ANALISIS La Araucana, de Alonso de Ercilla
ANALISIS La Araucana, de Alonso de Ercilla
ANALISIS La Araucana, de Alonso de Ercilla
Eventos
Patrocinadores
Alonso de Ercilla
Compartir:
FacebookTwitterGoogle+LinkedIn
Colección :Nueva Miscelánea Austral Temas :Ciclo araucano, Conquista, cortes y
cortesanos, Épica, Épica colonial, García Hurtado de Mendoza, Humanismo, Magia y
ocultismo, Reino de Chile, Virreinato del Perú, Virreyes del Perú
En los treinta y siete cantos que integran el poema, Ercilla narra el desembarco de los
españoles en las tierras araucanas desde el gobierno de Pedro de Valdivia y los orígenes
de la rebelión mapuche hasta la derrota indígena, liderada por el virrey García Hurtado
de Mendoza.
El texto presenta unas características novedosas que le hacen destacar sobre el resto de
poemas épicos que se habían compuesto hasta entonces. Estas son las siguientes: (1)
narración de sucesos históricos y contemporáneos al autor; (2) ausencia de un héroe
central durante los versos del poema: el pueblo araucano parece ser el verdadero
protagonista de la obra. Asimismo, estos personajes hacen que el poema épico adquiera
un matiz pintoresco y exótico que en otros textos no se había percibido; (3) falta de
unidad de acción, dado que durante los versos aparecen sucesos ajenos a la lucha
araucana, como la batalla de Lepanto reflejada en la bola del mago Fitón; (4)
tratamiento de diversos temas: destaca la presencia de heroínas indígenas en los
episodios amorosos; (5) empleo de octavas reales con rima alterna y consonante
(ABABABCC); y uso de exordios, estrofas introductorias de carácter moral, para cada
canto.
En cuanto al estilo, sobresale la atención que el escritor del poema presta en la elección
de los recursos estilísticos: se perciben alusiones mitológicas de los clásicos griegos y
latinos y una sintaxis compleja y barroca que hacen que la obra sea compleja de
entender.
La presencia de la historia amerindia en las letras de los reinos trasatlánticos del Imperio
español resalta el interés que suscitaba en la época cualquier suceso que ocurriera en el
continente americano. De hecho, el éxito que alcanzó la obra de Alonso de Ercilla puede
compararse con el de las novelas de caballerías. Muestra de ello es la fortuna editorial
que esta obra gozó durante los Siglos de Oro. Asimismo, escritores contemporáneos al
autor de La Araucana escribieron continuaciones del poema épico u obras que versan
sobre los mismos temas. Ejemplos notables son Arauco domado, de Pedro de Oña
(Lima, 1596) o Cuarta y quinta parte en que se prosigue y acaba la historia de D.
Alonso de Ercilla, hasta la reducción del valle de Arauco en el reino de Chile, de
Santisteban Osorio (Salamanca, 1597), entre otros.
En palabras de D. Marcelino Menéndez y Pelayo, la obra de Ercilla simboliza la «poesía
de las navegaciones, de los descubrimientos y de las conquistas ultramarinas, trayendo
al arte nuevos ciclos, nuevas tierras, gentes bárbaras, costumbres exóticas, hazañas y
atrocidades increíbles» (1913, pp. 291-309).
Recursos digitales
Primeras ediciones
Tenía doce años creo, cuando leí por vez primera este soneto de Neruda; poeta inicial
yo, cambié campeón por hombrón, error quizá; y así lo mantuve en mi memoria al
recitarlo veces y veces. Caupolicán fue desde entonces mi héroe, mito de la lucha por la
independencia, un rebelde quizá, como decían los frailes de mí.
Años más tarde en los versos de la Araucana leí su muerte ominosa a manos de
españoles.
Y como el autor declaró ser cierto cuanto relataba en la epopeya, así lo creí a pies
juntillas, manteniendo un rencor duradero contra aquellos que lo hicieron. Fue la
madurez, y la lectura de ensayos que destacaban la quiebra del realismo por parte de
Ercilla, para acercarse a la ficción literaria; las causas de que, tiempo y razón, me
mostraran como inventado el empalamiento, trasgresión de un narrador fiel, trasgresor
intencionado a veces. Todo lo que ocurre en Iberoamérica me concierne. Iberoamérica
es una continuación de Iberia y yo soy, antes que nada y después de todo, ibérico.
Para quitar hierro a lo que la historia marcó con hierro, quiero mostrar que cultura tras
cultura, muchas de las existentes fueron víctimas y muchas protagonistas de saqueos y
matanzas, a modo de cadena que viene del inicio de los tiempos humanos. Superior
contra inferior en ideas y voluntad y en medios de ataque. Entresaco los siguientes
párrafos de la conferencia “Iberia y su consecuencia, mi escritura como reflejo”,
pronunciada en La Universidade Federal de Espírito Santo, en Brasil: La Península
Ibérica fluctúa entre Europa y África. Y el mar es su tentación permanente. Caminos
trazados por vientos y corrientes marinas: El mar Mediterráneo y el Océano Atlántico
en torno a la costa africana, proporcionan experiencia a navegantes y armadores. La
afición al comercio atrae a los fenicios; todavía humean sus hogueras llamando
compradores. Tras los cartagineses llega el momento de Roma, y sus legiones arrasan,
saquean, someten y preparan por la fuerza el terreno a la cultura común. La península
Ibérica, Iberia para los griegos, Hispania para los romanos, recibe con prevención a
quienes van llegando, y en caso de ataque no se rinde sin lucha. Y los ataques a las
poblaciones se producen hasta el sometimiento. Los ataques y la apropiación por la
fuerza de sus recursos.
Nos dois primeiros séculos do primeiro milénio depois de Cristo, a Península Ibérica
foi o principal abastecedor de ouro para o Império Romano, como aliás de prata e
estanho. Escreve Carla Maria Braz Martins, da Universidade do Minho em seu livro: A
exploração mineira romana e a metalurgia do ouro em Portugal
Las Médulas es hoy un entorno paisajístico formado por una antigua explotación minera
romana de oro, situado en la comarca española de El Bierzo, cerca de Portugal. Está
considerada la mayor mina de oro a cielo abierto de todo el Imperio romano. El trabajo
de ingeniería realizado para la extracción del mineral, dio como resultado un paisaje de
arenas rojizas, salpicado en la actualidad por castaños y robles. En 1997 la Unesco lo
consideró Patrimonio de la Humanidad. La extracción del oro de las Médulas por Roma,
duró desde mediados del siglo I hasta principios del siglo III. En ese tiempo se
removieron casi doscientos millones de metros cúbicos de tierra. Plinio escribe que allí
trabajaban 60.000 obreros de todos los oficios. Obreros manumitidos, es decir, esclavos
que recobraban la libertad a cambio de trabajar en esas condiciones tan difíciles, donde
muchos morían. La cantidad del oro extraído resulta incalculable y se han dado las
cantidades más dispares, llegando a las 4.000 toneladas. Las afirmaciones de Plinio,
deben tomarse como relativas al momento en que él estuvo allí, seguramente el de
mayor actividad extractora.
Castilla bajel movido por el azar y la necesidad, el doce de octubre de 1492, se topa con
América, nao anclada en medio de la mar océana. Del puente de mando surge con
fuerza un grito miles de veces escuchado: ¡Al abordaje! Unos años después, na tarde de
vinte e dois de abril de 1500, se incorpora Portugal. Azar y necesidad, temor y
esperanza; entre los viajes de ambas coronas se da un gran paralelismo, que solo es un
paralelismo más. Con recursos, naves, hombres y conocimientos, cuentan ambos
pueblos ibéricos, únicos capaces de realizar la gran proeza de aquel tiempo: abrir una
nueva ruta hacia las Indias tras la seda y las especias. Hay dos fenómenos que empañan
el hecho de la llegada y conquista de América por ambos países europeos; la esclavitud
y la atrocidad de la muerte de indígenas y, en general, de esclavos.
España en la Europa en el siglo XVI
Hay un hecho positivo para Neruda en todo aquel rompimiento: “Qué buen idioma el
mío, qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos… Estos andaban a
zancadas por las tremendas cordilleras, por las Américas encrespadas, buscando patatas,
butifarras, frijolitos, tabaco negro, oro, maíz, huevos fritos, con aquel apetito voraz que
nunca más se ha visto en el mundo… Todo se lo tragaban, con religiones, pirámides,
tribus, idolatrías iguales a las que ellos traían en sus grandes bolsas… Por donde
pasaban quedaba arrasada la tierra… Pero a los bárbaros se les caían de la tierra de las
barbas, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí
resplandecientes… el idioma. Salimos perdiendo… Salimos ganando… Se llevaron el
oro y nos dejaron el oro… Se lo llevaron todo y nos dejaron todo… Nos dejaron las
palabras”.
Em 1986, o poeta Carlos Drummond de Andrade declarou que Manoel de Barros era o
maior poeta brasileiro vivo. Em, Tratado geral das grandezas do ínfimo, Manoel de
Barros, diz: A poesia está guardada nas palavras — é tudo que eu sei. O sea que
también los conquistadores dejaron la poesía, en esa Tierra Conquistada, tierra que los
conquistó de una u otra forma, como hizo con Alonso de Ercilla y Zúñiga, autor
esforzado de la Epopeya Araucana, a quien escribo este poema .
Labrar Profundo
Poema de Pedro Sevylla
Y hoy, aunque
hemos convertido la palabra en sangre,
y la vamos transformando en luz,
sangre a intervalos cada vez más largos
luz en espacios cada vez más breves,
debemos recordar, en el momento todo,
que su capacidad
-palabra lenitivo, palabra espada-
sigue siendo enorme, enorme, enorme;
enorme y apretada.
Lavrar Profundo
Poema e tradução Pedro Sevylla de Juana
E hoje, embora
temos convertido a palavra em sangue,
e a vamos transformando em luz,
sangue a intervalos cada dia mais longos
luz em espaços cada dia mais breves,
devemos recordar, no momento todo,
que sua capacidade
-palavra lenitivo, palavra espada-
segue sendo enorme, enorme, enorme;
enorme e apertada.
PRELIMINARES
Por cuanto por parte de vos, don Alonso de Ercilla y Zúñiga, nos fue fecha relación que
habíades compuesto la Tercera Parte de LA ARAUCANA y juntádola con la Primera y
Segunda, en que se acaban de escribir las guerras de la provincia de Chili hasta vuestro
tiempo, y por ser obra provechosa para la noticia de aquella tierra, suplicándonos os
mandásemos dar licencia para imprimir las dichas tres Partes de las cuales hicistes
presentación, y privilegio por veinte años o por el tiempo que fuésemos servido o como
la nuestra merced fuese; lo cual visto por los del nuestro Consejo, por cuanto en el dicho
libro se hicieron las diligencias que la premática por Nos fecha sobre la impresión de los
libros dispone, fue acordado que debíamos mandar dar esta nuestra célula en la dicha
razón, e Nos tuvímoslo por bien; por la cual, por os hacer bien y merced, os damos
licencia y facultad para que vos o la persona que vuestro poder hubiere, y no otra
alguna, podáis hacer imprimir y vender el dicho libro que de suso se hace mención en
todos estos nuestros reinos de Castilla, por tiempo y espacio de diez años, que corran y
se cuenten desde el día de la data desta nuestra cédula, so pena que la persona o
personas que sin tener vuestro poder lo imprimiere o vendiere o hiciere imprimir o
vender, pierda la impresión que hiciere con los moldes y aparejos della, y más incurra
en pena de cincuenta mil maravedís cada vez que lo contrario hiciere, la cual dicha pena
sea la tercia parte para la persona que lo acusare y la otra tercia parte para el juez que lo
sentenciare y la otra tercia parte para nuestra cámara y fisco con tanto que todas las
veces que hobiéredes de hacer imprimir el dicho libro, durante el dicho tiempo de los
dichos diez años, le traigáis al nuestro Consejo juntamente con el original que en él fue
visto, que va rubricado cada plana y firmado al fin del de Juan Gallo de Andrada,
nuestro escribano de cámara de los que residen en el nuestro Consejo, para que se vea si
la dicha impresión está conforme a él o traigáis fe en pública forma de como, por
corretor nombrado por nuestro mandado, se vio y corrigió la dicha impresión por el
dicho original y se imprimió conforme a él, y quedan impresas las erratas por él
apuntadas para cada un libro de los que ansí fueren impresos, para que se os tase el
precio que por cada volumen hobiéredes de haber, so pena de caer e incurrir en las
penas contenidas en las leyes y premáticas de nuestros reinos.
Y mandamos a los del nuestro Consejo y a otras cualesquier justicias que guarden y
cumplan y ejecuten esta nuestra cédula y lo en ella contenido. Fecha en San Lorenzo, a
trece días del mes de mayo de mil y quinientos y ochenta y nueve años. YO EL REY.
Por mandado del Rey nuestro señor. Juan Vázquez.
PRIVILEGIO DE ARAGÓN
Nos Don Felipe, por la gracia de Dios, Rey de Castilla, de Aragón, de León, de las dos
Sicilias, de Jerusalén, de Portugal, de Hungría, de Dalmacia, de Croacia, de Navarra, de
Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorcas, de Sevilla, de Cerdeña, de
Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaén, de los Algarbes, de Algecira, de Gibraltar, de
las Islas de Canaria, de las Indias Orientales y Ocidentales, Islas y Tierra Firme del mar
Océano, Archiduque de Austria, Duque de Borgoña, de Brabante, de Milán, de Atenas y
Neopatria, Conde de Abspug, de Flandes, de Tirol, de Barcelona, de Rosellón y
Cerdaña, Marqués de Oristán y Conde de Gociano.
Por cuanto por parte de vos, Don Alonso de Ercilla y Zúñiga, caballero de la Orden de
Santiago, gentilhombre de la Cámara del Emperador, mi sobrino, se nos ha hecho
relación que con vuestro trabajo e ingenio habéis compuesto un libro intitulado Tercera
parte de La Araucana y que lo deseáis hacer imprimir en los nuestros reinos de la
Corona de Aragón, suplicándonos os mandásemos dar licencia para ello con la
prohibición acostumbrada y por el tiempo que fuéremos servido; e Nos, teniendo
consideración a vuestros grandes servicios, valor y partes, habiendo sido reconocido el
dicho libro por nuestro mandato, con tenor de las presentes, de nuestra cierta ciencia y
real autoridad, deliberadamente y consulta, damos licencia, permiso y facultad a vos el
dicho don Alonso de Ercilla y Zúñiga y a la persona que vuestro poder tuviere, que
podáis imprimir o hacer imprimir al impresor o impresores que quisiéredes el dicho
libro intitulado Tercera Parte de La Araucana, con las otras dos partes o sin ellas, en
todos los dichos nuestros reinos y señoríos de la Corona de Aragón, y vender en ellos
así los que hubiéredes impreso o hecho imprimir en los dichos reinos como fuera dellos
en otras cualesquier partes y esto por tiempo de diez años; prohibiendo, según que con
las presentes prohibimos y vedamos, que ninguna otra persona los pueda imprimir, ni
hacer imprimir ni vender, ni llevarlos, impresos de otras partes a vender a los dichos
nuestros reinos y señoríos sino vos o quien vuestro poder tuviere, por el dicho tiempo de
diez años del día de la data de las presentes contaderos, so pena de doscientos florines
de oro de Aragón y perdimento de moldes y libros, dividiera en tres iguales partes: una
a nuestros reales cofres, otra para vos el dicho don Alonso, y la tercera para el acusador;
con esto, empero: que los libros que hubiéredes impreso y hiciéredes imprimir no los
podáis vender hasta que hayáis traídoen este nuestro S. S. R. Consejo, que cabe Nos
reside, uno dellos, para que se compruebe con el original que queda en poder del noble
don Miguel Clemente, nuestro protonotario, y se vea si la dicha impresión está
conforme con el original que ha sido mostrado y aprobado.
Mandando con el mismo tenor de las presentes a cualesquiera lugartenientes y capitanes
generales, regente de la Cancellería, regente el oficio y por tantas veces de nuestro
General Gobernador, Justicia de Aragón y sus lugartenientes, Bailes generales,
Zalmedinas, Vegueres, Sotvegueres, Justicias, Jurados, Alguaciles, Vergueros, Porteros
y otros cualesquier oficiales y ministros nuestros, mayores y menores, en los dichos
reinos y señoríos de la Corona de Aragón constituidos y constituideros y a sus
lugartenientes o regentes los dichos oficios, so encurrimiento de nuestra ira e
indignación y pena de mil florines de Aragón, de bienes del que lo contrario hiciere
exigideros y a nuestros Reales cofres aplicaderos, que la presente nuestra licencia y
prohibición y todo lo en ella contenido os tengan, guarden y cumplan, tener, guardar y
cumplir hagan sin contradición alguna, y no permitan ni den lugar que sea hecho lo
contrario en manera alguna, si, demás de nuestra ira e indignación, en la pena
sobredicha desean no incurrir. En testimonio de lo cual mandamos despachar las
presentes con nuestro sello Real en el dorso selladas. Dat. en el monesterio de San
Lorenzo el Real, a veintitrés días del mes de septiembre, año del nacimiento de Nuestro
Señor de mil y quinientos y ochenta y nueve. -YO EL REY.
TASA
Está tasado en siete reales cada cuerpo desta Araucana, Primera y Segunda y Tercera
Parte como consta, por la fe de tasa firmada del Secretario Juan Gallo de Andrada. Su
fecha en Madrid a once días del mes de Enero de MDXC.
PRIVILEGIO DE PORTUGAL
Eu el rej fago saber a os que este albala virem, que eu ej por bem e me praz que pessoa
alguã naõ possa em meus reynos e senhorios de Portugal, imprimir nem vender a
Primeira, Segunda e Terceira Parte da Araucana, que dom Alonso de Erzilla e Çuñiga
tem composto, e em que acaba de escreber as guerras da Provincia de Chili ate o seu
tempo; nem as possa trazer de fora impressas, senaõ elle dito dom Alonso ou quem sua
comissão, tiver, e isto por tempo de dez annos soomente, que se começaraõ da feitura
deste em diante: sob pena de qualquer pessoa que imprimir ou fizer imprimir as ditas
tres Partes da Araucana, ou trouxer de fora impressas ou vender sem consentimento do
dito dom Alonso, perder todos os volumes que dos ditos livros tiver e que forem
echados, e mais pagar sincoenta mil reis: a metade pera quem acusar.
E mando a todas as justiças e oficiaes a que este albala for mostrado, e o conhecimento
de le pertenecer, que o cumprão e guardem e façaõ inteiramente comprir como se nele
contem; posto que naõ seja passado pela Chancelarja e o efeitodele aja de durar mai de
h anno, sem embargo das ordenazões do segundo libro, titulo vinte, que o contrairo
dispoem; e este albara se imprimira no começo dos ditos volumes, ou no cabo.-Antonio
Moniz da Fonsequa o fez em Madrid, aos 10 de novembro de MDXC anos.
Primera Parte de La Araucana de don Alonso de Ercilla y Zúñiga
PRÓLOGO
Si pensara que el trabajo que he puesto en la obra, me había de quitar tan poco el miedo
de publicarla sé cierto de mí que no tuviera ánimo para llevarla al cabo. Pero
considerando ser la historia verdadera y de cosas de guerra, a las cuales hay tantos
aficionados, me he resuelto en imprimirla, ayudando a ello las importunaciones de
muchos testigos que en lo más dello se hallaron, y el agravio que algunos españoles
recibirían quedando sus hazañas en perpetuo silencio, faltando quien las escriba, no por
ser ellas pequeñas, pero porque la tierra es tan remota y apartada y la postrera que los
españoles han pisado por la parte del Pirú, que no se puede tener della casi noticia, y por
el mal aparejo y poco tiempo que para escribir hay con la ocupación de la guerra, que no
da lugar a ello; y así, el que pude hurtar, le gasté en este libro, el cual, porque fuese más
cierto y verdadero, se hizo en la misma guerra y en los mismos pasos y sitios,
escribiendo muchas veces en cuero por falta de papel, y en pedazos de cartas, algunos
tan pequeños que apenas cabían seis versos, que no me costó después poco trabajo
juntarlos; y por esto y por la humildad con que va la obra, como criada en tan pobres
pañales, acompañándola el celo y la intención con que se hizo, espero que será parte
para poder sufrir quien la leyere las faltas que lleva.
Y, cierto, es cosa de admiración que no poseyendo los araucanos más de veinte leguas
de término, sin tener en todo él pueblo formado, ni muro, ni casa fuerte para su reparo,
ni armas, a lo menos defensivas, que la prolija guerra y los españoles las han gastado y
consumido, y en tierra no áspera, rodeada de tres pueblos españoles y dos plazas fuertes
en medio della, con puro valor y porfiada determinación hayan redimido y sustentado su
libertad, derramando en sacrificio della tanta sangre así suya como de españoles, que
con verdad se puede decir haber pocos lugares que no estén della teñidos y poblados de
huesos, no faltando a los muertos quien les suceda en llevar su opinión adelante; pues
los hijos, ganosos de la venganza de sus muertos padres, con la natural rabia que los
mueve y el valor que dellos heredaron, acelerando el curso de los años, antes de tiempo
tomando las armas se ofrecen al rigor de la guerra, y es tanta la falta de gente por la
mucha que ha muerto en esta demanda, que para hacer más cuerpo y henchir los
escuadrones, vienen también las mujeres a la guerra, y peleando algunas veces como
varones, se entregan con grande ánimo a la muerte.
Todo esto he querido traer para prueba y en abono del valor destas gentes, digno de
mayor loor del que yo le podré dar con mis versos. Y pues, como dije arriba, hay agora
en España cantidad de personas que se hallaron en muchas cosas de las que aquí
escribo, a ellos remito la defensa de mi obra en esta parte, y a los que la leyeren se la
encomiendo.
PARTE PRIMERA
Preliminares
Al letor
Por haber prometido de proseguir esta historia, no con poca dificultad y pesadumbre la
he continuado; y aunque esta Segunda Parte de LA ARAUCANA no muestre el trabajo
que me cuesta, todavía quien la leyere podrá considerar el que se habrá pasado en
escribir dos libros de materia tan áspera y de poca variedad, pues desde el principio
hasta el fin no contiene sino una mesma cosa, y haber de caminar siempre por el rigor
de una verdad y camino tan desierto y estéril, paréceme que no habrá gusto que no se
canse de seguirme. Así temeroso desto, quisiera mil veces mezclar algunas cosas
diferentes; pero acordé de no mudar estilo, porque lo que digo se me tomase en
descuento de las faltas que el libro lleva, autorizándole con escribir en él el alto
principio que el Rey nuestro señor dio a sus obras con el asalto y entrada de Sanquintín,
por habernos dado otro aquel mismo día los araucanos en el fuerte de la Concepción.
Asimismo trato el rompimiento de la batalla naval que el señor don Juan de Austria
venció en Lepanto. Y no es poco atrevimiento querer poner dos cosas tan grandes en
lugar tan humilde; pero todo lo merecen los araucanos, pues ha más de treinta años que
sustentan su opinión, sin jamás habérseles caído las armas de las manos, no defendiendo
grandes ciudades y riquezas, pues de su voluntad ellos mismo han abrasado las casas y
haciendas que tenían, por no dejar qué gozar al enemigo; mas sólo defienden unos
terrones secos (aunque muchas veces humedecidos con nuestra sangre) y campos
incultos y pedregosos. Y siempre permaneciendo en su firme propósito y entereza, dan
materia larga a los escritores. Yo dejo mucho y aun lo más principal por escribir, para el
que quisiere tomar trabajo de hacerlo, que el mío le doy por bien empleado, si se recibe
con la voluntad que a todos les ofrezco.
Canto XVI: En este canto se acaba la tormenta. Contiénese la entrada de los españoles
en el Puerto de la Concepción e isla de Talcaguano; elconsejo general que los indios en
el valle de Ongolmo tuvieron;la diferencia que entre Peteguelén y Tucapel hubo.
Asimismo el acuerdo que sobre ella se tomó.
Canto XVII: Hace Millalauco su embajada. Salen los españoles de la isla, levantando un
fuerte en el cerro de Penco. Vienen los araucanos a darles el asalto. Cuéntase lo que en
aquel mismo tiempo pasaba sobre la plaza fuerte de Sanquintín.
Canto XVIII: Da el rey don Felipe el asalto a Sanquintín: entra en ella vitorioso. Vienen
los araucanos sobre el fuerte de los españoles
Canto XIX: En este canto se contiene el asalto que los araucanos dieron a los españoles
en el fuerte de Penco; la arremetida de Gracolano a la muralla; la batalla que los
marineros y soldados, que habían quedado en guarda de los navíos, tuvieron en la
marina con los enemigos.
Canto XX: Retíranse los araucanos con pérdida de mucha gente; escápase Tucapel muy
herido, rompiendo por los enemigos; cuenta Tegualda a don Alonso de Ercilla el estraño
y lastimoso proceso de su historia.
Canto XXI: Halla Tegualda el cuerpo del marido y haciendo un llanto sobre él, le lleva
a su tierra. Llegan a Penco los españoles y caballos que venían de Santiago y de La
Imperial por tierra. Hace Caupolicán muestra general de su gente.
Canto XXII: Entran los españoles en el Estado de Arauco; traban los araucanos con
ellos una reñida batalla; hace rengo de su persona gran prueba; cortan las manos por
justicia a Galuarino, indio valeroso.
Canto XXIII: Llega galuarino adonde estaba el senado araucano: hace en el consejo una
habla con la cual desbarata los pareceres de algunos. Salen los españoles en busca del
enemigo; píntase la cueva del hechicero Fitón y las cosas que en ella habia.
Canto XXIIII: En este canto sólo se contiene la gran batalla naval, el desbarate y rota de
la armada turquesca con la huida de Ochalí.
Canto XXV: Asientan los españoles su campo en Millarapué; llega a desafiarlos un
indio de parte de Caupolicán; vienen a la batalla muy reñida y sangrienta; señálanse
Tucapel y Rengo; cuéntase también el valor que los españoles mostraron aquel día.
Canto XXVI: En este canto se trata el fin de la batalla y retirada de los araucanos; la
obstinación y pertinacia de Galbarino y su muerte. Asimismo se pinta el jardín y
estancia del mago Fitón.
Canto XXVII: En este canto se pone la descripción de muchas provincias, montes,
ciudades famosas por natura y por guerras. Cuéntase también como los españoles
levantaron un fuerte en el valle de Tucapel; y como don Alonso de Ercilla halló a la
hermosa Glaura.
Canto XXVIII: Cuenta Glaura sus desdichas y la causa de su venida. Asaltan los
araucanos a los españoles en la quebrada de Purén; pasa entre ellos una recia batalla;
saquean los enemigos el bagaje; retíranse alegres, aunque desbaratados .
Canto XXIX: Entran los araucanos en nuevo consejo; tratan de quemar sus haciendas.
Pide Tucapel que se cumpla el campo que tiene aplazado con Rengo; combaten los dos
en estacado brava y animosamente.
Tercera Parte
Canto XXX: Contiene este canto el fin que tuvo el combate de Tucapel y
Rengo.Asimismo lo que Pran, araucano, pasó con el indio Andresillo, yanacona de los
españoles.
Canto XXXI: Cuenta Andresillo a Reinoso lo que Pran dejaba concertado. Habla con
Caupolicán cautelosamente, el cual engañado viene sobre el fuerte, pensando que
hallaría a los españoles durmiendo.
Canto XXXII: Arremeten los araucanos el fuerte; son rebatidos por los españoles.
Caupolicán se retira a la Sierra deshaciendo la batalla. Cuenta don Alonso de Ercilla, a
petición de los soldados, la verdadera historia Dido.
Canto XXXIII: Prosigue don Alonso la navegación de Dido hasta que llegó a Biserta;
cuenta cómo fundó a Cartago y la causa por que se mató. También se contiene en este
canto la prisión de Caupolicán.
Canto XXXIV: Hablan Reinoso y Caupolicán de que sabiendo que va a morir quiere
volverse cristiano; muere Caupolicán. Los araucanos se juntan a la elección del nuevo
general.
Canto XXXV: Entran los españoles demandando la nueva tierra. Sale a encontrarlos
Tunconabala; trata de convencerlos de que no fueran pero al ver que no lo consigue, se
ofrece como guía y los lleva por despeñaderos en los cuales los españoles pasan grandes
trabajos.
Canto XXXVI: Sale el cacique de la barca a tierra, ofrece a los españoles todo lo
necesario para su viaje, prosiguiéndoles su derrota. Se embarca don Alonso de Ercilla
hacia España y recorre varías ciudades de Europa; manda el rey don Felipe a levantar
gente para entrar en Portugal.
Canto XXXVII: En este último canto se habla de la guerra como derecho de las gentes,
y se declara que el rey don Felipe tuvo al reino de Portugal, juntamente con los
requerimientos que hizo a los portugueses para justificar más sus armas.Esta es la
última estrofa:
ANGOL: Se llama el valle donde poblaron una ciudad y le pusieron nombre los
confines de Angol.
APÓ: Señor o capitán absoluto de los otros.
ARAUCO (EL ESTADO DE): Es una provincia pequeña de veinte leguas de largo y
siete de ancho, poco más o menos, que produce la gente más belicosa que ha habido en
las Indias, y por eso es llamado el estado indómito; llámanse los indios de él araucanos,
tomando el nombre de la provincia.
ARCABUCO: Espesura grande de árboles altos y boscaje.
BOHÍO: Es una casa pajiza, grande, de solo una pieza, sin alto.
CACIQUE: Quiere decir señor de vasallos, que tienen gente a su cargo. Los caciques
toman el nombre del valle de donde son señores, y de la misma manera los hijos o
sucesores que suceden en ellos; declárase esto, porque los que mueren en la guerra se
oirán después nombrar en otra batalla: entiéndase que son los hijos o sucesores de los
muertos.
CACHIRAS: Son unas cuentas muy menudas, a manera de aljófar, que las hallan por
las marinas, y en cuanto más menuda es más preciada; labran y adornan con ellas sus
llautos y las mujeres sus hinchos, que son como una cinta angosta que les ciñe la
cabeza, por la frente, a manera de vidrios; andan siempre en cabello y suelto por los
hombros y espaldas.
CAUPOLICÁN: Fue hijo de Leocán y Lautaro, hijo de Pillán. Declaro esto porque
como son capitanes señalados, de los cuales la historia hace muchas veces mención, por
no poner tantas veces sus nombres, me aprovecho de los de sus padres.
CAUTÉN: Es un valle hermosísimo y fértil, donde los españoles fundaron la más
próspera ciudad que ha habido en aquellas partes, la cual tenía trescientos mil indios,
casados, de servicio; llamáronla imperial porque cuando entraron los españoles en
aquella provincia hallaron sobre todas las puertas y tejados águilas imperiales de dos
cabezas, hechas de palo, a manera de timbre de armas, que cierto es extraña cosa y de
notar, pues jamás en aquella tierra se ha visto ave con dos cabezas.
COQUIMBO: Es el primer valle de Chile, donde pobló el capitán Valdivia un pueblo
que le llamó la Serena, por ser él natural de la Serena; tiene un muy buen puerto de mar,
y llámase también el pueblo Coquimbo tomando el nombre del valle.
CHILE: Es una provincia grande que contiene en sí otras muchas provincias. Toma el
nombre de Chile toda la provincia por su valle, del cual tuvieron primero noticia los
españoles por el oro que en él se sacaba, y, como entraron en su demanda, pusieron
nombre de Chile a toda la tierra, hasta el estrecho de Magallanes.
EPANOMÓN: Nombre que le dan al demonio, por el cual juran cuando quieren
obligarse infaliblemente a cumplir lo que prometen.
LLAUTO: Es un trocho o rodete redondo, ancho, de dos dedos, que ponen por la frente
y les ciñe la cabeza: son labrados de oro y cachira, con muchas piedras y dijes en ellos,
en los cuales asientan las plumas o penachos de que ellos son muy amigos; no los traen
en la guerra porque entonces usan celadas.
MAPOCHO: Es un hermoso valle donde los españoles poblaron la ciudad de Santiago,
y llámase asimismo el pueblo Mapochó.
MITA: Es la carga o tributo que trae el indio tributario.
MITAYO: Es el indio que la lleva o trae.
PALLÁ: Es lo que llamamos nosotros señora; pero entre ellos no alcanza este nombre,
sino al de noble linaje y señora de muchos vasallos y hacienda.
PENCO: Es un valle muy pequeño y no llano, pero como es puerto de mar poblaron en
él los españoles una ciudad, la cual llamaron La Concepción.
PUELCHES: Se llaman los indios de la sierra, que son fortísimos y ligeros,
aunque de menos entendimiento que los otros.
VALDIVIA: Es un pueblo bueno y provechoso; tiene un puerto de mar por un río
arriba, tan seguro que varan los naos en tierra y está fundado no muy lejos de un gran
lago, al cual y a la ciudad llamó Valdivia de su nombre: entiéndase que cuando se
fundaron estos pueblos era Valdivia capitán general de los españoles, y a él se atribuye
la gloria del descubrimiento y población de Chile.
VILLARICA: Es otro pueblo que fundaron los españoles a la ribera de un lago pequeño,
cerca de los volcanes, que lanzaban a tiempos tanto fuego y tan alto, que acontece llover
en el pueblo ceniza.
YANACONAS: Son indios, mozos, amigos, que sirven a los españoles; andan en su
traje y algunos muy bien tratados, que se aprecian mucho de policía en su vestido;
pelean a las veces en favor de sus amos, y algunos animosamente, en especial cuando
los españoles dejan los caballos y pelean a pie, porque en la retiradas los suelen dejar en
las manos de los enemigos, que los matan crudelísimamente
DON ALONSO DE ERCILLA Capítulo VIII del Ensayo sobre la poesía
épica, escrito por Voltaire. Traducido del francés por Pedro Sevylla de
Juana.
Al final del decimosexto siglo, España produjo un poema épico célebre por algunas
bellezas particulares, destacables, tanto por la particularidad del asunto, como por el
carácter del autor. Don Alonso de Ercilla y Zúñiga gentilhombre de cámara del
emperador Maximiliano II, fue educado en en el palacio de Felipe II, y combatió a la
batalla de San Quintín, dónde los franceses fueron derrotados. Felipe, ausente de la
batalla, menos preocupado por la gloria exterior que por sus asuntos internos, lo mandó
regresar a España. El joven Alonso, movido por una insaciable avidez del saber
verdadero, es decir de conocer a los hombres y ver mundo, viajó por toda Francia,
recorrió Italia y Alemania, y permaneció mucho tiempo en Inglaterra.
Mientras estaba en Londres, supo que algunas provincias de Perú y Chile se habían
alzado en armas contra la Metrópoli. Diré, al hilo, que esta tentativa de las colonias de
recobrar su libertad, es considerada como rebelión por los autores españoles. Su deseo
de gloria, y de ser testigo y protagonista de gestas singulares, le llevó a esos países del
Nuevo Mundo. Llegó a Chile encabezando algunas tropas, y permaneció allí durante
toda la guerra.
En la frontera sur de Chile, hay una pequeña comarca montañosa nombrada Araucana,
habitada por una raza de hombres más robustos y más feroces que todos los demás
pueblos de América: combatieron ellos en defensa de su libertad con más coraje y más
tiempo que otros, y fueron los últimos que los españoles sometieron. Alonso sostuvo
contra ellos una guerra penosa y larga; corrió peligros extremos; vio y participó en las
acciones más asombrosas, recibiendo como única recompensa el honor de conquistar
unos peñascos, y de reducir algunas comarcas incultas a la obediencia del rey de
España.
Tiene sentido dar a conocer aquí una parte del segundo canto, cuyo asunto se parece
mucho al inicio de la Ilíada. Pues habiendo sido tratado de manera diferente, merece ser
puesto ante los ojos de los lectores, para que sean ellos quienes juzguen con
imparcialidad. La primera acción de la Araucana es una disputa surgida entre los jefes
de los Bárbaros; como en Homero, sucede entre Aquiles y Agamenón. La disputa no se
produce por una cautiva; sino por el mando del ejército. Cada uno de esos salvajes
generales alaba su mérito y sus hazañas; la disputa llega a encenderse de tal modo, que
casi llegan a las manos. Entonces uno de los caciques, nombrado Colocolo, tan viejo
como Néstor, pero menos dispuesto en su favor que el héroe griego, hace la arenga
siguiente:
El anciano propone entonces un ejercicio digno de una nación bárbara: llevar una viga
gruesa, y entregar el honor del mando a quién soporte el peso durante más tiempo.
Siendo la mejor manera de perfeccionar nuestro criterio, comparar simultáneamente
cosas de la misma naturaleza, oponed el discurso de Néstor al de Colocolo; y
renunciando a la adoración que nuestros espíritus, justamente preocupados, sienten por
el gran nombre de Homero, sopesad ambas arengas con el equilibrio de la equidad y de
la razón. Después de que Aquiles, instruido e inspirado por Minerva, diosa de la
sabiduría, diera a Agamenón los nombres de borracho y de perro, el sabio Néstor se
levanta para tranquilizar los espíritus irritados de estos dos héroes, y habla así: ¿Qué
satisfacción sentirán los troyanos cuando oigan comentar vuestras discordias? Su
juventud debe respetar mis años, y someterse a mis juicios.
He conocido en ocasiones héroes superiores a vosotros. No, mis ojos jamás verán
hombres semejantes al invencible Pirítoo, al bravo Céneas, al divino Teseo, etc…
Estuve en la guerra con ellos, y, aunque era joven, mi elocuencia persuasiva tenía poder
sobre sus espíritus. Oyeron a Néstor, jóvenes guerreros, escuchen pues las consejos que
les da mi vejez. Atrida, no debes quedarte con el esclavo de Aquiles; hijo de Thetis, no
debes tratar con altanería al jefe del ejército. Aquiles es el más grande, el más corajudo
de los guerreros; Agamenón es el más grande de reyes, etc.” La arenga resultó
infructuosa: Agamenón alabó su elocuencia, pero despreció su consejo.
Considerad, por una parte, la pericia con la que el bárbaro Colo-colo se adentra en el
espíritu de los caciques, la dulzura respetable con la que calma su animosidad, la ternura
majestuosa de sus palabras. Cuánto amor al país lo mueve, cuántos sentimientos de la
verdadera gloria penetran en su corazón; con qué prudencia alaba su coraje reprimiendo
su furor, con qué arte deja de considerar a uno de ellos superior a los demás. Es un jefe,
un panegirista hábil; también ellos se someten a sus razones, confesando la fuerza de su
elocuencia, no con alabanzas vanas, sino con la obediencia inmediata.
Que se juzgue, por otra parte, si Néstor es tan sabio al elogiar su propia sabiduría; si ese
es un medio seguro de atraer la atención de los príncipes griegos, o de desmerecerlos y
de situarlos por debajo de sus antepasados; si la asamblea puede querer decirle sin
disgusto a Néstor que Aquiles es el más corajudo de los jefes presentes. Después de
haber comparado el parloteo presuntuoso y descortés de Néstor, con el discurso
modesto y mesurado de Colocolo, la odiosa diferencia que pone entre el rango de
Agamenón y el mérito de Aquiles, con ese reparto equilibrado de grandeza y de coraje
otorgada con arte a todos los caciques, que el lector se pronuncie; y si hay un general en
el mundo que sufra de buena gana que se prefiera a un inferior por la valentía, si hay
una asamblea que pueda soportar impávida que un arengador, hablándoles con
desprecio, alabe a sus predecesores a su costa, entonces Homero podrá ser preferido a
Alonso en este caso concreto.
Es verdad que si Alonso está en este episodio por encima de Homero, está en todo el
resto por debajo del menor de los poetas. Nos sorprende verlo caer tan bajo, después de
haber volado por encima de lo más alto. Hay sin duda mucho fuego en sus batallas, pero
ninguna invención, ningún plan que proporcione variedad a las descripciones, punto de
confluencia de la unidad de propósito. Este poema es más salvaje que las naciones que
lo inspiran. Hacia el fin de la obra, el autor, que es uno de los principales héroes del
poema, emprende durante la noche una marcha larga y fastidiosa, seguido por algunos
soldados y, para pasar el tiempo, inicia entre ellos una disputa que tiene por objeto a
Virgilio; esencialmente el episodio de Dido. Alonso aprovecha esta ocasión para
distraer a sus soldados con la muerte de Dido, tal como la tratan los antiguos
historiadores y, con el fin de desmentir mejor a Virgilio, y restituir a la reina de Cartago
su reputación, se divierte debatiendo sobre ello durante dos cantos enteros.
No es, por otra parte, un defecto menor de su poema, el de estar formado por treinta y
seis cantos muy largos. Se puede suponer con razón de un autor que no sabe o no puede
detenerse, que no es adecuado para desarrollar ese oficio. Tan gran número de defectos,
no impidió al célebre Miguel de Cervantes, decir que Araucana puede ser comparado
con los mejores poemas de Italia. El amor ciego a la patria le dictó sin duda este falso
juicio al autor español. El patriotismo verdadero y sólido consiste en procurar el bien de
la patria, y en contribuir a su libertad tanto como nos sea posible; pero discutir
solamente sobre los autores de nuestra nación, jactarnos de contar entre nosotros con
mejores poetas que nuestros vecinos, es más bien un amor propio necio que amor a
nuestro país. PSdeJ tradujoVOLTAIRE, en Essai Sur la Poesie Epique, Don Alonso de
Ercilla, Capítulo VIII. Tomo 10. 1834
“Este ensayo sobre la Poesía Épica, de la que el ensayo sobre las Guerras Civiles debía
formar parte, fue compuesto por Voltaire para servir de introducción a su Henriade. El
autor lo escribió y lo dio a la imprenta en inglés, se lo mandó traducir al francés al abad
Desfontaines, quien cometió un buen número de erratas; de las que Voltaire se quejó en
repetidas ocasiones.
Si tuviéramos que señalar cuáles son los valores principales de la Araucana, el primero
es algo insólito: el amor y la admiración de un español de la época de la Conquista, por
sus enemigos, los araucanos. Además habría que agregar varios otros. La fiereza del
hombre y de la mujer aborígenes, la descripción fluida, enamorada, de Chile, la visión
de los españoles contemplados por ojo araucano. Esta última facultad, la de ponerse en
el punto de vista del otro, es excepcional y característica de Alonso de Ercilla.
Documentos
(Vistos en la Web de Cervantes Virtual, la más completa y fidedigna que encontré en
relación con Alonso de Ercilla y la Araucana).
XXVIII. Real cédula dirigida al Gobernador de Chile para que dé a don Alonso de
Ercilla alguno de los repartimientos de indios que hubiere vacos, que sea conforme a la
calidad de su persona y servicios. Toledo, 23 de diciembre de 1560
Sepan cuantos esta carta de poder vieren, cómo yo don Fadrique de Portugal,
caballerizo mayor de la reina Doña Isabel, nuestra señora, caballero de la Orden de
Santiago, andante en corte de Su Majestad, otorgo y conozco por esta carta que doy e
otorgo todo mi poder cumplido, libre y llenero y bastante, según yo le tengo y de
derecho se requiere y más puede y debe valer, con libre y general administración, a vos
Francisco Xofre, mi mayordomo, estante en la villa de Madrid, questáis ausente, como
si fuésedes presente, especialmente para que por mí y en mi nombre y como yo mismo,
representando mi persona propia, me podáis obligar y obliguéis de dar e pagar e que
daré e pagaré a don Alonso de Hercilla, como heredero ques de doña María Madalena
de Zúñiga, su hermana y mi mujer, difunta, la cantidad de maravedís que montaron las
camas de madera que yo compré de la almoneda de los bienes de la dicha mi mujer, con
cortinas y cielos de terciopelo carmesí y de brocado, según están concertadas e
igualadas en la dicha almoneda; y por los dichos maravedís que montaron las dichas
camas, me podáis obligar y obliguéis en favor del dicho don Alonso a lo pagar a los
plazos y según y de la manera que vos quisiéredes y con el dicho don Alonso os
concertáredes, y recibir y tomar las dichas camas, y sobre lo susodicho, por ante
cualquier escribano, podáis hacer y otorgar escritura de obligación, obligándome a la
paga de lo susodicho; con todas las fuerzas, vínculos y firmezas, sumisiones,
obligaciones, poderíos de justicias que para su validación se requieren…(Siguen las
cláusulas del derecho).
En testimonio de lo cual, otorgué esta carta ante el presente escribano y testigos de yuso
escriptos, que fue fecha y otorgada en la Casa Real del Bosque de Balsabín de Su
Majestad, a diez y siete días del mes de junio de mill e quinientos y sesenta y seis años.
Testigos que estaban presentes: Fernando de Zamora, alguacil de corte, e Diego de
Alderete e de Diego de Llano, estantes en el Bosque, y el otorgante lo firmó de su
nombre. -Don Fadrique de Portugal. -Juan de Ocio Salazar. (Incorporada en el
protocolo del escribano Cristóbal de Riaño).
XXXVII. Poder general para pleitear, otorgado por don Alonso de Ercilla a dos
procuradores de la Audiencia Real de Valladolid. 7 de noviembre de 1566
Sepan cuantos esta carta de poder vieren, cómo yo don Alonso de Arzilla, residente en
la corte de Su Majestad, otorgo y conozco que doy e otorgo todo mi poder complido,
bastante, segund que lo yo tengo y de derecho más puede y debe valer, a vos Bartolomé
González y Gaspar de Balcárcel, procuradores de la Audiencia Real y Chancillería que
reside en la villa de Valladolid, y Jerónimo de Caraveo, residente en ella, y a cada uno y
cualquier de vos y a la persona o personas que cualquier de vos sostituyéredes,
generalmente para en todos mis pleitos y causas, movidos y por mover, demandando y
defendiendo, que tengo y espero tener con cualesquier personas o ellas contra mí, y para
que sobre lo que dicho es y cualquier cosa dello podáis parecer ante cualesquier justicias
e jueces… (Siguen las cláusulas ordinarias del derecho).
Que fue fecha e otorgada en la villa de Madrid, a siete días del mes de noviembre, año
mill y quinientos y sesenta y seis años. Testigos que fueron presentes: Inocencio de
Mendoza y Alonso de Riaño, vecinos de la dicha villa de Madrid, y Juan de Texeda,
criado del dicho otorgante, el cual lo firmó en el registro de su nombre. -DON
ALONSO DE ARCILLA. -Pasó ante mí. -Riaño, escribano.(Carece de foliación el
libro).
XXXVIII. Escritura de obligación por la cual don Alonso de Ercilla se constituye
deudor de Miguel de Reliex de 794 reales, valor de una cadena de oro que le ha
comprado. 19 de junio de 1566
Sepan cuantos esta carta de obligación vieren, cómo yo don Alonso de Erzilla y Zúñiga,
criado de Su Majestad, residente en la Corte de Su Majestad, otorgo e conozco que debo
e me obligo de dar e pagar a vos Miguel de Reliex, estante en la dicha Corte, y a quien
vuestro poder hobiere y por vos lo hobiere de haber y de recaudar, setecientos y noventa
y cuatro reales de plata castellanos, los cuales son por razón e de precio de una cadena
de oro, que de vos compré e recibo, que pesó de oro setecientos y veinte y ocho reales, y
de la hechura della sesenta y seis reales, que montan los dichos setecientos y noventa y
cuatro reales; de la cual dicha cadena me otorgo por entregado a mi voluntad, e porque
la entrega della de presente no parece, renuncio las leyes y excepción del derecho e del
dolo y engaño y otro remedio que me competa, y por esta causa me obligo de vos pagar
los dichos setecientos e noventa e cuatro reales en reales de contado, de hoy día de la
fecha desta escriptura en un mes cumplido primero siguiente: a lo cual me obligo so
pena de lo pagar con el doblo e costas, y para la paga e cumplimiento dello obligo mi
persona y bienes muebles, y raíces, habidos y por haber, e doy poder cumplido a
cualesquier jueces de Su Majestad ante quien esta carta pareciere, a cuya juridición me
someto e renuncio mi propio fuero, juridición y domicilio y la ley si convenerit de
jurisditione omnium judicum para que por todo rigor de derecho me apremien a lo
cumplir y pagar como si a ello fuese condenado por sentencia difinitiva de juez
competente por mí consentida e pasada en cosa juzgada, sobre lo cual renuncio todas las
leyes, fueros e derechos, plazos y términos que sean en mi favor, ferias e mercados
francos, dolo y engaño y otro cualquier remedio que me competa, en general e cada
cosa en especial, y la ley que dice que general renunciación non valga: que fue fecha y
otorgada en la villa de Madrid, a diez e nueve días del mes de junio de mill y quinientos
y sesenta y seis años. Testigos que fueron presentes: Jerónimo de Riaño e Alonso Diez e
Inocencio de Mendoza, vecinos della villa de Madrid, e lo firmó en el registro de su
nombre. -DON ALONSO DE ERÇILLA. -Pasó ante mí. -Riaño, escribano.
I. Primeros años de Ercilla
Don Alonso de Ercilla y Zúñiga nos ha dejado, de su puño y letra, la noticia de sus
ascendientes en las siguientes líneas, que preceden a la información genealógica que se
tomó para armarle caballero: «Mi padre se llama el doctor Fortunio García de Ercilla, y
el padre de mi padre Martín Ruiz de Ercilla; y la madre de mi padre doña María
Fernández de Ermendurúa; eran todos naturales de la villa de Bermeo, cabeza de
Vizcaya».«Mi madre se llama doña Leonor de Zúñiga, y el padre de mi madre Alonso
de Zúñiga, y la madre doña Catalina de Zamudio: hase de hacer su probanza en Nájera,
porque mi agüela era de allí y mi agüelo nasció allí»
Tal sería, según es de creer, el antecedente que algunos escritores de antaño, y aún de
ogaño, tuvieron en vista para afirmar que Ercilla había nacido en Bermeo, ni falta
testigo qué en las pruebas para armarle caballero de Santiago, categóricamente exprese,
bajo de juramento, allí en Bermeo, que fue «natural y vecino» de ese pueblo. Existe,
todavía, un documento que, en su fondo, pudiera parecer emanado del mismo Ercilla,
cual es, su licencia para pasar a Indias, en que se le declara natural de Valladolid. La
verdad es que había sido bautizado en Madrid el 11 de agosto de 1533, y que, según el
testimonio de quien estaba perfectamente informado de cuanto tocaba a su familia, su
nacimiento se verificó allí el día 7 de aquel mes.
Estaban sus padres radicados en esa ciudad desde hacía entonces cinco años, él venía al
mundo después de otros cinco hermanos, dos varones y tres mujeres. Fortún García
ocupaba una alta posición como miembro del Real Consejo, y por su profesión de
magistrado, no es de extrañar que veamos apadrinando a su hijo en el bautismo a los
licenciados Soto y Monzón, y a un hijo o sobrino, probablemente, de este último. Por
uno de esos cambios de residencia, que eran entonces tan frecuentes en, la Corte, el
padre de Ercilla hubo de trasladarse bien pronto, seguramente también con su familia, a
Valladolid, y con motivo de la peste que afligió a esa ciudad, hasta Dueñas, en Palencia;
donde falleció en uno de los primeros días de septiembre de 1534.
El menor de sus hijos iba, así, a quedar huérfano cuando contaba apenas un año y unos
cuantos días. Su orfandad en tales circunstancias era un acontecimiento que había por
fuerza de influir grandemente en la vida de Ercilla, dejando huellas tan profundas por
sus consecuencias en su espíritu, que años más tarde; cuando pudo apreciarlo en toda la
importancia que revestía, no podía menos de recordarlo al propio monarca en la
dedicatoria que le hacia de la Primera Parte de su obra.
La muerte de García de Ercilla era, en efecto, una gran pérdida para su familia. Le
faltaba cuando frisaba apenas en los cuarenta de su edad; cuando se veía prestigiado por
una aureola de honradez intachable, y su nombre corría en alas de la voladora fama
como autor de obras de su profesión estimadísimas; cuando por su persona disfrutaba de
la más amplia confianza del Emperador, y cuando, finalmente, su situación de fortuna
distaba mucho de ser holgada y se veía ella comprometida en una negociación de graves
proyecciones, que no tardarían en producirse.
Su viuda pudo atender a los gastos del funeral con el libramiento de los caídos de su
sueldo, que se le firmó al día siguiente de su fallecimiento; pero le quedaban seis hijos,
a cuya crianza y educación era necesario atender, y para ello sólo contaba con la
pequeña herencia materna y con lo que le podía producir el señorío de la villa de
Bobadilla, que García de Ercilla había adquirido de su suegra y del marido de ésta, pero
que había de perder en 1545, después de largos y engorrosos pleitos, para los que no
pudo contar con los fondos necesarios y, lo que era más importante, con la asistencia de
su marido, que habría sabido bien defenderlos, como observaba Garibay. Fue esa una
merma importantísima para su fortuna. La casa solariega de la familia en Bermeo había
quedado vinculada, según todas probabilidades, en el hermano mayor de Fortún y sus
descendientes.
Sería imposible decir con exactitud los recursos de que hubo de echar mano en los
primeros tiempos de su viudez para atenderá las necesidades de su familia.
Probablemente se retiraría al que había sido el hogar de sus padres, o a Nájera, cuyo
señor, el Duque de ese título, magnate poderoso, había sido grande amigo de su marido.
Tal sería la ocasión también en que Ercilla habitara Bobadilla. A su hijo mayor don
Francisco, no sabemos a qué le destinara, pero sí consta que falleció en Madrid en el
mismo año en que perdía su pleito del señorío de aquella villa; al otro varón debió de
ponerle en algún seminario, puesto que consta que siguió la carrera del sacerdocio.
Conservó a su lado a sus tres hijas y al menor de los varones, Alonso, a quien, por tal
circunstancia, como suele verse con tanta frecuencia, amaba entrañablemente, siendo de
él correspondido con no menor afecto. A su lado aprendió las primeras letras y algo de
latín, idioma que debió de enseñarle algún preceptor,-probablemente el cura de su
pueblo o alguno de los de Nájera,- y que más tarde hubo de perfeccionar al lado del que
lo era de los pajes del príncipe don Felipe, según hemos de verlo.
Mientras tanto, merced, probablemente, a la consideración que Carlos V dispensó a
Fortún García de Ercilla, ella había logrado entrar de guardadamas de doña María,
infanta de España, cuando en mediados de 1548 se casó en Valladolid con Maximiliano,
rey que fue de Hungría y de Bohemia y más tarde emperador, y colocar, por ésos
mismos días, a su hijo menor en calidad de paje del príncipe con
Por esos días acababa de cumplir los quince años y con razón pudo decirle en su
Araucana que se había criado en su Casa. En tal puesto debió Ercilla de completar su
aprendizaje, el cual, conforme, a las reglas que eran de uso entonces en la Corte,
reunidos todos los pajes, se les dispensaba por un preceptor común. El de nuestro poeta
se llamó Cristóbal Calvete de la Estrella, latinista eximio, humanista eruditísimo,
cronista Real que fue, y cuyo nombre no se olvidó de recordar el poeta en La
Araucana19.
II. La instrucción de Ercilla
Y aquí se impone el averiguar cual fue la instrucción que Ercilla recibiera y alcanzara.
Ya se comprende por lo dicho, que ella no pudo ser mucha, de tal modo que con
perfecta razón, Saavedra Fajardo llegó a calificarle de inerudito, sin tratar, por eso, de
apocarle, sino, por el contrario, para ponderar lo que, sin ella, logró realizar con su
talento. El estudio de La Araucana prueba que sus lecturas clásicas debieron de ser bien
pocas, tanto, que en la Primera Parte apenas si tropezamos con media docena de
referencias mitológicas o de la historia romana. Las más frecuentes alusiones a los
autores de la antigüedad se hallan en las partes restantes del poema y, especialmente, en
el Canto XXI, cuando recuerda a las mujeres heroicas de aquella edad, entre ellas, a
Penélope; e indican, nos parece, que ha sido a su regreso de América cuando pudo
adelantar algo más su caudal literario.
En vísperas de dar por concluidos sus cantos en aquella especie de testamento poético
conque parece despedirse del mundo, presintiendo no lejano el fin de sus días, volvía a
hablar de sus peregrinaciones, sin olvidar todavía en tales momentos, como verdadera
obsesión que hasta allí le perseguía y se había cernido sobre todos los accidentes de su
vida, ese su afán de consagrarse por entero al servicio de aquel monarca omnipotente, al
que había entrado en los primeros albores de su juventud. Así se explican las repetidas
muestras que nos da en su obra de los conocimientos náuticos que llegó a adquirir en
sus largos viajes por mar, que fueron, por lo demás, tan corrientes en los escritores de su
tiempo, y de que, a veces, por ostentarlos, cayeron en la pesadez.