puede ser reconocido; las interpretaciones concienzudas son
dadas entonces en una forma compensatoria, antes de que el paciente listo para ellas, a
fin de domar las dudas del analista. En otros casos, yo he visto un temor a las
interpretaciones.

Me reprimiré de dar algunos otros ejemplos de “acting out” a fin de no sobrecargar al


lector con tantos detalles; pero hay un grupo más que debería ser mencionado: aquí, el
analista abusa del análisis para conseguir para sí gratificaciones narcisistas y certezas.
Una forma especifica de este tipo debe ser llamada el “toque de Midas”. Es como si
todo lo que tocara el analista fuera transformado en oro, él es un mágico curandero,
reconstruye la potencia y anula la castración, sus interpretaciones son regalos mágicos,

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sus pacientes se torna genios, sólo porque son sus pacientes.

Es obvia la enorme gratificación que el analista puede conseguir con semejante actitud y
qué peligroso es, puede fácilmente conducir a evaluaciones irreales de los pacientes, a
inhabilidad para observar juiciosamente, a extrema ambición terapéutica y hostilidad
contra el paciente, que deja de darle a su analista la gratificación narcisista de ser curado
por él.

En general, el lento y pesado proceso del análisis hace caras demandas a la paciencia y
al equilibrio narcisístico del analista. Es obvio lo perjudicial que puede tornarse si este
equilibrio es movedizo, esto es, si el analista depende de sus pacientes para suministros
narcisísticos.

Texto tomado de la Revista: “La Nave de los Locos”, No. 9, 1985. Univ. Michoacana de
San Nicolás de Hidalgo. México, 1985.

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