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10 Cuentos Infantiles Cortos

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¡Caramba, todo me sale mal! se lamenta constantemente Uga, la tortuga.

Y es que
no es para menos: siempre llega tarde, es la última en acabar sus tareas, casi nunca
consigue premios a la rapidez y, para colmo es una dormilona.
¡Esto tiene que cambiar! se propuso un buen día, harta de que sus compañeros del
bosque le recriminaran por su poco esfuerzo al realizar sus tareas.
Y es que había optado por no intentar siquiera realizar actividades tan sencillas como
amontonar hojitas secas caídas de los árboles en otoño, o quitar piedrecitas de
camino hacia la charca donde chapoteaban los calurosos días de verano.
-¿Para qué preocuparme en hacer un trabajo que luego acaban haciendo mis
compañeros? Mejor es dedicarme a jugar y a descansar.
- No es una gran idea, dijo una hormiguita. Lo que verdaderamente cuenta no es
hacer el trabajo en un tiempo récord; lo importante es acabarlo realizándolo lo mejor
que sabes, pues siempre te quedará la recompensa de haberlo conseguido.
No todos los trabajos necesitan de obreros rápidos. Hay labores que requieren
tiempo y esfuerzo. Si no lo intentas nunca sabrás lo que eres capaz de hacer, y
siempre te quedarás con la duda de si lo hubieras logrados alguna vez.
Por ello, es mejor intentarlo y no conseguirlo que no probar y vivir con la duda. La
constancia y la perseverancia son buenas aliadas para conseguir lo que nos
proponemos; por ello yo te aconsejo que lo intentes. Hasta te puede sorprender de
lo que eres capaz.
- ¡Caramba, hormiguita, me has tocado las fibras! Esto es lo que yo necesitaba:
alguien que me ayudara a comprender el valor del esfuerzo; te prometo que lo
intentaré.
Pasaron unos días y Uga, la tortuga, se esforzaba en sus quehaceres.
Se sentía feliz consigo misma pues cada día conseguía lo poquito que se proponía
porque era consciente de que había hecho todo lo posible por lograrlo.
- He encontrado mi felicidad: lo que importa no es marcarse grandes e imposibles
metas, sino acabar todas las pequeñas tareas que contribuyen a lograr grandes fines.

FIN
Era una pompa de jabón que se iba elevando; cuanto Clara más la miraba la
intensidad del ascenso aumentaba. Parecía como si el filo de sus ojos pudiera
incluso controlar la dirección de la pompa. Acostada sobre la cama la veía
elevarse, trepar sobre los pósters que adornaban las paredes de su habitación,
en los que posaba una Mariah Carey jovencísima y unos Ramones de muchos
años.
La pompa amarillenta subía lentamente. Ahora que Clara la estaba observando
con más ahínco parecía hacerlo más deprisa y con ganas de escaparse; pero
entonces se topaba con la araña y torcía su camino para rodearla lentamente.
Clara cerró los ojos intentando imaginarse dónde se encontraría cuando los
abriera. Cuando volvió a dejar la oscuridad absoluta descubrió que seguía en
el mismo punto: el vértice donde la araña se besaba al abismo con ganas de
caerse. Y en cuanto sus ojos enfocaron esa bola casi traslúcida esta retomó la
velocidad, ese viaje hacia las alturas. Los techos de la casa eran altísimos;
todavía faltaban un par de metros hasta llegar al límite del falso techo.
‘Mientras dure tu viaje, jugaremos’, le murmuró la niña. Y como
entendiéndola, la pompa volvió a elevarse y pareció crecer, quizás por esa
sensación de satisfacción que genera el ser nombrado. Y jugaron unos minutos
más. A cerrar los ojos la niña para perder el mundo e imaginar; a estarse
inmóvil un instante la pompa, para detener ese viaje que acabaría con ella.
Cuando la niña estaba deseando que la tarde se hiciera eterna el techo se
acercó mucho a la pompa y quiso aplastarla; Clara cerró los ojos y contempló
la posibilidad de dejarlos así para siempre, para evitar la ruptura, para
quedarse para siempre junto a esa pompa de jabón que era en ese instante el
diseño perfecto de la felicidad. Lo intentó, estuvo un buen rato con los ojos
cerrados; hasta que no pudo más y los abrió. La pompa amarillenta se fue
acercando al techo lentamente hasta que con un simple ‘plop’ desapareció.
‘Plop’ repitió Clara mientras secaba sus ojos bañados de lágrimas.

FIN
Daniel y las Palabras Mágicas
Te presento a Daniel, el gran mago de las palabras. El abuelo de Daniel es
muy aventurero y este año le ha enviado desde un país sin nombre, por su
cumpleaños, un regalo muy extraño: una caja llena de letras brillantes.

En una carta, su abuelo le dice que esas letras forman palabras amables
que, si las regalas a los demás, pueden conseguir que las personas hagan
muchas cosas: hacer reír al que está triste, llorar de alegría, entender
cuando no entendemos, abrir el corazón a los demás, enseñarnos a
escuchar sin hablar.
Daniel juega muy contento en su habitación, monta y desmonta palabras
sin cesar.
Hay veces que las letras se unen solas para formar palabras fantásticas,
imaginarias, y es que Daniel es mágico, es un mago de las palabras.
Lleva unos días preparando un regalo muy especial para aquellos que más
quiere.
Es muy divertido ver la cara de mamá cuando descubre por la mañana
un buenos días, preciosa debajo de la almohada; o cuando papá encuentra
en su coche un te quiero de color azul.
Sus palabras son amables y bonitas, cortas, largas, que suenan bien y hacen
sentir bien: gracias, te quiero, buenos días, por favor, lo siento, me gustas.
Daniel sabe que las palabras son poderosas y a él le gusta jugar con ellas y
ver la cara de felicidad de la gente cuando las oye.
Sabe bien que las palabras amables son mágicas, son como llaves que te
abren la puerta de los demás.
Porque si tú eres amable, todo es amable contigo. Y Daniel te pregunta:
¿quieres intentarlo tú y ser un mago de las palabras amables?

FIN
Sara y Lucía

Érase una vez dos niñas muy amigas llamadas Sara y Lucía. Se conocían
desde que eran muy pequeñas y compartían siempre todo la una con la
otra.
Un día Sara y Lucía salieron de compras. Sara se probó una camiseta y le
pidió a su amiga Lucía su opinión. Lucía, sin dudarlos dos veces, le dijo que
no le gustaba cómo le quedaba y le aconsejó buscar otro modelo.
Entonces Sara se sintió ofendida y se marchó llorando de la tienda, dejando
allí a su amiga.
Lucía se quedó muy triste y apenada por la reacción de su amiga.
No entendía su enfado ya que ella sólo le había dicho la verdad.
Al llegar a casa, Sara le contó a su madre lo sucedido y su madre le hizo ver
que su amiga sólo había sido sincera con ella y no tenía que molestarse por
ello.
Sara reflexionó y se dio cuenta de que su madre tenía razón.
Al día siguiente fue corriendo a disculparse con Lucía, que la perdonó de
inmediato con una gran sonrisa.
Desde entonces, las dos amigas entendieron que la verdadera amistad se
basa en la sinceridad.
Y colorín colorado este cuento se ha acabado, y el que se enfade se quedará
sentado.

FIN
Cuentos para niños. Santilin
Este cuento de Guiainfantil.com: Santilín, especialmente, despierta el amor y el
respeto de los niños por la naturaleza. Los valores son las reglas de conducta y
actitudes según las cuales nos comportarnos y que están de acuerdo con aquello que
consideramos correcto.
A través de las fábulas, cuentos y poemas los niños realizan también un gran
aprendizaje.
Santilin es un osito muy inteligente, bueno y respetuoso. Todos lo quieren mucho, y
sus amiguitos disfrutan jugando con él porque es muy divertido.
Le gusta dar largos paseos con su compañero, el elefantito. Después de la merienda
se reúnen y emprenden una larga caminata charlando y saludando a las mariposas que
revolotean coquetas, desplegando sus coloridas alitas.
Siempre está atento a los juegos de los otros animalitos. Con mucha paciencia trata de
enseñarles que pueden entretenerse sin dañar las plantas, sin pisotear el césped, sin
destruir lo hermoso que la naturaleza nos regala.
Un domingo llegaron vecinos nuevos. Santilin se apresuró a darles la bienvenida y
enseguida invitó a jugar al puercoespín más pequeño.
Lo aceptaron contentos hasta que la ardillita, llorando, advierte:
- Ay, cuidado, no se acerquen, esas púas lastiman.
El puercoespín pidió disculpas y triste regresó a su casa. Los demás se quedaron
afligidos, menos Santilin, que estaba seguro de encontrar una solución.
Pensó y pensó, hasta que, risueño, dijo:
- Esperen, ya vuelvo.
Santilin regresó con la gorra de su papá y llamó al puercoespín.
Le colocaron la gorra sobre el lomo y, de esta forma tan sencilla, taparon las púas para
que no los pinchara y así pudieran compartir los juegos.
Tan contentos estaban que, tomados de las manos, formaron una gran ronda
y cantaron felices.
FIN
EL ARBOL DE NAVIDAD
Lía miraba el árbol anonadada. Siempre le habían gustado los abetos pero
nunca se había parado tan cerca de uno. Estaba feliz porque finalmente su
padre se había decidido a sembrar uno en el jardín. El árbol extendía sus
brazos como queriendo abrazar el mundo y ella sentía que a su lado
siempre podría estar a salvo, y soñaba con que crecerían juntos y serían
amigos para siempre.
Una tarde cuando Lía regresó del colegio el árbol había sido talado. Junto
al hogar del salón se hallaba un trozo de él, su verde copa enterrada en un
cajón de madera y llena de adornos y luces. Su padre la recibió con una gran
sonrisa y le dijo. ‘Este año tendremos el mejor árbol de navidad del lugar,
hijita’. Lía salió corriendo y se encerró en su habitación.
Durante días su padre intentó comprender qué le ocurría; ella no sabía
cómo expresarlo. Finalmente le dijo que no le gustaba cómo se veía con las
luces, que lo prefería en el jardín, con sus ramas llenas de pajaritos. Su
padre le dijo que los abetos se compraban para ser talados en navidad y
armar el árbol pero Lía que era una niña muy inteligente le respondió que
le daba igual lo que él y el mundo pensara que ella sabía que los abetos eran
criaturas maravillosas y que no era justo que se las considerara meros
objetos navideños.
La tristeza de la niña se calmó cuando unos meses más tarde comprobó que
el tronco talado tenía nuevos y verdes brotes. Durante un largo tiempo
estuvo mimándolo y ocupándose de que las hormigas no lo convirtieran en
su sustento para el invierno. Llegó nuevamente la navidad y el abeto estaba
rebosante de vida. Esta vez Lía se movió más deprisa que su padre y llevó
los adornos y las luces al jardín. Cuando su padre vio lo que su hija había
hecho: un precioso árbol vivo y navideño, se sintió orgulloso de ella y le
prometió que nunca más talaría el abeto.
A partir de ese año, el árbol fue el gran protagonista de las navidades
familiares; en torno a él bailaban y cantaban todos los humanos, uniéndose
al coro de pajaritos y lombrices que vivían en su enorme copa.

FIN
La Navidad de Romina
Romina era una niña muy simpática que vivía con su padre en una cabaña
alejada de la gran ciudad. Su padre era leñador y ella solía ayudarlo muchísimo.
Pero la niña deseaba tener una vida distinta.
A su escuela iban niñas de todas las clases y muchas de ellas pertenecían a
familias acomodadas. Iban al colegio con sus mejores galas y cuando se estaba
acercando la época de la Navidad no se aburrían de contar todas las cosas que
le pedirían a Santa Claus, convencidas de que él se las dejaría junto a la
chimenea de sus fabulosas casas.
Romina nunca había tenido un regalo de navidad. Su padre le había explicado
que ésta era una fiesta creada para demostrar cuánto se podía comprar y que él
no estaba de acuerdo con eso; además, no tenía dinero para comprar regalos.
Romina lo entendía, pero en el fondo sufría muchísimo su situación porque
también le habría gustado contar lo que pensaba pedir para Navidad.
Cuando llegó el día de la Nochebuena Romina preparó como siempre algo para
comer y estaba por irse a dormir cuando oyó un ruido en la puerta de la casa.
Salió con una linterna y encontró metido en una lata vieja un gatito que chillaba
sin césar. La niña se le acercó, logró cogerlo y lo llevó junto al fuego para que
se calentara.
Cuando pasaron las vacaciones de Navidad y le tocó regresar al colegio su
alegría era tan grande que no cabía en sí de la emoción. Y cuando todas sus
compañeras hablaron de las muchas cosas que le había traído Santa Claus sintió
pena por ellas. Se pasó todo el día pensando en qué estaría haciendo Michón,
que así le había puesto a su nuevo amigo, y comprendió con total certeza a qué
se refería su padre cuando decía que esas eran fiestas para personas que no
tuvieran un objetivo claro en la vida . Ella sabía que quería a Michón y a su
padre y que vivir en el bosque era una de las grandes suertes de su vida.

FIN

El paraíso
Algunas personas creen que cuando morimos vamos a un lugar mucho
mejor que la tierra. Un paraíso en el que no tenemos que trabajar ni
estudiar y donde todo es dicho. La madre de Paula creía en eso; por eso
cuando Pulpit, su conejo, se marchó para siempre, le dijo que no se
preocupara que iba a estar en un sitio maravilloso esperándola todos los
muchos años que faltaban. ‘Es un lugar donde no pasa el tiempo, hija, estará
bien’.
Paula intentó entender a qué se refería su madre; nunca antes había visto
un cuerpo inerte. No sabía que la vida, esto que tenía y que era lo único que
conocía, un día podía terminarse. Pero de a poco lo fue asumiendo y
entonces tuvo una idea que para ella era brillante, la única forma de
acelerar el tiempo, se decía.
Dos semanas más tarde, su madre llegó del trabajo y se encontró a Paula
parada al borde de la cornisa, a unos cinco pisos de altura. Titubeaba y tenía
la mirada perdida y la cara pálida. Extrañaba mucho a Pulpit y así podría
estar junto a él, repetía con insistencia. Con suma delicadeza la madre
consiguió convencerla para que bajase. Sin embargo, veinte años más tarde
Paula lo conseguiría, esta vez con una bañera llena de agua y unas cuantas
pastillas para dormir. Cuando la madre habló con el psiquiatra que la
estaba atendiendo él le dijo. ‘Este es el peligro que los padres no
comprenderán jamás. Los niños confían a raja tabla en sus palabras y
hablarles de un mundo imaginario después de la vida es crearles una falsa
esperanza que jamás se les quitará de la cabeza’.
Algunas personas creen que cuando morimos vamos a un paraíso donde el
tiempo no pasa, otras, hacen lo imposible por alcanzar cuanto antes ese
paraíso

FIN
El niño mudo
Pedrito era un niño muy callado y al que todos en la escuela asumían como
mudo. Incluso lo apodaban ‘el mudito’. Él parecía vivir al margen de todas
las burlas; como si habitara en otro espacio. Le gustaba quedarse
observando a las hormigas, fascinado con esas que iban a paso lentísimo.
Sus compañeras las pisoteaban en su enloquecida marcha del hormiguero
a las rosas ida y vuelta, pero ellas seguían a su ritmo, haciendo su trabajo
que consistía en algo mucho más importante que aprovisionar el
hormiguero para el invierno. Su vida era contemplar y comprender el ir y
venir de sus hermanas para interpretar la esencia de las hormigas. Y eso
también hacía Pedro.
Una tarde Pedrito estaba jugando en el recreo con un ramita en forma de
T. Observaba de reojo a una hormiga que se había quedado a mitad de
camino, y hacía firuletes en el suelo húmedo. Hablaba para sí, pero algunas
de sus sílabas iban hacia fuera, aunque eran incomprensibles para el resto
de los humanos. Sus compañeros fueron a molestarlo, deseosos de un poco
de diversión cruel. Pedrito se escuchó a sí mismo diciéndoles que se
metieran en sus asuntos, mientras seguía dibujando círculos en la tierra.
Los niños se quedaron sorprendidos al oír una frase entera saliendo de la
boca de Pedrito; no obstante, comenzaron a golpearle, quizás por haber
roto aquel pacto con el silencio.
Después de aquel suceso pasaron varios días y Pedrito no regresó al
colegio. Preocupada la maestra intentó hablar con su madre, quien le dijo
que Pedrito ‘es un ángel ahora’. Su madre lo había encontrado ahogado en
el estanque que había al fondo de la casa. Sobre la arena del colegio todavía
se podían observar aquellos círculos que simulaban ser olas que había
dibujado el niño. Las hormigas continuaban llevando el alimento al
hormiguero, y aquella rebelde a la que el niño observara, se encontraba
separada del grupo, agujereando las olas que había dibujado Pedrito.

FIN
Amigos inseparables
Carla y Pablo eran amigos desde muy pequeños. Sus madres habían sido
también amigas desde la infancia y ellos habían permanecido fieles a esa
tradición. Se llevaban muy bien y se querían muchísimo y se pasaban todo
el día unidos. Iban juntos a la escuela, hacían la tarea en el mismo lugar,
jugaban, charlaban. Eran inseparables.
Un día algo pasó entre ellos que torció rotundamente aquella relación. Por
mucho que sus madres intentaron que resolvieran el problema, Carla y
Pedro dejaron de verse y de ser amigos.
Muchísimos años más tarde, cuando ya ambos habían crecido y llevaban
una vida adulta, volvieron a encontrarse de casualidad. Cuando Carla
encontró a Pedro sintió por él un amor tan intenso que no pudo evitarlo y
lo besó. Pedro se quedó paralizado. ‘Ahora que ya tengo una familia y que
las cosas me van bien quieres que estemos juntos cuando fue esa la razón
por la que dejaste de hablarme hace tantos años…’ Y se fue muy enojado.
Cuatro meses más tarde la llamó por teléfono y le pidió que se encontraran.
‘Carla, has sido lo más bonito que me ha dado la vida pero también lo que
más daño me ha hecho por eso quiero compartir el resto de mi vida
contigo’. Y a partir de ese día volvieron a ser esos niños inseparables,
capaces de jugárselo todo el uno por el otro.

FIN

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