Diablo en Sevilla
Diablo en Sevilla
Diablo en Sevilla
Escritos
INTRODUCCIÓN
Dentro del primer movimiento de músicos románticos españoles formado
principalmente por Juan C. Arriaga, Mariano Rodríguez de Ledesma, Ramón Carnicer,
Fernando Sor, Pedro Albéniz y Santiago de Masarnau, la figura de José Melchor Gomis
y Colomer tiene un lugar destacado. Todos ellos se identificaron con los nuevos ideales
románticos que surgían por Europa (en los que la política jugaba un papel importante) y,
en mayor o menor medida, cultivaron y llevaron a sus pentagramas las nuevas ideas que
surgían en los principales centros musicales europeos.
Excepto el joven Arriaga, los demás se significaron también por sus ideas
políticas liberales en un momento para España de ilusión y esperanza, el Trienio Liberal
tras el reinado absolutista de Fernando VII, truncado por la intervención de las potencias
europeas conservadoras unidas en la Santa Alianza. Tras esta desgraciada intervención
realizada por el duque de Angulema y los ‘Cien mil hijos de San Luis’, los liberales
españoles, y entre ellos los músicos, huyeron de España refugiándose principalmente en
Londres y París[1]. A esta última ciudad marchó Gomis,“puesta siempre la mira en el
teatro que era el género en que más ambicionaba descollar” como dice su íntimo amigo
Masarnau[2], y fue el único músico español que consiguió representar sus dramas en la
escena operística parisina (cuatro entre 1831 y 1836, una de ellas con libreto de Scribe)
en un momento de máximo auge operístico en el que también estaban en París los
italianos Rossini, Bellini y Donizetti, el alemán Meyerbeer, y los franceses Auber,
Hérold y Boieldieu.
Al margen de las posibles influencias que se vislumbran en su música, Weber,
Berlioz o Rossini, Gomis siempre cultivó un personalísimo estilo español basado en la
música popular y la tradición coral religiosa española junto a una agresiva orquestación
de duros y ásperos matices, “como la franqueza de su carácter” según escribió
Berlioz[3], que llamó la atención de sus colegas pero menos la de un público parisino
acostumbrado a otras músicas más ligeras y menos rudas, como señalan varias críticas
de los estrenos de sus óperas y que parece ser la causa de que no alcanzara el deseado
triunfo que tan esquivo le fue.
Biografía[4]
José Melchor Gomis nace en Ontinyent (Valencia) el 6 de enero de 1791 y
muere en París el 27 de julio de 1836[5]. A los nueve años es admitido como infantillo
de coro en la Catedral de Valencia, donde también se formó Vicente Martín y Soler,
estudiando con el maestro de capilla José Pons, importante sinfonista y alumno a su vez
de Jaime Balius. Aunque en 1805 le licencian como infantillo a causa de la muda de
voz, sigue trabajando con su maestro ayudándole, como profesor, en las clases de canto
y solfeo. De 1810 es su primera composición, la antífona In cena Domini. A la muerte
de su maestro J. Pons en 1818, deja su puesto en la Capilla musical de la catedral
valenciana y pasa a ser director de la banda de un regimiento de artillería en la misma
ciudad. En 1820, influido por los nuevos aires liberales, escribe la Canción Patriótica
para solistas coro y orquesta “compuesta en celebridad de la marcha de los diputados a
las Cortes, dedicada en 1820 a don Vicente Sancho”[6], que era general y diputado
valenciano en las Cortes constitucionales.
Tal como dice su amigo Masarnau, Gomis llega a Madrid en 1821[7]. Fecha que
también corrobora el Diario de Madrid cuando anuncia en la sección teatros del día 22
de junio de 1821[8]: “En el Príncipe (...), a continuación se tocará una sinfonía, también
nueva, y se terminará el espectáculo con un melodrama unipersonal titulado
Sensibilidad y prudencia o La aldeana[9], cantado por la señora Loreto García. (...) Las
boleras, la sinfonía y el melodrama son composiciones del profesor D. José Gomis
Colomer, natural de Valencia , que acaba de llegar a esta corte”. Al año siguiente, 1822,
a raíz de los sucesos del 7 de julio, el ayuntamiento de Madrid crea la banda de la
Milicia Nacional y nombra a Gomis su director[10]. Entre octubre y noviembre de este
año participa con otros músicos españoles en la formación de la Escuela General de
Música[11] con el puesto de profesor de solfeo[12] y ya en 1823, el 1 de enero, la banda
de la Milicia Nacional, dirigida por él, interpreta en la jura de bandera conmemorativa
del pronunciamiento liberal su himno Al viento tremola[13]. Poco después se interpretan
nuevas obras de Gomis en Madrid. Así, el 22 y 23 de febrero, en el teatro del Príncipe
se interpretan un “Dúo del maestro Gomis Colomer, cantado por la Sta. Loreto García y
el Sr. Domingo Vaccani” y en la tercera parte del concierto “1º. Se presentará toda la
banda de música de la M.N.L.V. [Milicia Nacional] de esta H.V., y tocará unas
variaciones compuestas en su original por D. Fernando Sor, y traducidas a música
militar por el dicho maestro Gomis, director de dicha banda. (2º...). 3º. Himno patriótico
nuevo compuesto por el mencionado Gomis Colomer”[14].
Con la nueva invasión francesa de 1823 patrocinada por la Santa Alianza, llega
otra vez el nefasto absolutismo monárquico de Fernando VII a la vida española y Gomis
se exilia en Francia instalándose en París. Allí conoce a Manuel García y a otros
músicos españoles exiliados, como Santiago de Masarnau, Ramón Carnicer y José de
León que junto a otros ‘emigrantes’ políticos, como Francisco de Goya, se alojan en el
famoso hotel Favart, rue de Marivaux; hotel favorito de los exiliados españoles que la
policía francesa vigila constantemente realizando numerosos informes. Gracias a M.
García, famoso cantante español favorito de Rossini, comienza a dar clases de solfeo y
canto para sobrevivir y entra en contacto con el compositor italiano (Gomis y Masarnau
se entendieron muy bien con Rossini llegando a establecer una estrecha relación con él.
En las cartas que Gomis escribió a Masarnau se hallan numerosas referencias a esta
relación: “Rossini ha estado amabilísimo conmigo hasta el extremo...”, “Rossini no es
tan pícaro como generalmente se tiene entendido, y yo no puedo sino decir bien de
él...”, “Ayer comí con él y lo embotellé (...). Voy todos los días que no hay teatro a
verle, y me cobro la visita tomando café y una copa a cuenta de las botellas de marras.
Es un guapo sujeto, y no creo nada malo de lo que han dicho de él”[15]).
En consonancia con sus ideas liberales, Gomis compone en 1825, a la muerte del
general Maximilien S. Foy, gran defensor de las libertades, el Hymne funèbre aux
mânes du général Foy para coro, arpa y piano, sobre un texto de Roberto Taparelli,
marqués de Azeglio, liberal italiano exiliado también en París y con quien Gomis
colaboraría más tarde en otras obras.
Ya en enero de 1826 publica en francés, español e italiano su Méthode de
solfège et de chant, compuesto y dedicado a Josephine de LabordeBusoni, que
encabeza con elogiosas cartas de Rossini (que entonces ya estaba casado con la
española Isabel Colbrán) y François A. Boieldieu[16], importante método que se
reeditaría en 1875 y 1886. En el prólogo, entre modernos y novedosos propósitos,
teorías y observaciones, Gomis escribe : “Creen muchos que el estudio del canto sólo
aprovecha a aquellos que deben cantar y no a los que aspiren a tocar un instrumento:
mas pregunto yo: ¿que es lo que se trata de lograr cuando se estudia un instrumento? ¿es
sólo el mérito de vencer sus dificultades adquirido por un trabajo puramente
material?...No, yo estoy persuadido de que los instrumentos son con respecto a la voz
humana lo que las pinturas con respecto a los objetos naturales...”.
Poco después de la publicación de su Método, hacia febrero, Gomis marcha a
Londres y entra en contacto con el músico M. Rodríguez de Ledesma, a quien ya
conocía de Madrid, también exiliado pero ventajosamente establecido como profesor de
canto de la Royal Academy of Music. Por la información de la cartas a Masarnau
sabemos que no se entiende con Rodríguez de Ledesma y le cuesta trabajo abrirse
camino en esta ciudad pero que al final se establece favorablemente dando clases de
canto (es posible, incluso, que asistiera a alguna de las representaciones del Oberon de
C. M. von Weber, estrenada en Londres el 12 de abril de 1826 en el Covent Garden).
Publica canciones españolas, El chacho moreno, La gitanilla celosa, El aire dañino, El
curro marinero, numerosas canciones en italiano con el editor Lonsdale & Mills y un
original himno en inglés para solistas, coro, trompa y orquesta, Hymn to the Divinity:
Duo and grand Chorus, composed and respectfully dedicated to the Right Honorable
Sir Gore Ouseley, Baronet. Entre 18267, nuevamente sobre textos del marqués de
Azeglio, compone sus cantatas L’inverno y La primavera, para solistas, coro y
orquesta, interpretándose la primera de ellas en Londres el 23 de abril de 1827 (año en
que muere su madre Antonia Colomer), en el 5º concierto de la temporada que
organizaba la Philarmonic Society (sociedad que había programado en Londres todas
las sinfonías de Beethoven y le había encargado la Novena). En este concierto,
celebrado como todos los de la Philarmonic Society en Old Argyll Rooms, la cantata de
Gomis se interpreta junto a obras de Haydn (Primera sinfonía), Rossini, Mozart,
Beethoven (Quinta sinfonía) y Weber, siendo los solistas vocales CaradoriAllan,
Cornega, Begrez y Galli, y el director el sr. Potter.[17]
En agosto de1829 regresa a París ante la posibilidad del estreno de una ópera (la
primera compuesta por Gomis) presentada por sus grandes amigos Hygin A. Cavé y
Louis Viardot a la OpéraComique, Le Favori, en tres actos sobre libreto de Viardot[18].
Como este estreno no se realiza, presenta una demanda en los tribunales y sus amigos le
desagravian con una audición privada de fragmentos de la obra. Gomis que fue, por
encima de todo, un compositor de óperas, inicia su andadura teatral en París
componiendo la música incidental para el drama Aben Humeya, estrenado en julio de
1830 en el teatro de la Porte SaintMartin, del político y dramaturgo Francisco Martínez
de la Rosa que entonces también estaba exiliado en la capital francesa por liberal. La
obra obtuvo un gran éxito y especialmente destacaron los críticos los números
musicales: coros religiosos, romances y villancicos de sabor hispánico.
Por fin, en enero de 1831, Gomis consigue llevar a las tablas de la Opéra
Comique, que entonces ocupaba el teatro Ventadour, la segunda de sus óperas y la
primera estrenada, Le diable à Séville, realizada sobre un mediocre libreto de su viejo
amigo Cavé, la persona que más le ayudaría en los momentos de penuria, y dedicada a
su, también, viejo amigo Rossini. Entregado totalmente al teatro, entre 1832 y 1833
Gomis tenía entre manos dos óperas: una para la Gran Ópera, la Academia Real de
Música, y la otra para la OpéraComique. La primera de ellas[19], a pesar de que
comenzaron los ensayos, nunca llegó a estrenarse por desavenencias con el director de
la Gran Ópera, Dr. Louis Véron; la segunda subió, afortunadamente, al escenario de la
OpéraComique que no ocupaba ya la sala Ventadour sino que se había trasladado al
antiguo teatro Nouveautés, situado en la Place de la Bourse. Así, el 31 de diciembre de
1833 presenta Gomis Le Revenant, opéra fantastique en deux actes et cinq
tableaux[20], sobre un poema de Albert de Calvimont[21] basado en la Carta XI,
Wandering Willie's Tale (Historia de Willie el viajero), de la novela Redgauntlet que
Walter Scott había publicado en 1824.
Gomis había quedado profundamente impresionado años antes por el Freischütz
de C. M. von Weber que se había representado en París por primera vez el 7 de
diciembre de 1824 en el teatro Odeón en un arreglo de CastilBlaze (que adulteró sobre
todo el libreto) con el título de Robin des Bois[22]. Profunda impresión que se
convierte en clara y notoria influencia en esta nueva ópera de Gomis como ya en su
momento lo reflejaban Berlioz y otros en las críticas al estreno: la predilección por los
metales en la orquestación, las armonías sombrías, los grandes contrastes en la dinámica
y la articulación, profusión de acentos en la cuerda y la importancia del elemento
rítmico.
A pesar de todos los inconvenientes con que se encontró Gomis en un teatro tan
precario, de la mediocre interpretación de la compañía y de la orquesta (una vez más es
Berlioz quien lo dice)[23], la obra triunfó, representándose durante varios meses tres
veces por semana. Las críticas de prensa resaltaron los coros como los grandes
momentos de la obra pero entre ellos reluce especialmente la segunda romanza de Sir
Arundel en Mibm: “Sous la puisance du sort le plus fatal...”, donde, en el lamento del
espectro, parece escucharse el lamento del propio Gomis por la mala suerte que siempre
le acompañó. La obra fue publicada por el editor Schlesinger, que pagó a Gomis 3.000
francos por la partitura, y mereció el honor de que varios motivos musicales de la ópera
se pusieran de moda y fueran arreglados por distintos instrumentistas. La ópera se
exportó a otros teatros franceses y alemanes, con desigual fortuna, y se repuso en París
en julio de ese mismo año.
En 1834 comienza Gomis la composición de una nueva ópera, que deja
inacabada, sobre la balada Lenor de Gottfried A. Bürger. Es en estos años que su salud
comienza a deteriorarse gravemente como cuenta a su amigo Masarnau: “Las fuerzas
me faltan; mi mal ha anonadado mi físico en términos que no vale dos sueldos, aunque
el semblante es mejor que nunca; y si la voz me volviese, cierto que yo no me quejaría;
pero no vuelve y su falta ha irritado tanto mis nervios que estoy intratable”[24].
Sin embargo, tanta penuria y sufrimiento no harán mella en el ánimo de Gomis
que sigue buscando un buen libreto para el siguiente proyecto sin perder la esperanza de
tener, al fin, ‘un gran suceso’, y así, gracias una vez más a la ayuda de su amigo Cavé,
entra en contacto con el más importante libretista del momento, E. Scribe. No le costó
poco a Gomis obtener un poema del popular poeta francés (todos los desvelos y
sinsabores se pueden seguir a través de la correspondencia con Masarnau), sin embargo,
lo que consigue Gomis de Scribe, después de tanto luchar, es un libreto mediocre y déjà
vu que habían rechazado Hérold, Boieldieu, Auber y Meyerbeer. “Mucha desgracia
tenía Gomis con los poetas; pero también es preciso decir en obsequio a la verdad, que
su misma imaginación tenía parte en estos petardos. Él veía a veces una escena sublime
en lo que la generalidad ve solamente el ridículo, uno de los grandes escollos de los que
escriben para el teatro”[25]. El resultado de esta colaboración es una ópera en tres actos,
Le portefaix, cuyo absurdo argumento se desarrolla en Granada y que se estrena el 16
de junio de 1835 en la OpéraComique. Cuando la obra se representa sucede como con
Le diable à Séville, todos alaban la música pero rechazan el poema. En su
correspondencia con Masarnau, lo constata dolorosamente: “...y en fin, todos hablaron
muy bien de la música y muy mal del poema; como decididamente creo que es una
fatalidad, la cual haré según pasase que yo trabajaré toda mi vida como un negro haré
música muy buena, tendrá mucha reputación y no ganaré un franco. El Portefaix me ha
producido muchísimo menos que el Revenant (...), pues a pesar de todo esto, de no
haber habido un solo diario que haya hablado mal, la partición [sic, por partitura] se
graba a mis costas, pues no he podido venderla a ningún precio (...).Yo no sé nada, mi
última ópera ha tenido más suceso que las dos anteriores y no me ha valido de nada. El
poema era de Scribe, que es el mejor poeta francés; el poema se ha vuelto malo desde el
momento que debía servirme a mí (...), no sé que hacerme.” “Hace un mes que firmé un
contrato hecho con el director de la Grande Ópera y con Scribe, éste último debe darme
el primer acto (de una ópera de tres) a la fin de diciembre y los dos restantes a la fin de
enero. Yo debo presentar mi partición a la fin de agosto de 1836 (...). Scribe manifiesta
un grande interés en darme una cosa buena para lavar su mancha pasada del Porte
faix”[26]. Sin embargo, esta ópera se representaría en otras ciudades europeas como
Estocolmo o Berlín, donde se programó en 1836 en el Königstädter Theater.
A pesar de estos problemas, un futuro halagüeño parece que se le presenta a
Gomis. Gracias a su amigo Cavé consigue firmar dos contratos, con fuerte cláusula de
indemnización en caso de aplazamiento o suspensión por culpa del teatro, para la
composición de sendas óperas: uno con la OpéraComique para el estreno de Rock le
Barbu y otro con la Gran Ópera en el que estrenará la nueva ópera con libreto de Scribe.
Además, en abril de 1836, el rey LuisFelipe le nombra Caballero de la Legión de
Honor a instancias de Luigi Cherubini.
Pero la mala suerte, una vez más, se le cruza en su camino. Gomis no mejoraba
de su enfermedad y cada vez se encontraba más enfermo, no podía hablar y tampoco
podía tocar el piano. A pesar de todo, en mayo de 1836 consigue estrenar en la Opéra
Comique una última ópera en un solo acto que compone en tres semanas, Rock le
Barbu, sobre libreto de P. Duport y A. Deforges. El 14 de mayo, un día después del
estreno, escribe a Masarnau: “En fin, ayer viernes 13 se dio la primera representación y
tuve un gran suceso. El poema no es un chef d’oeuvre, pero no es malo y ha gustado. La
música, que yo he hecho en menos de un mes, ha tenido mucho, mucho suceso, según
me han dicho todos los que han venido después de la representación a mi casa, pues yo
todavía estoy muy débil. La ópera se llama Rock le Barbu. Adiós, no puedo más”.
Poco después, el 27 de julio, moría Gomis con 45 años. Fue enterrado en el
cementerio de Montmartre y, ante su tumba, su amigo Berlioz pronunció unas palabras.
Poco después publicaría un artículo[27] que terminaba así: “Sin embargo (Gomis) ha
hecho lo suficiente para que su patria se enorgullezca de haberle dado el ser y se aflija
por no haber sabido adivinar el mérito de tal hijo. Si algo puede mitigar el dolor de
España al enterarse de la muerte de Gomis, son las lágrimas sinceras que sobre su tumba
han derramado sus amigos de Francia, y el homenaje rendido a su memoria por los
artistas de todas las escuelas”.
Actualmente, las tumbas de ambos amigos están situadas una en frente de otra
en el cementerio de Montmatre; la del francés es monumental, como su música; la del
valenciano fue comprada y restaurada hace algunos años por el Ajuntament
d’Ontinyent. Sus enseres, manuscritos y partituras estuvieron, durante un tiempo,
depositados en el consulado español, después pasaron a la familia Viardot y éstos los
legaron, años después, al Conservatorio de París; hoy día están depositados en la
sección de música de la Biblioteca Nacional de París. Al morir, Gomis dejó incompletas
varias óperas: Le comte Julien, La damnée, Lenor, Le favori y Botany Bay. Sin lugar a
dudas, por encima de todo tenía “puesta siempre la mira en el teatro”.
La obra
La Revolución de julio de 1830, conocida históricamente como ‘Las Tres
gloriosas’ (Les Trois Glorieuses), con sus barricadas, su millar de muertos dejados en
las calles de París, sus cantos patrióticos y el triunfo efímero de los liberales, tuvo sin
duda una incidencia determinante en el estreno de la segunda ópera de Gomis. A los
profundos cambios políticos, siguieron diversos reajustes en las esferas administrativas
de los que sacaron provecho los liberales, pues no fueron pocos los que habiendo
tomado parte más o menos activa en la insurrección, entre los que figuraban muchos
intelectuales y artistas, postulaban ahora por puestos importantes en la administración.
Así, Alejandro Dumas fue nombrado secretario de la Biblioteca Real, Stendhal
consiguió un cargo de cónsul en Italia y Próspero Merimée entró en el ministerio de
Comercio. También los dos mejores amigos de Gomis en aquella época, Auguste Cavé
y Louis Viardot, sacaron partido de las circunstancias. Cavé entró en el Ministerio de
Comercio, del que dependía entonces la dirección de los teatros y a Viardot se le
abrieron ampliamente las redacciones de los periódicos liberales Le Globe (en el que ya
colaboraba), Le National y Le Journal des Debats, desde cuyas columnas podía ahora
‘promocionar’ a su amigo, poniendo de relieve, además de su talento musical, su pasado
de patriota y su condición de proscrito.
El momento era pues sumamente propicio para que, después de varios intentos
fallidos, se pudiese estrenar al fin una ópera de Gomis en París. Tanto más cuanto que
en esas mismas fechas se estaba aún representando en el teatro Saint Martin el drama de
Martínez de la Rosa, Aben Humeya, para el que el músico valenciano había realizado la
música incidental que había sido muy elogiada. Su nombre empezaba ya a sonar en los
círculos musicales parisinos. Sólo faltaba encontrar un hueco en la programación de la
OpéraComique, prácticamente acaparada entonces por los compositores Auber, Adam,
Boieldieu y el libretista Scribe. Cuando al fin se vislumbra ya una posibilidad para
principios de 1831, Cavé se pone a trabajar a marchas forzadas en un libreto cuyo héroe
va ser el militar español Rafael del Riego, principal protagonista del pronunciamiento
liberal del 1 de enero de 1820 en Las Cabezas de San Juan (Sevilla) contra la tiranía del
rey Fernando VII. Esta decisión se podría calificar de ‘oportunista’ ya que la fama y la
proyección de Riego no sólo se había propagado entre los liberales europeos por
ejemplo, las numerosas conversaciones que, sobre Riego, tenía con sus amigos un
músico ya tan importante como L. Van Beethoven [28] sino que estaba tomando cuerpo
ahora en la conciencia popular: “Este mártir de la libertad, esta víctima del poder
absoluto”, decía el periódico parisino Le Constitutionnel[29].
Pero ¿quién fue realmente el autor del libreto de Le diable à Séville? En una
crónica aparecida una semana después del estreno en La Revue de Paris, en la que
colaboraba Cavé, se decía que la obra había sido “traducida y adaptada por dos
hombres de talento”[30]. Qué obra fue traducida y adaptada, de ello no se dice nada.
¿Quizás alguna de las “farsas provocativas y de circunstancias” que, al decir de
Mesonero Romanos, se representaron en Madrid durante el Trienio Liberal? [31]. Es
posible, ya que el Diario de Madrid del 28 de abril de 1820 anuncia en su sección
‘Teatros’ que “En el de la Cruz, (...) Mañana en este teatro se ejecutará la función
siguiente (...) y después la pequeña pieza nueva en un acto titulada la Entrada del héroe
Riego en Sevilla, adornada de todo su aparato, de baile y dos himnos, el primero
conocido por el de Riego, y el segundo con la música original que cantaban las tropas
del citado héroe”[32].
Si ello era cierto, el traductor de la obra muy bien podría haber sido Viardot,
gran conocedor de la literatura española[33] y fiel amigo de Gomis, aunque cuesta
trabajo creer que un hombre de su cultura y su sensibilidad pudiese prestarse de buena
gana a la acumulación de anacronismos, quid pro quo, y situaciones vodevilescas que
en el libreto se sucedían. No es descartable, por tanto, que los dos amigos de Gomis
colaborasen en la preparación de un argumento a partir de esa u otra obra, o de
informaciones periodísticas, traducidas por Viardot. Sea como fuere, nos encontramos
con que en el manuscrito del libreto no figura el nombre del autor, en la edición impresa
del mismo figura M. Hurtado y en la edición impresa de la partitura general, como en la
de canto y piano, figura ‘paroles de Mr. Cavé’, con lo que el buen amigo de Gomis
parecía asumir, al fin, su autoría[34]. El hecho de escudarse al principio tras un nombre,
Hurtado, probablemente ficticio, se explica tal vez por miedo a que la ligereza y
mediocridad del libreto, de la que era consciente, pudiese tener una repercusión negativa
en su carrera de alto funcionario, entonces en pleno ascenso [35]. Su único propósito era
conseguir que se escuchase al fin la música de su amigo en un escenario parisino, aun a
fuerza de plegarse a los gustos del público burgués de la OpéraComique.
El libreto –titulado inicialmente Le moine espagnol ou Le diable à Séville
aborda, por tanto, un tema puntual y candente de la historia española que había
sucedido pocos años antes y que estaba en consonancia con el ambiente político que se
vivía en París, la insurrección del liberal Rafael del Riego contra el tirano Fernando VII,
asunto que le era muy próximo a Gomis ya que había participado activamente en
política durante el Trienio Liberal y además figuraba en una edición[36] como autor de
la música del Himno de Riego (autoría incierta sobre la que trataremos más adelante) y
otros himnos liberales, todo lo cual le había llevado al exilio. Pero Cavé presenta la
historia llena de anacronismos e incongruencias que nada tienen que ver con la realidad
histórica y que no hizo gran mella en un público que seguramente desconocía la
verdadera historia.
En un acto aunque originalmente era en dos y un solo cuadro, la historia que
presenta Cavé se desarrolla en una sala de la casa del coronel Don Félix, en Sevilla, a lo
largo de la noche siguiente al levantamiento en Las Cabezas de San Juan. Llega a
Sevilla un disfrazado general Riego –‘el diablo’ es la manera en que los espías del Santo
Oficio se refieren a él a la casa de su antiguo compañero de armas, el coronel retirado
Don Félix, para convencerle de que se una a la insurrección y marche para ponerse al
frente de los insurrectos. Aparecen los alguaciles de la Inquisición. Después, el
reverendo padre Cirilo trata de seducir a la mujer del coronel, Angélica, bajo la amenaza
de denunciar a su marido por liberal. El padre Cirilo descubre a Riego en la casa pero no
lo reconoce y cree que es otro amante de Angélica. Riego huye disfrazado con las ropas
del fraile. Aparece don Félix que lucha con el padre Cirilo y el pistoletazo de éste se
convierte, involuntariamente, en la señal para que las tropas entren en Sevilla, derroten a
la Inquisición y proclamen la libertad.
Como bien se sabe, la realidad histórica es muy distinta. Riego, que en ese
momento no era general, nunca fue a Sevilla con sus tropas sino que una vez
proclamada la Constitución en Las Cabezas se dirigió a Arcos de la Frontera para tomar
el cuartel general que estaba en esa ciudad. Después, ante la imposibilidad de tomar
Cádiz, formó su famosa ‘Columna volante de Riego’ con la que vagó durante dos meses
por Andalucía hasta que en marzo la insurrección fue general en toda España y el rey
acató la Constitución. Tampoco el coronel D. Félix parece adecuarse a ninguno de los
otros protagonistas del pronunciamiento: Quiroga, Arco Agüero o López Baños. Sin
embargo, la presencia e implicación del Santo Oficio y los monjes –que tanto irritó a un
sector del público francés no es extraña en la historia de las insurrecciones liberales
españolas; la iglesia en general –y muchos curas y frailes de forma particular había
participado activa y cruelmente contra todos los pronunciamientos liberales haciendo
gala de su fundamentalismo y cerrado absolutismo. Y en el caso concreto del padre
Cirilo, parecía una alusión caricaturesca por parte de Cavé a Fray Cirilo de Alameda
Brea, cuya influencia absolutista y conservadora en la corte de Fernando VII era
sobradamente conocida[37].
El libreto de Cavé no fue bien acogido. Si varios críticos aludían al personaje de
Riego como mártir de la libertad, otros criticaban negativa y totalmente estéril la
presencia de frailes en la escena y su exposición a la risa pública, y la mayoría
coincidían en que no estaba a la altura de la música. Pero el libreto, que ofrecía
situaciones variadas con cuestiones políticas de actualidad y críticas a la hipocresía
eclesiástica, no era tan malo como algunos querían hacer ver. Quizás fallaba el lenguaje
empleado, en algunos momentos plúmbeo y abigarrado, o el falso dramatismo de
algunas escenas, pero, a fin de cuentas, estaba en la línea de otras muchas óperas del
momento que se aceptaban sin reservas.
La partitura de Gomis que a partir del Aben Humeya había iniciado la búsqueda
de un lenguaje personal, basado en elementos hispánicos, que poco tenía que ver con
sus obras anteriores fue considerada unánimemente por toda la crítica superior al
libreto; como decía Mitjana, “esta obra no cae nunca en la banalidad ni en la
superficialidad”[38]. Sorprendieron sus ritmos nuevos, sus originales melodías y su
fuerte color instrumental, o como dice Berlioz “el abuso de medios violentos de
instrumentación”[39]. Una música impregnada de un fuerte sabor hispano en la que,
además de los ritmos, encontramos utilizaciones de la cadencia andaluza así como el
juego modal de tercera mayormenor. Pero en la obra se encuentran también otras
influencias, como el belcantismo rosiniano o la que seguramente es una de las más
importantes: la de Der freischütz de C. M von Weber con su empleo de músicas
nacionales y el nuevo espíritu romántico que traía a los escenarios líricos, espíritu con
el que Gomis, como otros muchos liberales españoles, se sentía grandemente
identificado. A fin de cuentas, además de su música, su vida y su muerte fueron
plenamente románticas.
Gomis termina la composición de la obra en noviembre de 1830, tal como figura
en la primera página del manuscrito, y la dedica a su amigo Rossini. Compone para esta
ópera 12 números musicales con una gran variedad de solos, dúos, tríos, concertantes e
intervenciones corales inteligentemente alternados, utilizando una nutrida orquesta muy
elaborada en su tratamiento instrumental hasta el punto que algún crítico se quejaba de
que “la música de Gomis pertenece más bien al género instrumental que al estilo
dramático y se ve a lo largo de la pieza que este compositor no tiene la experiencia del
teatro”[40]. Si bien es cierto, como dice este crítico, que el tratamiento instrumental
adquiere una gran importancia, no lo es menos que está al servicio de la expresión
dramática aunque con un concepto distinto a como podían entenderlo algunos críticos
del momento. Gomis se alejaba de la orquesta belcantista para acercarse a la weberiana,
cuyo freischütz tanto le había impresionado.
La gran obertura que abre la ópera comienza a toda orquesta con los primeros
compases del heroico ‘Coro de la libertad’ que cantan los insurgentes en el nº 12 con
que termina la obra. Unas transiciones interpretadas por los metales, tomadas del ‘Coro
de mendicantes’ (nº 4), conducen a un gran desarrollo en aire de fandango, tanto en tono
menor como en mayor, del tema que toca la orquesta en el acompañamiento del dúo
entre Cirilo y Toribio (nº 5) y que aparece brevemente en el dúo de Angélica y D. Félix
(nº 3); fandango en el que no faltan sutilezas tímbricas como un largo pasaje de los
violines sul ponticello. Como decía el anterior crítico: “su obertura es un verdadero
minueto de sinfonía cuyas repeticiones están marcadas, aunque no tiene da capo”.
En cuanto a las voces, Riego, encomendado a un tenor heroico, no es el
personaje que más canta; tampoco don Félix, barítono, perfecto complemento heroico
de su amigo. Ambos entonan en el encuentro del principio un dúo (nº 1) lleno de calor y
arrebato. El verdadero protagonismo vocal recae en Angélica que junto a su camarera
María, que canta una graciosa canción bohemia (nº 2), son los únicos personajes
femeninos de la ópera, recordando ambas, en tesitura y carácter, a los dos personajes
femeninos del freischütz weberiano. El bellísimo dúo (nº 3) entre los esposos nos da
idea del sentido dramático de la música de Gomis. Mientras ella canta en tono menor
reflejando la tristeza y el miedo por su partida, él le responde alegremente en tono
mayor. Después, a través de unas pequeñas transiciones, la música pasa a un nuevo tono
mayor en el que los dos reflejan la ilusión y esperanza de su amor[41]. Completa este
grupo el malvado padre Cirilo que, junto a Angélica, lleva el mayor peso vocal,
alcanzando el punto culminante en el trío de estos dos con Riego (nº 8), que fue
calificado por algunos críticos como uno de los momentos culminantes de la ópera.
Otros personajes de menor importancia que aparecen son Toribio, monje y espía de la
Inquisición, y Ambrosio, oficial de los familiares del Santo Oficio. El nº 5, dúo entre
Toribio y Cirilo, permite un especial lucimiento a este último, aunque la orquesta surge
como verdadera protagonista con el famoso tema de fandango que había aparecido en la
obertura, para terminar con un extenso y concertante cantábile que culmina en un Si
natural agudo del padre Cirilo de gran efectividad dramática. Un ‘polo’ típico andaluz,
con florituras aflamencadas y la cuerda en pizzicato imitando a la guitarra, es el nº 9 que
el padre Cirilo canta despojado de sus hábitos y vestido de señorito andaluz, unido sin
pausa al siguiente ‘bolero’ (nº 10) cantado a dos, con Angélica, en el más genuino estilo
popular español, en el que la alternancia tonal de mayormenormayor es la base
estructural[42]. La Chansonnette del nº 11 es un divertido trío de Angélica, María y
Toribio, en el que ellas se burlan del monje mandándole callar con la onomatopeya
‘chut’ (chst) y Gomis pone en boca del simplón Toribio la melodía del ‘Dies irae’ como
amenaza contra los ‘liberales’ impíos.
Junto a este ramillete de personajes están los grupos corales que adquieren una
gran importancia en las óperas de Gomis que, educado en la más genuina tradición
musical hispana, era un maestro en el manejo de los coros. Lo demuestra una vez más
en uno de los momentos culminantes de la ópera, el extenso ‘Coro de monjes’
mendicantes del nº 4 que tanto atrajo al público y “cuyos dispositivos –dice Fétis son
de la más picante originalidad, exprime maravillosamente la falsa humildad, la
alternativa de bajeza y de insolencia, y mismo la lujuria que se esconden bajo el
hábito”[43]. Más adelante está el ‘Coro de los Inquisidores’ (nº 7) que van a detener a
don Félix y, ya al final (nº 12) el ‘Coro de la Libertad’ de los criados e insurgentes que
llegan con el triunfo de la insurrección representando al pueblo luchador por la libertad
frente a la tiranía.
Los deseos de Cavé de dar a conocer la música de Gomis al público parisino
sólo se vieron colmados a medias, pues si bien una parte del público apreció la música
del compositor español desde el primer momento, la otra quedó algo desconcertada ante
unos ritmos tan distintos a los melódicos y amables que solían ser la pauta de este
teatro. Esta disparidad de pareceres se ve reflejada en un jugoso diálogo, probablemente
imaginario, aparecido al día siguiente en la primera página de Le Figaro, entre dos
espectadores que discutían en el entreacto, uno nostálgico de las dulces melodías de
Montigny y Philidor y el otro rossiniano a ultranza, partidario de todo lo nuevo y
original. El cronista de Le Figaro concluía diciendo: “El señor Gomis tiene el gran
mérito de tener ideas propias; y esto es algo importante en un siglo en el que todos
corren tras ideas nuevas, a veces sin hallarlas. El propio Rossini encuentra la música de
Gomis original”[44].
La ópera, que se había montado en el tiempo récord de 18 días, se siguió
representando a razón de tres veces por semana y, según el crítico de la Revue de Paris,
si el primer día se la acogió como se acoge siempre lo que es original, es decir, con
indecisión y frialdad, se la aplaudió el segundo, y en cuanto al tercero fue ya el
entusiasmo[45]. La representación del domingo atrajo tal cantidad de público que el
cronista de Le Figaro se preguntaba si la educación musical de los dilettanti de la
OpéraComique no andaba ya por el buen camino [46], mientras que otros se decían que
esta ópera podría ser la providencia del director de la OpéraComique [47], que estaba
entonces al borde de la bancarrota.
Entre los espectadores ilustres que asistieron, aparte del famoso crítico e
historiador Fétis, encontramos a dos grandes compositores, Giacomo Meyerbeer y
Berlioz. El compositor alemán cuenta en sus memorias[48]: “Por la noche fuimos a la
Ópera Cómica, donde se daba la primera representación de una ópera en dos actos, Le
diable à Séville. El argumento, basado en un tema español, debe ser de Cavé (de quien
ya he hablado con frecuencia en este diario), la música es de un refugiado español
llamado Gomis. Aunque hasta el momento presente el público no haya oído una sola
nota de una de sus obras (con excepción de algunos coros del melodrama Aben
Humeya, que se presentó en la Porte de Saint Martin), este compositor se ha dado ya a
conocer entre los músicos por su talento original; de modo que se esperaba descubrir
una personalidad musical muy sabrosa. El poema no ha gustado, la música ha tenido
éxito, aunque mucho menos de lo que se esperaba.” Por su parte, el francés, buen amigo
del compositor valenciano, en el artículo necrológico que publicó a la muerte de Gomis
dice: “Le diable à Séville reveló un talento original, cuya fisonomía espiritual, y sus
maneras a veces un poco extrañas, sobre todo para un público como el de la Ópera
Cómica, gustó no obstante en general. Causó sorpresa el tropel de efectos nuevos, de
formas rítmicas desconocidas y de frases excitantes que esta música contenía. El coro de
monjes fue unánimemente proclamado como una obra maestra, tanto por los artistas
como por los aficionados”[49].
La obra, que constaba al principio de dos actos, se redujo a uno a partir del 14 de
febrero, procediéndose a algunos reajustes que tenían la pretensión de aligerar la
longitud, juzgada excesiva y monótona, de algunos números musicales. Así, se eliminó
una estrofa en el aria de María (nº 2): Mais du héros l’espingole..., y un ‘ensemble’
entre Angélica y el coro (nº 7): Adieu tout mon courage...; otros cambios de menor
importancia pueden quizás explicarse por cierta putibundez o censura. Así por ejemplo,
en el nº 4, un verso en el coro de frailes: Si je pouvais la posseder, refiriéndose a María,
se sustituye ahora por Si je pouvais la convertir, un deseo más piadoso, pues como decía
el crítico de Le Journal des Débats el día del estreno: “La presencia de religiosos en el
escenario indigna a un tercio de la concurrencia, indispone a otro tercio y sólo satisface
a medias al resto de espectadores” [50]. Sin embargo, al editar la partitura, todos estos
cortes no tuvieron efecto y se respetó la estructura original. No ocurrió lo mismo con el
corte más importante, el que se realizó al ‘bolero’ (nº 10) al suprimirse las dos terceras
partes, que se conservan en el manuscrito pero que no se incluyeron en la edición. Otras
razones no invocadas tuvieron sin duda mucho peso en la decisión de acortar la obra.
Por ejemplo, las exigencias de programación. En cada velada se ponían en escena dos
óperas cortas, a veces tres. Le Diable à Séville solía representarse en primer lugar,
seguida por lo general de La Langue Musicale de Halévy o Le Calife de Bagdad de
Boieldieu. Es evidente que un entreacto suplementario alargaba excesivamente el
programa.
Además, por razones ajenas a las obras en sí, las veladas solían prolongarse en
esos días más allá de lo razonable. Desde la Revolución de Julio, el público se había
acostumbrado a que los cantantes interpretasen algunos himnos patrióticos al final del
espectáculo[51]. En la representación del 8 de febrero los espectadores pidieron al tenor
Cholet que cantase el himno patriótico Le Voeu Français. El tenor se negó a ello,
invocando que aún tenía que cantar en La Langue Musicale y que en ambas óperas
interpretaba papeles largos y difíciles. La reacción del público fue violenta y se
prolongó hasta altas horas de la madrugada. Se lanzaban al escenario manzanas,
naranjas y toda clase de hortalizas, no solamente contra el tenor que se había negado a
cantar, sino incluso contra las actrices, cosa que indignó sobre manera al tenor y al
director del teatro, que enviaron al día siguiente largas notas de protesta a la prensa [52].
Es cierto que el himno patriótico con que concluía la ópera de Gomis, el ‘Canto de la
Libertad’ L’Espagnol se lève, no podía sino excitar el ardor revolucionario todavía muy
vivo en el ánimo de los espectadores, aún seis meses después de la revolución.
Esta fusión de los dos actos originales en uno solo trajo como consecuencia una
disminución de los derechos de autor, que eran proporcionales en la OpéraComique.
Los autores percibían un 8,5 % por las óperas de tres o más actos, un 6,5 % por las
óperas de dos actos y un 6 % por las de un sólo acto. En una de las últimas
representaciones de Le Diable à Séville, en agosto de 1831, se recaudaron 467 Francos,
de los que 60 correspondían a Gomis y Cavé, a repartir entre ambos[53]. Pero la
administración de la OpéraComique era entonces desastrosa. En cuatro años se habían
producido seis cierres más o menos prolongados y se habían arruinado tres
administradores. A un director osado e innovador, Emile Lubbert, sucedió otro, M.
Laurent, más tradicionalista y de ideas más estrechas. La ópera de Gomis, aunque
seguía en el repertorio, no volvió a representarse ya. Como recordaría irónicamente
Viardot años más tarde, a la muerte del compositor: “¿Cómo se puede permitir en efecto
que en un escenario, ahora Real, se muestre a un fraile galante, a Riego vencedor de la
Inquisición y como desenlace una insurrección popular?”[54].
Algunos números de la obra alcanzaron la popularidad y el honor de que se
hicieran arreglos y variaciones para piano que se publicaron impresos y se tocaron en
los salones parisienses. Adolphe Adam realizó unos Mélanges pour piano sur des
motifs du Diable à Séville; Henry Karr una Fantasie pour piano; George A. Osborne un
Rondino et capriccio pour piano sur le motif du Diable à Séville; la editorial Mayence
et Anvers: B. Schott publicó un arreglo para piano a cuatro manos de la obertura y L. V.
Rifaut realizó dos arreglos de la obertura, uno para piano solo y otro para piano avec
accompagnement du violon. En Alemania, la editorial MainzSchott publicó una versión
bilingüe, francésalemán, bajo el título de Der Teufel in Sevilla[55].
Al poco tiempo se interpretó la Obertura en París, en mayo de 1833, en el último
concierto de la temporada de la Societé des Concerts du Conservatoire, que poseía la
mejor orquesta de conciertos de la ciudad, después de la Quinta sinfonía de L. van
Beethoven. A mediados de siglo la trajo a Madrid el director Francisco Frontera de
Valldemosa junto a una gran cantidad de música orquestal de Beethoven, Schubert,
Schumann, Mendelssohn y Weber para los conciertos de Palacio encargo expreso de
Isabel II, lo que es de suponer que se interpretara en dichos conciertos. En Valencia se
interpretó el 4 de septiembre de 1852 y en el teatro Principal el 24 de enero de 1867. Y
la ópera completa se representó –única vez hasta la fecha en España en el teatro del
Liceo de Barcelona en octubre de 1854. Previamente, el 23 de abril, se había
interpretado la obertura de Le Portefaix en un concierto instrumental dado en el teatro
de los Campos Elíseos por la orquesta del Liceo dirigida por Mariano Obiols. Sobre la
representación de Le diable à Séville en el Liceo cuenta Mariano Soriano Fuertes [56]:
“Hemos tenido el gusto de oír esta obra, y aunque mal traducido al español su insípido
argumento, y mal ejecutada la música por los cantantes que la desempeñaron, pues la
mayor parte eran actores, nos agradaron todas sus melodías por su originalidad y género
puramente nuestro, particularmente la sinfonía, el coro de monges, el polo del tenor, el
aria del barítono, y el dúo de tiple y tenor; siendo aplaudida dicha obra en Barcelona, en
las varias noches que fue ejecutada, mereciendo algunas piezas los honores de la
repetición”. Antonio Peña y Goñi, en su libro sobre la ópera española [57], amplía esta
información: “Por referencias particulares debidas al distinguido crítico e historiador
musical D. Antonio Fargas y Soler, colaborador artístico del Diario de Barcelona, (...),
puedo ampliar la parte histórica referente a la primera ópera cómica de Gomis,
añadiendo a lo dicho por Soriano Fuertes, que Le diable à Séville se ejecutó, en efecto,
en el teatro del Liceo de Barcelona en octubre de 1854, traducida al español con el
extraño título de Riego en Sevilla (!!). La obra (en un acto) obtuvo éxito poco lisonjero,
y las inconveniencias del arreglo y su falta de verosimilitud y de interés perjudicaron
notablemente a la música de Gomis que acusaba, me dice el sr. Fargas y Soler, el
aventajado talento del maestro para el género dramático nacional”.
Peña y Goñi se sorprende del título de Riego en Sevilla, quizás porque
desconoce el argumento, pero el título era más lógico, aunque no respondiese a los
hechos históricos, que el truculento de El diablo..., que todavía resulta más anacrónico,
y confuso, aunque el liberal Riego fuera un verdadero ‘diablo’ para la fundamentalista y
conservadora iglesia católica española de entonces.
Gomis y el Himno de Riego[58]
De esta manera titulaba la Ilustración musical un apartado del artículo, ya
citado, Homenaje a Gomis y que hasta la fecha es, seguramente, el trabajo de
investigación más importante que se ha realizado sobre la autoría del Himno de Riego,
himno constitucional que reivindicaba la Constitución española de 1812.
Desde el mismo 1 de enero de 1820 comenzaron los problemas para determinar
quién fue el autor de la música y a día de hoy poco nuevo se puede añadir a la
investigación de Pedrell y Barbieri en la Ilustración ya que si la letra (lo que los
liberales, propiamente, llamaban el Himno) está demostrado que es del general Evaristo
San Miguel, en lo que respecta a la música, por los testimonios y la documentación
existente, se podría atribuir a una docena de personas. Así que, mientras no surja un
nuevo documento que demuestre fehacientemente la autoría, ésta es, hoy por hoy,
imposible de asignar a nadie en concreto.
Existieron, durante el Trienio Liberal, muchos himnos de Riego, es decir obras
con la letra de Evaristo San Miguel y diferentes músicas. Como ejemplo, el 21 de abril
de 1820, el Diario de Madrid anuncia en el teatro del Príncipe “el fin de fiesta la
Palabra Constitución, adornada de bailes, canciones patrióticas, y del Himno del
inmortal D. Rafael del Riego, música nueva, compuesta por D. Esteban Moreno,
maestro de este arte en el referido teatro”[59]. De todos estos himnos se significaron dos,
especialmente, y a ellos se refiere el Diario de Madrid en diferentes números, a partir
del nº 119 del 28 de abril de 1820, cuando, refiriéndose a la programación del teatro de
la Cruz, señala “y dos himnos, el primero conocido por el de Riego, y el segundo con la
música original que cantaban las tropas del citado héroe”. Mesonero Romanos [60] y
otros dicen que ese primero es el que quedó como Himno de Riego, mientras que Alcalá
Galiano, uno de los protagonistas civiles del pronunciamiento, sostiene que fue el
segundo[61].
El rey Fernando VII expidió un decreto del 7 de abril de 1822 (Riego murió otro
7 pero de noviembre), que se leyó ese mismo día en la sesión de las Cortes y fue
publicado en la Gaceta de Madrid del domingo 14 de abril del mismo año[62], en el que
en su Art. 1º se dice: “Se tendrá por marcha nacional de ordenanza la música militar del
himno de Riego que entonaba la columna volante del egército de S. Fernando mandada
por este caudillo”.
En cuanto a Gomis, en el pasado han sido especialmente J. Ruiz de Lihory y J.
Subirá, y actualmente M. A. Múrcia[63], los investigadores que con mayor ardor le han
defendido como autor del Himno de Riego. Para ello se han basado fundamentalmente
en que así figura en el libro Colección de canciones patrióticas que dedica al
ciudadano Rafael del Riego y a los valientes que han seguido sus huellas el ciudadano
Mariano del Cabrerizo, impreso en Valencia, por Venancio Olivares, en 1822. En este
libro, que contiene cuatro himnos, Gomis aparece como autor del Himno de Riego y de
la Canción patriótica con motivo de haberse jurado La Constitución de la monarquía
española bajo los nombres de ‘Gomis Colomer’ y ‘Melchor de Gomis’, los otros dos
himnos, que aparecen sin autor, son El trágala y el Himno patriótico en celebridad de
los días del ciudadano Rafael del Riego. No hay duda de que este libro atribuye a
Gomis la autoría del himno pero también pudiera suceder que lo que Gomis firma no
sería tanto como autor del himno sino como autor del arreglo para canto y piano.
Sin embargo, más importante que este libro, para atribuirle la autoría, sería el
manuscrito autógrafo de Gomis, aunque sin firma, que con el título Himno cantado por
la división de Riego estuvo durante muchos años en poder del músico de Ontinyent D.
Leopoldo Bonastre. Este manuscrito, hoy en día desaparecido, fue reproducido en el
artículo de la Ilustración musical y posteriormente lo reprodujo Ruiz de Lihory en su
Diccionario. Seguramente, Gomis hizo esta versión para la banda de la Milicia
Nacional, de la que era su director, en plena euforia victoriosa tras los sucesos del 7 de
julio de 1822. Entre las dos versiones, la impresa y la autógrafa, hay importantes
diferencias tanto en la música como en el texto. Gomis llega a Madrid a mediados de
1821 y debió tomar conciencia política liberal en 1820, como tantos otros, después del
pronunciamiento, con lo cual es imposible que hubiese podido componer la música para
un himno que empezó a cantar la división de Riego desde los primeros días de 1820. La
teoría de Ruiz de Lihory de que seguramente lo había compuesto con anterioridad y que
por eso lo conocían los militares parece también poco probable ya que lo que se llamaba
el ejército de la Isla se hallaba a cientos de kilómetros de distancia de Valencia y
distribuido por varias localidades del occidente andaluz. Por otro lado, sorprende que
Gomis firmara la versión para canto y piano y no firmara la partitura autógrafa o que
nunca reivindicara la paternidad ni hiciera la más mínima mención de ello en una ópera
que trataba precisamente del momento en que empezó a cantarse este himno.
Múrcia, por otro lado, sostiene que Gomis se basó en la variante valenciana de la
canción popular catalana El testament d’Amelia (aunque no se parece en nada). Esta
vinculación del Himno de Riego con la música popular también se da en otros lugares
de España. Federico Olmeda anota en su famoso Cancionero popular de Burgos[64] un
Agudillo cuya segunda parte es igual que el himno liberal. En el pueblo de Arnedo (La
Rioja) se baila una contradanza en la que una de sus partes también es semejante al
himno. Pero el caso más evidente se da en el valle de Benasque (Huesca) donde hay
diferentes bailes, entre ellos la dance de Guayente y el Ball de Benàs, cuya música es
exactamente igual que el Himno de Riego. En todos estos lugares se cree que el himno
liberal viene de ahí. ¿Y no será al contrario?
Para concluir, ya que éste no es lugar para extenderse más sobre el tema (al
posible interesado remitimos al artículo de la Ilustración musical), manifestamos
nuestra opinión de que, a la vista de los testimonios y documentación que existe y de lo
que sabemos y conocemos a este respecto, difícilmente Gomis pudo ser el autor de la
música de lo que hoy conocemos por el Himno de Riego.
Tomás Garrido y Rafael Gisbert
Criterios de edición
Fuentes
Afortunadamente, de Le diable à Séville se conserva bastante material tanto
manuscrito autógrafo como editado. Del material autógrafo se conserva la obertura con
el título Du moine espagnol / ou / Le diable à Séville / J.M. Gomis / Noviembre 1830, y
los números 2 Chanson Bohemienne, 3 Duetto, 4 Choeur de Moines, 7 Chanson avec
choeur y Choeur d’inquisiteurs (de este último sólo las voces, cellos y contrabajos), 9
Polo (air espagnol), 10 Bolero, 11 y 12 Final Chant de Liberté, sig. BNP: Ms 7463 (1
23) y Ms 17231.
La edición impresa se conserva en numerosos archivos y bibliotecas tanto de
Europa como de EEUU. Para esta edición se ha utilizado la que se encuentra en la BNF
de París con la firma autógrafa de E. Troupenas, sig. L. 4151, y en cuya portada figura:
Le / Diable à Séville / Opèra Comique en un Acte / Paroles de Mr. Cavé / mis en
Musique et Dédié à / ROSSINI / par / J. M. Gomis / Represénté pour la première fois
sur le théâtre de l’OpéraComique / le 29 Janvier 1831 / Paris chez E. Troupenas. La
versión de canto y piano fue editada separadamente; la Obertura la editó Schonenberger
en París, sig. BNP: L. 4669 (116), y los números cantados E. Troupenas, sig. BNP: Vm 5
1336.
En cuanto al libreto, existen dos versiones: la primera manuscrita en dos actos
con el título Le moine espagnol / ou / Le diable à Séville / Opéra Comique en 2 actes /
Paroles de M... / Musique de M..., sig. ANF: AJ13 1097, y la segunda editada como
Le / Diable à Séville, / OpéraComique en un acte, / Par M. Hurtado, / Musique / de
M.J. Gomis, / Représenté pour la première fois sur le théâtre de / l’Opéracomique, le
29 janvier 1831. / Paris, / Chez les Marchands de Nouveautés / 1831, sig. BNF: Liv
19/OC 180.
En la parte musical existen algunas diferencias importantes entre la versión
manuscrita y la editada, así como entre éstas y la versión de canto y piano. Para esta
edición se ha tomado como base la versión editada por Troupenas porque es de suponer
que el propio Gomis corregiría las pruebas y cambiaría algunas cosas, como cuenta en
sus cartas a Masarnau que hizo en las ediciones de Le revenant y Le portefaix. Sin
embargo, esta edición de Troupenas tiene numerosos errores de todo tipo, como
articulaciones y dinámicas contradictorias, o en otras numerosas ocasiones faltan
alteraciones, dinámicas o articulaciones, así como también notas y medidas erróneas. En
estos casos, como en otros de duda, se ha recurrido a la versión autógrafa. Se han
unificado los finales de frase en que unos instrumentos acaban en negra y otros
(generalmente metales) en corchea. Se ha pasado a ‘Sol’ la clave de tenor que está en
‘Do 4ª’ y se han colocado los instrumentos sobre la partitura en la forma actual. En el
caso del coro, se han respetado las denominaciones francesas de Hautcontres y Tailles
(que se refieren a Tenores), aunque no se utilicen hoy día. Lo mismo ocurre con los
nombres de los personajes de la obra: se han dejado en su forma francesa.
Respecto al libreto, se ha utilizado como base la edición impresa. Esta tiene
algunas diferencias de texto con la partitura. En este caso se ha puesto siempre lo que
figura en la partitura. Todos estos cambios están reflejados en las notas del libreto.
Agradecimientos
Cuando se comienza un trabajo de esta envergadura, uno no es consciente de la
ayuda que podrá necesitar para resolver los numerosos problemas que van surgiendo
cuanto más profundiza en la investigación. Por eso es muy de agradecer la buena
disposición que siempre han tenido tanto el personal de la sección de música de la
Biblioteca Nacional de Francia en París como el de la Biblioteca Nacional de Madrid,
lugares donde más ha sido necesaria la investigación sobre esta obra. También quiero
agradecer a Pilar Sánchez su ayuda en la confección de la partitura, a Rafael Gisbert,
biógrafo de Gomis, por toda la información facilitada y a Enrique Téllez por la ayuda en
lo referente al Himno de Riego.
Tomás Garrido
Argumento
Acto único. Poco después del levantamiento de Las Cabezas de San Juan contra
el tirano rey Fernando VII, Riego llega a Sevilla disfrazado con la intención de preparar
la insurrección en la capital andaluza. Para ello se dirige a la casa de un antiguo
compañero de armas, el coronel retirado Don Félix, de ideas liberales decantadas, a
quien pide hospitalidad y espera convencer para que le apoye en la insurrección. Don
Félix, que ha pasado cuatro años en prisión, tiene miedo y muchas dudas pero Riego
apela al patriotismo y la lucha por la libertad y finalmente le convence. Llegan Angélica
y María asustadas para dar a don Félix la noticia de que Riego, al que los frailes llaman
‘el Diablo’, ha sido hecho prisionero y lo han ahorcado. Don Félix no les desmiente
nada porque Riego le ha pedido mantenerlo en secreto y éste ironiza con la supuesta
muerte diciendo que vendrá Mina a vengarlo y liberar España, a lo cual contestan las
damas que los gitanos ya cantan una canción al respecto para hacer temblar a los frailes.
Por indicación de Riego, y contra los deseos de su esposa que teme a la
Inquisición, don Félix sale de Sevilla para organizar la entrada en la ciudad de un grupo
de insurgentes y hacerse con el mando de la Plaza. Pero la presencia de un forastero en
casa de Don Félix levanta las sospechas del Santo Oficio, que vigila estrechamente la
mansión. Llegan, entonces, grupos de frailes mendicantes encabezados por el monje
Toribio, espía de la Inquisición, que sospecha del coronel. Poco después aparece el
reverendo padre Cirilo, con objeto de cortejar a Angélica, y Toribio le comunica sus
sospechas a la vez que le manifiesta su interés por María. El R. P. Cirilo le cuenta el
suyo por Angélica y le enseña cómo comportarse para seducir a la criada.
El padre Cirilo trata de seducir a Angélica chantajeándole con un supuesto
panfleto escrito por su marido contra la religión (que ha redactado él mismo) y con la
amenaza de que el corregidor (por indicación suya) ha enviado al Santo Oficio para
detener a su marido. Cuando los Familiares de la Inquisición encabezados por Ambrosio
llegan a la casa en busca del coronel, Riego, de acuerdo con Angélica, se hace pasar por
don Félix gravemente enfermo en la cama, consiguiendo que los guardias no se lo
lleven aunque se quedan vigilando. Al volver de nuevo el R. P. Cirilo a la casa en busca
de Angélica, entra por una ventana para no ser descubierto y se encuentra con Riego que
para disimular dice que está tras una dama; el monje dice lo mismo; discuten; y cuando
van a entrar en pelea aparece Angélica que calma a Riego y le pide que se vaya
asegurándole que su marido le ha sugerido dejarse cortejar por el monje para evitar
sospechas.
Angélica rechaza al R. P. Cirilo invocando su honor y ante las amenazas del
capuchino, que además está celoso creyéndola enamorada del otro, añade que el hábito
religioso le inspira miedo y respeto. El monje se despoja, entonces, de sus hábitos,
queda en un elegante traje andaluz y, tomando una guitarra, le canta una canción de
amor. Entra María y anuncia el regreso de don Félix. El capuchino asustado se esconde
en un aposento al que le conduce Angélica cerrando la puerta con llave, pero el que
llega es Pedro, uno de los insurrectos, con una carta del coronel para el general Riego
pidiendo su presencia en el frente. Para poder salir de la casa rodeada de frailes y
alguaciles, Riego se viste con las ropas del capuchino, momento en el que aparece
Toribio en busca del monje, al que confunde con Riego disfrazado, para llevarle junto al
corregidor y los inquisidores que se hayan reunidos ya que “parece ser que el demonio
ha salido de los infiernos y se dispone a devorar Sevilla”.
Salen Riego y Pedro de la casa mientras Angélica y María retienen a Toribio al
que hacen creer que es 'el diablo' el que está encerrado en la habitación. Asustado por
los ruidos, huye en el momento en que don Félix entra por una puerta secreta. El coronel
informa a su mujer de que la insurrección encabezada por Riego va a triunfar
devolviendo la libertad, pero ella le pide prudencia haciéndole saber que tiene encerrado
en la habitación al padre Cirilo. Don Félix saca al monje del gabinete y cuando va a por
un arma para matarlo, el capuchino saca otra que tenía escondida y le dispara errando el
tiro; disparo que se convierte accidentalmente en la señal de la insurrección. Entra
Toribio diciendo que los soldados se llevan al padre Cirilo a prisión. Todos
confundidos, porque conocen la verdadera identidad, creen que ha cambiado la
situación, lo que aprovecha el verdadero R. P. Cirilo para proclamar su venganza. Sin
embargo, Riego aparece con el hábito de monje pero al frente de los insurrectos
proclamando la victoria. Todos se le unen y juntos cantan a coro ¡viva la libertad!
[1] El exilio londinense ha sido ya estudiado: Vicente Lloréns, Liberales y románticos, Madrid:
Castalia, 1979; pero el parisino está todavía a falta de un estudio monográfico.
[2] Santiago de Masarnau, “Gomis”, El español, nº 295, p. 4, Madrid, 21VIII1836
[3] Hector Berlioz, “Gomis”, Revue et Gazette musicale, III, nº 32, pp. 2757, París, 7VIII1836.
[4] Gomis fue siempre bien tratado por la historiografía musical española. Entre los trabajos más
importantes que han aparecido hasta la fecha están: Santiago de Masarnau, “Gomis”, op. cit.; Ramón de
Mesonero Romanos, “Gomis”, Semanario Pintoresco, nº 23, pp. 186188, Madrid, 4IX1836; José
María Esperanza y Sola, “Gomis”, Almanaque de la Ilustración, pp. 7786, Madrid, 1888 y
Treinta años de crítica musical, Madrid, 1906; VV.AA., “Homenaje a Gomis” (se reproduce el
artículo de Esperanza y Sola), Ilustración Musical HispanoAmericana, nº 72, pp. 429438,
Barcelona, 15I1891 y nº 73, pp. 442444, 30I1891; J. Ruiz de Lihory, La música en Valencia
Diccionario Biográfico y Crítico, Valencia: establecimiento tipográfico Domenech, 1903; John
Dowling. José Melchor Gomis, compositor romántico, Castalia, Madrid 1973; Rafael Gisbert,
José Melchor Gomis, un músico romántico y su tiempo, Ajuntament d’Ontinyent, 1988; M. A.
Múrcia i Cambra, “Una mort tràgica, una vida vulgar, una obra sorprendent, una empremta esborrada.
Josep Melcior Gomis i la segona part inèdita del seu Mètode de Cant i solfeig”, Alba, nº 2021, pp. 38
73, Ontinyent: serveis de publicacions, 2005/2006.
[5] Santiago de Masarnau, en una pequeña “Necrológica”, El español, nº 285, p. 4, Madrid, 11VIII
1836, dice que “ha fallecido en París a fines del pasado”. Mesonero Romanos, op. cit., es el primero que
da la fecha errónea del 4 de agosto. Seguramente lo hizo porque Berlioz, en su artículo, op. cit., dice que
“falleció el pasado jueves”. Posteriormente todos han citado esta fecha hasta que Gisbert, op. cit., aclaró
documentalmente la verdadera fecha.
[6] Se refiere a la famosa marcha de diputados que el 9 de julio de 1820 abrió nuevamente las Cortes
españolas imponiendo al rey felón la Constitución de 1812.
[7] Santiago de Masarnau, “Gomis”, op. cit. En la “Necrológica”, op. cit., dice: “Nadie estrañará, pues,
que no nos sea dado en estos primeros días conservar la serenidad necesaria para escribir la noticia
circunstanciada de su vida y composiciones, que con más datos que otro alguno podemos trazar”.
[8] Diario de Madrid, nº 161, p. 1272, 22VI1821. Lo mismo es citado en el del día siguiente, nº 162,
p. 1280.
[9] José Subirá, El poetacompositor Iriarte y el cultivo español del melólogo, III,
Barcelona: IEM, 19491950, lo califica de melólogo pero esta definición, que inventa Pedrell, se aplica a
obras declamadas con acompañamiento musical. En el caso de esta curiosa y original obra de Gomis hay
partes declamadas y partes cantadas; por tanto, no creo que melólogo sea la clasificación correcta, sino
melodrama, como indica su autor. Sobre esta obra existe una cierta confusión. Generalmente es citada
como si fuesen dos obras distintas.
[10] Así lo señala Santiago de Masarnau, op. cit.
[11] Escuela en la que el Gran Filarmónico, o sea su director, era Mariano Rodríguez de Ledesma.
[12] El universal, nº 317, p. 4, 12XI1822.
[13] Ramón de Mesonero Romanos, Memorias de un setentón, pp. 226227, Madrid: ed. Giner,
1975.
[14] Diario de Madrid, nº 53, p. 4, 22II1823 y nº 54, p. 4, 23II1823.
[15] Cartas manuscritas de Gomis a Masarnau, AHN 744, Colección Sanjurjo, Legajo 8. Fueron
publicadas parcialmente por J. M. Esperanza y Sola, op. cit.
[16] Sobre este particular ofrecen muchos datos interesantes las cartas de Gomis a Masarnau.
[17] M. B. Foster, The History of the Philarmonic Society of London: 18131912, London, 1912.
[18] De esta obra sólo se conserva el manuscrito autógrafo para canto y piano: BNP Ms 17227.
[19] Según Dowling esta ópera era La révolte du sérail, pero Gisbert documenta que fue Botany
Bay, de la que existe una partitura autógrafa en la Biblioteca Nacional de París.
[20] Véase: José Melchor Gomis, Le revenant, edición crítica de Tomás Garrido, Música Lírica 31,
Madrid: ICCMU, 2000.
[21] Este escritor, Vizconde de Calvimont (18041858), había publicado en 1832 Veillées écossaises,
donde mostraba su admiración por Walter Scott.
[22] Hector Berlioz, Mémoires, I, p. 115, París: Edic. Garnier Flamarion, 1969.
[23] También el crítico de Le Journal des Débats (6I34) dice: “En cuanto a la ejecución de esta
ópera , no hay más que una palabra: ¡detestable, hombres, coros, mujeres, detestables! ¡Tres y cuatro
veces detestables! Es necesario que el autor sea un hombre de talento y de habilidad para haber obtenido,
con parejos elementos, un éxito que nadie discute”.
[24] Cartas manuscritas de Gomis a Masarnau, op. cit.
[25] Santiago de Masarnau, “Gomis”, op.cit.
[26] El resultado de esta nueva colaboración fue Le comte Julien, ópera inacabada.
[27] Hector Berlioz, “Gomis”, op.cit.
[28] Cahiers de conversation de Beethoven (18191827), traduits et présentés par J. G.
Prod’homme, Éditions Corrêa, París 1946. Un resumen de estas conversaciones pueden leerse en: A. Ruíz
Tarazona, La conexión española, Dosier ‘L. V. Beethoven’, Scherzo nº 221, pp. 128131, Madrid
julioagosto 2007.
[29] Le Constitutionnel, París, 310I1831.
[30] La Revue de Paris, pp. 6164, II1831.
[31] Ramón de Mesonero Romanos, Memorias..., op. cit., p. 202.
[32] Diario de Madrid, nº 119, p. 556, 28IV.1820. Información que aparece en días sucesivos.
[33] Su traducción del Quijote, realizada en 1836, es todavía hoy la mejor versión al francés de la obra de
Cervantes. Por lo demás, Viardot era el autor del libreto de la primera ópera de Gomis, Le Favori, que
no se había podido estrenar.
[34] Aunque Cavé no tenía ninguna experiencia en la confección de libretos de ópera, no puede decirse
que como escritor estuviese totalmente desprovisto de talento. En1828, en colaboración con su amigo
Dittmer y bajo el seudónimo de Fougueray, había publicado un librito satírico Les soirées de Neuilly,
del que Sthendal diría que “nada pinta de manera más verídica al francés de 1828”.
[35] Dos meses más tarde, en marzo de 1831, sería nombrado ‘Secretario de la Comisión de vigilancia
del Teatro de la Opera. Le Figaro: 1III1831.
[36] Colección de canciones patrióticas que dedica al ciudadano Rafael del Riego y a los valientes que
han seguido sus huellas el ciudadano Mariano del Cabrerizo , Valencia: por Venancio Olivares,
1822.
[37] El personaje era ya conocido por Cavé en 1827, puesto que a él hacía alusión en Les français en
Espagne.
[38] Rafael Mitjana, Historia de la música en España, p. 418, Madrid: MC, 1993.
[39] Hector Berlioz, op. cit.
[40] Le journal de Debats, París, 2II1831.
[41] Rafael Mitjana en su Historia..., op. cit., p. 418, señala que ‘es interesante comparar este final con
el del famoso dúo del cuarto acto de Los Hugonotes de Meyerbeer’, que es muy posterior.
[42] Este bolero fue publicado en la versión de canto y piano por R. Mitjana, op. cit., pp. 418 y ss.
[43] François J. Fétis: “Le diable à Séville”, La Revue Musicale, París, 5II1831.
[44] Le Figaro, 30I1831. Es cierto que Rossini siempre había demostrado tener a Gomis en gran
estima y esperaba mucho de él. Veinte años después de la muerte de Gomis, el dramaturgo y musicólogo
Burat de Gurgy, que había conocido muy bien a ambos compositores, escribía : ‘¿Quién no recuerda aun
hoy a Gaspar (sic) Gomis, naturaleza ardiente y apasionada, imaginación consagrada hasta el entusiasmo
al culto de Mozart y Haydn, y cuya llama se extinguió prematuramente por una muerte cruel? Entre todos
los jóvenes que en esa época se agitaban en torno a Rossini no hubo ninguno a quien el ilustre maestro
distinguiese más y en quien tuviese depositadas mayores esperanzas. Un final precoz no permitió que se
realizase este horóscopo’. “Article sur la Vie de Rossini”, Revue des deux mondes, p. 9, 1VI1854.
[45] La Revue de Paris, pp. 6164, II1831.
[46] Le Figaro, 7II1831.
[47] L’Artiste, tomo I, p. 16.
[48] G. Meyerbeer. Briefwechel und Tagebücher. Band 2, 18251836, p. 125, Berlín, 1970.
[49] Hector Berlioz, “Gomis”, op. cit.
[50] Le Journal des Débats, 2II1831.
[51] El tenor de la Gran Opera, Adolphe Nourrit, que había luchado en las barricadas, cantó tantas veces
La Marsellesa y la Parisienne (algunas veces al aire libre) que al parecer se le estropeó la voz.
[52] Le Figaro, 9II1831
[53] ANP, AJ13 1084.
[54] Le Siècle, nº 20, 31VII1836.
[55] Rafael Mitjana, op. cit., p. 418, da un título equivocado al citar esta edición.
[56] Mariano Soriano Fuertes, Historia de la música española desde la venida de los fenicios hasta
el año de 1850, tomo IV, p. 287, Madrid, 1859.
[57] Antonio Peña y Goñi, La ópera española y la música dramática en España en el siglo XIX , p.
137, Madrid: imprenta de El liberal, 1881.
[58] Como algunos investigadores han dejado escrito, y otros siguen escribiendo, que Gomis es el
verdadero autor del Himno de Riego, y esta ópera trata del pronunciamiento de Riego, creo necesarias
algunas líneas al respecto.
[59] A esta versión se refiere Antonio Alcalá Galiano en Memorias de don Antonio Alcalá
Galiano publicadas por su hijo, pag 418, Madrid: Biblioteca de Autores Españoles nº 84, 1886.
[60] Ramón de Mesonero Romanos, Memorias..., op. cit., p. 184.
[61] Antonio Alcalá Galiano, op. cit., p. 418.
[62] Gaceta de Madrid, nº106, p. 560, 14IV1822.
[63] J. Ruiz de Lihori, op. cit.; J. Subirá, “Marchas e himnos nacionales de España”, Revista de ideas
estéticas, nº138, abrilmayojunio, tomo XXXV, pp. 95113, Madrid: CSIC, 1977; M. A. Múrcia i
Cambra, ““L’himne d’Amelia” (perdoneume: de “Riego”)”, El llombo, nº 61, Ontinyent: primavera
2009.
[64] Federico Olmeda, Cancionero popular de Burgos, p. 149, Sevilla: librería editorial Mª
Auxiliadora, 1903.