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2 - Quiroga - Ana - Concepto - Grupo
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LOS PRINCIPIOS…
Por Ana Pampliega de Quiroga
Revista “Temas de Psicología Social” Año I, Nº 1, 1977
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En junio de este año (1971), una noche -nuestra hora habitual de diálogo y de
trabajo- Pichon y yo nos entusiasmamos con un proyecto: escribir un libro que tomando
como eje la temática del grupo, "los organizadores grupales", fuera una Exposición
Sistemática de nuestros actuales desarrollos en Psicología Social.
Lo amplio de la temática planteaba en principio un problema de estructura
interna de la obra y en consecuencia, lo primero que debíamos resolver era un diseño
que le diera coherencia.
Otra noche, mientras estacionaba el auto, surgió en mi el diseño de ese
ordenamiento de temas. Bajé apurada para escribirlo, con temor de que se me perdiera
esa estructura, cuando se me acercó un grupo de gente y me pidió que llevara al
hospital una mujer que aparentemente sufría un ataque epiléptico.
Horas más tarde, al comentarle a Pichon mis esfuerzos tragicómicos para
transformar un Citroën en ambulancia, a la vez que no olvidar el diseño del libro, él se
rió y me dijo: "en el momento menos inesperado te encontraste con la epilepsia, eso
parece una herencia". (Para quien no lo sabe fue uno de los temas que apasionadamente
investigó a lo largo de su vida).
Proyecto y herencia son hoy, para mi, a pocos meses de su muerte dos palabras
que se articulan dolorosamente, pero con un sentido profundo, de tarea, de elaboración
de esa muerte.
El índice que retrabajamos con Enrique es ahora algo más que esbozo. Se
desarrolla como un libro, según el propósito inicial.
Este libro sintetiza, para Temas de Psicología Social, algunos de esos desarrollos.
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integrantes de la situación. Los otros, aún cuando fueran percibidos, no aparecen como
significativos. Esa falta de significatividad resultaría del hecho de que el otro no parece
comprometido en relación a las necesidades o expectativas de cada sujeto. La finalidad
buscada puede ser la mima pero no aparece compartida. El logro del objetivo no los
remite los unos a los otros, no los relaciona activamente. Lo que los reune es un
elemento externo. El compartir tiempo, espacio y eventualmente objetivo, no es
condición suficiente para el establecimiento de una relación vincular.
Esta parecería requerir un fundamento motivacional.
Ese percibirse recíprocamente, esa direcionalidad, orientación y determinación
mutua que caracteriza a los procesos interaccionales tiene una causalidad inscripta en
cada uno de los sujetos comprometidos en dichos procesos. De allí que caractericemos a
la interacción como un proceso motivado, afirmando que la causalidad del proceso, su
fundamento motivacional, es la necesidad.
Como dijéramos, cada sujeto se incluye en una dialéctica, en un interjuego con
los otros sujetos a partir de la contradicción interna necesidad/satisfacción,
contradicción que sólo puede resolverse en una experiencia, en una relación con el otro.
De allí la afirmación precedente de que el vínculo como unidad interaccional básica y el
grupo como trama vincular, constituyen el escenario y el instrumento de la resolución de
necesidades. Este hecho tiene una historicidad individual y social.
Desde la perspectiva individual, podemos ver hasta qué punto las primeras
conductas, las primeras experiencias del sujeto están determinadas desde la necesidad,
constituyéndose como modelos primarios de reconocimiento del otro y de conducta
direccional.
Desde el primer vínculo, aquél que establece el sujeto con el cuerpo, con el
pecho materno, el otro podía ser reconocido como objeto -en un proceso progresivo- en
tanto se incluyan en el interjuego necesidad/satisfacción.
El Objeto se carga de significatividad, se constituye como tal en la interioridad
del sujeto, en tanto portador de la gratificación. El interjuego necesidad/satisfacción y
sus vicisitudes son la condición de posibilidad de la inscripción del objeto en el mundo
interno del sujeto, y en consecuencia de la configuración de ese mundo interno.
La necesidad es la base, el motor de la relación con el otro, su fundamento.
La experiencia de contacto gratificante de un bebé con su madre, inscrita en él
como vivencia de satisfacción (1), es un hecho profundamente estructurante en el
desarrollo del psiquismo, y uno de los efectos más señalados es el desarrollo de
expectativas en relación al objeto, al producirse la emergencia de la tensión de
necesidad. Es en ese interjuego entre el registro de la tensión de necesidad y
experiencia gratificante con el otro, que se establecen los primeros procesos
comunicacionales y se cumple un proto- aprendizaje. Como lo describe Freud en
"Proyecto de una Psicología para neurólogos", el llanto es, en los primeros momentos de
vida, una conducta refleja que tiene una finalidad de descarga, asociada a la
emergencia de la tensión displacentera de la necesidad. La experiencia con el objeto va
a transformar la calidad de la conducta, que no será la de una mera descarga, , sino que
tendrá una finalidad comunicacional. El llanto del bebé adquiere como conducta y en el
interior del vínculo con la madre, un sentido, una direccionalidad, la gratificación, a la
vez que revela una progresiva incorporación de significaciones sociales.
EL CONCEPTO DE GRUPO Y
LOS PRINCIPIOS…
Por Ana Pampliega de Quiroga
Revista “Temas de Psicología Social” Año I, Nº 1, 1977
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la neurosis como un proceso común, que genera necesidades comunes. Por el contrario
se valoriza narcisísticamente la enfermedad como un acontecer individual, único en
relación del cual no se comprende el sentido de la presencia del otro o los otros. La
técnica defensiva a la que apelan en ese período resistencial los integrantes de un
grupo, es un disociación en la que la contradicción yo-otros (individuo-grupo) se hace
dilemática, generándose en el grupo un clima de aislamiento narcisista, a la vez que se
desarrolla una relación voraz con las figuras terapéuticas. El grupo aparece aquí negado
como estructura operativa, no se hacen jugar las potencialidades del mismo. Los roles al
no reconocerse las necesidades y objetivos comunes, se hacen suplementarios y no
complementarios, desdibujándose las funciones en la red interaccional, que se
empobrece. En esta situación, no pueden ser instrumentados los mecanismos de
identificación al servicio de la cura y el esclarecimiento de todos y cada uno de los
integrantes. Se cercenan los posibilidades de creatividad grupal. En el ámbito del grupo
familiar, cuando sus vicisitudes requieren intervención psicológica, el mecanismo
defensivo frente a la tarea básica de reconocimiento frente a las propias necesidades y
de las necesidades comunes, es frecuentemente la intensificación de aquél que hiciera
emerger el proceso de enfermedad en un integrante, nos referimos al mecanismo de
depositación, que implica también una disociación yo-otros, a lo que se suma una
proyección masiva de los aspectos patológicos o necesitados de ayuda, a la vez que una
negación de la propia necesidad de apoyo terapéutico. Sólo revirtiendo esta situación, el
grupo familiar, que hasta allí operó como escenario y condición del proceso de
enfermarse, puede transformarse en su contrario, es decir convertirse en un instrumento
invalorable, ya que no sólo podrá ser eficaz en el plano terapéutico, sino
posteriormente, en el terreno de la prevención de nuevos trastornos.
En los grupos de trabajo o de aprendizaje suele verse más facilitado el
reconocimiento de esta interdependencia en relación a necesidades y objetivos, ya que
la tarea aparece definida explícitamente como un proceso común, realizado a partir de
necesidades comunes. Este nivel racional de reconocimiento no impide, sin embargo,
que también en este caso las situaciones grupales aparezcan recorridas por la
contradicción entre proyecto y resistencia, vivenciándose al grupo como aquello que es
a la vez deseado y temido.
El punto de partida de la productividad grupal es le reconocimiento que sus
integrantes hacen de sus necesidades como sujetos y como grupo, como forma primaria
de resolver la contradicción sujeto-grupo. Hemos hablado hasta aquí de identificación,
de reconocimiento del grupo como instrumento, de definición de necesidades comunes,
de obstáculos emergentes de ese reconocimiento recíproco.
Esto nos remite a una pregunta: ¿se agota lo esencial de la relación vincular
grupal en ser un proceso motivado?, fundado en necesidades que promueven el
reconocimiento del otro, ¿cómo se orienta hacia el otro y se da un recíproco ajuste de
expectativas, desarrollándose procesos de comunicación y aprendizaje? Estas preguntas,
abren una reflexión que nos llevará a lo que Pichon Rivière enuncia como otro de los
principios organizadores internos de la estructura vincular y grupal, principio
íntimamente ligado con el anterior e instancia constitutiva de toda trama vincular: la
mutua representación interna.
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siguiendo a Sartre: "lo que une a la familia es la internalización recíproca por parte de
sus miembros (cuya condición de tales depende, precisamente, de esa interiorización)
de sus respectivas internalizaciones. La unidad de la familia se encuentra en el interior
de cada síntesis, y cada síntesis está vinculada, por interioridad recíproca con la
internalización por cada miembro de la interiorización de cada miembro..."
En este proceso de mutua representación interna, internalización recíproca o
totalización, que emerge el "nosotros", la vivencia de unidad vincular o grupal.
Esta vivencia se transforma en pertenencia, a la que E. Pichon Rivière caracteriza como
"...el sentimiento de integrar un grupo, el identificarse con los acontecimientos y
vicisitudes del grupo. Por la pertenencia los integrantes de un grupo se visualizan como
tales, sienten a los demás miembros incluidos en su mundo interno, los internalizan. Por
esa pertenencia `cuenta con ellos´, y puede planificar la tarea grupal incluyéndolos. La
pertenencia permite establecer la identidad del grupo y establecer la propia identidad
como integrante de ese grupo. El sujeto que se ve a sí mismo como miembro de un
grupo, como perteneciente, adquiere una identidad, una referencia básica, que le
permite ubicarse situacionalmente y elaborar estrategias para el cambio. la pertenencia
óptima, lo mismo que los otros vectores del abordaje, no es lo dado... sino lo adquirido,
lo logrado por el grupo como tal.
El grupo, por la pertenencia, la cooperación y fundamentalmente por la
pertinencia, en la que juegan la comunicación el aprendizaje y la telé, llega a una
totalización en un sentido de hacerse en su marcha, en su tarea, en su trabajarse como
grupo.
Tenemos que tener en cuenta el papel fundamental que en el establecimiento de
las relaciones constitutivas del grupo juega la dialéctica interna. Por eso hemos
subrayado en esta definición que un grupo es un conjunto de personas articuladas por su
mutua representación interna. Representación que sigue las características del modelo
dramático...
La tarea, sentido del grupo y la mutua representación interna hecha en relación a
la tarea constituyen al grupo como grupo. La tarea es la marcha del grupo hacia su
objetivo, es un hacerse y un hacer dialéctico hacia una finalidad, es una praxis y una
trayectoria".
Estas reflexiones intentan ser solo una aproximación a los principios
organizadores de la estructura grupal. Una profundización de estos principios,
particularmente el de la mutua representación interna, exige un exhaustivo análisis de
la dialéctica interna y del interjuego entre grupo interno y mundo externo. En esa
dirección apunta nuestra actual línea de trabajo.