Little Black Book - Tabatha Vargo & Melissa Andrea # 1
Little Black Book - Tabatha Vargo & Melissa Andrea # 1
Little Black Book - Tabatha Vargo & Melissa Andrea # 1
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Ann Farrow
Laurita PI
Vane Black
Sinopsis Capítulo 16
Capítulo 1 Capítulo 17
Capítulo 2 Capítulo 18
Capítulo 3 Capítulo 19
Capítulo 4 Capítulo 20
Capítulo 5 Capítulo 21
Capítulo 6 Capítulo 22
Capítulo 7 Capítulo 23
Capítulo 8 Capítulo 24
Capítulo 9 Capítulo 25
Capítulo 10 Capítulo 26
5
Capítulo 11 Capítulo 27
Capítulo 12 Capítulo 28
Capítulo 13 Epílogo
Capítulo 14 Little Black Break
Capítulo 15 Sobre el Autor
Mi nombre es Sebastian Black, y quiero comprarte. Podría tener a
cualquier mujer que quiera, pero te elijo.
SIN RELACIÓN, solo sexo.
Aquí está mi oferta...
Pondré tu nombre en mi Pequeño Libro Negro, y cuando quiera, te
llamaré. Cuando te llame, vendrás, en más de un sentido. Será
mutuamente agradable para los dos.
Solo hay dos reglas:
Nunca te niegues.
No te enamores.
Si lo haces, te quitaré de mi libro y los pagos se detendrán.
¿Tenemos un trato?
Little Black Book, #1
6
Traducido por Ann Farrow
Corregido por Daliam
Sebastian Black
Wilma y Betty follaban como estrellas del porno. Lo sabía, por
experiencia, porque las había estado follando durante los últimos cuatro
meses.
Hundí los dedos en el cabello color chocolate y empujé hacia abajo,
hasta que el fondo de su garganta masajeó mi punta resbaladiza. Una
lengua adicional añadió placer bajo mi miembro al tiempo que una
delicada mano masajeaba mi saco. Un gemido empujó contra la parte
7 posterior de mis dientes y Betty se rio en la cabeza de mi pene. El sorbido
ruidoso llenó la habitación del hotel, mientras me chupaba como si el que
me viniera fuera la respuesta para la paz mundial.
Cabello rubio fresa se movía arriba y abajo entre las piernas de
Betty. Ella gimió una y otra vez, mientras Wilma lamía y chupaba sus
dulces, pliegues de color rosa. Los ruidos de chasquidos húmedos eran un
afrodisíaco, llevándome más rápido hacia la liberación. Era una cosa
hermosa para escuchar y mirar, caramelo de valor para los cinco sentidos.
No podía aguantar más, en especial no con dos mujeres atractivas
follando y chupando todo en la habitación. Me dejé ir, viniéndome duro y
rápido con una cadena de palabras vulgares. Ambas damas capturaron mi
chorro, untándolo hacia arriba como un buen vino, lamiendo sus labios
mientras mi sabor personal recubría sus lenguas. Sin duda una visión
bella.
Más tarde, con las dos mujeres durmiendo a mi lado, aparté la
sábana y me arrastré de la cama. Wilma murmuró algo en su sueño
cuando me puse los pantalones y me abroché la camisa. Mi chaqueta
costosa cubría mis brazos y la corbata alrededor de mi cuello estaba atada
a la perfección. Cuando salí de la habitación del hotel, me sentía saciado a
fondo y listo para asumir el caos de la ciudad de Nueva York en la noche.
Para el momento que regresé al club, Vick me esperaba en mi
oficina.
—Parece que has sido bien follado y chupado hasta la inconciencia
—dijo, vertiéndome un vaso de mi whisky favorito.
—Wilma y Betty... —murmuré. Mis dedos se envolvieron alrededor
del vaso de Johnnie Walker, mientras me derretía en el cuero de mi silla
favorita.
Había pasado muchas noches con la pelirroja y la morena. Eran mi
trío preferido de chicas. Wilma comía coño como una mujer hambrienta, y
Betty chupaba polla como si fuera a ganar una medalla de oro en
mamadas.
—Sin embargo, me sorprende que no te aburras con ellas —resopló
Vick.
Se quitó la chaqueta y la arrojó sobre el respaldo del sofá de cuero
negro en mi oficina.
—Todavía no. —Una sonrisa se extendió por mi cara y agité mi
whisky alrededor, haciendo al hielo tintinear contra las paredes de la copa.
Victoria, alias Vick, era mi asistente, y lo había sido durante los
últimos seis años. Crecimos en hogares adoptivos juntos, y era mi mano
derecha. Cubrimos el trasero del otro cuando la mierda se salió de control,
8 que tendía a pasar cuando éramos más jóvenes. Era la única persona en el
mundo que conocía todos los detalles de mi vida, la más valiente que
conocía, y la única mujer a la que no había follado.
No es que Vick no fuera atractiva, era atractiva al estilo Laura Croft:
Tomb Raider; es solo que era más como una hermana para mí. No tenía
hermanos. Caray, no tenía familia, por lo que nuestra relación era
especial, incluso si nunca se lo decía.
Los hombres la encontraban atractiva. Su largo cabello oscuro
siempre se hallaba recogido en una cola de caballo y su guardarropa
consistía en negro. Tenía labios carnosos que se formaban en una mueca
permanente, y grandes ojos azul zafiro. Vick hacía su rostro de perra lucir
sexy, como si estuviera a minutos de sacar un látigo y follarte sin sentido.
Pateé un montón su trasero cuando crecimos. Entonces, me escapé
del sistema, dejándola para valerse por sí misma. Me mató cuando
descubrí que había ganado dinero vendiendo su trasero durante los años
que mantuvimos separados. Innecesario decir que, cuando me volví el rico
jodido que soy hoy, la traje conmigo. Me aseguré de que nunca tuviera que
tenderse de espaldas por dinero otra vez.
—¿Ha habido suerte para encontrar tu Jessica Rabbit? —preguntó,
agarrando el papeleo de la noche, organizándolo.
Inclinando el vaso a mis labios, el líquido suave se deslizó por mi
garganta, encendiendo una quemadura en mi pecho. Coloqué el vaso sobre
la mesa y me levanté. —Jessica Rabbit es un mito. No hay Jessica en el
mundo, pero si encuentro una, serás la primera en saberlo —Hice un
guiño—. ¿Cómo luce todo?
Levantó un papel con una sonrisa. —Esta noche fue buena. Diez mil
más que anoche. Parece que el artículo en el New York Times dio sus
frutos. Por supuesto, el hecho de que ellos lo nombraron "Clive el nuevo
club nocturno más popular en Nueva York", no lastimó.
Tomé el papel de las manos y observé los porcentajes. Tenía
razón. Clive habían hecho casi el doble de los ingresos de la noche
anterior. El hecho de que acumulaba tanto en una noche significaba que
yo solo había vuelto a Clive en un éxito.
Había recorrido un largo camino desde el vándalo de diecisiete años
de edad, que solía ser. Se lo debía todo a Clive... la discoteca, y al hombre
mismo.
Cuando tenía diecinueve años, me encontré cara a cara con el final
de la escopeta de Clive. ¿Qué podía decir? Estaba en alguna mierda loca.
Podía haberme entregado. Demonios, podría haberme matado, pero en
lugar de eso me dio un trabajo en su bar, el hueco que era, y me enseñó
todo lo que sabía sobre el negocio. Se volvió como un padre para mí. El
9 único padre que conocía, ya que el mío me dejó en unos escalones de
iglesia con un pañal de mierda envuelto alrededor de mi culo.
Lamentablemente, Clive murió cuando yo tenía veintidós años,
dejándome el bar y algunos antiguos certificados de acciones y bonos. Dejé
a un lado dichos certificados a medida que trabajaba en el bar y vivía en el
pequeño apartamento encima de él. No fue hasta años más tarde, que me
enteré que estos certificados valían millones.
Tomé ese dinero, abrí mi propio lugar, dándole el nombre del
hombre que me dio todo, y me volví en el exitoso de veintinueve años de
edad, que era en la actualidad. Me codeaba con celebridades, y algunos de
los hombres más ricos que sabía que se hicieron ricos gracias a mi
consejo.
Las mujeres se arrojaban a mi pene, como si estuviera hecho de oro
puro. No rechazaba a nadie. Hasta que finalmente, me aburrí con las
mismas mujeres tediosas y sus posiciones aburridas. Tomando el asunto
en mis propias manos, empecé un pequeño libro negro.
Dentro de mi libro había un buffet de las mujeres que estaban
dispuestas y listas para mi llamada. Cada uno especializada en algo
diferente, y cada una era nombrada tras un personaje de dibujos
animados de mi elección.
—Bueno. Buen trabajo, Vick. Ve a casa y duerme un poco. Son casi
las tres de la mañana. Si lo hacemos así de bien el jueves, necesitarás un
montón de descanso para el fin de semana. —Puse los papeles en mi
escritorio y me volví hacia la puerta—. Además, contrata a una nueva
camarera. Cuando entré hace un rato, vi unas cuantas mesas esperando
por el servicio.
—Estoy en eso —dijo, apagando la lámpara del escritorio y
dirigiéndose hacia mí.
Bloqueando la puerta de la oficina detrás de nosotros, la acompañé
al Chevy Camaro negro que le compré para su cumpleaños hacía dos años
atrás. No era el coche más caro, pero era lo que ella eligió.
—Hasta mañana —dije, cerrando la puerta de su coche.
Volviendo al club, dos camareros se encontraban todavía en el
interior cerrando. La exuberante decoración carmesí y negro hacían lucir
al lugar oscuro y atractivo. Una vez que las luces se apagaban, apenas
podías ver tu mano delante de tu cara. Las paredes se hallaban envueltas
en guirnaldas de color rojo sangre y arañas negras colgaban del techo
como diamantes siniestros de luz. Las piezas de estilo de años veinte
colocados por toda la habitación, lo remataban. Fue diseñado exactamente
como solicité.
—Buenas noches, señor Black —dijo la camarera rubia pequeña
10 cuando entré en el bar.
—Cierra bien —instruí.
Tomando dos escalones a la vez, me moví hacia mi apartamento
encima del club. No mucha gente sabía que vivía y trabajaba en el mismo
edificio, pero la paranoia que venía con adolescencia llena de drogas, me
impedía dejar el club sin vigilancia.
Una vez dentro, me desnudé y fui por una ducha de agua caliente.
Ocho cabezas de ducha, colocadas estratégicamente, golpeaban mi cuerpo
con agua hirviendo. Se sentía bien lavar mi encuentro de más temprano
con Wilma y Betty. Suspirando en voz alta, sabía que esta sería la parte
más relajante de mi noche, ya que la capacidad de tener una buena noche
de sueño me había eludido durante años. Mi historia se llevó todos los
momentos de paz en mi vida. Dormir toda la noche como una persona
normal no sucedería a corto plazo. Un par de horas aquí y allá era todo lo
que necesitaba.
Antes de ir a la cama, volteé las páginas de mi libro y examiné los
nombres, que iban desde Disney y Looney Tunes, hasta Hanna—Barbera.
Mis ojos se posaron en las B y luego rebotaron hasta que el nombre de
Bambi me llamó la atención. Perderme en una mujer mojada y lista
siempre evitaba que el pasado se precipitara sobre mí... y habían pasado
semanas desde que me perdí entre los muslos de Bambi. Tal vez un
cambio de ritmo era lo que necesitaba. Era el momento de darle una
llamada mañana.
11 Fue una mala decisión, que había tomado una cantidad obscena de
tiempo para lograr venirme. Esa era toda la prueba que necesitaba. Por
ella iba a tener que tener un almuerzo rápido, contrario a mi habitual en el
Red’s Lounge.
—Disculpa. ¿Puedo preguntar por qué?—cuestionó, deslizando los
tirantes del sujetador de seda sobre los hombros.
Su nombre no era en realidad Bambi, pero nunca preguntaba sus
nombres. Eran irrelevantes. Solo tenía que conocer su cuerpo, y solo
necesitaban conocer el mío. Les daba a mis mujeres un nombre que les
encajaba. Para esta chica, Bambi era perfecto. Cada vez que quería algo
me miraría con esos grandes ojos suplicantes. Era molesto.
Cuando le dije que Bambi era su nuevo nombre, sonrió como si
fuera un cumplido. Poco sabía, que no era más que un relleno hasta que
algo mejor viniera, mi mito, mi Jessica Rabbit. Ni siquiera tenía el pago
completo, y la idea de que los mil dólares que le pagaba cada semana valía
la pena lo que la hacía hacer en la cama.
Quité mi chaqueta del respaldo de la silla y le di la vuelta a la cama.
—Espera un minuto. Vamos a hablar de esto —se quejó, saltando en
un pie, tratando de ponerse sus tacones de gatita de sexo.
La puerta de la habitación golpeó en su cara antes de que me
pudiera detener. Me ajusté la corbata y apreté el botón del ascensor. Un
suspiro agravado pasó más allá de mis labios y sacudí la cabeza cuando se
abrió la puerta detrás de mí.
Afortunadamente, el ascensor se abrió al mismo tiempo. Me miró
boquiabierta con esos grandes ojos, vestida con solo un sujetador, falda, y
los tacones. Cuando las puertas del ascensor se cerraron, pude ver una
lágrima llena de máscara de pestañas deslizándose por su mejilla. Me
disgustaba.
Metiendo la mano en el bolsillo, saqué mi libro y lo abrí. Lamiendo el
pulgar, pasé a través de las páginas hasta que llegué a Bambi. Dibujé una
línea gruesa negra a través de su nombre y número, y luego llamé para
que los pagos a su cuenta se detuvieran.
13 Y entonces la vi.
Las ondas largas de fuego carmesí brillaron en las luces, mientras se
desplazaba por la habitación. Se dio la vuelta y sonrió a una mesa llena de
chicos que hablaban con ella y hacían gestos obscenos. Su sonrisa de
labios plenos prendió algo profundo en mi ingle, una pequeña chispa se
encendió y provocó dolor en mis bolas. Largas pestañas que abanicaban
sus mejillas, amplificadas por el parpadeo de ojos que les dio a los chicos
antes de marcharse.
Cuando se volvió hacia mí, vi el nombre Clive extendido por todo su
pecho. El material de la camiseta amarilla se pegaba a sus pechos y pude
ver las líneas blancas de un simple sujetador debajo. Ella no era
inconsciente de su capacidad de seducción, lo que la hacía aún más
atractiva.
Maniobrando alrededor de la habitación, se volvió de un lado a otro,
dándome diferentes puntos de vista de sus curvas. Era evidente que
trabajaba para mí, pero no tenía nada que hacer en un lugar como este.
Su cara llena de maquillaje no engañaba a nadie. Su belleza interior
brillaba a través de la forma en que se movía. Incluso con la camisa
ajustada y pantalones muy cortos, se destacaba. Era un faro brillante y
blanco de hermosa inocencia entre todo el pecado nadando alrededor del
club.
Era pura perfección, con impecable piel color marfil y las caderas
redondas que rogaban mi tacto. Era exquisita, atemporal, y no sabía, que
era tan buena como mía.
14
Traducido por Hansel & Miry GPE
Corregido por Daliam
Rosslyn Harris
—Lo siento por su pérdida. —La señora Ellen tomó mi mano. Su piel
era fina como el papel, lo que me permitió ver sus venas púrpuras y
azules—. Ella está en un lugar mejor ahora, querida.
Aturdida, me quedé mirando sus manchas producidas por la edad,
asentí con la cabeza, pero sin poder hablar.
La señora Ellen cantaba en el coro de la iglesia de mi abuela. La
había conocido cuando tenía diez años, y mi hermano de un año de edad,
15 Kyle y yo nos habíamos ido a vivir con mi abuela. Eso fue hace doce años,
después de que el mundo se derrumbó a mi alrededor.
Mi mundo se caía a pedazos a mi alrededor otra vez. Abu se había
ido con el Señor. Dio una buena pelea, pero al final, su cuerpo era
demasiado viejo como para seguir. La había cuidado durante la mayor
parte de mi vida, y siempre nos proporcionó todo a mí y a Kyle. Pero ahora
se había ido, y yo me quedé con un niño de trece años de edad, sin
trabajo.
Después del funeral, y una vez que todo el mundo salió de la casa,
éramos solo Kyle y yo.
—¿Vamos a estar bien, Roz? —Kyle estaba ayudando a empacar
grandes cantidades de alimentos en el refrigerador.
Llevar comida a casa después de un funeral era lo que la gente
hacía. No lo entendía, y no estaba segura de qué iba a hacer con tres
grandes cuencos de ensalada de patatas, pero la gente seguía viniendo con
sus brazos llenos de platos. Quiero decir, ¿cuántas personas pensaban
que vivían aquí?
—Estaremos bien. Nos encontraremos con el abogado mañana.
Estoy segura de que Abu nos dejó algo para mantenernos a flote hasta que
consiga un trabajo. —Limpié el mostrador con un paño húmedo y
suspiré—. ¿Por qué no vas arriba y haces la cama? Voy a subir en un
segundo.
Apenas podía mirarlo. Sabía lo que vería si lo hiciera. Cabello
castaño que insistía en mantener en su cara, y ojos verdes llenos de
preocupación. No importaba cuántas veces le aseguré que íbamos a estar
bien, la verdad era que, no estaba tan segura.
—Está bien. —Se dirigió hacia la escalera y se volvió—. Oye, ¿Roz?
—¿Sí?
—¿Puedo dormir en tu habitación esta noche? Va a ser raro sin ella.
Mi corazón se rompió. Me mantuve todo el día sin llorar, para ser
fuerte por Kyle, pero podía sentir poco a poco mi fachada desvaneciéndose.
Asentí con la cabeza y contuve las lágrimas, sabiendo que caerían en el
momento en que se hubiera ido. —Claro, chico.
Tan pronto como oí el golpe en la parte superior de las escaleras,
dejé que las lágrimas salieran. El bulto colocado en mi garganta se aclaró
mientras las lágrimas siguieron cayendo y el peso en mi pecho se levantó
un poco.
16
—Señorita Harris, odio tener que decirle esto, pero no hay nada para
usted en la herencia de tu abuela —dijo la señora Brighton.
En mi opinión, ella era demasiado joven para ser abogada. Sin
embargo, para ser una mujer tan joven, estaba vestida como una de
sesenta años de edad. Su traje gris era anticuado y llevaba los pantalones
demasiado altos.
Apretaba su pluma una y otra vez, por lo que me dieron ganas de
tirar de mi pelo.
—¿Disculpe? —Estaba segura de que la había oído mal.
—De acuerdo con la voluntad de tu abuela, todos los fondos
restantes se destinarán al pago de sus deudas. Todo después de eso iría a
ti y tu hermano. Sin embargo, no había ni siquiera lo suficiente para pagar
todo. —Una vez más, continuó con el clic de la pluma de forma incesante—
. Sin embargo, recibirás el Oldsmobile. Así que eso es bueno, ¿verdad?
El Oldsmobile, que era casi tan viejo como mi abuela, era toda mío.
Alegría. Tenía que mantener el cubo de óxido que succionaba el exceso de
gas y echaba humo blanco cuando se apretaba el pedal del acelerador.
Mis ojos permanecían fijos en la pluma de la señora Brighton. El
chasquido corría a través de mi cerebro apartando todos los pensamientos
que venían a consumirme.
—¿Qué hay de la casa? —Mi voz era un susurro roto. Mis piernas
temblaban por los nervios, dejándome saber que iba a tener dificultades
para salir. Si podía ponerme de pie.
La expresión de la señora Brighton lo decía todo. —Por desgracia, el
banco va a tomar posesión de la casa en treinta días. Lo siento mucho. —
Por último dejó la pluma y cruzó los dedos—. ¿Hay algún familiar con
quien pueda quedarse hasta solucionar sus asuntos?
Negué con la cabeza en estado de shock. —No.
Mirando a través de la pequeña ventana en la puerta de la señora
Brighton, vi a Kyle. Todavía sentado en la silla donde lo dejé. Su lápiz se
movía perezosamente sobre las páginas del cuaderno que llevó con él. —
Nuestros padres murieron hace doce años. No tenemos a nadie.
—Oh... —Sus ojos cayeron hacia el escritorio y se movió incómoda
en la silla. El chasquido de la pluma comenzó una vez más. Nada más que
esta vez en rápidos clics nerviosos—. Lo siento, señorita Harris... —Parece
que tienes una suerte de mierda.
Muy bien, en realidad no acababa de decir eso, pero yo sabía qué
17 pensaba. Estaba apurada por poner fin a la reunión y sacarme a mí y a mi
hermano sin hogar de su oficina, lo que estaba bien para mí. Después de
sus noticias, sentía que la decoración monótona me ahogaba
paulatinamente.
Cuando Kyle y yo salimos del edificio, el aire de Nueva York no era
menos asfixiante, pero di la bienvenida a la brisa suave de todos modos.
Hurgando en el bolsillo por lo último de mi cambio, se lo di a Kyle y vi
mientras corría a comprar un refresco y un pretzel de un carrito de
comida.
Sentada en los escalones de hormigón, dejé caer mi cabeza entre las
manos, tomé una bocanada aire denso y dejé que los sonidos de Nueva
York ahogaran mi desesperación. No me desmoronaría en ese momento.
No podía. Kyle no necesitaba saber que tan mal se encontraban las cosas.
—¿Así que Abu nos dejó una fortuna? —bromeó cuando se encontró
con mi cara en los escalones.
Levanté la vista hacia su rostro inocente y sonreí, entrecerrando los
ojos por el sol de la tarde. En ese momento, prometí hacer cualquier cosa
para asegurarme de que Kyle no tuviera que crecer antes de tiempo. Ya
había perdido tanto, no dejaría que perdiera su infancia como yo.
—Define fortuna. —Me puse de pie y le revolví el pelo.
Gruñó, empujando mi mano y procedió a arreglar su cabello.
Mirando hacia mí se puso serio. —Todo va a estar bien, Roz. Tú
siempre te encargas de todo.
Sonreí a través de las lágrimas que amenazaban con caer. —Vamos
a salir de esto, chico. Siempre lo hacemos.
Por mucho que quería decirle que todo iba a estar bien, no sabía lo
mal que las cosas se iban a poner y no le mentiría.
Sebastian
Me quedé en el doble—espejo, mirando al club vacío. A unos pocos
empleados, incluyendo a la nueva chica, limpiando y charlando.
Se inclinó sobre una mesa con un paño húmedo y la limpió. Su
pantalón corto se subió y la parte inferior de su trasero salió. Mi polla
creció endureciéndose tan solo con mirarla. No había reaccionado de esa
manera por una mujer en un buen tiempo, y no creía que pudiera ser un
hombre paciente.
27 Necesitaba serlo, con el fin de reclamarla como mía.
Era diferente. Sabía que hacerle proposiciones inmediatamente iba a
ser una mala idea, pero no me importó. No quería llegar a conocerla y no
quería que me conociera.
Lo primero era lo primero; tenía que despedirla. Nunca mezclaba
negocios con placer, y estar entre sus muslos cremosos era mucho más
importante para mí que una camarera adicional.
—La chica nueva funcionó muy bien, ¿no crees? —preguntó Vick
mientras ordenaba el papeleo.
—Sí. Es una lástima que la vaya a despedir —dije, inclinando el vaso
a mis labios.
—¿Qué? ¿Por qué? —Vick se giró hacia mí y los papeles volaron del
escritorio—. Acaba de empezar.
Me giré y la encontré inclinada, recogiendo su desastre del piso. —Es
mi Jessica.
Vick se detuvo y me miró. —¿Estás seguro? La otra noche dijiste que
Jessica Rabbit era un mito. ¿Qué te hace pensar que esta chica lo tiene?
Me alegraba que tuviera la inteligencia de no decirme el nombre de
la chica. Si me enteraba de su nombre, todas las apuestas se acababan.
—Solo lo sé.
Se quitó un mechón de cabello sudado de la cara y rodó los ojos con
un fuerte suspiro.
—Entonces tendré que despedirla mañana. Empezaré a buscar su
reemplazo.
Se sentía molesta, pero me conocía bien. Cuando quería algo, iba
tras ello. Sin importar cómo lo hacía.
—No te molestes. Yo quiero despedirla.
—Está bien —dijo con fuerza, pero lo ignoré.
—Pero puedes despedir a Mike por mí. —No me gustó la forma en
que el pequeño bastardo miraba a mi Jessica, y teniendo en cuenta que
nunca fui de compartir, se tenía que ir.
—¿Mike, el barman? —preguntó Vick confundida—. ¿Por qué?
—Porque no sabe cómo mantener sus ojos para él mismo.
No necesitaba decir nada más. No necesitaba saber nada más que el
hecho de que lo quería fuera tan pronto como fuera posible.
Podía sentir la mirada de Vick en mí, antes de que finalmente se
dirigiera a la puerta.
28 —También buscaré su reemplazo.
No era como si ella tuviera que buscar muy lejos. Teníamos,
literalmente, cientos de solicitudes para trabajar en Clive. Me senté detrás
de mi escritorio y pensé en Jessica. Su sola imagen era suficiente para
hacer que mi pene palpitara dolorosamente.
Desaté mi cinturón y desabotoné mis pantalones. Reclinándome en
mi silla, deslicé mi mano en mis pantalones y palmeé mi pene, apretando
con fuerza. Podía fácilmente llamar a una de mis chicas para hacerse
cargo de mis necesidades, pero era más fácil imaginar los labios de cierta
pelirroja envueltos con firmeza alrededor de la cabeza de mi polla.
Despidiéndola era la única manera de avanzar. La necesitaba
desesperadamente. Una buena chica como ella no debería trabajar en un
lugar como Clive, a menos que necesitara el dinero. Dinero era lo que tenía
en abundancia, así que el dinero sería lo que la trajera a mí. Quería que
me quisiera. Necesitaba sentirlo en su toque; en la forma en que su cuerpo
Rosslyn
Los sábados por la noche eran aún más ocupados que la noche de
viernes. Para el momento en que cerramos, mis pies se hallaban doloridos
al igual que mi espalda baja.
Había estado demasiado ocupada como para siquiera salir y
comprobar a Kyle durante la noche. Se negó a permanecer en casa de
Trish, y honestamente, sabía que no podía seguir dependiendo de ella. En
su lugar, aparqué el coche en el callejón abandonado junto al club, con
31 planes para escaparme y ver cómo se encontraba cada media hora.
Tenía libros y una linterna, y me aseguré de decirle que no le abriera
la puerta a nadie, pero aun así, fui un manojo de nervios durante toda la
noche. Tan pronto como pude, salí del bar y escapé al callejón para ver
cómo estaba. Lo encontré sentado, leyendo con una mirada molesta en su
rostro. Era evidente que se sentía demasiado mayor como para ser
chequeado.
Cuando entré de nuevo para terminar, me topé al magnífico chico de
antes. Lo había notado mirándome a principios de la noche. Me miró todo
el tiempo, y un par de veces pensé que se acercaría, pero nunca lo hizo.
La mayoría de los hombres en el club no tenían ningún problema
con expresar su interés. No era como si me sorprendieran las manos a
tientas o las miradas de “fóllame”. Vestíamos prácticamente nada, era de
esperarse. Eso no significaba que me gustara, de hecho, lo odiaba. Me
hacía sentir de mala calidad y sucia.
Sin embargo, ese no fue el caso cuando el señor alto y oscuro de ojos
azules me miró. Había algo peligroso en él. Animó el contoneo premeditado
de mis caderas cuando atravesé la sala, y por mucho que quería que me
avergonzara mi actitud, él era la razón por la que bajé mi camiseta algunos
centímetros más de lo habitual.
La forma en que me miraba me hizo pensar que se hallaba
interesado en mí, pero al parecer se debía a que era el jefe y yo hacía,
obviamente, algo mal.
Lo seguí hasta la barra y me hizo una seña para que me sentara en
uno de los taburetes. Lo hice y se colocó delante de mí. Dirigió sus ojos
azul claro en mi dirección y extendió la mano para meter un mechón
suelto detrás de mi oreja.
Su simple toque calentó mi piel y se me dificultó respirar. Me
avergoncé por mi reacción a él. Chicas con experiencia no se
desmoronaban por un gesto tan inocente. Por el rabillo de mi ojo pude ver
los cuerpos inmóviles del personal, y si me esforzaba, podía escuchar sus
susurros.
No era normal que el dueño de un club metiera mechones de cabello
de las camareras detrás de sus orejas.
—Jessica —dijo con una sonrisa seductora.
Casi no noté que me llamó por el nombre equivocado. Su voz era
tan oscura y profundamente hipnótica. Negué con la cabeza, la corrección
en la punta de mi lengua. —No. Me llamo…
Me detuvo abrutadamente con un dedo sobre mis labios.
Chispas cosquillearon en mis labios, mareándome.
32
—No. Cuando estás conmigo, eres Jessica.
Y entonces todo tuvo sentido. El propietario de Clive estaba
demente. Era una verdadera pena que un hombre tan atractivo estuviera
tan loco, pero así era.
—Señor, no estoy muy segura de qué se trata esto, pero...
—Mi nombre es Sebastian. —Sus palabras eran ásperas y cortas.
—Lo siento, Sebastian... —dije en voz baja, sin querer hacer ningún
movimiento brusco—. ¿Hay algo que pueda hacer por usted? Realmente
tengo que volver al trabajo para poder salir de aquí lo antes posible. —Mis
ojos volaron a las puertas del club y estuve lista para huir de allí en
cualquier momento. Pero Sebastian, alias mi jefe loco, sin duda tenía otros
planes.
Bajó la cabeza y rio suavemente para sí mismo. Era un sonido
profundo, erótico, que penetraba en todos los lugares correctos.
—De hecho, hay algo que puedes hacer por mí. Una gran cantidad
de cosas en realidad, pero nos pondremos en eso más adelante.
El camarero le deslizó una bebida a través de la barra, y me miró
por encima del borde de su copa mientras tomaba un sorbo.
—Odio tener que hacer esto, pero tengo que dejarte ir. En Clive
apreciamos que hayas aplicado para el empleo, pero no creo que este sea
el puesto para ti.
Dijo la palabra “puesto” como si fuera el nombre de una película
sucia. Escuchando su suave voz y con la mirada fija en sus interminables
piscinas azules, casi me perdí el punto tras sus palabras.
Y luego, sus palabras se hundieron en mí y me destrozaron.
Esto no puede estar pasando.
No con mi hermano, estacionado afuera, en nuestra casa,
esperándome. Tenía que hacer algo. No estaba segura de poder encontrar
otro trabajo lo suficientemente rápido. Ya todo había tocado fondo. Tenía
la sensación de que después de este golpe no podría recuperarme.
—Señor... —La palabra escapó de mis labios. Sonaba rota y con
miedo.
—Sebastian —corrigió.
—Sebastian, yo…
Me interrumpió de nuevo. —Me encanta cómo dices mi nombre. —
Parecía estar pensando para sí mismo—. En realidad, eres la primera en
saber mi nombre. Es un inconveniente, de alguna manera algo prohibido,
pero me gusta.
33
No tenía ni idea a qué se refería. Por supuesto, la gente sabía su
nombre. Antes de saber quién era, recuerdo vagamente a Trish hablando
del dueño, cuyo nombre es Sebastian Black.
No sabía cómo responderle, así que opté por ignorar lo que dijo. —
No puedo perder este trabajo. Por favor, déjame intentarlo de nuevo
mañana por la noche. Sé que no soy perfecta, pero no derramé nada esta
noche. Lo haré aún mejor la próxima vez. Por favor deme…
Una vez más, me silenció con un solo dedo. ¿Qué le pasaba a este
tipo?
—Tengo otra cosa en mente para ti, mi hermosa y perfecto mito.
No me molestaba que coqueteara conmigo, y me había dado por
vencida intentando entender de qué demonios parloteaba, pero sentí que si
quería conservar mi trabajo, era mejor no responder.
—Un tipo de proposición. —Sonrió antes de volver la atención de
nuevo a su copa.
Vi sus suaves labios estrechándose alrededor del borde del cristal y
un extraño cosquilleo recorrió mi espalda. Me preguntaba cómo se
sentirían sus labios contra mi piel.
Mis pensamientos me sorprendieron y se rebobinaron a su último
comentario. —Cualquier cosa es mejor que nada. Dígame qué es, y lo haré.
Hizo un sonido suave, algo parecido a un gruñido. —Me encanta
como suena ese comentario, sobre todo viniendo de esos labios.
Tragué saliva.
—Quédate una vez que todos se hayan ido. Hablaremos en privado.
¿Entendido?
Asentí, sabiendo que dejar a Kyle en el coche por más tiempo de lo
necesario era una mala idea. Aun así, no podía perder mi trabajo, y si eso
significaba permanecer cinco o diez minutos más, lo haría.
—De acuerdo —asentí.
Me puse de pie para volver a trabajar, y él me detuvo con una mano
en mi brazo. Mi piel se erizó y esa misma extraña sensación de antes se
abrió camino por la extremidad que sostenía.
—No, descansa hasta que todos se hayan ido —dijo antes de
alejarse displicente. Su confianza llenó la habitación como el agua.
Terminé sentada en el bar, mientras que las otras camareras
taladraban mi nuca con sus miradas. No podía imaginar lo que esto
parecía. La nueva chica, sentada sobre su trasero, ligando con el
propietario en un rincón de la barra. Estupendo. Simplemente perfecto.
34
Una vez que convencí a Trish que me quedaría un rato para hacer
unas preguntas, y el último trabajador se hubo ido, Sebastian atravesó el
club en mi dirección. Su andar era lento y deliberado, haciéndome sentir
como una presa.
Tragué saliva, haciendo mi mejor esfuerzo en apartar la mirada de
su alto cuerpo y sus orgásmicos ojos. Sí... orgásmicos le quedaba a la
perfección. Sabía el significado de la palabra, pero nunca la había
experimentado realmente. De cualquier manera, él era el equivalente a la
definición.
—Te quedaste —comentó una vez que estuvo cerca—. Buena chica.
Se hallaba demasiado cerca otra vez; Sebastian, obviamente, no se
preocupaba por el espacio personal. Me ponía incómoda y hormigueante al
mismo tiempo.
—No es que tuviera alguna elección —rezumbé sarcasmo.
Casi no podía creer la forma en que mis palabras sonaron. Nunca
era grosera con la gente, y mi voz nunca antes había adquirido ese tono.
En lugar de enojarse, me sonrió, de alguna manera gustándole mi
brusquedad.
—Por lo que veo hay un poco de fuego en el cielo. Me gusta eso. Sin
embargo, todos tenemos elección. Podrías haberte ido, pero no lo hiciste.
Sus palabras eran ciertas, así que no respondí.
Tomó el asiento junto a mí y me tendió un vaso. —¿Quieres una
bebida?
—No, gracias. No soy una gran bebedora —respondí.
—Es bueno saberlo.
Incluso la forma en que sus palabras rodaron de su lengua era
sexual. Podría estar hablando de política o algo igual de aburrido y aun así
lograría mojar tu ropa interior.
—¿Antes mencionaste una proposición? —pregunté.
Ni siquiera tuve en cuenta que pudo pedirme que me quedara para
violarme y matarme. Al parecer, la desesperación borró de mi mente todo
temor. Por otra parte, ¿se consideraba violación si la otra persona se
encontraba dispuesta y lista?
Sacudiendo ese pensamiento, intenté enfocarme. ¿Dispuesta y
lista? ¿De verdad, simplemente, acababa de pensar eso?
—Sí. —Volteó hacia mí y un lado de su boca se elevó, aclamando mi
atención sobre sus labios perfectamente esculpidos y el atisbo de un
35 hoyuelo que le rogaba sonreír más ampliamente. Quería tocarlo. También
quería pasar mis dedos por su grueso cabello—. Me gustaría comprarte.
Y justo así, mis recién descubiertas fantasías sexuales se
convirtieron en humo. Sin duda, lo escuché mal. Realmente necesitaba
salir de mi cabeza y prestar atención. Había estado alrededor de hombres
antes. ¿Qué diablos estaba mal conmigo?
—¿Per... perdón? —tartamudeé.
—Dije que me gustaría comprarte —repitió.
Me senté y lo miré con rudeza, de verdad había perdido la cordura.
Por mi vida, no podía hablar. Una parte de mí se hallaba enojada con Trish
por no decirme que su jefe era todo un caso de locura.
—Te he sorprendido. Bien, déjame terminar. Te encuentro muy
atractiva. Si fuera un hombre que disfrutara estar en una relación, te
pediría salir en una cita conmigo, pero no soy de ese tipo de hombre.
»No me gustan las complicaciones de ninguna forma, y me parece
que cuando las emociones se involucran, las cosas se vuelven
problemáticas. Por lo tanto, prefiero tener sexo, sin relación. Tu compañía,
sin las molestias.
Miré alrededor de la habitación para encontrar una cámara oculta
en alguna parte. Esto no podía estar pasándome. En cualquier momento,
un presentador de televisión podría salir y la broma habría sido yo. Pero
no había cámaras, ni anfitrión dirigiendo la incómoda situación.
—Esto es lo que te ofrezco. —Metió la mano en su bolsillo y sacó un
pequeño libro negro—. Pondré tu número en mi libro, y cuando quiera, te
llamaré. —Se acercó más y pude oler su colonia. Olía a sexo caliente y
especias. Al menos, así imaginaba que olía el sexo caliente—. Y cuando te
llame, vendrás, en más de un sentido. Lo prometo, hermosa chica, será
placentero para los dos.
Mi boca se abrió y con un solo dedo en mi barbilla, la cerró.
—Solo tengo dos reglas. —Me puse rígida cuando pasó ese mismo
dedo por encima de mi pecho, el mismo que, tonta de mí, había expuesto
para él antes—. No te me negarás. Y no te enamorarás. Como he dicho
antes, las emociones son desordenadas y prefiero no involucrarme. —Metió
el libro a su bolsillo—. Si rompes cualquiera de estas reglas, te borraré de
mi libro y dejaré de pagarte.
Cuando encontré mi voz de nuevo, dije—: ¿Pagarme? ¿Me
quieres pagar por sexo? —Sonaba tan sorprendida como me sentía.
—No solo por sexo, tu compañía también, pero eso será en mis
términos. Y sí, en algún momento, voy a querer follarte.
Levantó la copa a sus labios, manteniendo sus ojos fijos en los
36 míos. Su garganta se movió arriba y abajo, tomando lo que quedaba de su
copa. Luego, allí estaba su sonrisa con hoyuelos una vez más. —Entonces,
¿qué dices, Jessica? Puedo hacer que valga la pena. —Levantó una ceja en
énfasis.
Oh, no tenía ninguna duda en mi cabeza de que podía “hacer que
valiera la pena”, pero el infierno se congelaría y el mismo diablo patinaría
sobre hielo en él, antes de que le vendiera mi virginidad. Es decir, por el
amor de todo lo que es santo, era atractivo... Pero simplemente no podía.
No formaba parte de mí vender mi cuerpo a un desconocido,
independientemente de la cantidad de dinero.
Levanté la cabeza, a pesar de que quería agacharme y desaparecer.
Tenía muy claro que saldría el club sin un empleo, lo que significaba que
las cosas estaban a punto de ponerse mucho peor.
—Lo siento, señor, pero no puedo hacer eso. Aprecio la oferta, pero
no soy la puta de nadie.
Mientras me ponía de pie para alejarme, me apretó contra su
cuerpo. Lo miré en estado de shock, y para mi consternación algo excitada.
Con mis pechos aplastados contra su pecho y muy consiente de él se
inclinó para susurrarme al oído.
—Mi nombre es Sebastian, no señor.
Me sacudí los escalofríos derivados de su susurro, y me alejé sin
mirar atrás. Tan pronto como entré al aire fresco de la madrugada, dejé
que las lágrimas cayeran.
Acababa de perder mi trabajo.
Me aseguré de enjugar mis lágrimas antes de volver al coche con
Kyle. Él estaba dormido en el asiento trasero con una sonrisa en su rostro.
Sabía que ya no la tendría al día siguiente.
39
Traducido por Ann Farrow
Corregido por Itxi
Sebastian
—¿Qué descubriste? —le pregunté a Vick al segundo que vino a mi
oficina el siguiente día.
—No mucho. El chico joven es su hermano menor. Viven en su coche
en el estacionamiento de la escuela secundaria. —Se dejó caer en mi silla
favorita y levantó los pies—. Es una lástima que no aceptó tu trato. Me
parece que le sería útil.
Me sentí aliviado al descubrir que el niño no era su hijo. Habría
40 continuado persiguiéndola de todas formas, pero un hermano hacía las
cosas más fáciles de tratar que un hijo. De cualquier manera, todavía era
una boca más para alimentar.
—No estoy preocupado. Regresará. Esto es Nueva York. La ciudad se
la comerá viva si no acepta mi trato. —Fui hacia la puerta. Tenía unas
pocas reuniones de trabajo de que encargarme y las paredes empezaban a
cerrarse sobre mí—. Hasta entonces, mantén un ojo en ella. Asegúrate de
que nada malo le suceda ni a ella ni a su hermano.
Pasé el día haciendo tratos y rechazando ofertas para comprar mi
club. Cada bastardo codicioso de Nueva York quería tener en sus manos
en lo que era mío. No lo permitiría. Para el momento en que llegaba a mi
coche me sentía enojado y molesto porque Vick no me había llamado con
buenas noticias sobre Jessica.
Fui a mis reuniones, seguro de que ella volvería al club antes de que
yo hubiera terminado. Me hallaba de camino de regreso cuando Vick me
envió un mensaje de texto que al instante cambió mi estado de ánimo.
Vick: Jessica fue detenida por la policía.
SB: Nos vemos en la estación en veinte minutos.
Puse el teléfono en mi bolsillo y sonreí. Girando en el siguiente
semáforo, me alejé del club hacia la estación de policía. La quería
desesperada, no desolada. La pobre chica era totalmente inocente. La
cárcel la destrozaría, y era la última cosa que quería. Yo quería domarla y
quería hacerlo a mi manera.
Cuando llegué, Vick ya esperaba fuera.
—¿Vamos a rescatar a la doncella? —preguntó con sarcasmo.
—No vamos, tú. Paga su fianza, sácala. Hazlo sin involucrar mi
nombre.
Me apoyé en mi coche y miré mi reloj antes de cruzar los brazos. Me
distrajo de la pequeña voz persiguiéndome, diciendo que no podría olvidar
todo esto, incluso si aprendía su nombre.
Encontrarla no era algo que pasaba todos los días. Las mejores
cosas de la vida son siempre las más difíciles de obtener. Actualmente me
tomaba un poco más de tiempo de lo normal conseguir lo que quería, lo
que hacía que fuera mucho más emocionante. Había pasado mucho
tiempo desde que una de mis chicas me presentaba un desafío y era
exactamente lo que necesitaba. Al final, sabía que sería mía. Siempre
conseguía lo que quería. Siempre.
Me senté fuera por lo que pareció una hora, y luego Vick salió de la
puerta, seguida de Jessica. Sus ojos se cruzaron con los míos y sus cejas
se fruncieron en confusión. Al ver que se encontraba a salvo, me di la
41 vuelta y me metí en el coche. Esperé hasta que entró en el automóvil de
Vick, y luego me fui.
Me detuve por una cena rápida antes de ir a casa. El club cerraba
los domingos y lunes, por lo que al ser lunes, se encontraba desierto
cuando llegué y estacioné. Colgué mis llaves en mi dedo mientras entraba,
cerré la puerta detrás de mí, y fui a mi oficina.
Jessica estaba allí esperándome, como esperaba. Se puso de pie del
sofá de mi oficina y nuestros ojos se encontraron tan pronto como abrí la
puerta. Algo en ella era diferente. Parecía como si estuviera a segundos de
desmoronarse. Sus hombros se hallaban tensos y sus mejillas enrojecidas
se destacaban del resto de su pálida cara.
Cerré la puerta detrás de mí y la ignoré mientras pasaba junto a ella
y me sentaba detrás de mi escritorio. Podía sentir su ansiedad.
—Siéntate —ordené con firmeza.
Cuando se sentó frente a mí, entrelacé mis dedos y la miré.
—¿Estás bien?
Nunca hacía ese tipo preguntas, pero necesitaba saber que era
mentalmente estable y capaz de tomar la decisión que quería que tomara.
—Bien. —Su voz se quebró—. Gracias por sacarme —dijo, mientras
sus ojos se humedecían de nuevo.
Tuve que apartar la mirada. Había visto a mujeres llorar... infiernos,
incluso hice llorar a unas cuantas, pero ver que ella lo hiciera era
diferente. Me dolía en el estómago, me hacía sentir vacío. Las lágrimas
nunca me molestaron antes, pero sus lágrimas cortaban profundo. Por
suerte, dominaba el arte de ignorar las emociones molestas.
—Vick te sacó. —No quería que pensara que era suave. No lo era.
Sacándola era como conseguiría cumplir mis deseos. Nada más y
nada menos. Sentado en mi silla, dejé que mis ojos la devoraran. —¿Para
eso fue lo que viniste aquí? ¿Por un inapropiado gracias?
Parecía como si quisiera decir algo más, o posiblemente abofetearme,
pero al parecer perdió el valor porque asintió y salió de la habitación. Lo
extraño era que quería ir tras ella y pedirle que se quedara.
42
Traducido por Vane Black
Corregido por Ann Farrow
Rosslyn
La cárcel no era para mí. En el momento en que llegamos a la
estación, fui llevada a una habitación separada de Kyle y se me dijo que se
lo entregarían a los servicios infantiles.
Lloré cuando me tomaron las huellas dactilares y cuando llegó el
momento de tomar mi ficha policial, casi vomité. ¿Qué dirían mis padres si
me vieran ahora? ¿Qué pensaría la abuela?
Me senté en una celda con otra chica que estaba allí por
43 prostitución. Era un poco cómico ya que empecé a creer que vender mi
cuerpo era la única manera de arreglar todo. Tal vez cuando saliera, iría
con Sebastian y aceptaría su oferta. Dormir con él no sonaba
desagradable. Era la parte sobre el pago que lo hacía espeluznante.
Una hora más tarde, y un policía llegó a la celda llamando mi
nombre.
—Tu fianza fue pagada. Eres libre de irte.
Mi confusión sobre cómo diablos mi fianza fue pagada eclipsó
cualquier alivio que podría haber sentido sobre ser libre. No tenía a nadie
que pagara la fianza que no sea Trish, y todavía no tuve la oportunidad de
llamarla.
Y luego, me debía enfrentar al hecho de que me encontraba libre,
mientras que mi hermano se hallaba detenido Dios sabe dónde. No existía
nada que tuviera que recoger cuando me fuera. Era una señal de cómo mi
vida terminaría. Necesitaba acostumbrarme a no tener nada.
Me sorprendí cuando salí y encontré a Vick mirándome.
—Dejé mi caballo blanco afuera —dijo con sarcasmo—. Vámonos.
La seguí y tan pronto como atravesé las puertas de la estación, mis
ojos se encontraron con Sebastian. En ese momento, supe que me rescató.
¿Cómo siquiera supo que fui arrestada? ¿Debía estar asustada?
Me subí al coche negro de Vick y salió del estacionamiento con un
chirrido de neumáticos, justo delante de la estación de policía. Como si no
estuviera ya muerta de miedo de volver.
—¿Sebastian me rescató? —pregunté cuando el silencio en el coche
llegó a ser demasiado tenso.
—Sí —respondió—. Sin ofender, pero tengo mejores cosas en que
gastar mi dinero.
No me molesté en responder.
—Mi hermano, lo llevaron a los servicios infantiles. Hay alguna
forma... —empecé.
—Te voy a llevar a Sebastian. Pregúntale.
Me giré y miré por la ventana, mientras íbamos demasiado rápido
hacia Clive. Tenía tanto girando en mi cabeza. En primer lugar, estaba
considerando en serio su trato.
Necesitaba el dinero, y no era que no me sentía físicamente atraída
por él, a pesar de su proposición escandalosa. Mi cuerpo parecía
responderle de una manera que nunca experimenté con otro hombre.
Cobraba vida cada vez que se encontraba cerca.
44
Sebastian
No me gustó. Que se quedara en mi casa, que compartiéramos el
desayuno, todo se sintió bien, lo que al mismo tiempo parecía incorrecto.
Esta mierda era exactamente la razón por la que tenía jodidas reglas. No
realizaría ninguna excepción más por ella.
Esta chica era una desconocida para mí, excepto que su vida parecía
estar fuera de control… y tenía un deseo muy fuerte de arreglar todo lo
que la perturbara.
49 Comenzaba a pensar que debería olvidar todo el asunto y
simplemente averiguar su nombre. Tomarla bajo mi protección, como lo
hice con Vick. Pero entonces me sonrió al hacer algo bueno por ella, y fue
mejor que el sexo con cualquiera de las mujeres en mi libro negro.
Me encontraba realmente jodido.
Si algo aprendí en todos estos años, era que no podías darle nada a
una mujer sin que esperara todo el maldito mundo.
Me dirigí a mi oficina y me senté detrás del escritorio antes de
encender el monitor y hacer clic en la pantalla. Una pequeña caja
apareció, a la espera de mi contraseña, y entré con unos rápidos golpecitos
en el teclado.
Bienvenido, señor Black. Una voz computarizada sonó por los
altavoces del ordenador. La pantalla se iluminó mostrando cuatro
imágenes diferentes.
Cada una de las cuatro pantallas era para la vigilancia de las
diferentes habitaciones de mi apartamento. Incluso tenía vigilancia en el
club. Yo no era una persona muy confiada. De hecho, no confiaba en
nadie. Por lo tanto, no había nada en mi casa o en el trabajo que no
pudiera ver en todo momento.
Encontré a Jessica todavía sentada en la cocina mientras comía
sola. Tenía la certeza de que sabía lo que iba a hacer, pero no me
molestaba asegurar mis inversiones. Además, me gustaba observarla.
Después de que terminó su desayuno, fue a la habitación donde
pasó la noche. Casi una hora después, salió vestida con la misma ropa de
la noche anterior.
Mientras observaba y esperaba, hice algunas llamadas necesarias.
Una de las cuales incluía traer a mi chofer hasta aquí. Su auto era un total
pedazo de mierda, al menos por lo que vi la noche que la seguí. Además,
me gustaba la idea de que me necesitara para algo más. Le daría incentivo
para aceptar mi negocio. Una vez que lo hiciera, su auto ya no importaría
porque tendría que usar a mi chofer o le conseguiría uno propio.
La vi caminar a la entrada del club y sonreí. Podía apreciar su
obstinación. Quería sentir que ejercía todas sus opciones, pero la verdad
era que yo era su única opción. Tenía miedo y se sentía desamparada, pero
podía percibir otras emociones agitándose profundamente en su interior.
Podía negarlo todo lo que quisiera, pero estaba excitada por lo que le
ofrecí.
Con un clic, mi monitor se volvió negro y luego esperé. Unos minutos
más tarde, cuando se abrió la puerta de mi oficina, Jessica me miraba. Se
veía rígida cuando cerró la puerta y se dirigió al sofá frente a mí.
50 —¿Puedo ayudarte? —pregunté.
Tembló ligeramente, pero fue suficiente para que lo viera. Y entonces
tomó una gran respiración.
—Sí, sobre la proposición de la otra noche… —Se detuvo.
—¿Qué pasa con eso? —pregunté.
—¿Sigue en pie?
Me recosté en la silla y la miré fijo. Se humedeció los labios con
nerviosismo y mi pene comenzó a endurecerse. —Así es.
—Me gustaría aceptar tu oferta.
Las palabras salieron de sus labios demasiado rápido. Era como si
se obligara a decirlas.
No pude evitar la sonrisa que se formó en mi cara. —¿Estás segura?
—En serio, Black. ¿Qué demonios hacía? ¿Por qué le daba una salida?
La quería más de lo que deseé a cualquier otra mujer… en
muchísimo tiempo. Esta era mi manera de hacer las cosas, y tenía la
ventaja en lo que a ella se refería. Lo último que necesitaba era hacerla
reevaluar su decisión.
Asintió y sus fosas nasales aletearon. —Estoy segura.
No me gustó la forma en que sus emociones se mostraban tan
claramente, pero sus palabras me hicieron muy feliz. Ya era hora de tener
a alguien nuevo. No era normal para mí moldear a una mujer en lo que
quería, pero por ella, haría una excepción.
Poniéndome de pie, rodeé el escritorio. Sus ojos no se apartaron de
mi rostro y se notaban sus nervios. Mis ojos cayeron a su cuello, justo a
tiempo para verla tragar. Me coloqué delante de ella y me apoyé en el
escritorio. —Bueno, si ese es el caso, levántate. —No podía esperar para
pasar mis dedos por su piel perfecta.
Se puso de pie con las piernas temblorosas, con la cabeza gacha.
—Mírame, hermosa.
Levantó la cara hacia la mía con los párpados cerrados, y cuando los
abrió, el extraño color verde me tomó por sorpresa. Eran del color del
musgo; como el verde de la costa irlandesa. Hermosa. Pero entonces miré
con más atención y el miedo persistente a lo largo de los bordes de sus
espesas pestañas me atravesó.
—Sé que tienes miedo, pero con el tiempo aprenderás a confiar en
mí. —Extendí la mano y tomé un mechón de su cabello entre los dedos.
Era rojo; la sombra más lujosa de carmesí que vi jamás, y se sentía
como la seda. Cerré los ojos e imaginé cómo se sentiría su pelo contra mi
51 pecho mientras me montaba.
Se estremeció cuando dejé que mis dedos rozaran su mejilla. —
Confío en ti —dijo.
Sus palabras calmaron una parte del dolor que llevaba muchos años
viviendo en mí.
—Es probable que seas la mujer más hermosa que haya tenido el
placer de conocer. ¿Tienes alguna idea de lo atractiva que eres, Jessica? —
Ya podía sentir como me perdía en ella. Era el afrodisíaco perfecto para un
hombre como yo.
—Mi nombre… —comenzó.
Pasé mi pulgar a través de sus labios. —No lo hagas. Si esto va a
funcionar, no quiero saber tu nombre; nunca. Tu nombre es Jessica
cuando estés conmigo, ¿entendido?
Dudó, pero al fin asintió y continué acariciando sus labios con el
pulgar. Eran suaves, demasiado suaves para mis dedos ásperos.
Ella temblaba. Su nerviosismo era abrumador, y empezaba a darme
cuenta de algo acerca de Jessica que me puso un poco nervioso.
—¿Eres virgen? —pregunté, sin andar con rodeos. Era directo y
exigente, y si realmente ocurriría esto entre nosotros, ella tendría que
entenderlo pronto.
Su cuello chasqueó cuando levantó la vista con sus ojos muy
abiertos y sorprendidos. —Yo… —Se detuvo de repente—. Eso es un poco
personal, ¿no te parece?
No pude evitarlo. Me reí. —Si aceptas mi propuesta, te conoceré
mejor de lo que nadie lo ha hecho. —Dejé que mis manos vagaran hacia
abajo y pasé las palmas por los costados de sus pechos antes de
envolverlas en su cintura y acercarla a mí—. Te conoceré por dentro y por
fuera. Te probaré. Te haré decir y hacer cosas que nunca pensaste hacer, y
la mejor parte es que vas a amar cada segundo de ello.
Sentí sus pezones endurecidos contra mi pecho y celebré en silencio.
—Así que te pregunto de nuevo, ¿alguien ha estado dentro de ti? ¿Algún
otro hombre ha probado ese dulce coño?
Mi pene se presionaba contra la cremallera de mis vaqueros y rogaba
por liberarse. Quería acercar sus caderas y presionarme en su calidez,
pero intuí que la asustaría aún más.
Su respiración cambió y dejé que mis ojos vagaran a través de sus
pechos mientras se levantaban y bajaban con cada respiración.
Aun así, no respondió. Pasando un dedo por debajo de su barbilla,
levanté su cara. Me encontraba tan cerca que su dulce aliento se precipitó
contra mis labios, incitándome que la besara y saboreara.
55
Traducido por Maii & Beatrix
Corregido por Daliam
Rosslyn
No sabía en qué me metía. Entré a su oficina absolutamente segura
de mí misma, sabiendo que necesitaba conseguir dinero. Claro, besé a un
chico antes. Jeffery Middleton prácticamente había empujado su lengua
hasta mi garganta en el undécimo grado; sin embargo no fue nada; nada,
como el beso que Sebastian me estaba dando.
En el momento en que me levantó de la silla y devoró mi boca, olvidé
cualquier tipo de ansiedad. Envolví los brazos alrededor de su cuello y
56 trabajó sus caderas contra las mías de una manera que nunca había
experimentado.
Y así como si nada, se apartó, dejándome jadeando como un animal
salvaje.
—Eso fue suficiente por hoy. —Me sonrió. Su sonrisa era de las que
rompían corazones. Las novelas románticas eróticas no podían competir
contra esos labios. Di un paso atrás con las rodillas temblorosas y contuve
la respiración mientras arreglaba mi cabello por detrás de las orejas.
—Un auto te espera abajo, y he enviado un teléfono a tu hotel.
Contéstalo siempre que llame. Te veo pronto, hermosa. —Bajó su rostro y
dejó un suave beso en la esquina de mi boca.
—Está bien —susurré.
Cuando salí de la oficina de Sebastian, Kyle me esperaba abajo con
Vick. Corrí hasta él y lo sostuve con fuerza, segura de que le estaba
haciendo daño. Verlo me evitó tener que pensar sobre qué demonios
ocurrió en la oficina.
—Lo siento tanto. En verdad, lo siento —dije a través de las
lágrimas.
Me sostuvo y sonrió. —Está todo bien, Roz. No fue malo.
Vicky aclaró su garganta, recordándome que mi gran despliegue de
emociones era visto por alguien que probablemente nunca lloró ni un solo
día de su vida.
—¿Qué es este coche? —susurró, dándole miradas furtivas a Vick.
—Es... de mi jefe —mentí—. Es lo suficientemente amable para
prestárnoslo.
No quería que Kyle hiciera más preguntas, por lo que nos hice entrar
en la parte trasera del coche y evité la mirada conocedora de Vick.
Tan pronto como cerré la puerta, el chofer se alejó del club. No le había
dado indicaciones, pero conducía como si supiera dónde nos dirigíamos.
—Disculpe —dije alzando la voz para llamar su atención.
Unos ojos marrones y una amistosa sonrisa me encontraron a través
del espejo retrovisor. El cabello gris se asomaba por su sombrero de
chofer, y finas arrugas envolvían sus ojos y labios. —¿Sí, señora?
—¿Adónde nos llevas?
—Al Hilton, señora.
—¿El Hilton?
—Sí, señora. Solo lo mejor para... —Sus ojos se movieron
rápidamente a Kyle y luego a mí—... para los empleados del señor Black.
57 Sabía lo que estuvo a punto de decir, pero no quería corregirlo. No
tenía ningún argumento para decirle que no era nada del señor Black,
aún. En especial, frente a Kyle.
—Gracias, señor...
—Martin. Solo llámame señor Martin. —Sonrió por el espejo.
—Gracias señor Martin. —Me hundí en el asiento.
—Guau, ¿el Hilton? Tienes un jefe agradable, Roz.
Kyle parecía más que emocionado con toda la experiencia. Deseé
poder corresponder su entusiasmo, pero no lo lograba. Cuando el chofer se
detuvo en el hotel, me dijo que me quedara en el coche. Segundos más
tarde, abrió la puerta y la mantuvo así para que saliéramos. Me sonrojé
ante esa atención. No estaba acostumbrada a un trato tan especial.
Kyle se mantuvo a mi lado mientras seguíamos al señor Martin por
el lobby hacia la recepción. Cuando llegó nuestro turno, la recepcionista
esbozó una sonrisa familiar ante ese hombre mayor.
—Hola, Martin. ¿Cómo estás hoy?
—Lo estoy haciendo bien, Molly ¿y tú?
—Feliz de verte, como siempre. ¿En qué puedo ayudarte?
—Tengo dos invitados del señor Black. La suite, por favor.
La mujer me lanzó una mirada de complicidad. Su expresión pronto
cambió a una de sorpresa, seguida de otra de confusión cuando vio a Kyle.
Pasé un brazo sobre sus hombros de forma protectora, intentando no
preguntarme en qué estaba pensando.
—Por supuesto —asintió. Llamó a alguien detrás de mí y apareció un
botones, justo a nuestro lado.
—Por favor, lleva a estos huéspedes a la suite del señor Black y no
olvides su equipaje.
—Oh, no tenemos... —comencé a corregirla.
Me detuve cuando vi al botones con nuestras maletas. ¿Qué
demonios? Me pregunté cómo Sebastian tuvo tiempo de tomar nuestras
pertenencias del auto.
—Gracias —les dije.
—Por aquí, señorita —indicó el chico.
Volviéndome hacia el señor Martin, le sonreí. —Gracias otra vez.
—No hay de qué. —Copió mi sonrisa y sostuvo mi mano con
amabilidad.
Pasaríamos la noche en uno de los mejores hoteles que alguna vez
58 vi. La habitación estaba preparada con todo lo que necesitábamos, y tenía
cuatro espacios separados. Dos habitaciones enormes, y un baño de lujo,
con una gran bañera. Pero la mejor parte era la espaciosa sala de estar,
con un ventanal que mostraba una impresionante vista de la ciudad de
Nueva York.
Una vez que Kyle se durmió en la noche, pasé algo de tiempo
mirando los coches y personas en la calle. Los edificios y calles de
alrededor eran tan hermosos desde mi perspectiva. Era difícil adaptarme al
rápido cambio de dormir en un automóvil de mierda... a esta lujosa suite.
De no —malditamente— creer.
No fue hasta que bostecé y empañé la ventana que me di cuenta lo
tarde que era.
Sintiendo el piso de madera con los pies descalzos, entré al baño
para prepararme e ir a la cama. Mi nivel de estrés no era nada comparado
con el de las últimas semanas, entonces, en lugar de tomar una ducha,
llené la bañera con agua muy caliente y le agregué aceite de lavanda. Me
metí hasta que el agua estuvo congelada. Por desgracia, no pude dejar de
reproducir mi conversación con Sebastian en su oficina. No sabía en qué
estaba pensando, o qué había hecho, en todo caso. Entré a su oficina, lista
para cualquier cosa. Necesitaba hacer dinero y no iba a negar lo que mi
cuerpo obviamente quería. Pero vamos, definitivamente tenía que pagar
por eso.
Cuando preguntó con tanto descaro si era virgen, no esperé su
reacción. De hecho, si me hubiera abofeteado, no me hubiese sorprendido
tanto.
Su respuesta me afectó. Pensé que no le complacería mi respuesta y
se alejaría, no que lo encendería.
Me sentí avergonzada y humillada, no quería ver los ojos de
Sebastian Black de nuevo. Pero incluso ahora, mientras pasaba el rato en
la bañera, mis pensamientos prohibidos me traicionan y hacen que mis
dedos se arrastren por mi cuerpo. Aún lo deseaba, incluso cuando
pretendía lo contrario. Él no me quería, y debería estar feliz por eso, o al
menos aliviada. Pero algo me hizo querer demostrar que aun siendo virgen,
era tan capaz como la siguiente chica.
Separé las piernas y mis dedos se movieron por mis partes
hinchadas, pero antes de que pudiera llevarme al orgasmo, me detuve y
cerré las piernas con fuerza. Cubriéndome los ojos con la mano, dejé
escapar una sonora bocanada de aire. ¿A quién quería engañar? Ni
siquiera podía venirme sola por la vergüenza que me producía. ¿Cómo iba
a conseguir hacerlo con un hombre como Sebastian?
Esperaba un montón de cosas cuando al fin reuní el coraje para ir a
59 su oficina, pero lo que me sucedió fue totalmente inesperado. Era una
mujer, pero sin duda no tenía idea cuando se trataba sobre el sexo
opuesto.
Al día siguiente, el señor Martin se encontraba fuera, esperando
para llevar a Kyle a la escuela. Me preguntaba si alguna vez me dejaría de
sorprender las cosas que Sebastian conocía sobre mí, y que no le había
contado. Kyle parecía más que feliz de tener a un coche y chofer para
alardear frente a sus amigos, pero yo tenía problemas para estar bien con
eso. Luego de regresar a la suite, estuve sin hacer nada, esperando por
algo; cualquier cosa que sucediera.
Odié permanecer sentada, haciendo girar los pulgares. Finalmente,
cuando pensé que volaría de expectación, alguien golpeó la puerta. La abrí
para encontrar a un hombre joven sonriéndome. Era un chico, con una
sonrisa de oreja a oreja, y un desafortunado caso de acné juvenil.
—¿Eres Jessica?
Abrí la boca para decir que no, pero recordé que Sebastian insistió
en llamarme así, lo que era la cosa más extraña.
—Sí. Soy yo.
Me tendió una pequeña caja color rosa cerrada con una cinta. —Esto
es para ti.
—Gracias.
Se volvió y marchó sin despedirse. Cerrando la puerta, me senté en
la cama y saqué la cinta de la caja para encontrar un celular caro en su
interior. Era elegante, con una gran pantalla táctil, deslicé mi dedo y
apareció una imagen del puente de Brooklyn. Tan pronto como me senté
en la cama, el teléfono sonó, el pequeño ícono en la pantalla indicaba que
tenía un mensaje de texto, pero me tomó un par de minutos descubrir
como leerlo.
SB: encuéntrame en la entrada a las 7:00. Ponte algo lindo.
Debería haber aplastado su estúpido celular y salir de esa
habitación, pero no podía, y me odiaba por no poder hacerlo.
Como una verdadera mujer, pasé el resto de la tarde obsesionada
sobre qué haría. Si hubiera tenido flores en la habitación, regaría todo de
pétalos. Llegué al lobby veinte minutos antes de que Kyle saliera de la
escuela, pero no podía quedarme en la habitación ni un segundo más.
Nunca había estado en un hotel tan extravagante antes, y tenía mucha
curiosidad.
Pasé por el restaurante de cinco estrellas y caminé a través de los
salones de baile, hasta que vi un letrero que decía "Boda de Peterson". Los
invitados se movían dentro y fuera de unas hermosas puertas dobles,
después de un pequeño vistazo alrededor, me dirigí hacia allí. Tirando del
60 pesado pestillo, me deslicé dentro y un suspiro melancólico se escapó de
mis labios. La habitación era de ensueño. Brillaba y olía a flores frescas.
No me quedé mucho tiempo, porque obviamente no iba vestida para la
ocasión, pero por un momento, cerré mis ojos e imaginé una vida que
incluía este tipo de lujos.
Una hora más tarde, el señor Martin dejó a Kyle, volvimos a la suite
e hicimos su tarea juntos. Cuando terminamos, llamé al servicio de
habitación pidiendo la cena, con nuestros estómagos llenos, comencé a
alistarme, y Kyle cayó rendido frente a la televisión mirando un
desagradable programa sobre zombis.
Me sentí mucho mejor dejándolo solo esta vez. La suite tenía
cerraduras, y un teléfono celular al que llamarme si necesitaba algo.
Busqué en mi maleta el mejor conjunto para usar, un top verde azulado y
una falda que llegaba a mis tobillos, me puse las sandalias y pasé un
cepillo sobre mi cabello y casi no consigo llegar a la hora indicada al lobby.
Un coche negro se estacionó fuera y Sebastian salió de la parte
trasera. Sus pasos vacilaron mientras corría su mirada por mi cuerpo.
Entonces me sorprendió con una sonrisa y ofreció su mano. Confundida,
hice lo único que tenía sentido, y puse mi mano en la suya. Sintiendo su
pulgar pasar por mis dedos, se llevó mi mano a la boca. Sus labios no
fueron suaves, o rudos, no había una palabra que describiera la manera
en que se sintió, o qué causó en mi interior.
—Te ves... dulce —dijo esbozando una sonrisa con hoyuelos.
No era exactamente el cumplido que esperaba, pero sin duda estaba
acostumbrado a zorras sexys, con faldas cortas y escotes pronunciados.
Quizás no era un cumplido en absoluto. Tal vez se comportaba como un
idiota.
—Bueno, esto fue divertido —dije bruscamente, y me volví. Su mano
se mantuvo firme y me empujó hacia el coche.
—Ponte tus bragas virginales y vamos. —Se detuvo frente al
automóvil y abrió la puerta, esperando que entrara.
Mi mirada fue desde él hacia la puerta abierta y crucé los brazos. —
Actúas como si me estuvieras haciendo un favor.
—Lo hago. Ahora, entra al coche. Tenemos una reserva.
—¿Y si no quiero?
—Si fueras a negarte, ya lo habrías hecho. Eres curiosa, y entrarás
al auto.
Por más que deseara probarle que se equivocaba, tenía razón. Tenía
curiosidad tal como él dijo, pero me di cuenta que no era la única. Sin
61 decir una palabra, me metí en el coche y me moví por el asiento.
Se acomodó en el asiento del conductor y cerró la puerta. Nos abrazó
la oscuridad.
No pregunté a dónde íbamos, ninguno habló, pero mientras las luces de la
ciudad se reflejaban en su cara, no pude ignorar lo bien que se veía en su
traje y corbata oscuros. Su mano se apoyaba en la puerta, y mis ojos se
dirigieron a sus largos y elegantes dedos. Realmente era maravilloso.
—¿Te gusta lo que ves? —preguntó en un susurro.
Un rubor caliente se precipitó por mi cuello, no me había dado
cuenta de que también me miraba. Dios mío, era tan arrogante. Y en lugar
de enfriarme, eso me encendía.
—En realidad, sí. Siempre pensé que Nueva York es preciosa en la
noche. —Moví mi cabeza y miré hacia fuera desde mi lado, disfrutando de
su sonrisa.
—No permitas que las luces te engañen. Las cosas más peligrosas
del mundo son hermosas.
Cuando le devolví la mirada, miraba hacia afuera completamente
perdido en sus pensamientos. Quería llegar a él, pero no parecía del tipo
que buscaba contención.
El coche se detuvo y miré ansiosa alrededor del cristal oscuro.
Segundos más tarde, la puerta se abrió y Sebastian salió, extendiendo su
mano para ayudarme a salir.
—Prepárate —dijo, antes de que dos hombres mayores abrieran las
puertas del restaurante para nosotros.
—¿Prepararme para qué?
No respondió y atravesamos las puertas dobles, mantenía una mano
en la parte baja de mi espalda.
—Por aquí, señor Black —dijo el anfitrión.
Tomó dos menús y se dirigió hacia la parte trasera.
Nunca había estado en un lugar así. Lámparas de cristal colgando
por encima de mi cabeza y espejos que se hallaban colocados
estratégicamente alrededor de la habitación para reflejar la luz de las
velas, haciendo que la habitación pareciera aún más grande de lo que ya
era.
Sebastian andaba tranquilamente a través del comedor, cautivando
a su público y exigiendo su atención. Vi con asombro como todo el mundo
se detuvo para mirar boquiabiertos hacia él. Tiró de mi brazo con el suyo y
fue entonces cuando me di cuenta de que también me observaban, la chica
en su brazo.
62
—Espero que tengas hambre. —Me acercó más—. Porque me muero
de hambre.
Sus palabras rozaron el lado de mi cuello y enviaron una oleada de
escalofríos por mis brazos.
Todo el mundo me miraba. Con timidez bajé la mirada a mi atuendo
y supe de inmediato que no me vestí lo suficiente bien. Me veía como una
maestra de escuela tensa yendo a una excursión, mientras que las damas
a mi alrededor estaban vestidas de satén, encajes y diamantes.
Mi mano en su brazo comenzó a sudar y cerré los ojos tratando de
respirar.
—No te pongas nerviosa. Eres la mujer más hermosa en la sala.
—Todo el mundo me está mirando —le susurré.
—No. Todo el mundo me está mirando. Siempre vengo aquí solo.
Estas personas nunca me han visto con una mujer.
—Entonces, ¿por qué me has traído? —pregunté mientras me
ayudaba con mi silla.
Inclinado sobre mí, susurró—: Con trato o sin él, eres mi Jessica.
No tenía idea de cuál era su obsesión por llamarme Jessica, y de
nuevo, empecé a pensar que tal vez Sebastian Black estuviera como loco.
Cuando se sentó frente a mí, al fin hice acopio del valor suficiente
preguntar algo que me había estado molestando desde la primera vez que
hablamos.
—¿Por qué te niegas a saber mi nombre y por qué razón me llamas
Jessica? ¿Es así como llamas a todas tus chicas?
Traté de no moverme, o hacer un contacto visual incómodo,
mientras esperaba a que contase a mi pregunta.
Cuando al fin lo hizo, agradecí que el silencio se rompiera. —
Definitivamente no llamo a nadie Jessica. Solo a ti, y por una razón muy
especial.
No dio más detalles entonces hice la pregunta que me aclara qué
quería decir.
—¿Te importaría explicar por qué es así?
—En realidad, no. No en este momento de todos modos
Definitivamente dejó claro que no iba a conseguir nada más de él.
Supongo que debí saberlo. Por el poco tiempo que lo conocía, era obvio que
Sebastian Black podría ser muy terco y decidido.
63 Una vez que el camarero llenó los vasos de vino, nos quedamos
solos. Tomó un sorbo de vino y se me quedó mirando, poniéndome aún
más nerviosa que antes.
—¿Así que vienes aquí mucho? —pregunté, tratando de romper el
hielo.
—Sí —dijo simplemente. No iba a hacer esta cena fácil en absoluto.
—No hablas mucho.
Se encogió de hombros. —No soy bueno con la conversación trivial.
—¿Pensé que no tenías... citas?
—No.
—Entonces, ¿qué es esto?
—Te dije lo que es esto. Estás demostrando que vale la pena el
riesgo.
—¿Y cómo se supone que voy a cumplir ese cometido?
Se me quedó mirando durante más tiempo, y luego levantó las cejas.
¿Qué demonios se supone que significa eso?
Fue entonces cuando el camarero volvió a nuestra mesa para tomar
nuestro pedido. Cuando el camarero se fue, continué con mis preguntas.
Con cada respuesta, sentí aún más curiosidad por Sebastian Black.
—¿Las otras... ellas no tienen ningún problema con tus reglas?
—Si lo hicieran, no serían una de mis chicas. —Era así, de hecho—.
Estuviste dispuesta a aceptar mi oferta, ¿has tenido algún problema con
mis reglas?
Mi cabeza se levantó. No me gustó tener la situación arrojada en mi
cara. —Lo necesitaba.
—¿Estás diciendo que eres diferente?
—Sí.
—¿Debido a que necesitas el dinero?
—Sí —insistí.
—¿Y qué te hace pensar que cualquiera de los otras no lo hicieron
también por necesidad de dinero?
Abrí la boca, pero no salió nada. La verdad era que no lo sabía, pero
quería creer que era diferente, que bajo otras circunstancias, no me habría
vendido a Sebastian Black por mucho que tuviera por ofrecer.
—La verdad es que el dinero viene y va, pero ellas no lo hacen. Ellas
64 siguen llegando, una y otra vez. —Se encogió de hombros—. Así que tal vez
es diferente.
Dejé caer la cabeza hacia un lado. —¿Alguien te ha dejado antes de
que tu pudieras dejarle?
Sonó alto el sonido de su risa, miré alrededor y vi que todo el mundo
nos miraba.
—¿Qué es tan gracioso? —exigí—. ¿Me estás diciendo que nadie ha
conseguido cansarse antes de que pudieras cansarte de ellas?
—Nadie. —Estaba muy en serio ahora.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque tengo una polla que no se detiene y suficiente dinero para
comprar todas las empresas del mundo.
—¿No crees que algún día querrás más que una chica fácil y mujeres
que solo quieren tu dinero?
—¿No es eso en lo que se basa una relación de todos modos? Sexo y
dinero. En mi caso, puedo llegar a tener relaciones sexuales con una chica
diferente cada noche y no tener que preocuparme por una esposa celosa.
De repente me sentí muy triste por Sebastian. —¿No quieres amor?
—El amor no existe, corazón. Es una bonita mentira. Algo que las
mujeres inventaron para atar a un hombre y destruir su virilidad.
—Te equivocas.
—Pierdes tu tiempo, Jessica. Guarda tus delirios sobre el amor y
felices para siempre para un imbécil porque estoy lejos de ser engañado.
Quería argumentar que se había equivocado. Había visto el amor,
verdadero amor entre un hombre y una mujer. Mis padres se amaron por
completo y sin reservas. Sabía que existía y tenía la intención de buscar la
misma clase de amor algún día.
—Soy muy diferente, Sebastian —susurré, levantando la mirada
para encontrarme con su ceño fruncido—. Necesito el dinero en este
momento, pero me niego a vivir una vida sin amor y felicidad. No voy a
volver cuando todo esté dicho y hecho.
No sabía si lo sorprendí o enojé, tal vez un poco de ambas cosas,
pero no respondió de inmediato. Cuando lo hizo, fue un completo cambio
de tema.
—Desde luego, no sé mucho de vírgenes. ¿Cuántos años tienes?
—Veintidós —respondí con orgullo, desafiándolo a burlarse de mí.
—¿Cómo es que a tus veintidós años, con tu aspecto, conseguiste
permanecer virgen?
65
—Si te tengo que explicar la logística a ti, obviamente, no eres el dios
del sexo que dices ser.
Pensé que lo logré con mi observación ingeniosa, pero se inclinó
hacia delante en su silla y me mostró exactamente lo que se sentía el
dejarte sin aliento.
—Podría follarte sin sentido aquí, en este momento, y darles a las
mujeres mirando orgasmos. Así, querida, así es lo bueno que soy.
Para mi fortuna, el camarero hizo una aparición repentina con
nuestra comida. Miré a mi plato y mantuve la cabeza gacha por el resto de
la comida. Podía sentir la mirada dura de Sebastian haciéndome retorcer.
No sabía qué decir y ya estaba preocupada porque dije demasiado.
No podía permitirme el lujo de que él tomara de nuevo todo lo que ya había
ofrecido... otra vez. Estaba haciendo un trabajo terrible probándome a mí
misma después de mi declaración.
Después de la cena, el coche estaba en el frente, esperando por
nosotros. Subí y avanzamos en silencio a mi hotel. Se bajó y mantuvo la
puerta abierta para mí. Cuando me di la vuelta para darle las gracias por
la cena, me encontré allí de pie, con que el coche que se había ido. Él se
encaminaba a mi habitación.
—¿Vas a estar quedarte ahí toda la noche, o vamos a subir?
Empuñé los dedos. —Kyle…
—¿Kyle no tiene su propia habitación?
—Bueno, sí, pero...
—¿Pero qué? ¿Renuncias? ¿Ya no estás dispuesta a demostrar que
eres para mí?
—Creo que a estas alturas ya has tomado una decisión acerca de mí.
—¿Estás segura?
Lo hacía hasta que dijo eso. ¿Por qué estaba siendo tan mojigata?
Podía seducir a Sebastian Black. Podía.
Mis nervios se volvieron locos y mis piernas comenzaron a temblar
cuando me di la vuelta y me dirigí al ascensor. Después de presioné el
botón de mi piso, esperé. Mis rodillas se sentían como gelatina, y yo
esperaba en silencio no caerme y plantar mi cara en el suelo caro de
baldosas.
Se detuvo a mi lado. Se encontraba demasiado tranquilo, por lo que
mi ansiedad era aún peor. Me temblaban las manos cuando saqué mi llave
de la puerta y traté de pegar la tarjeta en la ranura. Cubriendo mi mano
con la suya, tomó la tarjeta de mis dedos.
66 —Permíteme —dijo mientras abría la puerta.
Y entonces, allí estaba yo, de pie en una habitación de hotel con un
extraño que podía o no comprarme. Por fortuna, Kyle dormía
profundamente en su habitación, no enloquecería haciendo preguntas que
no sabía cómo responder.
Estaba de espaldas a Sebastian, pero pude ver nuestro reflejo en el
gran vidrio. Vi cómo se acercaba con la zancada de un tigre hambriento.
Pavoneándose, transmitiendo confianza y seguridad. Mientras tanto, la
tensión se construía dentro de mí y amenazaba con romper.
Pasó sus dedos cálidos a través de mi nuca mientras movía el pelo a
un lado. Me sacudí cuando apretó sus suaves labios en mi cuello.
—¿Exactamente cómo de lejos has ido con un hombre, Jessica?
Tragué saliva dañando mi garganta. —Lo suficientemente lejos.
Mi voz no sonaba como la mía. Era más profunda, más oscura...
seductora. La chica que le respondió no era yo. Lo que estaba haciendo,
me afectaba.
Podía sentir su aliento en mi pelo. —¿Te ha tocado un hombre
alguna vez? ¿Has tocado a un hombre antes?
—No —le susurré.
—Cristo —maldijo. Sus manos se movieron de mis hombros,
pasando por mi espalda, hasta que sus manos se enroscaron alrededor de
mi cintura. Se encontraba excitado y presionando mi espalda, lo que no
hacía nada para ayudar con mis inseguridades.
—Hueles delicioso —dijo mientras mordía el lóbulo de mi oreja—. No
debería querer esto tanto, pero me parece que no puedo mantener mis
manos lejos de ti.
Ladeé la cabeza hacia un lado, dándole más espacio para besar. No
era una completa idiota. Sabía lo que los hombres y las mujeres hacían
juntos. Sabía lo que era el juego previo, y sin duda sabía que el señor
Black era todo acerca de los juegos previos, mientras mis pezones
impactaban contra mi sujetador y el punto entre mis muslos latía.
Sus manos se movieron hasta la cintura y se posaron justo debajo
de mi sujetador. Me avergonzaba mi respiración irregular porque sabía que
no solo podía oírla, sino sentirla.
Bajé la mirada a sus dedos bronceados y observé mientras oscilaban
con mis respiraciones. Anudando los dedos en la parte delantera de la
camisa, el aire frío besó mi ombligo cuando comenzó a levantar la tela de
mi cuerpo.
—La piel de tu cuello es tan suave. No puedo dejar de preguntarme
si es igual en todo tu cuerpo —dijo, sin dejar de acariciar mi piel con sus
67 cálidos labios.
Y entonces deslizó los dedos sobre mi estómago, piel con piel. Para
un hombre con tanto dinero, sus dedos eran ásperos. Me gustaba. Que
Dios me perdone, pero me gustaba mucho.
Me levantó más la camisa.
—Levanta los brazos, hermosa. Quiero ver tu piel.
Hice lo que me pidió y él sacó la camisa por encima de mi cabeza y
mis brazos. Mi piel desnuda se erizó cuando el aire la golpeó. Le daba de
espalda, en tan solo una falda y un poco atractivo sujetador.
Recorrió mi cuerpo con sus dedos, y en ese instante me convertí en
masilla en sus manos.
—Tan perfecta —susurró en mi pelo.
Cerré los ojos y le permití tener acceso completo a mí. Tomé una
respiración cuando sus dedos bajaron y empezaron a desabrochar mi
falda. No estaba lista, pero no había vuelta atrás. Hice un trato con el
mismo diablo, y por mi hermano y por mí, honraría ese acuerdo.
Mi falda cayó a mis tobillos y abrí los ojos para mirar mi reflejo en el
espejo. Tan pálida, que hacía que sus manos se vieran aún más oscuras,
cuando pasaban por mis caderas.
Observé su reflejo mientras que se apartaba para desabrocharse la
chaqueta, quitándosela por sus hombros, y echándola a un lado. Se aflojó
la corbata y la deslizó alrededor de su cuello.
Y entonces se encontraba de rodillas detrás de mí, recorriendo con
las manos desde las pantorrillas a mis muslos. Temblaba de nuevo, sin
poder discernir si eran mis nervios o las sensaciones que volaban a través
de mi cuerpo a la velocidad de la luz. Me estaba perdiendo en él y solo fue
cuestión de minutos desde que entramos en la habitación.
Era bueno. Demasiado bueno.
Pasó su nariz a lo largo del interior de la pierna, cerré los ojos y dejé
la boca abierta en un suspiro.
—¿Qué estás haciéndome? —pregunté sin aliento.
Presionando sus labios ardientes en el interior de mi muslo, gimió
reconociendo—: Quiero que te desesperes por mí.
Mi cabeza cayó hacia atrás cuando continuó los besos calientes en el
interior de mis piernas. Estaba haciendo lo que quería. Podía sentir el
palpitar entre mis piernas como si estuviera pidiendo y burlándose.
Recordando, clavé los dedos en su pelo y lo sostuve. Y entonces él
me estaba entregando. Bajé la mirada hasta encontrar sus ojos mientras
se acuclillaba delante de mí. Tener un hombre tan exigente de rodillas
68 frente a mí, era incómodo y sorprendente todo al mismo tiempo.
Un gemido escapó de mis labios cuando empezó a besar mi
estómago, justo por encima de mi línea de ropa interior. Estaba tan
concentrada en él, que ni siquiera podía pensar de estar avergonzada por
mi ropa interior de algodón simple.
El oxígeno ya no parecía importante. Todo lo que importaba era el
latido dentro de mis bragas y su boca, que ahora presionaba contra la cara
interna de mi muslo. Besaba por todas partes, menos el lugar en que más
deseaba. Estaba desesperada.
Tiré de la parte posterior de su cabeza Hacía mí y traté de moverle a
donde quería que fuera.
—Sebastian. —Me quedé sin aliento.
Apartándose, bajó la cabeza y exhaló con dureza antes de levantarse
y poner los brazos sobre mis hombros.
—Hay que recuperar el tiempo perdido, corazón.
Sus palabras fueron un balde de agua fría. —¿Qué? —le dije
agotada.
—Lo hiciste bien, una muy buena representación, como si no fueras
virgen.
—Pero no lo hice... no era…
Llevó un dedo contra mis labios. —Nos vemos mañana en el club al
mediodía. No llegues tarde. —Dio un beso suave en mi mejilla, su aliento
haciendo crujir el cabello suave alrededor de la oreja—. Buenas noches,
hermosa.
Quería detenerlo. Debería haberlo dejado y hacerle escucharme, pero
era demasiado tarde y no me hallaba segura de que me habría escuchado
de todos modos.
Me di la vuelta mientras se ajustaba la corbata y se ponía la
chaqueta de nuevo. La puerta se abrió y se cerró a los pocos segundos, y la
tensión en la habitación se evaporó.
69
Traducido por Clara Markov
Corregido por Daliam
Sebastian
—Contraté a una nueva mesera. Lo sabrías si hubieras estado aquí
anoche —dijo Vick, llenando papeles en el gabinete que se hallaba en la
esquina de la habitación.
—Tuve otros negocios que atender además del club.
Se giró, poniendo una mano en su cadera y mirándome por encima
con una expresión enojada. —¿Negocios de Jessica Rabbit?
70 Dejando la pluma en mi escritorio, suspiré y encontré su mirada. —
Vick, ¿cuál es tu jodido problema? En serio, ¿qué pasa contigo que te
comportas tan perra últimamente?
Cerrando de golpe el gabinete, negó con la cabeza y salió de la
habitación.
Suspirando, levanté mi pluma y comencé a repasar los números de
nuevo. Perdí la noción del tiempo, así que cuando la puerta se volvió a
abrir esperaba que fuera Vick.
No lo era. Jessica se encontraba de pie ahí en un par de pantalones
baratos y lo que probablemente era su segunda mejor blusa. Era
demasiado hermosa como para llevar esas ropas de mierda, algo que
planeaba remediar tan pronto como las cosas estuvieran en correcto
funcionamiento entre nosotros.
—¿Tu madre nunca te enseñó a tocar?
Su dulce rostro se ensombreció antes de que sus ojos se
enrojecieran con ira y sus mejillas se encendieran.
—Jamás vuelvas a hablar de mi madre —contestó de mala manera.
Sus palabras eran bruscas e iban al punto. Su enfado evidente en la
estrechez de su boca. Era como un gatito bebé listo para arañar mi rostro.
Había más en mi Jessica, sin embargo, nada que necesitara saber.
Pero la familia era algo que entendía, algo que deseé siendo niño. Por esa
única razón, nunca mencionaría a su familia otra vez.
—Anotado —dije.
Su ira no era algo que pudiera conseguir que me disculpara.
—Siéntate. —Señalé la silla frente a mi escritorio.
Dando un paso adelante, rodeó la silla y se sentó cruzando los
brazos. Aún se resistía a mí. Me gustaba eso. Agradecía el desafío que me
daba.
—Vuélvemelo a preguntar —simplemente indiqué.
Frunció el ceño, confundida. —¿Volverte a preguntar qué?
—Vuélvemelo a preguntar —repetí.
Reclinándome en mi silla, dejé que mis ojos deambularan sobre sus
firmes pechos en una manera muy obvia. Se humedeció los labios con
nerviosismo y mi polla comenzó a crecer.
—¿Tu oferta sigue en pie? —preguntó vacilante.
Una sonrisa tiró de un lado de mi boca. —De hecho, así es.
Me encantaba tener tanto control sobre las cosas en mi vida. Jessica
71 no era la excepción.
Sus ojos se estrecharon, y esperé para ver si tomaba o no el cebo.
—Entonces, ¿supongo que pasé tu pequeña prueba?
Me reí. —Oh, no, cariño, eso solo fue el comienzo. Me gustan las
mujeres de cierta manera, y tú necesitas ser... —Me detuve, pensando en
las palabras correctas—. Instruida de tal forma en que me gustan las
mujeres.
Lucía absolutamente horrorizada. —¿Instruida para tu placer?
—Exactamente. —Sonreí.
Levantándome de mi silla, me acerqué y me cerní sobre ella. Me miró
con sus ojos verdes endurecidos.
—¿Alguna vez haces algo para complacer a las mujeres que
aprenden a complacerte? —espetó.
Tomé su barbilla entre mis dedos y la alcé con dureza. —Aunque
disfruto plenamente de tu boca inteligente —dije, acariciándole con mi
pulgar el labio inferior—. No lo toleraré. Y en el futuro habrá
consecuencias por mal comportamiento.
—¿Consecuencias? —desafió con una ceja alzada.
Presioné su barbilla. —Sin embargo, sí disfruto admirar tu boca.
Sigue así y me veré forzado a meter algo en ella. ¿Entendido?
Antes de que pudiera responder, mi boca bajó con dureza contra la
suya. Empujé sus labios con mi lengua. No era amable, pero era tanto un
castigo como una recompensa. Ella hacía ruidos en la parte posterior de
su garganta mientras le devoraba la boca.
Cuando levanté la cabeza, sus labios se hallaban rojos e hinchados.
Se pasó la lengua sobre su piel sensible provocándome volver a besarla.
Alejándome de ella, caminé de vuelta a mi escritorio y continué
repasando mis papeles.
—Creo que me gustaría aceptar tu oferta.
En silencio celebré mi victoria. —¿Crees o lo haces?
Alzó su barbilla y con labios apretados dijo—: Lo hago.
La deseaba más de lo que había deseado a una mujer en mucho
tiempo. Esta era mi manera de hacer las cosas y ella tenía que estar
completamente dentro antes de proceder.
—Bien. Empecemos ahora.
Disfruté la forma en que su rostro se iluminó con sorpresa.
Asombrarla era insanamente entretenido para mí.
72 —¿Ahora? —exclamó—. Pero…
—¿Pero qué? Tengo mucho trabajo que hacer contigo, así que cuanto
antes mejor.
Antes de que pudiera responder, saqué una pequeña bolsa negra de
regalo de debajo de mi escritorio y la empujé en su dirección. La miró con
sospecha y luego se acercó un paso.
—¿Qué es?
Suspiré. —¿Por qué no la abres y lo descubres?
Lentamente enganchó el borde de la bolsa con su dedo y trató de
echar un vistazo entre el papel de seda color rosa brillante. Podría haberlo
hecho sin todo ese alboroto, pero la vendedora insistió en que sería un
buen toque.
Tirando de él, levantó la primera pieza de ropa y frunció el ceño.
Mirándome, sacó la segunda pieza y las sostuvo para poder tener una
mejor vista.
Sus ojos lo entendieron y sonreí.
—¿Qué diablos es esto?
—Señor Black —la corregí.
—¿Qué?
—Mi nombre y cómo te dirigirás a mí es “Señor Black”.
—Pero ¿por qué?
Otra vez, suspiré y me froté el borde de mi nariz. —Basta de
cuestionar todo lo que te digo que hagas. Me vas a decir señor Black y eso,
mi querida Jessica, es un traje. Más importante aún, es tu traje.
—Esto no es un traje, señor Black. —Ella prácticamente se hallaba
fuera de sí.
—Es cualquier cosa que yo jodidamente diga y esto es lo que me
complace. Así que ponte la maldita cosa.
La sobresalté con mis palabras mordaces. —Bueno. Supongo que me
lo pondré. ¿Te complace? ¿Ese es tu razonamiento? Bueno, el pastel de
crema de coco me complace, pero no me ves tratando de usarlo, ¿verdad?
Poniéndome de pie, me acercó. —En primer lugar, amo el pastel de
crema de coco. Verte usándolo me complacería enormemente ya que te lo
podría quitar comiéndolo. En segundo, esa boca lista tuya volvió a golpear.
Tú eres la única responsable de tu siguiente tarea.
—¿Cuál siguiente tarea? —Lucía sorprendida.
Bien. Déjala sudar.
73 Me estiré al lado, tomé la bolsa y se la di. Dudó y la sacudí hasta que
finalmente la agarró.
—El baño está por ahí. —Me recargué contra mi escritorio y crucé
los brazos sobre mi pecho hasta que ella finalmente se giró y caminó hacia
el baño.
—Oh, ¿y Jessica?
Se detuvo, pero no respondió.
—Pierde el sostén y las bragas.
Su espalda se tensó, pero continuó hacia el baño y cerró la puerta.
Segundos después, su voz vagó desde la otra habitación.
—¿Vas a decirme por qué tengo que usar esto y exactamente qué
estaré haciendo?
—Lo haré tan pronto saques tu trasero de ahí.
Luego de unos minutos, la puerta se abrió poco a poco, pero no
apareció Jessica.
—Estoy esperando… y apuesto que puedes adivinar cuánto
jodidamente odio esperar.
La escuché suspirar y entonces caminó hacia mí. El traje le quedaba
exactamente cómo esperaba que lo hiciera. En realidad, mejor de lo que
imaginaba.
La falda negra con rayas diplomáticas montaba la parte superior de
sus muslos cuando se movía, dándome un vistazo de los suaves pliegues
rosados entre sus piernas. La chaqueta estaba tan ajustada sobre sus
pechos y con un solo botón, casi podía ver sus hermosos pezones.
El simple hecho de jodidamente verla casi me dio ganas de
empujarla contra la pared y follarla hasta darle cinco orgasmos.
—Ven aquí —ordené. Se movió lentamente hasta pararse frente a
mí—. Date la vuelta.
Abrió la boca para decir algo, pero le disparé una mirada y su boca
se cerró de golpe.
Decirle que se diera la vuelta fue una jodida mala idea de mi parte.
Tenía que controlar la urgencia de inclinarla contra la silla.
—Estoy aquí. ¿Ahora vas a decirme lo que necesito hacer?
—Por ahora, eres mi asistente. Vas a proveerme cada uno de mis
deseos, de mis… necesidades. —Pasé la parte de atrás de mis dedos sobre
las mejillas de su trasero expuesto y ella dejó salir un pequeño jadeo.
Tomando un paso hacia adelante, deslicé mi mano entre sus sedosas
74
piernas y gimió.
—Sebastian.
Torciendo la mano, apreté su clítoris, y gritó.
—Señor Black —la corregí—. Cuando estés en este traje… soy señor
Black.
Podía ver sus hombros tensándose.
—Hiciste tu elección, Jessica, y si te lo permites, disfrutarás nuestro
arreglo de muy buena manera.
—¿Antes o después de que me prepares?
La giré y me incliné hacia ella. —Antes, durante y después. Te lo
prometo, cariño.
Una flama de excitación bailó dentro de sus ojos y sabía que la tenía.
—Sígueme. —Caminé hacia mi silla y me senté.
Dudó, pero rodeó el escritorio hasta que se encontraba de pie a mi
lado. Por mucho que su inocencia se encendiera, quería ver su lado
seductor.
—Para poder complacerme, necesitas saber lo que me gusta.
Tragó. —¿Qué te gusta?
Tomándola con rudeza por las caderas, la jalé directamente frente a
mí y empujé sus piernas para abrirlas, ajustando las mías entre ellas. Se
agarró del borde del escritorio.
—Me gusta mirar —dije, alzando mis ojos a los suyos.
Supe el instante en que entendió lo que quería decir. Parecía casi
lista para huir, pero ahí estaba este brillo otra vez.
—Muéstrame.
Ella lentamente se subió al escritorio, manteniendo contacto visual
conmigo todo el tiempo. No alejé la mirada a medida que abría las piernas,
poniendo un pie en cada lado de mi silla.
—¿Le gusta lo que ve, señor Black? —preguntó tentativamente.
Mis ojos cayeron y gemí para mí mismo, no quería nada más que
enterrar mi rostro en la suavidad entre sus piernas.
—Sí, así es. Mucho. ¿Sabes qué más me gusta?
—¿Qué?
Encontré su mirada de nuevo. —Mi café. Negro.
75
Traducido por Jadasa
Corregido por Khaleesi
Rosslyn
Me desperté a la mañana siguiente, al amanecer. Con un café en la
mano, me coloqué ante el enorme conjunto de ventanas y observé al
mundo cobrar vida. Los recuerdos de la noche anterior, cómo estuve
archivando los documentos y haciendo el trabajo de secretaria en la ropa
más pequeña conocida por el hombre, me hizo reír. Debería haber estado
histérica, pero no pude evitarlo. Sebastian, en verdad, era un loco raro, y
supongo que yo también lo era, ya que disfrutaba un poco de nuestros
jueguitos.
76
Una hora más tarde, saqué a Kyle a la sala donde nos encontramos
con el señor Martin. Cuando regresé a la habitación, lloré en la ducha.
Llorar, era la cosa más extraña cuando las cosas iban mejorando, pero lo
hice por Kyle, por Abu, por mis padres; sollocé en voz alta por la vida en
general, lo cual era tan desequilibrado. Las cosas podrían cambiar en un
abrir y cerrar de ojos. Gracias a Sebastian, la vida cada vez era más fácil,
más confusa, pero más fácil.
Por otra parte, Sebastian solo era otra cosa más en mi vida que no
era permanente. Sin mencionar que él estaba por todos lados. Sin
asimilarlo totalmente sabía que me había involucrado en algo loco.
Después de una vida que era bastante aburrida y de pasarla cuidando de
los demás, tal vez ese “loco” era lo que necesitaba.
Cuando terminé, cerré el grifo de la ducha, aparté la cortina, solo
para encontrar ropa nueva y una gruesa toalla lujosa esperando por mí.
Rápidamente, sequé mi cuerpo y en lugar de vestirme con la ropa,
me coloqué la bata que me dejaron. No sabía quién había estado en la
habitación conmigo, pero no iba a sentarme asustada en el baño sin
averiguarlo.
Me arrastré hasta la sala de estar del hotel y encontré a Sebastian.
Renunció a su habitual traje por un par de pantalones vaqueros y un
suéter tipo polo que se adhería a su musculoso pecho y brazos. Se hallaba
de pie en el centro de la habitación, haciendo girar alrededor de su dedo
un juego de llaves. Mirando fijamente la vista de la ciudad, su cabello se
encontraba desordenado y usaba un par de gafas de sol. Se veía delicioso.
Una vez que se dio cuenta de que lo miraba, volvió sus ojos azules
sobre mí.
Liberé el aire que contenía. —¿Qué haces aquí? —pregunté.
Elevó una de las comisuras de su boca, haciendo gala de sus
atractivos hoyuelos. —La habitación está a mi nombre y pagué por ella.
Se dirigió hacia mí y de pronto me di cuenta de lo espantosa que
debía de verme. Quizás eso fuera algo bueno. Tal vez no querría tener sexo
conmigo en ese momento exacto.
Extendió su mano y tocó un mechón húmedo de cabello. —Sé que
debo verme...
—Absoluta y jodidamente atractiva.
Pasó su mano por mi mejilla y me sonrió. —Puedo ver las gotas de
agua que cubren tu piel. Me gustaría lamerlas.
Me estremecí y sujeté con más fuerza la bata alrededor de mí.
—Pero primero, quiero saber por qué estás llorando. —Pellizcó mi
77 mentón rudamente como lo hizo el día anterior, y sentí cómo me
excitaba—. Labios atractivos como estos, nunca deberían estar fruncidos.
Quería que me besara duramente, pero se apartó soltando mi
mentón.
Me hablaba y miraba como si nos conociéramos desde hacía años.
No era terrible. Me hacía sentir una extraña sensación de seguridad que
no sentía desde que Abu vivía.
—No es nada —dije.
—Creo que sé qué es lo que te molesta. Vístete —dijo severo—.
Quiero mostrarte algo. —Me hizo girar hacia el cuarto de baño y me dio
unas palmaditas en el trasero.
Escogí mi mejor conjunto de sujetador y bragas, y me vestí
rápidamente con la ropa que me trajo. Aún tenían las etiquetas y casi me
muero cuando vi que solo los pantalones costaban más de doscientos
dólares. Desde ese momento dejé de mirar. Me quedaba perfectamente la
blusa que me compró y el color verde se veía bien con mi cabello rojo.
Me lavé los dientes, pasé un cepillo a través de mis cabellos
mojados, y me miré en el espejo de cuerpo completo en la esquina.
Sebastian tenía muy buen gusto con la ropa.
Volví a la sala de estar y sus ojos recorrieron mi cuerpo con un toque
seductor.
—Te ves increíble. —Se colocó las gafas de sol y se dirigió hacia mí.
—Gracias —respondí.
Extendió su mano para que yo subiera primero al ascensor, y luego
subió él, presionando el botón que nos llevaba al vestíbulo.
Su auto era lindo. No, era más que lindo. Era un Jaguar de color
negro, elegante y atractivo, al igual que él. Me abrió la puerta y subí. El
exquisito cuero abrazó mi trasero con amor, y me derretí en la comodidad.
Dio la vuelta alrededor del auto, agarró las llaves del aparcacoches y se
deslizó a mi lado.
Conducía como un loco, los coches volaban al pasar por las calles de
un solo sentido y cruzaba los semáforos en amarillo como si estuvieran en
verde. Clavé mis dedos en la empuñadura de la puerta como si me
mantuviera a salvo, y él se rio a mi lado. Estacionó delante de un edificio
lindo. El ladrillo exterior era de color blanco y combinaba con recortes
dorados.
Había un arco magnífico que cubría las puertas delanteras de vidrio,
con un portero que asentía con amabilidad a las personas que pasaban.
—Vamos, hermosa —dijo, lanzándole las llaves al aparcacoches.
78
Lo seguí al ascensor. Esperamos a que la puerta se abriera y el calor
subió por mi columna vertebral cuando colocó una mano sobre la parte
baja de mi espalda mientras esperábamos el ascensor.
Las puertas del elevador se abrieron en una habitación. Estaba muy
bien amueblada con una decoración femenina y, de nuevo, tenía una
pared de ventanas que mostraba el exterior de la ciudad de Nueva York.
Me sonrió antes de que se bajara del ascensor y me llevara con él.
Observé la habitación, un apartamento elegante con muebles caros que,
sin duda, fue decorado por un profesional. Traté de averiguar en dónde
estábamos, y luego empecé a ver piezas familiares colocadas alrededor de
la habitación. Pinturas de la sala de Abu se hallaban en la pared y retratos
llenos de las sonrisas de Kyle fueron acomodados sobre una mesa al lado.
Jadeé. —¿Esto es...? —Ni siquiera pude terminar la frase.
—Es tuyo.
Boquiabierta y con los ojos como platos por la sorpresa, di vueltas
alrededor de la habitación. Casi no podía creer lo que veía.
—Pero mis cosas. ¿Cómo hiciste...? —Sentí que mis ojos se llenaban
de lágrimas.
—Vick. Se encargó de todo. Al parecer, tu amiga que trabaja en el
club dirá cualquier cosa por un poco de dinero.
Me volví hacia él con los ojos abiertos ampliamente. Nadie, jamás,
había hecho algo tan increíble por mí. Estaba allí todo lo que guardé en la
cochera de los padres de Trish.
Había tantas cosas que quería decirle, pero nada se sentía lo
suficientemente bueno. En vez de eso, fui junto a él y puse mis brazos
alrededor de su cuello. Se tensó y no me devolvió el abrazo.
—Guau. —Se rio, apartándome de él.
Me alejé y le sonreí. —No tengo palabras. Gracias, Sebastian. Te
devolveré el dinero. Yo…
Levantó su mano para callarme. —No te preocupes. Te lo cobraré
muy pronto.
Sus ojos devoraron mi boca y tragué saliva con fuerza.
—Vamos a echarle un vistazo al resto del lugar —dijo, girando y
alejándose.
El lugar era magnífico, no reparaba en gastos. Era enorme, más de
lo que sabía qué hacer con él, pero también sabía que no era permanente.
Lo que sucedía con Sebastian estaba comenzando, pero no era lo
suficientemente estúpida como para pensar que duraría para siempre. Por
79
Kyle y, secretamente, también por mí, haría esto. Pero tenía que tener un
plan de respaldo.
Sebastian me llevó de vuelta al hotel, y no se quedó. Tenía reuniones
de negocios, y lo extraño fue que me entristeció que se fuera. Empezaba a
sentirme a salvo con él y eso no era bueno. Era todo lo contrario a sentirse
a salvo. Era peligroso. En especial sabiendo que me hacía sentir cosas que,
físicamente, nunca sentí antes.
Empaqué todas nuestras pertenencias y fui a encontrarme con Kyle,
en el vestíbulo, quien volvía de la escuela.
—Ya tenemos nuestro propio hogar. —Mi sonrisa era tan grande que
lastimaba mis mejillas.
Estirándolo hacia mi costado mientras nos dirigíamos al ascensor,
revolví su cabello.
—Eso es genial. ¿Cuándo nos mudamos? —preguntó.
—Ahora mismo. Todo ya está allí. Todas nuestras cosas están ahí.
Es perfecto, Kyle.
—¿Pero cómo?
—Un amigo mío nos está ayudando hasta que pueda hacerlo por mí
misma.
—Bastante buen amigo. —Se encogió de hombros.
Gracias a Dios, el tema fue dejado de lado y una vez que llegamos a
nuestro apartamento y vio lo fabuloso que era, no pensé que le importaría
el cómo o el por qué.
Esa noche dormí en mi cama, en un lugar seguro, rodeada de todas
mis cosas. Mi cabello se encontraba húmedo por darme una ducha
caliente y mi cuerpo se sentía más relajado de lo que había estado en
años.
80
Traducido por Ann Farrow
Corregido por Khaleesi
Rosslyn
—¿Estos pantalones hacen que mi trasero luzca más gordo? —
preguntó Trish. Ella se estaba volviendo en el espejo, intentando ver su
espalda.
—No —le dije con aire ausente, mirando fuera de la tienda al resto
del centro de Manhattan.
Mujeres envueltas en todo caro y llevando bolsos con perritos
dentro, charlaban mientras caminaban por ahí.
81
El día de chicas con Trish era exactamente lo que necesitaba.
Cualquier cosa que sacara mi mente del lío loco en el que se estaba
convirtiendo mi vida.
—Mierda. Creo que voy a conseguir un tamaño más pequeño.
Se desnudó sin preocuparse de quién la vería en tan sólo su ropa
interior. Fue entonces cuando me di cuenta de lo que había dicho.
—Espera. ¿Estás diciendo que quieres un par de vaqueros que hagan
lucir gordo tu trasero? —le pregunté confundida.
—Sí. Mi trasero es plano. Necesito algo para levantarlo. —Se agachó,
agarrando su trasero y lo levantó.
—Oh, Dios mío, Trish. Estás tan trastornada.
Once pares de pantalones vaqueros después, finalmente encontró un
par con el que estaba contenta.
Luego, nos detuvimos en otra tienda de ropa, donde me senté por
otra hora y la vi probarse ropa. Cualquier cosa era mejor que sentarse en
el condominio viendo televisión todo el día.
—Oh, Dios mío, debes probarte esto —dijo Trish a mi lado—. Esto se
vería increíble sobre ti con tu pelo rojo.
Miré por encima para encontrarla sosteniendo un top verde. Era
precioso, con un escote redondo.
—No tengo el dinero para comprar ropa nueva en este momento. —
Reí.
—Oh, vamos. Al menos tienes que probártelo. —Tirándolo en mis
brazos, me empujó en el vestidor.
Suspiré con fuerza, antes de jalar mi camiseta por la cabeza y
ponerme el top verde. La tela se sentía como mantequilla y se ajustaba
perfectamente. Me volví en el espejo admirando lo bien que se veía en mí.
Agarrando la etiqueta que colgaba del brazo, miré lo caro que era el precio.
—Sal. Déjame ver cómo luces —me llamó Trish al otro lado de la
puerta.
Al abrir la puerta, salí y ajusté la camiseta.
—¿Ves? Te dije que se vería increíble en ti. ¿Te gusta?
Sonreí e hice un pequeño giro. —Creo que sí.
Después de prometer a Trish que ahorraría y compraría la camiseta
otro día, finalmente dejamos la tienda y nos dirigimos a la zona de
restaurantes.
—Entonces, ¿qué sucedió en Clive? —preguntó, tomando de su taza
82 de Starbucks.
La zona de restaurantes que nos rodeaba bullía de risas y voces. Me
agaché y agarré una fritura de mi bandeja.
—En realidad nada. —Me encogí de hombros.
Trish inclinó la cabeza hacia un lado y me miró como si estuviera
mintiendo, lo. Que sin duda hacía.
—No me vengas con esa mierda. Stacy, la camarera bonita con el aro
en la nariz, dijo que vio a Sebastian hablar contigo personalmente. Él
nunca hace eso. —Tomó otro sorbo—. Entonces, ¿qué fue lo que dijo?
Debatí si era una buena idea decirle o no. Conocía a Trish desde
hacía tiempo y nunca le oculté secretos. Pero, de nuevo, nunca tuve
ningún secreto jugoso que contar. Ella trabajaba en Clive y lo dejaría
escapar en algún momento. La idea de que llegara a Sebastian que
hablaba de él no me asustaba, pero no era algo que quería que pasara.
—De verdad. No pasó nada. Solo me dijo amablemente que el trabajo
no era para mí y me despidió —mentí. Odiaba la mentira y no era algo que
hacía a menudo, pero era necesaria.
Trish no sabía dónde me alojaba. Se hallaba demasiado atrapada en
su vida para preguntar, lo que estaba bien para mí. Por lo general, estaría
molesta por sus formas egoístas, pero esta vez, no tanto.
—Él es jodidamente sexy, ¿verdad?
—¿Quién? —pregunté.
—Sebastian, el propietario de Clive.
—Oh. Sí, supongo que está bien. —Me encogí de hombros.
Otra mentira.
—¿Supones? —Extendió la mano y en broma la puso en mi frente
como si comprobara mi temperatura. Me reí y le di un golpe en la mano—.
En serio, Roz, o estás delirando de fiebre, completamente ciega, o te gusta
chupar clítoris, si no ves lo increíblemente caliente que es el hombre.
—Oh, Dios mío, ¿no acabas de decir eso? —Bajé la cabeza cuando
me di cuenta de que la dama a su lado nos miraba con una expresión
horrorizada.
—Sí, lo hice. Y para que lo sepas, te amaría si estuvieras en una de
esas condiciones. —Robó una patata frita de mi bandeja y la arrojó en su
boca—. Sexy o no, es un total tocador de pollas.
—¿Qué es un tocador de pollas? —pregunté.
—Oh, vamos, Roz. Al igual que en babea las pollas. —Hizo el
movimiento con la mano y la boca como si fuera abajo sobre un tipo.
En ese momento, la mujer junto a nosotras se levantó y se fue a otro
83 lugar. Pobre dama.
Sin embargo, las palabras de Trish consiguieron mi atención. —
¿Qué te hace pensar que es gay?
—Tiene que serlo. Trabaja en un club lleno de perras calientes,
incluida yo, y nunca ni una vez le ha batido las pestañas a cualquiera de
ellas.
—Eso no quiere decir que es gay —defendí.
Me miró como si estuviera loca, luego agarró sus pechos y los
sacudió. —En serio, mira estos. En dos años, habría al menos coqueteado
conmigo una vez.
No dije nada más después de eso. Podría haberla derribado de su
caballo alto diciéndole que sabía a ciencia cierta que Sebastian no era gay,
pero era mi amiga y prefería que se mantuviera segura de sí misma.
Esperé hasta que Trish estuviera completamente fuera de la vista
antes de meterme en la parte trasera del coche negro elegante que me
esperaba.
—¿Pasó un buen rato de compras, señorita? —preguntó el señor
Martin, alejándose de la acera.
—Seguro que sí. —Me pegué una sonrisa falsa y me volví para mirar
la ciudad pasar.
Fuimos a recoger a Kyle de la escuela, y luego el señor Martin nos
llevó a casa. Después de una cena rápida, Kyle se duchó y se fue a la
cama. Me senté y vi la televisión. Lo último que recordaba era un episodio
de Golden Girls, antes de quedarme dormida en el sofá.
Sebastian
—Entonces, ¿qué pasa contigo y Jessica? —Vick entró a mi oficina
con un café y una sonrisa forzada.
Solo su sonrisa ya era alarmante, porque sonreír no era lo suyo.
—¿Qué quieres decir?
—Tienes que admitir que las cosas son diferentes con ella.
No podía decirlo con exactitud, pero Vick no actuaba como ella
85 misma.
—Nuestro acuerdo no es diferente al del resto de las chicas en mi
libro.
—Sí, jodidamente cierto —resopló alrededor de su taza de café—. No
recuerdo que le compraras a las otras chicas condominios de lujo.
—Necesita un lugar. Sacaré la diferencia de sus pagos semanales.
Conseguirá menos. —Mentía, pero no quería que Vick pensara que Jessica
me estaba cambiando. No lo hacía.
—No me mientas, Sebastian. Vi la cuenta que abriste para ella. Tiene
la misma cantidad de dinero inicial que el resto de las chicas. —Ubicó su
cadera contra mi escritorio y me frunció el ceño—. ¿Cuál es el trato? ¿Esa
perra te está volviendo suave?
Una sensación de ira pulsó profundo en mí, en un lugar que no
había visitado desde que era joven, estúpido, y luchaba por sobrevivir en
las calles de Nueva York.
—No la llames así —ladré, el costado de mi puño aterrizó con fuerza
sobre mi escritorio, sacudiendo los papeles.
Mi voz era oscura, retándola a decir otra palabra. Vick y yo por lo
general nos llevábamos bien, pero el que llamara a Jessica una perra
sacudió algo suelto.
Me dirigió una mirada de lástima. —No hay diferencia, ¿eh? —
Sacudiendo la cabeza, se giró y salió de mi oficina.
Mis manos temblaban de rabia. —¡No puedes hablarme de esa
manera!
Sin darse la vuelta, escupió sobre su hombro—: Lo siento, señor.
Pensé que era mi derecho señalar cuándo la persona más cercana a mí se
está convirtiendo en un idiota azotado.
La puerta se cerró con fuerza detrás de ella, tumbando un cuadro de
mi pared. Iba a tener que bajarle a Vick una muesca o dos.
Definitivamente se sentía demasiado cómoda tratando de controlarme. No
iba a permitirlo.
No quería escuchar más mierda de la maldita Laura Croft: La
Castradora. Jessica no estaba haciéndome cambiar. Acababa de conocer a
la chica y apenas había tenido una probada de ella. No iba a cambiar por
nadie, y lo probaría.
Saqué mi libro y moví las páginas. Jessica todavía no se encontraba
lista para el sexo, pero me sentía necesitado de algo de atención femenina.
Escogiendo al azar, saqué mi teléfono y preparé un mensaje de texto para
una de mis damas, pero un fuerte ruido, desde el club abajo, me detuvo.
—¿En dónde demonios se encuentra? —bramó una voz femenina.
86 Yendo hacia la ventana, los trabajadores de abajo se separaron
mientras Bambi atravesaba las mesas a rebosar, lanzando sillas al suelo.
No se veía tan controlada como parecía cada vez que nos encontrábamos.
Sus ojos eran amplios, pero no los enormes ojos de gacela a los que estaba
acostumbrado. Se veía salvaje… feroz, y a la caza.
Tomando las escaleras tan rápido como pude, fui directo a ella.
Prácticamente gruñó cuando la tomé del brazo y la halé hacia la sección
VIP. Mis empleados no necesitaban conocer mis asuntos personales y con
ella comportándose como una perra desagradable, no pasaría mucho
tiempo antes de que todo el mundo supiera todo.
—¿Cuál parece ser el problema? —pregunté con calma, esperando
que siga mi ritmo.
—Estoy completa y jodidamente quebrada. Ese es el problema. Por
meses, tus pagos me mantuvieron. Perdí mi trabajo ya que me iba cada vez
que llamabas, y ahora me cortaste por completo. Eso es una mierda y lo
sabes, Sebastian. —Puso énfasis en mi nombre ya que nunca me molesté
en decirle.
En silencio me pregunté cómo descubrió quién era; cómo me
encontró.
—Eso apesta para ti. Sin embargo, el club no está abierto en este
momento. Abrimos a las siete. Por favor, vuelve entonces.
—¿Disculpa? —preguntó, horrorizada.
—Te pido que te vayas. Si no lo haces, tendré que sacarte por la
fuerza del local.
—¿Cómo puedes tratarme así? Pensé… Pensé que teníamos algo
especial.
La sostuve más cerca de mí. Tan cerca, que sus tetas se apretaron
contra mi pecho y pude saborear su respiración. Se retorció como si lo
disfrutara.
—Teníamos un arreglo. Uno que te dio un montón de dinero y uno
que me dio exactamente lo que quería de ti. No anduve con evasivas sobre
nuestra situación. Sabías en qué te metías y aun así lo hiciste. Me aburrí
de ti, algo que tiendo a hacer, y ahora nuestro arreglo está terminado. No
es mi culpa que no supieras cómo ahorrar dinero. Quizás si no lo hubieras
desperdiciado todo en mierda frívola, tendrías un poco más en tu cuenta.
Ahora, no estoy preguntando, te estoy diciendo. Lárgate de mi jodido
establecimiento.
Tartamudeó una respuesta inteligible, antes de darse la vuelta y huir
del club. La seguí, los empleados dándome la espalda y trabajando, como
si no hubieran escuchado cada pedazo de nuestra discusión. Qué se joda.
Me sentía estresado, más allá de lo creíble, y no había tenido ningún coño
desde que mis ojos aterrizaron en Jessica.
87
Jessica. Era hermosa y sexy; sin ninguna idea de su seducción. Era
la mujer que busqué, por años… Esa del tipo que faltaba en mi libro negro.
Y era tan buena como mía.
Ya le había comprado un condominio y dado una cuenta llena de
dinero. Lista o no, era tiempo de que comenzara a cobrar mi parte del
acuerdo.
Rosslyn
Una vez que Sebastian dejó la habitación, me permití relajarme. No
era que me asustara, pero me hacía físicamente consciente de mí misma y
de él. La forma en la que mi cuerpo le respondía era algo a lo que no
estaba acostumbrada.
Mi pezón dolía, ardiendo por su atención, y entre mis piernas estaba
mojada. Cada parte de mí se encontraba híper sensible. Cuando recogí mi
toalla y la froté por mi cuerpo, un pequeño jadeo se me escapó.
91 Estaba sola. Escuché atentamente mientras el elevador se abría y se
cerraba, asegurándome que Sebastian se había ido. Así que dejé que mis
manos lentamente bajaran por mi cuerpo, mis palmas rozando mis
pezones duros y creando sensaciones en mi estómago bajo.
No iba a tomar mucho tiempo antes de que estuviera rogándole por
todo lo que él tenía para ofrecer, pero todo acerca de que me pagara
realmente me enloquecía. Sin mencionar que odiaba que me llamara
Jessica.
De toda formas, ¿quién demonios era esta Jessica?
¿Cómo podía entrar a algo sexual con él, sabiendo que ni siquiera
quería conocerme? Todo se sentía tan mal, pero oh, tan bien al mismo
tiempo. Era confuso.
No mucho después de estar vestida, Kyle salió del elevador. Podía
decir de inmediato que algo le molestaba.
Tiró su mochila sobre el piso en la esquina y fue a la cocina por la
comida que se hallaba allí cuando nos mudamos. Los chicos adolescentes
comían más que los hombres adultos.
Agachándome, cogí su mochila pesada del suelo y la moví a la mesa,
así podría comenzar su tarea una vez terminara con su refrigerio de
después de la escuela. Un sobre blanco cayó del bolsillo lateral y aterrizó a
mis pies.
—¿Qué es esto? —pregunté, deslizando mi dedo dentro del sobre y
abriéndolo.
—Es una invitación para un programa de arte que va a darse este
verano. —Se encogió de hombros—. No es nada importante. —Su boca se
encontraba llena de papas fritas, y su voz fue amortiguada.
Mis ojos escanearon la carta. El programa de arte era distinguido,
solo treinta estudiantes de todo el estado de Nueva York eran invitados
cada año. Y aun así, mi hermano menor se las arregló para ser uno de
ellos.
—Suena como algo importante para mí. ¿Desde cuándo estás en el
arte? —pregunté, sosteniendo en alto la carta.
—Desde siempre, solo que siempre lo mantuve para mí mismo.
Entonces, la señora Gelding, mi profesora de arte, me atrapó dibujando en
mi cuaderno. Ella fue quien les mandó mi trabajo a los coordinadores del
programa.
Estaba atónita. Pensé que sabía todo lo que tenía que saber sobre mi
hermanito… supongo que me equivocaba. —¿Puedo ver tu trabajo?
Sacó una carpeta manila de su mochila y me la entregó. Pasando a
92 través de arte, dibujos sobre la cuidad de Nueva York me miraron. Líneas
dibujadas a la perfección, y matices en todos los lugares correctos,
formaban una representación exacta de la ciudad. Era hermoso… más que
hermoso.
Mientras pasaba las páginas, llegué a una imagen que hizo que mi
corazón se hundiera. Era Abu sonriéndome, arrugas llenando su rostro de
felicidad. Era un parecido perfecto… exactamente como la recordaba.
—También hay una tuya —mencionó Kyle a mi lado.
No sabía que me observaba y rápidamente quité una lágrima
formándose en mis pestañas inferiores. Pasé mis dedos por el siguiente
dibujo. Era yo, y era como mirarme en un espejo. Las líneas fueron
grabadas en mi frente y mis ojos estaban llenos de tristeza.
Deslizando de nuevo el arte dentro de la carpeta, se la entregué.
—Esto es increíble, Kyle. No puedo… no sé qué decir. Eres
simplemente increíble. Tienes que ir. No, vas a ir.
Y quería decirlo. Sería un verano solitario, pero era un honor ser
invitado a semejante lugar y con su talento, tenía que ir. Sin mencionar,
que con todo lo que pasaba a mi alrededor con Sebastian y la nueva casa,
quizá Kyle estando atrapado en algún lugar lejos, no era una mala idea.
—No puedo —dijo severamente, metiendo de nuevo su carpeta en la
maleta.
—¿Por qué no? Creo que es una gran idea, Kyle. Podrías ser lo
siguiente más grande en el mundo del arte.
Se rio y sacudió la cabeza, su flequillo cayendo sobre sus ojos. —Me
gustaría, pero es algo costoso. —Se encogió de hombros—. Como dije, no
es algo importante.
Y entonces, lo supe. Kyle quería ir… ansiaba ir, pero como siempre
hacía, lo desechaba porque así no me estresaba. Bueno, no más. Era hora
de que por una vez mi hermanito consiguiera algo que quería.
—¿Cuánto? —pregunté.
—No importa.
—¿Cuánto, Kyle?
Sonrió avergonzado antes de rendirse. —Cinco mil dólares por el
verano —respondió.
Tragué duro, tratando de bajar el bulto atorado en mi garganta. No
iba a pasar. No era como si cinco mil dólares fueran a caer a mis pies, y
tanto como amaba a mi hermano, no había manera en el mundo de que se
lo pidiera a Sebastian.
93 Ya odiaba la idea de que se encargara de nosotros, y eso era
exactamente lo que hacía. Me sentía incluso peor sabiendo que no hice
nada hasta ahora para ganar todo lo que nos dio. Entonces, de nuevo, era
algo aterrador. ¿Qué consideraría Sebastian como un pago adecuado por
todo?
—Lo siento, Kyle —dije con un taco en la garganta—. Lo siento
mucho.
—No te preocupes. —Sonrió, antes de ir a su habitación.
Oí la música empezar a reproducirse suavemente en su vieja radio
antes de que su puerta se cerrara con un clic.
Una hora después, la tarjeta del banco que Sebastian dejó, atrapó mi
atención. Me olvidé de ella por completo. No quería gastar dinero de la
tarjeta. En especial, no quería gastarla en mí misma como Sebastian lo
pidió, pero quería que Kyle fuera feliz.
Llamé al número de la parte trasera de la tarjeta, solo para
encontrar que la cuenta tenía cinco mil dólares en ella. Mi mandíbula
cayó. Era el destino. Era mucho más que el destino. Tenía dinero para
enviar a Kyle al programa de arte. Incluso si significaba no tener nada
para mí misma durante todo el verano, él iba a ir.
Llamé a su escuela y realicé el pago por teléfono, diciéndole al
administrador que era un benefactor anónimo. Kyle ya tenía preguntas
sobre el apartamento. ¿Cómo explicaría que de repente tenía cinco de los
grandes para su programa? Era más fácil mentir.
Apenas podía esperar para ver la sonrisa feliz que estaba segura
llevaría cuando viniera a casa de la escuela el día siguiente. Extrañaba su
sonrisa, esa especial que solía tener antes de comenzar a entender la
crueldad del mundo. Planeaba disfrutar de su sonrisa, y dejarla llenarme
de felicidad mientras secretamente sabía que fui yo quien la puso allí.
Más tarde, me vestí en mi sostén y bragas más sensuales, las que
por supuesto eran de algodón, y la ropa más atractiva, incluyendo la blusa
que Sebastian me compró.
Lo encontré a la entrada. Llegó en el auto negro que conducía el
señor Martin. Me gustaba más cuando conducía Sebastian porque era más
cómodo. No tenía que preocuparme sobre lo que el señor Martin pudiera
oír desde el asiento del conductor.
Además, todos los conductores y los restaurantes costosos no eran
para mí. Quería tanto que me llevara a un puesto de hamburguesas y a
94 ver una película, pero me quedé callada.
—Hola, señor Martin —dije cuando entré al auto.
—Hola, señorita.
Me giré para encontrar a Sebastian mirándome con furia.
—¿Por qué no estás vestida para matar?
Bajé a mirada a mi atuendo. Jalando la parte delantera de mi blusa,
actué seriamente confundida. —Pensé que estaba vestida para matar.
No encontró ese comentario tan divertido como yo.
—Responde la pregunta.
Suspiré y me rendí.
—No tuve tiempo para ir de compras.
—Mientes —dijo—. Vamos a intentarlo de nuevo. ¿Por qué no…?
—Estoy en la quiebra —lo interrumpí.
—¿Cómo es posible eso, Jessica? Tenías cinco mil dólares en esa
cuenta. Lo sé porque fui yo quien la abrió. ¿A dónde fue el dinero?
—Lo gasté.
—¿En qué? Juro que si descubro que estás en alguna mierda loca, el
acuerdo se acaba.
—No. No es nada como eso.
—¿Entonces qué?
—Kyle. Logró entrar a un programa de arte para el verano. Solo
treinta personas fueron invitadas de todo el estado, y él logró entrar —dije
de prisa—. Te mostraré su trabajo. Es realmente bueno. Yo solo… no
quería que se quedara sin nada de nuevo.
—¿Así que ahora tú te quedaste sin nada?
—No. Cuando él es feliz, yo soy feliz. Haré lo que sea necesario para
asegurarme de que Kyle tenga una buena vida. Si eso significa quedarme
sin nada, entonces así será.
—¿Y qué hay de tu vida? ¿No crees que tú también deberías tener
una buena vida?
—Mi vida está bien.
—No estoy de acuerdo. —Se volteó, bajando la mirada a su costoso
reloj—. Pondré más dinero en la cuenta.
—¡No! —dije demasiado fuerte—. Quiero decir, por favor no hagas
eso. Aún no he hecho nada para ganarlo.
95 —¿Aún? —Levantó una ceja y sonrió.
El enrojecimiento cubrió mis mejillas. —Sabes a lo que me refiero.
Solo no entiendo por qué haces esto cuando no he… ¿ya sabes?
—¿Qué dirías si digo que haría lo que fuera necesario para
asegurarme de que tu tuvieras una buena vida?
—Diría que estás loco.
—Entonces supongo que lo estoy. —Se movió más cerca—. Muy
pronto me lo pagarás, y deseo ese tipo de pago.
Mi sonrojo se calentó. —¿Tienes que hacerlo tan obvio? —pregunté
en un susurro, señalando al señor Martin en el asiento del frente.
Me miró con confusión antes de que su rostro se aclarara y
comenzara a reírse. Me hundí más profundo en mi vergüenza y en el
asiento.
—¿Suponías que Martin no sabe lo que hago con mis chicas? —De
nuevo, se rio.
—Bueno, no. Es decir…
—Créeme. A Martin se le pagan grandes dólares por una razón. Se le
paga por actuar con la mayor discreción. —Se estiró hacia adelante y
sacudió el hombro del señor Martin juguetonamente—. ¿No es eso
correcto, viejo?
Mis ojos se encontraron con los del señor Martin en el espejo
retrovisor y él asintió y sonrió. —Absolutamente señor.
Sebastian me sonrió, antes de mirar hacia fuera de la ventana una
vez más.
—Cambio de planes, Martin. Vamos al otro lado de la ciudad y
haremos una parada.
En vez de esperar un restaurante costoso, Sebastian me llevó a un
puesto de hamburguesas llamado Pit Stop. Era en la parte más oscura de
la ciudad. El exterior del edificio se veía sospechoso, y las personas que
venían del interior lucían incluso peor.
—¿Así de avergonzado estás por la forma en la que estoy vestida? —
Traté de controlar el borde en mi voz y de evitar todo contacto con él.
—¿De qué hablas? —Sonaba genuinamente confundido.
Moviendo un brazo, dije—: ¿Me trajiste a este lugar así no podría
mancillar tu reputación?
—Realmente tenemos que controlar tus emociones exageradas,
Jessica. Eres caliente o fría, y mientras que eso podría sonar sexualmente
atractivo, no lo es fuera de la habitación. No te traje aquí porque me
96
avergüenza tu elección de ropa. Este es mi lugar favorito para comer
hamburguesas malas para el corazón y obstructoras de arterias.
No respondí a eso. En cambio, contuve mi sonrisa y lo seguí adentro.
Esta vez Sebastian era quien sobresalía como un pulgar adolorido
cuando entramos. Mantuvo su cabeza en alto mientras se movía con
confianza por el lugar en su costoso traje negro. Cubrí mi sonrisa. Las
expresiones en las caras de todos a nuestro alrededor eran cómicas.
—¿Qué? —preguntó Sebastian cuando me notó mirándolo fijamente
y sonriendo.
—Te ves tan fuera de lugar aquí. —Me reí.
Trató de no sonreír, luego sus hoyuelos se profundizaron y el lado de
su boca se levantó. —Confía en mí. Estoy más cómodo en lugares como
este de lo que pensarías.
Sus palabras hicieron que me preguntara acerca de él y de dónde
venía. Sabía lo que le sigue a nada sobre él, pero de repente tenía el deseo
de hacerlo. Era un enigma, uno que podía usar trajes costosos, pero aun
sentirse cómodo en los barrios de la ciudad de Nueva York.
Tomamos la mesa de atrás, lejos del resto de las personas en el
restaurante.
—Dime algo sobre ti —dije, doblando la servilleta nerviosamente
frente a mí.
Cuando no respondió, levanté la mirada para encontrarlo
mirándome como si yo fuera su cena. Sus ojos cayeron de mi cara, bajaron
a mi cuello, y aterrizaron en mi pecho.
—No hablo de mí mismo con mis chicas.
La cosa más extraña pasó en ese momento. Me puse celosa. Quemó
en mi centro, como si hubiera comido mala comida mexicana. No tenía
sentido porque no tenía agarrado a Sebastian, en absoluto. Seriamente
dudaba que alguien en el mundo lo hiciera.
—Me disculpo. Olvidé que solo era una de tus chicas. Las que sean
que haya —dije de golpe, mirando a cualquier lado menos a él. Me sentía
avergonzada por mi reacción.
—¿Estás celosa de las otras chicas, Jessica? —preguntó. Su sonrisa
arrogante y engreída.
—No.
No había necesidad de profundizar. Me di cuenta de que mi mentira
sería más creíble si la mantenía corta y dulce.
—Bien. No tienes razón para estarlo. No he visto o hablado con
ninguna de ellas desde el primer momento en que te vi.
97
El ardor en mi estómago se disolvió y me encontré anclada en una
mirada caliente. Luego se apartó y se jaló el cuello. Finalmente era él el
incómodo, y deduje que dijo más de lo que quería.
La mesera vino y puso nuestra comida en la mesa. Unas
hamburguesas grandes y blandas, llenas de calorías y, por Dios, con un
lado de papas fritas y de infarto, era exactamente lo que necesitaba.
La hamburguesa estaba increíble y no pude evitarlo pero jadeé en
apreciación mientras masticaba.
—¿Buena, cierto? —preguntó mordiendo.
—Oh Dios mío, es la mejor hamburguesa que he comido.
Y lo era. Podía verme enfrentando las calles de la ciudad en
ocasiones por la exquisitez que era mi hamburguesa.
—Este era mi lugar favorito para comer cuando era más joven —dijo,
hundiendo su papa frita en el montón de salsa en la envoltura de su
hamburguesa.
No quería decir nada sobre el hecho de que me dijo algo personal,
cuando se suponía que era una de sus chicas. En cambio, sonreí y dije—:
Creo que podría ser mi nuevo lugar favorito. Esto es fantástico.
Cuando terminamos, y estuve bien y rellena, Sebastian lanzó un
billete de cien dólares sobre la mesa y se puso de pie. Lo seguí afuera al
aire de la noche, sintiéndome completamente satisfecha con la comida y la
compañía de Sebastian.
El señor Martin se estacionó frente al restaurante mientras
salíamos. Sebastian abrió la puerta para mí y di un paso para entrar.
—Dame tu maldita billetera —dijo una voz ronca detrás de nosotros.
Me giré para ver a Sebastian allí parado con un arma pegada a su
lado. El hombre que sostenía el arma se veía como si durmiera en las
calles y definitivamente estaba en algo. Temblaba y se veía nervioso, como
si se muriera por otro golpe de lo que fuera a lo que estuviera colgado. Sus
ojos inyectados de sangre miraban fijamente a Sebastian mientras
esperaba.
—Es en serio, hijo de puta. Dame tu maldita billetera o te haré un
hueco en un lado y también tomaré algo de ese pedazo de trasero caliente
con el que estás.
Las cosas fueron un borrón desde ese punto. Cuando Sebastian fue
por el hombre, apenas lo vi moverse antes de que lo tuviera sobre su
estómago y la pistola a su cabeza.
—Ten cuidado con a quién intentas robar, jodido idiota —gruñó,
98 presionando la pistola profundamente en la cara del hombre—. Te debería
matar, pero te dejaré ir porque sé que esta no es tu esquina. Mueve el culo
a donde perteneces o tendré a Anthony volándote la maldita cabeza. ¿Lo
entiendes?
Su voz era cruda y enojada. Hablaba como el hombre que intentó
robarnos. Casi no podía creer lo violento que sonaba. No culpé al hombre
cuando asintió y se fue corriendo.
La parte trasera del coche me sostenía. Estaba congelada de miedo.
Que un extraño te amenace con matarte lograría eso supongo.
—¿Estás bien? —preguntó Sebastian. Sacudió su chaqueta como si
estuviera sucia y se sacudió los pantalones.
No pude responder al principio y me limité a mirar fijamente en su
dirección.
—Jess…
—Por favor, no me llames así... —le supliqué en un suspiro
tembloroso. Estaba segura de que mi rostro perdió todo el color y me sentí
como si estuviera a punto de vomitar—. No en este momento —terminé por
fin.
Sabía que él dijo que era a la única a la que llamaba Jessica, pero
eso no lo hacía más fácil de escuchar. Si era tan especial, ¿por qué no
podía saber mi nombre?
—Bien —dijo firmemente. No le gustaba que le dijeran qué hacer y le
disgustaba hacerlo aún más—. ¿Estás bien? —preguntó.
—¿Yo? ¿Estás tú bien? Eres él que acaba de tener un arma
apuntándote.
¿Cómo podía parecer tan tranquilo? Después de todo lo que sucedió
con mis padres, no podía soportar ver las armas. Algunas noches estaba
segura de que todavía podía oír los sonidos de disparos a mi alrededor. Mi
miedo me mantenía lejos de ellas.
—Esto es Nueva York, dulzura. Todo el mundo en esta jodida ciudad
probablemente ha tenido una pistola apuntándole en su vida.
Fruncí el ceño. —Si eso estaba destinado a tranquilizarme, no lo
hizo.
Mi estómago se revolvió ante la idea de tener un arma apuntándome,
y el rostro de Kyle apareció inmediatamente en mi cabeza. No quería que él
conociera ese tipo de miedo. Era ingenuo pensar que podía protegerlo de
todo mal y odio en este mundo, pero tenía que intentarlo. Antes de que
pudiera detenerlo, fui cazada con rapidez por un tiempo diferente, una
99 imagen diferente y sentí que mi cuerpo empezó a temblar.
En un abrir y cerrar de ojos, Sebastian se hallaba a mi lado y sus
manos se movían por mis brazos y cara. Sus dedos acariciaron la curva de
mi cuello y me levantó la cara para mirarlo.
Mostró una combinación de posesividad, preocupación e ira... No
entendía la ira, pero eso hacía sus ojos azules brillar demasiado.
—¿Por qué tiemblas? —Su voz era ruda.
—¿Por qué estás enojado?
—Es debido al idiota que pensó que podría apuntar un arma de
fuego en mi cara.
Tragué saliva y rogué no vomitar en sus zapatos caros.
—Ahora te toca. ¿Por qué tiemblas? —exigió.
Tomé una gran y necesitada respiración y exhalé mi confesión. —
Odio las armas. No puedo soportarlas hasta el punto de que me enferman.
Frunció el ceño. —¿Por qué?
Me sentí confundida por su pregunta y emparejé su ceño fruncido.
—¿No es obvio? Las armas matan personas.
Sonrió. —No, querida, las personas matan personas. —Sonaba
oscuro y peligroso cuando lo dijo—. Las armas son simplemente un medio
para un fin.
—Una vez más, si intentas consolarme, no haces un muy buen
trabajo.
—No consuelo, soy relista y soy tan realista como puedo.
—Es notorio —le espeté.
—¿Puedes moverte? ¿Eres capaz de entrar en el coche?
Asentí antes de deslizarme en el coche. Sebastian esperó hasta que
estábamos en movimiento antes de volver a hablar.
—¿Cuál es la verdadera razón por la que tienes miedo de las armas?
Me volví a mirarlo, pero él miraba al frente.
—Desde que era una niña siempre les he tenido miedo.
—Eso no me dice por qué.
No quería hablar de mis padres o de su muerte, y estaba segura de
que Sebastian tampoco quería escuchar la historia.
—Conocí a alguien que murió por disparos. —No era una mentira,
pero tampoco era toda la verdad.
10 Pasó un minuto entero antes de decir nada.
0
—Así que, debido a tu miedo, ¿te quedas indefensa? ¿Qué habría
ocurrido si no hubiera estado aquí? ¿Qué pasa cuando lo que temes
resulta ser la cosa que puede salvar tu vida? Excepto, que no sabes cómo
usarlo.
—Entonces estoy jodida —dije simplemente.
—No. —Finalmente se volvió hacia mí y controlé el impulso de
moverme bajo su mirada—. Entonces estás muerta.
No sabía cómo responder. En parte porque no tenía una refutación,
y en parte porque en el fondo, sabía que tenía razón. Nos quedamos en
silencio y no fue hasta que estuvimos cerca de mi apartamento que hablé.
—¿Quién es Anthony? —pregunté.
Siguió mirando por la ventana mientras respondía. —Un tipo que
solía conocer.
—¿Supongo que eres de ese lado de la ciudad? —Sabía que
presionaba, pero no pude evitarlo.
—Sí —respondió.
—¿Tu familia aún vive allí?
De repente, se volvió hacia mí con los ojos llenos de ira, como los
que le dio al hombre que intentó robarnos.
—¿Alguien te dijo alguna vez, que haces demasiadas malditas
preguntas? —Su tono era tan brusco, que me tomó completamente por
sorpresa.
—Lo siento. Solo pensé…
Me interrumpió. —No pensabas. Estamos aquí. Disfruta el resto de
la noche.
Me despedía como si fuera una niña. Y a diferencia de todas las
otras veces, no me encaminó, ni siquiera salió del coche para el caso.
En el momento en que llegué a mi piso, me sentí muy mal. ¿Y si no
tenía una familia? Allí estaba yo, jugando a las veinte preguntas y ni
siquiera pensé en si preguntaba o no algo que lo podía molestar.
Fue totalmente grosero, pero después de pensar en ello, no me
sorprendió. Me dijo desde el principio cómo era nuestro acuerdo y que no
incluía preguntas personales, a menos cuando venían de mí.
Nunca íbamos a vegetar frente al televisor y llegar a conocernos uno
al otro. Y a pesar de que moriría antes de realmente admitirlo, tenía
muchas ganas de conocer a Sebastian... en más de un sentido.
10
1
Traducido por Ivana
Corregido por Ann Farrow
Sebastian
Era un jodido idiota. Lo había sabido toda mi vida. No nací de esa
manera, pero el mundo a mi alrededor me moldeó en alguien que podría
tomar mierda y repartir con la misma rapidez. Ser un cretino
arrogante nunca me falló hasta ahora, hasta hoy. La mirada de dolor en
sus ojos cuando le grité fue como una pistola eléctrica.
Ella no sabía lo jodido que me encontraba. No sabía que preguntar
por mi familia era lo más doloroso que podía hacer. Me equivoqué al
10 gritarle. Había una gran diferencia entre autoridad sexual y gritar a una
2 mujer. Pero sabía que una vez que me calmara, iba a hacer las paces con
ella.
Eché humeante agua sobre mi cara y hombros. La ducha fue el
primer lugar al que fui cuando regresé a casa. Había caminado a través del
abarrotado club, ignorando las personas que pensaban que eran mis
amigos, y fui directamente por las escaleras. Tendría que volver a bajar
pronto y jugar al propietario del club, pero lo único que quería hacer
era estar bajo el calor y dejarlo quemarme.
—¿Quién cagó en tu filete? —preguntó Vick cuando entré a la
oficina.
Se hallaba sentada detrás de mi escritorio con los
pies levantados como si fuera la dueña del lugar.
—Vete a la mierda. ¿Algo pasando abajo? —pregunté, hojeando
papeles en mi escritorio.
—Ay. Eso quemó un poco. Qué bueno que me guste el dolor. —Dejó
caer sus pesadas botas en el suelo y se levantó—. Nadie especial, pero aún
deberías mostrar tu rostro.
Nuestra relación era tensa, sin duda lo había sido desde que
puse los ojos en Jessica. Era otra dificultad de la que no sentía ganas
de ocuparme, pero en algún momento iba a tener que llegar al fondo de los
problemas de Vick.
Cerró de un golpe la puerta de la oficina en su salida y negué
con irritación. Estaba a segundos de dar la vuelta, ir tras ella, e insultarla.
Pero entonces la puerta se abrió otra vez, dejando entrar la
música fuerte de la planta baja.
—¿Qué ocurre? ¿No terminaste de ser una perra? —pregunté
de espaldas.
—En realidad, vine a disculparme.
La suave voz de Jessica llenó el espacio detrás de mí, me impulsó a
dar la vuelta y mirarla. Se había cambiado, y
ahora usaba una sexy falda negra y una blusa rosa con un hombro
descubierto. El típico rubor cubría sus mejillas y cuello. Mi polla creció con
fuerza en los segundos desde su llegada.
—¿Disculparte por qué? —pregunté.
No tenía ninguna razón para disculparse. Yo, por el contrario,
debería haber pedido disculpas, pero eso no era algo que hacía. En
cambio, le compraría algo lindo o le daría un orgasmo extra.
—No debería haber sido entrometida. No tenía derecho
a fisgonear en tus asuntos o preguntar acerca de tu familia.
10
Podría haberme aprovechado totalmente de su posición, en su lugar,
3
le tomé la mano y la atraje hacia mí. Enterrando mi cara en su cabello,
dejando que su fresco aroma me llene.
—No. Fui un completo idiota. No debería haberte gritado de ese
modo. Por supuesto que querías saber más sobre mí. Así que lo siento.
Si Vick pudiera oírme disculpándome con una de las chicas de mi
libro, no cabía duda de que habría cortado mi polla y se la habría dado a
alguien más digno. Para ser honesto, se sentía extraño. No esperaba que
las palabras salieran; se sentían pegadas a mi lengua y tuve que
tragar con fuerza para quitar el sabor amargo de mi boca.
—Digo que simplemente lo olvidemos. —Sonrió.
Su sonrisa era dulce. Demasiado dulce para un hombre como
yo, pero la absorbí de todos modos. Se inclinó para abrazarme y la dejé,
aunque sabía que sentiría lo excitado que estaba a través de mis
pantalones. Se tensó contra mí y cuando se movió de nuevo su
expresión era diferente.
—¿Eso siempre te sucede? —señaló.
Tuve que contener la risa burbujeando en mi pecho. —Solo cada vez
que te veo.
—¿De verdad? ¿Te hago eso?
Era jodidamente despistada. ¿Cómo podía no saber lo deliciosa que
se veía con una falda que exhibía sus fantásticas piernas? Por
no mencionar una blusa que me mostraba algo de piel. No era tan
indecente como la mayoría de mis chicas, pero en ella, era diez
veces más sexy.
—Sí. —Mi voz era ronca.
No había pasado tanto tiempo sin sexo desde que tenía diecisiete
años. Saber que miraba mi polla lo lograba para
mí. Carajo, me sentía como un maldito adolescente de nuevo.
Y entonces lo hizo peor.
—¿Puedo tocarlo?
A la mierda. A la mierda todos los dulces, apretados coños del
mundo. Me excitaba.
—Puedes hacer lo que quieras. —Me encontraba relajado
y tranquilo por fuera, pero por dentro me hervía. Mis órganos
internos estaban en llamas y listos para su toque.
Cuando conocí a Jessica supe que necesitaría tiempo, y creo que tal
vez ese desafío la hizo más atractiva. Pero ahora se volvió curiosa: quería
tocarme, y no sabía si podría contenerme por mucho más tiempo.
10
4 Con una mano temblorosa, se acercó y comenzó a desabrochar el
cinturón. Casi me vine en el acto. Allí estaba yo, pensando que me
tocaría a través de mis pantalones, para tener una idea de mi longitud y
circunferencia, pero oh no, mi chica iba de piel a piel.
Recosté la cabeza y cerré los ojos, mientras metía la mano en mis
pantalones, sus dedos sintiendo mi eje. Cálido aliento se filtraba
entre mis dientes como una olla humeante y sacó su mano.
—¿Te lastimé?
—Joder no —dije, tomando su mano y volviéndola a colocar donde
pertenecía.
Mis pantalones comenzaron a caer alrededor de mis caderas
y empujé mi bóxer para que también cayera. Me quedé allí con mi polla
apuntando directamente hacia ella y la dejé tocar y sentir. Fue la cosa más
dulce y erótica que jamás experimenté.
Sus dedos eran suaves y fríos. Se sentían increíbles. Cuanto más
tocaba más valiente se volvía, dejando que sus dedos se
envolvieran alrededor de mí y apretaran. No podía soportarlo más.
Necesitaba más. Inclinándome, cubrí su mano con la mía y la moví
hacia arriba y abajo, mostrándole como me gustaba ser masturbado.
—Así, cariño.
Cuando quité mi mano, siguió su camino. Una vez que llegó a
dominarlo y su muñeca comenzó a moverse en círculos,
agarré el escritorio detrás de mí. Su respiración se aceleró con la mía
y observé como sus tetas se movían arriba y abajo con su respiración. Me
acercaba cada vez más. Sabía que no pasaría mucho tiempo antes de
venirme fuerte y rápido en su mano.
—Detente, nena. Me voy a venir —dije, agarrando su mano para
detener sus movimientos.
—¿Ese no es el punto? —preguntó.
Consideré dejarla continuar, pero había más diversión por disfrutar.
—Sí, pero cuando lo haga, quiero que sea en tu boca.
—Eres tan vulgar.
—Lo soy. No te preocupes, aprenderás a amarlo.
Se apartó de mí, pero la seguí paso a paso, hasta que se encontró
con mi escritorio.
—¿Sí? —Tragó saliva.
Sus ojos se dilataron y su corazón latía tan fuerte que podía ver el
ligero pulso en el costado de su cuello.
10
5 —Definitivamente lo harás. —Levantando el brazo, pasé un dedo
sobre ese pulso y se tensó—. ¿Me tienes miedo, Jessica? —Me incliné
más.
—¿Debería tenerlo? —preguntó.
Riéndome en voz baja, me acerqué hasta que mis labios rozaban el
borde de su oreja. —Rotundamente.
—En ese caso, lo tengo. —Su profunda respiración era fuerte en mi
oído.
Inclinándome hacia atrás, asimilé su rostro enrojecido, los ojos
vidriosos y los labios húmedos. —Vamos a jugar un juego —dije, pasando
mis dedos por su espalda tensa.
—¿Qué tipo de juego?
—Se llama Sebastian dice.
—Eso no es un juego real. —Puso los ojos en blanco.
—Sebastian dice que te calles —dije.
El costado de su boca se elevó en una pequeña sonrisa.
Volviendo, la observé desde la cabeza a los pies. —
Sebastian dice quítate la blusa.
Se movió nerviosa. —Sebastian, yo...
Levanté una mano. —Sebastian no dijo que hables. Hasta ahora,
eres terrible en este juego. —Me moví hacia el sofá y me senté—. Vamos a
intentar esto de nuevo. Sebastian dice quítate la blusa.
Cerrando los ojos, se levantó la blusa desde la parte inferior y se la
pasó por la cabeza. No me sorprendió ver que sus pezones estaban muy
duros por debajo de su sujetador. Por mucho que odiara admitirlo, estaba
excitada. De manera paulatina mejoró su forma de controlarse,
exactamente como esperé que lo hiciera.
Mis ojos se movieron sobre su sujetador y por su vientre plano.
—Quítate el sujetador —dije.
Sin pensar, movió sus brazos detrás de ella y se sacó el sujetador,
dejándolo caer fuera de sus brazos y hasta el suelo.
—Vaya, vaya, chica traviesa. No dije Sebastian dice —sonreí.
—Maldita sea —susurró.
Riendo, continué—: Deberías irte en el estado que te encuentras,
pero necesitas un castigo. Sebastian dice quítate la falda.
Metiendo sus pulgares en la parte superior de la falda, lo empujó
hacia abajo, dejando que se acumule alrededor de sus pies. Salió de
10 ella, pateándola a un costado.
6 Allí, estando de pie con tan solo su ropa interior, sostuvo su
cabeza en alto aun cuando podía decir que se encontraba nerviosa.
Ya había recorrido un largo camino. Me sentía extrañamente orgulloso de
ella.
—Sebastian dice tócate a ti misma.
En ese momento, me di cuenta que había tenido razón sobre Jessica
desde el momento en que la conocí. Ella era la seductora Jessica Rabbit.
Simplemente no había sido estimulado para que lo dejara emerger.
Mientras la mayoría de las mujeres habrían ido directamente a tocar
su coño, Jessica no lo hizo. Incluso sin darse cuenta que lo hacía, me
sedujo. Comenzando por su cuello, pasó las manos por sus costados hasta
que se encontraron en la parte delantera, justo debajo de su garganta.
Sus ojos se mantuvieron en los míos mientras lentamente movió los
dedos hacia abajo sobre sus pechos, y los pasó sobre sus pezones.
Tragué saliva con fuerza mientras apretaba cada pico antes de que
sus manos continuaran su camino hacia su estómago.
Cuando comenzaba a disfrutarlo, cerró los ojos y echó la cabeza hacia
atrás. Sus manos se movieron más abajo, cerniéndose por encima de su
línea de ropa interior de una manera burlona que me
dificultaba permanecer sentado.
Y entonces con cuidado sumergió las yemas de los dedos en la
cintura de sus bragas. Tragué saliva y me incliné hacia
adelante, esperando el momento que se tocara para mí.
Vick eligió ese momento para venir a mi oficina a arruinarlo.
El sensual velo de Jessica se levantó y corrió por su camisa para
cubrirse.
—¡Joder! —dije, permaneciendo en el sofá. Ni siquiera traté de
ocultar mi furiosa erección—. ¿Qué pasa?
Vick se nos quedó mirando fijamente con la boca abierta. —
¿Estaba desnudándose? ¿Desde cuándo es suficiente para ti?
Los hombros de Jessica cayeron por primera vez, quería extender la
mano y darle una paliza a Vick.
—¡Fuera de aquí, mierda! —grité.
—Lo que sea. Tienes un cliente en la planta baja. Cuando
hayas terminado de jugar con tu juguete, baja. —Se alejó, dejando la
puerta abierta.
10
7
Traducido por Nika Trece
Corregido por Daniela Agrafojo
Rosslyn
Su juguete.
Ella me había llamado así. La peor parte, era que ni siquiera podía
enojarme por sus palabras porque eso es exactamente lo que era.
Comprada y pagada.
Y allí había estado, finalmente empezando a jugar, y me gustó. En
realidad, me encantó. Tener a un hombre tan fuerte en la palma de mi
mano, eso es lo que se llama poder. Y que Dios me ayude, quería sentirme
10 poderosa.
8
Tan pronto como se acercó y se cerró la puerta, lo miré y vi la ira en
sus ojos.
—Ignórala —dijo.
Estaba harta de que la gente actuara como si estuviera a segundos
de romperme. Si no me había roto aun, seguro que no iba a hacerlo ahora.
No quería ignorarla. Quería utilizar sus palabras para hacerme más fuerte.
Quería utilizar todo lo que había aprendido hasta ahora para hacerme más
dura.
—Tiene razón —dije—. Soy tu juguete.
Trató de suavizar las cosas. —No lo pienses de esa manera, Jess…
Lo corté. —Y me gusta.
Se detuvo y me devolvió la mirada, como si fuera una desconocida
que acababa de entrar en la habitación. Por último, el lado de su boca se
levantó y sus hoyuelos se hundieron en sus mejillas.
—Entonces ven aquí y déjame jugar contigo.
Fui hacia él y cuando sus dedos se clavaron en mis caderas, no lo
aparté. Quería esto, lo quería a él.
Usando un dedo, inclinó mi cara hacia la suya y pasó su lengua por
mis labios.
—¿Realmente te asusto? —preguntó.
Una vez más... me trataba como si estuviera a punto de romperme.
No más. Había terminado con eso.
—No. —Para mostrarle que lo decía en serio, capturé su labio
inferior con los dientes y jalé. Una vez vi a una mujer hacerlo en una
película, y volvió al hombre loco. Hizo lo mismo con Sebastian. Sus dedos
se clavaron en mis brazos mientras me movía, presionando mi culo contra
su escritorio. Me miró peligrosamente y supe en ese momento que jugaba
con fuego. Sin embargo, lo último que sentí fue miedo.
Me estaba poniendo a prueba, tal como lo había hecho desde el
momento en que lo conocí. Era un experimento para ver hasta qué punto
lo dejaría ir cuando lentamente pasó las palmas de sus manos por mis
muslos. Era una prueba cuando metió su dedo a un lado de mis bragas y
comenzó a correr suavemente el dorso a través de mí, cada vez dejando
que su nudillo masajeara mi clítoris. Todo era una prueba y por los
sonidos de aprobación que hacía, me sacaba sobresaliente.
Mi cabeza cayó hacia atrás, dejando que las sensaciones que su
dedo creaba corrieran a través de mí. Nunca había sentido algo tan
increíble.
10
9 Sacando su dedo de mi ropa interior, metió su nudillo en su boca y
chupó. Casi exploté en el acto.
—Mierda. Sabes increíble. —Empezó a rodar el algodón por mis
muslos hasta que mis bragas estuvieron alrededor de mis tobillos—. Te
ganaste un premio. Lo has hecho tan bien, que me voy a comer tu coño y
tú vas a dejarme. ¿Entendiste?
Mordí mi labio inferior y asentí.
—Voy a lamer tu pequeña y apretada hendidura hasta que me
supliques que me detenga. Y luego voy a meter mi lengua profundamente
en ti y chupar tu clítoris hasta que llegues. Y cuando lo hagas, voy a lamer
tu dulzura y tragarla.
Mis rodillas se debilitaron con sus palabras. Dejé que me levantara
sobre el escritorio. Mirando la caída del techo encima de mí, no peleé con
él cuando extendió de manera lenta y deliberada mis piernas.
No perdió el tiempo, y nunca estuve más agradecida. Su lengua se
adentró en mi agujero, y luego corrió hacia arriba y chupó mi clítoris con
un fuerte golpe. Me levanté de la mesa y un sonido que nunca había hecho
explotó de mi boca.
—Oh, Dios mío. —Las palabras se precipitaron de mis labios.
—No me adores todavía, corazón. Apenas estoy empezando.
Y luego su boca estuvo sobre mí otra vez, trabajándome arriba y
abajo. Deslizándose contra mi húmeda piel de una manera que no sabía
que fuera posible. Su lengua se curvó, movió y tocó todos los nervios que
tenía, haciéndome jadear y tirar de su cabello. Nunca había sido tan ruda,
pero entonces, nunca me había sentido tan increíble en toda mi vida.
—Dime que quieres venirte en mi boca. Quiero oírle decir cosas
sucias a tu linda boca.
Sus palabras sonaron tan lejanas, pero rompieron a través de mi
maravillosa bruma. Cuando no respondí, mordió mi labio haciéndome
sisear.
—Dilo —exigió.
No me importaba como sonara. No me importaba lo que decía,
siempre y cuando no se detuviera.
—Oh, Dios mío, Sebastian, quiero venirme en tu boca. Por favor, has
que me venga en tu boca.
Y luego llegó el éxtasis. Me sostuvo en el escritorio mientras
trabajaba mi coño contra su cara. La ola de sensaciones chocó contra mí.
La música de abajo golpeaba contra la pared de vidrio en su oficina y se
correspondía con el ritmo de mis latidos. Grité palabras que nunca había
11 dicho en mi vida mientras mi liberación impactaba en mí, y mis jugos se
0 vertían en su boca.
—Mierda. Sí, Sebastian. Sí.
Fue fiel a su palabra cuando empezó a lamer mi dulzura como un
hombre sediento. Me pasó la lengua hasta que mis piernas comenzaron a
temblar y cada palabra que dije salió en un fuerte tartamudeo.
Inclinándose hacia atrás, se limpió la boca con el dorso de su brazo.
Me quedé allí, desnuda y abierta a él mientras la habitación a mi alrededor
empezaba a enfocarse nuevamente.
—Eres tan jodidamente caliente cuando te vienes.
Se bajó los pantalones y supe lo que se hallaba a punto de suceder.
No quería enloquecer, y no sabía si me sentía lista; nunca imaginé mi
primera vez sobre la mesa en un club nocturno, sin importar cuán
elegante fuera.
Me sorprendió. En lugar de empujarse dentro de mí, palmeó su
dureza y comenzó a masturbarse lentamente.
—No voy a follarte aquí, pero todavía podemos tener algo de
diversión.
Me apoyé en los codos y jadeé cuando jugó con la cabeza de su eje,
corriendo por encima de mi clítoris. Presionó su dureza contra mi raja, y
mis músculos se apretaron. Mantuvo la longitud de su pene contra mí con
sus pulgares, bombeando sus caderas y gimiendo. Se sentía bien, su
ritmo, su calor presionando contra mí una y otra vez. Podía sentir el
incremento de una nueva liberación, con cada golpe de su pene, su punta
se frotaba contra mi manojo de nervios.
—Voy a venirme sobre todo ese bonito coño rosa.
Agarró mis piernas y las juntó, acunando su pene firmemente contra
mis resbaladizos pliegues. Abrazando mis piernas, me miró y comenzó a
empujar con más fuerza. La mirada en sus ojos mientras veía hacia mi piel
desnuda me encendió aún más. Extendí la mano y empujé la cabeza
púrpura contra mi clítoris cuando se deslizaba a través de mis piernas con
cada embestida, impulsándolo a moverse cada vez más rápido, hasta que
estuve segura de que iba a romperme.
—¡Joder, sí! —Echó la cabeza hacia atrás y sentí calor escurrir en mi
piel.
Continuó trabajándose, sus caderas sacudiéndose, frotando su
caliente liberación por todo mi cuerpo. Verlo deshacerse al venirse me
empujó sobre el borde. Mi cuerpo se tensó y grité un segundo orgasmo.
Cuando mis piernas se abrieron, él se desplomó encima de mí, su
11 cabeza cayendo sobre mi estómago. Nuestra respiración era fuerte y rápida
1 mientras perdía mis dedos en su húmedo cabello. Mi cuerpo vibró con las
suaves réplicas de alegría. De hecho, sentí como si ronroneara.
Traducido por florbarbero
Corregido por Ann Farrow
Sebastian
Presionando mis labios sobre la piel caliente al lado de su ombligo,
la besé y me levanté. Acurrucarse no era lo mío, aunque, era un poco
abrumador lo bueno que era estar con ella, sentirla contra mí. Se sentía
mejor que con cualquier otra mujer, y ni siquiera la follaba todavía.
Supe desde el primer momento en que la vi, que sería perfecta... y no
me defraudó. El problema era ahora que no podía tener suficiente. Quería
estar cerca y escuchar su voz, todo el puto tiempo. No sabía cómo
11 manejarlo. No sabía qué significaba. Solo sabía que todo sobre ella era
2 adictivo, y que era demasiado para mí.
—Ven. Te acompaño hasta el coche —dije una vez que acomodamos
nuestra ropa.
Era lo último que quería hacer. No quería que se fuera. Quería
llevarla a mi departamento y pasar la noche entre sus piernas, pero no era
posible.
No iba a romper las reglas, y no tener sexo en mi departamento era
una de las reglas. Vick tenía razón. Era diferente con Jessica, pero tenía
que detenerlo. No podía permitir que fuera diferente, por lo menos más de
lo que ya era.
—Nos veremos pronto. —Jessica me sonrió, antes de subir a la parte
trasera del coche.
Asentí, y contuve la sonrisa tirando de mis labios.
Bajo ninguna circunstancia me convertiría en un jodido débil. Nunca
sería uno de esos hombres patéticos atrapado por un coño. No iba a
cambiar.
La observé hasta que desapareció. Caminando hacia el interior, me
dirigí a la sección VIP, donde pasé el resto de la noche jodiendo con
algunas celebridades playboys.
Durante los siguientes tres días, no envié mensajes ni visité a
Jessica, a pesar de que me mataba. Me enterré entre papeleo y reuniones,
y traté de no pensar en ella. Podría haberme reunido con otra de mis
chicas, pero no quería. Mis bolas estaban llenas, y mi mente era un
desastre.
—Has sido un idiota esta semana —dijo Vick, lanzando una pila de
papeles en mi escritorio—. Esta chica te tiene retorcido por la polla,
Sebastian. Creo que es una mala idea.
—Dime lo que de verdad sientes —respondí sin levantar la vista.
—Lo que sea —escupió en su camino hacia la puerta.
Tenía razón. Me estaba convirtiendo en un estúpido. El club fue
siempre mi prioridad número uno, pero desde que conocí a Jessica, se
había convertido en lo último. Pasaba menos tiempo en la planta baja, y
más tiempo con ella. La montaña de papel en mi escritorio a la que no
había prestado atención era una prueba contundente.
Alejando los papeles, me levanté y agarré mi chaqueta del respaldo
de la silla. Los últimos días habían sido un infierno, y ya era hora de que
tuviera una pequeña visita sorpresa.
Las calles estaban resbaladizas por la lluvia. Los neumáticos de mi
coche se deslizaron cuando tomé esquinas demasiado rápido para el clima.
11 El portero fuera del edificio de Jessica me saludó al pasar. Era
3 embarazoso, pero realmente me encontraba excitado por verla. Una
sonrisa involuntaria se formó en mi boca cuando subí al ascensor, pero al
momento que se abrió la puerta de su apartamento en la planta superior,
la sonrisa desapareció de mi cara.
Jessica estaba sentada en el suelo al lado del ascensor, llorando.
Tenía los ojos enrojecidos e hinchados mientras se limpiaba
silenciosamente la nariz con un pañuelo de papel.
—¿Qué pasa? —pregunté.
Me miró y abrió la boca para hablar. En su lugar, un sollozo salió de
sus labios carnosos y se tapó la cara con las manos. Inclinándome, metí
los brazos debajo de ella y la levanté del suelo. Envolvió sus brazos
alrededor de mí y enterró su cara en mi cuello.
No me sentía cómodo con el drama de lágrimas. De nuevo, era
diferente con ella. Al entrar en su habitación, la coloqué en el borde de la
cama. Alejé los mechones de cabello mojado de su cara, mientras me
arrodillaba delante.
—Dime que sucede.
Resopló. —Es Kyle. Se fue a ese programa en el instituto de arte
hace una hora. Va a estar fuera la mayor parte del verano.
—¿Creí que eso es lo que querías? —pregunté confundido.
—Lo es, pero eso no quiere decir que no vaya a echarlo de menos.
Me he ocupado de él desde que era prácticamente un bebé. No estoy
segura de que haré cuando no esté. Es todo lo que tengo.
El impulso de decirle que me tenía era fuerte, pero las palabras
prohibidas me ahogaron cuando se quedaron atascadas en mi garganta.
En su lugar, acaricié un mechón de su cabello y lo metí detrás de su
oreja.
—¿Dónde está situado el instituto de arte? ¿Es muy lejos?
—Está más o menos a cinco horas de distancia, pero va a estar allí
todo el verano en vez de quedarse conmigo.
Mi sonrisa volvió. A pesar de que estaba llorando y molesta, me reí.
Su cabeza se elevó y me miró como si estuviera loco. Me sentía loco. Me
volvía loco.
—¿Te estás riendo en serio de mí en este momento? —preguntó con
rabia.
—Sí. Te das cuenta de que se va a encontrar lo suficientemente
cerca para que lo visites, ¿verdad?
Sorbió y utilizó su pañuelo para limpiarse. Con los ojos rojos y el
11 cabello raído debería haber parecido un desastre, pero era todo lo
4 contrario. Se veía suave y llena de emociones que nunca entendería. Lucía
viva y real. Envidiaba su capacidad de sentir tan profundamente, pero
sentía pena por ella al mismo tiempo. Sentir cosas por las personas
significaba tener la capacidad de sentir dolor.
—Sé eso. Solo estoy siendo dramática. Soy una mujer, se me
permite.
Sonrió a través de sus lágrimas y tan cliché como suena, me quedé
sin aliento. Fue como un puñetazo en los pulmones: una exhalación del
hombre que pensé que era y un renacimiento de una nueva persona que
sentía cosas por la mujer frente a él.
Utilizando el pulgar, capturé una lágrima perdida mientras se
deslizaba por su mejilla.
—Gracias por estar aquí, Sebastian —susurró con la cabeza hacia
abajo.
Levantando su cara para encontrar la mía de nuevo, le sonreí. —No
suelo estar alrededor de las lágrimas de una mujer. Creo que me he
ganado algo. ¿Qué vas a darme?
Tragó visiblemente y sus ojos se abrieron. —¿Qué deseas?
Ya estaba pensando en las diferentes posiciones en las que quería
ponerla. En qué posición podría conseguir estar más profundo en su
perfecto pequeño coño, pero sabía que tenía que tomar las cosas con
calma.
Inclinando la cabeza más arriba, me tomé mi tiempo, rozando sus
labios con los míos y sintiendo su calor. Continué haciéndolo hasta el
momento en que sabía que me quería besar. Exhaló y cerró los ojos y eso
fue todo lo que necesitaba como invitación.
Mordisqueé sus labios antes de impulsar mi lengua a la de ella con
fuerza. Un ruido dulce se precipitó más allá de sus labios, haciendo vibrar
mi boca. La besé en profundidad, su sabor en mi lengua y memoricé el
momento para los días posteriores.
Sus dedos se abrieron camino al pelo en mi nuca mientras deslizaba
su cuerpo junto al mío. Encajaba como si estuviera hecha para mí. Era la
segunda vez que había besado a una mujer sin la intención de follarla. En
ambas ocasiones estaba con ella.
Rompió el beso y me devolvió la sonrisa. Capturó mi mejilla con la
suave palma de su mano, y me perdí en sus ojos verdes. —Eres increíble,
Sebastian —susurró.
Y entonces, lo vi. Lo que me decía que mi tiempo con mis chicas
estaba terminado, lo que por lo general me enviaba corriendo por las
11 colinas. Fue en sus ojos, la forma en que me miraba con una expresión
5 asombrada. Estaba enamorándose de mí. Había roto una de mis reglas
sagradas.
Las cosas más extrañas sucedieron en ese mismo momento. En
primer lugar, no tenía absolutamente ningún deseo de huir de ella. En
todo caso, quería bañarme en su expresión y festejar sus sentimientos por
mí. Y en segundo lugar, casi le pregunté cuál era su nombre real. Quería
conocerla, saber quién era, qué le gustaba. Pero lo peor de todo, era que
quería quedarme con ella.
En su lugar, me alejé, como si sus palabras fueran una bofetada en
la cara. Sus cejas se fruncieron en confusión. Me puse de pie, alisando las
arrugas de los pantalones.
—Nuestro tiempo ha terminado.
Quería decir más, cualquier cosa que le hiciera daño y cambiara su
opinión de mí. No estaba dispuesto a dejarla ir todavía. Solo quería probar
lo que tenía que ofrecer sexualmente, y ahora estaban estos sentimientos
prohibidos dando vueltas y no entendía.
En lugar de alejarla diciendo cosas hirientes, me di vuelta y la dejé
sentada en su cama con una expresión confusa.
Tenía que pensar. Tenía que averiguar qué demonios estaba pasando
conmigo y tenía que arreglarlo rápido. Sebastian Black no era un coño
dominado, menos aún antes de probar el coño.
No me jodas. ¿Era eso posible?
11
7
Traducido por Ann Farrow
Corregido por Daniela Agrafojo
Rosslyn
Me quedé de pie y miré a través de los ventanales mientras el día se
volvía noche. Después de la visita de Sebastian, las cosas se sentían mal.
Habían pasado días, y todavía no me había contactado. No era como si
fuera mi novio. No tenía derecho a pensar en él, a menos que me llamara.
Ya era un desastre emocional acerca de Kyle yéndose durante unas
semanas, pero Sebastian Black era el hombre más confuso en la tierra.
Cada vez que sentía que estaba viendo a su verdadero yo, me dejaba fuera.
11 Una cosa era segura, me gustaba mucho el verdadero él, así como en
8 verdad gustarme. Nunca había sentido lo mismo por nadie, y
definitivamente no por ninguna persona que fuera como Sebastian. No
sabía cómo responder a mis sentimientos. No sabía cómo responder a
cualquier cosa que lo involucrara.
Lo único que sabía era que no quería pasar otra semana sin verlo.
Algo me decía que se hallaba a punto de deshacerse de mí, y no me sentía
segura de querer eso ya. No por el dinero, sino porque lo quería.
Pasé día tras día llenando aplicaciones y en busca de lugares que
estuvieran contratando. Si Sebastian terminaba conmigo, necesitaba un
plan de respaldo. Caminé y llené solicitudes hasta que mis pies y mis
dedos quemaban, y luego iba de nuevo al condominio y me bañaba hasta
sentirme cansada.
Cuando me sentía sola, me tocaba e imaginaba que era él. Me había
dado orgasmo tras orgasmo mientras lo imaginaba, y estaba harta de
hacerlo sola. Quería a Sebastian, alrededor de mí, en mí... de todas las
maneras posibles.
Pasé tiempo extra en la ducha, asegurándome de que afeitaba todo a
la perfección, y luego saqué el único sujetador y bragas atractivas que
poseía. Eran simples, de encaje negro, pero cualquier cosa era mejor que el
algodón blanco.
Mi cuerpo se sentía diferente bajo mis dedos cuando me vestí con un
vestido de verano negro. Era corto y no iba a ser capaz de agacharme, pero
era lo único que tenía que fuera remotamente atractivo.
Mis muslos parecían más, me sentía más femenina. Ya me
encontraba encendida, solo de pensar en lo descarada que iba a ser. No
era el tipo de mujer que hacía cosas locas, pero ya había decidido que lo
haría. Nadie me iba a aguantar más, ni siquiera yo.
12
8
Traducido por Ann Farrow
Corregido por Julie
Sebastian
—¿En serio, Sebastian? —gritó Vick sobre mí—. Esto es inaceptable,
especialmente para ti. Ponte tu puta ropa y trae tu culo abajo.
El lado de mi cara se pegó al cuero en el sofá y así estaba mi pene
flácido. No sabía cuánto tiempo dormí, pero me desperté con la sensación
de que había pasado tiempo con todas las mujeres de mi libro. Mi cuerpo
se sentía relajado y saciado, y me sentía tan completamente agotado, que
podría haber rodado sobre la espalda y volver directo a dormir.
12 Todo lo que sabía era que Jessica había estado allí. Me demostró que
9 valía la pena cada centavo y más, mucho más. También sabía en el
momento que me desperté que Jessica se había ido. Su calor no se
presionaba contra mí de la forma en que había estado después de que volé
mi carga.
Me hallaba tendido allí, frío y desnudo en mi sofá de cuero, con Vick
mirándome con ojos enojados, entrecerrados y brillantes.
—¿Qué demonios te ocurre? Nunca mezclaste negocios y placer.
Sin duda fui demasiado lejos. No planeaba follarla aún, de hecho,
estuve jugando con la idea de dejarla ir. Pero el pequeño cóctel se abrió
paso dentro de mí. No fui capaz de contenerme. No con ella tocándose y
seduciéndome.
—¿Me escuchas? —preguntó Vick.
Sus palabras interrumpieron mis recuerdos de la noche anterior,
obligando a que el zumbido del día después se disuelva rápidamente.
—¿De qué hablas? La despedí. No mezclo nada. —Poniéndome de pie
del sofá, estiré mi cuerpo desnudo y mi cuello.
—La estás follando en tu oficina, durante el horario del club. Esta es
la segunda vez que esto sucede. Nunca habías traído tus chicas aquí. Esta
mierda tiene que parar.
Me agaché y me puse los pantalones.
—Esta es mi oficina, Vick. Follaré todas las mujeres de mi libro, en
mi puto escritorio, toda la noche, si quiero. —Busqué mi camisa y metí mis
brazos en ella—. ¿Desde cuándo te importa una mierda acerca de dónde y
a quién me tiro? —pregunté, abotonándome la camisa.
—Desde que comenzaste a dejar que esta perra afecte tu trabajo —
dijo, abriendo la puerta y dejando que la música desde abajo entrara—.
Voy a bajar. Hay gente esperando para verte cuando hayas terminado de
follar aquí.
La puerta se cerró con un golpe detrás de ella por enésima vez esta
semana. A pesar de que debí haber estado muy cabreado por ser regañado
así, no lo estaba. No podía pensar en nada, sino en la forma que Jessica se
sentía contra mi piel. Podía olerla alrededor mío. Nunca había sido así con
ninguna otra mujer. Nunca.
Fue su primera vez. A pesar de que se suponía que era un momento
especial para ella, no podía evitar sentir que el momento. también fue
especial para mí. ¿Por qué yo? ¿Por qué se entregó con tanta libertad a mí?
¿Por qué de la forma en que lo hizo? Aparte del dinero, no tuve que
13 presionarla. Vino a mí, y eso lo hacía sentir totalmente diferente de alguna
0 manera. Y lo que es peor, no lo odié.
Mierda, lo amé.
Pasé el resto de la noche emborrachándome como una cuba en la
sección VIP. Me tomé un chupito tras otro, colgando mis brazos alrededor
de los hombros de algunos de los más calientes y ricos de Nueva York. Me
sentía relajado y lo pasaba bien en mi propio establecimiento, como si no
estuviera en el trabajo.
Vick no se dejaba ver por ningún lado y, por primera vez, me
alegraba no tenerla cerniéndose sobre mí. Las camareras mantenían las
bebidas de un lado a otro y no pasó mucho tiempo antes de que fuera la
hora de cierre. De alguna manera, llegué arriba.
A la mañana siguiente me desperté desnudo, con una furiosa
erección y un dolor de cabeza tan intenso que ni siquiera podía abrir los
ojos. Todavía podía olerla en mi piel, y aunque sabía que era una idea
terrible, necesitaba volver a verla.
—¿De qué color le gustaría? —preguntó la vendedora.
—Rojo.
El color de su cabello, el color de la lujuria y el pecado, y todas las
otras cosas que se me ocurrían cuando pensaba en Jessica. Ningún otro
color le sentaría. Claro, lucía increíble en cualquier cosa, pero lo que me
hacía sentir era prohibido, y quería recordarlo cada vez que mis ojos
recorrieran su cuerpo.
Me paré a un lado y vi mientras la dama envolvía la lencería roja en
una caja llena de papel de seda. No podía esperar a ver la tanga de encaje
metida en las olas dulces de su trasero, o el sujetador transparente sexy,
apenas cubriendo sus pechos turgentes. Iba a disfrutar de quitar estos
costosos trozos de encaje de su cuerpo.
Pedí que le entregaran los paquetes porque no me sentía bien
haciéndolo personalmente. Entregar regalos en persona no era algo que
solía hacer. Infiernos, comprar regalos era algo totalmente diferente, pero
no veía a Jessica gastar dinero frívolamente sobre sí misma. No era ese
tipo de chica. Ella estaba dando, y no podía esperar hasta que me diera lo
que quería de nuevo.
Por más difícil que fue, me quedé lejos de ella. Se tornó casi
imposible, pero necesario. Pasé mis noches en el club y mis tardes con
negocios y papeleo. Siempre que Vick venía, fingí ser tan normal como era
13 posible. Desde luego, no necesitaba su mierda.
1
Mi alejamiento duró dos días enteros. Fue entonces cuando me hallé
conduciendo al condominio de Jessica. Quería verla y no me importaba
una mierda lo que nadie más tenía que decir al respecto. Me encontraba
en un semáforo, en el centro de la ciudad, cuando el familiar tono rojo me
llamó la atención.
Jessica caminaba por la acera con una sonrisa de felicidad en su
rostro. Llevaba un simple par de pantalones vaqueros, una camiseta negra
con un logotipo desteñido, y un par de zapatillas bajas. Tan simple, pero
tan gloriosa al mismo tiempo.
Sin saber que estaba siendo observaba, noté lo elegante y única que
se movía, distinguiéndose de entre la multitud. Su luz era demasiado
brillante como para ser solo una de la multitud.
Un hombre sin hogar se encontraba apoyado contra la pared de un
edificio, ropas agujereadas colgaban de su cuerpo, y su mano extendía una
taza esperando para el cambio. Jessica le sonrió, antes de buscar en los
bolsillos y dejar caer cualquier cambio que tenía, en su taza.
Allí estaba ella, sin saber que había rellenado su cuenta, y le daba a
un hombre sin hogar lo último de su dinero. Hablaba mucho sobre el tipo
de persona que era, el tipo de persona que podría haber amado cuando era
más joven. Pero eso era cuando mi vida era un caos total y pensaba que
las emociones eran importantes.
Los coches detrás de mí comenzaron a tocar la bocina y despegué
hacia su lugar. Sabía que llegaría antes que ella, pero de alguna manera
me gustó el elemento de sorpresa.
Salió del ascensor y entró en su apartamento con una sonrisa y una
mano llena de papeles. Se quitó sus zapatos y suspiró, agachándose para
frotar sus pies. Me gustaba el hecho de que ella parecía muy cómoda en la
casa que le había dado. Me hizo sentir realizado, como que había hecho
más en mi vida que el club.
Sin notarme sentado en su sofá, se fue a la cocina, colocó los
documentos en el mostrador, y llenó un vaso con agua. Su garganta se
movió arriba y abajo mientras se tragaba todo el contenido del vaso. Su
camisa se aferraba a su cuerpo, dejándome ver cada pendiente y curva.
—¿Disfrutaste tu paseo? —pregunté.
Sus ojos se agrandaron y se tapó la boca para evitar escupir el agua.
—Sebastian, me asustaste —dijo, colocando su vaso vacío sobre la
encimera.
—No puedo dejar de preguntarme si estarías tan nerviosa si tuviera
una pistola por aquí.
13
El recuerdo de su rostro pálido y la forma en que se estremecía
2
después de que habíamos sido encañonados, se quedó en la parte frontal
de mi mente. No me gustaba la idea de ella caminando por las calles de
Nueva York sin protección.
—No quiero hablar de armas de nuevo —dijo, rodeando el mostrador
y caminando en el espacio donde había estado sentado.
—¿Por qué estabas caminando? Podrías haber llamado a Martin. —
Cambié de tema.
—Está hermoso afuera hoy y no tenía que ir muy lejos. Necesitaba el
ejercicio de todos modos.
—¿Qué son esos papeles? —Señalé a la pila sobre el mostrador.
—Ese es mi plan de cinco años. —Dio un paso atrás a la barra y
tomó los papeles.
Me puse de pie y me acerqué a ella. Tomando los papeles de su
mano, me incliné e hice la única cosa que había estado pensando hacer
desde que la vi caminando por la acera.
La besé.
No fue el beso usual, fuerte y duro, sino uno rápido que me satisfizo
hasta que no podía conseguir más.
Cuando retrocedí, la sorpresa en su cara era cómica. Me encantaba
como cambiaba gráficas con ella. Antes, mi agresividad la conmocionó. Y
ahora, en cualquier momento hacía algo normal o incluso remotamente
agradable, y no sabía cómo actuar. Era sin duda divertido jugar con ella.
13
3
Traducido por Ann Farrow
Corregido por Julie
Rosslyn
Su beso se sentía diferente. Era suave, como un primer beso. Fue
agradable. Lo único que podía decir sobre Sebastian, era que era fantástico
besador, no que tuviera mucho para continuar.
Se echó hacia atrás y sentí su mirada, incluso con los ojos cerrados.
Todavía tarareaba en el interior de su beso cuando habló.
—¿Qué es esto? —preguntó.
13 —Es papeleo para una escuela técnica. Pensé en tomar algunas
4 clases en línea.
Fue una decisión rápida cuando me levanté esa mañana y no tenía
nada que hacer. Siempre había estado obsesionada con la ciencia forense
y soñaba con una carrera en ese campo. Las clases en línea serían algo en
lo que podría pasar tiempo y me llevaría en una mejor dirección financiera.
Tenía ganas de hacer algo por mí misma, algo que pudiera beneficiar mi
futuro.
—No sabía que estabas interesada en ir a la universidad.
—Bueno sí. Es decir, se trata de una elección inteligente. No espero
que seas mi benefactor sexual para siempre. Tengo que ser capaz de
cuidar de mí misma. Eso significa obtener un título y conseguir un
trabajo.
—No necesitas trabajar. Me ocuparé de ti.
—Vamos, Sebastian. Los dos sabemos que esto no durará para
siempre. Ya has dejado claro que no haces lo del amor, y he dejado
perfectamente claro que yo sí. Además, esto no es lo que quiero. No quiero
que cuides de mí. Quiero ser capaz de cuidar de mí misma.
Miró al papeleo e hizo una mueca ante las pocas imágenes de una
escena de crimen.
—¿Qué diablos es esto? —preguntó.
—Esas son las clases que buscaré una vez que haga dos años en la
escuela técnica. Quiero entrar en ciencia forense y ayudar a resolver
crímenes.
Me miró como si estuviera loca, y no pude evitar reír un poco.
—¿Que hizo que desees entrar en esto?
No quería responder. Doce años después y la muerte de mis padres
todavía era un tema delicado. Probablemente porque nunca obtuve un
cierre. Quería asegurarme de que ninguna otra familia tuviera que pasar
por eso.
—Lo mismo que empezó mi miedo a las armas de fuego —respondí.
—¿A alguien que conocías le dispararon?
—Sí.
—¿Tú estabas allí?
—No, pero soy la que la encontró. Nunca atraparon al asesino.
Quiero tratar de hacer una diferencia.
No presionó más, que era una de las cosas que más me gustaba
sobre Sebastian.
13 —Si piensas que es lo que tienes que hacer. Siempre y cuando no
5 interfiera con mi tiempo. —Su sonrisa arrogante hizo aparecer sus
hoyuelos.
Se comportaba sin duda diferente, desde que habíamos dormido
juntos, pero no dije nada al respecto. Su sonrisa era demasiado dulce; no
quería arruinarla. Probablemente nunca superaría lo sexy que era, y
después de entregarme tan plenamente no estaba segura de que quisiera
hacerlo.
—¿Tu tiempo? ¿De verdad?
—Sí, mi tiempo. Cuando te quiero, te quiero. No me gusta esperar.
No pude evitarlo. Me reí tan fuerte que me dolió el estómago.
—¿Te estás riendo de mí?
Me gustaba cuán juguetón estaba siendo. Lo hacía parecer como un
tipo normal de cada día.
—Sí. —Me reí—. ¡Señor, sí señor! —lo saludé juguetonamente.
—Adelante, ríete. —Se acercó—. No importa, porque esto me
pertenece —dijo, alcanzando hacia abajo entre mis piernas.
Y justo así, la risa se detuvo. No me gustaba su tono, y odiaba que
tuviera más razón de lo que pensaba.
Golpeé su mano. —No pertenezco a nadie.
Tirándome hacia él, se inclinó y pasó la nariz hasta el lado de mi
cuello, antes de plantar un beso suave por debajo de mi oreja.
—Ahí es donde te equivocas, corazón. Lo lamo, así que es mío.
Y entonces, me besaba. Quería alejarlo, y acercarlo más. Sus manos
se abrieron paso por mis caderas y me agarró, levantándome mientras
presionaba su cuerpo contra el mío. Me prometía otra noche como la
anterior.
Se apartó. —¿Qué hay de tomar un tour por tu dormitorio? —Su voz
cayó antes de que se inclinara y tomara mi boca de nuevo.
No me contuve, besándolo con todo lo que tenía. Con sus manos
ahuecando mi rostro, me acompañó hacia atrás, hasta que mi culo golpeó
la puerta. Me levantó y envolví mis piernas alrededor de su cintura. Se
presionó en mí, y rompí el beso y gemí con los ojos cerrados.
Abrió la puerta y tropezó en mi habitación, rodeado de todas mis
cosas. Derramé lágrimas de felicidad cuando vi por primera vez cuán
organizados habían estado mis artículos personales, y ahora el lugar era
un hogar. Eso era algo por lo que siempre estaría agradecida cuando se
trataba de Sebastian. Era un idiota, pero me había dado una casa cuando
no tenía una.
13 Se echó hacia atrás y se abrió paso por el lado de mi cuello. Barba
6 de tres días se frotaba contra mi piel y perdí mis dedos en su cabello,
acercándolo más. Disfrutaba la diferencia en él. Era como Jekyll y Hyde.
Era increíble lo que el sexo podría hacerle a un hombre.
—Va a ser bueno. Prometo que lo haré bueno para ti —dijo mientras
me mordisqueaba la barbilla.
No tenía ninguna duda al respecto. Lo aprendí un par de días antes;
él sabía exactamente lo que estaba haciendo. Tendiéndome sobre mi cama,
me siguió abajo, presionándome en mi colchón.
Aire frío rozó mi estómago mientras levantaba mi camiseta. Su toque
caliente quemó mi piel y un siseo sonó de entre mis dientes.
¿Quién era?
Ya no me sentía como la vieja yo para nada. No lo había sido desde
que me trajo a la vida en el sofá en su oficina. Era como si él me estuviera
convirtiendo en una persona sin preocupaciones, y eso era todo lo que
había hecho hasta ahora. Levantándose de la cama, tiró de mi camiseta y
sonrió cuando mi sujetador rojo fue revelado.
—Me gusta esto —dijo mientras deslizaba un dedo sobre la copa,
pasando su dedo por mi pezón endurecido.
—Por supuesto que sí, tú lo elegiste. —Arqueé la espalda y gemí.
—Eres tan sensible al tacto. —Acarició con su nariz mi escote—.
Nunca quiero dejar de tocarte.
Mordió el pezón a través del sujetador y me fui. Me aferré a sus
hombros y cerré los ojos mientras su mano se abrió paso por mi costado, a
la parte superior de mis pantalones vaqueros. Mi estómago se tensó bajo
su tacto, lo que le permitió deslizar su mano más allá de mi botón y en mis
pantalones vaqueros. Y entonces me tocaba a través de mis bragas.
Se sentía tan bien. Levanté mis caderas cuando retiró la mano. Bajó
la cremallera y apartó los vaqueros de mis caderas. Sus dedos se sentían
rudos contra la piel interior de mis muslos. Abrí más amplio una vez que
mis vaqueros se hallaban en el suelo.
—No puedo esperar ni un segundo más para estar dentro de ti.
Sus labios rozaron la parte interior de mi pierna y entonces rodó mis
bragas por mis piernas.
Chupó la piel suave en el interior de mi pierna. Su aliento caliente
rozó mi humedad, calentándome y haciéndome anhelar aún más. Y luego
se encontraba sobre mí, mirándome con su habitual sonrisa arrogante.
Apenas podía esperar a sentirlo.
Extendí la mano, pasando los dedos a través de su cabello y rocé la
parte trasera de las yemas de los dedos por su nuca y lo besé suavemente
13 en la comisura de la boca.
7 Su expresión cambió y su cuerpo se tensó sobre mí.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó.
—¿Qué quieres decir? Te estoy besando.
Me hallaba confundida. No estaba segura de cómo responder a la
pregunta. Era obvio lo que nos encontrábamos haciendo, y si él no lo
sabía, entonces era obvio que estaba haciendo algo mal.
—Esto no es romance, Jessica. Deja de mirarme de esa forma. No me
toques con dulzura. Sé ruda. Esto es follar. Eso es todo. No es amor.
Nunca será amor.
Me quedé mirándolo. Mi corazón se rompió por la mitad, todos mis
sentimientos hacia él se desbordaron y juntaron en un charco doloroso en
mi estómago.
Y luego se inclinó hacia arriba, alejándose de mí. Me agarró las
piernas de forma brusca, volteándome sobre mi estómago.
Tirando de mis caderas hacia él, instintivamente lo seguí y me apoyé
en mis manos. Empujó con fuerza contra mí. —Voy a follarte muy duro.
Sus palabras hacían daño, y no sabía cómo reaccionar. Continuaba
conmocionada por sus otros comentarios. Inmóvil en silencio, me quedé
mirando las sábanas debajo de mí.
Sebastian hablaba en serio; iba a follarme duro. Mi pecho y el lado
de mi cabeza fueron empujados de repente en el colchón, mientras se
presionaba simultáneamente en mí y tiraba fuertemente mis brazos detrás
de la espalda.
Fue rudo, y en realidad se sentía bien. Sin embargo, no pude evitar
pensar que se sentiría mejor si mi corazón no estuviera experimentando
una muerte lenta. Deseaba que dejara de alejarme. Obviamente teníamos
una conexión y me sentía apenada por él y su incapacidad para unirse
plenamente con otro ser humano.
—Actúas dulce, pero en realidad eres una chica mala ¿verdad,
Jessica? —Su cuerpo estaba inclinado sobre mí, lo que le permitía ir más
profundo—. Dime lo sucia que eres. —Su boca rozó mi oreja.
No pude responder. No me hallaba presente emocionalmente. Se
sentía increíble, su excitación suave abriéndome más, llenándome. Pero no
quería recompensar su comportamiento de antes, así que no le di nada.
Se dio cuenta de que no iba a seguirle el juego. Inclinándose hacia
atrás, agarró mis caderas casi dolorosamente, y comenzó a moverse rápido
y duro. De la nada, su palma aterrizó con fuerza en contra de mi culo. El
13 golpe sonó ruidoso en toda la habitación, y mi culo escoció mucho antes
8 de que lo frotara con su cálida palma.
—No me jodas —dijo con voz áspera—. No puedo tener suficiente de
tu cuerpo.
Sus manos se pegaron a mis pechos y me levantaron, por lo que mi
espalda se hallaba presionada firmemente contra su torso. Sus dedos
tiraron de mis pezones antes de moverse hacia abajo sobre mi estómago y
entre las piernas. La yema de su dedo frotó círculos dulces sobre mi brote
palpitante y era todo lo que podía soportar.
En contra de mi voluntad, dije en voz alta—: Sebastian...
Mi cuerpo se sacudió contra el suyo, y me vine, mientras sus
caderas continuaron trabajándome. Mi cuerpo se relajó y caí hacia
adelante. Levantó mis caderas en el aire y continuó en su misión por un
orgasmo.
Embistiendo solamente unas cuantas veces más, salió, y se vino por
todo mi trasero. Estaba caliente y chorreaba por mi mejilla. Extendió el
semen alrededor de mi culo con su punta, mientras que lo exprimía hasta
secarlo.
Dejando caer su cuerpo junto al mío con un resoplido, rápidamente
me volví sobre el costado, dándole la espalda. No podía procesar mis
sentimientos y no quería mirarlo por el momento.
Me dolía el corazón por lo que, obviamente, nunca sería. Y sin
embargo, mi cuerpo se hallaba eufórico, viniendo abajo de un alto como
ningún otro.
Había sido duro y agresivo, y si era honesta conmigo misma... me
gustó mucho.
Sentí su mano caliente moviéndose por mi brazo, pero él tocándome
suavemente en cierta forma se sentía como una mentira. No quería que me
mintieran. Sacudiendo la mano de mi brazo, me deslicé más lejos de él.
—¿Oh, así que ahora no te puedo tocar? —preguntó.
—Así no. No con suavidad. Nada de romance, recuerdas, esto es solo
follar.
Me encontraba jodida, en más de un sentido.
13
9
Traducido por Miry GPE
Corregido por Laurita PI
Sebastian
Dormía a mi lado, un sonido ocasional venía de ella, como si soñara
y estuviera en peligro. Su cabello escarlata cubría la mayor parte de su
rostro, pero aún podía ver la hinchazón de sus labios carnosos.
Me encontraba en un lugar jodido, mentalmente. Peor que todo lo
que pasé cuando era más joven, a excepción de la noche que rondaba
continuamente mis sueños. La experiencia me endureció y me transformó
en el hombre que era hoy. La forma en que pude atravesar la vida después
14 de esa noche, fue no sentir nada en absoluto. Era eso, o morir a causa de
0 dolor de cabeza.
Jessica rompió el muro que construí, y reaccioné mal porque me
daba miedo. Técnicamente no tenía miedo de tener sentimientos por ella,
tenía miedo de sentir algo en absoluto. Trabajé duro en bloquear todo para
atravesar mis días, para llevarme a mí mismo a atravesar un solo
momento que definió el resto de mi vida.
Y la peor parte fue que le hice daño. Lo pude ver en sus ojos cuando
le mentí a la cara, diciéndole que nunca sería sobre amor.
Extendiendo la mano, tomé un mechón de su cabello y lo froté entre
dos dedos. Era cierto, tuve que admitirlo a mí mismo. Me estaba
enamorando de ella. Yo… el hombre que no creía en la jodida palabra que
todos lanzaban en todas partes, el hombre que pensaba que el amor era
palabra de mujer. Realmente siempre creí que los hombres no eran
capaces de amar, sobre todo un hombre como yo. Sin embargo, ahí estaba,
mirando hacia esta criatura aparentemente perfecta, y tratando de
averiguar exactamente lo que yo sentía.
Todo el asunto se sentía sofocante, como si el aire a mi alrededor
fuera demasiado espeso, demasiado húmedo. Ya fuera por pensar en mis
sentimientos o por no estar cerca de ella, constantemente sentía que no
podía respirar. Un peso tan inmenso como la ciudad de Nueva York
presionaba contra mi pecho, y no podía levantarlo, no importaba cuán
enojado o loco estuviera. Simplemente no daba su jodido brazo a torcer.
Y esos ojos... esos grandes, confiados y bellos ojos. No podía alejar el
condenado momento en que el pesar entró en esos ojos. Me atormentaban
porque fui la causa de ese dolor.
Deslizándome fuera de la cama, me vestí en silencio, con cuidado de
no despertarla. Mirándola mientras dormía, vi sus pechos levantarse con
cada respiración profunda. Me hallaba hipnotizado, capturado
efectivamente en una telaraña que tejí personalmente. Tenía que salir de
ahí. Tenía que liberarme, antes de que no pudiera.
El aire fresco de la noche me hizo temblar cuando salí y esperé a que
el valet trajera mi auto. Las luces de la ciudad parpadeaban como si el
universo tratara de transmitir un mensaje secreto solo a mí, un tipo de
código Morse visual para el jodido loco. Cerré los ante él y los mantuve
cerrados, hasta que escuché el ronroneo de mi Jaguar estacionándose.
Una vez me encontré dentro del calor del auto, permanecí ahí
sentado y contemplé volver a entrar. El valet se situó en la ventana del
lado del conductor, esperando a que volviera a salir. Agarré el volante y me
sacudí. Pasar la noche no era lo mío. Para nada pasar tiempo después de
tener sexo con una mujer, era algo que siempre evitaba. Obviamente, era
diferente con Jessica.
14 Decidí no hacerlo y salí hacia la carretera, conduciendo despacio
1 para darme tiempo a pensar, superé la vida nocturna y traté de precisar el
momento exacto en que ocurrió el cambio en mí.
Cuando llegué al club, el lugar se hallaba vivo, arrasado por una
multitud de personas como yo solía ser. Ya no me sentía como ese hombre.
Moviéndome a través de la habitación, me encontré con bailarines y saludé
con la cabeza a los que sabían mi nombre, pero no me conocían.
Demonios, no me conocía yo, no en realidad.
No fui a mi oficina porque no quería tratar con Vick. En su lugar, fui
a mi apartamento. Caminando a través de mi casa, fui directamente al
baño para ducharme. Me quité la ropa, que olía a Jessica, y me puse bajo
el chorro caliente en el silencio de la habitación llena de baldosas. Parecía
ser que era el único lugar en el que podía pensar. Mi oficina gritaba
Jessica, el club, el auto, todo se encontraba contaminado con su recuerdo.
Me quedé dentro más de lo habitual, dejando el agua cayera sobre
mi cabeza; adormeciendo la piel con el calor y esperando que adormeciera
también mis pensamientos. Cuando salí, agarré una toalla y encontré a
Vick apoyada en la puerta con los brazos cruzados.
—¿Ignorándome? —preguntó con una ceja levantada.
Pasé la toalla por mi rostro y el cabello, antes de envolverla alrededor
de mi cuerpo y salir de la ducha.
—Necesitaba una ducha antes de lidiar con tu mierda.
Tomé mi cepillo de dientes, unté una capa de pasta de dientes sobre
él y comencé a cepillarme los dientes. Ella me estaba enfadando, de pie
junto a mí con brazos cruzados, como si me controlara. Ya era hora de que
la bajara de nuevo a su nivel.
Me enjuagué la boca, tomé la toalla de mi cintura y me limpié el
rostro. Caminé a su lado y entré al dormitorio. Me siguió. Sacando un par
de bóxer del cajón superior, cubrí mi trasero y me dirigí al armario.
—¿Qué sucede con nosotros, Sebastian? Solíamos ser tan cercanos.
Ya ni siquiera hablas conmigo. Es una mierda, y lo sabes.
Tuve suficiente. Me volví hacia ella con rapidez, acercándome y
haciéndola dar un paso atrás. Nunca le haría daño a una mujer, pero esta
mierda tenía que detenerse.
—Victoria, ya me hartaste. Por años he cubierto tu trasero, poniendo
la otra mejilla a alguna mierda realmente jodida, ¿y así es como me lo
pagas? Estoy así de cerca —Sostuve dos dedos hacia arriba—, de botar tu
trasero en donde te encontré. ¡Ahora déjame jodidamente en paz!
Vi mientras sucedía, pero no podía creerlo. Su rostro estoico se
14 derrumbó, y la temida expresión de la que pasé una buena cantidad de
2 tiempo huyendo, se extendió por su rostro. Sus ojos se humedecieron y
sus labios temblaron... y fue entonces cuando lo supe, simplemente lo
supe. Vick se mantuvo alrededor para ayudarme, por lealtad y dinero, pero
había algo más que no noté. ¿Cómo es que algo tan grande se mantuvo
fuera de mi radar? Era algo de lo que creí incapaz a Vick. Ella mostró
emoción, y fue por mí.
Veía a Vick como a una hermana, y ahora pude ver que albergaba
sentimientos prohibidos por un hombre que, hasta hacía poco, no sabía
que era capaz de sentir algo.
—No. Tú no. Esto no puede estar pasando —rogué en voz baja.
—Sebastian...
—Vete —exigí.
—Sebastian, por favor escucha... —comenzó a decir.
—¡Dije, lárgate al carajo de mi apartamento, ahora!
Me miró como si fuera a cambiar de opinión, luego se giró y se fue
sin decir nada más.
En lugar de ir al club y socializar, permanecí en mi oficina el resto de
la noche. Me ensimismé tanto en el papeleo, que me desconecté del mundo
exterior.
Esa mañana, fui a la cama con pensamientos de Jessica caminando
sola por las calles. De repente, la idea de que algo terrible le sucediera me
consumía. Pensé en su miedo a las armas y me pregunté qué podría
haberle ocurrido para causarle ese miedo. Había tantas cosas que quería
saber, tantas cosas que ya podría conocer si no hubiera sido un idiota
egoísta.
En lugar de mi pesadilla habitual, soñé con Jessica, con sus labios
suaves y ojos confiados. El sueño se convirtió en una pesadilla y me
encontré mirándola mientras ella moría en mis brazos.
14
4
Traducido por Nika Trece
Corregido por GraceHope
Rosslyn
Cuando desperté a la mañana siguiente, Sebastian había
desaparecido. No me sorprendió. No era el tipo de hombre que pasaba la
noche. Dándome la vuelta, presioné la cara en la almohada junto a mí y
aspiré su aroma.
Sentía un vacío en mi pecho y el cuerpo dolía con dulzura. Me estiré
para desperezarme. Cerrando los ojos, pensé en cómo fueron los últimos
días. Era malo sentirse tan cautivada por un hombre como él, y sabía
14 desde el principio que iba a aplastar mi corazón, pero ahora no me
5 importaba. No asimilaba cuánto daño podía hacer.
Mi celular en la mesita de noche sonó y extendí la mano para
comprobarlo. La pantalla se iluminó con mi toque, y me mostró una
notificación de texto. Teniendo en cuenta que Kyle y Sebastian eran las
dos únicas personas que conocían mi número, sabía que era de Sebastian.
Presioné mi dedo contra el pequeño sobre de color rosa en la pantalla.
SB: Prepárate para las diez y usa algo cómodo. Es hora de
enfrentar tus miedos.
De inmediato, mi estómago se tensó por el miedo que sentí. Bajé el
teléfono y mordí mi labio inferior. No tenía idea a qué diablos se refería, o
qué haríamos llegada las diez, pero me levanté y me dirigí hacia el baño
para ducharme.
El agua caliente calmó mis músculos doloridos. Me pasé los dedos
por mis tiesos abdominales y muslos sensibles. No podía dejar de pensar
en él. No sabía cómo lo enfrentaría y mantendría mis sentimientos ocultos.
Mis emociones no tenían lugar en este acuerdo y tendría que superarlas.
Quince minutos más tarde, secaba vapor fresco del espejo y envolvía
una toalla suave y esponjosa alrededor de mis pechos. Me quedé
mirándome en el espejo y preguntándome en qué me había metido con
Sebastian.
Me tenía atrapada por completo, pero para él yo era solo otra de sus
chicas. Me dolía pensar que pasaba noches como la nuestra con otras
amantes.
Me dejó muy claro que no le interesaba fuera del sexo o cuidar de mí
financieramente; e incluso entonces, era porque quería algo de mí.
No tendría ninguna propuesta de amor, o votos de fidelidad. Me hizo
saber con claridad lo que quería desde el primer día, y era solamente mi
cuerpo. Mi corazón, o el suyo por lo demás, no formaban parte del trato y
nunca lo harían, sin importar lo mucho que quería que el mío fuera suyo.
Pensé en Kyle, y lo feliz que estaba en el apartamento y el hecho de
que ya no vivíamos en el estacionamiento de su escuela. Sin importa qué,
tenía que hacer esto por él. No podía perderlo de nuevo cuando era todo lo
que tenía. Al menos eso es lo que me seguía diciendo a mí misma. Tan
malo como me picaba, me negaba a reconocer que mis razones para estar
con Sebastian eran cada vez más puramente egoístas.
Volviendo la espalda al espejo, me sequé y colgué la toalla hasta
pasarla por mi pelo mojado. Me vestí, preguntándome brevemente qué
vestía una chica cuando se enfrentaba a sus miedos. Me decidí por unos
vaqueros y una camisa blanca abotonada.
El sonido del ascensor me hizo ponerme pie desde el sofá. Y
entonces allí estaba él, pavoneándose en mi apartamento con el pelo
14 oscuro y los ojos cubiertos de sombra, que remató con esa sonrisa
6 excitante.
—¿Lista para irnos? —preguntó.
—¿A dónde vamos?
—Ya verás.
Se estiró y puso una mano en mi espalda baja, marcando el camino
al ascensor. No movió la mano hasta que estaba abriendo la puerta del
coche para que subiera. Sentí la pérdida de su calor en el momento en que
se alejó. Me recordé que tenía gestos íntimos con todas sus chicas, no era
más que una costumbre.
Lo vi moverse con un propósito hacia el lado del conductor del
coche. Una vez que se encontraba dentro y tenía su cinturón de seguridad,
hablé—: ¿Me puedes decir de qué se trata?
—Tengo algo para ti. Pero primero... No quiero que camines por la
calle sola nunca más. —Sus palabras habían salido de la nada—. Mientras
mantengamos este acuerdo, llamarás a Martin cuando tengas que ir a
alguna parte. ¿Entendido?
—No es necesario. Tengo dos pies y…
Me interrumpió. —¿Qué dije, Jessica?
La forma en que me hablaba me volvía loca, a pesar de que para este
momento ya debería haber estado acostumbrada. Crucé los brazos sobre
mi pecho y miré por la ventana, pretendiendo ignorar sus palabras.
—No te enojes conmigo. Solo porque no quiero que nada malo te
suceda.
Me di vuelta y lo miré sorprendida. Sus palabras bordeaban lo
cariñoso y no sabía si debería disfrutarlas o comprobar si tenía fiebre.
—¿Qué? —pregunté.
Tenía que estar segura de que no estaba escuchando cosas.
En vez de contestarme, se inclinó sobre mi regazo, calentando mis
piernas. —Es también por eso que te compré... —Abrió la guantera—...
esto.
Salté cuando puso una pistola de color rosa en mi regazo. Era
pequeña. Al principio pensé que era de juguete debido a su color, pero era
pesada, demasiado pesada para ser falsa. El solo hecho de tenerla cerca de
mí me hizo sentir como si tuviese un ataque de pánico.
—Sebastian... —Alcé las manos no queriendo tocarla, como si me
fuese a morder.
—Relájate, Jessica. Nunca haría nada para hacerte daño. ¿Confías
en eso? —preguntó, haciendo un giro a la izquierda.
14
7 —No me fío de las armas de fuego.
—Entiendo. Pero, ¿confías en mí?
Lo hacía. Confiaba en él con todo, excepto mi corazón, pero tampoco
tenía nada que ver con el hecho de que las armas me asustaban hasta
hacerme perder el control.
—Necesito saber que cuando no estás conmigo, estás protegida. Es
bien esto, o contratar a alguien que te siga a dónde vayas. —Mantuvo sus
ojos en la carretera.
—No te entiendo. ¿Por qué haces esto?
Obvió mi confusión, librándose así de aclarar cualquier
cuestionamiento. Era como si ni siquiera hubiera hablando. Se acercó y
tomó la pistola de mi regazo.
—Es una nueve milímetros. Dieciséis rondas en el clip. En este
momento tiene puesto el seguro, pero te estoy llevando a aprender cómo
disparar.
En ese preciso momento, llegamos a un gran almacén. El cartel de
fuera, decía First Shot y había una foto de una pistola debajo de él.
—¿Sebastian? —le dije en un susurro de pánico—. ¿Qué está
pasando? ¿Qué hacemos aquí?
—Estamos enfrentando el miedo, Jessica. Puedes hacerlo.
Ya meneaba la cabeza antes de que terminara. —No, no puedo. No
puedo hacerlo y no quiero. No me obligues. Por favor, Sebastian.
Cerré los ojos y pude oír los disparos sonando en mi memoria.
Cuando el sonido real de disparos resonó, prácticamente salté a su regazo.
—Está bien. Estás bien. —Me frotó la espalda y me besó en la
frente—. Has esto por mí.
Lo miré a los ojos y eran diferentes. Parecía como si estuviera con un
hombre completamente diferente. ¿Dónde estaba el idiota de antes?
¿Dónde se encontraba el hombre que no mostró ninguna preocupación por
nadie más que sí mismo? Estar con él podría darle a una chica tortícolis.
Sebastian, o por lo menos el hombre a mi lado, me imploraba. Era
sutil, pero definitivamente estaba rogando.
Había hecho tanto por mí y por Kyle. Por supuesto, tenía que
retribuírselo, darle algo a cambio a Sebastian era una de las mejores cosas
que jamás hice en mi vida. Pero no tenía la seguridad de que pudiera darle
esto. Era mucho más profundo que mi virginidad.
Era miedo, establecido en lo más profundo de mi corazón. Lo llevaba
14
conmigo desde hacía alrededor de doce años, y no era como si solo pudiera
8
sacudir el polvo y pretender que esa noche nunca sucedió. Era un
recuerdo, una pesadilla que había revivido todos los días desde que era
más joven.
Cerré los ojos y rogué en silencio a mi yo de diez años de edad, tener
una oportunidad. Respiré profundo, dejando que el calor de su mano en
mi rodilla se filtrara en mí. Puedo hacer esto.
Sebastian era uno de los mayores imbéciles que jamás había
conocido, pero me gustaba hacerlo feliz. No sabía lo que eso decía sobre
mí, y honestamente, no me importaba.
—De acuerdo, vamos. Solo prométeme que te quedarás conmigo.
—Por supuesto que estaré allí. No hay otro lugar en que preferiría
estar.
Sus palabras y la forma en que las dijo me tomaron por sorpresa,
una vez más, y por la expresión de su cara, hicieron lo mismo con él. Se
apartó de mí, se desabrochó el cinturón de seguridad, y abrió la puerta.
—Hagámoslo.
Disparos. No creo que alguna vez consiguiera en verdad superar el
sonido, y eso es todo lo que se escuchó desde el momento en que bajó del
coche. Una vez dentro, era diez veces peor. Hacían eco fuera de las paredes
de cemento y con cada disparo, sentí que mi miedo crecía.
Lo seguí de cerca cuando nos llevó a una habitación llena de
particiones. Unas pocas personas se encontraban en el lugar, cada uno en
su propio espacio, y cada uno apuntando un arma a un papel con una
figura de negro de un hombre en él.
Sebastian debe haber pagado extra porque nuestra partición tenía
una puerta. Era lo suficientemente grande para cinco personas, y tenía un
contenedor extra para poner las cosas a la derecha. Después de entrar en
la habitación, Sebastian sacó la pistola y la puso sobre el mostrador.
De pie cerca de mí, sonrió y pasó las manos por mis brazos. —Date
la vuelta.
Sin darme mucho espacio para girar y mi culo se frotó contra su
entrepierna en el proceso. Un gemido se deslizó de sus labios. Mirando
hacia arriba, negué con la cabeza y rodé los ojos.
Sonrió.
—Concéntrate. —Recogió el arma y la sostuvo frente a mí—. Se trata
de un arma de fuego. Como todas las armas de fuego, es mortal, pero no
es demasiado pesada. Sin esto —dijo levantando el clip de balas—, es solo
una pieza de metal. Nada que temer, ¿verdad?
14 Movió el extremo de la pistola por el lado de mi cuello y luego la
9 garganta. El metal frío me heló la piel y me quedé sin aliento.
Necesitaba un aumento de confianza. Con uno de mis mayores
temores frotándose contra mí, necesitaba oírlo decir algo que valiera la
pena.
—Dime por qué estás haciendo esto otra vez. —Mi voz chirriaba.
—Te lo dije. Necesito saber que estás a salvo. He visto algunas cosas
jodidas en mi vida, Jess, y no quiero que nada malo te suceda. ¿De
acuerdo?
—De acuerdo. —Al escuchar sus palabras, habría estado de acuerdo
con cualquier cosa.
Y luego me sorprendió diciendo—: Desabróchate la camisa.
Mis ojos se levantaron con sorpresa hacia los suyos. —¿Qué?
—Desabróchate tu camisa.
—¿Por qué?
—Porque yo lo digo.
Mis ojos brillaron a la puerta, pero como reacción sus palabras
estaba demasiado encendida para que en verdad me importara si se
encontraba bloqueada o no.
—No te preocupes; nadie nos va a interrumpir.
—¿Tuviste que pagar más por eso?
—Sí. Y es así que va a valer jodidamente la pena. Ahora, de nuevo,
desabróchate la camisa.
Me observó mientras mis dedos encontraron el primer botón y luego
el segundo, hasta que mi camisa estaba completamente abierta.
—Una de las mejores maneras de deshacerse de un recuerdo malo
es sustituirlo con uno bueno. Tienes miedo de las armas, pero voy a hacer
que ames esta.
Sus palabras me hicieron temblar.
Temblaba, en el buen sentido, antes de que el extremo frío de la
pistola me tocara el estómago, moviendo mi camisa a un lado.
No apartó su mirada de la mía cuando sentí el movimiento de la
punta sobre un pezón y luego el otro. Se endurecieron en un segundo y
Sebastian sonrió con aprobación.
—¿Ves? —dijo con aire de suficiencia—. A veces, las armas pueden
15 ser sexuales.
0 —Contigo, todo es sexual.
—Tienes toda la razón, nena. Ahora quítate los pantalones.
No necesitó decírmelo dos veces, los desabotoné y los dejé caer por
mis caderas y piernas. Movió el arma por mi estómago y la utilizó para
trazar las líneas de mis bragas.
Una vez, dos veces, y luego la movía entre mis muslos. Gemí cuando
la punta dura me acarició a través de mis bragas, golpeando el lugar
correcto. Podía sentir la respuesta de mi cuerpo absorbiendo a través de
mis bragas y me sorprendí cuando moví las caderas sobre la punta roma
de nuevo.
—Sebastian... —gemí y luego mis caderas comenzaron a moverse en
un ritmo constante.
—¿Qué nena?
—¿Qué me estás haciendo?
Mi respiración era dificultosa, mis caderas se movían más rápido
mientras construía mi liberación.
Se rio entre dientes. —Es todo sobre ti, nena.
Agarré el borde de la mesa, ya que sentía mi orgasmo hacerse cargo
de mi cuerpo. Los disparos resonaban a mi alrededor enmascarando mis
fuertes gemidos. Recuperando la cordura, me di cuenta de lo que acababa
de hacer. Nunca pensé que podría estar cerca de un arma de nuevo,
mucho menos alcanzar un orgasmo con una.
Levantando la pistola, colocó el clip en la parte inferior con un clic y
la puso de nuevo hacia abajo.
—Eso fue jodidamente caliente, Jessica.
Miré hacia él a través de mis pestañas y reí. —Eso fue... diferente.
—¿Lista para disparar ahora?
Una dosis de miedo frío entrelazó mis venas y me mordí los labios,
pero asentí.
—Bueno.
Alcanzando debajo del mostrador, Sebastian sacó un par de orejeras
y las colocó en mi cabeza. Una vez que me colocó la protección de oídos,
los sonidos no eran tan malos. Pero todavía podía sentir sus vibraciones a
mi alrededor cada vez que un tiro era ejecutado.
Inclinándolas, tiró de las orejeras descubriendo mi oído lo suficiente
para que pudiera escucharlo cuando hablaba.
15 Me dio la vuelta y sus labios rozaron el lado de mi cara. —Voy a
1 disparar unas cuantas rondas y mostrarte cómo es la posición, y luego
puedes disparar. ¿De acuerdo?
Con los ojos muy abiertos asentí. Estaba perfectamente bien sentada
escondida en una esquina, con mis orejeras a prueba de sonidos.
Me moví de su camino y sacó una pistola negra aún más grande.
Apretó un botón y un papel con un hombre forrado en negro apareció en la
distancia.
Sebastian se paró erguido y derecho con las piernas firmemente
arraigadas al suelo. Luego apuntó su pistola con la mano derecha, usando
su izquierda para mantenerla firme. Sus manos se levantaban cada vez
que apretaba el gatillo, y podía oír el sonido sordo de sus tiros.
Bang. Bang. Bang. Bang.
Mi corazón latía y si me hubiese apretado contra la pared con más
fuerza, hubiera llegado a la habitación contigua. A pesar de lo asustada
que me sentía, no podía dejar de observar su forma extraordinaria. Su
fuerte espalda, sus brazos delgados. No vestía traje, optando por un buen
par de vaqueros ajustados a los muslos y una camisa suelta.
El reloj de platino en su muñeca se sacudió con sus disparos, por lo
que mis ojos se movieron por sus brazos a sus anchos hombros. Todo
sobre Sebastian era grande y fuerte. Fue entonces cuando me di cuenta,
realmente me sentía segura con él. Si estaba enamorado o no, era un buen
hombre que nunca dejaría que nada malo me sucediera a mí o Kyle.
Cuando terminó, se volvió y me miró.
—Tu turno —articuló.
Di un paso hacia él con las piernas temblorosas y cuando me tendió
la pequeña pistola de color rosa, mis dedos temblaban alrededor de su
frialdad. Cerré los ojos y la ajusté en mi mano de la forma en que debería.
Sebastian apretó el botón en la pared lateral, cambiando el papel por
uno nuevo. Luego se puso detrás de mí, tan cerca que podía sentir los
latidos de su corazón contra mi hombro.
—Bueno. Justo antes de que vayas a disparar, tendrás quitar el
seguro, aquí. —Hizo clic en un pequeño botón en la parte derecha de mi
arma—. A continuación, abre un poco las piernas y mantén el arma
recta. —Pasó las manos por mis brazos manteniéndolos en línea recta y
ayudándome a apuntar la pistola—. Va a haber un contragolpe cuando
aprietes el gatillo, pero nada que no puedas manejar. Esta arma es tuya, lo
que significa que es perfecta para ti.
Tomé una respiración profunda, tratando de calmar mis nervios
antes de poner el dedo en el gatillo.
15 —Cuando dispares, imagina que la persona que te hizo tener miedo
2 de las armas está de pie delante de ese papel. Apunta a la cabeza.
Cerré los ojos y la visión del hombre vino a mí al instante. No podía
ver su rostro con claridad, pero me acordé de su contorno.
Abriendo los ojos, apunté con la pistola y apreté el gatillo. Se sentía
bien, así que jalé una y otra vez, hasta que por fin el arma estaba vacía y el
poder de la bala abandonando el arma dejó de presionar contra mi palma.
Me quedé allí, con un cargador vacío, mirando el papel lleno de
agujeros. Bajé los brazos, pero no solté la pistola. Mi cuerpo temblaba,
pero no tenía total certeza de que todo fuera por el miedo. La adrenalina
corría salvaje a través de mi sistema y tuve que tomar unas cuantas
bocanadas de aire para contenerme.
Mis ojos cayeron a mis manos y al apretón de muerte en la pistola
entre ellas. No esperaba sentir tanto poder, tanto coraje, sabiendo que
podría protegerme y a Kyle si algo malo sucedía de nuevo.
Fue emocionante, y de repente me sentía feliz de que Sebastian me
hubiera llevado hasta allí. Me empujó a mejorar como persona.
Dejando el arma, me di la vuelta y le eché los brazos al cuello.
Usando mi fuerza, me empujé contra él, así que estábamos cara a cara y
mi boca encontró la suya.
Fui feroz y hambrienta mientras mi lengua se abrió paso entre sus
labios, empujando más profundamente en su boca. No parecía sorprendido
por mi reacción, respondiendo con todo lo que tenía. Levantando mis
caderas, envolví las piernas alrededor de su cintura y él se volvió,
chocándonos contra la pared.
En un rápido movimiento, me arrancó las bragas de mi cuerpo y sus
pantalones estaban abajo alrededor de sus tobillos. Sin perder tiempo se
enterró más profundo en mí. Tuvo razón; valió jodidamente la pena.
Poco a poco, y sin darse cuenta, Sebastian estaba cambiando mi
vida.
15
3
Traducido por Vane Black & Jadasa
Corregido por GraceHope
Rosslyn
Una hora más tarde, nos encontrábamos sentados en la cabina
trasera en el Pit Stop, el lugar de hamburguesas en el que fuimos
atacados. Dejé que Sebastian me llevara de vuelta al lugar donde
construimos un mal recuerdo. Excepto, que me alegraba que lo hubiera
hecho. Sus hamburguesas eran deliciosas y me sentía más fuerte ahora
que sabía cómo protegerme.
Lo hice. Disparé un arma y fui una buena tiradora. Cuando
15 Sebastian me mostró mi papel lleno de agujeros, la placa tenía nueve
4 agujeros. No estaba mal para una principiante.
—Lo hiciste bien —declaró Sebastian.
—Gracias.
—Hablo en serio, Jessica. Estoy orgulloso de ti. Se necesita mucho
valor para hacer frente a una cabeza llena de miedo en la manera que lo
hiciste —dijo, girando su papa en un montón de salsa de tomate.
—Ya sabes, también me siento orgullosa de mí. Nunca pensé que
sería capaz de tocar un arma y mucho menos disparar una. Gracias por
llevarme.
Algo brilló en sus ojos, asemejándose a placer, aunque no estaba
segura porque la única vez que lo vi lucir de esa manera era cuando
estaba dentro de mí.
—No fue nada. Además, lo disfruté. Te veías jodidamente caliente
disparando esa arma. Disfruté follarte en el medio del campo de tiro.
Me detuve antes de tomar un bocado de mi hamburguesa y le sonreí.
—¿Alguna vez piensas en algo además de sexo? —Me reí.
Una sonrisa hermosa y verdadera estiró sus labios y meneó la
cabeza. —No cuando estoy contigo.
Los siguientes veinte minutos, traté de comer mientras Sebastian
encontraba cualquier manera para tocarme. Por último, se puso de pie y
se deslizó en la cabina junto a mí, su costado calentando el mío.
Levantando una de mis patatas fritas, la sumergió en la salsa de
tomate y la sostuvo en alto para que tomara un bocado.
Lamí una gota de salsa de tomate de la patata antes de tomar un
bocado.
—Sigues con esa mierda y te llevaré al pequeño baño en la parte de
atrás de este agujero de mierda por más.
—Seguro que lo harías —bromeé.
—No miento, cariño. Puedo verlo en tus ojos, estás encendida.
Apuesto a que ya estás empapada para mí. —Se inclinó, tocando entre mis
piernas mientras me besaba debajo de mi oreja—. Te diré que, ¿por qué no
vas al baño de damas, te colocas una capa de papel higiénico en tu ropa
interior, y vuelves aquí para que pueda llevarte a casa?
Sus palabras me rozaron la oreja y me hizo temblar.
Pasé mi dedo por la parte delantera de su camisa, antes de cubrir su
mano y presionarla más profundamente en mis pantalones vaqueros. Lo
miré y lamí mis labios. Sabía lo que hacía y sabía que estaba funcionando
por la expresión en sus ojos.
15
—¿Qué pasa si no quiero esperar?
5
Sus pupilas se dilataron y apretó la mandíbula. —Estás jugando con
fuego. Si no tienes cuidado, te quemarás.
Apreté su mano con más fuerza contra mí y un pequeño gemido
escapó de mi garganta.
—A la mierda. Ven conmigo —dijo, agarrando mi mano y tirando de
mí desde la cabina.
Sostuve su mano mientras me arrastraba a la parte trasera del
restaurante y luego me metía en el único baño en el lugar. Era pequeño,
casi demasiado pequeño para ambos, y no completamente limpio. El
inodoro estaba inclinado hacia un lado y el lavabo lucía como que alguien
coloreó con un lápiz de color gris en el interior, pero tendría que servir
para un polvo rápido.
—Recuerda, pediste esto —dijo, cerrando la puerta detrás de
nosotros y acechando hacia mí.
Me dio la vuelta y me inclinó sobre el pequeño mostrador. Sin perder
tiempo, trabajó en desabrochar mis pantalones y bajarlos lo suficiente
para exponer poco más de mi trasero.
—No puedo abrir mis piernas de esta manera —dije, presionando mi
trasero desnudo en él.
Oí a su cremallera bajar y lo vi lamer sus dedos, llevándolos a mi
abertura húmeda. Entonces sentí la punta de su erección empujando.
—Bien. Se sentirá mejor para los dos.
Se deslizó profundamente en mí, presionándome con más fuerza
contra el mostrador. Se sentía más grande, llenándome por completo y
frotando mis paredes internas de una manera que me hizo cerrar los ojos
ante el placer.
Se movió rápido y duro, sin piedad, tirando de mi cabello para
hacerme levantar la mirada. Su otra mano agarró mi barbilla, obligándome
a mirar en el espejo delante de nosotros.
—Quiero que veas mientras te follo.
Miré en el espejo y me observaba mientras empujaba su cuerpo
contra el mío. El mostrador se sacudió un par de veces y estaba segura de
que escuché que alguien llamó a la puerta, pero no me importaba. Todo lo
que me importaba era la sensación moviéndose a través de mí mientras
Sebastian se hacía cargo de mi cuerpo.
Tiró de mi cabello más duro, haciéndome gritar y me encontré con
su oscura y arrogante sonrisa en el espejo. Adoraba esto tanto como yo.
15
—¿Recuerdas lo mucho que adoro esa boca tuya? Creo que quiero
6
venirme en ella esta vez —indicó.
Aun así, continuó embistiéndome, las bolas golpeando contra la
resbaladiza y sudorosa piel.
Un dolor agradable nubló mi vista, haciendo que mis cejas se
movieran mientras el dolor donde su cuerpo se conectaba con el mío se
extendía a mis muslos. Los sonidos de nuestros cuerpos uniéndose hacían
eco en el cuarto de baño lleno de baldosas y una botella de jabón de
manos cayó al suelo estrepitosamente.
Los clientes nos podían oír, no tenía ninguna duda. Sin embargo,
Sebastian continuó. Enganchando sus brazos debajo de los míos, se aferró
a mis hombros, se inclinó sobre mí y trabajó sus caderas más rápido de lo
que creía posible. Fue entonces cuando llegué.
Fuertes gritos cayeron de mi boca, obligando a Sebastian a cubrirla
con su palma. Lloré en su mano, antes de morder su carne salada. Maldijo
en voz alta, dejándome saber que disfrutaba del sexo tanto como yo.
Finalmente salió y me giró con brusquedad.
—Ponte de jodidas rodillas —gruñó.
Caí de rodillas lo mejor que pude con mis vaqueros alrededor de mis
muslos y en cuanto abrí la boca, la cabeza de su pene se abrió paso entre
mis labios. Moví mi lengua sobre él, saboreándome a mí misma en su piel,
succionándolo más profundamente en mi boca. No tenía idea de lo que
hacía, pero no importaba.
Sebastian echó la cabeza hacia atrás y empujó mi boca en él más
fuerte mientras explotaba en mi garganta. Espeso y caliente, su corrida fue
arrojada por todas partes, cubriendo mi boca y garganta con su sabor
personal.
16
2
Después de una noche en el club, y un montón de miradas fijas y
torpes de parte de los empleados de Clive, regresé al apartamento de
Sebastian y pasé la noche con él. Desperté a su lado mientras observaba
cómo dormía.
—Es raro cuando haces eso —dije contra mi almohada mientras me
daba la vuelta.
—¿Qué? —preguntó.
—Cuando me observas dormir. ¿Qué pasa si babeo mientras
duermo, o algo igual de repugnante?
Se rio, y me sentí feliz de que se estaba abriendo y riendo más. Me
estaba acostumbrando a su estado de ánimo.
—Gracias a Dios, nada de babeos, pero no puedo evitarlo. Envidio la
paz que tienes cuando duermes. —Sus ojos sonrientes se volvieron tristes.
Girando entre sus brazos, coloqué una mano sobre la mejilla. —¿No
duermes en paz?
—No —dijo.
—¿Por qué? —Me encontraba reacia a preguntar, pero las cosas
entre Sebastian y yo estaban cambiando y quería saber más de él.
—Mis demonios cazan mi sueño. Hacen que sea imposible saber qué
es la paz.
Me quedé mirándolo, se me retorció el corazón ante el dolor obvio de
Sebastian. —Desearía poder quitarte el dolor —dije, honestamente.
Me incliné y lo besé. Me devolvió el beso, perdiendo sus dedos entre
mi cabello. Cuando interrumpió el beso, me miró con confusión.
—Creo que eso jamás desaparecerá, pero me estás cambiando, Roz.
—¿Eso es algo malo? —Pasé los dedos a través de su cabello y lo
estiré más cerca de mí.
—No lo sé. Es desconcertante —dijo contra mis labios.
—¿Ayudaría si te dijera que también me estás cambiando? —Moví
mis labios a lo largo de su mandíbula y gimió profundamente,
acomodando su peso sobre mí.
—Vamos a pasar el resto del día en la cama. —Su aliento era
caliente contra mi pezón, endureciéndolo al instante.
Suspiré y arqueé mi espalda, permitiendo que sus dientes se
cerraran alrededor del pezón y luego lo succionó. Jadeé, empujándome
16 más cerca de su calor. Sus manos rodearon mi cintura, sosteniéndome
3 apretadamente.
—Estoy de acuerdo con eso. ¿Quién dice que los domingos no se
puede pecar?
Se rio contra mi piel afiebrada y agarré su cabeza, levantándola.
—¿Qué es tan divertido, señor Black?
Se soltó y se puso a trabajar en mi otro pezón. Estaba perdiendo
todo sentido de la realidad, hasta que él habló de nuevo—: Hoy es lunes,
no domingo, cariño.
¡Lunes! Me entró el pánico y empujé a Sebastian. Le tomó un minuto
darse cuenta de lo que hacía y se sentó confundido. Salté, levantándome
de la cama con una sábana alrededor de mi pecho.
—¿Qué crees que haces? —gruñó. Agarrando la sábana, la estiró
hasta que ya no me cubría.
—¡Sebastian! —grité y esquivé sus manos mientras intentaba
tirarme de regreso a la cama—. No puedo creer que hoy sea lunes. ¡Lunes!
—¿Por qué es tan importante que sea lunes?
Se sentó en el borde de la cama, tan desnudo como podría estar, y
mirándome fijamente. Me coloqué mis bragas de encaje y lo miré a los ojos
a través del cabello salvaje, de sexo desordenado.
—Se suponía que entregaría hoy los formularios universitarios. No
puedo creer que lo olvidé —me regañé—. Si no los entrego para las cuatro,
no seré capaz de obtener una beca. Necesito regresar al apartamento.
¿Puedes llamar al señor Martin por mí?
Me hallaba en el proceso de colocarme mi blusa cuando se rio de mí
otra vez.
—¿Qué exactamente de mi pánico te divierte, Sebastian? —pregunté,
frustrada porque mi cabeza se encontraba atrapada dentro de la blusa y
no quería salir.
—Tengo un ordenador, nena. Puedes usarlo. Ahora, ven aquí y
déjame ayudarte —se rio.
Me las arreglé para frenar mis movimientos y dar un paso hacia la
cama. Movió la blusa y mi cabeza salió por el agujero correcto.
—¿Lo tienes?
Sonrió y peinó mi cabello hacia atrás. —Sí.
Respiré profundamente, calmándome. —Bueno, en ese caso,
podría... —Lo miré desde los pies a la cabeza y la posé sobre su virilidad.
16
4 —¿Qué? ¿Qué podrías hacer por mí en este momento?
—Todo lo que quieras —ronroneé, montando sobre su regazo y
envolviendo mis brazos alrededor de su cuello.
Una hora más tarde, Sebastian me dejó entrar en su oficina para
usar el ordenador. Casi fui tragada por el gran sillón de cuero negro
mientras me sentaba detrás de su escritorio. Pasé las manos sobre la
madera lisa.
—Bueno, puedo ver por qué te gusta sentarte detrás de este
escritorio todo el tiempo.
Sonrió, y levantó su mirada hacia mí. —¿Por qué es eso?
—Me siento tan poderosa sentada aquí.
—Tranquila tigresa. No te sientas demasiado cómoda.
Me reí y encendí su monitor y apareció un cuadrito para su
contraseña.
—Necesito tu contraseña.
—Aquí, permíteme. —Se movió alrededor de su escritorio,
inclinándose sobre mí.
—¿No confías en mí con tus malvados planes secretos? —bromeé.
—No es nada personal, nena. No confío en nadie.
—Auch. —Sabía que no estaba jugando y no me encontraba
preparada para lo mucho que esto podría herirme al oírle admitir que no
confiaba en mí.
Me aparté del teclado y esperé hasta oírlo terminar de tipiar. Solo
que el sonido nunca llegó.
En vez de eso, sentí sus dedos a lo largo del costado de mi cuello,
apartando mi cabello y sus labios moviéndose sobre mi piel.
—Harris —susurró contra mi piel.
—¿Qué? —pregunté, aturdida. No entendía por qué susurraba mi
apellido contra mi oreja.
—Mi contraseña es Harris.
Me calmé mientras me daba cuenta de qué decía. —Harris.
—Sí.
—Eso es extraño.
—¿Qué es extraño?
—Que mi apellido sea tu contraseña.
Sentí que Sebastian se congelaba en el segundo en que las palabras
16 salían de mi boca. Conteniendo la respiración, me di cuenta de lo que
5 acababa de hacer. Dándome vuelta para mirarlo, vi su expresión volverse
una de terror.
Se apartó de mí lentamente, como si fuera una serpiente dispuesta a
atacarlo. Ninguno de los dos dijo algo. Ninguno de los dos se movió.
—Sebastian, lo siento tanto...
Un escudo de hielo cayó sobre su rostro y de repente cambió de
dirección. Levantándome, me arrastró a través de la habitación. —No digas
nada más —dijo venenosamente.
Estábamos fuera de su oficina y, en cuestión de segundos, saliendo
de su departamento. Liberé mi brazo con un tirón y froté el punto delicado
donde habían estado sus dedos.
Sus ojos siguieron mi movimiento y se posaron sobre el brazo
enrojecido.
—Me lastimaste —dije conmocionada.
—Lo lamento —dijo, antes de levantar su mano y estirar su cabello
exasperado—. Quiero decir, no lo lamento. Ya no sé lo que soy. Todo lo que
sé es que necesito que agarres tus cosas y te vayas.
Mi corazón se desplomó. No podía estar hablando en serio. No
después de la forma en que iban las cosas entre nosotros.
—Sebastian, solo escucha...
—No. Necesito estar solo. Por favor, Roz. Solo vete.
Y así como así, el sonido de mi nombre de aquellos labios, ya no me
trajo placer. Asentí, recogí mis cosas y me fui sin más que siquiera una
mirada en su dirección.
16
6
Traducido por Ann Farrow
Corregido por Miry GPE
Sebastian
El simple sonido de ella cerrando suavemente la puerta de mi
apartamento, chocó contra mi pecho y sacó el aire de mis pulmones.
Roz Harris. Rosslyn Harris. No dijo su nombre de pila, pero lo sabía.
No sabía cómo lo sabía, solo lo sabía. Apoyado en la pared, tragué saliva y
traté de tomar el control de mi cerebro antes de que todo lo malo se
precipitara.
Recuerdos de una noche de hacía muchos años vino aplastándome,
16 enviándome a un infierno instantáneo. Cada pesadilla que tuve durante
7 los últimos doce años resaltaba ese momento, ella y sus ojos jóvenes
embrujados. No podía ser la misma chica. No había manera de que esto
me pudiera estar pasando.
Fui a la puerta, listo para abrirla y detenerla, pero no me atreví a
hacerlo. No tenía suficiente fuerza en mi cuerpo para siquiera abrir una
puta puerta.
Alejándome, me moví a través de mi apartamento como un loco.
Irrumpiendo en mi habitación, me detuve cuando me hallaba frente a mi
caja fuerte. Pulsando la combinación, la abrí.
La caja mantenía pequeños artículos personales dentro, estaba ahí
esperando por mí. Abriendo la tapa, metí la mano y saqué el medallón. La
cadena rota se hallaba todavía unida.
Abriéndola, mis ojos se movieron sobre la imagen del bebé en primer
lugar, intentando ver si él marcaba un parecido con Kyle, pero una vez que
mis ojos se posaron en la foto de la chica... lo sabía. En realidad, tantas
veces miré la foto a través de los años, que no podía creer que no lo notara
antes.
El cabello rojo, los ojos verdes y la sonrisa en su dulce rostro, todos
eran una combinación exacta. Me recosté en la cama, agarré el medallón
en la mano y cerré los ojos.
Mientras Vick siguió adelante con su vida, yo busqué y encontré sus
nombres. Era insano, pero necesitaba saber. Sentado aquí ahora, me
habría gustado no haberlo hecho.
¿En qué tipo de jodido enfermo me volví? El tipo que se enamoró de
la hija de la gente que ayudé a asesinar.
Podía negarlo todo lo que quisiera. Podía alejar los sentimientos
hasta que no pudieran presionar más, pero tenía que llegar a un acuerdo.
Me enamoré de Roz. Era todo para mí, lo fue desde el primer momento en
que puse los ojos en ella.
—Puedes llamarme Roz.
Sus palabras nadaron a través de mi mente, una y otra vez.
—Ese es mi apellido.
Harris. Un apellido que conocía bien. Un apellido que me persiguió
durante los últimos doce años de mi vida. Y continuaría atormentándome
hasta el día de mi muerte.
¿Qué clase de broma cruel era esta? El karma desgarraba mi culo de
nuevo. El momento exacto en que supe que me había enamorado por
16
primera vez en mi vida, fue el momento exacto en que descubrí que nunca
8
podría ser mía. Nunca.
Una semana. Ese era el tiempo que pasó desde que me di cuenta
que estaba enamorado. No había visto su cara, oído su voz... nada.
Eso era lo correcto por hacer. Así que bloqueé el mundo y dejé el
club manejarse solo, mientras que me emborrachaba y habitaba en mi
auto—odio. No respondí a la puerta. No respondí a ninguna llamada, y ni
siquiera pensé en mirar mis mensajes de texto.
Vick llamaba y golpeaba a mi puerta constantemente, pero no estaba
listo para ver su cara. No estaba listo para saber si o no sabía que estuve
follando y poseyendo a una chica a la que le debía el mundo.
Yo era la razón por la que sus padres se habían ido. No apreté el
gatillo, pero bien podría haberlo hecho.
Finalmente, después de una semana de reclusión, fui a mi oficina.
En cuestión de minutos Vick irrumpió a través de las puertas, garras
afuera, y espuma en la boca.
—¿Qué carajo, Sebastian? —Fuego se disparaba de sus ojos—. ¿Solo
te encierras en tu apartamento por una semana? ¿A la mierda el club?
¿Qué me joda yo? Tendrás que saber que me rompí el culo esta semana
relevándote.
Sus palabras me penetraron y me salí de las casillas. Golpeando las
manos en la mesa, me puse de pie.
—Te he relevado durante años —grité—. Cubrí tu culo un millón de
veces, incluyendo la vez que mataste dos personas. No te atrevas a entrar
en mi oficina con tu mierda o te juro por Dios...
Se quedó allí mirándome, su rostro suavizándose.—Lo siento. Tienes
razón.
Quería seguir gritándole. Quería gritar y tirarle cosas, pero no pude.
La verdad era que no confiaba en Vick desde la noche que la vi asesinando
a dos personas inocentes.
Me senté en mi apartamento por una semana pensando en toda la
mierda que quería decirle cuando la viera de nuevo, pero ahora nada de
eso se sentía lo suficientemente bueno. En cambio, me quedé mirándola,
disponiéndola a decirme todo lo que sabía.
—¿Sabías? —pregunté, mi voz firme y dura como el acero.
—¿Saber qué? —preguntó.
16
—No juegues jodidos juegos conmigo, Victoria. —Mi voz resonó en
9
las paredes de mi oficina—. Tú. ¿Sabías?
Se tomó un momento, mientras buscaba lo que quería decir, y luego
su rostro se liberó de toda confusión. Aturdida sorpresa tomó su lugar, y lo
supe. Jodidamente supe mi respuesta.
—¿Y me dejaste follarla? ¿Sabías quién era y dejaste de todos modos
que la sedujera?
—¿Cómo supiste su nombre? ¿Ella te dijo?
—¿Qué diablos importa cómo sé su nombre? Sé su nombre, joder.
Dio un paso atrás y era su turno para leer la respuesta en mi cara.
—¿Le preguntaste? —No podía controlar su conmoción y en algún
lugar subyacente había un poco de ira—. Nunca has preguntado un
nombre.
—Ella es diferente —gruñí y suspiré, pasándome los dedos por el
cabello—. Bueno, era jodidamente diferente. Deberías haberme dicho,
Vick. Sabes muy bien que debiste decírmelo, joder.
—Eres el único que fue y puso una conciencia sobre mí. Eres el que
fue a hurgar por sus nombres. Nunca te pedí que me dijeras sus
nombres... nunca. Esto es tu culpa. Debiste dejar las cosas como estaban.
Debiste…
La interrumpí. —¿Cuánto tiempo hace que sabes? ¿Desde la
estación de policía? ¿Cuándo te enteraste de quién era? ¿Fue antes o
después de que la follara?
Su rostro se endureció, las fosas nasales dilatadas, por lo que su
cara bonita se veía poco atractiva.
—Supe que era ella en el momento en que entró en el club, antes de
que la contratara. Pensé que no estaría de más si gastaba algo de dinero
en ella, apareció en un buen momento. Nosotros le debíamos mucho.
Sus palabras fueron como un puñetazo en mi estómago. No podía
creer que la mujer que se encontraba frente a mí era alguien con la que me
asociaba, alguien que tomé bajo mi ala. Era una fantasía de la chica que
conocí en hogares adoptivos. Esa chica desapareció, y en su lugar había
un monstruo. Alguien de la que no estaba seguro de que pudiera seguir
alrededor.
—¿Le dijiste la verdad, Sebastian? ¿Ella sabe?
Solo se preocupaba por sí misma.
—No.
El alivio inundó su rostro, y tuvo la audacia de sonreír. —Bueno.
17
Siempre me respaldas.
0
—Vete. —Mis palabras eran tranquilas, pero letales.
—Sebastian, esto no es nada. Conseguiremos superarlo, como
siempre lo hemos hecho antes.
—Dije, vete.
Retrocedió hacia la puerta, como si esperara que le dijera que se
quedara, luego se volvió y se fue.
Traducido por Yuvi.andrade
Corregido por Ann Farrow
Rosslyn
—¿Qué demonios te pasa, Roz? Eres como Noche de los Muertos
Vivientes allí —dijo Trish, lamiendo un yogurt de banana congelado de su
cuchara.
Miré fijamente mi taza y metí mi cuchara en ella una y otra vez,
convirtiendo mi yogurt en papilla, pero sin tomar un bocado.
—Solo estoy cansada.
17 Cansada era un eufemismo. Desde el momento que Sebastian me
1 pidió que me fuera de su apartamento, había sido un manojo de nervios.
No había forma de saber cuándo sería mandada al infierno, pero más que
nada, lo extrañaba. Si pudiera regresar y cambiar el momento cuando las
cosas cambiaron entre nosotros, nunca habría dejado su cama.
Podría haber sido Jessica para siempre. Estaba dispuesta a hacer
eso por él. No me importaba lo que eso decía sobre mí. Desde el segundo
que dejé el club, supe que estaba enamorada de él.
Después de intentar tener un día seminormal en el centro comercial
con Trish, llamé al señor Martin y lo hice recogerme y llevarme de vuelta a
mi apartamento. Viendo como él todavía respondía mis llamadas, las cosas
no podrían haber estado tan mal, ¿verdad? Si Sebastian realmente había
terminado conmigo, ¿su chofer seguiría llevándome por ahí?
Me deprimí permaneciendo en el apartamento la semana pasada,
comiendo demasiada comida chatarra, y esperando el sonido de mi
teléfono zumbar o las puertas del elevador pitar. Y todavía, no había nada.
Hablé por teléfono con Kyle unas cuantas veces, y me hizo sentir
mejor. Me alegraba saber que estaba pasándolo genial y haciendo amigos
en el programa. Al menos él era feliz. No tenía la seguridad de que su
felicidad permaneciera una vez Sebastian me abandonara como un mal
hábito.
Aprobaron mi beca y me inscribí para algunas clases en línea, lo
cual era un buen paso en la dirección correcta, pero necesitaba comenzar
a buscar trabajo de nuevo.
Continué aplicando en lugares a poca distancia andando, mientras
esperaba respuesta de uno de ellos. Si tenía un trabajo, tal vez toda esta
situación no sería tan mala.
Sin importar cuántas veces me dijera esto a mí misma, sabía que era
mentira. Con trabajo o sin trabajo, aún extrañaría a Sebastian. Iba a doler
horriblemente cuando las cosas terminaran oficialmente entre nosotros.
Estaba saliendo de una joyería a la vuelta de la esquina de mi
apartamento, cuando divisé al señor Martin, sentado en el auto al otro
lado de la calle, esperando. Mirando a ambos lados, crucé la calle
corriendo y ya casi me encontraba a pocos pasos del auto, cuando vi a
Sebastian saliendo de un edificio particular.
Usaba un traje blanco, ajustado a la perfección, y un par de lentes
de aviador oscuros. Se veía tan sexy que casi caí de rodillas y le supliqué
que no me dejara. Cerré los ojos y pensé en la forma en que me había
tocado; las cosas que le hizo a mi cuerpo.
Cuando abrí los ojos de nuevo, permanecía inmóvil junto al auto, sin
sus lentes y su mano agarrando la manija. Tenía clavada la mirada en mí
con una expresión de enojo en su rostro.
17
2 Alcé la mano y le di una sonrisa incómoda. Fue un gesto estúpido,
pero me sentí tan feliz de verlo que no quería esconderlo. Estaba cansada
de ocultar la forma en que me sentía.
Continuó con la mirada clavada en mí por un poco más de tiempo,
hasta que volvió a ponerse los lentes y desapareció en el auto.
Me quedé allí, conmocionada mientras el auto se alejaba de la acera
y desaparecía en el tráfico.
Mi corazón dolió. Era simplemente demasiado. Apenas contuve las
lágrimas en el camino de regreso al apartamento, quebrándome tan pronto
salí del elevador.
Pasando la noche sola, comí helado y vi películas viejas. Mantuve un
breve debate entre llamar o no a Trish, pero no tenía ganas de explicar el
apartamento o cualquier otra cosa. Era mejor si era ajena a mi vida, en
especial porque involucraba a su jefe.
Miré fijamente mi celular, queriendo que escribiera o llamara, pero
no hubo nada. Me quedé dormida en el sofá con el teléfono en la mano, un
envase de helado sobre la mesa, ojos hinchados, y la televisión encendida.
17
6
Traducido por Victoria
Corregido por Ann Farrow
Sebastian
Era oficial. Era el hijo de puta vivo más estúpido. Debí mantenerme
alejado de ella. Debí quedarme lejos de su vista y haberla cuidado desde
lejos. Era lo menos que podía hacer por ella. Pero luego la vi y mi
determinación se derrumbó.
Había permanecido de pie al otro lado de la calle, mirándome con
esa jodida sonrisa que tanto amaba. Quería ir con ella. Quería tomarla en
mis brazos, ponerla en el asiento trasero, y pasar el resto del día con ella
17 en la cama. Pero no lo hice. La ignoré, entré al coche, y me fui.
7 Me quedé en la oficina por el resto del día y la mayor parte de la
noche, haciendo de todos menos esposándome para permanecer ahí. No
había visto a Vick en todo el día, incluso aunque sabía que se hallaba
escaleras abajo cuando el club abrió para la noche. Ella sabía que era
mejor mantenerse alejada de mí.
Casi era la medianoche cuando no pude más. Agarré la chaqueta y
dejé la oficina, bajé las escaleras, atravesé el club repleto de gente, y fui
directo a Rosslyn. Tenía que lidiar con las consecuencias después, si es
que existían.
Después de pensar en ello toda la noche, decidí que podía estar con
ella. Nunca necesitaría saber nada sobre Vick y yo. Podría hacerla feliz…
Devolverle la vida que le habíamos arrebatado. Le daría todo lo que
quisiera.
Cuando llegué al condominio, dormía dulcemente en el sofá, con el
teléfono agarrado. Me senté a su lado. Apartándole el pelo de la cara, la vi
dormir un poco, antes de llevarla a la cama. Pasé el resto de la noche con
la mirada fija en el horizonte de Nueva York, y haciendo planes.
—Vamos a un lugar —dije.
Yacía desnuda a mi lado, su piel sonrojada con la mía.
—¿Dónde?
—A algún lugar tropical. Hablo de playas de arena blanca, palmeras,
y bebidas de frutas con sombrillas. Quiero verte en bikini con un gran
sombrero blando y de ala ancha.
Consideró mi oferta y se puso seria. —Pero hay un problema.
—¿Oh, sí? ¿Y cuál es?
—No me gustan los blandos —dijo, agarrando mi polla.
Nos reímos y le besé la nariz. —Tienes razón. Muy mala elección de
palabras.
—Pero definitivamente me tuviste con lo de playas de arena blanca.
¿Cuándo nos vamos?
Dos días más tarde, estábamos en un avión dejando Nueva York. El
vuelo a Barbados no fue terrible, al menos para mí no. Nunca había visto a
17 Rosslyn beber, pero bebió como un pez en el avión. Esperó hasta la hora
8 de abordar para hacerme saber que nunca antes había volado.
Para cuando aterrizamos, todavía no tenía plena circulación en mis
dedos, y ella seguía arrastrándose y apoyándose contra mí. Era adorable
verla tan despreocupada y risueña. Mientras salíamos, la dejé usar mi
cuerpo como pared.
Un coche nos recogió en el aeropuerto y nos llevó a nuestro destino.
Era un hotel de cinco estrellas con todas las comodidades, y tuvimos una
de las suites de gran tamaño en el piso más alto.
El viaje en ascensor hasta la habitación fue el viaje más largo en la
historia de los viajes en ascensor. Lo único que evitaba que follara a
Rosslyn allí mismo era la pareja de ancianos que nos sonrió amablemente
desde el otro lado.
—¿Están en su luna de miel? —preguntó la dama.
Rosslyn sonrió borracha hacia mí, esperando ver cómo respondería.
Un millón de respuestas de sabelotodo se me vinieron a la mente, pero en
lugar de eso le sonreí a Rosslyn y fingí solo un poco que un felices para
siempre existía entre nosotros.
—Sí —dije en voz baja, sin apartar los ojos de ella—. Ella es
definitivamente la elegida.
—Qué dulce —dijo la señora.
El ascensor sonó y las puertas se abrieron, dejando la pareja en su
piso. Extendiendo la mano, rápidamente presioné el botón del piso
superior antes de que nadie más pudiera entrar. Definitivamente no tenía
humor para más compañía.
—Es cuestión de tiempo. —Rosslyn se rio, empujándome contra la
pared.
Se frotó contra mí, moviendo los labios sobre los míos. Sonreí y le
agarré el culo, levantándola hasta que podía envolver las piernas alrededor
de mi cintura.
—Nuestra luna de miel, ¿eh? —Se burló—. Sebastian Black casado.
Eso es un poco raro.
—Cinco minutos más. —Le mordisqueé la barbilla.
—¿Cinco minutos más? —preguntó confundida.
—Sí. —Levanté la mirada mientras la luz roja alumbraba en nuestro
piso y las puertas se abrieron—. Ahora son cuatro, y luego le puedes dar
un mejor uso a esa boca hermosa e inteligente.
—Sebastian. —Me empujó el pecho juguetonamente y se rio.
No la bajé cuando salí del ascensor, ni tampoco miré la pareja que
17 casi saltó fuera del camino intentando entrar en el ascensor después de
9 nosotros.
—Discúlpennos —dijo Rosslyn mientras introducía la tarjeta de
acceso en la puerta.
La noche fue un borrón de sexo salvaje, loco y fuera de control.
Usamos todo; nuestras manos, bocas, lengua y cada parte del cuerpo
posible. Inventamos nuevas posiciones y disfrutamos de las antiguas. No le
di tiempo para recuperar el aliento, y, a cambio, no me mostró ninguna
piedad. Fue jodidamente hermoso.
Cuando los dos estábamos agotados y no podíamos mantener los
ojos abiertos por más tiempo, nos quedamos dormidos en la cama de
tamaño gigante. Antes de cerrar los ojos, me di cuenta que dormir con
Rosslyn en mis brazos era algo a lo que nunca quería renunciar. Jamás
podría conocer mi secreto. No iba a dejar que sucediera.
18
3
Traducido por Sahara
Corregido por Anakaren
Rosslyn
Te amo, Rosslyn.
Lo miré, sus palabras me llenaban de tanta alegría, sentía con
seguridad que mi corazón iba a estallar. Me miraba con su cara seria, su
cabello oscuro moviéndose con la brisa del mar. Sus ojos azules se
desplazaron por un momento hacia el frente de la casa blanca y a la
puesta de sol desapareciendo en el fondo.
—Así que deberías darme las gracias —continuó, sonriéndome—.
18 Nunca pensé que sentiría esto por nadie, nunca. Durante años he estado
4 paralizado emocionalmente, pero lograste que enfrente mis temores y los
convertiste en algo bello.
Apenas podía creer que Sebastian Black dijera esas palabras
bonitas. Llegando hasta él, capturé su cara con mi palma y deslicé mi
pulgar a través de la barba incipiente sobre su mejilla. —Yo también te
amo.
Su expresión se transformó en una de incredulidad, como si alguien
no pudiera amarlo. Luego se inclinó y presionó sus labios con los míos.
Fue un beso lleno de promesas del futuro, un para siempre.
Esa noche, hicimos el amor.
—No habrá una follada esta noche —susurró, me puso en la cama—.
Quiero hacer algo que nunca he hecho. Quiero hacer el amor contigo. —Me
besó con ternura, dando ligeros toques por mi cuerpo.
—¿Está Sebastian Black haciéndolo suave y romántico?
Separando mis piernas, sus labios hicieron un camino por mi
estómago. —Eso es exactamente lo que estoy haciendo.
Era un proceso lento, suave y hermoso.
—Estoy tan enamorado de ti —susurró, hundiéndose profundo.
Nuestros cuerpos se mecían lentamente uno contra el otro.
Sus grandes hombros bloquearon la luz tenue, mientras sostenía su
cuerpo por encima de mí. Poniendo la parte posterior de la cabeza en la
almohada, jadeé y levantando las caderas. Elevándome, lo besé lento,
moviendo su lengua contra la mía antes de que él suavemente aspirara mi
labio inferior.
Pasando las manos por su espalda, las deslicé por debajo de la
sábana enredada alrededor de nosotros, y clavé las uñas en su trasero
musculoso.
—No puedo tener suficiente de ti, Rosslyn. Nunca voy a tener
suficiente de ti —susurró contra mis labios antes de colocar su frente con
la mía, respirando con dificultad.
Después, me quedé dormida envuelta en sus brazos. Nunca me
había sentido tan alto en la vida, y esperaba nunca tener que volver a
bajar.
Sebastian
—¿Tuviste unas buenas vacaciones? —se burló Vick detrás de mí.
Miraba hacia mi club. El lugar que una vez pensé que era lo único
que podría amar… hasta Rosslyn. Estaba enamorado de una mujer que
confiaba en mí cuando no tenía que hacerlo.
No me sentía de humor para pelear con Vick. —Lo hicimos.
Su silencio de asombro siguió. Esperaba que fuera duro y brusco
19 con ella, pero no iba entrar en ningún juego esta noche.
1 —¿Nosotros? ¿Ahora eres parte de una pareja?
Suspiré y dejé caer la cabeza, pellizcando el puente de la nariz con
dos dedos. Era evidente que se encontraba de humor para empujar mis
botones.
Dándome la vuelta, tomé mi bebida de la esquina del escritorio y
terminé el resto. El vidrio hizo un sonido profundo cuando lo bajé de
nuevo. No llevaba la cuenta de cuantos tragos tomé desde que dejé a
Rosslyn durmiendo, pero el ligero zumbido adormecía la constante culpa
que sentía desde que me enteré quién era.
—Sí Vick, somos una pareja. Te dije que era diferente. Estoy
enamorado de ella. Nunca he estado enamorado de nadie de la forma en
que la amo.
—Estás enamorado de ella. ¿Estás loco, Sebastian? Nosotros
matamos…
La interrumpí. —¿Nosotros? Nosotros no matamos a nadie. Tú lo
hiciste.
Era algo que rondaba mi mente desde hacía años.
—Trae tu culo aquí, Sebastian —susurró Vick mientras desaparecía
por un lado de la valla.
Ahora que era mayor, era más rápida que yo, pero aún torpe, razón
por lo que nunca la dejaba hacer trabajos por sí misma. No se encontraba
lista, incluso si pensaba que lo estaba.
Me subí sobre la valla y caí sobre mis pies a su lado.
—Te estás volviendo lento. —Sonrió hacia mí.
—Joder —dije, levantándome y sacudiendo el polvo de las rodillas de
mis pantalones—. Vamos a hacer esto de una vez. Le dije a Anthony que
regresaríamos en dos horas.
Atravesamos el patio trasero perfectamente cuidado hacia la casa en
la que Vick tuvo sus ojos durante el último año. Dijo que era la casa de sus
sueños. Quería un hogar y una familia como la del interior.
Todos teníamos nuestros sueños y visualizábamos el tipo de vida que
tendríamos si no nos hubieran regalado, por lo que entendía su obsesión por
la casa. A pesar de que le había dicho, una y otra vez, que era el que
escogía las viviendas, sabía que su cumpleaños se acercaba. Así que como
un idiota, le prometí que iríamos a la casa que quería.
—Bien, ¿seguro que las personas se encuentran fuera de la ciudad?
—pregunté.
19
—Sí. Ahora deja de preocuparte. Vamos a entrar y salir antes de que
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te des cuenta.
Confiaba en Vick con mi vida. No tenía ninguna razón para creer que
me mentiría sobre cualquier cosa.
—Bien, pero todavía sin luces. Los vecinos alrededor de un vecindario
como este, se cuidan los unos a los otros. Solo vamos a entrar, conseguir las
cosas, y largarnos.
—No soy idiota, Sebastian. He hecho esto más que tú.
La tarjeta de crédito robada que usé en la puerta de atrás, se dobló
mientras presionaba la cerradura. Tirando del pomo, la puerta se abrió.
—Como un profesional —susurró Vick con una sonrisa.
Chocó su hombro juguetonamente contra el mío. Ese era el problema.
Jugaba demasiado en situaciones serias como en la que nos hallábamos.
Le di una mala mirada, diciéndole que se callara la boca, y luego nos
movimos con sigilo por la casa. Vick pegada a mis talones a medida que
avanzábamos por el lugar, en busca de objetos de valor. La planta baja era
impecable y no encontramos mucho.
—Vamos —susurró Vick, subiendo las escaleras hacia el segundo
piso.
Seguí detrás de ella y hasta que entramos dormitorio principal.
—Bingo —susurró Vick, jalando mi brazo—. Ayúdame con la
televisión.
Asintiendo, me moví hacia la pared con el televisor, lo levantamos del
soporte y sobre el suelo. Fue en ese momento, que la puerta del baño se
abrió y un hombre en un par de pantalones de pijama de seda salió.
Bostezaba con los ojos cerrados y rascándose la cabeza. Una vez que sus
ojos se abrieron, aterrizaron en nosotros. Vick y yo nos congelamos a la luz
procedente del baño.
—¿Qué hacen en mi casa?
Se movió a un lado de la cama hacia el teléfono. Fue entonces que vi
una mujer dormida al otro lado.
Levanté las manos. —No hay necesidad de eso. Solo vamos a irnos.
Me moví hacia la puerta con la esperanza de que Vick me siguiera.
Ninguno de los dos necesitaba ser detenido.
Había llegado a la puerta cuando miré hacia atrás. Vick no se
encontraba detrás de mí. En cambio, permanecía delante del hombre
apuntándolo con el arma.
—¿Qué haces? —dije, regresando hacia ella—. No. Así no es cómo
acabará.
19
3 Irrumpía en las casas para sobrevivir, pero llevar un arma y apuntar a
la gente no me parecía correcto.
—Va a llamar a la policía, Sebastian —dijo en voz baja—. Joder,
ahora sabe tu nombre. Lo siento. Mierda, lo siento mucho.
Sus ojos eran salvajes. Enloquecía.
—Vick, dame el arma. Vamos a largarnos de aquí, y nadie sabrá
nada. Vámonos —dije con calma mientras extendía la mano hacia el arma.
Su mano temblaba, lo que implicaba que su dedo en el gatillo también
lo hacía.
Y luego todo transcurrió en cámara lenta. El esposo se quedó con las
manos en alto, con miedo en los ojos, mientras la esposa comenzaba a
moverse. Y luego se sentó en la cama y gritó.
Los disparos sonaron, ensordeciéndome mientras observaba al
hombre caer al suelo. La sangre manaba de su cuello y se ahogaba
mientras trataba de respirar. Me moví con rapidez hacia Vick, pero era
demasiado tarde. La mujer corría hacia la puerta y Vick disparó una y otra
vez.
Todo quedó en silencio, excepto por los sonidos del esposo tomando su
último aliento, y la mujer comenzando a ahogarse y jadear por su vida. Y
luego, los gritos de un bebé en la habitación de al lado.
Vick dejó caer el arma y se echó a correr como si ni siquiera me
encontrara en la habitación con ella. Sus pasos fuertes en las escaleras de
madera hicieron eco en toda la casa. Me quedé en estado de shock, seguro
de que era un sueño, pero la mujer comenzó a gemir. Debería haber corrido,
pero no lo hice. En su lugar, caí de rodillas en el suelo junto a la moribunda
y sostuve su mano.
—Lo siento mucho —le susurré—. Lo siento mucho.
Mantuvo sus grandes ojos fijos en mí mientras su cuerpo comenzaba a
temblar. La sangre emanaba de su boca y aterrizaba en sus labios. Trataba
de decir algo, pero no podía comprender. Me incliné más cerca, girando la
cabeza así podría hablarme al oído.
—Por favor —se esforzó por decir.
Y entonces sentí temblar sus dedos en los míos mientras colocaba
algo duro y frío en mi palma. Cerró mi mano alrededor del objeto y me rogó
con los ojos. No sabía qué me pedía, pero no podía ayudarla.
Debería haber llamado a la policía o la ambulancia, pero no pensaba
con claridad y estaba asustado. Nunca había visto morir a nadie y mi
19 estómago se retorcía de miedo. Todo lo que hice fue inclinarme sobre ella y
4 ver como una pequeña lágrima caía de su ojo y tomaba su último aliento.
Abrí la mano y bajé la mirada hacia un medallón en la palma de la
mano. ¿Qué trataba de decirme?
Y luego un sonido a mi izquierda me hizo saltar y levanté la mirada
para ver a un chica joven de pie en la puerta mirando hacia mí. No tenía
más de diez. Unos pequeños pies asomaban por debajo de su camisón
mientras sus ojos llenos de miedo captaban la escena a su alrededor.
La mujer, obviamente quería que tuviera el medallón. No sabía qué
hacer, así que quité la cadena de su cuello. Me quedé sosteniendo su
medallón en la mano. Mis ojos se encontraron con los de la niña una vez
más, y luego los aparté, corriendo delante de ella y bajando las escaleras.
Una vez que salté sobre la valla, vomité por todo el suelo, antes de salir
corriendo hacia la oscuridad.
Tanto como quería entregarme, también significaba entregar a Vick, y
eso era algo que no me encontraba dispuesto a hacer. Era la única familia
que tenía; mi hermana menor. Lo que hizo estuvo mal, pero no podía dejarla
ir a la cárcel. No podía.
Esa noche, cambié. Me acosté en la cama y bloqueé todos los
recuerdos de la noche, cortando mis emociones por completo, así no sentiría
que la culpabilidad o el dolor me desgarraban.
Abriendo el medallón que la mujer me dio, vi dos imágenes en el
interior. Una de la niña, y otra del bebé que oí gritar. Fui testigo de la muerte
de dos personas… padres. Había dejado dos hijos, sin madre y padre. Los
condené a una vida como la mía. Era algo que nunca superaría por el resto
de mi vida… nunca.
Rosslyn
—¿Segura que está bien si me quedo aquí un tiempo? —le pregunté,
soplando la nariz en un pañuelo de papel que empezaba a desmoronarse—
. No quiero ser una molestia.
—Chica por favor. Eres bienvenida a quedarte aquí —dijo Trish, y me
entregó un nuevo pañuelo—. Simplemente me gustaría que me dijeras qué
demonios sucede.
Parecía genuinamente preocupada, pero no estaba lista para hablar.
20 Por no mencionar que, todavía no sabía qué hacer. No sabía si debería
0 llamar a la policía, o qué. Solo necesitaba un lugar para esconderme hasta
que consiguiera mi cabeza bien clara.
Tenía una semana antes de que Kyle llegara a casa, y no había
manera en el mundo de que volviera a ese condominio. No dejaría que el
hombre que mató a mis padres cuidara de mí.
—No puedo —dije a través de mis lágrimas—. Me gustaría, pero no
puedo.
Extendió la mano y alisó el cabello al lado de mi cabeza. —Cuando
estés lista para hablar, estoy aquí.
Trish intentó suspender la cita de la que estuvo hablando desde
hacía dos semanas, pero me negué a dejarla hacer eso. Era un desastre
emocional y quería pasar la noche sola. Me sentí más que feliz de ver a
Trish salir por la puerta una hora más tarde.
Me tendí en el sofá y lloré durante casi toda la noche. En algún
momento, caí en un sueño intranquilo. Los recuerdos de la noche que
mantuve bajo llave fueron liberados y no tuve más remedio que volver a
vivir todo de nuevo. Excepto que mi pesadilla era diferente esta vez. Esta
vez yo era la víctima.
El sonido de los disparos resonó y gritos de Kyle rompieron mi corazón
de nuevo. Y luego ahí estaba el rostro del intruso, los ojos helados de
Sebastian pasaron a través de mí, y me dejaron una sensación de frío y de
miedo.
Se apartó del cuerpo sin vida de mi madre y se dirigió hacia mí.
—Eres la siguiente pequeña perra —gruñó en mi cara.
Sus dedos se clavaron en mis brazos, clavándome en la puerta de la
habitación de mis padres, y luego se inclinó y me besó.
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“Algunas personas entran a nuestras vidas y se van
rápidamente. Algunas se quedan por un tiempo, dejan huellas
en nuestro corazón, y nunca, nunca somos los mismos.”
Flavia Weedn
El jodido fin…
Mi nombre es Sebastian Black y mi vida tal como
la conocía ha terminado. Mi Pequeño Libro Negro
tuvo los días contados desde el instante en que
conocí a Rosslyn. Ella se convirtió en mi alma
gemela y alivió la oscuridad que invadía mi alma.
Pero ahora mi pasado amenaza mi futuro;
amenaza a la mujer que amo. Haré lo que sea
necesario para protegerla. Aunque tenga que
mentir —fingir o engañar—, necesito que salga de
mi mundo y permanezca a salvo.
Romperle el corazón me está matando, pero me
niego a que mis antiguos pecados destruyan lo
único bueno que tengo en mi vida.
Si la amas, déjala ir. Si eres alguien peligroso
como yo, ruega que se mantenga lejos.
No permitiré que quede atrapada en el fuego cruzado. Sin importan a
21 quien tenga que romper.
0
Tabatha es una de las autoras más vendidas del
New York Times & USA Today, mejor conocida por
su libro de romance adulto y sexy Little Black
Book.
Escribe de todos los géneros, incluyendo adult y
new adult, y en ocasiones, no tiene miedo de
aventurarse en el lado oscuro, como lo demostró
con su oscuro romance en la prisión, Slammer.
Ella es una ávida lectora de todo lo obsceno y
escritora de historias sexys que muestran a los
malos chicos alfa redimibles, y mujeres dulces y
fuertes.
Sus otros amores incluyen a sus hijos, su amoroso y solidario esposo, todo
lo que sea histórico y las campanas de viento.
Cuando no está escribiendo, se manda mensajes de texto con ideas de
libros para ella misma.
21
1 Tabatha está representada por Jane Dystel de Dystel & Goderich Literary
Management.