Alberto Lopez Cuenca - Los Comunes Digitales - Nuevas Ecologias de Trabajo Artistico
Alberto Lopez Cuenca - Los Comunes Digitales - Nuevas Ecologias de Trabajo Artistico
Alberto Lopez Cuenca - Los Comunes Digitales - Nuevas Ecologias de Trabajo Artistico
Introduccin
Las condiciones materiales en las que se produce, distribuye y accede a la cultura se han visto modificadas drsticamente en las ltimas dos dcadas. Las tecnologas digitales y su articulacin en red
han sido las principales responsables de esto. Puede hablarse, as, de
una reconfigurada ontologa de la cultura debida a la digitalizacin,
cuyo rasgo ms evidente es la desobjetualizacin. Esta condicin de
las producciones digitales abre un abanico de posibilidades para la
transformacin de las prcticas culturales y plantea un serio reto
para determinar y controlar su propiedad. La ontologa de la cultura digital cuestiona nociones como las de exclusividad o escasez.
Es precisamente en torno a ella que se conforman nuevas formas de
asociacin, tramadas en torno a los comunes digitales y otros modos
de actuacin colectivos como las asambleas o las redes difusas. En
un momento de franco desmantelamiento de los servicios y bienes
pblicos en favor de la privatizacin de la educacin, la salud o las
comunicaciones, lo comn cobra una nueva vigencia en el mbito
digital. La activacin de revividas formas de lo pblico est ligada a
nuevos modos de agencia y (des)organizacin que toman cuerpo en
mltiples mbitos, desde los productores de conocimiento a las asociaciones de vecinos, de las editoriales a los huertos urbanos. De en-
tre esas formas de rehacer lo comn, cobra especial inters una que
est asociada a las ideas de subjetividad y exclusividad ms excluyentes, la del trabajo artstico. Aunque todava hoy sigue circulando
una concepcin decimonnica del artista y el genio creador, de cuya
existencia se benefician tanto el mercado como las instituciones artsticas y las polticas culturales ms conservadoras y despolitizadas,
las redes estn reactivando los comunes, ahora digitales.
Las prcticas asociadas a las tecnologas digitales parecen reabrir
la posibilidad de desequilibrar categoras establecidas como las
de autora, originalidad o propiedad exclusiva. No es privilegio de estas tecnologas hacer posible una crtica de estas nociones:
la historia de las prcticas artsticas est repleta de modos de hacer
que las han cuestionado. Sin embargo, estos conceptos parecen estar
lejos de perder vigencia, tanto por su presencia meditica como por
su pervivencia en la teora y el anlisis acadmico y los perfiles con
los que siguen definindose las convocatorias institucionales. Una
nocin clave, que tiene estatuto mtico en nuestros das, mantiene en
pie esta estructura conceptual: la creatividad.
Es importante advertir el papel que ha pasado a desempear la
idea de creatividad en nuestros das. Una capacidad asociada desde
el siglo XIX exclusivamente a las artes y los artistas, en la actualidad est distribuida por los sectores productivos ms insospechados. De tal modo, la supuestamente distintiva creatividad del arte
moderno se integra y expande socialmente mediante la mercantilizacin de procesos, productos o experiencias derivados de ella.
As, las aparentemente diferenciadas fuentes del trabajo creativo
las del arte, las del diseo industrial o la computacin pretenden
hacerse converger en el estadio econmico del capitalismo actual.
Este hecho explicara porqu se ubica a las artes en tanto que trabajo
innovador en el marco de las denominadas industrias creativas.
Esta enumeracin temtica no hace justicia a los momentos e interlocutores que han conformado una compleja relacin dada en laboriosos y
placenteros aos de discusin y lectura. Su mencin, aunque insuficiente, quiere reconocer que son ellas y ellos los que han hecho posible la red
de ideas que se rene aqu, cuya autora, por mucho que aparezca bajo
mi nombre, una convencin, no es ms que un corte momentneo en
un flujo, como gusta decir Joanna Zylinska, un corte en un flujo que no
me pertenece. La reunin de estos textos no pasa, pues, de ser un inconcluso intento de intentar pensar en presente.
De especial relevancia para lo que aqu se expone han sido las
discusiones en el grupo de investigacin del Doctorado en Creacin
y Teoras de la Cultura en la Universidad de las Amricas, Puebla
desde 2007 a la fecha: un espacio valiente y a contracorriente en una
universidad que tiene todo el empeo por dejar de serlo. Estoy en
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parte por el mercado de bienes simblicos y culturales. En esta ambigua y parcial relacin con el mercado se revelar la capacidad del
trabajo artstico para producir lo que en este texto se denominarn
los comunes. En contraposicin a la privatizacin del trabajo y los
recursos materiales que el capitalismo exige, los comunes hacen referencia a lo que tiene una propiedad compartida y conforma prcticas
sociales distintivas en torno a dicha condicin ya se trate de ideas,
tierra o software.3 Sin embargo, entre las reconfiguraciones puestas
en marcha por el capitalismo financiero han estado no slo la conversin de los conocimientos colectivos y la creatividad en recursos
econmicos sino que el arte ha sido posicionado como una forma
paradigmtica de la produccin de valor econmico. Es precisamente en estas condiciones en las que es urgente considerar si el trabajo
artstico puede an contribuir, y cmo, a los comunes.
Ahora bien, qu hace al trabajo artstico tan diferente de otras
formas de trabajo? Ciertamente parece que desde la Revolucin
industrial el tipo de actividades que los artistas han desarrollado ha
sido frecuentemente improductiva y autorreferencial, una condicin
celebrada en el motto decimonnico: El arte por el arte. Parece que
es precisamente por esta autorreferencialidad que las prcticas artsticas se posicionaron por encima de otras que eran meros medios
prcticos para alcanzar algn fin productivo. No obstante, al igual
que otros trabajadores, para ganarse la vida los artistas necesitaron
vender el resultado de su trabajo en el mercado. Esto, paradjicamente, haca extraordinarias sus obras y por ello, a veces, inusitadamente costosas pues no estaban hechas simplemente para ser
vendidas: su valor no resida slo en su precio.
Para la caracterizacin de los comunes se sigue aqu el trabajo inexcusable de Elinor
Ostrom, especialmente su Governing the Commons: The Evolution of Institutions for
Collective Action. Cambridge, UK: Cambridge University Press, 1990.
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Tras el sismo de 1985, se fueron conformando distintos colectivos y espacios de reflexin y exhibicin en Mxico,
D.F. Iniciativas como La Quionera, La Agencia, El Saln
des Aztecas, Temstocles 44 o La Panadera fueron puestos en
marcha por artistas jvenes o graduados universitarios que no
tenan acceso a los contados y conservadores espacios institucionales. En gran medida, esas iniciativas son fundamentales para entender el boom internacional del arte mexicano
contemporneo que tendra lugar en la primera dcada siglo
XXI. Teniendo en cuenta el reducido mercado y lo limitado
de la escena nacional del arte contemporneo, un notable
nmero de exposiciones de artistas mexicanos se organizara
alrededor del mundo hasta el extremo de que en 2005 la feria de
arte espaola ARCO tendra, por primera vez, a un pas latinoamericano como invitado especial: Mxico.11
Es evidente que tuvo lugar un proceso de cercamiento de las
prcticas artsticas alternativas para nutrir al mercado del arte
global, y que muchos jvenes artistas que participaban en estos
colectivos abrazaron la oportunidad que se abra para exhibir y
vender su trabajo. As, lo que comenz como una estrategia para
abrir espacios para la prctica artstica alternativa finalmente fue
absorbida por el mercado internacional del arte o, al menos, por
su imaginario. Sin duda se trat de un recordatorio de que no hay
nada intrnseco al funcionamiento de los colectivos artsticos que
impida su cercamiento y apropiacin. Siempre es posible fetichizar
Por mencionar slo algunas de las numerosas exposiciones: Alibis, Witte de
With, Rotterdam, 2002; Mexico City: An Exhibition About the Exchange Rates
of Bodies and Values, P.S.1, New York, 2002; 20 Million Mexicans Cant be
Wrong, South London Gallery, Londres, 2002; Made in Mexico, The Institute of
Contemporary Art, Boston, 2004; Eco: Arte contemporneo mexicano, Museo
Nacional Centro de Arte Reina Sofa, Madrid, 2005.
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Para otros muchos casos de prcticas que elaboran lo comn, vase John Holloway,
Crack Capitalism. London: Pluto Press, 2010.
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Hace unos aos Hito Steyerl declaraba la muerte de internet. El motivo para afirmar esto era simple y, en realidad, no distaba mucho
de los argumentos esgrimidos previamente respecto a la muerte del
arte: Internet ya no era distinguible, se haba integrado en la vida
cotidiana. Internet, pues, mora como un mbito distintivo de la experiencia al disolverse y reconfigurar la experiencia misma. Si esto
es cierto, qu posibilidades se abren para reactivar los comunes en
la era de la disolucin de internet? Cmo pueden desplegarse las
prcticas artsticas digitales en la tarea de reactivar los comunes?
Materialidades digitales
La condicin suprema de internet, escribe Steyerl, no es la de una
interfaz sino la de un medio ambiente (Too Much World: Is the Internet Dead?, 4). Esto equivale a decir que internet no es un mero
transmisor de datos porque pasa a arraigarse materialmente en la cotidianeidad de una forma indistinguible. Internet se da off line como
un modo de vida, de produccin, de vigilancia, de organizacin (Steyerl, 4). No deja de tener un tono un tanto simplista el presupuesto
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Desde el momento en que internet eclosiona y va ms all del mbito militar y acadmico en el que haba estado previamente recluido, es decir, de mediados a finales de los noventa, an poda decirse
que era percibido como un cuerpo extrao a su poca, una novedad
tecnolgica en su uso civil. Su disolucin material comenzara a definirse con el auge de la denominada web 2.0, la creciente capacidad de transmisin de datos y almacenaje y el abaratamiento de las
computadores. Si las estadsticas del International Communications
Union de Naciones Unidas son crebles, de un 2% de usuarios en
promedio en el mundo en 1997 se pasara a un estimado de 40%
en 2014 (78% en los pases desarrollados).15 La cuestin de fondo es precisar cmo se despliegan y articulan las redes que definen
las conexiones especficas entre esos nuevos actores digitales. Esas
maneras han sido sobradamente caracterizadas, quizs en un tono
un tanto optimista, como horizontales, rizomticas, desjerarquizadas, descentralizadas. Si Steyerl tiene razn, en su disolucin en la
vida cotidiana esas caractersticas seran transferidas a los nuevos
modos de asociacin.
Puesto en otros trminos, la ecologa de la red las maneras
de organizarse en y mediante ella no quedara slo en el mbito
Key 2000-2015 ICT Data for the World en http://www.itu.int/en/ITU-D/
Statistics/Pages/stat/default.aspx, consultado 30/10/2015. Segn el INEGI, 44% de
la poblacin usaba internet en Mxico en 2014, de los cuales el 74.2 tena menos
de 35 aos. http://www.inegi.org.mx/saladeprensa/aproposito/2015/internet0.pdf,
consultado 30/10/2015.
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en el saber de la multitud conectada digitalmente, mucho ms creativa, original, barata y accesible que las mentes individuales.17 No es
slo el mercado sino que las agencias de inteligencia y los servicios
secretos son perfectamente conscientes de la vasta cantidad de informacin y recursos que la colectivizacin y circulacin pblica hace
disponible.18 Tras las revelaciones que hiciera Edward Snowden en
2013 sobre el espionaje sistemtico que la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos vena realizando a ciudadanos, gobiernos
y todo tipo de instituciones pblicas y privadas, interviniendo las
comunicaciones digitales, apenas parece quedar margen para el optimismo respecto al potencial de esas inteligencias colectivas. Pareciera ms bien que hubiramos abierto la puerta sonrientes y sumado
a nuestras conversaciones ms ntimas al gran hermano anunciado
por George Orwell.
Stalder, sin embargo, detecta prcticas distintas que se daran
junto a la capitalizacin econmica de esos saberes colectivos pblicos o su uso por parte de las agencias de inteligencia. Las que l
describe como las nuevas formas de solidaridad.
Esta solidaridad es ms que un mero eslogan publicitario, est
arraigada en experiencias concretas de la vida diaria, renovada
mediante la accin colectiva y guiada por la conviccin de que
los objetivos y las aspiraciones personales no pueden lograrse
en contra de otros sino con y mediante ellos. Esta solidaridad,
Las referencias son conocidas y numerosas. Ya han sido referidas en El trabajo
artstico y la disputa por los comunes: notas para una genealoga.
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Por mencionar slo el ms evidente: la CIA cre en 2005 el Open Source Center, una
agencia destinada a recolectar inteligencia de fuentes disponibles pblicamente en
los medios digitales y los tradicionales. Vanse tambin los reportes e investigaciones
de la OTAN: Open Source Intelligence Reader e Intelligence Exploitation of the Internet
ambos de 2002. La red, pues, como fuente de inteligencia antes del surgimiento de
las redes sociales, que magnificarn esas cuencas de informacin y las harn an
ms fcilmente accesibles.
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Es crucial subrayar que estas formas de solidaridad no estn restringidas a los intercambios digitales ni a las formas de asociacin que
tienen lugar por las mediaciones de internet. De hecho, ms bien, las
prcticas que desde ah se generan estn haciendo evidentes que ya
haba todo un repertorio de formas de organizacin basada en los
comunes que haban existido antes y a la par que la lgica de mercado capitalista: formas de asociacin acapitalistas (30).
Las nuevas materialidades digitales, aunque se desplieguen en
sociedades de mercado hipervigiladas, parecen renovar las posibilidades para la solidaridad. Esto lleva a Stalder a concluir que:
Las redes digitales son un elemento esencial en la reconstruccin
contempornea de la autonoma y la solidaridad, aun cuando
su presencia emprica e importancia varen entre casos. Por lo
tanto, no es ninguna coincidencia que muchos de los valores que
han estado insertos en las tecnologas digitales sean prominentes
en esta nueva cultura y esto contribuya a la revitalizacin de
acercamientos autonomistas (52).
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Bajo todo esto est el que quiz sea el metavalor de esta cultura:
compartir. Compartir es hacer disponible para otros un recurso
sin la expectativa de una devolucin inmediata o directa. Esto
diferencia notablemente el acto de compartir del intercambio en
el mercado que est siempre comerciando equivalencias (p. ej.
bienes por dinero) como del regalo, del que se espera que sea
devuelto o reciprocado en un momento posterior, como Marcel
Mauss famosamente mostr (56).
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La disolucin de internet en lo que se ha denominado materialidades digitales es difcilmente predecible y arduamente cartografiable. Si Stalder est en lo correcto, tanto la activacin de agresivas
estrategias de control y vigilancia como mecanismos de desposesin y capitalizacin de las inteligencias colectivas se han puesto
en marcha a la par que una renovada solidaridad digital, ligada al
compartir y a la recuperacin de los comunes.
El arte de los comunes digitales
Como se seal en el captulo previo, los modos de hacer de los artistas han mantenido una ambigua relacin con la lgica de mercado
capitalista. En lo que respecta a la conversin de esos modos de hacer
en los siglos XIX y gran parte del XX en trabajo productivo, es decir,
en trabajo que genere capital, su importancia ha sido anecdtica. Esa
situacin, sin embargo, se ha ido transformando paulatinamente en
las ltimas dcadas con la expansin de las denominadas industrias
culturales y creativas y la transformacin generalizada de la cultura
en un bien de consumo. Es precisamente en esa situacin donde hay
que rastrear las posibilidades con que cuenta el arte para hacer de
un modo no previsto por esas lgicas de capitalizacin. Para ser ms
precisos, cmo pueden operar las prcticas artsticas en las nuevas
materialidades digitales para favorecer los comunes, la reciprocidad,
el dominio colectivo y la tica del compartir?
La respuesta a esto no es obvia ni inmediata pues las prcticas
artsticas se encuentran en un mbito escurridizo. Han de situarse
entre la ya arraigada privatizacin de las funciones pblicas por
parte del Estado dando con ello prioridad a la figura del consumidor
(de cultura, de sanidad, de educacin, de seguridad) y los supuestos
empoderamientos ciudadanos emanados de la sociedad civil por
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parte de ciertas asociaciones claramente tintadas por intereses privados, desde el Teletn y la Asociacin a Favor de lo Mejor A.C. a las
diversas formas de domesticacin de los agenciamientos polticos
ciudadanos por parte del Estado.21 Los comunes digitales se ubicaran entre esos difusos acotamientos y estaran ligados a otras prcticas de reivindicacin de la colaboracin que, como ya se ha sealado,
anteceden en muchos casos tanto a la expansin de internet como al
capitalismo mismo.
En el mbito de las prcticas artsticas hay muchos antecedentes de modos de produccin colaborativos que sortean, cuando
no confrontan explcitamente, las prcticas reguladoras ligadas a
la autora, la propiedad y la produccin de valor econmico para
apuntar hacia unos modos de hacer que se articulan de una forma
mucho ms desjerarquizada e igualitaria.22 John Roberts ha hecho
una oportuna reflexin al respecto, distinguiendo entre el carcter
evidentemente colectivo de todo trabajo artstico (el cual siempre
depende del trabajo de otros: carpinteros o programadores, marchantes, crticos o el pblico) y el trabajo colaborativo.
La colaboracin, como un proceso autoconsciente de produccin
es, sin embargo, un asunto distinto. En este sentido, la
condicin socialmente producida del arte se hace explcita en la
forma de la obra. El trabajo en equipo, compartir habilidades e
ideas a travs de las disciplinas, manipular objetos prefabricados
(el trabajo de otros), negociar con varias instituciones y agencias,
Sobre este escurridizo mecanismo de cooptacin de la agencia poltica ciudadana
mediante la colaboracin gubernamental llama acertadamente la atencin Salvador
Medina Ramrez en DF: el control del espacio pblico y la domesticacin de la
guerrilla urbana, http://horizontal.mx/df-el-control-del-espacio-publico-y-ladomesticacion-de-la-guerrilla-urbana/, consultado 2/10/2015.
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Vase la nota 2 del captulo Esttica relacional y arte digital: tica y poltica del
afecto, donde se sealan algunas de las referencias ya clsicas que rastrean el giro
colaborativo en el arte contemporneo.
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Con TTTP, Andjar est llamando la atencin sobre el carcter intrnsecamente excluyente de todo orden tecnolgico, especficamente por el dispuesto por las nuevas materialidades digitales. A quines excluye? Cmo podran articularse estrategias de intervencin
artstica que abran otros espacios de sociabilidad, o que redefinan
el sentido de propiedad y la lgica productivista impuestas por el
capitalismo financiero que conllevan la deslegitimacin de parte
de la poblacin?
Para poder pensar respuestas a estas preguntas, para poder
tan siquiera advertir las estrategias que apunten en esa direccin, es necesario enfatizar la muerte tanto de internet como del
arte. Es necesario entender cmo el entrecruzamiento de internet
como mediacin y las prcticas artsticas colaborativas dan pie a
algo que no es reconocible ni como arte ni como la interfaz de internet. Cmo pueden intervenir prcticas artsticas especficas colectivamente en el entramado de las nuevas materialidades digitales
superando esas distinciones? El siguiente captulo ofrece una posible
respuesta a esta pregunta.
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Internet es el diablo, le confi en una ocasin un patriarca gitano al artista Antoni Abad mientras realizaba un proyecto en Lrida. Internet, como todo lo extrao, apareca como una amenaza de
desestabilizacin porque permita poner en prctica acciones que en
principio no caan dentro de las reglas de gobierno aprobadas. En lo
que sigue se llamar la atencin sobre algunas de las implicaciones
de sitio*TAXI, un proyecto orquestado por Abad en 2004 en Mxico D.F., que integra la prctica artstica con medios digitales y la
produccin de una sociabilidad no programada dentro del ordenamiento neoliberal de la vida social. Para advertir las implicaciones de
esta integracin en el contexto mexicano de principios del siglo XXI,
habr que considerar el alcance de las prcticas artsticas ms all de
su simple condicin de representaciones de la realidad a la vez que
situarlas en el renovado entramado de produccin simblica fijado
por el modelo econmico del capitalismo financiero. La inscripcin
de sitio*TAXI en esas condiciones econmicas se har atendiendo
especficamente a las posibilidades que abre para generar otras subjetividades y relaciones sociales mediante el trabajo colectivo, una
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fuera de Mxico, en el caso de sitio*TAXI se trata de generar sociabilidad en un plano extra artstico. Es en este plano, que se denominar aqu trabajo no capitalizado, donde la sociabilidad producida se
convierte en un modo de existencia alternativo a las formas de vida
programadas por el entramado institucional y econmico imperante, lo que claramente, no quiere decir que no est ligado a ellos.
Para comprender lo anterior, es preciso caracterizar la relacin
entre lo artstico y lo social atendiendo al proceso que comienza a
acelerarse a lo largo de la dcada de los aos ochenta. Se trata de
la desatencin por parte del Estado de la red de servicios pblicos. En la medida en que el Estado abandona reas de necesidad
como la salud, la educacin, la cultura o la seguridad, que pasan
a ser administradas con criterios empresariales por las iniciativas
de capital privado, se producen movimientos sociales que buscan
rescatar aquellas esferas de la vida social abandonadas a la precariedad. Como observa acertadamente George Ydice:
Hay un proceso de desgubernamentalizacin, evidente en el
retiro del Estado benefactor y su reemplazo por instituciones
heterogneas y ms microgerenciadas de la sociedad civil y por
sus homlogos, las organizaciones de la sociedad incivil (mafias,
guerrillas, milicias, grupos racistas, etc.) (49).
En este marco de desatencin de aspectos cruciales de la vida social y del conflicto de intereses por ocupar y administrar esas zonas
abandonadas ya sea por el capital privado, la sociedad civil o los
grupos fcticos de poder, se reactiva la exigencia de una intervencin artstica desde la esfera social. Se trata de una especie de exigencia que algunos creadores y colectivos se hacen para paliar los
numerosos vacos dejados por el Estado. As, hay que partir de la
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Tanto para Barrios como para Cruzvillegas, el surgimiento de espacios de experimentacin y exhibicin de arte alternativos a los administrados por las instituciones estatales tuvo una eclosin a partir de
entonces, a la estela de esa activacin de la sociedad civil de la que
hablan. Sin duda, haba precedentes, pero el nmero y el alcance de
los que se generaron a partir de entonces es notablemente destacado (Barrios, 170, 178-179). Estos espacios funcionaron como talleres pblicos, galeras o seminarios de discusin. Abrieron espacios
para la prctica artstica en distintas zonas de la ciudad pero tambin
en los medios y, transcurrido el tiempo, sus energas seran captadas por la escena del arte internacional. Crearon, con su prctica,
espacios de sociabilidad y de encuentro que, cierto, acabaran siendo absorbidos por las instituciones artsticas sancionadas pero que
cumplieron una funcin de expansin de los modos del arte para
generar sociabilidad. De hecho, abrieron una zona pblica de be-
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rriaud entiende como realidad existente. No puede dejar de subrayarse que el abandono de lo pblico por parte del Estado, si bien ha
sido una tendencia obvia a nivel global se trata de un abandono que
no ha incidido por igual en todas partes. No es casualidad que el arte
relacional de Bourriaud tenga un carcter ms ldico que poltico y
que sus redes de distribucin sean claramente los circuitos hegemnicos del arte contemporneo internacional.
La cuestin que se desprende de lo anterior es de qu manera
el arte contemporneo puede retomar el objetivo de generar nuevas
formas de vida en el momento actual. Volviendo al contexto
mexicano, contina pendiente la tarea de pensar el arte relacional
desde los mbitos menos privilegiados de la realidad existente. Hay
que insistir en que la figura del colectivo, que slo de modo reduccionista cabra conceptulizar como arte relacional, tiene posibilidades
ms o menos polticas en escalas determinadas por historias locales
y regionales. Como se ver a continuacin, sitio*TAXI opera de un
modo paradigmtico en esa situacin. Al subrayar esta dimensin
situada de la intervencin artstica, lo que se pretende es localizar a
sitio*TAXI en una problemtica socioeconmica especfica, contrastando as con la asptica esfera del mundo del arte. En esta lnea,
la interrogante que urge plantear es: cmo opera sitio*TAXI en la
produccin de lo pblico frente a un orden mundial en que la financiarizacin de la economa implica ante todo una desaparicin del
Estado tradicional? Cmo gesta, pues, lo comn?
Colectivos, subjetividad y trabajo no capitalizado
Como se sealaba al comienzo, sitio*TAXI abre un espacio ms all
de la mera representacin de la vida del taxista en el D.F. Si se quiere, puede entenderse como un espacio performativo, productor de
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Steels (2007) presenta un convincente argumento a favor del social tagging como
la produccin de conocimiento colectivo.
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El objetivo de este captulo es localizar el influyente y discutible trabajo de Nicolas Bourriaud, Esttica relacional, en un debate ms
amplio acerca de las posibilidades de intervencin polticas del arte
contemporneo en las condiciones abiertas por las tecnologas digitales. De un lado, se lo har dialogar con una lnea dominante en
la teora del arte digital que reclama una funcin afectiva del arte
en lugar de su tradicional cometido representacional. El arte digital,
como el relacional tal y como lo entiende Bourriaud, buscara generar nuevas realidades a travs del afecto (interiores, las del arte
digital; sociales, el relacional). Una de las cuestiones a considerar es
a qu se debe esta primaca de lo afectivo en el discurso sobre la prctica artstica de las ltimas dos dcadas. De otro lado, se ubicarn los
planteamientos de Esttica relacional en la senda del arte moderno
y su reclamo de que la tarea del arte es generar nuevas realidades sociales. De ah que, segn Bourriaud, el arte relacional buscara generar conexiones afectivas entre los individuos y, con ello, transformar
las relaciones sociales estandarizadas generalizadas por el tardocapitalismo. Bourriaud, no obstante, entiende que no hay pretensiones utpicas o universalistas en estas intervenciones sino ms bien
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El reto visual de la imagen digital, su espacialidad inhabitable, convoca al cuerpo a generar una espacialidad suplementaria, y esta generacin es especialmente singular por ser, dicho de alguna forma,
una creacin del cuerpo.
De hecho, puede decirse que la imagen sinttica que ocasiona un
cambio en la ontologa de nuestra experiencia espacial tal cual
un cambio desde una espacialidad fundamentada pticamente
en la que el objeto se adecua a la imagen de acuerdo a una estricta
correspondencia a otra espacialidad, con una topologa en la que
la imagen supera al objeto infinitamente (205).
Lo que debe advertirse en el argumento de Hansen es que la imagen digital no es ya un espacio de representacin reconocible, no es
entendida, sino experimentada y, lo que es ms, no ya como visin
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Hay, pues, una industria del afecto totalmente incorporada a los modos de produccin contemporneos, una industria que, sin embargo,
puede ser contestada desde prcticas, apunta Hardt, anti capitalistas.
El trabajo afectivo es una cara de lo que denomino trabajo
inmaterial, que ha cobrado una posicin dominante con
respecto a otras formas de trabajo en la economa capitalista
global. Al decir que el capital ha incorporado y exaltado el
trabajo afectivo y que el trabajo afectivo es una de las formas
ms altas de producir valor desde el punto de vista del capital,
no significa que, contaminado de esta manera, el afecto no tenga
utilidad alguna para los proyectos anticapitalistas (90).
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indicaba al principio que hay dos presupuestos sobre los que opera
la esttica relacional. Se ha llamado la atencin casi exclusivamente
sobre el segundo, el del arte en el contexto de la espectacularizacin y
su capacidad para intervenir afectivamente sobre ella pero apenas se
ha dicho nada del primero: la funcin social del arte, su incidencia en
los modos de vida, una preocupacin que como se ha sealado,
hunde sus races en las vanguardias modernas. Pues bien, Bourriaud
sostiene explcitamente que el arte tiene una funcin (micro) poltica
y crtica, algo que Hansen podra compartir por su filiacin deleuziana.32 As, sostiene Bourriaud que:
La mecanizacin general de las funciones sociales reduce
progresivamente el espacio relacional mquinas que ejecutan
tareas que no hace tanto daban lugar a posibilidades de
intercambio, de placer o de conflicto. El arte contemporneo
desarrolla cumplidamente un proyecto poltico cuando se
esfuerza en asumir una funcin relacional y la problematiza (17).
La candidez de la esttica relacional sale a relucir precisamente cuando simplifica la intervencin poltica en trminos de un mero tomar
por horizonte terico la esfera de las interacciones humanas y su
contexto social (14). Basta intervenir efmeramente en ese horizonte? Echarse unas risas? Con un ejercicio de distraccin visual
como en Skulls, no estaramos ms bien, en el mejor de los casos,
interrumpiendo momentneamente la estandarizacin de la cotidianeidad de la que se queja Bourriaud? No podramos de la misma
manera interrumpirla en un parque de atracciones o en una asociacin de Boy Scouts? Bourriaud se pregunta: Cmo un arte [relacional] centrado en la produccin de tales modos de convivencia se
dispone a s mismo en la situacin de relanzar, completndolo, el
Vase Deleuze y Guattari, Qu es la filosofa?, quienes con su nocin de bloc de
sensations daran cabida a esta implicacin poltica del afecto.
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nuestro xito presente y futuro en la economa global. La competitividad econmica del Reino Unido depende cada vez ms de
las industrias del conocimiento, especialmente en la manufactura
y en las reas dependientes de la ciencia y de las industrias creativas (presentacin de Gowers Review of Intellectual Property).
El garante de que el conocimiento y la innovacin sean explotados
financieramente y generen los beneficios pertinentes son las leyes
de propiedad intelectual, es decir, la ley de patentes y el derecho de
autor. Parece no haber dudas respecto al lugar capital que ocupa la
propiedad intelectual en el nuevo entorno productivo para asegurar el aprovechamiento econmico de la innovacin. De ah que la
conversin del derecho de autor de un bienintencionado marco legal
como el subscrito en la Convencin de Berna de 1886, que pretenda una retribucin mnima a los autores de obras artsticas por su
trabajo, en un aparato legal crucial para asegurar los beneficios de
las grandes multinacionales de software, del entretenimiento y la
informacin no sea ninguna sorpresa. En un proceso determinante,
en la dcada de los noventa se firma el Agreement on Trade Related
Aspects of Intellectual Property Rights (TRIPS, Ronda de Uruguay,
1986-1994) como marco de homogeneizacin global de las leyes de
propiedad intelectual, se conforma la Organizacin Mundial del
Comercio (1995) como plataforma internacional de negociacin
y sancin de acuerdos econmicos y, como corolario, se llevan a
cabo las correspondientes reformas legales en Estados Unidos, The
Digital Millennium Copyright Act (1998), y la Directiva 2001/29/CE
de la Unin Europea para los derechos de autor en la sociedad de la
informacin (2001), que buscan ajustar las legislaciones nacionales
para asegurar nichos de mercado en las nuevas condiciones globales
del comercio terciarizado. De hecho, Mxico ya haba promulgado
en 1996 una nueva Ley Federal del Derecho de Autor para ajustarla
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especialmente, en el intercambio social a travs de las redes informacionales y las nuevas formas de cooperacin.
Esto se hace patente en la proliferacin de nuevas estrategias de
operacin no slo en espacios como internet sino en multitud de
proyectos que se sustentan en la colaboracin, el trabajo colaborativo
annimo o el intercambio. Esto plantea un serio reto a las organizaciones tradicionales y, de hecho, a la nocin misma de organizacin.
El socilogo Scott Lash, al describir las sociedades informacionales
contemporneas afirma lo siguiente:
La desorganizacin no es la ausencia de organizacin sino
el declive de las organizaciones. El declive del capitalismo
organizado no conlleva un declive de la organizacin y
un auge del individuo sino que implica el ascenso de unas
formas de asociacin que son no organizacionales, de
hecho frecuentemente son no institucionales. As que la
desorganizacin no es la ausencia de la asociacin sino formas
particulares de asociacin. No son ni un caos ni caticas. De
hecho, pueden estar estructuradas de un modo ms fuerte por
valores ms consolidados que las organizaciones (39-40).
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El desvelamiento de la inoperancia de las formas institucionales hegemnicas y el surgimiento de otras formas y prcticas institucionales desorganizadas no hacen sino recordarnos que ni el conocimiento
ni la subjetividad existen antes de que se den interacciones sociales
concretas. El filsofo hngaro Kristof Nyri subraya esto cuando teoriza lo que l denomina el individuo red (network individual):
El individuo red es la persona reintegrada, tras siglos de
aislamiento provocado por la imprenta, en el pensamiento
colectivo de la sociedad el individuo cuya mente est
manifiestamente mediada, de nuevo, por las mentes de esos que
conforman su pequea o extensa comunidad (5).
Esto puede sonar bastante obvio pero sus implicaciones van contra
las ideas de sujeto y conocimiento arraigadas en el sentido comn.
En realidad, Nyri no seala mucho ms que tanto el sujeto como el
conocimiento son prcticas sociales constituidas tecnolgicamente.
La expansin de las tecnologas digitales asociadas con el postfordismo parecen haber puesto en primer plano el hecho de que todo el
conocimiento es conocimiento social y que no hay individuo que no
sea de antemano un ser social. Para recalcar esta condicin, merece
la pena llamar la atencin sobre reflexiones hechas desde una doble
perspectiva: de una parte, la de la neurociencia y la filosofa de la
mente y, de otra, la de la filosofa poltica.
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Hay que consultar tambin el trabajo de Merlin Donald, Origins of the Modern
Mind que es, de acuerdo a Nyri, un antecedente determinante de la teora de Clark
(Collective, 5).
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tecnologas digitales, que han capacitado a los humanos para codificar y manipular informacin masivamente.
A la estela del argumento de Clark, la mente y el conocimiento
aparecen indisociables de los medios materiales mediante los que los
hemos puesto a funcionar. sta no es una idea muy novedosa (est
en circulacin al menos desde la dcada de los sesenta de la mano
del trabajo de Marshall McLuhan y Vilm Flusser) pero ciertamente
tiene una implicacin sumamente relevante para la nocin expandida de subjetividad ms all de la individualidad.
La nocin de un yo real, central y delgadsimo es un profundo
error. Es un error que nos ciega ante nuestra autntica
naturaleza y que nos lleva a infravalorar y malentender el papel
que juegan el contexto, la cultura, el medio y la tecnologa
en la conformacin de las personas. Hacer frente a nuestra
verdadera naturaleza (yoes delgados, coaliciones distribuidas y
descentralizadas) es reconocer la inextricable cercana entre yo,
mente y mundo (Clark, 139).
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Segn Virno, la idea misma de Estado requiri de esa nocin colectiva de pueblo sobre la que sustentarse y justificarse. Posteriormente,
cabe aadir, el estado burgus necesitar de las nociones de ciudadano e individuo para redefinirse poltica y jurdicamente. De hecho,
nuestro sistema legal an se fundamenta en esa nocin moderna de
individuo como un ser independiente con derechos y caractersticas inalienables.
Sobre lo que Virno llamar la atencin es que en la actualidad
esta cosmovisin burguesa estructurada alrededor de las ideas de
pueblo e individuo estn transformndose por una nueva formacin social, la multitud. En referencia al filsofo Baruch Spinoza,
escribe Virno que para ste: El concepto de multitud indica una
pluralidad que persiste como tal en la escena pblica, en la accin
colectiva, en lo que respecta a los quehaceres comunes comunitarios, sin converger en un Uno, ni desvanecerse en un movimiento
centrpeto. Multitud es la forma de existencia social y poltica de
los muchos en tanto muchos... (21-2). Es esta idea de multitud la
que le permite a Virno detectar cambios sintomticos en la sociedad
postfordista contempornea donde, a su juicio, la comunicacin ha
pasado a ser la base de la produccin cooperativa en general. Virno
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En esta tarea de desbordamiento de ideales obsoletos, el trabajo artstico colaborativo y la reactivacin que mediante l puede hacerse
de los comunes son, sin lugar a dudas, estrategias para sumarse a la
discusin que pide Nyri; una discusin en la que tanto los usos de
los dispositivos tecnolgicos como lo que se ha venido entendiendo
por prctica artstica estn replantendose.
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Referencias
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Esthtique
relationnelle.
Dijon:
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ndice
Es profesor investigador en la Maestra de esttica y arte de la Benemrita Universidad Autnoma de Puebla y doctor en filosofa
por la Universidad Autnoma de Madrid. Sus contribuciones han
aparecido en publicaciones internacionales como Afterall, ARTnews,
Culture Machine, Parse, Curare o Revista de Occidente. Ha coeditado
dos libros, Propiedad intelectual, nuevas tecnologas y libre acceso a
la cultura (2008) y Desea guardar los cambios? Propiedad intelectual y tecnologas digitales: hacia un nuevo pacto social (2009). Ha
sido profesor invitado en Columbia University en Nueva York y en
Goldsmiths, University of London, y docente en la Universidad Autnoma de Madrid, as como en el Centro Nacional de las Artes, en
Mxico, D.F. y la Universidad de las Amricas, Puebla. Es integrante
del Consejo acadmico y editorial de la coleccin La fuente de la
BUAP, del anuario de Historia del Arte de la Universidad Autnoma
de Madrid y de la revista SOBRE. Prcticas artsticas y polticas de la
edicin, de la Universidad de Granada. Algunas de sus publicaciones
estn disponibles en https://173.academia.edu/AlbertoLpezCuenca