La Quintrala
La Quintrala
La Quintrala
scar Bustamante
La frase se origin en los tiempos de la Colonia y fundamentalmente alude a lugar remoto, a
lejana, pero tambin tiene una connotacin de lugar aislado y no necesariamente distante. En
ambos casos, el acceso es difcil. Se citan leyendas de cada caso.
El Diablo, a mediados del siglo XVII se haba empecinado en introducirse en los conventos de
monjas mediante variados artificios, privilegiando los disfraces alusivos a animales que con su
aliento insuflaban las sotanas dejando al descubierto toscas ropas interiores. Obviamente, su
propsito era perturbar la intimidad espiritual de las devotas, las que luego deban extremar los
silicios (auto-flagelantes torturas en sus cuerpos) para alejar al rey del mal y as recuperar la
pureza que les otorgaba pasaporte al reino de los cielos. En un convento de la ciudad de
Concepcin, el Diablo cambi de atuendo y disfrazado de huaso se introdujo en la celda de una
monja de singular belleza envuelto en un poncho negro.
Al parecer el lascivo demonio se habra quedado con la boca abierta engolosinado con los ojos
oscuros de la devota, aparte de que sta tuvo la entereza de sostenerle la mirada, con lo que el
malvado perdi energa y enred el poncho en los barrotes de la ventana. La terrible experiencia
habra ocasionado tal conmocin en la monjita que debi ser atendida por el resto de sus das
mediante siete rosarios matinales y doce de los mismos luego del medio da, rutina que se
mantuvo hasta el instante en que la devota se despidi de este mundo. No hay registros de que
hubiese escapado del infierno. Sus ltimas palabras corroboran la duda: "Me mancill el Diablo",
suspiraba en lamentable angustia. En cuanto al poncho, se intent quemarlo en presencia del
obispo, autoridad que viaj excepcionalmente a la capital penquista, sin que ello lograra que el
poncho se convirtiera en cenizas, con lo que envuelto en una piedra colosal fue lanzado al fondo
del ro Biobo. Pescadores aseguraban que cada vez que recogan las redes un poncho negro les
arrebataba la mercanca.
En una de las leyendas que alude a un lugar remoto, el gobernador de Chile, don Ambrosio
O'Higgins, padre de nuestro prcer Bernardo, habra inmortalizado la frase del encabezado en su
recorrido por el norte de Chile, en 1778. Ninguno de los gobernadores de esta capitana, a
excepcin de Pedro de Valdivia, haba incursionado por las provincia del norte llegando hasta lo
que hoy es el puerto de Caldera. Luego descendi a Copiap, la antigua San Francisco de la
Selva. La inspeccin territorial le tard siete meses, partiendo en octubre de 1788 para volver a
Santiago en abril de 1789. No haba caminos, slo huellas y muy a lo lejos, poblados perdidos
que l fue consignando en los mapas. Refund Vallenar, vitaliz las actividades mineras y
comerciales de la regin y sobre todo, le dio reconocimiento a una regin aislada hacindose
presente y asegurando que ah donde el Diablo perdi el poncho, el Gobierno se haca presente y
escuchaba sus preocupaciones. La frase la habra pronunciado tendido mirando las estrellas
luego de una jornada de cabalgar ochenta kilmetros, exhausto, pero seguro de que slo el
conocimiento de un territorio y sus gentes le permitira dictar las leyes que engrandeceran ese
confn del mundo. Todo el duro y aislado territorio donde, segn don Ambrosio O'Higgins, el
Diablo habra perdido el poncho. Demasiado lejos, sin embargo, tanto que an en estos tiempos
escasamente los polticos le dan una vueltita, salvo para los terremotos