Cerámica Andalusi PDF
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: 0213-1498
La cerámica andalusí
Resumen
Síntesis de la cerámica andalusí en la que se trata de sus obradores y de las aportacio-
nes técnicas más relevantes de la vajilla y de la cerámica de aplicación arquitectónica, indi-
cando sus precedentes y relación con otras producciones islámicas, características, evolución e
influencia posterior. Se concluye con una selección bibliográfica comentada.
Synthesis of al-Andalus’ ceramics, concerning especially to its workshops and the most
important technical developments related to the crockery and to its use in Architecture. The arti-
cle indicates both some of its precedents and its relation to other Islamic productions, as well as
its main features, evolution and subsequent influences. Finally, a commented selection of biblio-
graphy is provided.
* * * * *
1. Presentación
y otros muchos posteriores, puesto que se trata del modelo que habría
de tener mayor pervivencia.
En los obradores islámicos se ha encontrado también abundante ins-
trumental de horno, como las citadas barras o los atifles de tres brazos,
usados para separar las vajillas durante su cocción, todos ellos realizados
en barro cocido y modelados en abundancia por los alfareros por tenerse
que reponer constantemente. Además, es frecuente que cerca de estos
talleres se hallen los testares a los que se arrojaba la obra defectuosa y de
desecho, que, junto con las vajillas halladas en el interior de los hornos,
nos proporcionan interesantes materiales para el conocimiento de su pro-
ducción. De este modo podemos decir que en los hornos andalusíes se
cocieron cerámicas sin vidriar, vidriadas y esmaltadas, manufacturándose
cualquier técnica, sin una estricta especialización.
La cerámica andalusí puede dividirse en dos grandes grupos de pro-
ducción según el uso al que iban destinadas las piezas: la producción
doméstica en general, en la que se incluyen tanto las formas cerámicas
comunes cuanto la vajilla de mesa más cuidada y valiosa, y las cerámicas
de aplicación arquitectónica, destinadas a su revestimiento y decoración.
Ambos grupos comparten técnicas de trabajo, aunque también presen-
tan manufacturas propias.
3. Técnicas cerámicas
La vajilla verde-manganeso
Los alfares andalusíes produjeron otras cerámicas técnicamente más
complejas y en las que la decoración tuvo una importancia fundamental.
Entre ellas destaca la serie denominada verde-manganeso, que surgió coin-
cidiendo con el apogeo político y cultural del califato, seguramente en
los obradores de Córdoba como vajilla de lujo destinada a la ciudad pala-
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cela, con una ramita sujeta por el pico o boca, liebre o león) y de figu-
ración humana, esta última más excepcional y ligada sobre todo a la pro-
ducción cordobesa (femenina y masculina, sentados o de pie, bebiendo
o tocando instrumentos musicales en escenas cortesanas, arqueros o gue-
rreros). En sus composiciones se utilizaron criterios de repetición o alter-
nancia, dando a menudo variedad a un mismo motivo al colorearlo alter-
nativamente con cobre y manganeso, se tendió a la estilización y, en el
caso de los seres vivos, se les dibujó de perfil, en una plasmación más
conceptual que naturalista, con la que se evitaba infundirles vida, algo
reservado sólo a Dios (figs. 4, 5 y 6). En las piezas más simples se aplica-
ron únicamente trazos o manchas en cualquiera de estos dos colores.
La cuerda seca
Vinculada también con el conocimiento del vidriado de plomo se
encuentra la cerámica de cuerda seca, fórmula decorativa denominada
así por José Gestoso (1903), cuyos ejemplos más antiguos excavados en
Madinat al-Zahra’ y Elvira se fechan hacia el último tercio del siglo X. Su
origen se encuentra en otras producciones islámicas de los siglos VIII-IX
—de las que es ejemplo un jarro hallado en Susa (Irán) conservado en
el Museo del Louvre (fig. 7)—, y su técnica consiste en el trazado de un
dibujo con una mezcla de óxido de manganeso, grasa animal y un fun-
dente, seguido del relleno de su interior con colores esmaltados (óxidos
colorantes y vidriado de plomo), de modo que el primero configuraba
las líneas de su motivo ornamental y actuaba como tabique que impedía
la mezcla de los colores en la cocción, adquiriendo tras ésta una apa-
riencia oscura y mate frente al ligero resalte y calidad vítrea que presen-
taban los colores dispuestos en sus huecos. Para su producción se preci-
saban dos cocciones oxidantes, mostrando una apariencia formal muy
cercana a la del esmalte tabicado o cloisonné.
La unidad del califato permitiría su rápida difusión, extendiéndose
todavía más con la división taifa del siglo XI y perviviendo su fábrica a lo
largo de las etapas almorávide, almohade y nazarí, en los alfares de Málaga,
Almería, Badajoz, Toledo, Talavera, Zaragoza, Valencia, Murcia o Mallorca,
con difusión hacia otros muchos puntos de la península —desde Cata-
luña (Balaguer y Lérida) a Portugal (Mértola)— y del Norte de África.
La dificultad de su ejecución determinó que desde su origen se produ-
jesen dos tipos de cuerda seca: total y parcial. La primera suponía la exten-
sión de este procedimiento por toda la superficie visible de la pieza, en
tanto que la segunda reducía su aplicación a una parte de su pared,
dejando la restante en la calidad porosa del barro. El menor coste de esta
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formas de jarra con cuello alto, vertedor de pico de pato y solero mol-
durado.
La evolución de la técnica de cuerda seca muestra también perso-
nales soluciones. Así, en los obradores de Sevilla del siglo XI se hicieron
piezas en las que se combinaba la cuerda seca parcial con las decora-
ciones estampilladas e incisas, concretamente en las piezas urdidas de
gran formato como los brocales de pozo. Coetáneamente, el alfar de
Toledo muestra un técnica de cuerda seca parcial más pobre, en la que
—según Aguado Villalba— se usó únicamente manganeso diluido en agua
para trazar el dibujo, se aplicó sobre el barro crudo, se redujo el colo-
rido a verde y melado y se simplificaron las decoraciones (sogueados, tra-
zos epigráficos, motivos vegetales), empeorando su factura y dejando de
ser el dibujo barrera separatoria de los colores. A la vez, en la Zaragoza
del siglo XI a comienzos del XII se produjo tanto una cuerda seca total
de variada policromía (plato con gacela y orla) cuanto otra parcial de
más descuidada ejecución en la que se usó preferentemente un solo color
(verde), pero coexistiendo ambos fórmulas con otras variantes de téc-
nica mixta al añadir bandas decorativas moldeadas en relieve (menudos
tallos con hojitas enrollados, finos atauriques, eses y puntos), que recuer-
dan similares técnicas desarrolladas en Irán e Irak en los siglos VIII-IX
(fig. 8), o al combinarla con sencillos trazos pintados en negro de man-
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Fig. 9. Fragmento de ataifor, s. XI. Museo Fig. 10. Jarra, Alcazaba de Málaga, ss. XII-
Arqueológico, Denia XIII. Museo Arqueológico, Málaga Madrid
[DODDS, J. D. (ed.), 1992, p. 240]. (MARTÍNEZ CAVIRÓ, B., 1991, fig. 30).
Fig. 11. Fragmento de ataifor, obradores Fig. 12. Jarra, obradores de Murcia,
de Murcia, ss. XII-XIII. Centro Municipal 1.ª mitad s. XIII. Centro Municipal
de Arqueología, Murcia Madrid de Arqueología, Murcia
(MARTÍNEZ CAVIRÓ, B., 1991, fig. 35). [DODDS, J. D. (ed.), 1992, p. 353].
Fig. 14. Redoma procedente de Córdoba, s. XII. Instituto Valencia de Don Juan, Madrid
(MARTÍNEZ CAVIRÓ, B., 1991, fig. 48).
Fig. 15. Ataifor, fines s. XII-primer tercio del XIII. Museo de Mallorca. Palma de Mallorca
[DODDS, J. D. (ed.), 1992, p. 350].
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Fig. 16. Jarrón de Fortuny, s. XIV. Museo Fig. 17. Jarrón de las gacelas, 2.ª mitad
del Ermitage, San Petersburgo s. XIV. Museo de la Alhambra, Granada
[DODDS, J. D. (ed.), 1992, p. 356]. [DODDS, J. D. (ed.), 1992, p. 358].
Fig. 18. Azulejos de suelo procedentes de la Alhambra, s. XIV. Instituto Valencia de Don Juan,
Madrid (MARTÍNEZ CAVIRÓ, B., 1991, fig. 106).
Fig. 20. Puerta del Vino, la Alhambra Fig. 21. Puerta de la Justicia, la
de Granada, 2.ª mitad del s. XIV. Alhambra de Granada, 1348
Foto: María Isabel Álvaro Zamora. (MARTÍNEZ CAVIRÓ, B., 1991, fig. 102).
cuarto del siglo XIV), pintados en dorado, azul y turquesa, con cintas
lobuladas o entrelazadas y anudadas, que reúnen motivos típicamente
andalusíes (piñas) y escenas figuradas propiamente cristianas (persona-
jes con indumentaria gótica, escudos de la banda coronados). Finalmente,
el más importante testimonio de la calidad alcanzada por este tipo de
piezas pintadas —realizadas en Málaga o en los hornos levantados en el
propio recinto palacial granadino— son las dos grandes placas cerámi-
cas conservadas en el Instituto Valencia de Don Juan (azulejo Fortuny,
fig. 19) y en el Museo Arqueológico Nacional, en Madrid, fechadas a
comienzos del siglo XV, tal como nos indica la primera en la inscripción
nasjí que la enmarca dedicada a Yusuf III. Pintadas en dorado y dorado-
azul, muestran idéntico repertorio ornamental dispuesto sobre ejes de
simetría, en el que se repiten escudos de la banda, estilizados atauriques
enrollados, pavos reales, zancudas y motivos vegetales, estos últimos de
influencia manisera (hojas de perejil, flores).
De esta manera se manufacturaron también estelas funerarias y piezas
delimitatorias de tumbas, básicamente decoradas con jaculatorias religiosas.
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Piezas moldeadas
De uso asimismo restringido y con ejemplos en la Alhambra son las
piezas moldeadas en relieve, esmaltadas y pintadas. De esta técnica,
empleada antes en algunas vajillas almohades (como las doradas fecha-
das en el siglo XII, halladas en Málaga y Almería), se conservan azulejos
con sus ornamentaciones estampadas sobre el barro tierno, esmaltados
y coloreados en dorado y azul (siglos XIV-XV), que podrían considerarse
precedente de la técnica de la azulejería de arista empleada más tarde
en los alfares mudéjares. Con todo, su mejor muestra se encuentra en la
Puerta de la Justicia (Yusuf I, siglo XIV), recubierta con piezas moldea-
das en dos planos, impermeabilizadas con esmalte de estaño y pintadas
en azul y turquesa, configurando labores de sebqa rellenas de atauriques
dispuestos en simetría, iguales a que las que aparecen en las yeserías del
mismo palacio (fig. 21). El precedente de este tipo de cerámica podría
estar en la azulejería en relieve de igual colorido obrada en los talleres
de Kashan (Irán) durante los siglos XIII y XIV, lo cual no haría sino con-
firmar la presencia de alfareros de esa procedencia en los obradores naza-
ríes de Málaga, tal como ya vimos en lo referente a su vajilla dorada.
Alicatados
La técnica del alicatado —continuada hasta la actualidad en talleres
del Magreb— consiste en la obtención de piezas vidriadas monocolores
de formas diversas (aliceres), cortadas a pico u obtenidas con moldes,
con las que se compone una especie de mosaico cerámico que recuerda las
labores marmóreas del opus sectile romano. Por lo general se citan como
precedente algunas decoraciones cerámicas de época almohade (como
las ya comentadas de la Kutubiyya de Marrakech) si bien muestra una
relación técnica todavía más estrecha con otras ornamentaciones de barro
vidriado desarrolladas en Anatolia bajo los selyúcidas, en las que se apli-
caban también piezas monocolores para obtener diseños ornamentales
diversos, en algunos casos asociados con similares decoraciones de már-
moles, lo que explicaría los intercambios y similitudes formales entre estas
dos técnicas artísticas (mihrab de la mezquita Arslanhane en Ankara o
madrasa de Karatay en Konya, mediados del siglo XIII). Pese a todo debe-
mos subrayar la importancia y personalidad alcanzada por el alicatado en
al-Andalus, con la originalidad de haberse aplicado fundamentalmente
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Fig. 22. Detalle del alminar de la Kutubiyya de Marrakech (1147), antes de su restauración.
Foto: María Isabel Álvaro Zamora.
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Fig. 23. Alicatado del Cuarto Real de Santo Fig. 24. Alicatado, ingreso al Mirador
Domingo, Granada, fines del s. XIII de Lindaraja, la Alhambra de Granada,
(MARTÍNEZ CAVIRÓ, B., 1991, fig. 86). 2.ª mitad del s. XIV
(MARTÍNEZ CAVIRÓ, B., 1991, fig. 94).
con atauriques y cobijadas en arcos lobulados que copian suras del Corán.
Es de destacar la coincidencia de colorido de estas primeras obras naza-
ríes con los ejemplos selyúcidas de Anatolia antes citados.
Por su parte, en el dintel adovelado de la puerta de ingreso al Genera-
life (Ismael I, 1319) se alternan temáticas menos habituales de paños de
sebqa, palmetas asimétricas de derivación almohade y la llave del Paraíso,
en tanto que la misma gama cromática y variadas labores de lazo están
presentes también en otros alicatados antiguos de la Alhambra como los
existentes en el Partal (Torre de la Damas, 1302-1309).
Sin embargo, hacia mediados del siglo XIV, la evolución del alica-
tado se orienta a ampliar su policromía, empequeñecer el tamaño de los
aliceres y componer diseños cada vez más complejos demostrativos de un
total dominio de la técnica. Como ejemplos de esta evolución pueden
citarse los arrimaderos de la Torre de la Cautiva (Yusuf I, 1333-1354), en
los que al colorido anterior se añaden otro melado y dorado purpúreo,
este último único testimonio llegado hasta nosotros de la aplicación de
la técnica del reflejo metálico; o los aproximadamente coetáneos de las
estancias anejas al Patio de los Leones, como la Sala de las Dos Herma-
nas o el Mirador de Lindaraja, que presentan menudas decoraciones de
lazo con una rica policromía, frisos epigráficos y los consiguientes rema-
tes de almenas, e incorporan además motivos heráldicos, con el escudo
de la banda nazarí y su lema dinástico: Sólo Allah es vencedor (fig. 24).
El uso extensivo del alicatado en el palacio granadino aporta a sus
estancias un revestimiento colorista y brillante, que va cambiando en cada
secuencia espacial al variar sus diseños en los que triunfa la geometría
sagrada por la que el musulmán, no pudiendo representar a Dios de
manera figurada, lo hace a través de su creación, plasmada por medio de
la geometría, la matemática y el número, formas perfectas de represen-
tación del Universo presente en las labores de lazo, a la vez que su apa-
riencia frágil expresa que sólo Dios permanece, y el refinamiento de su
factura y su perfecto acabado son asimismo prueba de la Belleza Abso-
luta, es decir del Creador.
Los artistas nazaríes realizaron también alicatados para los reyes cris-
tianos, como los aplicados en época de Pedro I en el Alcázar de Sevilla,
a la vez que su técnica se difundía en los talleres mudéjares sevillanos,
los cuales habrían de propagarla por buena parte de la geografía penin-
sular desde el siglo XIV al XVI. Además, la admiración que causaron los
revestimientos alicatados de la Alhambra tras la reconquista de Granada
(1492) daría lugar a su imitación en los arrimaderos de azulejería de
arista que se prodigaron en las mejores obras de arquitectura de los rei-
nos de Aragón y Castilla a partir del Quinientos.
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4. Orientación bibliográfica
1. Obras generales
SOUSTIEL, J., (1985), La céramique islamique, París, Office du Livre,
1985.
Estudio de conjunto de toda la cerámica islámica, dentro del cual
podemos situar los precedentes, influencias y aportaciones de la cerámica
andalusí.
2. Obras monográficas
CAMPS CAZORLA, E., (1936), Cerámica española (nuevas instalaciones),
Madrid, Catálogo Sumario del Museo Arqueológico Nacional.
TORRES BALBÁS, L., (1949), Arte Almohade. Arte Nazarí. Arte Mudéjar,
Ars Hispaniae, volumen IV, Madrid, Ed. Plus Ultra.
GÓMEZ MORENO MARTÍNEZ, M., (1951), El arte árabe español hasta los
almohades. Arte Mozárabe, Ars Hispaniae, volumen III, Madrid, Ed. Plus
Ultra.
Ejemplo de las primeras publicaciones en las que se aborda de forma
conjunta la cerámica andalusí; en ellas se recogen otros estudios mono-
gráficos previos reseñados en la bibliografía final (de Gómez-Moreno Gon-
zález sobre la cerámica de Medina Elvira —1888—, de estos tres investi-
gadores o de otros estudiosos). Camps parte de los fondos conservados en
el Museo Arqueológico Nacional, y Torres Balbás y Gómez-Moreno nos
ofrecen una visión general de la cerámica del periodo del arte andalusí
tratado por cada uno de ellos. A pesar de que las investigaciones poste-
riores han completado, corregido o superado estos textos, deben ser con-
sultados y citados por ser los iniciadores de esta línea de investigación.
FROTHINGHAM, A. W., (1951), Lustreware of Spain, New York, The His-
panic Society of America, The Trustees.
Primer estudio de la cerámica de reflejo metálico en España, con un
amplio capítulo dedicado a la loza dorada andalusí. Cita los hallazgos más
antiguos de época califal (hoy considerados de importación), reúne las
noticias documentales referidas al tema desde el siglo XI y, sobre todo,
se ocupa extensamente de la producción nazarí de Málaga, reuniendo
citas literarias y analizando las piezas conservadas (vajilla, Vasos de la
Alhambra, azulejería y estelas funerarias). Plantea muy acertadamente la
posible relación irania de la loza malagueña, relacionándola con la lle-
gada de alfareros tras la invasión mongol (hacia 1260).
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