La Poesía Hebrea
La Poesía Hebrea
La Poesía Hebrea
“Y compuso tres mil proverbios, y sus cantares fueron mil cinco”.
1 Reyes 4:32
La poesía hebrea es un género literario que está presente en al menos la tercera parte de toda
la Biblia, específicamente en el Antiguo Testamento. Encontramos la poesía hebrea en los libros de los
Salmos, Proverbios, Job (con excepción del prólogo y del epílogo) y el Cantar de los Cantares. También
encontramos numerosos pasajes que tienen poesía hebrea en los libros proféticos tales como Isaías y
Jeremías, Ezequiel, casi la totalidad de Oseas, Joel y Amós, y la totalidad de Abdías, Miqueas, Nahúm,
Habacuc y Sofonías, así como el libro de las Lamentaciones. Aun en el Pentateuco y en los libros
históricos encontramos porciones que son pura poesía, tales como los cánticos de Moisés, Débora y Ana
o los canticos tristes de David por Saúl y Jonatán. En este sentido el estudio de la poesía hebrea es
sumamente importante para comprender de una mejor forma la palabra de Dios.
PARALELISMOS
La característica principal de la poesía hebrea es el paralelismo. Compuesta de símil,
metáforas, prosopopeyas y otros tropos, la poesía hebrea expresa sus
ideas en dos partes de estrofas, donde la primera tiene relación con la
segunda, ya sea en forma análoga, antónima o consecutiva. Actualmente uno
puede encontrar muchas formas de clasificar los paralelismos en la poesía hebrea, sin embargo,
nosotros veremos los básicos.
Paralelismo Sinónimo.
Se llama paralelismo sintético cuando la segunda línea contiene un
pensamiento idéntico o semejante al del anterior con diferente ropaje
verbal. Veamos algunos ejemplos en la Biblia de paralelismos sintéticos.
“Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos.
Un día emite palabra al otro día, una noche a otra noche declara sabiduría”,
Salmo 19:1-2
“No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades,
Salmo 102:10
Proverbios 6:2
Paralelismo Antitético.
Paralelismo antitético es aquel donde la segunda parte del verso expresa
un pensamiento relacionado con el primero pero en forma de contraste.
Veamos algunos ejemplos en la Biblia:
Salmo 73:26
Proverbios 14:34
Proverbios 15:2
Paralelismo Sintético.
Un paralelismo sintético o constructivo, es aquel en el cual la segunda
línea del verso añade un pensamiento a la primera como para completarla,
aumentarla o intensificarla. Los dos versos pueden tener una relación de causa y efecto,
premisa y conclusión, proposición y suplemento, etc. Veamos unos ejemplos en la Biblia.
El limpio de manos y puro de corazón; el que no ha elevado su alma a cosas vanas, ni jurado con
engaño”.
Salmo 24:3-4
Proverbios 15:17
Proverbios 26:5
“Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los
labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los
corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación”.
Habacuc 3:17-18
“Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, que hizo los
cielos y la tierra. No dará tu pie al resbaladero, ni se dormirá el que te guarda. He aquí, no se
adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel. Jehová es tu guardador; Jehová es tu sombra a tu mano
derecha. El sol no te fatigará de día, ni la luna de noche. Jehová te guardará de todo mal; el guardará tu
alma. Jehová guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para siempre”.
Salmo 121:1-8
Paralelismo Emblemático.
Se llama paralelismo emblemático cuando la primera parte del verso expresa
el pensamiento en forma figurada, mientras que la segunda lo hace en
forma literal, o viceversa. Veamos algunos ejemplos en la Biblia.
Salmo 42:1
“No te impacientes a causa de los malignos, ni tengas envidia de los que hacen iniquidad.
Porque como hierba serán pronto cortados, y como la hierba verde se secarán”.
Salmo 37:1-2
Serán como la hierba de los tejados, que se seca antes que crezca”.
Salmo 129:5
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Poesía hebrea
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I
Jorge Luis Borges ha señalado en varias ocasiones la gran importancia que tienen los textos
bíblicos para occidente (1977), pues la conformación de lo que hoy se conoce como nuestra
cultura occidental (incluyendo a la conquistada América) se debe a la filosofía griega, al
derecho romano y las herencias religiosas judeo-cristianas.
De allí que varios investigadores sostengan que “la Biblia es literatura” (Alonso Schökel, 2006).
Literatura no porque sea menos que religión. Todo lo contrario. Porque ella es sendero de
revelación y ocultamiento. Palabra sagrada, decirse que invoca la ausencia y grita lo humano.
Y es en esta medida y dimensión que se nos adentramos a la poesía hebrea: como fenómeno
literario del que brotan importantes preguntas filosóficas.
No es extraño que la literatura hebrea haya sido una fuente de diálogo para filósofos tan
diversos y diferentes entre sí como Agustín, Hegel, Kierkegaard y Paul Ricoeur; y que, además,
haya tenido una gran influencia en el arte a través de la historia: Miguel Ángel, Rembrandt,
Rubens, Shakespeare, Goethe, Dostoievski, Celán, Trakl.
II
A diferencia del Nuevo Testamento[1], la Biblia Hebrea contiene una sección de libros
dedicados exclusivamente a la poesía. Sección conocida como libros poéticos o sapienciales.
Pero también encontramos poesía en los profetas –quienes combinan con frecuencia la prosa y
el verso, la retórica y el arte dramático[2].
No es extraño, entonces, que un traductor como Alonso Schökel, en su Biblia del Peregrino,
dediqun tres tomos a la traducción y el comentario del Antiguo Testamento, y que dos de ellos
sean dedicados a la poesía: prosa (los profetas) y verso.
La poesía hebrea es antigua. Hace parte especialmente de una concepción religiosa del
mundo, que podríamos llamar sagrada y mítica. El mundo en el que brota aún está encantado,
poblado de dioses y demonios, de fuerzas espirituales y, sobre todo, de la fe en el Dios de los
hebreos que irá tomando diferentes formas literarias a lo largo de la colección de escritos.
Por esto los diferentes géneros que abraza esta poesía reflejan aquellos contenidos:
Poesía litúrgica: se usa en las fiestas de Israel, en las peregrinaciones por las montañas, para
llegar al templo:
¡Jerusalén!, edificada como ciudad
totalmente armoniosa,
adonde suben las tribus,
las tribus del Señor;
según la ley de Israel,
a dar gracias al Nombre del Señor
(Salmo 122,3-4)
Poesía profética: el grito desgarrados de hombres poseídos de lo divino que ven en la realidad
presente una contradicción constante con los deseos de justicia:
Retiren de mi presencia
(Amós 5,23-24).
(Salmo 45,14-16).
III
La poesía hebrea no tiene rima, pero sí ritmo[3]. Esta es su característica principal. Además de
la forma, también está el contenido, muy diferente al de las leyes israelitas y la historia hebrea.
En cuanto a forma, el paralelismo es la característica principal de la poesía hebrea. Este
consiste en elaborar sentencias que se repiten mediante imágenes distintas. Ocurre cuando
dos líneas poéticas son semejantes, ya sea forma gramatical o semántica.
(Sal 109,25).
El paralelismo antitético ocurre cuando entre dos líneas hay un contraste u oposición de
ideas[4]. A veces se repite en forma negativa el pensamiento del primero:
Quien cierra los ojos trae sufrimientos,
(Proverbios 10,10)
me desvanezco
(Salmo 125,22-24).
Una forma más compleja de paralelismo es el quiasmo, una estructura en forma de “X” en que
se relacionan los términos de las líneas A y B en forma de “X”. La parte A de la primera línea es
paralela con la parte B de la segunda línea; y viceversa:
o Dios del universo, (B) escucha mi súplica,
o atiéndeme, (B) Dios de Jacob.
(Salmo 84,9)
Como sucede también en la tragedia griega, algunos poemas hebreos tienen estribillos,
muchas veces cantados por un coro, que se repiten de tanto en tanto en el poema. Esto da
énfasis a lo que se quiere decir. Cantar de los cantares tiene un estribillo que es frecuente:
R Principio de la sabiduría
es respetar al Señor,
La poesía hebrea es dialógica. A diferencia del mundo moderno –especialmente a partir del
romanticismo-, el poeta hebreo antiguo no es un solitario sentado en una montaña escribiendo
acerca de su propia soledad y su vacío –aunque también hay solitarios tales-. El poeta hebreo
festeja en la comunidad, escribe para la corte, tiene oyentes, y estos oyentes algunas veces
participan de forma activa en los poemas.
Sobra decir, de la presencia de metáforas, símiles, tropos y demás figuras de la poesía. Estas
pretenden brindar una atmósfera. De allí que haya poemas inmersos en una atmósfera mítica,
como el Salmo 29; y otros donde las imágenes metafóricas destacan el realismo de un hombre
que sufre a causa de la enfermedad y de la relación con sus enemigos.
IV
Dentro de los géneros en los que pueden agruparse los salmos[6], el exégeta alemán Hermann
Gunkel distingue diversos motivos literarios, es decir, los elementos menores en que puede
descomponerse un poema. La historia de los géneros indica poemas que los textos que ahora
tenemos eran en principio muy breves, y fueron ganando volumen por mano de diferentes
autores.
La mayoría de los Salmos, por ejemplo, en el principio fueron poemas cúlticos, en un ambiente
de religión no institucionalizada, donde los oferentes llegaban a un altar determinado y rendían
allí su ofrenda; las divinidades eran entonces diversas, aunque Yahvé fuera el Dios nacional.
Finalmente, a estos poemas se les dio el toque tardío de piedad personal que al encuentro con
un mundo ajeno al ambiente aldeano que hasta entonces conocían. Cuando los hebreos se
encontraron con catástrofes sociales y políticas, transformaron su fe en un Dios nacional a la
creencia en un Dios universal que los acompañaba en el exilio y les proponía una religión de la
oración personal y comunitaria –el nacimiento de la sinagoga y la decadencia del templo-.
Así, la poesía hebrea se ha ido nutriendo de la influencia de las diversas épocas por las que ha
ido pasando, tanto en el nivel religioso como en el social, cultural y político.
Esta poesía traza un mundo ya desaparecido. Si la poesía griega nos lleva al teatro y la
rapsodia, la poesía hebrea nos transmite inicialmente a las hogueras donde se narraban las
gestas del desierto; a los hogares donde se adoraba a los dioses familiares todavía no
unificados bajo un solo nombre y una moral; a la corte, donde poco a poco se fue estableciendo
una unidad social bajo reyes y sacerdotes llamada Israel; y, de nuevo al individuo y los
hogares, en el exilio, buscando al Dios que migra con su pueblo y les da una ley como símbolo
de identidad.
Al escarbar los Salmos vemos, por ejemplo, las fiestas majestuosas que celebraban los reyes
para mostrar su esplendor y la grandeza de su reino, los anuncios de entronización de un
nuevo rey, las bodas reales, las memorias funerarias del templo y el palacio, el día en el que el
rey declaraba una guerra, o la muerte de algún príncipe.
Mientras que el poeta ensalzaba la figura del monarca, que escuchaba complacido sus
palabras, el conspirador afilaba su daga y el profeta levantaba su voz de protesta en las plazas.
La escritura hebrea aparece inmersa en el marco de Antiguo Cercano Oriente. Esta poesía,
como también sucedía en Egipto, Babilonia, Persia, e incluso Grecia, tiene como temática
principal: la relación del hombre con el mundo dentro de un universo sacralizado. La literatura
del Antiguo Cercano Oriente es un inmenso escenario en el que la literatura hebrea entra a
jugar apenas la última partida.
A lo largo del siglo XX se ha recopilado una gran cantidad de textos poéticos, narrativos y
legislativos que aparecen como paralelos de la Biblia Hebrea[7]. Ellos permiten mostrar el
diálogo que estos textos establecieron con la literatura de su época, por lo que sería ingenuo
decir que la religión israelita nace en medio de la nada, y que es única con respecto al Antiguo
Oriente.
El Diálogo de un desesperado con su alma es un relato egipcio que refleja la angustia humana
ante la existencia, el problema del sufrimiento, y la dificultad de la incomprensión de los
amigos. Muy similar al libro de Job. Refleja una concepción de la muerte, en la que el hombre
puede dialogar con su alma, pero no separarse de ella, con la cual se va incluso hasta la
tumba.
Job es un drama poético que se pregunta por qué el mal y la injusticia parecieran triunfar y
fueran tolerados por Dios; cómo Dios, que dice recompensar a los justos, permite que un justo
sufra hasta caérsele la piel. Historia de Oriente que fue adaptada por un gran poeta hebreo
para plantearse el problema del dolor. Ante todos los cuestionamientos levantados por Job a lo
largo del poema y las desatinadas respuestas por parte de sus amigos que pretenden ser
sabios, el texto se queda con las preguntas.
Los cantos de amor egipcios traen luz sobre el libro de Cantar de los cantares y sobre el
concepto de amor que ellos reflejan. Lejos de una lectura maniquea o puritana de la Biblia,
abren la puerta para ver que, en el mundo bíblico, la actividad sexual era cuidadosamente
pensada, preparada, y realizada. Se comprende entonces que el Cantar sea un libro como el
Kama-Sutra, con mucha más elaboración poética que instructiva, pero con el cuidado por el
bienestar sexual, y por el arte de hacer el amor bajo la bendición divina.
Es notable que exista un libro como el Cantar de los Cantares en la Biblia. En el libro sagrado
de la tradición judeo-cristiana, hay un solo texto acerca del amor erótico, y debe ser muy
importante, muy significativo. No es una alegoría acerca de la relación entre Cristo y la Iglesia.
Es más bien la sacralización de los cuerpos, la valoración del erotismo y la ruptura con los
discursos moralistas que consideran que el cuerpo y la sexualidad son malos. En ella aparecen
dos personajes, la Sulamita, la protagonista principal del libro, una mujer atrevida que toma la
iniciativa en el amor; y su amado, al parecer un pastor de ovejas, un campesino que tiene su
encuentro amoroso con la mujer (1,7-8). Ante todo, se privilegia el lenguaje del cuerpo,
incluyendo alusiones explícitas a los lugares más eróticos y lo que sucede allí. Esta obra es un
desafío a cualquier dogmática espiritualista que pretenda negar la carne como lugar de lo
sagrado.
Las visiones de Neferti traen una clara memoria a los lectores de Jeremías. Es interesante no
ver ya a Israel, el país pequeño, temiendo por la invasión, el robo o la sequía. Ahora se trata de
Egipto, el país grande, y del vidente Neferti, que ven la llegada del caos en la soledad de la
noche, pero también mantienen la esperanza mesiánica de un rey que venga a poner en orden
las cosas tal como Isaías (Is. 9).
Así aparecen también, dentro la poesía hebrea, los profetas escritores, quienes se valieron del
lenguaje poético, de la narrativa y de la representación dramatúrgica para comunicar su
mensaje. Arrebatados por lo que consideraban un poder superior e inexplicable, escribían para
cantar tal posesión divina, denunciar las injusticias cometidas por los poderosos, cantar al amor
humano y dolerse con el exilio del pueblo. Heraldos de lo sagrado, anunciaban también
cambios en el tiempo, esperaban la restauración de su pueblo, y la imaginaban mediante
figuras de un valle de huesos secos de los que naciera carne (Ez 37) o la descripción detallada
de un retorno a la patria cargado de los tesoros orientales (Is 60).
Así como la tragedia griega aún no es filosofía, la poesía hebrea tampoco es teología, ni
siquiera judaísmo o cristianismo, tal como los conocemos ahora. Es la memoria de
comunidades extintas que, en un mundo encantado, rogaron a sus dioses, especialmente a su
dios nacional, Yahvé, para que orientara sus senderos.
Los textos han sido recogidos en esa colección de libros – la Biblia es una biblioteca decía un
rabino- considerados sagrados. Al ser compilados allí, y usados por diferentes tradiciones
religiosas, tales poemas han ganado en sentido existencial a lo largo del tiempo pero han
perdido en sentido estético. Una mirada detenida, una lectura pausada pueden permitir ver allí
la belleza y el dolor, sin dejar por ello de preguntarse por la vida y por el sentido, por la
sacralidad de lo profano y la creencia. Porque la Biblia es literatura, permite ver mucho más
que un mensaje homilético, el encuentro con el arte revelatorio.
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