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PASIONARIAS

José María Vargas Vila


PASIONARIAS

José María de la Concepción Apolinar Vargas Vila Bonilla nació en Bogotá, en una familia de ideas
radicales, el 23 de julio de 1860. Murió en Barcelona el 23 de mayo de 1933. Fueron sus padres el general José
María Vargas Vila y Elvira Bonilla.

Hizo sus estudios primarios y secundarios en Bogotá. Desde muy temprano participó en luchas
políticas como periodista, agitador y orador. Tenía dieciséis años apenas cuando se enroló en las fuerzas
liberales del general Santos Acosta. A la edad de 24 años, en 1884, actuó como secretario del general radical
Daniel Hernández, durante el alzamiento que éste dirigió contra el presidente Rafael Núñez, líder del
partido "nacionalista" y caudillo de la "Regeneración Nacional". Colombia era entonces una República
Federal constituida por "Estados Soberanos" y con frecuencia sacudida por pronunciamientos y guerras civiles
regionales. El levantamiento del general Daniel Hernández se inició en el Estado Soberano de Santander (al
nororiente del país) y muy pronto se irradió a toda la nación.

En 1885 los sublevados vencieron a las tropas del gobierno en la batalla de La Humareda, pero sus
pérdidas fueron tan grandes que les resultó imposible continuar las operaciones. El propio jefe de la rebelión
murió en esa terrible carnicería. Su secretario, Vargas Vila, huyó a los Llanos del Casanare donde el general
Gabriel Vargas Santos le ofreció hospitalidad y refugio. Allí escribió su obra "Pinceladas sobre la última
revolución de Colombia; siluetas bélicas". Su popularidad como escritor era inmensa. Su nombre no se
mencionaba (ni se menciona hoy) en las antologías, en las historias de la literatura o en los artículos de crítica
literaria. Pero sus libros circulaban en las tabernas, en los corredores de las universidades, en las herrerías, en
las oficinas de comercio, en los talleres de sastrería, entre los empleados de los servicios públicos, en la clientela
de las peluquerías y de las carnicerías. Vargas Vila ha sido por eso, como pocos, forjador y maestro de la
cultura popular en Nuestra América. Yo he encontrado libros suyos en bebederos de aguardiente de
Risaralda (Colombia), entre bultos de papa; en un cafetín de Buenos Aires, en la zona del puerto,
alimentando la conversación de los parroquianos a la hora de la siesta; en la cartera de una empleada de
correos de Montevideo, para ser llevado del trabajo al café Sorocabana de la Plaza Libertad, donde un
grupo de amigos esperaba para el debate intelectual del anochecer; en una pescadería de Valparaíso, cuyo
propietario interrumpía la atención a los clientes para leerme párrafos enteros de "Los Césares de la
decadencia" con entusiasmo sincero; en una "fazenda" brasilera, donde el mulato más letrado tenía
el encargo de leer a los trabajadores reunidos algún texto "bueno para el alma"; en una peluquería del
Cuzco (Perú), entreverado con revistas de moda y de deportes, para que los clientes que pagaban por la
trasquilada ("sentado, 10 soles; parado, 5 soles") pudieran ilustrarse; y naturalmente, en mi propio pupitre de
escolar, en Santiago de Chile, cuando fundé un club de adolescentes conspiradores y traficantes de libros
prohibidos y blasfemos. Carlos Vidales (Estocolmo, 1997).

José María Vargas Vila


PASIONARIAS

José María Vargas Vila Pasionarias Album para mi madre muerta


Título original: Pasionarias: Album para mi madre muerta José María Vargas Vila, 1887 Editor
digital: PromeLeo ePub base r1.0

A la memoria de mi madre ELVIRA DE VARGAS

José María Vargas Vila


PASIONARIAS

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
PREFACIO

ESTE libro se ampara bajo el más noble de los sentimientos: el amor a la madre.

ES un álbum para una muerta, un recuerdo, un homenaje, un tributo a la memoria del ser
más amado y del único amor que no se olvida. El, tiene que ser simpático a toda alma noble,
sagrado para todo corazón bien puesto. Quien no haya perdido su madre lo leerá tal vez con la
amargura de un presentimiento; quien la haya perdido, lo comprenderá mejor bajo el peso del
recuerdo.

AMAR una madre viva es el colmo de la felicidad; llorarla muerta es la plenitud de la


desgracia.

CUANDO se ha ocultado ese sol bendito en el horizonte de la vida; cuando ha caído esa
frondosa enredadera bajo cuya sombra nos desarrollamos y a través de cuyo ramaje florecido
veíamos el sol de la vida sin que sus rayos nos quemaran; cuando se han cerrado para siempre esos
ojos, cristal en que vimos por primera vez retratado el cielo y a través del cual una alma pura nos
bañaba de infinita terneza, cuando se han plegado para siempre esos labios cuyos primeros besos
nos despertaron a la vida, arpa dulcísima cuyos sonidos melodiosos no pudieron ahogarlo las
tempestades del mundo, ni los han apagado la soledades y sombras del sepulcro, cuando se han
quedado inertes esas manos que peinaban nuestros cabellos cuando niños y jugaban con ellos
cuando jóvenes ¡ay ! entonces puede decirse que se ha apurado todo acíbar del dolor y sentido
toda la horrible realidad de la existencia.

TAL es lo que me ha pasado a mí.

CUANDO perseguido por el infortunio, solo abandonado lejos de mi país, entristecido por
las desgracias de mi patria y mis propias desgracia me sentía des- mayar en la lucha, aún tenía
una esperanza dulcísima que me alentaba y era todo mi consuelo: volver a ver a mi madre,
contarle mis sufrimientos y al reclinarme en su seno olvidar por un momento mis dolores. Pero ¡ay!
esta esperanza se desvaneció. La muerte vertió la última gota en el cáliz ya repleto de mis
infortunios y me arrebató a mi madre, hiriéndome en mitad del corazón !Solo el eco de sus
últimos gemidos me llegó en sus carta postrimeras!¡Cuando tuve el presentimiento de la desgracia
no pude como hubiera querido, volar a socorrer aquella madre moribunda, y dobló la frente en el
sepulcro sin que yo pudiera abrazarla, ni darle el último adiós, ni sellar sus labios con mi beso de
despedida, y postrarme de rodillas ante su tumba, al cubrirla la tierra para siempre!... Después, no
me ha quedado más que el supremo consuelo de los desgraciados: ¡las quejas y las lágrimas!
Condensándolas todas he formado este ramo de ''Pasionarias, " corona de lágrimas para aquella
madre muerta, cuya virtud modesta y escondida no puede tener más cantor que su hijo
desgraciado.

EN materia de pretensiones literarias, no tengo ninguna con esta publicación. Ni espero el


elogio ni temo la crítica, ninguno de los dos se dignará caer sobre ella.

LAS ''Pasionarias'' no son sino el gemido de un huérfano, flores pálidas arrojadas sobre la
tumba de una madre. Allí quedan, amparadas por el ala de las religiones que hacen sagrados los
sepulcros, por la nobleza del corazón que hace queridos los muertos y por el sentimiento humano
que hace inviolables las tumbas de las madres.

VARGAS VILA

José María Vargas Vila


PASIONARIAS

PASIONARIAS:
Álbum para mi madre muerta

José María Vargas Vila


PASIONARIAS

Yo quiero aquí con las flores


más olorosas de mi alma,
formar madre una corona
con mis lágrimas regada.

Corona de pensamientos,
de rosas y pasionarias,
para ponerla en tu tumba
cuando regrese a mi patria.

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
II

QUISIERA entre las hojas de este álbum destinado


a tu memoria santa ¡oh madre de mi amor!
Dejar gotas de sangre del corazón llagado,
y huellas de lo mucho que sufro y que he llorado
desde que tú te fuiste sin recibir mi adiós.

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
III

ALBUM para una muerta....tristes pájinas


consagradas tan solo a una memoria
corona de lágrimas y flores,
diálogo con la muerte y con la sombra.

EL álbum de una madre, ¿quién no inclina


hasta el suelo la frente soñadora,
si ante una madre muerta nos parece
que Dios mismo inclinándose la llora,
y bajando los ángeles del cielo Le traen de flores y de luz coronas?

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
IV

ANTES de tú morirte, madre mía,


yo no creía en el cielo, ni en las almas;
aunque tú tristemente me decías:
“Si yo me muero ¿dónde crees que vaya?”

Y hoy no pudiendo a mi dolor profundo,


cobarde, resignarme,
tengo necesidad de crear un cielo
en donde colocarte,
y por eso en mi loca fantasía.

Si miro por la tarde


apacible brillar alguna estrella
y luego en el espacio desplomarse,
creo ver dos ojos que me miran tristes
y exclamo suspirando: ¡esa es mi madre!

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
V

HÉ leído que en las nieves de Siberia,


crece una flor, cuyo doliente broche
se abre bajo ese cielo sin estrellas
entre las sombras de esa atenta noche.

ES de nieve esa flor y cuando asoma


la aurora boreal rasgando el velo
se deshace la planta, caen sus hojas,
y en blancas gotas se levanta al cielo.

ASI mi vida cual la flor de nieve,


vegetará sobre tu tumba helada,
pasionaria en las sombras de la noche
esperando la luz de la alborada.

CUANDO la muerte aurora de la vida


tiña en mi oriente el deseado día,
hecho polvo caeré y si hay un cielo
iré a buscarte al cielo, madre mía.

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
VI

Un poblado, un cementerio,
una tumba y una cruz,
cantando en la tumba una ave
del crepúsculo a la luz.

DESPUÉS.... el sol que se apaga,


el terror la oscuridad,
y el ave cantando siempre,
en medio la soledad.

CALLA el ave, asoma el día,


y con su purpurea luz
alumbra al pájaro triste
muerto a los pies de la cruz.

Y entre las castas violetas


que hay sobre el sepulcro frío,
parece que una voz dice:
“Sed bien venido hijo mío"

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
VII

UN tiempo, mi vida pasó madre mía,


rendido en tu seno, cantando mi amor,
mi canto tu labio feliz repetía.
en torno a nosotros el aura gemía,
las aves cantaban, la flor se entreabría,
y encima a nosotros inmóvil el sol.

RUJIÓ la borrasca, temblar hizo el nido


cesaron mis tiernos cantares de amor
y hoy, ave sin bosque, vagando aterido,
mi nido es tu tumba y pájaro herido.
levanto sobre ella mi triste gemido
que acogen las sombras de un cielo sin sol.

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
VIII

SI es verdad que los muertos tienen alma


ven de noche a mi lecho de proscrito,
y despertando mi esperanza mustia,
ven háblame de Dios y lo infinito.

HAZ surgir una luz entre mis sombras,


acércate al sepulcro en que está muerta
mi fe de niño, y cual la antigua fábula
dile con dulce voz: alza, despierta.

AH! si volviera a creer lo que creía,


y si mi fe tornara a alzar el vuelo…
Y volvieran los ídolos al templo,
y Dios de nuevo a mi desierto cielo.

SURJIERA en mi existencia la esperanza,


como la vista al desgraciado ciego
y en lugar de este adiós eterno y triste,
madre del alma, te diría: ¡hasta luego!

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
IX

TÚ no has muerto madre mía,


que si tu cuerpo se heló,
aun vives, coronada por mi afecto
aquí en el corazón.

VIVES aquí en el alma, donde aun creo


tu dulce voz oír,
como siempre diciéndome: adelante,
e impulsando mi barca al porvenir.

¡AH! que si tú murieras en el alma,


si no escuchará tu divina voz,
sería mi vida un mundo sin atmósfera,
¡Mi alma un cielo sin sol!

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
X

AYER tarde llegando al cementerio


Y pensando en tu muerte madre mía,
Yo quise interrogar a los sepulcros
Lo que en el fondo de la muerte había.

E inclinado a la orilla de una fosa


Km donde había hacinados huesos secos,
¿Esto es el hombre? pregunté muy triste,
Esto no más, dijeronme los ecos.

¿POLVO, no más? si, polvo solamente,


¿Y no puede tornarse en otra cosa?
Como no, si ese polvo fecundiza
Y da vida al insecto y a la rosa.

Y en efecto me dije, ¿a estos rosales


Quien los fecunda? pues el polvo inerte
De los que yacen bajo el suelo frio,
Cubiertos por el ala de la muerte.

Y al mirar agitarse mil gusanos


Prontos a convertirse en mariposas,
Me dije para mí, ¿quién les dio vida?
A los que duermen allí, bajo esas lozas.

QUE no mueren los hombres, aunque bajen


Hasta el sepulcro; en el sopor profundo,
Convertidos en lodo fecundizan
La eterna vida material del mundo.

¿QUE es el hombre? me dije abandonando


Esa mansión en que el dolor se encierra,
Y cual Colon tocando el nuevo mundo,
Los ecos me gritaron: tierra… tierra....

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
XI

Cuando me hallaban sentado


A la orilla del camino,
Con la frente entre las manos
Y el bordón del peregrino.

ES un proscrito, los unos


Tristemente murmuraban,
Pobrecito, decían otros,
Pero todos se alejaban.

SOLO una mujer hermosa,


Llegó a mí, noble y humana
Y sentándose a mi lado
Me dijo: yo soy tu hermana.

''YO comprendo lo que sufres.


También proscrito es mi padre,
También yo gimo sin patria,
También yo lloro sin madre."

“VEN a mi hogar y allí cerca


De aquel anciano patriota,
Tú llorarás a Colombia,
Y él a su patria remota."

FUI, y cerca de aquel mártir.


Bajo aquel hogar bendito,
Paso mis horas de huérfano,
Y mis noches de proscrito.

EL noble anciano me habla


De la libertad quo adora,
Ella me habla con dulce acento
De nuestras madres y llora.

Y estos dos seres me tratan


De lo que adoro en la vida,
La libertad de mi patria
Y mi memoria querida.

José María Vargas Vila


PASIONARIAS

¿NO es verdad que si estuvieras


En el mundo todavía
A esta joven y a este anciano
Los amaras madre mía?

XII

CUANDO niño postrado de rodillas


Enlazando mis blancas manecillas,
Me enseñabas a orar.

Y después, de fogoso adolecente


Iluminando con tu luz mi mente
Me enseñaste a pensar.

CUANDO joven, ardiente, enamorado,


Corrí tras el placer, tu acento amado
Me habló del porvenir,
Y cuando ya después, los desengaños
Anublaron mi frente de veinte años,
Me enseñaste a sufrir.

LUEGO, cuando en el cielo de mi vida,


Hasta entonces serena y escondida,
Sonó la tempestad;
Tú me enseñaste con valor, oh! madre
Ante el retrato augusto de mi padre
A amar la libertad.

Y la víspera cruel de mi partida


Aun tuviste valor, y entristecida,
¡Resignada mujer!...
Me mostraste la senda del calvario
Y me dijiste: ve, si es necesario
Y cumple tu deber.

DESPUÉS en los azares de la guerra,


Sobre las playas de extranjera tierra,
Siempre tu voz oí

José María Vargas Vila


PASIONARIAS

Y aun hoy, después de muerta, si virtuosa


Hago una noble acción, tu voz piadosa
Suena dentro de mí.

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
XIII

LAS horas del crepúsculo son bellas y son tristes


¡Y suenan en el alma con lenta vibración!
La tarde declinaba cuando partir me viste,
Y, adiós hijo del alma, llorando me dijiste,
Al son de las campanas que daban la oración.

PARTÍ como una sombra ahogando mis gemidos,


Y al dominar la loma te vi la última vez,
Inmóvil en la puerta, los brazos extendidos,
Tus últimos adioses tocaron mis oídos....
Di un paso, y en la noche todo se hundió después.

TAMBIÉN era la tarde.... y el sol agonizaba,


El ancho campamento se alzaba cerca de mí,
El viento entre las tiendas de lona murmuraba,
Y yo sobre las armas inmóvil meditaba,
Pensando madre mía en ti, tan solo en ti.

TENÍA entre mis manos tu carta cariñosa


Que ávido releía temblando de emoción,
Pintada en ella estaba tu alma siempre hermosa,
Tus quejas, tus gemidos de tórtola amorosa....
Enviándome entre besos tu santa bendición.

PASARON pocos años crucé tierras extrañas


Al fin cerca a la patria
Llegúeme a descansar,
Parado en sus fronteras alzar vi sus montañas,
Sus curvas gigantescas, sus ríos y sus cabañas,
Pero ¡ay! mi pobre planta no pude adelantar.

Y entonces, tras las brumas, del pálido horizonte,


Buscar quise las huellas de mi bendito hogar,....
Más ¡ay! ni vi su cielo, ni divisé su monte...
Doblé entonces la frente y el canto de un sinzonte,
El ave del prescrito me vino a despertar.

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
DESPUÉS llegó aquel día.... la carta enlutecida
Mi amigo tembloroso y triste me entregó,
Tus últimos consejos.... tu tierna despedida,..
Te fuiste madre mía, ¡oh! madre de mi vida,
¡Sin verme entre tus brazos, sin recibir mi adiós!

Y, hoy.., cuando la tarde declina; en mis excesos


De llanto y de amargura de pena y de aflicción,
Muerta la fe en el pecho no puedo darte rezos,
Pero te envió en las alas del céfiro mis besos.
¡Que vayan a tu tumba, mitad del corazón!

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
XIV
DE noche era;
Ya no se percibía del combate él fragor,
Solo los derrotados que corrían
Como ciervos, en alas del pavor.

TODOS los perseguíamos.


De repente un hombre vi ante mí,
Me tendió el arma,
Disparó al momento....
Mi caballo cayó, también caí.

SALVO me levanté,
Tendíle el arma y le iba a atravesar el corazón,
Cuando cruzó tu imagen por mi mente
Y tu voz en los aires me gritó:

“PERDÓNALO hijo mío;


Yo te lo ruego"
El arma de mis manos se cayó,
Y le dije al contrario:
Te perdonó,
Y le tendí la mano, y la estrechó.

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
XV

SI cuando triste la luna asoma,


Una paloma se oye cantar,
En esos cantos de amor y pena
Que en las riveras del Magdalena,
Sobre sus olas,
En sus vaivenes,
Y en sus remansos
Van a expirar,
Oye esos cantos, muerta querida,
Que es mi alma mártir, que te va a hablar.

SI cuando viene la noche umbría.


La brisa fría forma un rumor,
De himnos que entonan las flores muertas,
Las campanillas medio entreabiertas
Bajo el ramaje
Donde los lirios
Palidecidos
Mueren de amor.

En esos himnos, muerta querida


Oye los cantos de mi dolor.
Y cuando cerca tu lecho frio
Se estrelle el rio murmurador,
De perlas de agua llenando el broche
Que estremecida abrió a la noche,
Pálida y triste,
Como los ojos
De muerta virgen
La casta flor,
En esas gotas madre querida
Contempla el llanto que vierto yo.

Y cuando el rayo de alguna estrella


Radiante y bella vierta su luz
De tu sepulcro sobre las flores,
De aquel lucero los resplandores
Tristes y amantes
Cual la mirada Del Galileo

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
Sobre la cruz,
Son mis recuerdos, muerta querida
Que te contemplan del cielo azul.

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
XVI

HAY del polo en las gélidas regiones,


En esa noche lúgubre eternal,
Seres que nacen, viven y se mueren
A las orillas de ese mar glacial.

DUERMEN bajo el sudario de ese cielo


Que no tiene para ellos ni un fulgor,
Sintiendo al paso del alud gigante,
La tempestad de nieve en su redor.

ASI en la vida hay habitantes


De este polo sin luz de la aflicción,
Que vivimos sentados a la orilla
Del congelado mar de la ilusión.

HELADA el alma, helado el sentimiento,


Como arbustos sin fuerza y sin calor.
Nos doblamos, sintiendo que nos mata
¡La tempestad de nieve del dolor!

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
XVII

ELLA estaba en mis brazos, sollozante


Y rendida también por la pasión,
Era el supremo instante en que indignado
Iba a alejarse de nosotros Dios.

LA estreché al corazón,… en torno nuestro


La sombra pavorosa se extendió,
Ella gemía, cuando una forma blanca
Muy cerca de los dos apareció.

ERA la sombra santa de mi madre,


Y al mirar de sus ojos la expresión,
Bajé la frente avergonzado y triste
Y en torno de mi amor la luz brotó.

MI amada con temor me contemplaba,


Sin comprender lo noble de mi acción,
No sabía que entre su honra y mi ventura
Se había alzado “mi madre como un Dios.”

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
XVIII

¡CUANTO he llorado yo!


Mi madre amada
La tolda levantó del peregrino
Y me dejó en mitad de mi camino,
Ya ella es, polvo no más, ella ya es… nada.

¿A qué mentirle al alma atribulada


Mirajes de ultra-tumba, albor divino?
Miremos con valor nuestro destino,
“La muerte es el final de la jornada.”

MÁS allá de la tumba nada hay cierto,


Y la fe en vano forjará visiones
Tratando de alumbrar este desierto.

Y en vano gritarán las religiones,


Si no han podido levantar un muerto
Del polvo de cien mil generaciones.

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
XIX

HAY en los bosques del Orinoco,


En el silencio de esas montañas,
Una flor triste que solo se abre
De la tiniebla bajo las alas.

Y cuando asoma la blanca luna


Y entre sus rayos, besos le manda,
La flor extiende sus hojas tristes,
Y de perfumes satura el aura.

AMA a la luna, y si se oculta;


La flor plegando sus hojas blancas
La frente inclina, doblega el tallo,
Y muerta la halla la luz del alba.

ASI es mi vida, que solo se alza


A tu memoria madre adorada.
Sin tu recuerdo se moriría
La flor enferma de mi esperanza.

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
XX

ENMEDIO de las sombras de la noche


Altiva, silenciosa, colosal.
Destacaba sus viejos campanarios,
Y su alto capitolio, Bogotá.

TODOS dormían y solo en una alcoba


Se veía brillar amortiguada luz,
Una mujer rezaba allí y gemía.
De rodillas postrada ante una cruz.

SEÑOR, clamaba, déjame el consuelo


De ver a mi hijo la postrera vez.
Consérvame la vida hasta que él vuelva
Y haz tu suprema voluntad después.

CALLÓ la madre, un síncope terrible


Al suelo sin aliento la arrojó,
Sus dos hijas lleváronla hasta el lecho…
Dios levantó la mano, mas no hirió.

LA aurora despuntaba, en el oriente


Y hermosa, sonriente, colosal,
Alzaba sus inmensos campanarios
Y su alto capitolio Bogotá.

EN tanto parte un coche hacia occidente


Y de ese sol a la naciente luz,
Se ven en él tres pálidas viajeras:
Una va enferma, en busca de salud.

¡AY! es la madre aquella que rezaba,


Y acompañada por sus hijas va.
Todas callan, en tanto que a lo lejos
Empieza ya a perderse Bogotá…

LA enferma asoma entonces la cabeza


Y mira de los campos al través,
¡Y adiós! le dice a su ciudad nativa,
Y nombra a su hijo y callase después…

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
MORÍA la tarde, en medio del crepúsculo,
Imponente, severa, colosal,
Alzaba sus inmensos campanarios
Y su alto capitolio, Bogotá.

DOS jóvenes, severas, enlutadas,


De un coche descendían con lentitud
Eran las hijas… no volvió la madre
¡Que había salido en busca de salud!...

Y en tanto que las huérfanas entraban


Solas y tristes al desierto hogar
En otra patria, abandonado, solo,
Un joven se escuchaba sollozar.

Y un papel que agitaba entre sus manos,


Volvía a leer con apagada voz:
“Ha muerto nuestra madre, le decían,
¡Ten fortaleza y piénsanos, adiós…!

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
XXI

¡OH! si en mis horas de dolor pudiera


Ver junto a mí tu lánguida belleza,
Y doblar en tu seno mi cabeza
Como en los años de mi edad primera.

CUÁNTAS cosas el alma te dijera


En mis coloquios de filial terneza,
Al contarte llorando de tristeza
De mi infausto dolor la historia entera !..

MI soledad,
Mi amor siempre creciente.
Esta lucha que aun dura todavía.
Mareada por mis lágrimas ardientes.

PERO ay ¡los muertos son indiferentes!,


Y tú tornada en polvo madre mía
Ni me oyes, ni me miras, ni me sientes.

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
XXII

ES la primera visión que en sueños tengo


De mi madre la pálida figura,
Que viene entre las nieblas de la noche,
Suspendida en los rayos de la luna.

ME mira con ternura y se sonríe,


Y de Colombia y mis hermanos me habla,
Y me besa después, y desparece
La madre muerta, con la luz del alba.

ES la segunda, la mujer amada


Por quien suspira el corazón ausente,
Me habla de amores, me acaricia mucho
Y sobre mi hombro con pasión se duerme.

ES la tercera, un lívido fantasma.


Bello a mis ojos aunque mudo y triste,
Es la muerte, tendiéndome los brazos,
Tiene yo no sé qué de irresistible.

SI ya no he de abrazar a la primera
Ni he de volver a ver a la segunda,
Durmámonos los dos, fantasma mío,
En tu lecho de sombras: en la tumba.

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
XXIII

LA blanca luna desmayada y pálida


Rodando por los ámbitos del cielo
Iluminó mi faz, cuando en tus brazos
Niño inocente me cubrías de besos.

LA misma luna desmayada y pálida,


Nos alumbró, cuando doliente y tierno
Al confesarte mi pasión primera.
Yo te hice ver mi corazón enfermo.

Y aquella luna desmayada y pálida.


También vertía sus rayos sobre el cielo,
Cuando te dije adiós, madre querida,
De pie en la puerta del hogar paterno.

Y aquella luna desmayada y pálida,


Que fue de nuestro amor el ángel bello,
Hoy me ilumina, pero solo y triste,
Llorando lejos de mi hogar desierto.

¡AY! que esa luna desmayada y pálida,


Mañana al declinar sus rayos bellos.
Me ilumine también, pero a tu lado
Durmiendo juntos en el sueño eterno.

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
XXIV

¡MADRE! nombre querido, triste nota,


Postrera vibración de un himno santo,
Cuya música tierna se compuso,
De mi amor, de tus penas, de mi canto.

¡MADRE! divino sueño, santa imagen


Que vives murmurando en mi memoria,
Rayo de luz que entre mis sombras vagas,
Página blanca de mi humilde historia.

MADRE, ¿no me oyes? adorada amiga


Si te vengo a buscar ¿por qué te escondes?
Ven madre mía, paloma de mi vida,
Madre del corazón, ¿no me respondes?

QUÉ vas a responderme, si los muertos


No alzan su frente en polvo convertida
¡Ay! deja que con lágrimas te cubra.
Mi querido puñado de cenizas.

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
XXV

AZUL inmensidad, playas ignotas,


Olas que gimen, murmurar lejano,
Abismos insondables, misteriosos,
Esa es la soledad del Océano.

SELVAS caducas, montes seculares


Mudos al hombre y de verdor cubiertos,
Brisas que pasan, voces que se apagan,
Esa es la soledad de los desiertos.

SOMBRA, misterio, aterrador vacío,


Globos de luz girando en sus palacios,
Eterno murmurar de astros que ruedan,
Esa es la soledad de los espacios.

DE ese desierto la mudez sombría,


De ese océano la siniestra calma,
Deo esos espacios la infinita sombra,
Tal es la inmensa soledad de mi alma.

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
XXVI

LA tarde era bella, cargada de aromas,


Poblada de quejas bañada de luz,
El sol ya doraba las últimas lomas,
Muriendo de amores gemían las palomas,
Las garzas cruzaban del lago el azul.

MI madre y yo solos, á orillas del río,


Paseábamos tristes, callados los dos,
Estaba yo enfermo, doliente y sombrío,
Su brazo querido sostén era al mío,
Y al verme tan triste, por fin ella habló.

¿POR qué te preocupas? me dijo muy paso,


¿Por qué has doblegado la frente al dolor?
Si así te persiguen ¿por qué hacerles caso?
¿Te hieren sus torpes dicterios acaso?
¿Podrán los que te odian domar tu valor?

Oh! lucha hijo mío, la lucha engrandece,


Y es noble por causas bien justas lidiar,
Si rujen, si gritan si el rio se embravece,
No importa hijo mío la luz aparece,
¿Podrá ese tumulto tu fe desmayar?

¡OH! no, respondile, aquí se alimentan


Creencias muy grandes respecto al honor,
En vano es que insulten,
En vano que mientan.
Si aquellos cobardes que tanto me afrentan.
No pueden sus frentes alzar como yo.

Es mucho más grande mi pena sombría.


Es mucho más noble mi acervo dolor,
¡Porque ay! ella me odia también, madre mía,
También me aborrece, ¿qué te odia María?
Mi madre admirada, sonriendo exclamó.

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
PARECE imposible, ¿no es cierto? señora,
Más he aquí la prueba de tanta traición.
Es su última carta, con mano traidora
Trazó estos renglones, que acaban ahora
De tantos amores la blanca ilusión.

LEYÓLA mi madre con rostro agitado,


Calló, y en mi angustia profunda exclamé:
Mi largo martirio ya está terminado,
Bendita tu mano que allí me ha brindado
La última gota del cáliz de hiel.

ABSORTO y callado, siniestro y sombrío,


Delante mi madre de hinojos caí,
Mi vista azorada giro en el vacío,
Creyéndome loco gritó ella: hijo mío
¡Ay! hijo de mi alma, por Dios, vuelve en ti.

Y luego en su mano mi mano tomando


Besóme en la frente con ansia mortal.
La luna su rostro divino asomando
Le daba un aspecto de mártir, bañando
Su noble semblante de un tinte inmortal.

AL fin cual torrente de lava, impetuoso,


Sentí de mis ojos el llanto brotar,
Mi pecho en su seno doblé cariñoso
Y allí unos instantes estuve en reposo
Oyéndola solo gemir y rezar…

AL fin regresamos, los vientos gemían,


Absortos y mudos volvimos los dos.
Las aves callaban, las hojas caían,
Y brisas, rumores y aromas decían:
¡Adiós esperanzas y dichas adiós…!

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
XXVII

CON azucenas de la montaña


Con mirra oscura, con abedul
Tu santa alma yo conmino
Como un emblema de su virtud.

Porque fuiste santa, madre adorada


Tierna y amante
Como esa madre
Que miró a su hijo
Sobre la cruz.

CON los gemidos de los canarios,


De las palomas en el palmar,
Con los suspiros de las alondras
Cuando la tarde ven declinar,
A tu memoria yo hiciera un himno,
Triste y doliente,
Como las brisas.
Como las quejas
De la torcaz.

SI de los bardos de Escandinavia


Mi arpa tuviera la entonación,
Si de Virgilio Tasso y Petrarca,
Dios me prestara la inspiración,
Con mis baladas, trovas y rimas
En un poema
Yo cantaría: La tierna historia
De tu dolor.

RAYOS de luna, gotas del alba,


Quejas del alma, himnos de amor,
Cantos del ave y ecos del río,
Para arrullarte juntara yo.
Madre del alma, porque te adoro
Como las vírgenes,
Como los mártires
Como los ángeles
Aman a Dios.

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
XXVIII

CUANDO el aliento suave de las brisas


Que vienen en las alas de la tarde,
Besándome en la frente me recuerdan
Que me faltan los besos de mi madre.

CUANDO al primer albor de la mañana


El canto gemebundo de la alondra,
Me viene a recordar que estoy ausente
De la mujer que el corazón adora.

CUANDO las auras del vecino monte


Y el ruido acompasado de las palmas
Me traen perfumes del nativo bosque,
Recuerdo de las selvas de mi patria.

ENTONCES, ¡ay! el corazón suspira,


Y muda y triste se estremece el alma,
Y en silencio una lágrima consagro
A mi madre, a mi amada y a mi Patria.

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
XXIX

AL regresar del templo en que había visto


Mi fe de niño y mi pasión hollar,
Fui a buscar a mi madre, quien al verme
Alzó la frente y comprendió mi afán.

Y me entreabrió sus brazos amorosos,


Como paloma herida me lancé
A su seno, y doblando la cabeza
En serios pensamientos me abismé...

DESPUÉS hablamos mucho… Aún me parece


Oír en el alma su bendita voz,
Cuando mostrando al cielo me decía:
Ten valor hijo mío, y piensa Dios.

Y ambos la vista alzábamos.


En mi alma
Aun la fe daba su reflejo azul,
Y soñábamos ver tras ese cielo
Algo más que las sombras y la luz...

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
XXX
ESTABA solo el huerto
De la paterna estancia,
El viento murmuraba con lánguido rumor
Floridas madreselvas nos daban su fragancia,
Y en un árbol vecino cantaba un ruiseñor.

MI madre con mí mano ardiendo entre sus manos,


Y yo tímido y triste contándole mi amor.
En tanto que por cima de árboles lejanos
Bañando su semblante la luna apareció.

OYENDO aquella historia de tierno adolecente,


De penas y de lágrimas, mi madre suspiró;
No llores más, me dijo besándome en la Frente,
Que aun virgen de dolores está tu corazón.

NO sabes hijo mío lo que es el sufrimiento,


Son nada los pesares más grandes a tu edad.
Son nubes que oscurecen un rato el firmamento,
La aurora de la vida no tiene oscuridad.

MAÑANA, cuando sepas mejor lo que es el mundo,


Y sientas el horrible contacto del dolor
Y en medio del combate y del pesar profundo
Te falte ya el escudo del maternal amor.

ENTONCES hijo mío, entonces de la vida


Comprenderás la horrible y triste soledad…
Calló… meditabunda, temblaba estremecida,
En tanto que a lo lejos se oía la tempestad…

PASARON muchos años, llegó al fin ese día


Y siento ya el horrible contacto del dolor…
Y en medio de la lucha desmayo madre mía:
Me falta ya el escudo del maternal amor.

TU profecía se cumple… En medio mi amargura


Envuelto entre la sombra tu voz oigo sonar
Me agito moribundo en la tiniebla oscura…
Ya siento de la vida la horrible soledad.

José María Vargas Vila


PASIONARIAS

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
XXXI

CADÁVERES son ya mis ilusiones


Y ceniza las plácidas visiones
Que en mis sueños amantes fabriqué,
Nada me queda hoy, de mis amores
Mustias están las perfumadas flores,
No tengo ya ni aspiración, ni fe.

SOLO quedabas tú, madre querida


Esperanza risueña de mi vida
Solo amor que aun guardaba el corazón;
Estrella suspendida de mi cielo
Para alumbrar mis noches de desvelo
Y mis horas horribles de aflicción.

¡Y también te eclipsaste…! Cómo es triste


Al corazón que lucha y que resiste
Perdido en tan inmensa soledad
Repasar a la luz de la memoria
Las páginas dolientes de esa historia
Que viene a terminar en mi orfandad.

CUAN lúgubre esa historia.


Mi cariño
Mi sincera amistad,
Mi amor de niño
Todo por premio la traición halló.

Busqué la gloria con afán creciente


Y laureles busqué para mi frente
Que pronto el desengaño marchitó.
Y vi que en el amor había perfidia,
En la amistad doblez, bajeza, envidia.

En la gloria ficciones nada más,


Y a los veinte años, con mi lira rota
Que solo daba del pesar la nota,
Quise buscar en el placer solaz.

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
Y me lancé a gozar, y las pasiones
Con su mundo de amor y sensaciones
Deslumbraron mi pobre corazón,
Bebí la copa del placer, sediento,
Y en su fondo encontré el remordimiento
Y el dolor bajo almíbar de ilusión.

Y enfermo, solitario, entristecido,


Fui a exaltar en tu seno mi gemido
Y a pedirte consuelo en mi aflicción,
Ay te mostré mi corazón herido
Y me alcé de tus brazos redimido,
De tus benditos besos al calor.

Y desde entonces, tú tan solo fuiste


Mi amante compañera, y cuando triste
En el silencio del antiguo hogar.
En mis noches de estudio vacilaba
Y al peso de la angustia desmayaba
Tú me infundías valor para esperar.

A veces escribiendo en mis cantares


La historia de mi amor y mis pesares,
Yo te sentía inclinada junto a mí
Repitiendo mis versos con tristeza,
Y al levantar mi pálida cabeza
Cuantas veces llorando yo te vi.

Y besándome luego, cual si niño


Me hallará todavía, con tu cariño
Yo me sentía a la dicha revivir.
Mi ilusión con promesas sustentabas
Y mi dulce esperanza alimentabas
Despertando mi fe en el porvenir.

Y ahora… te llamo en vano madre mía.


La clara luz del rutilante día
Hoy ya no tiene para mí calor,
Doliente y triste aquí te llamo en vano.
Porque se pierde en el confín lejano
El eco gemebundo de mi voz,

José María Vargas Vila


PASIONARIAS

EN mis sueños te nombro y en mi angustia


Levanto en vano mi cabeza mustia
Queriéndote en las sombras divisar,
Pero ¡ay! horas de tristes desengaños
Percibo el respirar de los extraños
Más no de los que duermen en mi hogar.

A mí dolor profundo no responde


El abismo insondable que te esconde;
La muerte es muda, mudo el más allá
Forja la fe visiones, y divaga
La humana inteligencia, más se apaga
¡Toda luz al tocar la eternidad…!

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
XXXII

¡AY! como se murieron mis esperanzas,


Botones entreabiertos que besó el alba,
Y fueron por las tardes flores tronchadas
Que barrieron los vientos de las montañas.

BLANCOS lirios del valle, flores de grana,


Amapolas silvestres y trinitarias,
Margaritas y adelfas, flores del alma
Que fuisteis el encanto de mi alborada.

VENID y de la luna al tibio rayo,


Cubrid ese sepulcro abandonado.
Donde mi pobre madre me está esperando
Y tejedle guirnaldas y perfumadlo.

MAÑANA cuando duerma bajo ese suelo


Con mi madre querida el sueño eterno
Si es cierto que hay aurora para los muertos,
A su rayo, entre lirios despertaremos.

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
XXXIII

¡CÓMO podré cantar! Si todavía


Me parece sentir mi cabellera
Que humedeció la amante madre mía
Empapada en su lágrima postrera,
Si siento aun sobre mi frente fría
De sus besos la huella postrimera,
Si siento aun en mi cuello sus abrazos
Y siento el corazón hecho pedazos.

COMO olvidar jamás ese momento;


Iba a darle mi triste despedida,
Penetré silencioso en su aposento,
Ella al verme, llorosa y abatida
Se lanzó entre mis brazos sin aliento
Como una alondra por el aire herida.
Y reclinó en mi seno su cabeza
Moribunda de amor y de tristeza.

ALUMBRABAN tal cuadro, temblorosas


Dos luces que mirábanse oscilar
Entre masetas de fragantes rosas
Sobre la mesa del antiguo altar.
Donde tantas plegarias fervorosas
Esa madre acababa de elevar,
En esa noche horrible en que de hinojos
Se había pasado sin cerrar los ojos.

AL fin rompiendo ese silencio horrible,


Adiós, le dije con dolor vehemente,
Dio un grito ahogado, triste, indefinible
Y a su seno estrechome nuevamente.
Valor madre, le dije, esto es terrible,
Y la aparte besándola en la frente,
Como un loco salí, buscando calma
Y aun la escuche gritar: ¡Hijo de mi alma!

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
XXXIV

HABIA en un bosque de Colombia una ave


Que cuidaba sus hijos en su hogar,
Cubriéndolos con alas cariñosas
Se le oía en el silencio gorjear.

PERO rujió la tempestad bravía,


El nido por el suelo derribó,
Arrastró la borrasca los hijuelos
Y la madre llorando se quedó.

Y separados luego, el hijo triste


Cantaba más allá del patrio mar,
Y la madre infeliz le respondía
Con los antiguos cantos del hogar.

UNA tarde, la cántica del hijo,


En las alas del céfiro llegó
Y entre las flores del paterno huerto
La madre muerta en el nidar halló.

Y en tanto en las montañas de otra patria


A las brisas el hijo interrogó…
Y comprendiendo su desgracia inmensa
Plegó las alas y también calló.

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
XXXV

¡MURIÓ! La luz de su postrer mirada


¡No cayó sobre mí…!
En mis hermanos se quedó clavada
Y buscó en vano mi semblante allí.

PERO sé que en sus últimos momentos


Mi nombre pronunció,
Fueron míos sus postreros pensamientos,
¡Y no le pude dar mi último adiós…!

SEPARADOS a tiempo, no lograron


En el trance fatal,
Nuestros labios que tanto se nombraron
Darse el último beso al expirar.

QUEDÉ solo, los últimos fulgores


Que en suave esplendidez,
Alumbraban mi vida aunque de lejos
Al dulce resplandor de la niñez.

SE apagaron, sus himnos, sus rumores,


Ya no me arrullarán.
Mi ilusión, mi esperanza, mis amores
En mi eterno dolor no volverán.

DE los recuerdos de esa edad bendita


Solo me quedan ya
Una tumba, lugar de nuestra cita;
Su nombre, su memoria, y nada más.

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
XXXVI

CUAL girones del manto de una virgen


Desprendidos acaso con afán
Las blancas nubes por el éter puro
En mil fragmentos desgarradas van.

BRILLA, la luna con su luz opaca,


Enlutado alza el monte la cerviz,
Suspira el viento, se estremece el lirio,
Y embalsama la atmósfera el jazmín.

Y de esa noche a la apacible calma


Abismado en mi lúgubre dolor,
Vuelto el rostro hacia el suelo de la patria,
Solo en ti pienso, madre de mi amor.

TODO duerme, y yo velo solitario


Con tu imagen, blanquísima ilusión
Y soñando que me hablas y te veo
So entretiene mi pobre corazón.

CADA nube que pasa es un recuerdo,


Cada brisa que gime es una voz,
¡Ay! todo me habla de la patria ausente,
De mi desierto hogar y de tu amor.

Y creo ver en las gazas de la noche


Tu santa imagen, pálida volar,
Con suspiros, y besos y sonrisas
Mi nublado horizonte iluminar.

PERO ¡ay, son ilusiones!, ¡Cuan horrible


La realidad que agobia al corazón!
Mi hogar desierto, abandonado, triste
¡Cuál las siniestras ruinas de un panteón…!

POR que ¡ay! te fuiste, el nido está vacío,


No se oye en él al ave gorjear.
La aurora lo haya abandonado y frío
Y cubierto de lágrimas no más.

José María Vargas Vila


PASIONARIAS

Y todo allí recuerda tu presencia.


Doliente peregrina de mi amor,
Guarda tu voz el eco de los aires
Guarda tu aliento el cáliz de la flor.

Y ya no volverás ave querida,


Más tu nido del árbol no caerá,
Que velando su fondo abandonado,
El invierno tus hijos hallará.

Y yo, como ave que doliente aguarda


Su amante compañera con afán,
Y al ver que no regresa dobla el pico
Y perece en las pajas del hogar.

ASÍ yo iré a esperarte madre mía,


Sobre ese nido, que dejaste allí
Y como en vano esperaré tu vuelta
Muerto caeré, pero pensando en ti.

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
XXVII

ALLÁ, de Libia en los desiertos áridos,


Crecía una triste y solitaria flor,
A la cual una palma melancólica,
Prestaba sombra y protegía del sol.

SE amaban ambas, y a esa sombra lánguida


Abría la flor sus hojas a la luz,
Y se dormía cuando la luna pálida
Daba al desierto su fulgor azul.

SOPLÓ una vez el viento, y aunque enérgica


La palma desgarrada resistió.
Muy lejos de la flor, doliente y trémula,
De polvo el torbellino la arrastró.

QUEDO la flor desamparada y huérfana…


Y si se agita moribunda aún,
Vive aguardando que arranque el ábrego,
O la lleve en sus alas el simoun.

Y sueña con su palma; anhela cándida


En una tumba descansar las dos,
De aquel desierto en las arenas cálidas,
De esos bosques lejanos al rumor.

MI alma es así, pues vive melancólica,


¡Huérfana, en espantosa soledad…!
¡Llorando en el desierto! Sombra lánguida
Que sueña con la tumba nada más.

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
XXXVIII

No es ocaso la tumba, tras de ella


Nadie ha visto brillar el nuevo oriente.
Es quimera la aurora del creyente,
¿Quién ha visto los lampos de su huella?

LA fe, pobre ilusión dorada y bella,


Ante la realidad dobla la frente.
Nadie ha roto el silencio omnipotente
Con que el destino nuestra tumba sella.

NO engañemos al pobre caminante


Forjándole la luz en lontananza
Si solo sombra encontrara adelante.

PONGAMOS en la tumba del que avanza.


La sentencia terrífica del Dante:
“Mortal, dejad aquí toda esperanza.”

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
XXXIX

CUANDO el alma en un santo desvarío,


Se levanta en las alas de la ciencia
Y buscando del cielo la existencia
Tan solo encuentra el piélago sombrío.

¿DONDE está el cielo? grita en su desvió,


Y responden burlando su inocencia,
El espacio sin luz y sin conciencia
¡Y los astros girando en el vacío!

LA fe se muere en tan potente vuelo;


Porque basta estudiar cosmografía
Para que caiga el engañoso velo
Que nuestras viejas creencias envolvía,
Y quede mudo y sin fulgor el cielo,
Y la deseada eternidad, vacía...

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
XL

Recibiendo el insulto y la saliva


Que le arrojan al rostro sus hermanos.
Y al fin llega el momento,
Y al compás de los gritos que aún les hieren
Los oídos, llegando al sacrificio
La cruz de su suplicio
Abrazan con amor, y en ella mueren.

FELICES ¡ay! los que en el trance santo,


En la hora postrimera,
Pueden mirar siquiera
Un ser querido que bañado en llanto,
Cerca de ellos suspira,
Y con dolor los mira,
¡Triste como la imagen del quebranto!

Un ser a quien decir en la agonía,


Con la apagada voz del moribundo:
“Adios y no me olvides madre mía”,
Cerrar los ojos, y dejar el mundo.

MAS, ay! que desgraciados


Los que sumidos en eterno duelo
No tenemos siquiera ese consuelo,
Y vamos a morir abandonados,
Sin tener en la hora postrimera,
Ni un adiós, ni una lágrima siquiera,
Ni una boca que a la nuestra unida
Compendie en solo un beso, todo, todo
El amable misterio de la vida
Momentos antes de volvernos lodo.

¡Qué triste terminar nuestra jornada


Bajo extranjero cielo, Lejos del patrio suelo.
Sin tener en esa hora desgraciada,
Quien venga con amor a despedirnos.
¡Ni el seno de una madre en que morirnos…!

José María Vargas Vila


PASIONARIAS
YO soy más infeliz, pues en mi anhelo
No he podido forjarme todavía
La esperanza de hallarte en otro cielo,
¡Ni de volver a verte, madre mía!

POR eso no te doy mi despedida,


Y vengo solo a darte mis cantares,
Estrella solitaria de mi vida,
Gacela de mis lánguidos palmares,
Lirio azul de mi selva florecida.
Sola imagen que queda en mis altares,
Blanca paloma del nidar ya ida,
Orgullo de mi nombre y mis hogares,
Madre del corazón, madre querida,
Yo vengo a darte mis tronchadas flores.
¡Oh! santa muerta, amor de mis amores.

HOY dejo en tu sepulcro madre mía,


Cuanto había ambicionado mi alma inquieta.
Mi anhelada corona de poeta,
Los sueños de mi ardiente fantasía,
La copa de mis lágrimas repleta,
Mi amor, mi fe, mi vida, mi alegría,
El sol de mis radiantes ilusiones,
De mi ambición los desatados lazos,
De mi lira ya rota los bordones.
Mi alma de mártir hecha mil pedazos.
Mi pobre corazón hecho girones.

TODO eso son las tristes "Pasionarias"


Que coloco hoy sobre tu tumba fría.
Son fruto de mis noches solitarias
Las quejas, los gemidos, las plegarias
¡Que ofrezco a tu memoria madre mía!

José María Vargas Vila


PASIONARIAS

JOSÉ MARÍA VARGAS VILA.

Intelectual colombiano nacido a mediados del siglo XIX. Vargas Vila se caracterizó por sus ideas liberales
radicales y la consecuente crítica contra el clero, las ideas conservadoras y la política imperialista de
Estados Unidos. Muchas de sus ideas son próximas al existencialismo y se fueron afirmando como libertarias,
muy próximas al anarquismo, a tal punto que él mismo se declarara anarquista. Asimismo, defendió toda
causa y personaje que favoreciera la libertad y la justicia de los pueblos, especialmente los
latinoamericanos; sin fijarse tanto en si compartían exactamente su misma forma de pensar, a pesar de ser
consciente de ello: mi pasión por la obra de horror ¿la libertad ha devorado mis páginas? conmovió a
muchos, escribió.

En su juventud, alternó el oficio de maestro en Ibagué, Guasca, Anolaima y Bogotá, con su participación en
guerras civiles como soldado de las tropas liberales radicales de Santos Acosta y Daniel Hernández. Tras la
derrota liberal en 1899, se refugió en Los Llanos y luego marchó al exilio a Venezuela. Por su actitud crítica, el
presidente de Colombia en esa época, Rafael Núñez, puso precio a su cabeza. En 1899, en Caracas, fundó y
dirigió la revista Eco Andino y en 1898, con Diógenes Arrieta y Juan de Dios Uribe, fundó la revista “Los
Refractarios”. Conminado por el gobierno del presidente venezolano, Raimundo Andueza Palacio, a dejar
Venezuela, viajó a Nueva York en 1891 y trabajó en la redacción del periódico El Progreso. En esta ciudad,
trabó amistad con el escritor e independentista cubano José Martí. Luego fundó la Revista Ilustrada
Hispanoamérica, en la que publicó varios cuentos. En 1898 fue nombrado por el Presidente de Ecuador, Eloy
Alfaro, como ministro plenipotenciario de Ecuador en Roma y es recordada su negativa de arrodillarse ante
el papa León XIII, al afirmar: "no doblo la rodilla ante ningún mortal". A causa de la publicación de su novela
Ibis en el año 1900, fue excomulgado por el Vaticano y recibió la noticia con regocijo.

En 1902 fundó en Nueva York la revista Némesis, desde la cual se criticaba al gobierno colombiano de Rafael
Reyes y a otras dictaduras latinoamericanas, así como a las imposiciones del gobierno estadounidense, como
la usurpación del Canal de Panamá y la Enmienda Platt. En 1903 publicó en esa revista Ante los Bárbaros
tras lo cual el gobierno de Washington le obligó a dejar Estados Unidos. En 1904, el presidente nicaragüense,
José Santos Zelaya, designó a Vargas Vila como representante diplomático en España, junto al poeta Rubén
Darío. Los dos fueron integrantes de la Comisión de Límites con Honduras ante el rey de España, quien era
entonces mediador en el litigio. Pero esta labor duró poco tiempo; pues el colombiano pronto regresó a la
edición de sus libros y luego de breves estancias en París y Madrid, se asentó en Barcelona, donde inició, por
acuerdo con la Editorial Sopena, la publicación de sus obras completas. Rubén Darío le dedicó un par de
poemas: Cleopompo y Heliodemo y Propósito primaveral. Desde su estancia en España, donde viviera hasta
su fallecimiento, realizó varias giras por diversos países de América Latina, donde alcanzó gran popularidad.

En 1913 visitó a Lima, donde permaneció casi de incógnito, al margen de actividades culturales o sociales, a
pesar de que era muy leído. Pese a que en la mayoría de obras de Vargas Vila, las situaciones eróticas
son exclusivamente entre hombres y mujeres, obras como su Diario personal y La Conquista de Bizancio
tratan temáticas homosexuales explícitamente.

José María Vargas Vila

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