Lo Que No Entra en El Crisol
Lo Que No Entra en El Crisol
Lo Que No Entra en El Crisol
Sergio Caggiano
Caggiano, Sergio
Lo que no entra en el crisol : inmigracin boliviana, comunicacin intercultural y procesos identitarios - 1a ed. - Buenos
Aires : Prometeo Libros, 2005.
206 p. ; 21x15 cm.
ISBN 987-574-054-3
1. Antropologa. 2. Sociologa de la Cultura. 3. Inmigracin Boliviana-Argentina I. Ttulo
CDD 306
ndice
Agradecimientos ....................................................................................... 11
Prefacio / por Alejandro Grimson .............................................................. 13
Introduccin ............................................................................................. 17
Disciplinas y perspectivas ................................................................. 19
Contenido y ordenamiento de los captulos ....................................... 21
Captulo 1. Problemas, conceptos y contextos .................................... 25
Comunicacin e interculturalidad. Los orgenes de un problema ................ 25
Comunicacin intercultural. Hacia la conformacin de un campo .............. 29
Identidades sociales. La emergencia de un interrogante ............................. 34
Las condiciones para la emergencia de la pregunta por las identidades ...... 41
Breve resea de una historia de migraciones .............................................. 49
Hiptesis conclusivas ................................................................................. 57
Captulo 2. Lo que sea ser boliviano. Discursos y disputas imaginarias ... 61
Imgenes de la autopercepcin .......................................................................... 64
Los bolivianos como cerrados........................................................... 64
Los bolivianos como orgullosos ........................................................ 66
Los bolivianos como trabajadores ..................................................... 67
Los bolivianos como estimados por la sociedad receptora .............. 68
Imgenes desde el afuera ................................................................................. 70
Los inmigrantes como conjunto indiferenciado ................................. 71
Los bolivianos como fuera de la ley ................................................ 72
Los bolivianos como trabajadores ..................................................... 73
Los bolivianos como tmidos ............................................................. 75
El trabajo del discurso meditico ............................................................... 76
Establecimiento y orientacin de las metforas ................................. 78
Conformacin del boliviano tpico ................................................. 79
Contextualizacin y encuadre interpretativo ..................................... 81
Valoracin de los actores sociales a travs de la valoracin de
su palabra......................................................................................... 82
Agradecimientos
Comenc a trabajar en esta investigacin algunos aos atrs, gracias a
una Beca de Investigacin de la Universidad Nacional de la Plata. A pesar
de los embates que ha debido y debe soportar (desde fuera y desde dentro) la Universidad Pblica en la Argentina, encontr all, como lo han
hecho y lo hacen otros muchos colegas, el espacio propicio para comenzar mi formacin como investigador. Actualmente, mi tarea de investigacin se concentra en el IDES (Instituto de Desarrollo Econmico y Social). Compruebo y agradezco, tambin aqu, la posibilidad de desarrollar mis actividades sin condicionamientos, y en un estimulante contexto
de cordial rigor acadmico.
Quiero agradecer especialmente al Director de la Tesis que dio origen
a este libro, Jos Emilio Buruca. Su enorme generosidad y su disposicin, puestas a prueba reiteradas veces, la amplitud de sus conocimientos y su capacidad de gua y orientacin, la crtica y la recomendacin
siempre atinadas han sido inestimables para la realizacin de este trabajo.
Las reuniones de trabajo con Elizabeth Jelin y Alejandro Grimson no
slo han sugerido o inspirado algunas preguntas que procuro atender
aqu, ambos han tenido tambin un papel importante en la difcil tarea
de propinar sobre m los ltimos y necesarios empujones hacia la consumacin. Espero poder seguir aprendiendo como hasta ahora. Por todo
lo dems, un agradecimiento general y mltiple a cada uno.
Compartir aos de trabajo con compaeros y amigos deja huellas visibles y encubiertas. Podrn reconocerse en estas huellas algunos de los
miembros del equipo de investigacin de la Escuela Superior de Trabajo
Social de la UNLP: Virginia Ceirano, Marcela Trincheri, Claudia Tello,
Pablo Rodrguez y Sabrina Mora. As tambin Adriana Archenti, tras idas
y vueltas, estar en estas pginas porque ha estado ya en ellas.
En la Red de Investigadores sobre Migraciones Contemporneas en
Argentina (RIMCA), y en otras instancias ms o menos formales de intercambio y trabajo conjunto, he compartido enriquecedoras discusiones
11
Sergio Caggiano
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Prefacio
Este libro condensa una doble presentacin: la de referentes, objetos
y sujetos an no abordados; la de una manera de abordar que es an
infrecuente en nuestro mundo acadmico. Ciertamente, es una presentacin en cuanto libro en la medida en que ste es el producto de un largo
derrotero. Sergio Caggiano y sus estudios sistemticos, persistentes, originales, llevan aos en congresos y en artculos, proponiendo debates, abriendo caminos, desafiando conceptualizaciones establecidas. En cada caso
contribuciones clave que, como deca, esta obra condensa.
Presentacin de lo estudiado y del modo de abordarlo. Es escasa la
percepcin de cun poco explorado ha sido nuestro pas y nuestra regin por estudios vinculados al anlisis cultural, a la antropologa social,
a lo que Elizabeth Jelin llam recientemente los Estudios Socioculturales
del Poder. Ha sido, por ejemplo, deconstruido y criticado el imaginario
nacional que se construy desde fines del siglo diecinueve y principios
del veinte. Actualmente, es comn recoger en la academia y en la calle
crticas vinculadas al evidente fracaso econmico, histrico, de la Argentina. Se insina que esos procesos econmicos y algunos procesos polticos mostraran concluyentemente que debemos asumir que no somos
Europa, sino Amrica Latina. Ausente se encuentra del debate, sin embargo, quines somos y cmo nos imaginamos a nosotros mismos incluso,
permtanme decirlo, ms all de la coyuntura econmica y poltica.
Lo que no entra en el crisol no ha entrado antes (antes de la crisis y del
an incipiente reconocimiento de que no somos un enclave europeo);
tampoco ingresa ahora. Siempre hubo en la Argentina (censados desde
1869 y en cada censo hasta 2001 inclusive) ms del dos por ciento y
menos del tres por ciento de inmigrantes de pases limtrofes. Pero nunca
ingresaron en el imaginario del crisol de razas argentino. Es llamativo:
en Brasil se habla del crisol para referirse a la mezcla entre indgenas,
afro y europeos; en la Argentina la mezcla del crisol se refiere exclusivamente a las razas europeas. El xito de esa construccin imaginaria
puede medirse cuando se asume que en realidad la Argentina tiene pro13
Prefacio
Prefacio
de dificultades comprensivas cuando se genera un encuentro entre personas que son consideradas portadoras que culturas diferentes. Esos estudios no son negados o rechazados en este libro, sino capitalizados desde una perspectiva de la comunicacin intercultural como proceso poltico. No se trata de una diferencia puramente tica o moral, aunque eso
pueda estar presente. Se trata de una diferencia terica con consecuencias interpretativas elocuentes, ya que considerar los malos entendidos
como una consecuencia evitable de cuasi naturalezas humanas diferentes
es contrastante con comprender esos malos entendidos (por no decir los
estigmas, que es obvio) como resultado de la apelacin de los actores a
esas supuestas naturalezas humanas en funcin de relaciones de poder
situacionales y estructurales.
Sobre la base de un amplio material emprico cuidadosamente analizado, Caggiano nos ofrece interpretaciones de los discursos y prcticas
bolivianas y argentinas, con comillas y sin comillas segn los contextos.
Esas interpretaciones avanzan en campos inexplorados, comparan con
investigaciones anteriores, postulando matices interpretativos que pueden ser consecuencia del contexto espacio temporal de los distintos estudios o de diversos nfasis. Pero, adems, Caggiano muestra un amplio
dominio de opciones tericas y nos propone, cuando el anlisis as lo
exige, rearticulaciones y propuestas conceptuales que permiten llevar a
buen puerto su tarea. El lector puede estar seguro de que esta opera prima
ser una referencia no slo como modo de hacer tesis (que lo ser),
sino tambin como una significativa contribucin al campo de los estudios sobre migraciones, sobre identificaciones y sobre comunicacin.
Alejandro Grimson
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Introduccin
Durante la dcada de 1990 en Argentina se volvi comn or expresiones discriminatorias contra los inmigrantes bolivianos, y de otros pases vecinos, de parte de altos funcionarios y representantes de instituciones locales. Un presidente que amenazaba con deportaciones, un canciller que manifestaba su temor de que en poco tiempo el 20% de la poblacin fuera boliviana o paraguaya, un gobernador de provincia (que ms
tarde sera presidente) que pregonaba la defensa del trabajo para los
argentinos y la persecucin de los trabajadores extranjeros ilegales,
legisladores que confeccionaban proyectos de ley endureciendo el ingreso y la legalizacin de inmigrantes y voceros sindicales que exigan mayor
control y represin de la inmigracin son los casos ms emblemticos. En
determinadas circunstancias se incrementaron las inspecciones dirigidas
y las razzias policiales y, de acuerdo con organismos de defensa de los
Derechos Humanos, aument tambin la prctica policial de la detencin por portacin de cara. Tuvieron lugar, por ltimo, actos netamente
xenfobos y de una inusitada violencia, entre los cuales el homicidio de
Marcelina Meneses y los ataques y torturas a quinteros bolivianos en la
provincia de Buenos Aires son slo los casos que recibieron mayor publicidad.
Hubo momentos en que estos actos y manifestaciones deiscriminatorias se intensificaron. Es posible identificar tres escenarios principales: a)
en 1992, con la crisis del sistema de salud y de potabilizacin del agua y
la deteccin de casos de clera y de enfermedades que se suponan desaparecidas del pas desde haca aos; b) en 1994, con el crecimiento del
ndice de desocupacin que alcanz ese ao el 18%; c) en 1999, con las
explosiones delictivas en Buenos Aires y los recurrentes discursos sobre
la inseguridad urbana. En cada uno de estos momentos, los inmigrantes limtrofes (en especial bolivianos, peruanos y paraguayos) fueron
visibilizados como responsables o culpables de los problemas. Presuntamente el clera se originaba en Bolivia, el desempleo en la inmigracin
ilegal y la violencia urbana en la extranjerizacin de la delincuencia.
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Introduccin
Pero esos momentos de intensificacin de la xenofobia y la discriminacin deban tener un sustrato en el cual apoyarse, un fondo sobre el
cual volverse audibles. Qu elementos cotidianos, sin estridencias, eran
el suelo sobre el que se sostenan aquellas expresiones y actitudes? Qu
rasgos de una sociedad que se crea (y cree) ejemplo de buena acogida
a los inmigrantes las haca posibles? En un pas en el que nios y
nias recitan tempranamente para todos los hombres del mundo que
quieran habitar en el suelo argentino1 en ocasiones no parece quedar
claro quienes son todos los hombres. El ttulo de este libro apunta
precisamente a sealar las exclusiones de hecho que acompaan algunas declamaciones universalistas consideradas fundantes de la nacionalidad argentina; a sealar la selectividad de su apertura. Selectividad no solamente respecto de quines no tendran derecho a ingresar en el crisol de razas, sino tambin respecto de las concepciones
y las formas de interrelacin social, y los modos de entender los vnculos entre grupos e individuos que no se dejan contener en esa metfora del crisol que estructura nuestro sentido comn acerca de lo
que nuestra nacin es.
El presente libro es el resultado de una investigacin llevada a
cabo entre los aos 1998 y 2003 que se propuso dar cuenta del proceso de costruccin de identidades sociales entre los inmigrantes bolivianos en la ciudad de La Plata. La comunicacin intercultural como
objeto de estudio y como perspectiva terico metodolgica est ligada
a una concepcin de las identificaciones sociales que, como se ver
ms adelante, busca considerar tanto la autoidentificacin como la
heteroidentificacin. Las formas de recepcin y discriminacin se
vuelven, entonces, un aspecto importante de aquella pregunta. En
rigor, lo primordial es la pregunta por ese espacio que comnmente
el prefijo inter intenta nombrar. Se apunta a las relaciones, y a lo que
esas relaciones producen. Unas veces sern las relaciones entre el discurso de los propios inmigrantes, de los miembros de la sociedad
receptora y de la prensa, otras veces entre instituciones bolivianas e
instituciones locales no bolivianas, etc. Empricamente, la investigacin combina anlisis de discurso con un acercamiento de corte antropolgico. Se trabaj a partir de entrevistas, observaciones y anlisis
de textos de la prensa grfica.
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Disciplinas y perspectivas
Tal como suele suceder con reas que presentan una gran complejidad y mltiples entradas tericas y metodolgicas, y que despiertan diversas preguntas de investigacin en distintos niveles de anlisis, las migraciones son objeto de abordajes multi, trans o interdisciplinarios.
Cada disciplina pone algo sobre la mesa, terica y empricamente.
Los antroplogos nos han enseado a mirar redes y comunidades transnacionales, mientras que los socilogos y los economistas llaman nuestra
atencin sobre la importancia del capital social y el capital humano y
sobre las dificultades del establecimiento y la inclusin de los inmigrantes. Los cientistas polticos nos ayudan a comprender el juego de intereses organizados en la elaboracin de polticas pblicas; junto con los
estudiosos del derecho, nos muestran el impacto que la migracin puede
tener sobre las instituciones de la soberana y la ciudadana. Los historiadores retratan la experiencia migratoria en toda su complejidad, brindndonos la mayor comprensin emptica de las esperanzas y ambiciones de los migrantes. Los demgrafos tienen quiz el mejor acceso emprico al movimiento de personas a travs de las fronteras, y tienen las
herramientas tericas y metodolgicas para mostrarnos qu tanto los
movimientos afectan las dinmicas poblacionales en las sociedades de
envo y de recepcin. (Brettell y Hollifield, 2000: vii)
Ms all del grado de justeza que pueda tener, este prrafo expone
apretadamente algunas de las contribuciones y tareas que se requieren.
Por su parte, el aporte de un estudio de comunicacin intercultural sobre las
migraciones consistir en poner el foco sobre los procesos de construccin de sentido social, esto es, sobre los elementos, mecanismos y lgicas
involucrados en la atribucin de significaciones sociales a determinados
fenmenos, actores, etc. No se trata de una porcin de la realidad sino
de una dimensin comn a cualquier objeto en tanto que social: su dimensin semitica. Esto significa que elementos como los mencionados
en la cita anterior (comunidades, intereses, ciudadana, inclusin
de los inmigrantes, etc.) no pueden entenderse fuera de las significaciones que los actores construyen sobre ellos.
La dimensin semitica no constituye una idealidad ni una instancia
autocontenida. Su importancia reside precisamente en que es parte de
un proceso social total. En este sentido, se entiende la comunicacin
intercultural en el marco de una sociologa de la cultura. Puede decirse, con Williams, que si hemos aprendido a observar la relacin de
cualquier trabajo cultural con lo que hemos aprendido a denominar un
19
Introduccin
sistema de signos (y sta ha sido la importante contribucin de la semitica cultural), tambin podemos llegar a observar que un sistema de
signos es en s mismo una estructura especfica de relaciones sociales:
internamente, por el hecho de que los signos dependan de y eran
formados en las relaciones; externamente, por el hecho de que el
sistema depende de y est formado en las instituciones que lo activan
(y que por lo tanto son a la vez instituciones culturales, sociales y econmicas); integralmente, por el hecho de que un sistema de signos, adecuadamente comprendido, es a la vez una tecnologa cultural especfica
y una forma especfica de conciencia prctica: los elementos aparentemente diversos que en realidad se hallan unificados en el proceso social
material (Williams, 1980: 164; 1997).
Un anlisis desde esta perspectiva requiere des-presentificar las cosas (Foucault, 1991: 78), una ruptura con la evidencia del sentido. Y
esto presupone una posicin crtica del anlisis. Pero no una crtica que
pretenda el develamiento de una verdad oculta. La crtica inherente a
este enfoque estara dada ms bien por la pretensin de demostrar lo que
de construido tiene lo evidente, por hacer patente lo que de producto
histrico tiene aquello que se presenta como producto de las fuerzas de la
naturaleza cuando, en rigor, ha resultado de la naturaleza de las fuerzas
sociales en disputa.
Por otra parte, un estudio de comunicacin intercultural supone la
localizacin y el anlisis de espacios de interlocucin. La construccin
de sentido social es producto de esos espacios en que participan actores
diferentes, con historias, intereses y objetivos tambin diferentes, y muchas veces antagnicos.
La idea de interlocucin refiere tanto a dilogos tcitos o imaginarios como a intercambios efectivos. En el primer caso se trata de los enunciados cruzados, las referencias, reenvos y desacreditaciones mutuas, las
discusiones en ausencia, etc., con que los actores construyen las imgenes acerca de un fenmeno social (en nuestro caso de qu manera inmigrantes, nativos y medios se refieren a la inmigracin, a los inmigrantes,
a los bolivianos en Argentina, etc.). En este plano se procura dar cuenta
de las formaciones discursivas en juego, es decir, partir de lo efectivamente
dicho, y rastrear all las condiciones y las regularidades que han
hecho posible la produccin de tales fenmenos en su calidad significativa (Foucault, 1991). En el segundo caso se trata de estudiar enunciados
y prcticas que responden a otros enunciados y prcticas dirigidos explcitamente entre dos o ms sujetos, grupos o instituciones en un marco
definido de interrelacin (desde interacciones cara a cara entre inmi20
Introduccin
2
Sexo, edad, ocupacin, tiempo de residencia en La Plata, participacin en instituciones de la colectividad, para los inmigrantes; sexo, edad, ocupacin, tipo de
relacin con los inmigrantes, para los miembros de la sociedad receptora.
22
23
Captulo 1
Problemas, conceptos y contextos
Este estudio pone en foco procesos de construccin de identidades (o
mejor, de identificaciones) sociales en condiciones de migracin internacional. Concretamente, se procura dar cuenta de la forma que dichos
procesos adquieren entre inmigrantes bolivianos en el Ro de La Plata. La
referencia emprica resulta de trabajos realizados en la ciudad de La Plata, en la provincia de Buenos Aires. No obstante, recurrir eventualmente a otras investigaciones propias o de otros autores, sobre fenmenos
sociales relacionados que, contrastativamente, puedan echar luz sobre
aqul.
De acuerdo con lo anticipado en la Introduccin, los procesos identitarios pueden ser productivamente abordados desde una perspectiva
comunicacional/cultural. La comunicacin intercultural y los procesos
identitarios, desde esta perspectiva, se presuponen. Examinar uno de los
campos implica involucrarse en el otro. Los estudios en comunicacin
intercultural son relativamente recientes, y no comienzan a multiplicarse
sino en los ltimos aos. Sobre las identidades sociales se han dicho
muchas cosas, y muy diversas entre s. El primero de los campos no ha
sido an suficientemente sistematizado. El segundo ha recibido tantas
sistematizaciones como enfoques distintos. En las pginas siguientes,
entonces, ofrecer los elementos centrales que definen mi posicin terico-metodolgica frente a estas problemticas.
das no se cuenta entre los requisitos necesarios de un proceso comunicacional. Por el contrario, lo que es imprescindible para la comunicacin
es un cierto desfase entre los cdigos de los diferentes polos o nodos de
este proceso. Ciertamente, no hay comunicacin all donde se constata
un hiato cuya amplitud vuelve intil cualquier intento de superarlo.
Pero no es menos cierto que tampoco hay comunicacin en una situacin ideal de analoga o equivalencia absolutas entre las partes. Precisamente, la comunicacin surge donde hay opacidad y no donde hay transparencia. Constituye el movimiento que intenta recorrer una distancia
que es la de ese desfase. La comunicacin procura, siempre de manera
fallada, licuar esa opacidad. La opacidad y, consecuentemente, los malentendidos y las alteraciones son constitutivos de la comunicacin.3
Las primeras investigaciones en este campo (alrededor de la comunicacin entre mquinas), interesadas en la transmisin de informacin de
un punto a otro, tuvieron como una de sus preocupaciones principales
la identificacin (para su reparacin) de las fuentes de ruido que pudieran distorsionar dicha transmisin. Como fondo conceptual y horizonte prctico opera aqu la idea de un movimiento de emisin/recepcin in-mediato. La posibilidad de un intercambio sellado por la transparencia de los lenguajes puestos en juego acta como gua de estas investigaciones. En la extensin que se hizo luego de este modelo a la
comunicacin humana, lo mismo que en muchos trabajos de corte funcionalista, este horizonte conceptual y prctico continu interviniendo
de manera prominente. En esta perspectiva, la eficacia de la comunicacin se medira de acuerdo con el grado en que lo sucedido en la recepcin correspondiese a lo antepuesto en la emisin.
El campo de la comunicacin social experiment momentos de impulso y desarrollo toda vez que se repar en la imposibilidad de alcanzar
aquella transparencia, y se tom el desfase, la distancia, la asimetra no
solamente como un elemento constitutivo del proceso, sino como el lugar hacia el cual dirigir los interrogantes. Se ve en ello el aludido despunte del problema de la interculturalidad en sentido amplio. Bajo diversos conceptos y modos de abordaje que nos permitiran recorrer gran
3
Por esa razn, es siempre un poco inocente, y un poco idealista, el planteo de la imposibilidad de la comunicacin bajo el argumento de la incomprensin. Denunciar que no
existe la comunicacin en la medida en que siempre hay un margen de asimetra, en
realidad se apoya en la misma base terica que se pretende estar atacando: la de la comunicacin como un proceso transparente.
26
4
Puede hallarse tambin una suerte de revisin hecha por el propio autor en Geertz
(1996a, cap. 5).
27
Bourdieu y Waquant, 1995; Grignon y Passeron, 1989). En una direccin similar se diriga el creciente inters en los modos de expresin (o
mejor, configuracin simblica) de lo social del gran arte y de la cultura
popular. Al mismo tiempo, muchos historiadores desarrollaron espacios de investigacin antes relegados (historia de las mentalidades, historia social) que miraban el pasado a la luz de muchas de las inquietudes y
los conceptos antedichos. Y algunas de las categoras metodolgicas ms
celebradas en ese proceso, como la de indicio (Ginzburg, 1989), tenan
antecedentes importantes en la semitica peirceana (Peirce, 1931/1965).
Estas tendencias generales dieron forma a concepciones comunicacionales de la cultura, de acuerdo con las cuales poda definrsela como la
produccin de fenmenos que contribuyen, mediante la representacin
o reelaboracin simblica de las estructuras materiales, a comprender,
reproducir o transformar el sistema social, es decir, todas las prcticas e
instituciones dedicadas a la administracin, renovacin y reestructuracin del sentido (Garca Canclini, 1982: 41).
El movimiento complementario, la culturalizacin de los estudios de
la comunicacin, tom cuerpo con la apertura de estos estudios a reas
de las ciencias sociales antes consideradas ajenas. Diversas perspectivas
fueron enfrentndose a su incapacidad para resolver muchos de los problemas centrales que abordaban. Los enfoques derivados de la teora informacional, por ejemplo, debieron aceptar la estrechez de su mirada
que, en el fondo, segua tecnologizando el proceso de comunicacin y
reduciendo su complejidad sociocultural. Los estudios crticos, a su turno,
percibieron que la crtica ideolgica de los medios masivos, paralizada y
convertida en certeza teleolgica, poda transformarse en un obstculo para
comprender la densidad de lo cultural. En un texto ya clsico, Martn-Barbero seala respectivamente para una y otra de estas perspectivas que, por un
lado, al dejar afuera el anlisis de las condiciones sociales de produccin
del sentido, lo que el modelo informacional elimina es el anlisis de las
luchas por la hegemona, esto es, por el discurso que articula el sentido de
una sociedad (Martn-Barbero, 1991: 223) y que, por otro, de la amalgama
entre comunicacionismo y denuncia lo que result fue una esquizofrenia,
que se tradujo en una concepcin instrumentalista de los medios de comunicacin, concepcin que priv a estos de espesor cultural y materialidad
institucional (Martn-Barbero, 1991: 221).5 La culturalizacin de los es-
5
Hay que indicar que quedan fuera de esta brevsima resea aportes tempranos en direccin a asociar comunicacin y cultura. As, los autores identificados (por Winkin, 1994;
28
29
mas. Al menos tres procesos con caractersticas nuevas (transnacionalizacin comunicacional, mercado mundial de bienes culturales, migraciones
masivas) pusieron en evidencia que mucho de lo que ocurra entre las sociedades no se dejaba leer ni con el asptico modelo del contacto, ni con el
suspicaz paradigma de la dominacin (Garca Canclini, 1995: 30).
Si bien estos desarrollos fueron y son diversos en cada pas, han sido
preocupaciones similares las que los motivaron. Las mismas que han hecho de la comunicacin intercultural un espacio de reflexin e indagacin creciente en los ltimos aos. Los reclamos y reivindicaciones de las
llamadas minoras tnicas, as como las guerras y muchos de sus efectos
(vgr. los refugiados) formaron parte importante de dichas preocupaciones a lo largo de estas dcadas. Cada uno de estos fenmenos problematiz a su modo el contacto y la interaccin con un otro cultural que
poda venir desde afuera de las fronteras nacionales, pero que poda
tambin haber pertenecido desde siempre al adentro. Por otra parte,
debe agregarse como factor de inters por esta rea de conocimiento la
explosin de la comunicacin mediada o mediatizada, la evolucin de
las redes informacionales, la telemtica, etc.
Lo cierto es que desde entonces, y cada vez ms en los ltimos tiempos, son las migraciones internacionales las que se han convertido en
una de las razones principales de este inters en la comunicacin intercultural. La flexibilizacin del mercado laboral a escala mundial, con
la consecuente exigencia de disponibilidad de una mano de obra rotativa, el ensanchamiento de la brecha entre pases (y entre regiones) ricos
y pobres, y el abaratamiento relativo del transporte dan lugar a un cuadro
social en permanente movimiento. Los desplazamientos poblacionales
desde distintos puntos de Amrica Latina a los Estados Unidos, el arribo
a muchos pases europeos de contingentes provenientes de sus ex-colonias en frica, Asia y Amrica, y los traslados ms o menos constantes
entre pases del Tercer Mundo caracterizan esta movilidad. No obstante
algunos autores puedan discutir el carcter novedoso de las migraciones
internacionales, otros confirman la originalidad del fenmeno que denominan migracin postindustrial, en el cual la migracin se habra
convertido en un fenmeno realmente global, puesto que aument el
nmero y la variedad tanto de pases de origen como de pases receptores (Massey, 2004: 11). En este marco, la comunicacin intercultural se
vuelve sustancial no slo como espacio de reflexin y exploracin cientficas, sino tambin de planificacin estratgica y poltica.
Segn distintos criterios, podran definirse varias puertas de entrada a la comunicacin intercultural en general, y a la vinculada a las
30
migraciones internacionales en particular. Mencionar tres que se ofrecen fecundas a la indagacin, y que ya presentan antecedentes firmes.
Una de estas puertas de entrada viene dada por las mltiples instancias de interaccin cara a cara en que se encuentran implicados migrantes y miembros de la sociedad local. Las situaciones concretas de
interaccin son definitorias para comprender la instauracin de determinados tipos de interrelacin y no de otros. Pueden buscarse aportes en
esta direccin en una zona que va desde conceptos generales ya clsicos
definidos por el interaccionismo simblico y la universidad invisible
hasta desarrollos actuales que los complementan y renuevan. Ocupa un
lugar destacado aqu la consideracin de una multiplicidad de lenguajes.
No se tratar nicamente de la comunicacin verbal (predominantemente
simblica), sino que se atender aquello que con poca precisin se ha llamado comunicacin no verbal, y que remite a modos de comunicacin predominantemente icnicos e indiciales. Aportan a esta dimensin, entonces,
la lingstica, as como el anlisis conversacional, la proxmica y la kinsica,
la semitica del espacio, de lo corporal y lo gestual, etc.
Una segunda entrada est constituida por un espacio reconocido como
propio de la comunicacin social: el de los medios masivos. La contemplacin de dicho espacio se vuelve prioritaria toda vez que, en la actualidad, los medios aparecen como uno de los soportes materiales primordiales (con sus lgicas especficas de produccin, circulacin y reconocimiento) para que las imgenes de autorreferencia de la sociedad mayor, y
las imgenes de las llamadas minoras se constituyan. Los medios producen, ponen en circulacin y contrastan muchas de dichas imgenes. Y
llegan a ser fundamentales en el proceso de construccin de alteridades
sociales. Son reconocidos los trabajos que al respecto ha desarrollado
durante los ltimos aos Teun van Dijk para el caso de los medios (grficos, en especial) en Europa, y el tratamiento dado a grupos migratorios
contemporneos (van Dijk, 1997). Tambin deben mencionarse, entre
los estudios de medios desde una perspectiva cultural, S. Hall (1981),
Sodr (1992), Kellner (1994). En nuestra regin, Contursi, Ferro, et al.
(1999), Courtis (2000).
La tercera entrada es la ms genrica:7 la comunicacin intercultural
se interroga por el espacio de concurrencia/competencia (cooperacin y
7
Esto no quiere decir que es ms extensa sino que es cualitativamente diferente a las dos
anteriores. No apunta a un problema o mtodo de investigacin. Apunta a una disposicin
terica que caracterizara a lo que entiendo por comunicacin intercultural. En ese sentido, puede
muy bien incluir trabajos concretos correspondientes a una u otra de las entradas previas.
31
disputa) de y por las significaciones de la realidad social. La comunicacin intercultural consiste en el proceso de interrelacin entre actores
sociales culturalmente distintos, y en el proceso de constitucin o consolidacin de esos actores sociales como tales. Por este camino, la comunicacin intercultural tiene algo que decir acerca de los procesos de negociacin y lucha por el sentido de lo social, y de los mecanismos de configuracin de las clasificaciones sociales. El espacio de interrelacin no
es necesariamente un lugar fsico real de intercambio, sino un territorio
discursivo en el que se imaginan colectivamente la estructuracin social,
sus clivajes, los actores involucrados.8 Esta dimensin, analticamente
construida, posibilita contrastar los discursos de diferentes actores e instituciones sociales. Eventualmente, la circulacin dialogal y conflictiva resultar en representaciones divergentes acerca de las clasificaciones sociales, y el cruce y encuentro de esos discursos estructurarn la percepcin y valoracin de sectores y grupos como propios o ajenos. En este
sentido, la definicin de las migraciones, as como de los agentes que
participan de ellas y de sus intereses respectivos, son el producto de la
dinmica particular de este espacio de produccin de significaciones.
Los espacios de encuentro o concurrencia de los distintos discursos
que procuran dar sentido a una porcin de la vida social, entonces, no se
cien a las situaciones de efectivo intercambio entre dos o ms personas.
Se alude, con mayor amplitud, a zonas de sentido que contienen centralmente un conjunto de temas y motivos compartidos por los participantes
de la comunicacin. Por otro lado, el encuentro en estas zonas temticas
comunes no supone armona o equilibrio. Antes bien, puede tratarse de
espacios en que slo tengan lugar fricciones y tensiones de diferente grado de violencia.9
Estos espacios se acercan a lo que Grimson ha llamado campos de interlocucin. El autor propone este concepto para caracterizar los espacios
nacionales, constituidos como tales en la medida en que se corresponden con la institucin de lenguajes especficos para hacer referencia a la
diferencia y la desigualdad (Grimson, 2000a: 21). Si bien Grimson se
8
Con imaginacin colectiva me refiero a la articulacin colectiva de imgenes y no, claro
est, a un proceso en que se imaginase en grupo.
9
Puede apreciarse que el concepto que manejamos no implica una valoracin inherente de
la comunicacin intercultural. La aclaracin vale para marcar una distancia respecto de
algunos autores que la piensan, en su carcter efectivo o posible, como una situacin
deseable per se, intrnsecamente cordial. En estos casos se verifica una derivacin axiolgica
de la bsqueda ingenua de una comunicacin transparente, criticada anteriormente.
32
concentra en la nacin como campo de interlocucin y, consecuentemente, se interesa por el lugar central que adquiere el Estado como interpelador central, el trmino ser recuperado en estas pginas en su acepcin
ms general, como marco dentro del cual ciertos modos de identificacin
son posibles mientras otros quedan excluidos (Grimson, 2000a: 41).
Deliberadamente, postergu para el final una pregunta prioritaria:
por qu hablar de inter-culturalidad?, qu justifica el prefijo?, cmo
puede establecerse el lmite entre la comunicacin inter e intra cultural?
Nos servira, por ejemplo, el criterio nacional, siempre a mano? Es evidente que reducir las diferencias culturales a este parmetro no conducira a ninguna parte. Pero sera igualmente arbitrario fijar a priori otro
criterio cualquiera para hacerlo. Por otra parte, establecer, bajo el criterio
que fuese, una tipologa de grupos sociales que se considerasen homogneos en su interior y heterogneos respecto de los otros repondra un
viejo riesgo en las ciencias sociales, doblemente embarazoso tratndose
de una interrogacin sobre la comunicacin: perder de vista la dinmica
social, la dinmica de las clasificaciones sociales, y de la demarcacin de
fronteras simblicas entre grupos.
La mayora de los especialistas coinciden en que una respuesta ms
adecuada debe comenzar por la autodefinicin y la autopercepcin de la
situacin por parte de los implicados. Grimson, por ejemplo, sostiene
que las definiciones y acciones de los actores son fundamentales para
precisar cmo ellos mismos conciben una escena comunicativa como intercultural (Grimson, 2000a: 101). Rodrigo Alsina, a su turno, indica que
podemos hablar de comunicacin intercultural como la comunicacin entre aquellas personas que poseen unos referentes culturales tan distintos que
se autoperciben como pertenecientes a culturas diferentes. As, en relacin
con la diversidad cultural, lo que se produce es un fenmeno de atribucin identitaria (Rodrigo Alsina, 1999: 12). No obstante, deben ser sealados dos elementos que agregan complejidad a este asunto.
Por un lado, es preciso sealar que el prefijo inter no seala la relacin entre dos culturas ya definidas (pertenecientes a sus correspondientes dos grupos), sino los efectos de frontera de esa relacin. Indica la
productividad ms que la conectividad de una relacin. Estudiar la comunicacin intercultural significa investigar dispositivos de produccin
(y reproduccin), ms que espacios de encuentro. Esta idea se inspira en
la proposicin de Jameson segn la cual la cultura (...) no es un sustancia o un fenmeno propiamente dicho; se trata de un espejismo objetivo
que surge de una relacin entre, por lo menos, dos grupos. Es decir que
ningn grupo tiene una cultura slo por s mismo: la cultura es el
33
10
Las restantes ramas de trminos estn compuestas respectivamente por autocomprensiones y locacin social, y por comunalidad, conectividad y grupalidad. No nos
detendremos en ellos aqu. Unos parecen reductibles a la categora general de identificacin, otros muestran problemas peculiares cuya atencin nos obligara a un rodeo intil
para los objetivos de estas pginas.
36
11
Dado, por lo dems, que esa completud ausente no puede ser sino un objeto imposible,
el crculo de la encarnacin no puede cerrarse ni estabilizarse de manera definitiva.
37
12
13
38
14
La idea del otro constitutivo es tambin recobrada por Hall (1995 y 1996).
39
15
Refirindose a las nociones clsicas de ciudadana, por ejemplo, Young ha sealado que
diferentes grupos sociales tienen diferentes necesidades, culturas, historias, experiencias y
percepciones de las relaciones sociales que influyen en la interpretacin de su significado
y consecuencias de las propuestas polticas, as como en su forma de razonar polticamente
(...) En una sociedad donde algunos grupos son privilegiados mientras otros estn oprimidos, insistir en que las personas, en tanto ciudadanos/as, deberan omitir sus experiencias
y afiliaciones particulares para adoptar un punto de vista general slo sirve para reforzar ese
privilegio, puesto que las perspectivas e intereses de los privilegiados tendern a dominar
ese sector pblico unificado, marginando o silenciando a todos los grupos restantes (Young,
1996: 106).
40
16
El autor indica que para encarar el tema particular de las diferencias nacionales y tnicas
existen tres formas principales de derechos especiales en funcin de la pertenencia grupal.
Estos son los Derechos de autogobierno, los Derechos politnicos y los Derechos
especiales de representacin.
41
En una direccin convergente, Gillespie sintetiza que (l)as polticas de identidad han
adoptado una mayor importancia en el discurso del posmodernismo, suplantando eficazmente la atencin puesta en las clases polticas por el criticismo cultural de izquierda
(Gillespie, 1997: 45).
18
No se trata del reencuentro de la totalidad perdida. Se trata de un pasaje metodolgicamente indeclinable del todo a los momentos, y de los momentos al todo, que vuelva accesible
el proceso social como tal. Como enseara el joven Lukcs, el objetivo es reconstruir la
totalidad, y en su alusin y por intermedio de ella componer el marco para una comprensin de
los fragmentos sociales que pueda penetrar su fetichizacin (Lukcs, 1985).
42
44
cal, recordando a la vez que el inters central aqu est dado por la conformacin de identidades en procesos migratorios contemporneos.
Desde una perspectiva nacional, que en cierto sentido complementa
la crtica global de iek, se puede subrayar una segunda trampa que la
pregunta ingenua acerca de las identidades puede acarrear. En esta direccin, Segato ha indicado cmo una indagacin acerca de (y una lucha
por) las diferencias puede ser el resultado de una de las ms recientes
imposiciones imperiales: la de una forma peculiar de ejercicio y gestin
de los conflictos. La elaboracin multiculturalista de las disputas sociales
y culturales al modo de los Estados Unidos se extendera a un conjunto
diverso de sociedades. Y as, una particular lgica poltica se extendera
a condiciones y contextos profundamente dismiles.
Segato analiza el papel primordial del estado-nacin en la configuracin de una formacin nacional de diversidad con un estilo propio de
interrelacin entre sus partes. (E)s fundamental comprender que las estrategias de unificacin implementadas por cada estado nacional y las reacciones provocadas por estas estrategias resultaron en fracturas peculiares en
las sociedades nacionales, y (que) es de estas fracturas peculiares que partieron, para cada caso, culturas distintivas, tradiciones reconocibles e identidades relevantes en el juego de intereses polticos (Segato, 1997: 171).
La autora contrasta tres casos. En Argentina, el rasgo central de este
proceso est dado por la presin del estado-nacin para la constitucin
de una cultura singular y homognea, para un aplanamiento de la diversidad cultural que posibilitase forjar una nueva identidad y una nueva
cultura nacionales; en el crisol de razas las razas se fundiran en una
sola, nueva y uniforme. Con Brasil tenemos un modelo de mltiples
interpenetraciones, muchas veces descripto como sincretismo, que dara la posibilidad de la doble afiliacin y que, en rigor, es ms que eso, en
tanto permite una transitividad general entre las diferencias; una suerte de
modelo del multiculturalismo sin etnicidad (Segato, 1997: 180). En los
Estados Unidos, el proyecto nacional y la unidad de la nacin se basaron
en la administracin de la convivencia entre distintos grupos tnicos, y la
pertenencia declarada a una minora es, ms que una posibilidad, una
condicin necesaria de pertenencia a la unidad mayor de la nacin; la
figura del mosaico de razas es la mejor ilustracin aqu.
Se comprende ahora el peligro sobre el que previene Segato. Un traslado ingenuo de las polticas oficiales estadounidenses para encarar la
problemtica de la diferencia, as como de las (necesariamente conectadas) resistencias a estas polticas oficiales, puede implicar el desconocimiento (que es ms que la ignorancia) de las condiciones especficas en
45
que en nuestra sociedad se han dado otras polticas oficiales y otras resistencias.20 En este sentido, el mandato de la diversidad puede convertirse en una suerte de imperialismo suave. La americanizacin, hoy en
da, contiene, entre sus muchos aspectos, el mandato de la etnicizacin o racializacin (Segato, 1997: 171). Porque el problema central es,
a fin de cuentas, que (s)i tenemos una historia particular no podemos
importar nociones de identidad formadas en otro contexto nacional, tenemos que trabajar, elaborar, robustecer y dar voz a las formas histricas
de alteridad existentes. En general, el discurso de la globalizacin nos invita a olvidar ese marco histrico, el de la historia de la nacin y de los conflictos caractersticos y emblemticos de cada sociedad (Segato, 1997: 184).
En sntesis, si la crtica de iek al multiculturalismo como ideologa del
capitalismo multinacional permita ver la base material de la expansin global del capital, la crtica de Segato al rgimen de la equivalencia general que
el multiculturalismo supone y propone hace posible ver el riesgo de un
verdadero exterminio de la experiencia de la alteridad (Segato, 1997: 192).
Por ltimo, continuando este movimiento de especificacin, quisiera
sealar que pensar las dinmicas identitarias entre migrantes provenientes de pases limtrofes o cercanos (como el Per) en Argentina requiere
tener en cuenta una cantidad de factores. Entre ellos, la forma particular
en que los procesos generales de globalizacin/mundializacin se materializan aqu. Es decir, los mecanismos y lgicas que la reproduccin del
capital toma en estas latitudes, en estos aos, as como su vinculacin
con los movimientos poblacionales. Pero ser fundamental tambin considerar las condiciones socioculturales histricas que constituyen la base
sobre la cual tienen lugar y adquieren sentido aquellos procesos.
Mencionar dos factores que estimo primordiales, consciente de no
ser exhaustivo en la enumeracin:21
20
De manera similar, Sodr seala para el caso de Brasil la dificultad de construirse algo
semejante a lo que en los Estados Unidos se designa como poltica de identidad. La
fragmentacin etnocultural norteamericana, que torna posible la cuadriculacin o hasta la
guetizacin identitaria, no se verifica en un pas racialmente ms transigente como el
Brasil (Sodr, 1999: 126, traduccin ma).
21
Hay, entre otros, un tercer factor de gran peso, pero que slo menciono aqu por no
constituir un referente emprico de mi investigacin: la participacin del estado nacional
argentino mediante leyes y normas en los procedimientos clasificatorios que enmarcaron o
enmarcan los procesos de etnicizacin, racializacin, etc., as como en las relaciones entre
nativos y extranjeros (participacin diferente segn se trate de inmigrantes cercanos o de
inmigrantes ultramarinos). Puntualmente, en cuanto a las polticas y normativas migratorias relativas a los inmigrantes de pases vecinos, ver Pacecca (2001). A propsito de la firma
de convenios migratorios internacionales, o de su intento, ver Halpern (2001 y 2002).
46
1- En primer lugar, el ya referido carcter homogeneizador de la formacin de la nacin argentina. El Proyecto que en gran medida se consolida
y lleva a cabo con la Generacin del 80 tena en el mencionado aplanamiento cultural uno de sus pilares principales. Se concibi la idea de un
crisol de razas y se impulsaron las polticas adecuadas para su realizacin.
La forma de procesar la diversidad cultural fue la asimilacin. Las particularidades deban replegarse hasta desaparecer, para dar lugar a la nueva
identidad y la nueva cultura nacionales.22
En conexin con lo anterior puede entenderse la fuerza del modelo
de adscripcin tnica voluntaria que, segn Juliano, es el modelo bsico
de integracin que habra logrado la supremaca, o al menos el mayor
reconocimiento, en nuestro pas. A diferencia de la adscripcin por
nacimiento (en la que el peso recae sobre la descendencia de una familia, linaje o grupo de parentesco), la adscripcin voluntaria implica
una opcin individual y de hecho marca una ruptura con los ascendientes que no han desarrollado la misma eleccin (Juliano, 1987:
98). Este modelo, que se termina de consolidar a principios del siglo
XX, con la absorcin de los hijos de inmigrantes a una sociedad que
se homogeneiza aceleradamente, genera una ideologa voluntarista
del sentido de pertenencia (Juliano, 1987: 97). Asimismo, (l)a opcin asimilacionista individual entra en conflicto con la posibilidad
22
47
de organizar una relacin permanente con otros grupos tnicos considerados en tanto que tales. En este caso los microgrupos (o minoras tnicas) sufren una fuerte presin aculturadora que los pone en
la alternativa de disolverse como entidades significativas, o remarcar
los signos externos de identidad (si el proyecto es mantener la especificidad) (Juliano, 1987: 101). La eventual vigencia de este modelo
(o de alguno de sus trazos sustantivos) es capital para reflexionar acerca
de los procesos identitarios contemporneos.
2- En segundo lugar, una historia social de la recepcin de inmigrantes que, a contramano de lo sostenido por el mito oficial, moldea una
matriz de tensiones y desprecios. Por supuesto, no se trata de invertir el
mito, al modo de una leyenda negra opuesta a una leyenda rosa. Pero
no puede perderse de vista aquella historia de tensiones y desprecios
que, por lo dems, no se reduce a la relacin con los inmigrantes provenientes de otros pases de Amrica Latina sino que supo estar en la base
de la relacin con los inmigrantes ultramarinos, convocados a forjar la
nueva nacin. (Pueden buscarse claros ejemplos de ello en cierta literatura de principios del siglo XX, as como en un discurso cientfico ligado
con la ingeniera social del Estado de entonces pero que iba ms all de
l;23 tambin en nuestra comunicacin cotidiana en la cual, procesados y
con sus aristas desgastadas, conviven estereotipos en distintos eptetos
descalificatorios y en varias imgenes persistentes de nuestro humor domstico.)
Por su parte, la discriminacin respecto de los inmigrantes llegados
desde otros pases de Amrica Latina ha sido explicada muchas veces a
partir de una ideologa europeizante, producto precisamente del efecto que
la inmigracin europea habra tenido en la cultura nacional. Otros autores, apoyando la idea de una racializacin de las relaciones de clase en Amrica Latina (que implicara que las desigualdades de clase se habran configurado desde un comienzo sobre bases raciales), sostienen que sobre
un fondo discriminatorio que lleva ya muchos aos de existencia y que,
en el caso de inmigrantes de las provincias y de pases limtrofes, se ha
23
Slo por mencionar dos ejemplos, cito en el campo literario a Julin Martel: se vean
esos parsitos de nuestra riqueza que la inmigracin trae a nuestras playas desde las comarcas ms remotas (Martel, 1963: 35), y en el campo cientfico a Arturo Ameghino: en
nuestro pas son tan estrechas las relaciones entre inmigracin y degeneracin, que cuando
la curva inmigratoria cay bruscamente de 1914 a 1918, las correspondientes al delito y a
la contravencin cayeron tambin en perfecto paralelismo con aquella (Ameghino, 1935,
citado en Vezzetti, 1983: 223).
48
vuelto habitual (...), en aos cercanos han recrudecido los planteos prejuiciosos, xenofbicos y racistas, cuyo sujeto de desprecio es bsicamente
el mismo que antes, pero ahora enfocado en su condicin de extranjero
(Margulis, 1999b: 29). El maltrato y la discriminacin, en el caso de estos
inmigrantes, se dara sobre la base de una discriminacin general que
tiene como sujeto al mestizo latinoamericano. La tesis de Margulis y la
nocin de una ideologa europeizante tienen estrecha relacin. No obstante,
no son las nicas vas para explicar la discriminacin hacia estos grupos. Por
el momento sealar que la validez de estas argumentaciones parece estar
acotada, en principio, al mbito metropolitano del Ro de La Plata.
24
La mayor parte de estos datos fueron difundidos por la Oficina Nacional de Migraciones
de los Estados Unidos (The International Office For Migration, 1996). Una vasta bibliografa ha tematizado aspectos de las migraciones internacionales a escala planetaria (Castells,
1998; Castles 1993; Castles y Davidson, 2000; Chesnais, 1998; Portes y Borocz, 1992;
Touraine, 1997, cap. V y VI;). Algunos especialistas subrayan la necesidad de comprender
las migraciones en el marco de la globalizacin econmica y las lgicas de reproduccin
del capital (Aragons, 1994). Desde perspectivas no siempre compatibles, otros autores
intentan comprender los efectos que las migraciones y desplazamientos poblacionales
tienen en la cultura y los procesos identitarios, relacionndolos de manera mediada y
compleja con aquel marco global y con las posiciones ocupadas en las relaciones sociales
de produccin (Appadurai, 2001; Miles y Satzewich, 1992; Wallerstein, 1988 y 1996).
Para una sntesis de las teoras sobre las migraciones, Masey (2004).
49
50
Grfico 1*
*
Proporcin de la poblacin extranjera limtrofe y no limtrofe en
relacin a la poblacin total a nivel nacional.
25
51
26
Como en otros procesos migratorios con estas caractersticas, se hace sumamente difcil
ofrecer cifras confiables de la cantidad de bolivianos en la Argentina. El censo de 1991
indic 146.460 bolivianos. Representantes del Estado local suelen sumar a esta cifra alrededor de 700.000 ilegales, lo que resultara en cerca de 1.000.000 de bolivianos. Las
organizaciones de residentes han llegado a hablar de 2.000.000. El Consulado boliviano,
52
Esta inmigracin, en pequea escala en los primeros tiempos, se registra ya a mediados del siglo XIX.27 De acuerdo con Sassone (1988),
podemos diferenciar cuatro grandes etapas en esta migracin. Las dos
primeras, anteriores a la dcada de 1960, estn signadas por lo que se
conoce como migracin estacional. La primera est dada por un proceso
orientado hacia la zafra azucarera de Salta y Jujuy. La segunda, combina
la zafra azucarera con la recoleccin de hojas de tabaco y las cosechas
frutihortcolas. La tercera etapa, entre los sesenta y los setenta, se caracteriza por una mayor cantidad de zafreros en los ingenios de El Ramal, en
Jujuy. Asimismo, segn Karasik y Benencia (1998-1999), por esta poca
se reconoce en los bolivianos una mayor capacidad que en los pobladores locales para ajustarse a un proceso de desplazamiento general desde
El Ramal hacia los Valles jujeos. Esta tercera etapa se caracteriza igualmente por el inicio en la participacin en la vendimia y cosechas frutihortcolas en Mendoza; tambin crece, a la vez, su presencia en el Gran
Buenos Aires. En 1970 puede datarse el comienzo de la cuarta etapa,
caracterizada por una mayor difusin espacial de los asentamientos bolivianos (hacia ciudades del centro y del sur del pas) y una bsqueda de
empleo permanente y ascenso socioeconmico (Mugarza, 1985; Baln,
1990; Giorgis, 1998; Grimson, 1999; Pereyra, 2001).
Por su parte, Zalles Cueto ofrece una periodizacin basada en la legitimacin integral del migrante como sujeto econmico y social. Distingue tambin cuatro momentos: 1) la fase de insercin de zafreros y
cosechadores en las plantaciones del noroeste28 argentino, de 1890 a 1930.
El desarrollo capitalista de las plantaciones habra tentado a indgenas
del Chaco boliviano y campesinos andinos con un sistema monetario de
de 1.200.000. En los medios masivos pueden encontrarse referencias que van desde medio milln hasta un milln. (Pueden hallarse algunas hiptesis interesantes para interpretar la enorme diferencia entre estas cifras en Grimson, 2000c).
27
28
En el texto citado se lee noreste argentino, pero tratndose de las plantaciones en las
provincias de Jujuy y Salta, componentes de la regin del NOA (Noroeste Argentino),
debemos entender que se trata de un error de impresin.
53
retribucin del trabajo; 2) la fase de fijacin laboral a travs de la radicacin migratoria, de 1930 a 1964, caracterizada por acciones tendientes
al establecimiento y la estabilizacin de los trabajadores agrcolas; 3) la
fase de desplazamiento al sur, en especial al Gran Buenos Aires, de 1970
a 1984; 4) la fase de legitimacin ciudadana colectiva, de 1984 al presente, que estara signada por la creacin de organizaciones e instituciones diversas de la colectividad boliviana (Zalles Cueto, 2002).
Pueden observarse diferencias pero tambin coincidencias importantes entre ambas periodizaciones. Un proceso que complementa esta periodizacin muestra el pasaje desde unas primeras etapas con predominio del carcter rural-rural de la inmigracin, hasta las ltimas en que
una parte importante presenta un carcter rural-urbano. Se estima incluso que desde los aos ochenta el proceso es, en parte, urbano-urbano
(Grimson, 1999: 32), aunque no deja de ser por ello importante la participacin de los inmigrantes en actividades agrcolas.
Como se seal, de acuerdo con el Censo Nacional de Poblacin de
1991, en ese ao residan en la Argentina 146.460 bolivianos, mientras
los paraguayos y los chilenos se acercaban al cuarto de milln. Sin embargo, a diferencia de estos y otros casos, los bolivianos registran un incremento cuantitativo entre 1980 y 1991. Por otra parte, cuando desde
1992 hasta 1994 el gobierno argentino dict una amnista que permita
acceder a la documentacin a personas que estuvieran residiendo en el
pas, el grupo ms numeroso de los beneficiados fue el de los bolivianos:
110.253. Prcticamente la mitad del total, el doble que los paraguayos y
cuatro veces ms que los chilenos.
El crecimiento que arrojan los datos censales para la dcada del ochenta
continu en la dcada siguiente. La informacin cualitativa de primera
mano recogida por distintos investigadores (Pereyra, 2001) pareciera confirmar esta tendencia. Segn los dirigentes de la colectividad entrevistados, en la dcada del noventa la inmigracin boliviana habra crecido
en trminos absolutos. Por otra parte, de acuerdo con el Censo de 2001,
los bolivianos han pasado a ser en la actualidad la segunda poblacin
limtrofe asentada en el pas, detrs de la paraguaya.29
29
54
devaluacin del peso. La recesin de la economa, el desempleo (que lleg a cerca del
20%) y la devaluacin (su efecto negativo sobre la tasa diferencial respecto del peso
boliviano) provocaron, segn informantes de la colectividad, el retorno de inmigrantes a
Bolivia. Sin embargo, tambin se seala que muchos de esos retornados regresaron nuevamente a la Argentina. Si bien lo estrictamente econmico fue central en las diferentes etapas
de la migracin boliviana, hay condiciones de infraestructura (escuela, hospitales, agua
potable, electricidad) que vuelven atractiva a la Argentina (especialmente en las zonas
urbanas), ms all de las variaciones del tipo de cambio. Por ltimo, puede verificarse que
hay una porcin significativa de esta inmigracin asentada desde mucho tiempo atrs en
ciudades argentinas, que ha establecido redes y lazos slidos, que no se plante seriamente
emprender el retorno a pesar de la crisis nacional.
30
La Plata es una ciudad intermedia, de unos 700.000 habitantes, capital de la Provincia de
Buenos Aires, ubicada a unos 60 kilmetros de la ciudad de Buenos Aires (Capital Federal
de la Repblica Argentina), sobre el Ro de La Plata.
55
economa local, como los mencionados de la construccin y de la produccin horti-florcola (Archenti, 1997; Archenti y Toms, 2000).
Por ltimo, en cuanto a los efectos de la insercin laboral de los bolivianos en la zona, hay que sealar, en primer lugar, una tasa de desempleo muy baja entre ellos, lo mismo que entre el conjunto de inmigrantes
limtrofes recientes. sto se explica si se considera que se trata de una
migracin eminentemente laboral (que indicara que se asientan quienes
en efecto han conseguido algn tipo de trabajo). Por su parte, la tasa de
subempleo es particularmente alta, as como lo es el alto grado de precariedad del empleo que debe aceptar la enorme mayora de estos inmigrantes. Esto responde a una conjuncin de factores estructurales que los
obliga a una insercin laboral informal, y a la tendencia de numerosos
empresarios a contratarlos en negro, dada la irregularidad en la documentacin que muchos de ellos suelen presentar (y que puede ser producto, a su vez, de aquellos factores). Como consecuencia de este tipo de
insercin laboral, muchos bolivianos se ven sometidos a condiciones de
sobrexplotacin (jornadas de trabajo de entre 12 y 16 horas, salarios
relativos menores, inseguridad laboral) y a la imposibilidad de acceder al
sistema de seguridad y previsin social y al amparo de las leyes laborales.
Es comn que no cuenten con obra social o seguro de salud, con aportes
jubilatorios, aguinaldo, pago de horas extras y vacaciones pagas, lo mismo que con los derechos sindicales establecidos en la ley.
Es preciso sealar, adems, que el impacto de los inmigrantes limtrofes en la desocupacin es muy bajo en trminos globales. De acuerdo con
un estudio que abarc el perodo entre 1992 y 1994, por ejemplo, al
tiempo en que la tasa de desocupacin creca aproximadamente de un
7% a un 13%,31 si se eliminaba de las cifras a los migrantes establecidos
en el rea en los ltimos cinco aos se registraba una disminucin de
apenas un 1,3 por ciento, y, an ms, si se consideraba solamente a
quienes haban migrado directamente desde el pas limtrofe (70% del
total de migrantes) el impacto no llegaba al 1 por ciento (Benencia y
Gazzotti, 1995: 589).
En el mismo sentido, si bien pueden detectarse algunos avances, las
dificultades para acceder a la documentacin en regla y la precariedad
laboral tambin obstaculizan el acceso a los sistemas educativo y de salud.
31
56
Hiptesis conclusivas
Al final de la Introduccin se anticip el contenido de cada uno de
los captulos que conforman este libro, y se explic la lgica que los
organiza. A lo largo de este primer captulo he expuesto los problemas
principales que este trabajo procura abordar, los conceptos y categoras
fundamentales con los cuales hacerlo, y las condiciones y el contexto
especficos en que el mismo se desarrolla. Hecho esto es posible, para
finalizar, enunciar cuatro hiptesis fundamentales sobre las cuales discurre el libro en las pginas siguientes. Son hiptesis que atraviesan los
distintos captulos. Aparecen en distintos momentos de su desarrollo, y
van recibiendo confirmaciones o revisiones parciales, no obstante pueda
detectarse cierta correspondencia entre cada una de las tres primeras hiptesis y los captulos 2, 3 y 4 respectivamente. En tanto que hiptesis
generales, desprenden en sus tratamientos concretos otras nuevas preguntas y conjeturas ms precisas.
Las primeras tres hiptesis, diferentes y complementarias entre s, se
refieren a los ejes identitarios o dimensiones identitarias32 y a su dinmica. En
los contextos migratorios se dan modos singulares de transformacin del
papel de estos ejes y dimensiones y de la relacin entre ellos. Estas hiptesis aluden a esos posibles reacomodamientos tanto en la funcin de los
ejes como en su articulacin.
En determinadas circunstancias, las transformaciones que se dan
entre los inmigrantes en su percepcin, experimentacin y valoracin de
algunos ejes identitarios se explican fundamentalemente en relacin con
el funcionamiento de un marco sociosimblico nuevo que el contexto
migratorio ofrece.
Participan de este contexto no slo la sociedad receptora, sino tambin otros inmigrantes, de la misma o de diferente procedencia, etc. El
hecho es que dicho nuevo contexto puede significar una ruptura ms o
32
57
59
Captulo 2
Lo que sea ser boliviano
Discursos y disputas imaginarias
Como indiqu en el primer captulo, estudiar las identidades desde
una perspectiva constructivista y relacional significa problematizar muchas de las respuestas preconcebidas en torno de la estructuracin social
y de los modos de conformacin de colectivos sociales. De acuerdo con
ello, la emergencia del interrogante acerca de la constitucin de identidades sociales puso de relieve las dinmicas contingentes, localmente
condicionadas y conflictivas de la conformacin de grupos y colectivos, y
enfatiz el carcter abierto de lo social.
Sin embargo, interrogarse por las migraciones inter-nacionales supone
aceptar, al menos en principio, la importancia de las fronteras nacionales
(de su papel referencial, de su atravesamiento) como punto de partida
de nuestra exploracin y de nuestra reflexin. Aparentemente esto contradira aspectos centrales de nuestra perspectiva terico metodolgica.
O, al menos, supondra un error de peso en tanto producira la fijacin
de la dimensin nacional como la dimensin en torno de la cual tendran lugar las disputas y negociaciones identitarias. Sera, adems, un
doble error. Por un lado, se reproducira la mirada de la sociedad receptora (en tanto sociedad de pertenencia del investigador). Y como veremos en este captulo, uno de los rasgos crticos centrales del discurso
nativo ser precisamente la ceguera ante una diversidad interna que los
inmigrantes rescatan y, muchas veces, destacan. El segundo error, ligado
al anterior, sera no problematizar el espacio estatal como espacio sociosimblico de identificacin principal, reproduciendo as el discurso oficial, sin advertir los desfases posibles (o inevitables) entre territorio, cultura e identificacin.
En rigor, sin embargo, no hay contradiccin entre la aceptacin de
este punto de partida y la perspectiva constructivista relacional, puesto
que es metodolgicamente necesario asumir un punto que fije provisio61
nalmente nuestro enfoque. Lo que debe evitarse es convertir este requisito metodolgico en un principio ontolgico, para poder as mantener la
atencin sobre la historicidad y el dinamismo de los procesos identitarios. Una pregunta por las migraciones es siempre una pregunta acerca
de flujos que atraviesan fronteras (fsicas o simblicas). Y tambin acerca
de flujos que en su cruce producen fronteras, y acerca de sus efectos de
sedimentacin y cristalizacin. Por definicin, entonces, hay siempre una
caracterizacin de dichas fronteras de acuerdo con algn criterio (nacional, tnico, racial, etc.) que funciona como punto de partida de nuestros
interrogantes. El problema slo aparece con la fetichizacin de tal criterio.
Por lo dems, las nuevas condiciones de vida en la sociedad de destino suelen generar en los inmigrantes un remozado sentido de pertenencia nacional. La nacin como comunidad imaginada (Anderson, 1993) puede
adquirir entonces un carcter indito hasta entonces, no slo por su
intensidad sino por su naturaleza. La relevancia que adquiere la dimensin nacional en los procesos de identificacin social entre inmigrantes
procedentes de Bolivia a la regin del Ro de La Plata ha sido destacada
con anterioridad. Producto de esta reconfiguracin identitaria, distinciones que en el lugar de origen separan (y a veces enfrentan) a diversos
grupos sociales, ya en la nueva situacin originada por el viaje y el asentamiento en el lugar de destino pierden en un alto grado su peso, para
dar lugar a un espacio simblico mayor de reconocimiento mutuo, que
se circunscribe con arreglo a los lmites nacionales. Grimson analiz,
para el caso de los bolivianos en la ciudad de Buenos Aires, el proceso de
etnicizacin mediante el cual se genera una nueva bolivianidad en esta ciudad. La nueva bolivianidad subordina las identificaciones y distinciones de etnia, clase y regin que existan en Bolivia a una etnicidad definida en trminos nacionales, reuniendo un conjunto de elementos provenientes de distintos momentos histricos (...) y de diversas regiones
geogrficas y culturales. (Grimson, 1999: 178-180) Este proceso supedita los regionalismos a una identidad ms abarcadora (...), las poderosas
identidades regionales dejan paso a un proceso de reconstruccin de
una dinmica identitaria vinculada a la nacin (Grimson, 1999: 180).
La situacin migratoria presenta condiciones que ayudan a comprender la diferencia y el cambio. Una razn fundamental para la conformacin de la neobolivianidad viene dada por la posibilidad de construir a
partir de ella una red social capaz de facilitar la obtencin de documentacin, vivienda, trabajo, y un lugar de cara a la sociedad receptora. Por
otra parte, aparecen nuevos interlocutores (miembros de la sociedad
62
receptora, paisanos llegados con anterioridad, migrantes de otras procedencias) ante los cuales y con los cuales poner en marcha el juego de
auto y heteroidentificacin. Comnmente, el Estado-nacin de procedencia, de importancia capital como nominador y clasificador social en
el pasado premigratorio, pierde fuerza hasta casi desaparecer, y no es en
ningn sentido reemplazado por los organismos oficiales que lo representan en el pas de destino (Embajadas, Consulados). Es por esta razn
que se tratara de un proceso de etnicizacin en trminos nacionales, y no
de un proceso de nacionalizacin; el Estado no es aqu una referencia
central (Grimson, 1999: 177-178). Es un proceso eminentemente cultural y que toma forma desde abajo, y no predominantemente poltico y
desde arriba.33
En algn sentido he podido comprobar en sus lneas centrales esta
tesis de la re-creacin de una nueva nacionalidad entre los inmigrantes
bolivianos en La Plata, y la vigencia de aquel mecanismo de etnicizacin
en clave nacional. Desde luego, pueden comprobarse tambin procesos
de diferenciacin y distincin entre los inmigrantes bolivianos; otras
dimensiones socioculturales y polticas muestran su vitalidad. Las tensiones que atraviesan aquella dimensin nacional, los criterios sobre los
que aquellas tensiones se fundan (principalmente, las identificaciones y
distinciones regionales, tnicas y de clase), y el dinamismo a que esos
criterios se ven sometidos sern tratados en el captulo 4.
Pero ahora nos concentraremos sobre lo que los bolivianos son en La
Plata. Intentar dar cuenta de los elementos centrales que permiten caracterizarlos, es decir, que permiten definir cmo son los bolivianos: cul
es la imagen, o mejor, cules son las imgenes del (inmigrante) boliviano? Sern abordadas las caracterizaciones que hagan los propios bolivianos acerca de s, por un lado, y las que haga de ellos la sociedad receptora, por otro.34
Este espacio interdiscursivo constituye una zona de comunicacin
intercultural en la cual hay bolivianos, lo que aqu quiere decir: hay un
33
La transformacin de una nacionalidad vinculada a un Estado nacin en otra vinculada a una cultura nacin implica el paso de un nacionalismo cvico dbil y en permanente crisis propuesto desde arriba a un etnicismo o, si se prefiere, nacionalismo tnico
fuerte y, quizs, en creciente consolidacin construido desde abajo. (Grimson, 1999: 189).
34
63
Imgenes de la autopercepcin
A continuacin, sern presentadas las cuatro imgenes que el anlisis
del discurso de los inmigrantes permiti reconstruir, sin efectuar compilacin o eleccin alguna. Asimismo, con las tcnicas de recoleccin y
la metodologa de anlisis utilizadas se busc evitar que las prenociones
del investigador definieran de antemano las reas temticas sobre las cuales construir estas imgenes, o los criterios para hacerlo.36
35
36
64
por los propios dichos de los entrevistados, y se hicieron en referencia a ellos. En trminos
tcnicos, las modalidades de intervencin respondieron a las tcnicas conocidas como
tctica del silencio, tcticas de animacin y elaboracin, tctica de reafirmar y repetir, tcticas de
recapitulacin (Valles, 1999: 220-221). Para el tratamiento analtico de los textos (tambin
los resultantes de las bsquedas en la prensa) se recurri a una metodologa de anlisis del
discurso. Para una aproximacin a los pasos tcnicos de esta metodologa, ver Magarios
de Morentn (1998). Se utiliz el programa informtico QSR NUD*IST 4 para el procesamiento de los datos (para su utilizacin: Rodrguez, 1997; 1998).
65
Los argentinos dicen que somos muy cerrados y todo eso. Es cierto
eso que dicen, que somos muy cerrados (...) ya s que para que nos
entiendan tenemos que poner un poco ms... Al ser del mismo campo y
(por) el ambiente de Bolivia no somos de fcil relacionarnos; no somos
de fcil hablar. Inclusive a nosotros que somos de la ciudad nos cuesta...
(Vladimir).37
Otras veces ambas imgenes parecen confundirse, y el orgullo, la reserva, y hasta cierta hosquedad van juntos. Lo cierto es que el orgullo es
presentado como un modo de ser, o como una razn explicativa del
carcter cerrado boliviano. Pero tiene rasgos propios que lo singularizan. En la base de este orgullo suele colocarse el individualismo y la
competitividad: cada uno quiere hacer la suya, y cada uno quiere parecer ms que el otro y figurar (Luis).
Es sugestivo que algunos entrevistados bolivianos expliquen a partir
de este elemento las acciones conjuntas y las ayudas mutuas entre los
miembros de la colectividad; tareas que en principio suelen aparecrsenos como resultado de la solidaridad. La participacin en estas accio-
37
Los nombres utilizados son ficticios para proteger la intimidad de los entrevistados. Todas
las entrevistas fueron realizadas por el autor.
66
38
Esta complejidad indica que, si por un lado este orgullo y esta competencia no pueden
comprenderse dentro de una racionalidad occidental, a riesgo de perder de vista el sistema
de reciprocidad andina en el que adquieren sentido, por otro lado sera errneo idealizar
estos intercambios como solidaridad, simetra y equilibrio. Numerosos autores han propuesto analizar el clculo como caracterstica de los intercambios recprocos, y definirlos,
consecuentemente, como relaciones interesadas no exentas de competencia (Costa, 1988).
Dada la existencia del elemento de maximizacin econmica, esta competencia puede
tener lugar en trminos de prestigio o aceptacin social. Costa seala adems que, si por un
lado el intercambio recproco se da en pos de un objetivo en comn, por otro establece y
mantiene la distancia social (Costa, 1988). Por otra parte, y si bien refirindose exclusivamente a los aymara, Alb ha indicado sugerentemente un espinoso entramado entre individualismo y comunitarismo (Alb, 2003: 15-53).
39
67
En ciertas oportunidades, son trabajadores quiere decir que los bolivianos realizan unas determinadas actividades y que, por lo mismo,
forman parte de un determinado estrato social. Aqu trabajador es un
sustantivo y, para ser claros, podramos decir que cada boliviano es un trabajador. Puede decirse, entonces, que la mano de obra del boliviano es muy
buena, o que los bolivianos trabajan de todo en general (Jhonny).
En otras oportunidades, en cambio, en son trabajadores encontramos una calificacin. Trabajadores es aqu un adjetivo que indica una
cualidad o atributo y que, al sustantivarse, dara cuenta de un rasgo inherente al ser boliviano. Aparece, pues, como una caracterstica intrnseca, ms all de la actividad concreta o la ocupacin efectiva que el
aludido realice.
La mayora de la gente de Bolivia, (aunque) debe haber raras excepciones, seguramente, es gente de trabajo, gente que le gusta el trabajo, es
decir, es una cultura de trabajo. Desde el ms chiquito hasta el ms
grande es gente que se dedica a trabajar, y trabaja... (Bernardo)
La alta estima de los bolivianos como trabajadores (o a partir de serlo), en el discurso de los propios bolivianos, muestra nuevamente la
repercusin de las representaciones que ellos atribuyen a la mirada nativa local.
Del boliviano se dice que es muy trabajador. Eso es muy reconocido ac
en la Plata, y en Argentina, y ese reconocimiento vale mucho. (Jhonny)
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41
Desde luego, los inmigrantes son siempre aqu los inmigrantes latinoamericanos. No
hay alusin alguna que permita confundir la referencia con aquella que el trmino puede
tener en otros contextos, asociado a la inmigracin europea de fines del siglo XIX y principios del XX.
42
Seal antes que el proceso de produccin de neobolivianeidad tena que ver en una
medida importante con la interlocucin de una sociedad que interpelaba a los inmigrantes
en trminos nacionales. En este sentido, esta lnea en el discurso nativo funciona como un
encuadre general dentro de cuyos lmites los bolivianos pueden identificarse como tales.
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43
Volveremos sobre esta operacin en el anlisis del discurso de la prensa que, segn
expondr, juega un papel capital en la verificacin de este deslizamiento.
72
ponerse en relacin con dispositivos institucionales que, a diferentes escalas, dificultan la efectiva tramitacin de documentos personales y la
consecuente resolucin de este problema (Casaravilla, 1999).44 La produccin de indocumentacin y de ilegalidad funcionan como un mecanismo conjunto de discriminacin. Mecanismo discriminatorio que presentara la ventaja de no provocar los efectos de rechazo que otros s pueden provocar (como el discurso racista en sentido tradicional, por ejemplo).
44
Puede verse que no se sostiene aqu que esta imagen (como otras) sea una invencin ex
nihilo de la creatividad nativa. Lo que se busca poner de relieve son los nfasis singulares
y las tambin singulares articulaciones producidas por ese discurso.
73
En estas equiparaciones se advierten dos movimientos complementarios. De un lado, las virtudes morales parecen desprenderse de (y, en
74
45
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examinado los medios en su trabajo cotidiano de confirmacin y legitimacin de lgicas de la desigualdad y de reproduccin del statu quo.46
Por mi parte, considero a los medios de comunicacin como uno de
los espacios conflictivos en los cuales se da la conformacin, consolidacin
y transformacin de la hegemona. No hay dudas acerca de que los medios producen (de igual modo que cualquier actor social) discursos que
construyen realidad, y que potencian, intensifican y organizan (definitivamente ms que otros actores) la circulacin de esos discursos. Desde
luego, los medios no reflejan sin ms los discursos ya presentes en la
sociedad. Pero su papel ideolgico no se explica (al menos no exclusiva
ni directamente) a partir de las intenciones de editorialistas ni propietarios, ni tampoco de acuerdo con las adscripciones polticas de stos. Es
en aquella intensificacin y organizacin de los discursos y de su circulacin donde reside su papel ideolgico. En su seno se consolidan determinadas tendencias mientras que otras son ocluidas o subordinadas, se
afirman unos sesgos en detrimento de otros, se da precisin y uniformidad a elementos cuya polivalencia podra resultar disruptiva. Es este trabajo de articulacin especfica de los diferentes discursos y sus componentes (nunca homogneos ni plenamente coherentes) lo que define en gran
medida la intervencin ideolgica de los medios.
El discurso de la prensa47 presenta grandes similitudes con el discurso social local analizado anteriormente, en cuanto a las imgenes que
construye. Es posible encontrar varias de las figuras y estereotipos que
hallamos all. No reiterar, pues, esas imgenes. Es posible detectar tambin, sin embargo, algunas operaciones discursivas especficas de la prensa.
46
Sobre la temtica general de la inmigracin, debe destacarse el trabajo de largo plazo que
Teun van Dijk desarrolla desde hace ms de una dcada. Con su propuesta de anlisis crtico
del discurso, van Dijk ha demostrado cmo los peridicos en varios pases de Europa y en los
Estados Unidos contribuyen a la reproduccin social de una imagen negativa de los inmigrantes, refugiados y minoras, creando o exacerbando los prejuicios tnicos y racistas entre la
poblacin en general (van Dijk, 1997: 12). Otros muchos autores (Hall, 1981; Sodr, 1992;
Kellner, 1994) han insistido, desde la perspectiva de los estudios culturales y la sociologa de la
cultura, en una mirada crtica sobre estas producciones mediticas.
47
Se trabaj concretamente sobre los peridicos El Da y Hoy, los dos peridicos diarios de
mayor tirada de la ciudad de La Plata. El material consultado se compone de todas las
ediciones diarias aparecidas durante los aos 1998 y 1999, y entre los meses de abril y
octubre de 2001. Para completar el perodo de aproximadamente cuatro aos, se efectu
una revisin dirigida de las ediciones de 2000, y primeros meses de 2001. Cabe destacar
que, buscando cubrir el criterio de exhaustividad (Courtine, 1981), cada uno de los ejemplares fue revisado en su totalidad, sin predeterminar las secciones que hubieran podido
tratar el tema de nuestro inters.
77
Esas operaciones son muchas veces las que generan aquellas figuras y
estereotipos, permiten su ejercicio coordinado, y brindan el marco en el
cual todo lo anterior cobra sentido.
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emplazo de indocumentado por ilegal (que conlleva una carga diferente), lo que en un comienzo es adjetivo (uno de los pocos utilizados)
del trmino inmigrante, acaba siendo un sustantivo que directamente
lo reemplaza. En una edicin del diario El Da, luego de la presentacin
del tema en primera plana: Se profundiza el debate por los inmigrantes
ilegales, en la pgina interior a la que el titular enviaba se podan leer
tres artculos titulados, respectivamente:
Responsabilizan a los extranjeros del 60% de los delitos menores
(El Da, 22-01-1999, p. 17)
Una polmica en donde todos dicen defender a los inmigrantes
(Ibd.)
Los ilegales en el ojo del debate de polticos, iglesia y tcnicos
(Ibd.)
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Por otro lado, se elabora un fondo sobre el cual se recorta por contraste aquella figura del inmigrante extractivo. Ese fondo est constituido por
la imagen del inmigrante de finales del siglo XIX y principios del XX,
llegado principalmente desde Europa. Se reproduce la idea histrica oficial de este inmigrante, que forma parte de los mitos fundacionales de la
nacin Argentina. Aquel inmigrante vino a brindar su trabajo a esta patria que lo necesitaba; fue quien vino a forjar con su trabajo una Argen81
tina vrgen en espera de su mano. Ambas figuras, colocadas frente a frente adquieren, entonces, una relevancia nueva. A diferencia de aquellos
pioneros que venan a ofrecer su trabajo, estos inmigrantes vienen a buscar
(a llevarse) nuestro trabajo.
51
No presentar relevamientos cuantitativos de estas citas. La preeminencia numrica de
unas voces por sobre otras, por lo dems, no hara sino confirmar la orientacin valorativa
que expondr enseguida. La misma direccin, a su vez, muestra el anlisis de la ubicacin
fsica que estas citas reciben en el texto periodstico.
82
A travs de estos mecanismos de asuncin manifiesta de unas palabras (y unos enunciadores) y desestimacin o negacin de otras (y otros),
se produce una suerte de elevacin de la voz nativa institucional (en su
gran mayora, gubernamental) al status que es no ya el de lo dicho en los
medios sino, aun ms, el de lo dicho por los medios. Los enunciadores
oficiales, de esta forma, confirman su oficialidad erigindose en informantes privilegiados y, en consecuencia, en actores legitimados por los
52
Aqu, como dos prrafos ms adelante, recupero las citas que un peridico hace de
inmigrantes peruanos. Las considero vlidas puesto que la prensa tambin lleva adelante el
proceso de indiferenciacin analizado en el discurso nativo. De hecho, estas citas ilustran
notas en que el periodista alude explcitamente a bolivianos y paraguayos, adems de
peruanos. Los bolivianos casi no son citados en todo el material trabajado. Este desajuste
puede deberse a dificultades de diversa ndole para establecer contacto; entre ellas,
distancias culturales y asimetras de poder. La pista para esta hiptesis la brinda el periodista que incluye una de esas pocas menciones: Martina Rubio es de Villazn, Bolivia, pero no
vende limones, cabezas de ajo o especias en las ferias de la ciudad, sino que trabaja en una
fbrica de sandwiches de miga del centro. Sacarle una palabra, por supuesto, exige un esfuerzo
triple. Hasta que accede, con pocas ganas, y dice el nombre, el lugar, el nmero seis (que son
los hijos) y muy poco ms. (El Da, 28-10-1998, p. 18; destacado mo).
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54
Incluso tal vez acte en esa matriz una suerte de frustracin fundacional, respecto de la
inmigracin soada y la que efectivamente se dio.
84
1853, e intensificndose hacia finales del siglo XIX, el inmigrante se consolida en los proyectos de atraccin y de poblacin como una figura
entre agente de civilizacin y fuerza de trabajo (Devoto, 2003: 30 y ss.,
230; Halpern Donghi, 1987). Con nfasis diferentes, estas dos lneas
vectoras aparecern en diferentes momentos histricos. La matriz utilitaria podra ser en su origen, en este sentido, una doble matriz.
Desde luego, es clara la diferencia con la inmigracin que estudiamos
aqu que justamente el discurso receptor considera radicalmente distinta de aquella de fines del siglo XIX y principios del XX. Pero la pregunta es si el discurso seleccionador y clasificador contemporneo que se
articula (de manera especfica y singular) alrededor de la inmigracin
boliviana no encontrara en aquella matriz unas ciertas bases histricas
donde apoyarse.
2) Qu relevancia puede tener la insistencia de la operacin de indiferenciacin u homogeneizacin del discurso local, siendo que en los
inmigrantes no parece producir sino rechazo y denegacin?, por qu su
persistencia? Una respuesta puede buscarse mirando hacia adentro de la
frontera simblica construida frente a los inmigrantes (o los inmigrantes latinoamericanos) en tanto que totalidad indiferenciada. La presencia
de esta totalidad (muchas veces en la forma de un aluvin amenazante)
ayudara a sancionar la unidad interna de la sociedad local. Es decir, la
homogeneizacin del inmigrante corroborara la homogeneidad del nativo, y se sostendra, pues, como factor aglutinante del nosotros receptor.
La reprobacin de lo que cruza las fronteras y cuestiona la estabilidad de la
propia totalidad persiguira la autoconfirmacin de esta misma totalidad.55
Desde este enfoque, la preocupacin por clasificar y regular puede
entenderse como la reaccin ante una indistincin que parecera violar
las reparticiones establecidas y los compartimentos aceptados. El inters
por seleccionar, organizar, distribuir lo indiferenciado sera una respuesta
ante la perturbacin provocada por aquello que se percibe como una
amenaza al orden y a la tranquilidad de las fronteras conocidas (Douglas,
1978). Las observaciones acerca de los inmigrantes como una entidad
fuera de la ley presentan una nueva significacin desde esta perspectiva. El
incumplimiento de las obligaciones fiscales, la indocumentacin, la ilega-
55
Por supuesto, que particularmente sean stos y no otros los inmigrantes indiferenciados
que quedan fuera muestra tambin el funcionamiento de un cierto europesmo tras la
discriminacin hacia el mestizo latinoamericano (Margulis, 1999b).
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Aqu, nuevamente un doble movimiento: la amenaza al orden, por un lado, brinda, por
otro, la posibilidad de imaginar dicho orden como tal.
57
Todorov distingue entre racismo, reservado para los comportamientos (en nuestro
enfoque se incluyen aqu los comportamientos discursivos) y el racialismo, entendido
como doctrina. (E)l racialismo es un movimiento de ideas nacido en Europa occidental, y
cuyo perodo ms importante va desde mediados del siglo XVIII hasta mediados del XX
(Todorov, 2000: 115-116). Las proposiciones centrales que componen esta doctrina establecen 1) La existencia de las razas, 2) La continuidad entre lo fsico y lo moral, 3) La
accin del grupo sobre el individuo, 4) Una jerarqua nica de valores (las razas no son
slo diferentes; son superiores o inferiores las unas a las otras), 5) Una poltica fundada en
el saber (Todorov, 2000: 115-121).
58
Harrison, por ejemplo, seala como la raza asume nuevas formas y es reconstruida y
manipulada en razn de los contextos contemporneos adquiriendo la forma de un racismo sin razas para el cual el tema dominante no es la herencia biolgica sino las insuperables diferencias culturales (Harrison, 1995: 48-49). Sodr, por su parte, indica que el
racismo ideolgico perdi la coherencia o la visibilidad en cuanto modelo doctrinario, pero
se agazap en la base de la conciencia pequeoburguesa [...] El racismo contemporneo se
ofrece, por lo tanto, al anlisis, fuera del contexto de las teorizaciones clsicas sobre las
pretendidas unidades biolgicas denominadas razas, pero dentro de nuevos modelos
explicativos de las diferencias humanas, los cuales pueden suscitar estigmas tal vez ms
86
profundos (Sodr, 1992). Este es un problema sumamente complejo. Todorov ha sealado, por ejemplo, que la modificacin ms importante que afecta a la nocin de raza,
aquella que la traspone del plano fsico al cultural tiene lugar mucho tiempo atrs, ya a
finales del siglo XIX, bajo el impulso de autores como Renan, Taine y Le Bon (Todorov,
2000: 182).
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Se puede ver que estas formaciones discursivas, en tanto sistemas de dispersin (Foucault,
1991), tienen una existencia dinmica, y sus lmites y alcances van redefinindose.
88
cidencia genrica. Para los propios inmigrantes bolivianos el ser trabajador conlleva una apreciacin moral positiva, y puede ser una carta de
presentacin que garantice su buena recepcin. Para los platenses, esto
es as slo en algunos casos: cuando se trata de resaltar su nobleza para
resistir los esfuerzos fsicos, o cuando ello sirve para estigmatizar a otros
inmigrantes (peruanos, centralmente) que ni siquiera seran trabajadores.
Pero es tambin motivo de crtica y de responsabilizacin por situaciones
perjudiciales. Es la base, por ejemplo, para la acusacin por robo de
trabajo, e incluso para explicar la explotacin que los mismos bolivianos sufren. Se observa, as, que ms all de la primera coincidencia se
abren disputas acerca de los valores que el ser trabajador pueda conllevar,
y de los valores que correspondern, consecuentemente, a los bolivianos.
En el otro extremo hallamos imgenes que no slo no coinciden, sino
que no parecen pertenecer a la misma formacin discursiva. La representacin de los bolivianos como fuera de la ley o la del boliviano tpico
que la prensa construye en el campo delictivo/ilegal, por ejemplo, cofiguran una dimensin inconmensurable con el discurso de los inmigrantes. Ms que una caracterizacin disputada o controvertida, se trata de
una imagen que no se pone siquiera en discusin. No es que se ignoren
tales imputaciones, pero de ningn modo pueden tomar parte entre los
rasgos que definiran lo que los inmigrantes bolivianos son. Los bolivianos las desconocen como alusin a ellos, y en el mismo movimiento en
que se presentan como estimados por la sociedad local reservan esas imgenes negativas para otros grupos (los peruanos, por antonomasia) que
seran los mal vistos por la sociedad platense. La indocumentacin podr
considerarse una circunstancia que por diversas causas afecte a algunos
paisanos pero nunca, claro est, un trazo definitorio. El resto de las caracterizaciones acusatorias no tienen ningn tipo de registro en el discurso de los bolivianos.
Una alternativa distinta se presenta frente a la indiferenciacin u
homogeneizacin en el discurso de la sociedad receptora. Se trata
de una suerte de repercusin negativa de la imagen nativa. Como se
seal en su momento, la indiferenciacin es respondida crticamente
en el discurso de los inmigrantes. La operacin es identificada, y se la
contesta poniendo de manifiesto sus consecuencias inadecuadas. Lo que
vemos en este caso es que la caracterizacin local es enfrentada y negada,
en tanto se la advierte como error.
La resonancia del discurso platense sobre el discurso de los inmigrantes se observa con claridad en la imagen de los bolivianos como cerrados. En proposiciones como los argentinos dicen que somos muy ce89
rrados. Es cierto eso que dicen..., es elocuente el juego de repercusiones. No slo hay concordancia entre imgenes, sino que se da la verificacin (y legitimacin) de la imagen que se considera que el otro tiene
acerca de uno. Se aprecia aqu que el proceso comunicacional supone
una dinmica de imgenes acerca del interlocutor, y de anticipaciones de
las imgenes del interlocutor acerca de uno.60 No obstante, es importante
sealar las divergencias a que esta verificacin recproca da lugar. Mientras que para la mirada local el carcter cerrado es sinnimo de timidez, retraimiento (y, en ocasiones, sumisin), los propios bolivianos,
aun cuando puedan hacer correlaciones de este tipo, suelen asociar el
autocerramiento a la desconfianza, al orgullo (y, en ocasiones, a la
autosuficiencia). Un encadenamiento u otro tendr efectos divergentes,
por supuesto, para la discusin pblica acerca de la inmigracin en trminos de derechos. La ceguera local ante el orgullo boliviano es reveladora a este respecto.
El ltimo punto de inters est dado por la declaracin de estimacin
de la sociedad receptora, hecha por los bolivianos. Cmo puede interpretarse la propia imagen de los bolivianos como queridos o apreciados
por los platenses (y por los argentinos en general)? Puede hacrselo en
varios niveles, que son complementarios entre s. En primer lugar, podra creerse que se trata simplemente del registro de la mirada del otro; es
decir, la percepcin y anotacin de su estimacin y aprecio. Esta interpretacin exigira que hubiera solamente estimacin y aprecio en la mirada y la valoracin local. Pero, por el contrario, hemos comprobado la
existencia de rasgos discriminatorios y estigmatizantes. Puede ayudarnos,
entonces, un segundo nivel de interpretacin, consistente en atender los
efectos que la declaracin misma puede tener. Tal declaracin, junto con
el desplazamiento hacia un tercero de la discriminacin y el maltrato,
sera parte de un mecanismo de autoafirmacin y defensa del lugar propio. Por ltimo, un tercer nivel indica interpretar la declaracin, en tanto que mecanismo de autoafirmacin y defensa, de cara a algunos valo-
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Dado que este contexto valorativo de la sociedad receptora, por lo dems, podra estar
actualizado en la situacin de entrevista, en la figura misma del entrevistador.
62
Incluso en las discusiones ms agudas y sugestivas, como la que Geertz entabla con LvyStrauss y con Rorty sobre el etnocentrismo y los usos de la diversidad, el autor sintetiza
una y otra vez en una cuestin de distancias y acercamientos el conjunto de problemas
suscitados por el hecho de la diversidad cultural (Geertz, 1996b). Lo mismo parece
suceder en el argumento que Sodr despliega acerca del rechazo de la alteridad (Sodr,
1999), por lo dems de gran agudeza.
91
entendidos superan las intenciones de comprensin de los interlocutores, de aquellas en que la incomprensin cultural es la modalidad especfica que asume un conflicto social y poltico ms amplio. (Grimson,
2000a: 124). Desde mi perspectiva, sin embargo, el problema en este caso
estriba en la dificultad de determinar de manera precisa qu cosa podran ser las intenciones de los interlocutores, as como los lmites que
las separaran de manera tajante de los conflictos sociopolticos ms amplios.
Quisiera proponer una tercera alternativa para acercarnos a los espacios de comunicacin intercultural. Podremos comprender ms acabadamente los modos en que entran en relacin las distintas imgenes construidas acerca de los bolivianos en La Plata, la forma en que las imgenes
del discurso local pueden actuar como marco que constrie las propias
imgenes en el discurso de los bolivianos, pero a su vez la forma en que
stas presionan y pueden provocar las transformaciones de aquel marco
hegemnico; podr apreciarse, por ejemplo, que las operaciones discriminatorias y racistas se configuran siempre en una interrelacin y, en
consecuencia, se configuran desde un comienzo cargadas de tensiones y
resistencias.
Esta tercera alternativa consiste en identificar fases en que las imgenes de unos actores y otros entran en relacin. Con el trmino fases
quiero indicar que se trata tanto de espacios diferenciados, con modalidades especficas para articular objetos, temas, valores, etc., como de momentos distintos, que no son niveles en una misma escala, ni elementos
sucesivos pero s pasajes por los que pueden (aunque no necesariamente
deben) transitar esos objetos, temas, valores. En nuestro caso es posible
identificar cuatro fases principales. En pocas palabras, estas cuatro fases
son 1) la ignorancia, el no conocimiento o el desconocimiento (en tanto
que impugnacin tcita) de las imgenes producidas por el otro, 2) la
misma sintona entre los distintos actores en la produccin de esas imgenes o, en otras palabras, una estructura comn para la construccin de
un dominio de objetos de discurso, 3) las repercusiones manifiestas del
discurso del otro en el propio, y las correspondientes respuestas positivas o negativas, 4) la inclusin de los propios argumentos en lo que
aparecera como el marco simblico interpretativo del otro. En la interrelacin entre los discursos de los inmigrantes y de la sociedad receptora
pueden ser identificadas estas cuatro fases.
1) En primer lugar, en ambos discursos hay imgenes que en el otro se
ignoran. Como dije, por ejemplo, nada en el discurso nativo parece
identificar el orgullo boliviano. Correlativamente, los bolivianos desco92
tean en torno a la indiferenciacin u homogeneizacin del discurso local, por su parte, es un ejemplo claro de un elemento que es recuperado
para su rechazo y refutacin. Hay una diferencia sutil pero importante
entre esta fase y la que vimos anteriormente. En esta tercera fase no slo se
coincide en una imagen determinada, sino que sta es reconocida tambin como la imagen que el otro tiene de uno y, en tanto que tal, se la
explicita y se la coloca sobre el tapete como materia de discusin, para
aceptarla, rebatirla, aceptarla a medias, etc. En el otro caso, en cambio,
los objetos (temas, problemas, etc.) comunes se mostraban a salvo de la
discusin y el debate, al menos en lo que tenan de elementos de base,
como los llamamos.
4) Por ltimo, la inclusin de los propios argumentos en el marco
simblico del otro puede apreciarse en la declaracin hecha por los bolivianos de la estimacin de los argentinos hacia ellos, en tanto esta declaracin puede interpretarse, segn suger, como mecanismo de afirmacin y defensa del propio lugar, de cara a ciertos valores (antidiscriminacin, apertura, etc.) defendidos por el discurso hegemnico local como
esenciales a esta sociedad y definitorios de su moralidad. Estos procedimientos pueden servir al fin de garantizar intercambios ms o menos
armnicos con los nativos o, al menos, de evitar los choques ms duros.
Componen ajustes de la autopresentacin de los bolivianos a las expectativas que suponen en la sociedad receptora y, en este sentido, pueden
ayudar al afianzamiento de aquel discurso hegemnico. Sin embargo,
este ajuste al nuevo marco simblico puede dar lugar tambin a su aprovechamiento como plataforma desde la cual elaborar exigencias o reclamos.
Tras el anlisis de las interrelaciones entre las imgenes de la auto y la
heteroidentificacin, hemos podido comprobar que existen diferentes
fases en las cuales dichas interrelaciones se materializan. Los distintos
elementos (objetos, temas, problemas, etc.) que integran las imgenes de
la auto y la heteroidentificacin pueden ubicarse en una de esas fases o
en otra, y pueden variar su ubicacin puesto que se trata de dimensiones
que se vinculan dinmicamente. Si bien no existe una progresin entre
las cuatro fases identificadas, la articulacin de dichos elementos en esferas pblicas y en escenarios polticos ser diferente segn se trate de
aquellos que se asumen como parte de un conflicto o debate manifiesto,
de aquellos que uno de los actores propone al debate sin hallar respuesta
en el otro interlocutor, de aquellos elementos comunes que son presentados como evidencias o afirmaciones que no se cuestionan, o de aquellos
que no tienen entidad como componentes de un debate pero que traba94
63
95
Sergio Caggiano
rudimentos son compartidos, y permiten esas negociaciones y esas discrepancias, pero dan cuenta especialmente de los lmites estrechos de ese
territorio.
96
Captulo 3
Bolivianos? en dos ciudades argentinas?
Contraste y especificidades*
Los estudios sobre migracin internacional suelen reproducir en sus
diseos (y en sus conclusiones) la misma visin internacional de la que
parten. Es decir, en aqullos el cruce de fronteras (inter)nacionales parece tener efectos nicamente sobre la dimensin identitaria nacional. As,
miembros de una formacin social nacional migran hacia otra formacin
social nacional donde pondrn en juego y negociarn con los miembros
de sta ltima su identidad nacional. El espacio de la interculturalidad
queda reducido, en esta perspectiva, a la reproduccin de la internacionalidad. Sin embargo, si bien es cierto que, como se dijo en el captulo
anterior, los procesos migratorios pueden dar lugar a un reforzamiento
de la nacionalidad o a la emergencia de una neonacionalidad, tambin es
cierto que muchas veces otras dimensiones adquieren relevancia, y discuten, disputan o complementan la eficacia de aquella dimensin. Esto
indudablemente responde a que los inmigrantes, aun en su sociedad de
origen (es decir, antes de serlo), no son todos ni nicamente sujetos
nacionales, y a que igualmente la sociedad de recepcin no constituye
tampoco un espacio nacional homogneo.
Un enfoque relacional de los procesos identitarios exige prestar especial atencin al modo en que las condiciones y contextos especficos
intervienen en dichos procesos. Al trabajar en el captulo 1 sobre el concepto de identidades sociales, y sobre algunos de los aspectos de dicho
* Este captulo fue elaborado gracias a la contribucin del Consejo Latinoamericano de
Ciencias Sociales (CLACSO), a travs de su Programa Regional de Becas. El trabajo forma
parte de los resultados del Proyecto Otros nosotros para los mismos otros? Construccin
de identidades sociales en proceso(s) de inmigracin actual desde Bolivia a la Argentina
que fue premiado con una beca de investigacin en el Concurso Culturas e Identidades en
Amrica Latina y el Caribe, en el marco del Programa de Becas CLACSO-Asdi para investigadores jvenes de Amrica Latina y el Caribe 2000.
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El quiebre de las economas regionales, durante los ltimos treinta aos (agudizndose
en los ltimos quince), no ha hecho sino ahondar estas desigualdades histricas.
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Como puede apreciarse, el registro comienza con los datos del primer Censo Nacional de
Poblacin, de 1869.
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Hay que sealar, acaso como una divisin en el interior de esta ltima estapa, y un
complemento de este redireccionamiento general hacia el centro del pas, el aumento
registrado hacia 1980 de la presencia de inmigrantes en los departamentos Capital de Jujuy
y de Salta, en detrimento de los departamentos en los cuales los bolivianos participaban
fundamentalmente de tareas rurales (Sassone, 1988).
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Tambin es posible leer libros de divulgacin que, contra este abandono y desconocimiento de parte del poder central, procuran poner de relieve los aportes patriticos de
Jujuy (Ceballos, 2001).
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y los cantos y mensajes irnicos a que los hinchas recurren. Las hinchadas salteas69 a menudo cantan el himno nacional argentino antes de
cada partido contra un equipo jujeo70, gritan acompasadamente bolivianos como dedicatoria a la hinchada contraria, o Argentina, Argentina!, como autoatribucin celebratoria, al modo en que lo hace el pblico cuando juega el seleccionado nacional, colocan banderas con inscripciones del tipo Jujuy el barrio ms grande de Bolivia, etc. (Burgos,
2001; Burgos y Brunet, 2001).71 Es preciso considerar sobre este trasfondo las prcticas de distincin y separacin respecto de los bolivianos en
San Salvador. La situacin de frontera poltica y social de la provincia y
la historia de las relaciones sociales, ha promovido en Jujuy lo que podra llamarse estrategias de distanciamiento simblico en relacin a lo
qolla y lo boliviano (Karasik, 2000: 179).
Algunas de estas propiedades en conjunto (principalmente las relacionadas con el desarrollo socioeconmico pasado y presente de las dos
zonas, sus historias migratorias y su composicin tnica, su experiencia
de lo nacional) colocan condiciones distintivas para la llegada de inmigrantes provenientes de Bolivia. Veremos luego de qu forma la diferencia de los contextos migratorios tiene consecuencias sobre la dinmica de
los procesos de identificacin social, sobre el carcter de los ejes identitarios, y sobre la relacin entre ellos.
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Si bien en el captulo anterior se opt por el orden inverso (autoidentificacin - heteroidentificacin), comienzo aqu con la presentacin de la heteroidentificacin, puesto que
ello permitir apreciar mejor la incidencia de los contextos de recepcin. Por lo dems,
en ambos casos se trata de decisiones analticas y expositivas que desagregan procesos
complejos, que deben concebirse como una trabazn dialctica, y no como elementos
independientes sucesivos.
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Compartir territorios
Un elemento central distingue entre s los discursos nativos de
San Salvador de Jujuy y los de La Plata: el tipo de relacin que mantienen
con los correspondientes discursos de los inmigrantes. Si en el caso de
San Salvador puede decirse que ambos discursos pertenecen a una misma formacin discursiva, en La Plata se presenta una situacin muy diferente.
Utilizo el concepto de formacin discursiva en una acepcin aproximada a la que le diera Michel Foucault en La Arqueologa del Saber (Foucault,
1991). En este sentido se puede decir que, mientras en San Salvador es
identificable una regularidad comn a ambos discursos en la formacin
(discursiva) de los objetos, modalidades enunciativas, conceptos y temas, en La Plata, en cambio, hallamos una mayor distancia en estas dinmicas de formacin, as como en el campo de elementos resultante. En
San Salvador, el espacio definido como propio de lo boliviano y de sus
relaciones con lo local se compone de un conjunto de objetos y sujetos,
de situaciones y procesos que es coincidente en gran medida en el discurso de los inmigrantes y en el de los nativos. Podra decirse que hay
un territorio semitico compartido. En La Plata, en cambio, son pocos
los guiones comunes a los dos discursos, y no estructuran de manera
concordante un universo de lo boliviano.
Que en San Salvador bolivianos y argentinos coincidan en configurar
un determinado dominio de objetos no significa en absoluto que la compatibilidad sea plena y total, o que las resoluciones valorativas respecto de
los problemas sean las mismas en uno y otro caso. Significa que es posible reconocer una serie de elementos comunes que funcionan como puntos
de partida y basamento de la caracterizacin (hecha por unos y por otros)
de lo boliviano y de los bolivianos.
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Algunos ejemplos que ilustran el carcter compartido de este dominio pueden ser expuestos en forma de enunciados simples. Es as como
tenemos que el boliviano es trabajador, de la misma manera en que el argentino es
vago. Esta contraposicin es fundamental puesto que, si bien no evita de
ningn modo la aparicin en este discurso de la protesta en torno del
supuesto robo de trabajo perpetrado por los inmigrantes, s complejiza
el problema (en relacin con lo que sucede en el discurso nativo
platense). En segundo lugar, los hijos de bolivianos nacidos en territorio argentino son bolivianos (adems de ser argentinos). Para jujeos y bolivianos en
Jujuy, la nacionalidad argentina por nacimiento queda acreditada con y
en el documento nacional de identidad. Pero los hijos de bolivianos no
dejan de ser reconocidos como bolivianos por esta circunstancia.73 En
tercer lugar, se propone como indiscutible un crecimiento sostenido de la
presencia boliviana en la ciudad de San Salvador, lo cual est vinculado estrechamente al cuarto guin que subrayaremos, y que se refiere el progresivo
avance de la cultura y las costumbres bolivianas en esta ciudad. Ambos discursos coinciden en sealar la confusin creciente entre las comidas, costumbres, fiestas y celebraciones tradas de Bolivia y las autctonas.
Muy cercano a estos dos puntos se encuentra tambin el enunciado que
sita los festejos que se realizan en San Salvador el 6 de agosto por el
Aniversario de la Independencia de Bolivia por encima (en materia de
despliegue y visibilidad) de los que se llevan a cabo con motivo del Da
del Patrono de la ciudad, exactamente en la misma fecha. Por ltimo, en
los dos discursos son sealadas las diferencias internas (regionales) que atraviesan al conjunto de los bolivianos en Jujuy. En conclusin, ms all de las
desemejanzas que pudieran sealarse, lo destacable contina siendo la
estructuracin de ese campo comn de significaciones en torno de este
universo boliviano.
Es otro el cuadro que se dibuja en La Plata. No aparecen all elementos compartidos que configuren un espacio comn con las caractersticas
vistas para el caso de San Salvador. Algunos trazos mnimos son compartidos, pero stos llevan ya las diferencias incorporadas. Que los bolivianos
son trabajadores, por ejemplo, es un hecho para los propios bolivianos y
para los platenses, pero no su contraparte: la vagancia argentina. En la
medida en que la segunda afirmacin del enunciado (el argentino vago)
73
Karasik ha mostrado cmo este mecanismo contrasta con el que presenta el modelo de
adscripcin voluntaria (Juliano, 1987) que explica el modelo oficial argentino de nacionalidad (Karasik, 1994: 54).
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est ausente, es diferente la significacin que la primera (el boliviano trabajador) adquiere. En segundo lugar, algo similar a la creciente presencia
boliviana en la zona es destacada, pero slo por los platenses, y no por
los propios inmigrantes. Finalmente, las diferencias entre los mismos bolivianos pueden rastrearse en el enfoque de los inmigrantes, pero de ninguna
manera aparecen en el discurso de los nativos. En cualquier caso, los
trazos compartidos no conforman el basamento comn visto en San Salvador de Jujuy. El ltimo ejemplo, el de las diferencias internas, es de suma
importancia puesto que sobre este plano puede apreciarse claramente la
distancia que separa el discurso nativo y el de los inmigrantes en La
Plata. En el captulo 1 destaqu la operacin de indiferenciacin u homogeneizacin como uno de los mecanismos de discriminacin y desconocimiento que la sociedad receptora ejerce sobre los inmigrantes. Pudo
verse all que esta indiscriminacin (discriminatoria en trminos axiolgicos) de la mirada local, que no slo no reconoce diversidades entre los
bolivianos, sino que no puede siquiera diferenciar entre inmigrantes bolivianos y otros provenientes de otros pases de Amrica Latina, es explcitamente resistida y rechazada por los propios bolivianos.
Hace algunos aos, Garca Canclini (retomando a Xavier Alb) sugera que por el volumen de poblacin, pero no slo por eso, tal vez
Buenos Aires era la tercera ciudad boliviana (Garca Canclini, 1997: 78;
2000). En mi trabajo de campo en Jujuy recog en entrevistas dos afirmaciones, entre otras similares, que parecen dialogar con la cita de Canclini. Nora, argentina, sostena que Jujuy es la Capital de Bolivia; Julia,
boliviana residente en Jujuy, deca por su parte que de Jujuy hay que
decir directamente que no es Argentina, que es Bolivia, no ms. Con
todo lo que (los jujeos) dicen, comen, hacen... es Bolivia. Ms all de
la certeza numrica de las frases, lo sustancial es que en San Salvador esta
idea aparezca consolidada tanto en el discurso nativo como en el de
los bolivianos. Debemos partir, pues, del hecho de que en esta ciudad
hay lmites que definen un mundo de significaciones comunes para inmigrantes y nativos, mientras que en La Plata las referencias correspondientes suelen aparecer invertidas una respecto de la otra, cuando no se
ignoran directamente.
La coincidencia en la formacin de un dominio de objetos, modalidades, conceptos y temas permite identificar en San Salvador de Jujuy
rasgos importantes de una formacin discursiva compartida por inmigrantes y sociedad receptora. En La Plata, en cambio, pareciera vislumbrarse ms de una formacin discursiva. O mejor, en tanto sta es por
definicin un sistema de dispersin (Foucault, 1991: 62), podramos decir
105
que de tratarse de una formacin, la misma presenta un mnimo de sistematicidad y un mximo de dispersin, como si la trama de esa especie de
red de enunciados se abriera al punto en que no es posible reconocer ya
las mismas reglas de formacin, ni unos ciertos elementos que los discursos en disputa moldeasen de manera conjunta y coincidente.
Todo lo cual no debe llevarnos a pensar que estemos en La Plata ante
la necesidad de la discriminacin, y en Jujuy ante la posibilidad de la
convivencia armnica. De lo que se trata es de dos condiciones de base
diferentes en una ciudad y la otra. (Veremos ms adelante que los modos
del racismo no se apoyan nicamente en la distancia entre esos territorios semiticos).
Racismo diario
En el captulo 1 el anlisis del discurso de la prensa platense mostr
diferentes formas en que los medios grficos reproducen mecanismos
discriminatorios respecto de los inmigrantes bolivianos. El examen de lo
que propuse llamar noticias generales permiti analizar el trabajo cotidiano y silencioso de la prensa en la fijacin de los inmigrantes bolivianos a determinados espacios sociales (vinculndolos con determinados
fenmenos y problemas, y con determinados agentes sociales). De acuerdo con ese anlisis, fuera de los artculos en que se alude explcitamente
a la problemtica migratoria, la nica forma en que los inmigrantes
bolivianos ganan visibilidad en los peridicos es mediante su calificacin
como actores en el campo delictivo/ilegal. Como expuse entonces, su
aparicin casi exclusiva en este mbito define la construccin del inmigrante boliviano tpico, en el sentido en que lo tpico es una construccin
histrica que resulta de una batalla poltica por la hegemona.
La categora de lo tpico nos permite reconocer una forma de nacionalismo racista en la visibilizacin de los inmigrantes bolivianos, y en la asignacin de un espacio social negativamente valorado como aquel que les
correspondera por naturaleza. Con nacionalismo racista aludo, de
modo general, a un tipo de prcticas discursivas discriminatorias por
medio de las cuales se asume y reproduce una jerarqua sociosimblica
en la cual los grupos sociales son fijados en lugares ms o menos inmviles, de acuerdo con diversos rasgos que estas mismas prcticas ponen de
relieve, colocndose, por lo dems, quien enuncia en un lugar superior
de esa escala.
Nacionalismo racista es una nocin algo vaga. El primer trmino
responde a que los propios medios refieren a bolivianos, es decir, pre106
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all como aqu el movimiento mismo por el cual el discurso de los medios los recluye en el terreno de la i-legalidad, del in-cumplimiento de
las normas, etc., implica la exteriorizacin de ellos. Sin embargo, parece
ser otro el modo en que se trabaja y construye la distancia, as como es
otro el modo de sentir la presencia de ellos entre nosotros.
De insultos y ascendencias
En el apartado del captulo 1 sobre el discurso nativo platense
fueron descriptas y analizadas cuatro imgenes acerca de los inmigrantes
bolivianos: los inmigrantes como conjunto indiferenciado, los bolivianos como fuera de la ley, los bolivianos como trabajadores, los
bolivianos como tmidos. Fueron propuestos tambin algunos factores
que formaban parte del suelo comn a estas imgenes y a algunas operaciones del discurso meditico. En conjunto, pudo observarse la presencia de muchos de los mecanismos propios de lo que algunos autores
analizan como racismo posmoderno (Harrison, 1995: 48-49; Sodr, 1992).
El estudio efectuado sobre el discurso nativo en San Salvador arroj
varios puntos comunes a los analizados en La Plata. Pero quisiera detenerme nuevamente en las diferencias que presentan los dos discursos nativos.
Existe un elemento que puede ayudarnos a entender estas diferencias
entre la heteroidentificacin en La Plata y en San Salvador, y sus eventuales
consecuencias en el proceso de autoidentificacin: el modo en que ser boliviano participa como parte de los insultos proferidos hacia los propios
inmigrantes. En ambas ciudades el ser boliviano llega a formar parte de los
insultos que los habitantes locales aplican a los residentes bolivianos.
Esto se hace evidente cuando los propios entrevistados argentinos lo admiten (muy rara vez reconocindose autores del insulto, generalmente
sealndolo en otro argentino). Tambin cuando algn argentino durante la entrevista insulta (en ausencia) a los bolivianos. Y tambin, por
ltimo, como queja y protesta entre los propios bolivianos. Pero en ambas ciudades la incorporacin de la partcula boliviano a un insulto
sucede de manera especial. La diferencia es simple, sutil y aparentemente menor, pero resulta reveladora tras una observacin cuidadosa.
En La Plata (y me atrevo a extender la afirmacin a toda la zona rioplatense) el insulto, que no slo me ha sido sealado durante el trabajo
de campo sino que suele orselo en distintos mbitos con frecuencia casi
cotidiana, es boliviano de mierda (o similar), con el recurso a bolita
como forma degradada de boliviano.
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Uno tiene que estar preparado para esa caracterizacin (como bolita), tiene que estar bien de la cabeza para recibir (...) el hecho de decir
bolita es como que tratan de bajar los valores (bolivianos). (lvaro,
boliviano)
Ac por ah dicen no, ste es bolita y ya trata de menospreciar.
(Guido, boliviano)
...vamos a suponer que es un bolita que ya est en la cosa, que es
contratista, y a los que caen nuevos, que buscan trabajo, los explota (...)
los bolitas explotan a los bolitas (Fernndez, argentino).
En San Salvador de Jujuy, si bien es cierto que estas frmulas denigrantes son utilizadas tambin, el modo quiz ms extendido de insultar
utilizando aquel trmino es precisamente utilizarlo, y hacerlo sin ms
agregados. Una gran cantidad de entrevistados relata una situacin ms o
menos cercana a s mismo en la que este insulto, boliviano a secas,
estructura la interaccin.
Ac dicen boliviano como un insulto. (Don Agustn, boliviano)
...le digo (a un tercero) qu?, es un insulto ms que todo? o por
qu dicen boliviano? (...)boliviano, parece que dijeran con bronca
(Blanca, boliviana).
...en Jujuy, cuando somos chicos, el insulto al otro chico es decirle
por ah vos sos boliviano (Mariano, argentino).
desvo de la norma en bolita. Podra ser un error apuntar nuestra pregunta hacia esta especie de complemento o suplemento, ya que ello nos
llevara a pensar que aquellas primeras frmulas necesitaran de ese suplemento para que el insulto tuviera efecto y peso.
Antes bien, lo que interesa es que en el segundo caso, en el boliviano a secas como insulto, no hace falta nada, ningn agregado, o mejor:
hace falta que no falte nada. Es decir, no debemos pensar que algo falta
aqu, respecto del insulto rioplatense, sino que ese algo, aqu, sobrara.
El insulto en Jujuy es (debe ser) el ser boliviano, y no el ser de mierda o
el ser hijo de puta. Lo que precisa el insulto jujeo no es calificar al
boliviano (como parece necesitar hacerlo el insulto riopatense), sino convertirlo (convertir su nombre) en calificador; no precisa adjetivarlo negativamente, sino convertirlo en un adjetivo que se presente cargado de
manera intrnsecamente negativa. No es ningn rasgo particular el que se
exalta, ni es un agregado que ofende por aadidura; el insulto mismo
est concentrado justo all en el propio trmino. Es el eventual rasgo
identificatorio el que se coloca como insulto per se.
Una meditacin ligera sobre lo anterior podra pretender que las cosas se dieran al revs de lo que efectivamente sucede. En efecto, no
debera especificarse, deslindarse y circunscribirse, qu tendra de malo
el ser boliviano justamente all donde lo boliviano est ms presente en la
cotidianeidad (San Salvador)? E inversamente, la lisa y llana bolivianidad
atribuida, no tendra que ser material suficiente para constituirse como insulto, all donde la ignorancia o desconocimiento sobre lo boliviano no permite hacer ningn tipo de distincin o calificacin (La Plata)?
Las mismas razones mencionadas nos dan una clave de interpretacin
para comprender por qu se da la situacin inversa. En San Salvador es
precisamente porque lo boliviano est entre nosotros, o mejor, dentro de
nosotros, que se vuelve preciso sealarlo. Es porque en algn sentido en
Jujuy somos lo boliviano (somos nuestros hermanos), por lo que lo boliviano (los bolivianos) debe ser seleccionado y marcado como lo despreciable. Es eso boliviano que est ya con y en nosotros lo que hay que sacar.
Un mal que est ya dentro nuestro tiene que ser extirpado. Para eso es
menester el gesto ms sencillo y por lo mismo ms radical: nombrarlo. El
mal no atraviesa en verdad ninguna frontera, no viene de afuera, est ya
aqu. En todo caso, es la frontera misma que nos atraviesa, que atraviesa
a cada jujeo. El interrogante crucial parece ser podemos ser lo que no
somos?; o, en rigor y ms drsticamente, podemos ser lo que somos?
En La Plata, en cambio, la adjetivacin en el insulto nos habla de la
necesidad de calificar lo extrao que viene de afuera, y que de este modo
112
75
Los enunciados estn homologados a fines expositivos. Con mayor precisin, la frase
habitual es, en el primer caso, si todos somos hijos de inmigrantes, y en Jujuy, si quin
no tiene la mam o su abuela, o un to o primo boliviano?, si todos sahumamos nuestras
casas, etc.
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adjetiva (de mierda, etc.), y en otro caso se trate de una identidad que
se atribuye por y en la interpelacin (boliviano), y a la vez se niega
(precisamente porque es un insulto), nos advierte que aquella figura del
Estado-nacin y sus fronteras puede no estar actuando de la misma manera aqu y all. Si nos concentramos un instante sobre la forma del
insulto jujeo, que a diferencia del insulto platense se limita a la adjudicacin de un epteto: boliviano!, vemos que en esta adjudicacin se
produce un doble procedimiento. Por un lado, el carcter mismo del
atributo, la bolivianidad, es denigrado. Por otro lado, y slo en apariencia
contradictoriamente, tiene lugar una interpelacin en trminos nacionales. Boliviano es, en este sentido, un llamado que espera una respuesta.
Adems de estar frente a un agravio, estamos frente a un pedido, una
solicitacin y una indicacin: s boliviano.
Las diferencias entre La Plata y San Salvador presentadas en los tres
apartados anteriores pueden ser interpretadas conjuntamente considerando la existencia de dos formas generales de racismo o de operaciones
racistas diversas. Una de estas formas estara representada por lo que
Wieviorka (1992) llama racismo como ideologa, como un modo de la discriminacin que define lmites netos entre distintos grupos, al tiempo
que ofrece el sustento para la justificacin de la opresin o directa negacin de un otro que es, desde siempre y por definicin, externo a uno
mismo.76
La segunda de estas formas puede ser apreciada en el enfoque foucaultiano. Aqu el racismo aparece como recuperacin, reconversin (por
inversin, en muchos de sus puntos) y desviacin de la forma, el objetivo
y la funcin del discurso de la lucha de razas, y como anulacin de lo
que ste haca patente de la historia humana: su configuracin como
resultado del conflicto y el enfrentamiento entre grupos. (E)l tema de la
sociedad binaria dividida en dos grupos extraos por lengua o derechos
ser sustituido por el de una sociedad biolgicamente monista (y as)
emerger la idea de los extraos que estn infiltrados o el tema de los
desviados como subproducto de esta sociedad. (Foucault, 1996: 72). 77
76
Hay que aclarar que esta nocin de racismo como ideologa es la que Wieviorka considera
como fondo comn, ms all de las diferencias entre ellas, de las concepciones de otros
autores, como Hannah Arendt y Louis Dumont, de quienes l, a su vez, se diferencia,
proponiendo comprender el racismo como mito (Wieviorka, 1992: 89).
77
Completa Foucault: Finalmente el tema del Estado necesariamente injusto se transformar en su contrario: el Estado no es el instrumento de una raza contra otra, sino que es,
y debe ser, el protector de la integridad, de la superioridad y de la pureza de la raza. As, la
114
idea de raza, con todo lo que comporta al mismo tiempo de monista, de estatal y de
biolgico, sustituir a la idea de lucha de razas (Foucault, 1996: 72).
78
Estas ideas fueron desarrolladas por el Profesor Etienne Balibar en el Seminario El futuro
de los racismos, dictado en el Centro Franco-Argentino de Altos Estudios y la Universidad
de Buenos Aires (septiembre-octubre de 2003).
115
formacin discursiva comn a la de las imgenes de los propios bolivianos en esa ciudad.79
Estas formas de racismo y, en general, las modalidades que adquiere
la comunicacin intercultural tienen lugar en condiciones histricas,
econmicas, socioculturales y tnicas particulares. Sobre estas condiciones se elabora una experiencia de la nacin y lo nacional, y un discurso
acerca de ello tambin particulares, propios de cada ciudad o, con mayor
exactitud, de las regiones en que cada ciudad se encuentra. En Argentina, la relacin centro-periferia (en la forma Capital/Interior o Puerto/
Provincias) sobredetermina la estructura de dominacin social; es una
constante en el campo de la poltica nacional, y en gran medida organiza
su dinmica. El discurso nacional oficial argentino (modernizador, integrador, con su mito del acrisolamiento de razas blancas, procedentes
principalmente de Europa, etc.) fue concebido en ese centro o, en todo
caso, con este centro como referencia primera. Es por ello que ha funcionado (y funciona) mejor en dicha zona (y, por consiguiente, en
ciudades como La Plata). Desde luego, en tanto que oficial(izado) y hegemnico dicho discurso opera en todo el pas, como discurso nacional.
Pero precisamente en tanto que hegemnico, y no absoluto, en las zonas
no centrales presenta fisuras, y presenta tambin componentes singulares. Por las razones anteriores, resulta adecuado hablar de modalidades
singulares del nacionalismo racista en cada ciudad, o directamente referirse en plural a los nacionalismos racistas.
En conclusin, el hecho de que se trate de dos diferentes formas,
histricas y actuales, de construir la nacionalidad y, como consecuencia,
la inter-nacionalidad, tendr sus efectos sobre el carcter que adquiera la
79
116
Autoidentificaciones (autodiferenciaciones)
Con base en las diferencias econmicas, socioculturales y tnicas sealadas, en cada ciudad se ha constituido histricamente una relacin
diferencial con la experiencia y el discurso de la nacin y lo nacional y,
correlativamente, en cada una de las dos se han configurado contextos
de recepcin distintos que significan marcos tambin distintos para las
relaciones interculturales. En estos marcos, y en estos contextos, las prcticas discursivas de autoidentificacin de los inmigrantes bolivianos mostrarn asimismo su especificidad.
Antes de pasar al abordaje del discurso de los inmigrantes, quisiera
precisar el sentido que recibirn a continuacin dos conceptos cercanos:
frontera y zona fronteriza. La precisin es pertinente toda vez que frontera
fue y es simultneamente un objeto/concepto y un concepto/metfora.
De una parte parece haber fronteras fsicas, territoriales; de la otra, fronteras culturales, simblicas (Grimson, 2000b: 9). En algunos pasajes
aludir a la primera de estas concepciones, al considerar a San Salvador
como zona fronteriza. An cuando mi trabajo de campo tuvo lugar en
dicha ciudad (a unos 290 kilmetros de la frontera fsica stricto sensu
entre La Quiaca, en Jujuy y Villazn, en Bolivia), utilizar esa nocin por
varias razones. Entre ellas, adems de tener un peso especial la situacin
de marginalizacin respecto del resto del pas, est el hecho definitorio
de que en Jujuy se percibe el territorio provincial como frontera del
pas (Karasik, 2000: 153). Estaramos, entonces, ante una suerte de zona
fronteriza ampliada. Utilizar frontera, por otra parte, en el segundo de
los sentidos mencionados, como fronteras simblicas, para referirme al
efecto de separacin que distingue significaciones y marcos de significacin o, en otros trminos, para referirme a las fronteras identitarias y a las
fronteras culturales (cfr. cap. 1).
La pregunta, entonces, ser qu forma adquieren, y qu vinculo presentan entre ellas, estas fronteras simblicas (principalmente las nacionales y las regionales) entre los bolivianos en Jujuy y en La Plata, y de qu
modo esto se puede relacionar con el hecho de que en uno de los dos
casos, y no en el otro, nos hallemos en una zona fronteriza. Es decir, cmo
algunas fronteras son definidas y vividas en una zona fronteriza, y cmo
fuera de ella.
117
(V
olver a) trazar las fr
onteras
(Volver
fronteras
Como seal, en la elaboracin de insultos a partir de la bolivianidad
poda verse funcionar la lgica del Estado-nacin. Ahora bien, la insistencia en Jujuy de ese insulto despojado, elemental y atributivo (diferente del de La Plata, adjetivado y con la bolivianidad como presupuesto)
demostraba que el gesto estatal/nacional no funcionaba plena y ajustadamente. Por qu hara falta si no repetir una y otra vez la adjudicacin? El
correlato de esto en las autorepresentaciones de los inmigrantes es una
autoidentificacin en trminos nacionales menor entre los residentes en San
Salvador que entre los residentes en La Plata.
Segn indiqu anteriormente, en La Plata y en Buenos Aires se da un
proceso de etnicizacin en trminos nacionales que subordina los regionalismos a una nueva bolivianidad que los abarca. En San Salvador de Jujuy,
en cambio, se manifiestan con fuerza identificaciones distintas a las nacionales. Se trata primordialmente de identificaciones regionales. Por supuesto, como muchas afirmaciones de nuestros entrevistados demuestran, las autodefiniciones en trminos de bolivianidad no desaparecen.
En Argentina, la diferencia entre kollas y cambas ya no (se da), ya se
hermanan directamente kollas y cambas, y ya no son kollas ni nada. Ya
todos somos paisanos bolivianos. Ya aqu tenemos que unirnos para
defendernos, y ya no existe ms eso (...) Aqu somos todos de Bolivia y
ya, (porque) no nos conviene estar divididos. (Don Agustn)
Los tarijeos a la larga siguen siendo bolivianos. Yo soy boliviano.
(Salvador)
En Argentina somos todos bolivianos (paceos, cochabambinos,
cambas). (Domingo)
En esta ciudad, a diferencia de lo que sucede en La Plata, las identificaciones regionales parecen disputar el espacio privilegiado de la identidad nacional, y llevan a revisar y dejar en suspenso el hecho de que las
divisiones socioculturales reproduzcan las divisiones polticas de los estados. El afloramiento de modos de configuracin de varios nosotros/
ellos diferentes entre s, y diferentes a su vez del par argentinos/bolivianos, toma formas variadas. Muchas veces se da la caracterizacin de (o la
referencia a) otros bolivianos como otros. Se formula una comparacin
explcita, o bien se define el grupo propio como diferente de todo el
resto de bolivianos:
Los bolivianos son muy diferentes (entre cochabambinos, paceos,
cambas, orureos), tienen tradiciones diferentes (...) Los cambas son
diferentes... el mismo color de la cara y la piel; son ms blancos, ms
tirando a plidos. Lo que pasa es que por ese lado parece que ha habido
una inmigracin de europeos y por eso son blancones, altos. (Don
Agustn)
...los paisanos de la abuela de mi nieto (que es de Cochabamba)
vinieron a ayudarla cuando en febrero se le ha incendiado la casa; son
muy unidos. Yo le digo a mi marido cmo son ellos (los cochabambinos)
de unidos. Si a uno le pasara eso, los tarijeos no vienen; los paisanos
son muy desunidos. (Teresa, tarijea)
Yo tengo relacin con criollos (argentinos), con gente cochabambina
de por ac (del barrio) y con tarijeos tambin. (Teresa)
El tarijeo es muy apartado de toda la parte norte boliviana en su
forma de ser, su cultura es muy distinta de la de todos los pueblos de ms
119
del norte de Bolivia. No se creen bolivianos, y dicen no somos bolivianos, somos tarijeos. (Salvador, tarijeo)
Muchos equipos de ftbol de la Liga (Jujea de Veteranos) me quisieron llevar, pero yo les dije no, yo soy tarijeo y tengo que jugar para
el (Atltico) Tarijeo. El equipo que presentamos en la Liga Jujea de
Veteranos de Ftbol lo conforman tarijeos. Yo quiero que todos seamos paisanos en el equipo, y estamos logrando eso. (Salvador)
...el cochabambino tiene su diferencia de un paceo o un camba,
como se le dice al cruceo, o de un orureo. (Blanca)
...por ah nos juntamos con los paceos para el aniversario del departamento de donde yo soy (La Paz) y nos tomamos ya no un vino sino
una cerveza. (Domingo)
80
De manera intencional, algunos de los distintos fragmentos que ilustran uno u otro de los
tems desarrollados han sido extrados de una misma entrevista; esto revela que la complejidad de la que intento dar cuenta atraviesa las individualidades.
120
81
82
Por otra parte, muchos bolivianos en Jujuy aaden, de modo directo o indirecto, una
nueva distincin que en ocasiones se vuelve fundamental y que est dada por la separacin
entre campo y ciudad, con lo cual nuestra cartografa se altera otra vez. Siguiendo a Karasik,
podemos continuar la complejizacin mencionando la identificacin tnica a partir de la
cual (y por la cual) el movimiento indgena delinea un espacio transfronterizo para incluir a
quienes se considera herederos del mundo incaico. Si bien esto involucra directamente a
los campesinos de la puna y el altiplano de Jujuy y el sur boliviano, sin dudas tiene tambin
consecuencias en la vida de la ciudad capital (Karasik, 2000: 166).
121
83
Puede apreciarse que no se considera que haya una definicin nica y rgida de regin.
La concepcin de la que parto trata de poner en evidencia que la nocin de regin es una
construccin de carcter cultural, histrica y administrativa. Igualmente, que en todos los
casos se trata de una operacin simblica de establecer una frontera, de diferenciar un
adentro y un afuera, un nosotros/as y un otros/as (Jelin, 1999).
122
84
Vila ha enfrentado, por ejemplo, la nocin del reforzador de fronteras a la del cruzador de
fronteras, y ha resaltado algunos peligros que esta ltima idea puede llevar aparejados (Vila,
2000). Ver tambin Johnson y Michaelsen (2003).
124
res y se completar con las siguientes: los efectos y consecuencias que las
zonas fronterizas (su vivencia) despliegan en el orden de las fronteras no
se dan necesariamente en trminos nacionales.
Qu sucede en nuestras dos ciudades con algunas de las fronteras
que experimentan/producen/recrean los inmigrantes?, qu sucede en La
Plata, en la regin central de este pas?, qu en San Salvador, capital de
la provincia fronteriza de Jujuy?
En la ciudad de La Plata vimos confirmado el movimiento de construccin de una nueva bolivianidad, o de etnicizacin en trminos nacionales. Pero mientras que en esta ciudad, lejos de la zona fronteriza (y
lejos de Bolivia), los inmigrantes bolivianos re-crean una frontera nacional que puede actuar como punto de identificacin, de reconocimiento
y diferenciacin, en la zona fronteriza se produce un efecto diferente.
All, en San Salvador, las identificaciones regionales presentan entre los inmigrantes un gran vigor. Se trata de un efecto complejo que no se reduce
a la revalorizacin o la conservacin del peso tradicional de estas identidades regionales. De una parte, porque las diferencias regionales en Jujuy parecen sobreimprimirse de manera acaso ms intensa que en la propia Bolivia, como si la ciudad de destino (y a veces sencillamente un
barrio de esa ciudad) ofreciera la posibilidad de efectuar un rpido viaje
en el que se condensaran muchas de esas diferencias, en el que pudieran
ser re-encontrandas o re-inventadas a cada momento. De otra parte porque, como se seal, lo nacional como dimensin identitaria est lejos
de desaparecer. No sorprende, as, el reiterado recurso a la frmula soy
boliviano, pero soy tarijeo, soy cochabambino, pero ac soy boliviano, y muchas versiones semejantes que oscilan entre estos dos grandes
ejes de identificacin.
La dimensin nacional, pues, no est ausente entre los bolivianos en
San Salvador. Y, por otra parte, veremos en el captulo 4 que las identificaciones regionales parecen ganar terreno en La Plata en los ltimos aos.
Es decir, en ambos casos estamos ante un juego de tensiones identitarias
en el cual intervienen tanto la dimensin nacional como la regional.
Estas tensiones no se cierran en la resolucin a favor de una u otra; la
dinmica histrica constituye la amenaza permanente sobre ese cierre.
Pero adems este proceso no debera ser pensado en trminos de proporciones y cantidades. Sirve de poco intentar cuantificar la supremaca
identitaria, porque no se trata de unidades discretas acabadas que avanzan o retroceden en relacin con otras unidades igualmente discretas y
acabadas. No hay solamente ms nacin menos regin, aqu, ms
regin menos nacin, all. Hay mutaciones y reconfiguraciones en
125
aquello que tanto la nacin como la regin son, y pueden ser, en cada
caso. Es necesario, entonces, atender las transformaciones cualitativas
(en las partes y en el conjunto) que esas tensiones implican. No se trata
de pensar en un proceso de consolidacin progresiva de una misma lgica, a medida que nos alejamos de la zona fronteriza hacia la zona central.
Se trata de procesos peculiares que se originan en condiciones peculiares
y se desarrollan con caractersticas propias.
La etnicizacin en clave nacional en La Plata no se da sin resistencias.
El eje nacional como referente identitario mantiene su vigencia, pero en
aos recientes tiene lugar tambin el apuntalamiento de ejes identificatorios ms circunscritos. No obstante, el marco del nacionalismo cultural
desde abajo no desaparece. La impronta de un primer momento de organizacin de la colectividad parece mantenerlo como teln de fondo.
Las diferencias regionales buscan su lugar en la disputa con esa suerte de
matriz nacional.
En San Salvador, en cambio, la referencia nacional entre los inmigrantes es de otra ndole, en la medida en que lo es tambin la referencia
a las regiones. No ha tenido lugar aqu algo similar a ese primer momento
de nacionalismo cultural en La Plata o en Buenos Aires. En varios de
los fragmentos de entrevistas citados puede verse lo nacional como una
bsqueda y un proyecto ms que como la constatacin de una situacin
efectiva; en este sentido, parece ser parte de una suerte de declaracin de
intenciones, as como el horizonte de las mismas. Como si el traslado
de la disputa regional a Jujuy y su enrgica actualizacin (o incluso intensificacin) actualizara a la vez una experiencia de lo nacional propia de la formacin social boliviana: la de su insuficiencia, una suerte
de carencia del marco regulatorio formalmente igualador que lo nacional supondra. 85 En este caso, el regionalismo re-actualizado contendra tambin la re-actualizacin de aquella bsqueda. Las diferencias regionales se establecen como dimensin de identificacin primordial, y aquella matriz nacional aparece, cuando lo hace, como
horizonte.
85
126
De respuestas
Para complementar algunos de los puntos analizados en el discurso
nativo, exploraremos brevemente la construccin discursiva que los
inmigrantes realizan de su actitud ante la sociedad receptora, y ante
situaciones concretas de contacto.
Los inmigrantes bolivianos en La Plata y en San Salvador coinciden en
una posicin general hacia la sociedad receptora: la bsqueda de la
integracin y la valoracin positiva de esa integracin cuando es alcanzada. Es una coincidencia importante, pese a que los relatos no sean
exactamente homlogos (mientras que en La Plata predomina la referencia a la integracin como proceso y su caracterizacin como adaptacin,
en Jujuy se pone de manifiesto una situacin ms estabilizada y resuelta).
La integracin se va dando al ir a trabajar... es aceptar, es como a un
chico: vos lo llevs al Jardn (de Infantes) y tiene que empezar a conocer
a los compaeros, a la maestra, porque ya est. (Juana, La Plata)
En la Argentina se supone que tens que adaptarte (...) y te termins
adaptando, no s si bien o mal pero...; hay otra gente con los que lo que
pasa es que yo creo que no hay forma... Pienso que es una cuestin de
integracin y adaptacin. (Ludmila, La Plata)
...personalmente no sent el cambio porque tena algn conocimiento (de Argentina) y me fue fcil. (Hugo, Jujuy)
Jujuy tiene el mismo clima de mi pago, Tarija, para m es igual o casi
igual. Yo soy ms jujea que tarijea (...) Antes (en Jujuy) no saba haber
ni aj ni nada (para preparar comidas). Ahora, en cambio, venden de
todo, ya cambi todo. (Rosa, Jujuy)
Yo adoro Jujuy as como que fuera jujea, es una provincia de la que
no me gusta que hablen mal... (Luisa, Jujuy)
Aproximadamente el nosotros exclusivo que se distingue del nosotros inclusivo y que puede
hallarse en trabajos clsicos de la lingstica y el anlisis del discurso (Benveniste, 1988;
Vern, 1987; Kerbrat-Orecchioni, 1997; Pottier, 1977).
127
cillo pero hasta ah noms tambin. Los que como yo estamos hace 16
aos ac nos hacemos respetar, pero todo dentro de la legalidad (...) Mis
hijos alguna vez han tenido que trenzarse tambin porque los cargosean
(en la escuela). (Domingo)
...le digo a mi hijo deciles (a los compaeros de la escuela) que tu
viejo es boliviano y punto, y se acab la historia (...) A mis hijos les digo
que a quien dice boliviano (como insulto) le calzan una trompada y
nunca ms lo va a decir. (Hugo)
Es indiscutible para La Plata, como para Buenos Aires, que un complejo mecanismo lleva a que la discriminacin tienda a ser disimulada y
ocultada (...) Resulta difcil aceptar que se ocupa un lugar desvalorizado
en las clasificaciones sociales (Margulis, 1999a: 22). Pero en Jujuy se
hace patente otra dinmica. Esta dinmica est sin duda vinculada con el
contexto, as como con los trazos coincidentes entre el discurso nativo y el discurso de los inmigrantes, tratados oportunamente, que
generan condiciones que hacen factible algn tipo de asuncin de la
desvalorizacin, as como la respuesta correspondiente, que rechaza el
estigma.87
Esto encuentra su correlato en otros puntos trabajados en este captulo. Los enfrentamientos con los argentinos (y los enfrentamientos siempre son construidos en relacin con argentinos, y no jujeos o platenses) colocan, por su referencia a lo argentino, la nacionalidad en el
centro. Pero lo hacen de forma especial en cada ocasin. As, en el caso
de La Plata observamos la bolivianidad presupuesta que en relacin con
la sociedad receptora se administra a travs de un trabajo de difusin e
insercin, y en relacin con los paisanos busca actuar como medio de
autorreconocimiento para procurar la integracin a la sociedad mayor.
A su vez, en San Salvador, el insulto boliviano puede ser, en tanto que
desatendido, una interpelacin que se desoye. Pero puede ser tambin
replicado directamente en los mismos trminos virulentos en que ha sido
87
Desde luego, y como afirma Margulis para Buenos Aires, citando a Goffman, y tomando
como fondo el caso de los negros en los Estados Unidos dcadas atrs, no se logra transformar el estigma en emblema. Pero a la luz de lo que sucede en Jujuy, nos vemos conducidos a
recordar, tambin con Goffman, que en lugar de pensar en un continuo de relaciones
donde ubicaramos en un extremo un tratamiento categrico y encubridor, y en el otro un
tratamiento franco y adaptado a las circunstancias, ser ms conveniente pensar en una
variedad de estructuras en las cuales los contactos se producen y se estabilizan (Goffman,
1998: 71).
129
Tensiones, lmites, pr
esiones
presiones
Las consecuencias del cruce de fronteras fsicas sobre las fronteras
simblicas son diferentes segn el lugar de destino de la inmigracin sea
una u otra de las ciudades estudiadas, en una zona fronteriza del pas o
en su centro geogrfico y sociopoltico.88 Las dimensiones de lo regional
o lo nacional se actualizan de modo singular en cada caso. Por otra parte,
las modificaciones que afectan al sentimiento regional, all o aqu, no
dejan de afectar al sentimiento nacional, y lo mismo vale para el movimiento inverso, en la medida en que estas fronteras y estos ejes identitarios slo pueden definirse a partir de las relaciones dinmicas que los
conecta positiva o negativamente a los otros ejes y fronteras. Las migraciones inter-nacionales, entonces, generan transformaciones en las fronteras
simblicas nacionales, pero lo hacen tambin en otras fronteras y otras
dimensiones identitarias.
Cul es el factor que determina que mientras en La Plata el espacio
de lo nacional adquiere para los inmigrantes bolivianos una intensidad
nueva y es por consiguiente privilegiado como referente identitario, en
San Salvador de Jujuy, en cambio, las regiones recrean su fuerza y se pre-
88
En este sentido, sera muy interesante analizar de qu modo estas diferencias influyen en
biografas migratorias cuyos itinerarios recorren justamente varios de estos distintos destinos (migrantes que transitan el camino de idas y vueltas entre Jujuy, Mendoza y/o Crdoba y el Ro de La Plata, entre otros) en los que las condiciones de asentamiento, las
estrategias llevadas adelante por los inmigrantes, las interpelaciones, etc., son diversas.
130
Una breve recapitulacin de lo expuesto en este captulo puede ayudar a percibir la importancia de las condiciones de recepcin.
En La Plata observamos desfases entre las representaciones de los inmigrantes y de los nativos acerca de lo que los bolivianos son o pueden
ser. En este sentido, a las diferencias que los bolivianos insisten en sealar entre ellos (y entre ellos y otros inmigrantes) el discurso local responde con la interpelacin homogeneizadora que slo reconoce bolivianos
(cuando no directamente latinoamericanos). El nacionalismo racista
local, a su vez, remarca la llegada de un otro que es externo por definicin, que no entra en la clasificacin sino como aquello que est (y debe
estar) fuera. En este contexto singular tiene lugar la construccin de una
neobolivianidad a la que se subordinan algunas distinciones sociales (la
regional, entre otras). Se coloca, pues, el eje nacional en el centro. Las
identidades regionales no desaparecen, pero se re-despliegan sobre el
fondo de esa neonacionalidad que acta como un marco de referencia
previo.
En San Salvador de Jujuy las imgenes sobre los inmigrantes bolivianos en el discurso local muestran importantes rasgos en comn con las
imgenes en el discurso de los propios inmigrantes. Entre otras cosas,
tienen su lugar en ambos conjuntos de imgenes las diferencias regionales existentes entre los bolivianos. Por otra parte, el nacionalismo racista
en la prensa y en el discurso nativo de esta ciudad resulta de un
mecanismo de seleccin y marcacin que seala a un otro interno como
desviado, que indica que hay que extraer un mal que ya est entre nosotros. Es en este contexto, diferente del anterior, que entre los inmigrantes
se mantiene y reconstruye la fuerza que las regiones tienen en Bolivia
como espacio de autoreconocimiento e identificacin. Lo regional se articula con lo nacional, pero lo hace slo en tanto la pertenencia a una
unidad nacional es postulada por los inmigrantes como horizonte y como
bsqueda.
No se trata de los mismos bolivianos en una ciudad y en la otra, y
esto responde, en parte, a que tampoco se trata de los mismos argentinos en cada ciudad. La experiencia y valoracin de la nacin y lo nacional en La Plata y en San Salvador difieren, y difiere en consecuencia la
recepcin de quienes vengan de afuera, y el trato hacia ellos. El discurso de la nacin no funciona uniformemente en el contexto de cada
una de estas ciudades. No puede hacerlo en la medida en que se erige y
sostiene sobre proyectos de desarrollo diferentes y desigualmente complementarios, lo mismo que sobre aspectos socioculturales y tnicos
distintos (unos celebrados al tiempo que los otros rechazados o negados
132
Sergio Caggiano
134
Captulo 4
Hacer presente a Bolivia
Instituciones, representacin y hegemona*
En este captulo podr apreciarse el despliegue, ms all o ms ac de
la dimensin nacional, de un conjunto de diferenciaciones y distinciones
en el proceso identitario entre los inmigrantes bolivianos en La Plata.
Nos detendremos sobre algunas de las ms importantes tensiones que
atraviesan y conforman ese proceso, y los criterios dinmicos sobre los
que aquellas tensiones se fundan (junto a lo nacional, lo regional, lo
tnico y la clase social). De acuerdo con la perspectiva asumida, los procesos identitarios, en tanto que articulacin hegemnica, suponen conflictos por el sentido que pueden tomar las relaciones y las posiciones sociales. El establecimiento de ese sentido significa la cristalizacin (provisoria) de aquellos conflictos, aquellas relaciones y aquellas posiciones.
En estos procesos es posible reconocer tres elementos que son profundamente interdependientes: (la definicin de) intereses, (la construccin de) identificaciones sociales, (la formacin de) instituciones. Las
instituciones juegan un papel preponderante en el modo en que los
efectos sedimentados de las luchas hegemnicas pueden estabilizar los
grupos sociales y funcionar con una cierta (y provisoria) fijeza. Ofrecen
un marco y un cdigo que ordenan el juego de las variaciones contextuales. Por lo dems, toda institucin se halla en medio de fricciones y
disputas que otras instituciones, junto a ella, configuran.
Concretamente, procurar interpretar la estrategia de representacin
llevada adelante por el Centro de Estudiantes y Residentes Bolivianos en
La Plata. A propsito, es importante entender la relacin de representa-
135
ochenta la cantidad de inmigrantes provenientes de Bolivia que se asentaban en la Capital y el Gran Buenos Aires, lo mismo que en La Plata y el
Gran La Plata, haba crecido significativamente y alcanzaba o superaba a la
de los que vivan en las provincias de Salta y de Jujuy, en la frontera con el
vecino pas. Se estima que cerca del 40% de los inmigrantes bolivianos residen en el rea Metropolitana de Buenos Aires y la regin platense.
Vimos tambin que en estos aos se daba el pasaje de un patrn de
migracin rural-rural a uno rural-urbano y hasta urbano-urbano. Los
cambios en estas tendencias generales de la inmigracin boliviana a la
Argentina impactan en la regin del Ro de la Plata, y en nuestra ciudad
y su zona de influencia en particular, dando por resultado una composicin social peculiarmente compleja. De acuerdo con ello, los inmigrantes llegados en los sesenta y setenta se dirigieron principalmente al cinturn rural periurbano (Romero, Lisandro Olmos, Arana, Alejandro Korn,
Colonia Urquiza, Etcheverry, etc.). Aqu la insercin laboral de hombres
y mujeres tiene lugar en la produccin agraria horti-florcola. Durante
los ochenta se consolidan asentamientos en reas plenamente urbanas,
como uno en Tolosa conocido como el barrio boliviano (a unas treinta
cuadras del centro de La Plata). Los hombres se dedican prioritariamente
a la construccin y al comercio, y las mujeres al comercio. Hay tambin
un porcentaje que se inserta en la industria (de forma prioritaria en
aquellas de uso intensivo de mano de obra, especialmente pequeos talleres
textiles), y en el rea de servicios gastronmicos. En todos estos casos sus
inserciones de trabajo son fundamentalmente de baja calificacin.89
Es pertinente recordar la importancia de la Universidad Nacional de
La Plata como factor histricamente atractor para estudiantes de varios
pases de Amrica Latina (entre ellos, bolivianos), as como su relevancia
como mbito de emergencia de focos de organizacin de distintas colectividades. Esta presencia de la Universidad genera algunos de los rasgos
peculiares de la inmigracin a esta ciudad. La composicin interna de la
inmigracin boliviana en La Plata presenta una heterogeneidad singular
en la medida en que el funcionamiento de este factor atractor intensifica
entre los migrantes las diferencias al momento de llegar, es decir, las
89
137
diferencias que se arrastran desde el lugar de origen, sustentadas en distinciones de clase, tnicas, regionales, etc.90
El Centro de Estudiantes y Residentes Bolivianos (CERB) en La Plata
presenta una historia algo imprecisa. El registro formal de su existencia
nos conduce a 1983, ao en que es reconocido por el Estado municipal.
El registro informal dado por los recuerdos de los miembros va ms atrs
en el tiempo, sealando con vaguedad que para entonces el Centro se
reuna desde haca bastante tiempo. Los relatos remiten a los primeros
aos de la dcada del setenta, e incluso se indican antecedentes organizacionales a principios de la dcada anterior. El CERB surgi en el centro
de la ciudad como una iniciativa de jvenes universitarios, provenientes
de familias bolivianas acomodadas. Incluso actualmente puede comprobarse, entre argentinos que vivieron vinculados al mbito universitario
local durante aquellos aos, una imagen de los inmigrantes bolivianos
como jvenes acaudalados que gozaban de una situacin que se volva
deseable aun para los propios platenses. A favor de esta situacin, a comienzos de los setenta el cambio monetario beneficiaba a la moneda boliviana en relacin con la argentina.
Esta situacin cambi en muchos aspectos. No solamente porque a
principios de la dcada del noventa las condiciones financieras dejaron
de significar una ventaja comparativa para los estudiantes bolivianos. En
ese mismo momento, estos mismos cambios y otros complementarios originaron, como se dijo, el aumento de la llegada de bolivianos trabajadores de baja calificacin. Ambos fenmenos modificaron la composicin
porcentual de los distintos sectores de la colectividad, y las relaciones
entre ellos, y esto, a su vez, trajo aparejadas consecuencias para el funcionamiento del CERB. El perfil socioeconmico de los miembros de la
institucin no se modific en este tiempo del mismo modo en que se
modific el del conjunto de la colectividad, o de manera correlativa a
ello. Si bien no ocupan el lugar social privilegiado que ocuparan los
fundadores, los integrantes de la institucin son estudiantes, o ex estudiantes, profesionales o tcnicos, empleados de comercio o servicios, tra-
90
Enfatizo estas diferencias al momento de llegar en relacin con las diferencias producidas entre los mismos bolivianos luego de la llegada al lugar de destino. En este sentido,
algunos investigadores han sealado que el arribo producido durante aproximadamente
los ltimos quince aos habra significado una fuerte divisin en el interior de la colectividad, al provocar una heterogeneizacin interna marcada no slo por diferencias al momento de llegar, sino tambin en el ascenso social que han logrado en la Argentina
(Pereyra, 2001: 14).
138
bajadores por cuenta propia en la ciudad. Pero ahora se ven ante una
colectividad no slo ampliada sino tambin diversificada en trminos
socioeconmicos, tnicos, etc. En su historia reciente, el Centro consigui avances en el proceso de consolidacin institucional (como la obtencin de la Personera Jurdica en 1998, o su designacin como Entidad de Bien Pblico en 2002). Pero al mismo tiempo sufre algunos trastornos vinculados a la participacin activa de sus miembros y, sobre todo,
a su representatividad respecto del conjunto de los bolivianos en La Plata.
El CERB parece carecer de objetivos claramente definidos a mediano
y largo plazo, exceptuando algunas formulaciones muy generales. La definicin genrica de sus propsitos y objetivos abre un vasto campo de
posibilidades, y no indica una direccin clara a seguir, o al menos no
existe un marco concreto de acciones proyectadas o de instancias especficas a cubrir, fuera de ciertas celebraciones histricas para las que el
Centro tradicionalmente organiza festejos.91 De manera complementaria,
el modo en que surgen los problemas a tratar y se definen los mecanismos y acciones para atenderlos dependen en gran medida de los intereses y disposiciones personales de los integrantes de la Comisin Directiva. Por otra parte, los vnculos con diferentes sectores de inmigrantes
bolivianos en la ciudad, lo mismo que con instituciones de diversa naturaleza, responden a veces a empeos y condiciones personales ms que a
un proyecto institucional.
La ausencia de una poltica definida explcitamente que indique fines o metas de largo alcance para la institucin, y la dinmica de funcionamiento descripta son presentadas conjuntamente por los dirigentes
como un inconveniente: Cada uno hace lo que le parece que tiene que
hacer, y el resto acompaa. O sea, no hay un fin, un objetivo claro de lo
que se quiere hacer: qu es lo que queremos. (Ligado a ello, suele sealarse la prdida de fuerza de la entidad durante los ltimos tiempos
91
Me baso aqu en la informacin relevada en las entrevistas con miembros de la institucin. Desde luego, el Estatuto del Centro establece explcitamente el objeto de su existencia. No obstante, como suele suceder en estos casos, la generalidad y vaguedad no estn
ausentes. Por lo dems, los puntos desagregados all son coincidentes con la informacin
recogida en mi trabajo de campo. Las priorizaciones de unos objetivos por sobre otros, lo
mismo que los eventuales desajustes entre los objetivos planteados y los efectivamente alcanzados son producto del anlisis de la informacin de las entrevistas y de las observaciones. No es
mi propsito aqu evaluar las actividades efectivas a la luz de su proyecto formal.
139
mencionado de una hospitalizacin), o a una oportunidad circunstancial que se decide aprovechar (por ejemplo, el ofrecimiento de un abogado boliviano para brindar asesoramiento jurdico). A lo largo de la observacin participante en las reuniones semanales de la Comisin Directiva
pudo comprobarse la preeminencia del primer tipo de actividades sobre
el segundo, no slo respecto del tiempo absoluto dedicado, sino tambin
respecto de las discusiones generadas y de las tareas concretas requeridas
a los propios miembros por fuera del espacio de encuentro de la Comisin Directiva. Si bien la valoracin explcita hecha por los dirigentes no
muestra esta jerarquizacin, el trabajo efectivo s lo hace.92 Como veremos ms adelante, la preponderancia de una de estas dos reas de actividades por sobre la otra se vincula al problema de la representatividad y
del lugar social ocupado por el CERB.
92
Por lo dems, las respuestas a la pregunta amplia acerca de los objetivos y actividades del
CERB se orientaron generalmente a las intervenciones en lo cultural. La inclusin de las
actividades de tipo social en las entrevistas fue muchas veces producto de una interrogacin directa al respecto. Asimismo, una dirigente sostuvo que (s)upuestamente el objetivo
fundacional, que est por Estatuto, es sociocultural, es un objetivo sociocultural. O sea
dedicarse a la parte de la cultura y a la parte social, entre comillas, que es a lo que (el
CERB) no se dedica. Y bueno, a nivel cultural yo creo que cumple ampliamente todos sus
objetivos (Rossi).
93
141
142
b) En segundo lugar, muchas de las actividades concretas de acercamiento con los distintos sectores de la colectividad y sus instituciones,
han estado signadas por dificultades y obstculos. Visitas de trascendencia poltica para el CERB largamente planificadas y nunca realizadas a
instituciones del cordn rural periurbano, escasa respuesta a convocatorias a reuniones abiertas del Centro, etc.
c) Por ltimo, en ntima relacin con la concentracin del CERB en
las actividades de tipo cultural, no forman parte de su agenda varias
problemticas que afectan directamente a distintos sectores de la colectividad. Esto es puesto de manifiesto por otros inmigrantes bolivianos
en la ciudad y reconocido incluso por algunos de los mismos integrantes
del Centro. Se hace referencia, por ejemplo, a la explotacin a que son
sometidos muchos paisanos en el trabajo en las quintas del cordn rural,
as como a las condiciones de hacinamiento y precariedad en que se ven
obligados a vivir, los cuales no son problemas a los que el CERB se aboque.95 Un segundo ejemplo lo constituye la participacin de algunos integrantes del Centro en el intento de un grupo de pobladores de un
asentamiento en Tolosa de lograr la legalizacin de su tenencia de los
terrenos. La participacin de los miembros del CERB fue muy breve y
termin al poco tiempo, no obstante los pobladores del barrio siguieran
adelante con el proyecto.
Las razones para explicar las dificultades en el xito de esta interconexin y estas relaciones son mltiples, y muchas de ellas vienen dadas,
como veremos luego, por particularidades de la colectividad misma y
del propio Centro: caractersticas socioculturales y econmicas, lgicas
organizacionales, etc. Pero si es cierto que la interconexin falla en uno
de sus lados (la colectividad), no lo es menos que en el otro (la sociedad receptora) las cosas parecen darse exitosamente. Y precisamente
all podremos encontrar otras razones para explicar aquellas dificultades
95
Por lo dems, las organizaciones formadas en la misma zona quiz estn aun ms lejos de
hacerlo. En parte por su propio perfil deportivo-cultural y comercial. Pero, fundamentalmente, porque los dueos de estas instituciones (algunas son de carcter privado) son
propietarios o medieros en buena posicin econmica que suelen ser justamente los empleadores que se aprovechan de dichas condiciones laborales.
143
con la colectividad: en la forma que toman las relaciones con las instituciones locales.
Como en otros lugares del pas, a veces estas organizaciones superponan y combinaban
las referencias tnico nacionales a las laborales, por rama o tipo de actividad, si bien
tambin hubo muchas veces tensiones entre las entidades de base tnica y las asociaciones
por oficio u ocupacionales (Devoto, 2003: 312).
97
98
Para dar una idea de la diversidad, menciono aquellas que tuvieron participacin en
alguno de los Plenarios, desde el 1, en mayo de 2000, hasta el 12, en agosto de 2001: Casa
de los Pases Catalanes, Casa de Los Vascos Euzco Etxea, Soc. Familia Friulana, AMIA,
144
Las actividades que lleva a cabo la Direccin se orientan predominantemente hacia lo cultural: organizacin de actos en festejos y conmemoraciones locales; homenajes (en los Plenarios) a las Asociaciones en
sus aniversarios; difusin de actividades culturales y artsticas de cada
institucin; publicacin de sus efemrides.100 La Direccin destaca, por
Centro Lucano de La Plata, Berisso, Ensenada, FAILAP, Casa de Portugal Virgen de Ftima,
Crculo Siciliano La Plata, Club Lazio de Berisso, Asoc. Reduci del Ejrcito Italiano, Crculo
Ligure de La Plata, Helvecia Soc. de Soc. Mutuos La Plata, Club Soc. Cult. y Dep. Vostok,
Crculo Campano de La Plata, Centro Gallego de La Plata, Soc. Lituana Cat. Cult de Soc.
Mut. Mindaugas, Crculo Italiano de La Plata, Centro de Estudiantes y Residentes Bolivianos, Asoc. Argentino Peruana Yunta, Asoc. Coord. de Colect., Crculo de Residentes Peruanos, Centro Aragons de La Plata, Centro Asturiano de La Plata, Crculo Cultural Andaluz,
Asoc. La Colect. Helnica y Platn de Soc. Mut., ABA., Crculo Recreativo Trevisano, Unin
Polaca en Berisso, Colect. Irlandesa San Patricio de La Plata Berisso Ensenada, Crculo
Lombardo de La Plata, Asoc. Abruzzese de Ensenada, Soc. Libanesa de La Plata, Centro Lit.
Israelita y Biblioteca Max Nordau, Colect. Cubana Caribea, Instituto Cult. Arg. Heleno,
FICE, Hogar Arg. rabe de Berisso., Asoc. Italiana de Soc. Mut. Unin y Fraternidad, Centro
Paraguayo La Plata, Centro Paraguayo Platense, Crculo Sardo A. Segni de La Plata, Soc.
Italiana de Soc. Mut. y Benef. Hospital Italiano Humberto I, Soc.Cult. Lituana de Soc. Mut.
Nemunas, Inst. de Cultura Itlica Esc. Italiana, Centro de Residentes Uruguayos J. G. Artigas,
Crculo Calabrs, Centro Castellanoleons de La Plata, Crculo Giuliano de La Plata, Soc.
Mut. y de Inst. Op. Italianos, Centro Cult. Dep. Paraguayo Arg., Centro Cult. y de Fomento
Bivongesi, Asoc. Nipona, Centro Extremeo de La Plata, CICHA, Asoc. Italiana de Soc. Mut.
Unin y Fraternidad, Asoc. Sefaradi, Centro Correntinos, Asoc. Ucraniana Renacimiento,
Centro Escandinavo COPARA, Centro Cult. Paraguayo a Ne Ret, Asoc. Cult. de Folklore
Per Tusuy, ICAI Alianza Francesa La Plata, Soc. Armenia de Berisso., Soc. Cult. Blgara I.
Vazov, Asoc. Espaola de Soc. Mut. Hosp. Espaol, Soc. Arg. Irlandesa La Plata, Crculo
Trentino, Centro Cult. Dep. Lima, Tradicionalista, Instituto Platense de Cult. Hispnica y
Biblioteca Popular, Crculo Toscano de La Plata, Centro Cult. Dep. Chincha, Asoc. Cult. de
Folk., Pilmaiqun (Direccin de Entidades, Colectividades y Cooperativas, Boletn Informativo, N 6, 2001, p. 14).
99
Si bien no podemos detenernos en ello, hay que sealar que en esta diversidad las
Entidades de Colectividades latinoamericanas, no obstante conformar el 30% de los asistentes a los ltimos dos plenarios, parecen ocupar un lugar secundario. Durante una
entrevista el funcionario olvida mencionarlas en todo momento, hasta ser consultado
explcitamente al respecto. Incluso, refirindose a las transformaciones sociales de las
ltimas dcadas, seala que (e)l cambio es porque ahora no hay corrientes inmigratorias,
hay corrientes emigratorias, aludiendo a los jvenes descendientes mayormente de inmigrantes europeos que dejaran la Argentina en los ltimos aos. Ante la consulta, como
poda esperarse, indic desde luego que los inmigrantes latinoamericanos tienen una
riqueza tan importante como las (colectividades) europeas, como todas las espaolas o
italianas, o alemanas [...] sin perder la identidad nacional, de la cual son tan orgullosos
frente a las colectividades europeas, etc.
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145
101
Direccin de Entidades, Colectividades y Cooperativas, Boletn Informativo, N 3, octubre de 2000, pg. 13.
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es juntarse y tratar de sacar algo en concreto para el apoyo de las colectividades (Jaschek). Agrupa unas veinte instituciones de colectividades y,
como la Direccin de la Municipalidad, abarca no solamente colectividades de La Plata sino tambin de Berisso y Ensenada.102
Aqu tambin los objetivos y actividades son principalmente culturales. El primer lugar en importancia lo ocupa la ExpoFeria de Colectividades, la cual se efecta anualmente en el mes de octubre o noviembre:
en cada stand, cada colectividad poda exponer lo que quiere: artesanas,
platos tpicos; poda poner un televisor con un video y mostrar algo
cultural del pas. En la Federacin aclaran que las tareas no se agotan en
la ExpoFeria: se han hecho exposiciones de trajes tpicos de diferentes
colectividades; se han hecho muestras de pelculas de diferentes pases
mostrando su cultura (...) se hacan en otra poca las Ferias de Platos
Tpicos, (y se participa) de la Semana del Tilo, del 12 al 19 de noviembre, cuando es el aniversario de la ciudad de la Plata (...) A su vez apoyamos a las instituciones que hacen algn acto cultural (Jaschek).
No obstante esta preeminencia de lo cultural, circunstancialmente
se han llevado adelante trabajos con objetivos sociales. Concretamente,
entre fines de 1999 y comienzos de 2000, cuando los dirigentes de las
Entidades participantes ven que empieza a haber una debacle en el pas
(y) que realmente haba una necesidad muy grande en algunos sectores,
la FICE decide encarar tareas de beneficencia. Se realizaron, entonces,
con relativa periodicidad, eventos artsticos y espectculos con el propsito de recaudar alimentos que luego se entregaron a escuelas carenciadas
de la regin, comedores populares, etc.
La relacin con estas instituciones tiene consecuencias para el funcionamiento del CERB. Un primer efecto se pone de manifiesto como disputa acerca de con cul de estas dos entidades mantener un vnculo ms
estrecho, o cul priorizar, por ejemplo, cuando las convocatorias de una
y otra entidad se superponen. Esta disputa se hace patente en el enfren-
102
147
tamiento entre dos dirigentes del CERB. Sin embargo, pese a que este
enfrentamiento se manifiesta frecuentemente, no parece impedir la participacin en uno u otro frente. Antes bien, podra interpretarse que esta
alternativa significa mantener abierta la posibilidad de estar presentes en
distintos mbitos. En este sentido concluye uno de estos dos dirigentes:
muchas veces (...) verbalmente nos agarramos, en cuanto a que l
tiene unas ideas personales porque l es delegado ante la Municipalidad,
y yo soy delegado ante la FICE (...) Entonces yo me pongo firme, y l
tambin se pone firme y discutimos. Y despus decimos bueno, est
donde est, Bolivia va a estar presente. O sea, por ms que venga la
invitacin de Montoto, o Juancito, o quien sea, si hay que representar a
Bolivia, vamos a estar (lvaro).
103
Recurdese que en el captulo 2, por ejemplo, vimos la imagen de los inmigrantes
bolivianos (y esto vale para paraguayos, peruanos y tambin chilenos), cristalizada como la
de aquellos que vienen a robar nuestro trabajo, en contraposicin, a veces implcita y a
veces explcita, con la de nuestros abuelos, aquellos inmigrantes (europeos) que vinieron a ofrecer su trabajo. (Aun cuando, en verdad, la recepcin de los inmigrantes europeos
en finales del s. XIX y principios del XX no haya estado exenta de discriminacin y rechazo.)
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Como veremos, esto es as en el caso de algunas entidades y asociaciones formadas durante los ltimos aos. Otras, en cambio, tienen un nacimiento anterior, que puede remontarse a unos veinte aos atrs. Pero
suelen presentar, a su vez, una revitalizacin en los ltimos aos, en
relacin con una etapa de decaimiento hacia fines de los noventa. Un
tercer fenmeno contemporneo y correlativo es el inters que el CERB
manifiesta respecto de ellos. Ante las transformaciones en la composicin de los flujos migratorios, y el consecuente achicamiento de la base
social que daba sustento al Centro, la institucin volvi la mirada hacia
sectores de la colectividad con los cuales hasta entonces haba guardado
una mayor distancia. En esta direccin, el mismo cambio de perspectiva
y de actitud del CERB puede verse como una suerte de ayuda involuntaria a la consolidacin de proyectos organizativos en dichos sectores.
...que estn apareciendo organizaciones es producto de la misma
colectividad en s misma, de la necesidad de los barrios, y el Centro
tambin est haciendo eso sin querer, est difundiendo. (Felipa)
106
Entre los principales trabajos sobre el concepto en el campo de estudios migratorios,
Portes y Borocz (1992), Wood (1992). Para el caso de migraciones bolivianas a la Argentina: Benencia y Karasik (1994), Archenti y Ringuelet (1997), Grimson (1999).
107
La mediera o medianera es una especie de aparcera. En su forma tradicional, el propietario de la tierra lo es del resto de los medios de produccin. Consecuentemente, el patrn
aporta tierra, tecnologa mecnica y capital operativo y el socio mediero aporta la fuerza
de trabajo (aunque eventualmente pueda aportar algunos insumos). Generalmente mediante un contrato de palabra se establece el porcentaje del precio de venta del producto
que este ltimo recibir. Ese porcentaje oscila entre un 25 y un 50%. Los riesgos de la
152
tarios rurales.108 Inmediatamente comenzaron a trabajar de manera conjunta en el proyecto. De acuerdo con el conductor del programa radial,
la intencin era crear un espacio de encuentro, participacin y formacin donde se desarrollaran actividades deportivas y culturales.
Se form una Comisin que llev a cabo las tareas necesarias de organizacin y bsqueda de asesoramiento. La situacin cambi en ese lapso,
y el proyecto result, finalmente, en un emprendimiento de carcter privado. Uno de los quinteros propuso aportar en partes iguales una cantidad de dinero ($2000) para comprar el terreno donde actualmente se
encuentra la sede del Club, y sus dos canchas de ftbol. Doce quinteros
se convirtieron as en los dueos del Club Tarija.109
Las actividades se concentran en el fin de semana, sobre todo en los
domingos, da en que se desarrollan los encuentros de los campeonatos
de ftbol que el Club organiza. Tambin se realizan fiestas. Entre ellas,
presenta especial magnitud la que celebra el aniversario del departamento de Tarija. Durante el transcurso de estos distintos encuentros se venden comidas y bebidas. Adems de la interpelacin directa contenida en
su nombre, las actividades que tienen lugar en el Club Tarija estn cargadas de referencias a aquel departamento boliviano (la chacarera y otras
msicas y danzas, algunas comidas, juegos populares como la taba, etc.).
b) En Tolosa cada ao se realizan, durante dos o tres fines de semana
consecutivos del mes de agosto, los festejos en conmemoracin de la
Virgen de Copacabana y de la Virgen de Urkupia, cada uno a su vez. Es
un acontecimiento de relevancia para el barrio, y para muchos de los
bolivianos que viven en la zona y que participan de la Fiesta (asisten de
varios lugares, de La Plata y Gran La Plata, y de otros distritos cercanos de
produccin son asimismo compartidos entre patrn y mediero (Benencia y Gazzotti, 1995;
Archenti y Ringuelet, 1997). Es posible, como en el caso que nos ocupa, que los medieros
logren una situacin econmica que les permita explotar extensiones importantes de tierra,
y convertirse a su vez en empleadores.
108
Para el caso del Gran Buenos Aires, Benencia (1997: 65) ha planteado la existencia de
una escalera boliviana de movilidad social, que consta de cuatro peldaos: pen, mediero, arrendatario y propietario. El autor seala que muy pocos alcanzan este ltimo peldao.
En un artculo posterior, puede hallarse la descripcin de una suerte de carrera laboral
similar, para el caso del partido de Escobar (Benencia, 2003: 464-465).
109
El conductor del programa radial abandon el proyecto, en parte porque no contaba
con el dinero que haba que desembolsar (aunque, al parecer, le hubieran permitido la
participacin de todos modos) y, fundamentalmente, porque desde su perspectiva el Club
se haba desviado del Proyecto original, convirtindose en una empresa de unos pocos,
motivada principalmente por intereses comerciales.
153
la provincia de Buenos Aires). Se efecta un importante despliegue artstico, comercial, religioso catlico y no catlico, etc.110
Una Comisin Organizadora o Comisin Directiva lleva a cabo los
preparativos y arreglos necesarios para las Fiestas: desde la tramitacin
de permisos y acuerdos con el destacamento de polica para brindar seguridad, hasta el ordenamiento y la distribucin entre los comerciantes
del espacio de la plaza donde tendr lugar la mayor parte de los acontecimientos. Se busca as garantizar el marco apropiado para las tareas de
pasantes y padrinos, que a su vez suelen formar parte de la Comisin.111
Los miembros de las Comisiones se renuevan peridicamente, cada ao.
En rigor, no son muchas las familias que se reparten las responsabilidades cada ao. Esto es as debido a que hacerse cargo de dichas responsabilidades significa ocupar un lugar de privilegio en la comunidad. Por
otra parte, las comisiones nunca funcionan a lo largo de todo el ao.
Dado que su objetivo exclusivo es la organizacin de la Fiesta, suelen
reunirse en fechas muy cercanas a su realizacin (en algunas ocasiones a
slo tres o cuatro semanas del evento). La Comisin guarda, sin embargo,
una relevancia institucional que parece estar dada por el prestigio barrial
de sus integrantes habituales.
c) Nuestro tercer ejemplo, el Club Royal Palquiza, se form a fines de
1987 en Melchor Romero, tambin en el cordn periurbano rural. Algunos matrimonios venidos del mismo pueblo, Palquiza (en el departamento de Potos), comenzaron a reunirse y fundaron el Club. Al mismo
110
Para apreciar la complejidad y la multiplicidad de sentidos puestos en juego en Fiestas
como sta, pueden consultarse anlisis sobre celebraciones similares llevadas a cabo en
Crdoba y en Buenos Aires (Giorgis, 1998; Grimson, 1999: 55-98). En estos trabajos se ha
destacado, por ejemplo, el carcter nacional que la conmemoracin de la Virgen de Copacabana adquiere en sus contextos migratorios. En cambio, podra sostenerse, si bien de
manera tentativa, que en La Plata la celebracin de la Virgen de Urkupia parece conservar en parte su referencia local cochabambina.
111
Pasante proviene de la voz quechua pasay, que significa ocupar un cargo o pasar
a travs de un cargo. Los pasantes son los encargados de patrocinar y organizar la mayor
parte de las actividades de la Fiesta. Para poder pasar la Fiesta se deben cumplir ciertos
requisitos, entre los ms destacables: integrar una pareja conyugal (lo cual tiene valor
econmico y connotacin simblica), y ocupar una posicin laboral elevada en trminos
relativos. Los pasantes guardan relaciones de compadrazgo o padrinazgo con otras parejas
que cumplirn por ello diferentes actividades en la Fiesta: sern padrinos y madrinas de los
objetos y servicios con que contribuyan a los pasantes en su organizacin (habr, por
ejemplo, padrinos de estandarte, padrinos de arcos, etc.). Ser pasantes (y padrinos)
implica invertir tiempo y dinero. Por estas razones, ocupar esos lugares da testimonio de
una cierta posicin social dentro de la comunidad, y consolida status y posiciones de
prestigio (Giorgis, 1998: 24-25).
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tiempo, otras familias provenientes de otros pueblos del mismo departamento de Bolivia hacan lo propio en distintos lugares de la regin: unos
en Arana, otros en Alejandro Korn crearon Clubes similares. Cada Club
tiene su equipo de ftbol, y organizan torneos y encuentros en los que
turnan la sede y las visitas respectivas; cada quince das se juega en uno
u otro de los clubes. La migracin parece implicar el traslado de sus
espacios y sus distancias, de sus clubes y equipos (cuyos nombres acostumbran recordar a sus pueblos), e incluso de las rivalidades deportivas
del lugar de origen:
...hay un equipo de un pueblito, que tiene su rivalidad con otro
cercano. Estn ah noms, y todo ese sector se vino para ac y form su
grupo igual que en Bolivia; entonces sigue el clsico, que desde Bolivia se
viene (..) Son todos clsicos. Son todos conocidos. Son todos casi... o
algunos... son parientes. (Fredy)
El Royal Palquiza, como los dems, realiza actividades del tipo de las
mencionadas para el caso del Club Tarija, y se sostiene igualmente con el
dinero recaudado en los encuentros deportivos, y la comida y bebida que
se vende all. Pero, a diferencia de este ltimo, el Royal Palquiza es una
entidad civil sin fines de lucro, reconocida como tal por la Municipalidad de La Plata. Durante el ao 2002, la institucin atraves uno de sus
peores perodos. Las consecuencias de las medidas econmicas y financieras tomadas a nivel nacional luego de la crisis de diciembre de 2001 se
sumaron a fenmenos negativos propios de la institucin que tenan ya algunos aos: disminucin en la participacin, robos en las instalaciones, etc.
Desde entonces, cambio de autoridades mediante, el Club parece recobrar
impulso. Esto se comprueba en un reordenamiento interno, en la prosecucin de tareas de infraestructura suspendidas tiempo atrs, etc.
Estas y otras organizaciones disean el complejo panorama institucional
que se extiende alrededor del CERB (literalmente alrededor, ya que el
Centro se rene precisamente en el centro de la ciudad). Un ltimo dato
importante es que ninguna de estas distintas organizaciones se presenta a s
misma como una institucin boliviana: sus nombres, sus apelaciones y
referencias generales son fundamentalmente regionales o locales.112
112
Ciertamente, habra que hacer precisiones respecto de las Fiestas celebradas en el barrio
de Tolosa, dado el referido carcter nacional que la conmemoracin de la Virgen de
Copacabana adquiere en sus contextos migratorios. Pero la naturaleza asistemtica de la
Comisin Organizadora, y la exclusin de cualquier otro objetivo fuera de los festejos
pareceran restar peso a esta excepcin, adems del aludido carcter local de la celebracin
de la Virgen de Urkupia.
155
Centro, reunira los festejos por el Da de las Amricas, y por el Aniversario de Tarija. En trminos prcticos, esta Pea ofrecera la posibilidad de
informar a un nmero importante de bolivianos acerca de la realizacin de
la Asamblea de eleccin de autoridades, y de convocarlos a participar como
electores. Es claro que ambas acciones vincularan al CERB y los tarijeos.
El viernes previo a la visita, la reunin habitual de la Comisin Directiva no pudo llevarse a cabo del modo previsto. Tuvo lugar, pero con la
ausencia sin aviso del Presidente y el Vicepresidente. No pudo organizarse entonces el viaje a Olmos, y la visita fue postergada. Ese fue el inicio de
una larga serie de desencuentros, trabas y desinteligencias (a los que
incluso se sum la lluvia) que dur unas cinco semanas. La visita, finalmente, nunca tuvo lugar. La Pea prevista tampoco se realiz; pas el Da
de las Amricas y tambin el Aniversario de Tarija (conmemorado por los
tarijeos, desde luego, con una gran fiesta en Olmos).
b) Uno de los objetivos declarados del Centro que muestra cierta continuidad y permanencia en los ltimos aos es brindar asesoramiento y
orientacin a los paisanos en materia de documentacin, y de los trmites
pertinentes para tenerla en orden. En un programa de radio que brinda su
apoyo y colaboracin al CERB, la institucin suele insistir a los paisanos en
que no recurran a intermediarios para efectuar los trmites indicados.
A fines de 2002 el Centro prepar una visita al barrio boliviano de
Tolosa que constituira una jornada de asesoramiento e informacin sobre aquellos temas. Para esto, una representante del Centro se instalara
una tarde en el barrio, junto a un abogado boliviano conocido que haba
ofrecido su ayuda, y esperaran las consultas de los vecinos. El da fijado,
la enviada del Centro, tras esperar infructuosamente durante algunas
horas, dej sin efecto la tentativa. Ningn paisano se haba acercado a
realizar consulta ni comentario alguno. (A decir verdad, acaso haya sido
lo ms conveniente, considerando que el abogado tampoco se hizo presente en el lugar.) Poco tiempo despus, un dirigente interpretaba que
...ellos (los paisanos que no se haban acercado) se van a una persona que conocen...; no son tan abiertos como para ir de entrada y confiar
en que yo vaya al barrio a decirles estas cosas las pueden organizar de
otra manera, y tratar de conseguir ese documento de algo que nosotros
les podemos informar. No, desconfan (de nosotros); ellos se van a alguien que por ah les comentaron o dijeron yo conozco una persona
que me lo hizo hace tanto tiempo, slo que hay que pagarle, y eso lo
hace ms fcil, y adems porque son conocidos. (Ramiro)
c) En el tercer ejemplo, tan significativo como el suceso que se cuenta, es el modo en que lo relata e interpreta uno de sus protagonistas, un
157
dirigente del Club Royal Palquiza. El hecho es tambin una visita frustrada del CERB a esta institucin de la zona oeste. Se acercaba el da de una
fiesta all, y el presidente del Club hizo oralmente una invitacin a una
dirigente del CERB y a su grupo de danzas para que participaran en ella.
Segn el anfitrin, haba quedado claro que la visita se hara. Para los
convocados, en cambio, no haba un compromiso firme. La visita, a fin
de cuentas, no se realiz.
El presidente del Palquiza explicaba las trabas para estos encuentros:
Lo que yo quera es que vengan. Porque yo s que en La Plata est
lleno de estudiantes de all (Bolivia) (...) Yo dije qu lstima que no
conocen el Royal, porque ac pueden venir, tienen cancha, pueden
comer un asado, la pasan bien ac. Pero despus... lo que pasa es que
necesits tiempo, y como nosotros trabajamos... A la semana, dos o tres
veces, tens que dedicarte al Club, ir all y hablar, cosa que a veces no
podemos, porque tenemos compromisos con el trabajo, y tenemos que
estar ah. Por ese motivo no conseguimos nada de la Municipalidad,
porque tens que ir, insistir, ir, ir, y estar. Pero nosotros no, vamos una
sola vez y listo, no quisieron, bueno... (Fredy)
Se debe resaltar en estas palabras el pasaje inadvertido hecho del CERB
a la Municipalidad. El dirigente est explicando la invitacin no respondida por los estudiantes bolivianos en La Plata, marca la diferencia con
ellos al sealar sus propios compromisos con el trabajo, e inmediatamente explica que es por eso que no consiguen nada de la Municipalidad. El secretario del Club, a su turno, completaba:
Lo que pasa es que hay muy poca seriedad. O sea, nosotros hemos
visto que por ah pods hablar y planificar muchas cosas, pero cuando
vas a lo concreto... Y nosotros somos muy cerrados, en ese sentido: si
vos me decs maana vamos, tu palabra es sagrada. (Rodolfo)
Cules son las razones que pueden explicar las dificultades y obstculos en la relacin entre el CERB y estas otras instituciones de inmigrantes bolivianos?, qu interpretacin puede hacerse de estos sucesos que
nos permita continuar la reflexin acerca del virtual lugar del Centro
como nexo o interconexin, y que nos ayude a comprender las heterogeneidades de la colectividad en La Plata que caracterizan el contexto en
el que se persigue ese propsito?
Los entrevistados, desde un lugar u otro, suelen coincidir en un conjunto de razones explicativas, complementarias entre s: desconfianzas,
orgullos, distancias... (distancias que son incluso territoriales).
Luisa, la integrante tarijea de la Comisin Directiva del CERB, es
terminante en relacin con los problemas para alcanzar una reunin y
158
cuenta con gente capaz como para poder (...) mantener ese nivel que
logramos conseguir hace muchos aos (Ren).
Por ltimo, desde fuera del Centro muchos bolivianos resaltan las
dificultades que los vestigios de la vieja institucin generan, adems de
sealar que se trata de rasgos caractersticos de la composicin social de
la institucin. Estos vestigios y rasgos caractersticos habran frustrado el
acercamiento de algunos de ellos al CERB:
(Y)o me acerqu primero al Centro de Estudiantes y Residentes. Me
acerqu un par de oportunidades y no me gust, en ese momento, la
forma de relacionarse entre ellos. V que si bien ellos podan sufrir discriminacin, ellos mismos discriminaban, entre ellos mismos (...) yo me
acerqu en ese momento; no me interesaba ningn cargo ni nada, me
interesaba trabajar y colaborar con las actividades, y encontr un grupo
muy cerrado. (Guillermo)
La procedencia urbana o rural, por otra parte, est ntimamente vinculada a una distincin tnica bsica que los dirigentes de la institucin
ponen de manifiesto, en trminos negativos, en el hecho de no ser indios (o en que los indios sean otros compatriotas). Adems, aquellas
diferencias que antes vimos como regionales estn tambin asociadas a
diferencias tnicas: ser kolla es ser del altiplano y de algunas zonas de los
valles centrales de Bolivia; ser camba es ser del oriente boliviano, y sobre
todo de Santa Cruz de la Sierra; ser chapaco es ser del sur, y sobre todo de
Tarija. Pero en ocasiones la clasificacin se agudiza y, entonces, no cualquier cruceo ser camba, y un paceo descendiente puro de espaoles
no ser kolla. Desde luego, sucede que lo tnico est tambin cruzado con
la clase social.113
Nos encontramos ante un conjunto de dimensiones que pueden generar solapamientos y homologas, alejamientos y oposiciones. La relevancia de cada una de estas dimensiones, y las relaciones que establezcan
entre ellas, variarn contextualmente, como resultado de condiciones
especficas. Con slo volver sobre estas pginas pueden verse estudiantes
frente a los que vienen a trabajar, trabajadores, a su vez, frente a los estudiantes; pero campesinos ante aquellos que son de la ciudad; que a veces
son de un mismo pueblo, al lado de otros paisanos que son de otro pueblo, pero con quienes comparten una procedencia regional y pueden,
entonces, compartir un club. Club que puede ampliarse e incluir a otros
que no son de la misma regin pero que son, como ellos, campesinos.
Distintos de otros bolivianos, pero bolivianos frente a los argentinos. Otros,
o los mismos, en otras circunstancias son tarijeos y no cambas ni kollas,
etc.
Por supuesto, la variacin contextual que est detrs de estas identificaciones situacionales no se reduce nicamente a la variedad de interlocutores y de ocasiones de interaccin. Variacin contextual remite justamente a condiciones materiales histricas especficas que son el fondo
sobre el cual se vuelven posibles esas interacciones, esos interlocutores y
113
Es evidente que la relacin sealada entre la clase social y la dimensin campo/ciudad
(como entre cualesquiera de las dems) no es nunca una correspondencia total y absoluta,
sino que presenta desajustes de diverso tipo. Ms precisamente, los ajustes en una de las
dimensiones (campo/ciudad, por ejemplo) pueden producir que no se manifiesten los
eventuales desajustes en la otra (la dimensin de clase). Sin ir ms lejos, pudimos ver ms
arriba que el Club Tarija, que convoca (a todos los) campesinos tarijeos, existe como
emprendimiento privado de quinteros acomodados econmicamente, empleadores ellos
mismos de sus paisanos.
163
desde el momento en que deben responder a las demandas de sus propios grupos tanto como a las expectativas de aquellos con quienes deben
negociar (Long, 1999: 2). Los actores que participan de estas interacciones, entonces, buscan trabajar sobre la ambivalencia o plurivalencia de
estas instancias, y negociar desde su lugar los intereses y valores controversiales.
En las instancias concretas de encuentro o conexin del CERB con
otras instituciones u otros grupos bolivianos, la homogeneidad putativa114 de la colectividad parece ponerse en crisis o, al menos, dejarse en
suspenso, y cdigos diferentes entran en accin, dificultando muchas
veces la relacin. En la relacin con la sociedad receptora, intereses
diversos pero que intentan convertirse en aprovechamientos mutuos se
ponen en juego en el contacto con las instituciones analizadas; se vuelve
necesario asimismo salvar los huecos de informacin y conocimiento en
ambas direcciones, etc.
Nos hallamos ante espacios de interaccin ambi o plurivalentes en los
que es menester negociar perspectivas y superar tensiones. Las interfaces
se dan a uno y otro lado de nuestra institucin. Una mirada ingenua
podra ver en el mismo CERB un espacio de interfaz, en la medida en que
su posicin de mediacin lo coloca como ese campo donde los puntos
de vista afines o contendientes se enfrentan y se procesan. Pero esta perspectiva nos impedira observar el papel activo que la institucin tiene en
ese procesamiento; es decir, su intervencin en la orientacin del proceso y de los resultados.
El CERB entiende y acomete la interconexin o nexo entre (las instituciones de) la sociedad receptora y (las instituciones de) la colectividad colocando a la primera como su pivote. En ltima instancia, el
movimiento de interconexin tiene una direccin clara hacia ella: (E)s
como que el Centro ha hecho mayor articulacin con la Municipalidad,
o con otras colectividades, que con la misma colectividad (boliviana); eso
es as (...) Hay como un problema ah... (Felipa).
La priorizacin de las actividades culturales por sobre las sociales
nos da una pista para interpretar esta afirmacin, dado que esa priorizacin se relaciona con el problema de la representatividad de la institucin. Una dirigente seala claramente la correlacin entre el rea de intervencin privilegiada por el Centro y su falta de representacin del
114
En el sentido en que Brubaker y Cooper (2001) hablan de identidad putativa, para
indicar la pretensin de una homogeneidad que no es tal.
165
115
La representatividad de una institucin, y la legitimidad correspondiente, no se deduciran, entonces, del simple clculo de las personas que estn detrs de ella, lo cual puede
ayudar a comprender el sostenimiento en el tiempo de muchas de estas entidades.
116
En cuanto a las categoras representacin de y representacin ante, resulta fructfero
considerarlas a la luz de las dimensiones transitiva y reflexiva que toda representacin supone,
segn ha enseado la Historia del Arte (para una historizacin de estas dimensiones, y del
tratamiento que han recibido en el mundo occidental, as como para un examen de su
potencia heurstica, ver Buruca, 2002 y 2003).
166
117
168
De este modo adquiere mayor relevancia el hecho de que afirmaciones como hacer presente a Bolivia, que se conozca Bolivia en la regin, etc. definan los objetivos y actividades principales de la institucin. Y se entiende mejor qu significa que lo que el CERB lleva a cabo es
la recreacin de lo boliviano, en un acotado campo cultural, y hacia
la mirada local no boliviana.118
118
Un interesante ejemplo diferente en varios aspectos al caso de nuestra organizacin, y
que arroja ms luz sobre l, es el de la Cooperativa ArPeBoCh, en la ciudad de Crdoba.
La cooperativa, formada por pobladores pobres de la Villa Mailln (en Villa El Libertador,
al sur de la ciudad de Crdoba) se dedica principalmente a acciones sociales, y est
integrada, como lo indica la sigla, por argentinos, peruanos, bolivianos y chilenos (en
Giorgis, 1998: 13).
169
rio para la interlocucin. La nacin argentina aparece por encima o abarcando a estas naciones que la componen o, acaso ms, que la han compuesto, puesto que la folklorizacin de estas entidades las convierte en elementos inertes, arcaicos, en el sentido de que se las reconoce como un
elemento del pasado para ser observado (Williams, 1988: 144).119 (No
sorprende en este contexto que dos Centros Tradicionalistas argentinos formen parte de la FICE. Al contrario, ello confirma el carcter
arcaizante de la clasificacin local oficial, a la vez que lo nacional argentino como un ms all de estas particularidades.)
Esta definicin reflexiva de la nacin argentina como campo de interlocucin se vincula con el mito del crisol de razas. La metfora del
crisol habra remitido en su historia a dos nociones diferentes. La
ms antigua perciba el proceso como argentinizacin, es decir, como
la integracin de los inmigrantes en una sociedad o en una matriz
cultural originaria que los preexista. La segunda (...) imaginaba el
crisol como una fusin entre los distintos elementos, lo que daba
lugar al surgimiento de una cultura nueva construida con el aporte
de los nativos y de los inmigrantes. El pasaje de una a otra nocin se
habra producido en algn momento hacia mediados del siglo XX
(Devoto, 2003: 320).120
Es esta segunda idea del crisol la que est detrs del mecanismo de
confirmacin de la nacin argentina como ms all de las entidades componentes, y como fruto de su unificacin. Y si bien pudiera ser que la
evocacin de estas naciones en su particularidad recordara el carcter
inacabado, nunca plenamente logrado del acrisolamiento, la operacin
de folklorizacin viene a impedir esta posibilidad. Los componentes es-
119
El lugar ofrecido en este campo de interlocucin a las colectividades de inmigrantes y
sus instituciones no es uno ni homogneo. El crecimiento de asociaciones de inmigrantes
(bolivianos, paraguayos, chilenos, etc.), y de federaciones que las agruparon, durante la
dcada del noventa (Pereyra, 2001), nos permite reconocer un proceso de creciente
etnicizacin de la accin pblica y la organizacin social (Grimson, 2003b: 144) que
forz reacomodamientos en dicho campo de interlocucin. Los criterios intervinientes
fueron diversos: desde la puja de las propias organizaciones de inmigrantes por su reconocimiento hasta el aprovechamiento (de funcionarios, partidos, dirigentes de la colectividad,
etc.) de la potencial fuerza poltica de las colectividades.
120
Para ver la ndole de aplanadora cultural que este mito y el proyecto poltico que lo
origina revisten, cfr. Segato (1997). Para la descripcin del debate entre crisol de razas y
pluralismo cultural en la historiografa contempornea argentina, ver Devoto (1992) y
Devoto y Otero (2003).
172
121
Podra creerse que estos elementos corresponden al espacio ideolgico donde se constituyen las articulaciones hegemnicas a nivel del conjunto de la formacin estatal-nacional, y
que en este sentido son demasiado generales para explicar la particularidad local o regional
de las estrategias de representacin del CERB en La Plata. Sucede que se est asumiendo
aqu la particularidad rioplatense de estas cuestiones nacionales. Es decir, que la concepcin
oficial de la nacionalidad y del crisol de razas que analizo es, en principio, central,
rioplatense y urbana, y, si bien en tanto que oficial logra un cierto reconocimiento en todo
el pas, es precisamente como resultado de una articulacin hegemnica, i.e., de una particularidad que consigue (as sea provisionalmente) universalizarse. Indudablemente podra hipotetizarse que este proceso seguira una lgica propia y una dinmica diferente en
otras regiones del pas, o entre otros sectores sociales. Precisamente en esta direccin
apunta el captulo 3. En otro trabajo (Caggiano, 2004) intent mostrar cmo elementos
ideolgicos regionales (rioplatenses) adquiran validez nacional.
173
los interesados. (Tras el alejamiento del CERB, algunos vecinos del asentamiento se contactaron con un paisano que trabaja en la Municipalidad,
y que quiz puede asesorar porque desde ah puede conocer un poco
ms...).
2) La ausencia en la agenda del CERB de la explotacin laboral en las
quintas del cordn rural. Vemos en este caso que la constriccin cultural contribuye a que instituciones como sta no formulen reclamos en
trminos de clase. Estos reclamos, consecuentemente, no tendrn lugar
o, en todo caso, tendrn que darse por los carriles previstos (algunos
inmigrantes podrn sindicalizarse, otros podrn participar de los movimientos de desocupados, etc.). Cul sera el problema aqu?, es que
existira una especificidad boliviana del reclamo de clase? La situacin
es ms compleja de lo que la pregunta muestra a simple vista, al menos
por dos razones: 1) porque la sobreexplotacin de estos trabajadores rurales es posible en condiciones jurdicas y socioculturales concretas que
sobredeterminan la explotacin econmica, y estas condiciones estn ligadas profundamente al hecho de que se trata de bolivianos y de indocumentados; 2) porque esa sobreexplotacin favorece la reproduccin
de otras formas de explotacin y desigualdad que afectan tambin a otros
sectores sociales, y porque el modo en que se ha politizado este hecho ha
llevado muchas veces a la estigmatizacin de las propias vctimas de esa
sobreexplotacin, lo cual termina justificando estas otras formas de explotacin y desigualdad (recordemos que en los noventa algunas conducciones sindicales sealaban como explicacin y causa de los bajos
salarios y del incremento del desempleo el robo de trabajo que perpetuaran los inmigrantes, y las condiciones en que stos estaran dispuestos a trabajar). Ambas razones muestran, por lo tanto, que un reclamo
especfico es en efecto necesario ya que los carriles previstos pueden no
ser los ms adecuados en determinadas circunstancias.
En cuanto a la exclusividad del criterio de nacionalidad, es evidente
que este contexto dificulta la politizacin de la identificacin regional,
en el sentido en que ella puede actuar como eje de demandas y reivindicaciones, como sucede en el lugar de origen. Procesos similares podran
rastrearse respecto a la identificacin tnica y a la formacin de instituciones en torno a ella.122
122
Una puerta de entrada a este tema podra ser el estudio de las diferencias entre el
indigenismo altiplnico (quechua/aymara) en Bolivia y el que puede verse en la regin
metropolitana de nuestro pas.
174
Centro, representante de Bolivia y de lo boliviano en La Plata, se propone como el garante, o el mejor agente, para la integracin cultural de los
bolivianos.
El privilegio de lo cultural como campo de accin y la exclusividad
de lo nacional como dimensin identitaria resultan en parte de condiciones especficas de posibilidad. La compleja historia de los bolivianos
en La Plata (de la diversidad de sectores arribados y de las diferentes
situaciones al momento de llegar), y su proceso de asentamiento estn en
la base de aquella especificidad. En esta historia general se vuelve relevante la propia historia particular del Centro de Estudiantes y Residentes, su pasado y la vigencia presente de ese pasado. Asimismo, uno de los
principales factores explicativos est dado por las relaciones de poder
que atraviesan la historia de Bolivia, y por la interrelacin entre las formas de dominacin y desigualdad de clase, tnica y regional, que iluminan el peso y las implicaciones que tiene la posicin del Centro y de sus
dirigentes. No puede olvidarse, por ltimo, el encuadre que la sociedad
receptora coloca, no slo por los parmetros puestos por las instituciones locales oficiales, sino por una profunda concepcin de la argentinidad ligada al mito del crisol de razas que est precisamente en la base
de la clave nacional-cultural-folklorizante con que esas instituciones locales operan.
En estas condiciones, y sobre ellas, se da la intervencin del Centro, y
su actuacin institucional en la definicin de intereses y en la construccin de identidad. Esta actuacin, por lo dems, no esta libre de generar
disconformidad y desaprobacin de parte de algunos miembros de la
colectividad, y confrontaciones en algunos casos, respecto al predominio de lo cultural y de lo nacional. Las tensiones mantienen su vigor, y
no podra predecirse qu resolucin puedan alcanzar. Los futuros pasos
del Centro, y del resto de las instituciones, pueden ser centrales para la
problemtica general de la inmigracin proveniente de Bolivia a la regin. Y pueden serlo puesto que definirn en este campo quines discutirn, y quines discutirn acerca de qu cosa.
177
Captulo 5
El crisol y el tamiz
Modelos, mitos y metforas de la Argentina de la
inmigracin
Lo poltico en un estudio de comunicacin intercultural e
identidades sociales
Estudiar procesos de construccin identitaria implica vrselas con la
dinmica a partir de la cual se definen los actores sociales, sus intereses y
objetivos. Se trata de procesos en los cuales son trazadas las fronteras
entre grupos y sectores sociales, y definidos los contactos, alianzas y enfretamientos. Significa, entonces, estudiar la constitucin de categoras identitarias y de la adhesin a estas categoras; comprender cmo determinadas dimensiones y ejes prevalecen en la sedimentacin de ciertos sentidos de las relaciones y las posiciones sociales. La nocin de interculturalidad, por su parte, permite dirigir la atencin hacia los lmites de esos
espacios simblicos dentro de los cuales unas categoras, dimensiones y
ejes identitarios son vlidos y no otros. Es decir, las relaciones y la comunicacin interculturales indican los lmites ms all de los cuales no
estamos ya dentro de un mismo marco de significaciones posibles; en
esas relaciones interculturales se negocian no slo las adhesiones o rechazos de unas categoras, dimensiones y ejes, sino su configuracin misma,
y la configuracin de ese espacio para la negociacin y el conflicto. Puede apreciarse en ellas la presencia simultnea de elementos pertenecientes a diferentes formaciones discursivas, o los bordes de mayor dispersin de una formacin; lenguajes diferentes para establecer aquellas
dimensiones y ejes identitarios. Los campos de interlocucin, por ltimo, tanto en el plano de las formaciones imaginarias como en el de los
intercambios efectivos, constituyen el espacio necesario para que se desarrollen los procesos identitarios y tome forma como tal el carcter inter de
la comunicacin intercultural.
179
En los captulos precedentes fueron examinados modos y efectos distintos de los procesos de diferenciacin e identificacin, as como instancias en las cuales se manifestaba la interculturalidad. Observamos que
la constitucin de un nosotros correlativa de la de un ellos presenta variaciones a partir de mltiples factores. El nosotros nacional boliviano puede postular un ellos nacional argentino como su contraparte. Pero sta es
slo una entre otras posibilidades en que las dimensiones identitarias
entran en juego: nacin/nacin, nacin/regiones, regin/regin, claseetnia/clase-etnia... la relacin nosotros/ellos no es una ni inmutable. Tampoco lo son las modalidades que revisten. Los marcos interpretativos para
estos juegos relacionales, dinmicos a su vez, dan lugar a estrategias y
tcticas de acuerdos, adecuaciones y rechazos. Desconocimientos y zonas
en comn, retroalimentaciones y enfrentamientos entre los discursos de
auto y heteroidentificacin. Fricciones de distinta ndole, acercamientos
ms o menos exitosos, encuadres de accin propuestos, a veces aceptados, otras veces resistidos, entre instituciones de la colectividad, y entre
stas e instituciones locales no bolivianas.
En el anlisis de estos fenmenos y procesos sociales ha sido central el
concepto de hegemona y articulacin hegemnica, lo cual implic poner de relieve terica pero tambin empricamente el carcter poltico de
los mismos. Si, como vimos, los procesos de identificacin son correlativos de la definicin de unos determinados intereses y objetivos (y actividades, demandas y reivindicaciones vinculadas a ellos), es claro que dichos procesos tienen, en ltima instancia, alcances polticos. Parafraseando a Stuart Hall, podramos decir que, del mismo modo que la cultura, los campos de interlocucin son una especie de campo de batalla
(Hall, 1984: 101). Por ejemplo, la inmigracin boliviana a la regin, como
se dijo, es una inmigracin primordialmente laboral. Pero el hecho de
ser una inmigracin laboral no la convierte necesariamente en una inmigracin de trabajadores, en el sentido que esa categora pudiera tener
como interpelacin identitaria. La cuestin aqu no es una discusin
alrededor de significantes, sino alrededor del trabajo hegemnico que
pueda realizarse sobre esos significantes. Si pensamos, como segundo
ejemplo, en la nacionalidad y el nacionalismo, veremos que son mltiples (y, eventualmente, contradictorias entre s) las articulaciones de intereses de sectores y grupos a las que puede dar lugar. En sntesis, puede
decirse que en la inmigracin contempornea desde Bolivia potencialmente hay bolivianos, hay kollas, hay jvenes, hay paceos, hay indgenas, hay trabajadores, hay aymaras, hay mujeres entre otras alternativas,
acaso todas en una sola persona. Lo que el anlisis conduce a relevar es
180
123
Carcter poltico que, como se ve, no se confunde con lo que suele llamarse polticas
de identidad, cuyas posibles limitaciones asociadas a un privilegio de los aspectos culturales que opaque los aspectos econmicos y polticos fueron sealadas en el primer
captulo.
181
el carcter universal de la ciudadana y la homogeneizacin de las diferencias como forma de concretar esa universalidad (Lpez Jimnez, 1997:
396). Surgen entonces dos problemas. Por un lado, ese intento universalizador reprime pero no suprime las desigualdades y da lugar a ciudadanos de primera y de segunda clase. Por otro lado, la pretensin homogeneizadora de una perspectiva general imparcial es un mito que refuerza
el privilegio de determinados grupos por sobre otros (Young, 1996: 106).
Como apunt en el captulo 1, es en este contexto en el que los derechos
de ciudadana especiales se tematizan y se vuelven parte de la agenda
poltica de numerosos movimientos sociales y de algunos estados.
Tanto estos derechos especiales como las polticas de la diferencia buscan
enmendar las consecuencias desigualitarias y opresivas de un universalismo occidental-blanco-patriarcal-etc., generador de lo que se conoce
como brechas (tnicas, de gnero, etreas, etc.) ciudadanas. En relacin con los problemas abordados en este libro, esto supone una advertencia sobre los peligros que puede acarrear la accin poltica en nombre
de los derechos humanos o de la ciudadana universal, ciega a la
diferencia y la particularidad de los grupos oprimidos. De hecho, una
importante porcin de aquellas consideraciones se ha efectuado en el
mundo precisamente alrededor de grupos de inmigrantes, minoras culturales, etc. Indudablemente, muchas de las dificultades y los conflictos
que deben atravesar los inmigrantes bolivianos responden a razones particulares, y requieren un tratamiento en ese sentido. El desarrollo de
espacios de intercambio cultural entre inmigrantes, y entre los inmigrantes y la sociedad local (desde el apoyo a asociaciones hasta la subvencin
de festivales y encuentros, y de medios de comunicacin comunitarios)
pueden ser una va para tratar varias de las fricciones, distancias e incomprensiones entre inmigrantes, y entre ellos y los miembros de la
sociedad receptora.124 Los derechos especiales de representacin
(Kymlicka, 1996), que implican la promocin legal de cupos u otras
modalidades de representacin poltica de determinados grupos sociales, podran ser otro ejemplo de este tipo de medidas.
Ahora bien, la circunstancia clave de que se trate de una inmigracin
mayoritariamente laboral de baja calificacin coloca en primer plano la
124
Hay, desde luego, importantes experiencias en este campo, generalmente impulsadas por
los propios inmigrantes. Algunas organizaciones y asociaciones fueron presentadas. Existen, por otra parte, otras muchas de ndole variada, entre ellas una cantidad considerable de
medios de prensa grfica, as como algunas radios o programas radiales bolivianos,
grupos de danzas y equipos de ftbol, etc.
182
125
Dado que en los pases de Amrica Latina (...) las desigualdades raciales estn imbricadas con profundas desigualdades sociales y econmicas, resulta claro que programas destinados a eliminar la pobreza y disminuir las desigualdades beneficiarn directamente a la
poblacin no blanca sometida a las mayores privaciones (Hasembalg, 1996: 190-191).
126
183
miento de clase y las consecuencias eventuales del conflicto social. La perspectiva que
asumo, en cambio, subraya cierta ambivalencia y complejidad constitutiva de esta relacin.
Por una parte, porque la ciudadana puede responder a una lgica incrementalista que no
se detendra en la sancin o legitimacin del orden existente, sino que continuara un
camino de ampliacin y profundizacin. Por otra, porque en lo que atae directamente a
la atenuacin del conflicto de clase parece adecuado considerarla un arma de doble filo:
por un lado, la ciudadana, en forma de meritocracia e igualdad de oportunidades, es
legitimadora del orden capitalista; por otro, la ciudadana puede causar frustracin de
expectativas: una vez consolidada, la comparacin de la desigualdad real de resultados con
el ideal de igualdad socavar la legitimidad de ese orden (Noya Miranda, 1997: 271). (Un
tema conexo es el de una eventual incompatibilidad entre los trminos de una cultura
ciudadana y los de una cultura popular; Dias Duarte, 1993. Para una descripcin histrica de la integracin poltica de las masas antes excluidas de la participacin en la
comunidad poltica, y de las ambivalencias que esta integracin supuso, ver Bendix, 1974).
184
127
Acerca de la delicada relacin entre universalidad, particularidad y hegemona para
pensar la crtica social y la poltica contemporneas, ver Butler, Laclau y iek (2003).
186
Las migraciones internacionales son uno de los fenmenos propiciatorios de transformaciones identitarias y de interculturalidad por antonomasia. Como han sealado algunos autores, las particularidades y alteraciones que la nueva situacin supone para el inmigrante, junto a las
modificaciones generadas en el contexto habitual de los miembros de la
sociedad de recepcin, pueden provocar un movimiento de reflexividad
en reas que hasta entonces se presentaban como dato inmediato de la
conciencia (Schnapper, 1988: 200).
Estos datos inmediatos o evidencias pueden ser del orden de las
dimensiones con las cuales se reconocen las fronteras entre un nosotros y
un ellos, es decir, del orden de las fronteras identitarias. Las migraciones inter-nacionales pueden de esta suerte generar transformaciones en
los sentidos de pertenencia nacionales, desde luego, pero pueden hacerlo tambin sobre otras fronteras y otras dimensiones identitarias: la clase,
la etnia, el gnero, etc. Estos datos inmediatos o evidencias pueden ser,
asimismo, del orden de lo que denominamos fronteras culturales. Es
decir que la nueva situacin puede impactar sobre los marcos en los
cuales adquieren algn sentido aquellas dimensiones identitarias y las
fronteras entre ellas. No ya slo sobre los sentidos de pertenencia considerados propios o ajenos, pero admitidos en tanto que tales, sino sobre
la forma misma de concebir estos sentidos de pertenencia, y su legitimidad en tanto que categoras, sobre la forma de estructurar los clivajes
sociales y de imaginar las categoras identitarias y las interrelaciones.
Aclarar, por otra parte, que el movimiento de reflexividad puede afectar
tanto a los inmigrantes como a los miembros de la sociedad receptora
significa insistir en orientar el problema hacia la relacin, y no hacia
actores cosificados. La puesta en suspenso de las evidencias culturales
como producto de la migracin es generalmente percibida y estudiada
entre quienes migran. Pero no suele recibir la misma atencin lo que en
este sentido sucede entre los miembros de la sociedad de recepcin.
Sin embargo, el cuestionamiento de las evidencias puede darse entre
ellos, y a menudo, cuando no es asumido reflexivamente, acta en sordina
como sustrato de actitudes discriminatorias. Es que eso que viola nuestras fronteras pone en cuestin, en ese mismo movimiento, los rdenes
internos y externos que esa frontera garantiza (Douglas, 1978), porque si
uno no ocupa su lugar pone en jaque toda la distribucin de lugares y
pone en escena el carcter construido de toda configuracin, incluida la
nuestra.
Por otro lado, el estudio de las identificaciones en la inmigracin dice
algo a propsito de las identidades sociales en general. Se ha sealado
187
que las identificaciones sociales son situacionales, lo que significa que las
variaciones contextuales pueden generar transformaciones identitarias,
es decir, que se trata de procesos llevados adelante por diferentes agentes,
mediante diferentes acciones y con diferentes propsitos y resultados.128
No obstante, el nfasis desmedido en el dinamismo de las identificaciones corre el riesgo de confundir estos complejos procesos con una suerte
de juegos de rol. Hacer hincapi en las condiciones sociohistricas
especficas en que tienen lugar dichos procesos permite evitar un doble
riesgo: el de fetichizar las variaciones, y el de reducirlas a efecto de las
voluntades individuales y/o del azar.
Los aspectos singulares del proceso estudiado aqu se apreciaron en
datos sociodemogrficos e histricos de la inmigracin y los inmigrantes,
relevados y descriptos a veces como factores explicativos, otras como factores contextuales, pero siempre como elementos sin cuya consideracin
no poda efectuarse el anlisis de la comunicacin intercultural. El anlisis propiamente dicho, adems, mostr singularidades en el modo en
que lo nacional, lo regional, lo tnico y la clase social toman parte en la
construccin de las identitades sociales entre los inmigrantes bolivianos,
en los discursos de recepcin (y en las representaciones discriminatorias), en los intercambios virtuales y efectivos, coincidentes y divergentes,
etc. Condiciones especficas supone entonces lmites y presiones que
configuran un espacio de posibililidades para que unos procesos identitarios puedan tener lugar, y otros no. Por lo dems, estos procesos complejos de atribucin de sentido a las relaciones y posiciones sociales toman forma, como se dijo, sobre la base de anteriores procesos sedimentados y cristalizados que suelen aparecer como realidad natural para los
actores.
Hay otra razn por la cual las identificaciones no pueden confundirse con juegos de rol, en los que el carcter situacional diera lugar a una
sucesin de adscripciones alternativas, ajustadas a los contextos singulares. No basta con indicar que en tal o cual contexto una identidad ser
preferible a otra, o ms til, efectiva o poderosa. Ni siquiera alcanza
128
Susan Paulson, por ejemplo, observ el modo en que diferentes momentos y situaciones
de la vida de una boliviana de Mizque, Faustina, requeran/permitan el despliegue de
identidades diferentes. Al cabo de un solo da, su femineidad, su identidad mizquea, su
identidad campesina, o su indigenidad se ponan en juego con sus parientes y compadres, con
el camionero que transportaba su mercadera, con las cholas que competan con ella en la
venta de sus productos y, por ltimo, con las compradoras, cada vez de manera particular
en el campo, en el Mercado en Cochabamba, etc. (cfr. Paulson y Calla, 2000).
188
129
Para un examen crtico de las aristas que presenta este concepto en tanto que concepto
de experiencia prxima y concepto de experiencia distante (Geertz, 1994), de algunos
de sus usos en las ciencias sociales, sus cargas valorativas, etc., ver Grimson (2002).
190
130
Procuro hacer hincapi en el carcter utpico que este proyecto habra supuesto, ms
all de las realizaciones concretas de este compromiso igualitarista. De todos modos,
parece haber importantes correspondencias entre los momentos de consolidacin de la
metfora del crisol de razas y de la idea de la integracin de los inmigrantes, por un
lado, y algunas transformaciones socioeconmicas, por otro. La primera de las versiones
del crisol referidas en el captulo 4 (la de la argentinizacin) retoma fuerza con el
yrigoyenismo, y una relativa prosperidad que contribuy a afianzar la posicin social de
los inmigrantes y sus hijos (Devoto, 2003: 371). La segunda de las versiones (la creacin
de una cultura original) se consolida definitivamente en los aos sesenta, a lo que contribuy el clima democrtico en lo cultural e igualitarista en lo social que perme la vida
cotidiana argentina de esos aos (Devoto, 2003: 423). (El primer perodo peronista fue
tambin activo en la integracin de los inmigrantes, con las particularidades del caso,
dadas centralmente por el atravesamiento de la estigmatizacin de los cabecitas negras en
el discurso poltico nacional; Devoto, 2003: 411 y ss.).
191
131
El clis o estereotipo del argentino blanco, fruto de la recepcin aluvional del torrente
migratorio europeo a partir de 1853, oculta y oscurece la presencia de la mayor parte del
pas, del mismo modo que la ciudad y el puerto de Buenos Aires fagocitan muchos de los
desarrollos de lugares de potencialidad similar (...) A fuerza de no mencionarse ese componente criollo-oscuro-mestizo de nuestra poblacin originariamente argentina, termina
por aparecer como inexistente (Clementi, 1995: 102).
192
132
Las altas tasas de endogamia que sugieren los trabajos cualitativos (a falta de mediciones
sistemticas) van en la misma direccin.
193
el tipo de trazos utpicos que evocamos antes en el mito de la integracin, ni como horizonte de transformacin ni de ascenso social. No slo
en numerosos trabajos sociolgicos, sino tambin en el discurso cotidiano, meditico y poltico se insiste en sealar la fragmentacin o la crisis
de integracin social como rasgo definitorio de nuestra sociedad contempornea.133 Paralelamente, sin embargo, el mito de la Argentina abierta y acogedora, muestra persistencia y vitalidad. Como vimos, constituye
un lugar comn definir a la sociedad local como hospitalaria, y hay un
amplio consenso en que aqu no se discrimina a los inmigrantes.
Este desfase o desajuste hace que la imagen mitificada de la apertura
ampare el sostenimiento de discursos y prcticas xenfobas y discriminatorias antes que la motorizarizacin performativa de esa misma apertura
que declama. En los contextos de fricciones comunicacionales y racismos
presentados a lo largo del libro, la obstinacin en la imagen de la Argentina abierta y acogedora no hace sino disimular esos contextos y se convierte en una suerte de coartada. Que no funcione el modelo de adscripcin voluntaria no implica que se configure de cara a los inmigrantes
bolivianos un modelo alternativo de tipo pluralista. Por el contrario,
pareciera el negativo necesario del modelo integrador/asimilacionista, el
punto de excepcin que posibilita su efectividad. El mito de la apertura se vuelve una operacin ideolgica, y la idea del crisol acta como
autoetiqueta nacional tranquilizadora.
El terror tnico y el pnico de la diversidad (Segato, 1997: 175)
engendraron el proyecto integrador/asimilacionista del crisol y la aplanadora cultural. Acaso algo semejante a aquel terror est ms o menos
activo actualmente en relacin con los inmigrantes bolivianos y otros
procedentes de pases vecinos. Pero las reacciones dominantes en estos
aos han sido las propuestas (algunas efectivizadas) de represin, control y expulsin.
Las figuras mticas y las metforas tratadas en estas pginas han dado
lugar a estas propuestas represivas. No obstante, dichas figuras constitu-
133
Por cierto, los cambios ocurridos durante la dcada del noventa en materia econmica
y financiera, en legislacin laboral y en todo el espectro de las polticas sociales, por
mencionar algunas reas, produjeron el desmantelamiento de un cierto rgimen de bienestar vernculo, y ello est en la base de aquellas frmulas de la fragmentacin o la desintegracin. Si habl antes, como ahora, de mito es para subrayar su carcter ficticio, como
relato que posibilita una comprensin de la realidad (y no otra), y para subrayar a la vez el
hecho de que generalmente tal mito acompaa una mirada nostlgica que idealiza algn
pasaje de la historia argentina.
195
Sergio Caggiano
196
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