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Livro Psi Ambiental e Identidade de Lugar

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II

PSICOLOGAAMBIENTAL 2011:
ENTRE LOS ESTUDIOS URBANOS Y EL ANLISIS
DE LA SOSTENIBILIDAD

XI CONGRESO
PSICOLOGA AMBIENTAL

III

ASOCIACINDE
PSICOLOGAAMBIENTAL

FONDO SOCIAL EUROPEO

GRUPO ECOLOGISTA CNDOR


Almera

G.I.HUM539
UNIVERSIDADDEAMERA

G.I.HUM635
UNIVERSIDADDEAMERA

UNIVERSIDAD DE ALMERA. ASOCIACIN DE PSICOLOGA AMBIENTAL, PSICAMB


PSICOLOGA AMBIENTAL 2011: ENTRE LOS ESTUDIOS URBANOS Y EL ANLISIS
DE LA SOSTENIBILIDAD
ISBN: 978-84-693-9260-7
Depsito Legal: Al- 11 - 2011
Imprime: Artes Grficas Gutenberg Almera
C/. Victoria Kent, 10.
Polgono San Rafael - 04230 Hurcal de Almera.

IV

PSICOLOGAAMBIENTAL 2011:
ENTRE LOS ESTUDIOS URBANOS Y EL ANLISIS
DE LA SOSTENIBILIDAD

EDITORES:

BALTASAR FERNNDEZ-RAMREZ
CARMEN HIDALGO VILLODRES
CARMEN M SALVADOR FERRER
M JOS MARTOS MNDEZ

UNIVERSIDAD DE ALMERA
ASOCIACIN DE PSICOLOGA AMBIENTAL, PSICAMB

VI

A Roco Martn , en memoria

VII

VIII

NDICE

PRESENTACIN.

...............................................................................................................................................................................................................................................................................

XI

PREFACIO
BALTASAR FERNNDEZ-RAMREZ.

..............................................................................................................................................................................................................................

XIII

PARTICIPAR NA CONSTRUO DE PAISAGENS - UM DESAFIO PARA A


PSICOLOGIA SOCIAL DO AMBIENTE
MARIA LUSA LIMA.

.....................................................................................................................................................................................................................................................................................

WHAT RESEARCHERS NEED TO KNOW ABOUT POSTMODERN URBANISM:


SOME PRELIMINARIES
MICHAEL DEAR.

...................................................................................................................................................................................................................................................................................................

15

HOMO SAPIENS SAPIENS VERSUS HOMO ARTIFLEX:


OU A INEVITABILIDADE (?) DA DESTRUIO AMBIENTAL
JOS MANUEL PALMA-OLIVEIRA.

......................................................................................................................................................................................................................................

23

ISSUES IN RESTORATIVE ENVIRONMENTS RESEARCH:


MATTERS OF MEASUREMENT
TERRY HARTIG.

.......................................................................................................................................................................................................................................................................................................

41

EVALUACIN INTEGRAL DE LA SOSTENIBILIDAD DE PLANES DE ACCIN


LOCAL
M. KARMELE HERRANZ-PASCUAL, JOS LUIS EGUIGUREN E IGONE GARCA-PREZ.

..............................................

67

BEHAVIORAL DIMENSIONS OF ENERGY USE AND ENERGY EFFICIENCY.


THE AZORES AS A CASE STUDY
ISABEL ESTRELA REGO, REGINA CUNHA, RAFAELLA LENOIR IMPROTA Y SILVIA COSME.

IX

...................................

81

VULNERABILIDADES SOCIO-AMBIENTALES:
OBSTCULOS Y CAMINOS HACIA LA SOSTENIBILIDAD
ZULMIRA AUREA CRUZ, RICARDO GARCIA MIRA, ADINA DUMITRU, SUSANA ALVES Y
AMLIA FRAGA.

...............................................................................................................................................................................................................................................................................................

91

SATURACIN Y DESAPARICIN DEL ESPACIO PBLICO:


NUEVAS REFLEXIONES PARA SU RECUPERACIN
M CARMEN PEARANDA-CLERA, JOS SIMES DE ALMEIDA JUNIOR,
ANDRS DI MASSO TARDITTI, MARTIN MORA MARTINEZ, ISABEL PELLICER CARDONA,
FLIX PREZ-TEJERA, RAMON RIBERA-FUMAZ, VERNICA URZA BASTIDA Y PEP VIVAS-ELIAS . 105
....

NOVAS PERSPECTIVAS DA IDENTIDADE DE LUGAR


JOS MANUEL PALMA-OLIVEIRA Y BERNARDO HERNNDEZ.

...............................................................................................................................

123

DIMENSIONES HUMANAS DEL CAMBIO GLOBAL


RICARDO DE CASTRO.

..........................................................................................................................................................................................................................................................................

133

PRESENTACIN

ste libro recoge los textos elaborados para ilustrar las conferencias plenarias
y los simposios presentados durante el XI Congreso de Psicologa Ambiental.
Es el primero de esta larga historia de congresos que ha utilizado la etiqueta de
internacional, si bien de forma limitada. La presencia de colegas de otros pases
exiga que respetramos sus idiomas de trabajo sin traducirlos al castellano. El
portugus y el ingls se afianzan entre nosotros como idiomas acadmicos de
pleno derecho para producir y exportar psicologa ambiental, y es una
satisfaccin poder escucharlos en las conversaciones del congreso y leerlos en
el idioma en que los ponentes invitados piensan. Ninguno de nosotros ha
reflexionado sobre el modo en que cada idioma condiciona los conceptos y
los argumentos que podemos utilizar para escribir la psicologa ambiental, o
sobre la dificultad para traducirlos de manera perfecta, con las consecuencias
que eso tiene para la elaboracin terica, pero sin duda es un tema digno de
estudio.
Quisiramos dar la bienvenida a todos los colegas que se aproximan por
primera vez a la disciplina y a estas reuniones peridicas. (O usemos el femenino
como genrico). Desearamos contar con ellas en prximas ocasiones y saber
de la evolucin futura de su pensamiento y de su xito acadmico. Siempre las
recibiremos con los brazos abiertos y preocupadas por facilitar su presencia y
su integracin con nosotras.
Este libro es el resultado de un esfuerzo mltiple en el que nos hemos visto
embarcadas un buen nmero de profesoras, colaboradoras, profesionales y
estudiantes de un importante nmero de universidades y centros de
investigacin americanos y europeos. Gracias a todos ellos por ayudar con la
organizacin, por enviar sus trabajos, por su presencia, por su amable apoyo y
por poner su confianza en este modesto equipo organizador.
Gracias a las instituciones que han querido demostrar su apoyo a este evento
actuando como promotores y patrocinadores, mxime en estos tiempos de
caresta y zozobra econmica.

XI

Gracias especialmente a los autores que se han esmerado por ofrecer un


contenido notable para las pginas de este texto. Ha sido un placer trabajar
para ellos y para ver su pensamiento finalmente reunido en este volumen.
Y gracias sobre todo a nuestras infatigables lectoras. Ellas son el premio
para nuestros esfuerzos. Les rogamos que sean pacientes y comprensivas con
el resultado, pero tambin que se muestren firmes e inteligentes en la crtica.
Sabremos asumirla.
Almera, febrero de 2011
Baltasar Fernndez-Ramrez
M Carmen Hidalgo Villodres
Carmen M Salvador Ferrer
M Jos Martos Mndez

XII

PREFACIO

1. El magnfico volumen compilado en el ao 1970 por Harold Proshansky,


William Ittelson y Leanne Rivlin, es el clsico que podra marcar el inicio
de nuestra Psicologa ambiental. Extenso en autores y en ideas, all estn
todos los grandes nombres que forman nuestro pasado mitificado (Robert
Sommer, Terence Lee, Kevin Lynch, Christopher Alexander, Jane Jacobs,
Oscar Lewis, Daniel Stokols, entre muchos otros), en una mixtura
multidisciplinar carente de un marco comn, que toma un nombre que
tampoco corresponde con el origen diverso de sus autores. Un esplndido
compendio de lecturas donde poco poda ser denominado en puridad psicologa ambiental, y que marc un camino para quienes despus quisieron
identificarse con ese nombre.
De all a otro hito tremendo de nuestra historia, los dos volmenes del
manual editado en 1987 por Daniel Stokols e Irwin Altman, el cual ha definido la norma de lo que deba ser, referente para todos nosotros, cuya
lectura y estudio fue obligatoria para todos los compaeros de mi generacin. Un libro denso en resultados de investigacin, bblico el libro, el
Handbook de Ambiental por antonomasia-, pero tambin con un cuerpo
terico robusto y variado. Casi todo pareca estar all, y en muchos captulos bien contado y admirablemente argumentado. Quince aos ha tardado
en ser relevado (que no sustituido) por el nuevo handbook de Robert B.
Bechtel y Azra Churchman (2002), digno sucesor en el que apenas podemos criticar la ausencia de algunos autores o el indiscreto afn de lucimiento de otros que parecen dedicar ms pginas a resumir su propio trabajo que a la compilacin de noticias sobre la disciplina. Un libro como
estos, que va a ser lectura obligatoria de tantos compaeros y estudiantes,
corre el riesgo de convertirse en un escaparate o un altavoz para que el
autor se d a conocer, descuidando el objetivo que le ha trado a formar
parte del libro; riesgo sobre el que conviene estar avisado para que la vanidad no nos traicione.

XIII

Para quienes amamos los libros y hemos vivido como un desafo acadmico nuestra identidad marginal de psiclogos ambientales, ha sido una historia intensa en su brevedad, jalonada de nombres ilustres, de maestros a
los que no hemos conocido personalmente, pero cuyo pensamiento nos ha
fascinado y nos ha enseado a pensar una Psicologa ambiental que mereca un papel central en la Psicologa y en las Ciencias sociales de nuestra
poca.
2. Hasta qu punto esta historia se est degradando o entrando en una espiral
autodestructiva puede ser materia de discusin. Quiz yo sea el nico que
lo piense. Quiz no sea ms que la aoranza romntica de mi propio pasado convertido en mito colectivo. No importa. Quisiera comparar mnimamente estos magnficos manuales con la barbaridad del manual de Robert
Gifford (2007), libro que se reduce a una extenssima e interminable sucesin esquemtica de resultados de investigacin de muy corto alcance, expuestos fuera de contexto y asumidos como vlidos sin mayor espritu crtico, desintegrados en la redaccin del manual, trivial por el tratamiento
superficial y por la carencia de comentario y de anlisis terico. El antiguo
sueo enciclopdico de la acumulacin de conocimiento se deshace en
este contramodelo de listn telefnico, reducida la ciencia a mero ndice
onomstico ilegible e incomprensible. Como el rey desnudo, en qu poco
ha venido a quedar el mito cientfico de la acumulacin. Y no se trata de un
manual menor, sino de un libro que conoce ya cuatro ediciones, y que es
recomendado entre nosotros mismos como libro de referencia para conocer la actualidad de la disciplina.
3. En cuanto a las revistas de difusin cientfica, se han convertido abiertamente en un mercado de intereses, en el que los editores estn menos preocupados por sus contenidos, que empeados en cumplir los criterios formales que abrirn las puertas del ISI o de las bases de datos para empezar a
ser considerados en los estudios oficiales de impacto. Un mercado en el
que los autores planifican cuidadosamente qu puede o no enviarse a cada
revista para mejorar sus opciones de pasar los filtros para ser publicados, o
cmo trocear una investigacin para sacarle mejor partido en puntos, sin
importar la coherencia terica del conjunto. El resultado de este modelo de
produccin y difusin cientfica dista de merecer elogios. Mucho de lo que
se publica apenas sirve para rellenar el interminable manual de la acumulacin sin sentido, sin ms objetivo que la publicacin en s, el clculo
estratgico del mercado del impacto y la obtencin del deseado sexenio,
criterio menor y vulgar que nuestra universidad ha convertido por decreto

XIV

administrativo en la definicin de quin puede o no ser considerado un


verdadero cientfico. Nuestra ciencia no se mueve ya por las ideas, sino por
las estrategias de publicacin, por las tretas que ayudan a colocar un artculo, aunque tengamos que firmar a medias, aunque haya que pedir favores,
aunque haya que utilizar mtodos y estilos que no nos convenzan, aunque
haya que sacrificar la coherencia global de una investigacin y trocearla
para araar otra publicacin igualmente intrascendente, aunque haya que
pervertirse un poco, dejando que nuestra breve vida acadmica pase sin
ms pena ni gloria que el reconocimiento administrativo. No importa el
pensamiento, la Academia, el ideal del conocimiento, sino la mera visibilidad social. Que me citen, aunque sea por lo malo! (o ni siquiera eso, sino
que citen mucho la revista, aunque mi artculo no lo lea nadie.)
Qu futuro espera a nuestra disciplina si las nuevas generaciones slo reciben como herencia este modelo de ciencia comercial?
4. Alejados del impacto y de las citas, por qu entonces empear nuestro
esfuerzo en publicar un libro de ponencias como el que aqu entregamos?
Bien sabemos que apenas tendr lectores, que muy pocos citarn sus contenidos, que no tendr mayor trascendencia en nuestra ciencia ni en la
sociedad, material para el anaquel y el olvido.
En parte, servir de adorno para rellenar las bolsas de los congresistas junto
a folletos tursticos sobrantes, publicidad e instrucciones sobre la organizacin del congreso. Y servir sobre todo para el recuerdo, prueba de que el
congreso fue, de que entre todos hicimos un esfuerzo para que sucediera,
prueba del hito, de que seguimos vivos y mayores desde aquella primera
reunin, desde aquel primer libro que casi todos han olvidado, que nadie
cita ni lee, ni siquiera para registrarlo en una apologa nostlgica.
5. Un congreso es una reunin nostlgica (treinta aos no son nada), un espacio para el abrazo apresurado (cunto tiempo, a ver si hablamos!), para
una conversacin que apenas puede llegar a ser, interrumpida por ms abrazos y ms saludos (qu bien te veo, a ver si hablamos!), y rpidamente a
otra sesin llena de temas menores, de modestos estudios con sus modestos
resultados de corto alcance (meritorios, sin duda).
Quin trae un resultado desafiante, una propuesta terica revolucionaria,
un puetazo en la mesa, algo que d que hablar, que haga pensar a todos
en que quiz nos equivocamos, o que nos enfrentamos a un desafo? Sin
duda, hay colegas que lo intentan aunque sea fcil pasar desapercibidos, o

XV

quiz somos demasiado vanidosos para dejarnos sorprender, circunspectos


en el comentario: "no es para tanto, ya lo sabamos, no sirve para nuestro
trabajo, no es til, ni pragmtico, ni har que ganemos impactos administrativos".
En fin, Ciencia normal en un encuentro fortuito y rpido, parntesis en la
rutina acadmica, punto y coma.
6. Este libro es todo esto, una excusa, un regalo para los congresistas, un hito
en nuestra memoria colectiva, la prueba de que una vez fuimos, y un pastiche inconexo, donde se mezclan captulos obtenidos casi al vuelo y sin
una estructura de conjunto. Mera compilacin incidental.
Por supuesto, los contribuyentes han realizado un esfuerzo digno de ser
ledo. Se lo agradecemos desde estas lneas y recomendamos una lectura
en profundidad. Contamos con la contribucin de dos autoridades mundiales en sus campos respectivos, el profesor Michael Dear, de la reputada
escuela de urbanismo de Los ngeles, y el profesor Terry Hartig, cuyo denso currculo le avala como el principal especialista de nuestro campo en el
estudio de las cualidades restauradoras del espacio. Contamos con la presencia de dos colegas de amplia historia y demostrada competencia, el
siempre sorprendente profesor Jos Manuel Palma y la eficiente y amable
profesora Maria Lusa Lima, investigadores pulcros, serios y sabios. Y contamos con la colaboracin de un grupo de investigadores jvenes (ms o
menos), que ya han dejado muestra sobrada de su trabajo en los medios de
difusin cientfica, en anteriores congresos, y que an tendrn que aportarnos el producto de sus esfuerzos durante muchos aos.
Nuestra intencin inicial fue estructurar los contenidos del congreso en dos
grandes bloques temticos: el que tiene que ver con los estudios urbanos y
con el inters por la psicologa social (y la sociologa) de la ciudad y de los
problemas sociales propios de las urbes modernas, y el relacionado con las
preocupaciones contemporneas en torno a los problemas ambientales, la
sostenibilidad o el cambio climtico, junto con la indudable dimensin
psicolgica del comportamiento proambiental. Psicologa de la ciudad frente
a Psicologa verde, como en otros sitios han sido denominados ambos bloques de intereses. El resultado, como no poda ser de otra manera, nos ha
quitado la razn, y refleja ms bien un conjunto heterogneo de intereses,
temticas y orientaciones tericas, tal como corresponde a la diversidad de
sus autores. Englobar el conjunto bajo la etiqueta genrica de Psicologa
ambiental sigue siendo la mejor opcin disponible, sin pretender con ello

XVI

que todo lo incluido en el libro se acomode por igual en este marco, o que
el libro, heterogneo e incidental, ofrezca una visin completa y exhaustiva del mismo.
No voy a repasar aqu el contenido de los captulos. Vaya el congresista (y
el lector ausente) directamente a disfrutar y aprender de los mismos. Aunque mi pose postista no me permite mayor alegra que la crtica corrosiva
de la cual me disculpo ante el lector que haya llegado hasta este ltimo
prrafo, espero sinceramente que encuentre entre sus pginas algo de lo
que andaba buscando al abrirlas, al repasar el ndice con el cario de quien
ama los libros, y penetrar en su breve maraa de textos con el ansia de
quien espera descubrir alguna joya escondida en los prrafos y en las sabias palabras de sus autores. Si descubre en algn rincn del libro el eureka,
la intuicin terica o el ejemplo que le sugiera por dnde continuar sus
investigaciones, el libro cobrar sentido. Tambin si el erudito lo juzga
meritorio para completar la estantera donde duermen, protegidos y silenciosos, casi sagrados, todos los libros como este que han dejado la prueba
de que una vez fuimos, y quisimos seguir siendo.

REFERENCIAS
Bechtel, Robert B., y Azra Churchman,
(Eds.) (2002). Handbook of Environmental Psychology. Nueva York: John
Wiley & Sons.

Stokols, Daniel, e Irwin Altman, (Eds.)


(1987). Handbook of Environmental
Psychology, volmenes I y II. Nueva
York: John Wiley & Sons.

Gifford, Robert (2007). Environmental


Psychology: Principles and practice (4
edicin). Colville, WA: Optimal
Books.
Proshansky, Harold M., William H.
Ittelson y Leanne G. Rivlin, (1970).
Environmental Psychology: Man and
his physical setting. Nueva York: Holt,
Rinehart & Winston.

XVII

XVIII

PARTICIPAR NA CONSTRUO DE PAISAGENS - UM DESAFIO


PARA A PSICOLOGIA SOCIAL DO AMBIENTE
MARIA LUSA LIMA
ISCTE - Instituto Universitrio de Lisboa

A PAISAGEM COMO ESPAO SOCIAL


A paisagem um tema fascinante de pesquisa. um tema aglutinador por
excelncia que interessa tanto a artistas como a polticos, tanto a bilogos ou
gegrafos como a antroplogos ou psiclogos, tanto a pessoas cultas ou pouco
instrudas. por isso tambm um espao fundamental de pesquisa
interdisciplinar que interessa aos psiclogos ambientais.
O conceito de paisagem complexo e multifacetado. Meinig (1979, p.1)
dizia que a paisagem um termo sedutor, importante e ambguo[ e por isso
mesmo permite um largo espectro de definies e aproximaes.
Em primeiro lugar a paisagem existe na sua forma material, e como tal um
sistema complexo e dinmico, onde so fundamentais os factores naturais. A
compreenso desta dimenso no dispensa considerar o uso do solo e a
actividade humana que, em grande medida contribuiu para a produzir e
construir (Forman & Godron, 1986; Naveh & Lieberman, 1994). A paisagem,
mais ou menos natural, por isso sempre um produto da aco humana.
Mas a paisagem inclui ainda outra dimenso a dimenso subjectiva
associada forma como experimentada, isto , como interpretada, vivida e
sentida. Esta dimenso experiencial (como lhe chama YiFu Tuan, 2005) tem
um aspecto individual (de lugar de memrias e de emoes pessoais), mas
tambm uma dimenso colectiva e patrimonial que fundamenta o seu papel
de relevo na construo da identidade local, como nos ensinou o gegrafo e
historiador David Lowenthal (1975). Na perspectiva da psicologia ambiental,
o trabalho pioneiro de Kaplan e Kaplan sobre as preferncias da paisagem
(Kaplan, 1987, Kaplan e Kaplan, 1989; Singh et al., 2008) vem tambm salientar
que a diversidade das apreciaes individuais deve ser compreendidas a luz
de regularidades, quer elas se encontrem na estrutura das apreciaes, nas

caractersticas da paisagem ou nos atributos do avaliador. De facto, as leituras


que fazemos da paisagem resultam no apenas do nossa experincia individual,
mas de um sistema partilhado de crenas e ideologias, social e culturalmente
construdas. A paisagem, qualquer que seja o seu uso, por isso sempre um
objecto de representaes ou memrias individuais ou colectivas.
Esta viso mais alargada e subjectiva da paisagem tem progressivamente
vindo a ganhar terreno em termos de polticas pblicas. A Conveno Europeia
das Paisagens, assinada em Florena em 2000 e ratificada por Portugal em
2005 define Paisagem como uma parte do territrio, tal como apreendida
pelas populaes, cujo carcter resulta da aco e da interaco de factores
naturais e ou humanos (artigo 1). Consistentemente com esta posio, a mesma
conveno considera indispensvel a participao do pblico, das autoridades
locais e das autoridades regionais e de outros intervenientes interessados na
definio e implementao das polticas da paisagem.
A paisagem torna-se assim uma categoria de aco (Michelin et al 2008),
em que as questes da complexidade e da ambiguidade na definio do que
paisagem e de como dever ser avaliada e intervencionada passam rapidamente
do debate das ideias s realidades locais e levantam questes importantes tanto
para a interveno como para a pesquisa nas diversas cincias sociais.
A INTERVENO NA PAISAGEM COMO DOMNIO DA PSICOLOGIA AMBIENTAL
O que tem a Psicologia ambiental a dizer sobre estas questes? Que
instrumentos e que respostas temos para dar quando somos desafiados a
colaborar na interveno sobre a paisagem? Foram estas as questes que me
coloquei quando me convidaram para colaborar na gesto dos impactos na
paisagem de grandes obras de engenharia civil, como so as barragens que
vo ser construdas em Portugal nos prximos anos.
No caso destas grandes obras, a interveno sobre a paisagem torna-se
frequentemente, um campo de batalha local. A polissemia e amplitude do
conceito leva a que se desista da sua abrangncia e, a bem da objectividade, a
paisagem seja reduzida a alguns critrios tcnicos (classicamente aproximaes
socio-econmicas). Como resposta a esta abordagem tecnocrtica,
frequentemente se levantam movimentos locais de intuitos proteccionistas.
de notar no entanto que nestas batalhas pela paisagem, nem sempre se est a
falar de paisagem. Por vezes estes debates prendem-se com o significado
atribudo a elementos especficos, a relaes simblicas a um territrio, ou a
aspiraes socio-econmicas ou identitrias que a paisagem suscita. Estes

debates so ainda complicados de analisar porque no so apenas os que se


ouvem aqueles que tm coisas a dizer. Os debates sobre a paisagem esto
frequentemente dominados por tcnicos e muitos actores locais silenciam as
suas ideias e os seus saberes por no se considerarem habilitados a falar da
paisagem. No entanto, eles conhecem esses territrios de uma forma muito
concreta e se a paisagem puder ser uma categoria de aco participada eles
estaro interessados em ser envolvidos.
A nosso ver, a paisagem remete necessariamente para o mundo dos valores,
das representaes e das relaes que os indivduos mantm com o espao.
Por isso mesmo, a paisagem enquanto conceito abstracto no til na
interveno. Pelo contrrio faz sentido analisar, na nossa perspectiva, as
paisagens particulares que possam servir de base a categorias de aco mais
concretas. As paisagens especficas referem-se assim a comunidades locais
estruturadas num determinado territrio, com relaes sociais e de poder
marcadas num determinado momento do tempo.
Restringir a anlise da paisagem a um espao especfico no diminui o nvel
de conflitualidade, como vemos no caso das barragens. H diferentes avaliaes
do mesmo espao e mesmo das mesmas paisagens (e.g., Staats & van Wardt,
1990; Natori & Chenoweth, 2008). Mas diz-nos o bom senso, a investigao e
a lei, que as divergncias entre os diversos actores na forma de conceber a
interveno na paisagem s podem ser ultrapassadas atravs de mecanismos
de participao pblica. Isto , procura-se que a relao com as comunidades
no se faa apenas no sentido unidireccional de serem informados pelos
promotores dos projectos, mas que o envolvimento seja um processo bilateral
que inclua a consulta e o envolvimento activo dos intervenientes interessados.
o que est na Directiva Quadro da gua, e tambm na Conveno Europeia
da Paisagem (Artigo 5. c)
O caminho da participao local nas grandes obras pblicas em Portugal
no tem sido fcil. Se verdade que a legislao em vigor compatvel com as
directivas europeias, tambm verdade que reconhecido um deficit de
participao social em Portugal, visvel quer ao nvel dos indicadores
sociolgicos de prticas de cidadania (Cabral, 2000; Barreto, 2002) quer ao
nvel da transposio da legislao e da sua aplicao na prtica (Gonalves,
2007; Lima, 2009). Nesse sentido, um desafio para as cincias sociais
colaborarem no desenvolvimento de metodologias para uma nova abordagem
que assegure a concretizao de processos verdadeiramente participados na
gesto da paisagem (Lima, 2008). Ser possvel criar instrumentos que permitam
apoiar a mudana de paradigma na forma de relacionamento com as

comunidades locais na interveno nas paisagens? Qual o papel dos psiclogos


neste processo? Pretendo neste captulo caracterizar a nossa abordagem, para
a ilustrar com os estudos de caso em que estou actualmente envolvida.
UM QUADRO CONCEPTUAL DE ANLISE
At h pouco tempo, as decises sobre a paisagem durante a construo de
grandes obras no implicavam o relacionamento prximo com as comunidades
locais. No entanto a nova legislao d um maior relevo participao pblica
e abre caminho colaborao das cincias sociais. Em primeiro lugar envolve
a passagem de uma estratgia de gesto da paisagem que exclua muitos actores
chave da comunidade, para uma nova perspectiva em que os inclui - e nesse
sentido necessrio conceptualizar esta mudana nas polticas pblicas em
quadros tericos de anlise da psicologia. Por outro lado, envolve o
desenvolvimento de instrumentos de anlise e de interveno que permitam a
concretizao deste novo modelo - e a a psicologia ambiental tem mltiplos
contributos a oferecer.
Uma viso psicossocial sobre a mudana de paradigma na gesto da
paisagem
Para conceptualizarmos a mudana de paradigma na gesto da paisagem
socorremo-nos do modelo psicossocial proposto de Abrams, Hogg e Marques
(2005) para caracterizar as duas perspectivas em confronto: a antiga e exclusiva
que se pretende deixar para traz, e a nova e inclusiva que se pretende
implementar (ver tabela 1). Para alm disso, tentmos sempre que possvel
orientar a reflexo para o caso concreto das barragens.
O modelo exclusivo
As decises acerca das barragens eram tradicionalmente feitas com base
em pareceres tcnicos e com negociao com um grupo restrito de entidades,
excluindo os restantes actores locais do processo. Este procedimento de excluso
estava associado a dois elementos que simultaneamente justificavam e
mantinham a excluso.
Baseava-se primeiro que tudo numa ideologia tecnocrtica, centralizadora
e burocrtica do processo de tomada de deciso (Douglas, 1987), que valorizava
apenas os contributos tcnicos. A deciso sobre a barragem vista como uma
questo meramente tcnica e limitada ao espao fsico do rio, e em que os
especialistas tm o papel central na deciso (Lima, 2009). A relao com o

pblico e com as comunidades vista como uma dimenso acessria do


processo, e reduzida a um processo de comunicao altamente assimtrico e
unilateral - o fornecimento de informao, normalmente em linguagem tcnica
e inacessvel a leigos (Lima, 1995, 2004).
Esta ideologia alimenta-se de uma representao das comunidades locais
como desprovidas de recursos, de interesse ou de capacidades para participar.
Os membros das comunidades locais so vistos como interlocutores deficientes
no processo de interveno sobre o espao. Parecem aplicar-se aqui na perfeio
os processos de esterotipizao e infra-humanizao (Leyens et al., 2000; Viki
& Abrams 2003) dos membros das comunidades locais, cuja representao
como inferiores ajuda a aceitar que lhes seja atribuda pouca importncia na
deciso. Para alm disso, a participao das comunidades locais no processo
de tomada de deciso vista como uma potencial ameaa aos seus interesses,
quer por corresponder a um atraso visto como desnecessrio no processo quer
porque os objectivos das comunidades serem concebidos como claramente
independentes dos da empresa.
Do ponto de vista dos prprios actores locais, a excluso do processo de
tomada de deciso pode ser aceite de forma passiva e fatalista (Douglas, 1987)
o que seria a resposta lgica ideologia burocrtica por parte de comunidades
pouco empoderadas (Zimmerman & Rappaport, 1988). No entanto, a
marginalizao dos membros da comunidade local tem a potencialidade de
provocar reaces negativas nos elementos excludos (raiva, ressentimento e
retaliao) e levar mesmo ao conflito aberto (Williams et al. 2002; Williams et
al. 2005;Twenge & Baumeister, 2005; Twenge et al., 2001) quando os actores
locais se sentem ultrapassados na tomada de deciso ou quando a deciso
afecta de forma significativa a sua identidade local.
O modelo inclusivo
O novo modelo inclusivo de tomada de deciso pretende incorporar as
prticas de participao social presentes no conceito de desenvolvimento
sustentvel. No entanto, para se atingirem estes objectivos, h alteraes
significativas que tm de ser levadas a cabo, tanto na forma como a o promotor
da obra se posiciona no processo, como na forma como se posicionam as
comunidades locais e os seus diversos actores sociais e grupos de interesses.
Do ponto de vista da empresa, esta mudana corresponde a em primeiro
lugar adaptao aos novos valores e procedimentos no quadro legal das
decises ambientais, uma vez que a informao ao pblico e a auscultao
das comunidades so agora partes obrigatrias do processo. No entanto, este

envolvimento s acontece verdadeiramente se houver uma representao mais


complexa das comunidades locais. Trabalhar em conjunto com as comunidades
exige que os residentes sejam vistos como pessoas diversas, em que se incluem
actores com conhecimentos relevantes, com interesses no processo e com
competncias teis. O envolvimento das comunidades implica aceitar que as
decises podem ser modificadas em funo dos contributos destes parceiros,
que tm poder de mobilizao local e que podem ter objectivos congruentes
com os da empresa.
As comunidades locais tambm tm de se adaptar a esta mudana no
processo de decises ambientais, e de aprender uma forma mais pro-activa de
envolvimento. As novas competncias a desenvolver e as barreiras a superar
neste processo so diversas (Klandermans, 1997), e envolvem necessariamente
ter conhecimento das oportunidades de participao e confiar na iseno do
processo. Por esta razo, importante promover a motivao para participar e
vencer as barreiras ao envolvimento activo. Para existir adeso ao processo de
participao, as pessoas tm que sentir que o problema em causa importante
para si ou para a sua comunidade (Sguin, Pelletier & Hunsley, 1998) e tm de
confiar nas suas capacidades e de saber claramente o que lhes pedido para
fazer. A baixa literacia cientfica, a falta de confiana nas suas capacidades ou
a inibio de expor as suas ideias face a pessoas mais instrudas (Oskamp &
Schultz, 1998) so barreiras que explicam o papel passivo em momentos em
que seria possvel a participao.
Uma perspectiva psicolgica sobre o envolvimento das comunidades no
processo de gesto da paisagem
As decises sobre as barragens so um caso tipo de situaes de conflito
ambiental (dEstre, Dukes & Navette-Romero, 2002) em que o envolvimento
das comunidades locais fundamental. Mas o desenvolvimento de grandes
obras no inclua habitualmente o relacionamento prximo com as
comunidades locais. Este projecto pretendeu ajudar a empresa a passar de
uma estratgia de gesto da paisagem que exclua muitos actores chave da
comunidade, para uma nova perspectiva em que os inclui. Antes de clarificarmos
a nossa abordagem, convm salientar alguns conceitos bsicos.
Definimos o envolvimento das comunidades locais como um processo
contnuo de comunicao que permite descobertas e aprendizagens entre duas
esferas diferentes: a empresa e os agentes locais. Este processo constitui uma
mais-valia, ao permitir integrar novas perspectivas e conhecimentos importantes
para a concretizao dos projectos, aumentando a qualidade das decises, a

legitimidade do processo e a capacidade dos intervenientes (Dietz & Stern,


2008). A participao pode conduzir a melhores decises, pois ela toma em
conta no apenas a rapidez mas a qualidade do processo de tomada de deciso.
Nesta perspectiva de comunicao importa definir quem so as partes
envolvidas, ou stakeholders. Existe alguma variao no nvel de incluso da
forma como os diferentes autores definem este conceito. Bryson (2004) define
stakeholder como as pessoas, grupos ou organizaes que devem ser tidos
em considerao pelos lderes, gestores e directores de uma organizao (p.
22). Esta definio mais inclusiva parece estar mais de acordo os princpios
ticos de justia social e da democracia, j que se d algum peso aos interesses
tambm dos menos poderosos.
Adoptamos uma perspectiva psicolgica na anlise desta mudana, na
medida em que nos interessam os processos cognitivos e afectivos que sustentam
o comportamento dos diversos actores neste processo. No entanto, as nossas
orientaes tericas e metodolgicas vm de vrios ramos da psicologia, em
particular da psicologia social, ambiental e comunitria. Trazemos da Psicologia
Social uma perspectiva cognitiva na abordagem deste processo, uma vez que
nos preocupamos em identificar as estruturas de conhecimento pr-existentes
dos diferentes grupos em confronto. Estas estruturas de conhecimento so, na
nossa perspectiva, a chave da compreenso dos actores, uma vez que permitem
entender como recebida informao nova, como esta memorizada e utilizada
para a aco (Fiske & Taylor, 1991). Trazemos da Psicologia Ambiental a
perspectiva contextual, transaccional e dinmica na leitura dos espaos e das
paisagens que Zube (1991) defende, e que exige considerarmos no apenas os
comportamentos, mas os significados, os valores e as preferncias das pessoas
na paisagem. Apoimo-nos tambm no conceito de planeamento participativo
(Horelli, 2002), utilizando um conjunto diversificado de tcnicas de apoio ao
processo de deciso e que garantem que as necessidades e interesses das
comunidades locais so tidas em considerao. Trazemos da Psicologia
Comunitria a procura do empoderamento das dos actores locais, e uma leitura
muito clara do nosso papel no processo de mudana como facilitadores de
prticas de participao inclusivas, pretendendo promover o dilogo entre os
diversos stakeholders sem tentar atingir consensos (Dukes, 1996; Menezes,
2007; Michaelson, 1996).
UMA METODOLOGIA PARA PROMOVER A INCLUSO
Como vimos, o caminho para o modelo inclusivo no simples, e exige
diversas iniciativas, que permitam a evoluo da posio da empresa, mas

tambm das comunidades locais. A nossa actuao focalizou-se em duas


barragens projectadas para Portugal e centrou-se em trs objectivos: i) Apoiar
a criao de uma cultura de envolvimento, ii) Caracterizar as preocupaes e
os interesses das comunidades locais, e iii) Criar canais de comunicao e
promover a integrao dos interesses locais no processo de deciso. De seguida
descrevem-se as aces desenvolvidas para concretizar cada um destes
objectivos.
Apoiar a criao de uma cultura de envolvimento
Para se conseguir alteraes ao nvel da cultura organizacional, comeouse por se estabilizar com a administrao da empresa um conjunto de
procedimentos de comunicao e de envolvimento das comunidades a por
em pratica em grandes empreendimentos. O trabalho de mudana
organizacional que estamos a levar a cabo iniciou-se com a identificao de
necessidades organizacionais no domnio dos processo de participao e
envolvimento inclusivos. Com base nesta informao foi desenhado um plano
de formao adequado necessidades identificadas. Pretende-se que esta aco
de formao permita que as equipas de trabalho da EDP: (i) distingam prticas
comunicativas unilaterais (informao) de bilaterais (interactivas, de consulta
ou parceria); (ii) desenvolvam competncias de empatia e de escuta das
preocupaes dos actores locais; iii) desenvolvam representaes mais
heterogneas e complexas das comunidades locais, e iv) percebam as
comunidades locais no como uma ameaa empresa mas como um parceiro
para aces de desenvolvimento.
Caracterizar as preocupaes e os interesses dos agentes locais.
As aces que desenvolvemos tiveram como objectivo fornecer uma viso
clara sobre quem so as comunidades locais de duas barragens em projecto. A
empresa tinha j informao socio-demogrfica sobre a regio e tinha contactos
com representantes autrquicos e com ONGs ambientais de nvel nacional.
No entanto, estes dados forneciam um conhecimento vago das comunidades,
que alimentava a imagem estereotipada impeditiva de uma comunicao activa.
Destaco quatro conjuntos de aces desenvolvidas neste contexto.
a. Caracterizao da adeso ao AH
Foi realizado um inqurito aos residentes de cada uma das reas de
implementao das barragens, que procurou determinar o nvel de apoio e as
principais expectativas e receios associadas ao projecto. A variveis medidas

neste inqurito (e.g., atitude, percepo de risco) foram baseadas na literatura


cientfica relevante e validadas atravs de entrevistas a actores chave bem como
por anlise documental (e.g., anlise de notcias, blogues). A recolha de dados
foi realizada por entrevista a uma amostra representativa dos residentes dos
concelhos na rea de implementao do empreendimento. Estes inquritos
permitiram compreender a posio das comunidades residentes na rea de
implementao das barragens e os principais preditores da adeso dos residentes
barragem (e.g., percepo de justia, percepo de risco, expectativas de
desenvolvimento).
b. Identificao e caracterizao de actores locais
Noutra aco com mais contacto directo com as comunidades, foi realizado
um processo de identificao e caracterizao dos actores locais que compem
estas comunidades. A identificao de stakeholders foi feita de modo a localizar
o maior nmero possvel de actores com relevncia local. A caracterizao
dos actores locais foi realizada atravs de entrevistas individuais, uma vez que
a forma como cada actor local se relaciona com o projecto distinta e depende
da dinmica local (Bonaiuto, Carrus, & Bonnes, 2005). As entrevistas foram
analisadas de modo a permitirem simultaneamente identificar padres de
respostas comuns e posies individualizadas.
c. Identificao de valores locais
A partir da identificao de actores chave foi desenvolvida uma outra aco
de produo de conhecimento especfico sobre as paisagens locais. Tratou-se
de sesses que procuraram a identificao de valores de conservao na
paisagem, na ptica das comunidades locais. Optou-se por uma metodologia
adaptada da tcnica LOAM (Landscape Outcome Assessment Methodology,
WWF, Aldrich et al., 2007), porque utiliza como nvel de anlise a paisagem e
pela sua natureza participativa. Esta metodologia fomenta uma viso alargada
do territrio (diluindo as fronteiras administrativas), e facilita o processo de
comunicao e discusso com os membros da comunidade local. As sesses
permitiram identificar em grupo um conjunto de valores locais e classifica-los
em temos de importncia e estado de conservao.
d. Padres de utilizao de espaos pblicos
Foram ainda realizadas observaes comportamentais para caracterizar os
padres de utilizao de espaos pblicos em zonas directamente afectadas
pelas barragens. Para realizar a descrio dos comportamentos sociais em
espaos pblicos foi utilizada a metodologia de mapas comportamentais
(Sommer & Sommer, 1991) e a construo de categorias comportamentais de

suporte grelha de observao baseou-se em trabalhos anteriores (Ittelson,


Rivlin, & Proshansky, 1976; Sullivan, 2004) mas tambm em visitas aos locais.
A observao comportamental foi feita em visitas regulares aos locais por
observadores experientes. Esta metodologia permitiu identificar quem utiliza e
como so utilizados espaos pblicos valorizados pelas comunidades locais.
Integrao dos interesses locais no processo de deciso.
Atravs das metodologias descritas acima foi produzida informao relevante
sobre os interesses das comunidades locais, mas ela tinha de ser integrada
processo de deciso sobre aquela paisagem. Isso foi garantido atravs de trs
mecanismos: (i) os resultados produzidos por cada aco descrita foram
cuidadosamente discutidos com decisores da empresa, de modo a assegurar a
interpretao correcta dos dados e a reflexo sobre as implicaes destes dados
para o desenvolvimento dos empreendimentos; (ii) os resultados obtidos foram
integrados nos Estudos de Impacto Ambiental dos respectivos empreendimentos,
permitindo assim o registo dos interesses das comunidades no documento oficial
que suporta a tomada de deciso sobre as condies de viabilidade dos
empreendimentos; e (iii) o conhecimento aprofundado das comunidades locais
abriu caminho para um conjunto de aces de incentivo participao (por
exemplo, os actores chave foram relembrados por carta para participarem na
consulta pblica; foram organizados quiosques itinerantes com informao
especfica sobre as barragens e foram realizadas reunies pblicas sobre
preocupaes identificadas, como a qualidade da gua ou a segurana da
braargem).
REFLEXES FINAIS: PROBLEMAS E DESAFIOS
A realizao deste trabalho confrontou-nos com muitos problemas.
Problemas na interveno, uma vez que o papel de facilitador em que nos
encontrvamos levava a que tivssemos de filtrar informaes que passavam
de uns actores para outros, o que me sempre era simples. Por outro lado, tambm
tnhamos um papel complexo no acompanhamento dos processos, de modo a
dar seguimento aos interesses dos actores. Por exemplo, a valorizao de um
ribeiro, tinha uma dimenso ligada qualidade da gua, mas tambm de acesso
para laser em diversas dimenses - pesca, balnear. A articulao no apenas
para ser feita com os especialistas da qualidade da gua, mas tambm com os
bilogos e com os do uso da terra. Isto para no referir a parte das memrias
associadas ao rio e o seu papel enquanto marco da identidade pessoal e local.

10

Em termos de investigao o nosso trabalho apela fortemente para uma


abordagem interdisciplinar. O corredor biolgico a que se refere um especialista
de ecologia no certamente um objecto de paisagem para os agentes locais,
assim como as preocupaes das comunidades locais com o seu rio ou com os
riscos a que podem ficar sujeitos podem no ter eco nos problemas monodisciplinares das nossas investigaes. Uma noo holstica e integrada de
paisagem, um grande desafio que temos para o futuro. Os instrumentos da
psicologia ambiental que utilizmos foram fundamentais para o dilogo com
as restantes disciplinas. Penso que ser nesse dilogo que conseguiremos
implementar uma gesto participada da paisagem.

AGRADECIMENTOS
Esta comunicao baseia-se num trabalho financiado pela EDP, realizado
com a colaborao do Dr. Srgio Moreira (Espa, Lda) e da Doutora Sibila
Marques (CIS-IUL), com quem escrevemos uma verso anterior deste texto em
2010. Agradecemos ainda a colaborao das equipas da EDP e da Fundao
EDP neste processo, em particular do Eng. Neves de Carvalho e do Dr. Srgio
Figueiredo.

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13

Tabela 1: Tabela resumo comparativa dos dois modelos de interveno na paisagem.

Modelo exclusivo

Modelo inclusivo

Restrito.
Tcnicos e um grupo restrito de
entidades
Tcnica.
Uma questo meramente tcnica e limitada ao espao fsico
do rio

Alargado.
Tcnicos e um grupo alargado
de entidades locais
Tcnica e social.
Uma questo tcnica, mas tambm social e comunitria, incluindo o espao fsico do rio
e sua envolvente.

Tecnocrtica.
Tecnocrtica, centralizadora e
burocrtica, defendendo que s
os tcnicos devem ter opinio
na deciso.

Democrtica.
Valoriza-se a procura do desenvolvimento sustentvel e, como
tal, promove-se a participao
local.

Relao com a Acessria.


Dimenso acessria do procescomunidade
so, reduzida ao fornecimento
local
de informao, normalmente
em linguagem tcnica e inacessvel a leigos.

Indispensvel.
Componente indispensvel do
processo que inclui no s a
informao, mas tambm a
consulta e o envolvimento activo.

Representao
da
comunidade
local

Homognea e simplificada.
Desprovida de recursos, de interesse ou de capacidades para
participar. Uma massa homognea de pessoas com limitados
recursos tcnicos e mesmo cognitivos, dos quais se espera
uma postura auto centrada,
egosta, irracional e emotiva.

Heterognea e complexa.
Uma representao mais complexa das comunidades locais.
Os residentes so vistos como
um grupo heterogneo, em que
se incluem pessoas com conhecimentos relevantes, interesses
no processo e competncias
teis.

Participao

Potencial ameaa.
Perda de controlo do processo,
perda desnecessria de dinheiro e de tempo, uma vez que a
deciso no se altera.

Potencial oportunidade.
As decises podem ser modificadas em funo dos contributos destes parceiros com forte
conhecimento local.

Consequncias Deciso empobrecida.


Potencialidade de conflito aberto com as comunidades locais.

Deciso enriquecida e
sustentvel.
A participao promove um
melhor clima relacional e faz
com que as decises sejam
mais justas.

Actores
envolvidos
Perpesctiva
sobre a decio

Ideologia de
base

14

WHAT RESEARCHERS NEED TO KNOW ABOUT


POSTMODERN URBANISM: SOME PRELIMINARIES
MICHAEL DEAR
Department of City & Regional Planning
University of California, Berkeley

1.

Guy Debord wrote The Society of the Spectacle with the deliberate
intention of doing harm to spectacular society, which he regarded as
complicit in all that was inauthentic about the urban experience. In his
preface to the books third edition, he noted that events in the 25 years
since the original publication merely confirmed and further extended
the theory of spectacle. In 2007, two edited collections appeared to
confirm the prescient forebodings of Debord. First, in The Suburbanization
of New York, Jerilou Hammett and Kingsley Hammett asked if the worlds
greatest city is becoming just another town, i.e. the city is becoming
more private, more predictable, and more homogenized. The second
book, Evil Paradises: dreamworlds of neoliberalism, a collection of essays
assembled by Mike Davis and Daniel Bertrand Monk on the world-wide
phenomenon of plutocratic landscapes, including floating city-states
space tourism, private islands, restored monarchies, and techno-murder
at a distance. Davis and Monk claim that these are evidence of the
massive, naked application of state power to raise the rate of profit for
crony groups, billionaire gangsters, and the rich in general.

2.

Any grounded theory of the city must encompass three tasks: reading
emerging urban landscapes and form; contextualizing the urban process
in terms of its historical epoch and geographical scale (the problems of
periodization and regionalization); and engaging the various ontological
and epistemological ways of seeing the cityscape.

3.

At its most basic level, postmodernism drew attention to a set of distinctive


cultural and stylistic practices that were initially emerged out of literature,
art and architecture. Fredric Jamesons characterization of postmodernism
as the cultural logic of late capitalism set an important precedent,

15

recognizing in the landscape a radical flattening, or homogenization, of


human experience, as well as a proliferation of aesthetic pastiche in
architecture and urban design. Since the mid-1980s, when urbanists first
began a sustained engagement with postmodern thought, the diversity of
emerging urban archetypes has been well-documented. The early work
included a focus on theme parks, carceral cities, gated communities,
edge cities and the like; today, it is the spectacular urban megastructures
of Dubai and Shanghai that fascinate scholars.
4.

Also during the past two decades, evidence of epochal change has been
convincingly advanced. Fredric Jameson identified postmodernity as the
epoch of late capitalism, drawing attention to the totality of emergent
social, economic, political and cultural practices that characterized this
stage in capitalisms evolution. Evidence for a significant epochal shift
includes the following dynamics: Globalization, especially the emergence
of a relatively few world cities as centers of command and control in a
globalizing capitalist world economy; Network Society, including the
rise of the cyber-cities of the Information Age; Social polarization,
referring to the increasing gap between rich and poor, among nations,
different racial groups, genders, and those on either side of the digital
divide; Hybridization, the fragmentation and reconstruction of identity
and cultural life brought about by international and domestic migrations;
and Sustainability, including a widening consciousness of human-induced
environmental change. These tendencies come together in the problem
of governance, to which I will return later in this account. While these
five tendencies may find formal equivalence in previous eras (e.g. earlier
manifestations of forms of globalization), the present concatenation is
different because they have never before appeared in concert, never before
penetrated so deeply, never before been so geographically extensive, and
never before overtaken everyday life with such speed. In short, there has
never been anything as globally universal as the rise of the Information
Age. It is likely to prove as profoundly altering as the advent of the
Agricultural and Industrial Revolutions of earlier times.

5.

Finally, the enduring importance of postmodernisms ontological and


epistemological challenge has been widely accepted. The rationalities of
the scientific revolution and the Enlightenment have been challenged,
replacing a belief in truth, foundationalism and laws with beliefs based
in relativism, pragmatism and indeterminacy. The central tenets of
modernism have been overridden by a cacophony of different voices,

16

each claiming to offer something that helps understand the world about
us. It is not that science has been diminished (although its hegemony
has), so much as a realization that its brilliant success in certain
applications simply does not extend to every field of human endeavor.
Postmodernism was instrumental in reinstating the intuitive and emotional
dimensions of knowing and, in so doing, dismissed the idea of a grand
theory capable of explaining everything. Under such circumstances, the
best we can do is to insist on all ways of seeing, avoid using any theory
beyond its range of applicability, and resist attempts to institutionalize
any single way of knowing. Philosopher Isaiah Berlin has warned that we
simply have to get used to living with the radical incommensurability
that exists among various philosophical persuasions; any tilt, Quixotestyle, toward false resolutions can be bought only at the price of a
damaging reductionism.
6.

Just as the core beliefs of modernist thought have been displaced by


postmodernisms multiple ways of knowing, so has the notion of a
universal urban process been dissolved by the multiplying logics that are
transforming city-making. At the core of this transformation is the altered
relationship between city and hinterland. In modernist urbanism, the
impetus for growth and change proceeded outward from the citys central
core to its hinterlands. In postmodern urbanism, this logic is precisely
reversed: the evacuated city core no longer dominates its region; instead
the hinterlands organize what remains of the center. By this, I mean that
urban space, time and causality are being shifted. Thus, the heterogeneous
spatial logics that characterize contemporary urban development derive
from the outside-in, not inside-out as in modernist urbanism; in the
sequence of urban development , a center if one or more ever emerges
appears chronologically later than the peripheries; the direction of
causality is from periphery to center, even if (as often happens) this finds
expression as an absence of direction. In short, the process of becoming
urban involves altered structural and functional relationships at the interand intra-urban scale that are radically different from those in the
modernist city. The multi-centered city-region is now constitutive of the
urban and the urban question, not the classic mono-centric urban center.

7.

The distinction between modernist and postmodern urbanisms is at its


keenest in the two archetypes: Chicago and Los Angeles. The core-tohinterland causality of modernist urbanism is best captured in E.W.
Burgess account of the evolution of differential urban social areas in

17

Chicago. Burgess and other adherents of the Chicago School observed


that as distance from the urban core grew, the city would take the form of
a series of concentric rings of diminishing density. Now imagine a city
where fragmentation (geographical non-adjacency) and decenteredness
(polycentrism) are the primary urban drivers: there will be many urban
cores, not one; independent edge-cities spring up with allegiance to no
city center; conventional town centers are no longer at the heart of the
urban process; suburbs, understood as peripheral accretions to dominant
urban cores, no longer exist; and the agglomeration dynamics that
historically produced cities have been replaced. The aggregate of these
empirical changes further reinforces the theoretical imperative to question
what we understand as a city.
8.

The world of postmodern urbanism is what I have called keno capitalism.


Keno capitalism assumes a world of ubiquitous connectivity courtesy of
the Information Age. Urbanization occurs on an undifferentiated grid of
opportunities where each land parcel is (in principle) equally available
for development as a consequence of access to the information
superhighway. Capital settles on a land parcel while ignoring opportunities
on adjacent lots, thus sparking urban development. The relationship
between development on one lot and another remains a disjointed,
unrelated affair, because conventions of urban agglomeration have been
replaced by a quasi-random collage of non-contiguous, functionallyindependent land parcels. Only after considerable time will these isolated
developed parcels collide with others and take on the appearance of
what we normally regard as a city. However, there is no necessity for
such an agglomeration to occur, because the keno capitalism grid is
infinitely expandable in any direction, allowing a fragmented urbanism
to occur piecemeal for as long as potential development parcels remain
available and wired. The notion of centers and edges disappears, as does
the distinction between intra-urban and inter-urban process.

9.

By using the term quasi-random I do not mean to suggest that postmodern


urban process is alogical, merely that it is characterized by multiple logics
that can override (or at least mask) earlier conventions of urban form and
process. Nor do I assert that modernist urbanism is dead, although it may
everywhere be ailing. Just as some places in the American west and southwest are already postmodern in their urban process, many older cities in
the north-east and mid-west retain their residual modernist ways. However,
even places of persistent modernism (including Chicago) are now being

18

over-written by the texts of postmodern urban process, providing


compelling evidence of urban and social change in the Information Age.
10.

The altered textual, epochal and epistemological/ontological dimensions


of postmodern urbanism require a new urban lexicon that re-categorizes
urban concepts and (ultimately) redefines the urban question. For instance,
the notion of a single dominant downtown core is best understood as an
historical expression of modernist urbanism; downtown Los Angeles
cannot be construed as the nerve center of its adjacent city-region. By
extension, there is no longer such thing as suburbanization, understood
as peripheral accretion to a center-led urban process; edge cities may
look like suburbs, but they most certainly are not. Perhaps the most
pressing categorical revision in a revised city dictionary relates to the
term sprawl. For some, this much-maligned appellation invokes all that
is bad about uncontrolled urban growth, yet for others it is the benign
realization of millions of American suburban dreams, and what could
possibly be wrong with that? In a new lexicon, the definition of sprawl as
uncontrolled suburbanization is a secondary, even antiquarian usage;
instead, its primary meaning would describe the principal geographical
expression of contemporary urbanism. Sprawl is thus an urban theoretical
primitive, a fundamental category for describing the way urbanism is
currently being produced. Reframing sprawl in this way positions
environmental sustainability at the core of the urban question. Until very
recently, conventional urban theory tended to relegate environmental
issues to the margins, but now cities have broken their bounds, habitats
have been destroyed, climates altered, species eliminated, water
privatized, and biodiversity patented. The viability of life on earth is truly
under threat, though this realization is slow in dawning.

11.

Our lexical revisions will also encompass urban politics and planning.
Stated bluntly, urban geography has trumped local politics in the USA.
By this I mean that altered geographies of contemporary urbanism are
redefining the meaning and practice of urban politics. This is because
the sprawl of cities beyond existing political jurisdictions negates the
notion of representative democracy, compromises the ability of the local
state to serve the collective interests of its constituents, and intensifies the
subordination of the local state to plutocratic privatism. Today,
jurisdictional fragmentation in megacity-regions has become a
pathological, iatrogenic condition: i.e. the clash between urban
hypertrophy and obsolete government apparatus itself causes problems

19

and prevents the local state from meeting its obligations. This gap between
institutional form and urban reality is indicative of what I call high
modernism, a terminal condition for the institutions involved. Even
politicians with a sense of accountability and responsibility are stymied
by federal and state governments committed primarily to starving the
beast, that is, denying funds for authorized public programs and creating
what Naomi Klein refers to as hollow government. This task is made
easier by appointing incompetent, inexperienced cronies to important
office in order to ensure that the office will become dysfunctional. In
extremis, the state and its apparatus becomes a mere instrument through
which private interests plunder public wealth through the predator state.
12.

A central normative question in contemporary urban political geography


pertains to the allocation of appropriate functionalities and to appropriate
scales of a re-territorialized local government. What is the optimal scale
of regionalization to ensure effective representative democracy and
efficient public service provision in the hyper-extended metropolis? This
is, I realize, a longstanding problem that academics and politicians have
never adequately resolved. But until and unless it is resolved, millions of
people will remain effectively disenfranchised, un- or under-served, and
even actively harmed by these failed local states. In some fundamental
way, the future of electoral politics, representative government, and even
the possibility of local democracy seem to be threatened by the disconnect
between sprawl and institutions of the local state. The rise of privatopias
(including gated communities) is one example of a pathological urban
outcome an aesthetic that concretizes a perverse doctrine of antidemocratic residential apartheid, and that now controls 18% of Americas
housing stock housing one-sixth the nations population. Underwritten
by the politics of privatization, common interest development (CIDs) are
described by Evan McKenzie as an orchestrated attempt to replace public
municipal government with unaccountable private agencies. Only when
the private overseer fails is the public sector called in to clean up the
mess. Such political geographies of privatization, secession and
balkanization are becoming a global phenomenon. They represent
profound threats to the urban polity because private cities are by definition
self-interested and unaccountable; they facilitate the demise of the public
realm and promote an unequal society.

13.

Yet, paradoxically, sprawling cities also provide enclaves where intense


local autonomies are possible, enabling communities-of-interest to realize

20

their goals often below the radar of formal politics. Such movements
include the activities of the much-vaunted creative classes and advocates
of green urbanism. The potential of revitalized local social movements,
globalization from below, and recovered human agency all point
optimistically to a grassroots political. In addition, local governments
themselves sometimes find incentives and opportunities for local
experiment. For instance, in Southern California, Riverside County has
been attempting to manage rapid urban growth by invoking federal
endangered species legislation; in Ventura County similar land-use
management objectives were sought through a broadly-based coalition
of grass-roots movements. Same goal, different political means. Elsewhere,
cites such as Maywood, CA, declare themselves sanctuary cities pledged
to assist undocumented migrants. Collective local state action is also
possible, as when over 700 U.S. cities signed on to a global initiative to
curb greenhouse gases. These emergent forms of socio-spatial autonomy
are evidence of a refocusing of the cognitive dimensions of city.
14.

If, as I believe, urban process and urban politics are changing and urban
theory requires revision, then surely our public policy prescriptions and
practices also require adjustment. What is good public policy for private
cities, spectacular urbanisms, and sprawl? On the face of it, we have
reached the point where rational planning interventions suitable for the
modernist city are now obsolete in the face of postmodernisms
decentered, fragmented urban pastiche. If, for example, contemporary
urban theory suggests that conventional downtowns are obsolete, does it
really make sense to promote downtown renewal when the principal
urban dynamic has everywhere shifted to the periphery? Not only that,
traditional corporate and philanthropic leadership has also quit the city
center, both geographically and morally, as headquarters evacuate to
greenfield sites and top management is endlessly relocated, often to
offshore locations. Of course, it is still possible to defend downtown
revitalization on the basis of efficient reuse of the physical and social
infrastructural investments already in place. However, such policy must
be recognized for what it is: a hugely risky investment strategy predicted
by current theory to fail. For some time, greenfield urban developments
in Southern California have occurred without conventional downtowns,
which are sometimes added later for aesthetic and identification/branding
purposes or simply to extend consumption opportunities. Not long ago,
for example, the City of Santa Ana in Orange County spent $1 million to

21

refurbish and repaint a water tower engraved with the plaintive claim:
Downtown Orange County; from the air, the Palm Springs metro region
seems to be organized around a series of golf courses attached by homes
for the leisured classes; and in the absence of any public square, the City
of Anaheim holds many public gatherings in the Disneyland parking lot.
Downtowns have become externalities in this urban development
process; they are no longer constitutive of the city, but merely spectacles
or side-shows. This single fact is perhaps most emblematic of the altered
urban dynamic behind spectacular urbanisms: cities are now being built
according to new social and political-economic imperatives, including
those based in diversion, perception and cognition; and the traditional
artifacts of earlier cities, if they appear in the landscape at all, are simply
nostalgic gestures recalling former glories.
15.

Changes in central-city and hinterland aesthetics are indicative of a new


relation between signs and practices. The cityLAB manifesto of UCLA
architect Dana Cuff and her colleagues captures just how far this urban
revolution has evolved: Transformations of the city exceed our ability to
control them we arrive at results seemingly by fast-forward, without
clear grasp of how we got there. Though not necessarily temporally fast,
change occurs as a set of discontinuous jump cuts: urban development is
not progressive, but it can never turn back; design is increasingly regulated
without ever showing improvement. This is a description of every urban
professionals nightmare: a sense of a lack of control, nonlinear process,
pathological outcomes, dysfunctional regulation, and aesthetic implosion.
Yet Cuffs vision is fully consistent with the outline of postmodern urbanism
that I have portrayed in this essay. How will urbanists imagine and act in
a world of diverse, fast-forward urban aesthetics?

NOTE:
The presentation is based on my forthcoming essay, The Urban Question after
Modernity in Cities and Fascination: Beyond the Surplus of Meaning , edited
by Schmid, H., Sahr, W. and Urry, J., where complete references may be obtained.

22

HOMO SAPIENS SAPIENS VERSUS HOMO ARTIFLEX:


OU A INEVITABILIDADE (?) DA DESTRUIO AMBIENTAL
JOS MANUEL PALMA-OLIVEIRA
Universidade de Lisboa

Greenland clothes (XII) followed smart European fashions, even though


they seem far less appropriate to Greenlands cold climate then the Inuit
one piece tailored parkaThe adoptions carry the unconscious message
We are Europeans, we are Christians, God forbid that anyone would
confuse us with Inuit. more Europeans than Europeans themselves,
and thereby culturally hampered in making the drastic lifestyle changes
that could have helped them to survive (pag.246-47, Diamond, 2005)

INTRODUO
De uma viso sincrnica da evoluo do ser humano e a da sua interaco
ambiental, onde se acentua essencialmente a evoluo localizada de uma srie
de comunidades humanas na busca de bem-estar e de progresso tecnolgico,
as ltimas dcadas de investigao deram luz uma viso mais diacrnica e
complementar. Esta validade convergente na viso da evoluo foi produzida
pela comunho de disciplinas to diversas como a antropologia fsica e cultural,
a arqueologia, a geografia, a economia, a geologia, a biologia, a histria, a
lingustica, a filosofia, etc. Esta convergncia de disciplinas produziu uma
revoluo na concepo da evoluo do ser humano e da sua relao com o
meio ambiente com um potencial ainda no completamente realizado (para
algumas revises ver Burke III & Pomeranz, 2009, Dillworth, 2010, e Diamond,
1997).
A viso da evoluo do ser humano como uma srie ininterrupta de
tecnologias que se sucediam umas s outras (instrumentos de pedra, cermica,
ferro, bronze, etc.) at chegar moderna civilizao, no podia responder a
algumas perguntas que se impunham para interpretar os novos factos, a saber,
porque que certos povos continuaram caadores recolectores quando os seus

23

vizinhos passaram para a agricultura? Porque que muitos povos recusaram


tecnologias que lhes permitiam o uso do metal quando as conheciam? Porque
que muitos se recusavam a usar o carvo ou o petrleo, ou mesmo roupas de
linho mantendo as de pele, quando tudo isso se lhes ia tornando acessvel?
Todas as perspectivas histricas so sempre muito dependentes da viso
particular do momento civilizacional em que so produzidas. Assim a tal viso
vitoriana da evoluo da tecnologia implicava o trabalho de um Ser Racional
que utilizaria sem fim esse raciocnio para alcanar uma perfeio civilizacional
implcita na ideia de progresso. No s essas vises, mais ou menos baseadas
numa viso Hobbesiana (onde se via a civilizao como o controle das
tendncias naturais da humanidade para a guerra e para a destruio mais
bsica), so o fruto de um dado tempo social como acabam por conter em si
mesmo uma viso do ser humano e da sua psicologia que nada mais que o
senso comum da poca.
Se a descrio do comportamento social ao longo do tempo se tornou to
precisa, o modo como estes especialistas da relao entre o homem e ambiente
actuais vem o sujeito da sua histria (o ser humano) pouco mais reflecte que
vises simplistas dos mecanismos do comportamento humano que j eram
defendidas pelos seus antecessores (para uma excepo ver Diamond, 2005,
que introduz alguns mecanismos de explicao de nvel psicolgico adequados)
Ou seja a histria da relao homem ambiente mudou mas conserva, no
essencial, uma viso errnea sobre as motivaes, o processo de deciso, e a
racionalidade do seu objecto de estudo. Alis muito na linha de uma linha
divisria clara entre aqueles que acham o ser humano como o exemplo perfeito
de racionalidade (Burgess, Harrison, & Filius, 1998) e aqueles que o consideram
como o supra-sumo da irracionalidade egosta (ver Hardin, 1968, Skinner, 1978).
A Psicologia, no seu todo, e de modo particular a Psicologia do Ambiente,
por estudar os mecanismos de relao Homem Ambiente, parecem ter uma
obrigao redobrada de fornecer uma viso do ser humano que no s seja
mais completa, mas essencialmente mais cientfica e que se ajuste melhor ao
comportamento passado tal como se ajusta ao presente.
A psicologia precisa de se integrar neste esforo de perceber o passado,
porque a compreenso do passado permite perceber ainda melhor o presente
e fornecer continuidades que permitem antecipar, e se possvel mudar, o futuro.
O que se prope aqui , nada mais, nada menos, que uma psicologia histrica
que ajude a compreender o comportamento do ser humano (e dos outros animais
se incorporarmos a psicologia comparada) ao longo do tempo.

24

Mas este exerccio de psicologia histrica tambm fundamental para os


psiclogos ambientais devido razo inversa. Chamados muitas vezes a intervir
para ajudar a mudar comportamentos ambientais como forma de diminuir
impactes ambientais e contribuir para a diminuio da chamada mudana
global, tm da destruio do ambiente uma viso de senso comum equivalente
aquela que os outros cientistas tm do ser humano. Consideram, amide, que
a destruio ambiental um fenmeno moderno (ps-revoluo industrial) e
detm uma falsa ideia dos aspectos essenciais para mudar na relao homem
ambiente (para anlises criticas e alternativas do trabalho das cincias sociais
e da psicologia na interveno ver Geller, 2002, e Gardner & Stern, 2008).
Em suma necessrio dar uma outra viso do ser humano nova perspectiva
da histria ambiental, e dar uma perspectiva da destruio do ambiente mais
de acordo com o que efectivamente j se sabe da histria humana, aos
psiclogos ambientais.
Este trabalho de articulao, devido ao nvel de desenvolvimento do
conhecimento histrico sobre a relao homem ambiente, bastante
equivalente a qualquer outro trabalho de aplicao da psicologia ao chamado
mundo real e justificvel tanto por razes epistemolgicas como tericas.
A histria (incluindo neste termo a colaborao interdisciplinar que temos
vindo a falar) no mais do que a tentativa de compreenso de como o ser
humano se tem vindo a adaptar aos sistemas ambientais. A histria tambm
uma cincia da adaptao.
Ora a psicologia uma cincia que pretende explicar o comportamento de
um sistema adaptativo, logo artificial. E isso porque esse sistema o que ,
apenas e s porque respondeu a foras ambientais que o modelaram e a que
ele necessitou de adaptar-se de modo a sobreviver (Simon, 1979, 1990).
De notar como usei a definio de Herbert Simon, um mentor da chamada
revoluo cognitiva, para sublinhar como essa definio de psicologia comum
s definies da Psicologia Ambiental, como o estudo das transaces entre
indivduos e os seus sistemas fsicos, onde os indivduos mudam o ambiente e
o ambiente mudado por eles (Guiford, 2007). Como bem de ver o trabalho
da Psicologia e da Psicologia Ambiental definido desta forma no diferente
do trabalho de todas as outras cincias aplicadas ao estudo da relao do Ser
Humano com o Ambiente ao longo do tempo.
Isso leva-nos a dois outros problemas suplementares, a saber, qual a
natureza das teorias que poderemos aplicar? e como deveremos proceder para
avaliar a sua aplicao?

25

Primeiro temos que manter claramente o nvel de explicao da psicologia.


Em todas as pocas existem sempre aqueles que pretendem que a psicologia
desaparea e usam para explicaes supostamente psicolgicas, princpios
explicativos provindos de outras cincias. Isso particularmente relevante para
o uso da biologia ou de vises simplificadas da teoria da evoluo. Antigamente
tudo era instintivo, hoje tudo tende a ser gentico. E acabamos a misturar
a natureza da entidade (i.e., todos os animais so biolgicos) como o nvel
de explicao (i.e., o nvel fisiolgico diferente do nvel psicolgico).
interessante ver como muitos psiclogos andam entretidos a fazer psicobiologia
(Pinker, 1997) com uma verso da teoria da evoluo contestada e em
modificao pelos bilogos (ver a esse respeito o livro essencial de Jablonka &
Lamb, 2005, onde se defende uma viso moderna da teoria da evoluo que
considera a) que existe mais na hereditariedade que genes, b) que algumas
variaes hereditrias no so aleatrias na origem, c) que alguma da informao
adquirida pode ser hereditria, e que d) a mudana evolucionria pode resultar
da instruo tanto como da seleco). Assim bom que os psiclogos sem
deixar de trabalhar com muitas outras cincias, e especialmente quando
trabalham com outras cincias, continuem a usar os seus prprios nveis de
explicao. Se devemos manter os nveis psicolgicos de explicao devemos
procurar usar teorias que expliquem a adaptao num contexto epistemolgico
contextualista.
A escolha de teorias e da sua avaliao para esta aplicao histria tem
que estar sujeita aos mesmos mecanismos que a escolha de uma dada teoria
para ser aplicada e avaliada num dado contexto actual. Alis a Psicologia tem
sabido encontrar casos de aplicao a produes histricas especialmente no
campo da historiometria (Simonton, 1998).
Na realidade o nosso trabalho de aplicao da teoria psicolgica realidade
seja ele ao presente ou ao passado consistente com o conceito de validade
conceptual externa introduzido por Turner (1981), e muito esquecido. Este
conceito pode ser definido como a extenso na qual um dado conceito
conhecido de modo a que ele possa ser generalizado sistematicamente a
condies teoricamente identificadas. Deste modo a tecnologia psicolgica
consiste, num primeiro momento, na identificao, pela teoria cientfica, dos
factores que so relevantes num dado contexto separando-os dos triviais. As
mais eficientes metodologias de aplicao da psicologia realidade implcita
ou explicitamente, seguem esse princpio (Bunk & Van Vugt, 2008). Ora esse
conjunto de metodologias e princpios de tecnologia psicolgica podem e

26

devem ser aplicadas tanto no passado como no presente, desde que exista
conhecimento suficiente do contexto de aplicao para que a teorias a aplicar
possam discriminar o relevante do trivial ou irrelevante.
Aquilo que se pretende fazer neste captulo (ver tambm Palma-Oliveira,
2010) uma anlise, necessariamente breve, das vises menos adequadas do
funcionamento humano que so habitualmente usadas, e da nova viso histrica
da relao Ser Humano / Ambiente fazendo quando possvel ligaes claras
com o nvel de explicao psicolgico
AS VISES DO COMPORTAMENTO HUMANO E AMBIENTE
No o lugar para analisar de forma sistemtica todos os princpios
explicativos, muitos eles supostamente genticos, que tm sido introduzidos
para explicar de forma unitria a relao com o Ambiente (a anlise
introdutria de Gardner & Stern, 2002, a essas teorias mais que o suficiente).
Geralmente os principios explicativos unitrios tendem a radicar a sua
explicao em mecanismos genticos, e a ser aplicados de forma no
contextualista, i.e., pouco transacional e em relao com o ambiente e a tomada
de deciso. Faamos apenas uma anlise simples das duas vises essenciais: a
da racionalidade e do egoismo extremos.
Neste contexto a sua desadequao pode ser demonstrada facilmente.
Tomemos o caso do Homem como ser racional. Imaginemos que a adaptao
humana ao meio ambiente seguia os principios da racionalidade. Ora isso
significa simplesmente que, dados os factores de um dado problema, sempre
possivel descobrir qual maneira mais optimal de o resolver (para uma
explicitao de mecanismos racionais de anlise ver Palma-Oliveira, 1995).
Como sublinha Simon (1990) este mecanismo o equivalente a reconhecer
que a melhor maneira para perceber qual a forma da gelatina quando solidifica
conhecer o recipiente onde solifica, e bastaria a todos perceber o problema
para perceber como foi encontrada a resposta para ele.
Este objectivo foi perseguido ao longo do tempo pelos economistas que
tentaram descrever o comportamento dos agentes num dado meio como funo
da maximizao da utilidade obtida nesse ambiente. A impossibilidade deste
objectivo no s est bem demonstrada nos trabalhos de Simon e de Tversky
e Kahneman (1981, Kahneman, Slovic, & Tversky, 1982), mas essencialmente
no reconhecimento pelos prprios economistas da impossibilidade de aplicarem
os modelos de racionalidade e da necessidade de introduzirem mecanismos
de explicao psicolgicos (Frey & Stutzer, 2007, Akerlof & Shiller, 2009).

27

O modo como a economia se desembaraou das teorias racionais


equivalente ao modo como o fez das teorias mais irracionais havendo uma
consistncia clara entre essa disciplina e a Psicologia. Se, a principio, a viso
de egosmo irracional de Hardin (1968) abalou algumas anlises da economia,
com o trabalho de Ostrom (1990, Baden & Noonan, 1998) e na psicologia
social o trabalho de Dawes (1980, Dawes & Messik, 2000) modficaram
completamente esse tipo de viso simplista. Isso foi feito descrevendo de forma
mais completa os mecanismos de aplicao e, acima de tudo, os factores que
poderiam modificar ou mesmo eliminar a sua aco (por exemplo, o numero
de agentes, o tipo de efeitos e a sua mediatez, a informao, a identidade
social, etc.) e descrevendo matemtica e psicologicamente os processos
envolvidos.
A HISTRIA DA RELAO HOMEM-AMBIENTE
A nossa histria tem que comear nalgum momento no tempo e poderia
comear naturalmente na pr-histria quando os primeiros homindeos
comearam a fabricar utenslios de pedra. No entanto como isso nos levava
muito longe 1 poderemos comear com aqueles que constituem,
reconhecidamente, os primeiros membros da nossa espcie Homo Sapiens
Sapiens, que apareceram e ocuparam uma faixa do Este de frica que se estende
desde as actuais Etipia frica do Sul.
O primeiro facto que poderemos assinalar que as sucessivas migraes
para fora de frica tem a ver, pelo menos em parte com o crescimento da
populao e da diminuio de recursos, e medida que se afastavam do equador
mais a importncia relativa da caa subia em relao recoleco da comida.
Isso tambm obrigou a uma maior necessidade de produzir tecnologia mais
adequada para a captura dos animais. Poderemos mesmo considerar que quando
mais nos afastamos dos trpicos maior necessidade de melhorar a tecnologia.
Se pensarmos nos modernos caadores-recolectores chegaremos claramente
concluso que os Inuit so os que desenvolveram instrumentos mais sofisticados
e que no foram copiados pelos colonizadores noruegueses da Gronelndia

No s existem muitos homindeos desde o Australopithecus at ao Homo sapiens como


parece haver um missing link entre o Erectus e o Sapiens que se estende por 500 mil
anos. A relao entre os Neandertal e o Sapiens que comeou a ser vista como de duas
espcies separadas tem sido objecto de controvrsia. Os dados mais recentes indicam que
os euro-asiticos partilham cerca de 1 a 4% de patrimnio gentico com os Neandertal
(Green, 2010).

28

que acabaram por perecer por falta de adaptao psicolgica como muito bem
assinala Diamond (2005).
Alis esta questo muito interessante do ponto de vista psicolgico. a
criatividade e o engenho uma tendncia natural do ser humano ou ela surge
quando as condies ambientais e sociais a tal obrigam? A ela voltaremos.
Apesar de haver diferenas tecnolgicas poderemos assinalar que, a partir
de 40000 AC e at cerca de 11000 AC, o aparecimento da cermica, o controle
parcial do fogo, alguma melhoria das tcnicas de trabalho da pedra, foram
fazendo o seu caminho. Mas essencialmente a melhoria nos instrumentos de
caa, como vimos nas latitudes mais a norte, foi radical depois de 40000 AC
com o aparecimento do dardo, lanas, arpes e setas. Tudo isto levou claramente
a um aumento da populao e, a julgar pelos elementos recolhidos, uma
interessante qualidade de vida com a populao a ser estimada em cerca de
200 000 pessoas que, com uma esperana de vida de cerca de 30 anos, eram
relativamente livres de doenas (Dillworth, 2010).
No entanto a transio para o Mesoltico acompanhada por uma grande
crise, primeiro na Eursia, e depois nas Amricas com uma diminuio da
esperana de vida, uma diminuio da altura (5 cm) e um aumento claro dos
homicdios. Ora este padro de reduo de qualidade de vida est relacionada
com um extermnio em massa da chamada megafauna e que aconteceu a partir
dos 25000 AC e que acompanhou toda a expanso do Homo Sapiens. Essa
extino dos grandes mamferos foi durante muito tempo atribuda a alteraes
climticas. No entanto a moderna investigao arqueolgica, com base em
vrios argumentos, descarta essa hiptese na medida em que existe uma
correlao perfeita entre direco e o momento da migrao humana e a
extino da megafauna. Assim desde a destruio da Africana h cerca 40000
AC at a de Madagscar depois de 4000 AC a sequncia perfeita (Goude,
1994, Martin & Klein, 1984).
A destruio da megafauna, que durante a sua predao fez o nmero de
Homo subir de forma radical levou, como assinalado acima, a uma degradao
da qualidade de vida. Tal como seria de prever as presas diminuram em tamanho
e tudo parece apontar para que o sedentarismo de recoleco / apanha de
peixe seja o impulso principal para o comeo de vida em aldeias. O que
interessante que este estilo de vida permaneceu durantes muitos milhares de
anos e estava igualmente espalhado no mundo inteiro.
A fase seguinte a chamada fase horticultural. marcada pela domesticao.
Domesticao de animais (na chamada Eursia), com pastoreio e cultivo de

29

plantas diversas. Basicamente domesticao a manipulao de plantas e


animais com o principal objectivo de obter comida. Isso permite que se necessite
cerca de o,5 km2 para cada pessoa (contrariamente de cerca de 25km2 das
fases anteriores), e caracterizada por uma deteriorao das dietas, de um trabalho
mais intensivo, pelo comeo de uma hierarquia social marcada (com mais
classes sociais), um aumento marcado da violncia intergrupal com a implicao
de diminuio do peso /tamanho corporal (de 5 a 10% de reduo) (para reviso
ver Diamond, 1997 e Dillworth, 2010).
O que mais interessante que a horticultura, e mais tarde a revoluo
agrria (que inclua um arado mais eficiente e a irrigao sistemtica)
comearam, no nas melhores reas para tal finalidade, mas sim nas chamadas
zonas marginais. Ou seja tudo leva a crer que os primeiros agricultores tenham
sido populaes que foram obrigadas a sair dos melhores espaos ocupados
pelos caadores / pescadores / recolectores devido aos limites de populao ai
impostos ocupando as paisagens marginais onde foram obrigados a exercer o
seu trabalho e melhorar os seus artefactos tcnicos. Isso aconteceu por exemplo
no chamado Crescente Frtil onde a paisagem foi completamente transformada
desde 9000 AC at ao presente (Burke III, 2009). De sublinhar que a produo
agrcola mais intensiva comeou no Mdio Oriente, nos planaltos da China,
na Mesoamrica, nos Andes e provavelmente na Amaznia entre outros centros
onde isso ainda debatido, de forma independente (Diamond, 1997).
A horticultura (rebanhos e cultivo inicial) e a revoluo agrria que se lhe
seguiu tiveram como consequncia uma degradao de solos muito grande na
medida em que, no s os animais precisavam de pastos e os destruram, como
a utilizao intensiva dos solos dizimava rapidamente a componente orgnica
activa com a necessidade de recompor essa qualidade com polticas activas
que no existiam (Hillel, 2008). Por outro lado, de crer que extensas reas de
terreno eram j mantidas livres de floresta com o fogo sistemtico para o aumento
das zonas de pasto para os animais selvagens (como parecia acontecer nas
chamadas grandes pradarias americanas onde os nativos, essencialmente
caadores, mantinham as reas livres com o fogo para que os bisontes pudessem
aumentar as suas zonas de pasto (Mann, 2005).
Ademais o facto da irrigao se realizar nas chamadas zonas semiridas fez
com que o nvel de salinizao dos solos aumentasse exponencialmente tal
como a eroso causada pelo misto dos rebanhos e da agricultura. Assim todo o
crescente frtil, as zonas temperadas do mediterrneo, e basicamente todos os
stios no mundo onde a agricultura com irrigao comeou de forma
independente, com algumas excepes explicadas localmente, deram origem

30

a desertos, a reas desflorestadas ou rocha nua. No deixa de ser curioso e


algo irnico que hoje olhemos para essas reas como naturais.
Mais o que mais interessante para o nosso ponto de vista que a adopo
de um ou outro dos estilos de vida (i.e., caadores / recolectores, misto,
horticultural ou agrrio) no pode ser considerado como uma sequncia lgica
do mais antigo para o mais moderno, ou do pior para o melhor. A agricultura
no foi descoberta (a descoberta da agricultura como tal contestada na
medida em que os dados apontam para que muito da tecnologia j tivesse sido
inventada mas pura e simplesmente no era utilizada em grande escala). Os
recolectores de antanho comearam a ampliar os resultados tomando conta e
ampliando as ocorrncias naturais como sublinha Wrigth (2006).
Os diferentes tipos de vida devem ser consideradas como estratgias
alternativas, onde os factores essenciais para a adopo das novas estratgias
so: a) dificuldade de encontrar comida devido destruio antecedente, b)
aumento da populao por ausncia de controlo interno da populao. E isto
aconteceu sempre mesmo quando estamos a discutir tecnologias novas como
o domnio dos metais. Existem mesmo exemplos de populaes que voltaram
a modos de vida mais arcaicos assim que puderam. Por exemplo os ndios
americanos quando comearam a controlar os cavalos selvagens reintroduzidos
pelos europeus, deixaram o seu modo de vida mais agrcola e tornaram-se
caadores de novo. O que irnico que os seus antepassados tinham destrudo
os cavalos na Amrica onde eles primeiro apareceram2.
O que parece acontecer que as populaes no aceitam de esprito aberto
as novas tecnologias. Pelo contrrio recusam e s as aceitam ou quando so
obrigados, o que comea a acontecer com a conquista violenta e sistemtica
da parte dos agricultores, ou quando as suas necessidades de comida a tal os
obrigam. O registo histrico acentua a recusa e a hiptese mais comum porque
as novas tcnicas implicam muito mais trabalho. As horas de trabalho dos
caadores recolectores so volta das 20 22 horas por semana. O trabalho
vai comear a aumentar at aos dias de hoje com perodos de crise e de
explorao infantil que implica dias de trabalho para os mais pobres que podem
atingir 16 horas. De tal modo que o infantcio tambm comum em muitas
pocas deixou de ser aplicado quando as crianas comearam a ser usadas
2

As consequncias da destruio da megafauna depois de 25000 AC estendem-se at o dia


de hoje. provvel que muitas das espcies potencialmente domesticveis tenham sido
destrudas na altura deixando apenas um pequeno nmero passvel de s-lo que, por acaso,
se concentrava na Eursia.

31

sistematicamente no trabalho, morrendo, tambm sistematicamente, muito


cedo.
Um ponto essencial desta nova viso que o ser humano um ser
eminentemente econmico no que concerne tanto ao seu comportamento como
ao tipo de anlise cognitiva que efectua normalmente. I.e., obter o mximo
com o mnimo de esforo, algo que as perspectivas da psicologia moderna
sempre acentuam (Simon, 1990).
Este quadro acentua-se ao longo dos tempos onde poderemos assinalar
algumas opes tecnolgicas com consequncias radicais mas que foram
impostas directamente da necessidade e no por uma tendncia inata para
uma suposta evoluo. Por exemplo, a destruio sistemtica das florestas na
europa levou a que comece a ser utilizado de forma radical o carvo, que no
s tem menos potencial que a madeira enquanto matria-prima, mas que
aumentou, de forma radical, os problemas de sade pblica durante sculos
na Gr-Bretanha. J o petrleo comeou tambm a ser utilizado, no por opo
estratgica, mas pela dificuldade de encontrar leo de baleia para a iluminao
devido quase extino que os cetceos sofreram no final do sc. XIX.
No poderemos aqui descrever em pormenor a evoluo humana mas, de
forma resumida, o quadro de fcil compreenso:
a) A obteno de comida em grandes quantidades implica uma reproduo
em alta escala que implica a necessidade de obter ainda mais quantidades
de comida
b) Uma das formas de atingir esse objectivo entrar em produes mais
intensivas que implicam mais trabalho e modificaes ambientais cada
vez mais profundas.
c) A alimentao, com essas modificaes, torna-se mais abundante, mas
de pior qualidade aumentando as doenas e diminuindo a esperana de
vida. No entanto a disponibilidade de comida, apesar de desequilibrada,
vai levar a um novo ciclo de aumento da populao.
Importante sublinhar que o estilo de vida tem importantes consequncias
no que diz respeito ao tipo de relao social. Por exemplo existem anlises
que sublinham que os caadores recolectores do mais importncia
assertividade enquanto os agricultores do mais importncia submisso
forada na resoluo de conflitos (Lee & DeVore, 1976).
O conflito mais aberto e intergrupal est directamente correlacionado com
a presso populacional e os recursos. Assim de pensar que as revolues

32

mexicanas (1910), Rssia (1917), China (dcada de 30), Cuba (1953), Vetnam
(1962) e Algria (1963), tal como as invases dos brbaros e as ambies
territoriais dos alemes nas duas guerras mundiais esto relacionadas com a
presso populacional (Parsons, 1977).
O caso do Ruanda em 1994 esclarecedor em termos dos factores envolvidos
(Diamond, 2005):
a) Uma densidade populacional muito grande com duplicao da populao
em cerca de duas dezenas de anos, essencialmente devido introduo
de plantaes tpicas do novo mundo como o milho, batata-doce e
mandioca. (A densidade populacional do Ruanda de 760 pessoas por
m2 perto da Holandesa.)
b) Melhoria da higiene e da medicina que diminuem a mortalidade infantil
c) Imposio de fronteiras polticas em frica que levaram a exploraes
de terras no antes possveis.
d) Separaes tnicas. Htus e Tutsis que forneceram as questes de
identidade
No entanto os estudos posteriores ao massacre de 1994 demonstram uma
viso mais complexa. Basicamente a impossibilidade de alimentar a famlia foi
o que fez aproveitar a guerra civil onde as terras dos tutsis foram redistribudas,
tal como a dos htus com mais posses que foram mortos por outros htus. A
guerra civil foi usada para reorganizar a posse da terra (as pessoas cujas crianas
iam descalas para a escola mataram as pessoas que podiam comprar os sapatos
para as delas, pg. 328 Diamond, 2005)
Um das mais interessantes questes tericas que se levantam na explicao
dos comportamentos sociais histricos ou de um passado recente a importncia
do crowding para o desencadear da violncia. Todos os casos de genocdio
acima relatados merecem da parte dos nossos colegas da nova histria
ambiental uma concluso unnime, a saber, o aumento da densidade
populacional leva claramente a problemas de privacidade, a diminuio de
espao vital econmico com diminuio de espao para cultivo por exemplo
-, com um fosso cada vez maior entre os grupos na mesma sociedade, e o
aumento da violncia (Russel & Russel, 1999).
Este desafio para a psicologia do ambiente interessante na medida em que
as investigaes sobre crowding demonstraram que no existe uma relao
directa entre a quantidade de pessoas por metro quadrado e os diferentes tipos
de violncia (para uma reviso ver Loo, 1974 e Freedman, 1975). No entanto,

33

parecem existir situaes de crodwing crnico bem representado em situaes


de prises e de dormitrios quando desenhados de uma dada maneira cujos
impactos so muito grandes e negativos (para reviso ver Palma-Oliveira, 1982)
Se os nossos colegas das outras cincias esto certos, ento parece que
existem sociedades onde as situaes de crodwing podem ser naturalmente
crnicas, quando no existe espao para viver independentemente, quando
no existe espao para cultivo e quando os problemas de pobreza se tornam
agudos. Ou seja apesar de viverem em espaos naturais e abertos essas pessoas
no tem capacidade de se movimentar para espaos onde possam ser mais
independentes e controlar o seu comportamento como iam fazendo no passado.
Assim se tudo isso verdadeiro, as investigaes correlacionais levadas a
efeito por Freedman (1975) e que apontam para a superficialidade dos efeitos
do crowding nas grandes cidades tal como as experiencias de alta densidade
espacial e social em laboratrio, no conseguem captar a dinmica psicossocial
do comportamento em sociedades pobres de alta densidade cujo
comportamento se aproximaria do descrito por Calhoun (1971) para os animais.
Mesmo as criticas aos estudos de Calhoun, por exemplo que os ratos quando
em situao de alta densidade dispersam noutras reas (Guiford, 2007) no
passariam de mais um ponto de contacto, na medida em que esse aspecto
consistente com a explicao da mobilidade e da expanso dos humanos desde
a pr-histria (Goude, 1994, Diamond, 2005, Dillworth, 2010). Essa expanso
tem sido comandada pela quantidade e densidade da populao tal como pelo
stress que isso implica nos recursos disponveis. O impulso para a descoberta
de novas tecnologias como a agricultura radicaria nos mesmos factores.
Se esta anlise est correcta o que fundamental no necessariamente a
relao entre o nmero de pessoas e a sua densidade ou o seu espao mas a
integrao desses dois aspectos com os recursos disponveis para essas pessoas
e a dinmica de relaes intergrupais ai existentes. No ser despiciente pensar
nos estudos de (Paulus, 1988) e na importncia da densidade social no controle
percebido mais do que no espao per capita.
Estudos recentes demonstraram que existe uma relao directa entre a riqueza
e a violncia. Assim quando mais pobre for o pas maior ser a sua taxa de
violncia. Apenas 4% dos pases com mais de 750 dlares de rendimento por
pessoa tiveram problemas de violncia civil enquanto esses episdios
registaram-se em 84% daqueles que possuem rendimentos per capita menores
de 100 (Dillworth, 2010). Estas diferenas marcadas na riqueza e na distribuio
de recursos tm sido uma constante desde a revoluo agrcola (9000 AC) e

34

continuam presentes hoje em dia, no s na distribuio da riqueza mas tambm


no que concerne s desigualdades na distribuio de risco. Estes ltimos aspectos
revistos em Lima (2008) parecem apontar para que, no s a percepo de
risco seja mais alta nos pobres, mas que a real exposio aos riscos tambm.
Todos estes conflitos no s devem ser explicados pelas teorias de stress
mas tambm pela forte interveno explicativa das teorias de identidade social
(Tajfel, 1982, Tajfel & Turner, 1986). Alis a complexizao da sociedades com
a agricultura levou no s aos aspectos mencionados do ponto de vista
antropolgico, mas tambm a um complexizao do mecanismo de identidade
social. Assim de prever que a dinamica das identidades sociais diferenciadas
dentro do mesmo grupo tribal, local e depois nacional tenha crescido em
complexidade. O facto de haver mais conflitos intra-grupos e intergrupos a
partir da agricultura e do aumento radical do numero de pessoas na mesma
sociedade, obtem assim uma contribuio psicolgica para a sua explicao.
Podemos mesmo colocar a hipotese que os mecanismos de conflito e de
violencia dentro das sociedades, que grandes consequencias ambientais tem
tido, precisam, para se desencadear, no s das condies objectivas descritas
acima para o caso do Ruanda e outros, mas tambm que os grupos com menos
poder percebam as relaes com os grupos dominantes em termos de poder
como ilegtimas. O estudos demonstram que percepo de ilegitimidade afecta
a identificao ao grupo mas tambm o conflito, a estabelidade e submisso
aos ditames das autoridades. Mais concretatamente, a nova teoria do poder de
Turner particularmente adequada para explicar estes acontecimentos na
medida em que fornece uma sequncia que se ajusta particularmente evoluo
do comportamento social (Turner, 2005). Assim a formao de grupos produziria
influencia, que seria a base do poder, que base do controlo de recursos. Esta
viso que coloca a identidade social e o grupo no inicio do processo muito
mais consistente com a anlise histrica.3
O padro de destruio dos recursos aqui descrito foi mesmo explicado por
Dillworth (2010) como a operao do Principio do Circulo Vicioso:

De notar que tudo isso implica uma evoluo psicolgica marcada nos mecanismos de
identidade social. Ou seja desde a organizao em pequenos clans onde o out-group est
perfeitamente definido at ao mundo de hoje com mltiplas identidades sociais, dentro e
fora do seu grupo primrio os mecanismos psicolgicos so muito mais complexos. Essa
evoluo psicolgica evidente e s explicada pelos mecanismos explicativos da nova
teoria da evoluo descrita por Jablonka & Lamb (2005).

35

Humankinds development consists in an acceleration movement from


situations of scarcity, to technological innovation, to increase resource
availability, to increased consumption, to population growth, to resource
depletion, to scarcity once again and so on .
Como vimos acima os dados da nova cincia histrica da relao entre o
Homem e o Ambiente parece levar a concluir alguns aspectos que podem ser
compreendidos e explicados pela Psicologia moderna:
a) A inovao s aparece quando absolutamente necessria. O que parece
estar de acordo com a operao, no s de uma tendncia para o
conservadorismo consonante com a psicologia moderna ver (Smith &
Mackie, 2000), mas tambm, como assinalado, a tendncia
comportamental e psicolgica para a economia de esforo e a obteno
de prazer.
b) Sempre maior necessidade de trabalho como uma organizao social
cada vez mais complexa. Este aspecto leva a considerao a operao
de identidades sociais onde os grupos dentro de uma sociedade tm muito
mais complexidade do que o grupo fora dela aumentando a
conflitualidade externa e interna, especialmente quando a legitimidade
percebida da dominao ameaada (Turner, 2005)
c) A agresso torna-se mais global sublinhando os investigadores que no
corresponde a um instinto agressivo mas sim uma resposta ao stress
(Palma-Oliveira, 1982) que advm da necessidade de proteger ou
conquistar a comida e / ou responder a crises populacionais e de
alimentao internas.
d) Sempre maior nmero de pessoas. Este aumento constante tem vrios
aspectos interessantes. Por um lado, ele responde maior quantidade de
comida disponvel e que permite a aco da tendncia bio psicolgica
para a reproduo. No entanto existem tambm outros aspectos. Situaes
onde o que mais racional para os casais terem o maior nmero de
filhos possvel para maximizarem o seu retorno, mas isso iminentemente
negativo para a sociedade como um todo. Este aspecto no passa de
uma das maneiras possveis, e sempre presentes, da operao dos
chamados dilemas sociais (Dawes & Messik, 2000).
QUE TEORIAS PSICOLGICAS?
A viso do homem que pode explicar de uma maneira mais eficiente a
relao homem ambiente tanto do ponto de vista histrico como no presente,

36

e infelizmente no futuro, resume-se a um conjunto de princpios sustentados


pela psicologia cientfica:
1. racionalidade limitada e o uso sistemtico de heursticas
2. ganhos a curto prazo
3. valores e crenas
4. comportamentos altrusticos essencialmente para os membros do in-group
5. fortes identidades sociais e adaptaes locais
6. solues diversas para a resposta ao stress que podem ser individuais ou
grupais envolvendo o conflito e a agresso
7. forte tendncia para a facilidade (obter o mximo com o mnimo de
esforo) e para o conservadorismo
8. poderosos mecanismos adaptativos e cognitivos que ligam as pessoas
aos lugares e que perturbam a sua adaptao a longo termo.
No podemos aqui analisar em pormenor exemplos de como estes aspectos
se podem qualificar mutuamente. A psicologia, histrica ou no, necessita de
interligar de modo eficiente os seus princpios explicativos de modo a que a
sua previso e capacidade explicativa sejam maiores. Por exemplo sabemos
que a identidade social e a legitimidade esto envolvidas no desencadear dos
conflitos mas ser que condicionam o desencadeamento dos dilemas sociais?
Em que condies isso acontece? Este tipo de raciocnio de qualificao das
teorias fundamental para o avano da compreenso da psicologia Ambiental
seja ela de aplicao histrica ou no.
CONCLUSES
Apesar da natureza necessariamente breve deste escrito, existem alguns
aspectos que merecem ser sublinhados:
1. O impacto da aco humana na terra estende-se a todos os cantos e
comeou a manifestar-se de forma destrutiva pelo menos desde h cerca
de 27000 anos
2. A revoluo industrial apenas, pelas suas condies especificas um
perodo de grande taxa de esgotamento de recursos a nvel mundial, mas
que foi precedida no s por destruies muito localizadas equivalentes,
mas tambm por uma aco consistente de destruio do ambiente.
3. O funcionamento psicolgico do ser humano fundamental para perceber
a sua relao com o derredor fsico podendo neste momento proceder-

37

se a uma utilizao sistemtica das teorias psicolgicas para compreender


o comportamento passado tal como o do presente.
4. Os factores mais importantes para destruio do ambiente so a
quantidade de pessoas na terra e a falta de controlos internos e externos,
e o consumo excessivo de recursos.
5. necessrio um trabalho sistemtico de integrao da psicologia na
histria do ambiente que a integre em termos de processos apenas
nomeando os factores onde ela poder ser relevante.
Estes aspectos ajudam a perceber claramente a dificuldade a inconsistncia
na relao entre atitudes e comportamentos e garantem que o Homo Sapiens
Sapiens no o , enquanto sociedade ou mesmo na maior parte do seu
funcionamento individual. Devemos ser mais claramente descritos como Homo
Artiflex (i.e., Homo esperto) que s a custo consegue aplicar todo o potencial
de anlise.
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40

ISSUES IN RESTORATIVE ENVIRONMENTS RESEARCH:


MATTERS OF MEASUREMENT
TERRY HARTIG
Institute for Housing and Urban Research
Uppsala University

INTRODUCTION
The literature on restorative environments has been expanding rapidly in
recent years as an increasing number of researchers seek to advance existing
lines of research and to initiate new ones. The expansion reflects the value
attached to the study of restorative environments as a complement to the study
of stress and coping within what Saegert and Winkel (1990) have called the
adaptation paradigm in environmental psychology. The expansion also reflects
on the potential for using restorative environments concepts in other broad
research paradigms. For example, with regard to the sociocultural paradigm,
some of the meanings that people have traditionally assigned to homes, parks
and other places are grounded in their use as settings for restorative activities
(e.g., Hartig et al., 2003a). Just as the values of research on restorative
environments are increasingly appreciated, however, the research area risks
becoming incoherent if efforts are not made to consolidate the work done so
far. In this chapter I contribute to the needed consolidation by addressing several
issues in measurement, some of which presently pose significant challenges for
the research area. Before discussing those issues, I will set out some basic
definitions, overview some origins of restorative environments research, and
sketch the current situation in the research area.
DEFINITIONS
I define restoration as the renewal or recovery of resources or capacities
that have become depleted in meeting the demands of everyday life. With this
definition I treat restoration as a rubric that covers a variety of processes that
can be defined with regard to the resources that become renewed. The resources
include but are not limited to a capacity to voluntarily direct attention and an
ability to mobilize physiological resources, as in reactions to environmental

41

stressors. Depending on the resources that have become depleted, the restorative
process or processes may run simultaneously, either independently or influencing
each other. These processes concern normal resource depletion rather than
pathological conditions; however, a chronic lack of restoration can have
significant clinical and public health implications.
I define restorative environment as an environment that promotes as well
as permits restoration. With this definition I mean to emphasize that the
restorative environment is defined not only in negative terms, as with the absence
of demands (i.e., aspects of a situation which permit restoration), but also in
positive terms, such as the presence of interesting and beautiful features (i.e.,
aspects of a situation which promote restoration).
ORIGINS
The roots of theorizing and empirical research on restorative environments
extend back for centuries. Although it would be a worthwhile undertaking, I
will not try to trace that development here. Some of the more recent
developments must be mentioned, however, to provide a sense of where the
research area stands today and where it can go next. To put it simply, the more
recent developments have occurred within the context of the development of
environment-behavior studies, including but not limited to environmental
psychology. The research area thus has roots in theoretical statements and
empirical studies done since the 1950s on a variety of topics. For example,
research on urban stressors (e.g., Glass & Singer, 1972) helped people to
appreciate that conditions faced by many people in cities would both create
restoration needs and hinder restoration needed from efforts to face other
demands. To take another example, research in aesthetics stimulated thinking
about why people might find particular environmental features or configurations
pleasing to the eye, and some of the ideas generated opened for thinking about
restorative processes. For example, in cultivating a functional aesthetics, Berlyne
(1960) proposed the idea of specific exploration, or a search for information
that would help reduce the uncertainty and arousal prompted when a stimulus
is encountered (see also Wohlwill,1976).
Recent origins of restorative environments research can also be discerned in
areas of professional activity such as landscape architecture and landscape
planning, architecture and urban planning, outdoor recreation planning, forestry,
and public health. Members of these different professions have for many years
and in various ways tried to manage competing land uses and guide the
expansion of the built environment while protecting and promoting the health

42

of the public and the larger ecology. For example, Driver and colleagues
elaborated on motivations and desired benefits of outdoor recreation, such as
escape and tension reduction, to provide inputs for multiple-use land
management strategies (see e.g., Driver et al., 1987; see also Knopf, 1987; Pitt
& Zube, 1987).
A theme that has run through this research and practical work is the idea
that natural environments in particular serve the restoration needs of people
who must regularly face demanding social, physical and occupational conditions
in an everyday urban environment. Research on restorative environments has
long been presented as one means to guide environmental policy and design
measures that serve the health and well-being of people living in cities by
ensuring access to opportunities for contact with nature. This remains the case
today. For example, Nordh and colleagues (2009) studied the restorative
potential of small urban parks that could be distributed across neighborhoods
in cities that are implementing densification strategies to enhance ecological
sustainability.
CURRENT SITUATION
The current situation can be characterized as one in which a growing amount
of research on increasingly diverse sets of groups and environments is being
guided by one or both of two theories. Each addresses the basic requirements
of theories about restorative environments: specification of an antecedent
condition of resource depletion from which a person needs restoration;
description of the process by which the given resources become restored; and
characterization of the environments that promote that process, as compared
to merely permitting it (see Hartig, 2004). Both theories emphasize the restorative
qualities of natural environments, but they differ in their specifications of
antecedent condition and restorative process. The two theories and the
differences between them have been outlined in many publications by this
time, and most if not all readers of this chapter will be familiar with the details.
I will nonetheless recount some of that information here to support the discussion
in subsequent sections (for more thorough treatments, see Hartig, 2007; Hartig
et al., 2010).
Psycho-evolutionary theory (PET)
One theory is concerned with recovery from stress (Ulrich et al., 1991; see
also Ulrich, 1983), defined broadly as a process of responding to a situation
seen as demanding or threatening to well-being. Stress is reflected in increased

43

negative emotion and autonomic arousal, among other changes. PET proposes
that stress recovery can occur when a scene evokes interest, pleasantness, and
calm. For a person who is experiencing stress and needs to renew resources for
further activity, it could be adaptive to view such a scene. The reaction to the
scene initially depends on visual characteristics that can rapidly call forth an
affective response of a general character. This response is thought to be hardwired; it does not require a conscious judgment about the scene, and indeed it
can occur before a person can formulate such a judgment. Scene characteristics
that elicit the response include gross structure, depth properties, and some
general classes of environmental content. With regard to the latter, Ulrich (1999)
maintains that ...modern humans, as a partly genetic remnant of evolution,
have a biologically prepared capacity for acquiring and retaining restorative
responses to certain nature settings and content (vegetation, flowers, water),
but have no such disposition for most built environments and their materials
(p. 52). Thus, the theory assigns a restorative advantage to natural environments
and features of nature over artificial environments.
According to PET, the process of restoration would go something like this: a
scene with moderate and ordered complexity, moderate depth, a focal point,
and natural contents such as vegetation and water would rapidly elicit interest
and positive affect, hold attention, and so displace or restrict negative thoughts
and allow autonomic arousal to drop to a more moderate level. Restoration
would become manifest in, for example, increase in positive emotions and
lower levels of blood pressure, heart rate, and muscle tension.
Attention restoration theory (ART)
The other theory is concerned with restoration from attentional fatigue (Kaplan
& Kaplan, 1989; Kaplan, 1995). Its authors assume that people must often rely
on a central inhibitory capacity or mechanism when deploying their attention.
What they must attend to is often not of itself interesting, and to focus on
something that is not of itself interesting, a person will have to inhibit competing
thoughts or stimuli that are more interesting. It takes effort to do this, and the
persons ability to inhibit competing stimuli will become fatigued with prolonged
or intensive use. Loss of the inhibitory capacity has negative consequences that
include irritability, failure to recognize interpersonal cues, reduced self-control,
and increased error in tasks that require directed attention.
According to ART, a person can restore a diminished capacity for voluntarily
directing attention when he or she experiences fascination, a mode of attention

44

that is assumed to have an involuntary quality, not require effort, and not have
capacity limitations. When a person can rely on fascination in ongoing activity,
demands on the central inhibitory capacity are relaxed and the capacity for
directing attention can be renewed. As described by Kaplan and Kaplan,
fascination is engaged by objects or events, and by processes of exploring and
making sense of an environment. Yet fascination is not sufficient for restoration.
The theory also refers to the importance of gaining psychological distance from
tasks, the pursuit of goals, and the like, in which the person routinely must
direct attention (being away). Further, fascination can be sustained if the person
experiences the environment as coherently ordered and of substantial scope
(extent). Finally, the theory acknowledges the importance of the match between
the persons inclinations at the time, the demands imposed by the environment,
and the environmental supports for intended activities (compatibility).
Although many environments might afford the experiences of being away,
fascination, extent, and compatibility, Kaplan and Kaplan (1989) have argued
that natural environments should more readily do so than other environments.
For example, natural environments may more readily afford being away because
there are few reminders about work demands and a relative absence of people,
interactions with whom may require paying attention to ones own and the
others behavior. The Kaplans also assert that natural environments are rich in
aesthetically pleasing features, such as scenery and sunsets, which evoke less
intense, soft, fascination that permits a more reflective mode. In this regard,
they suggest that there may be an evolutionary basis for finding particular natural
features to be appealing.
Growth of the research area
The empirical research guided or informed by these theories appears to be
proceeding at an increasingly rapid rate. One indication of this increasing rate
of research activity can be seen in the citation counts for particular articles in
the research area, available from the Institute for Scientific Information (ISI)
Web of Science. For example, Ulrichs (1984) retrospective study of the
association between hospital window view contents and recovery from surgery
has been cited from 30 to more than 50 times annually in recent years. Several
other articles (e.g., Hartig et al., 1991, 2003b; Kaplan, 1995; Kaplan, 2001;
Ulrich et al., 1991) have had annual citation totals up to 20 or more in the
same period. These are relatively large numbers for the environment-behavior
field.

45

Of course, such citation counts have their limitations as indicators. For


example, they do not necessarily imply high quality research. The citation counts
nonetheless open for discussion of two matters of interest here. First, most of
the articles just mentioned had modest annual citation counts for rather many
years, and it is only over the past several years that the rates of citation have
noticeably steepened. Second, it seems that the increase in annual number of
citations is growing more quickly than the number of studies on restorative
environments published in two traditional outlets for research in environmental
psychology, Environment & Behavior and the Journal of Environmental
Psychology. This fact reflects the interest in the area by researchers outside of
environmental psychology, such as medical geographers and landscape
architects. To be sure, not all articles concerned with restorative environments
show such citation patterns, for a variety of reasons, but the citation patterns
for the articles mentioned above reflect the development of interest and activity
in the research area. They show the growth in the amount of research within
and outside of environmental psychology that in one way or another is turning
to restorative environments. In this, the citation data also speak to the interest
in restoration as a key mechanism linking the experience of nature with health
(e.g., Health Council of the Netherlands, 2004; Bowler et al., 2010).
Contributors to the research area have for the time being mainly oriented
themselves toward the two theories outlined above, and rather little work has
been done to seriously challenge either theory, to look at how the restorative
processes they describe run together, or to offer alternatives to them. Nonetheless,
the research area is being extended in substantive terms in two general ways.
First, it is being extended horizontally through more diverse sampling of
environments and people. Most studies have focused on natural environments
as settings for restoration, particularly in contrast to built urban outdoor
environments where city residents might otherwise look for restoration during
the time available for it. More attention is however now being given to a broader
range of settings, such as homes, cafes, churches, zoos, and historical sites
(e.g., Herzog et al., 1992; Hidalgo et al., 2006; Staats et al., 2010). Similarly,
while concern for urban populations still motivates much of the research, and
many experiments have used samples of urban college students, the sampling
of people has diversified, Studies have looked at the circumstances and particular
restoration needs of groups defined with regard to, for example, their position
in the lifespan (e.g., Scopelliti & Giuliani, 2004; Korpela et al., 2002; Ottosson
& Grahn, 2005), social role (e.g., parents; Doi Hata, 2009), mental health status

46

(e.g., Gonzalez et al., 2009, 2010; Roe, 2010) or socio-economic position (e.g.,
Kuo & Sullivan, 2001).
Second, the research area is being extended vertically through efforts to
more precisely specify the mechanisms at work. Colleagues are for example
looking more carefully at how different behavioral tests tap specific forms of
cognitive inhibition that might figure in directed attention fatigue and restoration
(e.g., Berman et al., 2008; Raanaas, et al. 2010). This is consistent with the
principle that the study of restorative environments should be informed by more
general inquiry into basic social, cognitive, emotional and physiological
processes and the relations among those processes.
These developments are positive, but they are not trouble-free. With ongoing
expansion and diversification, the research area risks becoming incoherent if
efforts are not made to build on lessons learned and so consolidate the work
done so far. In the next section I contribute to the needed consolidation by
addressing several issues in measurement.
MEASUREMENT ISSUES
My focus here will be on discrete restorative experiences that is, on the
occasions when a person with some need for restoration gets some possibility
for restoration. I will not go into the cumulative effects of multiple restorative
experiences over longer periods, as assumed for example by studies of cognitive
functioning or health in relation to residential access to green space (e.g., Kuo
& Sullivan, 2001; De Vries et al., 2003; Mitchell & Popham, 2007).
Research on discrete restorative experience takes interest in several categories
of variables. These include but are not limited to the following: (1) the antecedent
condition from which a person might restore, such as a depleted ability to
direct attention; (2) the environment that the person enters during time available
for restoration; and (3) the outcomes that reflect on actual or potential changes
in resources and/or the components of the experience that mediate those
changes. In the following, for each of these types of variables I overview the
measurement approaches that have been taken and some advantages and
disadvantages of those approaches. I consider in particular some of the problems
that have arisen in efforts to measure the components of restorative experience
specified in ART, namely, being away, fascination, extent, and compatibility.
Some of the studies that I will mention assessed the actual restorative effects of
different environments, while others measured evaluations of environments or
judgements relevant to the possibility for restoration on some occasion.

47

Antecedent condition
Several approaches have been taken to measuring the antecedent condition
(see Table 1). With a controlled induction of the antecedent condition, research
participants have been subjected to demanding tasks or other conditions
expected to induce some acute need or potential for restoration. Studies have
in practice treated the antecedent as a binary variable; some subjects underwent
a standard stress or fatigue induction procedure, while others did not. For
example, in one laboratory experiment, some subjects performed the Stroop
test at a steady, uncontrollable rate for 40 minutes to deplete their ability to
direct attention prior to the period allowed for restoration, whereas other subjects
did not (Hartig et al., 1996a). This approach can be uniformly applied across
subjects, made specific to a resource of interest, and administered just before
the environmental treatment, so that there is some immediate potential for
restoration. The amount, type and intensity of demands can also be varied
systematically; the antecedent need not be treated as a binary variable. The
approach is however time consuming and therefore costly, and its effect on
subjects may not be large, uniform or long-lasting, depending on the type and
duration of induction procedure.
Another approach to measuring the antecedent condition has involved
naturalistic induction. In practice this has also involved treating the antecedent
condition as a binary variable. For example, in an experiment concerned with
the likelihood of restoration seen in different environments, students came to
the procedure with different levels of attentional fatigue, either relatively fresh,
first thing in the morning, or relatively fatigued, in the afternoon after a lecture
(Hartig & Staats, 2006). Prior to the experimental tasks, the subjects in the
different fatigue conditions reported on levels of negative affects and their
capability for performing behaviors that would require them to direct their
attention. These checks confirmed that those who participated at the end of the
day did indeed report more negative affect and less attentional capability than
those who took part at the start of the day. This approach has the advantage of
being non-invasive, but it can be difficult to implement because it requires
scheduling the procedure at those times and in those places where subjects
have just faced the acute demands assumed to be depleting (e.g., in the room
where they just completed a lecture). This means that it may also allow less
experimental control over the timing of fatigue induction exactly prior to the
environmental treatment.

48

Table 1. Approaches taken to measuring the condition antecedent to the period for restoration
in studies of discrete restorative experiences.

Approach

Advantages

Disadvantages

Example

Controlled
induction

Standard, specific to Costly, effect may not Hartig,Bk,Garvill,


resource of interest, be uniform, large, or Olsson, & Grling
temporal proximity
long-lasting
(1996; Study 1)

Naturalistic
induction

Non-invasive

Costly, less experi- Hartig & Staats


mental control, effect (2006)
may not be uniform,
large, or long-lasting

Scenario

Inexpensive

Should not be Staats & Hartig


assumed to generate (2004)
actual conditions of
resource depletion,
not
suited
for
assessment of actual
restoration

Given level

Can capture stable as


well as acute potential for restoration,
can captures individual variation

May be little poten- Bodin & Hartig


tial for restoration, (2003)
demands larger samples, use in statistical
analyses more complicated

Pretest-in-induc- Specific to resource May be costly, effect


tion
of interest, temporal may not be uniform,
proximity, captures large, or long-lasting
individual variation

Laumann, Grling
& Stormark (2003);
Fredrickson &
Levenson (1998)

All-or-nothing

Hartig, Mang, &


Evans (1991);
Ottosson & Grahn
(2005)

(With all) Plausible


that potential for restoration has been established
(With nothing) Low
cost, suitable when
an induction procedure would be
inappropriate

Potential for restoration not known,


change may be difficult to interpret as
restoration

49

A third approach has also been implemented as a binary variable. It has


involved presenting subjects with a scenario describing different conditions of
severe resource depletion and asking them to imagine themselves in one of
those conditions. For example, in a series of experiments, subjects were asked
to imagine themselves as fully refreshed or extremely fatigued after extended
periods of rest or work, respectively. They were given this scenario just prior to
rating the attractiveness of a forest area versus a city center as a place for a onehour walk (Staats et al., 2003; Staats & Hartig, 2004; Staats et al., 2010). The
subjects found it fairly easy to imagine the given conditions, as they were known
to them. This approach is relatively inexpensive to implement, but it is not
well-suited to the measurement of actual restoration; it would be problematic
to ask people to imagine being stressed or attentionally fatigued and then expect
to find differential effects of environment on outcomes such as performance
(though the ease with which they can imagine a condition of resource depletion
or inadequacy may closely correspond to the degree to which they actually do
feel stressed or fatigued). The approach is suited to studies in which ratings of
restorative quality or the potential for restoration are collected (cf. Herzog et
al., 1997).
A fourth approach has involved measurng the subjects given level of stress
or attentional fatigue before they entered the treatment, regardless of whether
or not they had just faced acute demands. The antecedent has thus been
considered as a continuous variable rather than a binary one. For example, the
subjects in one study (Bodin & Hartig, 2003) reported on daily hassles during
the preceding week before their environmental treatment, running along trails
in a park versus along streets and bike paths in an urban residential area. The
scores were then used to check on the subjects levels of stress prior to the
treatments and whether the potential for restoration was confounded with
environment in the repeated-measures design (i.e., whether they systematically
reported more hassles, and so a greater potential for restoration, on the days
when they ran in the park versus the urban setting). This approach has the
advantage of being able to capture stable and acute variation just before the
environmental treatment, but there is a risk that the potential for restoration is
rather small, which in turn means that the possibilities for detecting
environmental effects are diminished. Also, use of the data for the antecedent
imposes additional demands in the statistical modeling. In the example just
mentioned, there were only 12 runners; a larger sample would have been
required to use the hassles scores in analyses that could then show whether the
degree of change in the focal outcomes reliably depended on the degree of
restoration potential seen in the hassles scores.

50

A fifth approach to measuring the antecedent condition can be called the


pretest-in-induction approach. Two varieties can be found in the literature. With
the first, completion of the pretest measure in effect constituted part of the
induction procedure. This variety can be found with some of the studies guided
by ART. The tests used to measure the ability to direct attention would have
been attentionally demanding and so depleted attentional capacity. For example,
prior to their environmental treatment, Laumann and colleagues (2003) had
their subjects perform proofreading work for 15 minutes, followed by a 12minute attention-orienting task devised by Posner (1980). The attention-orienting
task was then completed again after the treatment, and analyses considered
pretest-posttest differences in scores on the task. With the second variety of the
pretest-in-induction approach, the procedure for measurement of the resource
in focus did not in and of itself necessarily affect the level of the resource. For
example, Fredrickson and Levenson (1998) measured cardiovascular activity
continuously in their subjects while they watched a brief, fear-inducing film
and then while they watched different films (including one of waves crashing
on a beach) during a following period allowed for recovery. Like the controlled
induction approach, this approach can be relatively uniformly applied across
subjects, made specific to the resource of interest, and administered close in
time to the treatment. Like the given level approach, it can also capture individual
variation in the potential for restoration prior to the treatment. It addresses one
of the possible weaknesses of the given level approach in that it establishes an
acute potential for restoration. It also has disadvantages of those two approaches;
the effect of the induction on subjects may not be large or long-lasting, and
making use of the individual variation in response to the test-as-induction would
involve more complicated statistical modeling (e.g., use of the pretest score as
a co-variate).
A final set of approaches also bears mentioning. It has involved not measuring
the antecedent condition at all. It might be called the all-or-nothing approach,
as two variants can be found in the literature; either all of the subjects had
some form of resource depleting procedure before the treatment, or none of the
subjects underwent such a procedure. Examples of the former differ from
examples of the pretest-within-induction approach in that they had no measure
of the effect of the induction procedure on the resource(s) of interest. For
example, in the second study reported by Hartig et al. (1991), all of the subjects
performed an externally paced Stroop task for 40 minutes prior to walking in a
nature reserve or city center. The advantage of this all approach is that,
depending on the characteristics of the task (e.g., duration, pace, character of
the demands imposed), it is plausible that some potential for restoration has

51

been established just before the period available for restoration. The
disadvantage is that the degree to which restoration is actually potentiated is
not known. With the nothing variant on this approach, it is simply assumed
that all of the subjects have some need for restoration, and that measured
improvements are signs of restoration. For example, Ottosson and Grahn (2005)
obtained behavioral measures of directed attention from residents of a home
for the elderly just before and just after an hour of rest in a garden versus in
their favorite room indoors. They reported that attention improved with the
visit to the garden. The advantage with this approach is the low cost, and, in
the given example, its suitability for use with vulnerable people for whom some
form of demanding induction procedure would be inappropriate. The
disadvantage is interpretive: it is questionable whether beneficial changes found
reflect on restoration, versus, for example, stimulation. Lack of stimulation might
be invoked as an antecedent from which a person could be restored, but ART,
the theory which guided the use of attentional measures by Ottosson and Grahn,
attributes a depleted directed attention capacity to overuse rather than to
underuse.
It is hopefully clear from the presentation here that particular approaches to
measurement of the antecedent condition are better suited to some research
questions and situations than others. This holds as well for approaches to the
measurement of environment and outcomes.
Environment
As with measurement of the antecedent, multiple approaches have been
taken to measuring environmental variation relevant for restoration (see Table
2). One of these can be described as the single exemplars approach. In
experiments concerned with actual restorative effects of different environments,
it has been common to compare single examples from two broad categories,
natural and urban. For example, Hartig et al. (2003b) had subjects walk in
either a nature preserve or an area of medium density urban commercial and
retail development. A disadvantage of this approach as used to date is that it
allows little room for generalization to the broad category from which it has
been drawn; the results may not apply for many urban and natural settings.
Also, the results provide little guidance for design efforts, which usually require
more specific information on environmental variables (Velarde et al., 2007).
On the other hand, such studies typically emphasize internal rather than external
validity; it is easier and less expensive to carry out randomized experiments
when there are fewer conditions, especially when time-consuming data

52

collection procedures are to be done in field settings. An advantage of the


approach is that studying people in two clearly different environments makes it
easier to discern process features, such as the differential emergence of particular
outcomes during and after the period allowed for restoration.
Implementation of the single exemplars approach can involve substantial
difficulties, aside from the practical ones already mentioned. For example,
whether it is natural or urban, an outdoor environment has weather that of
itself may affect restoration, so steps should be taken to ensure that weather
conditions are the same across the comparison environments. To address this
potential source of confounding, Hartig et al. (2003b) had subjects go through
the experimental procedure at around the same time on the same day in each
of the two environments, so that they would have essentially the same weather
conditions. Note however that some variables, such as levels of machinegenerated sound, may be strongly correlated in an ecologic sense with a variable
of focal interest, such as naturalness; it would not be appropriate to try and
control for them statistically (cf. Evans, 2003).
Although I have called it the single exemplars approach, it is important to
bear in mind that in some of the studies that have used it, subjects have moved
through the given environment over an extended period. When a subject walks
in an environment, especially over a longer period, as in the study by Hartig et
al. (2003), he or she experiences continuously changing environmental
circumstances, albeit within a restricted range of naturalness or urbanness. Even
laboratory experiments involving a natural versus urban comparison have
commonly involved simulations with a sequence of static images (e.g., Hartig
et al., 1996a) or a video (e.g., Laumann et al., 2001) that enable the subject to
move through the environment.
A second approach to measuring environmental variation has involved
deliberate sampling. The selection of a single exemplar from an environmental
category is of course itself a form of sampling. The deliberate sampling approach
differs from the single exemplars approach in that it has selected multiple
environments according to their relative location on multiple dimensions. For
example, Hartig et al. (1997) selected eight environments for studies of perceived
restorativeness on the basis of their locations on the dimensions of indooroutdoor and natural-built (as well as of anticipated restorativeness, based on
the experience of judges familiar with the environments). The strength of this
approach is of course better representation of environmental categories, which
in turn can provide more support for design applications. The approach is
however difficult to implement in a field study.

53

Table 2. Approaches taken to capturing environmental variation in studies of discrete restorative


experiences.

Approach

Advantages

Disadvantages

Example

Single exemplars

Maximization of
difference serves the
examination of process features

Deliberate
sampling

Stronger external Relatively difficult to Hartig, Korpela,


validity, more sup- implement for field Evans, & Grling
(1997)
port for design appli- studies
cations

Potentially low exter- Hartig, Evans,


nal validity, little su- Jamner, Davis, &
pport for design Grling (2003)
applications

Person-environ- Captures as many Logistically difficult Korpela & Hartig


ment combination environments as per- for studies of actual (1996)
sons in the study, can restoration
specify a common
valence assigned to
the environment type

Environment-as- Can represent much


case
variation on multiple
variables, avoid single source bias

Aggregation of data Nordh, Hartig,


across individuals Hgerhll, &
conceals the indivi- Fry (2009)
dual experience

A third approach has focused on the person-environment combination. Rather


than collecting measures from multiple members of a sample in connection
with their encounter with a particular environment (presented with a visual
simulation or a field site visit), this approach has involved looking at unique
person-environment combinations. For example, Korpela and Hartig (1996)
asked their subjects to report on the restorative quality of their favorite place.
Although they found commonalities across some of the favorite places identified
by their subjects, each of those places was unique to the person who reported
on it. Thus, the study covered as many favorite places as there were subjects in
the sample. Together with the breadth of sampling, an advantage of this approach
is its ease of implementation. Subjects can draw on their memory for what is
often a very familiar place. Moreover, their memory may involve aspects, such
as smells, that would not come through in visual presentations of similar,
unfamiliar environments. Further, sampling may be guided by the particular

54

valence or evaluation as well as socio-physical environmental variables; for


example, the researcher can ask subjects to refer to a favorite place, or an
unpleasant place, or a highly restorative place, as well as to a natural, urban,
residential or other environment with which they may be familiar. A possible
limitation of this approach is the difficulty of implementing it in studies of actual
restoration (cf. Korpela & Yln, 2009).
A fourth approach has involved treating sampled environments rather than
persons as the cases in analyses. With the environments-as-cases approach,
groups of people have rated a large number of environments on one or a few
variables. The group means have then been entered into a data matrix in which
each of the rated environments is a case. For example, Nordh et al. (2009) had
each of several small groups of subjects rate 74 small urban parks on only one
of several variables, including the sense of being away from mental routines
when visiting the park and the judged likelihood of becoming restored on visiting
the park. Nordh et al. also had objective measures on physical variables for
each of the parks. In regression analyses it was then possible to see whether,
looking across the sample of parks, those with more trees, for example, evoked
higher ratings of being away and in turn a greater judged likelihood of restoration
(cf. Herzog et al., 2003). This approach has some significant advantages. It
enables the researcher to sample more broadly on multiple variables that help
to define the environments of interest (e.g., in the park case, the amounts of
grass, trees, and ground cover of different types). It also avoids the problem of
single source bias; that is, inflation of the correlation between two variables
(e.g., between ratings of being away and judgments of restoration likelihood)
when the data for both come from the same person. Its significant weakness is
that the variability in individual experience is lost with aggregation of data in
the creation of scores for the different environments.
In the foregoing, the manner in which researchers captured environmental
variation was to a degree bound up with the mode by which their subjects
came to encounter the environment or environments of interest. Subjects have
been present on-site, or they have viewed photographs or a video, or they have
imagined the environment. A standing question in the research area has been
the degree to which outcomes, whether changes in resources or ratings
concerned with restorative potential, vary as a function of the presentation
mode. At least for simple ratings, as of restorative quality or potential, some
work suggests that ratings obtained with simulations are much like those obtained
on-site (Hartig et al., 1997). Whether actual restoration measured with
simulations differs from that measured on-site remains little studied. Arguably,

55

the range of variation in those variables that are most salient in the experience
of a given environment will be more or less constrained in a simulation, and
this will in turn restrict the effect of the environment on restoration. A recent
study by Kjellgren and Buhrkall (in press) found that changes in some outcome
measures (e.g., heart rate, diastolic blood pressure) were much the same when
subjects spent 20 minutes sitting outdoors in a natural setting compared to
when they sat indoors and watched a 20 minute video of the same setting.
Other outcomes, however, indicated a greater effect of one or the other
environment. For example, systolic blood pressure declined more when indoors
then when outdoors. Also, qualitative data indicated that for some subjects, the
simulation left them feeling cut off from the world, and reminded them of the
environment they were not actually in.
Outcomes
In the foregoing I have indicated that studies on restorative environments
have measured a variety of outcomes. The different outcomes have concerned
different aspects of actual or potential restorative experiences (see Table 3).
Some have concerned changes in resources that occurred during restorative
experiences. Others have reflected on the experience in the environment thought
to mediate such changes in attentional capacity, physiological response
capabilities, and so on. Notable among these candidate mediators have been
the restorative qualities described in ART, such as fascination. Some outcomes
have concerned restoration that might occur in an existing environment that
one could plan to visit, or the possibilities for restoration in an environment
that does not yet exist.
Of first interest are those outcomes which have been used to reveal that
some form of restoration has actually occurred. Measures of actual restoration
capture changes in resources as they are underway or just after a period spent
in a given environment. For example, Hartig et al. (2003b) collected data on
cardiovascular activity, attention, and emotional states at multiple time points
before, during and after a walk in a nature preserve or city center, so that they
could track the emergence and persistence of different kinds of effects. Such
measures of actual restoration have provided relatively strong evidence of
practically meaningful environmental effects. Evidence of actual restoration in
turn has been used to support claims about the pathways through which
restorative experiences can over time cumulatively come to affect individually
and societally significant physical and mental health outcomes. The main
disadvantage with these measures is that they are relatively costly to obtain.

56

They may require a demanding experimental set up, and the necessary
equipment and/or processing of biological samples can be expensive. Because
some effects of interest may be quite subtle, studies of actual restoration may
require relatively large samples. Such issues may in turn limit options for the
sampling of environments, especially if data collection is done in field settings.
In contrast to measuring changes in the resources themselves, some
researchers have used measures of perceived restoration; they have asked people
to report on changes taken to be indicative of restoration. For example,
Hansmann and colleagues (2007) interviewed visitors to an urban forest and a
park in Zurich, and asked them to report on their level of stress and how wellbalanced they felt when they came to the forest/park and then again at the
moment of the interview. In another example, the focus was not on the particular
occasion, but rather on the typical occasion in which a person entered into an
environment that they had available for restoration. Hartig, Lindblom and Ovefelt
(1998) asked the respondents in their survey to report on the degree to which
they experienced particular changes characteristic of restoration while in their
homes (e.g., relax and unwind). The advantage of such an approach is its low
cost and so suitability for use with large samples of people and environments.
The weaknesses include the potential for inaccuracy with retrospective reports,
the potential for retrospective reports to be biased by the current state, and
communication to the subject that the research takes interest in particular kinds
of change.
A third type of outcome has concerned the perceived likelihood of restoration
in an environment that a person might visit. Such measures have been used in
conjunction with scenarios that specified some need for restoration. Given such
a scenario, research subjects have been asked to make judgments about the
possibility of realizing restoration in some form or another. For example, Staats
and colleagues (2003) asked their subjects to imagine themselves as either
extremely attentionally fatigued after an extended period of intense mental work
or fully refreshed after a long vacation. Given one of these scenarios, the subjects
viewed a series of photographic slides suggesting a walk through a forest or a
city center. They subsequently rated the likelihood of several possible restoration
outcomes (e.g., renewing energy, losing all tension, regaining the ability to
concentrate) with a one-hour walk in the environment shown. A similar though
simpler kind of measure has also been used in research that treated environments
as cases. Nordh and colleagues (2009) had some of their subjects rate the
likelihood of restoration for each of the parks in their sample using a single
item, I would be able to rest and recover my ability to focus in this

57

Table 3. Approaches taken to measuring outcomes of an environmental encounter in studies of


restorative environments.

Type

Advantages

Disadvantages

Example

Actual restoration

Stronger evidence of Costly, and can limit Hartig, Evans,


practically meanin- options for sampling Jamner, Davis, &
gful environmental of environments
Grling (2003)
effects

Perceived
restoration

Inexpensive relative
to repeated measures
meant to capture actual change

Retrospective reports Hansmann, Hug, &


of change may be Seeland (2007)
sensitive to negative
affectivity, demand
characteristics

Perceived
likelihood of
restoration

Tap into accumulated


experience, suited to
studies of planned
settings

Uncertain correspon- Staats, Kieviet,


dence between judg- & Hartig(2003)
ments of likelihood
and actual restoration
eventually realized

Perceived
restorative quality

Appropriate for tes- Available measures Hartig, Korpela,


ting claims about have a variety of Evans & Grling
mediating processes shortcomings
(1997)

environment. A strength of such measures is that they tap into the experiences
that people have had with restoration in different environments and bring that
experience to bear on environments that they might visit in the future. As such
they are particularly well-suited to studies in which the research question
concerns the design or availability of alternative future environments. One
objection with such measures is that an individuals judgment of restoration
likelihood may correspond only poorly with restoration that he or she might
eventually realize on a particular occasion. Insistence on such tight
correspondence is however misguided; a variety of factors aside from
characteristics of the environment may hinder restoration on a given future
occasion. A more appropriate criterion is whether an environment that a sample
of raters anticipates will support restoration to some degree will tend to do so,
considered over multiple people and occasions. Note that this approach can
build on the assumption that already at a fairly early age most people normally

58

will have acquired substantial experience in making judgments about how well
they can restore in particular environments. It is advisable however to check
on subjects familiarity with the environments of interest; it may be necessary
to adjust for differences in familiarity in the statistical analyses (e.g., Hartig &
Staats, 2006).
Finally here, a fourth type of outcome is intermediate in character; such
measures capture aspects of a persons subjective experience of the environment
that in theory enable and sustain restoration. The components or aspects of
restorative experience specified in ART have received particular attention. Selfreport measures of those constructs (being away, fascination, extent, and
compatibility) have been described variously as measures of perceived
restorativeness, restorative quality, and restorative potential. With the former
two descriptions, the measures are seen as tapping qualities of experience in
environments that have actually supported restoration to some degree (e.g., as
in studies of favorite versus unpleasant places; Korpela & Hartig, 1996) or that
could be expected to support restoration on some future occasion. Reference
to restorative potential more narrowly implies that the measures can be used to
characterize future environmental encounters; however, as with judgments of
restoration likelihood, ratings of restorative potential framed in terms of the
constructs in ART may be assumed to build on substantial experience with
environments that have supported restoration to varying degrees (cf. Wohlwill,
1974). Thus, they are simultaneously retrospective and prospective.
The first attempt to measure the constructs in ART was made in 1987 for a
field experiment that compared the restorative effects of natural, urban and
passive relaxation conditions. In constructing that first measure, Hartig and
colleagues (see 1991) referred to an early statement of the theory, which had
not yet been named ART (see Kaplan & Talbot, 1983). That earlier formulation
of the theory specified multiple forms of coherence among the contributors to
restoration; these later were folded into the extent construct (see Kaplan &
Kaplan, 1989). Providing initial though incomplete evidence of the mediating
role of the ART constructs, the overall score for the prototype measure (the sum
of all items) was found to correlate modestly and significantly with the percentage
of errors detected in a proofreading task performed after the environmental
treatment; the higher the restorative quality perceived in the treatment, the
better the performance.
The measure was re-worked with input on specific items from, among others,
Stephen and Rachel Kaplan and Tom Herzog, and then published as the
Perceived Restorativeness Scale (PRS; Hartig et al., 1996b; see also Hartig et

59

al., 1997a). A further revision was published not long after (Hartig et al., 1997b).
Hartig has shared a fourth revision with colleagues since then, but he did not
perform further validation work prior to its release; that version has been used
by, for example, Purcell and colleagues (2001). The successive revisions of the
PRS responded to a variety of criticisms. For example, the validation studies
done with the initial revision found that, looking across the environments studied,
factor analyses did not consistently find four factors that could be labeled being
away, fascination, coherence, and compatibility (Hartig et al., 1996b, 1997a).
Items for being away, fascination, and compatibility frequently grouped together
in various constellations, while the items meant to represent coherence usually
defined a separate factor. The negative wording of those four items opened for
the reasonable criticism that the relative distinctiveness of the factor they defined
was a methodological artifact, and not a reflection of their common content.
Other researchers have commented on the wording of items in later revisions
of the PRS. For example, Payne (2010) observed that some items reflect personal
assessments (i.e., It is easy to do what I want here) while others may reflect
more general beliefs (e.g., This place is fascinating).
In addition to the several translations of one of the later versions of the scale
(e.g., Hidalgo & Hernandez, 2001, cited in Hernandez & Hidalgo, 2005;
Martinez-Soto & Montero, 2010; Hug et al., 2010), several authors have
proposed alternatives to the PRS. Among these are the Restorative Components
Scale (Laumann et al., 2001), the Perceived Restorative Components Scale for
Children (Bagot, 2004), a short-form of the PRS in Italian, though with
substantially altered items (see Berto, 2005), and the Perceived Restorative
Characteristics Questionnaire (Pals et al., 2009). Also, Herzog and colleagues
(2003) developed a set of single-item measures for use with an environmentsas-cases approach to measurement of the environment.
A recurrent issue with such ART-based instruments has been the lack of
consistency in item loadings and the anticipated four-factor structure looking
across study environments. Two or more factors have commonly been
moderately to strongly correlated, and items have shown large cross-loadings.
The Kaplans have presented the constructs in ART as independent, and in some
environments they may only be weakly related. In other environments, however,
they may be strongly related, and in a causal fashion, considered over the
course of a restorative experience that may begin before the person actually
enters the environment. For example, anticipated compatibility may open for a
sense of being away, which may be further reinforced by fascination while on
site. It is thus reasonable to ask whether the pattern of (possibly causal) relations

60

among the different aspects of the restorative experience differs across


environments. In turn, it follows that the expectation of invariance in factor
structure in items of the PRS or similar measures warrants re-consideration. In
line with this thought, Scopelliti and Giuliani (2006) have suggested that the
subscale structure of the PRS could be place specific.
Another issue with the measures of restorative quality also has to do with
their concurrent and predictive validities. Since Hartig and colleagues (1991)
reported the correlation between their prototype PRS summary score and
proofreading performance, little work has sought to establish that scores on
such measures explain variation in actual restoration outcomes. There are
however exceptions. For example, Berto (2005) selected visual simulations of
environments for a study of actual restoration on the basis of ratings of restorative
quality given by a separate sample of subjects. She reported that those
simulations that had higher restorative quality scores also promoted more
attentional restoration as seen in performance on a task. Other studies have
used measures of ART constructs to predict other kinds of ratings concerned
with restoration. For example, Nordh and colleagues (2009) found that the
average values of being away and fascination given to the parks in their sample
by separate groups of raters were strongly predictive of the average ratings of
restoration likelihood given by still another group of raters. Moreover, the being
away and fascination scores mediated relationships between some physical
environmental characteristics and restoration likelihood.
Unfortunately, the PRS and other measures of restorative quality have
sometimes been treated as measures of actual restoration, perhaps on the
mistaken assumption that there is at present substantial evidence of predictive
and concurrent validity. The research area will therefore benefit from intensified
efforts to test mediation of environmental effects by restorative quality constructs.
In addition to serving theory development, such tests may provide evidence of
mediation that enhances the credibility of measures like the PRS as inexpensive
indicators of restoration potential. As such, they can serve efforts to design
environments that will serve restoration needs.
Concluding Comments
The categories of variables just discussed antecedent, environment, and
outcome are not exhaustive, nor is the discussion here of the work done
within each of those categories. The names of the different measurement
approaches should be regarded as provisional there may be better ones. The

61

discussion here nonetheless will hopefully help to consolidate the field, in that
it suggests ways to build on and bring together the work done. For example, it
may help researchers to make more informed choices regarding the
measurement of the antecedent condition, and to choose to include measures
of hypothesized mediators, in their experiments on restorative effects of different
environments.
All of this said, a more complete discussion of variables of interest is still
needed. Such a discussion would consider more systematically the contextual
and individual difference moderators of the relationship between environment
and outcomes as well as the temporal parameters of the restorative process or
processes as manifest in different outcomes. The significance of such variables
has been implied at different points in the foregoing discussion, as with the
potential influence of familiarity on judgments of restoration likelihood. Attention
to these categories of variables will also help to advance the development of
the research area.

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66

EVALUACIN INTEGRAL DE LA SOSTENIBILIDAD DE PLANES


DE ACCIN LOCAL
M. KARMELE HERRANZ-PASCUAL, JOS LUIS EGUIGUREN E IGONE GARCA-PREZ
TECNALIA-Medio Ambiente

INTRODUCCIN
El objetivo de este Taller consiste en realizar un ejercicio prctico y crtico,
as como participativo, de evaluacin de la sostenibilidad de una accin
integrada en un Plan de Accin Local. Para este ejercicio se ha preparado un
escenario basado en un entorno real del municipio de Bilbao para el que se
propone una posible accin que se podra enmarcar en el Plan de Ambiente
Sonoro que este municipio est desarrollando actualmente.
Como herramienta de evaluacin de la sostenibilidad local se utiliza SISPAL50 que ha sido desarrollada en el marco del proyecto I+D+i SISPA-Local, que
ha sido parcialmente subvencionado por el Ministerio de medio Ambiente
(Aspuru, et al. 2008). La meta de este proyecto fue el desarrollo de nuevas
herramientas aplicables a la evaluacin y seguimiento de planes de accin en
el mbito municipal, desde una perspectiva sostenible e integral (ambiental,
social, econmica), con la participacin plena de los actores implicados y
sobre una base de conocimiento que permitiera la mxima objetividad y
transparencia, lo cual contribuye tanto a impulsar la implantacin de la Estrategia
de Medio Ambiente Urbano en Espaa, como a apoyar a las administraciones
locales en sus tomas de decisiones.
El proyecto SISPA-Local lo llev a cabo un equipo transdisciplinar (Ingeniera,
Fsica, Ciencias Ambientales, Psicologa Ambiental, Arquitectura y Urbanismo,
Biologa, Geografa, GIS, Economa Ambiental) dentro de la Unidad de Medio
Ambiente (MA) de TECNALIA, siendo la gestin medioambiental estratgica y
la sostenibilidad urbana dos de las lneas de trabajo de esta unidad. En estas
reas cualquier problema de decisin se caracteriza por conflictos entre valores
e intereses que compiten, y diferentes grupos que los representan.
Para abordar este tipo de problemas, por definicin complejos, en TECNALIAMA se acude a modelos de anlisis multicriterio (MCDA) en coordinacin con

67

herramientas de participacin, los cuales son muy tiles en procesos de toma


de decisin caracterizados por un alto grado de incertidumbre porque ayuda
en su comprensin transdisciplinar.
La combinacin de herramientas de participacin con la de evaluacin
multicriterio, constituye un proceso orientado a lograr el consenso a travs de
un dilogo productivo y constructivo entre los diferentes actores implicados en
los procesos de toma de decisin.
El modelo de Evaluacin de la Sostenibilidad Local, en el que se basa la
herramienta SISPA-L50, es un modelo AHP (Analytic Hierarchy Process o modelo
jerrquico). En este tipo de modelos el o los mbitos de estudio (o
requerimientos) son generales (ej. sostenibilidad). Los mbitos se dividen en
criterios ms especficos, pero todava generales (ej. movilidad). Los criterios
se pueden dividir a su vez en subcriterios, an ms especficos, hasta llegar al
final a los indicadores cuantificables a travs de determinadas variables.
Siguiendo este planteamiento, se desarroll una batera de 50 indicadores
para evaluar la sostenibilidad local y se implant todo el desarrollo terico y
metodolgico en una herramienta informtica (SISPA-L50) amigable y de fcil
manejo. A continuacin se describen los fundamentos de dicha herramienta,
para posteriormente hacer una breve introduccin de la accin que se propone
evaluar y finalmente presentar brevemente la metodologa que se seguir en
este taller.
Herramienta SISPA-50
Como se ha sealado la herramienta SISPA-50 posibilita la evaluacin integral
de la sostenibilidad de planes de accin local. Esta herramienta se ha
desarrollado en el marco del proyecto SISPA-Local Diseo y validacin de un
Sistema Integral para la mejora de la Sostenibilidad de Planes de Accin en el
mbito Local que ha sido subvencionado parcialmente por el Ministerio de
Medio Ambiente en las convocatorias de proyectos de I+D+i 2006 y 2007
[501/2006/3-10.1 y A494/2007/2-10.1]
Esta herramienta se basa en el desarrollo previo de un modelo conceptual
de sostenibilidad y su modelo de evaluacin correspondiente, que se describen
a continuacin.
Modelo Conceptual de Sostenibilidad Urbana
Para definir el Modelo Conceptual de Sostenibilidad Urbana se parte de un
planteamiento holstico y sistmico del desarrollo sostenible, por lo cual se

68

siguieron las siguientes etapas: 1) Anlisis de las fuerzas motrices y presiones


que describen el sistema sociedad medio ambiente y sus interrelaciones en
relacin a la gestin urbana; 2) Identificacin de los aspectos variables y ms
relevantes para describir su sostenibilidad: poblacin, vivienda, suelo,
transporte, actividad econmica; y 3) Definicin de los procesos que relacionan
las variables ms significativas.

Figura 1. Modelo Conceptual de Sostenibilidad Local SISPA-Local

Los elementos principales en torno a los que se articula el Modelo Conceptual


de Sostenibilidad Urbana SISPA-Local son estructura urbana, dinamismo
econmico, calidad de vida, dinmica territorial y gestin y administracin,
como se puede apreciar en lar Figura 1, en la que se muestra dicho modelo.
A continuacin se presentan las descripciones consensuadas en el grupo de
trabajo del proyecto SISPA-Local de cada uno de estos elementos:
Estructura urbana: forma en la que se articula y desarrolla el sistema
urbano, estando relacionada esta con la morfologa de la ciudad y con
su gestin. Sus elementos son: distribucin de espacios y usos, precio
suelo y su uso, compacidad e infraestructuras de comunicacin,
distribucin, saneamiento y redes.
Dinamismo econmico: forma en la que interactan los procesos de
produccin, intercambio, distribucin y consumo de bienes y servicios.

69

Se expresa en trminos de estabilidad, crecimiento y competitividad. Sus


elementos son: servicios, transporte e infraestructuras, y actividades
econmicas e industriales, as como accesibilidad y ciclos de materia y
energa.
Calidad de vida (ciudadana): bienestar, felicidad y satisfaccin de las
personas y comunidades, que les da capacidad de actuacin,
funcionamiento y sensacin positiva con su vida. Sus elementos son salud,
socioeconoma, identidad social urbana e informacin. La calidad de
vida depende, adems, de las caractersticas de la poblacin, los servicios
bsicos, la vivienda y el entorno (Blanco, 1985). [Para profundizar en el
concepto de calidad de vida en este mbito referimos a los lectores a la
Jornada sobre Psicologa de la Ciudad, que se celebr en Almera
recientemente y cuyos contenidos se recogen en el libro Psicologa de
la Ciudad. Debate sobre el Espacio Urbano (Fernndez y Vidal, 2008;
Herranz, Proy y Eguiguren, 2008)].
Dinmica territorial: anlisis del desarrollo y crecimiento urbano y su
relacin con el territorio en el que se sita. La dinmica territorial
determina el grado de dependencia que existe entre diversas zonas de
un territorio, en base a sus caractersticas funcionales, los servicios de
los que dispone, su dinamismo econmico, la movilidad y la calidad del
transporte, etc. Siendo sus elementos principales la conectividad territorial
y la estrategia de ciudad.
Gestin y/o administracin: direccin, organizacin y distribucin de
los recursos y coordinacin de los agentes que conforman el entramado
urbano. La gestin y administracin est basada en la planificacin
urbanstica, indicadores globales econmicos, sociales y ambientales, y
el capital institucional.
Modelo de Evaluacin de Sostenibilidad SISPA-Local
En base al modelo conceptual anterior se defini el Modelo de Evaluacin
de Sostenibilidad SISPA-Local (ver Figura 2).
Este modelo se articula en torno a 7 criterios generales de sostenibilidad
local: gestin y administracin local, estructura urbana, dinmica territorial,
dinamismo socio-econmico, calidad de vida, movilidad, y entorno. Los cinco
primeros criterios se han introducido en el apartado anterior referido al modelo
conceptual, por lo que aqu se comentan algunas matizaciones de estos criterios,

70

describindose tambin los otros dos criterios, as como los 24 subcriterios


que estructuran el modelo.
La Gestin y Administracin Local se considera articulada en torno a: un
Modelo de gobierno & administracin, que se refiere a estructuras y polticas
pblicas definidas a travs de planes, programas y a la coordinacin intra e
inter institucional; y a la Gobernanza, referida a cmo funciona y se desarrolla
la ciudad, incluyendo este concepto temas como la transparencia y
participacin.
La Estructura Urbana y Modelo de Ciudad se refiere a la forma en la que se
articula y desarrolla el sistema urbano, que est en relacin tanto con la
morfologa de la ciudad como con la forma en la que se gestiona el sistema
urbano. Los subcriterios en torno a los que se articula la estructura urbana son:

Figura 2. Modelo SISPA-Local de Evaluacin de la Sostenibilidad de Planes de Accin Local

71

Ordenacin urbana, referida a la ocupacin del suelo, y a su planificacin,


incluyendo el suelo ocupado por infraestructuras, saneamiento, redes (la
ocupacin del suelo se refiere a cmo se distribuyen los usos del suelo en el
entorno urbano); Compacidad, que expresa la idea de proximidad de los
componentes que conforman la ciudad, es decir, la reunin en un espacio
limitado de los usos y las funciones urbanas (Rueda, 1996, 2005); y Creacin
de proximidad, que est muy relacionada con la compacidad y se refiere a la
posibilidad de acceso a dotaciones educacionales, sanitarias, culturales,
asistenciales, comerciales, de ocio y esparcimiento, sin necesidad de medios
de transporte.
La Dinmica Territorial refleja el desarrollo de un territorio. Si descendemos
al mbito de desarrollo urbano, correspondera al desarrollo y crecimiento
urbano y su relacin con el territorio en el que se sita. Se podra entender
como la distribucin espacial de los usos del territorio y la relacin que existe
entre los mismos y con el medio natural fsico y bitico. Este criterio est definido
por los subcriterios de Conectividad, referido tanto al transporte de personas y
mercancas (rodado ferroviario, puerto, aeropuerto), como al movimiento de
informacin urbana, cultural, etc. (mass-media, internet, comunicacin
informal) que conecta el municipio con su rea de influencia, provincia,
regin, pas; de Dependencia funcional y/o administrativa, entendida como la
influencia que ejerce el municipio sobre el resto del territorio (rea
metropolitana, regin, pas), respecto a los centros administrativos, as como
a las implicaciones de los Planes Territoriales sobre el comportamiento del
municipio; y de Modelo del rea metropolitana, que se refiere al modelo
territorial de funcionamiento conjunto de un municipio y su rea de influencia.
El Dinamismo Econmico caracteriza la salud de la economa de un territorio.
Ciertos modelos econmicos (incluso si hablamos en un nivel local) determinan
una forma particular de relacin entre los procesos descritos. Estara definido
por la Evolucin econmica, es decir, cmo evoluciona el tejido industrial y el
resto de actividades econmicas, as como el peso relativo de los diferentes
sectores, incluyendo las TICs; la Competitividad, que se refiere a la capacidad
del tejido industrial y empresarial (econmico) de un municipio de mantener
sistemticamente ventajas competitivas (habilidad, recursos humanos y
materiales, conocimientos y atributos, etc.) respecto a otros municipios o
territorios que le permitan alcanzar, sostener y mejorar una determinada posicin
en el entorno socioeconmico; la Diversificacin industrial y econmica o
diversificacin de las actividades industriales, econmicas y culturales, dentro
de las que se incluyen actividades econmicas como el ocio, la cultura, etc.; la

72

Sociodemografa, referida a la evolucin, en un determinado municipio (o


barrio), de la poblacin tanto de residentes como de no residentes, en relacin
al nmero y caractersticas sociales diversas como la edad, formacin, nivel
adquisitivo, raza, etc.; y la Socioeconoma, que corresponde al conjunto de
todos los factores sociales y econmicos de un municipio, considerado como
un todo. La socioeconoma es un nuevo paradigma que asume que la economa
est inmersa en la realidad social y cultural, y que no es un sistema cerrado y
autocontenido.
La Movilidad, en cambio, se refiere a la necesidad o deseo de las personas
de desplazarse para acceder a los servicios de la ciudad, as como al
abastecimiento de mercancas, a travs de cualquier medio de transporte.
Aspectos que deben garantizarse haciendo compatibles el crecimiento
econmico, la cohesin social y el respecto al medio ambiente como medios
para garantizar la calidad de vida de la ciudadana. Los subcriterios que la
estructuran son: el DAC (Diversificacin, Accesibilidad y Calidad) del trnsito
de personas, que se refiere al trnsito de personas, sea motorizado o no
motorizado; el DAC de transporte de mercancas, que se refiere al transporte
de mercancas que se produce tanto dentro de un municipio como en
comunicacin con otros de su rea de influencia, regin, pas...; y la
Intermodalidad, que corresponde a una caracterstica de los sistemas de
transportes en virtud de la cual se utilizan de forma integrada al menos dos
modos de transporte diferentes para completar una cadena de transporte puerta
a puerta, permitiendo, mediante un planteamiento global, una utilizacin ms
racional de la capacidad de transporte disponible, siendo su objetivo la
integracin ptima de los diferentes modos de transporte.
Por Entorno se entiende el espacio fsico y perceptivo en el que se producen
los contactos entre los habitantes, trabajadores y/o visitantes de la ciudad. Los
subcriterios que lo definen son: Biodiversidad y capital natural, referido al
entorno natural, incluyendo espacios naturales de proteccin (ej. zona de
reproduccin de especies autctonas); Ciclos naturales, referidos tanto a la
gestin de los recursos y ciclos naturales, como el tratamiento de residuos,
ciclos del agua y energa, saneamiento, etc.; Calidad del espacio pblico urbano,
entendido el espacio pblico urbano como los intersticios entre edificios e
infraestructuras o viales de transporte, siendo zonas donde se producen las
interacciones sociales. Son zonas que vertebran el entorno urbano (Valera,
1996, 2003); y Patrimonio histrico-cultural, constituido por todos aquellos
elementos y manifestaciones tangibles o intangibles producidas por las
sociedades, resultado de un proceso histrico en donde la reproduccin y

73

comunicacin de las ideas se constituyen en factores que identifican y


diferencian a ese pas o regin.
La Calidad de Vida dentro del planteamiento del proyecto se entiende como
el bienestar, felicidad y satisfaccin de una persona o comunidad, que otorga
cierta capacidad de actuacin, funcionamiento o sensacin positiva de su vida
(Alguacil-Gmez, 2000). Est definida por tres componentes: calidad de las
condiciones de vida, satisfaccin personal-social con dichas condiciones y
valores personales-sociales. Tiene un carcter subjetivo y est fuertemente
influida por factores contextuales (culturales). Segn la OMS (2006), la calidad
de vida es la percepcin que un individuo tiene de su lugar en la existencia,
en el contexto de la cultura y del sistema de valores en los que vive y en
relacin con sus objetivos, sus expectativas, sus normas, sus inquietudes. Se
trata de un concepto muy amplio que est influido de modo complejo por la
salud fsica de las personas, su estado psicolgico, su nivel de independencia,
sus relaciones sociales, as como su relacin con los elementos esenciales de
su entorno. Los criterios de sostenibilidad de la calidad de vida seran en este
modelo: el DAC (Diversificacin, Accesibilidad y Calidad) de los servicios
bsicos, donde se incluyen aspectos tales como la salud, educacin, cultura,
ocio, viviendas (confort), empleo, seguridad ciudadana, la Calidad ambiental,
referida a la calidad de aquellos elementos del medio ambiente urbano que
inciden directamente en la salud de la poblacin (agua, aire, ruido, suelo); el
Bienestar socioeconmico, que hace referencia a los factores econmicos y
sociales que contribuyen a mejorar el bienestar y la calidad de vida de las
personas y comunidades, como la renta familiar, etc.; y la Cohesin social,
referida a la densidad de las relaciones o interacciones entre las personas y/o
grupos (redes sociales), lo que facilita, entre otras cosas, el intercambio de
recursos, y de informacin, siendo sus elementos claves el equilibrio
sociodemogrfico y la identidad social urbana.
Ambos modelos fueron validados por medio de herramientas de participacin
social a travs de talleres de trabajo con gestores y tcnicos municipales de
diferentes reas municipales (Medio Ambiente, Urbanismo, Transporte,
Actividades Econmicas, Agenda 21).
ACCIN LOCAL

A EVALUAR EN EL

TALLER

Este apartado sirve para introducir la accin local sobre la que se pretende
aplicar la herramienta SISPSA-L50, con el objeto de evaluar la sostenibilidad
de su puesta en marcha. Para familiarizarnos con dicha accin primero se

74

describe brevemente el mbito de estudio y se presentan de forma resumida


los resultados del diagnstico acstico-ambiental de la zona donde se pretende
poner en marcha dicha accin.
mbito de Estudio
El entorno de la accin se considera estrictamente urbano residencial, en el
que, entre los bloques de viviendas de 5 a 9 alturas, se intercalan edificios de
oficinas y de usos con especial sensibilidad al ruido (clnicas y centros docentes).
Tambin existe una importante zona de uso industrial separada del ncleo
residencial principal por un curso fluvial. Adems, destaca una zona de
esparcimiento relativamente importante en la rivera del citado curso fluvial.
Como ocurre en la mayora de los entornos residenciales el trfico rodado es el
foco de ruido principal, aunque en esta rea se identifican tambin afecciones
asociadas a una lnea de ferrocarril y a una zona de ambiente nocturno de fin
de semana.
Si bien el mbito de estudio de este taller corresponde a una zona concreta
del municipio de Bilbao, podra tratarse de casi cualquier zona urbana de
nuestros pueblos y ciudades.
Diagnstico Acstico-Ambiental
El Mapa de Ruido Estratgico de la zona (2007), refleja una situacin, en la
que se da una superacin generalizada de los lmites de evaluacin y, adems,
para la va principal de circulacin de la zona de estudio (arteria de unin
entre reas del municipio, y va de acceso/salida el mismo), se producen
superaciones de ms de 10 dB. Como resultado de esto, un 65% de la poblacin
se encuentra expuesta a niveles por encima de los valores legislados. Adems,
es necesario sealar que en el mbito de estudio (distrito) se identifican varios
edificios de especial sensibilidad acstica-ambiental: 15 centros docentes y un
centro sanitario.
Accin propuesta
El actual Plan de Movilidad puesto en marcha en la ciudad, recoge una
serie de actuaciones que pueden repercutir de un modo u otro en la mejora de
la calidad acstica de la zona. Entre otras se contemplan el desarrollo de
peatonalizaciones, la extensin de la lnea del tranva, el aumento de los
espacios libre y zonas verdes, actuaciones para el calmado de trfico o la
construccin de viales especficos para bicicletas.

75

76

Figura 3. Mapa de Ruido Estratgico del mbito de estudio, con indicacin de rea de accin prioritaria

En este contexto, como parte del Plan del Ambiente Sonoro de Bilbao 20102015, se propone la reduccin de la capacidad de la principal va de trfico de
la zona, convirtindola en un boulevard con trfico limitado a vehculos de
transporte pblico y de servicios. La actuacin implica la ampliacin de las
aceras a ambos lados de un doble carril central (actualmente se trata de una
doble va de 6 carriles) sobre el que se aplicara una limitacin de velocidad de
50 km/h.
Se propone que junto a la mejora acstica o la ganancia de espacio asociadas
a la accin propuesta en la zona de actuacin, el anlisis de su grado de
sostenibilidad deber considerar aspectos no positivos como el que la accin
suponga la redistribucin del trfico por vas alternativas con el consiguiente
aumento de circulaciones por las mismas, etc.
METODOLOGA DEL TALLER
El objetivo de este Taller consiste en realizar un ejercicio prctico y crtico,
as como participativo, de evaluacin de la sostenibilidad una accin integrada
en un Plan de Accin Local, que en nuestro caso es convertir en boulevard el
principal vial del distrito de Deusto-Bilbao, accin que posiblemente forme
parte del Plan del Ambiente Sonoro de Bilbao 2010-2015 que se est
desarrollando actualmente.
Parra llevar a cabo este ejercicio se propone acudir a una metodologa en la
que se combina el trabajo en grupos pequeos (TGP) con presentaciones a
todo el auditorio (PA). Se propone organizarse en siete grupos de trabajo, uno
por cada una de las dimensiones identificadas en el modelo de evaluacin de
la sostenibilidad: gestin y administracin local, estructura urbana, dinmica
territorial, dinamismo socio-econmico, calidad de vida, movilidad, y entorno.
Cada grupo de trabajo deber evaluar la accin en la dimensin correspondiente
(TGP) para despus presentar los resultados de su grupo a todo el auditorio,
donde adems se realizar la valoracin conjunta y critica de los resultados
(PA). Previamente se realizar una presentacin y contextualizacin tanto de
la accin como de la herramienta de trabajo (PA).
La estructura y fases del taller son: 1) Contextualizacin de la accin:
presentacin del mbito de estudio y del diagnstico de la zona (PA), 2)
Presentacin de la accin (PA), 3) Familiarizacin con la herramienta de trabajo
(PA), 4) Valoracin parcial de la sostenibilidad de la accin: cada grupo de
trabajo valorar la sostenibilidad de la accin respecto a la dimensin asignada
a su grupo utilizando el modulo de la herramienta SISPA-L50 correspondiente

77

(TGP), 5) Puesta en comn, evaluacin integrada y valoracin crtica de los


resultados: Los resultados consensuados por el auditorio de cada uno de los
grupos de trabajo se integraran en la herramienta para obtener la evaluacin
global e integrada de la sostenibilidad de la accin, 6) El taller finaliza con una
reflexin de los resultados obtenidos en el mismo y la posible validez de la
herramienta.
AGRADECIMIENTOS
Agradecemos el inters del Ministerio de Medio Ambiente al subvencionar
el proyecto I+D+i SISPA-Local: Diseo y validacin de un Sistema Integral
para la mejora de la Sostenibilidad de Planes de Accin en el mbito Local
desarrollado en colaboracin con la Universidad de Vigo [501/2006/3-10.1 y
A494/2007/2-10.1].
Tambin nos gustara mostrar nuestro agradecimiento al Concello de Vigo,
y a los gestores y tcnicos que participaron activamente en este trabajo aportando
sus visiones e inquietudes.

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79

80

BEHAVIORAL DIMENSIONS OF ENERGY USE AND ENERGY


EFFICIENCY. THE AZORES AS A CASE STUDY
ISABEL ESTRELA REGO, REGINA CUNHA, RAFAELLA LENOIR IMPROTA Y SILVIA COSME
Universidade dos Aores

Energy efficiency and energy conservation are current themes in daily life
and in scientific research. Worldwide environmental problems caused by fossil
fuels led to a new way of looking at energy resources. Presently it is the
environmental threat, rather than the possibility of oil scarcity, as it happened
during the 1970s oil crisis, that motivates action (Corral-Verdugo, 2001; Stern,
1992). Development of new technologies for energy efficiency is needed but
will not succeed unless consumers behaviour changes. Therefore, studies on
energy efficiency have been focusing more and more on the promotion of pro
environmental attitudes and behaviour (Gifford, 1997).
An approach commonly used to predict human behaviour consists of studying
and measuring individual attitudes. In the last decades, an extensive body of
research in Environmental Psychology has been focusing on beliefs and attitudes
regarding environmental issues and on how those relate to individuals
behaviour. Pro-environmental beliefs and attitudes, and environmental concern,
understood as appreciative feelings towards the environment expressed through
a sense of caring for environmental issues and problems (e.g. Schultz et al.
2004, 2005), have been found to be often, although not always (e.g. Sjberg,
1998), related to each other and to shape ones environmental interest (Stern,
2000; Stern et al. 1995). Also, a high level of environmental concern felt by the
majority of people is seen as a necessary, but not sufficient, condition to achieve
a decrease in negative environmental impacts in contemporary Western societies
(Takcs-Snta, 2007). However, holding pro-environmental beliefs does not
necessarily lead to adopting pro-environmental behavior (Corral-Verdugo, 2003)
and more research to address that relationship is needeed. According to Steg
and Gifford (2008) pro-environmental behaviours are closely related to social
norms. The Norm Activation Model explains that relationship: behaviours result
from personal norms, or a sense of moral obligation to act in a particular way.
Social norms are activated when individuals are aware of the consequences of

81

their behaviour on others or on the environment (i.e. consequences awareness


or CA beliefs), and when they believe they can reverse those consequences
(i.e. ascription of responsibility or AR beliefs). When CA and AR are high
individuals feel the moral obligation to behave in a pro-environmental manner.
The effects of climate change are global but islands and archipelagos are
more prone to experience adverse impacts, namely those related to water
scarcity, due to their geographic position, as well as other constraints such as
small size, tourist pressure or biotic invasions. Located in the North Atlantic
Ocean, between the latitudes of 36 55 e 39 45N and the longitudes of 24
45 W and 31 17W, the Portuguese archipelago of the Azores comprises nine
islands of oceanic volcanic origin. In this archipelago, with a population of
244 780 inhabitants, about 20% of the energetic demand are satisfied by
renewable energy sources (e.g. wind, sun, geothermal), being the remaining
energy demands of fuel origin. In this scenario, the energy industry and transports
are the most important contributors for the generation of GHG emissions, with
most of the islands presenting low active mobility patterns, high individual car
acquisition and, incipient public transports. Furthermore, lighting and heating
needs in housing and services have been growing as the living standards and
quality of life in the region have improved.
To address this situation and to promote the development of a sustainable
and innovative efficient energy system in the Azores, the local authorities, in
partnership with the MIT-Portugal Program and the University of the Azores,
launched a research project, named Green Islands.
In spite of the engineering approach to energy efficiency undertaken in the
project the psycho-environmental dimension norms, beliefs, attitudes,
knowledge and behavior regarding renewable energy and energy consumption
- is accounted for in three of the eighteen studies constituting the project.
The study Characterization of the Azores Building Stock (CABS) aims to
characterize household energy consumption in the Azores, mainly through the
compilation of existing information on the issue and a survey questionnaire in
So Miguel, the island that accounts for more then 50% of the Azorean
population. The survey (N=500) addresses several aspects of the household
energy demand: socio-economic characterization of occupants, historical
consumptions, building characteristics, appliances characteristics and occupants
behaviour. Considering the importance of lifestyles and attitudes on household
energy demand (Steg, 2005), the study of behavioural aspects of energy use
and efficiency was oriented by a set of eleven questions focusing on peoples

82

concern, knowledge, behaviour, motivation, intentions, emotions, trust,


responsibility and risk perception regarding household energy use and efficiency.
The study was conducted in the whole island but most of the houses surveyed
were located at the Ponta Delgada municipally (49,2%) and belong to their
inhabitants (86,4%). The majority of respondents were females, over sixty years
old, housewives (36,8%), or retired, with an elementary school education
(39,4%).
Although data analysis is still proceeding, some findings, descriptive and
necessarily exploratory at the moment, can be retrieved. The remaining part of
this section summarizes these results.
Regarding the research question Are people concerned about their energy
use, data reveal that respondents are not too much concerned with their energy
use (i.e. they are a little concerned (44%), very little concerned (37,2%), and
are not concerned at all. (18,8%)), think that the occupants attitude (36%) and
the characteristics of equipments (29,8%) are the major barriers to efficient
household energy use behaviour, and selected receiving financial help for
equipment substitution (28,2%) and the promotion of awareness actions (27,8%)
as the most important measures to remove the appointed barriers.
Most of the respondents considered that there is a relationship between the
source of energy and GEE emissions (48,8%) and are aware of the problem
(43,6%). Yet, a significant number referred that they do not know (26,6%) or
found no relation at all among them (18,8%). Respondents were very confused
about the subject and were not able to classify most of the renewable energy
sources, proposed by the questionnaire, in a correct way.
Regarding who people trust as a source of information concerning renewable
energy sources, TV (26,2%) and the government (20,6%) were considered the
most reliable sources of information. With respect to trust in the sources of
information concerning energy efficiency, respondents identified EDA (the local
energy company) as the most reliable source of information (24,0%) followed
by scientists (16,2%). EDA and the government were also considered the most
reliable decision-maker.
The responsibility for implementing energy efficiency plans was attributed
to the local government (26,2%), followed by everybody (16,6%) and by the
national government (14,2%). Willingness to use renewable energy sources
was high - most of the respondents were interested (38,2%), followed by those
very interested (20,6%).

83

Engaging in energy efficient behaviour was seen as important (46%) or very


important (32,8%), and the reasons appointed for people adopting such
behaviour were the cost (85,6%) and having equipments. When considering
their own engagement, economic reasons came first (86,4%), with
environmental motivation (7,2%) and not worry about the subject (6%) both
ranking very low.
Most respondents considered that, at an individual level and in general,
people feel satisfaction associated to renewable energy use (49,8%).
Concerning the risks that people relate with renewable energy, a considerable
amount of the sample referred having little knowledge (33%). Equipments
damage (24%) and unexpected costs (16,8%) were appointed as the major
risks associated to conventional energy use.
The study Designing Net-Zero Energy Schools for the Azores (DNZESA) is
based on the concept of Net-Zero Energy Buildings (NZEB). These buildings
incorporate renewable energy solutions, adequate for a region, with energy
efficiency measures, allowing a net zero performance.
DNZESA aims at implementing the concept NZEB in a high school located
in the So Miguel Island. The main tasks are i) to offset the non-renewable part
of the energy consumption at the site, ii) to include energy efficiency measures
in the school, iii) to assess how the behaviour of the building occupants (students,
teachers and assistant staff) may be influenced by the project activities and
changes introduced in the school, and iv) to make energy efficiency depending
on the behaviour of the occupants.
Underlying this study was the notion that it is important to know which
psychological factors (environmental beliefs, norms and attitudes) are associated
to behaviours that have a negative impact on the environment if effective policies
to correct such situations are to be designed and implemented (Steg e Gifford,
2008).
This work focuses on the psycho-environmental dimension of the project:
norms, attitudes, beliefs, knowledge and behaviour of the school community
regarding renewable energy and energy consumption, in and beyond the school
context. Following a multimethod approach, behavioural maps, questionnaires
and interviews were used to collect the various types of data.
Prior to data collection, the school was divided into several sectors - corridors,
classrooms, student and teachers rooms, and gymnasiums - according to distinct
behaviours regarding use of electricity and electric devices. Behaviours related
to the utilization of electric lighting and computers were selected to be measured;

84

special attributes (e.g. major utilization, for corridors and different expositions
to natural light, for classrooms) helped defining the sampling sites. Regarding
lighting, observations consisted in verifying if lights were switched-off or not,
when classes finished and teachers and students left the room; regarding
computers, in turn, it involved observing the mode of operation (switch-off,
stand by or switch-on) after use.
A first set of observations, undertaken by the researchers, was dedicated to
lighting in corridors, student and teachers rooms, and gymnasiums. It was carried
out during one week in fixed time intervals (from 1pm to 2 pm). The weather
conditions were registered in order to evaluate the need for electric lighting.
During this period, computers at the teachers rooms were also observed for
the mode of operation after use. After this task was completed, a questionnaire
was applied to the members of the staff responsible for each particular area.
The questionnaire had two questions: (1) In the school, how frequently do
you leave a room with the lights on? (a Likert scale, ranging from 1, never,
to 5, always), and (2) Why? (a multiple-choice question with several answer
alternatives: financial concern, environmental concern, habit,
forgetting, rearing practices, following orders, or other).
In a second phase, also for a period of one week, a set of observations,
regarding lighting in classrooms, was undertaken by the members of the staff
previously selected and trained (19). They were asked: i) to observe if lights,
from dashboards and ceilings in classrooms, were switched off or not, for each
class last five minutes and after the teacher left the room (from 1.25 pm to 1.30
pm); and ii) to apply to the teachers under observation (53) the questionnaire,
described above, that had previously been applied to them. Data from those
observations are now under analysis.
The third phase of this study will characterize the school community in
terms of its norms, values and beliefs regarding energy use and environment.
The New Nature-Human Interdependence Paradigm scale (Corral-Verdugo,
Carrus, Bones, Moser, Shina, 2008), and the energy conservation scale, based
on the Norm Activation Model (Abrahamse & Steg, 2009) will be used. A
special questionnaire will be applied to the school occupants to measure their
knowledge on energy use and energy efficiency, and on renewable energy
sources.
The main outputs of this study will produce a detailed characterization of
the school community, regarding behaviour, norms, beliefs and knowledge,
concerning energy use and energy efficiency, a dimension which, according to

85

Abrahamse et al. (2005), most of the studies related to energy use and energy
efficiency do not take into consideration. In this view, it is our belief that the
description of psychological variables for each group of the school community
(i.e. students, teachers, and staff) will contribute to a better understanding of
practices regarding energy use and energy efficiency in the school. It will also
allow establishing a more complete set of recommendations pertaining to the
intervention devoted to test energy efficiency under the NZES concept.
The study Efficient Transportation Systems Based On More Ecological
Mobility Patterns In The Azores Islands aims to evaluate some of the emergent
transportation processes and technologies, which, coupled with more ecological
mobility patterns, may have a profound effect on the ecological efficiency of
the islands transportation system. Its overall objective is to contribute to efficient
transportation systems, through the use of more ecological mobility patterns.
However, since the behavioural and attitudinal dimensions of mobility are of
critical importance, it will also attempt to characterize the psychological
environmental acceptance of the new proposed models (car sharing and/or
carpooling). More specifically, it will try to understand the attitudinal dimension
of mobility the set of values and beliefs that shape those mobility patterns
and the degree of acceptance to be expected from the population (attitudes,
subjective norms, control, emotions and behavioural intentions), regarding
alternative forms of mobility.
A first exploratory study was conducted to assess factors of aversion and
attraction affecting mode choice and behaviour modification. The identification
of these factors will facilitate the design of a disaggregate travel behaviour model
which directly predicts Azorean travellers modal switching behaviour, due to
either a transport service change (carpooling/carsharing as alternatives), or to
an individual desire for greener mobility behaviours. Hopefully, a utility function
based on discrete choice model will capture the influence of the alternatives,
attributes and levels, on the decision makers choice. This will allow us to
forecast the needs and expectations of current Azoreans, and thus to provide
more sustainable mobility solutions for the generations to come.
A pilot, preliminary survey (containing both Declared and Revealed
Preferences) was conducted on early July 2010, in order to test the final survey
structure and the experimental design validity, and to allow further refinement
of both zoning and sampling schemes.
Since there were no historical data to compute, even roughly, for the survey
sample sizes, the population was divided in strata (segments) disjointed and

86

covering the whole island population, with the use of territorial units (counties).
Within each stratum, the rules of simple random sampling were applied, and
respondents were dimensioned by proportional affectation. 100 respondents
participated in the pilot survey. Each respondent was asked to tell his current
travel behaviour, to indicate his own levels of attraction/repulsion with a set of
statements, to choose among transport modes for four Declared Preferences
scenarios, and to provide information pertaining to some socioeconomic
characteristics.
The characteristics of the respondents, or of the decision maker, will also
integrate the mode choice model estimation, as dummy variables. Information
about these respondents indicated that, at the time of the survey, most of them
were female (68%), between the ages of 20 and 55 yrs old, employed full-time
(78 %), holding a college education (61%), with incomes at or below 2000 /
month (over 80%), had driver licenses (about 83%), of which 54% were car
owners.
The existing transport modes in So Miguel include bicycle, motorcycle,
walking, car (as solo driver or as passenger), bus, mini-bus, co-workers
carpooling and combinations of modes.
Approximately 68% of the answers indicated the current dominant
commuting mode (private car): 59% as solo drivers, and 9% as passengers.
20% of the respondents walked to work, and 8% used public transportation.
These findings can be explained by the high amount of people with driver
licenses, the high rate of car ownership, and the insufficient coverage of bus
routes and mini-bus modes in the island of So Miguel.
The purposes of most revealed preferences trips were either commuting to
work (40%) or returning to home (45%). More than 50% of responders had a
commute distance of less than 5 kilometres, with a mean distance of 9,7 kms.
This may explain why 44% of the respondents lunch at home. Commuting
time average was 18 minutes, with 50% of the trips under 10 minutes.
Respondents attitudes and perceptions of transport modes may affect their
preference and choices (Outwater et al., 2003). Core factors, motivations and
barriers or explanatory reasons are considered as attributes of the given
alternatives, affecting transport mode choice and framing mobility patterns.
Some of these latent variables were separated into four categories of responses:
factors influencing any type of travel use, factors influencing car choice, factors
influencing public transport mode choices and factors influencing carpooling
systems choice.

87

Respondents were asked to indicate their levels of agreement with some


statements (Likert scale, ranking from 1- strongly disagree to 10- strongly
agree) revealing how deeply those explanatory variables affected their
preferences, with questions such as:
I walk or ride a bicycle even under bad weather conditions (Weather
conditions, Zeid, 2007)
Car is comfortable (Comfort, Cantillo and Ortzar, 2006; Comfortable,
Steg 2005)
The public transports offers me the flexibility that I need for my daily
activities. (Flexibility, Vugt et. Al, 1996; Time and Flexibility, Proussaloglou
et. Al, 2004)
Carpooling reduces greenhouse emissions produced by my car. (Attitudes:
pro-environmental policy, Mohktarian and Ory, 2005; Environmentally
friendly, Steg, 2005).
The majority of the respondents (98%) manifested their attractiveness or
repulsiveness to the proposed statements. In terms of attitudes and perceptions,
there were a total of 85 observations per respondent.
Respondents attitudes to the current transport system may affect their altering
preference for different transport modes, namely, between carpooling systems
and private car mode. Latent variables, which are deduced from the responses
to attitudinal questions, can be used in the modelling.
Most of the respondents agreed that cars provided comfort, good privacy
and travel freedom, were capable of providing fast daily journeys, but were not
environmentally friendly . They also agreed that the current system of public
transportation provides a bad service in the island, with no reliability or schedule/
coverage flexibility. Overall, the public transportations system was perceived
as a slow and inconvenient mode of transportation, yet environmentally friendly.
The declared preference choice scenarios were based on the alternatives
selected by a discussion group: private automobile, carpooling and carsharing.
The total share of private car in the declared preferences scenarios was around
60%, which was almost equal to the share of private car use (solo and as
passenger) for selected revealed preferences trips. Carpooling systems modes
are more likely to compete with similar modes (e.g. carpooling vs. current
public transport modes, rental car vs. carsharing, taxi vs. carsharing). Still,
carpooling (30%) has induced some demand from other modes, because its

88

costs are relatively lower than private car, and is recognized as effective for
GEE reductions. Car-sharing (10%) has induced some demand from private
car, but it was not so attractive in this case.
A broad conclusion is that private automobile mode (and ownership) is still
widely chosen, even when other private alternative car modes are given.
Nordlund et al. (2008) state that inverting the habit of using a car requires a
sufficiently important moral motivation. A three-factor interaction between
intervention, car habit and personal norm is significant for both car use as a
driver and for total car usage.
Components of habit and behaviour modification cannot, at present, be
accurately decomposed in order to integrate flawless forecast models. Still,
they emerge at the very core of the subject, and are capable of generating
dominant patterns of mobility for entire complex systems.

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90

VULNERABILIDADES SOCIO-AMBIENTALES:
OBSTCULOS Y CAMINOS HACIA LA SOSTENIBILIDAD
RICARDO GARCA-MIRA(1), ZULMIRA AUREA CRUZ BOMFIM(2), ADINA DUMITRU(3),
SUSANA ALVES(4) Y AMLIA FRAGA(5)
RESUMEN
El objetivo de este simposio es presentar estudios que tienen como objetivo discutir
sobre la temtica de la vulnerabilidad ambiental y social y proporcionar una reflexin
de los obstculos y caminos hacia la construccin de una sostenibilidad participativa.
Sabemos que la degradacin ambiental urbana es causada en su mayora por el hombre
que propicia vulnerabilidades que, a su vez, retornan al hombre a travs de los desastres
u otras formas de riesgos ambientales. Las dimensiones ambiental y social de la
vulnerabilidad dialogan de tal manera, que los desastres y cambios ambientales pueden
ser entendidos como hechos sociales, y no slo como fenmenos fsicos, pues los
grupos y sociedades que estn ms afectadas por los desastres naturales y los cambios
ambientales son aquellas que estn inmersas en situaciones de pobreza y riesgo,
privacin, desigualdad social en comunidades locales, etc. Presentaremos algunas
investigaciones que pretenden la realizacin de una reflexin sobre la asociacin entre
vulnerabilidad y determinadas situaciones de riesgo ambiental, vulnerabilidades en
contextos de desarrollo humano (jvenes y mayores) y vulnerabilidad en contextos
laborales. Como estrategia de afrontamiento para la vulnerabilidad, en estos estudios,
se incluye la sostenibilidad ambiental y social como un importante camino de
potenciacin de resiliencias. En resumen, los aspectos que se abordarn son los
siguientes:
a) Vulnerabilidades asociadas a situaciones de riesgo ambiental
a.1. Vulnerabilidad y riesgo. Los incendios forestales desde una perspectiva
comunitaria (Ricardo Garca-Mira)
(1)
(2)
(3)
(4)
(5)

Universidade da Corua.
Universidad Federal do Cear.
Universidade de Timisoara.
Edinburgh College of Art.
Universidade da Corua.

91

a.2. La percepcin del riesgo asociado a los almacenes nucleares (Adina


Dumitru)
b) Vulnerabilidades en contextos de desarrollo humano (jvenes y mayores)
b.1. Vulnerabilidad y Afectividad con jvenes en el contexto de Fortaleza-Brasil
(Zulmira C. Bomfim)
b.2. Vulnerabilidad de personas mayores y el uso de espacios abiertos en el
contexto de Reino Unido (Proyecto Inclusive Design for Getting Outdoors
(Susana Alves)
c) Vulnerabilidad en contextos laborales: ambient, salud laboral y calidad de vida
(Amelia Fraga).

VULNERABILIDADES ASOCIADAS

A SITUACIONES DE RIESGO AMBIENTAL

Esta primera parte abordar la vulnerabilidad asociada al riesgo, en un primer


caso procedente de la amenaza de los incendios forestales, cada vez con ms
ocurrencias en las cercanas de entornos residenciales, lo que exige una
perspectiva comunitaria de gestin, y en un segundo, el riesgo ser analizado
en relacin con la percepcin de peligro que supone la instalacin de un
almacn de residuos nucleares. El gobierno de estos tipos de riesgo, adems de
los procesos de evaluacin y gestin tcnica, requiere de una estrategia definida
de comunicacin y educacin de la sociedad que oriente el debate y permita
profundizar en la complejidad y en el alcance de las intervenciones sobre el
medio. Tal estrategia debera fomentar la participacin en los debates y favorecer
el necesario cambio de actitudes, valores y sensibilidades de los ciudadanos
cara a la adopcin de prcticas preventivas de riesgo, en la lnea del desarrollo
social y ambientalmente sostenible (Garca-Mira et al., 2006, 2007). En el caso
de los incendios forestales, y puesto que la intencionalidad aparece como una
de las causas relevantes, la prevencin social a travs de la comunicacin y la
sensibilizacin de la poblacin se convierte en un objetivo prioritario, aunque
no sea fcil. En ambos casos, en la orientacin del proceso de comunicacin y
educacin, el anlisis de la opinin pblica y sus hbitos es una gua muy
interesante que permite detectar carencias en la representacin de los problemas,
elementos que generan resistencias y las dificultades en la valoracin y la
comprensin que ralentizan los cambios que perseguimos.
Los estudios de evaluacin de la opinin pblica han contribuido siempre
a una definicin ms ntida de las imgenes, dificultades y carencias que
caracterizan la amenaza, includas las claves en el camino entre la intencin y
la accin, entre la palabra y la respuesta activa. Tal evaluacin ha favorecido

92

la reunin y el establecimiento de informacin que favorece el fortalecimiento


de procesos de resiliencia, as como aquellos otros de reflexin, deliberacin y
apoyo, muy tiles en la toma de decisiones. Permiten tambin visibilizar las
representaciones sociales de los ciudadanos respecto a los problemas
ambientales y sistematizar un seguimiento evolutivo de la opinin, como
elemento bsico en el diseo de estrategias de comunicacin y prevencin
social.
Muchos de los estudios que tratan la relacin entre el conocimiento del
riesgo, la actitud y la respuesta, sealan el hecho de que ms informacin y
mejor conocimiento del problema por parte de las personas, no se traduce de
inmediato en mejores acciones; la informacin y la conciencia sobre las
consecuencias no determinan de inmediato el cambio de las conductas en
acciones responsables con el medio ambiente y preventivas de riesgo. Hay
complejas mediaciones psicolgicas y hbitos y otros aspectos sociales que
influyen sobre las conductas individuales. En estos contextos los procesos de
comunicacin social revelan su importncia, no solo por la capacidad de
promover el conocimiento de los expertos, las opiniones del pblico y de los
responsables de gestin, sino que, adems, hacen posible el surgimiento de
marcos activos que favorecen el cambio en las prcticas hacia el mdio ambiente
y la corresponsabilidad en la accin ambiental.
Debe subrayarse el valor de los mecanismos que estabilizan la comunicacin
y promueven el acercamiento del pblico a los distintos niveles en los que se
establecen las medidas: evaluacin de la situacin de riesgo, establecimiento
de objetivos y plazos, anlisis de posibles respuestas, puesta en marcha de
esas respuestas y evaluacin de resultados.
Riesgo, cultura y sociedad
La percepcin y la aceptacin de un riesgo, como el que genera un incendio
o el que surge de la idea construda acerca de un almacn nuclear tiene sus
races en factores culturales y sociales, y la percepcin de vulnerabilidad ante
la amenaza puede estar mediada por influencias sociales transmitidas por
personas de nuestro entorno o por las propias instituciones y medios de
comunicacin (Garca-Mira y Lema, 2007; Garca-Mira et al., 2007). En muchos
casos, la percepcin del riesgo se forma despus de producirse un razonamiento
en el ciudadano, y est estrechamente vinculada a la conciencia ambiental
(Garca Mira, Garca-Gonzlez y Barreiro-Rivas, 2008). Tanto en relacin con
los incendios como con los almacenes nucleares, la cultura es un factor
determinante en la conceptualizacin del riesgo. Segn sea la percepcin de

93

del riesgo por incendio o por almacn nuclear, en un marco social o cultural
determinado, as ser la actitud de las personas afectadas en relacin con su
modo de afrontarlo, actitudes que estn moldeadas por una serie de factores
como (vase Tretting y Musham, 2000): a) el sentimiento de implicacin de la
comunidad en la toma de decisiones sobre el riesgo; b) la satisfaccin con la
informacin recibida; c) la confianza en las instituciones y en el Gobierno; d)
las propias creencias sobre los riesgos para la salud; e) el conocimiento sobre
las nuevas y modernas tecnologias de prevencin o extincin.
V ULNERABILIDAD
COMUNITARIA.

Y RIESGO .

LOS

INCENDIOS FORESTALES DESDE UNA PERSPECTIVA

RICARDO GARCIA MIRA(1)


La perspectiva social en el estudio de los incendios constituye un enfoque
imprescindible para el establecimiento de programas, lneas de accin y polticas
forestales. El incendio forestal y el riesgo que genera para el ecosistema y para
los seres humanos no constituyen slo problemas tcnicos, sino que su
materializacin implica la comprensin, la participacin y el compromiso activo
de los ciudadanos en relacin con el medio y en la gestin del territorio. Los
incendios ocurridos durante el verano de 2006 en Galicia, pusieron de
manifiesto la vulnerabilidad del territorio gallego y de sus ecosistemas y la
multiplicidad de estrategias que exige un problema multifactorial para el que
se tienen identificado las causas ms diversas.
Este trabajo analiza la percepcin subjetiva de los ciudadanos e intenta
contribuir a la mejora y desarrollo de polticas pblicas de inters en la lucha
contra incendios. Se discute tambin la necesidad de considerar criterios
tcnicos y objetivos junto a criterios de carcter ms subjetivo, y se analizan
las representaciones sociales de los incendios, informacin clave para la
realizacin de valoraciones y evaluaciones ligadas a la adopcin de decisiones.
LA PERCEPCIN DEL RIESGO ASOCIADO A LOS ALMACENES NUCLEARES
ADINA DUMITRU(2)
La percepcin del riesgo constituyen temas importantes en las sociedades
democrticas modernas, debido a la creciente complejidad de la vida diaria,
que ha llegado a incluir una lista larga de riesgos potenciales, y a la demanda
(1)

Trabajo presentado por Ricardo Garca Mira.

(2)

Trabajo presentado por Adina Dimitru.

94

pblica para un ambiente ms sano y ms seguro. La percepcin del riesgo


relacionado con los almacenes de residuos nucleares es relevante hoy,
considerando que este tipo de energa es menos contaminante (Slovic, 2000).
Recientemente se ha abierto un debate en Espaa sobre la posibilidad de
construir un almacn nico centralizado, debido a que la cantidad de residuos
nucleares est incrementando y a que los residuos se depositan en Francia,
con considerables costes para el gobierno espaol.
Nuestro estudio investiga los factores que puedan contribuir a la presencia
o falta de apoyo a la construccin de un almacn de residuos nucleares,
incluyendo la percepcin de riesgos y beneficios, las reacciones afectivas, la
percepcin de justicia en la eleccin del lugar y la confianza en la habilidad
de los expertos y de varias instituciones pblicas en manejar los riesgos
asociados. A partir de los resultados se han formulado una serie de estrategias
de comunicacin del riesgo asociado a los almacenes de residuos nucleares.
La confianza, el afecto y las caractersticas cualitativas del riesgo (como la
incontrolabilidad, el terror etc.) han resultado ser importantes en la percepcin
del riesgo asociado a los almacenes de residuos nucleares, mientras que el
apoyo parece ser condicionado por el grado de riesgo a los ciudadanos (tambin
una caracterstica cualitativa), la percepcin genrica del riesgo y algunas
variables demogrficas como el nivel de ingresos.
El conocimiento de lo que condiciona la percepcin de riesgo nos permite
disear estrategias tiles para la comunicacin y la implementacin de este
tipo de instalaciones en condiciones de aceptacin social. Kasperson et al.
(1988) han propuesto, en una intervencin anterior llevada a cabo por ellos,
varios principios importantes que se tienen que tomar en cuenta cuando una
instalacin inspira miedo, como los almacenes de residuos radioactivos, cuando
es difcil resolver la desigualdad inherente en una instalacin de este tipo (ya
que, normalmente, la comunidad donde se coloca el almacn experimenta
una relacin desproporcionada entre costes y beneficios, costes altos y
beneficios repartidos con toda la nacin, mientras que las comunidades ms
lejanas tienen un nivel alto de beneficios y bajos riesgos) y cuando existen
niveles altos de desconfianza tanto institucional como epistmica, como suele
ser el caso en las sociedades democrticas occidentales.
Kasperson propone un proceso que sea jerrquico en contenido, secuencial
en diseo y plural en la divisin del poder.
La resolucin de las cuestiones de seguridad tiene que ser una prioridad,
antes de proponer cualquier tipo de compensacin econmica, en las estrategias

95

de comunicacin. Las cuestiones de seguridad pueden incluir preocupaciones


sociales que no resultan de evaluaciones tcnicas y que tambin tienen que
ser tomadas en cuenta. Para resolver las cuestiones de seguridad se deben
emplear todos los recursos necesarios, y se puede incluir una revisin
independiente que sea encargada a la comunidad donde se vaya a construir el
almacn. La transparencia que puede asegurar una revisin comunitaria suele
ser muy importante en paliar el terror que despiertan los almacenes de residuos
nucleares. Los gobiernos fallan muchas veces en reconocer que la compensacin
no puede reemplazar la seguridad y la reduccin de la desigualdad. Esto parece
ser el caso tambin en Espaa en este momento, ya que el gobierno ha propuesto
compensaciones sin resolver primero las cuestiones de seguridad.
Tambin es importante que todos los actores involucrados de la comunidad
en causa puedan participar desde el momento de la formulacin del problema,
que sus necesidades sean identificadas y que informacin adecuada pueda ser
proporcionada para que su implicacin en el proceso pueda ser eficaz (Drew
et al, 2003). La participacin de la ciudadana se puede hacer posible a travs
de instrumentos visuales, ya que estos hacen que la informacin compleja sea
accesible al pblico. (Drew at al, 2003).
Finalmente, se ha visto que es importante presentar a la ciudadana
procedimientos de control muy estrictas para mitigar la percepcin de riesgo y
que la comunidad local pueda tener control sobre las instalaciones. En aquellos
lugares donde la poblacin local recibe el derecho a revisar las instalaciones
de manera peridica y puede cerrar el almacn si detecta una gestin
inapropiada de los peligros asociados, el rechazo a estas instalaciones suele
ser menor (Kunreuther et al, 1990).
VULNERABILIDAD Y AFECTIVIDAD CON JVENES EN EL CONTEXTO DE FORTALEZA (BRASIL)
ZULMIRA BOMFIM(3)
La nocin de riesgo es fundamental para comprender el estudio de la
vulnerabilidad debido al hecho de que la falta de oportunidades y de
condiciones materiales y simblicas del contexto causan, en el plano estructural,
una alta propensin a la movilidad econmica y de bienestar, que afecta a
individuos o grupos vulnerables, y en el plano subjetivo, el desarrollo de
sentimientos de incertidumbre e inseguridad.

(3)

Trabajo presentado por Zulmira Bomfim.

96

La vulnerabilidad en contextos de desarrollo humano en los grupos


estudiados de jvenes y mayores se relaciona directamente con la vulnerabilidad
social, que se define como un resultado negativo de la relacin entre la
disponibilidad de los recursos materiales o simblicos de individuos y grupos,
y el acceso a la estructura de oportunidades sociales econmicas, as como
oportunidades culturales provenientes del Estado, del mercado y de la sociedad.
La vulnerabilidad social se relaciona directamente, por tanto, con grupos
vulnerables, es decir, individuos que, por determinadas caractersticas o
contingencias, son menos propensos a una respuesta positiva mediante algn
evento adverso que incluye tanto los aspectos fsicos como simblicos
(Abramovay; Castro, 2002). Consideraremos en estos estudios el concepto de
vulnerabilidad socio-ambiental, definido como la coexistencia espacial entre
grupos muy pobres y con alta privacin (vulnerabilidad social) que se encuentran
en reas de riesgo o degradacin ambiental (vulnerabilidad ambiental).
Discutiremos en este apartado la vulnerabilidad social con mayores residentes
en reas de de privacin econmica y social y jvenes de familia de renta baja
y con pocos estudios.
En relacin a los jvenes, algunos estudios realizados en Brasil, muestran
que un nmero significativo conviven en situaciones de riesgo, con alta
vulnerabilidad en el proceso de desarrollo, principalmente debida a las
limitaciones de oportunidades en su contexto social. Con el fin de entender
esta realidad y contribuir a la implementacin de polticas pblicas para la
juventud, en Fortaleza, Cear (Brazil), se realizan investigaciones que replican
el estudio nacional Juventud Brasilea: conductas de riesgo, factores de riesgo
y proteccin. Las bases tericas de este estudio parten del abordaje ecolgico
de desarrollo humano (AEDH), desarrollado por Urie Bronfenbrenner (2002)
que fundamenta la investigacin nacional y los conceptos de la Teora HistricoCultural de Lev Semenovich Vygotsky (1995) y de sus contemporneos Luria y
Leontiev (1959). Los dos modelos tienen en comn la comprensin del
desarrollo humano como un proceso construido socialmente, que conlleva la
insercin de la persona en su contexto fsico, histrico y cultural. Esta
perspectiva ecolgica desempea tambin un papel activo para el perceptor
en su interaccin con varios aspectos del ambiente y sus respectivas affordances
(Gibson, 1979).
En la investigacin llevada a cabo por el laboratorio de pesquisa en
psicologa ambiental (Locus) conocemos los factores de riesgo y de proteccin
de 26 jvenes, en la franja de 18 a 27 aos, que antes hacan reciclaje de
basuras y ahora son participantes en un proyecto de una fbrica de escobas

97

originadas a partir del reciclaje de botellas de plstico. Investigamos tambin


los indicadores biosociodemogrficos de los jvenes y de sus familias, adems
de los aspectos de salud, calidad de vida y afectividad, relacionados con su
nuevo trabajo en la fbrica, a partir de instrumentos cuantitativos y cualitativos.
Los datos revelaron que el grupo investigado es un grupo vulnerable
socialmente por los siguientes factores: renta familiar baja; reciben becas del
gobierno; tuvieron que dejar de estudiar para trabajar; no aprobaron en las
asignaturas y utilizarn drogas en algn momento. Hay poca participacin de
estos jvenes en actividades que los protegeran en la disminucin de los riesgos,
tales como la baja frecuencia de actividades deportivas. Todos ellos ya pasaron
por situaciones lmite de trabajo en la calle y cuando fueron preguntados sobre
sus cualidades, sus respuestas mostraban baja autoestima, sentimientos de
vergenza e inadaptacin social.
Se constata por medio de estos datos que es posible disminuir las
vulnerabilidades sociales introduciendo incentivos consistentes en actividades
productivas y de creacin de empleo y renta. Confirmamos tambin que la
creacin de vnculos y de afectos con el ambiente, en el caso de trabajo, pueden
ser caminos importantes para la creacin de resiliencias y potencialidades para
revertir procesos de vulnerabilidades sociales y ambientales.
Presentaremos otra investigacin que muestra cmo las situaciones
protectoras en espacios abiertos con mayores en situacin de vulnerabilidad
pueden potenciar resiliencias.
VULNERABILIDAD DE PERSONAS MAYORES Y USO DE ESPACIOS ABIERTOS EN EL CONTEXTO DE
REINO UNIDO -PROYECTO INCLUSIVE DESIGN FOR GETTING OUTDOORSSUSANA ALVES(4)
En relacin a personas mayores, la vulnerabilidad es definida en trminos
de vivienda en reas de mucha privacin (medido conforme al ndice de
privacin mltiple de este pas), (IMD, 2007). En el Reino Unido, el gobierno
tiene propuesto intervenciones ambientales con el objetivo de disminuir las
desigualdades sociales y facilitar el uso de los espacios abiertos y naturales
para diversos grupos de personas, incluyendo las personas mayores. Estas
estrategias tiene como objetivo aumentar la calidad de vida de los mayores
(DETR, 2000) .
(4)

Trabajo presentado por Susana Alves.

98

Una de estas estrategias se refiere a la modificacin de los espacios


residenciales, tales como calles, para convertirlas en espacios compartidos
o Zonas de hogar (DIT,2005). Este concepto de Zonas de hogar se origin en
Holanda en los aos 70 y se refiere bsicamente a una disminucin en el
trfico en las calles residenciales con el fin de incentivar a los peatones, ciclistas,
jvenes y adultos a usar las calles como una extensin de sus propios hogares.
Las zonas de hogar estn destinadas a extender las actividades humanas en el
ambiente exterior y facilitar la interaccin de los diversos grupos sociales en el
espacio pblico.
En este estudio, se investig cmo las calles transformadas en Zonas de
hogar afectaban el uso y las actividades de los mayores en espacios abiertos
en diversas ciudades de todo el Reino Unido. Se utiliz una combinacin de
mtodos tales como cuestionarios, entrevistas, observaciones, cartografa
ambiental y diarios de actividades para examinar cmo los residentes de las
zonas de hogar presentaban un mejor estado de salud, una mayor frecuencia
de interaccin social, y uso de los espacios abiertos cuando se compararon
con los de residentes de calles tradicionales. Los resultados indican que tanto
la cantidad (extensin de zonas verdes) como la calidad de estos espacios
(mantenimiento y apariencia) son determinantes para la frecuencia de uso de
espacios abiertos por parte de las personas mayores. La presencia de vegetacin
y de espacios verdes contribuy a una mayor frecuencia de interaccin social
y se relacion positivamente con mejor estado de salud para los residentes de
las zonas de hogar.
La cantidad y calidad de los espacios abiertos y espacios verdes pueden ser
utilizados como una estrategia para mitigar la vulnerabilidad social de las
personas mayores. En consecuencia, la integracin entre la investigacin en
psicologa ambiental y la prctica en diseo de paisaje y de arquitectura se
convierte en algo muy necesario.
VULNERABILIDAD EN CONTEXTOS LABORALES: AMBIENTE, SALUD LABORAL Y CALIDAD DE VIDA
AMLIA FRAGA(5)
Desde los aos 70 se vienen desarrollando mltiples investigaciones que se
centran en estudiar los efectos que, sobre la calidad de vida laboral, tiene la
estructura horaria en turnos de trabajo, con especial inters en el turno de
noche. Dichos estudios pueden agruparse en dos perspectivas terico(5)

Trabajo presentado por Amlia Fraga.

99

metodolgicas, la de la calidad del entorno de trabajo y la de la calidad de


vida laboral psicolgica aunque la tendencia de la investigacin actual camina
hacia una nueva perspectiva integradora: el enfoque psicosociolgico (Segurado
& Agull, 2002). Esta ltima es en la que se enmarca el presente estudio en el
que, mediante la convocatoria de diferentes grupos focales a lo largo de la
geografa gallega, se han extrado los datos que sustentan la confeccin de un
cuestionario. Dicho cuestionario, tras ser validado, ser aplicado entre
trabajadoras y trabajadores a turnos, con el objeto de extraer los resultados de
investigacin.
Las investigaciones publicadas hasta el momento, sientan las bases de la
presente investigacin al quedar probado que existen alteraciones del ritmo
circadiano en las personas que trabajan a turnos; esto se traduce en alteraciones
del sueo; problemas cardiovasculares, digestivos, ginecolgicos (Smith et
al, 2008) Por sus particularidades, el turno de noche ha sido investigado
separadamente, al respecto se concluye que traspasada la barrera de los 3 das
seguidos, trabajados en este turno, se produce un notable aumento del riesgo
de lesin (Folkard, 2008), reduccin de la productividad y de la seguridad
(Folkard & Tucker, 2003). A estas manifestaciones fsicas debemos sumar otras
que tambin se vuelven determinantes, las alteraciones psicolgicas y sociales,
entre las que destacan los problemas psicopatolgicos (Takahashi et al, 2006);
la manifiesta escasez de tempo para los y las trabajadoras y para compartir con
otras personas de su entorno, pudiendo derivar esto en un aumento de conflictos
familiares as como tambin en una sensacin de marginacin o alienacin
social (Bohle & Quinlan, 2000).
Conocidas las preocupaciones y objeto de estudio de la investigacin de
los tericos, toma especial relevancia la constatacin o no de la importancia
que las personas implicadas les atribuyen. Con este objetivo, se realiz la
convocatoria de 3 grupos focales (entre los meses de mayo y julio de 2010) en
los que participaron un total de 19 personas, once hombres y ocho mujeres. El
grupo se caracterizaba por estar formado por trabajadores en activo, con
modalidad de trabajo a turnos (incluido turno de noche); aunque, cabe destacar
que, entre las personas participantes haba trabajadores a turnos que en la
actualidad: estaban liberados sindicales (2); haban dejado de trabajar a turnos
(2); y/o trabajaban a turnos sin turno de noche (1). El intervalo de edad de las
personas participantes fue de 25 a 61 aos ( = 43,31), y el intervalo de tiempo
que llevaban trabajando a turnos estaba entre 5 y 36 aos ( = 16,78). Entre
los resultados derivados del anlisis del discurso de los grupos focales, resulta
de especial relevancia lo siguiente:

100

Dentro de las categoras en las que se han ordenado los datos, en cuanto a
aspectos laborales generales destacan 2 unidades temticas. La primera referida
a los lugares de descanso/ pausa comida, al respecto una persona participantes
afirmaba hay seccins donde non se fai traballo continuo, quero decir, que si
se pode interrumpir o traballo en calquer momento e non pasa nada, e hai
outras seccins nas que non se pode, () nas seccins onde se pode parar si
teen comedor para poder irse a tomar o bocadillo, donde hai unhas mquinas
de bebidas quentes, fras, y logo despois en todas as seccins si hai unha zona,
non para que te poas al relajado a tomar nada pero si polo menos para que
podas tomar un refresco, un caf, de tanto en tanto (Grupo 3. Mujer. 53aos.
36trabajando a turnos, sin turno de noche); la segunda unidad temtica se
refiere a los desplazamientos casa-trabajo, otra de las personas participantes
opinaba al respecto del siguiente modo mi turno de trabajo es 7 7 y 10 horas
pero en realidad son 9 9 y 11 horas porque tengo que salir de aqu, llegar a mi
puesto de trabajo, volver o sea ya no es un turno de y eso condiciona
mucho (Grupo1. Mujer. 48 aos. 20 trabajando a turnos).
Entre los aspectos laborales ms directamente relacionados con el trabajo a
turnos cabe sealar las unidades temticas referidas, en primer lugar, a la
voluntariedad de la noche, uno de los participantes hablaba as: sobre todo,
siempre pondra un punto que creo que tiene que ser, que tenemos que luchar
por ah siempre, que es la voluntariedad, hay gente que por su ritmo biolgico
que acopla mucho mejor (Grupo2. Hombre. 37 aos. 10 trabajando a turnos);
en segundo lugar, a los criterios de edad para dividir turnos, una participante
expona que en Madrid hai sitios que s, que a xente que leva moitos anos fai
slo turno de ma e outros teen turno de tarde e os que van entrando novos
van collendo a turno de noite, nalgn hospital que eu si sei que hai que a xente
vai escollendo os turnos segn a edad que tea de antigedad na empresa pero
eso xa non nada fcil poelo (Grupo3. Mujer. 61 aos. 35 trabajando a
turnos); en tercer lugar, a los fines de semana y festivos, en relacin a ellos se
apuntaba: nosotros tenemos alguna nave que trabaja, 5 maanas, 5 tardes y 5
noches, vale? Pero siempre tiene el fin de semana libre y la gente de ah no
cambia, no quiera cambiar para otra porque tener todos los fines de semana
libres merece la pena para la gente sacrificarse (Grupo 2. Hombre. 37 aos.
10 trabajando a turnos); y en cuarto lugar a la responsabilidad personal:
descanso, trabajo fuera del trabajo a veces, el trabajo que te llevas para casa
es el de dormir, y eso no te lo paga nadie (Grupo 2. Hombre. 45 aos. 20
trabajando a turnos).

101

El anlisis, adems de atender a la calidad de vida laboral, incorpora la


calidad de vida en su sentido ms extenso, segn lo que de ella opinan los
trabajadores y trabajadoras a turnos. En esta categora, se diferencian claramente
los aspectos biomdicos de los psicosociales, y destacan varias unidades
temticas. Por un lado, se constata la problemtica, ya investigada, que
conllevan los cambios horarios en la alimentacin y el sueo el problema en
s el trabajo a turnos es la falta de descanso, el sueo, nunca coges un hbito
de sueo y luego las comidas, con todos los problemas que conlleva pues el
comer hoy a una hora y maana a otra (Grupo1. Mujer. 31 aos. 6 trabajando
a turnos). Por otro lado, resulta interesante el acento que ponen las personas
que trabajan a turnos en la vida social: e que se non tes familia, non tes
amigos, non tes tempo para estar con nadie, non eres nadie; ests aqu vivindo,
para qu? Para a empresa porque para outra cousa non penso eu, vamos
(Grupo 3. Hombre. 47aos.18 trabajando a turnos); en la vida familiar: estando
los dos a turnos, dices tu de la vida de pareja, pues es nula muchas veces ()
no existe(Grupo 1. Hombre. 35aos. 12trabajando a turnos) y en como el
bienestar psicolgico personal puede ayudar a llevar mejor la situacin: hai a
xente que as leva ben (falando do turno de noite) e hai xente que mal eso, eu
creo, que vai na capacidad da persona y no como unha persona razone (Grupo
3. Mujer. 61 aos. 35 trabajando a turnos).
A partir del anlisis de la informacin recogida, se contribuye a desvelar
tanto las caractersticas del ambiente laboral, familiar y/o social como el de los
turnos de trabajo a los que estn sometidas las personas que trabajan a turnos,
y que afectan a su salud y calidad de vida desde su propia perspectiva. En
consecuencia, estamos caminando hacia una propuesta de intervencin para
limitar la vulnerabilidad de las personas que trabajan a turnos.
VULNERABILIDAD

Y SOSTENIBILIDAD

A la vista de las perspectivas expuestas, se pretende generar una discusin


que permita analizar la relacin entre el modo de afrontar la vulnerabilidad en
distintos contextos dentro de un marco de actuacin hacia el diseo de polticas
sostenibles en el entorno laboral, organizacional-comunitario y social en
general. Esto permitir hacer hincapi en los factores comunes y en los elementos
diferenciadores, a partir de los que pueda construirse un modelo de gestin de
la vulnerabilidad en un marco de desarrollo comunitario sostenible.

102

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104

SATURACIN Y DESAPARICIN DEL ESPACIO PBLICO:


NUEVAS REFLEXIONES PARA SU RECUPERACIN
M CARMEN PEARANDA-CLERA(1); JOS SIMES DE ALMEIDA JUNIOR(2*);
ANDRS DI MASSO TARDITTI(3); MARTIN MORA MARTINEZ(4);
ISABEL PELLICER CARDONA(1); FLIX PREZ-TEJERA(3);
RAMON RIBERA-FUMAZ(5); VERNICA URZA BASTIDA(6) Y PEP VIVAS-ELIAS(5).
Necesitamos el espacio pblico porque es un lugar donde salir, respirar
aire, vegetacin,... es necesario para nuestra salud. Tambin tenemos
una necesidad visual de algo que sea bello. Pero cada vez ms, estas
necesidades estn perdiendo contenido y las estamos trasladando a otros
lugares que no son los espacios pblicos. Por otra parte, las ciudades son
mucho ms heterogneas, con ms diversidad, y pedimos que los espacios
sean mucho ms funcionales. Esto al final provoca lugares cada vez ms
vacos, porque claro, si t pones un mobiliario y unos elementos
concretos, eso significa que hay otras actividades que no pueden realizarse
y muchas veces la solucin es eliminar estos elementos. Hay una serie
de tems que se considera que siempre tienen que estar, un banco, un
espacio de juegos infantiles... Al final, lo que tenemos son espacios vacos
o con un contenido muy homogneo, cuando nuestra sociedad es ms
diversa y las necesidades ms mltiples (Barrutia, 2010).
La recuperacin de los espacios pblicos al servicio de todos/as y practicado
por todos/as es una de las reivindicaciones que ms fuerza ha tomado en los
ltimos tiempos, de mano de cientficos/as sociales, movimientos sociales y

(1)

Universitat Autnoma de Barcelona (Espaa).


Universidade Federal de Minas Gerais (Brasil).
(3)
Universitat de Barcelona (Espaa).
(4)
Universidad de Guadalajara (Mxico).
(5)
Universitat Oberta de Catalunya (Espaa).
(6)
Instituto Tecnolgico y de Estudios Superiores de Occidente (Mxico).
* Parte de esta investigacin ha contado con la colaboracin financiera de FAPEMIG - Fundao
de Amparo Pesquisa do Estado de Minas Gerais.
(2)

105

vecinales y ciudadanos/as respecto a la gestin de los espacios urbanos. Si se


demanda una recuperacin de este espacio pblico ser porque se intuye y/o
vivencia una prdida del mismo en nuestras ciudades, o porque lo que en la
actualidad se articula como espacio pblico es ms bien una amalgama de
espacios marcados normativamente que responden a una lgica de la economa
del ocio y del consumo. En este trabajo, ofrecemos algunas reflexiones que
pretenden dar cuenta de esta desaparicin, as como de la saturacin
discursiva que rodea al fenmeno del espacio pblico. Y, todo ello, con la
intencin de, a partir de la exposicin, reflexin y discusin de diferentes
experiencias de investigacin, disponer de ms elementos para poder articular
diferentes propuestas de recuperacin de este espacio pblico.
La conceptualizacin, la teorizacin y la reflexin sobre el espacio pblico
ha sido abordada desde multitud de perspectivas sociales, humanas y/o tcnicas
(sociologa, antropologa, economa, psicologa, turismo, poltica, literatura,
urbanismo, arquitectura, etc.). Los discursos sobre el espacio pblico han
versado sobre una serie de temticas comunes como, por ejemplo, el control,
la vigilancia, la seguridad, el conflicto, la apropiacin, la democracia, la
ciudadana, etc. Entendemos, por un lado, que la forma de teorizar el espacio
pblico, sea cual sea su perspectiva, est saturada; es decir, las reflexiones que
se elaboran en torno al espacio pblico giran, siempre, alrededor de las mismas
conceptualizaciones y de los/as mismos/as autores/as y referentes, ofreciendo,
de este modo, miradas muy similares de lo que se entiende como espacio
pblico. Dicha saturacin, as como la homogeneidad que se desprende de la
misma, se visualiza, entre otros, en dos aspectos concretos: en primer lugar, las
formas de disear, construir, actuar e intervenir sobre las urbes son
unidireccionales y estndares, producindose tal similitud entre los espacios
urbanos que, con independencia de la ciudad donde nos encontramos, el
espacio pblico aparece como clonificado (sobre todo, por el efecto de la
globalizacin). En segundo lugar, las formas de practicar, de usar, de
experimentar y de interaccionar en el espacio urbano estn contextualizadas
en una sociedad postfordista que cada da est ms controlada, vigilada,
normativizada y politizada. Esto provoca que las posibilidades de accin y de
relacin se ajusten a patrones concretos de comportamiento, dejando poco
margen para la sorpresa o creatividad en el hacer ciudad.
Inicialmente, nuestra forma de acercarnos al espacio pblico en este captulo,
como investigadores/as sociales de las urbes y como ciudadanos/as de las
mismas, no dista de los aspectos comunes planteados anteriormente. Esto es
as, por decirlo de algn modo, de manera intencionada, no tanto con la

106

idea de repetir las mismas conceptualizaciones y/o reflexiones, sino con el


objetivo de problematizarlas y, desde el interior de su propio discurso,
evidenciar los procesos de saturacin y desaparicin que entendemos estn
afectando a los espacios pblicos que constituyen nuestras ciudades
contemporneas. Para llevar a cabo esta problematizacin, nos hemos centrado
en tres de los ejes temticos que nos permiten dar cuenta de las transformaciones
que, en la actualidad, estn afectando a los espacios pblicos y a las ciudades
que les dan forma.
a) La institucionalizacin poltica y postcapitalizacin del espacio pblico:
La cuestin de lo poltico en las ciudades, pasa por intervenir sobre el espacio
pblico. Por un lado, los poderes pblicos, con la ayuda de tcnicos/as
municipales y urbanistas, asumen que tienen la legitimidad y potestad, dado
que son los/as representantes escogidos/as por los/as ciudadanos/as de manera
democrtica, de proponer y desarrollar proyectos que transforman el espacio
urbano. En aras de la mejora urbanstica, social, econmica, etc. de distintas
partes, zonas, lugares y espacios concretos de las urbes, se llevan a cabo
intervenciones de pequea o gran envergadura. En algunos casos, estos procesos
de transformacin toman en consideracin la opinin de la ciudadana, ya sea
de manera visible o encubierta, a travs de procesos de participacin ciudadana.
Todas estas transformaciones tienen un objetivo comn: que el espacio pblico
adquiera un valor econmico y, por lo tanto, siga la lgica de los mercados
postcapitalistas.
Por otro lado, hay una tendencia a que las intervenciones que parten de
abajo hacia arriba, esto es, los procesos de participacin que arrancan desde
las necesidades cotidianas y reales de las ciudades, las alternativas
comunitarias sobre la resolucin de los problemas en el espacio pblico, se
institucionalicen y desvirten en la mayora de las ocasiones. Por muchas
ciudades que haya en la actual sociedad globalizada y por mucho que se apele,
se potencie y se regule la participacin ciudadana en la intervencin urbana,
son escasos los ejemplos en los cuales se haya diseado y construido un espacio
pblico desde la ciudadana, slo con el asesoramiento de arquitectos/as,
urbanistas y tcnicos/as y con el beneplcito total de los/las polticos/as de
turno.
Sea como sea, hay un inters, por parte de los poderes polticos y econmicos
por unificar aquello que podemos hacer y no podemos hacer en las calles, en
las plazas, en las avenidas, etc. Cualquier comportamiento o prctica socialurbana se encuadra en la lgica instituida de la produccin y del consumo. El

107

espacio pblico se convierte en un continuo de zonas comerciales y de espacios


multiplex (Muoz, 2010), en el escaparate ideal de la sociedad postcapitalista
(como ya nos anunciaban los situacionistas hace muchas dcadas).
b) La vigilancia, la seguridad y la normativizacin del espacio pblico:
El espacio pblico contemporneo ya no es pblico; y ha dejado de serlo
porque cada vez es ms visible y porque cada da est ms normativizado. En
relacin a la visibilidad, y con la excusa de la seguridad, los instrumentos de
videovigilancia, que inicialmente estaban circunscritos al espacio privado (casas
comerciales, bancos, etc.) y que, posteriormente, se trasladan al transporte
pblico (metro, aeropuertos, etc.), se distribuyen y toman, en la actualidad, el
espacio pblico sin que, aparentemente, notemos su presencia. Bajo la
normalidad cotidiana, las trayectorias sociales-urbanas se monitorizan mediante
sistemas tecnolgicos altamente sofisticados y militarizados: cada momento,
cada instante, cada fraccin, es grabada y registrada. Las cmaras registran y
filman las 24 horas del da lo que ocurre en las urbes. La sensacin de seguridad
la obtenemos gracias al desarrollo de una verdadera carrera armamentstica
(Flusty, 1994), en la que las autoridades locales compiten por adoptar en calles,
plazas, edificios y servicios pblicos la ltima innovacin militar, contribuyendo
as a desarticular los vnculos de confianza, la capacidad de sentirnos seguros
entre la multitud y de que la expresin del conflicto cotidiano permita generar
espacios de empata y regulacin informal de los usos de los espacios comunes.
Las ciudades nos miran, ya no son espacios urbanos que permiten huidas
secretas e ntimas por pasajes, calles, plazas, etc.
Implcitamente esta fantasa del control absoluto genera diferentes costes:
por un lado, es evidente, el coste econmico que, por parte de los estamentos
municipales, se destina a extender la red de cmaras de videovigilancia en el
territorio urbano (y ya no solamente en el centro de las ciudades); por otro
lado, la vulneracin y eliminacin de derechos fundamentales como
ciudadanos/as que somos: la intimidad, el honor o la imagen propia y la
generacin de ciertas categoras sociales como, por ejemplo, la de los/as
incvicos/as o la de malos/as ciudadanos/as (categoras que suelen ser
siempre las mismas: las personas que ejercen la prostitucin, las personas sin
hogar, las personas inmigradas, etc.); categoras que reafirman el poder de los
poderes pblicos a la hora de definir una serie de normas sociales que regulen
el uso y la prctica del espacio pblico.
As pues, como apunta Garland (2005: 315), en la sociedad contempornea
se controla todo pero con una excepcin muy concreta: controles espaciales

108

y controles situacionales, controles manageriales, controles sistmicos, controles


sociales, observamos ahora la imposicin de regmenes de regulacin,
inspeccin y control ms severos (...) el control est ahora recobrando su
importancia en todas las reas de la vida social, con la particular y sorprendente
excepcin de la economa, de cuyo dominio desregulado emergen
habitualmente la mayor parte de los riesgos contemporneos.
La normativizacin del espacio pblico entronca directamente con el tema
del civismo ciudadano. Las ordenanzas cvicas que se elaboran con la intencin
de erradicar y sancionar comportamientos urbanos relacionados con la pobreza,
la desigualdad, la prostitucin, es decir, todas aquellas prcticas en el espacio
pblico que, a priori, molestan a los/as ciudadanos/as-normales. Pero no
slo: en ciudades como Barcelona, por ejemplo, tambin se han prohibido
prcticas ms vinculadas a lo deportivo, artstico y/o creativo como, por ejemplo,
el skate y el patinaje o el graffiti, prcticas que, a su vez, hacen de Barcelona
una ciudad reconocida a nivel internacional. Las ordenanzas cvicas imponen
frmulas de hacer y estar en la ciudad que acaban convirtiendo a los espacios
pblicos en lugares ordenados y controlados y, por supuesto, habitados por
gente normal y que asume como propios los valores del civismo ciudadano.
Iniciativas cvicas de esta ndole demuestran la poca sensibilidad que tienen
los poderes pblicos no slo por la cuestin del espacio pblico, sino tambin
por algunos colectivos que, con su presencia en el mismo, ponen en evidencia
a la sociedad postfordista. Los/as polticos, independientemente la ideologa
que tengan, promueven polticas sociales que tienen como objetivo resolver
los desajustes del propio sistema. Pero esa supuesta preocupacin por los
problemas sociales de las ciudades y por los colectivos que los padecen se
difumina cuando se elaboran y se ejecutan ordenanzas cvicas cuyos efectos
son los de criminalizacin y victimizacin de determinados colectivos que, ya
de por s, estn sometidos a situaciones de exclusin social.
c) La apropiacin y el conflicto del espacio pblico:
Como apunta Delgado (2008), el espacio pblico en tanto espacio de todos,
no podra ser objeto de posesin, pero s de apropiacin. Apropiarse de una
cosa no es poseerla, sino reconocerla como propia, en el sentido de apropiada,
es decir apta o adecuada para algo. Por ello al menos conceptualmente la
calle o la plaza, en tanto que espacios pblicos, no pueden conocer sino
usuarios, es decir, individuos que se apropian de ellas en tanto que las usan y
slo mientras lo hacen. El paisaje urbano actual provoca que ya no nos
podamos apropiar de las urbes en los dos sentidos que propone el autor. No

109

podemos poseer nuestras ciudades dado que la naturaleza de ese espacio en


tanto que pblico, se ve matizado en la medida en que quienes se arrogan su
titularidad la Administracin que entiende lo pblico como lo que le
pertenece (Delgado, 2008). Tampoco podemos usar el espacio pblico a
nuestra merced porque, como hemos apuntado anteriormente, se vigilan y
regulan aquellos usos y prcticas urbanas inapropiadas.
Los/as ciudadanos/as cada vez nos podemos apropiar menos de nuestras
ciudades, en la excepcin segunda expuesta de Delgado (2008), ya que el
espacio pblico de la ciudad se ha construido mediante la accin de un paisaje
postfordista, normativizado, vigilado y represivo que est expulsando cada da
ms a los/las ciudadanos/as. En cierta manera, las urbes seleccionan a los/las
paseantes y a los/las usuarios/as y deja al margen aquellas personas que no
quieren, o no pueden, cumplir con lo establecido poltica y econmicamente.
El espacio pblico pierde, de esta manera, toda su identidad y entidad y se
convierte nicamente en un lugar de circulacin entre comercio y comercio, y
no en un espacio de encuentro donde se puedan realizar tertulias, cenas, fiestas
mayores, mercados, etc. En este sentido, resulta ms adecuado y rentable generar
espacios pblicos que puedan ser ocupados y habitados de manera temporal y
tangencial, como ocurre, por ejemplo, con los/as turistas.
La forma de visualizar que hay un conflicto en el espacio pblico pasa por,
desde instancias polticas, y desde algunos medios de comunicacin,
estigmatizar y decir que ciertos colectivos estn haciendo un mal uso del espacio
urbano. Se mezcla y se trata por igual a los/as antiglobalizacin, a los/as
terroristas o a otras religiones; los/las delincuentes comunes, los/la migrantes,
los top-manta o los/las vendedores/as ambulantes, las manifestaciones
espontneas o no autorizadas, aquellos/as que hacen destrozos en el espacio
urbano, los/as msicos/as, los/as juerguistas, los/as graffiteros, los/las que van
mal vestidos, las personas ejerciendo la prostitucin, etc. Como explicita
Borja (2010): se constituye una amalgama de comportamientos muy diversos,
unos que ya son objeto de normas claras y contundentes (en general en el
Cdigo Penal y en diversas reglamentaciones municipales), otros que son
simplemente conflictos derivados de la convivencia entre gente diferente en el
espacio pblico, otros que la percepcin de peligrosidad es consecuencia de
los miedos a menudo extremados por una dosis de irracionalidad o de ignorancia
de la poblacin y de la manipulacin populista de las autoridades. Y otros que
no representan ningn riesgo real excepto herir la sensibilidad de los que no
quieren ver lo que no les gusta o les provoca mala conciencia. Los conflictos
que se generan en el espacio pblico responden, en la mayora de las ocasiones,

110

a conflictos estructurales de la propia sociedad postcapitalista y no tanto a las


dinmicas propias y singulares que se dan en dichos lugares urbanos.
Estos tres ejes temticos sern retomados en los apartados que vienen a
continuacin. Pero, lejos de hacer una lectura de la relacin entre stos y el
espacio pblico que contribuya a la produccin de un conocimiento repetitivo
desde las ciencias sociales, nuestra pretensin es hacer una lectura crtica, de
manera que nos permita plantear otras formas de ver y experimentar el espacio
pblico de nuestras ciudades. Una lectura que nos permita cuestionar y
desenmascarar esa comprensin del espacio pblico como un lugar
institucionalizado, normativizado, controlado, vigilado y conflictivo, al tiempo
que proponemos otras formas de comprensin que apuestan por un espacios
urbanos pblicos donde las personas puedan moverse y desplazarse libremente,
que sean accesibles para todos los colectivos y donde se materialice todas las
formas posibles de hacer la ciudad.
Esta inquietud, por dar cuenta de la saturacin y desaparicin del espacio
publico, as como por buscar y ofrecer alternativas de conceptualizacin y de
construccin de espacios pblicos que respondan a los intereses y usos de los/
as ciudadanos/as, es lo que gua el planteamiento y la discusin del presente
trabajo. Desde este inters por pensar de otro modo el espacio pblico y, por
ende, de practicar otra forma de vivirlo, presentamos a continuacin, en forma
de apartados, una serie de trabajos de investigacin y reflexiones crticas sobre
el espacio pblico contemporneo. Advertimos al lector/a sobre el contraste
entre los diferentes apartados y reflexiones, ya que es fruto de una discusin
colectiva llevada a cabo en el Simposio Saturacin y desaparicin del espacio
pblico: nuevas reflexiones para su recuperacin, celebrado en el marco
del XI Congreso de Psicologa Ambiental. Hemos optado por esta forma de
presentacin como forma de abrir y ampliar la mirada sobre el espacio pblico.
ESPACIO PBLICO Y POLTICAS CALLEJERAS(1)
Como discurso de moda, las polticas pblicas han ganado espacios dentro
de los discursos burocrticos en distintos sectores e instituciones. En el caso de
los gobiernos municipales se han convertido en parte del discurso oficial sin
haber comprendido cabalmente sus alcances y su real significado. Se habla,
pomposamente, de generar polticas pblicas para recuperar espacios pblicos,
mediante un proceso que implique gobernanza (otra palabreja de moda),
(1)

Trabajo presentado por Martn Mora Martnez.

111

colaboracin decidida entre aparato de gobierno, ciudadanos y organismos de


participacin civil. As, se renueva el discurso oficial sobre la gestin municipal
para dotarlo de una apariencia de modernidad que pocas veces se acompaa
de toma de decisiones afortunadas y, lo que es peor, considerando el bienestar
colectivo ante todo.
El espacio pblico es uno de los objetivos ms apetitosos para echar a andar
la maquinaria burocrtica de las polticas pblicas. Bajo el supuesto clsico de
que lo poltico es, ante todo, lo que se cocina en lo pblico, en los espacios
comunes, se genera una serie de proyectos e intervenciones en las que los
ciudadanos asisten como elementos susceptibles de ser consultados, pero casi
nunca como participantes activos en los procesos de transformacin de dichos
espacios. En suma: al discurso oficial se aaden formas de participacin
ciudadana mostrencas, incompletas y, muchas veces, como mero adorno y
pretexto para la puesta en marcha de intervenciones onerosas, poco claras y
sospechosamente en contubernio con empresas privadas que ofrecen dichos
servicios.
Guadalajara (Mxico) es un municipio de gran (y desordenado) crecimiento, y
que ha sido colocado dentro de los tres primeros lugares en importancia en el
pas. Los cambios en administraciones de distintos partidos polticos, no han
generado una slida estructura de funcionamiento municipal y ni siquiera una
manera clara y efectiva de gobernanza. Por lo mismo, frente a las ocurrencias
que se desprenden de las administraciones municipales para recuperar el espacio
pblico, se han generado una cantidad fabulosa de polticas callejeras:
iniciativas ciudadanas, movimientos urbanos de corte ldico-artstico que
cuestionan y proponen maneras ms democrticas, sencillas, econmicas y de
largo plazo para que los espacios pblicos sean realmente un rea comn,
zona colectiva, mbito ciudadano y motivo permanente para la participacin
dentro de lo que s seran polticas pblicas, ms all del discurso yuppieburocrtico de las camarillas de funcionarios municipales.
EL LUGAR TEATRAL COMO ESPACIO SOCIAL: LA
PAULO-BRASIL)(2)

OCUPACIN DE LA

PLAZA ROOSEVELT (SAO

Nuestro abordaje comprende el lugar teatral como una unidad cultural,


artstica y social organizada, en un contexto urbano dado, que se establece por
el uso que los artistas del teatro y el pblico hacen de ese espacio (vase Almeida
(2)

Trabajo presentado por Jos Simes de Almeida Junior.

112

Junior, 2007, 2010). Se destaca, por lo tanto, la dimensin de lugar usado y


vivenciado por la accin teatral y por la relacin con la ciudad. En este contexto,
se discuten las actividades realizadas por los grupos de teatro, a partir de los
aos 90, en la Plaza Roosevelt, localizada en la regin central de la ciudad de
Sao Paulo (Brasil), donde el teatro, y sus procesos de espacializacin, actan
como agente de transformacin urbana.
En los procesos denominados de revitalizacin de los centros urbanos
encontramos, por lo general, un conjunto de imaginarios asociados, tale como:
intervencin/recuperacin/renovacin de bases espaciales y arquitectnicas.
Este hecho pone de relieve la importancia del espacio en el fomento y en la
modificacin de las sociabilidades urbanas. En algunos casos, es recurrente la
proposicin del poder pblico o de algunas organizaciones no gubernamentales,
frente a la presencia de locales deteriorados y abandonados en la ciudad, tales
como: viejos caserones, fbricas, edificios, etc., que podran transformarse en
centros o locales de cultura durante el proceso de revitalizacin. La discusin
sobre la relacin entre cultura y espacio en la ciudad como parte del proceso
de transformacin urbana presentan una serie de perspectivas y
desdoblamientos.
En el caso de la Plaza Roosevelt, la intervencin no se inici a partir de una
propuesta de cambio arquitectnico. Al contrario, la plaza estaba olvidada y
era evitada por sus residentes y por el poder pblico. El teatro produjo otras
espacialidades y espacializaciones no visibles en el sitio. La prctica teatral ha
sido la responsable de los cambios en las relaciones entre los residentes, en la
movilidad y en los modos de ocupacin de la plaza y sus alrededores (accin
de fuerzas del eje de las horizontalidades). La Plaza Roosevelt no se trata de
una plaza cualquiera, pero este lugar se haba convertido en el icono del centro
deteriorado de Sao Paulo, con sus travestis, prostitutas y prostitutos, personas
sin hogar, traficantes y menores abandonados, todos sumergidos en medio de
un paisaje sucio, violento, con poco o nada de verde.
En este ambiente, el grupo de teatro Los Satyros se instal en la plaza. Su
prctica escnica se fundament en la insercin en los espectculos del grupo
de los temas recurrentes del da a da de la plaza (travestis, trfico, prostitucin,
menores abandonados, etc.); en la integracin de los residentes en las
actividades del grupo, sea como empleados o sea como actores o actrices; en
la creacin de un pequeo bar/caf. Todo esto se tradujo en un ambiente
favorable de reconocimiento, movilidad e identidad del grupo, del pblico y
de los residentes con el lugar. Con el pasar del tiempo, el teatro, la produccin
artstica y la plaza ganaron visibilidad. Tales resultados estimularon, por ejemplo,

113

la llegada y la instalacin de otros grupos de teatro en la plaza, alterando


radicalmente el modo de ocupacin, circulacin y sociabilidad en este lugar.
El resultado fue un proceso de transformacin del imaginario y de reinsercin
de la plaza en el conjunto de la ciudad.
Solamente despus de ms de diez aos de trabajo de los grupos de teatro
de la Plaza Roosevelt, fue aprobada la financiacin para un proyecto de
intervencin arquitectnica en la Plaza. Cabe sealar que en un corto espacio
de tiempo (aproximadamente 10 aos), los inmuebles alrededor de la Plaza
Roosevelt, gracias a la disminucin de la violencia visible y de la notoriedad
de la plaza, fueron valorizados (en algunos casos ms del 200%), cambiando
la dinmica de los grupos de habitantes de la Plaza. No es difcil prever, ante la
especulacin inmobiliaria y la fragilidad econmica inherente a la actividad
teatral, que muchos de esos grupos de teatro podrn ser expulsados del lugar
en el transcurso de la actuacin inmobiliaria depredadora. Del mismo modo,
muchas de las personas sin hogar, entre otras minoras, ya han abandonado el
lugar, movindose a regiones adyacentes. Resta saber si el teatro continuar
actuando en el mismo sentido de insercin y relacin con el lugar, o se volver,
metafricamente, para el interior de los edificios teatrales. Finalmente, si tendr
fuerza para sobrevivir a la lgica del capital y de las fuerzas del eje de las
verticalidades.
PRCTICAS CULTURALES EN EL SUBSUELO DE LA CIUDAD: EL USO DEL ESPACIO SUBTERRNEO
COMO ESPACIO PBLICO(3)
La ciudad actual, ciudad de trayectos, desplazamientos y movilidades,
minimiza el uso del espacio pblico en su forma tradicional y habitual; a la
vez, potencia el uso de otro espacio pblico: el subterrneo. As pues, las
caractersticas de la ciudad actual han potenciado que se trasladen ciertas
actividades culturales y de consumo a espacios alternativos, como el subsuelo
de la ciudad. Los espacios marginales o simplemente funcionales del metro se
han convertido en una prolongacin de las calles ms comerciales y en un
lugar donde albergar actividades culturales, es decir, en un aparador de la
sociedad postcapitalista.
Desde el 2006 estamos realizando una investigacin que tiene como
principal elemento articulador el anlisis de los espacios de trnsito,
centrndonos especficamente en un eje de movilidad urbana vital de la ciudad

(3)

Trabajo presentado por Isabel Pellicer Cardona.

114

contempornea, el Metro. Durante este tiempo, hemos observado, que esta


infraestructura de la ciudad, no slo ha ido evolucionando para dar servicio a
cada vez ms usuarios y adaptarse a las nuevas posibilidades tecnolgicas,
sino que tambin ha ido incorporando y dando cabida a distintas actividades
culturales y/o ldicas. Estas actividades no vinculadas con los trayectos han
ido subrayando y resaltando el potencial de estos espacios antao considerados
marginales, oscuros o simplemente funcionales, convirtindose en una
prolongacin de las calles comerciales y en un lugar donde albergar actividades
culturales de distinta ndole.
As pues, han aparecido ciertas actividades culturales y de consumo en
estos espacios alternativos, convirtiendo el subsuelo de la ciudad en una suerte
de espacio pblico que se erige como alternativa al uso de las calles y las
plazas, emplazamientos cada vez ms regularizados, cuya consecuencia es la
minimizacin y limitacin de los usos de los espacios pblicos en su forma
tradicional, supuestamente por motivos de gobernabilidad. Iniciativas como:
poner sucursales de bibliotecas en vestbulos, organizar actividades infantiles
navideas (como encontramos en el Metro de Madrid), programar festivales de
msica, exposiciones o montar una pista de hielo (como se realizan en algunos
vestbulos e intercambiadores de Barcelona) o campaas publicitarias como la
que realiz Ikea (en el metro de Pars), que pobl algunos andenes con sus
sofs convirtindolos en un escaparate, dan cuenta de ello. Es decir, el espacio
pblico del subsuelo de las ciudades toma relevancia para la expresin cultural
y de consumo, convirtindose en aparador de la sociedad postcapitalista. Una
sociedad en la que ha desaparecido el papel tradicional que jugaban los espacios
pblicos.
UNA CIUDAD SIN VIDA: UNA VIDA PARA LA CIUDAD(4)
No hace falta recurrir a los libros para darse cuenta que la dimensin pblica
de la vida se encuentra francamente privatizada: nuestras calles estn invadidas
de automviles y anuncios publicitarios; nuestras plazas han quedado reducidas
a lugares tursticos o comerciales; nuestros centros de reunin se reservan el
derecho de admisin; las cuestiones polticas se resuelven en trminos
personales. Esta es la conclusin de una vida que se corroe a s misma, que se
consume por la va de su privatizacin y abandono. Pero es en parte incorrecta,
porque al mismo tiempo tambin existe la creacin cotidiana de lo pblico, y

(4)

Trabajo presentado por Vernica Urza Bastida.

115

las propuestas tericas respecto a la misma. Mostrar estas dos fuerzas, estas
dos direcciones de la vida, es tarea del presente trabajo.
Por privatizacin se entender, aqu, el proceso de racionalizacin del
espacio y las relaciones sociales que inici en el siglo XIX; precisamente, cuando
el pensamiento industrial dividi a la vida en dos mitades: la mitad pblica,
donde estableci que slo se deba trabajar y producir y consumir; y la mitad
privada, donde se deba hacer todo lo dems. Dicha separacin y ordenacin,
tuvo, al menos dos consecuencias. Por una parte, la dimensin pblica de la
vida qued supeditada a las exigencias de la economa, el comercio y la
produccin: el espacio pblico se convirti, entonces, en un medio para el
movimiento de personas y mercancas: se privatiz en la medida en que el
movimiento reemplaz la idea de estar en la calle por la de atravesarla. Y por
la otra, la forma de relacionarnos en pblico qued tambin regida por la
lgica de la racionalidad capitalista, que, desde entonces y hasta ahora,
establece que en pblico uno debe de comportarse distante, indiferentemente,
como si estuviera tratando con cosas cuya importancia radica en aquello que
uno obtiene de ellas.
Ahora bien, en el fondo de dicho proceso lo que se encuentra es el proyecto
de una vida programada y definida de la misma manera para la totalidad de la
gente; programacin y definicin que, evidentemente, escapa a la misma gente,
y a la que, en consecuencia, sta tiene que acomodarse, le guste o no, lo
quiera o no. El sentimiento de que uno no controla su propia vida, de que hay
tanto qu hacer, qu cumplir, qu trabajar, proviene precisamente de aqu,
como tambin el estrs, el hasto y la violencia tan a la usanza hoy en da. Pero
todo proyecto tiene su contraparte, y as, frente y contra a una existencia pblica
privatizada, se ha venido elaborando un proyecto de vida distinto: el arte de
vivir cotidiano (ciertas prcticas, ciertas acciones, ciertos momentos) o, ms
tericamente, la esttica de la existencia elaborada por Foucault, o las propuestas
de la Internacional Situacionista, especficamente, las de Vaneigem.
ESPACIO PBLICO

NEOLIBERAL?(5)

No hay duda que desde los aos ochenta hasta estos das se han consolidado
lo que Cox (1993) denomin nuevas polticas urbanas. stas NPU se han basado
en la creciente importancia en las polticas locales de la promocin de la ciudad,
el marketing competitivo, los eventos espaciales, la regeneracin de los centros
(5)

Trabajo presentado por Ramn Ribera-Fumaz.

116

urbanos y una larga lista de proyectos destinados a atraer inversin y promover


el crecimiento econmico en vez de gestionar las contradicciones del
crecimiento y desarrollo econmico en la ciudad.
En este sentido, es comnmente aceptado que las NPU son las polticas
ligadas al despliegue del neoliberalismo como proyecto poltico econmico
urbano, o en otras palabras, representan la urbanizacin del neoliberalismo
(Brenner, Peck y Theodore, 2010). sta urbanizacin neoliberal se caracteriza
por la necesidad de proyectar espacios que maximicen el valor y eviten la
amenaza de la desvalorizacin del capital (Brenner y Theodore, 2002).
Su resultado ha sido la imposicin de polticas dirigidas a limpiar la ciudad
mediante la substitucin del espacio pblico por el privado, controlar y
penalizar comportamientos pblicos desviados (por ejemplo, los
vagabundos) y atraer inversores y clases medias a la ciudad. En este sentido, la
ciudad de las NPU se ha analizado como un espacio distpico: una ciudad
revanchista con polticas de tolerancia cero, sistemas sociales basados en la
penalizacin de la exclusin y una urbe encarada para el disfrute y goce de las
clases medias y altas (MacLeod y Ward, 2002; Merrifield, 2002; Mitchell, 2003).
Sin embargo, el foco en la construccin de nuevos espacios por parte de la
literatura acadmica ha tendido, en general, a centrarse en los procesos de
privatizacin del espacio pblico pero sin profundizar en otros aspectos. Entre
estos, este trabajo se centra en dos. Primero, la construccin restrictiva del
espaci pblico keynesiano y sus limitaciones como espacio abierto. Segundo,
la continua (aunque de menor importancia) necesidad de espacios pblicos
dentro de estrategias neoliberales.
Por ello, partiendo de los enfoques de espacio pblico desarrollados por
Don Mitchell (2003) y Henri Lefebvre (1974), se analizarn la produccin de
espacios pblicos en los aos sesenta y en la ltima dcada, y en especial
cmo y para quien esos espacios pblicos son producidos.
LUGARES PBLICOS, ESPACIOS PARA EL MIEDO(6)
Junto a procesos aparentemente imparables de disolucin, fragmentacin y
privatizacin, la ciudad convive hoy con la consolidacin de la inseguridad
ciudadana como uno de sus principales retos a resolver. En Barcelona se
considera el problema ms grave por parte de sus habitantes segn datos del
(6)

Trabajo presentado por Flix Prez-Tejera.

117

ltimo barmetro semestral del 2009, slo superado en junio del 2010 por el
paro y las condiciones laborales, a pesar de contar con un ndice de
victimizacin relativamente bajo y estable en torno al 20% de la poblacin.
El sentimiento de inseguridad ciudadana establece vnculos con factores
psicosociales que van ms mucho ms all del hecho de haber sido o no vctima
de un delito. Entre sus mltiples consecuencias negativas est la evitacin de
ciertos espacios urbanos, lo cual favorece su ocupacin por parte de grupos
socialmente excluidos, contribuyendo as a su guetizacin. En este sentido,
algunos autores vienen advirtiendo de la existencia de un proceso global de
progresiva evitacin de los espacios pblicos hacia espacios semiprivados ms
controlados y seguros, que afecta especialmente a gran parte de las ciudades
americanas y a algunas de las europeas y que pone en grave riesgo la
supervivencia del espacio pblico, entendido como un espacio de
heterogeneidad y encuentro.
El estudio observacional de los usos de 40 espacios pblicos en la ciudad
de Barcelona durante un periodo de 3 meses, llevado a cabo con la colaboracin
del Ajuntament de Barcelona est revelando, sin embargo, unos niveles de
afluencia y utilizacin de los espacios seleccionados muy elevados que pone
en cuestionamiento parte del discurso acerca de la desaparicin del espacio
pblico. Junto a una tendencia de evitacin de ciertos lugares por una parte de
la ciudadana, se encuentran tambin parques y plazas urbanas que rebosan
de actividad social en determinados momentos del da y que constituyen
verdaderos espacios de interrelacin significativa. Por contra, es la
conceptualizacin del espacio pblico como lugar seguro y ordenado la que
se desvanece. En su lugar sta se presenta como distintos lugares heterogneos,
intrnsecamente ligados a su realidad local, en los que se manifiestan las
desigualdades y conflictos propios de una sociedad urbana compleja sometida
a un continuo proceso de evolucin donde la sensacin de seguridad se trata
tan slo de algo temporal y aparente.
Las transformaciones sociales que la ciudad experimenta como resultado
entre otros factores de una mayor diversificacin tnica y de la existencia de
nuevas fracturas sociales contribuyen a una complejizacin de la convivencia
de los usos y actores en el espacio pblico que implica un aumento potencial
de la conflictividad. Sin embargo, las transformaciones no hacen los espacios
ms inseguros sino que evidencian el delicado y dinmico estado de equilibrio
que caracteriza lo urbano y la necesidad de polticas pblicas eficaces orientadas
a disminuir la tensin social y las desigualdades estructurales.

118

La Psicologa Ambiental puede fomentar la percepcin de seguridad mediante


la identificacin de patrones psico-socio-ambientales que favorecen una amplia
y democrtica utilizacin de los espacios pblicos urbanos o, por el contrario,
el temor y correspondiente abandono por parte de ciertos colectivos sociales.
LA FETICHIZACIN DEL ESPACIO PBLICO Y LA BANALIZACIN DEL CONFLICTO URBANO(7)
Bajo el rtulo genrico de espacio pblico, la ltima dcada ha visto
emerger en la esfera poltica institucional, los crculos acadmicos y la opinin
pblica un conjunto de discursos en torno a las formas apropiadas e inadmisibles
de percibir, practicar y gestionar el espacio urbano. Ms concretamente, hoy
en da no slo no es posible no hablar del espacio pblico al hablar de la vida
urbana, sino que debe hablarse del mismo dentro de unos cauces discursivos
adecuados. La idea que organiza este trabajo es que es posible recomponer
una retrica hegemnica del espacio pblico (un nuevo sentido comn), cuyos
efectos socio-regulatorios abundan en situaciones prcticas de censura,
desigualdad y exclusin sociales. Esta retrica dominante se asienta sobre un
conjunto de pilares discursivos articuladores de una ideologa fetichizadora
del espacio pblico como ideal normativo. Dicho ideal convierte el espacio
pblico en una entelequia discursiva que capitaliza el significado de lo
pblico como subterfugio argumentativo bajo el cual se prolongan viejas
lgicas materiales de discriminacin social (por motivos de clase, gnero,
procedencia nacional o tnica, etc.). En este proceso, el conflicto urbano es
paradjicamente reducido a una dimensin a-conflictiva que racionaliza las
fricciones de la diversidad social y niega las tensiones estructurales de la
desigualdad, la dominacin y la subalternidad.
Este planteamiento es ilustrable mediante tres casos concretos en la ciudad
de Barcelona (la ocupacin y autogestin de un espacio pblico, las fronteras
interiores contra la inmigracin ilegalizada y la normativa municipal contra el
incivismo). Este trabajo, en definitiva, pretende aportar elementos a la reflexin
crtica sobre el espacio pblico desde un triple objetivo: 1) identificar los
discursos dominantes sobre el espacio pblico contemporneo; 2) recomponer
y problematizar la fundamentacin y el funcionamiento ideolgicos de estos
discursos dominantes, en el marco de una hipottica cultura del espacio
pblico; 3) introducir en el mbito de la psicologa ambiental conceptos y
argumentaciones de la geografa poltica tiles para analizar la vida social en
el espacio pblico actual.
(7)

Trabajo presentado por Andrs Di Masso Tarditti.

119

LTIMAS REFLEXIONES PARA LA RECUPERACIN DEL ESPACIO PBLICO.


Los diferentes trabajos presentados dan cuenta de cmo los procesos de
privatizacin y burocratizacin que estn sufriendo nuestras ciudades tienen
efectos claros tanto en el diseo, planificacin y gestin de los espacios pblicos,
como en la propia gestin de la dimensin pblica (y como no, tambin en la
dimensin privada) de nuestras vidas. El malestar generado por modelos urbanos
impuestos (basados en las nuevas polticas urbanas que, representan a su vez
la urbanizacin del neoliberalismo), donde se restringe de forma importante el
uso creativo de los espacios pblicos, pone en evidencia que es necesario
pensar otra forma de intervenir y, por lo tanto, de vivir en la ciudad. Estas
nuevas formas de estar en la ciudad, unas ms institucionalizadas (como la
emergencia de actividades culturales y/o ldicas en el subsuelo de nuestras
ciudades, como ocurre en los espacios que rodean a la red de metro), y otras
procedentes del ejercicio de la ciudadana o de colectivos y movimientos
sociales (como las denominadas polticas callejeras, que se corresponden con
movimientos urbanos de corte ldico-artstico; o la transformacin urbana y
relacional generada por el grupo los Satyros a partir de la prctica teatral en la
plaza Roosevelt en Sao Paulo), nos permiten ilustrar cmo es posible generar
transformaciones en los espacios urbanos atendiendo a los usos y necesidades
de los ciudadanos que los frecuentan, y no tanto a los planes urbansticos de
los poderes pblicos e intereses econmicos.
Estas apropiaciones ciudadanas son vistas, con cierta frecuencia, de manera
estigmatizada, ya que no responden a lo institucionalizado. La tendencia a
normalizar y normativizar las actividades y acciones que es posible llevar a
cabo en los espacios pblicos de nuestras ciudades, nos ha llevado a hablar de
la desaparicin del espacio pblico, y no porque ste desaparezca fsicamente,
sino porque el uso al que se anima es un uso marcado y construido de acuerdo
con un tipo concreto de sociedad (patriarcal, economizada, de consumo, con
un predominio de la automocin, etc.) y de acuerdo con un modelo neoliberal
de ciudad. Adems, el ideal normativo que parece imperar en las formas de
hacer ciudad por parte de los organismos pblicos, donde todo es planificado,
racionaliza la diversidad social y niega, a su vez, la posibilidad de conflicto y
tensin social propias de nuestras sociedades contemporneas. Como apunta
Delgado (2005), las polticas urbansticas tienen como voluntad modelar la
ciudad, y modelarla no slo en el sentido de hacer de ella un modelo, sino de
hacerla modlica, un ejemplo y referente a seguir.
A partir de las experiencias presentadas y de la discusin generada en torno
a las mismas, entendemos que existe otra forma de hacer ciudad y de habitar

120

los espacios pblicos. Una forma de hacer ciudad y de habitar los espacios
pblicos que, lejos de responder a los intereses gubernamentales y/o a los
intereses econmico-tursticos, se genere a partir de la ciudadana y para ella.
Los espacios pblicos rebosan actividad, s, pero con frecuencia se trata de
una actividad marcada y programada, ya sea a partir del diseo del espacio
que delimita lo que hacer, ya sea a partir de las normas que regulan los
comportamientos a desarrollar. Nuestro espacio de discusin ha evidenciado,
al contrario, la necesidad de pensar y construir otros espacios pblicos, espacios
habitables donde haya cabida para todos y todas (para las mujeres, los jvenes,
los inmigrantes, los nios, la gente mayor, las personas con dificultades de
movilidad o con problemas psquicos o sensoriales, etc.). La heterogeneidad
de las formas de vida urbana tiene que encontrar su eco en un espacio pblico
que posibilite su implementacin y desarrollo, y no que ponga cortapisas al
mismo. Como apunta Bonet (2007:43) se hace necesario apostar por un modelo
de gobernanza real donde se reconozca el protagonismo social de los distintos
actores invisibilizados en la poltica formal que constituyen el tejido social
productivo metropolitano. Un modelo que no escamotee el conflicto en aras
de soluciones consensuales, sino que permita facilitar la creatividad social que
surge de la potencia del disenso, y que genere un espacio pblico incluyente,
dinmico y creativo.
Se hace necesario un espacio pblico que se despliegue y haga posible el
discurso de la cotidianeidad de la ciudad, donde se hagan visibles y posibles la
multiplicidad de prcticas sociales y urbanas que tienen lugar, a su vez, a travs
de la multiplicidad de trayectorias e interacciones sociales que se producen y
reproducen en l. Un espacio pblico que no limite las actividades, sino que
sea entendido como espacio de relacin y de interaccin por excelencia, donde
exista la posibilidad de expresarse de forma libre y alternativa. Un espacio de
movilizacin, donde se puedan inventar e implementar prcticas sociales,
nuevas e imprevistas, de toda la vida pero tambin novedosas y rompedoras.
Un espacio pblico donde todo/a ciudadano/a tenga la oportunidad de expresar
su sentir y su hacer, donde ste pueda implicarse, donde las iniciativas
ciudadanas no sean estigmatizadas, sino reconocidas y valoradas.

121

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122

NOVAS PERSPECTIVAS DA IDENTIDADE DE LUGAR


JOS MANUEL PALMA-OLIVEIRA
Universidade de Lisboa

BERNARDO HERNNDEZ
Universidad de La Laguna

O conceito de identidade de lugar contnua, hoje como sempre, a construir


um dos mais importantes da Psicologia Ambiental. No entanto com a diversidade
dos seus usos a necessidade de uma anlise sistemtica do conceito e da sua
relao com outras teorias da Psicologia nunca foi mais necessria.
Assim prope-se, num simpsio onde participam 3 equipas de Investigao
ibricas, analizar o conceito de identidade de lugar em duas dimenses
complementares com base em dados empricos:
a) o continuo ou descontinuidade terica entre vinculo / atitude /identidade
do lugar / identidade pessoal / identidade social, e com outras teoras
como a psicologa positiva.
b) a delimitao espacial do conceito (i.e., do lugar especifico ao pas,
pasando pelo bairro e pela cidade) e as implicaes tericas.
A relao entre o Ser Humano e o ambiente ter que ser naturalmente
conceptualizada passando necessariamente pelo conceito de identidade de
lugar. por ele que os aspectos transacionais que so o cerne da especificidade
da Psicologia Ambiental passam necessariamente. com ele que o conceito
de self alargado para responder s necessidades da nossa disciplina tem que
lidar de forma clara e inequvoca.
Conceitos to fundamentais como o de identidade de lugar levantam
problemas fundamentais para a nossa disciplina. Por um lado so muitas vezes
encarados de forma demasiado filosfica pelas disciplinas limtrofes dificultando
as necessidades de operacionalizao do conceito em termos de trabalho
emprico.
Os trabalhos apresentados neste simpsio pretendem integrar-se numa viso
sistemtica que pretende testar o conceito de identidade de lugar para que a
sua independncia conceptual seja avaliada.

123

Este aspecto tanto mais importante quanto, sendo a Psicologa Ambiental


definida, em muito, pelo seu objecto de estudo frequente os seus conceitos
mais importantes estarem ligados ao seu objecto de avaliao. Assim sendo a
relao self-ambiente aquilo que interessa disciplina, a definio de lugar
em relao ao self foi naturalmente autonomizada.
No entanto poderemos considerar essa autonomia como justificvel se os
fenmenos empricos que a literatura isola, poderem ser interpretados como
efeitos reconhecidos de outras teorias psicolgicas como a do self, do vinculo,
da identidade social.
Percebemos claramente, ao colocar o problema desta maneira que o conceito
de identidade de lugar central no debate epistemolgico sobre a natureza da
nossa disciplina.
Uma disciplina independente das teorias da psicologia ou uma disciplina
psicolgica que utiliza e adapta teorias psicolgicas e que se define
essencialmente pelo seu objecto e adaptao de mtodos mais que pelas suas
teorias?
A nica maneira de responder claramente a esta questo atravs da reflexo
clara e da pesquisa emprica programtica (que segue um programa de
investigao mais do que realiza uma ou outra investigao supostamente
fundamental).
As equipas aqui reunidas tm levado a cabo este tipo de trabalho.
Se existem muitas instancias de trabalhos onde, por exemplo o conceito de
identidade social utilizado para prever e compreender certos dados empricos,
poucos programas empricos existem onde se tenta encarar desde o principio a
identidade de lugar como um aspecto da identidade do self e da identidade
social e sistematicamente avaliar como a identidade de lugar pode comportarse como uma vulgar identidade social, e ser conceptualizada como tal.
Se existem muitas investigaes que tratam a identidade de lugar nos seus
aspectos de ligao ao conceito de vnculo poucas equipas existem que tentam
separar e avaliar a diferena entre os dois conceitos e perceber quando estamos
em presena de um ou outro dos aspectos.
Se existem muitas investigaes que pretendem alargar a viso de identidade
de lugar a outros conceitos como a felicidade ou a chamada psicologia positiva
poucos o fazem to sistematicamente.
Assim o trabalho na Ibria sobre o assunto parece ser de molde a constituise como um eixo de desenvolvimento do conceito muito importante.

124

IDENTIDADE DE LUGAR E DIMENSO DO BAIRRO: IMPACTO EM TERMOS DE DESCRIMINAO


Ftima Bernardo (Universidade de vora) e Jos-Manuel Palma-Oliveira
(Universidade de Lisboa) argumentam que, em contexto urbano, apesar de
reconhecida a existncia de descriminao positiva e negativa em funo do
lugar de residncia, poucos estudos sistemticos tm sido feitos no sentido da
compreenso deste fenmeno. Em particular da importncia da identidade de
lugar nas relaes intergrupais em contexto urbano.
O conceito de identidade de lugar, apesar de amplamente usado,
sistematicamente reconhecida a sua fragilidade tanto em termos tericos (e.g.:
Twigger-Ross etal., 2003), como em termos de operacionalizao (e.g.: Speller,
2005). Neste contexto, alguns psiclogos ambientais tem recorrido ao conceito
de identidade social, em particular Teoria da Identidade Social e Teoria da
Auto-Categorizao, e tm tratado a identidade de lugar como uma substrutura
da identidade social do indivduo, constituda por aspectos do auto-conceito
baseados na pertena a grupos definidos geograficamente. Assim, o ambiente
pode ser visto como uma categoria social, com um significado socialmente
elaborado e compartilhado resultante da interaco entre os seus elementos, e
no apenas como uma cenrio onde a interaco ocorre (Valera e Pol, 1994).
Pressupe-se deste modo que os princpios e estratgias realizados em relao
identificao com o lugar so semelhantes aos utilizados na identificao
social com um grupo, como tambm foi salientado por Bonaiuto, Breakwell e
Cano, 1996. Not only can place act as a social category providing identity in
its own right but also it can act as a trigger for identities to emerge (TwiggerRoss, Bonaiuto e Breakwell, 2003, p.207).
Mais recentemente, no mbito da psicologia social alguns estudos salientam
que sendo a identidade social dependente do contexto, importante perceber
a capacidade do arranjo espacial na definio da identidade social (Haslam,
etal., 2010).
Contudo no tem sido feita a investigao sistemtica sobre a relao entre
a identidade de lugar e o conceito de identidade social.
Assim, o estudo que apresentamos enquadra-se num projecto de investigao
mais amplo que pertende estudar as potencialidades limites e diferenas do
conceito de identidade ao lugar (nos seus nveis de abstraco geogrfica) e os
conceitos vigentes na psicologia social sobre identidade social. objectivo
deste estudo compreender se o lugar, entendido como uma categoria social,
conduz a uma distintividade positiva em relao a um exogrupo relevante, e
assim conduz aos mesmos fenmenos e nveis de estereotipia que outros grupos

125

sociais. Isto , verificar as condies mnimas de discriminao intergrupo nos


grupos baseados na sua pertena a lugares.
Mais concretamente, pretende-se verificar em que medida o bairro de
residncia uma explicao necessria e suficiente para a descriminao em
relao aos membros de outros bairros, e se a dimenso do bairro tem efeitos
em termos de descriminao, isto , se os residentes de bairros numericamente
mais pequenos apresentam maior descriminao intergrupo do que os bairros
maiores.
Em termos tericos partimos da Teoria da identidade social (Tajfel, 1978,
1981; Tajfel e Turner, 1979) e dos seus posteriores desenvolvimentos, e da
Teoria da Distintividade ptima de Brewer (1991, 1993) que salienta a
importncia da dimenso do grupo no processo de discriminao.
Foi conduzido um estudo com 98 sujeitos usando uma categorizao de
grupo mnimo e as matrizes de tipo A e B de Tajfel, num estudo inter participantes
de 2 X (dimenso do bairro: grande vs pequeno) X 2 (Identificao: alta e baixa).
Os resultados confirmaram as hipteses, isto que os residentes dos bairros
pequenos apresentam maior identificao, satisfao, mas tambm discriminam
mais do que os bairros grandes. Contudo verifica-se a interaco entre a
dimenso dos bairros e a identificao ao bairro. Assim, verificou-se que os
elementos dos bairros grandes com forte identificao descriminam tanto como
os elementos dos bairros pequenos. Verifica-se assim que a identificao
uma condio necessria para a descriminao.
No sentido de perceber as razes que esto na origem da discriminao em
funo da dimenso do grupo usaram-se as matrizes de Tajfel de tipo B, que
opem a mxima diferenciao intergrupo ao mximo proveito comum. Os
resultados mostraram que os grupos minoritrios apresentaram menor
descriminao do que os maioritrios, isto os grupos maioritrios escolhem
os valores que maximizam a descriminao enquanto os grupos menores
procuram um balanceamento entre a descriminao do outro grupo e a captao
de proveitos para o seu grupo.
IDENTIDADE DE LUGAR E RELAES INTERGRUPAIS: DOIS ESTUDOS DE CAMPO
Jos-Manuel Palma-Oliveira, Ftima Bernardo, Rui Carvalho e Slvia Lus
continuando a desenvolver a perspectiva definida no estudo acima estudam a
identidade de lugar no contexto das relaes intergrupais, conceptualizando o
espao urbano como um palco de relaes intergrupais baseadas na pertena
dos sujeitos a espaos fsicos. Por outro lado a dimenso espacial, e a sua

126

componente poltica, de um espao associado por definio a uma identidade


de lugar pode estar a espaos pequenos como uma rua ou um bairro mas
tambm a uma cidade ou mesmo um pas. At que ponto esta dimenso espacial
determina fenmenos psicolgicos diferenciados o que tentamos estudar num
conjunto de trabalhos.
O objectivo geral deste trabalho estudar a identidade de lugar no contexto
das relaes intergrupais, conceptualizando o espao urbano como um palco
de relaes intergrupais baseadas na pertena dos sujeitos a espaos fsicos, e
assim perceber at que ponto esta dimenso espacial determina fenmenos
psicolgicos diferenciados.
Dois estudos de escalas diferentes sero aqui apresentados. O primeiro tem
como rea de abrangncia a rea Metropolitana de Lisboa (AML) e teve como
objectivo compreender a influncia do lugar de residncia e da identidade
local na percepo dos diferentes concelhos assim como nas distores
espaciais. O estudo inquiriu 1058 residentes em 18 municpios da AML (51%
mulheres) em relao aos diferentes aspectos: identidade local, percepo de
segurana e desejabilidade da rea e clculo de distncia entre municpios. Os
resultados mostraram a influncia da identidade local na percepo dos
concelhos, verificando-se uma valorizao do concelho em que vivem e dos
concelhos que lhe esto mais prximos tanto em termos de atractividade como
de percepo de segurana. Este padro valida a relevncia do conceito de
identidade local como factor psicolgico importante na percepo do espao
sociopoltico.
Em relao percepo das distncia verifica-se a influencia da presena
do Rio Tejo como barreira psicolgica entre a margem norte e a margem sul da
AML. Verifica-se uma subestimao das distncias dentro da mesma margem
e uma sobrestimao das distncias entre concelhos de margens diferentes,
em particular pelos residentes da margem norte onde se situa a cidade de Lisboa.
Assim parece que os residentes da AML vem os residentes da margem oposta
como exogrupo geogrfico. Em termos de mobilidade estes resultados levam
a prever uma relutncia em mudar de margem, em particular para os residentes
da margem norte.
O segundo estudo centrou-se em quatro bairros contguos da cidade de
Lisboa, com caractersticas fsicas e sociais diferentes. Foram estudados 179
residentes em termos de identidade de lugar, identidade cidade de Lisboa e
identidade nacional, satisfao, hpercepo de homogeneidade do endogrupo
e diferenciao inter-bairros, percepo da qualidade global do bairro, prestigio

127

e segurana e percepo de distncia entre os bairros e a alguns pontos centrais


da cidade de Lisboa.
Os resultados mostraram a importncia do local de residncia e da identidade
local na diferenciao positiva da rea de residncia, e nas distores espaciais.
Verifica-se que os residentes apresentam uma percepo mais positiva da sua
rea de residncia do que os no residentes, e uma distoro espacial no sentido
de tornar mais prximo os bairros valorizados e mais distantes os bairros no
valorizados positivamente. Verifica-se ainda uma associao entre a identidade
local e a percepo da homogeneidade do endogrupo e a descriminao
intergrupal.
DIFERENCIACIN ENTRE IDENTIDAD DE LUGAR, APEGO AL LUGAR, ACTIVIDADES AMBIENTALES
Y NORMAS SOCIALES

Bernardo Hernndez,Cristina Ruiz, M Carmen Hidalgo, Ana Mara Martn,


Con el propsito de delimitar la naturaleza y caractersticas de la identidad de
lugar revisam los resultados de varias investigaciones previas en las que se ha
relacionado este concepto con las actitudes ambientales, las normas relativas,
el apoyo a leyes medioambientales, las caractersticas del barrio y el vnculo
con el lugar de residencia. Asimismo, se compara la magnitud en la identidad
de lugar en funcin de distintas variables sociodemogrficas (nativos vs no
nativos, jvenes vs adultos, hombres y mujeres). Los resultados obtenidos en
las investigaciones analizadas son consistentes tanto en las magnitudes y en el
sentido de las correlaciones como en las diferencias encontradas. As, las
conclusiones que se apuntan van en la direccin de la diferenciacin de este
concepto de otros conceptos psicosociales como son el de actitud, norma social
o apego al lugar.
ACERCAMIENTO A LA IDENTIDAD DE LUGAR DESDE LA PSICOLOGA POSITIVA
Sergi Valera (Universidade de Barcelona) no pretende testar o conceitomas
recoger o reagrupar ciertos temas o lneas de investigacin de tradicin
ambiental consolidada especialmente el concepto de place-identityremirndolos a la luz de un nuevo paradigma emergente en psicologa: la
psicologa positiva (Seligman&Csikzentmihalyi, 2000). El resultado pues resulta
algo parecido a unamanera de enfocar lo que podemos denominar una
Psicologa Ambiental Positiva.
Algo similar a esto es lo que caracteriza a la psicologa de este siglo y supone
un cambio de paradigma radical a la hora de entender la experiencia psicolgica

128

y social de las personas y los fenmenos que esta experiencia comporta


(Sheldon& King, 2001).
Desde nuestra perspectiva, podremos denominar entornos positivos a
aquellos entornos cuyas caractersticas sociofsicas generen configuraciones
ambientales que, de manera general, predispongan para el desarrollo y
crecimiento de las personas y sus potencialidades, a la vez que favorezcan la
experiencia psicolgica de bienestar fsico, mental y social, de satisfaccin
con la vida y de estados emocionales positivos. La casa, la ciudad, los entornos
institucionales o los entornos naturales deben ser analizados, cuando no
intervenidos, a la luz de estos parmetros positivos.
En esta lnea, Cattell et. al. (2008) exploran la relacin entre el espacio
pblico y el bienestar (well-being) de las personas. Para ello acuden a la
psicologa ambiental y constatan como, aunque centrada en buena parte en
mecanismos relacionados con el estrs, ha sabido tambin descubrir los
beneficios positivos del entorno a travs de conceptos como place-identity,
sentido de apego o satisfaccin residencial. A su vez, las formas en las que la
gente reporta y localiza sus experiencias vitales pueden revelas los contextos
en los cuales experimentan su bienestar.
Planeado el tema en estos trminos, el espacio sociofsico puede ser
considerado bien un elemento generador de bienestar y experiencias positivas
o bien el contexto donde las personas pueden experimentar situaciones
personales o sociales positivas. Dentro de la primera categora encontramos
desarrollos tales como el anlisis de la capacidad restauradora de los entornos
(Korpela& Karting, 1996; Korpela, et.al., 2001; Korpela&Ylen, 2007), la calidad
esttica del paisaje (Berlyne, 1974; Kaplan, 1995; Galindo & Corraliza, 2000;
Galindo & Hidalgo, 2005) o el concepto de place-identity (Proshansky,
Fabian&Kaminoff, 1983; Sarbin, 1983; Twigger-Ross, &Uzell, 1006; Di Maso,
Vidal & Pol, 2008).
De hecho, a pesar de que todos ellos tienen conexiones mtuas (Korpela
parte del concepto de place-identity para llegar a los entornos favoritos y despus
a los entornos restauradores, mientras que Kaplan llega a su teora de la
restauracin atencional a partir, entre otros, de los trabajos de Berlyne, su
evolucionismo y sus propiedades ambientales), estos desarrollos
psicoambientales han seguido, hasta cierto punto, caminos independientes.
Pero, para el tema que nos ocupa, mientras el concepto de entorno restaurador
implica un estado previo psicolgicamente negativo que puede ser contrarestado
ambientalmente para restaurar el bienestar (Herzog, 2009), en una lnea similar

129

a la de los entornos teraputicos (Gesler, 2003; Williams, 1999), las experiencias


estticas que favorecen estados emocionales positivos o la seguridad y sensacin
de conexin con el mundo psicolgico, social y ambiental que proporciona la
identidad de lugar, devienen elementos ambientales positivos en s mismos.
En la ponencia se desarrollar ms ampliamente este y otros puntos pero,
en cualquier caso, y volviendo al concepto de place-identity, es necesario
completar su desarrollo y conceptualizacin a partir de elementos de tensin
que son imprescindibles a la luz de los cambios sociales y ambientales actuales
(Stokols, et.al., 2009). Estos elementos pueden resumirse en dos premisas. Por
un lado la necesidad de superar la dimensin individual para adoptar una
traduccin social y comunitaria, del mismo modo que el concepto individualista
de bienestar ha precisado nuevos desarrollos ms sociales (Keyes, 1998). Y por
otro, la necesidad de contemplar una identidad de lugar cada vez ms
multiplicada, desplazada y deslocalizada, como signo de los nuevos y lquidos
tiempos (Dixon &Durrheim, 2000; Di Maso, et.al., 2008; Vidal, Valera y Per,
2010).

CONCLUSO
Com este conjunto de trabalhos pode-se concluir que:
a) O conceito de identidade do lugar necesita de umadiscriminao terica
importante que o relacione sistemticamente comoutrosconceitos
importantes da psicologa
b) Existe umnvel de definio do conceito que compaginavelcom as teoras
de Identidade, nomeadamentecomIdentidade Social, na medida em que
os sujeitosexperimentais se comportam de forma equivalente como se
estivessemsujeitos a categorizaessociais (i.e., grupos sociais)
estudadasna literatura da Psicologia Social. A exteno dos fenmenos
empricos notavel.
c) possivel distinguir conceitos relacionados com a identidade de forma
sistemtica para alm da Identidade Social, tal como as Atitudes e o
Apego/vinculo.
d) possivel relacionar estesconceitoscom teoras mais ligadas aoself como
a psicologa positiva e o conceito de felicidade.

130

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132

DIMENSIONES HUMANAS DEL CAMBIO GLOBAL


RICARDO DE CASTRO
Servicio de Educacin Ambiental y Formacin
Consejera de Medio Ambiente

En la actualidad el acuerdo social y cientfico sobre la trascendencia del


fenmeno del cambio climtico, la mayor crisis ambiental global a la que se
enfrenta la humanidad, y su origen claramente antrpico, no est conllevando
de forma paralela una respuesta relevante por parte de los gobiernos ni del
sector privado, as como tampoco desde la esfera de la sociedad civil, en el
mbito ciudadano.
La Convencin Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climtico
lo defini como el cambio de clima atribuido directa o indirectamente a la
actividad humana que altera la composicin de la atmsfera mundial y que se
suma a la variabilidad natural del clima observada durante perodos de tiempo
comparables. Su origen humano ha sido claramente establecido por el Grupo
intergubernamental de expertos en cambio climtico (Metz et al. 2007),
determinando que ste est causado por las emisiones y la concentracin de
gases de efecto invernadero directamente asociadas a comportamientos
insostenibles de personas, grupos e instituciones y que cerrando el ciclo prev
un grave impacto en los sistemas sociales y naturales.
Por otro lado se nos indica que tenemos posiblemente menos de 15 aos
para adoptar los cambios ms importantes sobre nuestras emisiones de gases
de efecto invernadero.
As el cambio climtico se configura como un fenmeno global, un producto
complejo de nuestro uso de energa, del consumo insostenible, del crecimiento
poblacional y de cambios ecolgicos como la deforestacin. Adems hay que
considerar otros elementos constitutivos del panorama de cambio global como
la alteracin de los ciclos vitales de la biosfera, el problema del agua en el
planeta o la prdida de biodiversidad.
Parece evidente que si esta grave problemtica ambiental global con
importantes efectos adversos, actuales y futuros, sobre el entorno y el bienestar

133

de las personas, tiene un origen humano, es necesario disear y desarrollar


estrategias de carcter social, o sea que se dirijan directa o indirectamente a
las personas.
Esto quiere decir que antes desarrollar estrategias de intervencin social es
necesario evaluar de forma coordinada las dimensiones psicosociales de la
poblacin objetivo (barreras y apoyos) y las oportunidades del contexto
(facilitadores y barreras). Y por otro lado, que en muchas ocasiones las demandas
de accin requeridas depende de cambios previos en el contexto, que faciliten
y hagan posible dicha accin.
De manera que intervenir sobre la accin humana causante del fenmeno
del cambio climtico obliga a partir de las percepciones, creencias, actitudes y
comportamientos sociales asociados a esta cuestin. Sobre todo en una realidad
ambiental de tanta complejidad y en la que las personas difcilmente
comprenden las relaciones entre sus comportamientos y los efectos ambientales
globales de estos, por la distancia espacio/ temporal entre la realizacin de la
accin y sus consecuencias. Desde luego como sealan Andrey y Mortsch
(2000) la gente necesita ayuda para traducir el aserto piensa global y acta
localmente.
INVESTIGACIN SOCIAL DEL CAMBIO GLOBAL.
Como hemos sealado anteriormente sin conocer las interacciones entre
los actores sociales y el fenmeno del cambio climtico es poco menos que
imposible desarrollar una estrategia comunicativa proambiental con una mnima
garanta de impacto. Ya Stern y colaboradores en 1992 apuntaban que sin
una comprensin de las interacciones humanas en el cambio ambiental global,
basadas en la observacin emprica de la conducta humana y en un mejor
conocimiento de las consecuencias de las acciones humanas, los modelos de
cambio de los procesos fsicos y biolgicos estaran incompletos y ms
recientemente Lorenzoni y Pidgeon (2006) sealaban que es urgente conocer
lo que la gente sabe y cree acerca del cambio climtico.
A travs de la investigacin social se deben obtener datos contrastados acerca
de las percepciones, valores, intenciones conductuales y acciones que las
personas despliegan en relacin a este fenmeno. Pero el conocimiento de las
interacciones sociales con el problema global, con la generalidad del fenmeno,
no debe sustituir la investigacin de los aspectos ambientales implicados de
forma especfica (movilidad sostenible, consumo energtico, comportamientos
de compra, residuos...). En ltima instancia en un programa de intervencin

134

socioambiental nos interesarn las cuestiones relacionadas directa e


indirectamente con los comportamientos de emisin de gases de efecto
invernadero en grupos sociales concretos.
El rol desempeado en relacin a la emisin de carbono es radicalmente
diferente por los diferentes subgrupos sociales definidos por variables tales
como capacidad de consumo, movilidad, hbitat de residencia...
Cuestiones como la relevancia del cambio climtico como problema
ambiental, el nivel de conocimiento real sobre este problema, la inmediatez
percibida del fenmeno y de sus efectos, la disposicin a cambiar prcticas
cotidianas relacionadas con la reduccin de gases invernadero, la valoracin
de diversos actores sociales..., as como el anlisis de patrones de
comportamiento ambiental relacionados con esta cuestin (consumo energtico,
movilidad...) son elementos que deben incorporar estudios de estas
caractersticas.
Desde hace algunos aos se estn sucediendo diversas iniciativas en esta
lnea que estn aportando datos de inters de carcter sociolgico y psicosocial
sobre esta cuestin, tanto en nuestro pas (Castro y Lafuente, 2009; Meira, Arto
y Montero, 2009; Moyano, Paniagua y Lafuente, 2009, Hidalgo y Pisano, 2010)
como en el mbito latinoamericano (Urbina y Martnez, 2006)
Uno de los programas de investigacin sociambiental ms consolidados en
nuestro pas es el Ecobarmetro de Andaluca (EBA), proyecto de investigacin
desarrollado conjuntamente desde 2001 por la Consejera de Medio Ambiente
de la Junta de Andaluca y el Instituto de Estudios Sociales Avanzados-CSIC,.
Este programa de investigacin social de caracter anual desarrollado en
Andaluca con una importante muestra ha incorporado desde sus inicios el
anlisis de esta problemtica ambiental, con una aproximacin ms detallada
en las ltimos aos aportando una informacin muy significativa para el
desarrollo de programas de intervencin (Moyano, Lafuente y Castro, 2009)
Un dato recurrente en los ltimos estudios realizados es la actualidad
percibida del problema, de forma que un 70,2% de los encuestados reconocen
en el cambio climtico un problema actual y un 13,3 % considera que ser un
problema futuro, mientras que un 14,4 % no sabe que contestar, siendo apenas
significativo el porcentaje de los encuestados que niegan que el cambio
climtico sea, ni ser en el futuro un problema (2,1%).

135

Figura 1. Atribucin de inmediatez del problema del cambio climtico Fuente: EBA 2009.

Considera Ud. que en los ltimos aos estamos asistiendo a un cambio en


el clima del planeta producido por la emisin de gases de efecto
invernadero?

Una cuestin sorprendente en este estudio ha sido los altos niveles de


conocimiento acerca de esta realidad ambiental, ya que ms de la mitad de los
encuestados no solo dicen conocerlo, sino que se atreven a aportar una respuesta
espontnea para definir el cambio climtico (55,5%), y un 38,9% admiten
haber odo hablar sobre el tema mientras que slo un 5,6% afirma no saber
nada sobre este asunto.
Otra cuestin de inters se centra en revisar el nivel de informacin que se
maneja sobre el cambio climtico abordando tres cuestiones especficas: las
causas, las consecuencias y el modo de enfrentarse ante el problema. As los
resultados obtenidos indican que los encuestados en general se consideran
poco informados sobre los distintos aspectos por los que han sido interrogados.
Slo uno de cada cuatro encuestados declara estar bastante o muy informado
sobre las causas y consecuencias del fenmeno, as como sobre las actuaciones
que se pueden llevar a cabo para frenar el cambio climtico. Existe una alta
correlacin entre los tres temas tratados, lo cual sugiere que una vez que se
desarrolla el inters por el cambio climtico se obtiene una informacin
completa sobre sus distintas facetas.

136

Figura 2. Niveles de informacin sobre cambio climtico Fuente: EBA 2009.

En qu medida se considera Ud. informado sobre los siguientes temas


relacionados con el Cambio Climtico?

Adems se observ que la gente se muestra bastante preocupada por el


cambio climtico, aunque considere que su nivel de informacin sobre las
causas y efectos no es del todo adecuado. Este apartado trata de analizar si la
preocupacin por este problema se traslada a una orientacin ms proambiental
de los comportamientos domsticos. En este sentido un porcentaje muy alto de
encuestados declaran actuar personalmente contra el cambio climtico (53,4%)
frente a los que admiten no hacerlo (35,6%).
Estos datos son interesantes en tanto nos permiten analizar las principales
motivaciones del 53,4% de los encuestados que afirman haber adoptado
medidas para frenar el cambio climtico, y este anlisis de barreras y apoyos es
fundamental para el diseo de argumentos y mensajes y para la mejora de los
contextos sociales, ambientales, normativos... donde se desarrolla la conducta.
La principal motivacin esgrimida est relacionada directamente con la
importancia del comportamiento personal proambiental y su eficacia acumulada
en la lucha frente al cambio climtico (43,1 %), seguida de motivaciones de
solidaridad con las generaciones futuras ( 28,2%) y el seguimiento de una norma
social (24%). Las razones menos importantes se centran en el ahorro econmico
obtenido de estas acciones (1,4%) y la percepcin directa de los efectos del
cambio climtico (1,3%).

137

Figura 3. Motivaciones para actuar contra el cambio climtico Fuente: EBA 2009.

Existen varios motivos que llevan a las personas a realizar acciones


para luchar contra el CC.
Podra decirme cul de las siguientes afirmaciones se
aplica mejor a su caso?
* Slo para los/as que responden S haber adoptado medidas para luchar
contra el cambio climtico: N= 1732

En la otra direccin es importante conocer tambin las barreras que dificultan


un comportamiento sostenible en favor del clima entre el 35,6% de los
encuestados que declaran no haber adoptado ninguna medida para frenar el
cambio climtico. De manera que ms de la mitad de los encuestados (52,2 %)
sealan la falta de capacitacin para actuar como el principal motivo para no
emprender actuaciones contra el cambio climtico, seguidos por aquellos que
opinan que antes debe producirse una cambio en la accin de los gobiernos y
las empresas, mostrando un sentimiento de baja responsabilidad (23%). Y el
resto de razones son muy minoritarias: baja expectativa de autoeficacia (6,1%),
razones de tipo econmico (4,2%) y escasa preocupacin personal (3,6%)

138

Figura 4. Motivaciones para no actuar contra el cambio climtico Fuente: EBA 2009.

Existen varios motivos que llevan a las personas a NO realizar acciones


para luchar contra el CC.
Podra decirme cul de las siguientes afirmaciones se aplica mejor
a su caso?
* Slo para los/as que responden NO haber adoptado medidas para luchar
contra el cambio climtico: N=1.097

Cambiando los comportamientos a favor del clima


Como se ha sealado, es fundamental identificar las barreras que dificultan
que las personas puedan cambiar sus comportamientos ambientales, objetivo
ltimo de los programas de intervencin social frente al cambio climtico.
Estas restricciones pueden ser contextuales (tecnolgicas, normativas, polticas...)
pero tambin barreras de carcter psicosocial.
Los comportamientos proambientales en relacin a la mitigacin del
fenmeno pueden ser de dos tipos principalmente: directos e indirectos. Las
acciones directas se dirigen al desarrollo de prcticas de reduccin de la emisin
de gases de efecto invernadero como por ejemplo de consumo energtico,
movilidad, conservacin de ecosistemas forestales, uso de recursos, generacin
de residuos...

139

Adems estos comportamientos directos realizados por las personas


principalmente en su entorno cotidiano pueden ser de diferente escala (Castro
2010):
1. Decrecimiento, en una situacin de evitacin de conductas impactantes,
por ejemplo eliminando los viajes en avin o el uso de aire acondicionado
o adoptando el uso de la bicicleta como medio de transporte.
2. Acciones eficientes, adoptando prcticas que reducen el impacto, una
misma opcin conductual pero en una escala de menor impacto, por
ejemplo regulando la temperatura en el hogar o reduciendo la velocidad
en el uso del automvil privado.
3. Sustitucin de comportamientos, intercambiando conductas de mayor
impacto ambiental por otras de impacto ms reducido, por ejemplo
cambiando el uso de vehculo a motor por el transporte pblico o
utilizando bombillas de bajo consumo.
El gran problema de las intervenciones sociales sobre el problema de cambio
climtico se centra en la demanda a las personas de una multitud de cambios
en nuestra galaxia de comportamientos ambientales relacionados con una
diversidad de cuestiones ambientales: energa, movilidad, consumo de
recursos...
Por otro lado con los comportamientos indirectos, nos referimos a aquellas
acciones dirigidas a otras personas (familiares, compaeros de trabajo, amigos...)
o instituciones (administracin, empresas...) para que adopten prcticas
sostenibles.
Para desarrollar estos comportamientos se necesitan dos condiciones previas,
la motivacin y la competencia (Castro, 2006) . En primer lugar la motivacin
se refiere al deseo de actuar en una direccin, la cual est determinada por la
norma social predominante en nuestro entorno y como sta es aceptada por
cada persona (en nuestro caso una cultura basada en el uso de los combustibles
fsiles y el derroche energtico y de consumo de recursos) y nuestras actitudes
y creencias personales (la informacin de la que disponemos sobre las causas
y efectos, los valores proambientales que desplegamos...)
En cuanto a percepciones y conocimientos hay que tener en cuenta
cuestiones que dificultan una visin adecuada del problema. Por un lado la
enorme escala del problema incorporando conceptos complejos como: planeta,
atmsfera, tiempo..., la dificultad para comprender el impacto del aumento
global de temperatura y los cambios climticos estimados, la diferenciacin

140

Figura 5. Modelo de comportamiento proambiental frente al cambio climtico


(basado en Castro, 2006)

entre las cuestiones meteorolgicas y de cambio global, el conocimiento de


los impactos presentes y futuros sobre los sistemas sociales y ambientales, la
dificultad para entender los costes econmicos estimados de los cambios
globales..., por sealar solo algunas cuestiones.
En el mbito de las actitudes y valores hay que sealar que nuestra insercin
en una cultura del consumo, la acumulacin y el derroche dificulta la adopcin
de actitudes sostenibles, facilitando en ocasiones la trivializacin y la
minimizacin del problema (por ejemplo el calentamiento global no es percibido
como algo negativo en algunos pases del norte)
En segundo lugar la competencia para la accin es una funcin de nuestras
capacidades personales para actuar (la formacin en estrategias de intervencin
ambiental por ejemplo), la percepcin de autoeficacia de nuestro
comportamiento (con la dificultad aadida de un problema de escala planetaria
que depende del comportamiento acumulado de mucha gente) y de las

141

oportunidades que ofrece el contexto para actuar, y como percibimos esas


oportunidades, incluyendo aqu tanto barreras como facilitadores (por ejemplo
disponer de tecnologa de bajo consumo energtico).
As que las posible decisiones comportamentales dependen de que las
personas quieran (motivacin) y puedan actuar (competencia).
Diversos son los retos en los que las ciencias sociales ambientales, y
especficamente la Psicologa Ambiental, deben profundizar en relacin al
conocimiento profundo sobre la percepcin social del cambio climtico y su
evolucin en el tiempo y en los diferentes marcos socioculturales; el papel de
la conducta humana en los cambios globales y cuales son sus dimensiones
psicolgicas, culturales y contextuales; de cmo son y sern los impactos
psicosociales de este fenmeno; como ayudar a disear estrategias eficientes
de comunicacin, formacin, participacin.... para la extensin de acciones
proambientales a favor del sistema global del planeta; cuales son las barreras y
los facilitadores psicolgicos y estructurales que impiden o facilitan estas
acciones y como las personas y los grupos sociales se ajustan y se adaptarn a
los efectos del cambio climtico.

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