Las Sectas Frente A La Biblia - Cesar Vidal
Las Sectas Frente A La Biblia - Cesar Vidal
Las Sectas Frente A La Biblia - Cesar Vidal
FRENTE A LA BIBLIA
focar \/¡Hal Mar^anamc:
Icoo
EDICIONES PAULINAS
FE DE ERRATAS
de «Las sectas frente a la Biblia»
Rom 7, 14 Rom 8, 14 58 2
Zohar Zohar (a Deut 6, 4) 71 23
4, 15-.16 4, 14-16 74 25
works works, 637-8 87 34
IPed 2, 20 2Ped 2, 20 92 10
2Re 2, 10 2Re 2, 11 98 30
Gál 3, 26 Gál. 3, 24 125 22
He 9-1 la He 4, 9-1 la 145 17
four mayor four major 159 11
C UANDO
mencé
hace más de una década y media co-
a interesarme por el fenómeno de las
sectas, éste no presentaba características especial-
mente alarmantes. Los Adventistas del Séptimo Día
y los Testigos de Jehová eran las únicas que conta-
ban con cierto eco en la sociedad española, y en la
latinoamericana sólo había que añadir a las mismas el
caso de los mormones. En apenas unos años, sin
embargo, el fenómeno comenzó a revestir manifesta-
ciones escalofriantes. A las tres sectas mencionadas
arriba comenzaron a añadirse otras de reciente crea-
ción; y en muy poco tiempo consiguieron, muy a
pesar suyo, atraer la atención de gobiernos, Iglesias
y organizaciones privadas, angustiados ante el daño
que presuntamente causaban a la sociedad con sus
actividades. Desde las organizaciones antisecta hasta
el Parlamento europeo, pasando por la misma Santa
Sede y las conferencias episcopales, ha ido cundien-
do un sentimiento de preocupación y alarma en rela-
ción con el fenómeno sectario.
Durante los últimos años colaboré con diversos
organismos públicos y privados en relación con el
tema, y con el paso del tiempo llegué a comprender,
primero, que sin un apoyo social considerable el pro-
blema siempre seguiría existiendo y, segundo, que
las raíces del fenómeno eran lo suficientemente com-
plejas como para que no pudieran ceñirse a reducirlo
7
a la simple obra de unos desalmados ansiosos de
poder y lucro.
Fue esa convicción, fundamentada en la experien-
cia directa de docenas de casos en España y en di-
versos países, lo que me motivó a escribir dos obras
anteriores a ésta, en que se abordaban los aspectos
histórico-sociológicos y psicológico-pastorales del pro-
blema h No obstante, antes y después, desde distin-
tos ángulos y bien diversos, me habían llegado suge-
rencias para que abordara el tema desde una pers-
pectiva apologética en un estilo que podríamos
denominar clásico del término. El material lo había
ido reuniendo pacientemente, año tras año, y lo había
compartido a mi vez con comunidades, grupos e Igle-
sias de España y del continente americano.
1
El infierno de las sectas, Mensajero, Bilbao 1989, y Psicología de
las sectas, Paulinas, Madrid 1990.
2
Nos estamos refiriendo muy especialmente al tercer mundo y, más
recientemente, a los países de la Europa del Este.
8
serie de patrones metodológicos, de cuya conjunción
ha nacido esta obra. Se trata de los siguientes:
a) La obra está dirigida a responder al mayor
número de personas: esto me ha llevado a centrar la
mayoría de los capítulos en Adventistas del Séptimo
Día, Testigos de Jehová y mormones. Fundamental-
mente esto se debe a una razón numérica (más del
90 por 100 de los adeptos mundiales a sectas perte-
necen a una de estas tres, que, en conjunto, contabi-
lizan cerca de diez millones de personas) y a otra
práctica (las sectas que tienen mayor arraigo social y
mayor capacidad potencial de crecimiento en Espa-
ña, América Latina, Europa del Este y tercer mundo
son estas mismas). Ciertamente, buen número de las
cuestiones presentadas en este libro afectan a otras
sectas, pero originalmente la obra no les otorga más
que un valor marginal en razón de su número.
b) La obra se centra en cuestiones esenciales de
la fe cristiana: en este libro sólo de manera excepcio-
nal se hace referencia a lo que separa a las distintas
Iglesias cristianas (católica, orientales, anglicana y re-
formadas); por el contrario, todos los instrumentos
apologéticos que aparecen en él sirven de ayuda al
9
mas aceptados de manera universal por todos los
en todo tiempo y lugar, y negados preci-
cristianos
samente por movimientos pseudocristianos y sec-
tarios.
c) La obra está construida sobre una base común
de diálogo con las sectas: la lectura de este libro
permite ver que, aunque se hacen referencias expre-
sas al rabinismo y a la patrística, la base fundamental
de sus argumentos se halla en la Biblia. La razón es
fundamental: todas las sectas a que hacemos refe-
rencia la aceptan como base de diálogo. Es cierto
que los adventistas consideran tan inspirados como
la Biblia los escritos de la señora White; es cierto que
3
A lo largo de la obra he utilizado con preferencia mi propia traduc-
ción directa del griego para el Nuevo Testamento, y del hebreo y
arameo para el Antiguo. En el primer caso me he valido del Greek-
English New Testament, de Nestlé y Aland, Editio XXVI, Stuttgart
1981, y en el segundo de la Biblia Hebraica Stuttgartensia, Editio
Minor, Stuttgart 1984. Cito también de las versiones prestigiosas de la
Biblia comunes en el mundo de habla hispana y de las propias ediciones
de las sectas. Las siglas siguientes son las utilizadas en relación con las
diversas traducciones de la Biblia: VNM: Versión del Nuevo Mundo o
Biblia de de Jehová; EP: La Santa Biblia de Ediciones
los Testigos
Paulinas; BJ: Biblia de Jerusalén; NC: Nácar Colunga; VP: Versión
Popular; VM: Versión Moderna; NBE: Nueva Biblia Española; RV:
Reina-Valera. Cuando no se indica referencia, la traducción es mía.
10
d) La hermenéutica utilizada en la obra está (o al
menos lo intenta) alalcance del laico sencillo. Hace
un tiempo fui invitado a dar unas conferencias sobre
sectas en el marco de un ciclo dedicado al tema.
Acudí con un amigo especialista en la cuestión y asis-
timos a las conferencias de otros ponentes. Una de
ellas estudiaba el empleo de la Biblia en las sectas. La
conferencia, rigurosa y bien fundamentada, era un
ejemplo de estudio cuidadoso del tema. Mostraba lo
absurdo de la exégesis de las sectas; pero, a nuestro
juicio, tenía dos defectos que la invalidaban desde
una perspectiva práctica. El primero es que su enfo-
que presuponía una especialización en el área de la
interpretación bíblica que raramente está al alcance
de la aplastante mayoría del pueblo de Dios; el se-
gundo es que no contaba con la menor vía de apro-
ximación al adepto de una secta. Su trabajo era mag-
nífico, pero la mayoría de los laicos no lo enten-
derían, y la totalidad de los adeptos se sentirían con-
fusos, mas no tocados por el mismo.
He querido evitar tal peligro en esta obra. Las re-
ferencias en muchos casos son a las lenguas origina-
les en que se escribió la Biblia, hay notas y se buscan
paralelos en el pensamiento judío y paleocristiano;
pero, sobre todo, ésta es una obra de hermenéutica
sencilla, para que todo el pueblo de Dios la entienda
11
pero no son, ni con mucho, todos los argumentos
que se pueden aducir al respecto. La necesidad de
cubrir infinidad de áreas obliga al ministro religioso a
diversificarse en multitud de tareas y a ver, no pocas
veces con algo de desesperación, que el tiempo se le
escurre como el agua de entre los dedos. Creo que
uno de los remedios a este problema es involucrar al
laico en tareas como ésta: la labor relativa a las sec-
tas. Por eso he intentado que el laico sencillo pueda
asimilar datos con facilidad, a fin de poder utilizarlos,
y no he aceptado la posibilidad de que éstos puedan
ser tantos que lo aplasten por su número y comple-
jidad.
12
grupos de España y del continente americano en un
amplio arco que va de Madrid a Bogotá, pasando,
entre otros lugares, por Oviedo, Manresa, Miami,
San Salvador y Managua. De ellos aprendí a ver las
cosas con nuevas perspectivas y recogí valiosos da-
tos para este trabajo. A ellos, muchos y, por amor a
la brevedad, anónimos, vaya mi gratitud desde estas
páginas, consciente de que, aunque quizá pequeños
desde un punto de vista humano, muchos serán
“grandes en el reino de los cielos”.
13
1
¿ENSEÑA LA BIBLIA
QUE CRISTO ES DIOS?
1
Que esta adhesión es sólo formal queda de manifiesto cuando
descubrimos que los adventistas afirman que Cristo era el arcángel
Miguel (Questions of doctrine, pp. 71-83), y que los mormones sostie-
nen que los hombres salvados se convierten en dioses (Doctrinas y
convenios, 132:37), y que Jesús fue el hijo de Adán, el único Dios con
el que tenemos que tratar los habitantes de este planeta (Diary of
Hosea Stout, 9 de abril de 1852, vol. 2, p. 435)
15
contra esta doctrina, la enseñanza bíblica al respecto,
algunos ejemplos del pensamiento rabínico sobre la
divinidad del mesías y la opinión de los primeros cris-
tianos.
16
(VNM). “...Cristo. Cuidadosamente ocultados en él
están todos los tesoros de la sabiduría y del conoci-
miento” (Col 2,3).
Ni para Juan ni para el autor de la carta a los
Colosenses, Jesús era un personaje privado de om-
nisciencia.Todo lo contrario: sabía todo y en él esta-
ban, sin excepción, todos los tesoros de la sabiduría
y del conocimiento.
1.
d) Colosenses 1,15. De nuevo nos hallamos ante
una interpretación errónea de un texto en base a la
ignorancia terminológica de las sectas. Éstas inter-
pretan la palabra “primogénito” en el sentido de “pri-
2.
mer creado”; Cristo, pues, sería una simple criatura.
Ahora bien este análisis del pasaje es erróneo por las
siguientes razones:
a
Primogénito (protótokos en griego) no es lo
mismo que primer creado (protiktos en griego). Si
realmente Pablo hub’era deseado expresar que Cris-
to era un ser creado, hubiera empleado el verbo
“crear” lo que no hizo.
a
El término “primogénito” no equivale en len-
gua hebrea tanto al primero en nacer como al que
posee ciertos derechos de gobierno, herencia o rea-
leza. Así la Biblia contiene diversos ejemplos de “pri-
mogénitos” que no fueron los primeros. Así, en Sal
89,27 (VNM) se anuncia que David sería nombrado
“primogénito”. David no lo era familiarmente (de he-
cho sabemos que era el menor de su familia), ni tam-
poco fue el primer rey de Israel (que fue Saúl), pero
sí iba a contar con una supremacía, con una “primo-
genitura”.
Otro ejemplo de la palabra “primogénito” utilizada
en ese sentido se halla en Jer 31,9, donde se denomi-
18
na a Efraín como “primogénito”. Ahora bien, si lee-
mos el relatode Gen 48,13-14, vemos que realmente
Efraín era el menor y Manasés era el primogénito.
Unejemplo más de este empleo de la palabra “pri-
mogénito” lo hallamos en Éx 4,22, donde se aplica tal
título a Israel. Lógicamente, no se pretende señalar
aquí que Israel fue la primera nación creada (lo que
no sería verdad), sino que Israel gozaba de una pri-
macía a los ojos de Dios.
Por lo tanto, Pablo no está aquí diciendo que Cris-
to es un ser creado, sino que tiene la total supremacía
sobre la creación; en otras palabras, que es el mismo
creador.
a
3. El contexto indica que Pablo considera a Cris-
tono un ser creado, sino el mismo creador:
De hecho esto es tan claro, que la VNM ha falsea-
do el original griego, incluyendo palabras entre cor-
chetes para ocultar esta revelación. Dice así, por citar
un ejemplo, La Santa Biblia, de Ediciones Paulinas:
“Porque por él mismo (Cristo) fueron creadas todas
las cosas, las de los cielos y las de la tierra, lo invisible
19
“Porque por medio de él todas las (otras) cosas fue-
20
2. no se menciona en ningún pasaje que ésta sea
pero
el mesías.
a
contexto niega que se pueda referir a Jesús:
El
las profecías mesiánicas (como Is 52,13ss.) contienen
siempre referencias que podemos reconocer en la
vida de Jesús. Ahora bien, aquí se nos dice que la
sabiduría edificó una casa (Prov 9,1a), que ha labrado
3.
siete columnas (Prov 9,1b), que dispuso la mesa mez-
clando el vino y degollando carne (Prov 9,2), etc.
Está claro que nada de esto tiene relación con la
persona de Jesús; pero sí tiene sentido si se interpre-
ta como una personificación poética de la sabiduría.
a
La traducción “me produjo” no es correcta;
pero, por si fuera poco, el pasaje, como es habitual
cada vez que la Wachtower se ocupa de traducir,
está penosamente traducido. La palabra hebrea que
se vierte por “produjo” es qnh, que significa “poseyó”
o “poseía”, como han traducido la versión Reina Va-
lera (RV) o la Nácar Colunga (NC). En algún caso
este verbo puede tener un significado secundario de
“engendrar”, y así han vertido el pasaje la Versión
Popular (VP) y la Versión Moderna (VM), pero no
parece que en este contexto sea la traducción más
adecuada.
Intentar, pues, desprender del pasaje de Prov 8,22
que Cristo fue creado no deja de ser un dislate exe-
gético.
22
na, sino que son tres personas distintas y un solo
Dios verdadero. El diálogo entre el Padre y el Hijo,
por lo tanto, no contradice la doctrina de la Trinidad,
sino que la confirma.
ra muy especial.
Ahora bien, en el caso de este salmo, el Nuevo
Testamento nos ha conservado la interpretación que
del mismo hacía la Iglesia primitiva. Veamos: “Pero
Dios levantó de entre los muertos, y por muchos
lo
días se hizo visible a losque habían subido con él de
Galilea a Jerusalén, los cuales son ahora testigos de
él al pueblo. De modo que nosotros estamos decla-
rándoles las buenas nuevas acerca de la promesa
hecha a los antepasados, que Dios la ha cumplido
enteramente para con nosotros los hijos de ellos al
haber resucitado a Jesús, así como está escrito en el
Salmo segundo: Tú eres mi hijo, este día he llegado a
ser tu Padre” (He 13,30-33).
Para Pablo, el salmo 2 no enseñaba que Cristo
fuera un ser creado, sino que contenía la afirmación
de que resucitaría un día. Naturalmente somos muy
23
libres de preferir la interpretación de la Wachtower a
la del apóstol de los gentiles.
Digamos, finalmente, que el término “engendrar”
ni significa“crear” ni es contrario a la enseñanza de
la Trinidad. De hecho, el credo trinitario de Nicea
afirma que la persona del Hijo fue “engendrada y no
creada, de la misma naturaleza que el Padre”. Los
que creemos en la Trinidad creemos asimismo que
Cristo fue engendrado desde la eternidad de la misma
naturaleza que el Padre, pero que no fue creado.
Este texto apoyaría precisamente esa tesis, puesto
que en él no se dice que el Hijo fuera creado, sino
engendrado.
Hasta aquí hemos podido ver el nulo fundamento
que tiene afirmar que la Biblia niega la divinidad de
Cristo. Ahora bien, el que no haya argumentos en
contra no significa necesariamente que los haya a
favor. ¿Existen pruebas en el Nuevo Testamento de
que los primeros cristianos creyeran que Cristo era
Dios? A examinar esa cuestión dedicaremos las pró-
ximas páginas.
24
2.1. Cristo tiene títulos en el NT
que sólo son aplicables a Dios
Dios. La teología de
los Testigos, en realidad, es
Parte de la base de que existe un gran Dios
politeísta.
increado (Jehová), seguido por un dios inferior y crea-
do (Cristo) y por multitud de dioses de una categoría
aún más ínfima, como el diablo y los ángeles. La
enseñanza de la Biblia, por otra parte, es natural-
mente monoteísta: sólo hay un Dios, no ha habido
ninguno antes ni lo habrá después.
“Ustedes son mis testigos —
es la expresión de
Jehová —
aun mi siervo, a quien he escogido, para
que sepan y tengan fe en mí, y para que entiendan
que yo soy el mismo. Antes de mí no fue formado
Dios alguno y después de mí continuó sin que lo
hubiera” (Is 43,10) (VNM).
Este pasaje, conocido de memoria por todos los
adeptos de la Wachtower, ya que de él derivan su
nombre, contiene en su segunda parte una afirma-
ción que contradice tajantemente las enseñanzas de
aquélla. No enseña que hay un gran Dios (Jehová),
otro inferior y creado (el mesías) y una pléyade de
dioses a continuación, sino que sólo hay uno y ningu-
no más.
“Esto es que ha dicho Jehová, el Rey de Israel y
lo
elRecomprador de él, Jehová de los ejércitos: Yo
soy el primero y yo soy el último, y fuera de mí no
hay Dios” (Is 44,6) (VNM).
La afirmación es clara y contundente; pero choca
frontalmente con la teología de la Wachtower, que
enseña la existencia de varios dioses.
“Yo soy Jehová, y no hay ningún otro. Con la
excepción de mí no hay Dios..., no hay ningún otro;
no hay otro Dios” (Is 45,5,14) (VNM).
25
Naturalmente, los primeros cristianos creían lo mis-
mo que enseñó Isaías, y no la teología de la Wachto-
wer, que establece que hay varios dioses. Y no sólo
es que creían en un monoteísmo estricto (un solo
Dios y ningún otro más), sino que además afirmaron
que Cristo era ese Dios. Como esto resulta tan claro
y equivale a reconocer que la teología jehovista es
una farsa, los dirigentes de la Wachtower no han
tenido el más mínimo inconveniente en alterar la tra-
ducción de la mayoría de los pasajes donde se dice
que Cristo es Dios. A analizar algunos de éstos va-
mos a dedicarnos ahora.
a) Romanos 9,5. Dice
versión del texto griego:
la
“El Cristo según la cual es Dios bendito”.
carne, el
Pablo afirma tan claramente que Cristo es Dios ben-
dito, que la VNM
no ha tenido el menor reparo en
introducir una palabra entre corchetes en el texto
para desvirtuar tal afirmación. Dice así: el Cristo se-
gún la carne: Dios, que está sobre todos, (sea) ben-
dito para siempre.
26
en la forma de Dios, no dio consideración a una usur-
pación, a saber: que debiera ser igual a Dios”.
Basta comparar la VNM
con otras traducciones
para comprobar lo viciado y lleno de prejuicios que
ha sido su método de trabajo, método que sólo bus-
caba defender a la secta, y no a la enseñanza de la
Biblia.
c) Colosenses 2,9. “Porque en él habita la pleni-
27
cristo,cuando lo cierto es que el original prodiga los
dos atributos (Dios y salvador) a Cristo.
e)Hebreos 1,8. “Con respecto al Hijo: El trono
tuyo, oh Dios, por el tiempo del tiempo”
Este texto reviste una especial relevancia porque
en él es el propio Padre el que se dirige a la persona
del Hijo; y no lo hace para denominarlo Miguel (como
los testigos o los adventistas) ni un dios, sino Dios de
manera plena. Como imaginará el lector, también en
esta ocasión la VNM altera el texto añadiendo pala-
bras:“Pero respecto al Hijo: Dios es tu trono para
siempre jamás”
En fondo, sin embargo, esta burda falsificación
el
dice lo contrario de lo que pretende; porque, ¿quién
es mayor, el trono o el que se sienta en él? Pues bien,
si Dios es el trono del Hijo, éste debe ser, al menos,
28
alterar el texto sagrado a de defender con más
fin
facilidad sus doctrinas.
9) Juan 1,1. Sin duda, es ésta la falsificación más
conocida de todas las que pueblan las páginas de la
VNM. Dice así: “En (el) principio la Palabra era, y la
Palabra estaba con Dios y la Palabra era un dios”.
Basta ir al texto griego original para comprender
que se trata de una burda artimaña, consistente en
intercalar una palabra que no está en el evangelio de
Juan a fin de negar la divinidad de Cristo.
“En principio existía la Palabra, y la Palabra estaba
con el Dios y Dios era la Palabra”.
Naturalmente, el pasaje en griego es tan claro que
la Wachtower se ha visto obligada a recurrir al poco
29
ra es suplida por “un” en la misma Wachtower. Fijé-
monos a título de ejemplo en el mismo capítulo 1 del
evangelio de Juan. En el versículo 6 se nos dice que
un hombre (Juan el Bautista) fue enviado por Dios, y
esta palabra va sin artículo determinado; no obstante
la Wachtower no ha traducido “representante de un
dios”, sino “representante de Dios”. En el versículo
12 se nos habla de cómo llegar a ser hijos de Dios.
Ahora bien, la palabra Dios va sin artículo determina-
do; pero la Wachtower no ha traducido “hijos de un
dios”, sino “hijos de Dios”. En el versículo 13, una
vez más, la palabra “Dios” va desprovista de artículo
determinado; pero la Wachtower no traduce “volun-
tad de un dios”, sino “de Dios”. Podríamos aducir
más ejemplos; pero sinceramente éstos nos parecen
suficientes para mostrar que la “regla” citada por la
Wachtower no sólo no existe, sino que incluso no es
aplicada por ella misma para no caer en el ridículo
más absoluto.
c’) La construcción poética de Jn 1,1 no permite
traducir “un dios”. Los dieciocho primeros versículos
del evangelio de Juan formaron en su conjunto un
canto (muy posiblemente antifonal) que se utilizaba
en las reuniones de la Iglesia primitiva. Tenía por ello
una estructura (muy clara en los tres primeros ver-
sículos) de especial belleza, puesto que cada frase
terminaba con la misma palabra con que empezaba
la siguiente: “En principio era la Palabra, y la Palabra
era con el Dios, y Dios era la Palabra”.
Esta construcción además hacía girar su encanto
(y su impresionante vigor) en torno al hecho de que
lapalabra con que concluía una frase y comenzaba la
siguiente tenía el mismo valor, contenido y significa-
do. Por esto el “Dios” del final del versículo 1 nunca
podía ser “un dios”, sino la palabra “Dios”, con su
30
mismo contenido y fuerza con que concluía la frase
anterior.
Examinadotexto de Jn 1,1, en la
el se des- VNM
cubre, por lo tanto, no sólo una falta de conocimiento
mínimo de la lengua en que se redactó el Nuevo
Testamento, sino también una carencia de honesti-
dad por la que no ha tenido reparo, una vez más, en
alterar la Escritura para hacerla encajar en sus posi-
ciones doctrinales preconcebidas.
Vamos a concluir con lo referente a este texto.
Antes, no obstante, desearía hacer una breve refe-
rencia al origen de esta traducción penosa del glorio-
so pasaje de Jn 1,1. Cuando los testigos intentan
mostrar que no son los únicos en haber traducido el
pasaje de Jn 1,1 de esta manera sólo pueden (y es
normal) citar un Nuevo Testamento no editado por
ellos que contenga una versión similar 2 Me estoy .
2
Este Nuevo Testamento de Johannes Greber aparece citado por
la Wachtower para apoyar su traducción, por citar algún ejemplo, en
el libro Asegúrense de todas las cosas, Brooklyn 1965, 489, y en el
folleto La Palabra ¿quién es él?, Brooklyn 1962, 5.
31
crepancias clarificadas por el Espíritu mundial de
Dios... Su esposa (la de Greber), una médium del
Espíritu mundial de Dios, fue a menudo el instrumen-
to para dar las respuestas correctas de los Mensaje-
ros de Dios al pastor Greber” 3 .
3 De
hecho, yo sostengo la tesis de que la VNM no es sino una copia
descarada de la traducción espiritista de Greber, como puede verse
con facilidad comparando ambas versiones. La de Greber puede obte-
nerse solicitándola a la Johannes Greber Memorial Foundation, 139
Hillside Avenue, Teaneck, NJ, 07666. USA.
4
Existe un argumento de tipo histórico teológico adicional en favor
de que Juan quería señalar la plena divinidad de Cristo al escribir el
primer versículo de su evangelio. Me estoy refiriendo a la utilización del
término “Palabra” para definir al Cristo preexistente. Este mismo tér-
mino era utilizado en los targumim (comentarios interpretativos del
Antiguo Testamento) en arameo para referirse a Yavé. De manera que
para decir que Yavé creó los cielos y la tierra se indica que Memra (la
Palabra) creó los cielos y la tierra, etc. Ese mismo Yavé, según Juan,
era el que se había hecho carne para salvarnos.
32
se atreven a inventar reglas gramaticales que no exis-
ten y que ellos mismos no respetan, buscando como
único apoyo una versión del Nuevo Testamento ca-
rente de base científica y que, según confiesan en sus
publicaciones, es obra de espíritus. Todo esto, no lo
olvidemos, para negar la grandiosa verdad de la en-
carnación de Dios en la persona de Cristo a fin de
redimirnos. ¿Realmente se puede confiar en una or-
ganización así?
Podríamos presentar ahora más textos falseados;
pero vamos a citar sólo dos más en los que la Wach-
tower, sin darse cuenta, ha permitido que en la VNM
los apóstoles llamaran Dios a Jesús. Nos referimos a
Jn 20,28 y lJn 5,20. “Dijo entonces a Tomás: Pon tu
dedo aquí y ve mis manos, y toma tu mano y métela
en mi costado, y deja de ser incrédulo y hazte cre-
yente. En contestación Tomás le dijo: Mi Señor y mi
Dios” (Jn 20,27-28) (VNM). “...Jesucristo. Este es el
Dios verdadero y vida eterna” (lJn 5,20) (VNM).
La experiencia de la resurrección corporal de Je-
sús (que también niegan los testigos) significó un
auténtico impulso espiritual para sus desolados discí-
pulos. Tomás, el que había dudado, supo desde ese
momento que el galileo con el que había compartido
los años anteriores era Dios y Señor. Lo mismo afir-
maba el apóstol Juan años después.
Ahora bien, todos los apóstoles eran judíos. Cono-
cían las Escrituras y las palabras de Isaías en el sen-
tido de que sólo había un Dios. O bien se equivoca-
ban al afirmar que Jesús era Dios y le denominaban
así cuando sólo era un dios (y en ese caso la Wach-
tower tendría razón doctrinalmente hablando) o bien
tenían razón al identificar a Cristo con el Dios del
que habló Isaías: el único Dios, antes del cual no
hubo ninguno y después del cual tampoco habría
33
otro. Si los apóstoles tenían razón, lo cierto es que la
Wachtower está equivocada trágicamente. El autor
de estas líneas no se avergüenza en decir que cree en
los apóstoles, aunque eso signifique considerar a la
Wachtower y sus doctrinas una farsa total.
(Zac 11,12-13).
Sabido es que el Nuevo Testamento aplica este
pasaje a Cristo como una profecía cumplida en él.
¿Se equivocaban los primeros cristianos al decir que
Cristo era el Jehová de Zacarías evaluado en treinta
monedas de plata, o yerran los testigos de hoy al
negarlo?
b) Cristo es Jehová precedido por Juan el Bau-
5
Como seguramente sabrá el lector, la vocalización “Jehová” es
totalmente incorrecta. El tetragramaton (o cuatro letras: YHVH) de
uno de los nombres de Dios en el Antiguo Testamento (no el único,
como pretenden los testigos); posiblemente se debiera vocalizar con
“a” y “e”, dando como resultado la forma “Yahveh”. Lo que sí es
seguro es que no se pronunciaba Jehová. Aquí hemos respetado esta
errónea vocalización para conservar la fuerza de los argumentos en
relación con los adeptos de la secta de la Wachtower.
34
“Escuchen. Alguien está clamando en el desier-
tista:
to: Despejen el camino de Jehová. Hagan recta la
calzada para nuestro Dios a través de la llanura de-
sértica” (Is 40,3) (VNM).
La profecía de Isaías era clara: una voz aparecería
en el desierto para ser precursora de la venida de
Jehová Dios. Los evangelistas vieron en el texto del
profeta judío una profecía que se cumplió cuando
Juan el Bautista precedió a Jesús. Si Juan fue la voz
en el desierto, Jesús debía ser Jehová Dios. ¿Se equi-
vocó Isaías al profetizar la venida de Jehová, cuando
en realidad vino solamente un dios? ¿Se equivocaron
los apóstoles al considerar que la profecía se había
cumplido, cuando en realidad no era así, porque en
vez de Jehová vino un dios, o se equivoca la Wach-
tower porque no se equivocó Isaías ni los primeros
cristianos, y, efectivamente, quien vino fue Jehová
Dios precedido por Juan el Bautista?
c) Cristo es Jehová traspasado: Zac 12,10 cons-
tituye uno de los pasajes más enigmáticos de todo el
Antiguo Testamento. Yavé (o Jehová) se está diri-
giendo al profeta y de pronto le anuncia algo que
suena realmente extraño: le traspasarían y en tal si-
tuación le contemplarían los hijos de Israel; Jehová
traspasado: “Y mirarán a mí, a quien traspasaron”.
Es sabido que los primeros cristianos vieron en
este pasaje una referencia a Cristo alanceado en la
cruz. Ahora bien, ¿se equivocaban al considerar que
el Jehová traspasado era Cristo o lo hace la Wachto-
wer al negarlo? Mucho nos tememos que si alguien
se ha equivocado no fueron los apóstoles; y es que
en la mente de ellos seguramente sonaba la pro-
fecía gloriosa de Is 35,4: “Dios mismo vendrá y os
salvará”.
Lástima que verdad tan gloriosa haya sido sustitui-
35
da en la teología de la Wachtower por el espectáculo
de un arcángel que se hace hombre para salvar a la
humanidad.
los que lavan sus ropas largas, para que sea suya la
autoridad (de ir) a los árboles de la vida, y para que
consigan entrada en la ciudad por sus puertas. Afuera
están los perros y los que practican espiritismo y los
fornicadores y los asesinos y los idólatras y todo
aquel a quien le gusta la mentira y se ocupa de ella.
Yo, Jesús, envié a mi ángel para darles a ustedes
testimonio de estas cosas para las congregaciones”
(Ap 22,13-16).
¿Mentía y se equivocaba (y además blasfemaba) el
autor de Apocalipsis al atribuirle a Jesús un título de
36
Jehová, puesto que Cristo es solo un dios, o es la
teología de la Wachtower la equivocada al respecto?
37
¿Disparataban Pablo y Juan al afirmar que Cristo
era el único creador del universo, el Jehová creador,
delque escribió Isaías, o más bien disparata la Wach-
tower al negarlo?
38
creían que él era el mismo Dios que se apareció a
Moisés anunciándole la liberación, morirían en sus
pecados. No es de extrañar que aquella pretensión
dividiera a sus oyentes de manera radical, unos cre-
yeron (Jn 8,30), otros intentaron matarlo (Jn 8,59).
Naturalmente, los pasajes mantienen entre sí una
relación tan evidente que la Wachtower sólo podía
alterarlos en la VNM. Así el “Yo Soy” de Éx 3,14 es
vertido: “Yo resultaré ser”, aunque el hebreo dice
hyh, es decir, Yo soy. De la misma manera, en la
VNM, Jn 8,24 es vertido como “yo soy ése”, aunque
el griego dice ego eimi, es decir, “Yo Soy”.
39
que merece su plena divinidad quedará de manifiesto
con el texto de la VNM que, a título de ejemplo,
reproduzco a continuación. Dice así: “El que observa
el día, lo observa para Jehová (en el original, la pala-
40
se daba a Yavé. Por lo tanto, la Wachtower no ha
buscado que entendieran los lectores de la VNM el
mensaje del Nuevo Testamento de manera clara, sino
ocultarles de forma consciente y metódica la maravi-
llosa buena nueva de que el Dios de la historia se ha
encarnado en Cristo para salvarnos.
41
carón a Cristo, pero creo que con lo ya expuesto
queda suficientemente probada la tesis que deseába-
mos demostrar.
43
La expresión griega que la VNM traduce por “así
como” es kazós, que equivale a “de la misma mane-
ra”, “exactamente igual”. Pero ¿cómo sería posible
esto si Cristo es sólo un dios, y el Padre es Dios?
¿Acaso no será porque precisamente no es así, por-
que precisamente el Padre y el Hijo son Dios? Cree-
mos que eso es lo que se desprende no sólo del
texto, sino del contexto del Nuevo Testamento.
44
nosotros? Y en cuanto al brazo de Jehová, ¿a quién
ha sido revelado? La razón por la cual no podían
creer es que otra vez dijo Isaías: Él les ha cegado los
ojos y ha hecho duro su corazón, para que no vean
con los ojos y se vuelvan y yo los sane. Isaías dijo
estas cosas porque vio su gloria y habló de él. Con
todo, hasta de los gobernantes muchos realmente
pusieron fe en él, pero a causa de los fariseos no lo
confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga”
(Jn 12,36b-42) (VNM).
El evangelio de Juan intenta en este pasaje explicar
por qué muchos de los judíos no llegaron a creer en
Jesús. Su tesis es que tal hecho ya estaba profetizado
por Isaías, que, cuando vio la gloria de Jesús, anunció
que los corazones de los judíos se cegarían y su co-
razón se endurecería. Ahora bien, el pasaje a que
hace referencia Juan es el de Is 6,1-10, en el que
Isaías vio... al propio Jehová. Caben dos posibilida-
des: o bien Juan se equivocaba al decir que la gloria
de Cristo era la de Jehová y además cometía un
error blasfemo porque le atribuía algo que no le co-
rrespondía (en cuyo caso la Wachtower tendría ra-
zón), o bien Juan era consciente de lo que estaba
escribiendo, ya que identificaba a Cristo con Jehová
y no veía dificultad en atribuirle la misma gloria. En
tal caso, empero, la Wachtower estaría equivocada.
El autor de estas líneas cree, en su modesto entender,
que Juan el evangelista es mucho más digno de con-
fianza que la Wachtower.
En buena medida, la experiencia de Juan fue como
la de Tomás. Él había visto morir a Jesús de cerca,
muy de cerca, porque fue el único de los doce que no
se ocultó y que permaneció al pie de la cruz con
María y otras mujeres. Pero también asistió luego a
su resurrección, y pudo comprobar que las afirma-
45
dones de Jesús en el sentido de que él mismo se
3. El mesías-Dios en el judaismo
47
manera que cuestionaba hasta su misma raíz la exis-
tencia del status religioso judío, porque Jesús tam-
bién decía que “Dios era su padre, haciéndose así
igual a Dios” (Jn 5,18).
Apenas muerto Jesús, los conflictos entre cristia-
nismo y judaismo comenzaron a recrudecerse de nue-
vo. Unas décadas después, los judíos que eran cris-
tianos eran expulsados, de forma generalizada esta
vez, de las sinagogas, y la propia teología judía expe-
rimentó una profunda revisión precisamente para pri-
var de argumentos al cristianismo. De esta manera,
eljudaismo arrojó por la borda multitud de corrientes
e interpretaciones que había en su seno (la de que el
mesías sufriría, la de que el mesías sería Dios, etc.),
y el cristianismo, como reacción, empezó a delimitar
su oposición judaismo 6 No obstante lo anterior,
al .
6 He
delimitado este conflicto en mi artículo, escrito en colaboración
con Fernández Uriel, titulado “Anavim, apocalípticos y helenis-
Pilar
tas”, en homenaje a José María Blázquez, Madrid 1990. Un estudio
más a fondo del tema en J. Jocz, The jewish people and Jesús Christ,
Grand Rapids, 1979, donde queda de manifiesto cómo el judaismo
—tal como se forjó en la época de la redacción del Talmud — fue
principalmente un intento de los judíos de oponerse sólidamente al
cristianismo.
48
man; rabí Moisés ben Maimón escribiendo a Jacob
Alfajumi).
“¿Cuál es el nombre del rey mesías? A esto res-
pondió el rabí Abba bar Kahana: Yahveh es su nom-
bre” (Midrash Echa 1,51)
“Dios llamó también al rey mesías con su propio
nombre (el de Dios)” (Midrash Thillim 21,2).
No deja de ser paradójico que estos textos rabíni-
cos, escritos por personas que negaban que Jesús
fuera el mesías, contuvieran una concepción más co-
rrecta en relación con el mesías que la que propaga
la Wachtower, que se pretende cristiana.
4. El mesías-Dios entre
los cristianos primitivos
49
dos a mostrar con el Antiguo Testamento que el
mesías es Dios y debe ser adorado).
d) Atenágoras de Atenas (segunda mitad del
s. II): “Admitimos a un solo Dios... Dios Padre y Dios
5. Conclusión
51
2
¿ENSEÑA LA BIBLIA
QUE EL ESPÍRITU SANTO NO ES DIOS
NI ES UNA PERSONA?
53
1. Objeciones de las sectas
1
Una variante de esta objeción es afirmar que el Espíritu Santo
54
La tercera objeción es similar a la segunda. Viene
a decir que el Espíritu Santo ni es Dios ni tiene per-
sonalidad, porque de él se afirma en la Biblia que se
bebe (ICor 12,14). Ahora bien, puesto que lo que se
bebe siempre son sustancias sin personalidad (agua,
vino, etc), el Espíritu Santo no es Dios y tampoco
tiene personalidad.
Lo cierto es que Pablo, sólo unas líneas antes, ha
señalado que los israelitas también bebieron de Cris-
to, que es un ser personal y también Dios: “Y todos
bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de
la roca espiritual que les seguía; y la roca era Cristo”
55
2. El Espíritu Santo es un ser personal
56
que principié” (Jn 15,26) (VNM). Tanto el Espíritu
Santo como los discípulos de Jesús dan testimonio.
¿Cómo es posible que el primero carezca de perso-
nalidad y los segundos no? ¿Cómo es posible que un
ente carente de personalidad sea el encargado de
instruir a seres que sí la tienen?
“El espíritu mismo da testimonio con nuestro espí-
ritu de que somos hijos de Dios” (Rom 8,16) (VNM).
57
son conducidos por el espíritu de Dios, éstos son los
hijos de Dios” (Rom 7,14) (VNM).
¿Cómo es posible que una fuerza carente de per-
sonalidad — como la electricidad — conduzca a per-
sonas que sí tal manera que
tienen personalidad, de
si someten a su guía pongan de manifiesto
éstas se
que son hijos de Dios?
58
Iglesia.“Porque al espíritu santo y a nosotros mismos
nos ha parecido bien no añadirles ninguna otra carga
salvo estas cosas necesarias” (He 15,28) (VNM).
¿Desde cuándo una fuerza impersonal —como la
electricidad— puede tomar decisiones junto a seres
humanos?
“Presten atención a sí mismos y a todo el rebaño,
entre el cual el espíritu santo los ha nombrado su-
perintendentes, para pastorear la congregación de
(He 20,28) (VNM).
Dios...”
Pero ¿cómo puede una fuerza sin personalidad
nombrar a los obispos para que pastoreen la Iglesia?
59
Santo ordena. “De modo que el espíritu
El Espíritu
me dijo que fuera con ellos sin dudar nada” (He
11,12) (VNM).
“Mientras ellos estaban ministrando públicamente
a Jehová y ayunando, el espíritu santo dijo: “De todas
las personas apártenme a Bernabé y a Saulo para la
obra a que los he llamado” (He 13,2) (VNM).
¿Cómo es posible que una fuerza impersonal como
la electricidad pueda dar órdenes a Pedro, el príncipe
de los apóstoles, y a la Iglesia, pronunciando incluso
frases completas?
60
la muerte antes de que hubiera visto al Cristo de
Jehová” (Le 2,26) (VNM).
Pero ¿cómo puede revelar el futuro a una persona
un ente que no tiene personalidad?
61
3. El Espíritu Santo es Dios
62
Jehová con el Espíritu Santo, o se equivocan los tes-
tigos al decir que el Santo no es Dios?
Espíritu
“Por esta razón, así como dice el espíritu santo:
Hoy, si ustedes escuchan la propia voz de él, no
endurezcan sus corazones como en la ocasión de
causar amarga cólera, como en el día de hacer la
prueba en el desierto, en el cual sus antepasados me
probaron con una prueba, y con todo habían visto
mis obras durante cuarenta años. Por esta razón
quedé asqueado de esta generación y dije: Siempre
se descarrían en su corazón y ellos mismos no han
llegado a conocer mis caminos. De modo que juré en
mi cólera: No entrarán en mi descanso” (Heb 3,7-11)
(VNM).
El autor de la carta a los Hebreos reproduce aquí
una extensa cita del Sal 95,7-11; atribuyéndola al Es-
píritu Santo. Basta ir al Antiguo Testamento para
comprobar que el que habla en el mismo es Jehová.
Ahora bien, ¿se equivocaba el autor de la carta a los
Hebreos identificando al Espíritu Santo con el Jehová
del Antiguo Testamento, o se equivoca la Wachtower
al decir que el Espíritu Santo ni es Dios ni tiene per-
sonalidad?
63
Por todo ello no es de extrañar que en la mente de
los autores delNuevo Testamento, que, como hemos
visto,no creían que el Espíritu Santo no fuera Dios ni
tampoco pensaban que era una fuerza impersonal,
anidara la certeza de que toda la inmensidad de Dios
sólo podía ser penetrada por el Espíritu Santo, algo
imposible si éste hubiera sido una simple fuerza activa
carente de personalidad:
“Porque, ¿quién entre los hombres conoce las co-
sas del hombre salvo el espíritu del hombre que está
en él? Así también, nadie ha llegado a conocer las
cosas de Dios salvo el espíritu de Dios” (ICor 2,11)
(VNM).
4. Conclusión
2 La
blasfemia contra el Espíritu Santo es la resistencia frente al
mismo. Mientras otros pecados permiten su perdón al no entrañar
necesariamente la dureza de corazón, el que se cierra al Espíritu Santo
impide que el arrepentimiento entre en su alma y con él la misericordia
de Dios.
64
Cuando el creyente está solo, es el Espíritu Santo
La jactancia de
la Wachtower, empero, lo califica
simplemente como una fuerza sin personalidad, que
se asemeja a la electricidad, que no es Dios, que ya
no derrama sus dones sobre el pueblo de Dios. Si en
ocasiones la falsedad puede ser externamente her-
mosa, no es en este caso, porque a la grandeza subli-
me e inenarrable de las Escrituras sólo ha sustituido
una paupérrima caricatura sectaria.
65
3
1. La prefiguración de la doctrina
de la Trinidad en el AT
67
ner algunas prefiguraciones de la pluralidad de perso-
nas dentro de la divinidad que fueron señaladas por
los primeros cristianos y que constituyeron un autén-
tico quebradero de cabeza para sus oponentes ju-
díos. Veamos alguno de estos textos: “Y Dios pasó a
decir: Hagamos al hombre a nuestra imagen, según
nuestra semejanza... Y Dios procedió a crear al hom-
bre a su imagen, a la imagen de Dios lo creó”
(Gén 1,26-27) (VNM). “Y Jehová Dios pasó a decir:
Mira que el hombre ha llegado a ser como uno de
nosotros al conocer lo bueno y lo malo” (Gén 3,22).
“Y Jehová procedió a bajar para ver la ciudad y la i
68
tizado por los minim
en apoyo de sus opiniones,
1
69
lismo y del islamismo. En ninguno de los tres casos
parece, sin embargo, que llegue a entenderse lo que
implica este dogma.
Otra muestra de hasta qué grado debió impresio-
nar al judaismo rabínico la creencia trinitaria de los
primeros cristianos la tenemos en la afirmación, con-
tenida en los Principios de Fe del judaismo, de que
Dios es una unidad (clara contraposición a Trinidad).
Debe notarse, sin embargo, que la palabra que se
usa en los Principios de Fe en hebreo para decir
“unidad” es pajid. Esto implica un cambio sustancial
sobre el término hebreo que se utiliza al decir que
Dios es uno en, por ejemplo, Dt 6,4. Allí el término
empleado es ejad. ¿A qué se debe este cambio? A
nuestro juicio, la idea es clara: ejad aparece en el
Antiguo Testamento en multitud de ocasiones como
“uno”; pero no “uno simple”, sino “uno formado por
varios”. Citemos algunos ejemplos: “Por eso el hom-
bre dejará a su padre y a su madre, y tiene que
adherirse a su esposa, y tienen que llegar a ser una
sola carne” (Gén 2,24) (VNM). “Ahora bien, toda la
tierra continuaba siendo de un solo lenguaje y de un
solo conjunto de palabras” (Gén 11,1) (VNM). “Son
un solo pueblo y hay un solo lenguaje para todos
ellos” (Gén 11,6) (VNM).
“Y haz que el uno al otro hasta formar
se acerque
un solo palo para ti, y realmente llegarán a ser uno
solo en tu mano” (Ez 37,17).
En todos los casos precedentes la palabra hebrea
que aparece es ejad, pero conserva la idea de “uno
formado por varios” un matrimonio formado por un
:
70
de servir de argumento en favor de la Trinidad (igual
que de apoyar la idea de que el mesías sería un siervo
sufriente) y fue reinterpretando los pasajes para evi-
tar su utilización apologética por los cristianos primi-
tivos.No obstante, como vimos arriba, esa reinter-
pretación distó mucho de ser sólida. Así, por citar
sólo un ejemplo, el mismo término “Dios” en hebreo
es Elohim, que significa literalmente “dioses”; y, aun-
que generalmente lleva el verbo en singular, en repe-
tidas ocasiones éste va también en plural; v.gr.:
Gén 20,13; 35,7, etc. No sólo eso; también en repeti-
das ocasiones el adjetivo calificativo que acompaña a
Elohim, aunque se traduzca como singular, es plural;
v.gr.: Dt 4,7, Jos 24,19, etc.
No es de extrañar por ello que brotes seculares de
esta consciencia hayan aparecido, acá y allá, en la
literatura judía de todos los tiempos como vestigios
de la época en que, no habiendo aún aparecido el
cristianismo, no había por qué oponerse ferozmente
a la idea de la divinidad del mesías o del Dios plural.
Quisiera concluir este apartado con una cita al res-
pecto tomada del Zohar, uno de los clásicos de la
literatura de espiritualidad judía:
“Escucha, oh Israel: Yahveh nuestro Dios, Yahveh
es uno. ¿Por qué hay necesidad de mencionar el nom-
bre de Dios en este versículo? El primer Jehová es el
Padre de arriba. El segundo es la descendencia de
Jesé, el mesías que vendrá de la familia de Jesé pa-
sando por David. Y el tercero es el Camino que está
debajo (es decir, el Espíritu Santo, que nos muestra
el camino), y estos tres son uno”.
71
2. Las referencias trinitarias en el NT
Por todo lo que hemos visto en las páginas prece-
dentes no debería resultarnos chocante que el Nuevo
Testamento una de manera repetida al Padre, al Hijo
y al Espíritu Santo.Tal conducta sería ilógica de no
creer sus autores en la Trinidad, porque, ¿cuál sería
la razón para justificar la presentación conjunta del
Dios omnipotente, un mini-dios y una fuerza sin per-
sonalidad? No vamos a tratar este tema de manera
exhaustiva, pero sí podemos ver algunos ejemplos
antes de concluir este capítulo:
72
vida estaba presente un solo Señor, un solo Espíritu
y un solo Padre. Ésa era su experiencia vital y su fe,
y jamás se les hubiera podido pasar por la cabeza
que el Espíritu que movía a la Iglesia era una simple
fuerza activa sin personalidad, y que el Hijo no era
sino un dios, un arcángel encarnado.
73
distintos a cada una de las tres personas de la Trini-
dad, sino que enseñó la existencia de un nombre
común a los tres. Pero ¿es siquiera verosímil que
Dios iba a tener un nombre común con un arcángel
y una fuerza que ni siquiera tiene personalidad? Re-
sulta patente que no; como también le resultará se-
guramente claro al lector, tras la lectura de las evi-
dencias bíblicas indicadas en las páginas anteriores,
que la Biblia sí enseña la doctrina de la Trinidad.
3. Conclusión
74
có entre sus discípulos una convicción más firme aún
de que era su Señor y su Dios (Jn 20,28).
Aquello no era el final, sino casi el principio. El
Espíritu Santo enviado por el Padre ha guiado desde
entonces a la Iglesia redimida por la sangre del Hijo.
La ha impulsado, le ha dado dones y carismas, ha
intercedido por ella. La misma vida eclesial sería in-
concebible sin su presencia continua.
Frente a estas realidades gloriosas, las sectas ofre-
cen un panorama que, en realidad, arranca de con-
cepciones paganas: Jesús fue sólo un hombre o,
como mucho, un arcángel, un dios. Su obra fue de
mucho menos valor del que señalan las Escrituras, e
incluso necesita ser enmendada por las revelaciones
de los profetaso mesías de turno.
El Espíritu Santo es una mera fuerza, como la elec-
tricidad. Un impulso desprovisto de razón o persona-
lidad que, en la mayoría de las teologías de las sectas,
ya no actúa en medio del pueblo de Dios.
Puede que a alguien le resulte consoladora una
visión tan patética, tan capitidisminuida, tan tergiver-
sada del Dios de la Biblia. Al que escribe estas líneas,
sin embargo, le atrae más la gloriosa realidad que
sólo hemos podido ver a vuelo de pájaro en las pági-
nas anteriores. Le convence más el Dios de amor
encarnado que el arcángel enviado en sustitución de
Dios a salvarnos. Le conmueve más el Dios-Espíritu
Santo que intercede por él con gemidos indecibles
(Rom 8,26-27) que esa fuerza activa impersonal que,
a semejanza de la electricidad, ni siente ni padece y
se mueve ciega y sin saber adonde la llevan. A ese
Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, sea la gloria por
los siglos de los siglos.
75
4
77
paradigmáticos de cómo llegar a esta conclusión se
halleen la filosofía de Kant, que, en su Crítica de la
razón práctica formulaba la necesidad imperativa de
que el alma fuera inmortal y de que se produjera un
juicio retributivo tras esta vida.
Pues bien, este cúmulo de anhelos y certidumbres
milenarios que aparecen, nos atrevemos a decir, en
el propio inconsciente colectivo de los pueblos, es
negado obstinadamente por las sectas. En ellas existe
una testarudez absoluta en negar la posibilidad de un
castigo del mal, bien porque se afirma que el tal no
existe (Adventistas del Séptimo Día y Testigos de Je-
hová), bien porque se difiere eternamente (caso de
las sectas que enseñan la reencarnación). En el caso
de adventistas y testigos se rechaza además la idea
de un juicio de los inicuos 2 .
2 Como
ya he señalado anteriormente, los Testigos de Jehová (mal
que pese) no son nada originales en sus planteamientos, pues se
les
limitan a copiar de manera directa la teología de los adventistas sobre
el tema (cf César Vidal Manzanares, El infierno de las sectas ,
78
enseñanza de adventistas y testigos insiste en que el
alma es mortal y que no se produce consciencia tras
la muerte. Examinemos, pues, los supuestos argu-
mentos al respecto.
• Ezequiel 18,4: “Miren. Todas las almas... a mí me
79
bla en este pasaje de muerte en sentido espiritual y,
por lo tanto, simbólico. No está diciendo que aquella
gente pecadora estuviera literal y físicamente muerta,
sin sentir ni padecer. No. Lo que Pablo dice es que
sus pecados les habían producido una muerte espiri-
tual, una separación de Dios, una alienación del crea-
dor, si bien, no cabe la menor duda, habían seguido
vivos y sintiendo en medio de esa muerte espiritual,
puesto que posteriormente escucharon la predica-
ción del apóstol y la aceptaron como mensaje de
salvación.
En el mismo sentido dice Sant 5,20 (otro de los
textos preferidos por estas sectas) que el que hace
que un pecador se arrepienta salva su alma de la
muerte. La exégesis es sencilla: aquel que hace que
un pecador se vuelva de su estado pecaminoso, está
logrando que se salve de un estado de muerte del
alma; no porque no se sienta ni se sufra, sino porque
hasta entonces ha habido una separación absoluta
entre él y Dios.
El sentido de en que se habla de “muerte
los textos
del alma” es tan palpable que estamos seguros de
que si no fuera por las anteojeras que coloca la secta
a sus adeptos, éstos lo verían con toda su claridad. Y
es que la Biblia lo enseña con transparencia meridia-
na. Vayamos, por ejemplo, a Apocalipsis (Revelación
en la denominación groseramente anglosajona de los
testigos) 6,9-11: “Y cuando abrió el quinto sello, vi
debajo del altar las almas de los que habían sido
degollados a causa de la palabra de Dios y a causa de
la obra de testimonio que solían tener. Y clamaban
con voz fuerte, y decían: ¿Hasta cuándo, Señor so-
berano santo y verdadero, te abstienes de juzgar y
de vengar nuestra sangre en los que moran en la
tierra? Y a cada uno de ellos se dio una larga ropa
80
blanca; y se les dijo que descansaran por un poco de
tiempo más, hasta que se completara también el nú-
mero de sus coesclavos y de sus hermanos, que es-
taban a punto de ser muertos como ellos también lo
habían sido”.
No parece que el texto ofrezca la menor duda
acerca de lo que sucede con las almas de los muertos
(justos en este caso). No sólo no han muerto y han
dejado de sentir, sino que además claman ante Dios,
pueden esperar (¿nos imaginamos esperando a algo
o alguien que carezca de vida?) y pronuncian frases
completas. Para estar muertas, estas almas parecen
muy poco coherentes..., a menos que las doctrinas
de testigos y adventistas al respecto sean erróneas.
• Qohélet 9,5: Dice así en la Versión del Nuevo
81
mala teología y peor exégesis. No obstante lo ante-
rior, hay que señalar que el pasaje de Qo 9,5 no
enseña que los muertos estén inconscientes, sino que
ignoran algunas circunstancias. La expresión hebrea
que la VNM traduce por “no tienen conciencia de
nada en absoluto” es “’ynm yodtsym m’umh”, literal-
mente traducido: “no saben nada”. Ahora bien, el
no saber, el ignorar, no es lo mismo (como preten-
den adventistas y testigos) que estar inconscien-
tes, sin sentir ni padecer. Millones de personas en
este planeta ignoran o no saben, pero viven, sufren y
sienten.
A los muertos se les olvida generalmente con el
tiempo y ya no reciben nada de los vivos, y además
ignoran en términos generales qué sucede “debajo
del sol”; pero de eso no se desprende que no sientan.
Pretender dar ese contenido al texto implica un pre-
juicio interpretativo injustificable en un lector impar-
cial y honesto del texto sagrado. Esta cuestión la
examinaremos más atentamente en el apartado si-
guiente de este capítulo.
• Salmo 146,4: Dice así en la VNM: “Sale su espí-
82
que el salmista está diciendo no es que el hombre
queda deshecho con la muerte (como la doctrina de
adventistas y testigos enseña), sino que no confiemos
en los hombres poderosos (v. 3); y esto por una ra-
zón muy simple: se mueren, y todos los proyectos
que tenían desaparecen con ellos (v. 4) Nuestra es-
peranza, por el contrario, debe descansar en Dios
(v. 5ss). Mucho nos tememos que adventistas y tes-
83
tanto, la destrucción eterna de los inicuos, pero no
un lugar de castigo o tormento. Dado el encono con
que los adeptos de ambas sectas defienden tales in-
terpretaciones, presuntamente basadas en el hebreo
y el griego, el profano en la materia puede llegar a
pensar que algo de razón tendrán. Lo más triste es
que sólo están repitiendo los disparates que les han
enseñado sus dirigentes y que ellos han tragado sin el
menor juicio crítico.
En primer lugar, hay que dejar bien sentado que ni
sheol nihades significan sepulcro o tumba, como
pretenden estas sectas. El hebreo tiene una palabra
específica para sepulcro, que es qbr, y como tal es
utilizada en el Antiguo Testamento; v.g.: Gen 23,4.
En cuanto al griego, también cuenta con una expre-
sión muy concreta para decir sepulcro, que es mne-
meion; v.g., Le 24,2. De esta manera una de las pri-
meras presuposiciones de ambas sectas se revela
falsa de arriba abajo.
En segundo lugar hay que señalar que la Biblia no
indica que tanto en el sheol (como en su equivalente
el hades) haya ausencia de consciencia. En el Antiguo
84
no puede ser más evidente. El rey de
El pasaje
Babilonia desciende al sheol (que, como puede verse,
no es el sepulcro); y aquello provoca una viva reac-
ción entre las gentes, especialmente los dirigentes,
que habían llegado al mismo con anterioridad. Y no
sólo eso, sino que además gritan y preguntan al rey
de Babilonia. Desde luego, no deja de ser una con-
ducta curiosa para sujetos que, de aceptar la tesis de
adventistas y testigos, no tienen consciencia, ni su-
fren ni padecen. El profeta Isaías, como podemos ver
en su libro, sustenta una tesis diametralmente opues-
ta a la de estas sectas.
Veamos un ejemplo más: “Los hombres de nota
de los poderosos hablarán aún a él, con sus ayudan-
tes, de en medio del seol” (Ez 32,21).
El pasaje (traducido del inglés a un castellano pé-
simo) una vez más expresa una tesis similar a la de
Isaías. En este caso se anuncia el descenso al sheol
del faraón de Egipto. Pues bien, el profeta indica sin
lugar a dudas que cuando descienda al mismo el mo-
narca egipcio, de en medio del sheol se alzarán voces
que le hablen a él y a sus ayudantes. Pero ¿cómo va
a hablar nadie si ni sienten ni padecen, según las
doctrinas jehovistas y adventistas? Y ¿cómo hablan
si las almas del faraón y de sus ayudantes, de ser
4
Para un estudio más amplio del pensamiento del rabinismo judío
sobre el gehenna y su significado de castigo consciente de los malvados
después de esta vida, cf A. Cohén, Everyman’s Talmud New York
,
1975, pp. 376ss; A. Edersheim, The lije and times of Jesús the Messiah,
vol. II, Grand Rapids 1976, 791ss.
86
rrecimiento de duración indefinida” (VNM). El desti-
no de la humanidad queda claro: para unos es vida
eterna y para otros oprobio eterno.
Así en Eccles. R. III, 9 enseñaban los rabinos: “En
el más allá los inicuos serán sentenciados a la gehen-
na y murmurarán contra el Santo, bendito sea, di-
ciendo: ‘Buscamos tu salvación y nos ha caído esta
desgracia’. Pero él les contesta ‘¿Cuando estabais en
la tierra no luchabais y peleabais y cometíais toda
”
clase de mal?’
El texto rabínico es elocuente: los malos son des-
tinados al gehenrta o gehinnon y éste es un lugar de
;
87
pareciera a las doctrinas de adventistas o testigos.
Lo primero que uno debe hacer cuando estudia
una cultura es aprender lo que significan los distintos
términos en la lengua hablada por la misma. Si los
“profetas” jehovistas y adventistas hubieran sido más
honestos y prudentes, habrían consultado las fuentes
qué enten-
judías, bíblicas y extrabíblicas para saber
dían éstas por términos como sheol y gehenna. Así
se hubieran ahorrado la formulación de despropósi-
tos como los de enseñar que el sheol es el sepulcro,
que gehenna es la destrucción y que no hay cons-
el
ciencia (mucho menos un castigo consciente) tras la
muerte. Y se lo hubieran ahorrado, porque las fuen-
tes de que disponemos son claras al respecto.
Pero es que, por si esto fuera poco, el Nuevo Tes-
tamento enseña claramente la doctrina de un castigo
eterno. Podrá gustar o no gustar, podrá resultar más
o menos atrayente; pero lo que no se puede negar es
que la enseñaron Jesús y los apóstoles. Brevemente
vamos a acercarnos a la misma.
88
llanto y crujir de dientes. Mucho nos tememos que,
salvo que esas acciones pueda desarrollarlas un ser
insensible e inconsciente, la doctrina de estas sectas
89
relato absolutamente verosímil y tomado de la vida
cotidiana, con un significado didáctico adicional. Así,
en la parábola del sembrador no se nos dice que el
sembrador arrojaba simiente de trigo y crecían melo-
nes, sino que se nos narra un hecho real: hay simien-
te que se pierde y otra que da fruto. En la parábola
de la red tampoco se nos dice que recogían del mar
dragones, sino peces, que luego se separaban de ma-
nera lógica. No hay una sola parábola de Jesús que
no relate hechos lógicos, naturales y verosímilmente
reales; y cuesta creer que la del hombre rico y Lázaro
fuera a ser una excepción simplemente porque así
les complace a adventistas y testigos.
En esta parábola (que, por supuesto, tiene también
un significado más profundo) se narra algo que, como
hemos visto, todo judío contemporáneo de Jesús sa-
bía: que Dios juzga tras la muerte; que mientras unos
son salvos, otros se ven condenados, y que esa con-
dena implica tormento y angustia.
Pero es que, además, la parábola resultaba tan
clara en su enseñanza (en contra del enrevesamiento
de adventistas y testigos), que los discípulos de Jesús
no tuvieron que preguntarle por su significado, como
sucedió en otros casos. ¿No lo hubieran hecho de
ver que Jesús no sólo les daba una enseñanza extra-
ña sino que además lo hacía contradiciendo las ideas
bíblicas acerca del infierno y la supervivencia tras la
muerte, como pretenden adventistas y testigos? In-
dudablemente que sí; sólo que para los discípulos,
como para los que lo oían, lo que hubiera resultado
antibíblico no era la enseñanza de Jesús sobre el
castigo de ultratumba, sino una semejante a la de
jehovistas y adventistas.
90
eterno.Ya ha quedado esto apuntado en algunos de
hemos visto, pero vamos a observarlo
los textos que
en uno más. Se trata de Mt 25,46: “E irán éstos al
castigo eterno y los justos a la vida eterna”.
El texto no puede ser más claro: en el juicio en el
que todo ser humano se enfrentará ante Dios habrá
dos clases de personas: los justos, que tendrán vida
eterna, y los injustos, que tendrán un castigo también
eterno. El texto es tan revelador que los dirigentes de
la Wachtower no han tenido el menor reparo en fal-
91
Á
cibirían una destrucción similar Pero como la Biblia
no enseña tal doctrina y además Dios es justo, lo que
Jesús dejó bien claro en multitud de ocasiones es
que el castigo varía en intensidad de unos a otros.
Veamos algún ejemplo: “Les será más soportable en
el día del juicio a Tiro y a Sidón que a ustedes” (Mt
92
tos aparece la afirmación de que sólo resucitarán los
justos. En
cierta medida, y visto desde su óptica, es
lógico: ¿qué finalidad tiene resucitar a unos seres
inconscientes para volverlos a deshacer eternamen-
te? Mejor que se queden como están, sin sentir ni
padecer.
El problema es que esta enseñanza colisiona fron-
talmente con la enseñanza de la Biblia. Ya hemos
visto antes cómo Dan 12,2 indica que al final de los
tiempos resucitará la humanidad o para recibir vida
eterna o para ver cómo recae encima de ella el cas-
tigo del oprobio eterno.
En armonía con esta enseñanza del Antiguo Testa-
mento, tanto Jesús como los apóstoles enseñaron
que habría resurrección de justos e injustos, de bue-
nos y malos, y no sólo de los primeros. Veámoslo:
“No se maravillen de esto, porque viene la hora en
que todos los que están en las tumbas conmemora-
tivas oirán su voz, y saldrán los que hicieron cosas
buenas a una resurrección de vida; los que practica-
ron cosas viles, a una resurrección de juicio” (Jn 5,28-
29) (VNM). “Tengo esperanza en cuanto a Dios, es-
peranza que estos mismos también abrigan, de que
va a haber resurrección, así de justos como de injus-
tos” (He 24,15) (VNM). “Y el mar entregó a los muer-
tos que había en él y la muerte y el hades entregaron
los muertos que había en ellos, y fueron juzgados
individualmente según sus hechos” (Ap 20,13).
Precisamente esta negación de la doctrina bíblica
de una resurrección universal hace que adventistas y
jehovistas puedan negar con una aparente seguridad
la doctrina también escritural de un castigo eterno.
Un ejemplo de ello se encuentra en su exégesis vicia-
da de Ap 20. En este capítulo se nos dice en primer
lugar lo siguiente: “El diablo que los estaba extravian-
93
do fue arrojado al lago de fuego y azufre, donde (ya
estaban) tanto la bestia salvaje como el falso profeta,
y serán atormentados día y noche para siempre ja-
más” (Ap 20,10) (VNM).
A
cualquiera que sepa leer pasaje le resulta evi-
el
dente: el diablo fue arrojado lago de fuego y de
al
azufre, que, como ya hemos visto en el judío Josefo,
es el nombre que se le daba al lugar de castigo de los
injustos, y en él será atormentado eternamente junto
al anticristo y el falso profeta.
Sólo unos versículos más abajo se señala que éste
es el destino que espera también a la humanidad no
redimida: “Y la muerte y el hades fueron arrojados al
lago de fuego. Esto significa la muerte segunda: el
lago de fuego” (Ap 20,14).
La idea es clara: la muerte (los cuerpos de los
muertos injustos) y el hades (los espíritus de los muer-
tos injustos) fueron arrojados a la muerte segunda 6 .
6
Es evidente que nos hallamos aquí ante una figura literaria, consis-
tente en expresar el continente por el contenido. Así nosotros habla-
mos de bebemos un vaso, cuando en realidad lo que bebemos es el
vino que hay dentro. De la misma manera decimos que Gran Bretaña
declaró la guerra a Francia, cuando en realidad son los habitantes de
Gran Bretaña (y no sus ríos o sus montañas) los que entran en guerra
con los de Francia. Esta misma figura es la empleada aquí por el autor
de Apocalipsis: la muerte (los cuerpos) y el hades (los espíritus) fueron
arrojados al tormento eterno.
94
ta qué punto tales ilusiones no se corresponden en
absoluto con lo que enseña la Biblia.
95
ñas irán mientras que la inmensa mayoría de
al cielo,
denominada “gran muchedumbre”, que-
los salvos, la
dará en un paraíso en la tierra. He de señalar que tal
doctrina es relativamente reciente en el jehovismo,
que inicialmente sostenía la enseñanza bíblica al res-
pecto 7 . No
obstante, es defendida de una manera
tan fervorosa por los jehovistas y resulta a la vez tan
fácil de refutar, que, antes de entrar en el tema pro-
piamente dicho, merece la pena que nos refiramos a
esto.
Para vamos a ir al texto de Ap 7,9ss, donde se
ello
habla de “gran muchedumbre”, y veremos si se
la
dice que está en un paraíso “made in Wachtower”.
“Después de estas cosas vi, y miren, una gran mu-
chedumbre, que ningún hombre podía contar, de to-
das las naciones y tribus y pueblos y lenguas, de pie
delante del trono y delante del cordero” (Ap 7,9)
(VNM).
Mal que les pese a los testigos, este texto no dice
que la “gran muchedumbre” esté en un paraíso en la
tierra, sino que está en el cielo, delante del trono de
Dios. Que esto es así queda aún más evidentemente
expuesto unos versículos más abajo, cuando se ex-
plica quién es esta gran muchedumbre: “Éstos son
los que salen de la gran tribulación y han lavado sus
ropas largas y las han emblanquecido en la sangre
del cordero. Por eso están delante del trono de Dios;
y le están rindiendo servicio sagrado día y noche en
su templo; y el que está sentado en el trono extende-
rá su tienda sobre ellos” (Ap 7,14b-15) (VNM).
Si los jehovistas leyeran con un poco de atención
la Biblia, en lugar de permitir que sus dirigentes los
96
teledirijan con las publicaciones de la Wachtower,
verían lo que es evidente en este texto: premio de
el
los creyentes que han lavado sus pecados en la san-
gre de Cristo es estar ante el trono de Dios sirviéndo-
lo en el cielo.
Que el Apocalipsis señale eso no tiene, por otro
lado, nada de particular, porque ésa es la enseñanza
evidente del Nuevo Testamento.
“Regocíjense y salten de gozo, puesto que grande
es su galardón en los cielos” (Mt 5,12) (VNM). “Por-
que sabemos que si nuestra casa terrestre, esta tien-
da, fuera disuelta, hemos de tener un edificio proce-
dente de Dios, una casa no hecha de manos, eterna,
en los cielos. “(2Cor 5,1) (VNM). “A causa de la es-
peranza que está reservada para ustedes en los cie-
los” (Col 1,5) (VNM). Otros textos similares: Mt 6,19-
20; 19,21; Le 12,33; Ef 1,3.
Generalmente, los jehovistas suelen argumentar
que estos pasajes se refieren no a la “gran muche-
dumbre”, sino a los 144.000. Tal división de la Escri-
tura en dos clases de fieles, de manera que el 90 por
100 de lo escrito en ella no tenga virtualidad para la
inmensa mayoría, es algo que repugna no sólo al
sentido común, sino al mismo espíritu cristiano; pero
es que, además, como hemos visto, la “gran muche-
dumbre” tiene un destino en el cielo, ante el trono de
Dios, y no en el paraíso hechura de la Wachtower.
La Biblia es mucho más coherente en esto que la
teología de cualquier secta.
97
cuerdo hace años que mi padre acompañó a una
conocida a hablar con unos Testigos de Jehová.
Cuando en el curso de la conversación nuestra amiga
preguntó por el interés que pudieran sentir los jeho-
vistas por estar con Cristo, la respuesta que recibió
fue contundente: “Yo lo que deseo es estar en un
paraíso, y lo demás es secundario”. Por increíble y
deságradable que pueda resultar esto para un espíritu
medianamente sensible, lo cierto es que yo he tenido
ocasión de atravesar por experiencias similares en
multitud de ocasiones. Ahora bien, ésa no era la es-
peranza anhelada por los primeros cristianos. Vea-
mos lo que al respecto señala el Nuevo Testamento:
“Padre, en cuanto a los que me has dado, deseo que,
donde yo esté, ellos estén también” (Jn 17,24)
(VNM). Desgraciadamente, si creemos a las doctri-
nas de los testigos, el Padre no ha escuchado la ora-
ción de Jesús...
“Porque si nuestra fe es que Jesús murió y volvió
a levantarse, así, también, a los que se han dormido
(en la muerte) mediante Jesús, Dios los traerá con
él... Después nosotros los vivientes que sobreviva-
98
dudas. Se trata de un “arrebatamiento” que Dios
hace recaer sobre una persona para tenerlo con él.
No hay nada disparatado en esto. Para aquel que
haya sentido, aunque sólo sea por unos instantes, la
cercanía de Dios, queda claro que no se puede de-
sear nada mejor que ésta, y que la posesión del mejor
“paraíso” no tiene punto de comparación con ella.
Ser creyente implica un idilio continuado con Dios.
Es un idilio en el que nuestra flaqueza humana provo-
ca que se produzcan altibajos; pero también es un
idilio que no puede ser canjeado por ningún paraíso
99
de cambiar esto por una parcela de terreno no puede
sino parecemos penosa 8 .
100
testigos, a la mala teología y peor exégesis se ha
unido el desconocimiento de las lenguas bíblicas 9 .
3. Conclusión
101
si las abandonan no admite prácticamente parangón
102
5
1
Existe una diferencia de importancia — que, no obstante, no inva-
lida loseñalado arriba — entre las Iglesias católica y orientales, por un
lado, y las protestantes, por otro. Las primeras confiesan la existencia
de una revelación general que no se limita a la Biblia, sino que además
incluye la tradición. Las segundas, por el contrario, se aferran a la tesis
de que sólo la Biblia es fuente de revelación general. Para un estudio
sobre el tema desde la perspectiva del cristianismo primitivo, cf César
Vidal Manzanares, ¿Tradición versus Biblia? Una aproximación his-
tórica al papel de la Tradición en la Iglesia de los cuatro primeros
siglos, Pastoral Ecuménica, Madrid 1990.
103
profetas, en estos días que son los últimos nos ha
hablado por el (Heb l,l-2a) (EP).
Hijo”
El sentido del verbo en este pasaje muestra además
una acción terminada: Dios ha hablado y no va a
decir ya nada que no se haya dicho en Cristo.
Esta misma generación de primeros cristianos tam-
bién tuvo que enfrentarse con el problema de los
falsos profetas. Así, por ejemplo, cuando Judas escri-
be a cristianos del s. les dice: “Queridísimos, tenía
i
104
paséis tan pronto a otro evangelio; no que haya otro,
sino que hay algunos que os perturban y quieren
transformar el evangelio de Cristo. Pero aun cuando
nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciara un
evangelio distinto del que os hemos anunciado, sea
anatema. Como lo tenemos dicho, también ahora lo
repito: Si alguno os anuncia un evangelio distinto del
que habéis recibido, sea anatema” (Gál 1,6-9) (BJ).
Pudiera ser también que la revelación particular no
mostrara nada contrario a la fe, sino tratara de impul-
sar a una devoción concreta, v.gr., a leer la Biblia
todos los fines de semana de manera sistemática. En
ese caso podría ser tal revelación genuina; pero no
sería de recibo la posibilidad de que se impusiera
sobre todos los creyentes como una nueva revelación
general.
Por el contrario, en las sectas la nueva revelación
es la base esencial de la fe, hasta tal grado que sin ella
el movimiento como tal no existiría. Y no sólo eso,
sino que la nueva revelación general sirve de patrón
con el que interpretar la Biblia puesto que, al fin y a
la postre, tiene más valor que aquélla. A un análisis
1. Los mormones
105
clusión de que ninguna religión era lo suficientemente
buena y verdadera para los norteamericanos (poste-
riormente sería para todo el mundo). Este descubri-
miento se vio supuestamente confirmado por la apa-
rición de un ángel, llamado Moroni, que le mostró un
lugar en el que se hallaban ocultas unas planchas de
oro. En las mismas estaba escrita una nueva revela-
ción, que había esperado al nacimiento de Smith para
salir a la luz.
Puesto que Smith no conocía el lenguaje en que
estaba escrita la revelación, el ángel le entregó unas
gafas, con la ayuda de las cuales pudo entender todo
y traducirlo al inglés.
Hasta aquí la historia oficial, porque la realidad
parece ser que Smith se hizo con una novela histórica
titulada The manuscript found, y cuyo autor era un
tal Solomon Spaulding, y la plagió de manera desca-
106
2. Los adventistas
107
J
Entusiasmado sin duda por esta “revelación” que
echaba tierra sobre los errores de antaño, un amigo
de Miller, llamado Charles Fitch, señaló sin lugar a
equívocos que las otras religiones, pero muy espe-
cialmente la Iglesia católica y, en segundo lugar, las
protestantes, no eran sino la gran prostituta del Apo-
calipsis. Con todo parece que los adventistas no es-
carmentaron, porque volvieron a señalar 1854 y 1873 3
108
a negar la inmortalidad del alma y la existencia del
infierno, etc. No existe parangón en la historia de las
sectas de cambios tan radicales realizados en un pla-
zo de tiempo tan breve, con la excepción, discutible
no obstante, de los Testigos de Jehová.
El esposo de la señora White señaló que durante la
primera parte del ministerio de su esposa (unos vein-
titrés años) tuvo de cien a doscientas “visiones abier-
tas”. Éstas disminuyeron a medida que pasaban los
años, y posteriormente las “revelaciones” se pro-
dujeron sólo en momentos de insomnio o durante
sueños.
No obstante lo poco fiable que resulta toda la his-
toria de Ellen White, la actitud de los Adventistas del
Séptimo Día sigue siendo clara al respecto: “Dios dio
a este movimiento, en armonía con el precedente de
la profecía, una manifestación del don profético en la
persona y escritos de la señora E. G. White” (F. Ni-
chol-Ellen G. White and her critics, Washington 1951,
22), y por ello no es de extrañar que el artículo 19 de
las “Creencias fundamentales de los Adventistas del
Séptimo Día” declare “que el don del Espíritu de pro-
fecía es una de las marcas identificativas de la Iglesia
remanente... Ellos (los Adventistas del Séptimo Día)
reconocen que este don se manifestó en la vida y
ministerio de Ellen G. White”.
Por eso no es de extrañar que el libro de enseñan-
za adventista Principios de vida de la palabra de
Dios, redactado en forma de preguntas y respuestas
conciba siempre las segundas como una cita de la
Biblia acompañada de un comentario de la señora
White, y muy a menudo como una cita de la señora
White solamente.
En el mismo libro se reconoce el valor de White
para los adventistas: “La mayor parte de las eviden-
109
cias citadas proceden de la Biblia o del espíritu de
profecía, nuestras dos fuentes principales de sabidu-
ría divina”.
A diferencia de las confesiones cristianas, los ad-
ventistas no tienen fuentes de la revelación ya entre-
gadas hace siglos, sino una más que se ha incorpora-
do a través de Ellen White. El testimonio número 33
(p. 189), de Ellen White muestra incluso que preten-
día no sólo añadir y acompañar, sino sustituir lo que
Dios había revelado. En él se dice: “En tiempos anti-
guos Dios habló a los hombres por boca de los pro-
fetas y apóstoles. En estos días les habla por los
Testimonios (escritos de Ellen White) de su espíritu”.
Como podrá observar el lector, esta afirmación en
realidad copia casi textualmente la cita mencionada
arriba del capítulo primero de la carta a los Hebreos,
sólo que se ha sustituido en ella al Hijo de Dios por
las obras de la señora White. Creemos que una con-
ducta así no necesita comentarios adicionales.
Por ello no es de extrañar que las publicaciones de
esta secta nos hablen de los “autos de fe” contra
aquellos adeptos que niegan no la inspiración de to-
das las obras de la señora White, sino sólo la de al-
gunas 4 .
4
Cf “Revista adventista”, edición España (marzo 1979) 18.
110
3. Los Testigos de Jehová
111
olvidando a menudo el papel del primero, que fue lo
suficientemente importante como para idear la fecha
central en la teología de los testigos: 1914 como fin
de los tiempos de los Fue también Barbour
gentiles.
quien señaló que el 9 de marzo de 1878 todos los
fieles serían convertidos en seres espirituales y lleva-
dos Siguiendo el ejemplo de los adventistas,
al cielo.
112
laboradores al cielo. Ciertamente, en muy poco tiem-
113
Testigos de Jehová: sólo 144.000 irían al cielo (una
antigua doctrina adventista, dicho sea de paso), la
ilicitud de recibir transfusiones de sangre (1927), la
prohibición de celebrar la navidad (1928), la prohibi-
ción de utilizar la cruz (1928), la prohibición de cele-
brar cumpleaños y el día de la madre, el nombre de
Testigos de Jehová y la utilización delirante de esta
errónea transliteración del tetragramaton (1931), la
prohibición de vacunas (1935), la afirmación de que
la cruz es un signo pagano (1936), etc. De todas
estas revelaciones los testigos sólo arrojarían por la
borda una, y eso porque creemos que no les quedaba
más remedio: la de que en 1925 resucitarían los gran-
des hombres de la antigüedad, como Moisés, Abra-
hán y David.
A la muerte de Rutherford, la Wachtower pudo
prescindir tranquilamente de su presunta aportación
profética.
Se pasó entonces a una táctica que, en parte, ha
sido utilizada también por los adventistas: ocultar el
origen de la revelación doctrinal, afirmar que la base
era la Biblia y que el medio por el que se había des-
cubierto era el estudio de la misma. El resultado,
como hemos visto en las páginas anteriores y vere-
mos más adelante, es una penosa exégesis socorrida
por textos que no dicen lo que pretenden los adeptos
y por una tergiversación de las lenguas en que se
redactó la Biblia.
Pero no cabe engañarse. La teología de los Testi-
gos de Jehová no procede de las Escrituras, sino de
un núcleo sectario, como son los adventistas, y de
laspretensiones sectarias de sus dos primeros presi-
dentes, Russell y Rutherford.
114
4. La Iglesia de Unificación
de Jesús.
Moon, su fundador, nació en 1920 y se crió en el
seno de una familia que abrazó el protestantismo
cuando dos de los hermanos de Moon, enfermos
mentales, fueron sanados por un pastor presbiteria-
no. Ya a los dieciséis años, según la versión oficial,
Moon tuvo una visión de Jesús, en la que éste le
mostraba cómo salvar físicamente a la humanidad.
Moon, presuntamente, se negó a aceptar la misión
en un principio, pero por fin cedió ante la insistencia
de su interlocutor.
Así supo Moon que Jesús,
nacido de la descenden-
cia bastarda de María y Zacarías, había fracasado al
no recibir la ayuda de Juan el Bautista (“la cruz es el
símbolo de la derrota del cristianismo”). Para salvar
a la humanidad era necesario que viniera el tercer
Adán: Moon.
Tuviera o no Moon tal visión a los dieciséis años, lo
cierto es que hasta 1944, fecha en que se casó, no
comenzó a predicar la nueva revelación. De hecho,
durante esos años formó parte de una secta cuyo
dirigente era un tal Park Monn Kim. La Iglesia de
Unificación no nacería oficialmente hasta 1954. En
1957 se publicaba El Principio divino, nueva Biblia del
movimiento, y se enviaban los primeros misioneros a
Japón.
No vamos a hacer referencia aquí a la apasionante
115
(ytambién repelente) evolución posterior de la secta.
Sí deseamos insistir, no obstante, en que en él se
cumplen los elementos claros de la secta: nueva re-
velación a través (esta vez) de un nuevo mesías y
socavación de los principios elementales del cristia-
nismo
6. Conclusión
117
1. Un profeta (profetisa, mesías).
2. Que recibe una revelación o revelaciones nue-
nuevas interpretaciones de
vas, ligadas a la Biblia en
contraste con las doctrinas esenciales de la misma.
3. Generalmente sus profecías son erróneas (es-
pecialmente en lo referente a fijar fechas del fin del
mundo) y, lógicamente, los sucesores del profeta tien-
den a reescribir la historia ocultando los aspectos
más escandalosos.
4. En la totalidad de las nuevas revelaciones in-
terviene un elemento presuntamente sobrenatural.
Nos parece difícil establecer si se trata de una enfer-
medad mental del profeta (como se ha sugerido en
relación con Ellen White), de puro oportunismo o de
contacto con espíritus del mal (como se ha apuntado
en relación con Joseph Smith, Rutherford, Moon y
Moisés David). En cualquiera de los casos, ese ele-
mento es inevitable en la parafernalia de las sectas.
¿Cuentan estos profetas con alguna legitimidad mo-
ral (no digamos ya bíblica) que avale sus poco mo-
destas pretensiones? Creemos que la historia desnu-
da de todas las alharacas y oropeles que les cuelgan
sus adeptos es una suficiente respuesta; pero yo de-
searía concluir este capítulo con la cita de la Biblia en
la que Dios entregó a Moisés una regla con la que
guiarse frente a la aparición de presuntos profetas de
Dios. Dice así: “Y en caso de que digas en tu cora-
zón: ¿Cómo conoceremos la palabra que Jehová no
ha hablado? Cuando hable el profeta en nombre de
Jehová y la palabra no suceda ni se realice, ésa es la
palabra que Jehová no ha hablado. Con presunción
la habló el profeta. No debes atemorizarte de él”
(Dt 18,21-22).
Creo sinceramente que si los adeptos de las sectas
118
citadas, que teóricamente aman tanto la Biblia y de-
sean someterse a sus enseñanzas, fueran consecuen-
tes con este pasaje y lo obedecieran, asistiríamos al
final de las organizaciones de los mormones, de los
adventistas, de los testigos de Jehová, de los mooníes
y de los Niños de Dios.
119
6
¿ENSEÑA LA BIBLIA
QUE ESTÁN PROHIBIDAS
LAS TRANSFUSIONES DE SANGRE?
1
Para un examen del tema desde una perspectiva judía, cf A. Co
hen, Everyman’s Talmud, N. York 1975, 61, 65 y 237.
122
La respuesta es un no radical. El versículo 4 en el
que se señala que “la carne no ha de ser comida con
su alma, con su sangre”, no fue ni es interpretado
por los mismos israelitas como una referencia a una
prohibición de comer sangre para los no-judíos. Lo
que ahí se prohíbe es una conducta brutal con los
animales: comerlos vivos cuando en su interior está
su alma todavía. Así era entendido por los judíos de
la época de Jesús (y muy anteriormente a él), puesto
2
Sanh, 56a.
123
pacto de Noé: un no-judío podía comer un animal
con sangre. Para aceptar que los Testigos de Jehová
tienen razón en su interpretación del pasaje de Gén 9
tendríamos que aceptar que la Biblia se contradice
con él en Dt 14,21; pero lo cierto es que al autor de
estas líneas (y supongo que al lector) le parece más
verosímil aceptar el hecho de que la interpretación
de los Testigos de Jehová es errónea que la posibili-
dad de que la Biblia se contradiga.
Por último, digamos en relación con este pasaje,
tan maltratado por la exégesis absurda de la Wachto-
wer, que el arco iris no es una señal de la universali-
dad de la prohibición de sangre. El mismo texto del
Génesis lo establece: “Establezco mi pacto con voso-
tros y nunca más volverá a ser aniquilada toda carne
por las aguas del diluvio, ni existirá otro diluvio que
aniquile la tierra” (Gén 9,11).
Lo que Dios señala es que el arco iris es un recor-
datorio de que no habrá otro diluvio provocado por
él contra la humanidad; pero para nada se habla de
124
Quizá el libro donde más claramente se desarrolla
esta enseñanza sea la de san Pablo a los
epístola
Gálatas. El apóstol se veía enfrentado a un grupo
ultralegalista (muy similar, por cierto, a los actuales
adventistas), que, valiéndose de malas artes, estaba
enseñando a los cristianos no-judíos que debían so-
meterse a toda la ley de Moisés si deseaban ser cris-
tianos. En suma, iban más allá de lo señalado en el
pacto de Noé y de lo enseñado por la Iglesia apostó-
lica.
125
bición de las transfusiones de sangre en la ley de
Moisés.
127
los apóstoles, pero hubiera producido un escándalo
innecesario a los judíos (especialmente fariseos) que
iban aceptando a Jesús como mesías. Por ello se
optó por una tercera posibilidad para ese caso con-
creto: aceptar algunos aspectos de la ley mosaica
— los mismos que se exigían a los prosélitos a fin — ,
4
Es obvio que ése es el significado que tiene aquí el término porneia,
que hemos traducido, como la Biblia de Jerusalén, por “impureza”, y
no por “fornicación”. La razón fundamental para adoptar esta inter-
pretación es de tipo histórico: el concilio prohibía de acuerdo con las
normas básicas para los prosélitos del judaismo.
128
Timoteo para evitar escándalo a los judíos. Demasia-
do sabía el apóstol que un cristiano no está obligado
a circuncidarse (Gál 5,1-6), pero aceptó someterse
a tal precepto para no invalidar el testimonio evan-
gélico.
Otro ejemplo de este tipo se halla en He 21,20-26.
En este pasaje se nos narra cómo Pablo al regresar a
Jerusalén se encontró con una oposición considera-
ble de sus compatriotas. Santiago le aconsejó enton-
ces que pagara el voto judío de unos jóvenes, para no
causar escándalo y no dañar el testimonio evangélico.
Pablo lo aceptó, guiado por el principio de no causar
escándalo, aunque era bien consciente de que no
existía obligación preceptual de hacerlo.
En todas estas conductas, pues, asistimos a un
principio claro, expresado por Pablo como nadie en
el conocido pasaje de ICor 9,19-23, que merece la
pena citar en su totalidad: “Lo cierto es que, siendo
libre, me he convertido en un esclavo de todos para
ganar al mayor número de personas. De cara a los
judíos, me he hecho judío para ganar a los judíos; de
cara a los que están bajo la ley, como si estuviera
—
bajo la ley —
aunque no lo estoy a fin de ganar a los
que se encuentran bajo la misma. De cara a los que
están sin ley, como si estuviera sin ley para ganar a
los que están sin ley, aunque yo no estoy sin ley de
Dios, sino bajo la ley de Cristo. Me he convertido en
débil de cara a los débiles. Me he convertido en todo
de cara a todos para salvar como sea a algunos. Y
todo esto lo hago por el evangelio, para participar de
él”.
El principio no puede resultar más claro: lo impor-
tante es que la gente pueda conocer a Jesús y salvar-
se. Si esto exigía pequeñas renuncias puntuales para
evitar el escándalo y así evitar que la gente no oyera
129
el evangelio, bienvenidas. Quizá en algunas Iglesias
(como Antioquía, Siria y Cilicia para los no-judíos)
hubiera que aceptar abstenerse de sangre para no
causar escándalo; en otros casos algún hermano ten-
dría que aceptar la circuncisión (como pasó con Ti-
moteo) o bien consentir en ciertos ritos judíos (como
Pablo en Jerusalén) para no crear obstáculo al evan-
gelio; pero de ello no se desprendía que hubiera una
obligación universal de seguir tal precepto. La única
obligación era no poner obstáculos por cuestiones
secundarias en el camino de aquellos a los que Cristo
era anunciado.
Los misioneros entre judíos, entre musulmanes o
entre paganos saben hasta qué punto esta táctica
misionera era correcta. Un musulmán ante el que se
comiera cerdo o un judío ante el que se consumiera
marisco no recibirían semejante actitud como un
anuncio de libertad, sino como un desprecio de su fe.
Por lo tanto, el cristiano ante ellos debería abstenerse
de comer tales alimentos; y esto no por estar obligado
a ello, sino por amor al ser humano que quizá aún no
oyó hablar de Cristo
El autor de estas líneas ha tenido oportunidad de
comer en varias ocasiones con adventistas y Testigos
de Jehová. Jamás ha utilizado tales oportunidades
para mostrarles su convicción de que no existe obli-
gación de seguir la dieta pseudo-levítica de los prime-
ros o aceptar la prohibición de sangre de los segun-
dos. Ha ceñido gustosamente su manera de saciar el
apetito a lo que pudiera ser aceptable para ellos,
precisamente en la esperanza de que lleguen a cono-
cer a Jesús profundamente.
c) Las prohibiciones contenidas en He 15,28-29
no fueron aplicadas a otras Iglesias, y por lo tanto ni
tienen valor universal ni se nos aplican a nosotros.
130
Que la tesisque hemos sostenido en las páginas an-
teriores es correcta viene determinado de manera
irrefutable por la enseñanza apostólica del primer
siglo.
En He 15,28-29 se nos dice que los cristianos no-
judíos de Antioquía, Siria y Cilicia no debían comer lo
sacrificado a los ídolos. Era un caso puntual, porque
Pablo después enseñó claramente que se podía co-
mer de lo sacrificado a los ídolos (ICor 8), pero te-
niendo buen cuidado (una vez más) de no escandali-
zar a nadie.
También en He 15,28-29 se nos habla de la prohi-
bición de comer lo estrangulado y la sangre. Ahora
bien, la enseñanza del apóstol con posterioridad es
que se puede comer de todo sin excepción, salvo la
sangre, a condición de no causar escándalo: “Que
nadie procure su propio interés, sino el de los otros.
Comed todo lo que se vende en el mercado sin plan-
tearos cuestiones de conciencia” (ICor 10,24-25).
Personalmente, yo me siento más seguro siguiendo
la enseñanza del apóstol que la de la Wachtower.
4. Conclusión
131
bles de la muerte inocente de docenas de seres hu-
132
7
¿ENSEÑA LA BIBLIA
QUE HAY ALIMENTOS IMPUROS
PARA LOS CRISTIANOS?
L A PROHIBICIÓN
sectas.
de consumir ciertos alimentos
es algo habitual en
Como
la inmensa mayoría de las
1
Psicología de las sectas, Paulinas, Madrid 1990, 53ss.
133
en el caso de los mormones, las profecías de la seño-
ra White en el de los adventistas), que, al fin y a la
postre, tiene un peso mucho más decisivo y que, en
la práctica, excluye la enseñanza de las Escrituras.
Pese a estas semejanzas, nada despreciables por otra
parte, llegan (como es natural de profetas
al partir
diferentes) a conclusiones distintas en cuanto a lo
que no puede ingerir un cristiano. En el caso de los
adventistas, la prohibición se extiende a una dieta
que pretende ser la levítica; y en el de los mormones,
al alcohol y bebidas excitantes, como el café. Pero
134
Ahora bien, para los no-judíos no existía ninguna
obligatoriedad de guardar esas normas dietéticas. Ya
hemos visto en Dt 14,21 cómo incluso podían tomar
animales que no habían sido sacrificados ritualmente,
y que, por tanto, resultaban impuros por estar sin
desangrar. También hemos tenido ocasión de con-
templar cómo en el pacto de Dios con Noé no apare-
ce la más mínima mención de que deban los no-
judíos hacer distinción, a la hora de comer, entre
alimentos puros e impuros. Por el contrario, hay una
mención explícita a que todo, sin excepción, es en-
tregado al ser humano para que lo coma: “Infundiréis
temor y pavor a todos los animales de la tierra, y a
todas las aves del cielo, y a todo lo que repta por el
suelo, y a todos los peces del mar; vuestros son.
Todo lo que se mueve y tiene vida os servirá de
alimento: todo os lo doy, lo mismo que os di la hierba
verde” (Gén 9,2-3).
Naturalmente, el Antiguo Testamento aceptaba la
posibilidad de que un no-judío se circuncidara, entra-
ra a formar parte de Israel y luego siguiera las leyes
dietéticas en su totalidad. Pero lo que resultaba in-
concebible es que un no-judío (como es el caso de los
adventistas) no se circuncidara, no entrara en el pue-
blo de Israel y luego guardara a medias las leyes
dietéticas. Semejante absurdo y despropósito era
algo inimaginable en el pensamiento del Antiguo Tes-
tamento.
135
tamento no es la base de su doctrina, porque son
cristianos, y que fundamentalmente se apoyan en la
revelación del Nuevo Testamento. Como poder ale-
garlo, pueden hacerlo. Cuestión aparte es que tenga
los visos más mínimos de verosimilitud.
Pablo nos ha transmitido la clara convicción de la
Iglesia primitiva de que Cristo había nacido bajo la
ley y la había cumplido para rescatarnos de la misma:
“Al llegar la plenitud de los tiempos, Dios envió a su
Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para resca-
tar a los que se hallaban bajo la ley y para que reci-
biéramos la filiación adoptiva” (Gál 4,4-5).
Por lo tanto, el que Jesús cumpliera con las leyes
dietéticas de la ley de Moisés (que no son las de los
adventistas, por otra parte) está fuera de discusión;
como también lo está el que ciertamente fue circun-
cidado y el que celebró las fiestas judías (circunstan-
cias ambas no seguidas por los adventistas). Ahora
bien, lo que sí es evidente es que Jesús se preocupó
de marcar los senderos por los que discurriría con
posterioridad la Iglesia apostólica; y entre ellos se
hallaba el de la emancipación de la ley de Moisés, que
no tenía sentido teológico tras su venida. Que esto
incluía abolir las distinciones entre alimentos puros e
impuros se desprende de los mismos evangelios:
“Luego llamó de nuevo a la gente y les dijo: Escu-
chadme bien todos y entended. Nada hay fuera del
hombre que, cuando entra en él, pueda convertirlo
en impuro. Lo que sale del hombre es lo que hace
impuro al hombre. El que tenga oídos para oír que
oiga. Y luego, tras retirarse de la gente, cuando entró
en casa, le preguntaron sus discípulos sobre la pará-
¿Tampoco vosotros lo entendéis?
bola. Él les dijo:
¿No comprendéis que todo lo que entra en el hombre
desde fuera no puede hacerle impuro, porque no
136
penetra en su corazón, sino en el vientre y va a dar
en el retrete? Así declaraba puros todos los alimen-
137
tras iban de camino y se acercaban a la ciudad, Pedro
subió a terraza para hacer oración. Le dio hambre
la
138
advertencia a todos los cristianos para no dejarse
engatusar por aquellos que intentaban parecer más
santos por cuestiones de comida o bebida: “Por tan-
to, que nadie os critique por cuestiones de comida o
de bebida, en relación con fiestas, con novilunios o
sábados. Todo eso es una sombra de lo que ha de
venir; pero la realidad es el cuerpo de Cristo”
(Col 2,16-17).
La enseñanza del apóstol no puede estar más cla-
ra. Quizá hubo un tiempo en que todo aquello (sába-
dos, novilunios, reglas dietéticas, etc) tuvo un senti-
do; pero ahora, con Cristo, no deja de ser un triste
anacronismo, y ningún cristiano debería prestar oído
a tales enseñanzas. Hacerlo implicaría olvidar la obra
de Cristo y sujetarse a conductas mundanas impro-
pias de un creyente en Jesús: “Una vez que habéis
muerto con Cristo a los elementos del mundo, ¿por
qué sujetaros, como si siguierais viviendo en el mun-
do, a preceptos del tipo de ‘no tomes’, ‘no gustes’,
‘no toques’, cosas todas destinadas a perecer con el
uso y debidas a preceptos y doctrinas puramente
humanos? Esas cosas poseen una apariencia externa
de sabiduría, dada la piedad afectada que poseen,
sus mortificaciones y su aspereza con el cuerpo; pero
carecen de todo valor y en realidad satisfacen los
apetitos de la carne” (Col 2,20-23).
Creemos que difícilmente se podría haber expre-
sado mejor lo que subyace bajo las dietas de las sec-
tas (y muy especialmente los adventistas): una serie
de preceptos meramente humanos (en este caso sur-
gidos de la mente calenturienta de Ellen White) que
pueden dar una apariencia de piedad, pero que sólo
cubren orgullo y que carecen de valor frente a las
verdaderas tentaciones. Si alguien piensa que las tác-
ticas de los sectarios con sus adeptos pertenecen al
139
siglo pasado y al presente de manera exclusiva, de-
bería descubrir a la luz de pasajes como éste cómo
su antigüedad es mucho mayor.
Pablo era consciente a la vez de que en la Iglesia
podían surgir personas que se vieran afectadas por
este tipo de enseñanzas, y recomendó el respeto a
las mismas en la esperanza de que su situación de
“débiles en la fe” fuera cambiando con el tiempo
(Rom 14); pero incluso en ocasiones como ésa dejó
bien establecido que “el reino de Dios no es comida
ni bebida, sino justicia y paz y alegría en el Espíritu
Santo” (Rom 14,17). Claro que no hace falta insistir
en que Pablo era un apóstol de Dios, mientras que
Joseph Smith y Ellen White distaron mucho de ser
siquiera simples cristianos, aunque nadie les puede
negar el dudoso privilegio de haber puesto en pie el
primero y reformado la segunda las dos sectas más
numerosas del mundo.
4. Conclusión
4
No hace falta decir que la prohibición de café no aparece ni lejana-
mente en la Biblia. Se trata una vez más del prurito diferenciador que
tanto entusiasma a dirigentes y adeptos de las sectas.
140
sectas, que colman así inconscientes anhelos de sus
adeptos, pudiendo retenerlos con más facilidad; pero
ni lejanamente tiene la más mínima base en el cristia-
nismo bíblico. En realidad es más bien marca de los
falsos profetas: “El Espíritu dice claramente que en
los últimos tiempos algunos apostatarán de la fe en-
tregándose a espíritus de mentira y a doctrinas dia-
bólicas por la hipocresía de engatusadores cuya pro-
pia conciencia está cauterizada. Éstos prohíben el
matrimonio y el uso de alimentos que Dios creó para
que fueran comidos con acción de gracias por los
fieles que han conocido la verdad. Porque todo lo
que Dios ha creado es bueno y no debe ser rechaza-
do ningún alimento que se consuma con acción de
gracias, pues ya queda santificado por la palabra de
Dios y la oración” (ITim 4,1-5).
Creemos que estas palabras son, sin lugar a dudas,
la mejor conclusión a este capítulo, pues compendian
a la perfección la materia de que están formadas las
sectas y la enseñanza cristiana sobre los alimentos.
Esta última aparece preñada de la alegría que implica
el saber que todo lo que Dios creó es bueno y que
nuestro creador se ha complacido en dárselo a la
humanidad para un disfrute que es incluso santo si
llega a reconocer que todo, absolutamente todo, se
lo debemos a él. Difícil es que ese sentido sano y
alegre de gratitud que corre a lo largo de la Biblia en
relación con el disfrute de la creación se encarne en
los que siguen el poco humano y menos cristiano
pseudoascetismo de las sectas.
141
8
¿ENSEÑA LA BIBLIA
QUE EL CRISTIANO DEBE GUARDAR
EL SÁBADO?
143
de adventistas situado en New Hampshire, que gira-
ba en torno a la influencia de una mujer llamada
Rachel Oakes. La citada dama también se mostraba
favorable a guardar el séptimo día, de manera que
Bates se sintió confirmado en sus conclusiones e in-
cluso se animó a escribir un par de folletos en los que
presentaba una visión del tema ya bastante cercana
a la de los adventistas de hoy en día.
Ahora bien, el factor decisivo no iban a ser estos
dos laicos, sino (¡cómo no!) una visión de la profetisa
de la secta, Ellen White. En 1847, justo entre la publi-
cación del primero y el segundo folleto de Bates, la
señora White fue supuestamente arrebatada al santí-
simo en el santuario celestial, y allí vio los diez man-
damientos, con un halo de especial resplandor que
rodeaba al mandato del sábado.
Puede que los adventistas crean, pues, que su pe-
culiar punto de vista arranca de la Biblia, pero lo
cierto es que la historia desmiente esa conclusión de
manera inapelable. No fue la Biblia el motor que con-
dujo a la secta a adoptar esta doctrina particular,
sino una “revelación” de su profetisa. Huelga decir
que, una vez que se produjo la visión, nadie se atrevió
a contradecir a la señora White.
144
a) El sábado es un memorial de la creación. Se-
gún su manual doctrinal ( Questions on Doc-
“infalible”
trine, p. 158), el sábado es primeramente un evento
con valor de conmemoración en relación con el día
de descanso que tuvo Dios después de completar su
obra creativa l .
1
No hace falta decir a cualquiera que conozca el proceso de redac-
ción del Pentateuco que este acercamiento al texto del Génesis es un
absoluto dislate, que sólo deja de manifiesto una ignorancia supina en
materia de crítica bíblica. No obstante, seguiremos la línea de razona-
miento planteada por los adventistas para hacer más asequible su
refutación.
145
convicción los dirigentes de la secta adventista: “Cree-
mos que la restauración del Sabbath es indicada en
la profecía bíblica de Ap 14,9-12”. Más adelante, en la
página 181 de la misma obra, insisten en que las
profecías referentes a la bestia del Apocalipsis tienen
un claro cumplimiento en el papado: “De manera
que los heraldos adventistas de la reforma del Sab-
bath llegaron a una conclusión lógica en relación con
la marca de la bestia, —
manteniendo que era, esen-
cialmente, el intento de cambiar el Sabbath del cuarto
mandamiento del decálogo llevado a cabo por el pa-
pado, su empeño en imponer este cambio a la cris-
tiandad y la aceptación del sustituto del papado por
los individuos”.
Ahí es nada. El papa es la bestia, y su marca es la
sustitución del séptimo día por el primero, domingo 2 .
146
que reciben la marca de su nombre. Aquí la paciencia
de los santos, los que guardan los mandamientos de
Dios y la fe de Jesús” (EP).
Y ahora yo me permito preguntar al lector sensato
e imparcial: ¿dónde habla este texto del papado?,
¿dónde dice que sustituye el sábado por el domingo?,
¿dónde se dice que esa sustitución es la marca de la
bestia? Lo que sí dice este texto, mal que les pese a
los adventistas, porque choca con sus doctrinas, es
que existe un castigo eterno totalmente consciente.
Este ejemplo de dislate interpretativo lo que pone
además de manifiesto es que, siguiendo las “ilumina-
ciones” de cualquier profeta, se puede sacar de la
Biblia la doctrina que se le antoje a la secta de turno.
147
desprende que se considerara bajó la ley del sábado.
Como ha señalado muy atinadamente A. A. Hoeke-
ma, si seguimos ese argumento tendríamos que creer
que los adventistas guardan el domingo porque mu-
chas veces acuden a las iglesias de otras confesiones
en ese día con la finalidad de hacer proselitismo para
su secta 3 .
3
A. A. Hoekema, Seventh Day Adventism, Grand Rapids 1979, 93.
4
La de Moisés conocía diversos sábados o descansos, aparte
ley
del séptimo día. Es obvio que Pablo considera abolida la obligación de
guardarlos todos sin excepción.
148
sustituido al sábado (séptimo día) como día sagra-
do. Señalemos a título de ejemplo algunos: a) Jesús
resucitó en domingo o primer día de la semana ju-
día (Jn 20,1), marcando de manera especial este día;
b) Jesús se apareció por primera vez a todos sus
discípulos en domingo (Jn 20,19ss) 5 ;
c) la segunda
aparición de Jesús a todos sus discípulos fue en
domingo también (Jn 20,26ss); d) la recepción del
Espíritu Santo en Pentecostés fue en domingo
(He 2,lss) 6 e) también fue en domingo cuando Pe-
;
5 Como ha
señalado muy acertadamente el teólogo protestante Os-
car Cullmann, el hecho de que Jesús se apareciera en domingo a sus
discípulos generó en la Iglesia primitiva la expectativa de que Cristo
volvería a recogerla en el curso de una reunión eucarística en domingo
precisamente. Una prueba más de que los primeros cristianos guarda-
ban el domingo y no
el sábado.
6 Es determinar que Pentecostés cayó en domingo. La palabra
fácil
misma significa “cincuenta”, y servía para designar la fiesta judía de la
que se nos habla en Lev 23,15-16. En este pasaje se nos especifica
precisamente que la fiesta debía celebrarse contando a partir del día
después del sábado. De hecho, el partido saduceo contemporáneo de
Jesús interpretaba el día después del sábado como el primero de la
semana, o sea el domingo. Como ha señalado el profesor F. F. Bruce
(Commentaiy on the Book of the Acts, Grand Rapids 1955, 53), resulta
indudable que Pentecostés cayó en domingo, puesto que siempre cayó
en el primer día de la semana, por lo menos, hasta la destrucción del
templo de Jerusalén en el año 70 d.C.
149
mingo, así como el elevado valor simbólico que le
dieron los primeros cristianos. La primera reunión (y
la segunda) de todo el colegio apostólico con Jesús
fue en domingo. En domingo también se anunció la
piedra angular de la fe cristiana: Ha resucitado. Fue
en domingo cuando la Iglesia recibió el Espíritu Santo,
y Pedro, como portavoz de los apóstoles, hizo los
primeros conversos, los primeros “cristianos”, po-
dríamos casi decir. En domingo se reunían las Iglesias
paulinas para celebrar la eucaristía, y en domingo se
recogía lo que voluntariamente daban los primeros
cristianos para que fuera dedicado a los pobres. La
resurrección de Jesús, la recepción del Espíritu San-
to, la predicación del evangelio, las primeras conver-
siones, la celebración de los sacramentos (bautismo
y eucaristía), la comunión de los unos para con los
otros y el amor fraternal aparecen en el Nuevo Tes-
tamento bajo el signo del domingo, y no del sábado.
¿Cómo puede, pues, pretenderse que el domingo es
la marca de la bestia del Apocalipsis, que, a su vez,
es el papado?
150
cirdocenas de textos donde los cristianos primitivos
no sólo hablan de la celebración del domingo, sino
que también atacan contundentemente la del sép-
timo día; pero nos limitaremos a algunos ejemplos de
muestra.
a) La Epístola de Bernabé (escrita entre el 70 y el
120 d.C.): “Por lo tanto, nosotros guardamos el octa-
vo día para celebrarlo. En ese día Jesús resucitó de
entre los muertos, y tras manifestarse, ascendió a los
cielos” (XV) 7
. (Obsérvese cómo, en armonía con el
Nuevo Testamento, el domingo adquiere una espe-
cial relevancia por haberse producido en él la resu-
rrección).
b) Didajé (entre el 70 y el 110 d.C.): “Reunidos
cada día del Señor, partid el pan y dad gracias, des-
pués de haber confesado vuestros pecados, a fin de
que vuestro sacrificio sea puro” (c. XIV).
c) Ignacio (hacia el 80-90 d.C.): “Ahora bien, los
que se criaron en el antiguo orden de cosas vinieron
a la novedad de esperanza, no guardando ya el sába-
do, sino viviendo según el domingo, día en que tam-
bién nuestra vida amaneció” (Epístola a los magne-
sios IX).
Justino Mártir (hacia el 150 d.C.): “Pero el
d)
domingo es el primer día, en el que todos celebramos
nuestra asamblea común, porque es el primer día en
el que Dios, habiendo realizado un cambio en la os-
7
Este y los pasajes siguientes han sido traducidos por el autor a
publicado por la BAC.
partir del texto original
8 Recomendamos como obra especialmente representativa de la
151
Resulta evidente que los cristianos de finales del
s. e inicios del s. n habían tomado sus patrones de
i
5. Conclusión
152
CONCLUSIÓN
S TUVIERA
I
logía de
que definir en cuatro palabras
las sectas, éstas serían
la teo-
“ausencia de
historia legítima”, “miedo”, “orgullo” y “esclavitud”.
Creo que ésas son las líneas definitorias básicas que
marcan a todas las sectas.
En primer lugar, la secta se sustenta sobre la nega-
ción de la historia. Con la muerte del último apóstol
se quiebra para todas ellas la actuación de Dios en la
tierra... hasta la aparición de su profeta (Smith, Whi-
te, Russell). Dios no ha actuado, como enseña la
Biblia, de una manera continua, sino que parece ha-
ber decidido estar inactivo casi veinte siglos, hasta
que, olvidando la Iglesia que fundó Cristo, decidió
alzar a un profeta que creara la secta verdadera.
Como en un gigantesco paréntesis, la teología de las
sectas encierra los tesoros de la patrística, de la Edad
Media, del renacimiento y la reforma, como si nada
hubieran significado, y nos hace aparecer en el s. xix
o xx. Los padres de la Iglesia, los evangelistas y los
santos apóstoles, los místicos, el monacato, son bo-
rrados de un plumazo como si nunca hubieran exis-
tido, como si nada hubieran aportado ni al pueblo de
Dios ni a la humanidad en general.
Pero, ojo, esta huida hacia el pasado cercano tam-
bién se da con matices: no se nos incrusta en la
verdadera historia de la secta, la de sus fraudes y
engaños, la de sus falsas profecías, la de sus escánda-
los económicos, sino en la creada con fines de capta-
153
ción. La secta borra así el pasado para manipular el
presente y apoderarse del futuro. Es una táctica co-
mún a todas las dictaduras, y no nos sorprende que
así sea también en el caso de estos totalitarismos de
corte teológico o filosófico.
En segundo lugar, todo el mensaje de la secta está
preñado de miedo. Es éste un hilo conductor cons-
tante que mantiene apiñados a sus adeptos con un
lazo invisible, pero no por ello menos efectivo. Existe
una expectativa horrorosa de verse excluidos del fu-
turo reparto de parcelas en la tierra (adventistas y
Testigos de Jehová) o se anuncia un futuro apocalíp-
tico y espantoso. No hay nada en las sectas que
recuerde la alegría, el gozo, la esperanza y la frescura
del mensaje del Nuevo Testamento. Tampoco hay
consuelo ni reposo. Sólo doctrinas que infunden un
pánico cerval al adepto, que le hacen pensar (incluso
años después de que abandone la secta) que quizá la
destrucción de este mundo vendrá y él se verá en-
vuelto en la misma.
En tercer lugar, las doctrinas de la secta crean (y
ahí yace uno de los secretos de su éxito) una sensa-
ción profunda de orgullo en los adeptos. Sólo ellos
saben que el sábado es la marca de la bestia, que el
fin está cerca, que Moon es el mesías. Sólo ellos
saben que la obra de Cristo no tuvo apenas valor (si
es que tuvo alguno) y que la salvación se consigue
suicidándose intelectualmente y sometiéndose de ma-
nera ciega a la secta. Sólo ellos saben que todos los
no pertenecientes a su grupúsculo experimentarán
un terrible juicio procedente de Dios. Sólo ellos...
¡Qué enorme diferencia con el Nuevo Testamento,
que nos enseña que no somos nada y que si lo somos
es porque Dios nos creó y, encarnándose, murió por
nosotros para arrancarnos de esa esterilidad de vida
154
que nos envuelve! ¡Qué distancia con la enseñanza
apostólica, que nos transmite la necesidad de plegar-
nos al Espíritu Santo para no echar a perder nuestra
vida en vanidades!
Por último, la secta se caracteriza por la esclavitud.
No hay nada en ella que nos deje ver la libertad de los
hijos de Dios de que habla el Nuevo Testamento.
Todo lo contrario; cada instante de la vida es la suje-
ción, no al impulso del Espíritu Santo, sino a normas
humanas que indican “no gustes”, “no tomes”, “no
palpes”. Normas que, como decía san Pablo, pueden
dar una apariencia falsa de piedad, pero carecen de
valor real en el terreno de lo espiritual.
Por eso, no resulta extraño que árboles de raíces
tan poco limpias proporcionen frutos de tan escaso
sabor y, a la vez, tan cargados de ponzoña. La humil-
dad y el arrojo de Pedro tras Pentecostés, la libertad
invulnerable de Francisco de Asís, el elevarse indes-
criptible de Juan de la Cruz, el valor comunitario de
Benito de Nursia, el empuje evangelístico de Pablo y
Bernabé, la profundidad de Agustín y un largo etcé-
tera de la historia del cristianismo, son frutos que
nunca podrán aparecer en una secta. Tras ellos no
está el látigo del jefe de los adeptos, sino el soplo
amoroso del Espíritu de Dios. Es ese Espíritu Santo
el que renueva la vida del pueblo de Dios cuando
155
que “puertas del hades no prevalecerían sobre la
las
Iglesia” (Mt 16,18). Ese foco de verdad y de pureza,
tantas veces atacado pero nunca extinguido, es uno
de los más vigorosos argumentos en contra de la
afirmación de las sectas de que todo se eclipsó al
poco de morir Jesús y que no volvió a renacer hasta
la aparición de su profeta respectivo.
El que haya leído las páginas anteriores con aten-
ción habrá podido descubrir aquí y allí jirones del
amor de Dios, y también habrá podido vislumbrar
que éste no ha dejado de latir ni un segundo desde
antes de la creación. ¡Cuánto menos para olvidar la
promesa hecha a los apóstoles y tomarse un descan-
so de cerca de veinte siglos!
Quisiera ahora concluir haciendo referencia a la
manera de utilizar este libro de una forma práctica.
Como he señalado en introducción, ésta es una
la
obra sencilla y sin pretensiones. Sólo desea dotar de
un instrumento de trabajo a aquellas personas que
más de cerca se enfrentan con el problema de las
sectas: catequistas, párrocos, pastores, laicos com-
prometidos, etc. A todos aquellos que deseen abor-
dar este tema desde un enfoque psicológico y pasto-
ral les remito a mi libro sobre el tema L La finalidad
del presente no es otra que ese cuidado de almas, y
creo que eso exige algunas puntualizaciones meto-
dológicas:
1. Ore antes de poner manos a la obra. Muchas
veces me invade la sensación de que a los cristianos
nos ha ido dominando un sentimiento excesivamente
mundano y práctico de las cosas. Intentamos resolver
situaciones espirituales como si se tratara de proble-
mas meramente humanos. Creo que eso implica una
1
Psicología de las sectas, o.c., 151ss.
156
distorsión no pequeña de nuestra visión. Antes de
comunicarse con un adepto, antes de intentar ayudar
a un amigo para que descubra que lo que enseña su
secta no es bíblico, diríjase humildemente al Señor.
Esto no es un libro de recetas y fórmulas mágicas. Es
sólo un estudio introductorio para que usted, some-
tido al Espíritu Santo, se deje llevar por la voluntad
de Dios en el terreno de la apologética de sectas.
2. Tome el firme compromiso de leer la Biblia a
diario. Cabe la posibilidad de que la Biblia no sea un
libro fácil para todos. No seré yo el que lo pretenda;
pero en él hay toda una coherencia hermosa y llena
de luz, que no sólo sirve para saber quiénes somos,
sino también para mostrarnos cómo es Dios y lo que
desea de nosotros. Difícilmente podrá mostrar a un
adepto lo que la Biblia dice si no conoce mínimamen-
te el libro, si no lo ama, si no se ha familiarizado con
él de manera íntima y vivencial. La triste realidad es
157
Discutir sobre todo ello en grupo, sabiendo escu-
char a los demás, creo que puede convertirse en un
semillero de jugosas reflexiones personales y colec-
tivas.
En un paso ulterior, quizá estos grupitos podrían
coordinarse en el interior de la comunidad para cele-
brar charlas, dar cursillos, acoger pastoralmente a
los afectados por las sectas, etc. Una actividad así,
tal y como yo lo veo, no sólo conduciría a un frenazo
158
BIBLIOGRAFÍA
Obras generales
Hoekema A., The four mayor
cults Grand Rapids 1972.
,
159
Adventistas
Para analizar el carácter fraudulento de las “profecías”
de la señora White, cf bibliografía en Psicología de las sec-
tas.
Testigos de Jehová
Carrera A., Los falsos manejos de los Testigos de Jehová
Bilbao; 70 ex testigos acusan a la secta, Bilbao; Sangre ;
160
Monroy J. A., Apuntando a la Torre, Madrid. Obra apo-
logética escrita por un pastor protestante de Tánger. En
conjunto es floja, porque el fenómeno lo conoce sólo
superficialmente.
Vidal C., Por qué no soy Testigo de Jehouá, Madrid 1978;
Recuerdos de un Testigo de Jehouá, Miami 1987; Pai,
onde estao os teus filhos, Miami 1987. Diversos estudios
sobre la captación de adolescentes por la secta. Contie-
nen algunos capítulos útiles desde una perspectiva de
apologética bíblica.
A todo lo anterior, cabe unir la serie de trabajos sobre
Testigos de Jehová que está publicando la Asociación
antisecta Libertad, apartado 8.036 Madrid (España). En
su mayor parte traducidos del inglés, tienen una pers-
pectiva apologética muy clara.
161
ÍNDICE
Pg.q-
Introducción 7
163
Pag.
164
Pag.
4. Conclusión 140
Conclusión 153
Bibliografía 159
165
BIBLIOTECA
DE BOLSILLO EP
BIBLIOTECA DE BOLSILLO EP
ISBN 84-285-1410-0