AUTOSUFICIENCIA
AUTOSUFICIENCIA
AUTOSUFICIENCIA
«Estados Unidos es el lugar más peligroso para criar a tus hijos». Mi amigo
había terminado de predicar en nuestra iglesia como invitado y nos desafiaba a
considerar el llamado de Dios a abandonar la comodidad y llevar el evangelio a lugares
difíciles y peligrosos. Después del sermón, todos queríamos ir con él. El único problema
era que mi amigo iba a pastorear una iglesia recién fundada, no muy lejos del centro del
Estado Islámico. Uno de nuestros miembros compartió el deseo de ir, pero aclaró que
sus hijos aún eran pequeños, y mi amigo iba a uno de los lugares más peligrosos del
mundo para criar una familia. Sin dudarlo, mi amigo expresó: «Estados Unidos es el
lugar más peligroso para criar a tus hijos». Para los cristianos, los lugares más
peligrosos para vivir no son donde nuestra seguridad o nuestra vida pueda estar en
riesgo; los lugares más peligrosos para los cristianos son aquellos donde nuestras almas
corren más peligro. Además, si existe algo que estrangula nuestra fe más que cualquier
otra cosa, eso es la prosperidad. La riqueza es lo que hace que la cultura occidental sea
espiritualmente fatal. El problema es que la riqueza y la prosperidad nos engañan
fácilmente, de modo que llegamos a creer que no necesitamos a nadie más, ni siquiera a
Dios. No necesitamos orar así: «Danos hoy nuestro pan cotidiano» porque la despensa
está llena, no solo de los alimentos básicos necesarios en nuestras dietas, sino también
de Coca Cola, Doritos y barras de chocolate Hershey (a menos que, por supuesto,
prefieras Perrier, chips de vegetales y chocolate negro orgánico). Pero la prosperidad ha
sido un obstáculo para el pueblo de Dios a lo largo de la historia; desde el momento en
que Él advirtió a Israel sobre sus peligros (Deut. 31:19-20), hasta cuando Jesús advirtió
a Sus discípulos no almacenar sus tesoros aquí en la tierra (Mat. 6:19-24), y también
cuando el apóstol Pablo le recordó a Timoteo que el amor al dinero había desviado a
algunos de la fe, por lo cual se causaron muchísimos sinsabores (1 Tim. 6:10). El
mensaje de Jesús a la iglesia de Laodicea nos advierte sobre esta misma amenaza: la
amenaza de la autosuficiencia. Cuando tenemos la bendición de la prosperidad, como la
tenemos muchos de nosotros en los países desarrollados, debemos protegernos contra el
peligro de volvernos autocomplacientes en nuestra opulencia, confiar en nuestra propia
riqueza y poder y volvernos ciegos a nuestra necesidad espiritual. En cambio, debemos
luchar contra la autosuficiencia al mirar al Cristo resucitado y confiar plenamente en Él
para obtener todo lo que podamos necesitar en esta vida.
Me das asco
¡Me das asco! ¿¡Te imaginas a Jesús diciendo eso sobre tu iglesia, sobre ti, sobre
cualquier persona!? Suena tan severo, pero eso es lo que Jesús quiere expresar cuando
les dice a los cristianos de Laodicea: «… estoy por vomitarte de mi boca» (Apoc. 3:16).
La razón de esta evaluación brutal es que la prosperidad que los cristianos de Laodicea
disfrutan los ha vuelto autosuficientes. Jesús los acusa: «Dices: “Soy rico; me he
enriquecido y no me hace falta nada”» (v. 17). Como resultado de su prosperidad, ellos
no son «ni fríos ni calientes, sino tibios» (v. 16). En otras palabras, son inútiles. Un
pequeño detalle histórico puede ayudarnos a entender mejor lo que Jesús quiere
expresar aquí. Los ciudadanos de Laodicea no tenían agua potable. El suministro de
agua local contenía carbonato de calcio que, cuando lo bebías, te hacía vomitar. Debido
a esto, ellos dependían de las ciudades cercanas para obtener agua potable. Hierápolis
tenía agua caliente por naturaleza, pero en su trayecto hasta Laodicea a través de los
acueductos llegaba tibia; era inservible. Colosas tenía un suministro de agua fría, pero
en su trayecto a Laodicea a través de los acueductos también llegaba tibia; era
inservible. Jesús utiliza el problema de agua de Laodicea para exponer su inutilidad. Él
no sugiere que ellos deben ser o «calientes por Él» o totalmente «fríos por Él». La idea
que se aborda no tiene nada que ver con temperatura espiritual; tiene que ver
completamente con que, al igual que su suministro de agua, los cristianos de Laodicea
hicieron a Jesús sentir náuseas porque eran inservibles para Él y para Su reino. A
diferencia de los destinatarios de los otros mensajes a las iglesias, los cristianos de
Laodicea no enfrentaban ninguna privación, dificultad, prueba o persecución en
particular. Ellos disfrutaban una gran prosperidad y se jactaban: «Soy rico; me he
enriquecido y no me hace falta nada» (Apoc. 3:17). La ciudad en sí era extremadamente
rica. Era un centro bancario, por lo que no necesitaban el dinero de nadie más. En el año
60 d.C., cuando un terremoto destruyó la ciudad, los ciudadanos rechazaron la ayuda
financiera de Roma. En cambio, reconstruyeron la ciudad ellos mismos y la hicieron
aún mejor de lo que era antes, e incluso agregaron gimnasios y teatros. También eran
conocidos por su lana negra; tenían las últimas modas, producidas con las mejores telas.
Y, como si eso no fuera suficiente, contaban con la última tecnología médica: colirio y
otros ungüentos para mejorar la salud. Así que los ciudadanos de Laodicea eran ricos,
elegantes y saludables. Eran el paradigma de la prosperidad; y así también eran los
cristianos de Laodicea. Jesús acusa a la iglesia de Laodicea de parecerse más a su
ciudad que al reino de los cielos. No eran testigos fieles y veraces del evangelio de
Cristo; ellos eran mundanos. Su riqueza los llevó a la autosuficiencia, los volvió
autocomplacientes en este mundo e inútiles para Jesús y Su reino. Por lo que Jesús
declara: ¡Me das asco! Las tentaciones de la prosperidad continúan plagando la Iglesia
hoy y siguen engañándonos para hacernos caer en la autosuficiencia. Nos sentimos cada
vez más cómodos en nuestra riqueza y creemos que podemos confiar en nosotros
mismos para solucionar nuestros problemas. Si tenemos hambre, compraremos algo de
comida. Si presentamos algún problema de salud, tenemos seguro médico. Si queremos
unas vacaciones, tenemos una tarjeta de crédito. Si envejecemos, tenemos un plan de
pensiones. No está necesariamente mal tener cualquiera de estas cosas; sin embargo,
una actitud piadosa reconoce a diario que todo lo que tenemos proviene de las manos
generosas de nuestro Creador, no de nuestro salario ganado con mucho esfuerzo. ¿Es
posible que te hayas vuelto autosuficiente? Una de las mayores evidencias de esta
actitud es la falta de oración. ¿Por qué necesitaríamos pedirle a Dios que nos provea
cuando confiamos en nosotros mismos para hacerlo? Considera tu propia vida de
oración. ¿Qué revela: dependencia de Dios o independencia? ¿Confianza en el Señor o
confianza en ti mismo? Piénsalo. ¿Has considerado cambiar de trabajo sin orar antes por
eso? Pastor, ¿haces que tu iglesia se involucre en muchos planes y estrategias sin antes
orar lo suficiente? ¿Tiene la oración un lugar relevante en nuestras reuniones colectivas
de adoración, o tiene un lugar insignificante? Otro indicador de nuestra autosuficiencia
es nuestra voluntad de vivir la vida cristiana aislada de otros creyentes. Nos mudamos a
una nueva ciudad para obtener un mejor trabajo, sin siquiera considerar si hay una
buena iglesia evangélica cerca. Si la iglesia no es algo que consideramos realmente
necesario, entonces nos reuniremos con el pueblo de Dios solo cuando sea conveniente
o cuando no tengamos nada mejor que hacer. Además, cuando nuestra vida se
desmorone, que Dios nos libre de permitirle a cualquiera de nuestros hermanos en
Cristo que sepan lo ocurrido para que puedan ayudarnos a llevar nuestras cargas. De
estas maneras y de mil más, mostramos nuestra autosuficiencia cuando no corremos a
Jesús o a las bendiciones que Él ha provisto para nuestros tiempos de necesidad. Como
iglesia, la gran variedad de recursos disponibles puede tentarnos a confiar en nuestros
propios esfuerzos y en nuestra creatividad para alcanzar nuestra comunidad o para hacer
crecer la iglesia. «Lo que realmente necesitamos es imprimir algunos folletos geniales…
o comprar un nuevo plan de estudios… o proporcionar alimentos gratis en nuestro
próximo evento…». Mientras que, para los pastores y los líderes de la iglesia, la enorme
cantidad de recursos disponibles puede tentarnos a descuidar el tiempo de oración
necesario para la preparación de un sermón. ¡Quién necesita pedir la ayuda del Espíritu
de Dios cuando tenemos el Software Bíblico Logos! ¿Verdad? Es por eso que debemos
recordar continuamente que la mayor amenaza que enfrenta la Iglesia en la actualidad
NO son las leyes que establecen los gobiernos; NO es la persecución religiosa abierta;
NO son ni siquiera los falsos maestros o la mala doctrina; sino una prosperidad que nos
engaña para hacernos caer en la autosuficiencia. Por supuesto, casi ninguno de nosotros
se considera rico. Pregúntale a la mayoría de las personas cuánto necesitan ganar para
ser clasificados como ricos, y sus respuestas sería esencialmente: «¡Más de lo que gano
yo!». Eso es porque la riqueza es relativa. Y, en comparación con el resto del mundo,
nosotros en Occidente somos muy ricos. Somos ricos en recursos financieros, en
recursos materiales y en recursos humanos; y debemos luchar continuamente contra la
amenaza de la autosuficiencia. No debemos permitirnos creer el engaño de que a nuestra
iglesia le va bien porque nuestros miembros ofrendan y nuestro presupuesto es
excelente. Debemos rechazar el pensamiento de que tenemos el favor de Dios porque
contamos con una gran cantidad de miembros, líderes y trabajadores talentosos.
Debemos protegernos contra la falsa idea de que Dios nos está bendiciendo porque
nuestros servicios están llenos de visitantes y nuestra membresía va en aumento. Tal
prosperidad no es necesariamente una señal de la bendición del Padre. La razón de que
la prosperidad sea letal es que no nos deja ver nuestra verdadera condición espiritual.
Según los cristianos de Laodicea, ellos eran ricos y no necesitaban nada. Pero, en
realidad, Jesús declara que ellos son infelices, miserables, pobres, ciegos y desnudos
(Apoc. 3:17). Ellos no solo son pobres; como decimos comúnmente, ¡no tenían donde
caerse muertos! En su propio criterio, ellos tienen la tecnología médica para curar
enfermedades oculares y para mejorar la visión, pero Jesús declara que están ciegos. Por
último, aunque se jactan de su lana y de producir las modas más recientes, en realidad
están desnudos. Como puedes ver, el problema con sentirse autosuficiente es que no
somos, de hecho, suficientes. Si no hemos reconocido esto, en realidad no hemos
abrazado el evangelio.
Vive fervorosamente