Laicismo y Laicidad en América Latina - Roberto Blancarte PDF
Laicismo y Laicidad en América Latina - Roberto Blancarte PDF
Laicismo y Laicidad en América Latina - Roberto Blancarte PDF
ISSN: 0185-4186
revistaces@colmex.mx
El Colegio de México, A.C.
México
Blancarte, Roberto
Laicidad y laicismo en América Latina
Estudios Sociológicos, vol. XXVI, núm. 76, enero-abril, 2008, pp. 139-164
El Colegio de México, A.C.
Distrito Federal, México
Roberto Blancarte
Introducción
1
Así por ejemplo, el libro de Guy Haarscher, La laïcité (Haarscher, 1996), que debería
haber sido traducido como “Laicidad”, fue traducido al español como El laicismo (Haarscher,
2002), generando una confusión no sólo terminológica, sino conceptual.
2
Por países de tradición latina, me refiero a aquellos donde la Iglesia cristiana de rito la-
tino fue predominante, como Italia, Francia, España, Austria, Baviera, Portugal y las naciones
independientes latinoamericanas. Se excluyen de esta definición a los países de tradición pro-
testante o anglicana.
139
140 ESTUDIOS SOCIOLÓGICOS XXVI: 76, 2008
3
Me refiero en específico a la llamada Primera Enmienda de las diez que se incorporaron
a la Constitución de los Estados Unidos de América en 1791, la cual establece: “El Congreso
no hará ley alguna por la que adopte una religión como oficial del Estado o se prohíba practi-
carla libremente…” (Commager, 1976:22).
BLANCARTE: LAICIDAD Y LAICISMO EN AMÉRICA LATINA 141
4
No entraré en este artículo, por no ser objetivo del mismo, en la extensa discusión
acerca del concepto y la teoría de la secularización, que ha llenado muchos tomos y volúmenes
en los últimos treinta años. Me permito remitir, para esta discusión desde una perspectiva
latinoamericana, a Blancarte (2007).
BLANCARTE: LAICIDAD Y LAICISMO EN AMÉRICA LATINA 143
Iglesia bajo la guía del monarca le siguió durante los Borbones una visión en
la que la Iglesia era un instrumento más de la Corona y debía estar sometida
a los fines y objetivos del Imperio español. Las diversas medidas políticas y
administrativas que se pusieron en práctica sobre todo a partir de la segunda
mitad del siglo XVIII habrían de conducir al debilitamiento de la Iglesia en
Hispanoamérica y constituirían un primer paso en el proceso de seculariza-
ción posterior. Una de las más importantes fue la desamortización de bienes
eclesiásticos. La doctrina económica detrás de esta medida suponía que bue-
na parte de las tierras, bienes inmuebles y riquezas en general en propiedad
de la Iglesia (manos muertas) permanecían fuera de circulación e impedían
las iniciativas económicas. De allí que sugirieran desamortizar los bienes
eclesiásticos, impedir nuevas amortizaciones, aprovechar los terrenos baldíos
o sin trabajar y fomentar la pequeña y mediana propiedad. Si bien ello no
constituía un elemento de laicización, tal como lo hemos entendido, pues los
reyes basaban su imperio en la voluntad divina, sí era un antecedente impor-
tante en esa dirección, en la medida que debilitaba el poder temporal de la
institución eclesiástica.
El Patronato concedido por la Santa Sede a través de diversas bulas a
fines del siglo XV y principios del XVI había concedido a los reyes católicos
diversos derechos sobre la gestión eclesiástica. La bula de Alejandro VI del
4 de mayo de 1493 les concedió el dominio de las Indias y el privilegio ex-
clusivo de cristianizar a los indios, la del mismo Papa del 16 de noviembre de
1501 le garantizó a la Corona española los diezmos y primeros frutos de las
Iglesias de las Indias y la bula de Julio II del 28 de julio de 1508 le concedió
el derecho al patronato universal sobre la Iglesia católica en las Indias. Aun-
que no todos estarían de acuerdo en los siglos posteriores en el significado de
esta concesión, el regalismo asumió que estas bulas reconocían la autoridad
de los reyes de España para ejercer jurisdicción en todos los asuntos relacio-
nados con el gobierno eclesiástico en las Indias. Los soberanos se asumían
como “una especie de vicarios apostólicos, con autoridad sobre asuntos es-
pirituales en América” (Mecham, 1934:14). En otras palabras, en virtud de
que la Corona se hacía cargo de todos los costos para la expansión de la fe, la
Santa Sede admitía el derecho de los reyes a fundar Iglesias, nombrar obis-
pos y clérigos, ayudándose a sostenerla con los diezmos. No quedaba claro
(y esto sería motivo de agrias disputas durante los siglos siguientes) si lo an-
terior era el reconocimiento de un derecho intrínseco de los reyes o una con-
cesión revocable de la Santa Sede.
De cualquier manera, en la práctica, los reyes españoles asumieron el
control absoluto de la Iglesia católica en los territorios americanos y los liti-
gios, aprobaciones, gestión y desarrollo de la Iglesia pasaban por el Consejo
148 ESTUDIOS SOCIOLÓGICOS XXVI: 76, 2008
5
Ver al respecto el libro coordinado por Martínez López-Cano, Speckman Guerra y Von
Wobeser (2004).
BLANCARTE: LAICIDAD Y LAICISMO EN AMÉRICA LATINA 149
6
F. R. Vizconde de Chateaubriand, “Congrès de Verona”, en Œuvres Complètes, t. XIII
(París, 1876), p. 468. Citado por Filippi (1996:41).
150 ESTUDIOS SOCIOLÓGICOS XXVI: 76, 2008
de facto. En otros se estableció formalmente, por decreto o por ley del Congre-
so, como fue el caso de la Gran Colombia (que comprendía Colombia, Ecua-
dor y Venezuela). Allí, mediante la ley del 28 de julio de 1824, se establecie-
ron de manera detallada las atribuciones del Congreso, del Ejecutivo, de los
gobernadores e intendentes y de la Suprema Corte de Justicia. Venezuela, al
separarse en 1830 incorporó la Ley de Patronato en su legislación. Sin embar-
go, siguiendo la misma práctica del Patronato, ninguno de los nuevos gobier-
nos se atrevió a nombrar obispos para las numerosas sedes diocesanas vacan-
tes y en toda América se esperó pacientemente la llegada de Gregorio XVI, en
1831, para que finalmente se comenzaran a nombrar obispos. El eventual re-
conocimiento de la República de Nueva Granada, en 1835, no significó sin
embargo una solución de la cuestión del Patronato.
En las siguientes décadas, el poder de la Iglesia católica en Hispanoamé-
rica sería cuestionado seriamente. En la base de dicho cuestionamiento había
una mezcla de liberalismo político, jurisdiccionalismo heredado del regalismo
y de la práctica del Patronato, así como necesidades materiales ingentes de
los nuevos gobiernos. Existía en esos países y desde la época colonial, la
convicción creciente de que la posición dominante de la Iglesia era un obstácu-
lo para las oportunidades económicas de las personas y del país entero, así
como para las libertades políticas de los individuos. El pensamiento liberal,
difundido dentro y fuera de la masonería, predicaba “la secularización de la
fuente de soberanía”. El establecimiento de repúblicas, bajo el principio de
la soberanía popular, conducía también de manera inevitable a un choque en
cuanto a las fuentes de la legitimidad de las instituciones políticas. El Patro-
nato podía subsistir, en la medida que heredaba un jurisdiccionalismo regalista,
pero no constituía, más que de manera incipiente, un régimen laico, ya que
pretendía seguir apoyándose en la autoridad eclesiástica. El surgimiento de
una división entre conservadores y liberales y de un secularismo o laicismo
combativo sería la consecuencia de ese dilema, que en muchos países no ha-
bría de resolverse en forma definitiva ni por medio de conflictos armados.
Liberalismo y laicismo
7
José María Luis Mora, Obras sueltas, tomo primero (París, Librería de Rosa, 1837),
p. XCI. Citado por Reyes Heroles (1988:104).
BLANCARTE: LAICIDAD Y LAICISMO EN AMÉRICA LATINA 153
cidad, entendida ésta como autonomía del poder político frente a lo religioso.
Así por ejemplo, en Colombia (que es un caso ejemplar de esta situación),
después del breve paso de un gobierno conservador llegó al poder uno liberal
que impuso una nueva constitución en 1863, la cual algunos consideraron
“una muda manifestación del ateísmo”, porque desconocía la personalidad
jurídica de la Iglesia. Pero en 1886 el liberalismo moderado o conservador
toma las riendas del país y expide una nueva constitución que invoca el nombre
de Dios, “declara que la Religión Católica, Romana, es la de la Nación y que
los poderes públicos la protegerán y harán que sea respetada como esencial
elemento del orden social” (art. 38); “que la educación pública se organizará
y se dirigirá en concordancia con la misma religión” (art. 41); “que el gobierno
podrá celebrar convenciones con la Santa Sede Apostólica a fin de arreglar
las cuestiones pendientes y definir y establecer las relaciones entre la potes-
tad civil y la eclesiástica” (art. 56), y “que la Iglesia católica podrá libremen-
te ejercer actos de autoridad espiritual y de jurisdicción eclesiástica sin nece-
sidad de autorización del poder civil”. Estos artículos servirían de base para
el Concordato que en 1887 celebrarían Colombia y la Santa Sede. No fue
sino hasta 1936 que una reforma constitucional eliminó los artículos 38, 41 y
además el 53 (autonomía de la Iglesia), garantizando al mismo tiempo la li-
bertad de cultos y de conciencia.
Muchos países de América del Sur siguieron esta tradición concordataria.
Ello no impidió sin embargo que en el periodo de auge del liberalismo (entre
1880 y 1930 aproximadamente), algunos gobiernos establecieran leyes de cor-
te liberal, como la libertad de cultos, la eliminación de los diezmos, la secu-
larización del registro civil, del matrimonio y de los cementerios. Pero en tér-
minos generales, estas medidas no cuestionaban el papel de la religión en la
sociedad ni la intervención de la Iglesia en la definición de políticas pú-
blicas. La laicidad, por lo tanto, avanzaba lentamente.
De esa manera, una vez que triunfan los grupos liberales, la laicidad en
la mayor parte de los países latinoamericanos comienza a identificarse más
con la separación entre el Estado y la Iglesia que con una transición a las for-
mas de legitimación de las instituciones políticas. La soberanía se ha transfe-
rido de un monarca hacia el pueblo, pero son sobre todo las medidas jurisdic-
cionalistas (de control sobre la Iglesia) y en algunos casos de separación, las
que marcan la autonomía de lo político. En el fondo, sin embargo, una buena
parte de los regímenes se sigue sustentando, abierta o veladamente, en la au-
toridad religiosa o, más generalmente, el poder sagrado. En el caso de Perú
se llega incluso a obtener, de manera excepcional para América Latina, el de-
recho de Patronato reconocido por la Santa Sede en 1875, a través de la Bula
Preclara inter beneficia, de Pío IX.
154 ESTUDIOS SOCIOLÓGICOS XXVI: 76, 2008
Después del Syllabus, las condiciones estaban dadas para el feroz enfrenta-
miento entre los liberales (incluidos muchos sacerdotes y por supuesto fie-
les católicos) y la jerarquía católica. En prácticamente todo el mundo occi-
dental el credo liberal habría de imponerse en la segunda mitad del siglo XIX
y principios del XX. Eso significaba que, en materia religiosa, la libertad de
conciencia, de creencias y de culto se volvería la norma. En muchos casos, la
autonomía de lo político frente a lo religioso, aunque bajo diversas formas
jurídicas, también se convertiría en una constante. Finalmente, en América
Latina estos procesos condujeron a una incipiente pluralidad religiosa. Pero
el proceso de laicización de las instituciones públicas sería más complejo, en
la medida que muchos Estados seguían apoyándose en la autoridad (y por lo
tanto la legitimidad) de la Iglesia católica. Algunos países, llevaron a cabo
una separación formal entre el Estado y las Iglesias. Tal fue el caso de Colom-
bia en 1853, México en 1857, Brasil en 1890 y posteriormente Panamá en
1904, Ecuador en 1906, Uruguay en 1916, Honduras en 1924, Chile en 1925,
o Cuba en 1940. En la mayor parte de estos países una parte importante del
proceso de laicización fue el concerniente a la instrucción pública. Sin em-
bargo, debido a la ausencia de medios económicos, la extensión de la escuela
laica fue limitada durante todo el siglo XIX. Otros países, particularmente en
América Central y del Sur, mantuvieron unilateralmente el Patronato e impu-
sieron desde esa posición reformas liberales. Fue el caso de Venezuela, Gua-
temala, Costa Rica, Paraguay y Argentina, la cual mantuvo el Patronato hasta
1966. Finalmente, en no pocas naciones donde el liberalismo tuvo más dificul-
tades para imponerse, o hubo retornos de gobiernos conservadores, se esta-
blecieron concordatos con la Santa Sede para reglamentar las relaciones con
la Iglesia local y el Vaticano. Tal fue el caso ya mencionado de Perú en 1875,
de Colombia en 1887 (dando así marcha atrás a la separación) y de Bolivia,
que en 1925 es oficialmente consagrada al Sagrado Corazón de Jesús, por el
Presidente de la República.
De cualquier manera, entre 1880 y 1930 en la mayor parte de los países
latinoamericanos que antes no habían conocido reformas liberales o no las ha-
bían conservado, se dieron casi simultáneamente regímenes liberales, mis-
mos que impusieron medidas laicistas, como la eliminación del pago forzoso
BLANCARTE: LAICIDAD Y LAICISMO EN AMÉRICA LATINA 157
A principios del siglo XX, los regímenes oligárquicos de América Latina co-
menzaron a mostrar signos de resquebrajamiento. El primero de ellos en caer
fue el de México, a manos de otros miembros de la oligarquía que, apoyados
en las crecientes clases medias, reivindicaron la causa de la democracia. El
posterior estallido popular convertiría ese movimiento en una verdadera re-
volución social con enormes repercusiones en el plano político-religioso. El
hecho que en dicho país la jerarquía y el Partido Católico Nacional hubieran
apoyado al golpista dictador militar Victoriano Huerta selló el destino de las
relaciones Estado-Iglesia y condujo a casi un siglo de permanencia de leyes
anticlericales, represión, guerras abiertas y arreglos incómodos, bajo el sig-
no del laicismo oficial. Pero México fue en ese sentido, junto con Uruguay y
posteriormente Cuba, una excepción en la América Latina del siglo XX.
La mayor parte de los regímenes oligárquicos agro-exportadores caye-
ron por la crisis de 1929 y mediante golpes de Estado militares, bajo la cada
vez mayor presión de las nacientes clases medias y las crecientes demandas
populares. Aquí se reveló en toda su amplitud la debilidad de las medidas lai-
cistas que habían sido puestas en práctica en América Latina. Las oligarquías
liberales no lograron construir en la mayor parte de los casos una verdadera
base institucional laica. Se dedicaron a reducir la riqueza material de la Igle-
sia y en algunos casos establecieron instituciones autónomas del Estado en los
ritos de paso de la vida (nacimiento, matrimonio, muerte). Pero salvo en ra-
ros casos, las oligarquías no prescindieron de la fuente de autoridad religio-
sa. Más bien se apoyaron en ella cuando pudieron y no construyeron una
democracia fuerte que consolidara el régimen mediante el apoyo del pueblo
como soberano. La consecuencia de lo anterior fue que en el momento del
derrumbe de las oligarquías, todo el poder simbólico de la Iglesia católica
estaba intacto y listo para reconstituirse.
Entre 1930 y 1980 aproximadamente, se gesta un tipo de relación entre
la Iglesia mayoritaria y el Estado que bien podría definirse como el periodo
del nacionalismo católico o el de los concordatos morales. Es el caso de Bra-
sil y Argentina, que inauguran gobiernos militares, de corte populista pero
apoyados por la Iglesia. En Brasil, un levantamiento de jóvenes tenientes
llevó al poder a Getúlio Vargas, quien estableció un pacto informal o “con-
BLANCARTE: LAICIDAD Y LAICISMO EN AMÉRICA LATINA 159
10
José Oscar Beozzo, “A Igreja entre a Revolução de 1930, o Estado Novo e a redemocrati-
zação”, en História geral da civilização brasileira, en Boris Fausto (ed.), t. 3, vol. 4 (São
Paulo, DIFEL, 1986), pp. 271-341. Citado por Serbin (2000:25).
11
Ver también Mallimaci (2007).
160 ESTUDIOS SOCIOLÓGICOS XXVI: 76, 2008
En las últimas dos décadas del siglo XX y principios del nuevo milenio, tres
factores han permitido la reactivación de la laicidad: 1) la gestación de una
efectiva y significativa pluralidad religiosa; 2) la mayor conciencia de la ne-
cesidad de proteger los derechos humanos y por lo tanto los derechos de mi-
norías en la crecientemente reconocida diversidad, y; 3) la gradual pero real
democratización de las sociedades latinoamericanas.
En efecto, es necesario recordar que en América Latina, contrariamente
a Europa, la laicidad es más una condición que un producto de la pluralidad
religiosa. En otras palabras, en Europa el Estado laico surgió como una nece-
sidad a partir de las guerras de religión, la búsqueda de tolerancia y el fin de
la concepción centrada en la frase: “un Rey, una ley, una religión”, que sim-
bolizaba la unicidad de la religión y la nación. En Latinoamérica las Iglesias
BLANCARTE: LAICIDAD Y LAICISMO EN AMÉRICA LATINA 161
Bibliografía