Rostro en La Soledad, Héctor Rojas Herazo PDF
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Saludo
de Gabriel García Márquez
~SA""ia
SerieSinAusencia
Primeraedición: Antares,abril de 1952
Segundaedición,corregidae ilustrada:
"Ediciones SanLibrario", abril del 2004
@Herederosde Héctor RojasHerazo
@Del prólogo: Gabriel GarcíaMárquez
Ediciones SanLibrario
Calle 70 12-48,Bogotá,Colombia
sanlibrario@yahoo.com
ISBN 958-33-6039-2
Diseño y produccióneditorial:
Jaime SepúlvedaF.
Hecho en Colombia
Rostro en la soledad1
1 El Heraldo,Barranquilla,junio de 1952.
3
vehemencia a sus propios conflictos. El suyo, era
el espectáculo de un implacable animal de pelea.
Así es su libro y así el sabor que queda después de
él: la sensaciónde haber masticado escombros, de
haber visto derrotar ante nuestros propios ojos las
fuerzas que se hicieron adversasal hombre con el
pecado original. En muy pocas veces se tiene el
privilegio, el regocijo o la desdicha, de estar tan
cerca de tanta beligerancia.
y es preciso decir que es legítimo y cierto el
cordón medular de este libro. Es preciso decir a
quienes deseen pesar y medir estos poemas, que
Héctor Rojas Herazo ha vivido realmente esta
batalla. Él, como hombre y como poeta -que lle-
vado a sus últimas consecuencias es lo mismo-
se ha enfrentado así a los seres y las cosas; los ha
abatido y descuartizado. Y ahora, todavía jadean-
te, sin haberse tomado siquiera una tregua para
purificar su ángel de tanta humanidad, levanta ese
montón de entrañas, de glándulas, de vísceras ca-
lientes y vivas, y literalmente nos lo arroja a la cara
en cincuenta páginas y un título: Rostroenla Sole-
dad.
No habría tregua en este libro. No habría re-
poso si en medio de esa barahúnda del hombre
defendiendo su sitio central en la naturaleza, no
surgiera de pronto, como algo extraño, pero tam-
bién como el remanso que era preciso presentir,
uno de los poemas más gloriosos que se han es-
crito entre nosotros: «La Casa Entre los Robles».
Al leer el libro por primera vez, había comen-
zado esta nota: «Héctor Rojas Herazo nos trae
una poesía para la cual no estábamosdebidamen-
te preparados». Luego, al repasarlo, al descubrir
4
de nuevo «La Casa Entre los Robles», había pre-
guntado: «¿Qué hace aquí este advenedizo?».
Porque aún no era entonces el animal de pelea y
el viento venía a mendigar las migajas de pan dis-
persas en los manteles.
Fue preciso una lectura más. Y otra y otra,
para que llegara a este final: «Creo que es allí, en
'La CasaEntre los Robles', donde está el orden de
poesía en que ha de mecerse el autor de este libro
cuando el misterio tenga que someterse a su agre-
sividaru>.Así de grande y de hermoso ha de ser su
trofeo. Porque «La Casa Entre los Robles» no es
una pausa ni una capitulación. Es el armisticio.
Allí logra el hombre su sitio indisputable después
de esa larga y desesperadacontienda. Para llegar
hasta allí ha sido preciso recorrer íntegramente el
trecho amargo, la febril y desmedida distancia
que va desde Adán hasta el hombre. Desde la
criatura inicial que aún tiene arena de ángel en los
hombros hasta el hombre -ya perfectamente
justificado-- que se sienta a la cabecera de su
mesa a recrearse en la contemplación y enumera-
ción de su dura conquista: «Todos allí presentes,
hermano con hermana, mi padre y la cosecha, el
vaho de las bestias y el rumor de los frutos».
5
"...Esa luz puestaal aireque esun hombre..."
QUEVEDO
Límite y resplandor
9
La casa entre los robles
10
Nuestro pan de anhelado resplandor,
nuestro asombro
y las lámparas derramando sus ángeles
sin prisa en los espejos.
;\,
1.'"'
11
Segundaestanciay un recuerdo
12
y todo canta y me alimenta
y a espaldas mías
esotra voz segadala queflota en mi acento.
13
Ráfaga de humo
14
Santidad del héroe
Estaba
gigantescoy tumbado en la mitad del tiempo.
Ancha vena fecunda, musical y tem"ble,
le nacía del costado.
A su lado los ángelesde la paz y la muerte
vigilaban su sueño como castoslebreles.
Estaba desnudo y era bella su desnudez.
Yen su cuerpo era el número, la medida y el orden.
Sobre sus cabellostemblaba la luz como un ala
purísima.
15
La arcilla del héroeseendulzabadejúbilo
y el tamañode su cuelpo
era másgrandeque el tamañode su pueblo.
Estabaallí
para hilar la mirada de las vírgenes
al deseode losmancebos.
Para llenar de claridadlaspupilas de losvagabundos.
Para darseen el carbón,en la espigay en la lluvia.
Para llevar el día en lasalasde lospájaros
y nutrir el asombrode losniños.
Para vigilar el reposode los muertos
o balancearse
en la esperanzade lascunas.
Estabaallí,
presentey colporal,hechode tiempoy ritmo,
ordenandolas vidasy losríos
y ardiendoen el temblorde lasbanderas.
16
Adán
Estás solo,
biológica y hermosamente solo,
anterior a lospadres
en la satisfacciónde tus miembrosfrente a la lluvia.
Rodeado de substanciasestrenadaspor tus sentidos.
El vello irrumpe sobre tu piel
y la luz viene alborozada al encuentro de tus ojos.
Todo esperabaúnicamente tu llegada
para la perfección y el regocijo.
Contémplate solitario, corazón primero
ante elfulgor de la luz,
y escuchabien tu sangre
porque de ti han de crecertodos los ruidos del hombre.
De tu aliento descenderáel ásperoflujo de lasfamilias
y el vaho de las descendencias.
Tu ámbito es elfruto y la maleza
y sólo tu voz es madre para el ala de lospájaros.
Estás verde de soledad y Paraíso.
Has llegado a tus huesosde hombre
como a un lugar remota y duramente anhelado.
Ahora puedes andar, triturar la semilla,
asomarte a tus pies,
olvidar el círculo de tu ombligo
porque no hay vientre que haya engendrado tus pasos.
Adán, estásbello de soledad,estásoloroso a soledad.
Atento únicamente a la huella de tu cuerpo inesperado.
olfato vigoroso,
hambre.
17
Hierve tu soledad como la noche sobre elfuego.
Los símbolosson posteriores a tu desnudez.
Las normas se nutren primero de pavor
para llegar a tu círculo de castigo.
iQué hermoso es tu suplicio, Adán,
hombre lejano, hombre solo,
dueño de las criaturas en el primer silencio
del aguafrente a la voz!
18
y miras el azul
riendo comoun niño olvidado por su madre en un jardín.
Habitas un tiempo sin límite ardoroso,
sin espumas, sin tribus ni apetitos remotos.
19
Narciso incorruptible
iElemento dichoso!
Espejo que tal vez atesora, lento, el aire.
Suave empuje de oro sobre el hombre y el día.
Navegas y mi ser consume su planta, su perfume,
en el tensoequilibrio de tu jluír, tu sonido
y ese tibio compásde tus móviles bordes.
iAy! iLlorado, doblado en el olvido,
apenas en mi luto tu huella cenicienta!
Tu asombro inclinaba tu belleza
y era el vuelo ante ti,
las hojas encendidas,
elfino ardor del agua.
*
Sobre lo que pasa, lo que nos mira y huye
inclinas tu tristeza adolescente,
tu carne conseguida
y duras, cálidamente duras,
mientras vibra la muerte sin herir tu hermosura.
Algo socava, vive,
nos empuja los árboles,
los días, las preguntas,
curva sobre nosotros
elfilo de un idioma ignorado.
y nosotrosde ti, bajo tu sombra,
bajo tu frío aliento de niño milenario,
a augurar en los pájaros, en la luz, en la noche,
tu impasible vendimia de yelo inacabable.
*
iAy albor! mármoles seguros,
fiesta de lo concretoy duro,
de lo opuestoal morir,
sentid ahora las hojas,
20
elfuego delicado de una rosa en el aire
y el vuelo de estamano
obstinada en perseguir tu sonrisa
firmemente dibujada en la piedra.
Si fuera, no más, la penumbra de tu candor,
el pulso riguroso,
el impasible recreode tu sonrisa
sobre el cristal inconmovible.
Miraríamos, entonces,la yerba,
sufirme hambre te"estre
y la seguridad de nuestrossentidos
sin tu apetito indescifrable.
Pero vives, reclamas,retornas cada día
a mirarte, a mirar por nosotros
nuestra arcilla extasiada sobre el agua del mundo.
y puro, sí, lejano,
Narciso incorruptible,
rostro inmarchito,
norma del alba y de la noche,
perpetuamente ardiendo en la zarza
de un hechizado pensamiento.i
21
Palabras para aventar en el olvido
22
'. ,\ ':'\\ ,
23
El encuentro
(Diálogo de las tres agonías)
EL HOMBRE
Me prolongaré y he de darte, al fin,
La parte de árbol y piedra
que largamente he soportado como un secreto.
Entonces podrás verme tal cual soy
hecho de tus mis/nos elementos
y regocijado de tus mismas substancias.
No nos miraremos atónitos
ni opondremos el índice para dividir nuestras bocas
en señal de que algo debe ser retenido y callado.
iAy! iLargamente he esperadoesto!
Mis sentidosse inclinaban,
mi olfato se aguzaba,
mi hambre llegaba casi a ser inocencia.
Todo me empujaba, me alzaba,
me dividía sin herirme como la luz.
24
Ay! hijo mío, mi camino,
¿dónde estabasentonces?
Todo era llamar, golpear,
saberpor el puño que existen muros,
que crecenpiedras que nos niegan el paso.
Yo te llevaba la luz,
zumbando el aire te llevaba,
el sonido para tu voz, tu llanto primero.
Mis hombros soportaban un fardo de padres,
de te"ibles castigos.
Algo mío era inferior a tu llamado.
Pero tu voz seguía creciendo,crujiendo, destrozando.
Venías hacia mí, obscuro,
me miraba y no reconocíami lumbre antigua.
Nada era cierto a mis ojos
porque tú eras lejano y me llamabas.
LA MUJER
De adentro, de muy adentro,
del más viejo limo de lo más viejo de nosotros.
Porque tu voz se quebraba y el lecho era como la piedra
mientras mis huesosquerían estallar,
ser otros huesos
y mis poros cantaban alegremente
esperandola lluvia depalabras apenasoídas en el sueño.
Yo sabía que mi hijo estaba allí,
esperándome,
acurrucado desdeel principio de mis cabellos
cuando apenasyo misma era música de otra sangre.
Mi hijo, sí,podía tentar la madera
y los huecosde los muros donde se asolean los lagartos
y los sentía llenos de tiempo, de soledad.
Porque mis manos sólo buscaban eseba"o
25
que mi vientre definitivamente había escogido.
Ay, icómo fue aquello!
Clamaba por mi hijo,
su ecoera mi llamado,
mis cabellosseponían tensos.
iCada día me traía su pisada, su pulso,
su tremendo suspiro!
Cada díafugitivo era supie esJX'rado,recobrado,cantado.
Yo te decía: míralo
y me quedaba con los ojos lejanos y huecos
porque algo de él subía a perderse,a gritar,
a quitarme la ÚIZ,
a batallar con los objetosmonstruosos.
Yo estabamuda en el centro de mi júbilo
y mi cuerpo era como una lámpara.
Me sentía desconocida
y eran extrañas mis pisadas afirmadas por el doble peso
y mis muslos eran lejanos y nuevos
porque mi hijo se empinaba asombrado
a descubrir cada sitio de mi cuerpo.
Lo demás
file natural y profundo como la muerte.
26
EL HIJO
De muy atrás -hoy estoyvivo y no puedo recordarlo---
ordené tus célulasy escogítu piel como un techo remoto.
Hijo mío, me llamabas,
y enumerabaspara mi silencio
todo lo que entoncesera tuyo y meformaba.
Simplemente decías:
he ayudado a anochecer,
éstees el día y la piedra,
ésta la cosecha,éstemi hermano.
¿Pero dónde estás tú, por quién es cierto todo esto?
¿Por quién acepto el castigodel día
y la maldición de lafaena?
Yo tesentía y era más hondo mi silencio que tu llamado.
27
Aparición del mediodía
A espaldasde todo
crecela palpitación
como una suave dádiva
o una ofrenda visible.
28
En esta agua con mi tiempo necesario,
con mi vacío,
con mi dura piel a flor de alma,
con mi soledad primera,
con mi rumor,
,
.
I
I
29
El extraño
Un día vendrán
todos aquellosque me amaron
para decir:
no nos reconocemosen tusgestos.
30
El habitante destruido
*
Porque un niño tuvo una espiga entre las manos
y fue dueño de algo que ahora reposajunto a su sonrisa.
y un hombre entibió lecho con mujer
y no hubo otro nombre para el amor
que aquel con que nombraron sus cabellosy sus ojos
y las manos urgidas y la candela de sus espasmos.
Todo estolo sabemosporque no hay nada ante nosotros
y pudo ser un muro, una voz o un suspiro
el dueño de esteaire
o la firme certezade los mercaderes
habitando su universo de hierro
o los árbolescubriendo a las doncellas
y escondiendode la mtlerte losflancos de las estatuas.
31
*
Aquí fue el agua, sangre mía, aquí la sed.
Aquí fue el pan, carne mía, aquí el hambre.
Aquí la mujer, pecho mío, aquí el suspiro.
*
Todos iban al día o a la noche o a la muerte.
Pero tenían un destino.
*
Pero todo fluía más hondo que sus palabras
después de su realidad
y preguntar a las ruinas
32
*
Este viento, estaalta soledad en círculos dichosos
l y esteorbe rumoroso de arenas en el tiempo.
I
I Ay, salía el amor a nuestro encuentro
y lo esperábamoscon los brazos extendidos.
Venían las estacionesa nuestro olfato
y las recibíamos en las ramas de los árboles
y en el pezón de losfrutos.
Nos llamaba la lejanía y respondíamos
en el ladrido de losperros.
Nuestra victoria sobre el tiempo estaba en no luchar
contra la muerte.
1 Yen sersuperiores al crtljido de las hogueras
*
Todo, en verdad,file construido por el tiempo.
Él quiso ser ladrillo y bronce
y sopló en nuestrasmanos
para que aprisionáramos el aire y el perfume
en el recinto de los edifICios.
Entonces todostrabajaban como construyendo
I
algo que iba a ser tranquilo y perdurable.
y recibían sujornal dejúbilo
por cada espaciohabitable robado a la soledad.
Era bello mirar a los niños bajo la sombra de las madres
I ya los doncelesen el efímero equilibrio de sus cuerpos.
*
Aquí, en estaspiedras sacrifICadas,
donde tiene la muerte su potestad inagotable,
el tiempo se detuvo
para que hubiese árbolescreciendosobre las tumbas
y sacerdotesy doncellas en los portales y en los atrios.
33
Era bello, osjuro en verdad que era bello,
mirar los dulces ojos de los ancianos
y sentir el olor del pan despertando
el sueño de los dinteles.
También había mendigos, con los brazos hacia el aire,
como si esperasenuna paloma o un saludo.
*
Palabras, palabras en el polvo,
mi voz también ruina y espaciomarchitable.
El día dulcemente camo lágrima o beso
sobre losguija"os, sobre las huellas
que un soplo habita y asordina.
El día sobre la arena, sólo un día,
sólo un pensamiento doloroso
para alzar la basílica del rumor,
el pecho de los salmos,
el humo de los cementerios.
Sufriendo,
ardiendo,
viajando por la escalatotal hacia elgrave latido de Dios,
hacia la palabra desnuda de lengua,
hacia donde palpita, eterna, total y rumorosa,
la ciudad extinguida, olvidada,
que ahora vuela en imágenes rescatadasal cielo.
34
Agonía del soldado
35
Los relatos
en el umbral
39
Éramos aquellosque aplicábamos el labio
y urgíamos el líquido.
y los niños, atónitos, nos contemplaban
con sus brazos detenidos en el ajetreo de los aros.
II
No queríamos morir
sin ver el último filo de las hojas,
el último romor ardiendo sobre octubre.
Ver el valle desdela colina.
Ver el humo de las viejas ciudades.
Ver los grandes roblessombreando los báculos
de losperegrinos.
Las lámparas se encendían una a una como palabras.
Los soldados nos miraban severamente
cuando queríamos atravesar el vastopatio
dondejugaban sus compañeros
con las cabezasde los ajusticiados.
Los doncelesquedaban perplejos
al medir su piel con los hombros de las estatuas.
Lentamente -porque en verdad crecimossin roido-
a palabras, a voces,a heridas en los tobillos y los muslos,
con pequeñas cicatricesen las mejillas,
con el miedo como un amigo poderoso
a quien invocábamos en la soledad
de nuestros días imltiles.
III
Pusieron las tazas repletasde alimento
para que el viento del huésped laspaladeara con delicia.
Nos miramos largamente y comprendimos.
Nuestra alegría era nueva
pero llena de sobresaltocomoelprimer vuelo de un pájaro.
40
Guerrero entre la luz
¡ Se despojódel casco
i e hizoflotar suscabellos
frente al asombrode losmancebos.
Una lentamúsicadescendía
de su cuerpo
envolviendoenhúmedalejanía
sussandaliasgue"eras.
En la nochellegaríanlos emisarios
conlosescudos
agobiados
por la vendimiadela victoria.
Yalzarían la hoguerade sustiendas
dondeahorajugueteabala arena
conel vidrio de lasarmaduras.
Todospudimos apreciarsu estaturabajo losárboles.
y miramos:
iQué dureza en el cielopor el empujedel verano!
41
Canción
""-,
.'-, :"'-;:'1',\
42
t
La sombralejana
Una tempestad
de aplausosinsignes
hizo volverlosojosde los invitados
al centrode losgiros y losgiros
por la consumación
de susmanosy susmanos
sobreel murmullo de losaposentos.
Cálidamenteel oleajede susmiembros
empujabahaciala muertela claridadde lasantorchas.
iQué alegría!qué infinita alegría,
sobrela cabellerade losguefferos,
sobreloscuelposde oro,
sobrelas bocasdesmayadas
hastala altura del sacrificio.
iYel último pájaro sobrela última rama de septiembre!
y la desolación,
la amargurade las bestias
sobreloscoffedores
y lospatios.
Más tarde,todoseríarecordadocondureza
y palabrasaciagas
enlutaríanuna conversación
coffÍente
cuandotodaaparienciadepaz
habitaralos racimosy las aldeas.
Y aquelloera elgran silenciode los hombres
en tornodel palacio.
43
Elegía
Cancionesfueron en nosotros
y palabras amargas en la sabiduría de los ancianos.
Los niños sosteníanaldeas en sus ojos.
Aldeas tranquilas
como el rumor de las venas en el vientre de loscatafalcos.
44
Reposodelguerrero
i
I
¡
45
La sombra
inalcanzable
F. GARCL4
LaRCA
Miramos una estrella desdeel muro
49
r
Losflautistas cautivos
50
Ponte tu nueva piel, estrenalas migajas de células
que has implorado al retórico,
grita en las esquinas
y escuecetu piojo en los dormitorios de los suburbios.
iEstamos salvados!, tú lo dices
-verdaderamente tú lo estásdiciendo-
y lo afirmas con el cristal de tus lentes
y la mugre de tus uñas.
iSea! Pero tenemosun sitio, hombre de Dios,
recuerda que tenemosun sitio,
un verdadero sitio,
junto al pe"o y el ataúd de pino
y la anciana que avienta sus desperdiciosa lospájaros.
51
Criatura y estrella
52
Castigoy soledad
i 53II
r
Porque la soledad de un hombre es,
únicamente, su soledad,
y no puede partirla como un pan
en la mesade nuestro suplicio.
y no digáis que un hombre puede decir a nadie,
con toda la potestad de sus órganos,
estaspalabras de te"iblesimpleza:
"Estoy solo".
Porque todospasarán a su lado
y mirarán su cabello y su estornudo
y el sudario de su pañuelo desdeun aeródromo.
Porque nadie, absolutamente nadie,
podrá segaruna espiga en su soledad,
en su terrible soledad de hombre solo,
revolcándose,chapoteando,
en el obscurocaldo de sus humores.
I
!
54
Verano
Me iré de mañana
y buscaré un color lila sobre el campo
y me detendré bajo un árbol grande
a contarme,
hasta lograr sumas musicales,
los diez dedosde mis manos.
y miraré las hormigas royendo un zapato
mientras los saltamontes
fabrican, élitro por élitro,
el zumbido del día.
55
Los grandes gusanos
Nos affastramos.
¿Quién dice "esta multitud camina"?
Nos arrastramos.
Pesadamente nuestro hilo de baba,
la niebla de nuestro vaho en los mueblesy los espejos
y el tiempo espeso
llenando nuestrosórganos de viscosoalimento.
Llenando de maderas,de hojas podridas,
de cal y de palabras
el insaciable laberinto de nuestroshuesos.
Chupamos con infinitas ventosas
el color de las sillas y las sábanas
y la mugre de las sentinas
y la piel del hermano que dulcemente
reconoceel sonido de nuestrosórganos.
Nuestra boca se multiplica,
nuestros dientesse agrandan,
en el suplicio del paladar ante losfrutos.
A grandes dentelladas
desgranamosel color, las ventanas
y alzamos el olfato,
el terrible, el doloroso olfato, sobre los seres.
y conocemosa la mujer
por el apetito de nuestras células
y el esplendorde nuestra agonía.
56
Recado para un transeúnte
57
Índice
Rostro en la soledad
por Gabriel García Márquez 3
Límite y resplandor 9
La casaentre los robles 10
Segunda estanciay un recuerdo 12
Ráfaga de humo 14
Santidad del héroe 15
Adán 17
Narciso incorruptible 20
Palabras para aventar en el olvido 22
El encuentro
(Diálogo de las tres agonías) 24
Aparición del mediodía 28
El extraño 30
El habitante destruido 31
Agonía del soldado 35
La sombra inalcanzable
Miramos una estrella desdeel muro 49
Losflautistas cautivos 50
Criatura y estrella 52
Castigo y soledad 53
Verano 55
Los grandesgusanos 56
Recadopara un transeúnte 57
59
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Espejo que tal vez atesora. lento. el aire. / \ j
Suave empuje de oro sobre el hombre y el día. '" > ¡ t
Nave¡as y mí s:~ c?nsume su !,lanta. s~ perfume. , ,;{:"
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y eseJlblo compás de tus movl!es bordes.
lAr! llorado. doblado en el olvido.
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apenas en mi luto tu huella cenícíenta!
Tu asombro ínclinaba tu belleza
Y "ra el vuelo ante ti.
las hojas encendídas.
el fíno ardor del agua.
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mientras Vibra la muerte sin herir tu hermosura. ), \ " ;;
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