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Desarrollo Local de Que Estamos Hablando Vazquez Baruero
Desarrollo Local de Que Estamos Hablando Vazquez Baruero
Desarrollo Local de Que Estamos Hablando Vazquez Baruero
Oscar Madoery
Indice:
1. Introducción
6. Consideraciones finales
1. Introducción
q Primero: que las interacciones sociales y entre ellas, las que atañen al
desarrollo, se despliegan hoy en nuevas geografías, en otros territorios,
permitiendo que ciudades y regiones adquieran responsabilidades tradicionalmente
concentradas en el Estado–Nación.
Así cobra fuerza el proceso de reinvención de lo local, que marca que el cambio
estructural en los países latinoamericanos y particularmente en Argentina depende,
entre otros factores, de la estimulación de la innovación y la capacidad
emprendedora local y regional, al tiempo que las políticas de los gobiernos
centrales descansan cada vez más sobre la dinámica de las comunidades locales
donde las autoridades públicas, las empresas y la sociedad civil pueden establecer
nuevos compromisos y seguir políticas de adaptación flexibles a entornos
cambiantes.
Pero este proceso no debe ser leído como el fin del Estado-Nación, sino como la
consolidación de otros ámbitos de interacción y de espacio políticos originales, con
los que necesariamente las políticas nacionales deberán articularse. La reforma del
Estado, como eje de las políticas de adaptación al cambio estructural en nuestra
sociedad, no debe implicar su reducción a su mínima expresión posible, sino su
reconstrucción en sus diferentes niveles, del central al local, para que pueda
desempeñar completamente sus funciones en relación a la sociedad y el mercado.
La nueva geografía de responsabilidades representa, entonces, una invitación a
redefinir los roles del Estado-Nación que tiene, recreado, un papel fundamental en
el fortalecimiento de los ámbitos locales.
Amin (1996) cuando analiza el citadísimo caso italiano de los distritos industriales,
remarca en ellos las interdependencias sociales e institucionales, las conexiones
entre firmas e instituciones locales, que marcan la existencia de algo más que una
simple aglomeración de empresas en una determinada industria o sector [7]. Lo
determinante allí, es la capacidad organizativa y la capacidad de innovación
empresarial, que se convierten en las variables críticas sobre las que se asienta la
fortaleza de los sistemas productivos locales, recordando aquella ya clásica
explicación del desarrollo territorial de Giorgio Fua (1985) a partir de la “visión
alargada” de la empresa (la empresa vinculada al medio) y del “factor organizativo-
emprenditorial”, esto es, los incentivos territoriales a la organización del medio
económico y a las iniciativas de los agentes económicos públicos y privados.
Claro que esta visión ampliada, holística y sistémica del desarrollo (Boisier, 1998
b), sólo puede ser abordable desde una mirada compleja que se aproxime a la
realidad admitiendo la unidad en la diversidad, la universalidad en la singularidad
y permita replantear los temas y valores a partir de intereses propios, locales,
sectoriales [9]. Como se ha perdido la fe en la capacidad de los grandes modelos
para dar respuestas adecuadas a las necesidades sociales, el acontecimiento
indeterminado y singular hace su reaparición y sugiere un desplazamiento de la
política hacia el territorio, reconociendo que los procesos sociales de desarrollo se
producen en matrices espacio-temporales dinámicas, que los hacen únicos e
irrepetibles, que responden tanto a lógicas generales (globales), como particulares
(locales).
Arocena (1998) sostiene que en esta nueva mirada hacia la problemática del
desarrollo, las tendencias a la valoración de la iniciativa local cobraron fuerza
especial, permitiendo superar las visiones reduccionistas sobre la capacidad
innovadora de lo local que solían predominar en el pensamiento y las prácticas
latinoamericanas: lo local visto como "freno" al desarrollo para las corrientes
evolucionistas; como "isla" sin capacidad para generar innovaciones para la
corriente historicista y lo local entendido como mero "recipiente" pasivo para el
enfoque estructuralista que privilegiaba las macro racionalidades estructurales.
Pero como los agentes territoriales necesitan más que sus propias habilidades se
reconoce, así mismo, la necesidad de incorporar el papel de las instituciones y
organizaciones y la cultura. Los actores locales necesitan un ambiente institucional
y organizacional que respalde y oriente sus esfuerzos, energías y encuadre sus
actuaciones. Las racionalidades económicas y sociales, se encuentran arraigadas en
contextos culturales, valóricos e institucionales y las opciones estratégicas que
adoptan los actores y las sociedades locales dependen de la orientación de ese
contexto (Tomassini, 2000).
Incluso Vázquez Barquero (2000) demuestra que para estimular los procesos de
acumulación de capital (condición básica para impulsar el desarrollo económico),
bajo las condiciones de aumento continuo de la competencia entre empresas y
territorios que caracteriza al escenario de la globalización, la política de desarrollo
local es la que representa el factor sinergético y aglutinador, porque permite
mejorar el comportamiento de cada uno de los factores determinantes de la
acumulación de capital (la difusión de las innovaciones y el conocimiento entre las
empresas y organizaciones, la adopción de formas más flexibles de organización de
la producción, el desarrollo de las economías de urbanización y la densidad del
tejido institucional). Existen rendimientos crecientes cuando todos estos factores
actúan conjuntamente y refuerzan su impacto individual sobre la acumulación de
capital. Así, las ciudades y regiones tienen la posibilidad de promover una dinámica
local fundada en la acumulación territorial de los recursos colectivos específicos
necesarios para el desarrollo de su sistema económico productivo y de su entorno
institucional y esto es un tema de política de desarrollo.
Sobre las visiones obsoletas, sesgadas y simplistas para las que el desarrollo es
sólo responsabilidad del Estado-Nación (enfoque de la planificación centralizada), o
sólo del mercado (enfoque del neoliberalismo dominante), la política local trata,
básicamente, de la construcción de un poder local, que se nutre a partir de la
capacidad decisional, la capacidad organizativa y la capacidad creativa de los
agentes territoriales. Poder local construido sobre la base de la capacidad
convocante, aglutinadora y movilizadora de la política. Por la cercanía de los
decisores y actores y la inevitabilidad de la participación, “el desarrollo local es el
tipo más político y societal de desarrollo socioeconómico” [16].
Para afrontar estos desafíos, los municipios presentan como fortaleza una fluida
relación con la sociedad local, hecho que les permite conocer con mayor certeza la
realidad económico-social, cultural y político-institucional sobre la que tienen que
actuar. Sin embargo, las ciudades argentinas presentan aún una débil capacidad
legal-institucional para el desarrollo, derivada de la brecha existente entre las
competencias que se le asignan y las posibilidades reales con que cuentan para
llevarlas a la práctica, ya que existe una tensión fundamental, como lo reconocen
Resse y Catenazzi (2000), entre la necesidad de los agentes del desarrollo local de
una mayor autonomía para decidir y gestionar localmente los procesos de
desarrollo y, por otro, la escasa autonomía municipal existente, sobre todo de
carácter político y financiero, derivada de la estructura político-institucional
argentina.
Son diversas las tomas de posición municipales frente a los retos del desarrollo y
notables los esfuerzos y experiencias que se pueden contabilizar en Argentina por
modificar el perfil de gestión local. Desde una perspectiva relacional y asumiendo
que toda generalización comete errores e injusticias, analizaremos algunos
aspectos medulares de las políticas locales de desarrollo.
No obstante, los resultados alcanzados hasta el momento suelen ser muy dispares
y no siempre se ha logrado modificar comportamientos e introducir innovaciones
organizativas a nivel local. En muchos de estos casos se evidencia una debilidad en
el sistema de actores territoriales producto, en principio, de una limitación
conceptual que ha condicionado, en mayor o menor medida, el accionar de los
actores locales.
Predomina una visión estática del desarrollo que considera, por ejemplo, la propia
ubicación geográfica como razón suficiente para garantizar un futuro más próspero
[20]. O visiones preocupadas casi exclusivamente en aquellos aspectos en los que
existen marcados déficit aún en nuestro país, como la provisión de suelo,
infraestructura, servicios básicos y obra pública, como argumento para (re)lanzar
un proceso de crecimiento regional sostenido [21]. El problema aquí es que al
otorgarse importancia sólo a las cuestiones relacionadas con la asignación estática
de recursos, sin pensar en términos de los aspectos dinámicos relacionados con la
maduración de las fuerzas productivas, se restringe la valoración acerca de las
capacidades propias de una sociedad y sus protagonistas. Ello ha permitido la
supervivencia en otros casos de la visión de la "responsabilidad nacional" para el
desarrollo, que ha mantenido el impulso de conductas "demandantes" hacia esferas
centrales, antes que conductas "proactivas" locales [22]. Otras veces las
respuestas locales se han dado a partir de conductas imitativas, reconociendo
experiencias valiosas llevadas a cabo en otras ciudades y en otros países e
implementando acciones similares, aunque descontextualizadas y desprovistas de
los aspectos propios de la cultura local, hecho que ha limitado, cuando no
impedido, un correcto desempeño en tales iniciativas [23].
En esta apuesta a los complejos institucionales, resultan alentadores algunos
equilibrios y contrapesos intersectoriales e interinstitucionales que se generan a
nivel local, por ejemplo a través de la conformación de consejos económico -
sociales, que permiten un lento pero estimulante juego de suma positiva de
generación de iniciativas e incentivos para el cambio [24]. Pero también existen
ejemplos de evidentes limitaciones en los procesos de maduración y construcción
política, reflejado en posiciones entusiastas hacia el desarrollo local, aunque
carentes de compromisos explícitos, de representatividad real, de liderazgos
asumidos, de “formalización” de consensos [25]. El aumento verificable en la
cantidad de instituciones vinculadas al desarrollo local en muchas experiencias
locales (como ocurre con las organizaciones empresariales, sindicales,
profesionales, no gubernamentales, educativas, etc.) destaca el aspecto
“cuantitativo” de la densidad institucional a la que hacíamos referencia, pero la
debilidad de los compromisos asumidos (el valor de los contratos) marca aún un
déficit tanto en el aspecto relacional, interactivo del desarrollo local (el aspecto
“cualitativo” de la densidad institucional), como en la formulación de proyectos
políticos de transformación local que sustenten y orienten las iniciativas públicas y
privadas.
Pero también hay una necesidad de complejizar tanto la visión, como la gestión de
las políticas locales de desarrollo, ampliando la mirada y los compromisos hacia
aquellos factores intangibles que construyan sinergias intersectoriales en el ámbito
territorial donde se expresa el sistema económico y productivo local. Y este es un
proceso al que los actores locales sí pueden dirigir, orientar y controlar.
Si esto se logra, se estará más cerca de iniciar un proceso de cambio que permita
obtener productos locales originales: con liderazgo y con consenso explícito habrá
más posibilidades de regular el conflicto social, a través de nuevos cauces que fijen
un horizonte y permitan contener los intereses sectoriales detrás de un interés
abarcador de conjunto; y de acuerdos sustanciales, traducidos en “productos”
concretos: un pacto, un programa, un presupuesto, un plazo. De establecer
contratos preocupados no sólo por el número de intervinientes (la cantidad), sino
por el tipo de compromisos asumidos (la calidad), donde su aportación y valor sean
convenientemente percibidos por los participantes [30]. Con liderazgo y saberes,
habrá posibilidad de establecer una clara visión de lo que se tiene que hacer,
porqué hacerlo y hacia dónde se quiere que conduzca ese camino (y de ese modo
definir estrategias, programas, acciones concretas); de alcanzar la inteligencia
estratégica necesaria para generar políticas “a la carta”, rompiendo con las
conductas imitativas, más accesibles pero más ineficaces. Con consenso y con
saberes, se establecerán las bases para la generación de aprendizajes colectivos,
que permitan fortalecer prácticas y establecer sistemas de premios y castigos, que
fomenten la participación de la sociedad local en el proceso de desarrollo, que
involucren a los grupos locales en la toma de decisiones y que, por lo tanto,
busquen adecuar el interés de los actores individuales al interés colectivo del
territorio.
6. Consideraciones finales
· Amin, Ash and Thrift, Nigel: “Institucional issues for the European regions:
from markets and plans to socioeconomics and powers of association”, Economy
and Society, Volume 24, Number 1, February 1995.
· Evers, Tilman: “El Estado en la periferia capitalista, ed. Siglo XXI, México,
1987.
· Ianni, Octavio: La sociedad global, Editorial Siglo XXI, Buenos Aires, 1998.
· Morin, Edgar y Kern, Anne Brigitte: Tierra Patria, ed. Kairós, Barcelona,
1993.
[2] “Se ha hecho demasiado pequeño para ocuparse de los grandes problemas que
se han convertido en planetarios, mientras se ha hecho demasiado grande para
ocuparse de los problemas singulares, concretos, de los ciudadanos”, Morin, Edgar
y Kern, Anne Brigitte: Tierra Patria, ed. Kairós, Barcelona, 1993, pág. 143.
[4] "La reacción de las personas que viven en los ámbitos urbanos, locales o
comunitarios de sociedades muy complejas, frente a la desprotección e inequidades
que genera el desequilibrado predominio del mercado y de la competitividad ante
las legítimas demandas generadas por la sociedad, así como también frente a la
crisis del Estado paternalista heredado del pasado, se traduce en la búsqueda de un
locus, de nichos, de raíces, redes y asociaciones cercanos en los que apoyarse y
construir proyectos, seguridades e identidades colectivos" Tomassini, Luciano: El
giro cultural de nuestro tiempo, en Kliksberg, Bernardo y Tomassini, Luciano:
“Capital social y cultura: claves estratégicas para el desarrollo”., Banco
Interamericano de Desarrollo, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2000,
pág. 93
[7] Ferraro y Costamagna nos recuerdan cómo a partir de trabajos como los de
Amin (1996), en la literatura contemporánea sobre los distritos industriales, el
término de Marshall de atmósfera industrial adquiere un significado de
características sistémicas: una detallada división de tareas a lo largo de la cadena
de valor y de los servicios relacionados, la consolidación del distrito como centro de
creación de conocimiento, inventiva, capacidad empresarial y aprendizaje dentro de
un determinado sector industrial, y la densidad institucional (institutional
thickness).
[11] Esta interesante idea aparece en el libro de Zárate, R. y otros (2000), quienes
se valen de un texto de Costa Filho (1990), donde se sugiere pensar los procesos
económicos y sociales como de final abierto donde los criterios de equilibrio y orden
clásicos dan lugar a la divergencia y la complejidad.
[13] ...y que forma parte del stock general de conocimiento tecnológico que el
pensamiento neoclásico ve como algo “libremente accesible, fácilmente aplicable y
fácil de reproducir y reutilizar” Berroeta, Belén, Del Castillo, Jaime, Uyarra, Elvira:
“Nuevas pautas de intervención en materia de Innovación y Empleo: Las
Estrategias territoriales de Empleo e Innovación”, Rev. Ciudad y Territorio. Estudios
Territoriales, vol. XXXI, Tercera época, N° 122, invierno 1999, Ministerio de
Fomento, Madrid, pág. 760.
[15] Putnam, Robert: La Tradizione Cívica nelle Región Italiane, Oscar Saggi
Mondadori, Milano, 1993, pág. 196
[17] Es nutrida la bibliografía que abona esta idea. Ver entre otros: Programa de
Desarrollo Local (1998), García Delgado (1997).
[18] Por ejemplo, Ferraro – Costamagna (2000) señalan que la característica
distintiva del modelo de desarrollo productivo de Rafaela, radica en un vasto tejido
institucional de apoyo al sector productivo con marcados liderazgos compartidos
por instituciones públicas y privadas que buscan trabajar en forma articulada. Por
su parte, la experiencia de Sunchales merece ser destacada como un ejemplo de
esfuerzo de participación y constitución de redes asociativas como fundamento de
la gobernabilidad local.
[24] Villa Constitución es una ciudad media de acentuado carácter industrial, que
todavía sigue ligada a un modelo de desarrollo económico fuertemente dependiente
de factores exógenos y sustentado en actividades poco competitivas o con
evidentes signos de declive. Hasta el momento no ha logrado poner en marcha un
nuevo proceso de desarrollo ligado a nuevas actividades industriales y de servicios
que permitan competir con mejores perspectivas en el nuevo escenario. Sin
embargo, la experiencia de su Consejo Económico Social, merece ser destacada
como una respuesta proactiva y tesonera de algunas de sus instituciones a los retos
que enfrenta la ciudad.
[25] No son pocos, por ejemplo, los casos de firma de actas institucionales de
apoyo al lanzamiento de un plan estratégico en una ciudad, que representa un
momento que aglutina fugazmente a la gran mayoría de los sectores de la ciudad,
pero que al poco tiempo pasan a ser documentos olvidados en los despachos y los
escritorios.
[26] Como el caso del lobby institucional en la región Rosario para garantizar las
inversiones previstas en los proyectos de Hidrovía y Puente Rosario-Victoria, o los
ejemplos de numerosas ciudades intermedias gestionando por obtener el
mejoramiento, ampliación o trazado de nuevas carreteras.
[27] Como los Centros de Desarrollo Empresarial de Rafaela y Mar del Plata, las
Agencias de desarrollo de Córdoba y la Región Rosario, el Programa Emprender de
Las Heras o el Parque Empresarial Comirsa.
[29] “La cooperación se funda sobre un sentido vivísimo del valor que la
participación en estas formas de colaboración tiene para cada participante, no
sobre un vago sentido ético de la fuerza de la unión de todos los hombres, ni sobre
una visión orgánica de la sociedad” (Robert Putnam, op. cit, pág.197)
[30] Por ello es imprescindible que los compromisos asumidos generen valor,
ofrezcan un beneficio a los involucrados, establezcan claramente los beneficios
colectivos de emprender ese camino