Blavatsky, Helena - La Estrella de Seis y La de Cinco Puntas
Blavatsky, Helena - La Estrella de Seis y La de Cinco Puntas
Blavatsky, Helena - La Estrella de Seis y La de Cinco Puntas
Helena Blavatsky
Los más famosos kabalistas occidentales, tanto de la Edad Media como de la Moderna,
representan o simbolizan el Microcosmos por medio del pentagrama o estrella de cinco
puntas, y el Macrocosmos por el doble triángulo o estrella de seis puntas. Eliphas Levi (el
abate Constant) y creemos que también Kunrath, uno de los más insignes ocultistas de
pasados tiempos, dan la razón de ello.
Los genuinos kabalistas occidentales saben que el Espíritu y la Materia están simbolizados
por los respectivos colores de los dos triángulos enlazados, sin relación alguna con las
líneas o lados de los triángulos.
El filósofo kabalista y hermético considera trino todo cuanto existe en la Naturaleza; cada
cosa es una multiplicidad y una Trinidad en la Unidad, por lo que representa estos aspectos
por medio de figuras geométricas. Dice Platón que “Dios geometriza ”. Los Tres Rostros
kabalísticos son las Tres Luces y las Tres Vidas de Ain –Suph (el Parabrahman de los
occidentales) llamado también el invisible Sol central. El Universo es su Espíritu, Alma y
Cuerpo, sus Tres emanaciones.
Así vemos que, con leve variación, la simbología occidental es la misma que la de los arios.
El doble triángulo que simboliza el Macrocosmos o Universo mayor entraña las ideas de
Unidad, de Dualidad (en los dos colores y los dos triángulos) de Espíritu y Materia, de
Trinidad, de la Tetraktys pitagórica, del cuadrado perfecto, hasta el dodecágono y el
dodecaedro.
Los tres lados de los triángulos simbolizan para los ocultistas, lo mismo que para los arios,
el Espíritu, la Materia y la Naturaleza intermedia (identificada en su significado con el
espacio), así como también simbolizan las Energías Creadora, Conservadora y Destructora
representadas en las Tres Luces.
El doble triángulo de los kabalistas está inscrito en un círculo formado por una serpiente
que se muerde la cola (el emblema egipcio de la Eternidad) y a veces en un sencillo círculo
geométrico.
La única diferencia entre los símbolos oriental y occidental del doble triángulo –según
explica Krishna Shankar Laishankar en el artículo publicado con el mismo título que el
presente– consiste en omitir el profundo significado de lo que dicho autor llama el Cenit y
el Cero.
Según los kabalistas occidentales, el vértice superior del triángulo blanco se pierde en el
Cenit 1, en el Mundo de pura Espiritualidad o inmaculado Espíritu, mientras que el vértice
inferior del triángulo negro se pierde en el nadir y simboliza, según prosaica expresión de
los ocultistas medievales, la materia grosera, los desechos del Fuego Celestial (el Espíritu)
caídos en el vórtice de aniquilación, en el mundo inferior, donde las formas y la vida
senciente se dispersan para retornar a su fuente originaria, la Materia Cósmica. Según las
enseñanzas puránicas, el punto central “es la sede de Brahma Avyakta o Divinidad
inmanifestada”.
Por lo tanto, es erróneo decir que el doble triángulo sólo simboliza el Espíritu y la Materia,
pues contiene muchos otros símbolos. Dice nuestro crítico: Si el doble triángulo sólo
representa el Espíritu y la Materia, no se explica ni se rebate la objeción de que con dos
lados no es posible trazar un triángulo, ni que el Espíritu y la Materia estén simbolizados
por la distinción de blanco y negro de dos triángulos.
La idea cardinal de los pitagóricos era que, bajo las fuerzas y cambios fenomenales del
Universo, subyace un permanente principio de Unidad. Los Sagrados Números de dicha
escuela no incluyen el Dos o la Duada, pues los pitagóricos no reconocían este número ni
como idea abstracta, fundándose en que geométricamente es imposible construir una figura
con sólo dos líneas rectas; por tanto no puede identificarse el número dos con ninguna
figura geométrica plana o sólida para simbolizar la Unidad en la multiplicidad, como puede
simbolizarla una figura poligonal. Así es que los pitagóricos no consideraban el Dos como
Número Sagrado, porque representado en geometría por dos líneas horizontales = y en
numeración romana por dos verticales II, y careciendo la línea de anchura y profundidad,
sin otra dimensión que la longitud, era necesario añadirle al dos otra unidad para emplearlo
simbólicamente en figura de triángulo.
Así resulta evidente por qué los herméticos emplearon dos triángulos enlazados para
simbolizar el Espíritu y la Materia (el Alfa y el Omega del Kosmos) y representaron el
triángulo que simboliza el Espíritu de color blanco y el de la Materia, de color negro. En
cuanto a la pregunta de que si el vértice del triángulo blanco que se dirige hacia arriba
simboliza el Espíritu,¿qué simbolizan los otros dos vértices del triángulo blanco?,
responderemos que, según los kabalistas, simbolizan el Espíritu caído en la generación, es
decir, la pura Chispa Divina mezclada ya con la materia del mundo fenomenal.
La misma explicación conviene al simbolismo de los dos vértices de la base del triángulo
negro, cuyo tercer vértice representa la progresiva densificación de la Materia.
Por otra parte, decir que “toda idea de ascenso y descenso, de arriba y de abajo en el
sublime concepto del Kosmos no sólo es repulsiva sino falsa”, equivale a negar la
posibilidad de que una idea abstracta esté simbolizada por una imagen concreta.
Entonces,¿Por qué no invalidar toda clase de signos, incluso los de Vishnu y las eruditas
explicaciones puránicas que de ello nos da el autor? Lo anteriormente expuesto da la clave
de la fórmula pitagórica de la Unidad en la multiplicidad, del Único manifestado en
muchos.
Decimos en Isis sin Velo: “El Universo es la combinación de mil elementos; y sin embargo
la expresión de un solo Elemento: del Espíritu o Absoluta Armonía. Es un caos para los
sentidos y un perfecto Kosmos para la razón”.
Pitágoras aprendió filosofía en la india y de aquí la similitud entre las ideas fundamentales
de los antiguos Iniciados brahmánicos y las de los pitagóricos. Al definir al Shatkon dice el
autor que “representa el gran Universo (Brahmanda), el ilimitado Mahakasha, con todos los
mundos estelares en él contenidos”. Con esto no hace más que repetir, en diferentes
palabras, la explicación dada por Pitágoras y los filósofos de la estrella hexagonal o doble
triángulo, como anteriormente indicábamos.
En cuanto a los restantes tres puntos de los dos triángulos, los tres lados de cada uno de
ellos y el círculo en que están inscritos, como quiera que los herméticos simbolizaban todas
las cosas visibles e invisibles, no podían menos que simbolizar completamente el
Macrocosmos.
Los filósofos herméticos u ocultistas, siguiendo los pasos de los antiguos Maestros
pitagóricos, representaron el número Doce en el doble triángulo, el Macrocosmos, e
incluyeron en él el pentagrama o Microcosmos, al que dieron el nombre de Universo
menor.
Dividiendo las doce letras de los ángulos externos en cuatro grupos de tríadas o tres grupos
de tétradas, obtuvieron el dodecágono, un polígono regular de doce lados iguales con doce
ángulos también iguales, que para los antiguos caldeos simbolizaban los doce Dioses
mayores, y para los kabalistas hebreos los diez Sephiroth o Potestades Creadoras de la
Naturaleza emanados de Sephira (la Divina Luz) que era jefe de los Sephiroth, emanada a
su vez de Hakoma, la Suprema e Inmanifestada Sabiduría, y de Ain –Suph el infinito, esto
es, tres grupos de tríadas de Sephiroth, y una cuarta tríada constituida por Sephira, Ain –
Suph y Hakoma, que “no puede comprenderse por reflejo” y que “está oculta dentro y fuera
del cráneo de Rostro Largo”, según consta en el Idra Rabba. La cabeza superior del
triángulo de arriba forma los Tres Rostros kabalísticos que constituyen los doce. Además,
las doce figuras dan dos cuadrados o la doble Tetraktys que en la simbología pitagórica
representan los mundos físico y espiritual. Los dieciocho ángulos internos y los seis
centrales dan además de veinticuatro, dos veces el Sagrado Número Macrocósmico;
también las veinticuatro Divinas Potestades Inmanifestadas.
Dice Jámblico que “las Divinas Potestades se indignan contra quienes revelan la manera de
inscribir en una esfera el dodecaedro, uno de los cinco cuerpos sólidos geométricos,
compuesto por doce pentágonos regulares”.
El pentagrama situado en el centro del doble triángulo da la clave del significado para los
filósofos herméticos y los kabalistas. Tan conocido es este doble signo que se ve en la
entrada de los templos budistas, en las lamaserías y en los relicarios del Tíbet.
Los kabalistas medievales nos dan en sus escritos el significado del doble triángulo con el
pentagrama central. Dice Paracelso: “El hombre es un Microcosmos contenido en el
interior del Macrocosmos, como un feto sostenido por sus Tres principales Espíritus en la
matriz del Universo”.
Estos Tres Espíritus son dobles, a saber: 1º, el Espíritu de los elementos (cuerpo terrestre y
Principio Vital); 2º, el Espíritu de las estrellas (el cuerpo astral y la Voluntad que lo
gobierna); 3º, el Espíritu del mundo espiritual (las Almas animal y Espiritual). El séptimo
Principio es un espíritu casi inmaterial, el divino Augoeides, el Âtma, representado por el
punto central, que corresponde al ombligo humano. Este séptimo Principio es el Dios
personal de cada hombre, según dicen los ocultistas orientales y occidentales.
Al hablar de los cinco triángulos compuestos de cinco veces cinco o veinticinco puntos,
dice el aludido autor que el pentagrama es un “número correspondiente con los veinticinco
elementos constitutivos del ser humano”.
Supongamos que el autor entiende por elementos lo que los kabalistas decían cuando
enseñaban que las emanaciones de las veinticuatro Potestades Divinas e inmanifestadas,
que con el inexistente o céntrico punto son veinticinco, constituyen un perfecto Ser
Humano.
Sin discutir el relativo valor de las palabras elementos y emanación, y teniendo en cuenta la
observación adicional del autor de que “toda la figura” del Microcosmos es “el signo de
Brahma o la deificada Energía Creadora”, resulta esta afirmación incongruente con el
parecer de eminentes herméticos y kabalistas, para quienes las cinco puntas del pentagrama
simbolizan los cinco miembros cardinales del cuerpo humano.
En el Codex Nazaræus, el libro más kabalístico, Mano, el supremo rey de Luz y jefe de los
Eones, emana de sí los cinco Eones que con Mano y el Señor Ferho (la Vida ignota y sin
forma de la que surgió Mano) forman los siete, que simbolizan los siete Principios
constituyentes del hombre. Los cinco inferiores son puramente materiales y semimateriales
y los dos superiores casi inmateriales y espirituales.
De cada uno de los siete Eones surgen cinco refulgentes rayos de luz, y en todos los
antiguos ejemplares del Codex Nazaræus se ve que la cabeza, brazos y pies del hombre,
están simbolizados en las cinco puntas del pentagrama.
NOTAS
1 En la pirámide egipcia tiene el mismo significado. El notable arqueólogo francés, Dr.
Rebold demuestra la gran cultura de los egipcios de 5000 años antes de la Era Cristiana, al
afirmar, apoyado en varias autoridades, que en aquel tiempo existían no menos de treinta o
cuarenta colegios de Iniciados que estudiaban Ciencias Ocultas y Magia práctica.
2 Compárese este concepto de los pitagóricos con el del sistema Sankia de Kapila, en el que
Purusha y Prakriti sólo pueden manifestarse en el mundo sensorio cuando están
combinados tino con otro.