Perturbando El Texto Colonial PDF
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NDICE
Agradecimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Prlogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Introduccin. El orgullo de la subalterna . . . . . . . . . . . . .
I PARTE
Captulo 1
No hay Otro del Otro. La construccin de la alteridad
y la representacin del Otro. Entre el Eurocentrismo
y los Estudios Poscoloniales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Captulo 2
Volver siempre a Fanon. Narrativas del colonialismo
y el sujeto colonial. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Captulo 3
Orientalismo. Exotismo. Lo universal y lo relativo . . . . . . . .
Captulo 4
Narrativas contemporneas de la
Modernidad/Colonialidad en los Estudios Poscoloniales . . .
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II PARTE
Captulo 5
Mujeres blancas buscando salvar a las mujeres color caf
de los hombres blancos y color cafs.. . . . . . . . . . . . . . . . . .
Captulo 6
Intacta Colonialidad. El discurso de la autenticidad.
El problema del absolutismo tnico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Captulo 7
La diferencia colonial. El Pluralismo jurdico
y los Derechos Humanos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III PARTE
Captulo 8
(Fallido de) Una teora sobre las voces . . . . . . . . . . . . . . . . .
Captulo 9
Traduccin cultural y Representacin . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Captulo 10
Aniquilamiento del otro I. La esclavitud . . . . . . . . . . . . . . . .
Aniquilamiento del otro II. Guerras difusas y feminicidios .
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AGRADECIMIENTOS
Le a bell hooks cuando an era estudiante de sociologa en la Universidad de Buenos Aires. Su libro Yearning. Race, gender and cultural
politics (1990) narra la fortaleza de la comunidad negra para luchar contra el racismo blanco.
Luego, en diciembre de 1996, cay en mis manos Beloved, de Toni Morrison. No imaginaba en aquel momento que esa prosa racialmente libre como la describe su autor en Ojos azules me abrira camino a
los llamados Estudios Poscoloniales.
Ms tarde, mientras escriba mi tesis doctoral, hall un texto llamado La muerte de Chandra, del historiador indio Ranajit Guha. A partir de ese momento, la lectura del proyecto poltico e intelectual de los
Subaltern Studies marc profundamente mi formacin doctoral y posdoctoral. Una insaciable y solitaria bsqueda que ya lleva siete aos, el
tiempo necesario que, como alguna vez le, el bamb requiere para hacer
visible su crecimiento. Pues todo ese tiempo se ha desarrollado por debajo de la tierra, formando sus races, fortalecindose en la oscuridad.
Gayatri Chakravorty Spivak, Homi Bhabha, Dipesh Chakrabarty,
Partha Chaterjee, Chandra Mohanty, por nombrar algunos de estos intelectuales asiticos, han producido un pensamiento acorde con nuestras
sociedades actuales tercermundistas, por dems iluminador. Las feministas chicanas, en especial el pensamiento fronterizo y fundamentalmente
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AGRADECIMIENTOS
nada al trabajo de campo, que contra s misma intenta lograr la reconciliacin entre ambos.
Puedo decir que mi proyecto acadmico es tan difcil hoy como
hace siete aos. Temores disciplinarios inciden en la banalizacin y, por
momentos, hasta desprecio por los Estudios Poscoloniales. Como explica Stuart Hall (1996), el concepto mismo de pos(t)colonial se ha convertido en portador de catexis inconscientes tan poderosas, un smbolo
de deseo para algunos, as como un significante de peligro para otros.
Particularmente, siempre existe la perturbacin de sentir que se ha
llegado tarde. Como el sujeto negro que describe Fanon: Llega usted demasiado tarde, tardsimo. Entre ustedes y nosotros habr siempre un
mundo blanco Imposibilidad opera el otro de liquidar de una vez para siempre el pasado (1973: 160).
Escrib este libro con la esperanza de que la demora intelectual no
haya sido lo suficientemente determinante como para permitirme inscribir un aporte a la energa de la descolonizacin. Por ello, quise volver a
los primeros textos (poticos) colonialistas para pensar hoy los efectos
desgarradores de la relacin capitalismo / colonialidad y su correlato contemporneo, la subalternidad racializada. Estas personas que casi nadie ya
escucha.
A ellas dedico este libro.
Buenos Aires, verano de 2010
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INTRODUCCIN
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No era una historia para transmitir. La olvidaron como una pesadilla, disuade Toni Morrison al lector hacia el final de su novela Beloved.1 Qu es aquello que debe olvidarse prontamente antes de ser transmitido? Qu debe permanecer oculto, silenciado, para no interrumpir y
molestar angustiosamente el fluir de nuestro presente?
La historia que narra Morrison, aunque reclama, no es reclamada. Lo mismo sucede para el presente histrico habitado por los pasados subalternos (Chakrabarty, 1999), por los pasados no dichos u olvidados, que aunque se resisten a ser historizados, al no ser reclamados,
desaparecen disueltos en el tiempo.
La muerte de Chandra2 (1995), texto acadmico escrito por el
historiador subalternista Ranajit Guha, cuyo escenario es la India colonizada por el Imperio Britnco3 de 1849, y Beloved, que transcurre (1987)
en los suburbios de Cincinatti, al sur de los Estados Unidos esclavista en
1873, pueden ser ledos como encastres exactos, cada una en la huella que
deja los pies de la otra sobre la arena acuosa. Contemplando aun sus distinciones en cuanto a su gnero, los llamara narrativas femeninas de la
subalternizacin.
Ciertamente, cuando caminamos sobre sus huellas, nos damos
cuenta de que esas vidas no desaparecen del todo. De lo contrario, si re15
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Hacia el final del ltimo Phalgun, Magaram Chasha vino a mi aldea y dijo:
Durante los pasados cuatro o cinco meses he estado involucrado en una relacin amorosa de carcter ilcito (ashnai) con tu hija Chandra Chashani y, a
consecuencia de ello, ha quedado preada. Trela a tu propia casa y dispn
que se le administre alguna medicina. De lo contrario, le pondr encima un
bhek (Declaracin, citada por Guha, 1995: 2).
Por cierto, la mujer es en la India, en Estados Unidos o en cualquier otro lugar, la subalterna del subalterno. Es objeto de apropiacin
del hombre; su cuerpo, el territorio soberano de la conquista. Y ese cuerpo como smbolo trasciende los tiempos histricos, las guerras o los mensajes mafiosos. Como ayer en la India o en los Estados Unidos, hoy, en
Ciudad Jurez, el cuerpo femenino es trofeo.
Sethe supo lo que significa para una mujer que alejen a sus hijos
cuando sus pechos estn llenos de leche, que la golpeen hasta el hartazgo
para quitarle su leche. Fue violada por su amo y por los otros esclavos de
Sweet Home, un eufemismo poco feliz para el nombre de la plantacin
que se sostena bajo un sistema de leyes esclavistas que colaboraron en ese
denigrante destino. Si una esclava se fuga es doblemente castigada, porque tras ella se pierde la capacidad reproductiva de fuerza de trabajo esclavo. La sociedad esclavista, que debe permanentemente producir nuevos esclavos para su reproduccin, se ve amenazada.
Ambas son mujeres parias cuyas vidas transcurren en sociedades
fuertemente estratificadas, aunque en civilizaciones dismiles en cuanto a
la concepcin del individuo/sociedad:4 una es una sociedad holista, con
una jerarquizacin atravesada por el sistema de castas en la que la mujer
sufre una doble subalternidad; en la otra reina el individualismo, las ideas
de libertad e igualdad.
En ambos escenarios cabe la afirmacin que Sethe designa para esa
vida dolorosa: En el mundo hay definidos, definidores y definiciones.
Los esclavos son definidos por los blancos (2004: 329).
Ambas narrativas contemporneas transcurren en temporalidades
fragmentadas, donde los personajes aparecen muertos o bien, como en Beloved, se vuelven fantasmagricos. Conforman pasados en los que el tiempo histrico se desdobla, cohabitados por diferentes tiempos histricos
(modernos y no modernos), metaforizados por el trmino bengal como
granthi o nudos de distintas formaciones como los nudillos de nuestros
dedos o las uniones de un palo de bamb (Chakrabarty, 1998: 110).
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Los dismiles contextos de enunciacin colonialismo y esclavitud denuncian diferentes maneras de dar muerte. Como muestran ambos textos, no hay slo una forma de morir. La narrativa de Sethe cambia
nuestro sentido tico cuando comprendemos que en la sociedad norteamericana de entonces, el infanticidio era expresin de la resistencia a la esclavitud;5 cuando las madres saban que las nias, que an no haban
cambiado los dientes de leche eran vendidas sin darles la oportunidad siquiera de despedirse de ellas (2004: 38).
Sethe comete infanticido pero no es infanticida. La narrativa criminal de Sethe se vuelve una narrativa de liberacin. Sethe no mata, libera,
como las mujeres que tambin quisieron liberar a Chandra.
Era peligroso que una mujer que haba sido esclava amara tanto
algo, especialmente si ese algo eran sus propios hijos, afirma Toni Morrison. Es cierto, si algo no pudo perdonrsele a Sethe es es su orgullo.
Tampoco se le perdona a Chandra el orgullo de la subalterna.
Por detrs del garaje pasa un callejn, tal vez te acuerdas, a veces jugabas all
con tus amigas. Ahora es un sitio desierto y abandonado, donde se acumulan
y se pudren las hojas que arrastra el viento. Ayer, al final de ese callejn, me
encontr una casa hecha de cajas de cartn y plsticos con un hombre encogido dentro, un hombre al que ya haba visto por las calles: alto, delgado, con la
piel curtida por la intemperie y unos colmillos largos y cariados, vestido con
un traje gris holgado y un sombrero de ala cada. Llevaba el sombrero puesto
y estaba durmiendo con el ala doblada por debajo de la oreja. Un marginado,
uno de los marginados que rondan por los aparcamientos de la calle Mill, y piden dinero a la gente que va de compras, beben bajo los pisos elevados y comen de los cubos de basura. Una de las personas sin hogar para las que agosto, el mes de las lluvias, es el peor mes. Dormido en su caja, con las piernas extendidas como una marioneta, boquiabierto. Lo rodeaba un olor desagradable: orina, vino dulce, ropa hmeda y algo ms. Algo sucio. Me qued un rato mirndolo, observando y oliendo. Un visitante, llegado para castigarme,
precisamente en un da como ayer (p. 9).
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alejada de ese infierno. En ella transmite la necesidad de abrazarla cuando, al regresar del mdico, arrastrando su vida deshecha, encuentra detrs
del garaje de su casa a un hombre tumbado con quien comienza una relacin nica. Comprende que, a pesar de la lejana de clase que la separa
de ese vagabundo negro llamado Vercueil, es en l en quien termina por
reconocerse.
Seis pginas ya, y todo por un hombre al que no conoces ni conocers nunca. Por qu escribo sobre l? Porque es yo y no lo es al mismo tiempo. Porque en la forma que tiene de mirarme me veo a m misma en una manera que
puede escribirse (p. 15).
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Cada uno de los nombres femeninos implica comprender sus inscripciones en lugares que son no-lugares, en distintas temporalidades que
coexisten y desde distintos lugares de enunciacin de sus voces femeninas. Entre colonialismo, esclavitud y post apartheid, entre los siglos
XVIII y XXI, estas historias transitan y someten a crtica los dispositivos
coloniales, en que cada cual redescubre el sitio en el que vive/vivi y puede ver en el otro el s mismo.
Este libro es una bsqueda y, como tal, incierta y, por momentos,
ms interrogada, orientada a pensar el sujeto que los estudios poscoloniales nombran, precisamente, como poscolonial. Migrante, diasprica/o
o simplemente el Otro que irrumpe en la escena de las metrpolis. Propone repensar la crtica de los estudios poscoloniales en Occidente y las
ideologas imperialistas en nombre de las cuales el Otro y la Otra han sido y son exterminados o subalternizados en nombre del progreso, la violencia ligada a la idea de la razn y cierta concepcin del humanismo.
Claro est que, como advierte Samir Amin en Introduccin. Franz Fanon
en frica y Asia (2009),9
la historia de la relacin de Francia con sus colonias esclavistas es distinta de
la historia de la relacin de Gran Bretaa con las Amricas esclavistas y distinta de la de Estados Unidos con su colonia esclavista interna. () Por supuesto, a pesar de las profundas transformaciones que la departamentalizacin produjo a partir de 1945, los efectos del pasado esclavista y colonial no pudieron
borrarse ni de la memoria de los pueblos afectados, ni de la concepcin aguda
de su identidad en sus relaciones con Francia. Piel negra, mscaras blancas propone, sobre ese terreno, un anlisis de una perfecta lucidez. El tratamiento de
los problemas que se abordan en esta obra nos permite percibir la singularidad
(ms all de los banales denominadores comunes) de los desafos a los que se
enfrentan los negros de Estados Unidos, los de las Antillas britnicas, los de
Brasil, los negros de frica en general y los de Sudfrica en particular.
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1950 el poeta de la negritud, Aim Csaire, resignific el concepto marxista de alienacin para definir al colonialismo como condicin deshumanizante de por s, lo que implicaba tanto la objetivacin del colonizado como la deshumanizacin del colonizador.
Los efectos del colonialismo no han sido borrados completamente. Este se instituye como lugar de enunciacin de una crtica a la modernidad en sus lmites y puntos ciegos.
Como es una negacin sistemtica del otro, una decisin furiosa de privar al
otro de todo atributo de humanidad, el colonialismo empuja al pueblo dominado a plantearse constantemente la pregunta: Quin soy en realidad? (Fanon, 1961 (2003: 228).
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CAPTULO 1
NO HAY OTRO DEL OTRO
LA CONSTRUCCIN DE LA ALTERIDAD Y LA
REPRESENTACIN DEL OTRO. ENTRE EL EUROCENTRISMO
Y LOS ESTUDIOS POSCOLONIALES
Seis pginas ya, y todo por un hombre al que no conoces ni conocers nunca.
Por qu escribo sobre l? Porque es yo y no lo es al mismo tiempo. Porque en la forma que
tiene de mirarme me veo a m misma de una manera que puede escribirse. De otra forma,
qu seran estas pginas ms que una especie de gimoteo, unas veces ruidoso otras silencioso?
Cuando escribo sobre l estoy escribiendo sobre m misma.
J. M. Coetzee, La edad de hierro
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Lvinas identifica al Otro con las figuras del hurfano, el extranjero y la viuda, con las cuales estoy obligado. El Otro es siempre anterior
a m, y se impone como lmite de mi propia libertad (Lvinas, citado por
Jimnez: 7). Tales afirmaciones le han valido muchas crticas que sealan
que el sujeto se reducira a un rehn del Otro o perdera su autonoma.11
La cercana hacia el otro no es para conocerlo, por tanto no es una relacin
cognoscitiva, sino una relacin de tipo meramente tico, en el sentido de que
el Otro me afecta y me importa, por lo que me exige que me encargue de l,
incluso antes de que yo lo elija. Por tanto, no podemos guardar distancia con
el otro (Jimnez).
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Otro filsofo, Tzvetan Todorov, tambin se refiere a la responsabilidad colectiva en el genocidio, pero esta vez de los espaoles y de Europa en el movimiento de conquista y destruccin de los otros. Dios ha
de derramar sobre Espaa su furor e ira, cita.
El modelo ejemplar de la conquista es el de las concepciones decimonnicas de la teora de las razas y, luego, de la identidad nacional. El
Otro es asesinado o llevado al suicidio colectivo, o fagocitado en su diferencia cultural: la diferencia biolgica lo convertir en objeto de explotacin de su fuerza de trabajo, de su poder sobre el cuerpo de las mujeres
como territorio. Es el otro extrao el que debe desaparecer, es el cuerpo
racializado. El desconocimiento de los otros se disputa el primer lugar
con el desprecio a priori hacia ellos mismos; este rechazo de los otros va
a convenir perfectamente a la poltica imperial que se adopta al mismo
tiempo, afirma Todorov. Al diferenciar a Coln de Corts, destaca la capacidad de los europeos para entender a los otros: Corts primero se interesa en conocer incluso al precio de cierta empata (Todorov, 2003:
294). La conquista del saber lleva a la de poder. Qu quiere decir al sostener que el otro est por descubrir?
En su trabajo Mikhal Bakhtin: Le principe dialogique (1981), Tzvetan Todorov dedica un captulo a la antropologa filosfica de Bajtn y
reelabora la concepcin bajtiniana del yo y el otro:
Bajtn empieza por la cuestin ms simple: nosotros nunca nos vemos a nosotros mismos como un todo; el otro es necesario para lograr, aunque sea provisionalmente, la percepcin del yo, que el individuo puede alcanzar slo parcialmente con respecto a s mismo. Las objeciones posibles se plantean en seguida:
acaso en el espejo no se encuentra la visin completa del yo? O, en el caso de
un pintor, en un autorretrato? En los dos casos, la respuesta es: no (p. 95).
Bajtn (1895-1975) instala en las discusiones lingsticas los trminos heteroglosia y polifona; este ltimo cuestiona la unicidad del
sujeto hablante, del sujeto que domina todo. El sentido no surge de una
sola voz, no es vertical, sino horizontal; el mismo sujeto no est presente
todo el tiempo. Desde su filosofa dialgica del lenguaje, Bajtn entiende toda actividad verbal oral o escrita, literaria o pragmtica como una
enunciacin concreta dentro de un dilogo social constante e inconcluso,
jams resuelto.
Este nuevo sujeto del que habla Bajtn es un sujeto hablante, responsable de la enunciacin, es decir, est presente de manera directa. De30
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Desde el locus de enunciacin de Amrica Latina, el socilogo peruano Anibal Quijano (2003) habla del Otro de Europa en estos trminos:
La modernidad y la racionalidad fueron imaginadas como experiencias y
productos exclusivamente europeos. Desde este punto de vista, las relaciones
intersubjetivas y culturales entre Europa, es decir, Europa Occidental y el resto del mundo, fueron codificadas como un juego entero de nuevas categoras:
Oriente-Occidente, primitivo-civilizado, mgico/mtico-cientfico, irracional-racional, tradicional-moderno. En suma, Europa y no-Europa. Incluso
as, la nica categora con el debido honor de ser reconocida como el Otro de
Europa u Occidente fue Oriente. No los indios de Amrica, tampoco
los negros del frica. Estos eran simplemente primitivos (p. 211).
Esta idea del Otro de Europa12 recoge la produccin de los intelectuales del Centre for Contemporary Cutural Studies de Birminghan.
Fundamentalmente Europe and its Others (1985), editado por Homi
Bhabha, Gayatri Spivak y E. Barker, es clave en el despliegue de los estudios poscoloniales.
En este libro, la terica feminista subalternista de origen indio, Gayatri Chakravorty Spivak, acua el concepto de alterizacin (othering)
para comprender el mecanismo por el cual Occidente construy a sus
otros y a s mismo. Este concepto implica la dialctica por la cual se fija la superioridad del colonizador concomitantemente con la inferioridad
de los colonizados. La bsqueda es la formulacin de una teora del discurso colonial que, inspirada por Edward Said, analice el colonialismo
como un texto. En otras palabras, la experiencia colonial posee tanto una
dimensin material como simblica (sistema de representaciones). No
obstante, el intelectual indio Homi Bhabha ha cuestionado una lectura lineal o bsicamente desde el poder, sobre todo en Orientalismo, obra gener, para este autor, la visin de un modelo esttico de relaciones coloniales, omitiendo las resistencias de los colonizados.
Mi posicin es, finalmente, que lo que se trata es de trascender al
otro para evitar: desaparecer yo para servir mejor al otro; someter o fagocitar a los otros a uno mismo (la totalizacin de Lvinas) o la desaparicin del yo en el nosotros.13
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Me he dirigido a Vercueil (). Mis palabras han resbalado sobre l como hojas muertas en el mismo momento en que las he pronunciado. Las palabras de
una mujer, por lo tanto, insignificantes; de una vieja, por tanto doblemente insignificantes; pero sobre todo de una blanca (J. M. Coetzee, 2005: 92).
Dejar al otro intacto no es hacerlo vivir, como tampoco lo es obliterar enteramente su voz, advierte Todorov. En otras palabras, encontrar la posicin justa, lejana y cercana al mismo tiempo, para evitar caer
en el relativismo y la colonizacin va la totalizacin.
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cualquier situacin de dominio, no nicamente a la de clase. Hay quien sugiere que Gramsci conceda al trmino un sentido exclusivamente poltico, y que lo usaba, quiz, para evitar las palabras clase y proletario del
marxismo ortodoxo, bien por cautela, al escribir desde la crcel y sometido a censura, bien porque deseara introducir matices diferenciales respecto de estos trminos, o bien porque atribuyera a la palabra una funcin especfica: a saber, la de describir los grupos (diversos y heterogneos) dominados y explotados que no poseen conciencia de clase (Vega, 2003).
El Grupo de Estudios Subalternos, surgido a comienzos de los
aos ochenta y conformado por un grupo de acadmicos nacidos en la
India, toman el concepto de subalterno tanto en su significacin poltica, econmica y cultural, como en su rango inferior, como agentes cuya
voz omitida o hablada (la del subalterno) pueda ser recuperada en los textos histricos. Por cierto, para el Grupo, los grupos dominantes (nativos
y extranjeros, los britnicos que dominaron el pas durante trescientos
aos), tras la independencia de la India han monopolizado tanto el discurso histrico como las ideas nacionalistas (Me detendr en el proyecto
poltico intelectual del Grupo en el captulo 3).
Al respecto, en un prefacio a la presentacin de una seleccin de estudios de los historiadores del Subaltern Studies Group publicada en Oxford en 1988, Edward Said defini la palabra subalterno en trminos
polticos e intelectuales: la palabra subalterno indicara la dinmica histrica, social y cultural entre la clase hegemnica y el conjunto de personas
que, por medios tanto coercitivos como, sobre todo, ideolgicos, se somete a ella (Vega, 2003).
Dado que su fundador, Ranajit Guha, utiliza el trmino en dos
acepciones, la categora de excluido no es equivalente a subalternidad.
Por una parte, define el trmino como un concepto amplio, cuya acepcin hallada provocativamente, segn Sivia Rivera en el diccionario de
la Academia Britnica, incluye a todo aquel que est subordinado bajo relaciones de cualquier tipo (casta, gnero, oficio, disciplinas acadmicas).
Por otra parte, lo emplea para diferenciar demogrficamente al pueblo de
la elite (Guha, 2000),15 por lo cual de acuerdo con esta definicin, el subalterno existe en relacin con las elites.
Si lo pensamos desde Gayatri Chakravorty Spivak, debemos tener
presente que su enunciacin es inescindible de su posicin poltica, basada en una lucha emprendida por la desaparicin de la subalternidad. En
ella la nocin cambia:
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Hoy digo que la palabra subalterno trata de una situacin en la que alguien
est apartado de cualquier lnea de movilidad social. Dira, asimismo, que la
subalternidad constituye un espacio de diferencia no homogneo, que no es
generalizable, que no configura una posicin de identidad lo cual hace imposible la formacin de una base de accin poltica. La mujer, el hombre, los nios que permanecen en ciertos pases africanos, que ni siquiera pueden imaginar en atravesar el mar para llegar a Europa, condenados a muerte por la falta
de alimentos y medicinas, esos son los subalternos. Por supuesto hay ms clases de subalternos (Entrevista en Revista , 2006).
Sobre ello establece Spivak su argumento para criticar al subalterno como categora monoltica que se supone una identidad y conciencia
unitaria del sujeto. Su pregunta, puede el subalterno hablar?, anticipa
una respuesta arrolladora y escptica: No. Es decir, no es posible recuperar la voz, la conciencia del subalterno, de aquellas memorias que slo
son los registros de la dominacin. Segn Spivak, la pretensin de restituir la voz de la conciencia (subalterna) podra caer en el espacio de una
violencia logocntrica ejercida desde el lugar de la experticia. Las voces silenciadas por los poderes son, en s mismas, irrecuperables. Construir
una extraccin representativa de los subalternos desde la historiografa
del poder es slo extraer las voces de la dominacin. No hay una voz a la
que pueda hacerse hablar, sino slo designaciones en los textos. A su juicio, la empresa subalternista no es ms que una ficcin terica que permite justificar un proyecto utpico de lectura.
Para Spivak, el subalterno es una subjetividad bloqueada por el
afuera, no puede hablar no porque sea mudo, sino porque carece de espacio de enunciacin. Es la enunciacin misma la que transforma al subalterno. Poder hablar es salir de la posicin de la subalternidad, dejar de ser
subalterno. Mientras el subalterno sea subalterno, no podr hablar.16
Claro que esta postura slo se comprende cuando Spivak desnuda su posicin: la nica opcin poltica posible para la subalternidad es precisamente, dejar de ser subalternos; en otras palabras, intensificar la voz, hacerla propia, en algn sentido lejos de la representacin.
Subalterno no es simplemente sinnimo de oprimido, sino de
aquella persona que no puede ser representada, que no habla ni por la
cual podemos hablar. El subalterno es un sujeto sin voz: es el proletariado, las mujeres, los campesinos, las minoras, etc. que no pueden hablar
porque, si lo hicieran, dejaran de ser subalternos (nos detendremos ms
adelante en su obra).
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En todo caso, tanto Guha como Spivak se refieren a sujetos subalternos en el contexto colonial de la India. Ahora bien, el subalterno no
necesariamente es un sujeto colonizado, excepto cuando es silenciado. El
silenciamiento del subalterno es, segn mi tesis, otras de las formas que
adoptaron el colonialismo y, contemporneamente, la colonialidad.
Retorno a Edward Said en su artculo Representar al colonizado.
Los interlocutores de la antropologa (1996), para delimitar conceptualmente el trmino subalterno y colonizado. El autor denota all la
fugacidad propia de este ltimo:
Antes de la Segunda Guerra Mundial, los colonizados eran los habitantes del
mundo no occidental y no europeo que haban sido controlados y hasta violentamente dominados por los europeos. De acuerdo con esto, el libro de Albert Memmi situ al colonizador como al colonizado en un mundo especial,
con sus propias leyes y posiciones, as como en Los condenados de la tierra
Frantz Fanon habl de la ciudad colonial como dividida en dos mitades separadas, comunicadas uno con otra por una lgica de violencia y contraviolencia.
Pero ya cuando las ideas de Albert Sauvy sobre los tres mundos se haban institucionalizado en la teora y prctica, colonizado se convirti sinnimo de
Tercer Mundo. Sin embargo, continu habiendo una continua presencia colonial de potencias occidentales en varias partes de frica y Asia, muchos de cuyos territorios haban obtenido la independencia desde haca tiempo, alrededor
de la Segunda Guerra Mundial. Por lo tanto, el colonizado no era un grupo
histrico que haba ganado soberana nacional y estaba, por consiguiente, desmilitarizado, sino una categora que inclua a los habitantes de Estados recin
independizados as como otros sometidos en territorios vecinos, an ocupados
por europeos (). Lejos de ser una categora confinada a expresar servilismo y
autocompasin, la de colonizado se ha expandido desde entonces considerablemente para incluir a mujeres, clases sojuzgadas y oprimidas, minoras nacionales e, incluso, subespecialidades acadmicas marginadas o an no del todo
marginalizadas (). El estatus de los pueblos colonizados ha quedado fijado en
zonas de dependencia y periferia, estigmatizado en la categora de subdesarrollados, menos desarrollados, Estados en desarrollo, gobernados por un colonizador europeo, desarrollado o metropolitano (pp. 25/26).
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Bhabha piensa el discurso colonial con un efecto de intencionalidad de construir al colonizado como una poblacin degenerada o inferior a causa de su origen racial o de cualquier otra circunstancia, para
justificar as su conquista y establecer sistemas para su administracin e
instruccin. Este autor piensa en la sociedad contempornea, caracterizada por historias de diferencia cultural. Estas diferencias no deben ser ledas como
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el reflejo de rasgos tnicos o culturales ya dados en las tablas fijas de la tradicin. La articulacin social de la diferencia, desde la perspectiva de la minora, es una compleja negociacin en marcha que busca autorizar los hbridos
culturales que emergen en momentos de transformacin histrica; hay una
necesidad de pensar ms all de las metanarrativas y concentrarse en esos
momentos o procesos que se producen en la articulacin de las diferencias culturales. Estos espacios entre-medio (in between) proveen el terreno para elaborar estrategias de identidad (singular o comunitaria) (p. 18).
Ahora bien, las diferencias se presentan como amenazas a la identidad. Por supuesto hay un factor que Fanon llam esquema epidrmico que funciona, para Bhabha, como el fetiche del discurso colonial y
que es lo visible (frente al secreto del fetiche sexual). Depende, entonces,
de las caractersticas de un grupo subordinado el tipo de subordinacin?
Hay, para Gayatri Spivak, un espacio catacrsico en tanto momento en que el indgena se apropia de los significados del otro y reescribe en ellos los signos de la propia marca.
Pensemos en las palabras con las que comienza el film La Jaine
(El odio), de Mathieu Kassovitz (1996), que representa la problemtica post y poscolonial con vehemencia:
Has odo del muchacho que cay de un rascacielos? En su cada, mientras
pasaba cada piso se alentaba a s mismo diciendo: de momento, todo va bien,
de momento, todo va bien Lo importante no es la cada, sino el aterrizaje
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as, cmplices del sistema comn de subordinacin de las mujeres que atraviesa tanto a la sociedad blanca como a la afroamericana. Cuando yo digo soy
mujer o soy negra o soy las dos cosas, a qu sistema de representacin de m
misma estoy apelando? Qu mecanismos de inteligibilidad estoy poniendo en
marcha? Qu significado tiene para quien me escucha el ser negra, el ser mujer? Hay como tal un ser negro, una esencia negra? Podemos, en Repblica
Dominicana, en El Caribe, hablar de una identidad negra? En este sentido:
Qu pasa cuando un individuo se identifica con mltiples categoras de diferencia? La lesbiana negra, es primero una negra, despus una lesbiana, y despus una mujer? O es vista como una lesbiana negra, que primero es una lesbiana, luego una negra, y luego una mujer? El ama de casa blanca, es primero
blanca, luego un ama de casa, luego heterosexual, y luego una mujer? (p. 4).
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Queda claro que Bhabha se refiere al mimetismo como un instrumento del saber y del poder colonial, y como lectura de la exclusin / inclusin del poder. Entre el que se asimila y el que se resiste la asimilacin
se instala un hiato insalvable. Piel negra, mscaras blancas
En uno de sus trabajos ms influyentes (The Other Question: Stereotype, Discrimination and the Discourse of Colonialism), el autor sostiene que el discurso colonial pretende producir conocimientos sobre los
sujetos coloniales a travs de la fijacin (fixity). En la obra crtica de Bhabha, el mimetismo es un concepto recurrente de inspiracin fanoniana. Es en
Piel negra donde Fanon escogi como ttulo la metfora de la mscara.
Mientras el sujeto colonizado es fijado en el estereotipo, el mimetismo produce fantasas amenazantes que tienden a desestabilizar el discurso del colonizador, que ve huellas de s mismo en el colonizado, la aspiracin del colonizado a ser como l.
Este deseo de identificarse con el colonizador ha sido tratado maravillosamente por Toni Morrison en Ojos azules, en cuyo eplogo, la escritora explica uno de los tantos problemas que encontrar en los lmites
de la escritura:
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La novela quera tocar el nervio despellejado del autodesprecio racial, sacarlo a la luz, luego sedarlo, no con narcticos sino con un lenguaje que reprodujese la accin que yo descubr en mi primera experiencia de belleza. Porque
aquel momento estuvo tan imbuido de racismo (mi revulsin ante lo que mi
compaera de escuela quera: ojos muy azules en una piel muy negra; el dao
que haca a mi concepto de lo bello) que la pugna era por hallar una forma de
escribir inequvocamente negra (2001: 258).
Cuerpo perdido
Aim Csaire
Yo que Krakatoa
yo que todo mejor que monzn
yo que a pecho descubierto
yo que carraspeo como un rgano viejo
yo que balo mejor que una cloaca
yo que fuera de gama
yo que Zambeze frentico o rombo o
canbal
quisiera ser cada vez ms humilde y ms manso
siempre ms grave sin vestigio ni vrtigo
caer hasta perderme
en la viviente smola de una tierra bien abierta
Fuera una neblina en lugar de atmsfera no
sera nada sucia
cada gota de agua conteniendo un sol
cuyo nombre idntico para todas las cosas
sera el ENCUENTRO MS TOTAL
de tal suerte que no se sabra a ciencia cierta
si cruza una estrella o una esperanza acaso
o un ptalo de flamboyn
o una retirada submarina
que las antorchas de las medusas aurelias frecuentan
Imagino que entonces la vida me baara por completo
mejor la sentira palpndome o mordindome
tendido sentira llegarme los olores al fin liberados
cual manos caritativas
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que me atravesaran
para mecer largos cabellos
ms largos que ese pasado que no puedo alcanzar.
Cosas apartaros, haced sitio
a mi reposo que alza en oleaje
mi cresta terrible de races fondeadoras
buscando dnde asirse
oh cosas, yo sondeo y sondeo
yo, el cargador, soy portarraces
yo peso, fuerzo y arcaneo
y ombligueo
Ah, quien hacia los arpones me lleva
estoy muy dbil
silbo, s, silbo cosas muy antiguas
de serpientes de cosas cavernosas
Soy oro viento paz aqu
y contra mi hocico inestable y fresco
poso contra mi rostro corrodo
tu fro rostro de risa descompuesta.
El viento, ay, lo escuchar an
negro, negro, negro desde el fondo
del cielo inmemorial
un poco menos fuerte que hoy en da
pero demasiado fuerte sin embargo
y ese loco aullido de perros y caballos
que enva a nuestra persecucin siempre cimarrona
mas a mi vez en el aire
me alzar en un grito tan violento
que voy a salpicar al cielo entero
por mis ramas destrozadas
y por el chorro insolente de mi barril herido y solemne
ordenar a las islas existir.
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CAPTULO 2
VOLVER SIEMPRE A FANON.
NARRATIVAS DEL COLONIALISMO
Y DEL SUJETO COLONIZADO
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La obra poltica de Fanon es controvertida: fue acusado de una visin maniquea, se ha dicho que sus ideas anteceden a pensadores tales como Michel Foucault y que son las bases del Posmodernismo y Poscolonialismo. Fue fuente de inspiracin de muchos pensadores y movimientos
profundamente crticos o revolucionarios, e influy indirectamente incluso en corrientes tales como el feminismo y la teologa de la Liberacin.
Su hegelianismo devuelve la esperanza a la historia; su evocacin existencialista del Yo (self) restaura la presencia de lo marginalizado; su perspectiva psicoanaltica ilumina la locura del racismo, el placer del dolor, la fantasa agonista del poder poltico (Homi Bhabha, 2002: 62).
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marcada por la expansin del Islam, la arabizacin, la colonizacin otomana y francesa, y la lucha por la independencia.
La apropiacin directa de las mejores tierras, el desprecio que se tena a la
lengua rabe, la ocupacin en masa de los puestos administrativos por los europeos, la condicin de ciudadanos de segunda zona de los musulmanes hacan que la sociedad argelina fuese una de las ms desposedas del mundo colonial (Grard Chaliand, 2003: 297)
Como mencionramos, Los condenados de la tierra es una referencia explcita al primer verso de La Internacional, que en francs dice:
Debout! les damns de la terre! Debout! les forats de la faim! Esos condenados de la tierra no son el proletariado de Marx, sino el lumpen proletariado. Fanon especficamente usa el trmino para referirse a quienes
no toman parte en la produccin industrial, especialmente el campesinado pobre que vive en las afueras de las ciudades, porque slo ese grupo
tiene o conserva la suficiente autonoma del aparato colonizador como
para montar exitosamente una rebelin. Pensaba que el proletariado urbano y las clases burguesas carecen de la motivacin o necesidad de poner en acto una revolucin, pues son asimiladas.
Para Fanon, un pueblo colonizado no es slo un pueblo dominado; en Argelia hay una decisin de ocupar un territorio: Los argelinos,
las mujeres con haik, las palmeras y los camellos forman el panorama, el
teln de fondo natural de la presencia humana francesa (1983: 229).
La colonizacin aseveraba Fanon se presentaba ya como una
gran proveedora de los hospitales psiquitricos (1983: 228). Como psiquiatra en el Hospital Blida-Joinvile, escribi: Si la psiquiatra es la tcnica mdica que apunta a permitir al hombre dejar de ser un desconocido en su medio ambiente, debo afirmar que el rabe, permanentemente
un extrao en su propio pas, vive en un estado de absoluta despersonalizacin (). Y sigue: La estructura social existente en Argelia era hostil a cualquier intento de devolver al individuo a su lugar de pertenencia
(1970: 157).
El pueblo argelino deba ser definido por el colonialismo en trminos occidentales valorativos negativos, como brbaro y atroz. Fanon analiza en el ltimo captulo de Los condenados cmo antes de 1954, distintas autoridades (polticos, magistrados, abogados, mdicos legistas, periodistas, etc.) convenan de modo unnime el problema poltico de la
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criminalidad del argelino y del norafricano, tratando de dar una explicacin cientfica a las altas tasas de criminalidad argelina, una de las mayores del mundo. Explica Fanon: El argelino, se afirmaba, es un criminal
nato. Se elabor una teora. Se aportaron pruebas cientficas. Esta teora
fue objeto, durante ms de 20 aos, de enseanza universitaria (p. 274).
Perezosos, mentirosos, ladrones, criminales natos, esa teora se sustentaba en tres afirmaciones:
1. El argelino mata frecuentemente
2. El argelino mata salvajemente
3. El argelino mata por nada
Mientras distintos cientficos desarrollaban teoras que enunciaban
las caractersticas del indgena (ninguna o escasa emotividad; terquedad
tenaz; etc.) o explicaban la constitucin de su corteza cerebral, Fanon llega a la conclusin de que la criminalidad del argelino, su impulsividad,
la violencia de sus asesinatos no son consecuencia de una organizacin
del sistema nervioso (), sino del producto directo de la situacin colonial (p. 286).
As, describe densamente la sociedad colonial argelina:
El mundo colonial es un mundo en compartimentos (p. 32). () Este enfoque del mundo colonial, de su distribucin, de su disposicin geogrfica va a
permitirnos delimitar los ngulos desde los cuales se reorganizar la sociedad
descolonizada. El mundo colonizado es un mundo cortado en dos. La lnea
divisoria, la frontera, est indicada por los cuarteles y las delegaciones de la
polica (). La zona habitada por los colonizados no es complementaria de la
zona habitada por los colonos. Esas dos zonas se oponen, pero no al servicio
de una unidad superior. Regidos por una lgica puramente aristotlica, obedecen al principio de la exclusin recproca: no hay conciliacin posible, uno
de los dos trminos sobra. La ciudad del colono es una ciudad dura, toda de
piedra y hierro. Es una ciudad iluminada, asfaltada, donde los cubos de basura estn siempre llenos de restos desconocidos, nunca vistos ni siquiera soados. Los pies del colono no se ven nunca, salvo quiz en el mar, pero jams se
est muy cerca de ellos. Pies protegidos por zapatos fuertes, mientras las calles de la ciudad son limpias, lisas, sin hoyos, sin piedras. La ciudad del colono es una ciudad harta, perezosa, su vientre est lleno de cosas buenas permanentemente. La ciudad del colono es una ciudad de blancos, de extranjeros. La
ciudad del colonizado, o al menos la ciudad indgena, la ciudad negra, la medina o barrio rabe, la reserva es un lugar de mala fama, poblado por hombres de mala fama, all se nace en cualquier parte, de cualquier manera. Se
muere en cualquier parte, de cualquier cosa. Es un mundo sin intervalos, los
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hombres estn unos sobre otros, las casucha unas sobre otras). La mirada
que el colonizado lanza sobre la ciudad del colono es una mirada de lujuria,
una de deseo. Sueos de posesin. Todos los modos de posesin: sentarse a la
mesa del colono, acostarse en la cama del colono, si es posible con su mujer.
El colonizado es un envidioso. El colono no lo ignora cundo, sorprendiendo
su mirada a la deriva, comprueba amargamente, pero siempre alerta: Quieren
ocupar nuestro lugar. Es verdad, no hay colonizado que no suee cuando
menos una vez al da en instalarse en el lugar del colono (p. 33-34) () Pero en lo ms profundo de s mismo, el colonizado no reconoce ninguna instancia. Est dominado pero no domesticado. Est interiorizado pero no convencido de su inferioridad () en su interior el colonizado slo obtiene una
pseudopetrificacin (1983: 46).
El autor marc aqu los lmites del concepto de clase para comprender la divisin social en el mundo colonial, fundado en el racismo como eje estructurador de las relaciones coloniales. Critic la consideracin
marxista que interpretaba la ideologa (racista) como superestructura; la
lnea divisoria entre ricos y pobres coincida con la establecida entre blancos y no blancos o negros. La posicin estructural de los sujetos dependa del orden social racializado. El racismo no era la superestructura, sino el fundamento del orden social colonial. De all la importancia otorgada a la cultura (blanca) para interpretar la alienacin del negro.
La cita reproducida contiene, adems, la paradjica situacin de
que el colono que proviene de un afuera territorial, el extranjero, trans52
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forma en extranjero al nativo. No slo lo desterritorializa de su tierra, sino de su propio cuerpo psquico. El alma del negro, explica, es el artefacto del hombre blanco.
Sobre el damn
Como afirma Alejandro De Oto (2003) en su libro Fanon. Poltica
y potica del sujeto poscolonial,: Desde que Fanon public su ltima
obra en 1961 ha habido acontecimientos que han transformado la faz de
la Tierra y, en consecuencia, han afectado la produccin crtica intelectual. El apartheid sudafricano desapareci. Argelia ya no es la que antes
era. Sartre no est ms con nosotros. Muchas de las guerras de liberacin
se malograron, otras triunfaron. Pero sobre todo la Unin Sovitica dej
de existir. En medio de estos desplazamientos parece dibujarse un abismo que nos separa de la experiencia histrica conformada durante el perodo de la denominada guerra fra.
Si tomamos el contexto poltico de las guerras de liberacin nacional de las dcadas de 1950 y 1960, el sujeto alienado al que Fanon denomin damn era un sujeto potencialmente revolucionario. Ahora bien,
cul es el significado del trmino damn? El condenado de la tierra, a
qu est condenado?
El damn es el sujeto que emerge en el mundo, marcado por la colonialidad
del ser. El damn, tal y como Fanon lo hizo claro, no tiene resistencia ontolgica frente a los ojos del grupo dominador. El damn es, paradjicamente, invisible y en exceso visible al mismo tiempo. Este existe en la modalidad de noestar-ah; lo que apunta a la cercana de la muerte o a su compaa. El damn
es un sujeto concreto, pero es tambin un concepto trascendental. mile Benveniste24 ha mostrado que el trmino damn est relacionado, etimolgicamente, con el concepto donner, que significa dar. El damn es, literalmente, el sujeto que no puede dar porque lo que ella o l tiene ha sido tomado de
ella o l. Es decir, damn se refiere a la subjetividad, en tanto fundamentalmente se caracteriza por el dar, pero se encuentra en condiciones en las cuales
no puede dar nada, pues lo que tiene le ha sido tomado. Esta visin de la subjetividad como fundamentalmente generosa y receptiva ha sido articulada y
defendida con mayor rigor por Emmanuel Lvinas. El filsofo judo lituanofrancs concibe el dar como un acto metafsico que hace posible la comunicacin entre el sujeto y el Otro, as como tambin la emergencia de un mundo
en comn (Nelson Maldonado, 2007: 151).
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l era culpable por negro; ante el mundo, este hecho supona una maldicin,
este dato un destino, esta negrura contingente una tara esencial.
Sin embargo, hay una pregunta que Fanon formula en Los condenados de la tierra y que puede ser trasladada a Piel negra:
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Como es una negacin sistemtica del otro, una decisin furiosa de privar al
otro de todo atributo de humanidad, el colonialismo empuja al pueblo dominado a plantearse constantemente la pregunta: Quin soy en realidad? (p. 228).
Esta idea de temporalidad tarda puede encontrarse en otros sujetos subalternos respecto de la velocidad del capitalismo. Particularmente,
siempre est la perturbacin de sentir que se ha llegado tarde a un encuentro, como el sujeto negro que describe Fanon. Esta demora es tambin propia de los intelectuales: No es la tardanza en iluminar a los oscurecidos por la desdicha, lo que tarda es el encuentro entre saberes (Bidaseca et al, 2008).
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ciones mticas del rgano sexual masculino o del hombre negro, representado como una agresiva bestia sexual que desea violar mujeres, particularmente blancas; a su vez, la mujer negra es vista como un objeto sexual, fundamentalmente promiscua, un ser ertico cuya funcin primaria
es satisfacer el deseo sexual y la reproduccin, siempre lista a la mirada
violadora del blanco.
Por ltimo, respecto del lenguaje y el habla, en el captulo titulado
El negro y el lenguaje se lee en el primer prrafo:
Damos por supuesto que hablar es existir absolutamente para el otro ().
Hablar. Esto significa emplear una cierta sintaxis, poseer la morfologa de sta o aquella lengua, pero, fundamentalmente, es asumir una cultura, soportar
el peso de una civilizacin (1970: 41/42).
El tpico central de este apartado es para Fanon el poder que otorga la posesin de la lengua del imperio:
El negro antillano ser tanto ms blanco, es decir, se parecer tanto ms al
verdadero hombre, cuanto ms y mejor haga suya la lengua francesa (). El
colonizado escapar tanto ms y mejor de su selva cuanto ms y mejor haga
suyos los valores culturales de la metrpoli. Ser ms blanco cuanto ms rechace su negrura, su selva (pg. 42/43). Todo pueblo colonizado es decir,
todo pueblo en cuyo seno haya nacido un complejo de inferioridad a consecuencia del enterramiento de la originalidad cultural local se sita siempre, se
encara, en relacin con la lengua de la nacin civilizadora, es decir de la cultura metropolitana (). Hay la ciudad, hay el campo. Hay la capital; hay la provincia (1970: 43).
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la tierra natal, donde esta imitacin interviene en el modo de comunicarse con los otros colonizados:
Todo idioma es una manera de pensar. El hecho de que el negro recin desembarcado adopte un lenguaje diferente del de la colectividad que le ha visto
nacer expresa un desajuste, una brecha (p. 50).
Nos interpela el mismo interrogante que Gayatri Spivak se ha formulado tiempo atrs: Puede el subalterno hablar?. Segn su respuesta
desorientadora, tan criticada, confusamente discutida y hasta deshumanizante, en el contexto de produccin colonial el individuo subalterno no
tiene historia y no puede hablar.
Sin embargo, es interesante leer el peso que Fanon le otorga al lenguaje en el momento de la descolonizacin, la impronta en la modificacin
de las palabras, la invencin de un nuevo lxico entre la resistencia que
permite unificar la causa de la liberacin y crear un proyecto poltico.
Hay una zona de no-ser, una regin extraordinariamente estril y
rida, una degradacin totalmente deprimida en la cual una autntica revolucin puede nacer. Tal vez uno de los mejores ejemplos sea el captulo V
de Piel negra, mscaras blancas, La experiencia vivida del negro, donde
Fanon reconoce el carcter parcial de la constitucin del sujeto que lleva
adelante la reivindicacin cultural de la negritud, pero lo muestra siempre
en posicin de una afirmacin absoluta sobre la cultura y la identidad.
La pregunta fanoniana por el cuerpo colonial remite a un lugar doble: el primero, fuertemente jerrquico, densamente tramado en el interior de las propias historias coloniales, con la distribucin de los seres humanos a partir de
criterios zoolgicos, como es el caso de la animalizacin () donde la desigualdad se encuentra en la afirmacin desenfrenada de la diferencia por parte
del discurso colonial, y el segundo, que se manifiesta como resto de significado no capturado por la hegemona que permite poner en juego una nocin subalterna de poltica y de cultura en el corazn mismo de la cultura hegemnica (De Oto, 2006: 5).
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gado despus del fin del colonialismo, Fanon cumpli lo que denomin
la misin histrica de una generacin, la decisin de romper las riendas
del colonialismo (p. 189).
En varios fragmentos de Los condenados es posible identificar
que Fanon avizoraba esa realidad y, de este modo, lleg a plantear los dilemas que sobrevendran despus de 132 aos de colonizacin, cuando
se ice la bandera y el ltimo batalln se haya retirado. Tema la encarnacin de estos valores en la nacin argelina. Aunque la independencia
implica cierta reparacin moral para el colonizado, para Fanon, ste se
encuentra frente al desafo de construir su sociedad y de afirmar sus valores. La construccin de la nacin slo era posible, entonces, a travs de
la unificacin del pueblo por medio de la violencia descolonizadora que
debera ser la partera de un hombre nuevo.
La descolonizacin, como se sabe, es un proceso histrico ().
Es el encuentro de dos fuerzas congnitamente antagnicas que extraen
precisamente su originalidad de esa especie de sustanciacin que segrega
y alimenta la situacin colonial. Su primera confrontacin se ha desarrollado bajo el signo de la violencia y su cohabitacin ms precisamente la
explotacin del colonizado por el colono se ha realizado con gran despliegue de bayonetas y caones. El colono y el colonizado se conocen
desde hace tiempo (p. 31), sostiene Fanon en Los condenados de la tierra. La violencia que habitaba esa sociedad colonial encauzada en vas
muy precisas en el momento de la lucha de liberacin, no se apaga mgicamente despus de la ceremonia de izar la bandera nacional. Si el mundo colonial separa, compartimenta, la violencia descolonizadora implicaba, para Fanon, la construccin de un mundo comn.
Los condenados de la tierra es la expresin de la voz de los colonizados, hablada mediante la pluma del gran militante anticolonialista que
fue Fanon.
En otras palabras, extemporneamente a Spivak, la pregunta fanoniana por la emancipacin, por la liberacin, puede ser sometida a constatacin: hasta dnde puede hablar el sujeto de Fanon si cuando lo hace
el peso de la civilizacin (blanca) se impone y debe adaptar su lenguaje al
del colonizador? O an ms categricamente, cundo su identidad ha sido fijada, fetichizado en el lenguaje zoolgico, cundo ha sido animalizado por el discurso colonial? Cul es el sujeto que emerge del discurso
colonial en la literatura hegemnica contempornea a Fanon?
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Una anotacin de Alejandro De Oto (2003) me impuls a reflexionar sobre el estatuto del sujeto en la condicin colonial. Esta vez remite
al mismo Albert Memmi quien
con frecuencia reflexiona sobre el hecho de que ser judo y, a la par, criticar
las relaciones coloniales en el contexto del Tnez colonial le asegura una situacin paradjica. Por un lado, percibe que con respecto a la poblacin musulmana tiene un estatuto privilegiado. Por otro, dicho estatuto no asegura la
separacin completa de su subordinacin ni tampoco le permite ser parte
completa del grupo de los colonos (p. 66).
Similar es el tono con que el primer presidente del Gobierno Provisional de la Repblica Argelina declaraba hacia 1936:
No morir por la patria argelina porque esa patria no existe. Yo no la descubr. Inettrogu a la historia, interrogu a los vivos y a los muertos; visit los
cementerios y nadie me habl de ella (). De hecho nadie cree seriamente en
nuestro nacionalismo (Citado por Chaliand, 2003: 294).
Me interesa destacar el discurso ambiguo que construye el gran novelista para hablar de una Argelia negra y blanca, cristiana y rabe. En ese
libro, Camus narra la vida de Mersault, que llega al asesinato y luego al
encarcelamiento y al patbulo, sin destellos de rebelda ni de esperanza;
despersonalizado, no logra abrazar la agencia humana. A travs de la historia lmite de este personaje preso del poder colonial encarna la violencia fanoniana.
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Al principio de la detencin lo ms duro fue que tena pensamientos de hombres libres. Por ejemplo: senta deseos de estar en una playa y de bajar hacia el
mar (p. 98).
Sueos en movimiento, los sueos (del indgena) son sueos musculares, sueos de accin, sueos agresivos. Sueo que salto, que nado,
que corro, que brinco. Sueo que ro a carcajadas, que atravieso el ro de
un salto Durante la colonizacin el colonizado no deja de liberarse entre las nueve de la noche y las seis de la maana (2003: 45/46).
Otra de las figuras representativas del poder colonial es el alma.
Recordemos que una de las justificaciones empleadas por los espaoles
para dominar a los indios era afirmar que stos no tenan alma. El Abogado General que enjuicia a Mersault, expresa categricamente a travs
de las palabras del acusado:
Deca que, en realidad, yo no tena alma en absoluto y que no me era accesible ni lo humano, ni uno solo de los principios morales que custodian el corazn de los hombres (p. 131).
El juicio de Mersualt, uno de los pasajes cruciales del relato, es ambiguo. El protagonista es acusado finalmente de haber matado a un hombre rabe en funcin de su moralidad e insensibilidad, medidas en el comportamiento que haba demostrarlo en el velatorio de su madre, de acuerdo con el testimonio de los testigos.
En cierto modo hacan tratar al asunto con prescindencia de m. Todo se desarrollaba sin mi intervencin. Mi suerte se decida sin pedirme permiso (p.
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tonces, por no haber llorado en el entierro de su madre, por su dudosa moralidad, por su falta de valores. El Procurador trat de demostrar la premeditacin del crimen. Resumi los hechos a partir de la muerte de mam.
Record mi insensibilidad, mi ignorancia sobre la edad de mam, el bao
del da siguiente con una mujer, el cinematgrafo, Fernandel (p. 126).
El colonizado siempre se presume culpable dice Fanon sobre todo cuando
el vaco de un corazn, tal como se descubre en este hombre dir el Procurador se transforma en un abismo en que la sociedad puede sucumbir (p. 129).
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Fanon advirti que el deseo de los colonos se restringe a la ambicin de llegar a ocupar el lugar del colonizador:
La mirada que el colonizado lanza sobre la ciudad del colono es una mirada
de lujuria, una mirada de deseo. Sueos de posesin () el colonizado es un
envidioso. El colono no lo ignora cuando, sorprendiendo su mirada a la deriva, comprueba amargamente, pero siempre alerta: quieren ocupar nuestro lugar (Fanon: 1963: 34).
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En el prefacio al libro Escucha blanco!, advierte Jeanson la desilusin que Fanon le debe a Sartre,
cuando aqul le mostr la negritud en Orfeo Negro como un trnsito, un
medio, un momento negativo, un mito, el tiempo quebrado de una
progresin dialctica, un absoluto que se sabe transitorio: no significaba
esto, precisamente, retirar al negro toda posibilidad de refugiarse en esa ilusin? Sartre, el prologador de Los condenados interpret la negritud como
base para la toma de conciencia de los negros hacia la superacin de una sociedad sin razas.
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CAPTULO 3
ORIENTALISMO. EXOTISMO.
LO UNIVERSAL Y LO RELATIVO
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No es posible comprender su escritura sin conocer algunos aspectos de su biografa. Edward Said naci en 1935 en Palestina, cerca de Jerusaln. Su infancia transcurri en Egipto, Palestina y Lbano. Complet
sus estudios en Estados Unidos, donde se doctor en 1962 y donde comenz una carrera de docencia e investigacin, que desarroll fundamentalmente en la Universidad de Columbia, en Nueva York, como profesor
de Literatura Comparada.
Comprometido con su tiempo y su lugar de nacimiento, ha escrito
numerosos libros e innumerables artculos sobre la cuestin palestino-israel y sobre la relacin poltico-cultural entre Oriente y Occidente, quiz sus dos grandes temas, pero tambin sobre msica (era un excelente
pianista y escriba crtica musical en la revista The Nation) y sobre el papel de los intelectuales (Antonio Dupl, 2003).
Orientalismo es, sin duda, su obra pstuma. En sus palabras, mi
tesis consiste en que el orientalismo es y no solo representa una dimensin considerable cultural, poltica e intelectual moderna, y, como tal, tiene menos que ver con Oriente que con nuestro mundo (p. 35).
Desmonta la imagen tradicional que Occidente ha acuado sobre
Oriente, fruto de prejuicios, estereotipos y deformaciones interesadas,
que se podran remontar hasta Esquilo y su tragedia Los Persas, en el siglo V a. C. Esta actitud occidental que Said analiza como una construccin cultural, integrada dentro de las formas de dominacin imperialista
refleja su incapacidad para comprender otras culturas, para analizar a los
otros desde parmetros de igualdad y respeto
En Out of Place (1999), su libro autobiogrfico,
describ a los extraos y contradictorios mundos en los que crec, proporcionndome a m y a mis lectores un recuento detallado de los ambientes que,
pienso, me formaron en Palestina, Egipto y Lbano. Pero era un relato muy
personal de todos esos aos de mi involucramiento poltico que comenz despus de la guerra rabe-israel de 1967 y se qued corto. Orientalismo es un
libro atado a la dinmica tumultuosa de la historia contempornea. Abre con
una descripcin, que data de 1975, de la guerra civil en Lbano, que termin en
1990. Llegamos al fracaso en el proceso de paz de Oslo, al estallido de la segunda intifada, y el terrible sufrimiento de los palestinos de las reinvadidas franjas
de Cisjordania y Gaza. La violencia y el horrible derramamiento de sangre
continan en este preciso instante. El fenmeno de los bombazos suicidas ha
aparecido con todo el odioso dao que ocasionan, no ms apocalptico y siniestro que los sucesos del 11 de septiembre de 2001 con su secuela en las guerras
contra Afganistn e Irak. Mientras escribo estas lneas contina la ocupacin
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o intencin de comprender y, en algunos casos de controlar, manipular e incluso incorporar lo que manifiestamente es un mundo diferente (); es sobre todo un discurso que de ningn modo se puede hacer corresponder directamente con el poder poltico, pero que se produce y existe en virtud de un intercambio desigual con diferentes tipos de poder: poltico (como el estado colonial o imperial); intelectual (); cultural () moral () (Said, 2004: 34/5).
Said analiza tres significados relacionados con el trmino orientalismo. En primer lugar, designa un campo de estudios que se remonta al
1300 y, en este sentido, se refiere a la forma en la que se codifica y disciplina el conocimiento en una cierta matriz epistemolgica que corresponde a la manera en la que se legitima y autoriza el conocimiento dentro de
la academia occidental. En segundo lugar, el trmino se refiere a una institucin corporativa que impera sobre una geografa imaginaria, epistemolgica y ontolgicamente constituida, que autoriza, augura, instiga, exige y prohbe declaraciones acadmicas, literarias, legales, estticas y
geogrficas que vuelven al Oriente disponible, controlable, adquirible. El
orientalismo, en tal sentido, es un dispositivo, es decir, un artefacto de po74
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Los orientalistas Europeos llegaron al Oriente con ciertas expectativas. Promovieron la diferencia entre lo familiar (Europa, el Oeste,
nosotros) y lo extrao (el Oriente, el Este, ellos) (1978: 3) Para los
orientalistas, el Oriente es tambin inferior porque es cultural, intelectual y, espiritualmente un afuera de Europa y de la civilizacin Europea
(1978:71; mi traduccin).
Aun en los tiempos medievales la religin del Islam era objeto de
prejuicios y fue conocida por simbolizar el terror, la devastacin, lo demonaco, bandas de brbaros odiados (1978: 60) (mi traduccin). Said
explica que el Orientalista moderno era, desde su punto de vista, un hroe rescatando el Oriente de la oscuridad, el exilio, y el extraamiento
(1978: 121) (mi traduccin).
En la Introduccin a su libro Cultura e Imperialismo (1996), Said
se refiere a la utilizacin de figuras retricas en los discursos africanistas
e indianistas, en descripciones del Este misterioso, y a estereotipos sobre la mente africana (o india, irlandesa, jamaicana o china). Y, de igual
manera, a las nociones acerca de llevar civilizacin a los pueblos primitivos o brbaros, las ideas principalmente familiares sobre la necesidad de
las palizas, la muerte o los castigos colectivos requeridos cuando ellos
se portaban mal o se rebelaban, porque ellos entendan mejor el lenguaje de la fuerza o la violencia; ellos no eran como nosotros y, por
tal razn, merecan ser dominados (p. 11/12).
Una de las crticas a Orientalismo es, precisamente, la omisin de
la resistencia de los colonizados. Homi Bhabha ha sealado crticamente
que Said destaca la imposicin del aparato colonial en detrimento de las
resistencias. En el libro arriba mencionado, Said recoge la crtica e indica:
Sucedi, sin embargo que en casi todo el mundo no europeo la llegada del
hombre blanco levant, al menos, una resistencia. Lo que yo dej fuera de
Orientalismo fue precisamente la respuesta a la dominacin occidental que
culminara en el gran movimiento de descolonizacin todo a lo largo del Tercer Mundo (p. 12).
Si bien la era del gran imperialismo decimonnico ha cesado, luego de la Segunda Guerra Mundial con la entrega de Francia e Inglaterra
de sus posesiones, sigue impregnada en la memoria, en el tejido social.
Volviendo a las palabras de Fanon en Los condenados de la tierra:
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que, segn Said, no debe ser interpretado como una distraccin o descuido, pues Habermas en una entrevista seal que nada tenemos que decir sobre las luchas antiimperialistas y anticapitalistas del Tercer Mundo
aun a pesar de que soy consciente de hecho que esta es una perspectiva
limitada por el eurocentrismo (citado por Said, 1996: 430).
Todorov, Deleuze y Derrida, en Francia, y Stuart Hall y Williams
en Inglaterra, conforman para Said los tericos de la excepcin. Me detendr en el siguiente apartado en el primero de ellos.
Desde la tesis de que tampoco las ideas son un puro efecto pasivo (p. 15), escribe este libro cuyo objeto son las ideologas en Francia en
el perodo de la historia, comprendido entre comienzos del siglo XVIII e
inicios del XX, y analiza la obra de autores como Montesquieu, Rousseau, Chateaubriand, Renan, Lvi- Strauss.
Los alcances de su libro anterior, La conquista de Amrica. El problema del otro (1982), que revive las narraciones de Coln, Corts, Moctzuma y Las Casas, le indicaron la necesidad de acudir a los pensadores del
pasado para profundizar sus intereses. En aquel libro dice:
A la pregunta de cmo comportarse frente a otro no encuentro ms manera
de responder que contando una historia ejemplar: la del descubrimiento y
conquista de Amrica. Al mismo tiempo, esa investigacin tica es una reflexin sobre los signos, la interpretacin y la comunicacin: pues la semitica
no puede pensarse fuera de la relacin con el otro (Sinopsis del libro).
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Dir Todorov que el exotismo primitivista es una de las formas caractersticas del exotismo europeo que acu la figura del buen salvaje,
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impulsada a partir de los viajes de descubrimiento en el siglo XVI, particularmente a Amrica, como fue narrada por Coln y Amrico Vespucio.
Este ltimo, en una carta de 1503 titulada Mundus Novus, caracteriza
a la sociedad de los salvajes con una serie de ausencias: de vestimenta, de
propiedad privada, de jerarquas o subordinacin, de prohibiciones sexuales, de religin. Asimismo, les atribuye caractersticas fsicas extraordinarias: los hombres tienen una altura de dos metros y medio y a menudo viven hasta los 150 aos. Antes de Montaigne, quien haba ledo la carta de Amrico, Toms Moro se haba inspirado tambin en esta descripcin de Amrica para escribir su Utopa.
En su libro Nosotros y los otros, Todorov identifica a Homero
como el primer exotista clebre. En el canto XIII de la Ilada, evoca a
los abioi, la poblacin ms alejada de las conocidas por los griegos, y afirma que son los ms justos entre los hombres; asimismo, en el canto IV
de la Odisea, supone que en los confines de la tierra () la vida para los
mortales no es ms que dulzura (p. 306). En este sentido, Todorov explica que la regla de Homero consiste en atribuir el carcter extico a los
pueblos ms alejados.
Pero fue Franois-Ren de Chateaubriand el primer viajero escritor
cuyas narraciones influyeron en la percepcin europea de los otros.
Fueron dos los viajes ms importantes: el realizado en 1791 a Amrica, en
su juventud e ingenuidad, y el que lo llev entre 1806-1807 a Oriente
(Grecia, Palestina y Egipto), en su madurez. El primero dio lugar a la publicacin de las Mmoires doutre-tombe (1827) y a un conjunto de obras
de ficcin tituladas Les Natchez (1826); del segundo origin Itinraire de
Paris a Jrusalem (1811). El Occidente (Amrica) es la naturaleza; el
Oriente, la cultura. El conflicto que experiment respecto de Rousseau tuvo lugar antes y despus de viajar a Amrica, en un encuentro con unos
salvajes que, segn Todorov, no le parecan a Chateaubriand mejores
que los franceses. Se diluye la posicin radical: haba maestros de danzas
en el bosque y los iroqueses saban hacer la reverencia. En vez de la oposicin jerarquizada entre el hombre de la naturaleza y el hombre de la sociedad, Chateaubriand descubre un mundo de cruzamientos (Todorov,
1991: 327). Segn Todorov, las Mmoires presentaban al viaje al Oriente como la historia y la cultura, en oposicin al viaje a la naturaleza.
Hay un salto cualitativo subjetivo entre la obra Les Natchez, donde critica el mito del buen salvaje, y El Itineraire, mucho ms intolerante y etnocentrista, que desprecia aprender la lengua del pas que visita
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y agrega una articulacin ms: indios y rabes son salvajes, pero de diferente modo.
En pocas palabras, en el americano todo anuncia al salvaje que no ha alcanzado en absoluto el estado de civilizacin, mientras que en el rabe todo indica al hombre civilizado que ha vuelto a caer en el estado salvaje (Itineraire
citado por Todorov, 1991: 343).
Esta afirmacin vale para los griegos y egipcios, pero tambin para rabes de Palestina, cuya descripcin los acerca a la animalidad (nuevamente, como vimos en Fanon). Pero son los turcos el objeto de su desprecio: se pasan la vida asolando el mundo o durmiendo sobre una alfombra, en medio de mujeres y perfumes; son tiranos a los que devora
la sed de oro. La razn de esta barbarie reside en el Islam: Se trataba
() de saber quin deba triunfar sobre la tierra: si los partidarios de un
culto enemigo de la civilizacin, favorable por sistema a la ignorancia, el
despotismo, a la esclavitud; o bien, los de un culto que hace revivir entre
los modernos el genio de la doctrina de la Antigedad y que ha abolido
la servidumbre. Como advierte Todorov, Chateaubriand distorsiona el
Islam y olvida que, en su misma poca, la esclavitud es legal en casi todos
los pases cristianos, incluida Francia).
Como explica el autor de La conquista de Amrica, el desconocimiento de los otros se disputa el primer lugar con el desprecio a priori hacia ellos mismos; este rechazo de los otros va a convenir perfectamente a
la poltica imperial que se adopta al mismo tiempo (p. 350).
Por ltimo, en Sobre las buenas costumbres de los otros, Todorov
encuentra la siguiente analoga entre exotismo y nacionalismo:
En forma ideal el exotismo es un relativismo, tanto como lo es el nacionalismo, pero de manera sistemticamente pues: en ambos casos, lo que se valora
no es un contenido estable, sino un pas y una cultura definidos exclusivamente merced a la relacin que guardan con el observador. Es el pas al que pertenezco que posee los valores ms altos, cualesquiera que estos sean, afirma el
nacionalista; no, los posee un pas cuya nica caracterstica pertinente es que
no sea el mo, dir aquel que profese el exotismo. Se trata, pues, en ambos casos de un relativismo que en el ltimo instante qued atrapado en un juicio de
valor (nosotros somos mejores que los otros; los otros son mejores que nosotros), pero en el que la definicin de las entidades que se comparan, nosotros y los otros, permanece puramente relativa (p. 305).
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A comienzos del siglo XX, las expediciones cientficas a Amrica, financiadas por instituciones europeas, han sido sealadas por la
complicidad entre antropologa e imperialismo. O, como explica nuevamente Said, la conexin entre la poltica exterior y el otro, que sostiene un ejrcito de investigadores que trabajan poltica, militar e ideolgicamente (p. 39); expresin dura, por cierto, que requiere otro espacio de discusin. La expedicin cientfica al Ingenio Azcarero La Esperanza fundado en 1882 y ubicado en San Pedro de Jujuy, en la provincia homnima de Argentina, es ejemplificador.28
En 1906 parti hacia el extremo norte casi en el lmite con Bolivia la expedicin encabezada por el antroplogo Robert Lehmann82
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Nitsche, encargado de la Seccin de Antropologa del Museo de La Plata, junto con el entomlogo Carlos Bruch. Regidos por los principios de
la antropometra, viajaron hasta all para realizar una serie de observaciones y mediciones sobre los cuerpos de los indgenas. Esta empresa se fundaba, segn el relato del propio Nietsche, en que dado la rapidez con
que se extingue la poblacin indgena del continente sudamericano, hay
que apurarse con el estudio de sus caracteres fsicos, porque en tiempo no
muy lejano se har del todo imposible relevamientos exactos de muchas
de estas tribus (citado por Xavier Kriscautzky, 2007: 33).29
Este viaje haba sido posible gracias a la amistad que una al entonces Director del Museo de la Plata, don Samuel Lafone Quevedo con los
hermanos Roger y Walter Leach, propietarios del ingenio azucarero desde su fundacin. As lo relataba Lehmann Niestche en 1907:
Mr. Walter Leach, uno de los propietarios del gran ingenio azucarero de San
Pedro de Jujuy, a quien fuimos recomendados por el director del Museo, por
su carcter amable y franco y por esa bondad de corazn noble, desde hace
aos atrs se haba ganado la confianza absoluta de los indgenas as que no resistan a obedecer su indicacin de permitirnos una examen somtico de sus
personas (). Don Walter nos hosped en su casa particular y puso a nuestra
disposicin un lugar adecuado para nuestros estudios, y al frente mismo de
nuestra pieza, interesndose vivamente en nuestros trabajos, al conocer su ndole; no se cansaba de mandarnos gente da a da y cada maana, llevndonosla hasta personalmente, para ser examinada (). Los individuos, ya fuera de
acostumbrado ambiente, son por lo mismo, ms accesibles a investigaciones
fsicas, y no se oponen a ellas como sucede en el propio terruo (citado por
Xavier Kriscautzky, 2007: 15).
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A travs del libro es posible leer algunos pasajes del propio Robert
Lehmann-Nitsche reproducidos por Xavier Kriscautzky, a saber:
El indgena proporciona la mano de obra barata y fcil de manejar de que se
sirve uno, cuando la necesita, y que en la poca cuando no se trabaja, no ocasiona gastos ni de casa ni de comida (p. 32).
Desgraciadamente el indio es considerado como mancha negra y signo de
retroceso y se le caza sin misericordia, extinguindose as un elemento irremplazable que debi ser destinado a hacer posible la explotacin general de las
regiones tropicales y subtropicales (p. 33).
El momento en que se efectu el viaje fue absolutamente estratgico. Era el tiempo de la zafra azucarera, cuando se poda interceptar la lle84
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350.000 indios (Curtin, 1977: 6). En la Amrica del Norte, en lo que con el
tiempo sera Carolina del Sur, los colonos ingleses se hicieron de esclavos indios capturados en la guerra as como de pieles de venado que les dieron las
poblaciones nativas; a los grupos cazadores de esclavos los premiaban con
mercancas europeas. Dice Gary Nash que los ingleses subcontrataban la
guerra con los indios (1977: 117).31 () Con frecuencia se aduce como razn
para explicar la preferencia por los esclavos africanos respecto a los americanos nativos que eran trabajadores mejores y ms confiables. Hacia 1720, ya los
africanos valan ms que los indios (vase Perdue, 1979: 152). Sin embargo, parece ser que el factor determinante fue que la cercana de los indios a sus grupos nativos alentaba rebeliones y con frecuencia escapadas. Los colonos ingleses tambin teman que esclavizar a los indios los malquistara con sus aliados
americanos en las guerras que libraban contra espaoles y franceses. Finalmente, a los grupos americanos nativos se les poda pedir que ayudaran a devolver a sus dueos esclavos africanos escapados. Mientras que los siervos
blancos y los esclavos americanos nativos podan contar, hasta cierto punto,
con la ayuda de sus propios grupos, los esclavos africanos no contaban con un
apoyo as. La venta o captura en el extremo africano del comercio los apartaba de sus parientes y vecinos; a su llegada a puertos norteamericanos se mezclaba deliberadamente a esclavos de diferentes orgenes tnicos y lingsticos,
a fin de evitar que hubiera el menor asomo de solidaridad entre ellos. Una vez
asignados a sus dueos, su segregacin de siervos blancos y de americanos nativos se confirmaba mediante discriminacin legal y se alentaba vigorizando el
sentimiento racista. Si huan, el color de su piel era una identificacin para los
patrulleros que tuvieran deseos de cobrar una recompensa. As pues, el esclavizar africanos brindaba una fuerza de trabajo que poda emplearse en operaciones arduas y continuas bajo la direccin del propietario, y con mnimas
restricciones legales y consuetudinarias. Esto exclua opciones que en el Nuevo Mundo estaban abiertas a otros trabajadores (Wolf, 1987: 25).
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Su postura pone el desnudo la segura distancia que le da al cientista social la observacin. La mirada y el poder: El que ve, aquel cuyo
punto de vista organiza y domina el campo visual, es tambin el que detenta el poder; ya en la fantasa de Bentham del panptico, el lugar del poder se sita en la morada central (Zizek, 2004: 119). No ha habido en esa
escena ni mirada impotente ni culpa. Lamentablemente, no disponemos de una fotografa que invierta las posiciones, en la que sean los cientficos los retratados por los indgenas.
Coincidentemente, Susan Sontag expresa en su ensayo Sobre la fotografa (2006): hay algo depredador en la accin de hacer una foto. Fotografiar personas es violarlas, pues se las ve como jams se ven a s mismas, se las conoce como nunca pueden conocerse; transforma a las personas en objetos que pueden ser posedos simblicamente (p. 31; el destacado es mo).
Las mujeres Matacos, no menos sucias y llenas de piojos que los
hombres, dice Lehmann-Nitsche, representan, por lo general, ms bien
fisonomas indiferentes y quedan, en parte, bonitas con los aos (citado
por Kriscautzky, 2007: 35).
Seguramente, luego de recorrer las fotografas de este libro que invito a ver, habremos encontrado las razones por las que los indgenas se
niegan a ser fotografiados por nosotros. Ser que la memoria opera de
modo decisivo, cuando ellos nos explican que la cmara fotogrfica les
roba el alma.
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EXCURSUS
NO SOMOS MARIPOSAS
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CAPTULO 4
NARRATIVAS CONTEMPORNEAS DE LA
MODERNIDAD / COLONIALIDAD
EN LOS ESTUDIOS POSCOLONIALES
I.
Europa es literalmente una creacin del Tercer Mundo. Fue Fanon quien, de este modo y tempranamente, sostuvo una crtica al eurocentrismo.
Hacia fines del siglo XX, luego del desencanto experimentado por
la cada de los socialismos reales y el proclamado fin de la historia, los saberes y las disciplinas sociales en el mundo procesaron, de diversas maneras, esta experiencia histrica.
Adelantndose al fin de siglo, y a comienzos de la dcada de 1940,
Toynbee escribi lo siguiente:
Aparte de las ilusiones debidas al xito mundial de la civilizacin occidental
en la esfera material, su falsa interpretacin de la historia comprendiendo en
ella la suposicin de que slo hay una corriente de civilizacin, la nuestra, y
de que todas las dems o son tributarias a ella o se pierden en las arenas del desierto puede asignarse a tres fuentes: la ilusin egocntrica, la ilusin del
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Oriente inmutable, y la ilusin del progreso como un movimiento que marcha en lnea recta (p. 70; itlicas mas).
La negacin del vnculo entre Modernidad y colonialismo por parte de las ciencias sociales (ellas tambin, claro, modernas), la crtica al
marxismo por su desentendimiento y un Marx acusado de pro-colonial
reflejaban, evidentemente, un sntoma. Para el marxismo, el colonialismo
como empresa nacida en Occidente era un estadio necesario para el desarrollo del capitalismo (ver sus consideraciones sobre el despotismo asitico), luego del cual tendra lugar la emancipacin de los pueblos.
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Desde 1980 hay ciertas presunciones que confunden postcolonialidad o poscolonialidad con postmodernidad.
Cundo fue lo postcolonial? Qu habra que incluir y qu habra que excluir de tal marco? Dnde est la lnea invisible entre l y sus
otros (colonialismo, neocolonialismo, Tercer Mundo, imperialismo),
en relacin con cuyo fin se demarca sin cesar, pero sin llegar a sustituirlos de manera definitiva?, se pregunta Stuart Hall (2008).
La ambigedad epistemolgica fundamental del trmino poscolonial, tal como expresa Miguel Mellino (2008), puede ser explicada en el conflicto entre lo
que podemos definir como una acepcin literal y una metafrica. En sentido
literal, la nocin de poscolonial parece reclamar para s un presunto nuevo estadio histrico, un perodo sucesivo al proceso de descolonizacin (p. 23).
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Sin embargo, Mellino advierte el riesgo de predicar el fin de un hecho histrico (definido por el prefijo post), de lo que me arriesgo a denominar como la liberacin de los traumatismos del colonialismo.
Los autores que representan las teoras poscoloniales critican fuertemente la idea de que vivimos en un mundo posmoderno caracterizado
por una homogeneizacin creciente, postulados que el paradigma multiculturalista ha funcionalizado. De hecho, existe cierto consenso entre
la/os pensadora/es en que el sntoma del capitalismo tardo multiculturalista es el racismo posmoderno contemporneo, y su correlato ideolgico, el multiculturalismo: una forma de racismo negada, que afirma tolerar la identidad del Otro y que sustituye las meta-narrativas por una
historia-en-fragmentos, renunciando casi por completo a toda preocupacin por las articulaciones histrico-sociales o poltico-econmicas de
los procesos culturales (Grner, 2001: 76). Las conclusiones a las que
arriba Salvoj Zizek son decisivas al respecto:
El multiculturalismo es la ideologa del capitalismo global. El respeto indiferente y distante hacia la identidad del otro es la mscara con que se recubre
hoy la ideologa del universalismo vaco, destilada por la mquina global annima y abstracta del capital actual. Se trata de la nueva forma posmoderna
del racismo: ya no se opone al otro los valores particulares de una cultura especfica, sino que la propia superioridad se reafirma desde el vaco de identidad y el desarraigo cultural total (Zizek, 1998: 171; el destacado es mo).
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del proyecto: desplazar los presupuestos descriptivos y causales utilizados por los modelos dominantes de la historiografa marxista y nacionalista para representar la historia colonial sudasitica (Guha 1988: 37-43).
Inici una crtica epistemolgica profunda que ha puesto en evidencia los vnculos entre las prcticas colonialistas occidentales y la produccin, al interior de las ciencias sociales, de orientalismos, esto es, de
imgenes estereotipadas de las culturas no metropolitanas, basadas en una
supuesta exterioridad radical (Said, 1995). Bsicamente, este enfoque busca restituir a los grupos subalternos su voz,38 su memoria obliterada por
las narrativas imperiales y nacionalistas y su condicin de sujetos de sus
propias historias.
Las teoras poscoloniales tratan de abrir campo para la emergencia
de las diferencias, de las voces silenciadas por los saberes modernos, y las
ubican dentro de los discursos de la contra-modernidad, representados
en el corazn de los pases occidentales del Primer Mundo (Europa y Estados Unidos) por Foucault, Lyotard, Derrida, y en experiencias posiblemente no reconocidas plenamente, como el antidesarrollismo promovido en Amrica Latina.
A diferencia de esta regin, donde las independencias estn a punto de celebrar sus bicentenarios, la descolonizacin de pases de frica,
Asia y Medio Oriente fue posterior a 1945, como consecuencia de la crisis del proyecto moderno desde las colonias. Denotan una ruptura epistemolgica profunda respecto de las narrativas anticolonialistas de los
aos sesenta y setenta. Entre sus representantes se destaca la llamada sagrada trinidad: Edward Said (Medio Oriente); Gayatri Spivak y Homi
Bhabha (India).
Como mencionamos anteriormente, las primeras narrativas anticolonialistas se preguntaron por el estatuto epistemolgico de su propio
discurso, pero lentamente comenzaron a criticar los principios de la racionalidad moderna occidental. Mientras su intencin era representar la
voz de los condenados de la tierra (Spivak, Deconstruyendo la Historiografa), las nuevas narrativas poscoloniales implican una importante
ruptura epistemolgica basada en una fuerte crtica a los supuestos de la
modernidad y a la idea misma de representacin: no pretendern representar a los otros (vase la crtica de Gayatri Spivak a Focucault y Deleuze en Puede el subalterno hablar?).38
La teora poscolonial, como captulo de los estudios culturales,
adopta el enfoque de la cultura de las sociedades poscoloniales, y sus fun96
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Yo he seguido el mismo trayecto que muchos de los hijos de familias burguesas colonizadas. Fui desde la India a estudiar literatura inglesa en Oxford, y
despus a ensear a Sussex, y ahora estoy en Princeton (); tengo tambin
una autobiografa un poco ms peculiar que de alguna manera me ha abierto
al tipo de trabajo que he hecho, y es mi propia posicin como parsi, una pequea minora in-between que vive entre los hindes, los britnicos y los
musulmanes, siempre en una posicin de estar en el medio, una comunidad
que nunca ha estado demasiados segura de su propia identidad. Y creo que mi
inters en abrir dentro de los grandes relatos espacios intersticiales que considero de primordial importancia para conmover y alterar estos relatos; todo mi
inters en explorar condiciones ambiguas e intermedias, que comnmente son
oscurecidas por las grandes polaridades o las divisiones binarias, viene de alguna extraa y atenuada manera de mi experiencia como parsi (p. 230).
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con el correr de los aos, una profunda renovacin en la lectura de los fenmenos culturales.
El apogeo de los estudios culturales durante la dcada del ochenta
y su movimiento de despolitizacin y academizacin hacia mediados
de 1990 pueden leerse como el sntoma de un importante vaco ideolgico. A menudo, los estudios culturales se desviaron del pensamiento de
sus fundadores identificndose casi totalmente con el multiculturalismo
(entendido como Zizek, la ideologa del neoliberalismo): han abandonado toda referencia a las contradicciones de clase para analizar las fricciones entre diversas culturas y razas de modo esencialista.
Eduardo Grner, en su libro El fin de las pequeas historias. De
los estudios culturales al retorno (imposible) de lo trgico (2002), sostiene, respecto de la decadencia de los estudios culturales como disciplina(s) acadmica(s) hacia mediados de los 90: no nos atreveramos a decir lo mismo de la teora poscolonial, ella tiene por naturaleza ese horizonte totalizador, esa perspectiva potencial del gran relato, aunque los
excesos de sus teoras post la coarten con frecuencia (p. 24).
A diferencia de los Estudios Culturales cuando anclaron en Estados Unidos, los Estudios Poscoloniales promovieron una crtica epistemolgica profunda, que ha puesto en evidencia los vnculos entre las
prcticas colonialistas occidentales y la produccin, al interior de las ciencias sociales, de orientalismos (Said, 1995). Pero, como advierte Bhabha (2000),40 debemos ser muy cuidadosos al emplear el trmino poscolonialidad:
Este es un nuevo trmino globalizador y universalizador, o que la gente diga, por ejemplo en la India: Si hemos tenido un pasado de colonialismo;
nuestro presente en muchas maneras puede ser neocolonial, con el Banco
Mundial, con las relaciones de explotacin de las empresas extranjeras, con diferentes tratados, pero nosotros nos vemos a nosotros mismos construyendo
un objeto diferente; construimos nuestra lucha contra algo que no puede ser
propiamente llamado poscolonialidad (). De todas maneras me gustara
poner el trmino poscolonialidad sur-nature en el sentido derrideano, de
manera de cancela su autoridad. Pero intentando aun ver qu sugiere su sombra. Sin producir una metanarrativa quiero decir que yo creo que s vivimos
en un mundo `poscolonial-uso el trmino provocativamente y entre comillas.
(p. 225).
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lismo. De hecho, la ley Permanent Settlement (1793) que fijaba impuestos sobre la tierra cre una clase media de propietarios absentistas,
como la de su propia familia, al servicio del imperio britnico.
En el primer volumen de la seleccin de Subaltern Studies apareci
un manifiesto, Sobre algunos aspectos de la historiografa de la India colonial, que denunciaba el elitismo colonial y nacionalista burgus, incapaz de mostrar la contribucin del pueblo por s mismo (las clases y grupos subalternos que constituan la masa de la poblacin trabajadora y los
estratos intermedios en la ciudad y el campo). El problema del sesgo de
las fuentes sera tratado en el segundo volumen, La prosa de la contrainsurgencia
En su libro Elementary aspects of peasant insurgency in colonial
India analizaba los movimientos campesinos influenciado por Gramsci y
reivindicaba una conciencia poltica habitualmente negada a causa del vicio de identificar lo consiente con aquello organizado que responde a un
programa, y de relegar el resto a lo pre-poltico.
En el momento de su retirada escribe la Dominacin sin hegemona y su historiografa, aparecida en el Volumen 6 (1989); sostiene que la
burguesa, que haba conseguido establecer su dominio hegemnico en
Europa, fracas en Asia, donde tuvo que confiar ms en la fuerza que en
el consenso.
Otra de sus grandes contribuciones es Las voces de la historia,
Volumen 9 (1996), donde plantea la ideologa del estatismo, que implica
la existencia de un Estado que, al escoger determinados acontecimientos
como histricos, decide por nosotros sin dejar opcin para establecer
nuestra propia relacin con el pasado. La voz dominante del estatismo
ahoga las voces de unos protagonistas que hablan en voz baja y nos incapacita para escuchar otras voces que, por su complejidad, son incompatibles con los modos simplificadores del estatismo. Guha ilustra estas ideas
con la revuelta de Telangana dirigida por el PC entre 1946 y 1951; muestra el desengao experimentado por las mujeres ante las promesas de liberacin de los dirigentes masculinos. Una narracin que hubiese integrado esas voces cuestionara la preponderancia directiva del partido, de
los dirigentes y, en conjunto, de los varones. Este hecho puede dirimirse
con un nuevo tipo de historia que rompa con la lgica del relato estatista
que dicta qu incluir y qu excluir en la historia.
En Las voces de la historia y otros estudios subalternos nos encontramos con un clsico, La prosa de la contra la insurgencia. Guha rea101
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cultural del campesinado, no deja de otorgarle a la revuelta una interpretacin sesgada para evitar a continuacin el mismo episodio y continuar
pacficamente el dominio ingls sobre el territorio. Culminando, la tercera forma discursiva aun proviniendo de teoras polticas alternativas que
rechazan fervientemente las premisas de las interpretaciones anteriores
derivan en una negacin de las capacidades cognitivas de los propios actores de la revuelta, niegan su voz en el desarrollo historiogrfico realizado por este discurso y solamente lo incluyen en un estructuralismo determinante del rumbo hacia el socialismo.
El lugar de la conciencia del subalterno, de la emergente conciencia del subalterno, contrasta con la tendencia del marxismo occidental (y,
fundamentalmente, con la nocin de pre-poltico de Eric Hobsbwam),
que le niega conciencia de clase. Para el Grupo, esta no debe ser leda como una conciencia en general, sino una forma poltica e historizada de la
misma, es decir, como la conciencia subalterna. En palabras de Guha:
Proponemos concentrarnos en esa conciencia como nuestro tema central porque no es posible explicar la experiencia de la insurreccin simplemente como una historia de acontecimientos carentes de sujeto.
En el ejemplo del diario de un tejedor de nombre Abdul Majil, el
Grupo muestra una conciencia de colectividad: la comunidad, como
una conciencia ambigua, que cabalgaba entre la fraternidad religiosa, la
clase, la qasba (pequeo pueblo) y mohalla (barrio). La conciencia de s
mismo (de la tribu) como un cuerpo de insurgentes era de este modo indistinguible del reconocimiento de su ser tnico (Spivak, 1997).
Hoy, situndose en las sociedades contemporneas, algunos de sus
miembros problematizan los alcances del proyecto. Es el caso del libro
recientemente publicado en Argentina de Partha Chaterjee, La nacin en
tiempo heterogneo (2008), sobre el cual me detendr a continuacin.
Asalto a la imaginacin subalterna
Hace poco tiempo atrs publiqu, con idntico ttulo, La Nacin
en tiempo heterogneo (2008),48 una resea sobre el libro de Partha
Chaterjee, uno de los miembros fundadores del grupo de estudios subalternos en India cuya obra destacada prcticamente no estaba disponible
en castellano.
All escrib: Si pudiera precisar con algn trmino La Nacin en
tiempo heterogneo, es con la expresin osado. El libro de Chaterjee es
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las degeneradas y brbaras costumbres sociales del pueblo indio sancionadas, segn crean, por la tradicin religiosa fueron, para Chaterjee,
un elemento central de la justificacin ideolgica del gobierno colonial
britnico.
Las primeras pginas de La Nacin en tiempo heterogneo se retrotraen a 1498, fecha de la llegada de la expedicin portuguesa de Vasco
da Gama a la costa malabar en busca de cristianos y especies, bajo la
impronta europea de que la religin constitua el universal cultural y supona la condicin sine qua non de la inclusin a la civilizacin. Luego relata la crisis del podero portugus en la India, la consolidacin del imperio mongol y el fin de la hegemona portuguesa, sustituida por las compaas comerciales holandesa e inglesa.
Influido por las lecturas gramscianas, el proyecto intelectual del
grupo comparte ms la preocupacin por la dominacin y subalternidad (o, en trminos de Guha, dominacin sin hegemona), que por la
hegemona y subalternidad. El dominio britnico, concluye Chaterjee,
fue tal que los una vez colonizados, continuamos hasta hoy sintiendo
una necesidad aparentemente insaciable de amar a Europa. Un amor que
es un concepto de Occidente soldado desde hace 500 aos, de modo
que ni siquiera las grandes atrocidades del siglo XX logr fisurarlo en el
sur asitico.
Chaterjee remite, para reforzar este argumento, no slo a los escritos de los viajeros portugueses, sino tambin a los indios que navegaron
a la Inglaterra de la poca. A cinco siglos de amor y odio, para comprender la incomprensin cultural entre Europa y la India a lo largo de
ese tiempo, el argumento de Chaterjee, tomado de Maquiavelo, es que el
dominio britnico en la India introdujo una novedad que lo diferencia de
los gobiernos indios ex ante: su necesidad manifiesta desde finales del siglo XVIII de ser amados por sus sbditos extranjeros.
No obstante, los 200 aos de dominacin que oprimieron a la India
no pueden concebirse, advierte Chaterjee, sin entender la alianza entre las
elites extranjeras y nativas, que admiraban a la gran Inglaterra de la ficcin
literaria, creada por el nacionalismo y las nuevas clases medias letradas indias
en la formacin de los movimientos nacionalistas modernos. Ni tampoco desechando la tesis andersoniana, tan influyente en los ltimos tiempos, segn
la cual las naciones son comunidades imaginadas, de modo que Occidente promovie el asalto a la imaginacin subalterna o, en sus palabras, nuestras imaginaciones deben permanecer colonizadas para siempre.
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El inters por interpretar la construccin de la nacin y el nacionalismo aparece ya en los escritos anteriores de Chaterjee. Entre otros, en
The Nation and its Fragments: Colonial and Postcolonial Histories
(1993) analiz cmo el nacionalismo separ el mbito de la cultura en dos
esferas: la material y la espiritual. Para los escritores nacionalistas, la primera, si bien los condiciona, estara fuera de ellos, dado que, dir Chaterjee, no tiene importancia. Lo espiritual, que est adentro, es nuestro verdadero ser; es aquello que es genuinamente esencial. De este modo,
mientras la India pudiera conservar la singularidad espiritual de su cultura, poda hacer las concesiones necesarias para adaptarse a los requerimientos del moderno mundo material sin perder su verdadera identidad.
La preservacin del campo espiritual como territorio soberano,
aunque alterable, se vuelve entonces, fundamental para comprender el nacionalismo anticolonial en India por fuera de la normalizacin cultural
del capitalismo impreso, tal como lo demuestra el autor en el campo de la
lengua nativa y las artes.
Posiblemente, la mayor osada del planteo de Chaterjee radique en
cuestionar el concepto de sociedad civil, el nuevo dogma liberal de la
participacin que, en tanto ficto, se vuelve una nueva estrategia de gobernabilidad.
Al polemizar con Charles Taylor afirm que los ciudadanos habitan en el dominio de las teoras liberales, y las poblaciones, en el de las
polticas pblicas, bajo lo que Nicholas Dirks denomin el Estado etnogrfico. Mientras la sociedad civil, restringida a un pequeo sector de
ciudadanos ilustrados, representara el punto culminante de la modernidad y de los ideales ficticios de libertad e igualdad, la sociedad poltica, tal como la entiende Chaterjee, es el descenso al corazn de las tinieblas en el que el nuevo rival de la modernidad son las formas de la democracia.
En esas zonas oscuras, donde rige el principio de la desigualdad,
la diferencia y la lgica de la cuenta, se desenvuelven la cultura lumpen,
la movilizacin de los desclasados, de los sujetos refugiados: campesinos
sin tierra, personas sin techo, trabajadores eventuales que transgreden
la legalidad para sobrevivir, y cuyos reclamos ya no pueden ser ignorados
por el Estado. Esos subalternos imaginan de otro modo la nacin. Ese
modo otro, tiempo otro que se sustrae del discurso occidental universalizante postula, en definitiva, la disputa por el tiempo, la posibilidad de
decidir por nosotros mismos. Foucault lo nombr como heterotopa.
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Y Chaterjee lo recupera para nuestra contemporaneidad. Los actos de resistencia de la mayora del mundo moderno ya no podrn ocurrir antes
de tiempo.
A continuacin me detendr en la fundacin del Grupo de Estudios Subalternos Latinoamericanos, cuya finalidad fue establecer un dilogo sur-sur con los subalternistas de la India. Este proyecto present limitaciones que intentar resear y que se refieren bsicamente a nuestra
identidad latinoamericana.
El Grupo de Estudios Subalternos Latinoamericanos (1998)
El Grupo de Estudios Subalternos Latinoamericano, conformado
por un grupo de investigadores pertenecientes a universidades norteamericanas, fue fundado por John Beverley, Robert Carr, Ileana Rodrguez,
Jos Rabasa y Javier Sanjins, a comienzos de la dcada del noventa como una reflexin sobre la funcin poltica del Latinoamericanismo en la
universidad y en la sociedad norteamericana.
Segn el Manifiesto,
se empieza a levantar la sospecha de que los Area Studies y, en particular,
los Latin American Studies han operado tradicionalmente como discursos
inscritos en una racionalidad burocrtico-acadmica que homogeniza las diferencias sociales, econmicas, polticas y sexuales de las sociedades latinoamericanas. El Latinoamericanismo, esto es, el conjunto de representaciones tericas sobre Amrica Latina producido desde las ciencias humanas y sociales,
es identificado como un mecanismo disciplinario que juega en concordancia
con los intereses imperialistas de la poltica exterior norteamericana. El ascenso de los Estados Unidos como potencia vencedora en la Segunda Guerra
Mundial, los programas de ayuda econmica para la modernizacin del Tercer Mundo, la globalizacin posmoderna del American way of life en la poca del capitalismo tardo, la poltica de lucha contra la expansin del comunismo en el sur del continente: todos estos factores habran jugado como condiciones emprico-trascendentales de posibilidad del discurso latinoamericanista en la universidad norteamericana (1998: 1).
Los miembros del Grupo Latinoamericano de Estudios Subalternos piensan que las teoras de Said, Bhabha y Spivak, y especialmente las
contribuciones de Ranajit Guha y del Grupo, podran colaborar en la renovacin poscolonial del Latinoamericanismo. Pues, como ocurre con la
historiografa oficial de la India, tambin en los Estados Unidos se opera
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con una serie de representaciones literarias, filosficas y sociolgicas sobre Latinoamrica que ocultan las diferencias. El proyecto terico-poltico del grupo va dirigido, entonces, hacia la deconstruccin de tales
epistemologas y hacia la apertura de nuevos espacios de accin poltica
(Beverley 1996: 275). Se busca articular una crtica de las estrategias epistemolgicas de subalternizacin desarrolladas por la modernidad para, de
este modo, recortada la maleza, encontrar un camino hacia el locus enuntiationis desde el que los sujetos subalternos articulen sus propias representaciones (Castro Gmez, 1998).
El subalterno en los estudios latinoamericanos
Los lmites de la historiografa elitista en relacin con el subalterno, denunciados por el Grupo de India hacia 1980, haban sido trabajados por los latinoamericanistas desde haca dos dcada (1960). Para el
Grupo Latinoamericano, detrs de la conceptualizacin del subalterno
subyace la necesidad de repensar la relacin entre el Estado, la nacin y
el pueblo a partir de las tres grandes transformaciones que tambin han
moldeado el rea de los Estudios Latinoamericanos: las revoluciones mexicana, cubana y nicaragense (1998).
Segn el Manifiesto Inaugural publicado en 1998, el
proyecto de crear un Grupo Latinoamericano de Estudios Subalternos, tal
como el que estamos proponiendo, representa tan solo un elemento, crucial
sin embargo, al interior del campo emergente y mucho ms amplio de los estudios culturales latinoamericanos; () en la nueva situacin de globalizacin,
el significante Latinoamrica hace referencia tambin a un conjunto de fuerzas sociales al interior de los Estados Unidos, que se han convertido ya en la
cuarta o quinta (entre veinte) nacin de habla espaola ms grande del mundo (p. 23).
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las del Cinema Nuovo brasileo y del ICAIC cubano, el concepto de cine popular desarrollado en Bolivia por Jorge Sanjins y el grupo Ukamu, el teatro de creacin colectiva en Colombia, el teatro Escambray
en Cuba y movimientos afines en los Estados Unidos, como el teatro
campesino. El sujeto de la historia no fue puesto jams en duda, como
tampoco la idoneidad de sus representaciones (tanto en el sentido mimtico como poltico) por parte de las sectas revolucionarias, por las nuevas
formas de arte y cultura, o por los nuevos paradigmas tericos, como la
teora de la dependencia o el marxismo althuseriano (p. 12) .
Segunda etapa: 1968-1979
La crisis del modelo protagnico de la revolucin cubana empieza con el colapso de la guerrilla del Che Guevara en Bolivia y de los focos guerrilleros a finales de los sesenta; un colapso basado en parte sobre
la separacin existente entre estos focos y las masas que ellos buscaban
impulsar hacia la accin revolucionaria (Una imagen muy vvida de esto
proviene del mismo Che Guevara, quien en su Diario reconoce la falta de
apoyo por parte de la poblacin campesina de lengua Aymar que l estaba tratando de organizar).
La Nueva Izquierda en los Estados Unidos, el movimiento antiblico, el Mayo francs y las manifestaciones de los estudiantes mexicanos frente a la matanza de 1968 en Tlatelolco, sealan la aparicin del
estudiantado como actor poltico en el escenario mundial, desplazando a
los tradicionales partidos social-demcratas y comunistas (p. 13).
Tercera etapa: los aos ochenta
La revolucin nicaragense y la importante difusin terica y prctica de la
Teologa de la Liberacin se convirtieron en fuentes primarias de referencia
durante esta etapa. Las palabras clave fueron cultura, democratizacin,
globalizacin y algunos post (postmarxismo, postmodernismo, postestructuralismo). En concordancia con la emergencia de proyectos como el
Grupo de Estudios Subalternos o el Centro de Estudios Culturales en Birmingham, dirigido por el jamaiquino Stuart Hall, los latinoamericanistas empezaron a criticar la persistencia de sistemas coloniales o neocoloniales de representacin en Amrica Latina (cf. Rama, 1984). Este es precisamente el momento en que emergen los estudios culturales en la universidad anglo-americana (p. 22).
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En la dcada del setenta, cuando el enfoque dependentista representado por Cardozo y Faletto en su famoso libro Dependencia y desarrollo en Amrica Latina, de los aos 1960 era conocido y discutido en
el mbito intelectual latinoamericano, se acu el trmino colonialismo
interno, utilizado por primera vez en el contexto latinoamericano por
el agrnomo francs Ren Dumont en Colombia (Rutledge, 1987: 24).
Pablo Gonzlez Casanova (1963) postula que la relacin entre el centro
y la periferia liga lo avanzado y lo atrasado. Son distintos los mecanismos de dominacin poltica y explotacin econmica con los que Casanova describe la discriminacin jurdica y lingstica. Apartndose de la
posicin dualista, seal que esta relacin es distinta de la de la clase, en
la que incide la relacin campo-ciudad. Se trata de sociedades con distintos tipos de estratificacin internas: en las sociedades mestizas e indgenas encontramos propietarios y trabajadores sin propiedad, diferenciadas tnicamente, y la heterogeneidad es resultado de un hecho histrico
de violencia original. La discusin que se abre all es si esa forma adquiere rasgos no clasistas. Rodolfo Stavenhagen (1972) demuestra que la situacin de colonialismo interno da cuenta de una dominacin de clase
que logra absorber a las relaciones intertnicas debilitando la integracin
nacional. Para este autor, la dependencia de Amrica Latina es no slo
econmica, sino intelectual y cultural. Conocida como Teora del Colonialismo Interno, niega esa falta y destaca la explotacin que subyace
a la integracin existente entre zonas pobre y ricas. Hay total incorporacin de las reas pobres de Amrica Latina al sistema capitalista basado en la explotacin. As, el atraso es visto como el resultado del tipo de
integracin. En este contexto, Eric Wolf cuestion las tesis de Redfield:
la sociedad industrial y el mercado modifican las relaciones econmicas
en el campo. La incorporacin de los campesinos de Amrica Latina al
mercado capitalista mundial no le acarrear necesariamente una elevacin de sus estndares de vida si la relacin contina perpetuando la dependencia.
Tales posiciones fueron paradigmticas, y conocidas las polmicas
como la de Dobb/Sweezy de los aos cincuenta, a propsito del carcter
predominantemente feudal o capitalista de lo que dio en llamarse el
modo de produccin colonial, debatido por Puiggrs, Andr Gunder
Frank y Laclau. Aunque el debate se zanj, segn Grner, definiendo como modo de produccin no consolidado al modo de produccin colonial, su importancia estriba en el cuestionamiento a las categoras eu116
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1. El de los latinoamericanistas, que buscaba aprovechar las teoras poscoloniales para una nueva lectura de los textos pertenecientes al perodo colonial hispanoamericano (podemos ubicar
aqu a Seed, a la nicaragense Ileana Rodrguez, Mignolo, Mendieta, Coronil, Castro Gmez, Klor de Alva, Von der Walde,
etctera). En este nuevo marco, estos pensadores consideran
que las teoras poscoloniales producidas por estudiosos procedentes del antiguo imperio britnico, podran ser aprovechadas en el contexto latinoamericano para hacer visibles a los sujetos subalternos del continente.
2. El de aquellos que, como Hugo Achgar, Nelly Richard y Mabel Moraa, criticaban el uso de las categorizaciones extranjeras
y el descreimiento de las tradiciones del pensamiento latinoamericano. As, segn Achgar, los tericos poscoloniales entendieron que se poda extender sin ms al conjunto del planeta [esa perspectiva particular]. No tuvieron en cuenta que Amrica Latina funciona como categora del conocimiento, por lo
menos desde hace ms de un siglo, y que tanto la revisin como
la crtica de dicha nocin ha sido y es constante (1998: 276).
De acuerdo con la arqueologa de Mignolo, las teoras postoccidentales empezaron a formularse en Amrica Latina a partir de 1918, es decir, cuando Europa comenz a perder la hegemona del poder mundial. Tericos como Jos
Carlos Maritegui, Edmundo OGormann, Fernando Ortiz, Leopoldo Zea,
Rodolfo Kusch, Enrique Dussel, Ral Prebisch, Darcy Ribeiro y Roberto
Fernndez Retamar consiguieron deslegitimar epistemolgicamente el discurso hegemnico y colonialista de la modernidad, que procuraba impulsar el
trnsito de Amrica Latina hacia la modernizacin tecnolgica de la sociedad (Castro Gmez, 1998).
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En este sentido, se plantea fortalecer el camino iniciado por el Grupo Sudasitico de Estudios Subalternos estableciendo una diferenciacin
entre una crtica postcolonial (o una crtica de la modernidad desde el
Sur Global) en oposicin a la crtica postmoderna del Grupo Latinoamericano de Estudios Subalternos (una crtica de la modernidad desde el
Norte Global) (Mignolo, 2000). Estos debates, al decir de otro integrante del Grupo, Ramn Grosfoguel (2006: 20). nos dejaron en claro la necesidad de descolonizar no slo los Estudios Subalternos, sino tambin
los Estudios Poscoloniales.
En efecto, ms recientemente en Amrica Latina surgi una nueva
corriente de pensamiento: el Pensamiento o Giro decolonial.
El grupo de acadmicos autodenominado Programa de Investigacin Modernidad / Colonialidad es transdisciplinario y, aunque se encuentra anclado en Latinoamrica, no corresponde propiamente a esta
geografa, sino a sitios en red en algunos centros acadmicos, como Quito, Bogot, Durham-Chapell Hill, Ciudad de Mxico y, ms recientemente, Berkely. Se inscribe en una genealoga de pensamiento que incluye la Teologa de la Liberacin (1960 y 1970), debates en filosofa y ciencia social latinoamericana (Enrique Dussel, Roberto Kusch, Orlando Fals
Borda, Pablo Gonzlez Casanova, Darcy Ribeiro), teora de la dependencia, las discusiones de los aos ochenta sobre modernidad y postmodernidad y, en 1990, sobre la hibridez en la antropologa y los estudios culturales, y el grupo latinoamericano de estudios subalternos en Estados
Unidos (Escobar, 2003). Este autor identifica como principales figuras intelectuales a Enrique Dussel, Anibal Quijano y Walter Mignolo.
Para el grupo, este es un paradigma otro, una manera diferente
del pensamiento, en contrava de las grandes narrativas modernistas la
cristiandad, el liberalismo y el marxismo localizando su propio pensamiento en los bordes mismos de los sistemas de pensamiento e investigaciones hacia la posibilidad de modos de pensamiento no-eurcntricos
(Escobar, 2003: 54). Para este Programa, el origen de la modernidad es la
conquista de Amrica y el control del Atlntico despus de 1492, desplazando as los mojones europeos:
La conquista y colonizacin de Amrica es el momento formativo en la creacin del Otro de Europa (Escobar, 2003: 60).
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La idea de colonialidad del poder es tributaria del conocido socilogo peruano Anbal Quijano. Para este autor, el sistema-mundo moderno es organizado mediante la colonialidad del poder, caracterizada
por el capitalismo y el eurocentrismo.50 Remite a la idea de Encubrimiento de Amrica (Lander, 2000), al hecho de que fueran capaces de difundir y de establecer esa perspectiva histrica como hegemnica dentro
del nuevo universo intersubjetivo del patrn mundial de poder (Quijano, 2003: 203). Para este autor, el actual patrn de poder mundial es el
primero efectivamente global, dado que todas las reas de la existencia social estn controladas por instituciones hegemnicas universales, tales como la empresa capitalista, la familia burguesa, el Estado nacin y el eurocentrismo. A su vez, la relacin entre las instituciones hace del patrn de
poder un sistema que cubre la totalidad de la poblacin del planeta. De
esta forma se constituye el primer sistema-mundo global conocido, mediante dos procesos histricos:
1. La clasificacin a travs de la idea de raza de los conquistadores
y conquistados, en primer lugar, y luego, de toda la poblacin
mundial.
2. La articulacin de todas las formas histricas de control del trabajo.
La codificacin de las diferencias entre conquistadores y conquistados en la
idea de raza, una supuesta estructura biolgica que puso a algunos en una
situacin natural de inferioridad con respecto a otros. Los conquistadores
asumieron esta idea como el elemento fundamental y constitutivo de las relaciones de dominacin que impuso la conquista (). El otro proceso fue la
constitucin de una nueva estructura de control del trabajo y sus recursos,
junto a la esclavitud, la servidumbre, la produccin independiente mercantil y
la reciprocidad, alrededor y sobre la base del capital y del mercado mundial
(2000b: 533).
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La particularidad del patrn europeo es la de estructurar la divisin del trabajo en el capitalismo moderno con la clasificacin racial de la
poblacin mundial.
En Amrica la idea de raza fue un modo de otorgar legitimidad a las relaciones de dominacin impuestas por la conquista (). Desde entonces ha demostrado ser el ms eficaz y perdurable instrumento de dominacin social universal, pues de l pas a depender inclusive otro igualmente universal, pero ms
antiguo, el inter-sexual o de gnero, los pueblos conquistados y dominados
fueron situados en una posicin natural de inferioridad y, en consecuencia,
tambin sus rasgos fenotpicos, as como sus descubrimientos mentales y culturales (Quijano, 2003: 203).
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Siguiendo esta conceptualizacin, Ramn Grosfoguel (2006) diferencia colonialismo (que refiere a aquellas situaciones coloniales impuestas por la presencia de una administracin colonial, como en el perodo del colonialismo clsico) de colonialidad (trmino empleado para sealar las situaciones coloniales en el perodo actual, en las que las
administraciones coloniales han sido erradicadas casi por completo del
sistema mundo capitalista). De esta forma, el carcter colonial est caracterizado por la opresin / explotacin cultural, poltica, sexual y econmica de grupos subordinados racializados / tnicos por parte de grupos
raciales / tnicos dominantes, independientemente de la existencia de administraciones coloniales. Desde este anlisis, con la descolonizacin jurdico-poltica slo pasamos de un perodo de colonialismo global al
actual perodo de colonialidad global.
El Programa de Investigacin Modernidad / Colonialidad concluye que no hay modernidad sin colonialidad, siendo esta ltima constitutiva de la primera; la unidad analtica propia para el anlisis de la modernidad es la modernidad / colonialidad, y la diferencia colonial es espacio epistemolgico y poltico privilegiado (Escobar, 2003: 61).
Quijano considera que las cuestiones que esa historia permite y
obliga a abrir no pueden ser indagadas, mucho menos contestadas, con el
concepto eurocntrico de modernidad (2003: 215), debido a que la modernidad es de carcter colonial desde su origen: en efecto, en tanto perspectiva de conocimiento se hace mundialmente hegemnica colonizando y sobreponindose a todas las dems, en Europa y en el resto del mundo (2003: 219). La colonialidad y los proyectos decoloniales son constitutivos de la modernidad. El fin de la Guerra Fra termin con el colonialismo de la modernidad, pero dio inicio, para estos autores, al proceso de
la colonialidad global. De este modo, preferimos hablar del sistemamundo europeo / euro-norteamericano capitalista / patriarcal moderno /
colonial (Grosfoguel, 2005) y no slo del sistema-mundo capitalista,
porque con ello se cuestiona abiertamente el mito de la descolonializacin y la tesis de que la posmodernidad nos conduce a un mundo ya desvinculado de la colonialidad.
En efecto, tambin Grosfoguel destaca la multiplicidad de formas
de dominacin, y prefiere no hablar de sistema capitalista por su connotacin especficamente econmica. En su reemplazo, propone una
perspectiva que contemple las relaciones de dominacin, raciales, sexuales, espirituales, epistmicas y de gnero, as como econmicas y polti123
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cas. De esta manera, caracteriza al sistema-mundo como europeo / euronorteamericano, moderno / colonial, capitalista / patriarcal, y demuestra
las mltiples jerarquas impuestas que no se visualizan desde el enfoque
economicista del paradigma eurocntrico. As, se refiere a jerarquas de
clase, a una divisin internacional del trabajo entre centros y periferias, a
un sistema inter-estatal global de organizaciones e instituciones polticomilitares, a una jerarqua etno / racial global, de gnero, sexual, espiritual,
epistmica y lingstica. Consecuentemente, en la posicin dominante de
todas estas jerarquas se halla el hombre / europeo / capitalista / militar /
patriarcal / blanco / heterosexual / masculino.
Actualmente experimentaramos, segn esta corriente, una transicin del colonialismo moderno a la colonialidad global.51 Mignolo
(2007: 27) define de este modo la decolonialidad como concepto y como
energa:
El concepto decolonialidad que presentamos en este libro resulta til para
trascender la suposicin de ciertos discursos acadmicos y polticos, segn la
cual, con el fin de las administraciones coloniales y la formacin de los Estados-nacin en la periferia, vivimos ahora en un mundo descolonizado y poscolonial. Nosotros partimos, en cambio, del supuesto de que la divisin internacional del trabajo entre centros y periferias, as como la jerarquizacin tnico-racial de las poblaciones, formada durante varios siglos de expansin colonial europea, no se transform significativamente con el fin del colonialismo y
la formacin de los Estados-nacin en la periferia. () Desde el enfoque que
aqu llamamos decolonial, el capitalismo global contemporneo resignifica,
en un formato posmoderno, las exclusiones provocadas por las jerarquas epistmicas, espirituales, raciales/tnicas y de gnero/sexualidad desplegadas por la
modernidad. De este modo, las estructuras de larga duracin formadas durante los siglos XVI y XVII continan jugando un rol importante en el presente.
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Esta energa implica identificarse con los movimientos de descolonizacin en la rebelin de Tupac Amaru, la revolucin haitiana de 1804,
los movimientos anticoloniales de los aos sesenta, opuestos a las fuentes
convencionales, como las revoluciones francesa y estadounidense (Escobar, 2003: 61).
Para estos autores, el carcter multicultural de las sociedades comporta la necesidad de una forma de organizacin social que no excluya las
diferencias centralizndose en una entidad hegemnica como el Estado
nacin. A su vez, la conceptualizacin de la colonialidad del poder en
tanto patrn de poder que excede al aparato burocrtico administrativo
del Estado nacin obliga a replantear las estrategias para la transformacin social. En este sentido, plantea Grosfoguel retomando a Quijano, un
proceso de democratizacin social y poltica requiere la apertura de mbitos de autoridad pblica no estatales y privados sociales, no necesariamente subsumidos a la lgica del mercado.
Quijano establece un paralelismo entre la colonizacin externa que
se produce en Amrica (otorgando gran valor al descubrimiento) con el
colonialismo interno que sufren los distintos pueblos europeos tras la
formacin de los Estados nacin:
Comenz como una colonizacin interna de pueblos con identidades diferentes, pero que habitaban los mismos territorios convertidos en espacios de
dominacin interna, es decir, en los mismos territorios de los futuros Estados
nacin. Y sigui paralelamente a la colonizacin imperial o externa de pueblos
que no slo tenan identidades diferentes a las de los colonizadores, sino que
habitaban territorios que no eran considerados como los espacios de dominacin interna de los colonizadores (Quijano, 2000).
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criminacin genrica o de clase. Empero, creo que pasan por alto cun importante es la metfora-concepto mujer para el funcionamiento de su discurso.
Con esta consideracin llevar a trmino el conjunto de mi argumento. En
cierta lectura, la figura de la mujer es ampliamente instrumental al cambio de
funcin de los sistemas discursivos, como es el caso en la movilizacin insurgente. Nuestro grupo rara vez se plantea los problemas de la mecnica de esta instrumentalidad. Para los insurgentes, en su mayora masculinos, la femineidad es un campo discursivo tan importante como la religin (1997:
25).
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II PARTE