Mitos y Leyendas de Tabasco
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EL VAQUERO FANTASMA
"Se contaba que el vaquero fantasma era el alma en pena de un ladrón de ganado
que arruinó a un viejo hacendado con sus robos, por lo que fue muerto de una
lanzada por uno de los hijos del anciano arruinado, y se cuenta que desde la
noche siguiente del trágico suceso, comenzó a recorrer las sabanas y los caminos
solitarios el alma del muerto, tomando la apariencia de un jinete misterioso."
Con el tiempo, la leyenda se fue olvidando, casi nadie se acuerda de ella, pero la
verdad es que el jinete fantasma continúa diariamente recorriendo todos los
caminos de nuestra tierra. Unas noches ronda por la Región de los Ríos; otras, por
la Chontalpa o la Sierra; y la mayor de las veces, por el Centro. De quienes se han
topado con él, automovilistas, camioneros o motociclistas que viajan por las
noches, muchos no han vivido para contarlo. Se dice que, de improviso, el jinete
atraviesa la carretera o el camino, haciendo que el conductor del vehículo frene y,
si viaja sobrio, al sobresaltarse exclame frases como: "¡Dios mío!", "¡Ave María
Purísima!" o "¡Jesucristo mi salvador!", la cosa no pasa del susto.
Si por el contrario, maneja ebrio y al ver al jinete aquel, suelta toda clase de
improperios y maldiciones, el vaquero fantasma se para frente a él con ojos
centelleantes y carcajeándose en forma demoniaca, por lo que presa del terror el
viajero acelera enloquecido, terminando su vertiginosa carrera contra un árbol u
otro vehículo, perdiendo la vida.
LA MUJER DE LA SERPIENTE
Ante aquel hecho sobrenatural, doña Beltrana quedó muda de espanto y así vivió
durante varios meses, pero antes de morir recobró el habla y pudo confesar la
causa de la muerte de su hija, a la que la gente del barrio de La Punta, le llamó
desde entonces, "la mujer de la serpiente".
Moraleja: todos, hijos e hijas debemos portarnos bien, respetar siempre y nunca,
por ningún concepto, levantar la mano contra nuestros padres, pues la serpiente
de esta leyenda vive en el cauce del río Grijalva y puede volver a salir, para
ajustarle cuentas a los malos hijos.