Nothing Special   »   [go: up one dir, main page]

Las Virtudes de La Mujer en La Nueva Espana PDF

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 4

....

Pilar Gonzalbo Aizpuru

Las virtudes de la mujer


en la Nueva España

...son dos las virtudes de la mujer, casi exclusivas: por su ser la religión; por
su sexo la castidad, aun cuando, como dije más arriba, la religión abarque
todas las otras virtudes.

Luis Vives, Educación de la mujer cristiana

l ideal religioso y doméstico de la virtud femenina, que


E se resume en estas líneas de Luis Vives, se impuso desde
los últimos tiempos de la Edad Media en el pensamiento de
los eclesiásticos y de los educadores. Entre el Renacimiento
y la Ilustración, el modelo de la mujer discreta y piadosa, di-
ligente y sumisa, convivió con la imagen de la atrevida, co-
queta, holgazana, maldiciente y siempre tentadora
protagonista de no pocos textos literarios. En uno y otro
caso, virtudes y vicios pretendían ser reflejo de actitudes
opuestas hacia el sentimiento religioso. Así como no podría
darse dechado de perfecciones que no pudiera identificarse
con las recomendaciones devotas, tampoco había fémina li-
cenciosa que no hubiese caído en tal desorden a causa de su
alejamiento de la saludable doctrina cristiana.
El pensamiento religioso de la época colonial adjudicaba
a las mujeres una serie de virtudes y defectos, de habilidades Fl discurso y la práctica
y de deficiencias. Ellas, por su parte, encontraron el cauce
para expresar sus sentimientos de tal modo que influyeron Como objeto del discurso religioso, la mujer encarnaba a
en la práctica y en la concepción de la religiosidad. Casi nin- Eva y a María, el origen del pecado y la fuente de la reden-
guna actividad era concebible al margen de las obligaciones ción. Ya fuera para inculcar en el sexo débil el necesario
y compromisos impuestos por la Iglesia; como contraparti- sentimiento de su propia inferioridad o ya para corregir sus
da, en los actos de aparente trascendencia espiritual o ri- perniciosas inclinaciones, la Iglesia reiteraba sus recomen-
tual, se introdujo una suerte de familiaridad profana. daciones, dirigidas a lograr el fomento de las virtudes cristia-
Jubileos y procesiones daban motivo para que las piadosas nas y la sujección de las pasio~es. En un mundo
señoras exhibieran nuevos atuendos y tocados, pero no sólo impregnado del sentimiento de la belleza y en el que los
ellas incurrían en tales vanidades, sino que también las imá- textos literarios exaltaban invariablemente los atributos fisi-
genes de los santos se vestían, peinaban y acicalaban. Simi- cos, escritores ascéticos recomendaban el olvido de los
lar preocupación mundana se apreciaba en las fiestas más atractivos mundanos, para centrar todo el empeño en forta-

r solemnes, que se celebraban con sabrosos platillos y golosi-


nas alegoricas como los panecillos de San Antón, los huesos
de santo, el pan de muerto, la rosca de Reyes o las mil y una
lecer la virtud "cadena de todas las perfecciones, centro de
las felicidades "1.

fantasías cuaresmales destinadas a atenuar el rigor del 1 Baltasar Gracián (1601-1658), Orácuw manual y Arte de fmulencia, fragmen-
ayuno. tos seleccionados en Galino, Ángeles, Textos pedlIgógicos hi.spa1UJ(Jmericanos, Ma-
drid, Narcea, 1982, p. 514.

.... ....
3
....
Dificil posición la de los predicadores, que tenían que sucedía que las mujeres no eran angelicales, pero tampoco
enaltecer cualidades bastante devaluadas y que debían de las insaciables libidinosas perseguidoras de hombres; por
señalar simultáneamente la importante influencia de la otra, ni los maridos estaban dispuestos a cumplir plenamen.
mujer en la sociedad y el insignificante lugar que tenía asig- te con sus responsabilidades familiares ni sus aspiraciones se
nado. Como sucedía a los mendigos, los sirvientes y los es- dirigían a multiplicar indefinidamente los contactos con el
clavos, la condición de inferioridad y desvalimiento debía sexo opuesto. A cada edad y a cada estado correspondía una
de considerarse como un particular beneficio del Creador, serie de obligaciones y derechos, que con frecuencia se elu·
que así facilitaba el camino de la salvación eterna a los más dían y se atropellaban. Para cada situación existía un para-
débiles e ignorantes. Para ellos estaba destinada una corona digma de vida cristiana y cada hombre o mujer lo
de gloria el día del juicio Final y aun antes, cuando en el interpretaba en forma diferente.
tránsito a la otra vida se demostraría "cuán bueno fue callar Las virtudes domésticas eran tan sólo complemento o so-
siendo ultrajado, sufrir siendo ofendido"2. porte de las fundamentales: la piedad y la castidad. Las don·
En la debilidad de las mujeres estribaba gran parte de su cellas indias se destacaron pron to en la defensa de su
peligrosidad, ya que fácilmente se dejaban arrastrar por los virginidad, así como en la dócil aceptación de las normas
apetitos sensuales. Toda concesión a las exigencias de la morales. Los cronistas de todas las órdenes regulares encono
carne era lamentable, incluso aunque hubiera sido bendeci- traron oportunidad para relatar ejemplos más o menos por·
da por el sacramento del matrimonio. La sombra de la im- tentosos de heroicas actitudes. En un caso se hablaba de
pureza hacía ver como "infelices a los que contraían una doncella acometida simultáneamente, durante toda la
matrimonio, porque perdían la preciosa joya de la pureza y noche por dos pretendientes, que consiguió salir intacta de
castidad"3. Las jóvenes criollas de desenvueltos modales y la prueba; en otro se refieren los cientos de doncellas "a
graciosa plática debían de ser irresistibles para los hombres quienes la gracia divina había conservado en su pureza y
que las contemplaban: limpieza"; y aún hay más en elogio de las "muy señaladas
matronas" que vivieron en recogimiento y castidad7•
aquellas Elenas y Dianas tan provocativas, aquellas Circes La moderación debía imponerse incluso en las tareas d()-
y sirenas tan engañosas, aquellos galanteos y artificios tan mésticas, que deberían hacerse compatibles con los ejerci-
expresivos, aquellas conversaciones y chistes tan ocasio- cios piadosos recomendados por los confesores. Hubo
nados ¿cómo será posible que podáis resistir sus asaltOS?4 mujeres capaces de administrar con singular eficacia sus bie-
nes, logrando con su esfuerzo beneficios económicos y una
La simple coquetería, la atracción de un vestido llamativo relativa independencia de la tutela familiar; tal atrevimiento
o de un tocado estudiadamente atrevido, podían contem- entrañaba un pecado de soberbia y un desordenado afán de
plarse como insidiosas asechanzas del demonio, encarnado alterar las jerarquías establecidas. Así lo señalaba un jesuita
en las seductoras figuras de quienes eran "doncellas en el de la ciudad de Pátzcuaro, al relatar la vida de una excepci()-
cuerpo y en el alma peores que rameras"5. Aun la excepcio- nal joven que sin ayuda aprendió a leer y escribir, como ad-
nal Sor Juana Inés de la Cruz, de quien mucho se admiraba ministradora de una hacienda realizó excelentes negocios;
su talento y su piedad, resultaba un peligro por su belleza, al "por orgullo y por un insensato empeño en mantener su in·
menos a los ojos de quien fue su director espiritual, el jesui- dependencia", rechazó a muchos pretendientes, hasta que
ta Antonio Núñez de Miranda. Según el biógrafo de éste, el arrepentida de su mal proceder, renunció a sus bienes e in-
sacerdote pensó que "no podía Dios embiar azote mayor a gresó en un convent08.
este reyno, que si permitiese que Juana Inés se quedara en En la extrema perfección se encontraron algunas mujeres
la publicidad del siglo", por lo que dirigió sus pasos al Car- seglares de humilde condición, cuyas vidas merecieron el
melo, en un primer impulso, y a Sanjerónimo después6. honor de pasar a la letra impresa por mano de sus directo-
Los principios firmemente establecidos en el discurso res espirituales. Salvadora de los Santos, donada en el con-
moral y religioso, tropezaban con no pocas dificultades vento de carmelitas de Querétaro, trabajó infatigablemente,
cuando se trataba de llevarlos a la práctica. Por una parte, pidió limosna para sustentar a las religiosas y se mortificó
con cilicios, ayunos y penitencias9. Catarina de Sanjuan, "la
2 A.x. Garáa, f. 113, Archivo Histórico del INAH,Jesuitas, vol. IV.
3 Oviedo, Juan Antonio de, S.]., Vida admirabk, aposlÓücos ministerios y heroi-
cas virtudes del padre Joseph Vuial, México, Impr. del Colegio de San ndefonso, 7 Motolinía o Benavente, fray Toribio de, O.F.M., Memoriales o LiIJro de las
1752, p. 3. cosas de la Nueva España y de los naturales de ella, edición de Edmundo O'Gor-
4 Segura, Nicolás de, SJ., SerrruJms varios, dmnésticos y panegyricos, México, Im- man, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas, 1971, p. 261;
prenta Real del Superior Gobierno, de doña Maria de Rivera, 1742, p. 222. Mendieta, fray Jerónimo de, O.F.M., Historia eclesiástica indiana, México, Po-
5 Martínez de la Parra, Juan, Luz de verdades catóücas, manuscrito de 1692, ITÚa, 1980, p. 420.
primera edición localizada de 1755, 3 vols., México, Ed. San Ignacio, 1948, vol. 8 La referencia de la biografia, editada en 1756 por el P. Ponce de León, se
n, p. 387. encuentra en Muriel, Josefina, Cultura femenina novohispana, México, UNAM,
6 Oviedo, Juan Antonio de, SJ., Vida annplar, hero]cas virtudes, aposlóücos mi- 1982, p. 38.
nisterios del venmJbIe padre A.ntonio Núlic de Miranda, México, Herederos de la 9 El jesuita Antonio de Paredes escribió la Carta edificativa de Salvadora de los
Vela. de Francisco Rodríguez Lupercio, 1702, p. 130. Santos, que se usaba en las escuelas de indios como texto de lectura.

....
4 ....
....

china poblana" reunió igualmente las virtudes de pureza, la- encima de los simples actos de devoción. Desde el púlpito se
boriosidad, desprendimiento y abnegación 10. advertía a todas las mujeres, pero muy en especial a las casa-
Frente a la cumbre de las poseedoras de virtudes excelsas das, que su primera obligación era la atención del hogar y
se encontraba la sima de las pecadoras empedernidas, cul- de la familia l2 . Las largas ausencias de los maridos, ocupa-
pables de la pérdida de las almas de tantos hombres a quie- dos en el comercio, la admirIistración de empresas agrícolas
nes hechizaban con extraños brebajes o con el más común o el trabajo de las mirIas, solían ser bastante frecuentes y
sortilegio de un cuerpo garboso, una actitud afable, una es- proporcionaban a las mujeres una libertad no siempre de-
pontánea sensualidad o un afecto sincero. En ocasiones, las seada. En todo caso, se esperaba de ellas que guardasen fi-
uniones espontáneamente generadas por esta atracción, aje- delidad intachable y tanto más meritoria cuando su soledad
nas a las leyes religiosas y civiles, tenían tal fuerza que resis- podía prolongarse por varios meses y aun años. En situacio-
tían a la más elocuente retórica de los predicadores y las nes dificiles, cuando los peligros acechaban desde el exte-
más terribles amenazas de los confesores. Entonces, con tal rior y aún más desde el interior, podían llegar inesperados
de salvar el alma del hombre así encandilado, llegaba a pro- consuelos celestiales, como cuando una esposa abandonada
ducirse la intervención divina, manifestada en las más pere- que porfiadamente resistía los ataques contra su castidad,
grinas formas. Una mujer desapareció de la 'casa en que recibió la visita de la Virgen, que la animó a seguir en su
vivía amancebada, para encontrársela repentina y misterio- lucha l3 •
samente a muchas leguas de distancia; otra salió volando Cuando el matrimonio era un yugo demasiado pesado y
por una ventana, en forma de gallina, ahuyentada por el la convivencia con un marido intransigente se tornaba insu-
sincero arrepentimiento de su compañero; una más apare- frible, se imponía recurrir a la virtud de la paciencia, en esta
ció muerta en el lecho, con estremecedoras huellas de una vida y en la otra, hasta que llegase el día del Juicio Final,
tortura diabólica 11. cuando manifestándose Cristo en toda su gloria, diría: "Ven
Abandonar el celibato significaba asumir nuevas obliga- acá, perro traydor ¿pensabas que porque tu muger era
ciones, tan graves y sagradas que incluso tenían fuerza para muger y no podía tomar una espada ni un palo contra tí no
anular votos anteriores y que, desde luego, se imponían por
12 "Así el marido a la mujer como la mujer a su marido, pueden irritar
aquellos votos que se oponen al uso de su matrimonio o que estorben al buen
10 Aguilera, Francisco, SJ" Sermón en que se da noticia de la vida admirabk, vir- gobierno, cuidado y atención dellida a los hijos y a la familia...¡Oh Dios, si aca-
tudes heroicas y preciosa muerte de la venerabk señora Catharina de SanJuan, Puebla, barán de entender esto más de dos engañadas devotas'", Marúnez de la Parra,
Imprenta de Diego Fernández de León, 1688. 1948, vol. 1, p. 193.
11 Abundan ejemplos de esta índole en las cartas annuas de los jesuitas, 13 Carta annua de la provincia de la Compañía de Jesús en Nueva España,
pero las más representativas y espectaculares se encuentran en la biografia del en 1598, en Burros, Ernest y Félix Zubillaga, Mtmumenta Mexialna Societatis Jesu,
padre José Vidal, escrita por Oviedo, 1752, pp. 72,82, 89, 120 Y138. 6 voIs., Roma, Institutum Historicum SocietatisJesu, vol. ID, p. 309.

.... ....
5
...
....

avía de aver quien vengase sus agravios?"14 Quizá la esperan- de la mano...siendo con discreción y moderación, según
za de disfrutar de tan sabrosa revancha aliviase la espera en el caudal, esos no son hurtos sino méritosl 6.
situaciones penosas.
Pero el rigor de la ley eclesiástica no era tan inflexible Dentro del hogar podían producirse penosas situaciones,
que no permitiese a las casadas alguna independencia. Po- derivadas de la rudeza en el trato y aun de la violencia fisica,
dían, desde luego, desobedecer al marido en aquello que pero la Iglesia, que tantas atribuciones otorgaba a los mari-
considerasen injusto, como sería el dejar de visitar y atender dos, no transigía con lo que consideraba abusos de autori·
a su propia familia o negar el saludo a sus amistades, aun- dad, de modo que tenía duras palabras para los hombres:
que su cónyuge estuviera gravemente enemistado con ellos. "maridos lobos, maridos tigres, maridos dragones! entended
También tenían derecho a disponer de los medios económi- que no es vuestra esclava esa pobrecita paloma que así tra-
cos necesarios para sustentar con decoro su familia y su per- táis tan fiero, tan imperioso, tan teníble"17.
sona, según el rango que les correspondiera. Se afeaba la En tales circunstancias, cabría pensar que la pérdida del
tacañería de los hombres, con la advertencia de que "ni el marido era un alivio para muchas esposas. Incluso, con una
perspectiva demasiado moderna, se ha hablado de que la
viudez representaba una liberación para las mujeres novo-
hispanas que por fin podían disfrutar de libertad y autono-
mía. Pero lo que nos muestran los documentos es una
realidad mucho menos lisonjera para aquellas viudas que no
sólo perdían con el marido la figura de una autoridad más o
menos despótica, sino también la fuente de su sustento y la
protección contra posibles abusos. La situación económica y
el reconocimiento social de que disfrutasen determinaban
la suerte futura de las viudas.
Las más acomodadas podían elegir entre el fácil recurso
de un nuevo matrimonio o el permanecer en su estado y ad·
ministrar personalmente los bienes heredados. Las que ca-
recían de recursos no dejaban de intentar un nuevo enlace,
aunque siempre en desventaja con las solteras, en el merca-
do matrimonial. En busca de la ansiada protección masculi-
na, era frecuente que recurrieran al establecimiento de
relaciones irregulares, ya fuera con la esperanza de que su
unión terminaría por consagrarse ante el altar o ya con la
resignación de quien no podía aspirar a nada mejor l8. No es
demasiado sorprendente que la Iglesia mirase con recelo a
alma ni la honra está segura con ruines escaseces. Quien estas mujeres libres y que propiciase la fundación de recogi-
mucho cierra la bolsa, mucho abre a su desdicha la puer- mientos de beneficiencia y protección, destinados a mante-
ta"15. y como entre los hombres abundaban los que hacían
oídos sordos a estas recomendaciones, el remedio más efi-
ner enclaustradas a quienes por su debilidad y desamparo
podían caer en la tentación y ser calisa de graves pecados.
.
caz estaba en manos de la propia esposa, que podía tomar, En el hogar o en el claustro, la oración y el trabajo consti-
sigilosamente, el dinero que injustamente se le negaba; con tuían la mejor defensa contra las tentaciones; medallas, es-
más razón cuando sospechase o supiera con certeza que él capularios, rosarios, jaculatorias, agnus Dei, relicarios,
por su parte lo dilapidaba: imágenes, lienzos y láminas religiosas, se converúan en testi-
monios visibles de piedad.
Si a la mujer le falta su marido en lo necesario, o para su La religiosidad barroca de las velas y el agua bendita, los
persona o para el gasto de su familia...cójanles, si hallan altares domésticos, las promesas, las visiones celestiales, las
cómo y no tengan escrúpulo, que eso no es hurto, por- penitencias desmesuradas y los milagros cotidianos, la que
que él debe darlo; y lo mismo digo para dar algunas mo- fue compatible con desórdenes familiares, voluptuosidad y
deradas limosnas, según su caudal...¿Qué se ha de hacer? galantería, violencia y venganzas, identificaba la práctica de
No lo sepa el señor, excusen pleitos y descárguenle con ingenuas devociones con el ejercicio de la virtud. O
discreta moderación el alma y la bolsa...Y si el señor es
loco disipador y declaradamente jugador, cuanto más le
16 Martínez de la Parra, 1948, vol. n, p. 410.
escondieren mejor, que sera quitarle a un loco la espada 17 Martínez de la Parra, 1948, vol. 11, p. 315.
18 McCaa, Robert, "La viuda viva del México borbónico: sus voces, varieda-
14 A.x. Garáa, p. 75. des y vejaciones", en Gonzalbo Aizpuru, Pilar, (coord) Familias novohispanas. Si-
15 Martínez de la Parra, 1948, vol. 1, p. 246, vol. 11, p. 317. glos XVI a XIX, México, El Colegio de México, 1991, pp. 299-324.

.0 0
....
6

También podría gustarte