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Marcelino Champagnat

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MARCELINO CHAMPAGNAT

Nace el 20 de mayo de 1789 en Marlhes, un


pueblo de las montañas del Centro-Este de
Francia, en el momento en que estalla la
Revolución Francesa. Es el noveno hijo de una
familia profundamente cristiana. Su
educación es eminentemente familiar. Su
madre y una tía suya exclaustrada, despiertan
en él una fe sólida y una profunda devoción a
María. Su padre, agricultor y comerciante,
poseía una instrucción superior a la normal por
aquellos pueblos, está abierto a las nuevas
ideas y desempeña un papel político
importante en su ayuntamiento y en toda la
región. Sabe también inculcar en Marcelino la
aptitud para los trabajos manuales, el gusto
por la acción, el sentido de la responsabilidad
y la apertura a las ideas innovadoras.

Cuando Marcelino tiene 14 años, un


sacerdote de paso por su casa, le hace
descubrir que Dios le llama al sacerdocio. Marcelino, cuya escolaridad había sido
muy deficiente, se pone a estudiar con todo ardor "porque Dios lo quiere", mientras
sus parientes cercanos, conocedores de sus limitaciones, tratan de disuadirle. Los
años difíciles de su estancia en el seminario menor de Verriéres (18051813) son para
él una etapa de extraordinario crecimiento humano y espiritual.
En el seminario mayor de Lyon tiene por compañeros, entre otros, a Juan María
Vianney, futuro Cura de Ars, y a Juan Claudio Colin, que más tarde será el
fundador de los Padres Maristas.

Forma con otros seminaristas un grupo cuyo proyecto es fundar una congregación
que comprendiera sacerdotes, religiosas y una orden tercera, que llevaría el
nombre de María, la "Sociedad de María", cuya finalidad sería recristianizar la
sociedad civil. Conmovido por la miseria cultural y espiritual de los niños de los
pueblos, Marcelino siente la urgencia de crear dentro del grupo una
congregación de Hermanos que dedicaran a la educación cristiana de la
juventud. Decía con frecuencia: "No puedo ver a un niño sin sentir el deseo de
decirle cuanto le ama Jesucristo".

Al día siguiente de su ordenación sacerdotal (22 de julio de 1816) este grupo de


sacerdotes jóvenes van a consagrarse a María y a poner su proyecto bajo su
maternal protección en el santuario de Ntra. Sra. de Fourviére.

Luego Marcelino es nombrado coadjutor de una parroquia rural, La Valla. La visita


a los enfermos, la catequesis de los niños, la atención a los pobres y el fomento de
la vida cristiana en las familias son las actividades esenciales de su ministerio. Su
predicación, sencilla y directa, su profunda devoción a María y su ardiente celo
apostólico marcan profundamente a sus feligreses. Queda dolorosamente
conmovido al encontrar a un joven de 17 años que está a punto de morir y que no
conoce nada de Dios. Este hecho le mueve a poner en práctica su idea de fundar
un grupo de maestros dedicados a la instrucción cristiana de los niños del campo.

Y el 2 de enero de 1817, sólo seis meses después de llegar a la parroquia de La


Valla, el joven coadjutor Marcelino, de 27 años de edad, reúne a sus dos primeros
discípulos: Acaba de nacer, en medio de la mayor pobreza, humildad y confianza
en Dios, la congregación de los Hermanitos de María o Hermanos Maristas, bajo la
protección de la Santísima Virgen. Al mismo tiempo que atiende a sus deberes de
coadjutor de la parroquia, forma a sus Hermanos, preparándoles para su misión de
maestros cristianos, de catequistas y de educadores de los jóvenes, y se va a vivir
con ellos. Apasionado por extender el Reino de Dios y consciente de las inmensas
necesidades de la juventud de los ambientes rurales, logra convertir a los jóvenes
campesinos que viven con él en apóstoles de Cristo y de María. En seguida
empieza a abrir escuelas, y pronto la casita de La Valla, ampliada con el trabajo
de sus propias manos, se queda pequeña. Las dificultades son enormes. Algunos
sacerdotes no comprenden el proyecto de este humilde coadjutor sin experiencia
y sin dinero. Sin embargo los ayuntamientos no dejan de pedir que les envíe
Hermanos para que trabajen en la instrucción y educación cristianas de los niños
de sus municipios.

Marcelino y sus Hermanos participan en la construcción de una nueva casa capaz


de acoger a más de cien personas, a la que da el nombre de Ntra. Sra. del
Hermitage. En 1825 liberado de su cargo de coadjutor de la parroquia se dedica
por completo a su congregación, atendiendo especialmente a la formación y
acompañamiento espiritual, pedagógico y apostólico de sus Hermanos, a la visita
a las escuelas y a la fundación de nuevas obras.

Como hombre de fe profunda, Marcelino no deja de buscar la voluntad de Dios


en la oración y en el diálogo con las autoridades religiosas y con sus Hermanos.
Consciente de sus limitaciones, no cuenta más que con Dios y con la protección
de María, la "Buena Madre", "Recurso Ordinario" y "Primera Superiora". Su humildad
profunda y su vivo sentido de la presencia de Dios le permiten sobrellevar
numerosas pruebas con una gran paz interior. Le gusta repetir a menudo las
palabras de salmo 126: "Si el Señor no construye la casa... ", convencido de que su
congregación de Hermanos es la obra de Dios y de María, y adopta la divisa "Todo
a Jesús por María, todo a María para Jesús".

"Dar a conocer a Jesucristo y hacerlo amar" es la misión de sus Hermanos, y la


escuela es para él lugar privilegiado para la evangelización. Marcelino inculca a
sus discípulos el respeto y el amor a los niños, la atención a los pobres, a los más
ingratos y a los más abandonados, a los huérfanos en particular. La presencia
asidua junto a los jóvenes, la sencillez, el espíritu de familia, todo a la manera de
María, son los puntos esenciales de su idea de la educación.

En 1836, la Iglesia reconoce la Sociedad de María y le confía la misión de Oceanía.


Marcelino pronuncia los votos como miembro de la nueva Sociedad y envía a tres
de su Hermanos con los primeros misioneros Padres Maristas a las islas del Pacífico.
"Ninguna de las diócesis del mundo está excluida de nuestros planes", escribe a un
obispo.

Las gestiones para lograr el reconocimiento legal de su congregación le llevan


mucho tiempo y le piden mucha energía y espíritu de fe. Pero no deja de repetir:
"Cuando se tiene a Dios de nuestra
parte y cuando no se cuenta mas que con El, nada nos es imposible".

La enfermedad logra vencer su robusta constitución. Agotado por el trabajo,


muere a la edad de 51 años el 6 de junio de 1840, dejando a sus Hermanos este
precioso mensaje: "Que no haya entre vosotros mas que un solo corazón y un
mismo espíritu. Que se pueda decir de los Hermanitos de María, como de los
primeros cristianos: Mirad cómo se aman".
Metáforas
Caminando por las paredes
Lágrimas de cocodrilo.
Su corazón es un desierto.
Es un sol cariñoso.
Tailandia es el paraíso.
No puedo creerlo, me siento en las nubes.
Su corazón es una flor naciente.
Un pesimista es un optimista bien informado.
Tengo las manos limpias.
Tomarse la vida.
Pelear contra la depresión.
La sorpresa le levantó el ánimo.
Salté una página del libro.
Armarse de coraje.
He invertido tiempo en esta tarea.
El tiempo dirá.
Marcela está ciega, no quiere ver la realidad.
El tiempo es oro.
Mi abuelo es un pozo de conocimientos.
Mi trabajo es un calvario.
Al aprobar, sintió tocar el cielo con las manos.
Perdió la razón al conocer la noticia.
El verano de nuestra relación.
Sentir mariposas en el estómago.
No me robes más tiempo.
Mi vida es un tren deteriorado.
La lluvia que lava el alma.
Estoy loco por él.
¿Viste lo que dijo?
La profesora perdió un tornillo, hoy no era el exámen.
Su corazón saltó de felicidad al verlo.
Mi abuela se fue al cielo este año.
Mi vida es un infierno.
Me tengo que poner las pilas para aprobar sí o sí.
La noticia me dejó golpeado.
Me partió el alma.
El dolor de su muerte no ha cicatrizado.
Julia está en la flor de la edad.
Marta tiene el ánimo por los suelos.
Si no apruebas, eres un burro.
El marido perdió la cabeza al enterarse.
Los sabios nos iluminan con consejos.
Mi corazón está en llamas.
Me rompió el corazón.
Me partió el corazón.
Estoy entre la espada y la pared.
Me lastimó los sentimientos.
Los muros que construimos a nuestro alrededor nos protegen contra la tristeza.
La vida es solo un sueño en el cual nunca muere, solo despierta.

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