Nothing Special   »   [go: up one dir, main page]

Catecismo 616-617

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 7

Catecismo 616 - 617 En la cruz, Jesús consuma su sacrificio

Catecismo 616 - 617 En la cruz, Jesús consuma su sacrificio

JOSE IGNACIO MUNILLA

Obispo de San Sebastián

Un cordial saludo a todos los oyentes de Radio María. Un dia más, con la gracia del Señor, proseguimos el
comentario del catecismo de nuestra madre la Iglesia.

Punto 616:

El "amor hasta el extremo"(Jn 13, 1) es el que confiere su valor de redención y


de reparación, de expiación y de satisfacción al sacrificio de Cristo. Nos ha
conocido y amado a todos en la ofrenda de su vida (cf. Ga 2, 20; Ef 5, 2. 25).
"El amor [...] de Cristo nos apremia al pensar que, si uno murió por todos, todos
por tanto murieron" (2 Co 5, 14). Ningún hombre aunque fuese el más santo
estaba en condiciones de tomar sobre sí los pecados de todos los hombres y
ofrecerse en sacrificio por todos. La existencia en Cristo de la persona divina del
Hijo, que al mismo tiempo sobrepasa y abraza a todas las personas humanas, y que
le constituye Cabeza de toda la humanidad, hace posible su sacrificio redentor por
todos.

Para empezar con este punto tan profundo y tan rico, habría que decir que cuando San Ignacio de Loyola,
en los “ejercicios Espirituales” se adentra en la Pasión de Cristo, propone al ejercitante que antes de cada
meditación repita como una jaculatoria –como una oración personal-, esa expresión: “Me amo y se
entregó a la muerte en cruz POR MI”. Y vuelve a pedir que el ejercitante, cada que va a considerar como
fue la pasión de Cristo, y repasando los hechos que allí acontecieron, que no sea testigo de ellos como un
espectador, como si no tuviesen que ver con él.

Ese “por mí”, tiene mucha fuerza, el caer en cuenta de ello. Nos cuesta entender esto, porque tenemos una
contradicción: por una parte somos muy individualistas en nuestra cultura: cada uno es responsable de lo
suyo, y “yo bastante tengo con lo mío, como para meterme en líos ajenos…”.
Nos cuesta entender el que formemos todos un “cuerpo místico”, el que tengamos un destino común en
Adán y Eva, en muchas cosas que suponen la comunión de los hombres, la comunión de los santos. Nos
cuesta entender todo esto desde un horizonte individualista.
Y curiosamente, por otra parte, nos refugiamos fácilmente en lo contrario: en el colectivismo para
difuminar nuestra responsabilidad: “Jesús se entregó por todos”. “Si se entregó por todos, no lo hizo
únicamente por mí, también es por los demás”.

1 h.c.
Catecismo 616 - 617 En la cruz, Jesús consuma su sacrificio

Lo que el catecismo subraya es que “se entregó por todos y por CADA UN de nosotros. Aquí no vale
refugiarse bajo el paraguas del colectivismo; parece como que lo que “está hecho por todos”, como que “ya
no es por mí solo”. Es como cuando un profesor habla a una clase y hay 25 alumnos, y no es lo mismo que
se distraiga un alumno y 24 están atendiendo, no pasa nada; no sería lo mismo que ese profesor diera la
clase a un alumno solo y que ese alumno se distraiga.
Eso nos pasa un poco a nosotros. Cuando decimos que Cristo ha dado su vida por todos: “como es por
todos… aunque yo esté un poco distraído tampoco pasa nada.”

Eso hay que purificarlo, para entender lo que significa la pasión de Jesucristo: “Me amo y se entregó a la
muerte en cruz POR MI”, tenemos que entenderlo como si “Jesús lo hubiese hecho UNICAMENTE POR MI”;
así de cierto es. No es una suposición ¡es una verdad!.
Cristo ha entregado su vida y tiene la capacidad de entregarla también por cada uno. Jesús hubiese hecho
lo que hizo “siendo yo el único destinatario de esa redención”: Lo hizo solo por mí, como si solamente
existiese yo.
Un ejemplo: La iglesia católica suele aplicar por determinadas intenciones, especialmente de difuntos; a
veces las misas son plurintencionales. Cuando una misa tiene varias intenciones - por más de un difunto-; el
hecho de que esa misa sea ofrecida por varios difuntos, no quita que Cristo tenga la capacidad de ofrecerse
plenamente por uno solo. Todos nosotros, a veces, proyectamos en Dios, con nuestro esquema. Una madre
tiene la conciencia de que si tiene que ayudar a varios hijos, entonces tiene que “dividirse”, y al dividirse se
limita. Si se entrega más a uno que a otro surgen los celos. El amor humano se limita al dividirse,
forzosamente. Pero con Dios no es así: Dios no se limita al dividirse: Dios es capaz de entregarse
plenamente con cada uno y no se “limita al dividirse”, porque Dios es infinito.

A veces nos molesta que nos digan: “Que ha muerto por ti”. Alguno dice: “yo ni mato ni robo, yo no he
hecho mal a nadie, soy una persona buena y honesta”; eso se oye mucho. Entonces no hacía falta que Jesús
entregara su vida por ti”, “tu no tenías necesidad de redención”.
Nos compromete escuchar: “Me amo y se entregó a la muerte en cruz POR MI”.

Esta entrega personal de Cristo:


Gálatas 2, 20: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la
carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí.

Se subraya: se entregó a sí mismo por mí, con esa entrega personal.


El catecismo matiza una cosa que tiene una carga de mayor “profundidad “de la que podemos imaginar
cuando dice: Por una parte se refiere a “que se entregó por mí”, pero por otra parte abre la puerta a otro
tema profundo (El catecismo lo afirma, pero por otra parte no se mete en más profundidades. Por
definición el catecismo no se mete en discursiones de teólogos, El catecismo se limita a afirmar lo sustancial
de nuestra fe). Se refiere a Nos ha conocido y amado a todos en la ofrenda de su vida. La
cuestión de fondo es “De qué manera Jesucristo nos conoció en la entrega de su vida?.
Jesucristo, como Dios que es, tiene un conocimiento de las cosas; pero como hombre que era, Jesús estaba
sometido a la limitación que la naturaleza humana tiene del conocimiento. Por ejemplo los evangelios
hablan de que “Jesús iba creciendo en el conocimiento humano: en sabiduría, en estatura y en gracia”, dice
en Lucas.

2 h.c.
Catecismo 616 - 617 En la cruz, Jesús consuma su sacrificio

Pero en la sagrada escritura se da a entender, que a Jesús, Dios le quiso dar el don de tener un
conocimiento “revelado” (infuso, podríamos decir), de todas aquellas cosas que eran necesarias para que El
viviese su vocación redentora: por ejemplo, conoce la vida de la samaritana: “Has tenido cinco maridos, y
con el que vives ahora no es tu marido”. Jesús recibe una luz especial de Dios Padre que supera la ley del
conocimiento humano. Jesús conoce que es Judas el que le va a entregar; Jesús predice su pasión. Jesús
conoce el pecado del hombre, y el interior del hombre.

Jesús nos conoció en la pasión, en el momento de su entrega redentora. Tenemos pleno derecho a creer y a
pensar, que Jesús como hombre me conocía, estaba pensando en mi cuando se entregó en la cruz.
Un ejemplo: Cuando algún amigo ha estado de viaje y nos dice: “he estado en tal lugar y me he acordado
de ti”; eso nos hace ilusión que ese amigo se haya acordado de nosotros.
Jesús, para que la entrega redentora que estaba haciendo en la cruz, tuviese su plena expresión de amor (el
amor no es genérico, es particular, es personal), el Padre le dio a Jesús esa capacidad de conocernos a cada
uno, incluso como hombre. Jesús en la cruz le dijo al Padre: “te entrego mi vida por Juan, por Antonio, por
Hipólito, por Jose Ignacio…” ¡Nos conocía personalmente cuando se entregó al Padre!
El amor de Jesús en su entrega es personal.

La parte final de este punto 616 dice: La existencia en Cristo de la persona divina del Hijo, que al
mismo tiempo sobrepasa y abraza a todas las personas humanas, y que le constituye
Cabeza de toda la humanidad, hace posible su sacrificio redentor por todos.

La pregunta es: ¿Qué es lo que hace posible esa capacidad de redención que tiene Cristo por todos?, en
otras palabras: ¿Cuál es la razón por la que el sacrificio de Cristo tiene esa fuerza de extenderse o aplicarse
universalmente a todos?. La respuesta está en lo que dice el catecismo en este punto.
Nosotros creemos que lo que Cristo hizo en la cruz no solo tiene un mérito para El, sino que tiene un bien
para todos nosotros: ¿De qué manera eso se transmite?, ¿Cómo es posible que Cristo nos sustituya a
nosotros?. Para responder a eso hay que decir que, en primer lugar, la entrega de Cristo implica una
solidaridad con nosotros a través de dos cosas: La encarnación y el sacrificio sacerdotal; La reparación de la
cruz implica la solidaridad de Cristo con los hombres. San Pablo insinúa la solidaridad en la encarnación
cuando escribe a los
Gálatas 4,4:
Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley,
5para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva.

La misma solidaridad se refiere Pablo para tomar la forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres
Filipenses 2, 7:
Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres
y apareciendo en su porte como hombre;

O incluso, como Hijo de Dios, fue enviado en una carne semejante a la del pecado
Romanos 8,3:

3 h.c.
Catecismo 616 - 617 En la cruz, Jesús consuma su sacrificio

Pues lo que era imposible a la ley, reducida a la impotencia por la carne, Dios, habiendo enviado a su
propio Hijo en una carne semejante a la del pecado, y en orden al pecado, condenó el pecado en la
carne,

Hablando con propiedad la solidaridad consiste en el Hijo de Dios en hacerse semejante a nosotros en la
existencia humana, en la sumisión a la ley, en la debilidad de la carne, en la condición mortal. Esa
semejanza constituye la base sobre la cual se realizara la redención.
La carta a los hebreos, de la que ya hemos hablado en un programa, subraya por su parte la solidaridad que
implica la encarnación:
“Por tanto, así como los hijos participan de la misma carne y sangre, así también participo El de la
misma carne y sangre, para aniquilar mediante la muerte al señor d la muerte, es decir al diablo, y
libertar a cuantos por temor a la muerte estaban sometidos de por vida a la esclavitud”

Es decir, la solidaridad tiene un doble aspecto: Por una parte la encarnación ha sido un acto por el que
Cristo se ha solidarizado con todos nosotros; pero por otra parte esa solidaridad ha hecho posible que el
sacrificio redentor –que es un cumplimiento de la misión sacerdotal de Cristo-, interceda por todos
nosotros.

Esto es como la base para entender de como el sacrificio de Cristo es capaz de extender su beneficio a
todos nosotros, hay que dar más pasos. Nosotros no solo creemos que el sacrificio de Cristo sea una
solidaridad con todos nosotros, es más, no solo se solidarizó, sino que nos sustituyó; la escritura no dice
que Cristo padeció y murió con nosotros, sino que padeció y murió POR nosotros, que es más que lo
anterior. Cristo se hace solidario con nosotros de tal modo que hace recaer sobre El mismo el peso de
nuestras culpas. Ya hablamos como en el catico del “siervo de Yahvé” de Isaias, hablaba de esta
“sustitución”: “Eran nuestras dolencias las que el llevaba y nuestros dolores los que El soportaba. El soporto
el castigo que nos trae la paz”.

El catecismo da una explicación a esto que es la siguiente: La existencia en Cristo de la persona divina
del Hijo, que al mismo tiempo sobrepasa y abraza a todas las personas humanas, y que
le constituye Cabeza de toda la humanidad, hace posible su sacrificio redentor por
todos.
Como es la Persona Divina del Verbo, la segunda persona de la Santísima Trinidad, la que se ha unido a la
naturaleza humana (la naturaleza humana de Jesucristo es suya y es propia) limitada, como todo lo
humano; sin embargo, al ser una persona “divina” la que se ha unido a una naturaleza humana (es lo que se
llama la unión “hipostática”), la transforma, la eleva y hace de ella un instrumento para dar su gracia a
toda la humanidad.

Punto 617:
Sua sanctissima passione in ligno crucis nobis justificationem meruit ("Por su
sacratísima pasión en el madero de la cruz nos mereció la justificación"), enseña el
Concilio de Trento (DS, 1529) subrayando el carácter único del sacrificio de Cristo

4 h.c.
Catecismo 616 - 617 En la cruz, Jesús consuma su sacrificio

como "causa de salvación eterna" (Hb 5, 9). Y la Iglesia venera la Cruz cantando:
O crux, ave, spes unica ("Salve, oh cruz, única esperanza"; Añadidura litúrgica al
himno "Vexilla Regis": Liturgia de las Horas).

Este decreto 1529 del concilio de Trento que cita el catecismo dice:
Eh aquí las causas de esta justificación:
-la causa final: la Gloria de Dios y de Cristo, ciertamente, y la vida eterna
-La causa eficiente: Dios misericordioso, que purifica y santifica gratuitamente.
-La causa meritoria: Es su Unigénito amadísimo, es nuestro Señor Jesucristo.
-La causa instrumental: Es el sacramento del Bautismo de la fe.
-La causa formal: es la Justicia y santidad de Dios.

Este decreto va desmenuzando al estilo de la filosofía “tomista” los distintos tipos de “causas” de lo que
hizo Cristo en la cruz, que son las se han mencionado:
La causa final “El para que” (para entendernos) es la gloria de Dios y la vida eterna de los hombres.
La causa eficiente “Que es lo que ha obrado ahí” es el Dios misericordioso, es decir el amor. Lo que nos ha
redimido ha sido el amor. Lo que nos ha redimido es que Cristo estaba “amando y obedeciendo al Padre.
La causa meritoria es Cristo que entregando su vida “ha hecho una satisfacción” al Padre, por nuestro
pecado: Cristo “ha merecido al Padre por nosotros, y nosotros nos unimos de alguna manera “al beneficio
de Cristo.
La causa instrumental es el sacramento del bautismo, con el cual “se aplica en nosotros”
instrumentalmente a través del bautismo el fruto de la redención de Cristo: Cristo nos ha salvado en la
cruz, ahora, tú tienes que apropiarte, tienes que recibir, tienes que aceptar esa redención a través del
sacramento del bautismo y de los sacramentos, que se reciben cuando hay fe, claro.
La causa formal es aquello que da “la razón última” de esto que se hace. Es la justicia y santidad de Dios.
Dios que es santo y que quiere santificarnos.

Nosotros que hemos ido empobreciendo nuestro lenguaje y empobreciendo nuestra “razón filosófica”, pero
estas distinciones de las diversas causas nos enriquecen y nos ayuda a comprender toda la riqueza del amor
de Dios que se está escondiendo en la redención.

También este punto cita el himno de las vísperas del domingo de pasión –es el domingo anterior al domingo
de Ramos- y dice:

Las banderas del Rey avanzan


Refulge el misterio de la cruz
En que la vida padeció muerte
Y con su muerte nos dio vida.
Del costado herido
Por el hierro cruel de la lanza
Para lavar nuestras manchas,
Mano agua y sangre.

5 h.c.
Catecismo 616 - 617 En la cruz, Jesús consuma su sacrificio

Cumplieronse, entonces
los fieles oráculos de David
Cuando dijo a las naciones:
Reinara Dios desde el madero.
Oh árbol hermoso y refulgente,
Engalanado con la purpura del rey
Tú fuiste llamado en tu noble tronco
A tocar miembros tan santos.
Dichosa tú, pues de tus brazos
Estuvo colgado el precio del mundo.
Tú eres la balanza en la que fue pesado
Ese cuerpo que arrebato al infierno su presa
Salve! Oh cruz
Única esperanza nuestra
En este Tiempo de pasión
Aumenta en los justos la gracia
Y borra los crímenes de los reos
Oh Trinidad, fuente de toda salvación
Que todo espíritu te alabe
Y tú, Jesús,
Que nos das la victoria por la cruz
Añade, también Tú
También tu premio.
Amen.

6 h.c.
Bendito sea Dios que en esa “balanza” peso más el amor de Cristo redentor que nuestro propio pecado.

Lo dejamos aquí.

También podría gustarte