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Reseña Articulo Jennifer Soler

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COMUNIDAD Y COMUNICACIÓN: PRÁCTICAS COMUNICACTIVAS Y MEDIOS

COMUNITARIOS POR MARTÍNEZ, MAYUGO Y RODRÍGUEZ


Jennifer C. Soler Méndez (@PajaritaSoler)

Reseña del artículo presentado por Marcelo Martínez Hermida, Carme Mayugo Majó, Ana Tamarit Rodríguez.
Comunidad y comunicación: prácticas comunicativas y medios comunitarios en Europa y América Latina. XV
Encuentro de Latinoamericanistas Españoles, Nov 2012, Madrid, España. pp.499-513.

¿Existe una correlación entre comunidad y comunicación más allá de la raíz etimológica de la
palabra? Trascendiendo un poco a la connotación política que viene asociada al término “medio
comunitario” en el mundo en general ¿es posible comparar las experiencias de la implementación de
estos medios en Europa y América Latina partiendo de su insidencia en la comunidad como “lugares
de encuentro social, como espacios de diálogo e interacción” (Martínez, Mayugo y Rodríguez 2012) y
de educación?

En noviembre de 2012 la Universidad Computense de Madrid fue sede del Congreso Internacional
“América Latina: La autonomía de una región”, organizado por el Consejo Español de Estudios
Iberoamericanos (CEEIB) y la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de dicha universidad.

En ese Congreso, los investigadores Marcelo Martínez Hermida, Carme Mayugo Majó y Ana Tamarit
Rodríguez, presentaron un trabajo titulado “Comunidad y Comunicación: Prácticas comunicativas y
medios comunitarios en Europa y América Latina”, en el que intentaron dar respuesta a estas
preguntas a partir del análisis no sólo de las definiciones y usos de las palabras “comunidad” y
“comunicación” y la interrelación que existe entre ellas desde el punto de vista conceptual e histórico,
sino que a través del trabajo de diversos investigadores de Argentina, Chile, Uruguay, Ecuador,
Bolivia, Colombia, Venezuela, Honduras, El Salvador, Guatemala, España, Portugal, Italia, Francia,
Reino Unido, Eslovaquia, Hungría y Croacia, intentaron (de)mostrar cómo estas “experiencias
comunicativas” nacidas de la “comunidad comunicadora” de diferentes latitudes, tienen más puntos
de coincidencia que de disidencia y un discurso común: “Si dispone de sus propios medios de
comunicación, la sociedad (ya sea mediante individuos o colectivos) podrá significarse sin
intermediaciones y autorepresentarse a sí misma. Ahí radica una concepción de la comunicación
como bien común, o sea, como bien compartido y compartible” (Martínez, Mayugo y Rodríguez 2012).

“Vamos a contarnos nosotros mismos”, escuché más de una vez decir a la Dra. Morella Alvarado,
actual directora del ININCO (Instituto de Investigaciones de la Comunicación de la Universidad
Central de Venezuela), y aunque su afirmación no la hizo en el contexto propiamente de los Medios
de Comunicación Comunitarios, particularmente me invita a reflexionar en torno a la pregunta de
¿quién mejor que la comunidad para contarse ella misma? Este tema lo abordan también los
investigadores cuando en el punto “Educomunicación y creación audiovisual participativa”, presentan
sus hallazgos y conclusiones en torno a la formación de identidad y “las percepciones de cualquier
sociedad sobre sí misma y el mundo que la rodea” (Martínez, Mayugo y Rodríguez 2012), es así
como a partir de la creación de sus propios contenidos, por excelencia locales, se reafirma la idea de
comunidad comunicadora, en la que ella misma protagoniza y atiende sus necesidades de
información y socioeducativas.

Para apoyar sus afirmaciones, Martínez, Mayugo y Rodríguez presentan algunos ejemplos: “Jóvenes
aprenden a narrar audiovisualmente y realizan producciones sobre su barrio que les conectan con
otros colectivos sociales” (Proyectos El Sud Sona en Sabadell y Joves, Identitat i Creació bajo la
iniciativa Lab id IN en el barrio Besòs de Barcelona); “mujeres de distintas edades y procedencias
constituyen un grupo desde el que se forman en expresión radiofónica y preparan un programa de
radio quincenal con perspectiva de género” (Iniciativa llamada Dones Reporteres de Mataró); “un
proceso participativo de siete grupos de jóvenes sirve para crear colectivamente un documental sobre
cuestiones de pertenencia e identidad, o bien sobre la historia reciente de un municipio por parte de
un grupo motor” (Fills i filles en 7 municipios catalanes, La Llagosta: vides i camins o bien Perfèries’79
en Sant Boi de Llobregat).

Pero ¿a qué se refieren Martínez, Mayugo y Rodríguez cuando hablan de “comunidad


comunicadora”? Después de analizar las diversas posiciones de autores como Orozco, Martin-
Barbero, De Certeau, Rodríguez y Alfaro, entre otros, llegan a una definición, mejor dicho, a una
conclusión: “La enorme potencialidad de las múltiples conexiones existentes entre las prácticas de los
diferentes agentes de comunicación comunitaria (sea mediante medios o experiencias) y las de la
propia comunidad de referencia se fragua en entornos sociales muy sensibles. Ahí la intermediación
de las acciones comunicativas colectivizadas, entendidas como herramientas erigidas por la
comunidad, no tan sólo sirve para amplificar su capacidad de influencia o bien para dar una
dimensión más pública a sus carencias y fortalezas. Además común-nica (es decir, interrelaciona sin
mediaciones externas) las necesidades, expectativas y voluntades en el seno de cada comunidad
(también hacia el exterior) o, si acaso, de parte del tejido comunario involucrado.”

Es decir, los entornos en los que se construyen las relaciones dentro de una comunidad son en
extremo delicados, es por ello que una buena práctica comunicativa potencia la organización en torno
a los problemas o conflictos comunes y, como paso siguiente, la resolución o búsqueda de
alternativas que puedan solucionarlos. Es ahí donde los agentes comunicadores de la comunidad
tienen un papel fundamental, en cuanto son capaces de hacer público un problema local, y se
convierten en los principales multiplicadores, relatores y documentadores de la experiencia.

De hecho, y así mismo lo afirman los autores: “Una de las técnicas más comunes, que siempre se ha
valorado para aprehender la experiencia de las comunidades, está en los relatos que sus miembros
comparten de la comunidad, en la comunidad, intentando comprender los hechos y el medio social en
el que viven.”(Martínez, Mayugo y Rodríguez 2012).

Obviamente es fundamental que quienes documentan esta información, manejen un mínimo de


herramientas metodológicas que permitar salvaguardar esa memoria histórica local y que perdure en
el tiempo, más allá de la palabra hablada y el cuento transmitido de generación en generación.

“Comunicación es el límite externo de Comunidad, en cuanto ente inaprensible, y es, al tiempo, la


articulación de sus singularidades que asumen su semejanza y construyen la esencia de
Comunidad... La Comunicación, podríamos decir, es o está por la existencia del Otro. Comunidad es
y está porque se distingue y posiciona de Otras” (Martínez, Mayugo y Rodríguez 2012).

Ese concepto de “Otredad” o de conciencia de la “existencia del otro” que no soy yo, y que el poeta,
ensayista y dramaturgo mexicano Octavio Paz Castillo (Premio Nobel 1990) dibuja en su obra
“Itinerario” (1993), a partir de la conciencia de que la individualidad del hombre es una realidad plural,
es perfectamente aplicable, o mejor dicho, extrapolable al hecho de que la organización comunitaria
es posible gracias a esos “problemas individuales que son comunes a todos” o “problemas comunes
que me afectan individualmente”, y que sólo es posible resolverlos a partir de una acción en conjunto,
y qué mejor escenario o herramienta de organización que una comunidad comunicadora.

Y aquí nacen otras interrogantes, ¿por qué una comunidad comunicadora? ¿Por qué a través de los
medios comunitarios? Hay un concepto, bueno, un concepto no, un término, que actualmente está en
tendencia cuando hablamos de “hacer visible” una comunidad, sector, problema, minoría y un montón
de etcéteras, este término es “visibilizar”, que aunque resulta un poco antipático desde el punto de
vista del uso del lenguaje, el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española lo define como:
“Hacer visible artificialmente lo que no puede verse a simple vista, como los rayos X, los cuerpos
ocultos, o con le microscopio los microbios”. Por lo que bien podemos utilizarlo para mostrar las
respuestas a las preguntas planteadas un par de líneas atrás.
En su trabajo, los investigadores hablan de la necesidad de audiovisibilizarse por encima del simple
hecho de visibilizarse en sí mismo, es decir, ellas mismas encuentran la manera de hacerse visibles a
partir de la creación de contenidos audiovisuales, utilizando su “habilidad autónoma de expresión y
representación”. Efectivamente, si partimos de la premisa de que existe la necesidad de contarnos
nosostros mismos y documentar la forma en que las misma comunidades se han organizado para la
resolución de sus problemas domésticos, por llamarlos de algún modo, y comunicar sus realidades,
no es descabellado pensar que es posible echar mano de las nuevas tecnologías y recursos de
producción audiovisual modernos para construir o (re)presentar las narrativas comunicacionales
comunitarias: “Así cuentan con sus propios modos de significación social, su organización
independiente de discursos, y su gestión de procesos comunicativos y socioeducativos.” (Martínez,
Mayugo y Rodríguez 2012).

Al referirse a la forma en la que la comunidad pasaría a generar su propios contenidos, los autores
hacen referencia al modelo de “caja de resonancia” citando a Kaplún 1998. A partir de este modelo,
justifican no sólo la necesidad o la capacidad que tienen las pequeñas sociedades de construir o
recrear sus situaciones particulares y experiencias comunicativas partiendo del diálogo y la empatía
social, sino que permite que estos contenidos sean contextualizados y bien entendidos por la
comunidad misma, obviamente, al ser presentados a partir de sus propias situaciones, con sus
códigos y lenguaje, es mucho más factible que el proceso comunicativo sea eficiente y les permiten a
partir de la comprensión de los hechos y el entorno social en el que (con)viven, moverse de una
perspectiva a otra, mostrando por decirlo de alguna manera “ambas caras de la moneda” o “las
distintas caras del cubo de rubik”.

Es por ello que bien se puede afirmar que este ejercicio participativo de la comunicación comunitaria,
transforma a los miembros de la comunidad en el momento en el que comienzan a reconocerse e
identificarse como individuos con situaciones de vida distintas, pero con puntos de encuentro en ellas
que, para tratar de resolverlas, se ven obligados a moverse “porque pasan del aislamiento, la
pasividad y el silencio a ejercer una subjetividad activa (Rodríguez, 2010: 7) que los encadena a sus
pares, sus iguales, para así expresarse y representarse a sí mismos, sin más intermediaciones que
las propias” (Martínez, Mayugo y Rodríguez 2012).

Si nos detenemos en esta última frase “sin más intermediaciones que las propias”, podemos inferir,
aunque más adelante los autores son mucho más explícitos, que se refieren a la intermediación de
los medios de comunicación (tradicionles y digitales) masivos, para los que las realidades
comunitarias son prácticamente invisibles, por ser de incidencia más local, menos comercial y cuyas
informaciones vienen de alguna manera influenciadas por la línea editorial dictada por el medio ¿o el
mercado?, en cuyo caso valdría la pena plantearse, como en efecto los investigadores lo hacen, si la
“comunicación comunitaria y educomunicación proponen un cambio agencial en los ritos que
tiene preestablecidos la democracia representativa”, ya que en principio no responden a los
intereses comerciales (partiendo de que los medios comunitarios pertenecen a la comunidad
y no a un poder político o económico) y los contenidos son debatidos y decididos por la
comunidad al tiempo que ella misma se ve reflejada en ellos (al menos esta es la esencia de
su creación, independientemente de que en la práctica esto sea así).

Ya para finalizar el artículo, Martínez, Mayugo y Rodríguez, disertan sobre la radio comunitaria
como proyecto político, mas no desde el punto de vista de responder a algún tipo de ideología o
militancia política propiamente dicha, sino como proyecto, es decir, según su incidencia en los
asuntos públicos. Siendo así, afirman que “Entendemos el concepto de radio comunitaria como
proyecto político en tanto que su origen requiere una forma de entender la comunicación diferente de
la comunicación de las radios públicas y privadas comerciales. Una forma diferente de ver el mundo,
y una voluntad colectiva de identificar problemas y afrontar una serie de cambios que llevar a cabo a
través de la comunicación. La radio comunitaria, entonces, se construye como espacio de
deliberación común.” (Martínez, Mayugo y Rodríguez 2012)

Un espacio de deliberación común en el que a partir de (re)conocerse y contarse, las comunidades


producen sus contenidos, se educan y promueven la organización y movilidad social, en torno a sus
necesidades de información, resolución de problemas y tienen la libertad de elegir qué quieren contar
y más aún, qué contenidos quieren recibir, como ejemplo del ejercicio pleno de la democracia
participativa que afianza y promueve la transformación local y, finalmente, social.

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